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La diplomacia
La primera intención de Truman fue entenderse con Stalin, porque aún creía
en la posibilidad de llevarlo a comportarse con normalidad, principalmente por
su deber de defender el principio de que las disputas internacionales no debían
resolverse por la fuerza. Sin embargo, los duros hechos geopolíticos estaban
determinando las condiciones el terreno: Stalin volvió a su viejo sistema de
dirección de su política exterior y exigió el pago por sus victorias en dominio
territorial.
Al insistir en que le dejaran las manos libres ante sus vecinos, Stalin estaba
siguiendo la práctica rusa tradicional, donde se resolvían bilateralmente las
disputas con sus vecinos y no en conferencias internacionales. Si sus deseos se
veían frustrados, solían recurrir a la fuerza y nunca se retiraron sino ante la
amenaza de guerra.
Stalin calculó, con razón que, si daba una tregua a su sociedad, ésta
empezaría a hacerse preguntas sobre los fundamentos mismos del gobierno
comunista. La tarea que le impuso a la URSS era la misma que antes de la guerra:
fortificarse lo suficiente para desviar el conflicto inevitable hacia una guerra civil
capitalista, alejándolo de un ataque a la patria del comunismo. Se promovería la
industria pesada, continuaría la colectivización de la agricultura y toda oposición
interna sería aplastada.
Reagan, por otro lado, no sabía nada de historia, y lo poco que sabía lo
adaptó a favor de sus bien arraigados prejuicios. Los detalles de la política exterior
lo aburrían y era el presidente con el más pobre currículum académico, pero que
tenía los principales ingredientes del liderazgo: sentido de la dirección y fuerza
de convicciones. Expuso una doctrina de política exterior de gran coherencia y
considerable poder intelectual porque poseía una compenetración intuitiva con
los horizontes de motivación norteamericanos.
Por otro lado, cuando Gorbachov subió al poder en 1985 era el líder de una
superpotencia nuclear que se hallaba en plena decadencia económica y social.
Pertenecía a una generación distinta de las que de los dirigentes soviéticos que
fueron desmoralizados por Stalin. Era sumamente inteligente y de modales
suaves. Fue el provocador de una de las revoluciones más importantes de su
época, destruyendo el PC. Sin embargo, él había querido modernizar, no dar
libertad; había querido hacer que el PC respondiera al mundo exterior; en cambio,
inició el desplome del sistema que lo había formado a él.