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Adiós juventud! Adiós belleza!

, e iba andando a coger el tren todas las mañanas con unas zancadas vigorosas y
elásticas que lo señalaban como atleta. Le clareaba el pelo y había mañanas en
un cuento de John Cheever las que parecía tener los ojos inyectados en sangre, pero esto apenas suponía un
obstáculo para su atractivo de hombre pertinazmente juvenil.
En los negocios, Cash había sufrido muchos reveses y desilusiones, y de
Al final de casi todas las largas y multitudinarias fiestas de los sábados por la ordinario los Bentley pasaban graves dificultades económicas. Siempre pagaban
noche en el barrio residencial de Shady Hill, cuando prácticamente todos los que con retraso los impuestos y la hipoteca de la casa, y el cajón de la mesa del
iban a jugar al golf o al tenis a la mañana siguiente se habían marchado ya a sus vestíbulo estaba lleno de facturas sin pagar; la situación de los Bentley en el
casas y los diez o doce supervivientes parecían incapaces de poner término a la banco se hallaba siempre pendiente de un hilo. Louise resultaba bonita los
velada a pesar de que la ginebra y el whisky se estuviesen acabando, y aquí y allá sábados por la noche, pero lo cierto era que su vida resultaba pesada y
las mujeres que aguantaban por acompañar a sus maridos hubiesen empezado a monótona. En los bolsillos de sus trajes, abrigos, y vestidos había trozos de papel
beber leche; cuando todo el mundo había perdido por completo la noción del en los que se leía: «Margarina, espinacas congeladas, kleenex, galletas de perro,
tiempo, y los canguros que aguardaban en sus distintos hogares a aquellos carne picada, pimienta, manteca de cerdo...» Por la mañana, cuando sólo estaba
recalcitrantes se habían tumbado hacía ya mucho en el sofá y dormían a pierna despierta a medias, había puesto ya a calentar el agua del café mientras diluía el
suelta, soñando con ganar concursos de cocina, con viajes transoceánicos y zumo congelado de naranja. Luego eran los niños los que la necesitaban. Tenía
aventuras románticas; cuando el borracho belicoso, el aficionado a los dados, el que ponerse a cuatro patas debajo de la cómoda para encontrar un calcetín de
pianista y la mujer enfrentada con la extinción de sus esperanzas habían hecho ya Toby. O tumbarse boca abajo y meterse culebreando debajo de la cama (con lo
sus manifestaciones públicas; cuando todas las propuestas —desayunar en casa que le entraba polvo por la nariz) en busca de uno de los zapatos de Rachel.
de los Farquarson, ir a nadar, despertar a los Townsend, hacer esto o lo de más Luego estaba la limpieza de la casa, el lavado de la ropa, y preparar las comidas,
allá— morían nada más sugerirlas, llegaba el momento de que Trace Bearden además de las exigencias de los niños. Nunca parecían faltar zapatos que poner o
empezara a meterse con Cash Bentley porque se hacía viejo y se le estaba que quitar, cremalleras de anoraks que cerrar y abrir, traseros que limpiar,
cayendo el pelo. Aquel ataque era el paso previo para cambiar de sitio muebles lágrimas que secar, y cuando se ponía el sol (Louise lo veía ocultarse a través de
del cuarto de estar. Trace y Cash levantaban las mesas y las sillas, los sofás y la la ventana de la cocina), había que darles de cenar, bañarlos, contarles un cuento
pantalla de la chimenea, el cajón de la leña y el taburete para poner los pies, y al acostarse y rezar juntos el padrenuestro. Con las sonoras palabras de la
cuando terminaban, nadie hubiese reconocido la habitación. Luego, si el anfitrión oración dominical en el cuarto a oscuras terminaba la jornada de los niños, pero a
tenía un revólver, se le pedía que fuera a buscarlo. Louise Bentley aún le quedaba mucho día por delante. Estaban los zurcidos y los
Cash se quitaba los zapatos y se agazapaba detrás de un sofá. Trace disparaba remiendos y algunas cosas que planchar, y después de dieciséis años de tareas
el arma por una ventana abierta, y si uno era nuevo en la zona y no había domésticas, Louise no parecía capaz de escapar a sus quehaceres ni siquiera
entendido el significado de los preparativos, no tardaba en darse cuenta de que mientras dormía. Anoraks, zapatos, baños y artículos de ultramarinos parecían
estaba presenciando una carrera de obstáculos. Cash saltaba sobre el sofá, sobre haberle invadido el subconsciente. De vez en cuando hablaba en sueños; tan
las mesas, sobre la pantalla de la chimenea y el cajón de la leña. No era fuerte que despertaba a su marido. «No me llega el presupuesto para chuletas de
exactamente una carrera, puesto que Cash carecía de rivales, pero resultaba ternera», dijo una noche. Después suspiró intranquila y volvió a guardar silencio.
