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MANUAL DEL PROCESO CIVIL – LAS PARTES Y SU REPRESENTACION EN EL PORCESO – BRYAN GUERE.

CAPITULO III

LAS PARTES Y SU REPRESENTACION


EN EL PROCESO

1. PARTE DEMANDANTE

En principio, como lo hace notar Gimeno Sendra:

“Partes no son todos los sujetos que intervienen en el proceso, sino únicamente quienes
interponen la pretensión y se oponen a ella.

En efecto, el proceso sirve para obtener la tutela judicial de las pretensiones declarativas,
constitutivas o de condena (…), que decida interponer el demandante ante el tribunal
competente ‘y frente a los sujetos a quienes haya de afectar la resolución pretendida’
(…).

(…) El concepto de parte presupone una titularidad o cierta situación con respecto a la
relación jurídico material debatido (…) y se determina en función de las expectativas de
declaración, realización o transformación, por la sentencia, de dicha relación material o,
lo que es lo mismo, por los efectos materiales de la cosa juzgada.

Son, pues, partes en un proceso, quienes han de verse expuestos a los efectos materiales de
la futura Sentencia. Por ello, el concepto de parte se diferencia claramente del de tercero,
quien puede intervenir también en el proceso (por ejemplo, en calidad de testigo o de
perito), pero quien, a diferencia de las partes, ni es titular de derecho subjetivo, ni ha de
cumplir obligación alguna derivada de la relación jurídico material debatida, ni ostenta
interés legítimo derivado de dicha relación, ni ha de soportar, en su esfera patrimonial o
moral, los efectos ulteriores de la sentencia.

Así, pues, las partes son, quienes, por ostentar o la titularidad de los derechos y obligaciones
o algún interés legítimo en una determinada relación jurídica discutida, interponen, a
través de la demanda (actor o demandante), su pretensión o se oponen a ella, mediante
el escrito de contestación (el demandado). Pero, junto a estas partes iniciales, (…)
pueden aparecer o intervenir otras en el curso del proceso que ostenten dicha titularidad
de la relación jurídica o incluso, sin serlo, mantengan un interés con respecto al objeto
procesal, que les permita comparecer, en calidad de parte principal o subordinada, dentro
del proceso.

El concepto y el estatus jurídico de las partes vienen, pues, determinados por la


legitimación…” (GIMENO SENDRA, 2007, Tomo I: 99-100).

Gómez de Liaño González y Pérez-Cruz Martín, sobre las partes del proceso civil, hacen
estas acotaciones:

“Partes son los sujetos del proceso que solicitan la tutela jurisdiccional y aquellos frente a
los cuales se reclama y que han de quedar afectados por el resultado definitivo. No se
identifican con las partes de la relación jurídica material porque en el sentido que nos
ocupa tiene un concepto eminentemente formal de manera que lo decisivo es la posición
procesal de pedir en un proceso, de defenderse en el mismo, de actuar en definitiva y

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que puede coincidir o no con la titularidad de un determinado derecho, porque el


concepto procesal de parte está íntimamente unido al de acción, entendida como derecho
de acudir a los Tribunales, y poner en marcha la actividad jurisdiccional, que en principio
es muy amplio y corresponde a todo aquel que afirme la existencia de un derecho que
precisa protección, y que tenga relación con el objeto del proceso, sin perjuicio de que
le corresponda o no, pues a ello es a lo que va dirigido el proceso que ha de sustanciarse.

Tampoco puede confundirse con el de interesado que en un determinado asunto pueden ser
muchas personas y sólo alguna (sic) de ellas son las que acudirán al proceso con una
petición concreta, y sólo éstas son las que tienen la calidad de parte.

Partes son las personas, entidades o grupos que en nombre propio piden una determinada
declaración jurisdiccional. El representante no actúa en nombre propio y por eso no es
parte. Sí lo es, el sustituto que actuando un derecho ajeno, pide en nombre propio como
el supuesto (…) que permite a los acreedores ejercitar acciones del deudor.

(…)

Las partes se identifican con los sujetos que solicitan la tutela judicial efectiva, a través del
proceso en el que aparecen afectados, y que es preciso distinguir de aquellos otros que
también intervienen en el proceso, como los que les asisten (abogados y procuradores),
o los que sirven en los juzgados y tribunales (jueces y funcionarios), o los que colaboran
(como los testigos o los peritos). En el proceso judicial se produce una representación
histórica de hechos, a través de unos actores y directores y figurantes. Pero partes sólo
son aquellos que piden la resolución de su problema, y los que se defienden frente a estas
peticiones, resultando afectados por la sentencia que se dicte” (GOMEZ DE LIAÑO
GONZALEZ; y PEREZ-CRUZ MARTIN, 2000, Tomo I: 287-288).

Según Casarino Viterbo, “... la parte que pide la declaración o protección de su derecho recibe
el nombre de demandante...” (CASARINO VITERBO, 1983, Tomo III: 36).

Oderigo estima que el actor o demandante “es la persona del derecho privado que mediante
el proceso civil pide a propio nombre la actuación de la ley civil, en favor suyo o de otra persona
a la que necesariamente represente por ministerio de la ley” (ODERIGO, 1989, Tomo II: 182).

Casarino Viterbo precisa que “... la intervención en juicio en calidad de demandante es un


acto procesal entregado a la simple voluntad del propio demandante; él es el dueño o no de
ejercitar la acción de que se trata, y, al no hacerlo, no correrá otro riesgo que el de la prescripción
extintiva de su propia acción” (CASARINO VITERBO, 1983, Tomo III: 42).

2. PARTE DEMANDADA

El demandado “es la contrafigura procesal del actor, su réplica con signo contrario: es la
persona que a nombre propio resiste la actuación de la ley civil pretendida por aquél, en defensa
suya o de otra persona a la que necesariamente represente por ministerio de la ley” (ODERIGO,
1989, Tomo II: 187).

Casarino Viterbo señala al respecto que “la parte en contra de la cual se pide esta declaración
o protección (del derecho) recibe el nombre de demandado...” (CASARINO VITERBO, 1983,
Tomo III: 36). El mencionado autor advierte que “... la intervención en juicio en calidad de
demandado depende única y exclusivamente de la voluntad del demandante, al pretender accionar
en su contra y atribuirle esta calidad de demandado, aun en contra de sus deseos” (CASARINO
VITERBO, 1983, Tomo III: 42).

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3. COMPARECENCIA AL PROCESO

“La ‘comparecencia’, término de carácter procesal, es el acto por el cual una persona se
dirige a un Tribunal de Justicia solicitando su actuación para la defensa de sus derechos,
el ejercicio de sus facultades o la autorización de sus actos. Representa, pues, el ejercicio
de la facultad que los individuos tienen para servirse de los Tribunales de Justicia, o, en
otras palabras, la solicitación dirigida al Tribunal para que ejerza su jurisdicción y
competencia sobre el asunto que interesa al solicitante” (BRAIN RIOJA, 1943: 29-30).

Casarino Viterbo, en cuanto a la noción de comparecencia al proceso, enseña que:

“... La palabra comparecencia, jurídicamente, tiene un doble sentido: uno amplio y otro
restringido.

Comparecencia, en sentido amplio, significa el acto de presentarse alguna persona ante el


juez, ya sea espontáneamente para deducir cualquiera pretensión o para hacerse parte en
un negocio, ya en virtud de llamamiento o intimación de la misma autoridad que lo
obligue a hacerlo para la práctica de alguna diligencia judicial.

Así, se dice que comparecen ante los tribunales no sólo las partes directas, sino también las
partes indirectas o terceros; comparecen, además, ante los tribunales los interesados en
los negocios pertenecientes a la jurisdicción voluntaria; y comparecen, por último, los
peritos y los testigos, los cuales, sabemos, son totalmente ajenos a las partes mismas.

En sentido restringido, en cambio, comparecencia es el acto de presentarse ante los


tribunales de justicia ejerciendo una acción o defensa, o bien requiriendo su intervención
en un acto perteneciente a la jurisdicción no contenciosa...” (CASARINO VITERBO,
1983, Tomo III: 53).

4. CAPACIDAD PARA SER PARTE DEL PROCESO

Gómez de Liaño González y Pérez-Cruz Martín aseveran que “... la capacidad para ser parte,
es un concepto paralelo al de capacidad jurídica en el derecho civil, que viene referido a la aptitud
para ser titular de la acción, y en este sentido la ostentan todas las personas físicas que gozan de
personalidad hasta el momento de extinguirse por la muerte, (…) e incluso el concebido y no
nacido como se le ha de tener por nacido para todos los efectos que le sean favorables, (…) podrá
tener la condición de parte” (GOMEZ DE LIAÑO GONZALEZ; y PEREZ-CRUZ MARTIN,
2000, Tomo I: 289).

Lino Palacio, en relación a la capacidad para ser parte, sostiene que “... este tipo de capacidad,
en tanto se refiere a la posibilidad jurídica de figurar como parte en un proceso, constituye una
proyección, en el orden procesal, de la capacidad de derecho genéricamente considerada. Se la
puede definir, por lo tanto, como la idoneidad reconocida por el ordenamiento jurídico para ser
titular de derechos y de deberes procesales. De lo cual se sigue que la capacidad jurídica procesal
y la capacidad para ser parte constituyen conceptos substancialmente equivalentes” (PALACIO,
1983, Tomo III: 20).

Gimeno Sendra estima que “la capacidad para ser parte es la aptitud requerida por la Ley
para poder ser demandantes o demandados, ostentar la titularidad de los derechos, obligaciones,
posibilidades procesales y cargas procesales y asumir las responsabilidades y efectos que del
proceso se deriven y, de modo especial, los efectos materiales de la cosa juzgada” (GIMENO
SENDRA, 2007, Tomo I: 101). El citado jurista añade que “... la capacidad para ser parte se
corresponde con la capacidad jurídica del Derecho Civil (…) y, desde luego, asiste a todos los

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sujetos del Derecho: tanto a las personas físicas, cuanto a las jurídicas…” (GIMENO SENDRA,
2007, Tomo I: 101).

Andrés de la Oliva y Miguel Ángel Fernández dicen de la capacidad para ser parte lo
siguiente:

“... Capacidad para ser parte es la aptitud para ser titular de todos los derechos procesales
y asumir las cargas y responsabilidades inherentes al proceso civil. O, con otras palabras,
es la aptitud para pedir la tutela de los tribunales civiles (afirmar acciones) y resultar
afectado por la decisión jurisdiccional relativa a la tutela jurídica pretendida.

(...)

(...) Cuando se habla de capacidad para ser parte (...), la susodicha capacidad no
guarda relación con lo que sea objeto concreto de concretos procesos, sino que debe
tratarse de una capacidad, aptitud o cualidades predicable o no de unos entes u otros al
margen de litigios específicos, de una capacidad, determinable, sí, en función del
proceso en abstracto o, cuando menos, de un tipo de procesos, genéricamente.

Mediante la capacidad para ser parte establecemos, pues, quiénes, al atribuírseles tal aptitud,
pueden ser partes de toda clase de procesos o de un conjunto abstracto de ellos, aunque
nunca, histórica y realmente, lleguen a litigar...” (DE LA OLIVA; y FERNANDEZ,
1990, Volumen I: 383-384).

De conformidad con lo dispuesto en el artículo 57 del Código Procesal Civil, tienen


capacidad para ser parte material en un proceso:
- Toda persona natural o jurídica.

- Los órganos constitucionales autónomos (como, por ejemplo, el Ministerio Público, la


Defensoría del Pueblo, el Jurado Nacional de Elecciones, etc.).

- La sociedad conyugal, la sucesión indivisa y otras formas de patrimonio autónomo. (Este


se da -según el art. 65 del C.P.C.- cuando dos o más personas tienen un derecho o interés
común sobre un bien, sin constituir una persona jurídica). Además de las mencionadas,
son formas de patrimonio autónomo las situaciones de copropiedad y la de los bienes de
asociaciones, comités y fundaciones irregulares.

5. CAPACIDAD PROCESAL O “LEGITIMATIO AD PROCESSUM”

La capacidad procesal (o capacidad para comparecer en un proceso o capacidad de obrar


procesal o “legitimatio ad processum”) es equivalente a la de obrar o de ejercicio y representa la
aptitud para comparecer por sí mismo (directamente) o como representante -legal o voluntario-
de otro. Significa, pues, la facultad de ejercitar derechos civiles (y, por ende, procesales) ante el
Poder Judicial.

A decir de Rosenberg, “capacidad procesal es la capacidad para ejecutar y recibir con


eficacia todos los actos procesales, por sí mismo o mediante representante designado por uno
mismo (...), para sí o para otro...” (ROSENBERG, 1955, Tomo I: 241).

Según Gómez de Liaño González y Pérez-Cruz Martín, “… la capacidad procesal constituiría


un grado superior a la capacidad para ser parte y se concreta en la necesaria para poder comparecer
en juicio y realizar eficazmente actos procesales” (GOMEZ DE LIAÑO GONZALEZ; y PEREZ-
CRUZ MARTIN, 2000, Tomo I: 290).
Prieto-Castro y Ferrándiz señala al respecto lo siguiente:

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“... La capacidad de obrar procesal, también llamada capacidad procesal simplemente (...)
es la de ser sujeto activo en el proceso.

Es, pues, esta capacidad (...) la de estar o comparecer en juicio (legitimatio ad processum).

Un concepto completo de la capacidad de obrar procesal sería éste: Es la que se reconoce, a


los sujetos con capacidad de obrar civil, como aptitud para comprender la trascendencia
de los actos procesales y para hacerse cargo de sus consecuencias, como también para
realizar válidamente tales actos” (PRIETO-CASTRO Y FERRANDIZ, 1980, Volumen
1: 64-65).

Lorca Navarrete, acerca de la capacidad de obrar procesal, hace estas aseveraciones:

“(La) llamada capacidad de obrar procesal (…) o capacidad para comparecer faculta, al
que ya posee personalidad procesal y existe para el derecho procesal para poder actuar
eficazmente en el proceso de la función jurisdiccional, es decir, que para poder realizar
actos procesales y, en definitiva, para poder personarse no basta con tener capacidad
para ser parte, es preciso además, tener un grado más de capacidad, esto es, la capacidad
procesal o capacidad de obrar procesal.

Por tanto, una cosa es poder figurar como parte en un proceso y otra distinta es poder actuar
e intervenir o comparecer en el proceso.

La regla general consiste en que solo pueden personarse o comparecer en juicio los que
estén en el pleno ejercicio de su personalidad procesal.

Ya no se trata de existir para el derecho procesal al obtener la personalidad procesal, cuanto


más bien, que quienes tienen personalidad procesal o se hallan en el pleno ejercicio
de la misma con plenitud de derechos civiles puedan personarse y comparecer en
un proceso.

(…)

Es el concepto de personalidad procesal el que le permite, a quien es persona con plenitud


de derechos civiles, a comparecer procesalmente.

De ahí que la capacidad de comparecer en el proceso integra la personalidad procesal


permitiendo que quien la posee pueda personarse en el proceso” (LORCA
NAVARRETE, 2000: 104-105).

6. LA “LEGITIMATIO AD CAUSAM”

Para Gozaíni, “... la legitimación ‘ad causam’, implica, además de la asignación propia del
derecho subjetivo, la naturaleza efectiva de reclamarlo por sí y para sí” (GOZAINI, 1992, Tomo
I, Volumen 1: 380). Dicho autor añade que la legitimatio ad causam “... supone que el interesado
ha tomado parte en la relación jurídica que da origen al objeto del proceso. Sería
aproximadamente la situación individual de cada interviniente la que en su relación con el hecho
principal otorga legitimación en la causa...” (GOZAINI, 1992, Tomo I, Volumen 1: 381).
Al respecto, Devis Echandía enseña que:

“Tener legitimación en la causa consiste en ser la persona que, de conformidad con la ley
sustancial, puede formular o contradecir las pretensiones contenidas en la demanda (...),
por ser el sujeto activo o pasivo de la relación jurídica sustancial pretendida o del ilícito
penal imputado, que deben ser objeto de la decisión del juez, en el supuesto de que

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aquélla o éste existan; o en ser el sujeto activo o pasivo de una relación jurídica
sustancial que autorice para intervenir en el proceso ya iniciado.

(...) No se trata del derecho o la obligación sustancial, porque puede que éstos no existan, y
que basta con que se pretenda su existencia; por eso puede ser perfecta la legitimación
en la causa y, sin embargo, declararse en la sentencia que dicho derecho y tal obligación
(...) no existen realmente” (DEVIS ECHANDIA, 1984, Tomo I: 310).

Andrés de la Oliva y Miguel Ángel Fernández, en relación al tema que se examina en este
punto, apuntan lo siguiente:

“... Se entiende hoy por legitimación la cualidad de un sujeto jurídico consistente en hallarse,
dentro de una situación jurídica determinada, en la posición que fundamenta, según el
Derecho, el reconocimiento a su favor en una pretensión que ejercita (la legitimación
activa) o a la exigencia, precisamente respecto de él, del contenido de una pretensión
(legitimación pasiva).

(...)

(...) Hallarse un sujeto en la posición jurídica que fundamenta que precisamente él obtenga
una concreta tutela jurisdiccional (legitimación activa), suele consistir en ser titular de
un derecho subjetivo privado (que fundamenta una acción). Y hallarse en la posición
que justifica padecer la concesión de una tutela jurisdiccional concreta (legitimación
pasiva), frecuentemente significa ser titular de un deber u obligación...” (DE LA
OLIVA; y FERNANDEZ, 1990, Volumen I: 399-400).

