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La segunda era del monopolio i

El arma secreta de Uber

Trabajadores de los aeropuertos estadounidenses tienen que recurrir a las ayudas públicas
para llegar a fin de mes. Es consecuencia de un tipo de gestión que Uber representa bien

Más de 46.000 trabajadores aeroportuarios de los EE.UU y de sus familias viven por debajo del
umbral de pobreza. Son el 7% de los empleos que las compañías de los aeropuertos generan.
Sin embargo, no son únicamente estos los que están atravesando un mal momento económico
a pesar de tener trabajo. Según el informe 'Flying Right', de la Economic Rountable, una buena
parte de estos trabajadores no pueden pagar una vivienda adecuada: a un 37% el alquiler les
come buena parte de sus ingresos y un 5% vive en casas sin suficientes habitaciones para
proporcionar privacidad y un espacio adecuado para la vida familiar. Y más de 194.000
empleados del sector han de recurrir a las ayudas que proporciona la asistencia pública, ya
sea mediante el seguro de salud, Medicaid, los cupones de alimentos o las cantidades en
efectivo. 1.200 millones de dólares de dinero público van a parar cada año a los trabajadores
de bajos ingresos de este sector.
Estos datos resultan sorprendentes, aseguran en el informe, porque hace apenas una
generación, la aviación contaba con abundantes empleados de clase media, a menudo
articulados a través de la representación sindical, para los que las situaciones de necesidad
apenas existían. Eran empleos que permitían ganarse decentemente la vida. Y sorprende aún
más porque, mientras tanto, las ganancias de la industria aérea se han disparado: de 10.700
millones de dólares en 2013 a 38.000 millones en 2017. Los salarios anuales de los ejecutivos
han aumentado mucho más que los salarios de los empleados según un análisis publicado por
una coalición de sindicatos de aeropuertos.

Un mundo sin roces


Esto no es una tendencia de un sector, sino un modo de gestión global. 'Quartz' ha publicado
una noticia, titulada 'El arma secreta de Uber es su equipo de economistas', en el que subraya
el propósito último de la empresa. Como señalaba el coautor de 'Freakonomic, Stephen Levitt,
“Uber es la encarnación de cómo sería la economía si la dirigiesen los economistas”. Por
precisar más, es el mundo construido en el vacío por la ortodoxia liberal. Uber es una
empresa en la que los trabajadores no cobran por jornada, sino por servicio, aportan los
instrumentos para realizar su tarea (los automóviles, el mantenimiento, la gasolina) y corren
con los gastos administrativos y fiscales derivados de ella. Es una firma que aumenta los
precios conforme la demanda se incrementa. Es una empresa centralizada, que cobra por cada
servicio realizado en un gran número de ciudades del mundo sin otros gastos que los derivados
de una aplicación. Y es una compañía altamente capitalizada, lo que le permite contar con los
fondos suficientes como para expulsar a la competencia y presionar a las autoridades
mediante el cabildeo para que cambien las regulaciones que no les favorecen. Es así como se
llega a un mundo perfecto y sin roces, el diseñado por los expertos económicos.
Estas firmas exprimen a los proveedores y consumidores y acumulan ganancias para sus
directivos y accionistas
Pero esto no funciona, no genera ingresos de verdad, si no se controla el mercado: si la fuerza
de la empresa no es suficiente como para imponer precios, salarios y condiciones de
funcionamiento. Y eso es exactamente lo que está ocurriendo. A esa situación se refiere el
informe 'Taking Antitrust Away from the Courts', realizado por Ganesh Sitaraman, director
del programa en Derecho y Gobierno de la Universidad Vanderbilt, y exasesor de la senadora
estadounidenseElizabeth Warren. En el informe se subraya cómo hemos entrado en la
segunda era del monopolio (la primera fue la del siglo XIX, en los tiempos de los 'Robber
Barons') y cómo las concentraciones de poder son la norma en las economías occidentales. En
EEUU, cuatro aerolíneas controlan el 80 % del mercado, tres farmaceúticas el 99% de su
sector y cuatro compañías de carne el 85% del suyo. El Fortune 100 representa casi el 50% del
PIB y, dentro de ellas, las 20 principales empresas capturan el 20%.

