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BARCELONA
2016
HISTORIA Y MONTAJE
DISPOSITIVOS ESCÉNICOS, EFECTOS DE HISTORICIDAD
Y NARRATIVAS CONTRA-ACTUALES
Prólogo 2
Introducción 3
La sociedad de la performance 9
Bibliografía consultada 35
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PRÓLOGO
Durante los últimos tres años de carrera he intentado desarrollar una práctica crítica en y
desde la escena. Este trabajo supone un punto de inflexión dentro de esa práctica, una
«detención crítica» para captar su dinámica, polarizar sus elementos, cuestionar sus
límites y organizar sus potencias desde un análisis de las condiciones de experiencia
espacio-temporales de nuestra «actualidad».
Como «detención» es una [a]puesta en suspenso del movimiento que abre un abismo,
donde el propio pensamiento se expone a un espacio sin garantías. Como «crítica» es,
antes que nada, un ejercicio de autocrítica que implica un juego de desplazamientos y
desprendimientos sobre las propias posiciones aseguradas.
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INTRODUCCIÓN
Nos hemos vuelto pobres. Hemos ido desprendiéndonos de una porción tras otra de la herencia de la humanidad,
frecuentemente teniendo que darla en una casa de empeño por cien veces menos de lo que vale,
a cambio de que nos adelanten la pequeña moneda de lo actual.
Frente a esta paradoja que define nuestra realidad histórica a partir de un índice
particularmente ahistórico, proponemos pensar una dialéctica crítica capaz de restituir la
experiencia de la historicidad en el sujeto por medio del principio de montaje.
1 D. Gràcia (2015), Època Global i Conformisme. La desespacialització d’allò polític, Barcelona: Universitat de
Barcelona, 2015, p. 152. (La traducción es nuestra).
3 L. Castro Nogueira (1997). La risa del espacio. El imaginario espacio-temporal en la cultura contemporánea: una
reflexión sociológica, Madrid: Tecnos (ed.), 1997, p. 77.
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El problema de la «actualidad/historicidad» en la experiencia posmoderna nos sitúa ante
la exigencia de revisar nuestra relación con la historia, los modos en los que la historia se
hace y produce como «historicidad».4 Como indica Isabel de Naverán, «hacer o practicar
la historia es desvelar los modos en que ésta se escribe y al mismo tiempo advertir lo
que la historia hace». (Naverán , 2010:9)
Para abordar la historicidad -más allá del esencialismo y naturalismo que el término
puede vehicular- nos apoyaremos en la historiografía crítica5 que, desde el principio de
montaje, articula un conjunto de estrategias y herramientas que pueden ayudar a
orientar su sentido en la escena contemporánea, complejizando sus modelos temporales
y espaciales, así como las disposiciones visuales de la experiencia de la historia.
Lo que está en juego es un pensamiento por el montaje que sea capaz de introducir la
experiencia de la historia - la historicidad misma - en la escena. Frente a las actitudes
“actualizantes” que esgrime parte de la mal llamada escena contemporánea, este
trabajo apuesta por practicar la contemporaneidad de forma radical:
4 La «historicidad» es el conjunto de circunstancias históricas que constituyen el entramado de relaciones en las cuales
se inscribe la vida. Como efecto consiste en revelar el carácter construido -no natural- de la experiencia, provocando
una reflexión sobre la historia como el conjunto de mediaciones, relaciones y determinaciones espacio-temporales en
las cuales se inscribe y cobra sentido algo: una sociedad, una experiencia o una vida. Más allá de los hechos, es la
pregunta y la reflexión por la propia historia.
5 Entendemos por «historiografía crítica» una actitud teórico-práctica que aborda la historia como un complejo
dispositivo atravesado por relaciones de «poder» -prácticas de gobierno-, «saber» -mecanismos de verificación o
verdad- y «cuerpo» -técnicas o tecnologías de cuerpo-; cuestionando las corrientes naturalistas o positivistas en tanto
modelos de comprensión que orientan la historia en torno a la verdad natural o el progreso, respectivamente.
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experiencia. De este modo abren una «correspondencia inédita» entre los tiempos que
rompe la tiranía de nuestro «presente continuo» introduciendo la experiencia de la
historia.
Lejos de intentar prescribir una buena relación con la historia, pero igualmente en
guardia contra cualquier forma de relativismo histórico que pretenda reducir el mundo a
«la pequeña moneda de lo actual», nuestro propósito es forzar un pensamiento por el
montaje que cuestione las condiciones de experiencia actuales, asegurando la
«transmisibilidad» de la historia y, al mismo tiempo, advirtiendo lo que la historia hace.
Se trata justamente de cristalizar una «constelación saturada de tensiones»6 entre la
continuidad de un gesto y su irrevocable interrupción; una «dialéctica en suspenso» al
estilo benjaminiano que nos permita captar la historia «en estructura de comentario».
A partir del «principio de montaje» como categoría nodal del trabajo vamos a considerar
la «actualidad/historicidad» como problema a tratar, y la escena como su espacio de
visibilidad y articulación. Como veremos, esta trama implica pensar una epistemología
por el montaje que concierne a nociones como experiencia, visualidad y conocimiento.