Muñoz Rojas afirma que la legitimación activa “... se refiere a la facultad que tiene una
persona concreta y determinada (o varias, incluso no determinadas, como sucede en la acción
popular) para asumir en un proceso la postura de demandante...” (MUÑOZ ROJAS, 1960: 70-
71). Y que “... la legitimación pasiva hace referencia a aquella que poseen uno o varios sujetos
para asumir, en un caso concreto, la postura de demandados” (MUÑOZ ROJAS, 1960: 71).
Gómez de Liaño González y Pérez-Cruz Martín estiman que “... la legitimación es activa,
cuando va referida a la parte actora o demandante, a la parte que pide en primer lugar y que pone
en marcha el ‘iter procesal’; se denomina pasiva cuando se refiere a la parte demandada, aquélla
frente a la cual se pide” (GOMEZ DE LIAÑO GONZALEZ; y PEREZ-CRUZ MARTIN, 2000,
Tomo I: 296).

La Corte Suprema de Justicia de la República, en relación a la legitimación para obrar, ha


establecido lo siguiente:

- “... La legitimación procesal es la capacidad de ejercicio, en el proceso, de los derechos


civiles; es la aptitud que tiene la persona de obrar directamente en un proceso como parte,
defendiendo sus derechos...” (Casación Nro. 5003-2007 / Lima, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 0309-2008, págs. 22951-22952).

- “... La legitimación procesal es un elemento propio de la sentencia ya que la legitimación


determina la persona que tiene el derecho para demandar o ser demandado...” (Casación Nro.
2602-2000 / La Libertad, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 01-10-2001, págs.
7775-7776).

- “... Sólo quienes han intervenido en la relación material o sustantiva están legitimados para
intervenir en la relación procesal...” (Casación Nro. 3141-2002 / Huánuco, publicada en el
Diario Oficial El Peruano el 03-11-2004, págs. 12985-12986).

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- “... La legitimatio ad causam está ligada al legítimo interés económico y moral que exige el
artículo sexto del Título Preliminar del Código Procesal Civil para poder ejercitar una acción,
la cual a su vez, activa el derecho a la tutela judicial para que se resuelva el conflicto jurídico
generado entre las partes. [...] el interés para obrar está constituido por la necesidad de acudir
ante un Juez cuando se han agotado todas las posibilidades de solucionar el conflicto en vía
o forma distinta, de allí que la comprobación al inicio del proceso de la coincidencia de la
relación jurídica procesal con la relación de derecho sustantivo no es condición ni
presupuesto de la acción, pues sólo se establecerá ello en el momento en que se pronuncie la
sentencia, por ende estar legitimado en la causa significa tener derecho a exigir que se
resuelva sobre las peticiones propuestas en la demanda...” (Casación Nro. 2315-02 / Puno,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-06-2005, págs. 14329-14330).

- “... La denominada ‘legitimatio ad causam’ es un requisito esencial para el ejercicio de la


acción; en cuya virtud debe mediar una coincidencia entre las personas que actúan en el
proceso y las personas a las cuales la ley habilita para pretender (legitimación activa) y para
contradecir (legitimación pasiva) respecto de la materia [...] sobre la cual versa el proceso;
por tanto dicha legitimación de las partes corresponde a la cualidad que les asiste para
accionar y que los habilita legalmente para asumir su posición procesal...” (Casación Nro.
2581-2007 / Arequipa, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-05-2008, págs. 22208-
22209).

- “... La legitimidad ‘ad causam’ es la titularidad que tiene la persona respecto del derecho que
demanda; es un elemento de procedencia de la pretensión jurídica demandada. En caso que
la parte actora no tenga la legitimatio ad causam, la acción será, evidentemente,
improcedente...” (Casación Nro. 5003-2007 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano
el 03-09-2008, págs. 22951-22952).

- “... La legitimatio ad causam es un presupuesto sustancial, es decir, un presupuesto de la


pretensión para la sentencia de fondo, pues contempla la relación sustancial que debe existir
entre el sujeto demandante o demandado y el interés perseguido en el juicio...” (Casación
Nro. 5123- 2007 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-06-2008, pág.
22414).

- “... La legitimidad para obrar es una de las condiciones del ejercicio válido de la acción y [...]
ha sido conceptuada de distintos modos: a) como la relación lógica de correspondencia que
existe o debe existir entre el demandante concretamente considerado y la persona a quien en
abstracto la norma jurídica confiere el derecho (legitimidad activa), o entre el demandado
concretamente considerado y la persona que en abstracto debe cumplir una obligación
(legitimidad pasiva); b) también como la posición habilitante para formular una pretensión o
para contradecirla, y que surge de la afirmación de ser titular de un derecho (legitimidad
activa) o de la imputación de una obligación o deber jurídico (legitimidad pasiva). En
consecuencia, cuando el Juez examina si el demandante tiene o no legitimidad para obrar,
debe verificar si existe esa relación formal de correspondencia; o, en la otra acepción, si es
la persona habilitada para formular la pretensión que demanda...” (Casación Nro. 1494-2007
/ Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 03-12-2008, págs. 23650-23652).

- “... La legitimidad para obrar [...] está dada por el título que tiene un litigante para reclamar
algún derecho que haya sido afectado en su perjuicio y que justifique su petición...” (Casación
Nro. 2346-00 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-04-2001, págs. 7181-
7182).
- “... La legitimidad para obrar o legitimatio ad causam, consiste en la aptitud para ser sujeto
de derecho en una determinada controversia judicial y poder actuar en ella eficazmente,
aptitud que la tiene quien afirma ser el sujeto de la relación jurídica o que se encuentra en

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situación de reclamar o de ser destinatario del reclamo...” (Casación Nro. 2704-2007 /


Arequipa, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 04-09-2008, págs. 23068-23069).

- “... La legitimidad para obrar es la cualidad emanada de la ley para requerir una sentencia
favorable respecto del objeto litigioso, situación que coincide en la mayoría de los casos [...]
con la titularidad de la relación jurídico - sustancial...” (Casación Nro. 3954-2001 / Santa -
Chimbote, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 31-07-2002, págs. 9043-9044).

- “... La legitimidad activa para obrar [...] corresponde a quien es titular de un derecho, ya sea
para ejercitarlo o para defenderlo, correspondiendo al actor invocar interés y legitimidad para
obrar [...]. [...] En otros términos la legitimidad para accionar se establece con la simple
constatación de que el actor ha deducido en juicio una relación jurídica afirmando que él y el
demandado son los sujetos de ella, puesto que la legitimación en causa es una condición para
la fundamentación material del derecho en la persona del actor...” (Casación Nro. 303-2004
/ Arequipa, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-11-2005, págs. 14970-14971).

- “... Nuestro Código Procesal Civil, en el artículo IV de su Título Preliminar, establece que la
legitimidad para obrar del demandante es una condición de la acción y como tal constituye
uno de los elementos esenciales que deben tenerse en cuenta para efecto del saneamiento
procesal y establecimiento certero por el juez de la causa, acerca de la existencia en el proceso
[...] de una relación jurídica procesal válida, entendida ésta como la correcta relación jurídica
que debe existir entre las partes que intervienen en el proceso y el juez de la causa (capacidad
procesal, competencia, requisitos de la demanda, legitimidad e interés para obrar). Sólo
cuando ello sea así, el Juez del proceso, llegado el momento, puede expedir un
pronunciamiento sobre el fondo de la controversia, declarando el derecho de las partes...”
(Casación Nro. 2936-2006 / Piura, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 02-10-2007,
pág. 20816).

- “... La denominada ‘legitimatio ad causam’ constituye un requisito fundamental para el


ejercicio de la acción, y es la cualidad emanada de la
ley para requerir una resolución favorable respecto del objeto litigioso, situación que debe
coincidir con la titularidad de la relación jurídico - sustancial; contrario sensu, la falta de
legitimación para obrar consiste en la ausencia de esa cualidad, porque no existe identidad
entre la persona del demandado y aquella a favor de quien la acción está concedida o entre la
persona del demandante y aquella contra la cual se concede; es decir, cuando no media
coincidencia entre las personas que efectivamente actúan en el proceso y las personas a las
cuales la ley habilita especialmente para pretender o para contradecir respecto de la materia
sobre la cual versa el proceso...” (Casación Nro. 5425-2007 / Ica, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 01-12-2008, págs. 23369-23370).

- “... Existe falta de legitimidad para obrar cuando no media coincidencia entre las personas
que efectivamente actúan en el proceso y las personas a las cuales la ley [...] habilita
especialmente para pretender o para contradecir, respecto de la materia sobre la cual versa el
proceso...” (Casación Nro. 3954-2001 / Santa - Chimbote, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 31-07-2002, 9043-9044).

- “... Conforme a la primera parte de dicho numeral del ordenamiento procesal civil (del
artículo IV del Título Preliminar del Código Procesal Civil) el proceso se promueve sólo a
instancia de parte, la que invocará interés y legitimidad para obrar. Dicho precepto legal no
exige la probanza rigurosa con la demanda de la legitimidad para obrar invocada. En todo
caso, ese requisito de fondo de la demanda deberá ser evaluado al resolver el fondo de la
causa, salvo que a criterio del juzgador el demandante careciera evidentemente de
legitimidad para obrar (artículo 427, inciso 1, del Código Procesal Civil)...” (Casación Nro.

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3419-2001 / Lambayeque, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 31-01-2003, págs.


9912-9913).

- “... En forma excepcional, en la sentencia el Juez se puede pronunciar sobre la validez de la


relación procesal, emitiendo una resolución inhibitoria, [...] la falta de legitimidad para obrar
del demandante (así como del demandado), si bien debe ser examinada al calificarse la
demanda, vía excepción o en el saneamiento del proceso, también cabe la posibilidad de que
el Juzgador la examine de oficio, al momento de expedir sentencia de primera y segunda
instancia, en atención a la facultad legal señalada; por consiguiente, el Juez puede efectuar
control de oficio tanto de los presupuestos procesales como de las condiciones del ejercicio
válido de la acción...” (Casación Nro. 1662-04 / Callao, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 01-12-2004, pág. 13285).

7. EL ESTADO COMO PARTE PROCESAL

De acuerdo al principio de socialización del proceso que postula la igualdad entre las partes
(artículo VI del Título Preliminar del Código Procesal Civil) y que reposa en el derecho
fundamental de la persona a la igualdad ante la ley (contemplado en el artículo 2 -inciso 2)- de la
Constitución Política de 1993), y en virtud del artículo 59 del Código Procesal Civil, tanto el
Estado como sus dependencias, o las empresas públicas y privadas con participación determinante
de aquél, intervendrán en el proceso sin gozar de privilegio alguno, a no ser que el mismo Código
Procesal Civil lo conceda expresamente (como efectivamente sucede, por ejemplo, en los casos
de exención de la condena en costas y costos -art. 413 del C.P.C.-, exención de contracautela -art.
614 del C.P.C.- e improcedencia de medidas cautelares para futura ejecución forzada contra el
Estado -art. 616 del C.P.C.-). De esta manera el Estado comparece al proceso como cualquier
persona natural o jurídica, ya sea como sujeto pasivo o activo de la relación jurídica procesal o
como tercero.

La disposición contenida en el artículo 59 del Código Procesal Civil guarda concordancia


con lo normado en la Sétima Disposición Final de dicho cuerpo de leyes, conforme a la cual,
salvo disposición distinta de este Código, quedan suprimidos todos los procesos judiciales
especiales y todos los privilegios en materia procesal civil en favor del Estado, el Gobierno
Central y los Gobiernos Regionales y Locales, sus respectivas dependencias y demás entidades
de derecho público o privado, de cualquier naturaleza.

8. SUSTITUCION PROCESAL

Se colige del artículo 60 del Código Procesal Civil, que regula lo concerniente a la sustitución
procesal, que esta última es una institución jurídica por la cual una persona puede iniciar un
proceso o coadyuvar en la defensa del ya iniciado cuando exista interés de su parte en el resultado
del proceso, sin que se precise acreditar derecho propio o interés directo en la materia discutida.

Del citado precepto legal se desprende, además, que procede la sustitución procesal cuando
el acreedor ejerce los derechos del deudor, sea en vía de acción o para asumir su defensa: art.
1219 -inc. 4)- del Código Civil; y en los demás casos permitidos por ley. Como se observa, la
sustitución procesal fundada en el ejercicio por parte del acreedor del derecho de acción del
deudor da lugar a la acción subrogatoria u oblicua a que se refiere el inciso 4) del artículo 1219
del Código Civil. Así, sin acreditar derecho propio o interés directo en el objeto de controversia,
puede un tercero (acreedor, cesionario, etc.) iniciar la litis; sin embargo, los derechos a que se
hace referencia no pueden ser personalísimos sino únicamente patrimoniales.
La acción subrogatoria u oblicua también puede darse en el caso de la sustitución procesal basada
en la defensa del demandado, y tiene relación con la intervención coadyuvante (llamada también
por la doctrina intervención por adhesión o accesoria), contenida en el artículo 97 del Código

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Procesal Civil, numeral conforme al cual: A. quien tenga con una de las partes una relación
jurídica sustancial, a la que no deban extenderse los efectos de la sentencia que resuelva las
pretensiones controvertidas en el proceso, pero que pueda ser afectada desfavorablemente si dicha
parte es vencida, puede intervenir en el proceso como coadyuvante de ella; B. esta intervención
(coadyuvante) puede admitirse incluso durante el trámite en segunda instancia; C. el tercero
coadyuvante puede realizar los actos procesales que no estén en oposición a la parte que ayuda y
no impliquen disposición del derecho discutido. Se aprecia entonces que la decisión que se emita
en el proceso en donde participa eventualmente el interviniente como coadyuvante no está
referida a él, pero sí le podrá afectar indirectamente. Esa es la razón por la cual la actuación del
coadyuvante es de carácter accesoria. Como vemos se está ante una intervención donde existe un
vínculo distanciado de la relación jurídica sustantiva que se ventila en un proceso. Además, al
igual que la acción subrogatoria u oblicua en vía de acción, la intervención coadyuvante se refiere
a la defensa de intereses de carácter patrimonial y no personal.

9. CURADORIA PROCESAL

Beatriz Quintero y Eugenio Prieto apuntan que “... los curadores ad litem son defensores
designados por el juez, que sustituyen a los representantes y a los apoderados y deben ser
abogados inscritos. Se les asigna a quienes no ha sido posible vincular personalmente al proceso
mediante la notificación de la primera providencia. Se designa igualmente curador ad litem a
quienes siendo incapaces carezcan de representante, o deban litigar contra sus representantes. Los
curadores ad litem pertenecen al cuerpo de auxiliares de la justicia y gozan de todos los poderes
procesales, salvo los que se reserven a la parte y en especial de esos que implican disposición del
objeto litigioso: transigir, desistir, allanarse, confesar y partir” (QUINTERO; y PRIETO, 1995,
Tomo II: 24).

El curador procesal es, pues, aquella persona designada por el Juez para comparecer en un
proceso en lugar de la parte o de su representante legal por no tener éstos capacidad procesal o no
poder hacerla efectiva. El nombramiento necesariamente recaerá en un abogado (art. 61 -primer
párrafo- del C.P.C.).

La curadoría procesal procede en los siguientes casos:

A) Cuando no sea posible emplazar válidamente al demandado por ser indeterminado, incierto
o con domicilio o residencia ignorados, según lo dispuesto por el artículo 435 del Código
Procesal Civil (art. 61 -inc. 1)- del C.P.C.).

B) Cuando no se pueda establecer o se suspenda la relación procesal por incapacidad de la parte


o de su representante legal (art. 61 -inc. 2)- del C.P.C.). Al respecto, el artículo 43 del Código
Civil señala que son absolutamente incapaces: a) los menores de dieciséis años (salvo para
aquellos actos determinados por la ley); y b) los que por cualquier causa se encuentren
privados de discernimiento. Por su parte, el artículo 44 del Código Civil preceptúa que son
relativamente incapaces: a) los mayores de dieciséis y menores de dieciocho años; b) los
retardados mentales; c) los que adolecen de deterioro mental que les impide expresar su libre
voluntad; d) los pródigos; e) los que incurren en mala gestión; f) los ebrios habituales; g) los
toxicómanos; y h) los que sufren pena que lleva anexa la interdicción civil (ahora
inhabilitación).

C) Cuando (a tenor del art. 61 -inc. 3)- del C.P.C.) exista falta, ausencia o impedimento del
representante del incapaz, según lo dispuesto por el artículo 66 del Código Procesal Civil.
Este último numeral establece que en caso de falta, ausencia o impedimento del representante
del incapaz, se aplican las siguientes reglas: 1. cuando el incapaz relativo no tenga
representante legal o éste estuviera ausente y surja la necesidad de comparecer en un proceso,

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MANUAL DEL PROCESO CIVIL – LAS PARTES Y SU REPRESENTACION EN EL PORCESO – BRYAN GUERE.

lo expondrá así al Juez para que le designe curador procesal o confirme al designado por él,
si lo considera idóneo; 2. cuando la demanda se dirija contra un incapaz que carece de
representante o éste se halle ausente, el Juez le nombrará un curador procesal o confirmará
el propuesto por el incapaz relativo, si lo considera idóneo; 3. el Juez nombrará curador
procesal para el incapaz que pretenda demandar a su representante legal, o que sea
demandado por éste, o confirmará el propuesto por el relativamente incapaz, si fuera idóneo;
y 4. también se procederá al nombramiento de curador procesal cuando el Juez advierta la
aparición de un conflicto de intereses entre el incapaz y su representante legal, o confirmará
el propuesto por el incapaz relativo.

