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Cualquiera que sea su objetivo, si se forma usted una imagen mental clara del resultado que

desea, y se lo representa como si ya lo hubiera conseguido, se situará en la clase de estado que


le ayudará a obtenerlo.

El camino hacia el triunfo puede describirse así: saber adónde quiere uno ir, emprender la
acción, ver qué resultados obtiene y mostrarse flexible para cambiar, hasta alcanzar el éxito.

Muchas personas tienden a fijarse más en el lado negativo que en el positivo. El primer paso
para cambiar esa disposición es darse cuenta de ella. La clave consiste en deshacerse de esas
limitaciones y operar desde un conjunto de recursos más elevado. En nuestra cultura los líderes
son los que ven las posibilidades, los que salen a un desierto y ven un jardín.

Creencia número 2: No hay fracasos. Sólo hay resultados.

En vez de fracasos las palabras desenlaces y resultados son más adecuadas porque eso es lo que
ven los triunfadores. Ellos no ven fracasos; no creen en eso, y para ellos no cuentan. Los grandes
triunfadores no son infalibles, sino únicamente personas que saben que, si intentan algo y no sale
lo que esperaban, al menos han tenido una experiencia de la que aprender. Entonces se ponen a
aplicar lo aprendido e intentan otra cosa. Emprenden nuevas acciones y producen tal o cual
resultado nuevo.

¿Qué activo o beneficio posee usted hoy que ayer no tuviese? La respuesta es, naturalmente:
experiencia.

Deje que le cuente la historia de una vida real, de un hombre que:

—Fracasó en los negocios a los 31 años. —Fue derrotado a los 32 como candidato para unas
legislativas.

—Volvió a fracasar en los negocios a los 34 años. —

Sobrellevó la muerte de su amada a los 35.

—Sufrió un colapso nervioso a los 36 años.

—Perdió en unas elecciones a los 38.

—No consiguió ser elegido congresista a los 43.

—No consiguió ser elegido congresista a los 46.

—No consiguió ser elegido congresista a los 48.

—No consiguió ser elegido senador a los 55.

—A los 56 fracasó en el intento de ser vicepresidente.

—De nuevo fue derrotado y no salió senador a los 58.

—Fue elegido presidente de los Estados Unidos a los 60.

Ese hombre era Abraham Lincoln.


Muchas personas, por ejemplo, se reprochan a sí mismas su exceso de peso. Tal actitud no
produce ningún cambio efectivo. Más les valdría asumir el hecho de que han tenido éxito en
producir un resultado, llamado exceso de grasa, y que ahora deben producir otro resultado nuevo,
llamado adelgazamiento. Nuevo resultado al que se llegará por medio de nuevas acciones.

Si alguien no está seguro de las acciones que se necesitan para producir este resultado le
aconsejo, que modele a alguien que haya producido ese resultado que se llama adelgazamiento.
Tome nota de la acción concreta que produce esa persona, mental y físicamente, para mantenerse
en forma. Produzca las mismas acciones y producirá los mismos resultados. Pero mientras
considere usted su exceso de peso como una derrota, permanecerá inmovilizado. En cambio, tan
pronto como lo contemple como un resultado que usted ha conseguido, y que por consiguiente
puede usted cambiar sin más demora, el triunfo está garantizado.

Así que le sugiero que se haga cargo ahora mismo de una cosa: el fracaso no existe; sólo existen
los resultados. Uno siempre produce un resultado, y si no es el que deseaba, no tiene más que
modificar sus acciones y obtendrá otros resultados nuevos.

Todo lo que «producimos» en la vida se ajusta a una estrategia: Si descubrimos qué acciones
realizamos para tomar una decisión y en qué orden, entonces, aunque seamos unos indecisos,
llegaremos a ser capaces de decidir en cuestión de instantes.

Una receta no es más que una estrategia, un plan específico que dice qué recursos deben
emplearse y cómo emplearlos para obtener un resultado determinado. Si aceptamos que todos
poseemos sistemas neurológicos iguales, ello implica la creencia de que todos disponemos, en
potencia, de los mismos recursos. Es la estrategia (o sea, la manera de utilizar dichos recursos) lo
que determina los resultados que producimos.

Si conocemos a personas que poseen ya el éxito financiero, o la plenitud en sus relaciones, lo que
nos hace falta es descubrir qué estrategia utilizan y aplicarla para producir resultados similares,
ahorrándonos tremendas cantidades de tiempo y esfuerzos.

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