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MATERIA: SEMINARIO: “LA CATEQUESIS”


PROFESSOR: D. VALENTINO BULGARELLI / D. JOSE RAMON VILLAR
ALUMNO: FR. RAYMUND FAJARDO ALCANTARA
FECHA: 29 NOVIEMBRE 2018

DIMENSIONES FUNDAMENTALES DE LA CATEQUESIS SEGÚN EXHORTACIÓN


LA APOSTÓLICA CATECHESI TRADENDAE (1979) Y DEL DIRECTORIO GENERAL PARA
LA CATEQUESIS (1997).

La fidelidad al Evangelio de Jesucristo y la situación religiosa de los hombres de


nuestro tiempo nos urgen, de manera más apremiante cada día, a impulsar una nueva
evangelización de nuestro mundo. Esta empresa, cuya magnitud y alcance ahora tal vez sólo
vislumbramos, reclama por parte de la Iglesia un gran esfuerzo misionero que dé prioridad al
primer anuncio del Evangelio y a la llamada a la conversión personal. Sobre esta base de la
conversión personal, es necesario promover un gran esfuerzo de catequización de los fieles
cristianos. La catequesis es instrumento básico de la nueva evangelización.

Hay dimensiones fundamentales de la catequesis que se muestran en los dos


documentos, de modo explicito y también implícito, y sirven como guías para profundizar
en la comprensión no sólo de la naturaleza sino también del praxis de catequesis.

La primera es la dimensión misionera de catequesis, es decir, como un mandato o


misión dado por el Señor. Tanto en la Exh. apost. Catechesi Tradendae (1979), como en el
Directorio General para la Catequesis (1997) se ve claramente que la catequesis es una
misión recibida del mismo Señor Jesucristo. En la exhortación numero uno se afirma que “la
catequesis ha sido siempre considerada por la Iglesia como una de sus tareas primordiales,
ya que Cristo resucitado, antes de volver al Padre, dio a los Apóstoles esta última consigna:
hacer discípulos a todas las gentes, enseñándoles a observar todo lo que Él había mandado”.
Y en el Directorio numero treinta y cuatro se reitera otra vez que “Jesús, después de su
resurrección, envió de parte del Padre al Espíritu Santo para que llevase a cabo desde dentro
la obra de la salvación y animase a los discípulos a continuar su propia misión en el mundo
entero, como él a su vez había sido enviado por el Padre”. Esta dimensión de catequesis
pone de manifiesto que la catequesis forma parte de la vida misma y misión de la Iglesia en
cuanto que la Iglesia debe continuar la misma misión de Jesucristo bajo la asistencia del
Espíritu Santo.

La segunda es la dimensión cristo-centrica. La exhortación apostólica nos enseña


que “en el centro de la catequesis encontramos esencialmente una Persona, la de Jesús de
Nazaret, «Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad», que ha sufrido y ha muerto por
nosotros y que ahora, resucitado, vive para siempre con nosotros. Jesús es «el Camino, la
Verdad y la Vida», y la vida cristiana consiste en seguir a Cristo, en la «sequela Christi»”.
Esta dimensión demuestra claramente que el contenido de catequesis no consiste solo en
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ideas o doctrinas abstractas, sino que su núcleo es una persona. Es una persona que nos
llama a un encuentro personal, y que se nos presenta como el Camino, la Verdad y la Vida.
Por ello, catequesis no consiste solamente en dar a conocer a un conjunto de enseñanzas,
sino es una llamada a una conversión de corazón, es decir, a conocer, a seguir y a amar a
Cristo.

