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Resumen
Desde que se aprobó la convención de Bolonia en 1998, y a tono con sus
recomendaciones, el sistema Universitario se comprometió a emprender un
cambio estructural de fondo, en procura de un nuevo derrotero. Colombia no ha
sido ajena a esta tendencia y el Estado, desde hace unos años, se ha preocupado
de orientar el cambio mediante sucesivos decretos que han generado una
coyuntura que hoy día se manifiesta con diferentes nombres: Registro Calificado,
Competencias, Exámenes de Estado, Perfil Profesional, Carreras más cortas,
reforma curricular... En el fondo el problema es uno solo: Como lo sintió y
manifestó la UNESCO, se sabe que no todo está bien en el sistema educativo
pero no se ha identificado que es.
El principal problema, que ha hecho muy difícil el cambio es la enorme rigidez que
existe en las estructuras del sistema educativo. Aunque en apariencia el sistema
ha evolucionado, los cambios que se han introducido desde hace muchos años no
han pasado de ser simples retoques para tratar de acomodar los currículos al
acelerado crecimiento del conocimiento. Hasta ahora se consideró un logro reducir
los currículos de 80 a 50 asignaturas, lo cual se logró reuniendo dos materias de 4
horas en una sola de 6. Y de paso se redujo la cantidad de horas docentes,
determinante del costo académico. Esta tendencia llevó al relegamiento o peor
aún, superficialización, de algunas disciplinas nucleares de las profesiones,
cayendo así en una espiral de deterioro de la calidad académica.
Cambia totalmente el paradigma del escenario. Esto debe afectar severamente las
variables de la planeación financiera.