extraordinario ver a aquel hombre de cuarenta años superar todos aquellos Según los criterios de Shady Hill, los Bentley eran un matrimonio feliz, pero tenían
obstáculos con tanta elegancia. No había un solo mueble en todo Shady Hill que sus altibajos. En ocasiones, Cash se volvía muy susceptible. Cuando regresaba a
Cash no pudiera saltar sin esfuerzo. La carrera terminaba con vítores, y aquello casa después de un mal día en la oficina y se encontraba con que Louise, por
marcaba el final de la fiesta. algún motivo perfectamente válido, no había empezado a hacer la cena, se
Cash era, naturalmente, una vieja gloria del atletismo, pero nunca se ponía enfadaba mucho.
pesado acerca de su brillante historial. La universidad donde pasó sus años —¡Por el amor de Dios! —decía, y entraba en la cocina a calentar algún alimento
juveniles le había ofrecido un empleo remunerado en el consejo de antiguos congelado.
alumnos, pero él no aceptó, pues se dio cuenta de que aquella parte de su vida Durante aquella penosa experiencia bebía whisky para tranquilizarse, pero nunca
había terminado. Cash y su mujer, Louise, tenían dos hijos, y vivían en Alewives parecía lograr su propósito, porque de ordinario quemaba el fondo de una
Lane en una especie de rancho no demasiado caro. Pertenecían al club de campo cacerola, y cuando se sentaban a cenar, el sitio donde comían estaba lleno de
aunque no podían permitírselo, pero en el caso de los Bentley, nadie lo humo. Ya era sólo cuestión de tiempo que se enzarzaran en una encarnizada
mencionaba nunca, y Cash era uno de los hombres que gozaba de más simpatías pelea. Louise subía corriendo la escalera, se desplomaba sobre la cama y
en Shady Hill. Seguía estando delgado —procuraba no descuidarse con el peso— sollozaba. Cash cogía la botella de whisky y se recetaba una buena dosis.
Aquellas confrontaciones, a pesar del entusiasmo con que Cash y Louise se los pies en alto, la barbilla sujeta con una cinta ancha y los ojos humedecidos con
lanzaban a ellas, les resultaban muy dolorosas a los dos. Cash dormía en el una solución astringente. La mascarilla, la faja demasiado apretada, la depilación,
sofdel cuarto de estar, pero el sueño nunca arreglaba las cosas una vez iniciado el los rizos y el maquillaje que vinieron después iban todos encaminados a lograr un
mal, y si se encontraban por la mañana, volvían a pelearse inmediatamente. rejuvenecimiento. Sintiendo al final que el éxito no había sido completo, se colocó
Luego Cash se marchaba a trabajar y, tan pronto como el autobús recogía a los un velito que le cubriera los ojos; pero era una mujer encantadora, y todos los
niños para llevárselos a la guardería, Louise se ponía el abrigo y cruzaba el cosméticos con los que había estado forcejeando parecían, como el velo,
césped camino de la casa de los Bearden. Se echaba a llorar sobre una taza de extenderse con absoluta transparencia sobre un rostro donde la belleza en toda
café recalentado y le contaba sus problemas a Lucy Bearden. ¿Qué sentido tenía su madurez y la capacidad para el ingenio y el apasionamiento resultaban
el matrimonio? ¿Significaba algo el amor? Lucy siempre le sugería que se buscara imposibles de ocultar. La fiesta de los Farquarson resultó un éxito, y los Bentley lo
un empleo, porque el trabajo le daría independencia emocional y económica, y pasaron muy bien. La única persona que bebió demasiado fue Trace Bearden.