El Directorio también afirma que “el hecho de que Jesucristo sea la plenitud de la
Revelación es el fundamento del «cristo-centrismo». El tema del cristo-centrismo se afronta,
con más detalle, en: «Finalidad de la catequesis: la comunión con Jesucristo» (Primera
Parte, cap. 3) y «El cristo-centrismo del mensaje evangélico» (Segunda Parte, cap. 1) de la
catequesis: el misterio de Cristo, en el mensaje revelado, no es un elemento más junto a
otros, sino el centro a partir del cual los restantes elementos se jerarquizan y se iluminan. La
persona de Cristo, el Verbo de Dios hecho hombre, es el centro de toda catequesis. Él es el
Mensaje y al mismo tiempo el Mensajero. Teniendo en cuenta las aportaciones de dos
documentos podemos decir que el origen, el centro y el fin de catequesis no es más que el
mismo Cristo. Se puede decir en cierto modo que la dimensión cristo-centrica de catequesis
no es más que una dimensión personal en cuanto que la catequesis consiste en un
encuentro personal con una persona, Jesucristo.

El Profesor Bulgarelli ha dado también mucho énfasis en esta dimensión citando


Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium: “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida
entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del
pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y
renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a
una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha
de la Iglesia en los próximos años” (no.1). El centro de catequesis no es más que Cristo
mismo y el fin de todas las metodologías catequéticas es esa alegría del Evangelio que se
alcanza, no en las cosas que el mundo contemporáneo ofrece, sino en el encuentro personal
con la persona misma de Jesucristo.

De ahí nuestro profesor nos ha recordado también de la importancia de la educación


de conciencia en catequesis. Hay una necesidad de la educación de conciencia en cuanto
que el encuentro con la persona de Jesús requiere una conversión personal. Por eso “el
catequista está interesado no solo en la adhesión del sujeto a su discurso (el regreso a la
ortodoxia y, por lo tanto, a una práctica), sino a despertar una adhesión convencida de la
persona al hacer lo que hace: del yo para entregarse. El catequista no tiene interés en
provocar la obediencia, pero quiere despertar la autenticidad que nos hace vivir y que nos
empuja a darnos a nosotros mismos.”

La dimensión cristo-centrico de catequesis requiere acompañamiento personal por


parte de los agentes de catequesis. Este aspecto ha sido muy subrayado también en
Evangelii Gaudium: “ en una civilización paradójicamente herida de anonimato y, a la vez
obsesionada por los detalles de la vida de los demás, impudorosamente enferma de
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curiosidad malsana, la Iglesia necesita la mirada cercana para contemplar, conmoverse y


detenerse ante el otro cuantas veces sea necesario. En este mundo los ministros ordenados
y los demás agentes pastorales pueden hacer presente la fragancia de la presencia cercana
de Jesús y su mirada personal. La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos —sacerdotes,
religiosos y laicos— en este «arte del acompañamiento», para que todos aprendan siempre
a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro (cf. Ex 3,5). Tenemos que darle a
nuestro caminar el ritmo sanador de projimidad, con una mirada respetuosa y llena de
compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana”
(no.169).

La tercera es la dimensión eclesial de catequesis. El acto catequético no puede ser


comprendido a menos que sea injertado en el entendimiento de la naturaleza Iglesia. En la
clase, nuestro profesor señaló que el Directorio General de Catequesis siempre ha
enseñado que "la catequesis es un acto esencialmente eclesial. El verdadero tema de la
catequesis es la Iglesia que continúa la misión de Jesús Maestro está animada por el Espíritu,
ha sido enviada para ser un maestro de fe "(n.78). Como sacramento universal de salvación,
la Iglesia parece estar comprometida en un anuncio y en uno testimonio que involucra la
totalidad de su ser y su obra.

Para un renacimiento de la catequesis es oportuno para profundizar el sentido de la


Iglesia "sacramento" en el Concilio Vaticano II. El punto de partida ideal podría ser un texto
matizado de Lumen Gentium, que en el número uno habla de la Iglesia que está en Cristo
"como un sacramento (veluti sacramentum), que significa signo e instrumento de la unión
íntima con Dios y de la unidad de toda la raza humana”. Colocado al principio de la
Constitución, el texto asume la característica de una descripción programática de la Iglesia:
por lo tanto, tiene un peso a la eclesiología que es mucho más alta que otras (AG 1 y GS 45).

