ELECCIONES DEL 2006 EN PERÚ: LA HORA CERO DE OLLANTA.
Pável Alemán Benítez
Centro de Estudios sobre América
Confieso que cuando leí una entrevista realizada a
Isaac Humala, padre de los hermanos Ollanta y
Antauro, quedé sorprendido. Más allá de la visible
influencia paterna en la formación política de ambos,
no podía pasar desapercibida la mención a que en la
tradición familiar, el primogénito cursara parte de sus
estudios en el Cuzco, la antigua capital del
Tahuantinsuyo. Aunque pareciese irrelevante la
aseveración sobre sus antepasados curacas, poco
plausible por haberse plegado esta jerarquía al poder
colonial hispano, observé cierta similitud con aquel
intento sanmartiniano de proporcionar al Perú
independiente un liderazgo cuya legitimidad emanase
de un descendiente de la realeza incaica.
En efecto, la familia de los Humala pareciera
reivindicar el ancestral pasado del otrora imperio,
cuando su plataforma política proyecta la intención
de que los habitantes originarios de los Andes se
constituyan en el sujeto político del cambio que
requiere la sociedad peruana. Esto último coincide
con la profunda mirada de Mariátegui cuando en sus
célebres ensayos, afirmaba que la solución de los
problemas de su patria pasaba necesariamente por la
solución del problema del indio.
Sin embargo la sociedad peruana no es tan
homogénea como pareciera a la vista de la familia
Humala. Casi trescientos años de coloniaje hispano y
unos ciento ochenta y cinco de vida republicana, con
el impacto de migraciones, diversas por su lugar de
origen y causas, que se han mestizado con parte de la
población indígena, son muestra de ello.
Me refiero a un país marcado en su memoria
histórica colectiva por los conflictos bélicos con sus
vecinos, especialmente los litigios con Chile y
Ecuador. Ello se enmarca en una historia republicana
signada por la subordinación de las elites políticas
peruanas a los intereses de las potencias hegemónicas
en el Mundo (especialmente los emanados desde
Washington en la época actual), salvo honrosas
excepciones.
No puede eludirse en el análisis que la cultura
política del país está marcada por la cooptación y el
clientelismo con que las oligarquías han dominado a
la sociedad. En dicho proceso no siempre han
coincidido en intereses, aunque coexisten, los
poderes locales y regionales, y el centralismo
metropolitano de la elite limeña.
A lo anterior habría que agregar el rol protagónico de
las fuerzas armadas en la construcción de la sociedad.
Más allá del legítimo monopolio de la violencia que
asigna el Estado a sus instituciones policiales y
militares, el desempeño de los uniformados ha sido
muy cuestionado por haber quebrantado el marco
legal que protegía los derechos de los ciudadanos. En
su lucha contra los grupos armados opositores, la
actuación de dichas instituciones contribuyó a crear
un clima de inseguridad y terror que se expresa
vehemente en las 69280 personas que murieron o
fueron desaparecidas entre 1980 y el 2000.
Hablamos de un país cuya institucionalidad quedó
fuertemente debilitada por dos décadas de conflicto
armado interno, corrupción, narcotráfico, violaciones
flagrantes de los derechos humanos,
empobrecimiento y aumento creciente de la deuda
externa. Es en este contexto donde surge la figura del
candidato presidencial y ex militar Ollanta Humala
Tasso.
Militares en tiempos de cólera.
Cuando la familia Humala y sus seguidores se
autoproclaman como ‘etnocaceristas’, hacen
referencia a la creación de una ideología que fusiona
la imprescindible inclusión de la población indígena
como eje central de la sociedad peruana, con la
‘nacionalización’ de las fuerzas armadas. Ello
equivaldría a “elaborar alternativas castrenses
«extra-convencionales» y nacionalistas, ante la
abrumadora fastuosidad de las «supertecnologías»
de los ejércitos desarrollados”.1
¿Pero que explica esa necesidad de transformar las
instituciones castrenses?
Nacionalizar a las fuerzas armadas implicaría romper
con las concepciones militares importadas desde
doctrinas foráneas ajenas a la identidad nacional, al
clima y a las necesidades del Perú. Por esto es que
toman como ejemplo al ‘Tayta’ Andrés Avelino
Cáceres, héroe de la resistencia contra la ocupación
chilena y que comandó la Campaña de la Breña, una
serie de acciones militares protagonizadas
esencialmente por la población indígena.
Para comprender las motivaciones que condujeron a
estos oficiales a entrar en el terreno de la política,
sería lícito recordar las circunstancias en que se
formaron como militares los hermanos Humala. ¿Qué
sucedía en aquel entonces en la vida política
peruana?