eso, decía Lucy, era lo que necesitaba. Avanzada la fiesta, empezó a pinchar a Cash acerca del poco pelo que le
La noche de ese día las cosas empeoraban. Cash no aparecía por casa para quedaba, y Cash, de muy buen humor, se puso a cambiar los muebles de sitio.
cenar, pero se presentaba dando tumbos a eso de las once, y el mismo sórdido Harry Farquarson tenía una pistola, y Trace salió a la terraza para dispararla hacia
altercado volvía a producirse, con Louise yendo a acostarse en el dormitorio el cielo. Cash saltó por encima del sofá, por encima de la mesita auxiliar, sobre los
hecha un mar de lágrimas y Cash tumbándose en el sofá del cuarto de estar. Al brazos del sillón de orejas y sobre la pantalla de la chimenea. Fue un relieve de un
cabo de unos cuantos días y noches, Louise decidía que no podía más, y que arcón lo que lo hizo caer, y Cash se precipitó hacia el suelo como una tonelada de
tenía que irse a pasar una temporada con su hermana casada que vivía en ladrillos.
Mamaroneck. Normalmente elegía un sábado, cuando Cash estaba en casa, para Louise soltó un grito y corrió hacia donde había quedado tumbado su marido.
marcharse. Hacía la maleta y sacaba sus cupones de guerra del escritorio. Luego Tenía un corte en la frente, y alguien improvisó un vendaje para cortar la
se daba un baño y se ponía la mejor combinación que tenía. Cash, al pasar ante hemorragia. Al tratar de levantarse, Cash tropezó y cayó de nuevo, y su rostro
la puerta de la alcoba, la veía. La combinación era transparente, y de pronto Cash adquirió un terrible color verde. Harry telefoneó al doctor Parminter, al doctor
era todo arrepentimiento, ternura, delicadeza, sabiduría y amor. Hopewell, al doctor Altman, y al doctor Barnstable, pero eran las dos de la
«¡Corazón!», gemía él, y cuando bajaban la escalera cosa de una hora después mañana y ninguno contestó al teléfono. Finalmente, un tal doctor Yerkes —un
para comer algo, no hacían más que suspirar y ponerse ojos tiernos el uno al otro; perfecto desconocido— accedió a ir. Yerkes era un hombre joven —no parecía
eran la pareja más feliz de todo el este de Estados Unidos. Habitualmente era en suficientemente viejo para ser médico— y contempló la habitación en desorden y
un momento así cuando Lucy Bearden se presentaba con la buena noticia de que los rostros ansiosos de los presentes como si hubiera algo muy raro en aquella
había encontrado un empleo para Louise. Lucy llamaba a la puerta, y Cash, escena. Y, en cuanto a Cash, no pudo empezar con peor pie.
envuelto en un albornoz, salía a abrirle. Después de intercambiar muy pocas —¿Qué es lo que le pasa, veterano? —preguntó.
palabras con Cash, como es lógico, Lucy se dirigía corriendo al comedor para dar Cash tenía una pierna rota. El doctor Yerkes se la entablilló, y Harry y Trace
la buena noticia a la pobre Louise. llevaron al herido hasta el coche del médico. Louise los siguió en su propio coche
—Bueno, te agradezco mucho que te hayas tomado la molestia —decía Louise hasta el hospital, donde ingresaron a su marido en una de las salas. El médico le
lánguidamente—, pero me parece que ya no quiero tener un empleo. No creo que suministró un calmante, y Louise le dio un beso e inició la vuelta a casa cuando
a Cash le gustara que yo trabajase, ¿verdad, cariño? amanecía ya.
