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INTRODUCCION
Es el caso del “aborto terapéutico”, por ejemplo, que aunque está permitido jurídica y
legalmente, no se aplica en los centros de salud porque se impone directa o
indirectamente la voluntad de la Iglesia Católica directamente y a través de sus
seguidores, con el pretexto que no hay protocolo. Estos pueden ser, por ejemplo,
ministros de salud, médicos o autoridades médicas, etc., enemigos de los derechos
humanos, en la medida que al actuar como opositores tenaces de la aplicación de
protocolos para garantizar medicamente la interrupción del embarazo por razones
terapéuticas, colisionan con el derecho a la vida y a la salud de la gestante.
EL CASO DE ADAN
Presento primero, y luego comento, una interpretación del Génesis bíblico que era la del
impecable filósofo Baruch Spinoza, según Gilles Deleuze en su libro “Spinoza:
Philosophie practique”, que aquí traduzco y comento “No comerás ese fruto…
Adán, el angustiado, el ignorante, escucha la voz de Dios y cree que él le prohíbe
moralmente algo. Sin embargo, ¿de qué se trata? Se trata de una manzana que como tal
envenenará a Adán si la come. Las partes del cuerpo de Adán no se compondrán con
las partes de la manzana y, en consecuencia, se producirá una descomposición, un
desencuentro (intoxicación, indigestión o envenenamiento). Pero como Adán desconoce
las causas por las cuales esa voz le dice que no coma esa fruta, cree que le están dando
una prohibición moral (norma obligatoria) cuando Dios lo único que hace es advertir a
Adán respecto a las consecuencias de su acto”
La voz paternal, que parece venir del cielo, puede ser interpretada así: “Si comes la
manzana, querido Adán, podrías morir porque la manzana está envenenada, pero no seré
yo quien te lo prohíba” Su padre omnisciente y bueno quiere su vida y su salud, pero
también su libertad. Por eso es Adán quien tiene que decidir si come o no la manzana.
En tanto ser autónomo y libre Adán merece elegir su propio destino, es digno de ello,
como todos los hombres.
Adán y sus hijos creen que hay conductas humanas objetivamente pecaminosas que
merecen castigo o penitencia. Adán cree que si come la manzana pecará. Pero comer
una manzana envenenada es un problema de salud, no un problema moral. Los hechos
y las conductas, además, no son pecaminosos, sino los puntos de vista de los que creen
en el pecado como hecho objetivo. Pero no hay hecho pecaminoso sino idea de pecado,
es decir, mala conciencia, sentimiento de culpa, remordimiento, angustia: “pasiones
tristes” que restan, que absorben la salud, la potencia o la energía (Spinoza-Deleuze).
Estas pasiones tristes no son naturales o innatas ni divinas, sino condicionadas y
humanas, productos de la educación. Y además producen “ideas inadecuadas”, como
las llamaba el filósofo hispano holandés. En suma: no hay hechos morales sino
interpretación moral de los hechos, como dijo Nietzsche.
En otras palabras, Cristo vino a liberarnos del pecado porque murió inocente como un
niño. Y así nos libra de él al plantear, con su conducta, la maravillosa posibilidad de su
inexistencia. ¿No dijo él que había que volverse niño? Recuperar la inocencia del que no
cree en el pecado objetivo porque no lo conoce y no lo ha vivido: el niño en su primera
edad. Eso ocurre cuando nos sacudimos del alma esa idea puramente subjetiva. Spinoza
define la moral como un hecho subjetivo de poder interno: “mecanismo de dominación de
la conciencia sobre el cuerpo y las pasiones”. Luego, asunto de poder, no de salud: es
la moral.
Con esto tal vez estemos listos para intentar distinguir, esquemáticamente, la moral
tradicional de una ética moderna, estableciendo algunas diferencias. Opinión subjetiva
que no pretende ser verdadera sino útil: un artefacto que puede usar en propio provecho
incluso el lector con diferente cosmovisión del autor.
Ética y Moral.
Cuando eso ocurre es difícil erradicar esas normas, porque se han grabado inconsciente
e inconsultamente en la infancia. Se han vuelto sentimiento, convicción íntima, con toda
la fuerza de una creencia aceptada sin crítica ni inventario alguno. Como el niño tiene
poca o ninguna conciencia de este proceso, esas normas pasan directamente al
subconsciente, (para seguir con los conceptos freudianos) sin filtro crítico mental. Se
asumen esas normas como si fueran naturales, eternas, absolutas. Este depósito
subconsciente es la moral, la mala conciencia. La conciencia, sin embargo, no está o no
debe estar por encima del cuerpo y las pasiones y tampoco estos últimos sobre aquella,
en una relación inversa igualmente vertical.
