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LA FAMILIA Y LA ESCUELA CATÓLICA

Autores

Nicolás Sánchez García (Codirector)


Cesar Casimiro Elena (Codirector)
Marisa García Maíz
Alejandro López Oliva
Vicente Morro López
José Oltra Arrufat

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“Escucha,  Israel:  El  Señor,  nuestro  Dios,  es  solamente  uno.  Amarás  al  Señor,  tu  Dios, 
con  todo  el  corazón,  con  toda  el  alma,  con  todas  las  fuerzas.  Las  palabras  que  hoy  te  digo 
quedarán  en  tu  memoria,  se  las  repetirás  a  tus  hijos  y  hablarás  de  ellas  estando  en  casa  y 
yendo de camino, acostado y levantado”. (Dt 6,4‐7) 

Estos versículos, sacados del libro del Deuteronomio, son conocidos como el 
“Shemá Israel” (del hebreo, ‫שׁמַע‬ ְ  ‫שׂ ָראֵל‬
ְ ִ ‫י‬, "Oye, oh Israel"), y responden a las primeras 
palabras  y  al  nombre  de  una  de  las  principales  plegarias  hebreas  donde  se 
manifiesta su credo en un solo Dios. Los creyentes la aprenden de memoria desde 
la niñez y la recitan varias veces al día, intentando hacer de su vida un reflejo de lo 
que  pronuncian  sus  labios,  recordando  con  este  mensaje  a  sus  descendientes  la 
presencia del Señor en medio de sus vidas. 

Como  podemos  imaginar,  al  proclamar  este  texto  dentro  de  la  Iglesia  lo 
hacemos a la luz de Jesucristo, ya que en Él están cumplidas todas las profecías del 
Antiguo Testamento, dándonos la clave para interpretar la Sagrada Escritura. 

Traigo a la luz este texto sagrado del Deuteronomio por la importancia que 
refleja  en  un  tema  tan  crucial  como  es  la  transmisión  de  la  fe  a  las  nuevas 
generaciones.  Sin  duda  alguna,  el  anuncio  de  la  Buena  Noticia  es  algo  que  va 
intrínsecamente unido a esa Buena Noticia, ya que sería injusto que la noticia más 
importante de la humanidad sólo hubiera podido llegar a una porción concreta que 
tuvo  el  privilegio  de  compartir  el  tiempo  histórico  de  aquel  momento.  De  algún 
modo se debía perpetuar esa noticia de generación en generación. Así pues, desde 
los  mismos  inicios  de  las  comunidades  primitivas  cristianas  estuvo  patente  el 
interés  y  deseo  de  dar  a  conocer  el  mensaje  del  Evangelio  hasta  los  confines  del 
mundo, llevando en las entrañas de la Iglesia un afán misionero que fue sellado por 
el  depósito  de  la  tradición  apostólica,  probado  por  la  sangre  de  los  mártires, 
enriquecido  por  la  erudición  de  los  santos  Padres  y  anunciado  por  los  fieles  
cristianos, hasta los días de hoy. Por eso la Iglesia siempre será misionera y deberá 
anunciar el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. 

Y  en  este  anuncio  la  familia  juega  un  papel  crucial,  convirtiéndose  en  un 
lugar  esencial,  casi  podríamos  decir  teológico.  No  por  casualidad  el  Papa  Juan 
Pablo  II  se  refirió  a  la  familia  como  “Iglesia  doméstica”,  en  su  exhortación 
apostólica  Familiaris  Consortio,  retomando  una  idea  que  expresó  el  Concilio 
Vaticano II en su Constitución dogmática Lumen gentium, y que merece la pena ser 
citada. Al referirse a la recepción de los sacramentos por parte de los fieles y, en 
concreto al matrimonio, viene a manifestar como los cónyuges cristianos forman un
consorcio de donde nace la familia, de la cual dirá: “En  esta  especie  de  Iglesia 
doméstica  los  padres  deben  ser  para  sus  hijos  los  primeros  predicadores  de  la  fe, 
mediante la palabra y el ejemplo, y deben fomentar la vocación propia de cada uno, 
pero  con  un  cuidado  especial  la  vocación  sagrada”.  Así  pues,  los  padres  cristianos 
tienen una misión ineludible e irrenunciable en la educación cristiana de sus hijos, 

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siendo  legítimo  utilizar  todas  las  vías  que  el  estado  de  derecho  nos  ofrece  para 
reivindicar ese derecho.  

Algunas  personas  pueden  pensar  que  la  presencia  de  la  Iglesia  en  la 
educación  es  un  privilegio  o  una  intromisión.  Eso  no  es  cierto,  e  incluso  ese 
planteamiento  supondría  una  mentira  histórica  ya  que  la  preocupación  de  la 
Iglesia por la enseñanza y la cultura posee una larga trayectoria. Pero a pesar de 
ello sí que podemos responder a la pregunta de por qué la Iglesia está presente en 
el mundo escolar y académico. La respuesta es clara: 

1) Porque es un derecho constitucional de los padres, incluso en la escuela 
pública. Mientras haya padres católicos pueden y deben exigir el respeto 
a sus convicciones morales y religiosas. 
2) Porque  creemos  en  la  educación  integral  de  la  persona,  donde  la 
dimensión trascendente es algo esencial. 
3) Porque  tenemos  la  infraestructura  para  hacerlo,  y  para  hacerlo  además 
muy bien, ofreciendo un nivel académico de calidad y cantidad.  
4) Porque hay una demanda que va en auge para asistir a nuestros centros, 
siendo la demanda mayor que la oferta. Por algo será, ¿no?  
5) Porque  la  presencia  de  la  Iglesia  siempre  ha  sido  un  beneficio  social.  El 
humanismo cristiano es agente de socialización y convivencia. Nunca de 
imposición ni privilegio. 

Frente  a  esta  realidad,  donde  hay  que  reconocer  que  existen  errores  y 
sombras,  también  habría  que  hacerse  una  pregunta  a  nivel  interno.  ¿Para  qué 
quiere  la  Iglesia  estar  presente  en  la  escuela?  La  verdad  que  la  respuesta  a  esta 
pregunta es muy importante. ¿Será acaso por prestigio? ¿O por un afán elitista? ¿O 
por  mantener  como  sea  una  cantidad  de  alumnos?  Sería  muy  frívolo  responder 
sólo a estas preguntas. Algo más debe aparecer para justificar la presencia eclesial 
en  el  mundo  educativo,  y  no  es  otra  cosa  más  que  la  escuela  católica  sea  un 
instrumento evangelizador, evitando reducir la pastoral a un conjunto de valores, 
en una dimensión totalmente horizontal, donde los planes pedagógicos absorben la 
dimensión trascendente… Si desvirtuamos el adjetivo católico, ¿para qué quiere la 
Iglesia mantener estructuras que ya están ofrecidas por otras instituciones? ¿Qué 
peculiaridad  debe  tener?  ¿Qué  papel  juegan  los  padres  y  la  familia  en  todo  este 
proceso? 

Espero  que  la  lectura  atenta  de  este  libro  “La  Familia  en  la  Escuela 
Católica”  sea  un  instrumento  útil,  tanto  para  padres  católicos,  como  para 
profesores  de  la  escuela  católica,  para  agentes  de  pastoral  y  para  todo  aquél  que 
esté  implicado  en  el  mundo  de  la  enseñanza,  y  que  nos  ayude  a  dar  respuesta  a 
tantas preguntas que exigen un compromiso serio y responsable. Nada hay que le 
preocupe  al  hombre  que  le  sea  ajeno  a  la  Iglesia.  Todas  sus  preocupaciones  y 
alegrías son también las de la Iglesia, y en este contexto la familia cristiana no debe 
sentir  como  algo  ajeno  el  ámbito  escolar,  ya  que  ambas  instituciones  (familia  y 
escuela) deben ir de la mano, pues del mismo modo que la familia es denominada 

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“Iglesia  doméstica”,  la  escuela  también  debe  prolongar  ese  ambiente  de  fe  en 
medio  de  las  aulas,  sin  imposiciones  ni  dogmatismos,  sin  extremismos  ni 
exageraciones,  respetando  a  los  otros  pero  dejándonos  respetar  también  a 
nosotros… 

Agradezco al equipo de redacción de esta obra el tiempo dedicado a ella y la 
colaboración  de  la  Universidad  Cardenal  Herrera–CEU  en  su  publicación,  pero 
sobre  todo  os  agradeceré  a  los  lectores  que  os  introduzcáis  en  la  lectura  de  este 
libro.  

Con gran afecto y mi bendición  

                                          

+ Carlos, Arzobispo de Valencia 

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PRESENTACIÓN

“Todo verdadero educador sabe que para educar debe dar algo de sí mismo y
solamente así puede ayudar a sus alumnos a superar los egoísmos y capacitarlos para
un amor auténtico”
(Mensaje a la diócesis de Roma, 2008, Benedicto XVI)

Quienes desarrollamos nuestra actividad en una institución como es el CEU, con


más de 75 años a sus espaldas, con 25 centros docentes repartidos por toda España que
van desde los colegios a las universidades, pasando por escuelas de negocios u otros
centros de carácter profesional, trabajamos con el objetivo de formar personas con
vocación de servicio al Bien Común y con el convencimiento que la educación tiene
una influencia decisiva en el porvenir de una sociedad. En nuestros centros de
enseñanza procuramos una formación humana y cristiana conforme a la doctrina de la
Iglesia Católica para que los alumnos puedan afrontar, debidamente preparados, la
realidad social que les toca vivir.

Pero ese convencimiento en el papel que han de jugar los centros de enseñanza
en la educación no es óbice para que también afirmemos rotundamente que a quien le
corresponde primera y prioritariamente el derecho y el deber de educar es a la familia y,
en concreto, a los padres; pues únicamente a ellos les incumbe la responsabilidad de
formar adecuadamente a sus hijos. Ellos reciben de Dios el privilegio y la posibilidad de
moldearlos, cual arcilla de alfarero, para que, respetando su identidad, éstos puedan
lograr su plenitud como personas. En esta tarea, ardua y difícil, los padres no están
solos, sino que cuentan con el apoyo inestimable tanto de la escuela como de la
sociedad. Las familias han de sentirse unidas en este deber, pues juntas lograrán que se
allanen las dificultades que la propia tarea entraña. Por ello, es imprescindible no ir de
francotirador o a la deriva, sino mostrar por un lado la humildad suficiente para
reconocer las propias limitaciones y, por otro, la honda convicción de que no se puede
hacer dejación de esta exigencia por la enorme importancia que representa en el
bienestar y la felicidad de sus hijos.

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Si siempre ha sido imprescindible el papel de los padres en la educación integral
de los hijos, se convierte hoy, en el actual contexto socio-cultural y económico, en una
urgencia y necesidad apremiante. Exige una mayor presencia y protagonismo, un
cuidado más solícito, esmerado y atento hacia éstos, que sea ejercido con un sentido
amplio de la responsabilidad, dada la injerencia actual del Estado y la existencia intensa
de antivalores, los cuales se pretenden implantar -especialmente en la cultura y en la
escuela- desde diversos ámbitos, motivados por fuertes intereses, bien ideológicos bien
económicos.

Por este motivo es muy importante que los padres sean conocedores de la
realidad y de la cultura contemporánea, del mundo en el que vivimos, hoy en día
marcado por un fuerte pluralismo, tendente a un relativismo debilitante y al mismo
tiempo impregnado de un fuerte materialismo, pragmatismo y tecnicismo…que lo
convierte en un ambiente poco proclive a la formación en valores humanizantes y
humanizadores. Dadas estas complejas circunstancias que nos rodean, la necesidad de
estar informados y formados representa hoy una exigencia irrenunciable a la que hay
que dar respuesta. Se hace indispensable pues, la existencia de planes de formación
específicos que puedan ayudar a los padres a satisfacer las carencias a las que se
enfrentan en esta apasionante tarea de la educación de los hijos.

Educación, paternidad responsable, familia, escuela católica, asociaciones de


padres, formación, comunidad educativa, participación, colaboración,… conceptos y
palabras clave en la tarea de educar. Pero sobre todo y por encima de éstos, la palabra
fundamental podríamos decir que es “Jesucristo”, ya que como afirmaba Pablo VI, en
una alocución al IX Congreso de la O.I.E.C. en el año 1974, “la referencia a Jesucristo
enseña de hecho a discernir los valores que hacen al hombre, y los contravalores que lo
degradan” y éste es un factor esencial tanto en la familia –primera escuela del hombre-
como en la escuela propiamente dicha.

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En este sentido me parecen muy iluminadoras las palabras que la Sagrada
Congregación para la Educación Católica ya en el año 1977 manifestaba sobre “La
Escuela Católica”:

34. En el proyecto educativo de la Escuela Católica, Cristo es el fundamento: El


revela y promueve el sentido nuevo de la existencia y la transforma capacitando al
hombre a vivir de manera divina, es decir, a pensar, querer y actuar según el
Evangelio, haciendo de las bienaventuranzas la norma de su vida (…)

35. De este modo la Escuela Católica adquiere conciencia de su empeño por


promover al hombre integral porque en Cristo, el Hombre perfecto, todos los valores
humanos encuentran su plena realización y, de ahí, su unidad. Éste es el carácter
específicamente católico de la escuela, y aquí se funda su deber de cultivar los valores
humanos respetando su legítima autonomía, y conservándose fiel a su propia misión de
ponerse al servicio de todos los hombres. Jesucristo, pues, eleva y ennoblece al hombre,
da valor a su existencia y constituye el perfecto ejemplo de vida propuesto por la
Escuela Católica a los jóvenes”

Quizás, el requisito esencial para que la comunidad educativa se afiance y


perdure, es que viva una meta que se encuentre fuera de ella misma. Y esa meta sólo
puede ser Cristo, que Cristo esté más alto que la propia comunidad. Si Cristo es el
centro y está permanentemente presente en todas sus actividades, su Espíritu será el
verdadero congregante de cada uno de sus miembros y logrará la unidad necesaria para
que las nuevas generaciones puedan llegar a la plenitud de vida y a construirse desde la
verdad bajo el respeto de su libertad ejercida con responsabilidad.

En definitiva, como nos transmitía Benedicto XVI en su reciente visita al St


Mary’s University College: “Una buena escuela educa integralmente a la persona en
su totalidad. Y una buena escuela católica, además de este aspecto, debería ayudar a
todos sus alumnos a ser santos” (17 septiembre de 2010). Y esto es perfectamente
trasladable y exigible en el caso de las familias.

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Por otra parte, sólo desde Jesucristo y desde la confianza en El es posible hoy en
día educar en un mundo en crisis y en continuo cambio, superar las frustraciones que en
esta noble tarea se producen ante la falta de frutos visibles o ante la existencia de
aparentes fracasos, ante el ambiente degradado y decadente que nos envuelve. Sólo El,
Jesucristo, nos hace no tener miedo, porque nos da la certeza de que no estamos solos,
de que su amor nos envuelve allí donde nos encontremos y de que toda circunstancia,
por muy gris y negativa que sea, se convierte en una nueva posibilidad para seguir
amando, para seguir creciendo, para seguir madurando,… en definitiva, en una nueva
posibilidad para el bien.

Nuestro cometido es el de la siembra, sabiendo que “siervos inútiles somos”, y


que ya durmamos ya velemos es El quien cuida de la semilla para lograr una abundante
cosecha. Y esto significa el presente manual que se ha elaborado desde CONCAPA
Comunitat Valenciana, una abundante siembra que sin lugar a dudas y confiados en el
Creador, recogerá abundantes frutos, porque viene dada por el amor, la entrega y la
consciencia de que la educación es una responsabilidad que a todos atañe, como
miembros de la comunidad humana que somos, como miembros de una auténtica
familia que sabemos que sólo nos construimos en la donación de nosotros mismos desde
la superación de los egoísmos y abriéndonos a la búsqueda de la verdad, especialmente
a la que puede dar sentido a nuestra vida y, por encima de todo, siendo conscientes de
que sólo lo que en un principio es asimilado puede a su vez ser transmitido.

Este manual se nos ofrece como un instrumento inigualable para animar y


potenciar en nuestra Comunidad la participación de los padres en la escuela,
especialmente a través de las Asociaciones de Padres de Alumnos, así como para
clarificar el cometido específico de las mismas y sus posibles pautas de actuación.
Tanto por su exposición prolija y detallada como por el matiz general de los contenidos
de algunos de sus capítulos, le hace perfectamente trasvasable a otras realidades
geográficas, con lo cual se convierte en un manual de amplia utilidad.

Tras asentar en los dos primeros capítulos las bases de lo que ha de ser la familia
y la escuela en su labor educativa y manifestar la posibilidad que tienen ambas de
involucrarse en las actividades pastorales de la escuela, se pasa a presentar -en el

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capítulo tercero- el amplio programa de formación que desde CONCAPA Comunitat
Valenciana se ofrece a padres y tutores, para posteriormente describir con minuciosa
exposición los diferentes cauces de participación con los que cuentan los padres en la
educación de sus hijos (capítulo cuarto) y finalmente, en el capítulo quinto, relatar todas
las posibles actividades que puede realizar una Asociación de Padres, reflejando la
forma concreta de llevar a cabo las mismas.

Este material que ha elaborado CONCAPA Comunitat Valenciana no solamente


es útil porque presenta con toda claridad la responsabilidad educativa de los padres
respecto de sus hijos ofreciéndoles numerosos cauces de formación y de actuación para
el ejercicio de la misma, sino que al mismo tiempo informa detalladamente sobre la
identidad y el posible funcionamiento de cada uno de los órganos que la posibilitan.
Esto es, nos habla del “qué”, pero también del “cómo”. Si sólo estuviéramos hablando
de educar o incitando a participar colegiadamente en el ámbito escolar para llevar a
cabo esa labor se quedaría corta, pues le faltaría la concreción y el modo de realizar este
compromiso que atañe fundamentalmente a los padres en colaboración con la escuela.
Ésta es la gran virtud de este manual, que lo convertirá en un material muy frecuentado
por todos aquellos padres que realmente se quieran involucrar de forma seria en la
educación de sus hijos.

Desde la Universidad CEU Cardenal Herrera ya sólo nos resta felicitar a los que
han hecho posible esta iniciativa por todo el bien que estoy seguro realizará, y animar a
los padres a que juntos en esta noble tarea se involucren en el trabajo más apasionante y
meritorio que pueden hacer en esta vida, que es ofrecer a sus hijos los medios para que
puedan lograr su propia realización personal y, en definitiva, su felicidad.

José María Díaz y Pérez de la Lastra


Rector de la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia

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1.- LA COMUNIDAD ESCOLAR: BASES Y FUNDAMENTOS

1.1.- Introducción.

Si tuviéramos que resumir la situación educativa actual, seguro que


encontraríamos adjetivos ya utilizados que nos permitirían hacer un diagnóstico
adecuado: cambiante, problemática, urgente. Pero si nuestra tarea fuera la de describir el
estado de ánimo de los miembros de la comunidad educativa, especialmente los padres,
creo que el término más adecuado sería el de perplejidad.

Alumnos, titulares y sobre todo padres asistimos con un grado creciente de


asombro a los nuevos planes de estudio que se suceden cada vez con menor intervalo, a
las nuevas disposiciones legales que se proponen incluso antes de que las anteriores
hayan empezado a aplicarse, a las estadísticas que sitúan a la escuela española a la cola
de Europa, al creciente debilitamiento de la convivencia en nuestros centros, en
definitiva, a la falta de respuesta de la escuela ante los problemas de la infancia y de la
juventud.

Lo más sorprendente de esta situación no es sólo el hecho en sí, sino sobre todo
que los diagnósticos y soluciones nos parecen aún peor que los problemas.
Evidentemente existen razones profundas que dan cuenta de la situación y de la
perplejidad que tanto docentes como padres experimentamos. En todo el mundo
occidental, pero especialmente en España, se ha perdido el suelo común, un consenso
básico en torno a la naturaleza de la educación, que no hace sino reflejar la pérdida de
una visión compartida sobre la naturaleza del ser humano.

En el documento “La Escuela Católica”, publicado por la Congregación para la


Educación Católica, se ofrece una definición de escuela, compartible por los distintos
elementos de una sociedad plural, cuando se la define como lugar de formación integral
mediante la asimilación sistemática y crítica de la cultura. La escuela es verdaderamente
un lugar privilegiado de promoción integral mediante un encuentro vivo y vital con el
patrimonio cultural. Esta definición, que fue propuesta en el año 1977, levantaría hoy en
día una oposición frontal en muchos sectores de la comunidad educativa. Lo que

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resultaba evidente hace 30 años, la existencia de una cultura inserta en una tradición, ha
dejado de serlo. Visiones teístas y no teístas compartían una concepción objetiva de la
realidad humana, que constituía la columna vertebral de la cultura occidental.

La tradición cultural se sustituye por el multiculturalismo, la asimilación


sistemática por el descubrimiento personal y la integración de las dimensiones humanas
se mantiene como una expresión vacía, ya que no se tiene la misma visión sobre ellas.
Existe un problema antropológico de fondo, que es la raíz última de la perplejidad que
nosotros como padres católicos experimentamos. ¿Es de nuestros hijos de quienes están
hablando? ¿Con qué proyecto antropológico está dialogando la Escuela Católica y,
sobre todo, qué proyecto es el que ésta presenta? No está de más volver nuestra mirada
a esta cuestión.

El ser humano es una realidad compleja, en la que están presentes de forma


interconectada la dimensión corporal y la racional. En la sabiduría griega ya se oponía
Aristóteles a quienes se olvidaban de alguno de los elementos para dar primacía al otro.
Ni los que apostaban por la reivindicación de la dimensión corporal sensible, ni los que
creían que el cuerpo era una cárcel para el alma, recogían para él la verdadera realidad
del ser humano.

El hombre es un compuesto de esas dos realidades, que no funcionan como


elementos mal avenidos sino en una perfecta unión sustancial. Pasiones, impulsos y
deseos como manifestación de la dinámica corporal, son estructurados y dotados de
sentido humano por la actividad racional. O la razón da sentido y articula la dinámica de
la corporeidad o se vuelve servidora de ella, ejerciendo sólo una función de canalizadora
de los impulsos pasionales. Aristóteles se da cuenta de que la disolución de la conexión
armónica entre corporeidad y racionalidad desemboca en propuestas antropológicas y
por lo tanto educativas, que se alejan de la esencia de la realidad humana.

La visión clásica consideró que la actividad propia del hombre se caracteriza


precisamente por moverse en el ámbito de lo absoluto. El hombre es un ser espiritual en
conexión funcional con la corporeidad y sólo un deficiente análisis antropológico puede
ocultarlo, análisis en el que cae precisamente la cultura contemporánea. Somos seres

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que nos movemos en el ámbito de valores estéticos y morales absolutos así como de
verdades universales. Nuestra vida tiene como lugar propio la belleza, el bien y la
verdad, independientemente de que nuestro corazón se abra a la realidad divina o no.

Sólo el abandono del ejercicio objetivo de la razón puede llevar a concluir que la
belleza no existe y por eso se relativiza, que la bondad moral debe ser sustituida por el
consenso y la verdad objetiva se sustituye por la validez técnica. Por lo tanto, la
educación debe apuntar a la promoción integral de un ser espiritual carnal, abierto a la
contemplación de lo eterno y este objetivo puede ser compartido por la Escuela Católica
y la no confesional. El objetivo de educar en la verdad, la belleza y el bien, debe y
puede ser asumido como base objetiva común.

Sin embargo, las pautas de la cultura contemporánea están presididas por un


profundo relativismo. ¿Cuál es el motivo de esta banalización del obrar humano? La
tendencia humana hacia valores eternos y verdades absolutas, independientemente de
que vaya en conexión con la profesión de una determinada fe, supone situar el centro
de gravedad en un plano superior, al que inevitablemente debe plegarse el ejercicio de la
voluntad y donde el individuo alcanza su verdadera libertad. Sólo en la belleza, la
honestidad y la sabiduría el hombre encuentra el canon que le permite dirigir su
existencia y plenificar su vida. Esta perspectiva entra en colisión con un estilo de vida
que ha convertido al hombre en dueño absoluto de su propia vida, aunque ésta esté
vacía de sentido.

Para el hombre contemporáneo esta visión supone un cuestionamiento radical de


su estilo de vida diario. La mirada antigua, que buscaba la excelencia en la dimensión
absoluta de los valores y la verdad, suena hoy en día como la negación de la libertad
individual, como una ilegítima intromisión externa en el reino de mis decisiones, que no
necesitan más justificación que el de ser mías. El mero ejercicio de la autonomía de la
voluntad vacía es la máxima expresión de la autorrealización humana, que lleva a
convertir dicha libertad vacía en el criterio del bien, la verdad y la belleza.

Hablar de un orden de valores y virtudes ordenados jerárquicamente es ajeno al


hombre contemporáneo, que se revuelve ante dicha propuesta como un atentado contra

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el ejercicio irracional y caprichoso de su voluntad. Curiosa paradoja la del hombre
contemporáneo, que no percibe que ese ejercicio de una voluntad vacía es un acto de
obediencia a modelos de comportamiento definidos socialmente, que convierte al
hombre en un pacífico corderito social, imitador de modas estéticas y éticas, en una
insignificante marioneta en manos del poder social, político o económico.

Esta base común falta y esta base antropológica es el sustento mínimo sobre el
que se asienta cualquier proyecto educativo. Parecería totalmente extraño plantear
humildemente un proyecto educativo que promoviera la verdad, la búsqueda de la
belleza y las virtudes morales. Ante esta propuesta la ceguera axiológica del hombre de
nuestros días reaccionaría contra esa ilegítima intromisión en la autonomía del
individuo. Frente a esa base antropológica y educativa común se reacciona con
virulencia reivindicando un conjunto de valores “cívicos” fundados no en la razón
objetiva sino en el consenso, dirigidos a la promoción del “libre”, al ejercicio de los
deseos individuales.

Me parece interesante mostrar que la reacción no es exclusivamente frente al


modelo educativo que representa la escuela católica, sino contra cualquier modelo que
fundado objetivamente en argumentos racionales mostrara parcialmente esa tendencia
humana a lo eterno, aunque no hubiera tenido noticia de la buena nueva, del modelo
acabado de realidad humana que supone el hombre cristiano. Aristóteles con su
promoción de las virtudes éticas e intelectuales, con su promoción de la templanza, la
valentía, la prudencia, la sabiduría y el buen gusto sería juzgado como un peligroso
filósofo y pedagogo autoritario, del que puede surgir un modelo educativo que no
respete la voluntad individual, sacrosanto principio que se autofundamenta.