Según relata el Gral. Brigada® Ludwig Essenwanger
Sánchez, los jóvenes tenientes Humala Tasso fueron
arrestados por el Servicio de Inteligencia del Ejército
(SIE) en 1989. Retenidos en instalaciones del SIE
durante dos meses, por apología de sus ideas
nacionalistas, serían liberados por considerarse
positiva su influencia para las FF. AA.
Es bueno recordar que imperaba un contexto de
guerra de baja intensidad, inspirada en los patrones
norteamericanos del modelo de ‘Seguridad
Nacional’, con niveles perceptibles de degradación
del conflicto. Y en esa época concurrían diversas
expresiones ideológicas al interior de las FF. AA.
Ello explica porque el SIE posibilitó en 1989 la
creación del grupo “Escorpio”, que operaba
fundamentalmente en el Alto Huallaga como grupo
de ejecución extrajudicial de los potenciales
miembros o simpatizantes de Sendero Luminoso.
“Escorpio” y el grupo paramilitar “Comando
Rodrigo Franco”, constituyen el antecedente del
sanguinario grupo “Colina”, patrocinado por
Vladimiro Montesinos, el jefe del Servicio de
Inteligencia Nacional (SIN). El “Colina” fue
conocido por las matanzas de Barrios Altos(1991),
La Cantuta(1992), así como por el asesinato de Pedro
Huilca Tecse, líder de la Confederación General de
Trabajadores del Perú (CGTP). Incluso hay
denuncias del Gral. ® Rodolfo Robles Espinoza, que
vincularían a este grupo con prácticas de terror dentro
de los estamentos militares, especialmente el
asesinato de militares de alto rango opuestos al
gobierno de Fujimori.
Es en medio de este clima de terror y a pesar de ser
considerados como ‘excéntricos’ por la alta
oficialidad, que los hermanos Humala Tasso no
fueron invitados a pasar a retiro. De hecho, ambos
participaron en la guerra ‘contrasubversiva’, lo que
pudiera haber influido en su replanteo de la relación
pueblo-ejército. Sin embargo, no queda claro aún el
papel de Antauro (Subteniente alias “Corpus Christi”,
1986 y 1987, Huánuco), así como de Ollanta
(Capitán alias “Carlos”, 1993, Alto Huallaga), ante
las imputaciones realizadas por violaciones a los
derechos humanos.
En este punto parecieran haber transitado, según su
discurso político, el camino de los oficiales que junto
a Velasco Alvarado fueron permeados en sus
concepciones políticas por su participación en la
lucha contra las guerrillas en 1965 y posteriormente
devinieron en líderes de la Revolución Peruana en
1968. Pero la diferencia sustancial radica en que los
velasquistas eran en su mayoría oficiales de
inteligencia, formados en el Centro de Altos Estudios
Militares (CAEM), con una fuerte influencia de la
teología de la liberación y el pensamiento social-
progresista.
La hora decisiva de los hermanos Humala y su paso a
la historia política peruana quedaría reservada para
los momentos de crisis de la nación, con la reelección
fraudulenta de Alberto Fujimori en el año 2000. El 29
de octubre de ese año la sublevación del Teniente
Coronel Ollanta Humala y de su hermano Mayor ®
Antauro Humala, desestabilizarían hasta su renuncia
desde el Japón al gobierno de Fujimori.
No deja de resultar llamativo que en las semanas en
que duró la ‘rebelión’, las fuerzas etnocaceristas,
compuestas en lo fundamental por reservistas del
Ejército Peruano, no entablaron combate alguno con
las unidades que les perseguían. Luego de la renuncia
de Fujimori, los etnocaceristas fueron apresados, pero
posteriormente amnistiados por el Congreso durante
el gobierno de transición de Valentín Paniagua el 22
de diciembre.
Construyendo el etnocacerismo.
Consta en la pequeña hoja de servicios de Ollanta
Humala publicada en la web del Partido Nacionalista
Peruano (PNP), que entre enero y diciembre del
2002, asumió el cargo de Director Ejecutivo de la
Dirección General de Movilización en la Secretaría
de Defensa Nacional (SEDENA). Este puesto era
clave para acceder a los datos de los reservistas del
Ejército Peruano.
Para el 2003, el nombramiento de Ollanta Humala
como agregado militar peruano en Francia, supuso
que fuera su hermano quien se encargara de la
organización de la base social. Los reservistas serían
esa base. Organizados en “batallones”, saldrían día a
día a vender los ejemplares del diario “Ollanta”.
Haciendo uso de megáfonos los reservistas saldrían
en uniforme militar a las calles, llamarían la atención
del público, ganarían adeptos.
En improvisadas escuelas, los etnocaceristas
comenzarían a recibir una visión diferente de la
historia nacional y la política internacional. Tema
recurrente era la comparación de la segunda guerra
del Pacífico (1879-1884) y la pérdida de territorios
incorporados a la fuerza a Chile, con la irrupción de
capitales chilenos en la ola privatizadora promovida
bajo el gobierno neoliberal de Fujimori.