6 W. Benjamin, Sobre el concepto de Historia en Walter Benjamin: Obras completas, Madrid: Abad, 2008, p.316.
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LA ACTUALIZACIÓN PERMANENTE O LA CONSTRUCCIÓN TOTALITARIA DEL
ESPACIO-TIEMPO
Con más razón de la sospechada, tiempo real es el ideal cumplido de la excepción permanente.
Sólo queda vivir de tal manera que ese flujo no corra jamás el riesgo de detenerse.
De esta forma Nogueira sugiere que el modo en que se nos da a ver y conocer el
mundo en la posmodernidad - su particular régimen o episteme escópica8-, desplaza al
sujeto moderno como productor del «imaginario espacio-temporal», revelándolo como
un sujeto residual frente a la radical alteridad e indiferencia del «cuerpo denso del
imaginario espacio-temporal»9 :
8 “Lo que se sabe en lo que se ve. O quizás podríamos decir «aquello que puede ser conocido en aquello que puede
ser visto». De esta manera describiré lo que voy a llamar «episteme escópica»: la estructura abstracta que determina el
campo de lo cognoscible en el territorio de lo visible.” (Brea, 2007: 146)
9 Conviene aclarar que para Nogueira las imágenes no son una duplicación especular de la realidad, sino que lo que
llama imaginario social espacio-temporal es lo real radical: «Lo real nunca ha sido otra cosa, para todas las culturas, que
una dimensión del imaginario radical causa y efecto de toda institución social: la ausencia, precisamente, que cada
cultura gestiona y administra a través de sus magmas imaginarios.» (Nogueira, 1997,22) De este modo la alteridad y
autonomía de las imágenes ya no corresponden al orden de los fantasmas o las apariencias, sino que por una suerte
de exceso ontológico, es lo real mismo vuelto contra el sujeto moderno que quería producirlo, dominarlo y controlarlo
por medio de la imagen.
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Lo que sí ha ocurrido es la aparición ominiosa y brutal del cuerpo denso de flujo
de las imágenes que aquellos dos siglos de modernidad nos impiden todavía
pensar en términos distintos a vampirización o hundimiento real de lo real.
Imágenes que, ciertamente, no parecen necesitarnos a nosotros como sus
virtuales creadores y que, por el contrario, son capaces de suscitar y descargar
nuestros deseos, emociones y sentimientos, invistiéndose de unos poderes
ontológicos que jamás ostentó la realidad misma. (Nogueira, 1997:23)
De este modo se genera un doble colapso del espacio-tiempo moderno: por un lado las
viejas barreras espaciales se volatilizan por medio de los nuevos espacios de visualidad
y, por el otro, el tiempo de la modernidad clásicamente asociado a la historia y el
progreso colapsa en un «presente-actualidad permanente».
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una nueva forma de dominación: la «actualidad»11. De este modo, la preeminencia del
tiempo sobre el espacio -tan característica de la modernidad- sigue operando bajo
nuevas condiciones:
Si como hemos visto las nuevas espacialidades posmodernas están atravesadas por una
función de tiempo que las actualiza, la temporalidad misma se ve atravesada por una
función que la espacializa en tanto escenario de actualidad.
11 El término «actualis» -que hay que considerarlo como raíz de la palabra «actualidad»- se halla, primeramente, en los
escritos de los autores neolatinos. San Agustín usó el vocablo como «sinónimo filosóficos-abstracto» para
«activus»=«activo». Dentro de la Escolástica el adjetivo «actualis» se aplica a algo que existe «de hecho» o «realmente».
Se emplea en contraposición de la palabra «potentialis» = «posible». [...] Ciertamente se encuentra ya también el
término «actualis» usado en el sentido de «wirksamkei» (eficacia) e inclusive «Verwirklichun» (realización). Del empleo
idiomático de la palabra «actualidad», dentro de los modernos medios de masa, se podría, pues, reproyectar:
acontecimientos que ocurrieron «en la realidad»; que consiguen, sólo por la comunicación, «la realización». Y que, en el
momento en que son percibidos por el receptor, y transformados para su existencia, llegan a su plena «eficacia».
(Haacke, W., & Mayordomo, J. R. G, 1969:176)
12 F. Nietzsche, Sobre la utilidad y los prejuicios de la historia para la vida, Madrid: Edaf, 2000, p.96.
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LA SOCIEDAD DE LA PERFORMANCE
13Esta cuestión se encuentra ampliamente desarrollada en: L. Castro Nogueira (1997). La risa del espacio. El imaginario
espacio-temporal en la cultura contemporánea: una reflexión sociológica, Madrid: Tecnos (ed.), 1997, pp. 23-52.
15El creciente valor de la presencia y circulación de imágenes en la esfera pública está precisamente vinculado a su
poder de generación de efectos de sociabilidad: creación de identidad y creación de comunidad (imagen-marca). Esta
sociabilidad es una función de control social, es decir, de control por socialización.
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«escenarios de actualidad» donde el sujeto -ante la amenaza de su próxima
obsolescencia- debe alcanzar su realización a través de la comunicación.16
«Ahora la culpa se refiere a la deuda que tengo con mi futuro. Mientras mi vida
no llegue a su final «su próxima actualización», soy una existencia insolvente,
cargo con una deuda, soy culpable de mi «final pendiente». (Naverán/Allsopp,
2010:4)
La experiencia del sujeto ingresa así en un índice ahistórico que no deja de remitir al
presente, al «ahora» como el tiempo único de la realización. El sujeto queda así
escindido de su propia «historicidad» y, en general de cualquier experiencia de la
historia que lo desplace de las condiciones de sujeción del presente.