Creo que desde este análisis se puede entender las verdaderas dimensiones del
conflicto educativo que existe entre la escuela católica y los proyectos educativos laicos
occidentales. No se trata sólo de que la escuela católica presente a Cristo como la virtud
y la excelencia plena incardinada, sino que hereda además el modelo de realidad
humana objetiva, el de la visión griega, ajeno al estilo de vida del hombre
contemporáneo, cuyo horizonte vital no va más allá de los impulsos inmediatos de sus
tendencias desiderativas.

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La sabiduría cristiana entabló un diálogo constructivo, no siempre fácil, con la
antropología griega. La recuperación del pensamiento aristotélico llegó a su
culminación con la gran obra de Santo Tomás, que comprendió que el esquema
antropológico del gran pensador griego era el que mejor respondía a la realidad del ser
humano, pero que al mismo tiempo necesitaba ser completado con las aportaciones de
la visión cristiana. El anuncio de Cristo supuso un cambio esencial en la concepción del
hombre. El ser humano pasa de ser una razón encarnada a ser un individuo espiritual
encarnado, creado a imagen y semejanza de la suma perfección divina.

Esta situación de dependencia en su ser, de conexión existencial con lo divino es


un rasgo esencial del ser humano, que no estaba presente en la sabiduría antigua. No se
trata sólo de que el hombre tenga una dimensión axiológica universal, a la que debe
plegar su voluntad, sino que nuestra propia realidad es deudora de la gracia divina.
Nuestra llegada al mundo y nuestra permanencia en él están religadas al plan divino y
por lo tanto ni siquiera nuestra propia biografía es una hoja en blanco, que nuestra
voluntad define objetiva o caprichosamente, visión contemporánea.

La antropología cristiana parte del convencimiento de que Dios tiene un


proyecto ideal para cada uno de nosotros, que tenemos que saber discernir en la medida
de lo posible y poner todas nuestras fuerzas a su servicio. La pregunta tantas veces
dirigida al señor, ¿qué quieres de mí?, refleja algo más que una retórica vacía, es la
expresión más profunda de nuestra dependencia existencial que tiene su origen en el
acto creador.

No hace falta destacar la importancia que tiene esta visión para cualquier
proyecto educativo. Si la sabiduría griega entendía que la educación consiste en una
inmersión cultural crítica en la que el niño va asimilando progresivamente un conjunto
de valores eternos y verdades absolutas, el cristianismo señala que ese niño es una
persona plena, para el que el Señor tiene un proyecto, que él debe saber discernir y dar
cumplimiento.

Nada más alejado de las propuestas derivadas del conductismo, que creen que
nuestros hijos son meros sujetos pasivos, que con un correcto condicionamiento los

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podemos convertir en seres adaptados a contextos cambiantes cuyos valores se definen
por la masa social. No son los niños marionetas construidas mediante ingeniería social
desde la nada.

Frente al hombre abocado a la nada de Sartre, el hombre cristiano no se inventa


su proyecto vital sino que en el ejercicio de su libertad debe dar cumplimiento a los
planes divinos, que tiene que saber escuchar y realizar, puesto que Dios no nos pide
nada que no podamos dar cumplimiento. Las consecuencias educativas son mucho más
importantes de lo que aparentemente puede suponerse.

La escuela cristiana sólo puede apostar por la educación personalizada. Hablo de


educación personalizada y no individualizada, ya que dicho término recoge la
necesidad de articular proyectos educativos que permitan a la persona descubrir y
cumplir con el proyecto divino. La educación individualizada hace referencia, en
nuestros días, a estrategias pedagógicas de aplicación al individuo para llegar a un
mismo fin formativo uniformizador.

La educación personalizadora permite entender que la uniformización no es


cristiana. Dios ha diseñado un proyecto para cada uno de nosotros, que sólo
comprenderemos parcialmente, conforme a nuestras capacidades, a nuestro vivir
espacial y temporal, etc. La educación debe ayudar a discernir ese proyecto y poner los
medios para que cada uno lo pueda dar cumplimiento de manera excelente.

De este modo se puede y se debe entender que la tarea educativa es desde el


primer momento y desde todos sus aspectos una tarea pastoral, ya que contribuye
decisivamente a que los planes divinos puedan desarrollarse. Contribuir al desarrollo
personal de un síndrome de Down, de un niño con altas capacidades intelectuales, de un
niño que hará una carrera universitaria o del que se formará para ser un excelente
mecánico, es hacer pastoral, es evangelizar. Es contribuir a ser pastor del rebaño,
poniendo humildemente nuestro saber como educadores o como padres, para que cada
uno de ellos descubra su fin vital y lo cumpla libremente.

Si la dependencia existencial del hombre respecto de Dios es de suma


importancia para fundamentar la finalidad educativa cristiana, no lo es menos la

17
profunda modificación que la filosofía cristiana realiza en la antropología aristotélica.
En conformidad con Aristóteles el hombre es un compuesto indisoluble de su realidad
corporal y de su realidad racional, pero el cristianismo considera que la racionalidad es
sólo una de las manifestaciones de nuestra dimensión espiritual pero no la única. Claro
que la actividad racional nos define como seres, pero además se pueden identificar otras
actividades espirituales que en los griegos estaban sólo esbozadas.

Las personas somos seres volitivos y somos seres movidos por la fuerza
espiritual del amor, que nos define y somos así porque hemos sido creados a imagen y
semejanza de Dios. La concepción agustina estaba ya presidida por esta visión del
hombre, lo que le permite concluir que se nos juzgará por el balance de nuestros amores
y odios. Si toda la filosofía cristiana está presidida en mayor o menor medida por esta
concepción, es sin duda en la fenomenología cristiana del siglo XX donde alcanza su
máxima expresión, sobre todo en la filosofía de Max Scheler y de Hildebrand.

Identificar al amor como la fuerza espiritual esencial no es sólo una propuesta


ética, no significa promover sólo el comportamiento amoroso desde un punto de vista
moral. Supone identificar la verdadera naturaleza de la dimensión espiritual, especificar
la esencia del comportamiento humano. Sólo el amor es capaz de expresar lo más
característico del hombre y sólo a través del amor somos capaces de captar la esencia de
los otros seres humanos.

En este contexto, Scheler pone como ejemplo la madre que es capaz de captar la
verdadera naturaleza de su hijo a través del amor, incluso la que aún no se ha
manifestado y que incluso él desconoce. Sólo el amor es capaz de ejercer de fuerza
motriz en el proceso de transformación de su hijo y sólo él puede provocar su proceso
de conversión. El amor de madre es uno de los ejemplos más precisos de la afirmación
scheleriana, de que hemos de amar a Dios en Dios y a los hombres en Dios. Sentir el
amor de Dios a través de su palabra y a través de nuestros semejantes es la única
posibilidad de tomar conciencia de nosotros mismos, de reconocernos, de encontrar
nuestro verdadero camino.

18
La esencia del amor es la esencia de nuestra realidad como seres hechos a
imagen y semejanza del señor y sólo a través de su manifestación, de su cuidado, de su
educación, podemos descubrir y desarrollar nuestro proyecto vital. De la afirmación
anterior se pueden extraer dos consecuencias inmediatas en el campo educativo.

Por una parte que el amor como dimensión esencial del ser humano debe ser
también la fuerza vital que anime la actuación educativa tanto en la escuela como en el
ámbito familiar. Sólo desde el amor, vocación por el estudio, se puede buscar la verdad.
Aristóteles afirmaba que el saber estaba movido por el asombro inicial ante lo
desconocido y por la búsqueda de la verdad. Falta un elemento fundamental y es el
amor progresivo ante su descubrimiento, pues no hay verdadero saber sin vocación.

Pero si eso es fundamental en el aprendiz, no se debe olvidar que es esencial en


el enseñante, que lo hace por amor a sus semejantes y desde el amor a lo que enseña. El
proceso de aprendizaje que atraviesa por momentos de dificultad no es animado por el
gusto, como sostienen muchos pedagogos modernos. Ningún cálculo hedonista del
estudio es competitivo frente a otros productos de divertimento. Sólo en el ámbito del
amor el proceso formativo puede culminarse, porque la verdad, la belleza y el bien son
dignos de ser conocidos y amados. Pero el amor al otro es lo que da sentido a la
actividad de acompañamiento del alumno, de corrección amorosa y constructiva

Pero el amor como elemento esencial de la escuela católica, no sólo da sentido a


la actividad de enseñanza-aprendizaje, sino que ofrece las claves de cómo debe ser
estructurada la escuela. El cristiano ama a Dios sobre todas las cosas y ama a los demás
como hermanos y como Dios los ama, como sus hijos. Dios ama a sus criaturas como
miembros de una única familia y estos deben amarse como hermanos. La escuela debe,
en consecuencia, constituirse como una familia, como una comunidad de amor si quiere
ser escuela cristiana.

No se trata de una declaración moral de intenciones, sino que se deriva de un


análisis racional de la existencia humana. Es cierto que para llegar a concebir al hombre
como sujeto de amor, la buena nueva fue un hecho decisivo y que sólo en la concepción
del hombre cristiano, en la figura de Cristo alcanza su máxima expresión. Pero lo que la

19
concepción cristiana posibilita es que pudiéramos percibir una dimensión de la realidad
humana, que hasta ese momento sólo se había vislumbrado.

El hombre es amor y a través del amor puede cumplir su proyecto. Esta


dimensión sólo tiene cumplimiento en la comunidad que lleva los planes de Dios en la
tierra a su máxima expresión, teniendo como horizonte de cumplimiento comunitario la
comunidad de los santos. No hay educación sin comunidad, no hay escuela católica sin
comunidad cristiana viva, en la que cada uno tenga sus funciones, pero que todos se
sientan parte de un solo cuerpo común, de un organismo vivo en el que nadie es
prescindible.

Se puede decir, igualmente, que no hay escuela sin familia escolar. Hasta que
todos los elementos de la escuela católica no comprendan profundamente el sentido de
estas palabras, los proyectos educativos católicos se habrán quedado a medio camino.
La propia estructura esencial del hombre exige ese tipo de educación y de comunidad,
ya que en caso contrario estaremos arruinando en buena medida el proyecto de
desarrollo y cumplimiento, que Dios nos tiene reservados.

Si todo ello es fundamental para marcar las líneas generales de la educación


católica, lo es aún más para determinar dentro de este contexto el papel concreto de los
padres en la educación y en la escuela. Hay que insistir en que la mirada que aquí se
dirige a este tema no es ni sociológica ni moral, sino antropológica. ¿Qué es el hombre?,
¿Cómo se educa?, ¿Qué es la escuela católica?, ¿Qué papel tienen los padres como
educadores fundamentales fuera y dentro de la escuela?, ¿Qué papel tienen para que la
persona pueda descubrir y desarrollar lo que Dios nos tiene preparados? Desde este
punto de vista, hablar de la paternidad en educación se convierte en una parte de la
filosofía del hombre y en una mirada profunda a cuál debe ser su sentido
contemporáneo.

20
1.2. -Paternidad responsable.

En la exhortación apostólica Familiaris Consortio, el Papa Juan Pablo II señala


que la comunión de amor entre Dios y los hombres, contenido fundamental de la
Revelación y de la experiencia de fe de Israel, encuentra una significativa expresión en
la alianza esponsal que se establece entre el hombre y la mujer. La importancia nuclear
de la familia como expresión de la relación de Cristo con la Iglesia lo expresa con toda
claridad cuando indica que en virtud de la sacramentalidad de su matrimonio, los
esposos quedan vinculados uno a otro de la manera más profundamente indisoluble. Su
recíproca pertenencia es representación real, mediante el signo sacramental, de la misma
relación de Cristo con la Iglesia.

El conjunto de relaciones que se establece en el matrimonio es lo que permite


que toda persona humana quede introducida en la familia humana y en la iglesia. En
este sentido, el matrimonio y la familia cristiana edifican la Iglesia; en efecto, dentro de
la familia la persona humana no sólo es engendrada y progresivamente introducida,
mediante la educación, en la comunidad humana, sino que mediante la regeneración por
el bautismo y la educación en la fe, es introducida también en la familia de Dios, que es
la Iglesia.

La presencia de Dios en el matrimonio, su carácter sacramental, es la


representación de la relación de Cristo con la Iglesia y es expresión de la comunión
entre Dios y los hombres. De ahí que la familia no sólo es el elemento que posibilita la
inserción del ser humano en una determinada comunidad histórica, sino que es el marco
propio de la incorporación del ser humano a la Iglesia.

La comunidad de amor que es la familia tiene por lo tanto el papel central en el


proceso de inculturación social y de crecimiento espiritual. Sólo en y desde la familia el
niño desarrolla sus capacidades humanas y crece en su vínculo con su creador, se
convierte en ciudadano y crece siendo miembro de la iglesia a la que pertenece desde su
bautismo.

21
Sólo en este contexto puede entenderse el papel trascendental de los progenitores
y el término trascendental tiene aquí su plena significación religiosa. Son los padres, las
relaciones que establecen entre ellos y con sus hijos, los que hacen crecer a sus hijos en
la comunidad humana y los que posibilitan la renovación del bautismo. Sólo desde esta
perspectiva puede entenderse el papel de los padres y el verdadero significado de su
responsabilidad.

La mirada crítica hacia los crecientes procesos de desestructuración social ha


hecho que la sociedad empiece a tomar consciencia de sus terribles consecuencias y que
busque sus causas en la crisis de la estructura familiar. Pero sólo una profunda reflexión
sobre la esencia de la familia puede darnos claridad sobre su misión. Sólo el
reconocimiento de la familia como expresión de la comunidad de amor entre Dios y los
hombres, como representación de la relación de Cristo con la Iglesia, permite asumir la
dimensión trascendente de la labor de educativa los padres.

Sólo la vuelta al designio del Dios creador nos permite descubrir la identidad de
la familia, lo que es, su misión. Sólo sabiendo lo que es, podemos determinar el sentido
de su presencia, su papel educativo y asumir el verdadero significado de la
responsabilidad paterna. Ésta nace del designio creador que no es otro que íntima
comunidad de vida y amor, que se traduce en la misión de custodiar, revelar y
comunicar el amor. De ahí se derivan los cuatro cometidos de la familia: formación de
una comunidad de personas, servicio a la vida, participación en el desarrollo de la
sociedad y participación en la vida y misión de la Iglesia. De ahí surgen los cuatro
ámbitos de responsabilidad de los padres en la educación de los hijos.

La labor de proteger el amor divino recibido, de contribuir a que se vaya


progresivamente revelando dicho amor en sus hijos, sólo puede ser hecha a través de la
comunicación de los padres, de su labor formativa. A través de la comunidad familiar el
niño entrará a formar parte de la comunidad eclesial y la histórica con el objetivo de
servir a la vida y al progreso de la sociedad. Los padres como cabezas de la comunidad
familiar adquieren el trascendental papel de ser la condición de posibilidad de la iglesia
y la comunidad de hombres, que ponen su mira en el fomento y protección de la vida

22
como valor absoluto, así como del progreso humano en el sentido más integral del
término.

Sólo de esta manera se puede enmarcar la responsabilidad educativa de los


padres, de la que tanto adolecemos en la sociedad contemporánea y como no podía ser
menos en la práctica educativa de nuestros días. Los padres no pueden eludir su papel,
que no es otro que el de ser condición de posibilidad del desarrollo espiritual y social
del niño. Ser padre significa ser custodio del amor recibido, por lo que apelar a la
responsabilidad de los padres, no es otra cosa que apelar a que los padres recuperen su
verdadero ser, su esencia, que como hemos visto no es otro que custodiar, revelar y
comunicar el amor recibido.

Los padres participan de la obra creadora de Dios al traer a la existencia a un


nuevo ser, que tiende al crecimiento, al desarrollo, al despliegue de sus capacidades. Ser
custodio del amor recibido, es ser custodio del crecimiento, ser sustento y ayuda del
proceso por el cual la vida de ese nuevo ser dará cumplimiento a los planes divinos. Los
padres forman por lo tanto parte de los planes de Dios y la renuncia a lo que son, a su
responsabilidad, ofende la dignidad absoluta del nuevo ser.

El debate sobre la responsabilidad educativa desde la perspectiva de la


educación cristiana olvida en numerosas ocasiones su verdadero fundamento y maneja
peligrosamente argumentos propios de la sociedad utilitarista. La responsabilidad
paterna en la educación de los hijos no se sustenta sólo por las nefastas consecuencias
de su olvido, no hunde sus raíces en juicios pedagógicos utilitaristas, sino que se
fundamenta en nuestra filiación divina.

La fundamentación de esta responsabilidad educativa no sólo debe ser


reivindicada frente a argumentaciones laicistas, sino que sobre todo tiene que ser
recordada por parte de los propios proyectos educativos cristianos. La fundamentación
teológica de la responsabilidad educativa paterna no puede ser limitada al ámbito de las
relaciones familiares, sino que afecta a todo el proyecto vital del hijo. Es por lo tanto
también la el justificación de la responsabilidad paterna en la escuela.

23
La comunidad familiar como expresión fiel de la relación de Dios con la Iglesia,
es el marco en el que se puede dar el proceso de despliegue del proyecto que Dios tiene
reservado para sus hijos. El papel asignado a los padres es la piedra angular de cualquier
proyecto educativo cristiano, por lo que resulta imprescindible cultivar las relaciones
entre la escuela como comunidad educativa y la familia.

No se debe olvidar que esta relación entre la comunidad educativa y la familia,


que hay que desarrollar en toda su extensión y en la que hay que profundizar, es la
condición indispensable para estar ante una auténtica comunidad cristiana. Hay que
tener presente que la familia debe formar a los hijos para la vida, de manera que cada
uno cumpla en plenitud su cometido, de acuerdo con la vocación recibida de Dios.
Efectivamente, la familia que está abierta a los valores trascendentes, que sirve a los
hermanos en la alegría, que cumple con generosa fidelidad sus obligaciones y es
consciente de su cotidiana participación en el misterio de la cruz gloriosa de Cristo, se
convierte en el primero y mejor seminario de vocaciones a la vida consagrada al Reino
de Dios.

Por todo ello la familia se convierte en escuela en el sentido más radical del
término pues la familia es escuela del más rico humanismo. Para que pueda lograr la
plenitud de su vida y misión se requieren un clima de benévola comunicación y unión
de propósitos entre los cónyuges y una cuidadosa cooperación de los padres en la
educación de los hijos.

La responsabilidad de los padres como maestros de la fe, como verdaderos


descubridores de las vocaciones de sus hijos, tiene una necesaria continuidad en la
catequesis eclesial y en la escuela reglada. Por lo tanto, los ámbitos de responsabilidad
de los padres y de la escuela, las relaciones entre ambos no son entre dos aspectos
extraños, sino entre dos momentos del proyecto divino para los hombres. Las relaciones
entre familia y escuela cristiana sólo pueden ser entendidas desde esta perspectiva, pero
conviene especificarlas con más detalle.

24
1.3.-Familia y escuela católica.

Después de haber señalado el papel de la familia como núcleo educador natural


y desarrollado el verdadero sentido de la responsabilidad paterna, se está en
condiciones de profundizar en sus relaciones y en el papel que juegan en la educación
de los niños.

No hay que olvidar que la educación necesariamente se desarrolla en un ámbito


social y comunitario y que este ámbito comunitario por excelencia es la familia. Los
padres, como seres perfectibles que son, se insertan en una comunidad más amplia, que
les complementa en la misión de trasladar el amor de Dios a sus hijos descubriendo su
vocación, desarrollándose en la comunidad eclesial y escolar. La necesaria unión de
propósitos y cooperación entre los padres se traslada a la unión y cooperación con los
educadores. Este situarse junto a la familia sólo puede ser entendido en la lógica de la
subsidiariedad, la escuela actúa por delegación de la comunidad familiar, que es a quien
corresponde esencialmente esta misión

Para poder cumplir con esta misión la escuela católica debe constituirse a su vez
como comunidad cristiana, como comunidad de comunión, en la que en su propio
funcionamiento cristalice la misión originaria de custodiar, revelar y comunicar el amor
recibido de Dios. Es una educación de personas y para las personas, que asume como
lema propio el que la propia familia tiene como rasgo esencial, ser escuela de
humanismo.

En los supuestos en que no se profundiza en esta condición, la labor educativa


pierde su norte. Por eso se señala claramente en el documento Educar juntos en la
Escuela, de la Congregación para la Educación Católica, que dando testimonio de
comunión, la comunidad educativa católica es capaz de formar a la comunión, la cual,
como don que viene de lo alto, anima el proyecto de formación a la convivencia y a la
acogida. No sólo cultiva en los alumnos los valores culturales propios de la visión
cristiana de la realidad, sino que también implica a cada uno de ellos en la vida de la
comunidad, dónde los valores son mediados por relaciones interpersonales auténticas.

25
De este modo, la vida de comunión de la comunidad educativa asume el valor de
principio educativo, de paradigma que orienta su acción formativa como servicio para la
realización de una cultura de la comunión. En consecuencia, la comunidad escolar
católica, a través de los instrumentos de la enseñanza y el aprendizaje, no transmite la
cultura como medio de poder y de dominio, sino como un medio de comunión y de
escucha de la voz de los hombres, de los acontecimientos y de las cosas.

Sólo una comunidad escolar que dé testimonio de comunión, puede asumir como
tarea propia la comunión con Dios a través de la donación amorosa que nos hace,
porque la escuela no educa sólo en unos determinados valores culturales, sino que si lo
hace es porque esto supone implicar al niño progresivamente en la comunidad eclesial e
histórica. Si se enseña con la Palabra, si se contribuye al desarrollo de sus capacidades
integrales en un determinado contexto, es porque se hace desde la vida en comunión de
la comunidad educativa orientada a la comunión de todos los hombres en el espíritu de
Cristo.

En consecuencia, el planteamiento de las relaciones de familia y escuela católica


es el de unas relaciones de subsidiariedad que se viven en y desde la comunión en el
espíritu. La profundidad de este mensaje debería servir para fijar el marco de los
objetivos de la Escuela Católica y de las relaciones con los padres, que son la
comunidad educativa nuclear.

Es cierto que la educación católica debe responder en la sociedad occidental a


retos, que se derivan del cuestionamiento radical de su propia esencia. Lo que era un
suelo educativo común, que hundía sus raíces en el humanismo cristiano, ha dejado de
ser el marco referencial y precisamente es cuestionado constantemente.

La concepción de la escuela como lugar de promoción integral, mediante un


encuentro vivo con el patrimonio cultural se critica radicalmente. La evolución social se
ha hecho en buena medida bajo el paradigma del alejamiento del marco fundacional de
la cultura occidental, de ese patrimonio cultural común, que era eminentemente
cristiano.

26
Lo que era un marco de diálogo fructífero no sólo con la escuela católica, sino
también con la escuela no confesional, pasa ahora a ser una fuente de conflicto. La
mirada a la naturaleza de la comunidad familiar y a la comunidad educativa no es un
ejercicio inútil, sino la respuesta a una situación que exige una refundación de nuestros
proyectos educativos.

Como en cualquier época de crisis civilizatoria aguda, es también la crisis


educativa actual una buena ocasión para volver a la esencia de la comunidad familiar y
de la comunidad educativa, eso sí bajo unas exigencias nuevas. El modelo de hombre y
mujer cristianos, que promueven la familia y la escuela, parte de la actualización de los
valores cristianos en un contexto social siempre cambiante. La escuela como medio de
promoción social del hombre en el mundo, tiene que entablar diálogo con realidades
cada vez más complejas, siempre bajo el prisma de la necesaria síntesis entre fe y razón.

Sólo desde esta perspectiva pueden llenarse de sentido las relaciones de


subsidiariedad educativa entre familia y escuela. Evidentemente estas son subsidiarias
esencialmente, ya que la comunión del cristiano en el amor no sólo se realiza en el
medio familiar, sino que continua en el medio social y la escuela es el medio social
adecuado. Pero en esta tarea de promoción social del niño en la sociedad histórica de
nuestro tiempo, la comunidad familiar necesita de la ayuda de la escuela para dialogar
con la cultura, con la ciencia y con los modos de vida contemporáneos en buena medida
alejados del proyecto de Dios para sus hijos.

La escuela se convierte en el lugar privilegiado de la presencia del cristiano en la


vida pública, presencia crítica pero activa, presencia viva del amor de Cristo en un
mundo en buena medida vaciado de sentido trascendente. La familia cristiana percibe a
la escuela como un elemento necesario del proceso socializador, del desarrollo de la
personalidad en y con los otros, pero en nuestros días este proceso socializador adquiere
una complejidad, que exige de manera urgente la comunidad efectiva de la familia y de
la escuela en el proceso educativo.

La necesaria síntesis de razón y fe no sólo es compleja por el laicismo


imperante, sino por la creciente complejidad y especialización del saber científico, por

27
la desestructuración de los modelos sociales, por la negación de los valores morales y
estéticos objetivos. Mantener el proyecto de educar en la verdad, la belleza y el bien era
común hasta no hace mucho a una visión cristiana y no confesional, ya que se asentaba
en la imagen natural del mundo y del hombre. Cientificismo tecnológico, relativismo
moral y zafiedad estética son los modelos sociales imperantes, con los que la familia
cristiana tiene que dialogar y dar una respuesta constructiva.

No se pretende dar una visión pesimista de ese diálogo educativo, de esa


inserción en la comunidad de los hombres, ya que es cierto que cada época histórica ha
tenido su afán y que el proyecto educativo cristiano se ha visto en numerosas ocasiones
en la necesidad de renovar su mensaje y que sólo lo ha conseguido cuando se ha vuelto
a la esencia de la familia, como custodio del proyecto de Dios para los hombres. Pero
no es menos cierto que la respuesta cristiana al mundo contemporáneo para entenderlo,
vivir en él y transformarlo exige un nivel de conocimiento y de profundización en la
propia fe desconocidos en otras épocas.

La escuela católica hoy más que nunca debe cumplir su importantísimo papel
subsidiario en la coautoría de los planes de Dios para sus hijos, siendo una condición
necesaria de la promoción integral del individuo. Una escuela que se reconozca como
continuadora de la comunidad familiar, que haga suya la vida en comunión y que esté
preparada científica, cultural y artísticamente para responder a los retos de un mundo
que ha perdido el sentido de lo trascendente es hoy más urgente que nunca.

Los padres católicos entienden mejor que nadie la importancia de la escuela


católica, como elemento indispensable del proyecto vital cristiano de sus hijos.
Comprenden la importancia de una profunda formación integral desde el punto de vista
científico, que dé respuesta al cientificismo materialista imperante; reclaman una
formación moral que respete y fomente la dignidad absoluta de la persona frente a un
relativismo social imperante que cuestiona incluso la concepción personal del hombre;
esperan de la escuela un desarrollo de sus capacidades estéticas como un modo de
encuentro con lo trascendente y exigen una educación en la fe, que continúe la vida en
comunión familiar. Los padres comprenden más que nunca la insuficiencia de sus

28
medios, de sus conocimientos, para dar respuesta a los envites radicales del laicismo
imperante.

