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Hysteria
Nos situamos en Inglaterra, finales del siglo XIX, década 1880. El doctor Joseph
Mortimer Granville siendo aún joven, incomodado por su poco éxito en su
especialidad médica, y hallándose viviendo en casa de su amigo Lord Edmund,
tuvo la suerte de inventar un artilugio eléctrico creado para tratar los dolores
musculares.
Pero que por una serie de casualidades pasó a convertirse en uno de los aparatos
que revolucionaron el comercio de la época victoriana y que hoy sigue
comercializándose por encima de muchos electrodomésticos de primera
necesidad: “el vibrador”.
El resultado es una comedia, que no solo revela como el vibrador fue uno de los
primeros aparatos eléctricos de la historia en ser patentado, sino que también
saltan chispas entre un hombre precavido y una mujer liberada unidos por las
maravillas de la fricción.
Inventar una historia sin en realidad inventar nada, es lo que más sorprende de
esta película.
El caso es que cuando ví esta película quedé encantado, pero me admiró la guasa
y la ironía de la gente con la que después la comenté, las cuales no la entendieron
o están demasiado lejos de dar una opinión como realmente exige la película. Se
me hizo muy difícil que alguien me hiciera un comentario serio, no ya del hecho
real sino en cuanto al guion y el trato de la directora Tanya Wexler a la trama, por
fin una tarde tomando café, una amiga me dijo: “es una muestra del humor
británico con un escondido espíritu feminista que lucha contra el fingimiento de las
mujeres y el conservadurismo de algunas”, esto es lo que yo necesitaba escuchar,
pues la visión humorística de la historia es evidente, las connotaciones sexuales
son imprescindibles y palpables, pero la combinación de pensamiento progresista
a favor de la mujer queda en segundo plano y quizás un poco tapado por lo
llamativo del resto. En este sentido mi reflexión es que Wexler de forma eludida y
presente a la vez, nos regala un símbolo de reconocimiento universal; la mujer ya
avanzando y expulsando los fantasmas de la doble moral, rompiendo la
diplomacia constituida y convirtiéndose en una mujer libre para decidir, una mujer
entre el desacuerdo de sus ideas y las de las capas superiores, con una habilidad
consumada para adaptarse a sus aspiraciones en un enunciado perfectamente
definido. El personaje que lleva esta obligación es Charlotte, esta sufragista, a
pesar de la oposición de su padre el doctor Dalriymple y del rechazo de su dulce
hermana Emily, defiende con especial énfasis la igualdad de género y de clase.
En el plano actoral, me parece que está muy bien interpretada, no me
convence Rupert Everett, no ya por su interpretación que aunque sea aceptable
queda nublada por el cambio tan radical y brusco de su aspecto físico.
Tanya Wexler, de su segunda película, llena de complacencia y risas para los
espectadores, yo me quedo con todo menos con la resolución. Merecía mayor
esmero.