El poder contra la economía común


Según Sitaraman, siguiendo un movimiento cada vez más extendido entre los
estadounidenses, que tienen una larga tradición de luchacontra el poder económico en forma
de gran corporación, esta clase de poder es una amenaza para la economía estadounidense,
pero también para la libertad y la democracia. En lo material, los monopolistas tienen la
capacidad de hacer rehenes a los consumidores, de proveer bienes y servicios de peor
calidad, y de ampliar la desigualdad, ya que estas grandes empresas utilizan su poder de
mercado “para exprimir a los proveedores y consumidores, obteniendo de ellos mayores
ganancias, que acumulan para sus directivos y accionistas, quienes ya se encontraban entre los
más ricos de la sociedad”. La concentración también lleva, vía monopsonio, a salarios más
bajos, y ataca la innovación, ya que no necesitan mejorar sus bienes y servicios cuando el
mercado es suyo.
Estos grupos contratan ejércitos de abogados para explotar cualquier ambigüedad de la
norma o para vencer en los tribunales
Este poder económico también es un peligro político, por su capacidad de influencia sobre los
reguladores y sobre los dirigentes electos de la sociedad, pero también sobre las asociaciones
de empresarios, sobre los sindicatos y sobre las autoridades locales. A diferencia de las
pequeñas empresas o del ciudadano común, cuentan con gran cantidad de recursos para
hacer lobby, así como pueden contratar ejércitos de abogados cuando los problemas se
dilucidan en los tribunales o incluso previamente, para explotar cada palabra ambigua que
aparece en una norma.

¿Por qué suben los precios?


Hasta aquí el diagnóstico de Sitaraman. El problema es que su descripción tiene demasiado
que ver con lo que está ocurriendo en las economías occidentales, lo cual hace que los
problemas se acumulen. De una parte, porque cuando se tiene el poder es fácil que los salarios
no lleguen al mínimo indispensable para reproducir el nivel de vida de los empleados, como
ocurre con los trabajadores citados. Por otra, porque obliga a destinar grandes cantidades de
recursos públicos a cubrir lo que las firmas han dejado de abonar a sus contratados. Pero
también porque los precios para los consumidores quedan al arbitrio no de las necesidades de
las grandes empresas, sino de su simple poder. Suben los precios porque pueden hacerlo, y
esto lo estamos viendo en muchos bienes esenciales en España.
Cuando la empresa se ha hecho con el mercado, se acabaron la eficiencia y los precios
baratos
En este sentido, las empresas tecnológicas no son más que un paso adelante en esa dirección,
como bien demuestra Uber. La idea de fondo, que describía muy bien Peter Thiel, es invertir
en sectores que puedan ser objeto de monopolio, y una vez conseguido ese lugar dominante,
presionar a todos los participantes en la cadena para obtener de ellos la mayor cantidad de
recursos posible.

El punto de vista liberal


Impedir que este tipo de poder domine el mercado debería ser un objetivo esencial desde la
propia visión liberal. Pero, por algún motivo, y desde luego no teórico, los economistas y
politólogos liberales entienden que este reparto del mercado beneficia a la eficiencia y al
cliente, y por eso impulsan las concentraciones. Sin embargo, esta idea no es cierta ni siquiera
desde ese punto de vista, y desde luego no lo es ni a medio ni a largo plazo: cuando la empresa
se ha hecho con el mercado, esto es, cuando se ha convertido en un monopolio o en parte de
un oligopolio, se acabaron la eficiencia y la guerra de precios. El caso de Uber, una vez más, es
significativo: ya que depende de la oferta y de la demanda, o más propiamente de la forma en
que los algoritmos que han creado organizan la oferta y la demanda, cuando no exista
competencia, o cuando sean solo un par de empresas las que presten este servicio a nivel
global, los precios subirán notablemente, porque para eso serán un monopolio, como hoy
vemos con otros.
No son solo los salarios: hay elementos de consumo, del mercado y de la política que quedan
desestructurados con esta forma de operar
La iniciativa de Sitaraman, realizado para The Great Democracy Initiative, un 'think tank'
ligado al Roosevelt Institute, es importante a la hora de ofrecer algunas alternativas, como lo
es el documento, ‘A Better Future for Corporate Governance’, realizado por 14 académicos
británicos, especialistas en gestión, impuestos, contabilidad, finanzas o derecho, para atajar el
cortoplacismo de los empresas. Porque los problemas derivados de esta clase de poder son
muy amplios, ya que han reestructurados las cadenas de valor de forma que beneficien a los
accionistas y a los directivos. La desigualdad contemporánea está directamente relacionada
con esta tendencia, porque supone que grandes partes de la sociedad se vean privadas de
recursos que se canalizan hacia la parte de arriba: trabajadores, proveedores y empleados de
proveedores, clientes, las comunidades que se beneficiaban de la cercanía geográfica de las
grandes empresas, así como los comercios locales, o quienes resultaban beneficiados con
recursos públicos que ahora van destinados a trabajadores en activo, entre otros. El aspecto
salarial es importante, pero no es el único: hay elementos de consumo, de funcionamiento del
mercado y de la política que quedan desestructurados con esta forma de operar de las
empresas. Arreglar esta forma de operar es esencial si se quiere que la economía funcione
correctamente y que beneficie a una parte amplia de la sociedad, y no a solo a quienes ya
tienen poder y recursos.
i
https://blogs.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/tribuna/2018-10-16/el-arma-secreta-de-
uber_1630625/

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