Luego miraba a Cash con sus grandes ojos oscuros, y la corriente de deseo Cash permaneció dos semanas en el hospital, y cuando volvió a su hogar
resultaba casi palpable. Lucy se ausentaba lo más de prisa que podía de aquella caminaba con una muleta y tenía la pierna escayolada. Tuvieron que pasar otros
escena de corrupción, pero no lo hacía nunca enfadada, porque llevaba diez días antes de que pudiera ir cojeando a la estación para tomar el tren
diecinueve años casada, y sabía que toda unión tiene sus altibajos. Tampoco matutino.
parecía llegar nunca a ninguna conclusión; la siguiente vez que los Bentley se —Ya no podré hacer más la carrera de obstáculos, cariño —le dijo a Louise, lleno
peleaban, Lucy se esforzaba tanto como de costumbre por conseguirle un empleo de tristeza.
a Louise. Pero aquellas peleas y reconciliaciones, al igual que la carrera de Su mujer le respondió que no tenía importancia, pero aunque a ella le diese igual,
obstáculos, no parecían perder interés a causa de la repetición. a Cash sí que le importaba. Había perdido peso en el hospital. Estaba muy
Un sábado por la noche, durante la primavera, los Farquarson dieron una fiesta de decaído y parecía descontento. No entendía lo sucedido. Él, o todo lo que lo
aniversario a los Bentley. Llevaban diecisiete años casados. En la tarde del mismo rodeaba, daba la impresión de haber cambiado imperceptiblemente para
día, Louise procedió a prepararse poniendo casi el mismo empeño que si se empeorar. Incluso sus sentidos parecían empeñados en echar a perder el mundo
tratara de la colada de los lunes. Descansó durante una hora, reloj en mano, con inocente del que había disfrutado durante muchos años. Una noche entró tarde en
la cocina para prepararse un sandwich, y cuando abrió el frigorífico notó un olor a través de él—, y la mayoría de las ventanas están abiertas. Al pasar por delante
desagradable. Tiró la carne estropeada al cubo de la basura, pero se le quedó de su casa, se puede ver al señor y la señora Bearden mirando la televisión. Joe
pegado el olor a las ventanas de la nariz. Pocos días después, se hallaba en el Lockwood, el joven abogado que vive en la esquina, ensaya su discurso al jurado
desván, buscando su camiseta de la universidad. El cuarto no tenía ventanas y la delante de su mujer.
linterna daba muy poca luz. Arrodillado en el suelo para abrir un baúl, rompió una —Trato de mostrarles —dice— que un hombre recto, un hombre cuya reputación
telaraña con los labios. El tenue entramado le cubrió la boca como si se tratara de por su honestidad e integridad... —Mueve los brazos mientras habla. Su mujer
una mano. Se la limpió molesto, pero tuvo la sensación de que le habían puesto hace punto.
una mordaza. Unas cuantas noches después, en Nueva York, andando por una La señora Carver —la suegra de Harry Farquarson— mira al cielo y pregunta:
bocacalle mientras llovía, vio a una puta vieja en un portal. Estaba tan sucia y era —¿De dónde han salido todas las estrellas?
tan fea que parecía una caricatura de la muerte, pero antes de que pudiera Es una vieja un poco tonta, pero tiene razón: las estrellas de la noche anterior
examinarla con detenimiento —en el momento en que sus ojos recibieron la parecen haber atraído a una nueva formación de galaxias, y el cielo nocturno no
primera impresión de su figura encorvada—, se le hincharon los labios, su resulta oscuro en absoluto, excepto donde hay una rasgadura en la membrana
respiración se aceleró, y Cash experimentó todos los otros síntomas de la luminosa. En las parcelas aún sin vender junto a la vía del tren canta un tordo.