Como hemos visto, «la norma de lo actual» refuncionaliza el tiempo según unas nuevas
condiciones espaciales -los «escenarios de actualidad»- y, a la vez, presenta el espacio
como una trama visual fluida que se desarrolla en condiciones update. Todo ello reduce
la exterioridad espacio-temporal a condiciones de experiencia basadas en una
acentuación del «presentismo» que vuelca al sujeto en la producción de la presencia. De
16 Nos referimos a una comunicación devaluada y entendida como mera información. Ver nota nº 11.
17 Etimológicamente el término «oikonomía» proviene del griego y significa la administración y gestión del «oikós», de
la casa.
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este modo la experiencia ingresa en un índice ahistórico que borra el pasado y el futuro
en cada actualización. El espacio-tiempo tardomoderno se propone así como un gran
«palimpsesto» performativo que se produce como borradura incesante de sí mismo.
Borrar no es eliminar, sino producir palimpsesto: sobreescribir desde y para el
actualismo.
Desde esta perspectiva emerge una dimensión biopolítica que regula la vida social
normalizando, optimizando y homologando las diferencias conforme a un espacio de
experiencia que expulsa la dimensión de «shock» que, con Benjamin, le suponemos a la
«experiencia».22
19 Aquí podríamos señalar un buen número de prácticas que, bajo el «epitafio» de la memoria histórica, acomodan la
mala conciencia del siglo, neutralizando cualquier posibilidad de colisión que lleve a nuestro presente a una situación
crítica.
20 “Todo espacio/tiempo social se constituye y redimensiona exteriormente, como causa y efecto (entre otras variables)
de sus prácticas materiales constructivas, sus juegos discursivos y sus códigos visuales. Interiormente como causa y
efecto (entre otras variables) de las prácticas individuales (De Certeau); de sus relaciones con las facultades humanas:
deseo, memoria, imaginación/razón y finalmente, de las diferentes estrategias de poder.” (Nogueira, 1997:32)
21Walter Benjamin aborda la distinción entre vivencia y experiencia en varios escritos, especialmente en Sobre algunos
temas en Buadelaire. Véase: W. Benjamin. Sobre algunos temas en Buadelaire, Barcelona, ElAleph ,1999.
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permanente» se muestra como un doble proceso de conformación en el cual la
«vivencia» tiende a tomar el lugar de la «experiencia»: una conformación material de los
estímulos y una conformación subjetiva de las conductas.
Toda nuestra cultura de «lo actual» se revela entonces como una cultura
fundamentalmente interior, es decir, una cultura que «acaba por tratar lo exterior del
modo más negligente y cómodo»23.
En cuanto a saber hasta qué punto la vida tiene necesidad de los servicios de la
historia, esta es una de las preguntas y de las preocupaciones más graves
concernientes a la salud de un individuo, de un pueblo o de una cultura.
( Nierzsche, 2000:49)
Si cada época se define a sí misma por su afuera -por sus estrategias de cierre y sus
juegos de apertura-, el cierre de lo actual implica un debilitamiento de la historicidad del
sujeto. Pensar contra el «actualismo» implica entonces repensar nuestra relación con la
historia. Ya que, como hemos visto, aquello que «deja fuera» la sensibilidad de nuestra
época es justamente la «inactualidad» y el «anacronismo» que nos ofrece la historia, su
particular «exterioridad».
23 F. Nietzsche (2000), Sobre la utilidad y los prejuicios de la historia para la vida, Madrid, Edaf, 2000, p.73.
24 El conjunto de discursos que se imponen con más fuerza en nuestro presente -innovación, emprendimiento,
novedad, reciclaje, productividad, etc.- no dejan de redundar sobre el proceso de renovación constante de nuestro
presente carcelario. Son dispositivos de actualización particularmente discursivos.
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ACTUALIDAD Y CONTRA-ACTUALIDAD DE LOS DISPOSITIVOS ESCÉNICOS
Como hemos vistos los dispositivos realizan y efectúan nuestra relación con el mundo
determinando en gran medida el conjunto de prácticas técnicas, científicas, políticas y,
por supuesto, estéticas de la humanidad.25
25 “No sería probablemente errado definir la fase extrema del desarrollo capitalista que estamos viviendo como una
gigantesca acumulación y proliferación de dispositivos. Ciertamente, desde que apareció el «homo sapiens» hubo
dispositivos, pero se diría que hoy no hay un solo instante en la vida de los individuos que no esté modelado,
contaminado o controlado por algún dispositivo [...] El hecho es que, con toda evidencia, los dispositivos no son un
accidente en el que los hombres hayan caído por casualidad, sino que tienen su raíz en el mismo proceso de
«hominización» que ha hecho «humanos» a los animales que clasificamos con la etiqueta de homo sapiens.” (Agamben,
2015:21)
26 Ibid., p. 24
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El «giro performativo» analizado por Lehmamn y posteriormente prolongado por Erika
Fisher en su «Estética de lo performativo», sienta así las bases teóricas para una
redefinición del dispositivo escénico que se apoya en un nuevo paradigma de
comunicación basado en «la intensificación de la presencia, la inmediatez, la
conectividad y la interacción como elementos primarios».