Por ello es más grave que nunca los desencuentros ocasionales de los proyectos
educativos cristianos y la vida de la familia cristiana. Sólo desde la unidad en la
persecución del bien común, desde la fraternidad comunitaria pueden plantearse las
relaciones entre escuela y familia. En cualquier caso, en esta reflexión sobre el papel de
la escuela católica, es necesario estar alerta frente a la tentación de los propios proyectos
educativos cristianos, de integrarse en la sociedad contemporánea a costa de perder la
propia identidad.

Los padres que se reconocen como católicos, especialmente aquellos que han
desarrollado su vida vocacional y profesional en el ámbito educativo, saben de la
gravedad de los caballos de Troya en la escuela católica. La escuela como elemento que
posibilita el desarrollo de los talentos de nuestros hijos, como condición de posibilidad
del descubrimiento de su vocación vital cristiana, ha caído en ocasiones en la tentación
de disolverse en el mundo con la excusa del diálogo con la sociedad contemporánea y
desde luego ha olvidado su coautoría a la hora de llevar a cabo los planes de Dios para
nuestros hijos. La gravedad de este hecho va en paralelo a la trascendencia de su misión.

Junto a este hecho innegable de la historia de la educación católica en España,


no es menos cierto que en los últimos años se ha despertado una creciente tendencia de
renovación de la escuela católica, que asume de nuevo su importante papel, consciente
de las dificultades del signo de nuestros tiempos. Ante dichas dificultades la escuela
responde a las exigencias formativas, científicas, éticas y estéticas desde la verdad, el
bien y la belleza.

Al mismo tiempo la educación católica se encuentra con una nueva dificultad


con la que en principio no se encontraba la Escuela Católica de tiempos pretéritos: la
propia desestructuración de la estructura familiar de muchas familias cristianas. ¿Cómo
renovar su papel subsidiario en la educación de los niños, cuando se presentan graves
deficiencias en la vida comunitaria familiar? Desde luego se trata de un problema de

29
primer orden, que revela que hay muchos caballos de Troya instalados en las
comunidades cristianas impidiendo una vida plena de comunión.

Sin pretender dar una respuesta al enorme problema planteado, sí que se revela
que la comunidad escolar, una auténtica comunidad de comunión cristiana, empieza a
adquirir otro importante papel. No sólo asume la tarea de ser corresponsable en la
educación de los hijos, sino empieza a ser una comunidad viva donde la propia familia
se reafirma, se asienta y clarifica su papel. Reflexionar sobre esta dimensión de la vida
escolar es posiblemente uno de los nuevos campos, al que los proyectos educativos
cristianos deban dar respuesta en un contexto de radical y profunda reevangelización.

30
2.- PARTICIPACIÓN EN LAS ACTIVIDADES PASTORALES

2.1.- Introducción

El objeto de la educación no puede ser otro que ayudar al desarrollo integral y


equilibrado de la persona, entendida ésta como concreción individual del modelo
antropológico que acabamos de ver en el capítulo precedente. En este sentido, el
artículo 27.2 de la Constitución española reconoce que la educación tendrá por objeto el
pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos
de convivencia y a los derechos fundamentales.

El término ‘integral’, que es sinónimo de pleno, significa que debe conseguirse el


desarrollo de todas las dimensiones de la persona sin preterir ninguna de ellas: la
intelectual-racional, mediante la transmisión de conocimientos, tanto en contenidos
como en procedimientos; la psicológico-afectiva, a través de las distintas etapas del
proceso de maduración de la persona; la religioso-trascendente, como realidad inscrita
esencialmente en el corazón de todo ser humano.

La escuela es un ámbito fundamental para este desarrollo integral de la persona,


pero no es el único ni el principal, pues la familia es el ámbito primordial, por su propia
naturaleza y función. La familia es una institución socialmente eficiente y valiosa, que
contribuye a la generación de riqueza, y dentro de ésta la mayor, que es el capital
humano. La familia, no obstante, tiene sus propias limitaciones y necesita de la
colaboración de otras instituciones también socialmente valiosas, como el Estado y el
resto de las Administraciones Públicas, los organismos educativos y la religión, en
nuestro caso la Iglesia Católica.

En las relaciones entre la familia, la escuela y la religión, como ocurre en todas las
realidades humanas, el conflicto está siempre presente, pues es consustancial a la
naturaleza humana, aunque esta circunstancia resulta muy positiva, en la medida en que
constituye una motivación para la búsqueda de nuevas alternativas, de nuevas opciones
y planteamientos. La cuestión estriba en determinar si es posible o no resolver estos
conflictos, si de esa resolución se pueden derivar aspectos positivos para futuras

31
situaciones y si ese conflicto tiene que ser necesariamente tan exacerbado como se nos
presenta interesadamente en numerosas ocasiones.

En lo que afecta a la forma en que la religión puede hacerse presente en la escuela,


interesa hacer referencia a tres ámbitos concretos:

- La religión como asignatura, dentro de la formación cultural e intelectual de


los alumnos, que implica el conocimiento de la historia, los personajes, las
costumbres y prácticas de la propia religión y de otras.

- La religión como catequesis, que se imparte fuera del ámbito curricular y


lectivo, que está orientada específicamente a la recepción de determinados
sacramentos.

- La religión como actividad pastoral, que también se imparte fuera del horario
escolar, y que está orientada a un mayor conocimiento y profundización en la
propia fe y su vivencia.

Debemos señalar, con carácter previo, que en las escuelas católicas la religión y la
fe informan todas sus actuaciones, en la medida en que son la razón de su existencia. No
hay que olvidar que siglos antes de que los Estados crearan escuelas y promovieran
universidades, la acción evangelizadora de la Iglesia ya había generado estas
instituciones educativas, desde su preocupación por servir al desarrollo de la dignidad
del ser humano, de su crecimiento personal y de su deseo de conocer la verdad. En este
sentido, los centros educativos católicos, en todas sus expresiones, no buscan el propio
protagonismo sino que pretenden la gloria de Dios en el servicio a los estudiantes y a
sus familias, especialmente a los más necesitados. Los centros católicos deben ser
ejemplos vivos de la doctrina de la Iglesia.

En efecto, el documento “Dimensión religiosa de la educación en la escuela


católica. Orientaciones para la reflexión y la revisión”, publicado el 7 de abril de 1988
por la Congregación para la Educación Católica, señala que la escuela católica
encuentra su verdadera justificación en la misión misma de la Iglesia; se basa en un
proyecto educativo en el que se funden armónicamente fe, cultura y vida.

32
En el documento “La escuela católica. Oferta de la Iglesia en España para la
educación en el siglo XXI”, la Conferencia Episcopal Española señala que la escuela
católica es una institución educativa que la Iglesia pone al servicio de la persona y de la
sociedad, al mismo tiempo que responde al derecho de los padres a que sus hijos
reciban la formación religiosa y moral conforme a sus convicciones, tal y como expresa
el artículo 27.3 de la Constitución Española.

En el citado precepto constitucional se consagra la libertad de enseñanza, que es


un derecho que está ampliamente refrendado por la Declaración de los Derechos
Humanos, Tratados Internacionales, Pactos Internacionales y otras Declaraciones de
altos organismos internacionales que instan a las naciones para que cumplan y
garanticen los derechos de las familias a la educación de sus hijos según sus
convicciones y se facilite el ejercicio de la libertad de enseñanza.

La escuela católica está al servicio de la educación no por ningún privilegio o


concesión del Estado, sino para ofrecer este tipo de formación católica a los que
libremente quieran acceder a ella. Del mismo modo, la formación religiosa que se recibe
a través de las clases de religión en la escuela estatal no es tampoco una concesión del
Estado, sino una respuesta al derecho que asiste a los padres de recibir para sus hijos la
formación conforme a sus propias convicciones religiosas y morales.

En conclusión, la oferta de la escuela católica ha de ser educativo-pastoral, es


decir, debe darse una necesaria e inseparable síntesis entre fe y razón, entre Evangelio y
cultura, de manera que se evangelice educando, pues los profesores de las escuelas
católicas no son exclusivamente catequistas, como tampoco son meros instructores. Esta
oferta debe formalizarse en un proyecto pastoral de centro, que es un lugar de
evangelización cristiana, que potencie la comunidad cristiana del mismo, para que
transforme desde el Evangelio el proceso de formación del alumnado.

Volviendo a la triple división de la religión en las escuelas católicas, cabe señalar,


en lo que se refiera a la religión como una asignatura específica curricular, que son las
normas legales vigentes, de diferente rango y ámbito, las que establecen su
obligatoriedad o no, sus modalidades de desarrollo y sus condiciones. Las familias

33
tienen pocas posibilidades de actuación, más allá de las que en su momento tuvieron
para la elección de sus representantes en las asambleas legislativas, ante las que
responden los poderes ejecutivos, siendo ambas instancias las que tienen la
responsabilidad de aprobar las citadas normas jurídicas. En este orden de cosas, la
asignatura de religión tendrá un estatuto legal específico, dentro del esquema normativo
del Estado de Derecho, que deberá ser respetado por los diferentes sectores que
participan en el ámbito educativo.

Las familias, en consecuencia, deberán ser conscientes de la importancia de la


elección entre las diferentes opciones que concurran a los diferentes procesos
electorales, al objeto de que las normas jurídicas que emanen, tanto de las asambleas
legislativas como los gobiernos que deriven de las mayorías que resulten en éstas,
puedan recoger sus deseos en cuanto a la educación de sus hijos, en cumplimiento de lo
dispuesto en el artículo 27.3 de la Constitución que dispone que los poderes públicos
garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación
religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.

En segundo lugar, la religión puede hacerse presente también en la escuela


mediante la catequesis, de acuerdo con las propias normas que se aprueben en cada una
de las Diócesis españolas. Los colegios pueden colaborar con las familias y parroquias
para ofrecer la catequesis correspondiente a los alumnos cuyas familias deseen
prepararlos para la recepción de la Eucaristía, por primera vez, y de la Confirmación.

Se trata de la preparación ordenada a la recepción de un sacramento concreto, a la


que se acude de forma totalmente voluntaria, con la que los centros educativos que
realizan esta actividad prestan un buen servicio a las familias a las que esta opción
puede facilitar que sus hijos se preparen para la recepción de los sacramentos y que
puede promover una mayor integración del alumno con sus compañeros, facilitando
también la celebración de las ceremonias.

En último lugar se puede hablar de lo que hemos denominado actividades


pastorales, donde las familias que lo desean, de nuevo libre y voluntariamente, pueden
colaborar con los centros educativos para que se ofrezcan a sus hijos, actividades de

34
formación y de vivencia de la religión en su propio colegio, junto de sus compañeros.
En estos dos últimos supuestos, las catequesis y las actividades pastorales,
principalmente en ésta última, es donde las familias y su representación en el ámbito
escolar, que son las asociaciones de padres de alumnos, pueden participar más
activamente.

2.2.- Conceptos fundamentales

En lo que afecta al concepto de familia, desde un punto de vista meramente legal


y formal, podríamos decir que, tal como se dispone en el artículo 16.3 de la Declaración
Universal de Derechos Humanos, la familia es el elemento natural y fundamental de la
sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado. Este principio se
plasma también en el artículo 39.1 de la Constitución española que dispone que los
poderes públicos aseguran la protección social, económica y jurídica de la familia.

Muchos se preguntan ¿por qué la familia es tan importante? o ¿por qué la Iglesia
insiste tanto en el tema del matrimonio y la familia? El motivo es simple, aunque no
todos logran comprenderlo, y es que de la familia depende el destino de la persona, su
felicidad y su capacidad de dar sentido a su existencia, por ello Juan Pablo II no se
cansaba de afirmar que el futuro de la humanidad está íntimamente vinculado al de la
familia. Esta verdad es tan evidente que parece paradójica la actitud, por desgracia muy
difundida, de quien descuida, ofende y relativiza el valor del matrimonio y la familia

La familia es una comunidad de amor y de vida, que se realiza cuando un hombre


y una mujer se entregan de forma recíproca en el matrimonio, dispuestos a acoger el
don de los hijos. No existe familia sin matrimonio, no existe familia sin un compromiso
de vida permanente entre un hombre y una mujer, no existe familia allí donde no se está
dispuesto a acoger a los hijos. Hoy es más necesario que nunca recuperar el sentido del
matrimonio como alianza de amor, con la que un hombre y una mujer se unen
públicamente y para siempre, con el fin de complementarse recíprocamente y servir de
manera responsable a la vida.

35
El matrimonio no es una institución pasada de moda, al contrario, es más
necesario que nunca que nuestros jóvenes descubran el verdadero sentido del
matrimonio y puedan embarcarse en un proyecto sugestivo de vida en común, que les ha
de ayudar a superar el egoísmo que impera en nuestra sociedad, facilitando que puedan
entregarse el uno al otro. En esta entrega no existe limitación alguna para el hombre y
para la mujer, sino un enriquecimiento de ambos y una mejora de las relaciones
sociales.

El preámbulo de la Carta de los Derechos de la Familia, extraordinario documento


de la Santa Sede, publicado en octubre de 1983, recuerda que la familia constituye, más
que una unidad jurídica, social y económica, una comunidad de amor y de solidaridad,
insustituible para la enseñanza y transmisión de valores culturales, éticos, sociales,
espirituales y religiosos, esenciales para el desarrollo y bienestar de los propios
miembros y de la sociedad.

En efecto, por el hecho de haber dado la vida a sus hijos, los padres tienen el
derecho originario, primario e inalienable de educarlos, y por esta razón ellos deben ser
reconocidos como los primeros y principales educadores de sus hijos. El deber de la
educación, corresponde en primer lugar a la familia, aunque ésta necesita de la ayuda de
toda la sociedad.

En el marco de la Iglesia, como nos recuerda Benedicto XVI, la familia cristiana


tiene, hoy más que nunca, una misión nobilísima e ineludible, como es la de transmitir
la fe, que implica la entrega a Jesucristo, muerto y resucitado, y la inserción en la
comunidad eclesial. Los padres son los primeros evangelizadores de los hijos,
comenzando por la enseñanza de las primeras oraciones. Así se va construyendo un
universo moral enraizado en la voluntad de Dios, en el cual el hijo crece en los valores
humanos y cristianos que dan pleno sentido a la vida.

En la época de la comunicación global, la comunidad eclesial percibe toda la


importancia de un sistema educativo que reconozca el primado de la persona, abierta a
la verdad y al bien. Los primeros y principales educadores son los padres, ayudados por
la sociedad civil. La Iglesia, a la que Cristo encomendó la misión de anunciar el camino

36
de la vida, siente que tiene una responsabilidad educativa especial, que trata de cumplir
en la familia, en la parroquia, a través de asociaciones, movimientos y grupos de
formación y de compromiso evangélico y, de modo específico, en las escuelas, en los
institutos de estudios superiores y en las universidades.

El segundo de los conceptos que interesa centrar es el de educación, que es un


servicio que se presta a la persona y a la sociedad entera. En este sentido, los niños y
jóvenes tienen derecho a recibir una educación integral, en cuanto debe atender a todas
las dimensiones de la persona; íntegra, en el sentido de que debe basarse en la verdad y
la razón; e integradora, en la medida en que debe ser globalizadora, sin compartimentos
estancos.

Como servicio a la verdad, la educación católica debe enseñar la verdad sobre la


persona, la antropología adecuada que se ha expuesto en el capítulo precedente de esta
obra. La Iglesia Católica no podía estar ausente de la escuela como Madre y Maestra
que es, según feliz expresión de Juan XXIII. Un verso de Terencio, “hombre soy, nada
humano me es ajeno”, encuentra eco y desarrollo pleno en los textos del Concilio
Vaticano II, cuando expresa que los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias
de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la
vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay
verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón.

La educación, en palabras de Benedicto XVI, es una exigencia constitutiva y


permanente de la vida de la Iglesia, que hoy tiende a asumir carácter de urgencia e
incluso de emergencia, en la medida en que se está promoviendo un falso concepto de la
autonomía de la persona y valores como el escepticismo y el relativismo como su
propio credo, que se ha convertido en una especie de dogma, en el que se considera
peligroso hablar de verdad.

En el momento actual, cualquier labor de educación parece cada vez más ardua y
precaria. Por eso, se habla de una gran emergencia educativa, de la creciente dificultad
que se encuentra para transmitir a las nuevas generaciones los valores fundamentales de
la existencia y de un correcto comportamiento, dificultad que existe tanto en la escuela

37
como en la familia, y se puede decir que en todos los demás organismos que tienen
finalidades educativas.

La educación es un servicio a la verdad que posibilita que el ser humano llegue al


máximo de su desarrollo personal en todas sus dimensiones, haciendo realidad el viejo
principio de conocerse a uno mismo, pero conocerse y reconocerse en la Verdad, no
inventarse a uno mismo. La educación es una tarea fundamental y la Iglesia, que ama al
hombre y sirve a la sociedad, no puede ser ajena a ella. Las familias, siendo ésta una de
nuestras misiones principales, tampoco pueden abdicar de esta obligación.

En otro orden de cosas, no parece necesario explicar de forma exhaustiva qué es


la religión, pero resulta conveniente centrar la cuestión. El Concilio Vaticano II se
refiere a los sentimientos religiosos como una íntima y vital unión con Dios. Esta forma
de vivir conduce, necesariamente, a lo que la Escritura señala como verdadera religión,
que no es sino dar tu pan al hambriento, vestir al desnudo, ayudar al que sufre, amar al
prójimo.

La verdadera religión no consiste en simples sacrificios rituales y rutinarios, sino


que nos lleva a la raíz y resumen de todos los mandamientos y preceptos, que es Jesús
mismo. En este sentido, Jesús nos indica cuál es el mayor y más importante
mandamiento, “amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu mente y con
todas tus fuerzas; el segundo es semejante a éste, amarás a tu prójimo como a ti
mismo”.

La religión, que de forma frecuente e injusta es tachada de oscurantista e


irracional, potencia al contrario la razón pues, respetando nuestra libertad de manera
absoluta, nos invita a pensar, a ejercer la crítica frente a todas las realidades y a no dar
por supuesto nada que no hayamos experimentado y vivido.

La fe nos invita a vivir de una forma diferente a como se vive en nuestra sociedad
con tanta frecuencia, donde priman valores como el dinero o el éxito profesional, el
culto al cuerpo o a la sexualidad, la vida en función de las opciones de ocio o las
vacaciones, el afán por recibir el aplauso de los demás o autoafirmarse a toda cosa. Al
mismo tiempo, potencia también la libertad individual, pues la Iglesia no tiene

38
reglamentos disciplinarios o medios coercitivos para obligar a cumplir lo que propone.
Cuantos más elementos de juicio se tengan sobre la realidad, más libres y racionales
serán nuestras elecciones y opciones vitales.

En lo que se refiere a la catequesis, interesa observar que ha sido siempre una de


las tareas primordiales de la Iglesia, ya que Cristo resucitado, antes de volver al Padre,
dio a los Apóstoles una misión: “haced discípulos a todas las gentes, enseñándoles a
observar todo lo que Él ha mandado”. Al mismo tiempo les confiaba la misión de
explicar con autoridad lo que Él les había enseñado, sus palabras y sus actos, sus signos
y sus mandamientos, al tiempo que les daba el Espíritu Santo para cumplir esta misión.

La catequesis es el conjunto de esfuerzos realizados por la Iglesia para hacer


discípulos de Jesús, para ayudar a los hombres a creer que Jesús es el Hijo de Dios, a fin
de que, mediante la fe, ellos tengan la vida en su nombre, para educarlos e instruirlos en
esta vida y construir así el Cuerpo de Cristo. La Iglesia no ha dejado de dedicar sus
energías a esa tarea.

La pastoral es la acción multiforme de la comunidad eclesial, animada por el


Espíritu Santo, para la actuación en el tiempo del proyecto de salvación de Dios para el
hombre y para la historia, en referencia a las concretas situaciones de vida. En un
documento aprobado por los Salesianos en el año 2006, se señala que puede plantearse
la disyuntiva de optar entre hacer pastoral en la escuela, o construir una escuela en
pastoral.

Optar por la segunda de las opciones comentadas puede traducirse en el intento de


dotar a la escuela de un alma pastoral, de manera que toda la vida y quehacer de la
escuela queden impregnados de sensibilidad pastoral. Se trata, sin embargo, de dos
opciones claramente complementarias, pues las familias y las asociaciones de padres
pueden colaborar para hacer pastoral en la escuela; al tiempo que las entidades titulares,
por su parte, deben construir una escuela en pastoral, que es la escuela católica.

2.3.- La religión como asignatura

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La Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación, en sus cincuenta páginas
de apretada letra en el Boletín Oficial del Estado, utiliza sólo seis veces la palabra
religión y tres veces la palabra religiones. Es un indicador del escaso papel y falta de
relevancia que, por razones ideológicas y dogmáticas, se quiso dar a esta asignatura.

En efecto, sólo en las disposiciones adicionales segunda y tercera del citado texto
legal se habla de la enseñanza de la religión. El análisis de estas disposiciones permite
apreciar que se ha hecho todo lo posible para vaciar de contenido la asignatura y para
dificultar a los alumnos su asistencia a las clases; a pesar de que se indica expresamente
que la enseñanza de la religión católica se ajustará a lo establecido en el acuerdo sobre
enseñanza y asuntos culturales suscrito entre la Santa Sede y el Estado español, que
dispone que la religión católica será un área o materia en los niveles educativos que
corresponda, de carácter voluntario para los alumnos.

En el artículo II del citado acuerdo se indica que los planes educativos incluirán la
enseñanza de la religión católica en todos los centros de educación, en condiciones
equiparables a las demás disciplinas fundamentales, aunque por respeto a la libertad de
conciencia, dicha enseñanza no tendrá carácter obligatorio para los alumnos.

Se indica que se garantiza el derecho a recibir la enseñanza de la religión católica


y que las autoridades académicas adoptarán las medidas oportunas para que el hecho de
recibir o no recibir la enseñanza religiosa no suponga discriminación alguna en la
actividad escolar. En los niveles de enseñanza mencionados, las autoridades académicas
correspondientes permitirán que la jerarquía eclesiástica establezca, en las condiciones
concretas que con ella se convenga, otras actividades complementarias de formación y
asistencia religiosa.

En la actual normativa, y en la práctica cotidiana, es evidente que no se ha


respetado la indicación de que la asignatura de religión se imparta en condiciones
equiparables a las demás disciplinas fundamentales; como tampoco se ha respetado lo
que se indica en el último párrafo en relación con otras posibles actividades
complementarias de formación y asistencia religiosa.

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Hay que significar, no obstante, que a pesar de todas las trabas y restricciones que
se imponen a la asignatura de religión en los distintos niveles educativos, las familias
siguen eligiendo mayoritariamente esa opción. En el curso 2009-2010, en el conjunto de
España y para todos los niveles educativos, se inscribieron en las clases de la asignatura
de religión el 72,10 % de los alumnos. Un buen ejemplo del trato discriminatorio que
recibe esta asignatura es que, mientras en las escuelas públicas de países como
Alemania, Reino Unido, Italia y Holanda la media de horas semanales dedicadas a
clases de religión es de entre 2 y 3 horas, en España es sólo de una hora y media.

Interesa destacar el efecto negativo que origina la imposición de criterios


ideológicos en la educación, uno de los cuales es la injusta situación en la que se ha
colocado a la asignatura de religión en nuestro sistema. Cuando se priman los criterios
ideológicos nos encontramos con situaciones incoherentes. Se ataca a la religión pero, al
mismo tiempo, se reconoce su importante valor cultural e histórico

En este contexto cabe preguntarse si tiene sentido privar a las nuevas generaciones
de un instrumento de interpretación y conocimiento de la realidad o borrar la tradición
histórica y artística de nuestro país, por el hecho de que no sea del agrado de la
ideología dominante. Se trata de una limitación del derecho a una educación integral y
un atentado contra una correcta formación cultural, pues priva a muchos alumnos de
elementos básicos de su propia cultura.

Esta paradoja se puede apreciar en la Orden ECI/2220/2007, de 12 de julio, que


establece el currículo de la asignatura optativa de la ESO Historia y cultura de las
religiones, en la que se reconoce que el fenómeno religioso ha sido y es una de las
dimensiones personales de muchos hombres y mujeres, a la vez que uno de los
elementos fundamentales en la configuración de los grupos humanos y de las
sociedades en el tiempo y en el mundo de hoy.

Se indica que, además de constituir un conjunto de creencias, preceptos y ritos


para los fieles que las practican, las religiones adquieren una dimensión cultural por su
influencia en el mundo del pensamiento y del arte, por las raíces religiosas de muchas
estructuras, costumbres y usos sociales actuales, así como por influir en los códigos de

41
conducta individual y colectiva derivados de sus respectivas concepciones del hombre y
del mundo. La importancia que adquiere la influencia de la religión en las
manifestaciones culturales de la tradición española y occidental hacen de este tema un
contenido especialmente adecuado para reconocer fácilmente su influencia en el arte.

La conclusión de lo expuesto es clara, parece evidente que no hay derecho a


privar o a dificultar el acceso, por motivos meramente ideológicos, a una gran parte de
los alumnos de España a unos contenidos que se reconoce expresamente que son de
gran importancia. En este contexto, no tiene sentido que, en contra de lo que establecen
los acuerdos entre la Santa Sede y el Estado Español y un elevado número de normas
internacionales, se siga imposibilitando el normal seguimiento de la clase de religión en
las escuelas, fundamentalmente en las escuelas públicas.

2.4.- La misión de las familias y las asociaciones de padres

Como se ha comentado, en lo que afecta a la religión como asignatura curricular


en nuestro sistema educativo, las familias tienen escasa capacidad de actuación. En
cambio, en los otros ámbitos reseñados anteriormente, las familias sí tienen una gran
capacidad de actuación, bien de forma directa, o mediante su participación en las
asociaciones de padres, al objeto de colaborar con los colegios, tanto en las catequesis
preparatorias para la recepción de los sacramentos, como en las actividades de tipo
pastoral, de formación y vivencia de la fe.

Las diferentes Órdenes, Congregaciones e Instituciones religiosas con mayor


tradición y vocación en la tarea educativa, según el carisma propio de cada una, han
creado diversos tipos de actividades pastorales en sus colegios. Las familias que han
decidido confiar la educación de sus hijos a los centros de La Salle, Marianistas,
Salesianos, Escolapios, Maristas o Jesuitas, entre otras, y tanto en sus ramas masculinas
como femeninas, tienen a su disposición diferentes iniciativas y actividades en las que
pueden participar sus hijos y en las que, en la mayoría de los casos, es necesaria la
implicación de las propias familias y de las asociaciones de padres para se puedan llevar
a cabo de una manera adecuada.