Una vez internalizadas las normas morales dejan de ser norma social externa y se
convierten en vida mental de un individuo, o sea “fuero interno”, “voz de la conciencia”,
“idea de pecado”, Super Yo moral. Spinoza, predecesor de Freud, entendió la moral como
una relación de poder en el interior del alma, indiscernible del cuerpo. Y por eso ante el
criterio vertical del poder de la moral, él planteó el paralelismo: es decir la armonía entre
el cuerpo y el alma; el camino de la ética moderna. Para eso había que ir “más allá del
bien y del mal” de la moral judeo cristiana.
Por otra parte, la norma moral no tiene fundamento racional porque es un hecho de poder,
salvo que se considere como fundamento racional el “argumento de autoridad”, que no
es argumento ni principio, sino llamado al orden, un uso de poder que muchos veneran
como si fuera algo más que eso. Se trata de obedecer y nada más que obedecer ¿Es
malo moralmente consumir cocaína? Simplemente no, salvo para los que creen en el
pecado; aunque puede ser un problema eventualmente grave para la salud en el caso de
adicción, dependencia o vicio (problema sicológico)… o con la policía. Es un problema
ético porque atañe a la salud físico mental, no moral.
La ética moderna solo acepta la autoridad de la razón y de los valores propios de las
sociedades modernas, desarrolladas o democráticas que hemos mencionado más de una
vez: libertad, dignidad, igualdad de derechos, etc. La ética moderna se funda en el
desarrollo de la conciencia y de todas las potencialidades psíquicas y físicas de la
persona, que solo se pueden separar por abstracción: ese conjunto de factores que
llamamos salud. Si una norma moral se puede fundamentar razonablemente deja de ser
una norma moral y deviene ética en sentido moderno, porque se basa en la razón
humana, en la libertad o en la salud.
Lo que se lamenta en la moral no es, sin embargo, sólo su carácter obligatorio y general
sino que sea impuesto inconsultamente en la niñez. Esto se hace en la familia de muy
buena fe y con la mejor intención, pero transgrediendo el art. 2º de la Constitución, que
versa sobre libertad de conciencia y de creencia, que no abarca sólo el derecho a escoger
religión sino a no tener ninguna. Se niega, seguramente de buena fe, el derecho de los
hijos a escoger algo tan decisivo y profundo. Como tiene carácter obligatorio y
generalizante no toma en cuenta que cada uno es único, singular e irrepetible. En
consecuencia, se viola el principio de dignidad, es decir, que cada ser humano merece
decidir, autónomamente, su propio destino. Las consecuencias de esas actitudes las
hemos visto en los sistemas totalitarios del siglo XX y antes en el Tribunal de la
Inquisición. Todos tenían que pensar igual a todos, sólo había una respuesta a la
pregunta de cómo se debe vivir, una sola moral obligatoria y general.
Por ello las actitudes tradicional y moderna no siempre son compatibles. La moral
colisiona con la libertad en la imposición de una creencia, aunque la imposición sea bien
intencionada y de buenas maneras. Esa actitud impositiva va bien con la mayoría peruana
y explica el desprecio social y estatal por los derechos humanos en nuestra cultura contra
reformada. Por eso para el Cardenal Cipriani los Derechos Humanos son “una cojudez”.
El siente claramente la incompatibilidad con los valores católicos. Los derechos humanos
son, sin embargo, valores modernos, principios generales de derecho. La ética moderna
es, junto con la política democrática, elemento sustancial del derecho moderno. Está
constituida por los mismos valores que lo fundan. Esto no tiene que ver mucho con la sub
conciencia colectiva en el Perú, lamentablemente, que es bien tradicionalista.
La moral juzga con términos de Bien y de Mal abstractos. Está mal porque lo dice la
autoridad, sea el Papa, Carlos Marx, la abuelita o los vecinos. La ética puede utilizar los
calificativos de “bueno” o “malo” pero concretamente, como un jugo de papaya puede ser
bueno para alguien y un vomitivo para otro, no es asunto moral. La ética no juzga, sólo
advierte las consecuencias de un acto.
Insistimos en que estas ideas solo son instrumentos, herramientas abstractas que
esperamos ayuden a formar criterio en los estudiantes y enriquezcan los diversos puntos
de vista sin exigir adherencia alguna. No reflejan la realidad ni representan la verdad.