En consecuencia la escena deja de ser un espacio narrativo lineal, para entenderse como
un espacio de encuentro y comunicación directa entre actores y espectadores. La
actualidad se acaba asumiendo para el dispositivo escénico como una suerte de esencia
que refuncionaliza sus rendimientos en una puesta en escena que acentúa la co-
presencia, la participación y la melancólica fugacidad del hecho escénico28.
Como reconoce Eiermann la pérdida del potencial crítico de las prácticas posdramáticas
se debe a una asimilación de los principales postulados e idearios de las contra-culturas
de los años sesenta. Un conjunto de disposiciones estético-políticas en las que
reconocemos las principales formas de subjetividad que movilizan la actualidad
posmoderna -el emprendedor y el yo-marca-:
28 Como indica Rebeca Shnaider, los modelos de comprensión de la escena de los primeros Estudios de Performance
(Schechner, Herbert Blau, etc.) durante los años ochenta cifran lo escénico en la “inmediatez”, la “evanescencia” y la
“desaparición”, afirmando la primacía del punto de fuga. Véase: I. Naverán (ed.), Hacer historia. Reflexiones desde la
práctica de la danza, Barcelona, Cuerpo de Letra, 2010, pp. 171-177.
29 Véase: F. Nietzsche (2000), Sobre la utilidad y los prejuicios de la historia para la vida, Madrid, Edaf, 2000.
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expresión creativa de la propia personalidad, etc. son asimilados por el sistema,
es decir, la lógica antigua de que el sistema se reproduce por opresión y
canalización rígida de las pulsiones espontáneas del sujeto ha sido abandonada.
La espontaneidad no extrañada, la manifestación de la propia personalidad, la
realización personal, todo ello sirve inmediatamente al sistema. (Eiermann,
2012:8)
Frente a esta asimilación por parte del sistema neoliberal, Eiermann rearticula el
dispositivo escénico para lanzarlo justamente contra «la primacía de la inmediatez, de la
interacción y de la presencia»30 que postula la escena posdramática. En este sentido, los
dispositivos postespectaculares corresponden a «narrativas contra-actuales» que, por
medio de la alteridad de la representación, cuestionan las exigencias de actualidad que
dominan las expectativas sobre la escena.
30A. Eiermann. El Teatro postespectacular. La alteridad de la representación y la disolución de las fronteras entre las
artes, Madrid, Telón de Fondo nº16, 2012, p.6.
31 Vid. infra, p. 31
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La reserva cultural de las imágenes, su índice histórico, aparece como una cita que
sustituye la imagen directa posdramática, por la memoria y la imaginación condicionada.
Paul Ricoeur recordava que «la imaginació i la memòria posseeixen com a tret
comú la presència de l'absent i, com a tret diferencial, d'una banda, la suspensió
de qualsevol posició de realitat i la visió de l'irreal, i de l'altra, la posició d'una
realitat anterior». La memòria posa en imatges allò que ja no existeix; la
imaginació, allò que mai no ha existit d'aquella manera. [...] Hi ha un trànsit
constant entre visió, imaginació i memòria, i és el temps d'aquest trànsit el que
funciona en la contemplació d'una obra escènica (o cinematogràfica) (Sánchez,
2009:29-30)
32 Vid. infra, p. 26
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DISPOSITIVOS ESCÉNICOS, EFECTOS DE HISTORICIDAD Y NARRATIVAS CONTRA-
ACTUALES.
Como hemos advertido esta situación implica una nueva forma de dominación temporal
que debilita y aplana la historicidad33, expulsa la experiencia y homologa las diferencias
reduciendo la potencia crítica de los dispositivos escénicos a la «norma de lo actual».
Nuestra apuesta pasa por repensar la relación entre historia y escena a través del
«principio de montaje». De este modo el montaje pasa a ser un dispositivo capaz de
desplazar e interrumpir el régimen de actualidad posmoderno.
33En todo caso, lo histórico es una homogeneidad ahí, fuera de lo actual, disponible en forma de visita o remasterizado
en forma de vivencia.
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una «correspondencia inédita» entre pasado, presente y futuro. Un montaje dialéctico34
que muestra la historia «en estructura de comentario».
Los hombres no han dejado nunca de vincularse con su pasado, de buscar sus certezas y
fuerzas en el curso de la historia, de su propia historia y de la historia colectiva. Sin
embargo, allí no hay más que memorias, documentos, nombres, citas, textos y, en el
mejor de los casos registros. Todo un conjunto de restos que forman un cuerpo
disperso: una tradición. ¿Cómo relacionarnos con esa tradición?
El modelo óptico del calidoscopio37 sirve en Benjamin como un modelo teórico para
discutir el curso de la historia positivista -el supuesto continumm del progreso en la
34 Conviene advertir que la concepción dialéctica que empleamos no se corresponde ni al modelo hegeliano -que
apuesta por la síntesis- ni al modelo marxista clásico -que apuesta por la superación-. Se trata más bien de una
dialéctica orientada por polaridades, al estilo de Warburg o Benjamin. (Vid. infra, p. 20)
35 Véase: F. Nietzsche (2000), Sobre la utilidad y los prejuicios de la historia para la vida, Madrid, Edaf, 2000.
36 W. Benjamin, Sobre el concepto de Historia (en Walter Benjamin, Obras completas), Madrid, Abad, 2008, p. 266
37Para profundizar en las implicaciones de modelo óptico del calidoscopio en la concepción del montaje, la historia y la
imagen banjaminiana véase: G. Didi-Huberman. Ante el tiempo, Buenos Aires, Ariadna Hidalgo, 2005, pp.189-193.