excitación erótica. Pocos días más tarde, cuando leía la revista Time en el cuarto Los Bentley están en casa. El pobre Cash se ha mostrado últimamente tan
de estar, advirtió que las rosas marchitas que Louise había traído del jardín olían antipático y melancólico que los Farquarson no lo han invitado a la fiesta.
más a tierra que a ninguna otra cosa. Era un olor apodrido, y muy intenso. Tiró las Permanece sentado en el sofá junto a Louise, que pone gomas nuevas a la ropa
rosas en una papelera, pero no logró evitar que le recordaran la carne estropeada, interior de los niños. A través de la ventana abierta llegan los agradables ruidos de
la prostituta y la tela de araña. la noche de verano. En el jardín de los Rogers, detrás del de los Bentley, hay otra
Cash había empezado a asistir de nuevo a fiestas, pero sin la carrera de fiesta. La música de baile se derrama colina abajo. La orquesta es muy pobre —
obstáculos las reuniones de sus amigos y vecinos le resultaban interminables y saxofón, batería y piano—, y todas las piezas son de hace veinte años.
carentes de todo interés. Oía sus chistes verdes con una irritación que le costaba Tocan Valencia, y Cash mira tiernamente a Louise, pero esta noche su mujer
mucho trabajo ocultar. Incluso sus semblantes lo deprimían, y, hundido en un presenta una figura descorazonadora. La luz de la lámpara destaca sus cabellos
sillón, examinaba con detenimiento su cutis y sus dientes, como si él fuera un grises. Su delantal está manchado. Su cara parece pálida y ojerosa. De pronto,
hombre mucho más joven. Cash empieza a marcar frenéticamente el ritmo de la música con los pies. Canta
El peso de su irritabilidad caía sobre Louise, quien tenía la impresión de que su unas sílabas ininteligibles —«Jabajabajabajaba»— para acompañar al lejano
marido, al perder la carrera de obstáculos, había perdido la clave de su equilibrio. saxofón. Luego suspira y se dirige a la cocina.
Se mostraba antipático con sus amigos cuando aparecían por la casa a tomar una Allí, en la oscuridad, sigue presente un débil olor rancio a comida. Desde la
copa. También se mostraba descortés y lleno de melancolía si Louise y él salían ventana de la cocina, Cash ve las luces y las figuras de la fiesta de los Rogers. Es
por la noche. Cuando su mujer preguntaba qué le sucedía, él se limitaba a un guateque para gente joven. La hija de la familia ha invitado a algunos amigos a
murmurar: «Nada, nada, nada», y a servirse un poco de bourbon. cenar antes de la fiesta, y parece que se están yendo ahora. Hay automóviles que
Transcurrieron mayo y junio, y luego la primera mitad de julio sin que Cash se ponen en marcha.
mejorara en absoluto. —Voy llena de manchas de hierba —se lamenta una chica.
Después llega una noche de verano, una hermosa noche de verano. Los —Espero que el viejo se haya acordado de comprar gasolina —dice un
pasajeros del tren de las ocho y quince ven Shady Hill —si es que se fijan— muchacho, y su acompañante se echa a reír.
bañado por una tranquila luz dorada. La espesa vegetación ahoga el ruido del No tienen otra cosa en la cabeza que las fugaces noches de verano. Los
tren, y las alargadas ventanillas parecen una hilera de grandes peceras impuestos y las gomas de la ropa interior —todas las desagradables realidades de
iluminadas antes de perderse de vista instantes después. En lo alto de la colina, la vida que amenazan con cortarle la respiración a Cash— no han tocado ni a una
las señoras se dicen unas a otras: «¡Fíjate cómo huele la hierba! ¡Y los árboles!» sola de las figuras del jardín vecino. Luego los celos se apoderan de él: unos
Los Farquarson dan otra fiesta, Harry ha colgado un cartel en la rosaleda, celos tan salvajes y tan amargos que se siente enfermo.