D) Cuando (a tenor del art. 61 -inc. 4)- del C.P.C.) no comparece el sucesor procesal, en los
casos que así corresponda, según lo dispuesto por el artículo 108 del Código Procesal Civil.
Este último numeral versa sobre la sucesión procesal (por la cual un sujeto ocupa el lugar de
otro en un proceso, al reemplazarlo como titular activo o pasivo del derecho discutido),
desprendiéndose de dicho precepto legal que procederá el nombramiento de curador procesal
ante la falta de comparecencia de los sucesores procesales en los casos previstos en los incisos
1) y 2) del citado artículo 108 del Código adjetivo, vale decir: a) cuando haya fallecido una
persona que sea parte en el proceso, sin que haya sido reemplazada por su sucesor; y b)
cuando se haya producido la extinción o fusión de una persona jurídica, sin que sus sucesores
en el derecho discutido comparezcan en el proceso.

Puntualizamos que la actuación del curador procesal nombrado por el Juez a pedido del
interesado en los casos normados por la ley continuará mientras la parte o su representante legal
no comparezcan al proceso una vez que hayan adquirido o recuperado su capacidad procesal.
Producida la comparecencia de aquéllos en la forma prevista por la ley, concluye, pues, la
intervención del curador procesal (art. 61 -in fine- del C.P.C.).

La Corte Suprema de Justicia de la República, en relación a la curadoría procesal, ha


establecido lo siguiente:

- “... El Curador Procesal es aquel abogado designado por el Juez para comparecer en un
proceso en lugar de la parte o de su representante legal por no tener éstos capacidad procesal
o no poder hacerla efectiva, ejercitando de esta manera, en su representación, el ejercicio
pleno del derecho constitucional de defensa que le asiste a todo justiciable...” (Casación Nro.
2756-2002 / Lambayeque, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 03-01-2005, pág.
13325).

- “... El Curador procesal es un representante, legitimado para actuar en el proceso, con los
deberes y obligaciones que la ley y la ética le imponen a las partes. La actuación del curador
procesal concluye si la parte o su representante legal comparecen al haber adquirido o
recuperado su capacidad procesal...” (Casación Nro. 1631-2005 / Ancash, publicada en el
Diario Oficial El Peruano el 01-08-2006, págs. 16893-16894).

- “... El curador procesal es nombrado sólo para efectos de representación en el proceso, más
no [sic -léase mas no-] para representarla fuera del proceso, en la celebración de actos
jurídicos sustantivos...” (Casación Nro. 502-2007 / Ica, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 02-07-2007, págs. 19646-19647).

- “... Tal como lo dispone el artículo cincuenticinco y el inciso primero del artículo sesentiuno
del Código Procesal Civil el curador procesal es un órgano de auxilio judicial que interviene
en caso que no sea posible emplazar válidamente al demandado por ser indeterminado e
incierto o con domicilio o residencia ignorada; [...] teniendo el curador procesal la calidad de
órgano de auxilio judicial que actúa en defecto del demandado,

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no puede tener la calidad de parte en el proceso, pues esa calidad solamente le corresponde
al emplazado, el cual en caso que se encuentre indeterminado o se ignore su domicilio se
entiende que ha sido emplazado válidamente transcurrido el plazo de emplazamiento a que
se refiere el artículo cuatrocientos treinticinco in fine del Código Adjetivo [C.P.C.] o los
plazos especiales de emplazamiento establecidos para cada proceso; [...] cuando el artículo
cuatrocientos treinticinco del Código Adjetivo [C.P.C.] habla del plazo de emplazamiento
del demandado indeterminado o con domicilio ignorado, se está refiriendo al momento en
que se entiende que este demandado resulta válidamente notificado, para lo cual se requerirá
que venza efectivamente este plazo o el que se establezca de acuerdo a cada procedimiento...”
(Casación Nro. 184-01 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-11-2001, págs.
8112-8113).

- “... Pese a que la [...] resolución [...] no conlleva el apercibimiento correspondiente [de
nombrarse curador procesal si no se absuelve el traslado de la demanda], mediante los edictos
[...] y las publicaciones [...] se exhorta a los emplazados a absolver el traslado de la demanda
en el plazo especial de sesenta días, bajo apercibimiento de nombrarse curador procesal; y
por Resolución [...] el Juez de la causa, haciendo efectivo un apercibimiento no decretado,
lleva a cabo el acto procesal de designar [...] curador procesal de los demandados [...]; a quien
[sic] se le declarara rebelde mediante auto [...] por no haber contestado la demanda dentro
del plazo de ley. [...] Que, los hechos antes descritos evidencian la concurrencia de actos que
transgreden las normas esenciales del procedimiento, y conllevan a [la] nulidad de
actuados...” (Casación Nro. 220-2002 / Cañete, publicada en el Diario Oficial El Peruano el
02-02-2004, págs. 11364-11365).

- “... Al fallecimiento de una persona sus bienes pasan automáticamente a sus herederos, luego
no existe razón para que se siga el juicio de partición con un curador que lo represente (al
causante testador), quedando debidamente compuesta la causa con el emplazamiento de
todos los herederos designados...” (Casación Nro. 1084-99 / Huancavelica, publicada en el
Diario Oficial El Peruano el 07-01-2000, pág. 4506).

- “... El Juez de la causa emitió la resolución [...] mediante la cual declaró procedente la
devolución de la cédula dirigida al [...] codemandado, concediéndole un plazo a la citada
accionada para que se apersone al proceso como sucesora [...], bajo apercibimiento de
nombrarse curador procesal. [...] Que, de la parte resolutiva de la citada resolución se
desprende que en ella se ha considerado a la codemandada aludida como única sucesora del
causante, sin tener la certeza de que ello sea así, pues no obra en autos la sentencia recaída
en el proceso de declaratoria de herederos, en la que se establezca quien o quienes [sic -léase
quién o quiénes-] han sido declarados como herederos, o que tenga la representación de los
demás integrantes de la citada sucesión. [...] Que, no obstante la irregularidad anotada,
tampoco se ha cumplido con nombrar curador procesal conforme al apercibimiento
consignado en la resolución aludida. [...] Que, siendo esto así, se ha vulnerado el derecho de
defensa de la sucesión...” (Casación Nro. 1473-2000 / Santa, publicada en el Diario Oficial
El Peruano el 02-01-2001, págs. 6697-6698).

- “... El curador procesal se extralimitó en las funciones que le corresponden al allanarse a la


pretensión del demandante, por cuanto no existe norma alguna que lo faculte expresamente
a formular allanamiento; por tanto, éste resulta improcedente. [...] Que, [...] la referida
actuación del letrado mencionado [que ejerce la representación legal de la codemandada en
calidad de curador procesal] no se condice con el deber [sic] de veracidad, probidad, lealtad
y buena fe, a que está obligado por mandato del artículo ciento nueve del Código Procesal
Civil, puesto que su actitud implica una renuncia a la defensa de los intereses de su
representada, aún antes de la actuación de los medios probatorios [...]; por consiguiente, [...]
corresponde al Juez de la causa determinar la sanción correspondiente al mencionado curador

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MANUAL DEL PROCESO CIVIL – LAS PARTES Y SU REPRESENTACION EN EL PORCESO – BRYAN GUERE.

procesal, al amparo de lo preceptuado en los artículos cincuenta y cincuentiuno del Código


Procesal Civil...” (Casación Nro. 2324-2006 / Arequipa, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 02-10-2007, págs. 20762-20764).

- “... Como lo establece el artículo doscientos noventidós del Código Adjetivo [C.P.C.], el
reconocimiento de un documento privado sólo puede ser efectuado por su otorgante o sus
herederos, lo que ha sido reconocido en la resolución expedida en la prueba anticipada, que
admite la imposibilidad jurídica de que el reconocimiento [...] sea efectuado por el curador
procesal...” (Casación Nro. 2640-2001 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el
01-04-2002, pág. 8521).

- “... La resolución [...] de dicha prueba anticipada [reconocimiento de documento privado]


por la que se señala día y hora para la audiencia de actuación y declaración judicial, [...] no
fue notificada a dicha obligada [...], habiéndose notificado solamente al curador procesal, que
no podía practicar el reconocimiento; [...] a pesar de ello se ha hecho efectivo el
apercibimiento y se ha tenido por reconocida la letra de cambio en su contenido y firma,
afectando la garantía constitucional del debido proceso, lo que determina que la prueba
anticipada no se ha tramitado con arreglo a ley y por lo tanto no tiene mérito ejecutivo...”
(Casación Nro. 2640-2001 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 01-04-2002,
pág. 8521).

10. REPRESENTACION PROCESAL

“Todo litigante tiene el derecho de comparecer personalmente ante cualquier juez para la
defensa de sus derechos (...) pero en algunos casos es la parte misma quien delega esa intervención
en un tercero que actúa en nombre suyo, mientras que en otros, por tratarse de incapaces de hecho,
la ley impone la intervención de la persona que integra su capacidad. En el primer supuesto existe
representación convencional, y en el segundo representación legal...” (ALSINA, 1956, Tomo I:
499-500).

Pallares, en relación a la representación procesal, explica lo siguiente:

“... Como los incapaces procesalmente no pueden comparecer ante los tribunales con eficacia
jurídica, es necesario que la ley tutele sus derechos instituyendo la representación
procesal, que no sólo puede tener validez tratándose de los incapaces, sino también
cuando las personas que gozan de capacidad procesal, desean que un tercero las
represente en juicio, ya sea porque se encuentren ausentes, porque sus negocios no les
permitan dedicar el tiempo necesario a su propia defensa, o porque estén impedidos a
causa de enfermedad o por cualquiera otra circunstancia.

No es forzoso por lo tanto, que los litigantes actúen por su propio derecho, la representación
procesal puede evitarlo y lo hace de dos maneras:

a).- Cuando se trata de incapaces, intervienen en el proceso sus representantes legítimos,


o sea los que conforme a ley hacen sus veces, tales como los ascendientes respecto
de sus descendientes, los tutores con relación a sus pupilos (...) y otros casos
análogos a los anteriores.

b).- La representación legal debe distinguirse claramente de la convencional que tiene


lugar cuando los interesados, mediante un poder o un mandato nombran procurador
judicial que actúe por ellos en el proceso” (PALLARES, 1979: 139).

En lo relativo a la representación procesal en general, debe tenerse presente lo normado en


el artículo 58 del Código Procesal Civil, conforme al cual:

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- Tienen capacidad para comparecer por sí a un proceso o para conferir representación


designando apoderado judicial, las personas que pueden disponer de los derechos que en
él se hacen valer, así como aquellas a quienes la ley se lo faculte. Las demás deben
comparecer por medio de representante legal.

- También pueden comparecer en un proceso, representando a otras personas, las que


ejercen por sí sus derechos.

10.1 Representación legal o necesaria en el proceso

Lino Palacio, en lo que concierne a la representación necesaria o legal en el proceso, predica


lo siguiente:

“... Cuando se trata de personas físicas procesalmente incapaces, el derecho de postulación


corresponde a sus representantes legales (padres, tutores o curadores) (...).

Asimismo, aunque respecto de las personas jurídicas o de otras entidades colectivas no cabe
sostener que carezcan de capacidad procesal, lo cierto es que, en razón de su propia
naturaleza, están de hecho impedidas para actuar en el proceso, debiendo asumir esa
función sus representantes legales o estatutarios (...).

En síntesis, siempre que la parte carezca de idoneidad para actuar personalmente en el


proceso, sea en razón de estar afectada por una incapacidad o en virtud de mediar
circunstancias de hecho que obsten a su comparecencia directa, cabe hablar de
representación necesaria” (PALACIO, 1983 , Tomo III : 64-65).

El indicado jurista argentino pone de relieve que “... la representación necesaria funciona
como medio de suplir la incapacidad procesal o la ausencia de las personas físicas, o el
impedimento de hecho que se opone a la comparecencia de la multiplicidad de
individuos que integran las entidades sólo dotadas de existencia jurídica” (PALACIO,
1983, Tomo III: 110).

Como se ha podido apreciar, quien carece de capacidad para comparecer en un proceso no


puede ejercitar libremente sus derechos materiales y procesales, debiéndolo hacer a través de otra
persona (que debe contar con capacidad procesal): un representante legal (arts. 58 -primer párrafo-
y 63 del C.P.C.). En consecuencia, éste se apersonará al proceso y ejercerá los derechos o intereses
de su titular, ya sea en vía de acción o de contradicción o asumiendo la posición de tercero, calidad
en que también puede fundarse la intervención en un proceso.

En cuanto a la representación en el proceso de las personas naturales hay que señalar, en


principio, que la persona natural o física es aquella individualmente considerada. De no tener
capacidad de ejercicio tendrá que comparecer al proceso debidamente representada por otra
persona. Esta representación se sujeta a lo que determinen las leyes pertinentes. Así, tratándose
de menores de edad la representación recaerá en sus progenitores o en alguno de ellos, o en el
(los) adoptante (s) -si fuere el caso-, que estén ejerciendo la patria potestad (arts. 377, 419 y 423
-inc. 6)- del Código Civil). Si los menores se encuentran sujetos a tutela, serán representados por
su tutor, excepto en aquellos actos civiles que, por disposición de la ley, puedan ejecutarlos los
menores por sí solos (art. 527 del C.C.). Se deja constancia que siempre el menor de edad
intervendrá en el proceso mediante representante, inclusive cuando exista controversia entre
ambos, supuesto en el que velará por sus intereses el curador procesal que se le designe (art. 66 -
incs. 3) y 4)- del Código Procesal Civil).

Será el curador quien se encargue de representar en juicio a las personas mayores de edad
sujetas a curatela (arts. 564 al 618 del C.C.). Tales personas son las que se indican a continuación:

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- Los que por cualquier causa se encuentran privados de discernimiento.

- Los retardados mentales.

- Los que adolecen de deterioro mental que les impide expresar su libre voluntad.

- Los pródigos.

- Los que incurren en mala gestión.

- Los ebrios habituales.

- Los toxicómanos.

- Los que sufren pena que lleva anexa la interdicción civil (ahora inhabilitación).

- El desaparecido (representándolo el curador interino, a no ser que tenga representante o


mandatario con facultades suficientes inscritas en el Registro Público: art. 47 del C.C.).

10.2 Representación de personas jurídicas en el proceso

Las personas jurídicas (llamadas también colectivas o morales o ideales) son entidades
abstractas creadas por ley a las que el ordenamiento positivo les asigna una personalidad, siendo
capaces de adquirir derechos y contraer obligaciones.
Tienen existencia distinta a la de sus miembros.
Las personas jurídicas pueden ser de Derecho Privado y de Derecho Público. En el primer
caso, nacen de un acto jurídico realizado por personas naturales; en el segundo, son creadas por
la ley.

La representación de las personas jurídicas se da “... no porque éstas sean incapaces, sino
porque no pueden actuar en el mundo del derecho, y por tanto, tampoco estar en juicio, asumiendo
la calidad de partes, sino por medio de órganos que las personifiquen, a través de determinadas
personas físicas, investidas de los necesarios poderes” (ROCCO, 1976, Volumen II: 138).

Sobre el particular, Gómez de Liaño González y Pérez-Cruz Martín señalan que “… la


representación se denomina necesaria cuando afecta a las personas jurídicas, porque se trata
únicamente de un mecanismo que posibilita el ejercicio de la capacidad de ejercicio que ya tienen,
pero sus circunstancias de ‘ficción’ de existencia real, exige que actúen a través de sus
representantes legales, que dependerá de la clase de entidad de que se trate…” (GOMEZ DE
LIAÑO GONZALEZ; y PEREZ-CRUZ MARTIN, 2000, Tomo I: 291-292).

Montero Aroca, Gómez Colomer, Montón Redondo y Barona Vilar ponen de manifiesto lo
siguiente:

“Las personas jurídicas no pueden plantear problemas de incapacidad; la capacidad procesal


la tienen desde su constitución. Ahora bien, advertido que se trata de entes ideales suele
sostenerse que precisan para actuar de una representación que se denomina necesaria
(…).

Con todo, hay que advertir que no existen aquí dos voluntades, una la de la representada y
otra la del representante, sino una sola, la del órgano que conforma la voluntad única del
ente, con lo que puede concluirse que no existe representación alguna, sino actuación de
la persona jurídica por medio de sus órganos” (MONTERO AROCA; GOMEZ
COLOMER; MONTON REDONDO; y BARONA VILAR, 2003, Tomo II: 61-62).

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De conformidad con lo dispuesto en el artículo 64 del Código Procesal Civil, las personas
jurídicas -en general- están representadas en el proceso de acuerdo a lo que establezca la
Constitución, la ley o el respectivo estatuto.