42
Son muchos los colegios en los que padres y madres, pero también profesores y
personal no docente, e incluso antiguos alumnos del centro, se encargan de preparar y
desarrollar, de conformidad con las normas diocesanas, la catequesis de Primera
Comunión y de Confirmación. Esta generosa disposición, redunda en beneficio de los
propios catequistas, como vivencia y expresión de su fe y su compromiso con la Iglesia;
así como de los alumnos del colegio, en la medida en que es un importante testimonio
cristiano ante el resto de familias y del conjunto de la comunidad educativa. Sólo se
puede dar gratis lo que gratis se ha recibido y, en este sentido, los catequistas realizan
así una impagable misión.

Los religiosos y profesores de las escuelas católicas, que tantas horas dedican a la
educación integral de nuestros hijos, se preguntan con frecuencia cómo vivirán su fe en
la Iglesia después de tantos años que han pasado en el colegio y qué se llevan al acabar
sus estudios.

Los padres son testigos de lo mucho que se ha hecho por ellos en el colegio en lo
que se refiere a su educación como personas, en el ámbito humano, cultural y deportivo.
Las clases de religión, la oración de la mañana y otros momentos de oración, la
preparación a los sacramentos del Perdón y de la Eucaristía, más tarde dos años para la
Confirmación, la misa dominical abierta a las familias, las Eucaristías entre semana, la
preparación a los tiempos litúrgicos, tantos proyectos de evangelización a las familias y
de incorporación de éstas en la espiritualidad propia de la entidad titular del colegio.
Ciertamente, se podría haber hecho más, pero nunca con mayo dedicación.

En muchos colegios católicos estas actividades se desarrollan con la colaboración


de padres, madres y profesores que, como miembros de la Iglesia, quieren trabajar en la
parcela de la viña del Señor que tienen más cercana, ofreciendo un testimonio de fe viva
a sus propios hijos y alumnos. Mucho trabajo, mezclado con nuestras debilidades y
pecados. Unos siembran y otros cosechan. Todas esas personas, como pobres siervos,
año tras año, generación tras generación, han hecho lo que tenían que hacer.

El Dueño de la vid se encargará de que esos esfuerzos den el fruto que tienen que
dar, siempre respetando la libertad de los catequistas y de los alumnos. Los laicos que

43
colaboran con las entidades titulares de los colegios católicos, ponen en práctica la
parábola del sembrador porque, ciertamente, no es posible encontrar un campo más
propicio para sembrar que un colegio. A pesar de sus deficiencias y de las dificultades
que tantas veces aparecen como irresolubles, si no existiera la escuela católica habría
que inventarla, como una vocación para seguir sembrando con esperanza.

Todo ese trabajo, toda esa ilusión, todo ese testimonio no es inútil. Además, en
nuestra época, el colegio es el lugar ideal para sembrar esas semillas de vida eterna.
Muchas familias ya no se acercan a las parroquias, por las dificultades que hay en
nuestras ciudades, por pereza o prejuicios, por animadversión en algunos casos, por
desconocimiento y falta de testimonios o referencias en otros, lo cual determina que sus
hijos tampoco acudan a las parroquias. En este sentido, siempre respetando y
proponiendo lo que es un bien para la persona, las familias y los propios centros, tienen
que ser conscientes de los nuevos campos de misión que se presentan.

Es necesario, urgente en realidad, que se actúe y que se haga que la educación se


imparta amando, queriendo a los alumnos total e incondicionalmente, para su felicidad,
trascendentalmente, como hijos de Dios que son, por lo tanto llamados a descubrirlo en
su plenitud, dotándoles de sentido. Esta misión la tienen que hacer los padres y no
pueden delegarla totalmente en el colegio.

Se deben instaurar fórmulas e itinerarios apropiados para los niños y jóvenes, lo


que podría denominarse pedagogía sacramental, que no les retengan en una fe infantil,
inmadura y superficial, poniendo el acento en la dignidad de la persona, contribuyendo
a instaurar una verdadera cultura de la vida que se desprende de la antropología
adecuada a la naturaleza humana, una antropología radicada en la verdad sobre el ser
humano y que ellos tienen derecho a conocer. Enlazaríamos aquí nuevamente con la
referencia a una educación integral orientada a la plenitud como personas.

La oración y los tiempos litúrgicos deberían acompañar la vida escolar


inspirándola. En este orden de cosas hay multitud de propuestas interesantes que cada
centro desarrolla, en función de sus posibilidades de espacios y de personas. En estas
experiencias destaca la necesidad de un espacio en el centro reservado para la oración,

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interiorización, reflexión y escucha; haciendo hincapié en la Eucaristía y en el
Sacramento de la Reconciliación; instaurando una pedagogía de la oración al comenzar
y acabar el horario lectivo en la escuela; cuidando la catequesis familiar en los
sacramentos a los que acceden los niños y jóvenes, penitencia, eucaristía y
confirmación. El fin debería ser preparar a los alumnos, y en la medida de lo posible a
sus familias, para desembocar en la inserción en la comunidad parroquial y en la iglesia
local.

Entre las muchas opciones posibles, como una muestra de cómo llevar a la
práctica en nuestros colegios lo que se ha expuesto, se puede hacer referencia de forma
breve a las experiencias de oración con los niños pequeños que poco a poco han ido
creciendo en diversos colegios y que, finalmente, se han implantado también como
experiencia catequética y de oración eclesial en otros ámbitos, como las parroquias.

Se trata de una experiencia espiritual y pedagógica al mismo tiempo. Este


itinerario no es un experimento preconcebido o un diseño preestablecido o un plan
catequético. Es un camino dado gratuitamente, vivo, fecundo y en desarrollo. En él los
niños son los verdaderos agentes de esta experiencia que Jesús protagoniza. Los adultos,
entre los que se encuentran religiosos, profesores, madres o padres de los alumnos, son
meros colaboradores o espectadores.

La base está en descubrir las presencias o lugares de encuentro con Jesús en


nuestra sociedad: en la Iglesia, en el sagrario, en la proclamación de la palabra, cuando
dos o mas se reúnen en su nombre, en los pobres, en el prójimo. La clave está en
considerar que no hay una edad demasiado temprana para acercarse y ser acompañados
a Jesús. La experiencia es que los niños dicen que conocen a Jesús desde siempre y que
hablan con Él. Se hace vida, se hace carne el deseo que Jesús expresa a sus discípulos:
“Dejad que los niños se acerquen a mí. No se lo impidáis”. Muchas veces en nuestra
ceguera hemos impedido que alguien, un niño o un adulto, tuviera un encuentro
personal y salvífico con Jesús, hemos pensado que no era el momento, que era
demasiado pronto o que no estaba preparado, que era muy difícil o que no era divertido
y se marcharían. Quizá no estábamos preparados nosotros para esos descubrimientos y
esos encuentros.

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La dinámica concreta de estas experiencias de oración con los niños pequeños
suelen desarrollarse en grupos de 12-13 niños, que se denominan reuniones. No se trata
de catequesis, clases, charlas o sesiones de trabajo. Son simplemente reuniones: es
Jesús, el Señor, que se reúne con sus amigos. Esta experiencia de pastoral infantil está
bajo la protección de María, nuestra madre, que sabe lo que nos hace falta, nos acerca a
Jesús para que hagamos lo que Él nos dice. Se da una importancia fundamental a los
signos, pues todo nos habla de Dios, por lo que el lugar de la reunión debe ser
adecuado.

Las reuniones semanales suelen tener un desarrollo concreto y en ellas se registran


tres momentos fundamentales:

- Encuentro de intimidad con Jesús mediante la oración silenciosa.

- Escucha de la palabra, meditada y aplicada a la vida

- Oraciones del grupo.

Lo fundamental no es un desarrollo perfecto, según se haya programado


previamente o de acuerdo con las normas que se han establecido, lo importante no es
que se haga todo bien, o que haya una sincronización milimétrica como si fuera un
ensayo para algo y no un momento que se vive intensamente en presencia de Jesús. Esto
es lo básico, la presencia de Jesús, que los niños crean en la presencia de Jesús entre
ellos y que se relacionen con Él.

A lo largo de todo el proceso, que se desarrolla en los cursos de Educación


Infantil y Primaria, y normalmente con carácter voluntario en la Educación Secundaria
Obligatoria, se va profundizando en la vida de Jesús, su Madre y sus discípulos. Se van
conociendo las fiestas de la Iglesia, los tiempos litúrgicos. Se va adquiriendo una
intimidad con Jesús y se descubre que es una persona, el Resucitado, que sale a nuestro
encuentro para que tengamos vida y vida en abundancia.

Conforme avanzan las reuniones va apareciendo una realidad nueva: el oratorio


como una nueva familia en Jesús. Se va reconociendo, y haciendo experiencia y vida, la
Familia de Nazaret. Al final se le descubre al niño que, igual que Jesús, el deberá dejar

46
esa familia y salir a la vida pública, encontrando una nueva familia, la de los que
escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica en su propia vida. El niño se
reconoce como miembro vivo de la Iglesia, su nueva familia adulta, que puede en
ocasiones ayudarle en situaciones de sufrimiento y crisis en su familia natural.

Los colegios no podían, obviamente, descuidar la atención pastoral a los jóvenes.


Hay gran variedad de propuestas y actuaciones específicas para ellos: actividades de
post-comunión, preparación para la Confirmación, grupos Scouts o juveniles,
asociaciones de antiguos alumnos. La preocupación por la situación a la que deben
enfrentarse los jóvenes ante un ambiente social con frecuencia hostil a la religión, ha
motivado la respuesta de las entidades titulares para ofrecerles una propuesta
alternativa, en continuidad con lo que en el colegio han recibido en las etapas anteriores.

Como se ha comentado anteriormente, hay muchos caminos, muchas vías para


encontrarse con el Señor. Cada colegio, en función de su carisma, de su ideario, de su
carácter propio, de sus posibilidades materiales, elige el que considera que es más
provechoso para sus alumnos. El final siempre es el mismo, conducir a los alumnos, de
forma voluntaria, al encuentro con Jesucristo, vencedor de la muerte. Encuentro
personal que podrá hacer que disfruten de una vida plena basada en la certeza de saberse
amados y elegidos por Dios.

Una educación integral, que no excluya esta dimensión espiritual del hombre, que
no niegue el valor de la religión en la vida de las personas, respetando su libertad como
nos proponía Juan Pablo II, es el único antídoto contra la falta de sentido que se vive en
nuestras sociedades hoy en día, contra los errores antropológicos que se nos presentan
como avances en la conciencia de la Humanidad, cuando son en realidad un retroceso
porque se alejan de la verdad sobre la familia, el matrimonio y la persona, hombre y
mujer, al tiempo que niegan las evidencias de la naturaleza y los datos de la ciencia.

Una educación que respete la verdadera naturaleza humana contribuirá, por su


propia esencia, a crear la civilización del amor, en palabras de Juan Pablo II, que es lo
contrario de lo que nos propone la sociedad, a través de la cultura de la muerte y sus
diversas ideologías que; los hombres y mujeres sean hermanos, en lugar de ser un

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infierno los unos para los otros; que el amor al prójimo sustituya al combate por el
poder y al odio; que el respeto a la vida humana sustituya a las decisiones y cálculos
egoístas y a las opciones contrarias a la dignidad y valor de toda vida.

Las familias, y las asociaciones de padres, están llamadas a esta noble y hermosa
misión. Se puede desertar delegando en la parroquia o en el colegio lo que deberían
hacer los padres por sus hijos; también los padres pueden rechazar todo lo que se les
propone y transmitir este rechazo a sus hijos; por último, los padres pueden devolver
gratis a la Iglesia, dándolo a los demás y especialmente a sus hijos, lo que gratis han
recibido.

48
3.- FORMACIÓN INTEGRAL EN LAS ESCUELAS CATÓLICAS

3.1.- Introducción

La Familia tiene la misión y el derecho de educar a sus hijos y este derecho es


anterior a cualquier Constitución o norma jurídica de la sociedad civil y del Estado. Se
trata de un derecho inviolable, en el que ningún agente externo puede suplantar al padre
y a la madre, y que éstos deben ejercer.

En el supuesto de que los padres no ejerzan este derecho, cometen un abandono


irresponsable y facilitan que otros decidan por ellos, sobre algo tan importante como es
la educación de sus hijos. Esta actitud negligente de los padres tiene sus consecuencias
negativas sobre sus hijos, sobre la propia familia y, por extensión, sobre la sociedad
entera.

La realidad de la familia en nuestros días es, con demasiada frecuencia, que el


vínculo de pertenencia ha desaparecido y como resultado, aparece una familia donde
cada uno es individuo, donde se exaltan las necesidades individuales, el acuerdo y la
negociación. Cada miembro considera al otro un instrumento de respuesta a su propia
necesidad. El propio padre es el primero en no reconocer su derecho a decir algo al hijo,
a corregirle, a ponerle límites.

Con independencia de lo anterior, lejos de caer en el pesimismo que a veces


invade a los padres y les aletarga, abandonando su verdadera misión, es necesario que
tomen conciencia del asunto y sean los verdaderos protagonistas, junto con sus hijos, de
su educación y crecimiento en todos los niveles.

Los padres son los primeros y principales formadores de sus hijos, por el hecho de
haberles dado la vida y tienen el derecho originario e inalienable de educarlos. En este
contexto los padres tienen el deber de procurarles una educación, así como de
alimentarles, de corregirles cuando se equivocan y de ser un buen ejemplo para ellos.

Como decía Edith Stein, filósofa, religiosa carmelita y santa, formar es dar forma
a un material, con lo cual hay que conocer el material, que en este caso es la persona,

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para que alcance una hechura con arreglo a un modelo. Algo que parece tan obvio,
muchas veces se pasa por alto. Uno conoce lo que tiene cerca, lo que ve todos los días,
lo que cultiva poco a poco y este conocimiento conduce de manera irremediable al amor
pero a veces, vivir bajo un mismo techo no implica cercanía, a veces miramos mucho
pero no vemos nada y muchas veces pretendemos recoger el fruto antes de que este esté
preparado y sin haberle proporcionado los cuidados necesarios.

En la sociedad actual, el ritmo frenético, la gran cantidad de necesidades creadas,


el deterioro del valor del sacrificio, de la espera, la imposición del yo sobre el tú o el
nosotros, del individuo frente a los demás, conduce a un desconocimiento grandísimo y
gravísimo del otro, ya sea el hijo, el cónyuge, el alumno o el hermano.

Con frecuencia se produce la situación de que muchos padres no conocen a sus


hijos, comparten un hogar y viven bajo un mismo techo, pero no saben nada el uno del
otro. En numerosas ocasiones los padres no saben lo que piensan sus hijos, cuáles son
sus anhelos, sus miedos y lo que necesitan.

Una familia no es un lugar, no es simplemente un estar juntos, es una misión


íntima de vida, una comunidad de amor y de solidaridad, insustituible para la enseñanza
y transmisión de valores culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos, esenciales
para el desarrollo y bienestar de sus propios miembros y de la sociedad. En ella se
encuentran diferentes generaciones que se ayudan mutuamente a crecer en sabiduría
humana y a armonizar los derechos individuales con las demás exigencias de la vida
social.

3.2.- Justificación del programa formativo

Teniendo en cuenta la naturaleza y fines de las Federaciones Católicas de


Asociaciones de Padres de Alumnos, lo que se pretende es la defensa de los legítimos
derechos de los padres de familia, orientando, impulsando y coordinando las distintas
asociaciones federadas, desde la premisa de que los padres son los primeros educadores
y defendiendo de manera especial todo lo que concierne a la formación y educación de
sus hijos.

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El principal objetivo del programa formativo es el de atender a los padres y
tutores, orientándoles y formándoles en todo aquello que concierne a la educación de
sus hijos. En este sentido, las Federaciones asisten a las asociaciones de padres, que son
las encargadas de concretar las acciones formativas que se imparten en cada uno de los
centros educativos.

La importancia que tienen los padres en el proceso evolutivo de sus hijos es algo
que nadie parece poner en duda, la información que disponen es notable, a pesar de lo
cual es necesario realizar campañas de sensibilización, al objeto de que sean plenamente
conscientes de lo necesario que es su compromiso e intervención directa en el desarrollo
de la personalidad de sus hijos, para que todo su proceso madurativo se lleve a cabo del
modo más adecuado.

La labor de los padres no acaba al engendrar una nueva vida sino que ese
precisamente es el principio. No hay nada más apasionante que educar a los hijos,
ayudarles a convertirse en hombres y mujeres seguros, animarles a seguir aprendiendo y
a sentirse orgullosos de cómo son. Con el objetivo de ayudar a los padres en esta misión
se oferta un amplio programa formativo, dirigido fundamentalmente a padres con hijos
en edad escolar aunque también, de manera excepcional, a maestros y alumnos.

Los programas formativos que promueven las Federaciones Católicas de Padres


de Alumnos están diseñados de tal manera que cada asociación de padres puede elegir a
lo largo del curso académico tantas charlas como desee y con la periodicidad que más
les convenga. No se trata de una escuela de padres al estilo tradicional, sino de un plan
más flexible para que cada una de las asociaciones decida los temas a tratar, en función
de los intereses y demandas de sus asociados, atendiendo así a la diversidad de centros,
intereses y personas.

Es cierto que hay asociaciones de padres más autónomas, que diseñan y financian
sus propias ofertas formativas, o que las tienen cubiertas a través de los gabinetes de
orientación de los colegios. La experiencia demuestra que, incluso estas asociaciones,
participan de las ofertas formativas que ofrecen las Federaciones y que la inmensa

51
mayoría de las asociaciones no disponen de medios propios, y sin la asistencia de las
Federaciones, no podrían desarrollar estas acciones formativas en sus colegios.

3.3.- Presentación del programa formativo.

El programa formativo que se propone a las asociaciones de padres es lo


suficientemente amplio como para dar cabida a numerosos temas relacionados con
todos los ámbitos de la educación de nuestros hijos. En él se recogen temas que van
desde la psicología y las relaciones interpersonales, hasta las relaciones entre la familia
y la escuela, la familia y la sociedad.

Paralelamente a dicho programa, se ofrece a los padres la posibilidad de realizar, a


través la Federación, cursos de formación promovidos y organizados por la Universidad
Católica de Valencia “San Vicente Mártir” y la Universidad CEU Cardenal Herrera.
Estos cursos se desarrollan en diversas sesiones, distribuidas en varios días, y tratan de
profundizar más exhaustivamente en determinados temas relacionados con el ámbito de
la educación y la familia. En estos supuestos, los padres reciben, a la finalización del
curso, el correspondiente certificado de aprovechamiento de la Universidad que ha
colaborado con la Federación en la impartición de las sesiones formativas.

Los diferentes temas que se recogen en el programa formativo son impartidos por
un numeroso grupo de profesionales de la educación, en su mayoría profesores de
Educación Primaria y Educación Secundaria de las escuelas católicas, profesores del
Pontificio Instituto Juan Pablo II y otras instituciones formativas diocesanas, así como
profesores de las Universidades valencianas, entre los que destacan los pertenecientes a
la Universidad Católica de Valencia “San Vicente Mártir” y a la Universidad Cardenal
Herrera CEU. En todos los casos se cuenta con profesionales con una larga experiencia
en los temas que imparten.

Con el objetivo de facilitar la asistencia de los padres, las charlas formativas se


imparten en los colegios, siendo los ponentes los que se desplazan a cada uno de los
centro educativos, ya sea en la capital o en las diferentes localidades de la provincia, el
día y la hora que ha determinado la asociación de padres, teniendo en cuenta la

52
disponibilidad de los ponentes. Como se puede comprobar, se puede definir como una
formación “a la carta”.

Las charlas tienen una duración aproximada de entre tres cuartos de hora a una
hora, a la que le sigue un tiempo de preguntas o diálogo, para que los padres expongan
sus dudas o aporten sus propias experiencias. Al finalizar cada una de las charlas, los
padres rellenan una sencilla encuesta de valoración que se remite a la Federación. El
objetivo de dicha encuesta no es otro que conocer el grado de satisfacción de los padres
con respecto al tema tratado, al ponente y su exposición, conocer otros temas en los que
estén interesados para futuras charlas, con el fin de ofrecer año tras año un mejor
servicio.

Los temas que se recogen en el programa formativo son muy variados y se


encuentra dividido en los siguientes seis grandes grupos:

- Familia y sociedad, donde se busca realizar una presentación sencilla sobre la


situación de la familia en la sociedad actual, influencias sobre los padres y la
educación de los hijos, los ancianos, la trascendencia del ser humano, la
defensa de la vida, entre otros temas.

- Psicología, personalidad y salud, donde sin ofrecer un tratado de psicología, se


pretende transmitir la necesidad de conocer las distintas etapas evolutivas por
las que atraviesan nuestros hijos y los posibles problemas o trastornos que
pueden surgir a lo largo de su crecimiento.

- Relaciones interpersonales, donde se trata el tema de la comunicación y las


relaciones entre iguales, hermanos, padres-hijos; así como las situaciones y
actitudes que dificultan las relaciones.

- Familia y escuela, donde se expresa la necesidad de un entendimiento entre la


familia y la escuela para un crecimiento más armónico de nuestros hijos.

- Formación de juntas directivas, que pretende ser una profundización en los


contenidos de la Guía de Asociaciones de Padres de Alumnos publicada por
CONCAPA Comunitat Valenciana.

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- Otros temas de interés, orientado a ampliar el conocimiento en temas
relacionados con el ámbito religioso.

Cada uno de estos bloques temáticos está formado por varias charlas relacionadas
con el tema y las asociaciones de padres de alumnos pueden elegir charlas de un mismo
o de distintos bloques según sea su interés. A continuación se expone el contenido de
cada uno de estos seis bloques con mayor detalle.

3.4.- Familia y sociedad.

Una de las cuestiones básicas del programa formativo, que es absolutamente


necesaria, es hablar de la familia, por su importancia como célula básica de la sociedad.
Se trata de una institución natural de organización humana, que se convierte en el
primer receptor de la persona desde antes incluso de su nacimiento. En ella el niño
aprende a amar y ser amado, a comportarse y socializarse.

Desde las Federaciones Católicas de Asociaciones de Padres de Alumnos se


defiende el papel crucial de la familia en la educación de los hijos. La familia no es un
lugar, un techo bajo el que conviven un determinado número de personas, no es “la
casa”. La familia es una comunidad de vida en la que el hijo aprende, adquiere hábitos,
valores que le ayudarán a convertirse en un adulto feliz, capaz de comprometerse, de
responsabilizarse de las consecuencias de sus actos y quizá, llegado el momento, capaz
de formar su propia familia.

La paternidad y la maternidad son una responsabilidad que deben ser compartidas


por ambos cónyuges. En este sentido, cuando se habla de paternidad o maternidad
responsable, no hay que pensar exclusivamente en la decisión del matrimonio de
engendrar, o no, una nueva vida, pues no se trata exclusivamente de esto. Es cierto que
esta decisión es la más importante, pero a esta le siguen otras muchas, que los cónyuges
han de tomar de manera conjunta. En este contexto, dentro del matrimonio no hay uno
más importante que el otro, sino que ambos cónyuges se complementan y cada uno, con
su diferente psicología y desde la riqueza de la diversidad, ofrece a los hijos las
herramientas para desenvolverse en el mundo.

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Se habla de la familia, pero también se habla de la sociedad, porque no se puede
entender la una sin la otra. Si una enferma la otra también lo hace. Una familia sana y
madura da lugar a una sociedad sana y madura. No existe otra forma de garantizar una
sociedad con unos valores firmes y sanos y por eso la familia debe ser la gran apuesta
de la sociedad y de nuestros poderes públicos.

Cuando se habla de la familia, con frecuencia se olvida a los ancianos, que son
una parte muy importante de ella. En este bloque de charlas es necesario hablar de ellos
pues, como tuvo ocasión de recordar Juan Pablo II, nuestra sociedad lleva a los ancianos
a formas inaceptables de marginación, que son fuente de agudos sufrimientos para ellos
mismos y de empobrecimiento espiritual para muchas familias. Es imprescindible
redescubrir y valorar los cometidos del anciano en la comunidad y en particular en la
familia.

Con demasiada frecuencia, los ancianos se han convertido en nuestra sociedad en


meros cuidadores de sus nietos, o en un estorbo para la vida de los que tienen a su
alrededor. Se vive en una sociedad necia, que se venda los ojos para no ver el
sufrimiento, porque se piensa que dicho sufrimiento no tiene ningún sentido. En este
contexto, es muy frecuente que los padres estén dispuestos a cualquier cosa, con tal que
sus hijos no padezcan el más mínimo sufrimiento.

El sentido del dolor y la muerte, de la enfermedad y la vejez que a todos les llega,
está tan apartado del ideal que busca la sociedad entera, que generalmente se opta por
mirar hacia otro lado y se hace lo imposible por retrasarlo o por acabar con él cueste lo
que cueste. En ocasiones se decide, incluso, sobre la propia vida o la del otro, sin
sopesar las consecuencias, escudándose en eufemismos, como cuando se habla de la
muerte digna y, en definitiva, defendiendo lo indefendible.

La familia enriquece la sociedad con su sentimiento de pertenencia, con su labor


inviolable e insustituible de educar a los hijos, de procurarles ese primer regazo que les
acoge y les prepara para la vida futura. Es igualmente importante conocer la importancia
fundamental que la familia ha tenido y tiene en la evolución histórica del ser humano,
conocer los distintos momentos históricos, económicos y culturales que la familia se ha

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ido encontrando en la historia y cómo éstos han influido y repercutido en ella, tal y
como hoy la conocemos.

Dentro de este primer bloque temático sobre la familia y la sociedad, se hace


especial hincapié en las dificultades con las que los padres de hoy se encuentran a la
hora de educar a sus hijos. Se vive en una sociedad relativista, en la que parece que todo
vale, en la que sólo se habla de los derechos y nunca se habla de los deberes, donde
existe una concepción equivocada de la independencia de los cónyuges entre sí, al
tiempo que se cuestiona la autoridad entre padres e hijos. Se intentan modificar
conductas, pero ante la carencia de valores cualquier cambio se antoja imposible.

No obstante, es imprescindible no caer en el pesimismo. La familia tiene una


misión clara, que es la de ser cada vez más lo que es, es decir, una comunidad de vida y
amor. La familia recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor; y esto se
realiza formando una comunidad de personas, estando al servicio de la vida y
participando en el desarrollo de la sociedad y en la vida y misión de la Iglesia.