ÉTICA MODERNA
Desde los últimos siglos del medioevo renace frente a la moral tradicional el sentido de la
ética clásica greco romana, ahora en versión moderna. No es casualidad que haya sido
en los Países Bajos donde se afinó este concepto. En especial “La ética al modo de la
geometría”, obra maestra producto de la relevante inteligencia y el profundo sentimiento
religioso de la vida de Baruch Spinoza.
La ética, en sentido moderno, en sentido spinozista, deja de ser solo una disciplina
filosófica para convertirse también en un estilo de vida, en una forma de ser, la práctica
de vida de un individuo, grupo social o colectividad basada en la autonomía mental del
hombre, en la libertad de conciencia y pensamiento. La ética en sentido moderno es una
manera autónoma de ver el mundo y de vivir en él. Pero eso no significa que se puede ir
contra el derecho (como libertad no significa que uno puede hacer lo que le viene en
gana) porque como dijimos esa ética es un elemento sustancial de él. Ética y política
modernas hacen el derecho moderno.
Como todos somos seres singulares, virtual o actualmente, únicos e irrepetibles, no son
aceptables las normas extra jurídicas generales y obligatorias que no tienen en cuenta
esa singularidad y que no dan razones de su necesidad. En las normas jurídicas los seres
humanos intervienen como creadores. La persona está en primer lugar en las
Constituciones modernas. No puede haber, por principio, imposición o arbitrariedad. Y
menos se puede aceptar normas no jurídicas que tengan carácter imperativo, que no
estén fundamentadas más que en la obediencia y el miedo. El fundamento de la vida
democrática es la libertad de los ciudadanos; su limitación es excepcional, no la norma.
Desde ese punto de vista, la ética moderna es un conjunto de normas facultativas creadas
autónomamente por los individuos o grupos con fines de salud, libertad, desarrollo de las
potencias y facultades humanas, sin preocuparse mucho en ver si eso es pecado o no lo
es. Este concepto implica bienestar físico y psicológico, aceptables niveles de vida,
posibilidad de desarrollo personal, etc.: un conjunto de condiciones psicofísicas óptimas.
La libertad y la independencia personal están en la base de dicho desarrollo. Y ese era y
es el caso de Holanda: desde el comercio y la política, hasta la pintura, el derecho y la
filosofía: como la saludable filosofía de Spinoza.
Desde esta perspectiva ética, no se trata de saber quiénes son buenos y malos, santos
o pecadores, en una sociedad determinada, sino qué sistema, qué medios, qué
actividades contribuyen más eficazmente al aumento de salud en amplio sentido, de una
comunidad o de un individuo. Esto independientemente de las motivaciones subjetivas,
que pueden ser incluso monstruosamente egoístas pero provechosas socialmente (como
el que crea una empresa exitosa). O muy bien intencionadas, pero fatales para la vida
social, (el infierno está empedrado de buenas intenciones senderistas).
Pero insistimos en que la ética moderna se atiene a los resultados, (beneficios, perjuicios,
costos, consecuencia, efectos), está motivada y conducida por la lógica de la libertad,
que es conciencia y, por tanto, respeto por el orden, aunque también riesgo, aventura y
desorden (Fernando de Trazegnies)
Sin embargo, no es necesario ni posible erradicar del alma todas las normas morales
recibidas en esas condiciones. La decisión a ese respecto requiere de ese inventario
crítico ideológico de la herencia recibida2. Si el adulto libre y maduro encuentra
razonables algunas de las normas impuestas en la infancia no tendría por qué
abandonarlas o negarlas. Pero eso tiene que tener fundamentos claros y consistentes.
En la ética moderna las relaciones son “paralelas” (Spinoza), horizontales, inter pares.
La relación con la moral se da porque la norma moral deja de serlo propiamente cuando
el sujeto toma conciencia de sí al encontrar la razón, el sentido de esa norma, si la tiene:
la hace suya, la hace ética.
Todo ello no puede ocurrir en la infancia cuando el ser humano carece de la capacidad
crítica y la madurez suficiente para tomar decisiones libres tan trascendentales como la
elección de una religión o una moral. Eso habría que dejarlo para otra edad, garantizando
el respeto a la libertad de creencia y de conciencia de los niños y jóvenes. Los valores
que hemos adoptado como sociedad son los que fundan la Constitución y estos deberían
ser los que prevalezcan en caso de colisión. Para que República no sea sólo de nombre.