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tradición de la modernidad- bajo un nuevo principio de artificialidad: el principio de
montaje.
38 “Por un lado, al reparar en lo que llama los desechos de la historia, Benjamin abandona las «monumentales y
complicadas obras del historicismo», siempre dispuestas a glorificar las grandes hazañas de los vencedores de la
historia.(...) La apertura de la historia a los anónimos corta la «empatía con el vencedor» historicista, en provecho de un
«pathos de la cercanía» que conecta a Benjamin con la discontinua tradición de los vencidos.” (López, 2014: 100)
39 “Benjamin necesita una lógica visual -no lineal-, de acuerdo con los principios cognitivos del montaje: «Es una
manera de ver que cristaliza elementos antitéticos proporcionando los ejes para su ordenación. La concepción de
Benjamin es, esencialmente, estática (aún cuando la verdad de Benjamin que ilumina la imagen dialéctica sea
históricamente volátil) Benjamin cartografía visualmente ideas filosóficas dentro de un campo de oposiciones transitorio
y no reconciliado que puede dibujarse, quizás, a base de coordenadas de términos contradictorios cuya «síntesis» no es
un movimiento de resolución sino el punto en el cual interseccionan los ejes”. (Nogueira, 1997:167)
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que crear un archivo que no puede organizarse como un puro y simple relato,
puesto que es algo fatalmente más complejo.(Romero, 2007:19)
La imagen no resuelve la historia al modo del relato, sino que la muestra en un momento
de detención donde sus tensiones aparecen en un campo de polaridades transitorio y
no reconciliado. Su naturaleza es plástica, plural, múltiple y esencialmente abierta para
el conocimiento histórico: disgrega la mirada.
La imagen es entonces el intérvalo entre los tiempos, el intersticio entre los espacios. Lo
que muestra es justamente la esencial discontinuidad del tiempo, abriendo pasajes
espacio-temporales donde pasado, presente y futuro establecen una correspondencia
inédita. En este sentido la imagen siempre es un desorden espacio-temporal: el
[des]montaje de la historia diacrónica en virtud de una sincronía espacial
fundamentalmente intempestiva, anacrónica e inactual.
En segundo lugar, la materia que [re]monta el calidoscopio «en cada giro» son
fragmentos. El calidoscopio implica así la diseminación del fragmento, y el trabajo de
desciframiento, el valor de legibilidad y el valor de visibilidad de una materialidad en
bruto. Esto es fundamental para una «ex-posición de la historia» que, como veremos,
debe salvar la integridad del fragmento histórico de la totalidad del «actualismo» y la
significamentosa envoltura de la Idea.
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montaje emprende una labor micrológica de construcción que opera por fragmentos,
espacializando la historia y movilizando una política de las formas breves y olvidadas de
la modernidad.
El pensamiento de la historia deja de pasar por el flujo temporal del sujeto para caer del
lado de las cosas mismas: los lugares (Foucault), los objetos, los detalles (Warburg) y los
desechos (Benjamin) descartados por la modernidad40 .
Los fragmentos cobran así una validez paradigmática, una estructura «monádica» que,
en virtud de su irreductible singularidad «ilumina un instante de verdad» al hacerlos
«saltar del continuum de la historia» como su parte maldita.
En tanto parte maldita, las ruinas de Benjamin, los detalles de Warburg o los reductos
disciplinarios de Foucault, tratan de dar la vuelta al siglo, mostrando el «inconsciente
óptico» de la modernidad: todo cuanto la historia moderna ha descartado, desechado,
olvidado o marginado se muestra al siglo como su “verdad”. Esto es asumir para el
40En otras palabras lo que la catástrofe de la historia [tardo]moderna hace visible es el espacio donde tubo lugar. Es
entonces en el espacio donde leemos el tiempo, en los desechos materiales, en las ruinas, los vestigios y los lugares
marginales que todavía no han sido capturados por el afán de reciclaje de nuestra pérfida actualidad y su particular
ecología cultural.
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pensamiento de la historia que «cada progreso deberá ser pensado en su bifurcación
como catástrofe».42
En tercer lugar la imagen del calidoscopio hace coincidir la historia con «un
juguete en las manos de un niño». Como indica Didi-Huberman la fenomenología
del juguete44 , bien sea la del calidoscopio o la del téléscopage, permite a
Benjamin concebir el doble régimen del montaje, «una dialéctica en suspenso
productora de visualidad al mismo tiempo «originaria» y «entrecortada», al mismo
tiempo turbulenta y estructural[...]: de un lado el valor de choque, de violencia,
de colisión -catastrófica o sexual-, en síntesis, el valor de desmontaje que sufre,
en ese momento, el orden de las cosas; del otro el valor de visibilidad, de
conocimiento, de alejamiento, en fin, el valor de montaje.» (Didi-Huberman,
2005:168)
Con esta suposición llegamos al nervio vital del montaje: su núcleo dialéctico. En tanto
dialéctico el montaje despliega un «doble régimen»: destruye y construye, «dys-pone» y
«re-expone», desmonta y remonta. En su gesto «anti-sistema», el montaje redistribuye la
economía de las relaciones introduciendo la esencial discontinuidad de la historia,
descomponiendo el orden de las causas y produciendo relaciones inesperadas bajo una
forma de «no-síntesis».