En el número cuarenta y cinco del Directorio se enuncia también claramente que “la
Iglesia, «sacramento universal de salvación», (LG 48; AG 1; GS 45; cf CEC 774-776) movida
por el Espíritu Santo, transmite la Revelación mediante la evangelización: anuncia la buena
nueva del designio salvífico del Padre y, en los sacramentos, comunica los dones divinos”. La
catequesis siempre ha sido parte de su misión evangelizadora. Como parte de la misión
evangelizadora la catequesis no puede ser separada de la Iglesia.

Hay una dimensión eclesial en cuanto que es siempre dentro y con la Iglesia donde la
catequesis nace, desarrolla y lleva a su fin. La Iglesia, aun conteniendo en sí
permanentemente la plenitud de los medios de salvación, obra de modo gradual (AG no. 6).
El decreto conciliar Ad Gentes ha clarificado bien la dinámica del proceso evangelizador:
testimonio cristiano, diálogo y presencia de la caridad (nn. 11- 12), anuncio del Evangelio y
llamada a la conversión (n. 13), catecumenado e iniciación cristiana (n. 14), formación de la
comunidad cristiana, por medio de los sacramentos, con sus ministerios (nn. 15-18). La
catequesis forma parte del proceso de evangelización y es “derecho y deber” de la Iglesia. Es
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evidente, ante todo, que la catequesis ha sido siempre para la Iglesia un deber sagrado y un
derecho imprescriptible.

Por una parte, es sin duda un deber que tiene su origen en un mandato del Señor e
incumbe sobre todo a los que en la Nueva Alianza reciben la llamada al ministerio de
Pastores. Por otra parte, puede hablarse igualmente de derecho: desde el punto de vista
teológico, todo bautizado por el hecho mismo de su bautismo, tiene el derecho de recibir de
la Iglesia una enseñanza y una formación que le permitan iniciar una vida verdaderamente
cristiana; en la perspectiva de los derechos del hombre, toda persona humana tiene
derecho a buscar la verdad religiosa y de adherirse plenamente a ella, libre de «toda
coacción por parte tanto de los individuos como de los grupos sociales y de cualquier poder
humano que sea, de suerte que, en esta materia, a nadie se fuerce a actuar contra su
conciencia o se le impida actuar de acuerdo con ella».

Otra dimensión que se debe señalar es la dimensión pedagógica. El fin de la


dimensión pedagógica de catequesis es proponer todo el misterio cristiano de modo
gradual, es decir, que es un proceso. La catequesis no se da solo en un momento
determinado, sino que acompaña a todas las etapas de la vida de un cristiano. Además esta
dimensión tiene en cuenta el hombre como una unidad integral. Por eso en su método
siempre tiene cuatro partes, la diaconía, la liturgia, el testimonio y la koinonia, en otras
palabras, los Sacramentos, la Palabra de Dios, antropología y año litúrgico.

Esta dimensión nos impulsa a tratar cada persona en su dimensión integral. El


profesor Bulgarelli ha señalado en la clase que “nuestra existencia concreta y corporal se
compone de tres grandes dimensiones, tres grandes capacidades: inteligencia, voluntad,
afectos. Ahora, estas tres dimensiones de nuestra personalidad también deben ser
humanamente tanto como sea posible integradas, porque de lo contrario se puede generar
distorsión. Si uno tiene una inteligencia muy fuerte y muy poca fuerza de voluntad, entiende
todo pero no hace nada. Si uno tiene una gran fuerza de voluntad y muy poca inteligencia es
muy peligrosa, uno tiene una vida afectiva muy intensa, pero no tiene un mínimo de
inteligencia haces desastres”. El fin de catequesis no es sólo dar conocimiento, sino más
bien formar bien las tres grandes dimensiones del hombre, la inteligencia, la voluntad y los
afectos. Es formar el hombre en su totalidad como persona.