En lo que toca a la representación en el proceso de las personas jurídicas de Derecho Privado,


cabe señalar, en principio, que aquéllas están reguladas en la Sección Segunda del Libro I del
Código Civil (asociaciones, fundaciones y comités) y en la Ley General de Sociedades -Ley Nro.
26887- (sociedades comerciales: sociedad anónima -ordinaria, abierta y cerrada-, sociedad en
comandita -simple y por acciones-, sociedad comercial de responsabilidad limitada y sociedad
civil). Ahora bien, para determinar la representación en juicio de tales personas jurídicas habrá
que estar a lo dispuesto en los mencionados dispositivos legales y, especialmente, en los estatutos
correspondientes. Al respecto, hay que indicar que, según la Ley Nro. 26539 (del 14-10-1995), el
Gerente o Administrador, según el caso, de sociedades mercantiles o civiles, goza de las
facultades generales y especiales de representación procesal señaladas en los artículos 74 y 75 del
Código Procesal Civil, por el solo mérito de su nombramiento, salvo estipulación estatutaria en
contrario o limitación impuesta mediante acuerdo en Junta General de Accionistas o Socios (lo
señalado ha sido prácticamente reproducido en el último párrafo del art. 14 de la Ley Nro. 26887,
que preceptúa que el gerente general o los administradores de la sociedad, según sea el caso,
gozan de las facultades generales y especiales de representación procesal señaladas en el Código
Procesal Civil y de las facultades de representación previstas en la Ley de Arbitraje -Decreto
Legislativo Nro. 1071-, por el solo mérito de su nombramiento, salvo estipulación en contrario).
Esto quiere decir que, en lo concerniente a las facultades (sobre todo las especiales) del
representante de una persona jurídica de Derecho Privado, ya no sería exigible que en el poder
respectivo conste de manera expresa el acto para el cual está facultado aquél. O sea, el
otorgamiento de facultades -especiales- ya no se regirá por el principio de literalidad contenido
en el último párrafo del artículo 75 del Código Procesal Civil, bastando únicamente el
nombramiento del representante de la persona jurídica de Derecho Privado (sociedades
mercantiles o civiles). Puntualizamos que, si bien puede haber disposición en contrario (por
establecerlo así los estatutos o por mediar acuerdo en ese sentido adoptado en Junta General de
Accionistas o Socios), el solo hecho de restringir el principio de literalidad que gobierna lo
relacionado a las facultades del representante hace que la Ley Nro. 26539 modifique el último
párrafo del artículo 75 del Código Procesal Civil. Hubiera sido aconsejable que se precisara y/o
agregara en el texto procesal lo dispuesto por aquella Ley. Lo expresado en este párrafo sirve,
además, para el caso contemplado en la Ley Nro. 26789 (del 15-05-1997) que dispone que
tratándose del administrador, representante legal o presidente del consejo directivo, según
corresponda, de las personas jurídicas reguladas en la Sección Segunda del Libro I del Código
Civil (asociación, fundación y comité), gozan de facultades de representación también por el solo
mérito de su nombramiento inscrito en el Registro respectivo, salvo disposición estatutaria en
contrario.

En lo que respecta a la representación en el proceso de las personas jurídicas de Derecho


Público, cabe indicar que dicha representación recaerá en la persona designada para tal efecto en
la ley de su creación. Debe tenerse en consideración que son los procuradores públicos los que
ejercen la defensa jurídica del Estado, siendo por ello importante tener presente lo normado en el
Decreto Legislativo del Sistema de Defensa Jurídica del Estado (Decreto Legislativo Nro. 1068,
del 27-062008) y en su Reglamento (Decreto Supremo Nro. 017-2008-JUS, del 04-12-2008),
sobre todo lo dispuesto en el inciso 22.3) del artículo 22 del Decreto Legislativo Nro. 1068,
conforme al cual se entiende por conferidas a los procuradores públicos todas las facultades
generales y especiales de representación establecidas en los artículos 74 y 75 del Código Procesal
Civil, con las limitaciones que establece el referido Decreto Legislativo Nro. 1068 (como cuando
se trata del allanamiento a las demandas interpuestas en contra del Estado). Al respecto, la Corte
Suprema de Justicia de la República ha establecido lo siguiente: A. “... Los procuradores
Generales de la República tienen la plena representación del Estado en juicio y ejercitan su

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defensa en todos los procesos y procedimientos en los que actúe como demandante, demandado,
denunciante o parte civil...” (Casación Nro. 2451-98 / Tumbes, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 30-04-2001, pág. 7143); y B. “... las facultades que otorgan o delegan los funcionarios
públicos es en su calidad de tales y no como personas naturales, por lo que la renuncia de los
mismos no puede afectar la designación que hubiere [sic -léase hubieren-] realizado durante la
vigencia de su nombramiento...” (Casación Nro. 3843-2001 / La Libertad, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 31-10-2002, pág. 9449).

Por otro lado, y según se desprende del artículo 67 del Código Procesal Civil, la
representación en el proceso de las personas jurídicas extranjeras, sean públicas o privadas
(incluyendo sus sucursales, agencias o establecimientos), se ajusta a las mismas exigencias
legales de representación a que se someten las personas jurídicas nacionales. Esta es, claro está,
la regla general ya que, excepcionalmente, en materia de representación prevalecerá lo dispuesto
de manera expresa en el convenio internacional -si lo hubiere- o en una ley específica.

La Corte Suprema de Justicia de la República, en relación a la representación de personas


jurídicas en el proceso, ha establecido lo siguiente:

- “... Los representantes legales de las personas jurídicas pueden a su vez delegar
representación a sus mandatarios o apoderados judiciales a fin de que la persona jurídica sea
representada en un proceso judicial, de modo tal, que el poder de representación se ejercita
dentro de los límites conferidos en el acto de apoderamiento...” (Casación Nro. 2483-99 /
Amazonas, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 19-08-2000, págs. 6007-6008).

- “... Las personas jurídicas, por su propia naturaleza, actúan dentro de un proceso judicial a
través de representantes conforme a la ley y a sus estatutos; así, el artículo sesenticuatro del
Código adjetivo [...] establece que las personas jurídicas están representadas en el proceso de
acuerdo a lo que dispongan la Constitución, la Ley o el respectivo estatuto; [...] en tal sentido,
para que se efectúen actos procesales válidos en nombre de una persona jurídica, ésta debe
de encontrarse debida y suficientemente representada en el proceso; desde el inicio de éste,
ya sea interponiendo la demanda o contestándola, así como durante todo el proceso; dado
que los actos procesales efectuados con falta o insuficiencia de dicha representación, sin que
haya sido subsanado el vicio, resultarán nulos por no responder a la voluntad de la persona
jurídica, afectando su derecho al debido proceso...” (Casación Nro. 1868-2002 / Lima,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 28-02-2003, págs. 10205-10206).

- “... Según el artículo sesenticuatro del Código Procesal Civil, las personas jurídicas no están
impedidas para otorgar poder procesal, y, en tal sentido, el último párrafo del artículo
setentidós del precitado Código, prescribe que para su eficacia procesal el poder por Escritura
Pública no requiere estar inscrito en los Registros Públicos...” (Casación Nro. 3480-2000 /
Loreto, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-04-2001, págs. 7239-7240).

- “... Las facultades generales y especiales de representación judicial a que hacen (referencia)
los Artículos setenticuatro y setenticinco del Código Procesal Civil (...), cuando deban ser
otorgados por las sociedades, se sujetan a la formalidad que establece su normatividad
especial, pues así lo permite la salvedad que contiene el Artículo setentidós del Código
Adjetivo indicado. (...) Que, en consecuencia, la Sala Civil al considerar que el Artículo
catorce de la Ley General de Sociedades no se refiere ni regula el otorgamiento de poderes
procesales, negando por tanto la validez al poder presentado por el apoderado de la
demandante, ha interpretado erróneamente la indicada norma, pues éste (sic) regula el
otorgamiento de todos aquellos poderes que sean necesarios para el desarrollo de la sociedad
en la esfera jurídica, incluso el poder de orden procesal...” (Casación Nro. 1856-98 / La
Libertad, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 13-01-1999, pág. 2463).

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- “... Tratándose de sociedades comerciales, como es el caso del Banco ejecutante, de acuerdo
al artículo 14 de la Ley General de Sociedades, que es una norma de connotación netamente
procesal en cuanto se refiere a la forma de conferir poderes para intervenir en los procesos
judiciales, dichas entidades pueden conferir representación mediante acuerdos que adopten
sus organismos de gobierno y las inscripciones de tales acuerdos se realizan en el lugar del
domicilio de la sociedad por el mérito de la copia certificada de la parte pertinente del acta,
donde conste el acuerdo válidamente adoptado por el órgano social competente, en
concordancia con lo previsto por el artículo 2028 del Código Civil, que a su vez señala que
la inscripción del nombramiento de representantes, mandatarios y otorgamiento de poderes
de una persona jurídica no requiere de escritura pública, bastando la presentación de copia
notarialmente certificada de la parte pertinente del acta en que consta el respectivo acuerdo...”
(Casación Nro. 2327-2000 / Lambayeque, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 01-
10-2001, pág. 7701).

- “... El artículo 14 de la Ley General de Sociedades dispone que el nombramiento de


representantes y el otorgamiento de poderes deben inscribirse, y en su último párrafo
establece que el gerente general goza de las facultades generales y especiales de
representación señaladas en el Código Procesal Civil, lo que concuerda con lo dispuesto en
los artículos 185 y 188 inciso 2 de la misma Ley, donde señala que, salvo disposición distinta
del Estatuto o acuerdo expreso de la Junta General de Accionistas o del Directorio, se
presume que el Gerente General goza de la facultad de representar a la sociedad con las
facultades generales y especiales previstas en el Código Procesal Civil. [...] Al Directorio
corresponden las facultades de gestión y representación legal necesaria para la
administración de la sociedad dentro de su objeto, como prescribe el artículo 172 de la misma
ley, lo que no incluye la representación procesal, toda vez que no se encuentra dentro del
ámbito del objeto social. Dicha norma señala cuál es el ámbito de competencia del Directorio,
el que se desdobla en dos aspectos: uno externo y otro interno, el primero concierne a las
facultades de representación; y el segundo a los deberes de gestión; la norma contiene la
limitación que resulta del objeto social y exceptúa aquellos asuntos que la ley o el estatuto
atribuyen a la junta general. [...] El Presidente del Directorio, en los términos de la ley, no
tiene las facultades de representación procesal de la Sociedad, y para ello requiere que se le
otorgue poder expreso...” (Casación Nro. 1008-2006 / Lambayeque, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 02-07-2007, pág. 19644).

- “... La contradicción fue rechazada [...] por considerar que dichas instrumentales no acreditan
suficientemente su representación; el recurrente interpuso recurso de apelación contra la
resolución anotada, el que fue desestimado por no encontrarse válidamente apersonado; [...]
si bien tratándose de sociedades anónimas, quien ejerce su representación según disposición
legal es el Gerente General, ello no excluye la posibilidad de que se confiera facultades de
representación al Presidente del Directorio en caso de ausencia del primero, tal como ocurre
en el presente caso [...]; [...] consecuentemente, el Colegiado Superior ha soslayado dicha
disposición social, con lo que se ha afectado el derecho de defensa del recurrente...”
(Casación Nro. 1798-2000 / Tacna, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 01-03-2001,
pág. 7004).

10.3 Representación procesal del patrimonio autónomo

Beatriz Quintero y Eugenio Prieto, acerca del patrimonio autónomo, nos ilustran de este
modo:

“Existen ciertas entidades que, sin ser personas, se ven involucradas en proceso. Son las que
la doctrina ha denominado patrimonios autónomos y que se presentan en la vida del
derecho, como cuasi-sujetos a los que la ley procesal concede esa vinculación, en cierta
manera autónoma, separada. Son masas de bienes cuyo titular circunstancialmente

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desaparece de la vida jurídica, se ve menguado en sus facultades, de tal manera que esa
mengua podría equipararse a una desaparición de la personalidad procesal; ese titular
del patrimonio, así disminuido, así menguado, no tiene capacidad para ser parte, aunque
su patrimonio continúa prolongadamente en el tiempo, con la separación que conviene
a las universalidades y así se sigue considerando la masa de bienes; cuando ese
patrimonio se compromete y comparece al proceso, lo hace alguien por él, un tercero,
en razón de cierta cualidad o categoría y pide o resiste la pretensión, para la masa de
bienes o por la masa de bienes.

El inmediatamente descrito es un fenómeno de legitimación extraordinaria porque la


titularidad de la pretensión por activa o por pasiva descansa en determinado sujeto que
no es titular del derecho sustancial que se debate en el proceso, pero que tiene la
titularidad de la pretensión principal, por la cualidad o categoría que exhibe, la cual lo
vincula de alguna manera a la masa de bienes: tiene un poder de pedir invocando el
derecho ajeno.

En doctrina se enuncian como patrimonios autónomos los siguientes: la sucesión, la herencia


yacente, la masa de bienes del ausente, la masa de bienes del que está por nacer, la masa
de bienes del concursado y del quebrado, los bienes secuestrados, la sociedad conyugal
disuelta e ilíquida y, en cierta forma, la comunidad singular que dirige un administrador,
o aun la no organizada” (QUINTERO; y PRIETO, 1995, Tomo II: 89).

Montero Aroca, Gómez Colomer, Montón Redondo y Barona Vilar, en relación al patrimonio
autónomo, formulan estas observaciones:

“Aun partiendo de la base de que no existen bienes sin que haya un titular de los mismos, se
dan situaciones interinas respecto de conjuntos de bienes en los que o bien ha cesado la
titularidad originaria, y no se ha producido aún su adquisición concreta (caso de la
herencia yacente), o bien existe una pérdida por su titular de la facultad de disposición
(caso de las masas activas del concurso y quiebra).

En estos casos la ley (…) regula quien actúa por esos patrimonios, debiendo resaltarse que
la condición de parte se atribuye al patrimonio en sí mismo considerado, no al
representante…” (MONTERO AROCA; GOMEZ COLOMER; MONTON
REDONDO; y BARONA VILAR, 2003, Tomo II: 64).

El Código Procesal Civil, en el primer párrafo del artículo 65, define al patrimonio autónomo
como aquel patrimonio que existe cuando dos o más personas tienen un derecho o interés común
respecto de un bien, sin constituir una persona jurídica.

Conforme a nuestro ordenamiento jurídico, es representado procesalmente el patrimonio


autónomo:

- Por cualquiera de los que lo integran, tratándose de la sociedad conyugal y otros patrimonios
autónomos (como, por ejemplo, la sucesión indivisa y el régimen de copropiedad), siempre
que actúen como demandantes (art. 65 -segundo párrafo- del C.P.C.).

- Por todos los que lo conforman, si es que tienen la calidad de demandados (art. 65 -segundo
párrafo- del C.P.C.). En este caso es aplicable el artículo 93 del Código Procesal Civil,
referido al litisconsorcio necesario y según el cual, cuando la decisión a recaer en el proceso
afecta de manera uniforme a todos los litisconsortes, sólo será expedida válidamente si todos
comparecen o son emplazados, según se trate de litisconsorcio activo o pasivo,
respectivamente, salvo disposición legal en contrario.

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MANUAL DEL PROCESO CIVIL – LAS PARTES Y SU REPRESENTACION EN EL PORCESO – BRYAN GUERE.

En caso de desconocerse a uno o más de los integrantes del patrimonio autónomo, se les
notificará la demanda a través de edicto, bajo apercibimiento de designarse a un curador procesal.
Ello se colige del tercer párrafo del artículo 65 del Código Procesal Civil.

El Código Procesal Civil, en el último párrafo del artículo 65, sanciona con multa (no menor
de 10 ni mayor de 50 U.R.P.) a la persona que siendo demandada en un proceso y apersonándose
en él oculta el carácter de patrimonio autónomo que tiene el derecho en cuestión. Agrega el
referido artículo que la multa se impondrá al demandado sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo
4 del mismo cuerpo de leyes. Esta última parte no podría ser de aplicación puesto que el artículo
4 versa sobre la facultad del demandado para demandar el resarcimiento de los daños y perjuicios
sufridos como consecuencia del ejercicio irregular o arbitrario del derecho de acción. En efecto,
el demandado no ejercita tal derecho sino que hace uso de su derecho de contradicción; además,
siendo el demandado quien actuó dolosamente (al ocultar que el derecho discutido pertenece a un
patrimonio autónomo) mal estaría darle potestad para exigir alguna indemnización.

La Corte Suprema de Justicia de la República, en relación al patrimonio autónomo, ha


establecido lo siguiente:

- “... De acuerdo con el numeral sesenticinco del mismo Código (C.P.C.) existe patrimonio
autónomo cuando dos o más personas tienen un derecho o interés común respecto de un bien,
sin constituir una persona jurídica; en tal circunstancia, en el patrimonio autónomo la
titularidad y la calidad de parte material recae en una entidad jurídica distinta a quienes la
integran...” (Casación Nro. 3333-99 / Junín, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 17-
09-2000, págs. 6314-6315).

- “... El régimen de la sociedad de gananciales genera un patrimonio autónomo (...) diferente


al régimen de copropiedad...” (Casación Nro. 282-2000 / Pucallpa, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 26-05-2000, págs. 5422-5423).