Pero Antauro no sólo contaba con el respaldo de
reservistas, sino con el de oficiales en activo dentro
de las fuerzas armadas. Su principal asesor era el
Gral. Gustavo Bobbio Rosas, calificado como el nexo
con “el ala dura del ejército contraria a la reforma
militar”. Bobbio Rosas, era asesor del General de
Ejército José Graham Ayllón, Comandante General
del Ejército.
Resulta importante recordar que Bobbio Rosas tenía
libre acceso a la Comandancia General del Ejército y
otras dependencias militares, y que en varias
ocasiones impartió conferencias de "estrategia
militar" a los reservistas de Humala. Resalta por ello
la carta del 24 de enero del 2004, dirigida desde París
por el agregado militar Ollanta Humala, sugiriendo al
Comandante General del Ejército realizar compras
que modernizaran el armamento del ejército peruano
y restablecer el Servicio Militar Obligatorio.
En julio del 2004, el Teniente Coronel Ollanta sería
nombrado agregado militar en Corea del Sur,
haciendo más difícil su vínculo con la política
peruana. Una epístola dirigida al Comandante
General del Ejército Gral. Luis Muñoz el 18 de
diciembre, acusándole de haberse plegado a
Vladimiro Montesinos, provocó la ira oficial con la
decisión de pasarlo a retiro el último día del año. De
manera ‘casual’, Antauro Humala protagonizó la
toma de una estación de policía en Andahuaylas, en
la madrugada del 1ro de enero del 2005.
El enfrentamiento armado y la posterior rendición de
los etnocaceristas sublevados en Andahuaylas, fue
considerado por muchos como una aventura. Para
otros analistas la intención era mucho más sutil:
incorporar nuevamente a la agenda el deseo de los
etnocaceristas de llegar a formar gobierno, pero esta
vez aprovechando la presencia de Ollanta de regreso
en el Perú, en medio de una crisis de legitimidad del
gobernante Alejandro Toledo cuya popularidad había
tocado fondo con un 10-12%.
Y si de algo sirvió aquella sublevación fue para eso:
para catapultar a Ollanta. Tómese en cuenta que
según las encuestas del diario “Perú 21”, el 53% de
los encuestados simpatizaba con la acción de
Antauro, mientras que un 46% manifestó su respaldo
por los postulados del etnocacerismo.
Un respaldo inicial al levantamiento armado
etnocacerista y posteriormente un alejamiento de las
posturas más radicales de Antauro, que incluían
críticas a su actuación, fueron las reacciones de
Ollanta. Los meses siguientes fueron de trabajo
organizativo, con giras al sur y al norte del país. No
es ocioso afirmar que en los departamentos del sur
radica buena parte de los electores potencialmente a
su favor.
Hasta agosto del 2005 las encuestas hablaban de
Antauro como candidato con un 0,4% de intención de
voto favorable frente a un 20,4% de Lourdes Flores
Nano. Incluso a veces las encuestas preferían no
mencionar nombres y sólo ponían ‘Candidato del
Movimiento Etnocacerista’, en franco reflejo de la
indefinición. Es en este mes cuando aparece en la
escena pública con un 7% de intención de voto
Ollanta Humala.
A mediados de enero del 2006, Ollanta dio un a
primera alarma a la candidata de derecha Lourdes
Flores Nano (Unidad Nacional) al superarla por un
punto porcentual. Y esa tendencia al alza se ha
mantenido hasta mediados de marzo, en que pasó a
encabezar las encuestas. Incluso hay pronósticos que
le otorgan diez puntos de ventaja sobre Flores Nano.
La tendencia entre otras cosas refleja el beneficio de
la alianza entre el Partido Nacionalista Peruano y
Unión por el Perú (fundado por Javier Pérez de
Cuellar en 1994), y la recepción positiva que ha
tenido el programa político de Ollanta denominado
La Gran Transformación, que fuera publicado el 22
de febrero del presente año.
La campaña electoral de Ollanta Humala no ha
dejado de tener más de un momento gris. La
izquierda tradicional ha actuado con cautela en torno
a su candidatura. Algunos recuerdan la adhesión a
Morales Bermúdez, quien hiciera colapsar el
proyecto de Velasco. Otros más jóvenes, rememoran
el momento en que Fujimori se apropio del discurso
de Izquierda Unida (IU) y con el respaldado de las
bases de IU y del APRA (para contener la
candidatura de derecha de Mario Vargas Llosa),
terminó dando el vuelco neoliberal desde el gobierno.