La quinta dimensión muy importante de catequesis es la dimensión bíblica. La


catequesis tiene como fuente la Sagrada Escritura junto con la Sagrada Tradición. Esta
dimensión, según el nuestro profesor, tiene que ser entendido bien para no caer en una
visión absolutista de la interpretación del Evangelio. El señaló que “a veces prevalecía una
huella meramente moral o moralista: la práctica del evangelio, las cosas que hacer, una vida
cristiana marcada por mandamientos y prescripciones, olvidando que "los preceptos del
Señor hacen que el corazón se regocije" (Sal 19, 9); en otros momentos hemos insistido en
el conocimiento: comprender el evangelio, comprender lo que contenían sus páginas,
especialmente en la relación con una articulación teológica y doctrinal que a veces perdió el
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sabor del evangelio; en otros casos, hemos hecho del Evangelio una especie de sistema para
legitimar nuestras estructuras organizativas: las estructuras derivadas del Evangelio,
sinónimo de nuestras articulaciones pastorales, planes y programas”.

Estas interpretaciones extremas de Evangelio han producido la confusión entre


objetivos e instrumentos, la pesadez de decidir y la crisis de las relaciones entre
generaciones en nuestro tiempo. De ahí es muy necesario la proclamación verdadera del
Evangelio, como nos recuerda Papa Francisco en Evangelii Gaudium: “remarquemos que la
evangelización está esencialmente conectada con la proclamación del Evangelio a quienes
no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado. Muchos de ellos buscan a Dios
secretamente, movidos por la nostalgia de su rostro, aun en países de antigua tradición
cristiana. Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de
anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como
quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La
Iglesia no crece por proselitismo sino «por atracción» (no. 14).

San Juan Pablo II ha señalado también en Catechesi Tradendae que “ la


catequesis extraerá siempre su contenido de la fuente viva de la Palabra de Dios,
transmitida mediante la Tradición y la Escritura, dado que «la Tradición y la Escritura
constituyen el depósito sagrado de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia», como ha
recordado el Concilio Vaticano II al desear que «el ministerio de la palabra, que incluye la
predicación pastoral, la catequesis, toda la instrucción cristiana... reciba de la palabra de la
Escritura alimento saludable y por ella dé frutos de santidad». Hablar de la Tradición y de la
Escritura como fuentes de la catequesis es subrayar que ésta ha de estar totalmente
impregnada por el pensamiento, el espíritu y actitudes bíblicas y evangélicas a través de un
contacto asiduo con los textos mismos; es también recordar que la catequesis será tanto
más rica y eficaz cuanto más lea los textos con la inteligencia y el corazón de la Iglesia y
cuanto más se inspire en la reflexión y en la vida dos veces milenaria de la Iglesia” (CT 27).

El Papa Benedicto XVI, en su Exhortación Verbum Domini, invita a todos los pastores
y catequistas a resaltar el puesto central de la Palabra de Dios en la vida eclesial, y
recomienda incrementar la “animación bíblica” en todas las vertientes y modalidades de la
pastoral. Dice al respecto: “exhorto a los pastores y fieles a tener en cuenta esta animación
para afrontar algunos problemas pastorales tales como la proliferación de sectas que
difunden una lectura distorsionada e instrumental de la Sagrada Escritura”. (VD73)

El Papa Francisco, en Evangelii Gaudium 175, dice “el estudio de las Sagradas
Escrituras debe ser una puerta abierta a todos los creyente. Es fundamental que la Palabra
revelada fecunde radicalmente la catequesis y todos los esfuerzos por transmitir la fe. La
evangelización requiere la familiaridad con la Palabra de Dios y esto exige a las diócesis,
parroquias y a todas las agrupaciones católicas, proponer un estudio serio y perseverante de
la Biblia, así como promover su lectura orante personal y comunitaria. Nosotros no
buscamos a tientas ni necesitamos esperar que Dios nos dirija la palabra, porque realmente
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«Dios ha hablado, ya no es el gran desconocido sino que se ha mostrado». Acojamos el


sublime tesoro de la Palabra revelada”.