Como no se cansaba de repetir Juan Pablo II, el futuro de la humanidad se fragua


en la familia y es por tanto en el tratamiento que los pueblos dan a la familia, en el
reconocimiento de su valor fundamental e insustituible o por el contrario, en las formas
variadas de descuido o de hostilidad y acoso que dificultan su misión, donde se fragua
el futuro de la humanidad.

Las charlas que pertenecen a este primer bloque temático sobre familia y
sociedad, que se vienen impartiendo con regularidad son las siguientes:

- La familia hoy: El papel de la familia en la educación de los hijos.

- Paternidad y maternidad responsables.

- Influencia de la sociedad en la educación de los hijos: El fenómeno de los


hijos tiranos.

- El papel de los ancianos en la familia actual.

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- El sentido del dolor y de la muerte en nuestra sociedad. La trascendencia.

- Bioética: acciones a favor de la vida humana.

3.5.- Psicología, personalidad y salud.

Este segundo bloque trata de ofrecer a los padres la formación y herramientas


necesarias para conocer y enfrentarse a los distintos cambios que van experimentando
sus hijos a lo largo de cada una de las etapas evolutivas que atraviesan, así como dar
información sobre los problemas o trastornos que pueden aparecer a determinadas
edades, con la finalidad de estar alerta ante posibles signos de alarma.

La finalidad de las charlas que se imparten en este segundo bloque, obviamente,


no es la de crear o especializar a psicólogos, pedagogos o médicos. El objetivo
fundamental es ofrecer a los padres una formación, lo más exhaustiva posible, con un
lenguaje y unas herramientas que sean accesibles para todos.

Es imprescindible que los padres conozcan cada una de las etapas por las que
atraviesan sus hijos, porque el conocimiento del otro lleva a amarlo tal y como es. Con
demasiada frecuencia los padres llegan a las entrevistas con los profesores con una
actitud muy pesimista, fruto de no entender lo que les sucede a sus hijos y las razones
que motivan su comportamiento.

En la medida en que los padres conozcan, por ejemplo, cómo funciona el cerebro
de un adolescente, cómo influyen en sus decisiones cosas tan distintas como las
hormonas o la presión de su grupo de iguales, estarían más receptivos, sabrían a qué se
deben muchos de sus comportamientos y decisiones, lo cual facilitaría que pudieran
ayudarles de una manera más adecuada y disminuiría notablemente el nivel de estrés
que provoca el no saber cómo solventar determinados problemas.

En este contexto, lo que se pretende en el programa formativo es que los padres


tengan una visión clara y ordenada del desarrollo evolutivo de sus hijos, tanto a nivel
físico y psicológico, como de la personalidad, de acuerdo con una antropología que
considera a la persona como un ser con capacidad de trascendencia. En definitiva, se

57
trata de que los padres conozcan a sus hijos en las tres dimensiones de la persona, a
nivel físico/biológico, a nivel psicológico y a nivel espiritual.

Uno de los temas en el que más se centra el programa formativo es en el


relacionado con la etapa de la adolescencia, porque en ella es donde se experimentan los
cambios más grandes y suelen aparecer más dificultades. La experiencia pone de
manifiesto que las charlas más demandadas son las que hacen referencia precisamente a
esta etapa evolutiva y a los posibles problemas relacionados con ella, como los
trastornos alimenticios o de personalidad, drogas y adicciones sin sustancia, problemas
de autoestima, entre otras.

En cualquier caso, lo cierto es que no cabe dejar de lado cómo se han desarrollado
los jóvenes a nivel psico-afectivo en etapas anteriores. Hay que significar que, en gran
medida, una buena salud en la adolescencia, a todos los niveles, está determinada
precisamente por un adecuado crecimiento y cuidado entre los 0 y los 12 años, en
consecuencia, los padres deben conocer cuáles son las necesidades físicas, psicológicas
y afectivas en la primera infancia, para lo cual deben contar con la formación necesaria.

El desarrollo de una persona es un proceso de cambio continuo y acumulativo. Lo


que una persona es en un momento determinado de su vida, no es sólo producto de su
herencia, sino también del ambiente, de todo aquello que ha vivido. Los cambios
acontecen a lo largo de la vida, y aunque no podemos decir que las experiencias de la
primera infancia determinan estrictamente el resto de la vida de la persona, si podemos
afirmar rotundamente que tienen una gran influencia.

Otro tema al que se concede una importancia especial, dentro de este bloque de
charlas, es el tema de la educación afectiva/sexual. Los padres tienen la obligación de
educar a sus hijos en este sentido y no pueden delegar en otros este precioso cometido.
Los niños y jóvenes deben conocer el verdadero significado de la sexualidad, la
importancia del pudor, de la dignidad del cuerpo del otro y de su propio cuerpo, del
valor de la vida humana, de la complementariedad del hombre y la mujer.

En los programas formativos que promueven las Federaciones Católicas,


conscientes de la importancia de una adecuada formación en este sentido, se tiene como

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objetivo, no solo formar, sino también sensibilizar y animar a los padres a no ser
condescendientes con este tema, a buscar con celo, en colaboración con el colegio, la
mejor educación sexual para sus hijos y a conocer lo que la Iglesia como madre nos
aporta.

Los padres deben conocer algunos conceptos básicos de psicología para


comprender la evolución y los comportamientos de sus hijos, pero a la vez deben tener
una cierta formación a nivel pedagógico. Hay que tener presente que cuando una
persona recibe el regalo de ser padre o madre, no adquiere de repente, y por ciencia
infusa, todo el conocimiento para educar a sus hijos de la mejor manera posible, sino
que se trata de un aprendizaje diario, en el que los padres no deben rebajar la ilusión del
primer día.

Es cierto que Dios da a los padres luz y discernimiento, pero también es cierto que
los padres y las madres son hombres y mujeres de carne y hueso, con sus aciertos y sus
errores y que, al igual que sus hijos, aunque de manera mucho más sosegada, siguen
desarrollándose y evolucionando a lo largo de su vida, y les resulta necesaria una
formación. Con frecuencia lo que sirve con un hijo, con otro no resulta útil o
conveniente, y los padres deben cambiar de método. En este sentido, ser padres requiere
una formación constante, en la medida en que hay que estar atentos las veinticuatro
horas del día, los siete días de la semana.

Las charlas que pertenecen a este segundo bloque temático sobre psicología,
personalidad y salud, que se vienen impartiendo con regularidad son las siguientes:

- Desarrollo evolutivo psico-afectivo del niño de 0 a6 años.

- Desarrollo evolutivo psico-afectivo del niño de 6 a 12 años.

- La estimulación en el proceso educativo: premios y castigos.

- La etapa adolescente: resolución de conflictos.

- Educación afectivo-sexual. Educación para el amor.

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- La autoestima.

- ¿Cómo educar en una correcta alimentación? Posibles trastornos.

- La importancia de un buen patrón de sueño.

- Trastornos de la atención e hiperactividad.

- Ansiedad y depresión infantil.

- La educación de la inteligencia emocional.

- Drogas y alcoholismo en los jóvenes.

- Nuevas adicciones: internet, móvil, videojuegos,…

- La discapacidad en el ámbito familiar y escolar.

3.6.- Relaciones interpersonales.

El tercer bloque de charlas del programa formativo se centra en los problemas de


comunicación que pueden aparecer en la relación entre padres e hijos, entre hermanos o
en la relación con el grupo de iguales. En este orden de cosas, se tiene especial interés
en estas problemáticas, que han existido siempre, pero que actualmente han tomado un
cariz preocupante.

Con frecuencia los padres expresan su preocupación por la mala relación entre los
hermanos, los típicos celos que no dejan de ser preocupantes y dignos de atención, por
más que sean algo común y habitual. Es muy frecuente, asimismo, que los padres se
preocupen por los episodios de violencia, de tipo verbal o físico, en los que a veces se
encuentran involucrados sus hijos, ya sea como víctimas o como agresores,
generalmente en el ámbito escolar; o la no menos preocupante violencia que ejercen
algunos hijos sobre sus progenitores, que en los últimos años se ha incrementado de
manera notable, que es un motivo de sufrimiento constante, tanto para unos, como para
los otros.

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Uno de los grandes problemas de la sociedad de hoy es la existencia de una falta
grave de comunicación, especialmente entre las distintas generaciones, lo cual no deja
de ser una paradoja en la era de la comunicación.

Con demasiada frecuencia los padres están tan centrados en sí mismos y en los
quehaceres de cada día, que olvidan lo que tienen alrededor, incluso a sus propios hijos.
En muchas ocasiones los padres pueden pensar que la comunicación con sus hijos es la
adecuada, pero si se paran a pensar por un instante y analizan la forma en que se
relacionan con ellos, la frecuencia con la que conversan, cuándo lo hacen o cuál es la
calidad de esa comunicación, apreciarán que siempre es mejorable.

Es cierto que el ritmo de la vida es un tanto frenético y que, con los avances de la
informática y de los medios de comunicación, resulta más fácil encontrar otras vías de
comunicación que, evidentemente no se pueden condenar, pues suponen un avance
tecnológico y social muy positivo, aunque deben ser utilizadas con cautela. En este
orden de cosas, nunca antes ha resultado tan fácil pedir perdón o decir te quiero como
ahora, aunque sea a través de un correo electrónico, o de un mensaje a nuestro teléfono
móvil de última generación.

Los padres deben tener acceso y conocer las nuevas tecnologías que le servirán
para educar a sus hijos, aunque también deben procurar una protección adecuada para
ellos. El futuro de los niños y jóvenes pasa por el desarrollo tecnológico y no se puede ir
contra el signo de los tiempos. Los padres deben perder el miedo a todas estas
novedades, de modo que puedan hacer un uso adecuado de ellas, mediante el control de
las horas de consumo, evitando el consumo individual, al tiempo que deben
aprovecharlas como medio para el diálogo y para el disfrute en familia.

En el mismo sentido, deben evitar que sus hijos caigan en una dependencia, un
aislamiento y acaben convertidos en víctimas de algo que inicialmente no era malo, para
lo cual deberán ofrecer alternativas de ocio, especialmente en compañía de otros niños o
jóvenes de su edad, o en compañía de la familia.

En definitiva, del tiempo que los padres dediquen a sus hijos y de la calidad de
éste, dependerá en gran medida que su crecimiento emocional sea el adecuado y puedan

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convertirse en jóvenes y adultos capaces de relacionarse con los demás, y con las
nuevas tecnologías de una forma sana, llegando a ser ellos mismos capaces de
establecer momentos y tiempos para el uso de éstas.

Las charlas que pertenecen a este tercer bloque temático sobre las relaciones
interpersonales, que se vienen impartiendo con regularidad son las siguientes:

- La importancia de la comunicación. La escucha activa.

- El tiempo libre ¿Cómo ocupar el ocio?

- El fenómeno de la violencia escolar.

- El fenómeno de la violencia de hijos a padres.

- Educación en familia y nuevas tecnologías.

- Disciplina y autoridad ¿Cómo poner límites?

- Relaciones entre hermanos ¿Cómo ayudar a una buena convivencia?

3.7.- Familia y escuela.

Como se ha comentado anteriormente, el ámbito fundamental para el desarrollo


integral de la persona, por su propia naturaleza y función, es la familia. Pero lo cierto es
que la familia tiene unas limitaciones que con la colaboración de la escuela se pueden
remediar.

La educación es una tarea fundamental que hace posible que el ser humano llegue
a su máximo desarrollo en todas sus dimensiones. Es pues tarea de la familia y de la
escuela procurar que este desarrollo se haga realidad, por lo que ambas deben asumir
esta responsabilidad de manera conjunta, colaborando en todo para procurar a los niños
y jóvenes el ambiente idóneo en el que puedan aprender y formarse como personas.

En consecuencia, es importante que los padres tengan conocimiento en todo


momento de lo que sus hijos hacen en la escuela y para ello, uno de los objetivos del

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programa formativo es el de acercar a los padres a una realidad que a veces, muchas por
desconocimiento, les resulta ajena, informando, formando y orientando sobre la mejor
manera de colaborar con la escuela.

La consecución del objetivo anterior precisa que los padres conozcan el sistema
educativo español, los nuevos planes de estudios que se aprueban, la orientación que
reciben sus hijos al terminar la educación obligatoria, de tal forma que tengan
herramientas para ayudarles en el estudio o en el momento de elegir los estudios a
realizar tras la citada etapa obligatoria.

Las charlas que pertenecen a este cuarto bloque temático sobre familia y escuela,
que se vienen impartiendo con regularidad son las siguientes:

Dentro de este cuarto bloque temático estarían las siguientes charlas:

- Relaciones entre familia y escuela.

- ¿Cómo ayudar a nuestros hijos en sus estudios?

- Orientación profesional de los hijos.

- Actividades extraescolares ¿son adecuadas? ¿cómo hacer un buen uso?

- Bolonia 2010. El fin de la convergencia.

3.8.- Formación de juntas directivas.

Este bloque temático se encuentra muy relacionado con el anterior, en la medida


en que es responsabilidad de la familia y de la escuela el desarrollo integral de la
persona. Pero es indiscutible también, que cuanta mayor sea la implicación de las
familias, más fácil será la labor del centro, lo cual revierte directamente en el beneficio
de sus alumnos.

La participación de los padres en la escuela es necesaria, pudiéndose decir que


hasta obligatoria. En la actualidad existen numerosos mecanismos que facilitan esta

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participación, fundamentalmente a través de asociaciones de padres de alumnos, y
también a través de su participación en los consejos escolares de los centros.

En las juntas directivas de las asociaciones de padres de alumnos integradas en las


Federaciones Católicas trabajan de forma desinteresada miles de padres y madres, que
necesitan un apoyo y formación permanentes para desarrollar sus funciones de forma
adecuada. Con esta finalidad CONCAPA Comunitat Valenciana promovió la
publicación de la Guía de Asociaciones de Padres de Alumnos, donde se detalla el
régimen jurídico general de estas asociaciones, sus obligaciones documentales y
contables, tributarias y de protección de datos, tanto de la normativa estatal, como de la
normativa específica aprobada por la Generalitat Valenciana.

Se ha visto, sin embargo, la necesidad de profundizar y detallar los contenidos de


la citada Guía, en la medida en que es indispensable que los miembros de las juntas
directivas tengan un conocimiento de todas las posibilidades que ofrece la legislación
vigente, animando siempre a que con su participación en las asociaciones de padres de
alumnos, puedan crear un espacio de diálogo en el que los padres puedan colaborar en
las actividades educativas del centro, representar los intereses generales de los padres,
así como defender los derechos e intereses de los alumnos y de las familias.

Como consecuencia de todo lo expresado, y atendiendo a los fines de la


Federaciones Católicas, dentro de sus programas formativos se ofrecen una serie de
charlas dirigidas, fundamentalmente, a los miembros de las juntas directivas de las
asociaciones, que constituyen auténticos seminarios o sesiones de trabajo, donde tienen
la oportunidad de resolver sus dudas y reflexionar sobre cualquier tema relacionado con
la gestión de las asociaciones de padres, con profesionales de prestigio,
fundamentalmente juristas y economistas, especializados en la temática de estas
asociaciones.

Las charlas que pertenecen a este quinto bloque temático sobre formación de
juntas directivas y que se vienen impartiendo con regularidad son las siguientes:

- Régimen jurídico de las asociaciones de padres de alumnos.

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- Obligaciones documentales y funcionamiento de las asociaciones de padres de
alumnos.

- Ley estatal de asociaciones.

- Ley valenciana de asociaciones.

- Obligaciones contables y tributarias.

- Obligaciones de la Ley de Protección de Datos.

- Responsabilidad civil de los miembros de las juntas directivas de las


asociaciones de padres de alumnos.

3.9.- Otros temas de interés

En este último bloque temático se ofertan, teniendo en cuenta que el programa


formativo está promovido por Federaciones Católicas, no solo preocupada por intereses
sociales y políticos, sino también por las cuestiones de tipo moral y religioso, una serie
de temas relacionados con la historia y la cultura católica, así como relativos a la
educación en la fe.

En este bloque se incluyen charlas que son ofrecidas en muchos casos por los
padres que se integran en las diferentes asociaciones de la Federación y se trata de
temas que son de gran interés, tanto en nuestra formación cultural, como en nuestra
formación como cristianos. Entre las charlas que se han venido impartiendo destacan las
relativas a la historia y significado del Santo Cáliz, la Sábana Santa de Turín, o la vida y
mensaje de los Santos de la Iglesia, especialmente de las Órdenes, Congregaciones e
Instituciones que son titulares de los colegios católicos.

Es imprescindible que los padres se involucren en actividades que tengan que ver
con la pastoral y animen a sus hijos a participar de ellas. Se trata, en definitiva, de
animar, a los padres y a las madres a no desfallecer en la tarea de ayudar a crecer a sus
hijos, a “perder” su tiempo por ellos y amarlos como son, a transmitir la fe y a defender
la vida y la familia, el don más precioso.

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4.- PARTICIPACIÓN DE LOS PADRES EN LA ESCUELA

4.1.- Introducción

En los capítulos anteriores se ha visto que es imprescindible y muy conveniente la


colaboración de las familias con el colegio, de tal forma que se pueda hablar de una
acción conjunta entre ambos. Es necesario que los padres participen en los procesos
educativos de los hijos y que se impliquen en el proyecto educativo del centro,
colaborando activa y responsablemente con el ideario católico del centro escolar que
han escogido para sus hijos.

Es cierto que las tareas educativas son ejercidas, de forma conjunta, por las
familias y la escuela, pero no hay que olvidar que los padres tienen el deber inalienable
de educar a sus hijos y que no deben transferir esta responsabilidad educativa a la
escuela, pues ésta enseña por delegación de los padres, correspondiendo a la familia la
transmisión de certezas y valores según sus propias convicciones.

El término participación es un vocablo equívoco, que sirve para describir


conductas de la más diversa índole, como la de asistir a una reunión informativa o a
recoger notas, tomar parte en una fiesta, financiar una actividad cultural o recreativa. La
verdadera participación, sin embargo, requiere tomar parte en las decisiones que afectan
a una persona o grupo, en el caso que nos ocupa, la participación de los padres en el
proceso educativo del centro escolar a través de diferentes cauces.

La escuela y la familia se interrelacionan de forma continua y es necesario que


exista una adecuada implicación de las familias para facilitar la labor del centro. La
participación de los padres en la escuela debe ser real, porque ésta se considera un factor
y un componente de la calidad de la enseñanza y un beneficio para los alumnos.

66
En este sentido, para ser considerada una participación real, es necesario
intervenir en tres niveles concretos pues, en caso contrario, estaremos en un modelo de
participación formal, pero no real:

- La toma de decisiones en el establecimiento de objetivos que afectan a la


educación de los hijos.

- El desarrollo de los procesos de actuación o de ejecución referidos a los


objetivos establecidos para el centro educativo.

- El control del cumplimiento de los objetivos establecidos, valorando la


eficacia de la labor educativa.

Las normas educativas promueven la participación de los padres, tanto las


aprobadas por la Administración General del Estado, como las que emanan de la
Generalitat Valenciana, que promueven mecanismos que posibilitan esta participación.
En la actualidad los padres disponen de verdaderas y reales posibilidades para hacer
efectiva su participación.

4.2.- Importancia de las asociaciones de padres de alumnos.

Los padres están obligados a asumir sus responsabilidades como educadores,


tanto en el seno de la vida familiar, como en la atención a la educación que sus hijos
reciben en los centros de enseñanza. En este sentido, las asociaciones de padres de
alumnos tienen una especial importancia para garantizar su participación dentro del
centro y en el proceso educativo.

Los padres católicos no deben menospreciar este cauce de participación, por el


contrario, deben ejercer su derecho en este campo en favor de sus hijos y como medio
efectivo de colaboración en el compromiso de educar por sí mismos y por medio de
otras personas a sus hijos en la fe de la Iglesia y en su misión evangelizadora mediante
la educación.

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No hay que olvidar que el artículo 8.a) de la Carta de los Derechos de la Familia,
aprobada por la Santa Sede en el año 1993, proclama el derecho de las familias a ejercer
su función social en la construcción de la sociedad y se refiere a su derecho a la
constitución de asociaciones de familias y al papel de las mismas en la planificación y el
desarrollo de programas que afectan a la vida familiar, así como para defender los
derechos, fomentar el bien y representar los intereses de la familia. Este precepto que no
tiene reflejo específico a nivel constitucional, sí viene recogido de manera indirecta en
los artículos 22 y 23 de la Constitución española, que reconocen el derecho de
asociación y el derecho a la participación en asuntos públicos.

En el ámbito individual los padres pueden hacer un seguimiento de los procesos


educativos formales de sus hijos y de todas aquellas actividades que influyen en su
formación. Desde la participación colectiva, las asociaciones de padres de alumnos
constituyen el primer cauce que permite una participación real, un espacio de diálogo y
colaboración comprometida con las iniciativas para llevar a cabo el proyecto educativo
del centro, que puede llegar a generar en los padres una mayor identificación con su
colegio, permitiéndoles transitar del concepto de escuela-institución al de escuela-
comunidad.

Una asociación de padres de alumnos agrupa a los padres, madres o tutores


legales de los alumnos matriculados en un centro educativo no universitario, que
voluntariamente deciden unirse para participar y colaborar en su funcionamiento, a
través de los órganos que le son propios, así como lo establecido en sus propios
estatutos para la consecución de determinados fines y objetivos. Según lo previsto en la
legislación vigente, las asociaciones de padres de alumnos asumirán las siguientes
finalidades:

- Asistir a los padres y madres o tutores, en todo aquello que concierne a la


educación de sus hijos o pupilos.

- Colaborar en las actividades educativas del centro.

- Promover y facilitar la participación de los padres de los alumnos en la gestión


del Centro.

68
- Asistir a los padres de alumnos en el ejercicio de su derecho a intervenir en el
control y gestión del centro sostenido con fondos públicos.

- Facilitar la representación y la participación de los padres de alumnos en el


consejo escolar del centro y en otros órganos colegiados, incluso mediante la
presentación de candidaturas.

- Velar por el respeto a los derechos de los alumnos.

- Promover y organizar, en su caso, la realización de actividades extraescolares


y complementarias, culturales, deportivas y recreativas.

- Representar los intereses generales de los padres ante las instancias educativas
y otros organismos.

La asociación podrá asignar en sus estatutos, en el marco de la Constitución y


conforme a la legalidad vigente, cualesquiera otros fines, en particular aquellos
referidos al ideario del centro y la doctrina católica, entre los que se pueden citar los
siguientes:

- Asumir, promover y contribuir a que todas las actividades educativas que se


realizan en el centro estén orientadas conforme al ideario, la moral y la
doctrina católica.

- La defensa de los derechos e intereses del alumno, relacionados con el logro


de su adecuada formación cristiana, cultural, social y humana.

- La promoción de un espíritu cristiano de cooperación y ayuda mutua entre los


asociados en orden a una asistencia social en beneficio del alumnado.

- Defender los derechos de la familia y, en concreto, el derecho inalienable de


los padres de formar y educar a sus hijos, especialmente, el de que éstos
reciban una educación y formación que no lesione la cultura, creencias y
convicciones familiares.

69
- Cualquier otro que se acuerde por la asociación conforme a la legalidad
vigente.

Es conveniente recordar la necesidad de que los padres católicos asociados


promocionen la solidaridad entre las familias. En este sentido, interesa recordar que la
mayor parte de las instituciones educativas escolares católicas surgieron como respuesta
a las necesidades de los sectores menos favorecidos desde el punto de vista social y
económico, nacieron de una profunda caridad educativa hacia los niños y jóvenes
abandonados a sí mismos y privados de cualquier forma de educación. La manera de
enraizarse hoy con esta tradición caritativa y solidaria es estar atentos a detectar las
nuevas formas de pobreza que afectan a los jóvenes y a los niños, sin olvidar a quienes
todavía hoy se ven impedidos por la pobreza material para poder ser instruidos y recibir
una adecuada formación humana y cristiana.

4.3.- La comunidad educativa y relaciones con el centro

Las asociaciones de padres de alumnos, de acuerdo con los objetivos que tienen
asignados, están obligadas a relacionarse con la titularidad y la dirección del centro
educativo, en la medida en que deben colaborar con la actividad educativa del mismo.
Esta colaboración no debe producirse sólo a través del consejo escolar, sino que se
pueden y deben establecerse otros sistemas de comunicación.

Los padres deben conocer los fines y objetivos que el colegio pretende alcanzar en
orden a la formación integral de sus hijos, los medios más adecuados para su logro, las
concretas responsabilidades a las que están llamados a colaborar con el colegio y, sobre
todo, es vital para la educación de los hijos la total sintonía de los padres con el
proyecto educativo del colegio de sus hijos.

Como ha destacado la Congregación para la Educación Católica, las asociaciones


que reúnen a los padres de las escuelas católicas, representan otro puente entre la
comunidad educativa y la realidad circundante. Esas asociaciones pueden consolidar los
lazos de reciprocidad entre escuela y sociedad, manteniendo la comunidad educativa
abierta a la más amplia comunidad social y, al mismo tiempo, desarrollando una acción

70
sensibilizadora de la sociedad y de sus instituciones, en consonancia con la presencia y
la acción desarrollada por la escuela católica en el territorio.

En un contexto de comunidad escolar, la participación activa de los padres es un


factor beneficioso para alcanzar un ambiente de trabajo positivo, donde toda la
comunidad, a la luz de su ideario, se implique en su propio proyecto educativo católico.
Se puede afirmar que no existe mejor aportación y soporte de un centro educativo
católico, que el hecho de que exista una comunidad escolar que lo anime desde el
corazón del mismo.

En la medida en que la familia es la primera y fundamental escuela de


sociabilidad, los centros educativos deben aceptar de buen grado e incluso procurar, los
debidos cauces de comunicación con los padres de los alumnos. Estos contactos son
necesarios para que la tarea educativa de las familias y de la escuela se orienten al
compromiso de los padres con el proyecto del centro educativo, al tiempo que se pueda
conseguir una relación cordial y efectiva entre los padres, profesores, directores y
entidades titulares de las escuelas. Este es el presupuesto para que las familias puedan
educar convenientemente a sus propios hijos y cumplir así la función insustituible e
inalienable que les corresponde.

La comunidad educativa debe aspirar a constituirse en la escuela católica en


comunidad cristiana, una verdadera comunidad de fe. Ello es irrealizable, ni siquiera
inicialmente, sin el compromiso cristiano compartido, al menos por una parte de los
principales estamentos de la comunidad educativa, entre los que se encuentran los
padres, profesores y alumnos.

Esta relación se configura como plena participación de los padres en la vida de la


comunidad educativa, no sólo en razón de su primordial responsabilidad en la educación
de los hijos, sino también por compartir la identidad y el proyecto que caracterizan la
escuela católica y que ellos deben conocer y aprobar, con disponibilidad interior.
Precisamente por este motivo, la comunidad educativa especifica el espacio decisivo de
colaboración entre escuela y familia en el proyecto educativo, que debe ser dado a

71
conocer y actuado con espíritu de comunión, mediante la contribución de todos, de
acuerdo con las distintas responsabilidades, funciones y competencias de cada uno.