BARRANCO DEL WHISKY, y se ha puesto un gorro de cocinero y un delantal. No entiende lo que lo separa de esos chicos que están en el jardín de al lado.
Sus invitados todavía están bebiendo cócteles, y el humo del fuego para asar la También él ha sido joven. Y héroe. Lo han adorado, ha sido feliz y se ha sentido
carne se alza, en esta noche sin viento, directamente hacia los árboles. lleno de energía, y ahora se encuentra inmóvil en una cocina a oscuras, privado
En el club, el primer baile de etiqueta para la gente joven empieza a eso de las de sus proezas atléticas, de su impetuosidad, de su buena presencia: de todo lo
nueve. En Alewives Lane, los aspersores siguen girando después del crepúsculo. que significa algo para él. Siente que las figuras del jardín cercano son los
El aire parece tan fragante como oscuro —es un delicioso elemento para avanzar espectros de alguna fiesta del pasado a la que están ligados todos sus gustos y
deseos, y de la que se ha visto cruelmente apartado. Se siente como un fantasma Pasó por encima del puf, de la pantalla de la chimenea, del velador y de la mesa
en la noche veraniega, enfermo de añoranza. Luego oye voces en la parte de café. La gente contuvo la respiración mientras se acercaba al último sofá, pero
delantera de la casa. Louise enciende la luz de la cocina. también lo superó y cayó de pie al otro lado. Se oyeron algunos aplausos. Luego
—Ah, estás aquí —dice su mujer—. Los Bearden han pasado un momento a Cash dejó escapar un gemido y se derrumbó. Louise corrió a su lado. Tenía la
vernos. Creo que les gustaría tomar una copa. ropa empapada en sudor y respiraba entrecortadamente. Su mujer se arrodilló,
Cash volvió a la sala de estar para recibir a los Bearden, que querían acercarse al puso la cabeza de Cash en su regazo y le acarició los escasos cabellos.
club, para bailar por lo menos una vez. En seguida se dieron cuenta de que Cash Cash tenía una resaca terrible el domingo, y Louise lo dejó dormir hasta casi la
estaba muy inquieto, e insistieron en que los Bentley fueran con ellos. Louise hora de salir para los servicios religiosos. Toda la familia se presentó junto a la
localizó a alguien para que se quedara con los niños y ellos dos subieron a iglesia de Cristo a las once, como hacían siempre. Cash cantó, rezó y se puso de
cambiarse. rodillas, pero lo único que sentía en la iglesia era que se hallaba fuera del reino de
Cuando llegaron al club encontraron a unos pocos amigos de su edad reunidos en la infinita misericordia de Dios, y, a decir verdad, no creía ya en el Padre, en el
el bar, pero Cash no se quedó allí. Parecía intranquilo, y quizá borracho. Tropezó Hijo y en el Espíritu Santo más de lo que cree mi bullterrier. A la una volvieron a
con una mesa al cruzar el salón camino de la pista de baile. Sustituyó a la pareja casa para comerse la carne demasiado hecha y las pétreas patatas que
de una chica muy joven. La abrazó con demasiada vehemencia y se lanzó a dar componían habitualmente su almuerzo dominical. A eso de las cinco llamaron los
unos pasos de baile completamente anticuados. La muchacha hizo claras señas a Parmiter y los invitaron a tomar una copa. Louise dijo que no, y Cash acudió solo.