- “... La naturaleza jurídica de la sociedad de gananciales es la de un patrimonio autónomo e


indivisible que goza de garantía institucional, integrado por un universo de bienes, en el que
no existen cuotas ideales las cuales son propias al instituto jurídico de co-propiedad o
condominio...” (Casación Nro. 3928-2006 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano
el 03-01-2008, págs. 21400-21401).

- “... Los bienes sociales son de propiedad de la sociedad de gananciales, constituyendo un


patrimonio autónomo distinto del patrimonio de cada cónyuge, no resultando aplicable (sic)
las normas sobre copropiedad porque los cónyuges no son propietarios de alícuotas respecto
a los bienes sociales” (Casación Nro. 911-99 / Ica, publicada en el Diario Oficial El Peruano
el 22-02-2000, págs. 4684-4685).

- “... El inmueble objeto de la litis es un bien social, por lo tanto constituye un patrimonio
autónomo distinto del patrimonio de cada cónyuge, no resultándole aplicable las normas
sobre copropiedad puesto que los cónyuges no son propietarios de alícuotas ni tienen
derechos hasta que se produzca la liquidación de la sociedad de gananciales, tal como lo
establece el artículo 323 del Código Civil...” (Casación Nro. 3169-2001 / Cono Norte - Lima,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 01-072002, pág. 9001).

- “... La sociedad de gananciales [...] sigue vigente, por tanto, los bienes que la integran
conforman el patrimonio autónomo a que se refiere el artículo 65 del Código Procesal Civil
y no puede asignarse a cada cónyuge determinado porcentaje de propiedad sobre ellos. A los
bienes que pertenecen a una sociedad de gananciales no se les puede atribuir la calidad de
condominio o de copropiedad, sino deben considerarse como un todo indivisible y protegido
hasta su fenecimiento como una comunidad patrimonial especial. Es más, el indicado artículo

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del Código Procesal Civil establece que cualquiera de los consortes puede representar
válidamente a la sociedad conyugal...” (Casación Nro. 3515-2001 / Arequipa, publicada en
el Diario Oficial El Peruano el 03-02-2003, págs. 10102-10103).

- “... El artículo sesenticinco del Código Procesal Civil contempla el caso de los patrimonios
autónomos, que son aquellos constituidos por dos o más personas con un derecho o interés
común respecto de un bien, sin constituir una persona jurídica; y un claro ejemplo de ello es
la sociedad conyugal y en su segundo párrafo menciona que: ‘La sociedad conyugal y otros
patrimonios autónomos son representados por cualquiera de sus partícipes, si son
demandantes...’ ello se debe a que son actos tendientes a conservar, proteger o preservar su
patrimonio común...” (Casación Nro. 1096-2004 / Puno, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 28-022006, pág. 15428).

- “... La sociedad de gananciales es un régimen de patrimonio común, administrado por ambos


cónyuges. Al constituir la sociedad de gananciales un patrimonio autónomo distinto a un
régimen de copropiedad, para realizar actos de disposición de los bienes sociales que la
integran será necesaria la voluntad coincidente de ambos cónyuges que constituye la voluntad
de la sociedad de gananciales...” (Casación Nro. 2021-2004 / Lima, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 30-03-2006, págs. 15866-15867).

- “... La sociedad de gananciales constituye un patrimonio autónomo que no está dividido en


partes alícuotas, y que es distinto al patrimonio de cada cónyuge que la integra, de forma tal
que tanto para realizar actos de administración como de disposición que recaigan sobre bienes
sociales será necesaria la voluntad coincidente de ambos cónyuges, tal como lo establecen
los artículos 313 y 315 del Código Civil, puesto que la voluntad coincidente de ambos
cónyuges constituye la voluntad de la sociedad de gananciales; en tal sentido, al constituir la
sociedad de gananciales un patrimonio autónomo, éste sólo responderá por obligaciones
asumidas por ésta y no por obligaciones asumidas personalmente por cada uno de los
cónyuges, salvo que el objeto de la obligación hubiese tenido como beneficiario a dicha
sociedad, contrario sensu a lo dispuesto por el artículo 317 del Código Civil, que establece
‘Que los bienes sociales y, a falta o por insuficiencia de éstos, los propios de ambos cónyuges,
responden a prorrata de las deudas que son de cargo de la sociedad’...” (Casación Nro. 2421-
2002 / La Libertad, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-09-2004, págs. 12685-
12686).

- “... No se puede rematar judicialmente acciones y derechos de un bien perteneciente a una


sociedad conyugal que constituyen [sic -léase constituye-] un patrimonio autónomo e
indivisible hasta que se ponga fin al régimen de sociedad de gananciales de acuerdo con el
artículo 318 del Código Civil...” (Casación Nro. 665-2002 / Tacna, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 30-07-2003, pág. 10792).

- “... La representación legal conjunta de marido y mujer que indica el Artículo doscientos
noventidós (del C.C.) es obligatoria cuando se trata de actos de disposición o constitución de
gravámenes y de actos de administración para necesidades no ordinarias del hogar y otros de
esa índole, pues esa es la garantía de conservación del patrimonio conyugal; que tratándose
de actos de otra naturaleza, como demandar la reivindicación o desalojo del bien, esto es, de
actos que se dirigen a incrementar, mantener, reconstituir o recuperar el patrimonio conyugal,
no existe racionalidad en exigir que sea la sociedad conyugal la que interponga la acción,
bastando que sea uno de los cónyuges...” (Casación Nro. 81-94 / Arequipa, publicada en el
Diario Oficial El Peruano el 26-04-1996, pág. 2189).

- “... La representación de la Sociedad conyugal, es ejercida por los cónyuges conjuntamente,


por consiguiente al no haber ejercitado (el esposo de la demandada) su derecho de defensa
(al no haberse precisado el nombre del esposo de la demandada para su emplazamiento) no

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MANUAL DEL PROCESO CIVIL – LAS PARTES Y SU REPRESENTACION EN EL PORCESO – BRYAN GUERE.

ha existido un debido proceso...” (Casación Nro. 201-95 / Cañete, publicada en el Diario


Oficial El Peruano el 07-08-1996, pág. 2266).

- “... Al constituir la sociedad de gananciales, un patrimonio autónomo, éste sólo responderá


por obligaciones asumidas por ésta y no por obligaciones asumidas personalmente por cada
uno de los cónyuges, salvo que el objeto de la obligación hubiese tenido como beneficiario a
dicha sociedad” (Casación Nro. 3109-98 / Cusco - Madre de Dios, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 27-09-1999, págs. 3582-3583).

- “... La herencia, entendida como la universalidad de los bienes que deja el causante, tiene su
origen a raíz de la muerte de éste y constituye un patrimonio autónomo distinto a los
herederos que integran la sucesión...” (Casación Nro. 608-04 / Lima, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 30-09-2005, págs. 14778-14779).

- “... Cualquiera de ellos (herederos declarados del causante), sea en forma individual o
conjunta pueden representar a la sucesión del cual son partícipes, la misma que constituye un
patrimonio autónomo con capacidad para ser parte en el proceso...” (Casación Nro. 3333-99
/ Junín, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 17-09-2000, págs. 6314-6315).

- “... De conformidad con el artículo sesenticinco del Código Procesal Civil, los patrimonios
autónomos, tales como las sucesiones, deben ser representados por la totalidad de los que la
conforman si son demandados, sin embargo, no señala que la demanda deba dirigirse a la
sucesión como tal, ya que como expresamente lo señala el primer párrafo de dicho artículo
los patrimonios autónomos no constituyen personas jurídicas...” (Casación Nro. 853-99 /
Arequipa, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 31-07-2002, págs. 9103-9104).

- “... Tratándose de varios demandados que litigan en defensa de un patrimonio que sostienen
es común, por haberlo recibido en herencia (...), aquellos (sic) conforman una sola parte tal
como lo dispone el Artículo sesenticinco del mencionado Código Procesal (referido al
patrimonio autónomo), por lo que en cumplimiento del Artículo setentiséis de la misma
norma (C.P.C.) debieron designar un apoderado común, no habiéndolo hecho ni
habiéndoseles requerido para ello es aplicable lo dispuesto por el Artículo noventitrés del
aludido cuerpo normativo, conforme al cual la expedición de una decisión válida está
condicionada al emplazamiento de todos ellos” (Casación Nro. 1625-97 / Arequipa,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-12-1999, pág. 4430).

- “... La recurrente ha demandado la nulidad del contrato de compra venta, de la escritura


pública y de los asientos registrales de los departamentos sub materia, en su calidad de
miembro de la Sucesión de don [...], de acuerdo al artículo sesenticinco del citado Código
[C.P.C.] y el artículo novecientos setentinueve del Código Civil, no correspondiéndoles a sus
coherederos la calidad de sujetos pasivos...” (Casación Nro. 3248- 2000 / Lima, publicada en
el Diario Oficial El Peruano el 31-07-2001, págs. 7440-7441).

- “... El estado de copropiedad constituye patrimonio autónomo, y conforme al artículo sesenta


y cinco del Código Procesal Civil, cualquiera de los integrantes de dicho patrimonio se
encuentra habilitado para ejercitar directamente la pretensión [de desalojo]...” (Casación Nro.
3176-07 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-09-2008, pág. 23165).

- “... Si bien es cierto el artículo novecientos setentinueve del Código Civil faculta a cualquiera
de los copropietarios a interponer acciones de desalojo en interés del patrimonio autónomo,
de concordar esta norma con lo dispuesto en el artículo novecientos setentiuno del mismo
Código aparece que esta facultad no puede ser ejercida contrariando la voluntad de los otros
condóminos, que en el presente caso representan un porcentaje mayor al que tiene el
copropietario demandante. [...] Que resulta claro entonces, que el actor actúa en interés

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propio y no en interés común del patrimonio autónomo respecto de un bien en concordancia


con lo dispuesto en el artículo sesenticinco del Código Procesal Civil, por lo que esta ausencia
de interés común produce la improcedencia de la demanda...” (Casación Nro. 919-2000 /
Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 0201-2001, págs. 6709-6710).

10.4 Representación convencional o voluntaria en el proceso

“Una persona capaz puede conferir a otra el poder de representarla en el proceso. En tal caso,
la legitimación formal del representante será el efecto de la voluntad del representado, expresada
en un negocio jurídico (poder)...” (LIEBMAN, 1980: 70).

Lino Palacio, en lo relativo a la representación convencional o voluntaria en el proceso,


expresa lo siguiente:

“... Toda persona física que goce de capacidad procesal tiene también (...) el derecho de
postulación procesal (ius postulandi), es decir, el poder de ejecutar personalmente todos
los actos procesales inherentes a la calidad de parte.

El ejercicio el derecho de postulación, sin embargo, puede ser delegado en un tercero, desde
luego capaz, a fin de que actúe procesalmente en nombre y en lugar de la parte.
Configúrase así el supuesto de la representación voluntaria, la que se halla jurídicamente
regulada por las disposiciones atinentes al contrato de mandato (...), en tanto ellas no se
opongan a las contenidas en las leyes procesales...” (PALACIO, 1983, Tomo III: 63-64).

El Código Procesal Civil regula lo concerniente a la representación convencional o voluntaria


en el proceso en el Capítulo III (“Apoderado judicial”) del Título II (“Comparecencia al proceso”)
de la Sección Segunda (“Sujetos del proceso”), en los arts. 68 al 79.

10.4.1 El mandato y el apoderado judicial

Beatriz Quintero y Eugenio Prieto, en cuanto al mandato judicial, señalan lo siguiente:

“Es una muestra o especie del mandato en general. Mediante su aparición una o varias
personas facultan a otra para que las represente en uno o más procesos o en alguna
actuación judicial determinada. Por lo general, el mandato de este linaje se contiene en
un escrito, en un documento que se denomina poder o acto de apoderamiento, pero
también puede conferirse oralmente en las audiencias y procesos verbales. El contrato
es bilateral. Resulta de la unión de voluntades de quien confiere el poder, es decir el
poderdante o mandante, y de quien lo recibe y acepta, denominado apoderado o
mandatario.

El mandato judicial suele reglamentarse en los ordenamientos procesales y son las normas
formales las que rigen como especiales, al paso que las normas sustanciales tienen la
condición de supletivas” (QUINTERO; y PRIETO, 1995, Tomo II: 28-29).

Beatriz Quintero y Eugenio Prieto, refiriéndose esta vez al apoderado judicial, afirman que:

“... El apoderado es un mandatario judicial que se obliga para con su mandante a representar
y defender sus intereses en el proceso: en varios procesos determinados o en todos los
procesos en los cuales tenga que intervenir el mandante.

El apoderado no es un representante legal porque su representación no deriva de la ley sino


del contrato, del acto de apoderamiento; es una representación convencional si bien
obligatoria, puesto que la actividad representativa depende de la convención celebrada
con el poderdante.

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MANUAL DEL PROCESO CIVIL – LAS PARTES Y SU REPRESENTACION EN EL PORCESO – BRYAN GUERE.

(...) El apoderado judicial es el abogado que, en forma voluntaria y por razón de un acto de
apoderamiento, se encarga de representar a una persona en un proceso o en una actuación
jurisdiccional...” (QUINTERO; y PRIETO, 1995, Tomo II: 27).

El apoderado, en líneas generales, es todo aquel facultado por alguien para representarlo y
proceder en su nombre. El apoderado judicial es aquella persona -física- que cuenta con capacidad
procesal (que presupone la capacidad de goce y de ejercicio), autorizada por otra persona -natural
o jurídica- para comparecer en un proceso en su lugar y seguir la secuela procesal. Su
participación en el proceso será acorde con el interés del poderdante ejerciendo las atribuciones
y potestades que corresponden a éste y que le hayan sido conferidas.

Lo relativo al apoderado judicial es objeto de regulación en el Capítulo III (“Apoderado


judicial”) del Título II (“Comparecencia al proceso”) de la Sección Segunda (“Sujetos del
proceso”) del Código Procesal Civil, en los arts. 68 al 79.

Así tenemos que, de acuerdo a lo normado en la parte inicial del primer párrafo del artículo
68 del Código Procesal Civil, está facultado para designar uno o más apoderados todo aquel que
tenga capacidad para comparecer por sí mismo al proceso y disponer de los derechos que en él
se discuten.

Si se designara más de un apoderado judicial, entonces, actuarán indistintamente (por


separado), lo cual es importante a efecto de determinar la responsabilidad en que puedan incurrir.
Esto quiere decir que un apoderado no responderá -ni siquiera solidariamente- del daño que pueda
causar el (los) otro (s) apoderado (s), siendo responsable tan sólo de los actos procesales que
realice (art. 68 -parte final del primer párrafo- del C.P.C.).

La designación o actuación de apoderados conjuntos carece de validez (art. 68 -in fine- del
C.P.C.), sin embargo, excepcionalmente, será permitida en ciertos casos para evitar que un
apoderado con facultades especiales, obrando dolosamente o en connivencia con la otra parte,
disponga de los derechos sustantivos materia de controversia (lo que no significa que en tales
supuestos sea obligatoria la designación o actuación de apoderados conjuntos). Los referidos
casos configuran formas especiales de conclusión del proceso y son (según el art. 68 -in fine- del
C.P.C.) los siguientes:

- Allanamiento.

- Transacción.

- Desistimiento.

Cuando sean parte en un proceso el Estado y demás entidades de Derecho Público y los
órganos constitucionales autónomos (estos últimos son el Ministerio Público, la Defensoría del
Pueblo, el Jurado Nacional de Elecciones, etc.), podrán intervenir en el mismo a través de
apoderados judiciales especiales, atendiendo a la importancia del asunto controvertido, a la
materia (que amerita especialidad en su conocimiento por parte del apoderado judicial), a la
distancia u otras situaciones similares. La designación de los mencionados apoderados judiciales
especiales estará sujeta a la legislación que resulte pertinente. Todo ello se desprende del artículo
69 del Código Procesal Civil.

Puntualizamos que, según se colige del artículo 70 del Código Procesal Civil, para que una
persona pueda ser nombrada apoderado judicial se requiere que tenga capacidad para comparecer
por sí misma al proceso, vale decir, capacidad procesal (equivalente a la capacidad de ejercicio).

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10.4.2 El poder

González González asevera que “... el poder es el instrumento o escritura que contiene la
representación...” (GONZALEZ GONZALEZ, 1962: 58).

Según la formalidad que se emplee, el poder para intervenir en un proceso, en representación


de alguien que es parte material en el mismo, es de dos clases (art. 72 -primer párrafo- del C.P.C.):

A) Poder otorgado por escritura pública. (En este caso no es exigible su inscripción en los
Registros Públicos: art. 72 -in fine- del C.P.C.). B) Poder otorgado por acta ante el Juez del
proceso.

Además, el poder puede conferirse, por ejemplo, mediante acta de sesión de Directorio o de
Junta General de Socios (en el caso de las sociedades comerciales), eso sí, debidamente inscrita
en los Registros Públicos (art. 14 de la Ley Nro. 26887). Inclusive por ley se establece una
presunción acerca de la representación de las asociaciones, fundaciones y comités (según la Ley
Nro. 26789), y de las sociedades comerciales y civiles contempladas en la Ley General de
Sociedades (según la Ley Nro. 26539): bastará el solo nombramiento del administrador,
representante legal, presidente del consejo directivo o gerente, según el caso, para contar con
poder de representación procesal, a menos que en los estatutos o por acuerdo de Junta general se
establezca lo contrario. Y, precisamente, dicho nombramiento no siempre consta en escritura
pública (aunque debe ser debidamente inscrito).

