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619 Psicología 2 Resendiz Rodríguez Jair Iqui Balam

Hysteria

Nos situamos en Inglaterra, finales del siglo XIX, década 1880. El doctor Joseph
Mortimer Granville siendo aún joven, incomodado por su poco éxito en su
especialidad médica, y hallándose viviendo en casa de su amigo Lord Edmund,
tuvo la suerte de inventar un artilugio eléctrico creado para tratar los dolores
musculares.
Pero que por una serie de casualidades pasó a convertirse en uno de los aparatos
que revolucionaron el comercio de la época victoriana y que hoy sigue
comercializándose por encima de muchos electrodomésticos de primera
necesidad: “el vibrador”.

Monopolizado por el doctor Dalriymple para calmar la “hysteria” femenina, una


selectiva enfermedad que padecían las mujeres de vida acomodada y que el
inteligente médico calmaba a base de aceites y ungüentos, hasta el momento que
el aparatito se puso en marcha, por natural razón ambas posibilidades les eran
gratísimas a las señoronas.
En una época de inventos, un hombre se dispone a encontrar una cura para lo que
aqueja a las mujeres, y accidentalmente electrificará nuestras vidas amorosas
para siempre.

El tiempo es la década de 1880, en la cúspide de la mentalidad mojigata de la era


victoriana, pero también en el amanecer de la era eléctrica. En Londres, el brillante
y devoto joven doctor, Mortimer Granville ha perdido su trabajo en el hospital por
su insistente creencia en una nueva idea llamada "teoría del germen" y necesita
un nuevo empleo. Lo encuentra junto a doctor Robert Dalrymple, el mayor
especialista en medicina femenina de Londres. Experto en "histeria", el doctor
Dalrymple se ve asediado por una alarmante epidemia de mujeres que sufren una
amplia variedad de síntomas que incluye llantos, ninfomanía, frigidez, melancolía y
ansiedad. Afortunadamente, la cura del masaje manual del doctor es
asombrosamente efectiva.

El joven y guapo doctor tiene a las mujeres haciendo cola por él y se ve


comprometido con la bella y perfecta Emily Dalrymple. Todo ese éxito tiene un
coste. Mortimer se ve con una agujetas en las manos extremas y el la fiera
desaprobación de la hija mayor del doctor, Charlotte, luchadora por los derechos
de las mujeres pobres, que acuse a su padre y a joven doctor de ser charlatanes.

Al perder su "toque", Mortimer no puede satisfacer a sus pacientes. Como


resultado, vuelve a perder su trabajo y con él, a su novia. Sin sitio al que ir, recurre
a su amigo de toda la vida, el pragmático Edmund St. John-Smythe (Rupert
Everett).

Edmund, obsesionado con la nueva ciencia de la electricidad, revela sus planes


para el nuevo plumero eléctrico, lo que le da al doctor una idea…el resultado
revitalizará su práctica médica, encantará a sus pacientes mientras que Charlotte
empieza a enseñarle más acerca de cómo funcionan las mujeres realmente, y que
quieren de verdad, de lo que hubiera imaginado.

El resultado es una comedia, que no solo revela como el vibrador fue uno de los
primeros aparatos eléctricos de la historia en ser patentado, sino que también
saltan chispas entre un hombre precavido y una mujer liberada unidos por las
maravillas de la fricción.

Inventar una historia sin en realidad inventar nada, es lo que más sorprende de
esta película.
El caso es que cuando ví esta película quedé encantado, pero me admiró la guasa
y la ironía de la gente con la que después la comenté, las cuales no la entendieron
o están demasiado lejos de dar una opinión como realmente exige la película. Se
me hizo muy difícil que alguien me hiciera un comentario serio, no ya del hecho
real sino en cuanto al guion y el trato de la directora Tanya Wexler a la trama, por
fin una tarde tomando café, una amiga me dijo: “es una muestra del humor
británico con un escondido espíritu feminista que lucha contra el fingimiento de las
mujeres y el conservadurismo de algunas”, esto es lo que yo necesitaba escuchar,
pues la visión humorística de la historia es evidente, las connotaciones sexuales
son imprescindibles y palpables, pero la combinación de pensamiento progresista
a favor de la mujer queda en segundo plano y quizás un poco tapado por lo
llamativo del resto. En este sentido mi reflexión es que Wexler de forma eludida y
presente a la vez, nos regala un símbolo de reconocimiento universal; la mujer ya
avanzando y expulsando los fantasmas de la doble moral, rompiendo la
diplomacia constituida y convirtiéndose en una mujer libre para decidir, una mujer
entre el desacuerdo de sus ideas y las de las capas superiores, con una habilidad
consumada para adaptarse a sus aspiraciones en un enunciado perfectamente
definido. El personaje que lleva esta obligación es Charlotte, esta sufragista, a
pesar de la oposición de su padre el doctor Dalriymple y del rechazo de su dulce
hermana Emily, defiende con especial énfasis la igualdad de género y de clase.
En el plano actoral, me parece que está muy bien interpretada, no me
convence Rupert Everett, no ya por su interpretación que aunque sea aceptable
queda nublada por el cambio tan radical y brusco de su aspecto físico.
Tanya Wexler, de su segunda película, llena de complacencia y risas para los
espectadores, yo me quedo con todo menos con la resolución. Merecía mayor
esmero.

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