A los padres, en particular, les corresponde enriquecer la comunión en torno a este


proyecto, haciendo vivo y explícito el clima familiar que debe caracterizar a la
comunidad educativa. Por esta razón, la escuela católica, acogiendo con agrado la
colaboración de los padres, considera también como un momento esencial de su propia
misión, el servicio orgánico de formación permanente ofrecido a las familias, para
apoyarlas en su tarea educativa y para promover una coherencia cada vez más profunda
entre los valores propuestos por la escuela y los propuestos en familia.

La formación cristiana de los padres en íntima comunión con el proyecto


educativo católico supone la asunción de la síntesis cristiana que facilite el diálogo
abierto de los padres con la problemática individual de sus hijos, al objeto de contribuir
a su formación religiosa y moral. La educación en los valores cristianos depende en
gran manera de la motivación, vivencia y ejemplaridad que los padres aporten a sus
hijos. Comprometer a los padres en la acción educativa de los hijos es también hacerles
partícipes de los problemas, logros y necesidades del colegio, creando cauces de
participación institucional, formativa y humana junto al resto de la comunidad
educativa.

La educación de los hijos es una de las tareas más apasionantes que realizan los
padres al cabo de su vida. En ella disfrutarán poniendo en práctica todos sus recursos,
pero también, en muchos momentos, sus dudas de cómo educarles les llevarán a
situaciones de verdadero desánimo e impotencia. En este contexto los padres deben
esmerarse en la adquisición de los conocimientos y recursos necesarios para llevar a
buen término tan difícil quehacer.

El educador no nace, sino que se hace, por ello es necesario aprender a educar. En
la actualidad se publican numerosos libros, artículos, revistas especializadas, guías,
folletos y charlas de diferentes organismos e instituciones, pero en las escuelas católicas
los padres cuentan con iniciativas como las escuelas de padres y los programas

72
formativos que, en muchas ocasiones son promovidas por las entidades titulares de los
colegios.

4.4.- El consejo escolar de centro.

Los padres pueden participar en el centro educativo a través de las asociaciones de


padres y como representantes en el consejo escolar del centro, máximo órgano
colegiado representativo de la comunidad educativa, que en su composición garantiza
que los diversos estamentos tengan ocasión de participar en él y corresponsabilizarse de
la gestión global de la escuela.

El consejo escolar es el lugar apropiado para realizar propuestas y debates, en la


medida en que la participación activa supone, entre otras actuaciones, intervenir en la
elaboración del proyecto educativo del centro, proponer soluciones a los problemas que
se planteen en la gestión del centro; al tiempo que se pueden suscitar iniciativas, crear
responsabilidades, tomar conciencia, despertar el compromiso, exigir información,
plantear necesidades, satisfacer exigencias y enriquecer la comunicación, siempre desde
el diálogo y la colaboración basados en el mutuo respeto, en el reconocimiento del
recíproco papel que cada uno representa en el centro y en el servicio común al alumno.

En las elecciones a los consejos escolares concurren el profesorado, el alumnado,


todos los padres, madres y tutores de los alumnos, así como el personal de
administración y servicios. Las asociaciones de padres, además de que pueden presentar
candidaturas en el estamento de padres, tienen derecho a designar un representante en el
consejo, que puede ser cambiado por la asociación siempre que lo estime conveniente la
junta directiva, sin necesidad de esperar a la renovación del consejo escolar.

El consejo escolar renueva cada dos años a la mitad de sus miembros


pertenecientes a los sectores de profesores, padres y alumnado, de modo que el periodo
mínimo de permanencia es de cuatro años. En los centros privados concertados, tal
como establece la Ley Orgánica de Educación, la composición del Consejo escolar será
la siguiente:

- Director/a.

73
- Un concejal o representante del Ayuntamiento en cuyo término municipal se
halle radicado el centro.

- Tres representantes designados por la entidad titular del centro.

- Cuatro representantes del profesorado, elegidos entre ellos.

- Cuatro representantes de los padres elegidos entre ellos, salvo uno que es
designado por la asociación de padres más representativa del centro.

- Dos representantes del alumnado a partir de 1º de ESO, elegidos entre ellos.

- Un representante del personal de administración y servicios.

En lo que se refiere a las competencias del consejo escolar en los centros privados
concertados, entre los que se encuentran las escuelas católicas, se establecen las
siguientes funciones:

- Intervenir en la designación y cese del director/a del centro, que se realiza por la
entidad titular.

- Intervenir en la selección y despido del profesorado, aunque en este punto no


participan los representantes del alumnado.

- Participar en el proceso de admisión de alumnos, garantizando la sujeción a las


normas sobre el mismo.

- Aprobar, a propuesta del representante de la entidad titular del centro, el


reglamento de régimen interno. En este sentido, los padres presentes en el
consejo podrán elevar propuestas de modificación del reglamento de régimen
interno elaboradas por la junta directiva de la asociación.

- Conocer la resolución de conflictos disciplinarios y velar porque se atengan a la


normativa vigente. Cuando las medidas disciplinarias adoptadas por el director
correspondan a conductas del alumnado que perjudiquen gravemente la

74
convivencia del centro, el consejo escolar, a instancia de padres o tutores, podrá
revisar la decisión adoptada y proponer, en su caso, las medidas oportunas.

- Aprobar, a propuesta del titular, el presupuesto del centro, en lo que se refiere a


los fondos provenientes de la Administración Pública y a las cantidades
autorizadas por ésta, así como la rendición anual de cuentas de estos fondos.

- Aprobar y evaluar la denominada programación general anual del centro, que


elabora el equipo directivo. Hay que significar que un ejercicio adecuado de esta
función exige que los representantes de los padres en el consejo conozcan la
citada programación y las modificaciones que se realicen, de acuerdo con el
procedimiento que se establezca, al objeto de que puedan elevar las propuestas
que consideren convenientes.

- Participar en la aplicación de la línea pedagógica del centro y fijar las directrices


para las actividades extraescolares. En este contexto, interesa destacar que los
padres deberían recibir información sobre los libros de texto y los materiales
didácticos adoptados por el centro.

- Fijar los precios de las actividades extraescolares, dando cuenta a la Conselleria


d’Educació, pudiéndose elaborar informes al respecto por iniciativa de los
padres o a petición del consejo.

- Elaborar las directrices para la programación y desarrollo de las actividades


complementarias, visitas y viajes, comedores y actividades de verano, pudiendo
los padres participar, de acuerdo con el procedimiento que se establezca al
efecto, en los diferentes procedimientos de evaluación y colaborar en las
evaluaciones externas que se realicen.

- Proponer a la Conselleria d’Educació la autorización para establecer


percepciones complementarias a los padres de los alumnos con fines educativos
extraescolares.

- Establecer criterios sobre participación del centro en actividades culturales,


deportivas, recreativas y asistenciales; pudiendo los padres formular propuestas

75
para la realización de actividades complementarias que, en caso de ser
aceptadas, deberán figurar en la programación general anual.

- Establecer relaciones de colaboración con otros centros, con fines culturales y


educativos.

- Supervisar la marcha general del centro en aspectos administrativos y docentes,


función en la que los padres pueden conocer los resultados académicos globales
y la valoración que de los mismos realiza el consejo escolar.

- Proponer medidas e iniciativas que favorezcan la convivencia en el centro, la


igualdad entre hombres y mujeres y la resolución pacífica de conflictos en todos
los ámbitos de la vida personal, familiar y social.

La experiencia pone de manifiesto que es conveniente que los representantes de


los padres en el consejo escolar preparen las reuniones más importantes con la junta
directiva de la asociación de padres de alumnos, sin perjuicio de que, en los supuestos
en que no se realice de esta forma, se pueda informar a la junta directiva con
posterioridad a la realización de las sesiones del consejo escolar, e incluso al conjunto
de los padres del centro, reunidos en asamblea general extraordinaria.

La convocatoria de las reuniones ordinarias del consejo escolar se realizarán por


el/la Director/a, que remitirá a los miembros del consejo las correspondientes
convocatorias, en las que se recogerá el orden del día de la sesión y a las que se debería
adjuntar la documentación que vaya a ser objeto de debate o comunicar el horario y
lugar para su consulta para aquellos miembros a quienes les pueda interesar. El acta de
la sesión anterior se puede incluir entre los documentos, o indicarse donde la puede
consultar.

4.5.- Las Federaciones Católicas de Asociaciones de Padres de Alumnos.

Las asociaciones de padres de alumnos de los colegios católicos de la Comunitat


Valenciana están mayoritariamente integradas en las tres federaciones provinciales, la
Federación Católica de Asociaciones de Padres de Alumnos de Valencia (FCAPA), la

76
Federación provincial de Asociaciones de Padres de Alumnos “Escuela y Familia”
(CONCAPA Alicante), y la Federación Católica de Asociaciones de Padres de Alumnos
de la provincia de Castellón (CONCAPA Castellón), constituidas, entre otras, con las
siguientes finalidades:

- Prestar asistencia en materia jurídica y en cualquier otro tema a las


asociaciones, en todas aquellas cuestiones que se suscitan en la gestión
ordinaria de sus intereses.

- Facilitar que las asociaciones de padres de alumnos puedan programar


acciones formativas en sus centros, y puedan recibir ayudas para realizar
determinadas actuaciones.

- Agrupar a las asociaciones de padres de alumnos de la provincia, para


defender colectivamente sus intereses frente a las diversas Administraciones
Públicas, en especial la Conselleria d’Educació.

Existen referencias que se remontan al año 1932 por las que puede establecerse la
existencia de la entonces denominada Asociación Católica de Familias, que daría origen
con su refundación el 1 de abril de 1950 a las actuales Federaciones Católicas de
Asociaciones de Padres de Familia y Padres de Alumnos en las tres provincias
valencianas. En sus comienzos las Federaciones contaban con muy pocas asociaciones y
su consolidación se produjo en los años anteriores y posteriores a las primeras
elecciones democráticas del año 1977.

En la actualidad se integran en las tres federaciones provinciales cerca 300


asociaciones de padres vinculadas a colegios concertados, pertenecientes a las diversas
Órdenes, Congregaciones e Instituciones religiosas, así como a las tres Diócesis
valencianas; aunque también agrupan a colegios privados no concertados y a colegios
públicos. En las Federaciones Católicas se integran cuantas asociaciones de padres
aspiran a que los centros escolares con los que se relacionan se configuren como
auténticas comunidades educativas, en las que se atienda a la formación integral de los
alumnos con base en un proyecto educativo coherente con una concepción cristiana del
ser humano.

77
El máximo órgano de gobierno de una federación de asociaciones de padres de
alumnos es la asamblea general, en la que están presentes el presidente o un
representante de cada una de las asociaciones federadas. Es habitual que a las asambleas
generales acudan otros miembros de las asociaciones, además del presidente, aunque si
hubiera que realizar algún tipo de votación, éstos últimos no tendrían derecho a voto,
aunque sí podrían intervenir en las deliberaciones.

En las asambleas generales se aprueban las directrices de actuación para la junta


directiva de la Federación en cada curso escolar, al tiempo que se aprueban los
presupuestos de cada ejercicio económico y los balances de ingresos y gastos de cada
uno de los ejercicios cerrados. El presidente de la Federación y el resto de la junta
directiva son elegidos por la asamblea, y constituyen los órganos permanentes de
gestión entre cada una de las asambleas generales, ante la cual responden regularmente
de sus actuaciones, dando todas las explicaciones que los presidentes de las
asociaciones federadas estimen convenientes.

A lo largo del curso escolar, las Federaciones Católicas realizan una serie de
actividades dirigidas a los alumnos y a los padres miembros de las asociaciones
federadas. Entre ellas cabe destacar las sesiones formativas para los padres y
componentes de las juntas directivas, que se detallan en el capítulo tercero de esta obra;
así como los certámenes de corales infantiles que se realizan con el objetivo de destinar
el beneficio económico de los conciertos a proyectos misioneros de las instituciones
religiosas titulares de los colegios de las asociaciones federadas.

Igualmente desde hace años se realizan con la participación de los alumnos,


padres y profesores, los concursos de Belenes, cuentos y tarjetas de Navidad. También
se edita una revista semestral que está abierta a la participación de las asociaciones, y en
la que se recogen, noticias y artículos de opinión sobre temas que interesan o preocupan
a las familias y las asociaciones. Muy importante por su repercusión son los servicios de
administración, secretaría técnica, asesoría jurídica y fiscal que las federaciones ponen a
disposición de las asociaciones para resolver todas aquellas dudas, dificultades o
problemas legales, normativos o administrativos que puedan tener en la gestión diaria.

78
Las Federaciones Católicas defienden el derecho de los padres a elegir el tipo de
educación para sus hijos conforme se recoge en el artículo 26 de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos y el artículo 27 de la Constitución Española que
afirman que los padres tendrán derecho a escoger el tipo de educación que habrá de
darse a sus hijos de acuerdo con sus convicciones; así como la gratuidad de la
enseñanza al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental o
enseñanza básica.

Las actuaciones de las federaciones de CONCAPA se orientan a garantizar que se


proteja y se facilite a los padres el ejercicio de su responsabilidad educativa; la
formación integral de la persona, potenciando la educación en valores; que la educación
de los hijos esté en consonancia con las creencias y convicciones de sus padres; al
tiempo que se promueva la educación de la infancia y la adolescencia en la
trascendencia, el respeto, la disciplina y el autodominio mediante el diálogo, la
cooperación y la convivencia.

La familia es otro de los valores fundamentales que están presentes en todas las
actuaciones de cada una de las Federaciones Católicas de Asociaciones de Padres de
Alumnos, que se orienta a reconocer y promocionar esta institución como núcleo
fundamental de la sociedad y como ámbito educativo natural del niño que garantiza su
adecuado desarrollo integral. En este contexto, es imprescindible la formación de los
padres como elemento esencial para mejorar la calidad de la educación.

4.6.- Instancias autonómicas y municipales de participación.

En el año 1985 se constituyó la Confederación de Padres de Alumnos de la


Comunidad Valenciana que agrupa a las tres federaciones provinciales integradas a
nivel estatal en la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de
Alumnos (CONCAPA), para dar respuesta al marco legislativo de representación en el
Estado de las Autonomías.

La organización CONCAPA Comunitat Valenciana (CONCAPA-CV) es el


interlocutor de las tres federaciones provinciales ante la Conselleria d’Educació y el

79
resto de instancias administrativas de la Generalitat; y cuenta con representación en las
altas instituciones consultivas de la Administración autonómica, entre ellas el Consejo
Escolar de la Comunitat Valenciana y el Consejo Valenciano de Bienestar Social, como
entidad representativa de la familia y; así como en las instancias de negociación, como
es la Mesa de Padres de la Conselleria d’Educació, en la que también están
representadas las dos confederaciones que agrupan a las asociaciones de padres de
alumnos de los colegios públicos. Se trata de un lugar de debate netamente sectorial y
previo a las discusiones del Consell Escolar de la Comunitat Valenciana, que permite
hacer un seguimiento de la vida escolar, su organización y sus problemas reales.

En la mesa de padres se aportan ideas o sugerencias sobre la política educativa del


Gobierno valenciano, al tiempo que se discuten y valoran las propuestas relevantes de
disposiciones normativas que elabore la Conselleria d’Educació, pudiendo proponer la
adopción de medidas sobre la mejora de la calidad de enseñanza, así como hacer un
seguimiento sobre su ejecución.

CONCAPA Comunitat Valenciana es una entidad declarada titular de acción


social por la Conselleria de Benestar Social, que participa en diversas instituciones de
participación social como el Foro de la Familia de la Comunitat Valenciana y la
Fundación de la Solidaridad y el Voluntariado de la Comunitat Valenciana.

CONCAPA Comunitat Valenciana también está presente en el Consell Escolar de


la Comunitat Valenciana es el superior órgano consultivo y de participación social en la
programación general de la enseñanza en el ámbito autonómico a través de la
representación de todos los sectores afectados en la programación general de la
enseñanza y que la dinámica social ha ido incorporando a la comunidad educativa, entre
otros, los sindicatos de enseñanza, las federaciones de alumnos, las federaciones de
asociaciones de padres de alumnos de la escuela pública y concertada, la federación de
empresarios de la escuela concertada, las Universidades valencianas, organizaciones
empresariales y sindicatos, así como la propia Administración educativa.

En su condición de máximo órgano consultivo y de participación social en el


ámbito educativo en la Comunitat Valenciana, el Consell Escolar elaborará anualmente

80
un informe sobre la situación del sistema educativo en la Comunitat Valenciana y tendrá
que ser consultado preceptivamente elevando elevar propuestas, previo estudio y debate
de la documentación existente, en los siguientes asuntos:

- Las bases y los criterios básicos para la programación general de la enseñanza


en la Comunitat Valenciana.

- La programación anual de recursos materiales y humanos dedicados a la


satisfacción de las necesidades educativas.

- Los criterios y el contenido de los proyectos de Ley que en materia educativa


el Consell de la Generalitat Valenciana se proponga remitir a Les Corts
Valencianes para su aprobación.

- Los criterios básicos de las normas reglamentarias elaboradas en ejecución de


las leyes que en materia educativa aprueben Les Corts Valencianes.

- Los criterios básicos para las actuaciones en materia de compensación


educativa entre las distintas zonas o comarcas de la Comunitat Valenciana.

- La determinación de las características propias que han de tener los centros


docentes valencianos, sin perjuicio de los requisitos mínimos fijados por el
Estado.

- Reforma de los programas y orientaciones didácticas en orden a incrementar


la promoción de la conciencia de la identidad y los valores históricos y
culturales del pueblo valenciano.

- Cualquier otro asunto que la Conselleria d’Educació le someta a consulta.

El Consell Escolar de la Comunitat Valenciana, a iniciativa propia, también podrá


hacer propuestas a la Conselleria d’Educació en relación con los asuntos siguientes:

- Cumplimiento de las normas legales en los centros públicos y privados.

- Orientaciones pedagógicas y metodológicas.

81
- Renovación pedagógica.

- Formación y perfeccionamiento del profesorado.

- Evaluación del rendimiento escolar.

- Régimen de los centros docentes.

- Cualquier otro tema relacionado con la calidad de la enseñanza y con los


derechos de la persona reconocidos en la Constitución.

- Política de personal.

Las asociaciones de padres de alumnos están presentes, asimismo, en los consejos


escolares municipales, órganos colegiados de carácter consultivo y de participación
democrática en la programación y control de la enseñanza de nivel no universitaria por
parte de la comunidad local, que se constituyen en todos los municipios que tengan
centros escolares.

Los consejos escolares municipales elaborarán anualmente un informe sobre la


situación del sistema educativo en el municipio y podrán recabar información de la
Administración educativa y de las autoridades locales sobre cualquier materia que ataña
a la educación en el ámbito municipal, y especialmente, sobre el rendimiento escolar.
Así mimo habrán de ser consultados preceptivamente por el Ayuntamiento en las
siguientes materias:

- Elaboración de propuestas y solicitud de ubicación, construcción y renovación


de centros docentes y unidades escolares dentro del término municipal.

- Actuaciones y disposiciones municipales relativas a la enseñanza con


incidencia en materias tales como educación especial, escolarización de
marginados, actividades complementarias, extraescolares y enseñanzas no
regladas.

- Fijación, distribución y gestión de los recursos que en materia educativa


corresponde invertir a los Ayuntamientos y aquellos otros fondos que

82
discrecionalmente se incluyan en los presupuestos municipales para acciones
educativas.

- Constitución de patronatos o institutos patronales de educación.

- Propuesta de convenios y acuerdos para mejorar la prestación del servicio


educativo.

Los consejos escolares municipales también se encargan de designar miembros


para la constitución de las comisiones de escolarización. Estas comisiones sirven para
instrumentalizar todo el proceso de admisión de alumnos en los centros sostenidos con
fondos públicos. En cada una de las comisiones está presente un representante de la
Federación Católica, aunque no sean miembros del consejo escolar municipal.

Es importante que las asociaciones de padres de alumnos se integren en los


consejos escolares de su municipio y en las comisiones de escolarización, aunque hay
que tener en cuenta que en las grandes ciudades de la Comunitat Valenciana existe una
comisión de escolarización en cada uno de los distritos. Los representantes son elegidos
por las propias asociaciones de padres del municipio, aunque en las grandes ciudades es
habitual que sean nombrados por las Federaciones Provinciales, siempre teniendo en
cuenta las propuestas de las asociaciones.

4.7.- Instancias nacionales de participación.

Las Federaciones Católicas de Asociaciones de Padres de Alumnos de las tres


provincias valencianas están integradas en la Confederación Católica Nacional de
Padres de Familia y Padres de Alumnos (CONCAPA), que es la entidad encargada de
defender los intereses de los padres de los colegios católicos ante el Ministerio de
Educación y en las diversas instancias internacionales.

La organización CONCAPA fue creada en el año 1929 y cuenta con más de 80


años de vida, aunque surge como órgano coordinador de las asociaciones de padres de
familia que en aquél momento funcionaban en diversas provincias españolas. En la
actualidad es la primera organización de la familia en España y la mayor en el número

83
de afiliados, con una representatividad de más de tres millones de familias integradas en
sus 52 federaciones.

Desde el principio se orienta a la defensa de los intereses de la familia y del papel


de los padres como primeros educadores. También desde sus comienzos participa
activamente en todos los foros educativos y familiares nacionales e internacionales.

La organización CONCAPA sostuvo una decidida lucha a favor de un pacto


escolar, convocando en 1983 y 1984 unas manifestaciones multitudinarias. En 1996
firma el Acuerdo Nacional de Educación. Además, ha liderado hitos como la campaña
de recogida de más de tres millones de firmas a favor de la asignatura de religión que se
realizó en el mes de marzo de 2005, o la gran manifestación a favor de la libertad y
calidad de la enseñanza del 12 de noviembre de 2005, en la que participaron más de dos
millones de personas. A lo largo de estos años ha realizado, además, numerosas
actividades y cursos para padres, publicaciones, entre otras.

CONCAPA pertenece a numerosas organizaciones internacionales de familia,


ostentando también la presidencia de la Unión Iberoamericana de Asociaciones de
Padres de Familia y Padres de Alumnos (UNIAPA), que representa a las organizaciones
familiares de doce países, entre los que se encuentran Argentina, Bolivia, Colombia,
Chile, Ecuador, España, México, Paraguay, Perú, Portugal, Uruguay y Venezuela.

Entre sus objetivos, cabe destacar la defensa de la calidad y la libertad de


enseñanza y de la libre elección de centro y modelo educativo; el respeto a los derechos
y libertades de los ciudadanos en relación con la educación y la familia; la defensa de la
familia y los derechos de los padres y de los niños; la promoción de la formación
integral de la persona y de la educación en valores; la gratuidad de la enseñanza en
todos los niveles educativos; y el apoyo a los proyectos educativos de centro.

84
CAUCES DE PARTICIPACIÓN DE LOS PADRES EN LA ESCUELA

COMUNIDAD EDUCATIVA DEL CENTRO


ALUMNOSDE EQUIPO PERSONAL
CENTRO DIRECTIVO NO DOCENTE

CONSEJO ESCOLAR
DEL CENTRO

PADRES PROFESORES CLAUSTRO

ASOCIACIÓN TITULARIDAD
DE PADRES
DIRECCIÓN

Asamblea
general
COMEDOR

Junta CULTURAL
directiva
SOCIAL

Comisiones
FESTEJOS

FORMACIÓN DE PASTORA
PADRES

FEDERACIÓN ASESORAMIENTO Y
CATÓLICA FORMACIÓN DE PADRES

CONSEJO S ESCOLARES
MUNICIPALES

CONSELL ESCOLAR DE LA
COMUNITAT VALENCIANA

CONCAPA COM.
VALENCIANA MESA DE
PADRES

CONCAPA Nacional CONSEJO ESCOLAR DEL


ESTADO

85
5.- ACTIVIDADES DE LAS ASOCIACIONES DE PADRES

5.1.- Introducción

En atención a todos los temas que se han tratado en los capítulos anteriores, se
puede concluir que las asociaciones de padres de alumnos pueden desarrollar numerosas
actuaciones para promover y potenciar la comunidad educativa y, en consecuencia, para
mejorar la formación y beneficiar a los alumnos de los centros docentes, entre los cuales
se encuentran los hijos de las familias asociadas.

En cualquier caso, las actuaciones a realizar han de tomar como punto de partida
una antropología acorde a la naturaleza del ser humano, pues es la única manera de que
la educación recibida por los niños y jóvenes sea una educación integral y adecuada. En
caso contrario se estaría distorsionando la realidad que les caracteriza como personas e
impidiendo que la naturaleza humana alcance su mayor realización en el amor-don.

No hay que perder de vista que todas las actividades de las asociaciones de padres
de alumnos de los colegios católicos deben orientarse a colaborar en el proyecto del
centro educativo, que no es otro que educar en, para y por el amor-don, en consonancia
con la dimensión espiritual propia de las personas y, en consecuencia, éstas deben
ocupar un lugar preferente y prioritario en la comunidad educativa.

El conocimiento y la experiencia racional de la persona humana en su integridad,


principalmente de su realidad espiritual, potenciará el adecuado desarrollo de los
miembros de la comunidad educativa escolar y, ante esta realidad, las asociaciones de
padres de alumnos pueden promover, cooperar y colaborar con la pastoral del centro
facilitando el conocimiento y el crecimiento en la fe cristiana del alumnado por medio
de itinerarios adaptados a los tiempos litúrgicos en compañía de la oración, de manera
que se dé una inseparable síntesis entre fe y razón en el proceso de formación del
alumnado que les capacite para alcanzar una verdadera formación humanista integral
que inspire su cultura y su vida.

Para ello, en primer lugar, las familias tendrán que tener acceso a una formación
integral acorde a la naturaleza humana, de manera que cualquier temática asociativa,

86
educativa, familiar y/o personal pueda ser tratada adecuadamente con garantías y
solvencia suficientes que capaciten a las familias para actuar con conocimiento de causa
en beneficio de sus descendientes y de la comunidad educativa escolar, y en segundo
lugar, las familias tendrán que participar activamente asociándose, para así poder
colaborar y cooperar con el centro docente y con la sociedad entera.

Llegados a este punto de la obra, surgen una serie de cuestiones que han de ser
afrontadas desde la asociación de padres de alumnos, en la necesidad de estar al servicio
de las familias asociadas, colaborar y cooperar con la escuela, o ayudar en la adecuada
formación del alumnado del centro e hijos de las familias asociadas.