La participación del apoderado judicial en el proceso estará supeditada a la aceptación del


poder que se le confirió, la misma que se presume con el solo ejercicio de los actos procesales,
no operando esta presunción tratándose de poderes otorgados en el extranjero (art. 71 del C.P.C.),
debiendo el apoderado en este último caso dejar constancia de su aceptación expresa del poder
(el cual tiene que estar debidamente traducido si estuviere redactado en idioma distinto al
castellano) en el escrito en el que se apersona al proceso con dicha calidad ( art. 73 del C.P.C. ).

El apoderado judicial puede sustituir su poder de representación o facultades, las mismas


que recaerán en el apoderado sustituto, lo que traerá como consecuencia el cese de la
representación ejercida por el primero de los nombrados sin que pueda reasumirla (art. 77 -primer
y segundo párrafos- del C.P.C.). La sustitución de facultades será viable siempre y cuando el
apoderado judicial cuente con autorización expresa de la persona a quien representa (poderdante).
Es de destacar que, según el último párrafo del artículo 77 del Código Procesal Civil, para la
sustitución de facultades del apoderado judicial deberá observarse igual formalidad a la utilizada
cuando se otorgó el poder. Sobre esto último pensamos que la intención del legislador fue la de
establecer que la sustitución en referencia debe hacerse adoptando alguna de las formalidades
previstas en el artículo 72 del Código Procesal Civil (escritura pública o acta otorgada ante el Juez
del proceso) o en otras leyes para el otorgamiento del poder de representación procesal. Por otro
lado, es de resaltar también que, una vez acontecida la sustitución de facultades, los actos que
lleve a cabo el apoderado sustituto obligan a la parte representada, siempre que guarden
correspondencia con las facultades otorgadas por esta última, pues si exceden el marco fijado en
el respectivo poder, entonces, tales actos no obligarán a la parte que confirió la representación
(conforme se colige del penúltimo párrafo del art. 77 del C.P.C.).

El apoderado judicial también puede optar por delegar en otra persona sus facultades de
representación, lo cual no obsta que pueda revocar en el futuro la delegación efectuada y asumir
nuevamente la representación (art. 77 -primer y segundo párrafos- del C.P.C.). La delegación de
facultades procederá únicamente si el apoderado judicial se encuentra expresamente autorizado
por la parte procesal a quien representa (poderdante). Como se señalara en el párrafo anterior,
somos de la opinión que para la delegación de facultades de representación (al igual que con la

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sustitución de tales facultades) puede adoptarse alguna de las formalidades contempladas en el


artículo 72 del Código Procesal Civil (escritura pública o acta otorgada ante el Juez del proceso)
o en otras leyes para el otorgamiento del poder de representación procesal y no necesariamente la
misma formalidad empleada para el otorgamiento de dicho poder. Finalmente, cabe indicar que,
producida la delegación de facultades, los actos procesales que efectúe el apoderado delegado y
que se ajusten al marco de las facultades conferidas obligan a la parte representada, no ocurriendo
lo propio con los actos para los cuales no hubo autorización expresa por parte del poderdante
(conforme se desprende del penúltimo párrafo del art. 77 del C.P.C.).
10.4.3 Facultades generales de representación

Según se infiere del artículo 74 del Código Procesal Civil, las facultades generales de
representación tienen las siguientes notas distintivas:

- Le otorgan al apoderado las atribuciones y potestades generales con que cuenta el


representado (salvo aquellas que por ley requieran de facultades expresas).

- Se entienden otorgadas las referidas atribuciones y potestades generales mientras dure


el proceso (lo que incluye la ejecución de sentencia y el cobro de costas y costos
procesales).

- Legitima al representante o apoderado para su intervención en el juicio y realización de


todos los actos procesales, a excepción de aquellos en que sea necesaria la participación
personal y directa del representado (como la declaración de parte, por ejemplo).

Para determinar qué actos procesales puede realizar el apoderado judicial que cuenta con
facultades generales de representación simplemente habrá que hacer exclusión de aquellos actos
previstos en el artículo 75 del Código Procesal Civil, numeral referido a las facultades especiales
de representación, es decir, quien cuente con facultades generales tiene la potestad de realizar
todos aquellos actos que no estén comprendidos en dicho numeral (salvo que en el
correspondiente poder el representado establezca limitaciones mayores a las facultades generales
de representación).

10.4.4 Facultades especiales de representación

Las facultades especiales de representación, que se rigen por el principio de literalidad (art.
75 -in fine- del C.P.C.), que condiciona la existencia de facultades a la indicación expresa en el
poder del acto de que se trate, conceden al apoderado las atribuciones y potestades siguientes
(conforme al art. 75 -primer párrafo- del C.P.C.):

- Realizar, en general, actos de disposición de derechos sustantivos (cuyo titular sea el


representado).

- Demandar.

- Reconvenir.

- Contestar demandas.

- Contestar reconvenciones.
- Desistirse del proceso.

- Desistirse de la pretensión.

- Allanarse a la pretensión.

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- Conciliar.

- Transigir.

- Someter a arbitraje las pretensiones materia de controversia.

- Sustituir la representación procesal.

- Delegar la representación procesal.

- Realizar los demás actos que exprese la ley (y que haya autorizado el representado en el
poder correspondiente).

No será necesario el otorgamiento de poder en los casos señalados en las Leyes Nros. 26539
(referida a las sociedades comerciales y civiles contempladas en la Ley General de Sociedades) y
26789 (referida a las personas jurídicas reguladas en la Sección Segunda del Libro I del Código
Civil: asociaciones, fundaciones y comités). En consecuencia, bastará el solo nombramiento del
gerente, administrador, representante legal o presidente del consejo directivo, según corresponda,
para gozar de facultades generales y especiales de representación. La excepción a esta regla la
constituye la disposición en diferente sentido que conste en los estatutos o se acuerde por Junta
General.

La Corte Suprema de Justicia de la República, en relación a las facultades especiales de


representación, ha establecido lo siguiente:

- “... La trascendencia de dicho acto [demanda] ha conducido a nuestro legislador para


estatuir tal rigurosidad, para exigir que el apoderado que proponga una demanda esté
premunido de un poder especial que confiera esas facultades [especiales]...” (Casación
Nro. 1183-2006 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 01-10-2007, pág.
20509).

- “... El error in procedendo que denuncia el recurrente se sustenta en que don [...] carece
de representación suficiente para demandar en nombre de la empresa [...], puesto que en
el poder que se le confiere no aparece que expresamente se le haya otorgado la facultad
especial para demandar; [...] al respecto, en el testimonio de poder [...] aparece que en la
reunión de directorio de la empresa [...] los asistentes acordaron otorgar poder a don [...],
concediéndole las facultades generales del mandato y las facultades especiales
contenidas en los artículos setenticuatro y setenticinco del Código Procesal Civil; [...] en
ese sentido, si bien las facultades especiales de representación se rigen por el principio
de literalidad, en la citada acta de directorio aparece que al representante de la
demandante se le otorgó las facultades especiales de representación contenidas en el
artículo setenticinco del Código Procesal Civil, lo cual incluye también la facultad
especial para demandar...” (Casación Nro. 3034-00 / Lima, publicada en el Diario Oficial
El Peruano el 02-07-2001, págs. 7345-7346).

- “... La regulación establecida en el artículo 75 del Código Procesal Civil, busca proteger
tanto a los terceros que pueden ser demandados por representantes desprovistos de
facultades y al representado que ignora que su representante esté accionando sin
facultades expresas para ello, por lo que el incumplimiento de dicha norma legal
acarreara [sic -léase acarreará-] un vicio que de no ser adecuadamente subsanado genera
el rechazo de la acción...” (Casación Nro. 4995-2007 / Lima, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 30-06-2008, págs. 22439-22440).

- “... Si bien es cierto que el Artículo setenticinco del Código Procesal Civil establece que
el otorgamiento de facultades especiales se rige por el principio de literalidad y que no

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se presume la existencia de facultades no conferidas explícitamente, esto no implica que


se debe otorgar un poder específico para que el apoderado conteste determinada
demanda judicial, siendo suficiente para ello que se le hubiera conferido expresamente
la facultad genérica de contestar demandas que se presentan contra su representado...”
(Casación Nro. 175-95 / Pucallpa, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 21-12-
1996, pág. 2595).

- “... El apoderado cuenta con facultades para interponer demandas y contestarlas, siendo
que, esto no implica, de ninguna manera, que puedan ser emplazados con una demanda
dirigida al poderdante...” (Casación Nro. 2828-2004 / Lima, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 03-072006, págs. 16452-16453).

- “... De acuerdo a la literalidad de las facultades especiales no es posible suponer una


determinada facultad, más aún si se trata del emplazamiento de un acto que debe ser
notificado de forma personalísima...” (Casación Nro. 2828-2004 / Lima, publicada en el
Diario Oficial El Peruano el 0307-2006, págs. 16452-16453).

- “... El hecho que el apoderado, en su escrito de apersonamiento, haya defendido los


intereses de sus representados, alegando que no tiene relación directa obligacional con
el actor, no se puede tomar como una convalidación de la notificación de la demanda,
porque ésta únicamente procede en cuanto al propio obligado o si es que el apoderado
hubiera tenido la facultad expresa para poder ser emplazado con una demanda en nombre
de su poderdante...” (Casación Nro. 2828-2004 / Lima, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 03-07-2006, págs. 16452-16453).

- “... El endosatario en procuración goza de las facultades procesales especiales, dentro de


las cuales se encuentra delegar la representación procesal...” (Casación Nro. 1438-02 /
Arequipa, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 01-10-2002, pág. 9269).

10.4.5 Nombramiento de apoderado común o unificación de la personería

Pallares dice acerca de la representación unitaria (entiéndase nombramiento de apoderado


común) lo siguiente:

“... La representación unitaria es obligatoria cuando dos o más personas ejercitan la misma
acción u oponen la misma excepción (...).

La representación unitaria consiste en que las partes estén representadas procesalmente por
una sola persona, infiriéndose de ello que a cada una ya no le es lícito obrar por separado,
lo que produciría promociones diversas, aun contrarias, y confusión en el procedimiento.
También se funda en el principio de economía procesal” (PALLARES, 1979: 143).

Al respecto, Lino Palacio refiere lo siguiente:

“La unificación de la personería es el acto mediante el cual, en los supuestos de intervenir


con carácter autónomo varios actores o demandados vinculados, sin embargo, por un
interés común, se designa a un apoderado único para que asuma la representación
procesal de todos ellos. Supone, por lo tanto, un estado litisconsorcial activo o pasivo,
la actuación independiente de cada uno de los litisconsortes, y una comunidad de
intereses entre éstos.

(...) No es suficiente, para que proceda la unificación, la mera circunstancia de existir


pluralidad de partes actoras o demandadas; es indispensable, además, que los
litisconsortes se hallen vinculados por un interés común o compatible. Por lo tanto, la
unificación no sería admisible si no existiese compatibilidad entre la causa y el objeto

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de las pretensiones interpuestas por los litisconsortes, o uno o algunos de éstos hubiere
invocado defensas opuestas a las de los restantes. Pero cuando media un interés común
-extremo que en cada caso queda reservado a la apreciación del juez-, no es óbice a la
unificación el hecho de que los litisconsortes demandados, por ejemplo, no han
contestado la demanda en forma absolutamente coincidente, pues no es menester
atenerse a la total identidad entre el contenido de las pretensiones o de las oposiciones,
sino a su compatibilidad” (PALACIO, 1983, Tomo III: 98-101).

El Código Procesal Civil, en su artículo 76, regula el nombramiento de apoderado común en


estos términos:

“Cuando diversas personas constituyan una sola parte, actuarán conjuntamente. Si no lo


hicieran, el Juez les exigirá la actuación común o el nombramiento de apoderado común
en el plazo de diez días, bajo apercibimiento de designarlo por ellos.

La resolución que contiene el nombramiento es título que acredita la personería del


apoderado común, el que necesariamente será uno de los Abogados.

La negativa de una persona a la designación de apoderado común o a continuar siendo


representada por él, es mérito suficiente para que litigue por separado.

La revocación del poder o renuncia del apoderado común, no surte efecto mientras no se
designe uno nuevo y éste se apersone al proceso”.

10.4.6 Terminación del mandato judicial

A criterio de Álvarez Juliá, Neuss y Wagner, el mandato judicial termina:

a) POR REVOCACION. Debe ser expresa y extingue el mandato luego de que sea admitida
judicialmente. La sola intervención del mandante en el juicio no importa revocación,
sino en el caso que asuma la tramitación del juicio, pidiendo que se entiendan con él las
ulterioridades de éste. En caso de revocación hecha por el poderdante, deberá nombrar
otro apoderado o comparecer por sí mismo sin necesidad de nueva citación; no
haciéndolo así, la parte contraria podrá pedir que el juicio continúe en rebeldía.

b) POR RENUNCIA DEL MANDATARIO. En caso de renuncia del apoderado deberá


continuar sus gestiones hasta que haya vencido el término señalado a su poderdante para
reemplazarlo, bajo pena de daños y perjuicios. Si al vencimiento del término señalado
no compareciere el poderdante, por sí o por medio de otro apoderado el juicio continuará
en rebeldía en la forma del caso anterior (...).

c) POR HABER CESADO LA PERSONALIDAD CON QUE LITIGABA EL


PODERDANTE. Por ejemplo, el caso del insano que ha recuperado la razón.

d) POR HABER CONCLUIDO LA CAUSA PARA LA QUE SE LE OTOR-


GO EL PODER. Tratándose de un poder especial en el que se determina su objeto,
pierde vigencia una vez cumplidas las diligencias que en él se indican.

e) POR MUERTE O INCAPACIDAD DEL MANDANTE. En tales casos, el apoderado


continuará ejerciendo su personería hasta que los herederos o representante legal tomen
la intervención que les corresponda en el proceso, o venza el plazo fijado. Mientras tanto,
comprobado el deceso o la incapacidad, el juez señalará un plazo para que los interesados
concurran a estar a derecho citándolos directamente si se conocieran sus domicilios o
por edictos (...), si no fuesen conocidos, bajo apercibimiento de continuar el juicio en
rebeldía en el primer caso y de nombrarles defensor en el segundo.

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f) POR MUERTE O INHABILIDAD DEL APODERADO. Producido el caso se


suspenderá la tramitación del juicio y el juez fijará al mandante un plazo para que
comparezca por sí o por nuevo apoderado, citándolo en la forma dispuesta en el apartado
anterior. Vencido el plazo fijado sin que el mandante satisfaga el requerimiento, se
continuará el juicio en rebeldía” (ALVAREZ JULIA; NEUSS; y WAGNER, 1990: 100-
101).

De conformidad con nuestro ordenamiento jurídico procesal (art. 78 -parte inicial- del
C.P.C.), el cese de la representación judicial se produce por las mismas causas que dan lugar al
término de la representación o del mandato (revocación del poder; renuncia, fallecimiento,
incapacidad posterior del apoderado; vencimiento del plazo del mandato; cumplimiento de éste;
etc.).

Es de destacar que, a menos que haya una declaración explícita, la ejecución de un acto
procesal por parte del representado no implica la revocación del poder (art. 78 -in fine- del
C.P.C.). Esto significa que la intervención del apoderado no excluye la participación de la persona
a quien se representa. Es de anotar que el ordenamiento sustantivo, a diferencia del procesal,
prevé la revocación tácita del poder con la ejecución del acto por el representado (art. 151 del
Código Civil). Ello no implica conflicto de leyes alguno porque la representación procesal se rige,
como es obvio, por la legislación de la materia, siendo la normatividad del Código Civil sobre
representación y mandato aplicable únicamente en forma supletoria (art. 62 del C.P.C.).

Acerca de los efectos del cese de la representación judicial decidido por el representado
capaz de actuar por sí mismo, hay que señalar que, según se desprende del artículo 79 -primer
párrafo- del Código Procesal Civil, sólo tendrá eficacia a partir del momento en que se apersona
al proceso la parte que confirió el poder, ya sea por sí mismo o mediante nuevo apoderado judicial,
no importando la fecha o forma de la comunicación del cese de la representación al anterior
apoderado ni tampoco la causal.

En cuanto a los efectos del cese de la representación decidido por el apoderado, es bueno
indicar que, según se infiere del artículo 79 -segundo párrafo- del Código adjetivo, surtirá efecto
luego del quinto día de notificado el representado u otro de sus apoderados. De no apersonarse
aquél al proceso por sí mismo o si no se designara nuevo apoderado continuará el proceso en su
rebeldía.

Finalmente, y conforme lo ordena el último párrafo del artículo 79 del Código Procesal Civil,
en tanto no se designe nuevo representante o curador procesal, el proceso se suspenderá (por un
plazo que no excederá los 30 días) en los siguientes casos:

- Muerte del representante legal de un incapaz.

- Declaración de ausencia del representante legal de un incapaz.

- Incapacidad sobrevenida del representante o del apoderado.

- Remoción o cese de nombramiento del representante legal de un incapaz.

- Circunstancias análogas (accidentes graves que impidan el ejercicio de la representación,


condena penal del representante, etc.).