El profesor Bulgarelli señaló también que además de la dimensión bíblica, catequesis


tiene una dimensión litúrgica o dimensión del uso de lenguaje simbólico. Toda celebración
litúrgica es en sí misma una catequesis: las moniciones, las lecturas, la homilía, el lenguaje
de los signos y de los símbolos, los tiempos litúrgicos y la celebración misma, son siempre
enseñanzas de la fe. Catequesis y Liturgia se integran de tal manera que no es posible
comprender la una sin la otra. A tiempo que la Liturgia de la Palabra ilumina y explica el
misterio de Cristo, la Liturgia de la Eucaristía hace sacramentalmente carne y sangre la
Palabra de Dios. Sin reconocer previamente la presencia del Señor en la Palabra, no es
posible reconocerlo después en la Eucaristía.

Nuestro profesor ha señalado también que la catequesis tiene una dimensión


caritativa en cuanto que dar una buena formación o una educación integral constituye una
de las expresiones concretas de caridad cristiana. El nos ha recordado que “en el
cumplimiento de la función de educar, la Iglesia se preocupa de todos los medios aptos,
sobre todo de los que le son propios, el primero de los cuales es la instrucción catequética,
que ilumina y robustece la fe, anima la vida con el espíritu de Cristo, lleva a una consciente y
activa participación del misterio litúrgico y alienta a una acción apostólica. La Iglesia aprecia
mucho y busca penetrar de su espíritu y dignificar también los demás medios, que
pertenecen al común patrimonio de la humanidad y contribuyen grandemente al cultivar las
almas y formar los hombres, como son los medios de comunicación social, los múltiples
grupos culturales y deportivos, las asociaciones de jóvenes y, sobre todo, las escuelas”. El
fin de catequesis no es solamente cognoscitivo, sino también tiene un fin práctico, es decir,
debe llevar a la persona a una vida de piedad y de caridad.

La catequesis también tiene una dimensión ecuménica. “La catequesis no puede ser
ajena al ecumenismo cuando todos los fieles están llamados a tomar parte en el
movimiento hacia la unidad” (Catechesi Tradendae 32). La catequesis tiene una dimensión
ecuménica cuando enseña las verdades de la fe y los medios de salvación respetando la
manera de pensar de las personas que no están en perfecta comunión con la única Iglesia
de Cristo, porque esos elementos se encuentran también fuera del recinto visible de la
Iglesia católica y también cuando enseña a los niños, a los jóvenes y a los adultos católicos a
relacionarse con los no católicos, sin perder su identidad católica y respetando el modo de
pensar de los otros.

Por último, la catequesis tiene una dimensión escatológica. Al presentar la historia


de la salvación, la catequesis debe insistir en una visión escatológica del mundo y del
hombre, a la manera como lo hace la liturgia que, “desvelando el sentido de las Escrituras,
hace que la vida más allá de la muerte se manifieste cuando estamos en comunión con los
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que escuchan la Palabra, celebran la Eucaristía y dan testimonio de la Caridad” (VD 123). El
saber del catequista lo lleva a presentar la culminación del Reino de Dios en la segunda
venida de Cristo (Mc 1,15) a la manera como lo presenta la Liturgia al celebrar los ciclos
litúrgicos de la Navidad y de la Redención. Por lo mismo, la catequesis, con su dimensión
escatológica.

CONCLUSION:

Una de las ideas principales que el profesor nos ha dejado como una guía en nuestro
estudio y praxis de catequesis es tener siempre esa fidelidad a la enseñanza de la Iglesia y al
mismo tiempo tener siempre una creatividad de afrontar los diversos desafíos en la época
de nueva evangelización. Además la catequesis no debe perder estos tres aspectos
esenciales, el nuevo ardor, los nuevos métodos y las nuevas expresiones.

El Papa Francisco nos recuerda en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium


numero treinta y tres que “la pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo
criterio pastoral del «siempre se ha hecho así». Invito a todos a ser audaces y creativos en
esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores
de las propias comunidades. Una postulación de los fines sin una adecuada búsqueda
comunitaria de los medios para alcanzarlos está condenada a convertirse en mera fantasía.
Exhorto a todos a aplicar con generosidad y valentía las orientaciones de este documento,
sin prohibiciones ni miedos. Lo importante es no caminar solos, contar siempre con los
hermanos y especialmente con la guía de los obispos, en un sabio y realista discernimiento
pastoral”.

FAJARDO, RAYMUND A.

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