En este sentido, se estará al servicio de las familias asociadas informándolas y


formándolas apropiadamente, se colaborará y cooperará con la escuela ejerciendo una
representación institucional responsable, y se ayudará en la adecuada formación del
alumnado colaborando con la escuela en su formación integral ejerciendo activamente
el derecho-deber que tienen los padres como primeros y principales educadores de sus
hijos. Estas actuaciones se desarrollarán mediante las actividades que se detallan a
continuación.

5.2.- Actividades informativas

Como se ha comentado anteriormente, no puede haber una auténtica comunidad


educativa sin comunicación y comunión, que no se producen si no hay un dialogo
constructivo, respeto hacia el otro y un punto de partida en común. En consecuencia, la
primera actuación que ha de llevar a cabo una asociación de padres de alumnos es
promover una fluida comunicación entre sus asociados.

La consecución del objetivo anterior exige que el órgano de representación o junta


directiva de la asociación informe periódicamente a las familias de las diversas
actuaciones que desarrolla la asociación y de las noticias referidas al funcionamiento del
centro educativo que sean de interés para los padres. Los cauces de comunicación más
usuales son las circulares, los boletines, las revistas y la página web de la asociación o
del colegio.

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Las circulares son el medio escrito habitual por el que la junta directiva se
comunica con sus asociados, con la colaboración del titular del centro que suele ser el
encargado de imprimirlas y de hacerlas llegar a los padres a través de los alumnos del
centro educativo. Estas circulares se pueden publicar, asimismo, en los tablones de
anuncios de la asociación.

El contenido habitual de las circulares se refiera a los asuntos internos de la


asociación, como son la convocatoria de asambleas generales ordinarias o
extraordinarias, la realización de actividades extraescolares o complementarias, así
como la participación en eventos organizados por el colegio. En las circulares también
se puede informar de las directrices adoptadas por el consejo escolar de centro o
cualquier otra cuestión que los padres deban conocer, a juicio de la junta directiva,
sobre el funcionamiento ordinario del centro educativo.

Otro de los medios escritos de comunicación que puede utilizar la junta directiva
son los boletines periódicos, que se publican con una frecuencia determinada. En la
impresión y distribución de estos boletines se puede contar con la ayuda del centro
educativo, aunque también puede realizarlas la asociación por sus propios medios, dado
que pueden remitirse por correo a las casas de los padres, o publicarse en los tablones de
anuncios.

En estos boletines se recogen asuntos externos de la asociación, que pueden ser de


interés para los asociados; bien por afectar al funcionamiento y organización del centro
docente; por referirse a noticias de la localidad en la que está situado el colegio, como
pueden ser las festividades locales o acontecimientos culturales de interés para los
padres; o bien por referirse a otras materias que afectan directamente a las familias,
como pueden ser las ayudas públicas de la Generalitat o del Ayuntamiento para el
transporte y comedor escolar, becas de estudio o ayudas a las familias numerosas.

Las revistas son otro de los medios escritos que suelen utilizar las asociaciones de
padres, generalmente de mayor entidad y contenido que los boletines. Es el medio
escrito por el que la asociación refleja la actividad llevada a cabo en beneficio de la
comunidad educativa durante un espacio de tiempo determinado, trimestral o anual,

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siendo lo habitual éste último. Su contenido viene a ser un comentario, resumen o
compendio de lo recogido en las circulares y boletines, al tiempo que se recogen
noticias con imágenes, junto con escritos de autor provenientes de sus asociados, de los
ponentes que hayan impartido charlas formativas, del profesorado del colegio, o del
propio titular del centro docente o de miembros de la Administración educativa.

La mayor dificultad que tiene el presente medio de comunicación asociativo es su


necesaria maquetación y edición que, a diferencia de las anteriores actividades
informativas, implican un coste asociativo a presupuestar anualmente. Este gasto
presupuestario puede abaratarse si se cuenta con la colaboración de algún miembro de la
asociación que pueda maquetar informáticamente la revista, o si se puede alcanzar un
acuerdo con algún profesor del colegio o profesional, que pueda hacerlo por un precio
asequible.

Las revistas que publican las asociaciones de padres, generalmente en los grandes
colegios, suelen financiarse mediante la inserción de anuncios de empresas que
pertenezcan a padres del colegio, o personas relacionadas con la comunidad educativa;
de la empresa que realiza la impresión de la revista, que puede ofrecer un precio más
barato a cambio de publicidad; o de entidades o instituciones de la localidad, como
pueden ser el Ayuntamiento, entidades financieras o comercios, que pueden encontrar
un medio de hacer una publicidad adecuada.

El último de los medios de información que pueden utilizar las asociaciones de


padres, y que cada día se consolida como la gran alternativa de futuro, es la posibilidad
de contar con una página web propia, o un apartado en la página web del colegio. Se
trata de un medio por el que la asociación puede conseguir una notable difusión de la
información, dado que puede a acceder a ellas cualquier persona interesada, asociado o
no, por medio de internet.

El contenido de las páginas web puede ser tan variado y complejo como quiera la
asociación, desde la inclusión de apartados con enlaces directos a otras páginas web
consideradas de interés, hasta la creación de un foro propio de opinión, sin perjuicio de
la inclusión de diversas secciones en base a los criterios que se consideren convenientes,

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como podrían ser las secciones de circulares, noticias, actividades o información del
consejo escolar; con posibles subsecciones, en la medida en que la sección de
actividades podría subdividirse en pastoral, extraescolares, venta de uniformes y libros
de texto, entre otras.

El mayor inconveniente que tiene este medio de comunicación es la necesidad de


contar con una persona encargada de la gestión de la página web, ya que para su utilidad
práctica, se requiere una constante actualización y revisión que garantice su eficacia,
debiéndose de valorar la conveniencia de contar con un administrador.

Generalmente las páginas web de las asociaciones de padres de alumnos de los


colegios son gestionadas por un miembro de la asociación experto en esta materia, o por
el personal administrativo o de informática del propio centro educativo. En algunos
supuestos se cuenta con un área reservada para asociados, a la que se accede con una
clave facilitada por el administrador de la página web.

Con independencia del sistema de gestión de la página web que se utilice, es


conveniente tener una relación fluida con la titularidad y la dirección del centro
educativo, de manera que se pueda realizar una valoración conjunta de los documentos
a introducir y un control de las opiniones que se puedan expresar en la página web, en el
supuesto de que se permita esta posibilidad.

Por otra parte, hay que reconocer y destacar que es cuestión de tiempo la
imposición de los medios telemáticos para comunicar a los asociados las circulares, los
boletines e incluso la revista asociativa que se pueda editar, por lo que resulta
conveniente su inclusión como posible medio de notificación asociativa en las futuras
modificaciones que se hagan de los estatutos asociativos.

5.3.- Actividades formativas

Las asociaciones de padres de alumnos, con carácter ordinario, se encargan de


promover la formación de las familias asociadas y, con carácter extraordinario, de la
formación de la propia comunidad educativa. En el supuesto de asociaciones de padres
de alumnos de colegios católicos esta formación debe hacerse de conformidad con la

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naturaleza humana en si mismo considerada, que es trascendente, relacional, libre,
racional y sexuada, al objeto de facilitar la consecución de los siguientes objetivos:

- Facilitar que los asociados tengan información sobre aquellos temas que les
preocupan relacionados con la familia, los hijos, la escuela, la sociedad y la
propia asociación.

- Permitir un conocimiento de las instituciones y entidades a las que acudir para


profundizar en todos los temas que preocupan a los padres.

- Conseguir que los padres conozcan y adquieran pautas de conducta


recomendables frente a determinadas actitudes de sus hijos, así como en sus
relaciones con éstos, con sus cónyuges o con el propio centro escolar.

- Comprender las razones de la fe cristiana que mejoran considerablemente su


calidad de vida y realización personal y familiar.

Para ello se ha de contar con profesionales que orienten y asesoren a las familias
asociadas en la responsabilidad que tienen que ejercer como padres, adquiriendo unos
conocimientos básicos y necesarios en aquellas materias que la asociación considere
fundamentales, desde la educación afectivo sexual de sus hijos y alumnos del centro
escolar, pasando por la problemática de la etapa adolescente, hasta el asesoramiento de
la junta directiva y de los propios asociados en materias relacionadas con el
funcionamiento de las asociaciones de padres y del sistema educativo.

En consecuencia, resulta fundamental la adecuada formación integral de las


familias asociadas que forman parte de la comunidad educativa escolar, pues sin una
adecuada formación no se tiene un conocimiento objetivo de la realidad que les afecta, y
si no se conoce ésta, no se puede actuar con conocimiento de causa para poder afrontar
o solventar con garantías aquellas cuestiones de mayor relevancia que nos puedan surgir
en el devenir personal, familiar o escolar.

Toda la formación integral de la asociación ha de estar orientada a ayudar y


colaborar en el ejercicio del derecho-deber que tienen los padres de educar a sus hijos
de conformidad a sus convicciones personales, tal y como garantiza el artículo 27.3 de

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la Constitución Española, razón por la que conviene asistir a las actividades formativas
que se convoquen por la asociación, pues no hay nada más importante y por lo que más
merece la pena luchar que por la familia, y especialmente, por el bien de los hijos, que
se desarrolla en diversos ámbitos formativos.

Uno de los ámbitos de mayor relevancia para las asociaciones de padres de


alumnos es la formación de sus miembros como padres y como miembros responsables
de la comunidad escolar. Los programas formativos que se imparten en los colegios
católicos se detallan en el capítulo tercero de esta obra, que se enmarca dentro de las
actividades extraescolares o complementarias de las asociaciones.

Las actividades formativas de la asociación de padres no deben limitarse a los


padres asociados, sino que debe abarcar también a sus hijos a través de actividades
extraescolares o complementarias que les instruyan en aquellas materias que los padres
consideren de su interés, principalmente en todas aquellas áreas relativas al estudio,
entre las que destacan las clases de estudio y las clases de refuerzo.

Las clases de estudio son las que se desarrollan por las asociaciones de padres de
alumnos como actividad extraescolar o complementaria, son financiadas generalmente
por los padres de los alumnos que se benefician de estas actividades y no suelen suponer
coste alguno para la asociación, se acude de forma voluntaria y se imparten previa
autorización del centro educativo.

La puesta en marcha de estas clases implica que, a lo largo del curso docente, se
determinen uno o dos días a la semana en los cuales han de impartirse, aunque en
periodos de exámenes puede ampliarse más días, con la finalidad de facilitar y
posibilitar un espacio-tiempo apropiado para el estudio de aquellos alumnos que tengan
dificultad para encontrar en sus casas espacios adecuados de estudio. Las clases se
desarrollan cuando finaliza el horario escolar, generalmente por las tardes y hay que
hacer notar que en numerosas ocasiones son organizadas por los propios centros
escolares.

La dinámica de la clase de estudio suele consistir en la presencia de una persona


adulta voluntaria, que puede ser un miembro de la asociación, que se encuentra en el

92
aula en todo momento al objeto de garantizar un clima efectivo de estudio. Para ello,
puede hacerse un equipo padres responsables con la finalidad de que el tiempo
destinado a dirigir la clase de estudio no suponga una severa carga familiar para las
personas que se prestan a ello.

Las personas responsables de las clases, que se realizan en aulas o bibliotecas, se


encargan de tomar nota del alumnado asistente cada día, así como registrar las
incidencias que puedan surgir. Este tipo de clases se desarrollan en un ambiente de
silencio, circunstancia que obliga realizar un esfuerzo para mantener el orden en la
clase, procurando que los alumnos mantengan un clima adecuado para el estudio.

En el esquema de las clases de estudio se pueden establecer uno o varios


momentos de descanso, dependiendo de la edad de los alumnos. En cualquier caso las
normas de comportamiento y los tiempos de descanso deben ser públicos, de forma que
los estudiantes que asisten y sus respectivas familias, sean conocedoras de los mismos,
al objeto de contribuir a crear un ambiente favorable para el estudio.

Este tipo de clases puede no suponer un coste para la asociación de padres de


alumnos, siempre que encuentre con personas voluntarias para encargarse de ellas,
generalmente un grupo de padres de alumnos. En el supuesto de que no existieran
padres voluntarios se puede contar con antiguos alumnos o profesores del colegio, a los
que se les puede dar una contraprestación, que tendrían que financiar los padres de los
alumnos que acuden a estas clases, salvo que el dinero lo aporte la propia asociación de
su presupuesto ordinario, en la medida en que se trata de una actividad de la que pueden
beneficiarse todos los alumnos del centro educativo.

El segundo tipo de clases que se pueden organizar fuera del horario escolar, y que
se pueden promover por los padres o por el propio centro escolar, son las clases de
refuerzo o repaso, orientadas a cubrir las deficiencias académicas de los alumnos que
sean detectadas por los padres o por los profesores del centro, y que permiten reforzar y
profundizar determinadas materias curriculares, en el marco de una actividad
extraescolar o complementaria, que deben contar con la autorización del centro docente.
Este tipo de clases se suelen desarrollar uno o dos días por semana, entre lunes y jueves

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y suelen centrarse en las materias de mayor dificultad, generalmente las de ciencias y,
fundamentalmente, las matemáticas.

Este tipo de actividad surge ante la existencia de un número significativo de


familias asociadas que coinciden en la necesidad de reforzar ciertas asignaturas
curriculares lo que implica un gasto presupuestario concreto al requerir los servicios de
un profesional capacitado para ello, que puede ser un profesor del colegio, un asociado
o una persona ajena al colegio. Hay que significar que, con mucha frecuencia, estas
actividades son organizadas por los propios centros educativos, en la medida en que los
profesores son las personas que mejor pueden apreciar la existencia de carencias
importantes por parte de los alumnos.

En cualquier caso, y con independencia de que esta actividad sea organizada por
la asociación de padres o por el colegio, es habitual que los padres de los alumnos que
acuden a estas clases aporten unas cuotas que permitan financiar la retribución que
reciba la persona que imparte las clases. En este sentido, interesa destacar que en los
colegios católicos es relativamente frecuente que algún religioso o profesor del centro
se ofrezca de forma voluntaria y desinteresada para impartir estas clases, circunstancia
que evitaría tener que exigir una contraprestación a los padres.

Con independencia de estas clases de estudio y de refuerzo, pueden existir


determinadas realidades o materias que por su trascendencia para el proyecto educativo
del centro o para las convicciones y creencias propias de las familias, sea apropiada una
formación que afecte a todos los sectores de la comunidad educativa escolar, en la que
sea conveniente la aportación económica y humana de la asociación de padres de
alumnos.

En estos supuestos se trata de actividades extraescolares o complementarias cuya


puesta en práctica deberá de contar con la autorización del titular del centro y cuya
efectiva realización girará en torno a sus directrices, con el conocimiento y supervisión
de los padres, y destinado a la totalidad de la comunidad educativa del centro por
sectores, profesorado, alumnado y padres, con especial preferencia por el alumnado.
Entre estas actividades, aquellas que tienen una mayor relevancia son las actividades

94
pastorales, que han sido tratadas en el capítulo segundo de esta obra; así como las
relacionadas con la educación afectivo-sexual, que han sido referidas en el capítulo
tercero.

Estas actividades se pueden realizar por parte de la asociación de padres de


alumnos siempre y cuando su impartición no forme parte del horario lectivo, pues en
caso contrario será actividad escolar y deberá ser impartido de conformidad a la
normativa reguladora de la materia por el titular del centro o con su autorización,
atendiendo a su ideario y en coherencia a las convicciones de las familias que eligieron
el centro docente, así como en defensa de los derechos y libertades que tienen los
menores de conocer, valorar y vivir su espiritualidad y sexualidad, acorde a la
experiencia familiar, sin intervención en contra por parte de terceros.

Sin perjuicio de todo ello, y pese a la inclusión de la educación afectivo-sexual en


el horario lectivo, la asociación de padres de alumnos siempre podrá mantener como
actividad complementaria o extraescolar contenidos que considere relevantes para sus
asociados, que puede ofrecer a toda la comunidad educativa, padres, alumnos y
profesores, como puede ocurrir con materias relacionadas con la educación en el amor,
la antropología adecuada o el sentido integral de la persona.

5.4.- Actividades representativas

Las actividades representativas de las asociaciones de padres de alumnos son


fundamentales para una adecuada colaboración y cooperación con los diversos sectores
de la comunidad escolar, a diferencia de las comentadas anteriormente, donde la
asociación interviene con carácter ordinario al servicio de sus asociados y con carácter
extraordinario al servicio de la comunidad educativa, en éstas actividades
representativas, la asociación interviene como institución, actuando en las relaciones
jurídicas propias del ámbito educativo, asociativo e incluso laboral. Las actividades
representativas más significativas son las que desarrolla en el consejo escolar del centro
y en la Federación Católica de Asociaciones de Padres de Alumnos, que se han tratado
en el capítulo cuarto de esta obra.

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La asociación de padres de alumnos, por otra parte, puede formalizar convenios
de colaboración o contratos con entidades públicas o privadas que actúen en el ámbito
educativo, con la finalidad de beneficiar o facilitar el buen funcionamiento de la
asociación, así como la adecuada educación de sus hijos. Estos convenios pueden
promoverse por las propias asociaciones o formalizarse en el marco de convenios-marco
suscritos por las federaciones en las que están integrados.

En materia de educación superior existe un convenio formalizado con la


Universidad Cardenal Herrera/CEU del que pueden beneficiarse los miembros de las
asociaciones de padres integradas en las Federaciones Católicas, que permite que sus
hijos puedan estar becados en los estudios que cursan en esta Universidad; o que facilita
que los alumnos de ésta se encarguen de formar a la comunidad educativa, mediante la
realización de prácticas con su alumnado a través de las actividades complementarias o
extraescolares, obteniendo como contraprestación la participación del alumnado del
centro docente en becas de estudio o en la subvención parcial de la futura matriculación
en la citada Universidad según la calificación del alumnado solicitante, o el descuento
en la matriculación de los padres asociados en titulaciones de postgrado.

En materias que afectan a la actuación de las asociaciones de padres de alumnos,


es relativamente frecuente la formalización de contratos para cubrir la responsabilidad
civil derivada de actividades de las asociaciones de padres, o para estar al día en las
obligaciones que implica la Legislación de Protección de Datos, que generalmente se
promueven en el marco de los convenios-marco existentes con la mutua aseguradora
UMAS y con la empresa PRODAT.

Hay que significar que estos convenios, que han sido firmados por las
Federaciones Católicas, permiten la obtención de unos precios adecuados en la
suscripción de seguros de responsabilidad civil, sensiblemente inferiores a los que
podrían obtener las asociaciones, en el supuesto de promoverlos de forma
independiente. El régimen de los contratos referidos a las obligaciones de protección de
datos es muy diferente, en la medida en que el coste es asumido por las Federaciones.

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En materia de publicaciones pueden cerrarse convenios con entidades del sector,
imprentas o editoriales, al objeto de formalizar un abaratamiento del coste del material
que se utiliza anualmente o esporádicamente a la vista del volumen de trabajo, del
ámbito de actuación de la entidad solicitante, del perfil de los destinatarios, o de la
publicidad que se pueda obtener. En estos supuestos las asociaciones también pueden
beneficiarse de la intermediación de las federaciones para la obtención de unos mejores
precios.

Como se puede comprobar, en este tipo de actividades de representación, lo


habitual es que los posibles convenios que se puedan formalizar sean realizados por las
Federaciones Católicas de Asociaciones de Padres de Alumnos, que por sus fines y por
el número de sus integrantes tienen una mejor y mayor capacidad de negociación que
una asociación, siendo ésta una de las razones que valoran las asociaciones de padres de
alumnos en el momento de decidir su incorporación a una federación. Sin perjuicio de
ello, y extraordinariamente, siempre cabe la posibilidad de que entre los asociados
existan personas cuya profesión o actividad verse sobre dichas materias y puedan
mediar consiguiendo un trato más favorable al existente en el mercado.

El último supuesto de actividades representativas que puede citarse, es el que se


refiere a las asociaciones de padres de alumnos que han de contar con terceros ajenos a
la comunidad educativa escolar, para poder llevar a cabo sus actividades
complementarias o extraescolares, siempre y cuando no cuenten con asociados
voluntarios para ello.

En caso de tener que buscar al personal responsable de las actividades fuera de la


propia asociación, habrá que tener en cuenta la capacidad profesional y titulación del
personal interviniente, el tiempo de dedicación semanal que se ha de invertir, la
retribución a percibir y la naturaleza de la actividad, al objeto de determinar la relación
jurídica a formalizar y la modalidad de pago de los servicios prestados, en especial si se
trata de voluntariado o de personal laboral, debiendo cotizar a la Seguridad Social en
éste último caso.

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5.5.- Actividades extraescolares

En la práctica, la práctica totalidad de las actividades desarrolladas por las


asociaciones de padres de alumnos se califican como extraescolares, en la medida en
que se realizan en el centro educativo fuera del horario lectivo, y por ello, previamente
han de venir autorizadas y establecidas por el mismo, sin que puedan versar sobre
materias incluidas en la programación docente de cada curso, ni puedan ser tenidas en
cuenta para la evaluación académica del alumnado.

Excepcionalmente, las actividades desarrolladas por las asociaciones de padres de


alumnos podrían calificarse como complementarias si tuviesen carácter gratuito y se
realizasen en el centro educativo dentro del horario de permanencia obligada de los
alumnos, con la finalidad de complementar la actividad escolar, razón por la que
habitualmente son llevadas a cabo por el propio centro educativo.

Hay que significar que, en las actividades extraescolares organizadas por las
asociaciones de padres, resulta conveniente la formalización del pertinente seguro de
responsabilidad civil, al objeto de poder responder de los daños y perjuicios que puedan
tener los participantes e invitados en las mencionadas actividades. En la medida en que
las actividades complementarias se desarrollan dentro del horario escolar, están
cubiertas por los seguros suscritos por los centros educativos.

En los colegios católicos estas actividades, como cualquier otra que se realice,
deben realizarse desde una antropología adecuada a la persona afectando a su totalidad
de manera integradora, conforme a la dignidad que se desprende de su trascendencia, y
se llevarán a cabo mediante la contratación de los servicios con entidades encargadas de
ello, o mediante la prestación de la actividad por personal capacitado para ello.

Las actividades extraescolares que pueden realizar las asociaciones de padres de


alumnos se pueden agrupar en actividades deportivas, culturales, lúdicas y las
orientadas a la conciliación de la vida familiar y laboral. Interesa destacar como una
práctica habitual, especialmente en los grandes colegios, que estas actividades son
organizadas por los propios centros educativos, siendo las asociaciones meros

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colaboradores de éstos, participando activamente en su diseño y evaluación, pero no en
su organización.

En cualquier caso, y con independencia de que estas actividades sean realizadas


por los centros escolares o por las asociaciones de padres, siempre han de estar abiertas
a que participe cualquier alumno del centro. En los supuestos en que la actividad sea
organizada por la asociación de padres y pretenda participar un hijo de un padre que no
esté asociado, la asociación no podrá negarse, aunque podrá exigirle un precio más
elevado que el que pagan los padres que son miembros de la asociación.

Las actividades deportivas, que en ocasiones son organizadas por clubs deportivos
o entidades ajenas a las asociaciones de padres, son desarrolladas por monitores
capacitados, generalmente antiguos alumnos del colegio y se orientan a fomentar y
facilitar la práctica del deporte, para contribuir a la formación personal y mejorar la
calidad de vida del alumnado. Para ello se organizan actividades y servicios variados en
las siguientes áreas:

- Actividades de promoción del deporte destinadas al aprendizaje y


perfeccionamiento de determinados deportes, adquiriendo técnicas deportivas
propias. Estas actividades suelen desarrollarse en el colegio, en dos o tres
sesiones semanales de entrenamiento, aunque fuera del horario escolar.

- Actividades de competición en diversos deportes, a través de la participación


en competiciones organizadas por las federaciones deportivas, en los propios
centros docentes, o entre los centros de una misma entidad titular o de un
mismo del municipio. Estas actividades, que generalmente se realizan los
sábados por la mañana, exigen sesiones de entrenamiento durante la semana.

- Actividades relacionadas con el medio natural o con la naturaleza, como el


senderismo, escalada, deportes de nieve, entre otras. Hay que significar que
este tipo de actividades, por la complejidad que implica su organización,
suelen ser organizadas, con mucha frecuencia, por los propios centros
escolares.

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Las asociaciones de padres de alumnos también pueden organizar actividades
culturales, mediante la organización de visitas guiadas a determinadas localidades o
museos, la asistencia a teatros escolares, o la participación en talleres didácticos, que
generalmente se suelen realizar fuera del centro educativo

Con frecuencia este tipo de actividades culturales son programadas y realizadas


por los propios centros educativos, en estos casos suelen realizarse dentro del horario
escolar, con la finalidad de que el alumnado constate y experimente lo impartido en el
aula previamente.

Otra de las actividades que, con frecuencia, organizan las asociaciones de padres
son de carácter lúdico, entretenimiento y ocio, con el objetivo de fomentar y facilitar la
interrelación, el compañerismo y el desarrollo de determinadas capacidades del
alumnado mediante la salida a reservas naturales protegidas, la asistencia a parques
temáticos, o la práctica en diversas actividades que no se pueden calificar estrictamente
como deportivas o culturales, como por ejemplo, practicas de cocina, coros escolares,
clases de guitarra, pintura, piano, viajes de fin de ciclo o curso, entre otras.

En último lugar, ante la necesidad de conciliar el trabajo y la familia, debido a la


incorporación al mundo laboral de los progenitores, especialmente de las madres, las
asociaciones de padres de alumnos pueden realizar actividades de conciliación que
adecuen el horario escolar y laboral, protegiendo y promoviendo la estructura familiar
como núcleo fundamental y esencial para el adecuado desarrollo de las personas.

Con este objetivo, las asociaciones de padres de alumnos pueden organizar en los
centros educativos, previa autorización del titular, actividades para atender al alumnado
fuera del horario docente escolar, mientras los padres se encuentran en sus centros de
trabajo. Las modalidades más habituales de actividades de este tipo son las siguientes:

- Escuela de mañana o escola matinera, que se organiza durante el curso


escolar, con un horario que comienza a las 7,30 u 8 horas y finaliza a las 8,50
horas de la mañana, siendo muy diversas las actividades que se realizan,
principalmente con los alumnos de Educación Infantil o de los primeros
cursos de Educación Primaria.

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- Escuela de tarde, que se realiza durante todos o varios días del curso escolar.
Esta actividad se inicia a las 16,30 u 17 horas, coincidiendo con la finalización
de las clases y termina a las 18:30 u 19 horas de la tarde. Las actividades que
se realizan son muy variadas, dependiendo de la edad de los alumnos que
acuden a ellas.