un chico del grupo de hombres solos solicitando auxilio, y Cash se vio a su vez (¡Ah, esas noches de domingo en los barrios residenciales, esas melancolías de
rápidamente sustituido. Se alejó muy enfadado de la pista de baile camino de la domingo por la noche! ¡Esos huéspedes del fin de semana a punto de irse, esos
terraza. Algunas parejas de jóvenes que estaban abrazados se separaron al abrir cócteles que ya no saben a nada, esas flores medio muertas, esos viajes a
él la puerta de tela metálica. Cash se dirigió hacia el fondo de la terraza, donde Harmon para coger el Century, esos análisis a posteriori y esas cenas a base de
esperaba encontrarse solo, pero también sorprendió a otra joven pareja, que se sobras!) Hacía bochorno y el cielo estaba cubierto. Empezaban los días de mucho
levantó del césped, donde al parecer habían estado tumbados, y se alejaron hacia calor. Cash bebió ginebra con los Parminter durante una hora o dos, y luego fue a
la piscina a oscuras. tomarse una copa con los Townsend. Los Farquarson llamaron a los Townsend y
Louise se quedó en el bar con los Bearden. les pidieron que fueran a su casa y llevaran a Cash con ellos, y allí bebieron
—El pobre Cash está algo achispado —explicó. Y luego—: Por la tarde me dijo algunas copas más y comieron las sobras de la fiesta. Los Farquarson se
que iba a pintar las contraventanas. Después mezcló la pintura, lavó las brochas, alegraron de ver que Cash parecía otra vez el mismo de siempre. Eran las diez y
se puso un mono viejo y bajó al sótano. A eso de las cinco lo llamaron por media o las once cuando volvió a casa. Louise estaba en el piso de arriba,
teléfono, y cuando fui a decírselo, ¿sabéis qué hacía? Estaba allí, sentado a recortando del último número de Life las escenas de pandemónium, desastre y
oscuras, con la coctelera. No había tocado las contraventanas. No hacía más que muerte violenta que, en su opinión, podían corromper a sus hijos. Era una
permanecer allí sentado a oscuras, bebiendo martinis. costumbre suya. Cash subió a hablar con ella y luego bajó de nuevo. Al cabo de
—Pobre Cash —lamentó Trace. un rato, Louise lo oyó cambiar de sitio los muebles del cuarto de estar. Luego la
—Tendrías que buscarte un empleo —le dijo Lucy—. Eso te daría independencia llamó, y al bajar ella se lo encontró al pie de la escalera, descalzo, y ofreciéndole
emocional y económica. —Mientras hablaba, todos oyeron el ruido que hacía la pistola. Louise no había disparado nunca, y las instrucciones que le dio su
alguien cambiando los muebles de sitio en el salón. marido no sirvieron de mucho.
—¡Cielo santo! —exclamó Louise—. Quiere hacer la carrera de obstáculos.
¡Detenlo, Trace, detenlo! Se hará daño. ¡Se matará! —Date prisa —dijo él—. No voy a pasarme toda la noche esperando.
Todos se dirigieron hacia la puerta del salón. Louise volvió a pedirle a Trace que
interviniera, pero notó en el rostro de su marido que sería inútil hacerle objeciones. Había olvidado mencionar que el revólver tenía el seguro puesto, y cuando ella
Unas cuantas parejas abandonaron la pista de baile y se quedaron contemplando apretó el gatillo no pasó nada.
los preparativos. Trace no intentó detener a Cash: lo ayudó. Como no había
pistola, golpeó entre sí un par de libros para dar la salida. —Es esa palanquita —indicó él—. Aprieta esa palanquita. —Luego, llevado por la
Cash voló por encima del sofá, de la mesa de café, del velador, de la pantalla de impaciencia, saltó de todas formas por encima del sofá.
la chimenea y del puf. Parecía haber recobrado toda su antigua elegancia y toda
su fuerza. Superó también el gran sofá situado al fondo de la habitación, y en La pistola se disparó, y Louise lo alcanzó en el aire. Cash murió en el acto.
lugar de pararse allí, se dio la vuelta y empezó otra vez la carrera. Tenía el rostro
contraído y la boca abierta. Se le marcaban terriblemente los tendones del cuello.

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