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De este modo el «principio de montaje» desordena la historia, subvirtiendo sus líneas de
progreso y causalidad, y creando una economía de relaciones donde se polarizan la
«historia previa» y la «historia posterior» en la cesura de un presente45 que «toma
posición».
[El valor político del montaje] es más modesto y más radical a la vez, porque es
más experimental: sería, hablando estrictamente, tomar posición sobre lo real
modificando justamente de manera crítica, las posiciones respectivas de las cosas,
de los discursos, de las imágenes. (Didi-Huberman, 2010:128)
De modo que Benjamin apuesta por una «episteme escópica» donde la historia alcanza
un cierto grado de legibilidad por medio de un doble movimiento de desmontaje y
remontaje que reconfigura en cada partida el valor de visibilidad y conocimiento de la
historia desde un contexto presente.
En cuarto lugar, el sujeto de esta acción -«el niño»-, no es exactamente el sujeto del
saber o del conocimiento, un sujeto que pueda reclamar para si el logos de la historia.
Su gestualidad es, antes que un signo, una relación que perturba la historia en tanto él
es capaz de liberar la vida y «actuar de una manera intempestiva, es decir, contra el
tiempo y, por tanto, sobre el tiempo y, yo así lo espero, en favor de un tiempo
venidero».(Nietzsche, 2000:33)
De esta forma, el «principio de montaje» parece reclamar el sacrificio del sujeto del
conocimiento46 . El niño se presenta como una figura del umbral capaz de establecer una
relación intempestiva con la historia, produciendo [des]ordenes insospechados mediante
el juego. Él es el único capaz de trastocar el juego mismo, es decir, su «legalidad». Lo
que él nos dice es que nuestros «dispositivos de montaje»47 no pueden mostrarse como
algo acabado, sino que tienen que mantener un cierto grado de apertura para no
convertirse en el instrumento de los poderes de turno.
En las manos del niño todo objeto de cultura se revela, a su vez, como objeto de
barbarie. Tal vez para recordarnos que nuestra [tardo]moderna cultura histórica no es en
modo alguno algo vivo, sino un proceso interior, una especie de saber sobre la cultura.
45 “Es el presente el que polariza el acontecer en la historia previa y posterior.” (Benjamin, 2005:473)
46 “El sujeto del montaje no es ni el hombre de un humanismo ya caduco, ni tampoco el superhombre de Nietzsche,
sino una figura del umbral, como lo son en Benjamin el niño o el monstruo.” (López, 2014: 76)
47 Un buen ejemplo de ello son El libro de los pasajes de Benjamin o el Atlas Mnemosyne de Warburg que, como
dispositivos de montaje, no aspiran a la totalidad del archi /documental de la historiografía clásica, sino que más bien
nos proponen una forma de conocimiento lagunar a través de sus fallas e intersticios. Ante estos dispositivos la mirada
siempre se desplaza, se disgrega, se bifurca o difiere en la madeja de la historia.
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El saber consumido en exceso [...] no actúa como una fuerza transformadora
orientada hacia el exterior, sino que permanece encerrado dentro de un cierto
caótico mundo interior que el hombre moderno designa, con extraña soberbia,
como su característica «interioridad».( Nietzsche, 2000:71-72)
Por medio del montaje la crítica historiográfica trata así de imprimir un grado de «no-
saber» y contingencia a la historia que la aleje del poder y la ponga al servicio de la vida.
Esa es finalmente la «única legitimidad» que se le puede conceder a la historia.48
Recuperar este principio para orientar los dispositivos escénicos hacia un montaje de la
historia capaz de interrumpir la norma de «lo actual» es, como esperamos mostrar, una
tarea tan urgente como necesaria. Por nuestra parte sólo cabe exigirle a la escena los
humildes rendimientos del calidoscopio.
48 Sobre la relación entre la historia y la vida véase: F. Nietzsche. Sobre la utilidad y los prejuicios de la historia para la
vida, Madrid, Edaf, 2000.
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«reconstrucción». La reconstrucción en la empatía sólo tiene una fase. La
«construcción» presupone la «destrucción». (Benjamin, 2005:472)
La tensión entre estas dos fuerzas en el núcleo dialéctico del montaje histórico es
justamente lo que detiene el movimiento, provocando el estado de suspensión donde
adviene la «imagen dialéctica».
Lo que resulta del montaje histórico son imágenes y no relatos52, porque solo en el
carácter sincrónico y estático de la imagen se pude polarizar una «constelación saturada
de tensiones». Benjamin nos advierte, no obstante, que la imagen que surge del pliegue
dialéctico no es «algo que se desarrolle, sino una imagen encontrada»53. Con ello no
49 Lo fundamental para nosotros, como veremos más adelante, es que la materialidad del fragmento de pasado es un
efecto de superficie que produce la propia espacialidad de su presentación.
50 “El carácter destructivo no ve nada duradero. Pero por eso mismo ve caminos por todas partes.” (Benjamin,
1987:161)
53“Refundar la historia en un movimiento "a contrapelo", es apostar a un conocimiento por montaje que haga del no
saber -la imagen aparecida, original, turbulenta, entrecortada, sintomática- el objeto y el momento heurístico de su
misma constitución.” (Didi-Huberman,2005:156-157)
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sólo alude al carácter estático de la exposición, también preserva la dimensión
contingente en el interior del montaje de la historia.