10.5 Representación judicial por abogado

Para Rosenberg, el abogado “... es una persona experta en derecho, autorizada por el Estado
para servir a las partes, en razón de su profesión, como asesor (patrocinante) y representante
(mandatario procesal) (...); en estas tareas es independiente y sólo está sometido a las leyes. Como

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representante actúa en lugar de la parte (ausente); como patrocinante, junto a la parte (presente),
a la que asiste con su consejo y alegato...” (ROSENBERG, 1955, Tomo I: 146).

Gallinal refiere que el término abogado, “... en el uso corriente de nuestro idioma, significa
protector, defensor, el que intercede, media y ruega en favor de otro; y el abogado en la acepción
jurídica, protege y defiende en sus derechos, al que necesita el amparo de la justicia e intercede,
por él, ante los tribunales, para que le favorezcan, haciendo cumplir las leyes. La acepción usual
de la palabra corresponde a su acepción jurídica. Por eso, los que desempeñan esta profesión,
fueron designados por los romanos con los nombres de patroni (protectores) y advoctis, en cuanto
eran llamados por los que solicitaban su intercesión y auxilio (...). Lo que le caracteriza como tal,
es resolver consultas, o mostrarse en los tribunales defendiendo de palabra y por escrito los
derechos de sus clientes, invocando la ley y exigiendo el exacto cumplimiento de la justicia”
(GALLINAL, s/a, Tomo I: 243-244).

La Ley Orgánica del Poder Judicial regula lo concerniente a los abogados patrocinantes en
el Capítulo Unico (“De los abogados patrocinantes”) del Título I de la Sección Sétima (“De la
defensa ante el Poder Judicial”), en los arts. 284 al 294.

Antes de la entrada en vigencia del Código Procesal Civil en julio de 1993, ya el Texto Unico
Ordenado de Ley Orgánica del Poder Judicial (D.S. Nro. 01793-JUS) se ocupaba de la
representación judicial por abogado. Así es, el artículo 290 de dicha Ley Orgánica establece en
su primer párrafo que en los procesos, sin necesidad de la intervención de su cliente, el abogado
puede presentar, suscribir y ofrecer todo tipo de escritos, con excepción de aquellos para los que
se requiere poder especial con arreglo a ley. Dicha norma constituye un acierto y es de mucha
utilidad porque en virtud de ella el letrado patrocinante está facultado para presentar los escritos
necesarios a fin de proseguir con el desarrollo del proceso y evitar que el propio cliente se
perjudique en caso de producirse algún evento que imposibilite al último la suscripción de un
escrito, hecho que hubiese motivado su no presentación de faltar el artículo 290 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial (y el art. 80 del C.P.C.). Es sabido que en el ejercicio de la profesión
muchas veces se dificulta el contacto entre abogado y patrocinado e, inclusive, éste puede optar
por dejar en manos de aquél el conocimiento del juicio y la realización de los actos procesales;
pero, con la representación judicial otorgada legalmente al abogado se evita la paralización
involuntaria del proceso y, es más, se agiliza éste.

Pese a estar ya contemplada en la Ley Orgánica del Poder Judicial, el legislador ha creído
conveniente incorporar al Código Procesal Civil la representación judicial por abogado y lo hace
dándole un contenido mucho más técnico y completo. De esta manera el artículo 80 del citado
Código adjetivo prescribe que el interesado o su representante pueden otorgar o delegar al
abogado patrocinante las facultades generales de representación (a que se contrae el artículo
74 del Código Procesal Civil). Si bien se indica que el otorgamiento o delegación de tales
facultades se puede hacer en el primer escrito, ello no impide que se haga en momento posterior
(pues no es difícil de imaginar que en el curso del proceso puede darse el cambio de abogado
patrocinante y con ello la necesidad de conferir facultades generales de representación al nuevo
letrado).

Puntualizamos que no es necesario que el poder general conferido al abogado patrocinante


adopte las formalidades previstas en el artículo 72 del Código Procesal Civil, vale decir, que
conste en escritura pública o se otorgue por acta ante el Juez. Bastará que el escrito en que se
autoricen facultades generales al abogado se encuentre firmado por el interesado o su
representante. (No está demás decir que en no pocas ocasiones el abogado prepara el escrito en el
cual se otorgan facultades generales de representación y lo firma él mismo, sin participación de
su cliente o del representante de éste, resultando a todas luces ineficaz dicho proceder). Además,
será exigible que se consigne la dirección domiciliaria (domicilio personal) del representado y su
declaración de estar instruido de la representación o delegación que otorga y de sus alcances o

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consecuencias (art. 80 -parte final- del C.P.C.). Estos dos últimos requisitos no se contemplaron
en el artículo 290 de la Ley Orgánica del Poder Judicial.

En varios casos los medios impugnatorios que interponían los abogados para lograr que se
declarase la ineficacia de una resolución judicial eran rechazados por los magistrados quienes
consideraban que las facultades generales de representación no se hacían extensivas a la potestad
del letrado para impugnar una resolución, exigiendo erróneamente la firma del representado (o
de su representante que cuente con facultades especiales). Aquello acontecía inclusive estando ya
vigente el Código Procesal Civil. Al respecto, señalamos que los actos que requieren de facultades
generales se determinan haciendo exclusión de los contenidos en el artículo 75 del mencionado
Código, referido a las facultades especiales; en consecuencia, al no prescribir el ordenamiento
procesal u otra ley que la interposición de medios impugnatorios constituye un acto para el cual
se exige contar con facultades especiales, el letrado patrocinante podrá interponerlos con su sola
firma haciendo uso de las facultades generales concedidas. Pese a lo expresado, resulta saludable
lo dispuesto por la Ley Nro. 26624 (del 19-06-1996) que agrega un nuevo párrafo al artículo 290
de la Ley Orgánica del Poder Judicial, el cual precisa que el abogado no requiere poder especial
para interponer medios impugnatorios en representación de su cliente.

Finalmente, en relación al tema tratado en este punto, debe tenerse presente lo dispuesto en
el artículo 291 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, conforme al cual:

“Los abogados que integran estudios colectivos pueden sustituirse indistintamente en el


patrocinio de los asuntos a su cargo y se representan, unos a otros, para fines profesionales,
ante las Salas y Juzgados correspondientes.
La conformación de un estudio colectivo es puesta en conocimiento de las Cortes y del Colegio
de Abogados del Distrito Judicial correspondiente. Dicha nómina no afecta las obligaciones
y derechos que corresponden a cada uno de sus miembros, siendo la responsabilidad
individual”.

La Corte Suprema de Justicia de la República, en relación a la actuación del abogado, ha


establecido lo siguiente:

- “... Según lo establecido en el artículo 284 y siguientes del Texto Unico Ordenado de la
Ley Orgánica del Poder Judicial [...], la defensa por ante el Poder Judicial es cautiva, en
este mismo sentido el artículo 132 del Código Procesal Civil define que los escritos que
las partes presenten al proceso necesariamente deberán estar autorizados por un abogado
colegiado, con indicación de su nombre y número de registro. De lo contrario no se le
concederá trámite; por tanto, queda claro que para ejercer la defensa por ante el Poder
Judicial es preciso entre otros: poseer el título de abogado, estar inscrito en el Colegio
de Abogados del Distrito Judicial correspondiente y estar habilitado para el ejercicio de
la defensa...” (Casación Nro. 262-2003 / Cañete, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 30-052005, págs. 14086-14087).

- “... Si bien toda persona tiene derecho a ser patrocinada por el abogado de su elección
en el proceso en el que interviene, resulta que dicho letrado debe cumplir con requisitos
básicos para que el patrocinio sea idóneo con respecto a su patrocinado, entre los cuales
se requiere (...) que se encuentre habilitado para el patrocinio judicial conforme al
Estatuto de su respectivo Colegio profesional” (Casación Nro. 1363-99 / Lima,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 23-12-1999, págs. 4403-4404).

- “... En cuanto a la situación de hábil o inhábil del abogado patrocinante de la parte


demandada tenemos que las deficiencias u omisiones en que incurren los abogados
patrocinantes, no pueden ser atribuidos a las partes...” (Casación Nro. 398-2004 / Lima,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 01-12-2005, págs. 15088-15089).

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- “... El hecho que un letrado no se encuentra al día en sus cuotas gremiales no puede
perjudicar a su patrocinado, debiendo, en todo caso, sancionarse por tal hecho en la vía
respectiva, a tal letrado...” (Casación Nro. 37802006 / Junín, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 01-12-2008, págs. 23322-23323).

- “... El mencionado letrado ha venido ejerciendo la defensa con pleno conocimiento de la


causal de inhabilitación en que había incurrido (por incumplimiento del pago de sus
cuotas gremiales), lo cual riñe con el deber de probidad al que está obligado a observar
en virtud del Artículo ciento nueve del Código Procesal Civil, así como los deberes de
honradez y buena fe (...), cuya infracción debe de sancionarse...” (Casación Nro. 1363-
99 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 23-12-1999, págs. 4403-4404).

- “... En cuanto al extremo denunciado referido a que se ha contravenido el artículo ciento


treintidós del Código Procesal Civil ya que la demanda ha sido autorizada por abogado
inhábil, debe señalarse que [...] la habilitación ante el Colegio de Abogados es un acto
administrativo susceptible de subsanación, toda vez que dicho pago puede efectuarse en
cualquier momento, lo cual no perjudica la tutela jurisdiccional de la parte
demandante...” (Casación Nro. 3456-2007 / Lima, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 30-09-2008, págs. 23185-23186).

- “... El artículo doscientos noventa de la Ley Orgánica del Poder Judicial autoriza a los
abogados, sin necesidad de la intervención de su cliente a presentar, suscribir y ofrecer
todo tipo de escritos, con excepción de aquellos para los que se requiere poder especial
con arreglo a ley [,] y absolver el traslado de la contradicción [en el proceso de ejecución
de garantías] no requiere poder especial...” (Casación Nro. 3056-2001 / Cusco, publicada
en el Diario Oficial El Peruano el 02-02-2002, pág. 8327).

- “... Los abogados defensores según el artículo doscientos noventa de la Ley Orgánica
del Poder Judicial [...], expresan que pueden interponer los recursos respectivos a favor
de sus patrocinados; en efecto, en tanto se oriente a viabilizar el derecho de defensa es
suficiente que el escrito haya sido signado por el abogado que haya suscrito anteriores
escritos con sus patrocinados...” (Casación Nro. 693-99 / Lambayeque, publicada en el
Diario Oficial El Peruano el 31-01-2003, pág. 9891).

- “... El artículo 290 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, dispone que en los procesos
en general el abogado, sin necesidad de la intervención de su cliente puede presentar,
suscribir y ofrecer todo tipo de escritos, con excepción de aquellos para los que se
requiere poder especial con arreglo a ley, precisando que no se requiere de poder especial
para interponer medios impugnatorios, en representación de su cliente. [...] Que leída así
la norma debe comprenderse que, para que el abogado pueda interponer apelación por
su cliente debe contar con las facultades generales de representación del artículo 74 del
Código Procesal Civil que pueden ser otorgadas extrajudicial o judicialmente conforme
a los artículos 72 y 80 del mismo cuerpo legal, pues sólo así se encontrarán comprendidas
dentro de sus facultades la de impugnación conforme al artículo 290 de la Ley Orgánica
del Poder Judicial. [...] Que contra tal razonamiento no incide el artículo 364 del Código
Procesal Civil, que regula el objeto de la apelación señalando que tal medio
[impugnatorio] puede ser interpuesto a solicitud de parte o tercero legitimado, pues [...]
el artículo 290 de la Ley Orgánica del Poder Judicial tan sólo precisa que la facultad de
apelar por el abogado se comprende dentro de las generales de representación que se
otorguen conforme al artículo 74 del Código Procesal Civil. [...] Que en el caso sub-
examine no se advierte delegación de facultades al abogado conferidas conforme al
artículo 80 del Código Procesal Civil, ni se aprecia que extrajudicialmente se hayan
otorgado dichas facultades, de modo que el letrado que suscribe la apelación no se

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encontraba facultado para ello...” (Casación Nro. 3811-2002 / San Martín, publicada en
el Diario Oficial El Peruano el 31-08-2004, pág. 12682).

- “... Si el Abogado que autorizó el recurso de apelación no estuvo habilitado para el


patrocinio judicial por falta de pago de cuotas gremiales, ello no es razón suficiente para
anular el acto procesal y los efectos que de él hayan derivado aun cuando el vicio resulta
manifiestamente reprochable por la conducta del letrado, resulta de mayor interés
considerar que la parte procesal o patrocinado (sea actor o demandado) no se vea
perjudicada en su derecho a la doble instancia por la irregularidad administrativa
anotada, pues, el objeto o fin del medio impugnatorio referido es que el juez (Colegiado)
superior revise el fallo apelado, pues pese a que el recurso es defectuoso al estar
autorizado por el letrado inhabilitado, ha cumplido con satisfacer la vigencia o tutela del
derecho a impugnar las resoluciones judiciales consagrado en la Constitución Política
del Estado como principio del debido proceso...” (Casación Nro. 1332-2003 / Ucayali,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 31-03-2004, págs. 11751-11752).

- “... El supuesto fallecimiento del abogado de una de las partes no interrumpe el término
del abandono y el tercer acápite del artículo setentinueve del Código Procesal Civil [...]
no es aplicable al presente caso, porque la representación conferida al referido letrado
fue con arreglo a los artículos setenticuatro y ochenta del Código acotado, que se refieren
a las facultades generales del poder y a la representación judicial del abogado...”
(Casación Nro. 1238-2003 / Cajamarca, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 01-
12-2003, pág. 11170).
- “... La revocatoria de poder (del abogado) (...) no implica en forma expresa la
subrogación del abogado de la demandada...” (Casación Nro. 3301-99 / Lambayeque,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 11-04-2000, pág. 5076).

10.6 Supletoriedad de la representación civil

De acuerdo a lo normado en el artículo 62 del Código Procesal Civil, la representación civil


es supletoria, debiéndose aplicar con tal carácter, en todo lo no previsto en el Título II
(“Comparecencia al proceso”) de la Sección Segunda (“Sujetos del proceso”) del Código Procesal
Civil, las normas del Código Civil sobre representación y mandato, vale decir, los artículos 145
al 167 del Código Civil, que integran el Título III (“Representación”) del Libro II (“Acto
jurídico”) del citado Código sustantivo, y los artículos 1790 al 1813 del Código Civil, que
conforman el Capítulo Cuarto (“Mandato”) del Título IX (“Prestación de servicios”) de la Sección
Segunda (“Contratos nominados”) del Libro VII (“Fuentes de las obligaciones”) del referido
cuerpo de leyes.

11. PROCURACION OFICIOSA

Devis Echandía, acerca de la procuración o agencia o gestión oficiosa, anota que “también
en materias judiciales tiene aplicación la agencia oficiosa. En efecto, cualquier persona, sin
necesidad de poder puede promover demanda a nombre de otra que esté ausente o impedida para
hacerlo, con el fin de evitar que pueda sufrir algún perjuicio; para ello debe dar garantía a
satisfacción del juez, de que el interesado por quien obra le dará su aprobación...” (DEVIS
ECHANDIA, 1985, Tomo II: 436).

Véscovi señala al respecto lo siguiente:

“... La procuración oficiosa, (es un) instituto de naturaleza procesal -pero similar a la gestión
de negocios del derecho sustantivo- por el que se permite actuar sin poder. Se trata de
casos especiales y para la defensa en juicio de derechos de quienes corren peligro de
perderlos por no poder apersonarse en el juicio por múltiples razones.

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MANUAL DEL PROCESO CIVIL – LAS PARTES Y SU REPRESENTACION EN EL PORCESO – BRYAN GUERE.

(...) Es corriente que los códigos permitan la actuación -previa prestación de garantía o fianza-
de terceras personas en nombre de los interesados, ya sea -lo que es más común- para
defender (contestar, oponer excepciones, etc.) a quien no está en condiciones de hacerlo
por sí, por motivos de urgencia, o bien para demandar (en caso de vencimiento de algún
plazo, si no se inicia dicha demanda). La garantía, en general, queda a criterio del
tribunal y tiene por objeto responder por la afirmación del compareciente de que aquel
por quien actúa aprobará su gestión.
Generalmente, esta actividad queda limitada a los actos conservativos e indispensables”
(VESCOVI, 1999: 199).

Mediante la procuración oficiosa, pues, una persona comparece en un proceso en nombre de


otra sin tener representación judicial alguna respecto de la última y sin que le sea exigible invocar
interés y legitimidad para obrar (art. IV -primer párrafo- del T.P. del C.P.C. y art. 81 -primer
párrafo- del C.P.C.). Naturalmente, la intervención procesal de un sujeto que no es representante
del titular del derecho discutido judicialmente no puede darse en la generalidad de casos. El
artículo 81 del Código Procesal Civil exige una serie de requisitos, a saber:

1. Que la persona por quien comparece el procurador oficioso se encuentre impedida de


hacerlo por sí misma, estuviera ausente del país, tenga razones de fundado temor o
amenaza, se trate de una situación de emergencia o de inminente peligro o cualquier otra
causa análoga y desconociera la existencia de representante con poder suficiente.

2. Que cuando la parte contraria lo pida, el procurador oficioso preste garantía suficiente a
criterio del Juez de que su gestión será ratificada por el procurado, dentro de los dos
meses siguientes de comparecer éste.