- Escuela de verano, que se realiza durante el mes de julio y que, con carácter
general, cuenta con un horario escolar que abarca desde las 9 a las 14 u 15
horas; aunque de forma excepcional puede comenzar a las 8 horas y continuar
por la tarde hasta las 17 horas.

Estas actividades se prestan ordinariamente en las instalaciones del centro


educativo, siendo muy habitual que éste asuma la gestión y organización de estas
actividades, a la vista de la complejidad que implica, del elevado coste que supone, o
del limitado número de padres que utilizan este servicio.

El funcionamiento del servicio se puede desarrollar, tanto en régimen de gestión


directa por parte de la propia comunidad educativa del centro, como en régimen de
concesión de servicio de carácter mercantil contratando entidades cuyo objeto social se
dedica a ello. En este sentido, puede realizarse una o varias de las tres modalidades de
conciliación, atendiendo a las circunstancias concretas de la comunidad educativa
escolar.

La dinámica habitual de estas actividades de conciliación de la vida familiar y


laboral implica un programa educativo, no solamente asistencial, con un marcado
carácter lúdico, que ofrece espacios de educación integral durante el tiempo libre,
promoviendo la participación activa del alumnado en las actividades que se organicen
con la finalidad de desarrollar capacidades, fomentar valores y actitudes saludables,
favorecer el adecuado equilibrio personal y la interrelación social, y enriquecer la
experiencia personal en su integridad.

Se plantean tanto actividades de carácter más individual que desarrollan la


creatividad y el pensamiento personal, como otras de carácter grupal que fomentan la
participación en grupo a lo largo del curso escolar y en el mes de julio, adecuándolos al

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número y a las edades del alumnado asistente, como pueden ser las siguientes: dibujo,
pintura, recortado, pegado, sellado, plastilina, modelado de arcilla, manualidades,
confección de portadas y de caretas, maquillaje, puzles, cuenta-cuentos, audio cuentos,
guiñol, actividades musicales, mímica, concursos, juegos y cine. Se suelen organizar
fiestas al final de cada trimestre o en el mes de julio, mes en el que se suele contar con
piscinas hinchables.

Hay que significar que las asociaciones de padres de alumnos que prestan estos
servicios de conciliación de vida familiar y laboral pueden participar en las
subvenciones que anualmente reciben para estas actividades las Federaciones Católicas
de Asociaciones de Padres de Alumnos de la Dirección General de Familia de la
Conselleria de Benestar Social, y que han de distribuir entre las asociaciones federadas.

Las diversas asociaciones que forman parte de las Federaciones, al objeto de


contribuir a la financiación de este tipo de actividades, pueden solicitar también
subvenciones a la Dirección General de la Mujer de la Conselleria de Benestar Social, o
a los Ayuntamientos que prevean ayudas concretas para esta finalidad. En estos
supuestos las solicitudes se presentan de forma singular por cada una de las
asociaciones, aunque éstas cuentan con el apoyo de las Federaciones para la
cumplimentación de los requisitos y formalidades que se establezcan en cada caso
concreto.

5.6.- Servicios complementarios

Los servicios complementarios son servicios de los centros docentes de elevado


coste presupuestario, en virtud de lo cual su gestión suele ser llevada a cabo por los
titulares de las diferentes colegios a través de empresas del sector o subcontratas y de
acuerdo a la regulación legal vigente.

Sin perjuicio de ello, y de forma extraordinaria, las asociaciones de padres de


alumnos pueden encargarse del coste total o parcial de determinados servicios
complementarios del centro docente, previa autorización de la titularidad del centro
escolar y, en el caso de centros privados concertados, previa autorización de la

102
Administración educativa competente en el caso de que su realización implique
percepción económica alguna.

El servicio complementario más relevante, que se presta en la práctica totalidad de


los centros escolares, es el servicio de comedor escolar, que comprende tanto la
alimentación del alumnado usuario como la vigilancia y la atención educativa del
mismo, desarrollándose, con carácter general, durante la totalidad del tiempo que media
entre la finalización del horario lectivo matinal y el comienzo del horario lectivo
vespertino, sin perjuicio de que el servicio pueda prestarse cuando el horario del centro
educativo sea diferente.

La implantación de este servicio en los colegios presenta evidentes ventajas que


facilitan el acceso a la educación y favorecen que las familias puedan conciliar su
actividad laboral con la adecuada atención a sus hijos, que tienen derecho a recibir una
alimentación de calidad y una formación integral a través de actividades educativas que
le formen en aspectos relacionados con los hábitos de alimentación, los hábitos sociales
y los hábitos de vida saludable, todo ello en un adecuado clima de respeto y
convivencia.

Se trata de un servicio que no utilizan todos los alumnos de los centros


educativos, pero que resulta imprescindible para una parte significativa de los padres.
En consecuencia, se trata de un servicio generalizado, que suele ser prestado por los
centros escolares, aunque en los supuestos en que éstos no pueden asumirlo, son los
padres los que asumen su prestación.

En cualquier caso, resulta necesario que los padres conozcan y participen en la


forma en que se presta el servicio, aportando todas aquellas sugerencias que puedan
contribuir a le mejora del servicio, al tiempo que deben conocer y valorar los alimentos
que componen los diferentes menús, razón por la que se les hace entrega de una guía de
menús mensual o bimensualmente.

En el precio fijado para el comedor escolar se suelen incluir la alimentación y


limpieza, el transporte del alimento, el personal laboral existente, el coste de la
vigilancia y monitorización de la sala, el menaje y la reposición. Según el número de

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comensales, se procederá a establecer turnos para los usuarios o no sin perjuicio de que
siempre comience el alumnado de edad más temprana. Todo el alumnado comerá lo
mismo a excepción de aquellos que necesiten dietas blandas y menús especiales
aconsejados por el médico correspondiente.

El servicio de comedor se presta, con carácter ordinario, dentro de las


instalaciones del centro educativo a través de uno de los siguientes tipos de
contratación:

- Contratación del servicio de comedor mediante el suministro y elaboración de


comidas en el centro educativo a cargo de una empresa homologada.

- Contratación del servicio de comedor mediante el suministro de comidas


elaboradas en cocinas centrales y transportadas al centro educativo a cargo de
una empresa homologada.

- Excepcionalmente y de forma justificada, previa petición del consejo escolar


del centro educativo, podrá autorizarse la prestación del servicio de comedor
por un procedimiento distinto analizada la calidad y la viabilidad del proyecto
presentado.

El funcionamiento del comedor escolar deberá seguir las directrices elaboradas


por el consejo escolar del centro, someterse a las normas laborales y sanitarias
correspondientes, así como a la inspección de los poderes públicos competentes, y
solicitar, con antelación a cada curso escolar y en caso de centros de titularidad pública
o privados concertados, la autorización de la Administración pública competente junto a
una memoria acreditativa del carácter no lucrativo del servicio.

En este sentido, los padres deben participar en la revisión del funcionamiento del
servicio, en especial de los costes que determinan el precio que se les cobra
mensualmente. Hay que hacer notar que no todos los padres pueden acceder a las becas
de comedor que se convocan anualmente por la Conselleria d’Educació, pues se limitan
a los centros de titularidad pública pese a estar basadas en las circunstancias socio-
económicas del alumnado y su familia, pudiéndose dar en cualesquiera centros

104
docentes, públicos o privados concertados, debido a que los requisitos de escolarización
y admisión son los mismos para todos los centros sostenidos con fondos públicos.

Esta situación, que constituye una clara discriminación de los padres de los
colegios concertados, ha sido impugnada por la Confederación Católica de Padres de
Alumnos de la Comunitat Valenciana, aunque todavía no se cuenta con resolución
judicial alguna. Hay que significar, no obstante, que algunos Ayuntamientos realizan
convocatorias de becas de comedor, a las que se pueden concurrir los padres de los
colegios concertados.

El segundo de los servicios complementarios por su importancia es el servicio de


transporte escolar o desplazamiento del alumnado desde su domicilio familiar hasta el
centro escolar con antelación al inicio del horario escolar y con posterioridad al mismo,
que en muchos casos presenta indudables ventajas que facilitan el acceso a la educación
y favorecen que las familias puedan conciliar su actividad laboral con la adecuada
atención a sus hijos e hijas, todo ello en un adecuado clima de respeto y convivencia.

En la inmensa mayoría de los colegios católicos no existe este tipo de servicio, en


la medida en que los criterios de admisión a los centros concertados, unido a que la
demanda de plazas en estos colegios es muy superior a la oferta existente, determina
que todos los padres residan en el área de influencia del centro escolar, no siendo
necesario el establecimiento del servicio.

En los supuestos en que se implante el servicio de transporte escolar resulta


necesaria una adecuada planificación del servicio y que los padres conozcan, con
antelación al inicio del curso docente, los horarios y las paradas establecidas; al tiempo
que deben ser informados de cualquier variación que exista del trayecto por
circunstancias varias, estando debidamente informados de las incidencias que pudieran
surgir. En la tarifa fijada para el transporte escolar se incluyen las medidas de seguridad
del autobús, la vigilancia y monitorización del vehículo a lo largo de todo el trayecto, el
combustible necesario así como el conductor que suele ser el mismo a lo largo del curso
escolar salvo que circunstancias extraordinarias lo impidan.

105
El presente servicio se prestará tanto en régimen de gestión directa como en
régimen de concesión de servicio de carácter mercantil, su funcionamiento deberá
atenerse a las normas de seguridad establecidas en materia de transporte escolar, y para
poder percibir cantidades económicas de las familias por la prestación de este servicio
deberá de solicitarse, con antelación a cada curso escolar y en caso de centros de
titularidad pública o privados concertados, la autorización de la administración pública
competente sin poder superar las tarifas máximas determinadas para los centros de
titularidad pública.

En este sentido, los padres deben participar en la revisión del funcionamiento del
servicio, en especial de los costes que determinan el precio que se les cobra
mensualmente. Hay que hacer notar que, igual que ocurre con las becas de comedor
escolar, no todos los padres pueden acceder a las becas de transporte escolar que
convocan anualmente la Conselleria d’Educació, pues se limitan a los centros de
titularidad pública. Esta situación, que constituye una clara discriminación de los padres
de los colegios concertados, también ha sido impugnada por la Confederación Católica
de Padres de Alumnos de la Comunitat Valenciana, aunque todavía no se cuenta con
una resolución judicial sobre el tema.

Otros posibles servicios complementarios que se pueden prestar en los centros


escolares, que generalmente son prestados por los propios centros, pero que también
pueden prestar las asociaciones de padres, son la existencia de gabinetes médicos, de
psicopedagogo, de enfermera, o cualquier otro de naturaleza análoga, según las
necesidades y las circunstancias concretas de la comunidad educativa interesada.

En caso de que se percibiesen cantidades económicas de las familias para poder


acceder a estos servicios complementarios en los centros privados concertados, se
precisará de la autorización de la Administración pública competente, a la que habrá que
adjuntar una memoria acreditativa del carácter no lucrativo del servicio.

Una vez analizadas brevemente las posibles actividades a realizar por parte de la
asociación de padres de alumnos, y debido a que es habitual que todas estas actividades
se desarrollen en el colegio a cuya comunidad educativa pertenece, hay que recordar y

106
destacar que todas las actividades que se vayan a realizar de un año para otro han de ser
informadas al consejo escolar del centro incluyéndolas en el plan general anual que es
aprobado anualmente y, en consecuencia, habrá de incluirse una evaluación de las
actividades realizadas en la memoria de fin de curso. Para ello, en relación a las
actividades de la asociación de padres de alumnos hay que tener claro lo siguiente:

- Que han de tener una finalidad educativa por lo que hay que identificar los
objetivos educativos de todas las actividades que se organicen.

- Que han de ser voluntariamente aceptadas por los padres de los alumnos por
lo que han de aprobarse en asamblea general.

- Que no pueden formar parte del horario lectivo, es decir, no pueden integrar el
horario que comprende toda la jornada escolar incluyendo los períodos de
descanso que puedan establecerse entre dos clases consecutivas.

- Que no pueden discriminar a ningún miembro de la comunidad educativa de


manera que han de ir destinadas a todas las familias que deseen participar,
asociadas o no.

- Que no pueden tener carácter lucrativo, por lo que las percepciones que se
reciban serán fijadas por el consejo escolar del centro a propuesta del titular
del centro e irán destinadas a cubrir los gastos de la actividad.

- Que en los supuestos en que se perciban cantidades como contraprestación de


los servicios, se ha de hacer previa autorización por la Administración
educativa competente y su posterior acreditación de que han sido
efectivamente prestados. La carencia de la mencionada autorización será causa
de incumplimiento del concierto.

Todo ello, sin perjuicio de la rendición de cuentas que se ha de presentar


anualmente a las familias asociadas en la asamblea general ordinaria que suele
celebrarse por la asociación de padres de alumnos dentro del primer trimestre del curso
docente.

107
En definitiva, las actividades de las asociaciones de padres de alumnos son el
mecanismo apropiado que tienen los padres para intervenir en el buen desarrollo
educativo de sus hijos en la escuela, para colaborar con la labor educativa del titular
escolar y para promover una adecuada formación integral de la comunidad educativa
escolar, dando efectivo ejercicio a los derechos fundamentales inherentes a esta
sociedad natural y universal que es la familia y que están impresos en la conciencia del
ser humano y en los valores comunes de toda la humanidad.

En consecuencia, resulta fundamental la participación activa y responsable de


todas y cada una de las familias asociadas en las actividades que organice su propia
asociación, pues necesariamente revierte en el buen funcionamiento de la comunidad
educativa escolar, y por ello en la adecuada formación integral del alumnado del centro
docente e hijos de las familias asociadas, siendo ésta formación la mejor herencia que se
les puede dejar, que puedan tener la experiencia racional de su trascendencia y dignidad
propia de los hijos de Dios.

108
6.- CONCLUSIÓN

La acción educativa de la Iglesia contribuye a hacer efectivo el ejercicio de los


padres a la educación de los hijos según sus convicciones. Ellos ostentan la
responsabilidad educativa de los hijos que debe ser compartida con el colegio, pero los
padres tienen el derecho y el deber inalienable de educar a sus hijos en el
descubrimiento de su identidad, iniciarlos en la vida social, en el ejercicio responsable
de su libertad moral y de su capacidad de amar a través de la experiencia de ser amados
y, sobre todo, en el encuentro con Dios.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, como también la


Constitución española en su artículo 27.3 y los tratados internacionales firmados por
España, reconocen el derecho a la libertad religiosa, incluyendo el derecho de los
creyentes a asociarse para el culto y la educación, insistiendo en que los padres tienen el
derecho a decidir y dirigir la educación de sus hijos.

La complementariedad que ejercen las escuelas en la educación de los hijos es una


colaboración en la misión educativa de los padres, pudiéndose decir que estas
instituciones y las personas que trabajan en ellas, actúan en nombre de los padres, e
incluso, por encargo de ellos. El argumento, a veces utilizado, de substraer el derecho
de los padres con el fin de dar a todos los niños las mismas oportunidades en una
escuela única, sólo tiene como finalidad suplantar a la familia, privándole de su
responsabilidad educativa.

La escuela católica se caracteriza por ser una comunidad educativa, en la medida


en que constituye un lugar de encuentro y colaboración de los diversos estamentos que
participan en ella: alumnos, padres, docentes, entidad titular y personal no docente. En
esta perspectiva, es imprescindible hacer presente esta comunión, aunque siempre
respetando la función que tiene asignada cada uno, al objeto de facilitar que la escuela
sea un lugar de formación integral mediante la relación interpersonal.

Es cierto que en la escuela católica los educadores cristianos, como personas y


como comunidad, son los primeros responsables en crear el peculiar estilo cristiano. La
docencia es una actividad de extraordinario peso moral, una de las más altas y creativas

109
del hombre, en la que el docente establece una relación personal con los alumnos que no
se limite a un simple dar y recibir.

En la comunidad educativa, sin embargo, los padres representan un papel de


especial importancia. Por desgracia, en la actualidad se extiende la tendencia a delegar
este deber primero y de ahí que se haga necesario, no sólo dar impulso a las iniciativas
que inciten al compromiso, sino que ofrezcan una ayuda concreta y adecuada, y
comprometan a las familias en el proyecto educativo de la escuela católica.

En una sociedad compleja, donde todos tenemos muchas preocupaciones cada día,
se constata el hecho de que muchas familias van dejando de participar en las
responsabilidades educativas de sus hijos, al menos, en lo que atañe a la formación que
se lleva a cabo en los colegios. Los últimos estudios realizados al respecto denuncian
que el seguimiento que los padres hacen de la formación de sus hijos desciende
paulatinamente.

Las familias mismas deben de ser cada vez más conscientes de la atención debida
a los hijos y hacerse promotores de una eficaz presencia eclesial y social para tutelar sus
derechos. Ante este fenómeno, las escuelas con ideario católico han desarrollado
programas para la mayor implicación de los padres en el proceso educativo de sus hijos,
e incluso planes de formación dirigidos directamente a ellos, como son las escuelas de
padres. El reto está en vincularles aún más y en aumentar el número de padres que se
implican en estos procesos.

La formación cristiana de los padres en íntima comunión con el proyecto


educativo católico supone la asunción de la síntesis cristiana que facilite el diálogo
abierto de los padres con la problemática individual de sus hijos, al objeto de contribuir
a su formación religiosa y moral. La educación en los valores cristianos depende en
gran manera de la motivación, vivencia y ejemplaridad que los padres aporten a sus
hijos.

En consecuencia, un objetivo constante de la formación escolar debe ser el


encuentro y el diálogo con los padres y las familias, que se ven favorecidos también a
través de la promoción de las asociaciones de padres, para establecer, con su

110
insubstituible aportación aquella personalización educativa que hace eficaz el proceso
educativo.

Uno de los pilares en los que se asienta la escuela católica es la comunión con las
familias que la han elegido para la educación de sus hijos. Esa relación se configura
como plena participación de los padres en la vida de la comunidad educativa, no sólo en
razón de su primordial responsabilidad en la educación de los hijos, sino también en
virtud del compartir la identidad y el proyecto que caracterizan la escuela católica y que
ellos deben conocer y aprobar, con disponibilidad interior.

Para que la participación de los padres sea efectiva conviene motivar, coordinar y
alimentar la sintonía de pensamiento, palabra, consejo y ejemplo de los padres con la
acción educativa del colegio. Es necesario crear modos, lugares y tiempos de diálogo,
encuentro y celebración comunitaria de toda la comunidad educativa. Todo ello no se
debe a motivos de oportunidad, sino que se basa en motivos de fe. La tradición católica
enseña que la familia tiene una misión educativa propia y original, que viene de Dios.

Los padres deben conocer los fines y objetivos que el colegio pretende alcanzar en
orden a la formación integral de sus hijos, los medios más adecuados para su logro, las
concretas responsabilidades a las que están llamados a colaborar con el colegio y, sobre
todo, es vital para la educación de los hijos la total sintonía de los padres con el
proyecto educativo del colegio de sus hijos.

Comprometer a los padres en la acción educativa de los hijos es también hacerles


partícipes de los problemas, logros y necesidades del colegio, creando cauces de
participación institucional, formativa y humana junto al resto de la comunidad
educativa.

La comunidad educativa es el espacio decisivo de colaboración entre escuela y


familia en el proyecto educativo, que debe ser dado a conocer y actuado con espíritu de
comunión, mediante la contribución de todos, de acuerdo con las distintas
responsabilidades, funciones y competencias de cada uno. A los padres, en particular,
corresponde enriquecer la comunión en torno a este proyecto, haciendo vivo y explícito
el clima familiar que debe caracterizar a la comunidad educativa.

111
En el contexto descrito, la escuela católica, acogiendo con agrado la colaboración
de los padres, considera también como un momento esencial de su propia misión el
servicio orgánico de formación permanente ofrecido a las familias, para apoyarlas en su
tarea educativa y para promover una coherencia cada vez más profunda entre los valores
propuestos por la escuela y los propuestos en familia.

Las asociaciones y los grupos de inspiración cristiana, que reúnen a los padres de
las escuelas católicas, representan también un puente entre la comunidad educativa y la
realidad circundante. Esas asociaciones y grupos pueden consolidar los lazos de
reciprocidad entre escuela y sociedad, manteniendo la comunidad educativa abierta a la
más amplia comunidad social y, al mismo tiempo, desarrollando una acción
sensibilizadora de la sociedad y de sus instituciones, en consonancia con la presencia y
la acción desarrollada por la escuela católica en el territorio.

La experiencia de comunión vivida dentro de la escuela católica, en la que los


padres juegan un papel fundamental, puede y debe abrirse a un intercambio
enriquecedor en un ámbito más amplio de comunión con la parroquia, la diócesis, los
movimientos eclesiales y la Iglesia universal. Ello exige que los laicos, educadores y
padres, y los consagrados pertenecientes a la comunidad educativa tomen parte, de
manera significativa, también fuera de las paredes de la escuela católica, en la vida de la
Iglesia local. Los miembros del clero diocesano y los laicos de la comunidad cristiana
local, que no siempre poseen un adecuado conocimiento de la escuela católica, deben
redescubrirla como escuela de la comunidad cristiana, expresión viva de la misma
Iglesia de Cristo a la que pertenecen.

La escuela católica, entendida así, se presenta como una comunidad educativa en


la cual la comunión eclesial y misionera madura en profundidad y crece en extensión.
En ella puede vivirse una comunión que resulta un testimonio eficaz de la presencia de
Cristo, que vive en la comunidad educativa reunida en su nombre y que, precisamente
por esto, abre a una comprensión más profunda de la realidad y a un compromiso más
convencido de renovación del mundo, pues sólo de Dios proviene la verdadera
revolución, el cambio decisivo del mundo.

112
La comunión experimentada en la comunidad educativa, animada y sostenida por
laicos y consagrados plenamente unidos en la misma misión, convierte la escuela
católica en un ambiente comunitario impregnado del espíritu del Evangelio. En
consecuencia, este ambiente comunitario se configura como un lugar privilegiado para
la formación de las generaciones jóvenes con miras a la construcción de un mundo
basado en el diálogo y la búsqueda de la comunión, más que en el enfrentamiento; en la
convivencia dentro de las diferencias, más que en su oposición.

La escuela católica, al igual que toda institución educativa se ve hoy afectada por
las situaciones y problemas de la misma sociedad a la que sirve, pues la escuela no es
un ámbito aislado. En ella confluyen los problemas culturales y sociales, la rápida
trasformación de la misma sociedad, los problemas de la familia, especialmente
reflejados en los alumnos, además de los frecuentes cambios del sistema educativo.

En la educación confluyen tantos agentes, instituciones, ámbitos de influencia,


corrientes de pensamiento que propician y demandan una acción conjunta de la entidad
titular, padres, profesores, personal no docente y alumnos uniendo sus fuerzas, cada
cual según sus responsabilidades, a favor de una auténtica educación, expresión de los
valores del Evangelio.

En el contexto expresado, la Confederación Católica de Asociaciones de Padres


de Alumnos de la Comunitat Valenciana ha promovido esta obra, donde se ha querido
recoger de una forma práctica, las actividades que las familias pueden desarrollar en las
escuelas católicas y la forma en que los padres de familia pueden participar en la vida
cotidiana del centro educativo.

En las escuelas católicas existe un compromiso personal de los padres, que han
elegido este tipo de enseñanza para sus hijos y que están dispuestos a colaborar con el
centro educativo en todo aquello que pueda contribuir a la formación de los niños y
jóvenes, al objeto de que éstos puedan desarrollarse plenamente como personas y ser en
el futuro miembros activos de una sociedad que necesita vivir en la esperanza de que
puede existir una sociedad mejor y más justa.

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En un mundo que vive en la cultura de la fama, y a menudo se alienta a los
jóvenes a modelarse según las figuras del mundo del deporte o del entretenimiento, en
las escuelas católicas se invita a nuestros hijos a no conformarse con ser personas de
segunda fila. Estar altamente cualificado en determinada actividad o profesión es bueno,
pero esto no les llenará de satisfacción a menos que aspiren a algo más grande aún.

La felicidad es algo que todos quieren, pero una de las mayores tragedias de este
mundo es que muchísima gente jamás la encuentra, porque la busca en los lugares
equivocados. La clave para esto es muy sencilla: la verdadera felicidad se encuentra en
Dios. Necesitamos transmitir a nuestros hijos la necesidad de que pongan sus
esperanzas más profundas solamente en Dios, no en el dinero, la carrera, el éxito
mundano o en sus relaciones personales, sino en Dios. Sólo él puede satisfacer las
necesidades más profundas de nuestro corazón.

En las escuelas católicas, nuestros hijos aprenden a ser, no sólo buenos


estudiantes, sino también buenos ciudadanos, buenas personas. A medida que avanzan
en los diferentes cursos escolares, van tomando decisiones sobre las materias que van a
estudiar, comenzando a especializarse de cara a lo que más tarde van a hacer en la vida,
siempre acompañados por los titulares y los profesores de los centros educativos.

En un reciente saludo a los alumnos de las escuelas católicas de Inglaterra y Gales


el Papa Benedicto XVT reconoce que esto es justo y conveniente, pero les recordaba a
los niños y jóvenes que cuando estudian una materia, es parte de un horizonte mayor y
que no se deben contentar con ser mediocres. El mundo necesita buenos científicos,
historiadores, filósofos y economistas, pero si su aportación a la vida humana, dentro de
su ámbito particular, se enfoca de manera demasiado reducida, pueden llevarnos por
mal camino.

En el proyecto educativo que desarrolla la Iglesia en los centros educativos que ha


promovido a lo largo de la historia, se parte de la necesidad de ofrecer una formación
integral a los niños y jóvenes, una formación en la piedad y las letras, en expresión de
San José de Calasanz, patrono de las Escuelas Cristianas Populares.

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La escuela católica encuentra su verdadera justificación en la misión misma de la
Iglesia; se basa en un proyecto educativo en el que se funden armónicamente fe, cultura
y vida. Por su medio la Iglesia local evangeliza, educa y colabora en la formación de un
ambiente moralmente sano y firme en el pueblo. En el proyecto educativo de la escuela
católica Cristo es el fundamento: Él revela y promueve el sentido nuevo de la existencia
y la transforma, capacitando al hombre a vivir de manera divina, es decir, a pensar,
querer y actuar según el Evangelio, haciendo de las bienaventuranzas la norma de su
vida.

El Evangelio con su fuerza y vitalidad responde a los problemas fundamentales


del hombre y contribuye a la articulación de la personalidad en su proceso de
maduración. Con su acción evangelizadora la escuela católica está contribuyendo a la
formación del alumno desde sus raíces hasta sus más altas aspiraciones, pues es en la
verdad de Jesucristo donde se proporciona al alumno la posibilidad del crecimiento
hacia la verdad plena.

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