De este modo el doble régimen del montaje expone la historia como una construcción
fundamentalmente anacrónica e inactual, donde el presente choca frontalmente contra
su pasado abriendo un pasaje entre los tiempos que rompe la tiranía de nuestra
actualidad y reintroduce la experiencia de la historia.
Método de este trabajo: montaje literario. No tengo nada que decir. Sólo que
mostrar. No hurtaré nada valioso, ni me apropiaré de ninguna formulación
profunda. Pero los harapos, los desechos, esos no los quiero inventariar, sino
dejarles alcanzar su derecho de la única manera posible: empleándolos. [N 1 a 8]
(Benjamin, 2005:462)
54 La crítica a la subjetividad que comporta el montaje dialéctico de la historia implica el hundimiento de la «función
autor-obra» que atraviesa la modernidad, socavando «el régimen subjetivista de la intencionalidad en favor de [...] un
ejercicio de mostración, donde la escritura se torna un ejercicio de citación que revela sus fuentes y
procedencias.» (López, 2014: 85) De este modo, la “verdad” del montaje queda fuera de cualquier relación intencional.
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El cronista que hace la relación de los acontecimientos sin distinguir entre los
grandes y los pequeños responde con ello a la verdad de que nada de lo que
tuvo lugar alguna vez debe darse por perdido para la historia. (Benjamin, 2008:
306)
La lógica descentrada del montaje dialéctico exige así mostrar la legalidad de los
fragmentos de la historia tomando posición frente a los descartes, olvidos y silencios de
la conciencia del siglo: su inconsciente óptico. El paradigma implicado en esta operación
de salvación de los fragmentos no es otro que el de la citación55.
Escribir historia significa dar su fisionomía a las cifras de los año. [...] Escribir
historia significa por tanto citar la historia. Pero en el concepto de citación radica
que el correspondiente objeto histórico sea arrancado de su contexto. (Benjamin,
2005:478)
Hacer sentir la vibración de las fuentes –ilustres algunas, ignotas la mayoría de las
veces– sin anular su heterogeneidad, recogerlas sin ajustarlas a una linealidad
narrativa que anule el derecho a la imagen de esos momentos menores de la
historia es una forma de hacerles justicia. (...) Pero no sólo la cita es expuesta
como tal: a fin de no falsificar, el propio procedimiento también lo es. La
55En Dirección única (Alfagura ed.,1987) Benjamin define su práctica en los siguientes términos:”En mi trabajo, las citas
son como salteadores de caminos que irrumpen armados y despojan de su convicción al ocioso paseante”.
56 Tal como hemos indicado con Agamben este «anacronismo» vehicula un concepto de «contemporaneidad» crítico
que se inserta en el tiempo presente por medio de un desfasaje, un desajuste esencial que lo marca como algo
«inactual». (Vid. supra, p. 20)
58 El procedimiento de la «interrupción» del montaje materialista de la historia está cerca del «efecto de
distanciamiento» que Brecht puso en práctica en su modelo de «teatro épico». Sin embargo, el teatro épico brechtiano
no muestra, más bien [de]muestra. La diferencia es significativa y tiene que ver con una incapacidad por parte de
Brecht para descentrar al sujeto y renunciar a la intencionalidad. Didi-Huberman señala muy bien la brecha entre la
apuesta benjaminiana y la apuesta brechtiana en términos de «toma de posición» y «toma de partido» frente a la
historia. Naturalmente, detrás de la «toma de partido» brechtiana está conspirando todo el mecanismo de la ideología.
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radicalidad del montaje benjaminiano es la de mostrarse hasta la médula, no para
producir el efecto de una improbable inmediatez –el objeto histórico siempre es
una construcción–, sino para verificar su propia artificialidad. (López, 2014: 87)
Es una imagen única, irremplazable del pasado que se desvanece en cada presente
que no supo reconocerse observado por ella.
La voluntad del montaje dialéctico no es mostrar «los hechos como verdaderamente han
sido», sino facilitar las condiciones para el «despertar de la historia»60 mediante una
operación de rescate y citación de los fragmentos arrojados en sus cunetas.
59Nos referimos a la durée bergsoniana como paradigma del continuum temporal moderno. Cfr. G. Delueze, La
imagen tiempo, Barcelona, Paidos, 2013.
60 Véase: N. López. La redención estética del materialismo histórico en Walter Benjamin, Córdoba, Universidad nacional
de Córdoba, 2014 pp. 91-94.
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hecho con los descartes y olvidos de la historia. Su verdad es entonces más esencial
que sus construcciones. Ya lo advertíamos, «la continuidad de un gesto y su irrevocable
interrupción».
Como hemos visto el montaje dialéctico «expone la historia» como una posición anterior
-pasada- sobre la posición de lo actual -presente- que abre una posición irrealizada -
futuro-. Esta exposición dialéctica tiene necesariamente la forma de una colisión
-«choque frontal contra el pasado mediante el presente»61, donde los objetos del
pasado alcanzan una legibilidad en nuestro presente revelando sus aspectos más
inactuales62 .