El último párrafo del artículo 81 del Código Procesal Civil establece una presunción jure et
de jure, es decir, que no admite prueba en contrario por ser de carácter absoluto. Efectivamente,
cuando el interesado comparece en nombre propio o debidamente representado y no objeta
expresamente la participación del procurador, se presumirá la ratificación de la procuración
oficiosa.

La ratificación de la gestión del procurador oficioso, dicho sea de paso, tiene efecto
retroactivo (art. 81 -in fine- del C.P.C.). Así, tendrán eficacia procesal todos aquellos actos
realizados a partir de la comparecencia del procurador que hayan sido ratificados, sin perjuicio
del derecho de terceros.

Advertimos que la ratificación de la gestión del procurador oficioso tiene que ser pura o
simple: deben aceptarse en su integridad los actos procesales desarrollados por el procurador. No
será válida la ratificación parcial como tampoco lo será la que esté sujeta a condición (art. 81 -
último párrafo- del C.P.C.).
12. PATROCINIO DE INTERESES DIFUSOS

Según Barbosa Moreira, el “... ‘derecho difuso o fragmentario’ se refiere a un bien indivisible
en cuotas que puedan ser atribuidas a cada afectado. Estos últimos se hallan en unión tal que la
satisfacción de uno solo, implica, en principio, la del grupo; así como la afectación a uno solo, lo
es también a la clase” (BARBOSA MOREIRA; citado por GOZAINI, 1992, Tomo I, Volumen
1: 401-402).

A decir de Lozano-Higuero Pinto, se definen los intereses difusos como “… aquellos


intereses -situaciones de ventaja jurídicamente relevante- de un sujeto jurídico en cuanto
compartidos, expandidos, o compartibles, expansibles, por una universalidad, grupo, categoría,
clase o género de los mismos; cuyo disfrute, ostentación y ejercicio son esencialmente
homogéneos y fungibles, y que adolecen de falta de estabilidad y coherencia en su vinculación

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subjetiva, así como de concreción e intensidad normativa orgánica en sus tutelas material y
procesal” ( LOZANO-HIGUERO PINTO; citado por LORCA NAVARRETE, 2000: 131).

Barrios de Angelis, respecto de la distinción entre interés colectivo e interés difuso, asevera
que:

“... Es la dimensión del grupo subjetivo lo que hace colectivo a un interés, pero es la
indeterminación, la falta de límites precisos en cuanto a la identificación de las personas
que lo compone lo que convierte a ese interés en difuso.

Por lo tanto, el interés difuso se caracteriza por corresponder a los sujetos de un grupo
indeterminado” (BARRIOS DE ANGELIS; citado por LANDONI SOSA, 1998: 448).

Sobre el particular, Gozaíni señala las siguientes clases de intereses difusos:

“a) Intereses relacionados con la defensa de la ecología o el medio ambiente: pretendiendo


preservar el equilibrio de la naturaleza, a través de sus diversas expresiones: tutela del
paisaje; protección a la flora y a la fauna, combatir la polución, el desarrollo urbano
desmedido o sin planificación; la utilización racional de las riquezas, etc.

b) Intereses ligados a la protección del consumidor, propaganda comercial; lealtad en el


mantenimiento de la oferta; resguardo y seguridad en los alimentos y medicaciones;
adopción de medidas de seguridad para los productos peligrosos; regularidad y eficiencia
en la prestación de los servicios públicos y los sistemas que conciernan a la efectividad
de las indemnizaciones de los perjuicios causados en el caso de violación por parte de
los expendedores y proveedores, etc.
c) Intereses vinculados a valores culturales y espirituales, como la seguridad en el acceso a
las fuentes de información; la difusión sin censuras de conocimientos técnicos o
científicos; la creación y el mantenimiento de condiciones favorables a la investigación
filosófica y al libre ejercicio de los cultos religiosos, la protección de los monumentos
históricos y artísticos, etc.” (GOZAINI, 1992, Tomo I, Volumen 1: 402).

El Código Procesal Civil, en su artículo 82, regula lo relacionado al patrocinio de intereses


difusos de esta manera:

“Interés difuso es aquel cuya titularidad corresponde a un conjunto indeterminado de personas,


respecto de bienes de inestimable valor patrimonial, tales como el medio ambiente o el
patrimonio cultural o histórico o del consumidor.

Pueden promover o intervenir en este proceso, el Ministerio Público, los Gobiernos Regionales,
los Gobiernos Locales, las Comunidades Campesinas y/o las Comunidades Nativas en cuya
jurisdicción se produjo el daño ambiental o al patrimonio cultural y las asociaciones o
instituciones sin fines de lucro que según la Ley y criterio del Juez, este último por resolución
debidamente motivada, estén legitimadas para ello.

Las Rondas Campesinas que acrediten personería jurídica, tienen el mismo derecho que las
Comunidades Campesinas o las Comunidades Nativas en los lugares donde éstas no existan
o no se hayan apersonado a juicio.

Si se promueven procesos relacionados con la defensa del medio ambiente o de bienes o valores
culturales, sin la intervención de los Gobiernos Locales indicados en el párrafo anterior, el
Juez deberá incorporarlos en calidad de litisconsortes necesarios, aplicándose lo dispuesto en
los Artículos 93° a 95°. [Al respecto, cabe señalar que el art. 93 del C.P.C. preceptúa que
cuando la decisión a recaer en el proceso afecta de manera uniforme a todos los
litisconsortes, sólo será expedida válidamente si todos comparecen o son emplazados. Por

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su parte, el art. 94 del C.P.C. establece: A. que los litisconsortes facultativos serán
considerados como litigantes independientes; y B. que los actos de cada uno de ellos no
favorecen ni perjudican a los demás, sin que por ello se afecte la unidad del proceso. Por
último, el art. 95 del C.P.C. prescribe: A. que en caso de litisconsorcio necesario, el Juez
puede integrar la relación procesal emplazando a una persona, si de la demanda o de la
contestación aparece evidente que la decisión a recaer en el proceso le va a afectar; B. que
si carece (el Juez) de la información necesaria, devolverá la demanda y requerirá al
demandante los datos para el emplazamiento al litisconsorte; y C. que si el defecto se
denuncia o el Juez lo advierte después de notificada la demanda, suspenderá la tramitación
del proceso hasta que se establezca correctamente la relación procesal].

En estos casos, una síntesis de la demanda será publicada en el Diario Oficial El Peruano o en
otro que publique los avisos judiciales del correspondiente distrito judicial. Son aplicables a
los procesos sobre intereses difusos, las normas sobre acumulación subjetiva de pretensiones
[principalmente las contenidas en los arts. 83, 86 y 89 del C.P.C] en lo que sea pertinente.

En caso que la sentencia no ampare la demanda, será elevada en consulta a la Corte Superior. La
sentencia definitiva que declare fundada la demanda, será obligatoria además para quienes
no hayan participado del proceso.

La indemnización que se establezca en la sentencia, deberá ser entregada a las Municipalidades


Distrital o Provincial que hubieran intervenido en el proceso, a fin de que la emplee en la
reparación del daño ocasionado o la conservación del medio ambiente de su circunscripción”.

La Corte Suprema de Justicia de la República, en relación al patrocinio de intereses difusos,


ha establecido lo siguiente:

- “... El artículo ochentidós del Código Procesal Civil [...] regula el patrocinio de intereses
difusos [...]. Para la defensa de estos intereses que son de naturaleza colectiva -pues
pertenecen en abstracto a una pluralidad de sujetos indeterminados o indiferenciados- el
legislador ha optado por establecer quienes [sic] son los llamados a ejercer y representar
su tutela, estableciendo en la norma procesal en comento que pueden promover o
intervenir en este proceso, el Ministerio Público, los Gobiernos Regionales, los
Gobiernos Locales, las Comunidades Campesinas y/o las Comunidades Nativas en cuya
jurisdicción se produjo el daño ambiental o al patrimonio cultural y las asociaciones o
instituciones sin fines de lucro que según la Ley y criterio del Juez, este último por
resolución debidamente motivada, estén legitimadas para ello; [...] como puede
advertirse, cuando la norma en comento alude a las instituciones públicas y privadas
antes referidas, lo hace para efectos de establecer que sólo a aquéllas les asiste
legitimidad para obrar en esta clase de procesos. Por tanto, cuando las instancias de
mérito amparan la excepción de falta de legitimidad para obrar de las demandantes
respecto de la pretensión de indemnización por el daño ambiental, sustentada en que sólo
corresponde promover tal acción a las acotadas instituciones públicas y privadas, expide
una decisión que se ajusta a los alcances del artículo ochentidós del Código Procesal
Civil...” (Casación Nro. 2932-2006 / Cajamarca, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 30-05-2008, págs. 22063-22065).

- “... En cuanto a la indemnización por daño ambiental, debe señalarse que la norma del
artículo 82 del Código Procesal Civil es clara y señala quiénes pueden promover acción
para el patrocinio de intereses difusos, y su titularidad corresponde precisamente a dicho
grupo no determinado o al Ministerio Público u ONG’s [Organizaciones No
Gubernamentales] debidamente autorizadas...” (Casación Nro. 2927-2006 / Cajamarca,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 05-01-2007, pág. 18374).

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- “... La legitimación para obrar activa, en defensa de los intereses difusos, únicamente
puede ser ejercida por las entidades señaladas expresamente en el artículo 82° del Código
Procesal Civil [sobre patrocinio de intereses difusos]...” Nota: Lo señalado en el
presente extracto ha sido establecido como doctrina jurisprudencial vinculante
(entiéndase, en la actualidad, precedente judicial vinculante) por el primer pleno
casatorio civil realizado por la Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia de la
República, correspondiente a la Casación Nro. 1465-2007 / Cajamarca, publicada en
el Diario Oficial El Peruano (en separata especial) el 21-04-2008, págs. 21982-22036,
encontrándose dicho extracto exactamente en la pág. 22009.

13. ACTOS PROCESALES DE LAS PARTES

Couture, al examinar los actos procesales de las partes, predica lo siguiente:

“Los actos de las partes tienen por fin la satisfacción de las pretensiones de éstas.

Corresponde distinguir entre actos de obtención y actos dispositivos.

Los primeros tienden a lograr del tribunal la satisfacción de la pretensión hecha valer en el
proceso; los segundos, tienen por objeto crear, modificar o extinguir situaciones procesales.

Entre los actos de obtención cabe distinguir:

a) Actos de petición; o sea aquellos que tienen por objeto determinar el contenido de una
pretensión; ésta puede referirse a lo principal del asunto (pretensión de la demanda;
pretensión de la defensa) o a un detalle del procedimiento (admisión de un escrito,
rechazo de una prueba).
b) Actos de afirmación; se trata de aquellas proposiciones formuladas a lo largo del proceso,
dirigidas a deparar al tribunal el conocimiento requerido por el petitorio; estas
afirmaciones se refieren tanto a los hechos como al derecho; también se acostumbra
clasificar estas proposiciones en participaciones de conocimiento (saber jurídico) o
participaciones de voluntad (querer jurídico).

c) Actos de prueba; se trata de la incorporación al proceso de objetos (documentos) o


relatos (declaraciones reconstruidas en el proceso escrito mediante actas) idóneos para
crear en el tribunal la persuasión de la exactitud de las afirmaciones.

Los actos dispositivos se refieren al derecho material cuestionado en el proceso o a los derechos
procesales particulares.

Disposición del derecho existe mediante:

a) Allanamiento (...).

b) Desistimiento (...).

c) Transacción...” (COUTURE, 1985: 206-207).

El Código Procesal Civil regula lo concerniente a los actos procesales de las partes en el
Capítulo II (“Actos procesales de las partes”) del Título I (“Forma de los actos procesales”) de la
Sección Tercera (“Actividad procesal”), en los arts. 129 al 135.

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14. DEBERES Y RESPONSABILIDADES DE LAS PARTES, DE SUS ABOGADOS Y DE


SUS APODERADOS EN EL PROCESO

Se colige del artículo 109 del Código Procesal Civil que son deberes de las partes (incluyendo
a los terceros legitimados), abogados y apoderados los siguientes:

1. Proceder con veracidad, probidad (honradez, rectitud, integridad), lealtad (fidelidad) y


buena fe (rectitud, honradez, buen proceder) en todos sus actos e intervenciones en el
proceso. Al respecto, cabe señalar que según el principio de conducta procesal
(contemplado en el segundo párrafo del art. IV del T.P. del C.P.C.), las partes, sus
representantes, sus abogados y, en general, todos los partícipes adecuan su conducta a
los deberes de veracidad, probidad, lealtad y buena fe.

2. No actuar temerariamente en el ejercicio de sus derechos procesales.

3. Abstenerse de usar expresiones descomedidas o agraviantes en sus intervenciones. Al


respecto, el inciso 1) del artículo 52 del Código Procesal Civil prevé como facultad
disciplinaria del Juez el ordenar que se suprima la frase o palabra expresada o redactada
en términos ofensivos o vejatorios.

4. Guardar el debido respeto al Juez, a las partes y a los auxiliares de justicia. Este deber
procesal guarda relación con el anterior, constituyendo así el género, en tanto que el
deber indicado en el punto 3 representa la especie, aplicándose a ambos las facultades
disciplinarias del Juez previstas en el artículo 52 del Código Procesal Civil.

5. Concurrir ante el Juez cuando éste los cite y acatar sus órdenes en las actuaciones
judiciales. Todos los intervinientes en el proceso están obligados a cumplir los mandatos
del Juez (director del proceso); de lo contrario, se harán merecedores de las sanciones
que aquél imponga en uso de sus facultades coercitivas, a saber: 1. multa compulsiva y
progresiva destinada a que la parte o quien corresponda, cumpla sus mandatos con
arreglo al contenido de su decisión; y 2. detención hasta por veinticuatro horas de quien
resiste su mandato sin justificación, produciendo agravio a la parte o a la majestad del
servicio de justicia (art. 53 del C.P.C.).

6. Prestar al Juez su diligente colaboración para las actuaciones procesales (es claro que sin
ella estas últimas difícilmente podrían desarrollarse con normalidad, lo que generaría
demora en el proceso), bajo apercibimiento de ser sancionados por inconducta con una
multa (de 3 a 5 U.R.P.). Tal disposición guarda correspondencia con la establecida en el
último párrafo del artículo IV del Título Preliminar del Código Procesal Civil, conforme
a la cual el Juez tiene el deber de impedir y sancionar cualquier conducta ilícita o
dilatoria. También resulta concordante con lo dispuesto en el artículo 53 del Código
Procesal Civil, numeral referido a las facultades coercitivas del Juez (de imponer multa
compulsiva y progresiva y de disponer la detención hasta por veinticuatro horas del
infractor).

Tanto el demandante como el demandado y los terceros legitimados, así como sus abogados
y apoderados, incurren en responsabilidad patrimonial cuando causen perjuicios con sus
actuaciones procesales temerarias o de mala fe (art. 110 -parte inicial del primer párrafo- del
C.P.C.).

Una vez comprobado que alguno de los sujetos procesales o su abogado o apoderado actuó
con temeridad o mala fe, el órgano jurisdiccional le impondrá al responsable la multa respectiva
(de 5 a 20 U.R.P.). La referida sanción, dicho sea de paso, no obsta que al vencido se le condene

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al pago de las correspondientes costas y costos procesales. Así lo determina la parte final del
primer párrafo del artículo 110 del Código Procesal Civil.

El último párrafo del artículo 110 del Código Procesal Civil establece una responsabilidad
solidaria (entre el sujeto procesal de que se trate -parte o tercero legitimado- y su abogado
patrocinante y apoderado, si lo hubiere), en caso de que no pueda determinarse con precisión al
autor de la conducta procesal temeraria o de mala fe de la que derivaron los correspondientes
perjuicios.

Por otro lado, y según se infiere del artículo 111 del Código Procesal Civil, cuando el Juez
considere que el abogado actúa o ha actuado con temeridad o mala fe, dispondrá la remisión de
las copias certificadas de las actuaciones respectivas (en las que consta la actuación procesal
temeraria o de mala fe imputada al letrado) a la Presidencia de la Corte Superior, al Ministerio
Público y al Colegio de Abogados correspondiente, para las sanciones (disciplinarias y penales)
a que pudiera hacerse merecedor el letrado que infringió sus deberes de conducta procesal.

Existe temeridad o mala fe, según el caso, en las hipótesis contempladas en el artículo 112
del Código Procesal Civil, a saber:

A) Cuando sea manifiesta (evidente o incuestionable) la carencia de fundamento jurídico de


la demanda, contestación o medio impugnatorio (ya sea que se trate de un recurso o un
remedio -tacha, oposición o nulidad-). B) Cuando a sabiendas se aleguen hechos contrarios
a la realidad.

C) Cuando se sustrae el expediente (lo que da lugar a su recomposición: art. 140 del
C.P.C.).

D) Cuando se mutile o inutilice alguna parte del expediente.

E) Cuando se utilice el proceso o acto procesal para fines claramente ilegales o con
propósitos dolosos o fraudulentos.

F) Cuando se obstruya la actuación de medios probatorios.

G) Cuando por cualquier medio se entorpezca reiteradamente el desarrollo normal del


proceso.

H) Cuando por razones injustificadas las partes no asisten a las audiencias generando
dilación. No habrá mala fe si la ausencia de las partes a una audiencia obedece a causas
de fuerza mayor (enfermedad, accidente, etc.).

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