La primera referencia histórica sobre la evaporización la encontramos en las zonas con
escasez de agua del imperio Egipcio donde se hervía agua en calderos y se aprovechaban las gotas que se formaban en los tapaderos para ser bebidas. En el siglo VIII Abu Mussah-al-Sofi describió por primera vez métodos más avanzados de evaporación, así como otras técnicas de separación como la filtración o la sublimación. Durante estos años también se trabajó en la mejora de los materiales con que se fabricaban los aparatos. Mientras que en la Edad Media se desarrolló el serpentín y la posibilidad de generar alcohol y ácidos a gran escala hizo evolucionar el mundo de la química y se estudiaron las propiedades de ácidos, bases, disolventes orgánicos y otro tipo de compuestos. Se desarrolló el serpentín alrededor de un tubo por el que pasaba el vapor a condensar, lo cual permitió recuperar líquidos de bajo punto de ebullición y producir alcohol 96% a gran escala, dando también lugar a la aparición de licores de alta graduación. En la Revolución Industrial se empleó por primera vez el vapor de agua para transmitir calor a otros cuerpos, gracias a los descubrimientos de Rumford, lo cual permite obtener gas inflamable a partir del carbón y también benceno a partir del alquitrán. Un proceso que transfiere agua desde el suelo de vuelta a la atmósfera es la evaporación. La evaporación es cuando el agua pasa de la fase líquida a la gaseosa. Los índices de evaporación del agua dependen de varios factores tales como la radiación solar, la temperatura, la humedad y el viento. Este proceso ocurre tanto en zonas continentales como oceánicas. Sin embargo, la mayor parte del agua evaporada contenida en la atmósfera procede de los océanos, ya que en ellos se acumula un 97% del total del agua que existe en la tierra, y cubren además 2/3 de la superficie terrestre por lo que la lámina de agua oceánica susceptible de ser evaporada es extraordinariamente extensa. La causa de la evaporación se encuentra en la teoría cinética molecular de la materia. Las moléculas que integran un lıquido tienden a escapar de él por efecto de su energía cinética, solo lo consiguen aquellas que disponen de la energía suficiente para vencer la atracción de las otras moléculas de líquido. Al perder estas moléculas, el líquido pierde energía, es decir, se enfría, de modo que para mantener su temperatura y proseguir la evaporación es preciso aportar calor. Cuando la evaporación tiene lugar en un contenedor cerrado, aquellas moléculas que consiguen escapar del líquido se agrupan en estado gaseoso encima del mismo y muchas de ellas vuelven a su forma líquida. Cuando este proceso de ida y vuelta llega a un equilibrio (llamado evaporativo) ya no se dan más transformaciones en la presión del vapor (que en este caso se denomina saturado) ni en la temperatura de la sustancia.