62 “Lejos, también, de someter el pasado a la consolidación de un presente, aparece el uso, el «empleo» que en el
montaje destruye ese pasado para conservar, en su actualización, su significado disruptivo. Procediendo de este modo
enrevesado, el montaje produce una interferencia temporal que desbarata cualquier representación continua de la
historia. A partir de él, «lo que ha sido siempre esencialmente inactual se vuelve actual». Ahora bien, «la actualización
del pasado no puede, como lo plantea el historicismo, dejar intacto ese pasado que se actualiza; tampoco puede, por
cierto, dejar intacto al presente”. (López, 2014:98)
63La historia alcanza así el estatuto que le corresponde. A saber, que la historia implica tanto una función de memoria
«retrospectiva» como una función de imaginación «prospectiva». La conexión entre la «historia previa» y la «historia
posterior» no deja de insistir en esta condición de la historia que, en la sutura del presente, muestra su apertura como
«imagen dialéctica». La imaginación pasa a estar incorporada al montaje histórico, como aquella facultad particular
«percibe las relaciones íntimas y secretas de las cosas», las correspondencias que desmontando la apariencia de
continuidad de las cosas «hace surgir las afinidades electivas estructurales» entre los hechos. Véase: G. Didi-Huberman.
Ante el tiempo, Buenos Aires, Ariadna Hidalgo, 2005. p.160.
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le son sincrónicas; todo ahora es el ahora de una determinada cognoscibilidad. En
él, la verdad está cargada de tiempo hasta estallar. (un estallar que no es otra
cosa que la muerte de la intención, y por tanto coincide con el nacimiento del
auténtico tiempo histórico, el tiempo de la verdad.) (Benjamin, 2005:465)
«No sólo forma parte del presente lo que se impuso con poder histórico y social,
también las posibilidades no realizadas y las esperanzas incumplidas por efecto
de ese poder.» (López, 2014: 106)
Por tanto, aquello que nos importa de la historia no es la verdad que transmite en forma
de tradición, sino la verdad de la transmisibilidad de la historia que llega hasta nuestro
presente para ponerlo en una situación crítica.
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DISPOSITIVOS ESCÉNICOS CONTRA-ACTUALES Y CONSTRUCCIÓN DE LA
HISTORIA.
Eso pasa por asumir que la historia es el medio, en tanto media nuestra relación con la
realidad y, al mismo tiempo, hacer evidente esa mediación -exponerla en estructura de
comentario- para trastocar una «actualidad» neutralizante que pretende cortar el largo
aliento de la historia a golpes de presente.
Como indica Óscar Cornago, «la mirada no es histórica en virtud del contenido
particular (político o social) de los recuerdos, lo es en cuanto facultad que distingue la
existencia singular». (Cornago, 2011:282). Esto nos tiene que poner en guardia frente a
64 Una cita, nos advierte Benjamin, «a la que sólo podemos llegar tarde».
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la idea de que la experiencia de la historia adviene vehiculando un contenido histórico.
Una ingenuidad que corre el riesgo de pasar por alto que antes que un contenido, la
historia es una relación con el mundo. Un gesto que cifra las condiciones de posibilidad
y concebilidad de nuestro espacio-tiempo concreto.
Abrir esa relación con la historia implica pensar más en las condiciones de construcción y
transmisibilidad de la historia, que en sus contenidos o hechos concretos. Eso pasa por
imprimir una «lógica de montaje» al dispositivo escénico capaz de orientar la relación
con la historia según el valor de choque de la experiencia. Un valor sin garantías, pero
con una clara vocación de «ex-posición» que trae una posición anterior sobre la posición
actual abriendo, a su vez, una posición posterior. Ese es el plano de consistencia de la
historia, y el plano de emergencia de la experiencia.
65 En Postspektakuläres Theater (Transcript Verlag, ed.) André Eiermann analiza algunos de los dispositivos creados por
artistas como Mette Ingvartsen, Erwin Wurm, Rabih Mroué, Romeo Castellucci, Xavier Le Roy o Paul Gazzola entre
otros.
66Véase La mirada y el tiempo de J.A. Sánchez en: BUITRAGO, Ana (ed). Arquitecturas de la mirada dentro de la
colección Cuerpo de Letra, Barcelona, Centro coreográfico Galego, Mercat de les Flors, Institut del Teatre y Universidad
de Alcalá (ed.). Barcelona, 2009, p.36
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Otra vía la constituyen un conjunto de dispositivos -fundamentalmente procedentes del
ámbito de la danza- que someten los materiales del pasado y del presente a relaciones
altamente complejas, proponiendo «modelos temporales» que subvierten el orden de la
historiografía convencional.
67I. Naverán (ed.), Hacer historia. Reflexiones desde la práctica de la danza en Cuerpo de Letra, Barcelona, Institut del
Teatre, 2010.
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sus «modelos de temporalidad discontinua y disruptiva», la «retirada de la
intencionalidad», la «salvación del fragmento» y su exposición sin mediación alguna, el
trastrocamiento de los «regímenes de visibilidad», la desjerarquización de los tiempos y
los materiales de la historia o «el paradigma de la citación» son estrategias que, sin
duda, despliegan formas de relación que nos pueden devolver la experiencia de la
historia.
Quedan apuntadas así algunas de vías por donde la transducción avanza, articulando
dispositivos y narrativas contra-actuales cuyo análisis exige un examen mas detallado
que escapa a los dominios de este trabajo. Será más bien en la práctica donde
encontraremos sus próximos avances. Pero eso ya es otra historia.
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