Y esas evocaciones se agitan cuando Ollanta promete
amnistiar a militares y policías que participaron en el
conflicto interno. La inquietud crece cuando en fecha
tan reciente como el 29 de marzo, el web de noticias
Agenciaperu.com denunció la presencia de Adrián
Antonio Villafuerte Macha y de Estuardo Antonio
Loyola Machado, ex coroneles del Ejército Peruano
vinculados directamente a Vladimiro Montesinos,
como parte de los organizadores de la campaña
electoral por el Partido Nacionalista Peruano.
Las bases de la izquierda tradicional y del APRA
parecieran respaldar la elección de Humala. Incluso
la comunidad peruana residente en Estados Unidos
ha tenido su espacio en la campaña. Tómese en
cuenta que las remesas son la segunda fuente externa
de ingresos para la economía peruana.
La Gran Transformación es posible si...
El Programa consta de unas 84 cuartillas. La
pretensión esencial es refundar el Estado peruano,
con un proyecto nacional y pluricultural de
desarrollo, que implica una democracia inclusiva y
participativa. Ello enmarca como prioridad garantizar
los derechos sociales y de los habitantes originarios
(presente en varias partes del texto), en el marco de
un proyecto latinoamericano independiente y
soberano. Esto es en síntesis el eje del proyecto.
Quizás valga resaltar que el programa hace hincapié
en las cuestiones económicas y no escasea en
propuestas concretas y potencialmente viables. Digo
esto porque se propone reducir en cinco años la
pobreza de poco más del 50% del total de la
población a un 15%. Y para ello prevé generar
empleos a través de la reactivación de actividades
productivas como la agricultura. Esto se vincula con
el tema de la soberanía alimentaria, y el
reconocimiento de que un TLC con Estados Unidos
tendría que ser revisado pues lo acordado hasta hoy
afectaría al campesinado peruano. También es válido
decir que la propuesta de transformar el modelo
energético, sustituyendo el uso del petróleo por gas
natural y por energía hidroeléctrica, tiene especial
importancia para el medio ambiente. Incluso se habla
de revisar los procesos de licitación que dieron lugar
a la privatización de varios activos del Estado en la
década de Fujimori.
De un manejo que quizás busca insertar al Perú con
cierto protagonismo en el área sudamericana, puede
ser calificado el rechazo a la propuesta de integración
energética gasífera conocida como “Anillo
Energético”, aunque propone crear una “Comunidad
Andina de Energía”, en la que vislumbra como socios
a Bolivia y Venezuela.
Pero un programa político no sólo tiene glorias. Si
bien reconoce la naturaleza imperial del TLC con
Estados Unidos, no lo rechaza de plano, sino que
invoca su negociación conjunta con Colombia
(recordemos la casi segura reelección de Alvaro
Uribe, el mejor aliado regional de Washington) y
Ecuador (con la postura del gobierno de Palacios de
seguir adelante el TLC pese a las protestas). Si no
fuera posible el TLC, se negociaría una extensión de
la Ley de Preferencias Arancelarias y Erradicación
de la Droga en los Andes (ATPDEA por sus siglas en
inglés). No es inoportuno recordar que la ATPDEA
condiciona a sus beneficiarios a participar en la lucha
contra el terrorismo (según la visión norteamericana)
y a tributar con los Acuerdos de Libre Comercio al
ALCA.
La propuesta de Ollanta hace énfasis en la
profesionalización de los servicios de seguridad y de
inteligencia que tienen una alta cuota de
responsabilidad en la violación de los derechos
humanos. Especialmente para combatir las “bandas
armadas” que supuestamente deben ser los
remanentes de Sendero Luminoso (PCP-SL) y el
Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA).
Y es coherente con ello que en política exterior se
comprometa a colaborar con el gobierno de Estados
Unidos “en las cuestiones de seguridad en cuanto a
la lucha en contra del terrorismo y el narcotráfico”.2
El tema de la deuda externa es uno de los menos
tratados en el programa. Pero queda explícito que se
asume la deuda y que se buscaran vías para aliviarla,
algunas de las cuales se proponen, como el canje de
deuda por inversión en sectores productivos.
Pudieran mencionarse otros detalles. Pero en esencia,
cualquiera que sea el resultado de estas elecciones,
pues se vaticina a Ollanta Humala como
presidenciable favorito en segunda vuelta, habrá que
observar con mucha atención su repercusión para el
futuro de Perú y para el resto de la región. Si resulta
electo, su gobierno tendrá que realizar un deslinde
vertical con el pasado de violencia y dar vida a sus
propuestas políticas para ganar en credibilidad. Habrá
llegado entonces, la hora cero de Ollanta.
1
Antauro Humala Tasso: Ejército Peruano: Milenarismo,
Nacionalismo y Etnocacerismo, Lima, 2001, Pág.178.
2
Partido Nacionalista Peruano: La Gran Transformación.
Plan de Gobierno 2006-2011, Lima, 22 de febrero del
2006, Pág.82.