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Tiempos de revolución 

Jesús Seguías

Los cambios en el mundo se están generando a una velocidad que produce vértigo. Lo que es hoy
verdad, a los pocos meses ya comienza a ser objeto de cuestionamientos. De aguas serenas y
predecibles, tal como era el mundo hasta finales del siglo XX, pasamos a navegar por un mar
encrespado, de aguas turbulentas, impredecible. Ya ni el capitalismo ni el socialismo es lo
mismo.

Y es que no puede ser de otra manera. Los adelantos tecnológicos, los grandes descubrimientos
científicos, contribuyen a acelerar el próximo descubrimiento. Diversas investigaciones
coinciden en afirmar que el 80% de los genios que ha producido la humanidad están vivos. Es
decir, el 80% de los descubrimientos e invenciones se han producido en los últimos 80 años. Y
de estos, un elevado porcentaje se han dado en los últimos 30 años.

La desaparición de los obreros


La Revolución Industrial, desde sus comienzos hace 3 siglos, no fue otra cosa que la
transformación mundial de la sociedad y la civilización gracias a la tecnología.

Desde el 1700 hasta mediados del siglo pasado, las tecnologías eran muy mecánicas y requerían
de personas que hicieran o movieran repetitivamente las cosas. Eran los obreros. Para los
marxistas era el proletariado. Ellos representaban la mayoría de la fuerza laboral del mundo
industrializado (eran el 90% en 1900).

A partir de 1950, las tecnologías (especialmente las de la información y las comunicaciones)


adquieren una dimensión casi mágica y de un poder decisivo en la historia de la humanidad. La
relación en la estructura social comenzó a cambiar. Ya en 1990, los obreros representaban el
20% de la fuerza laboral. Hoy constituyen, en términos globales, el 10%.

Y todo este cambio ha sido no sólo el resultado del desarrollo de nuevas y eficientes tecnologías
sino del conocimiento en términos generales.

Es la pasión desenfrenada por dominar todos los fenómenos del Universo. Es el acceso al poder
de la información (a través de la gran red: Internet) y de las herramientas automáticas y
digitalizadas por parte de millones de seres esparcidos por todo el mundo.

No olvidemos que éste espacio sólo estaba reservado, hasta hace pocas décadas, para una
minoría de poderosos capitalistas o estados-nación. Hoy son millones de personas compitiendo
unos con otros. Son pequeñas y ágiles empresas compitiendo exitosamente contra las viejas y
burocráticas organizaciones verticales. Son las empresas gacelas versus las empresas elefantes.
El capital intelectual y social de las personas es quien tiene hoy el poder real del sistema. El
capital físico (las fábricas, las maquinarias, los equipos, etc.) perdió la relevancia que tenía en el
siglo pasado. Ahora todo el mundo tiene en sus propias manos el potencial de llevar una
“fábrica” de producir riqueza. Se trata de inyectar conocimientos a sus talentos naturales y tener
la oportunidad de aplicarlos en su trabajo. Por eso, las naciones desarrolladas de hoy, incluyendo
a la pujante China, se están enfocando en la educación como el soporte fundamental de la lucha
contra la pobreza.

Crisis en la derecha y la izquierda 


Recordemos que la vieja sociedad industrial capitalista también abrió el camino para el
surgimiento de fuerzas políticas y sociales, entre ellas los sindicatos y los partidos políticos
obreros y populares (comunistas, socialistas, laboristas, socialdemócratas y democratacristianos),
que sirvieran de contrapeso a una sociedad injusta. Era la lucha contra el capitalismo salvaje.

Aquella fue una sociedad que creó sus propios paradigmas, sus propias ideologías, sus propias
organizaciones políticas, pero también generó involuntariamente las condiciones para la
desaparición histórica progresiva e irreversible de todas ellas.

Y al desaparecer (en términos históricos) la Sociedad Industrial, con ella también pierden
vigencia todos los paradigmas, las ideologías y las organizaciones que nacieron en su seno. Y esa
es la razón fundamental de la crisis actual de los partidos de derecha y de izquierda. Pero
también es la crisis de sus instituciones relacionadas: sindicatos obreros y campesinos, gremios
estudiantiles y profesionales, etc.

Es el colapso total de una institucionalidad política, que tuvo relativa vigencia en el siglo pasado
pero que son totalmente inútiles para interpretar y representar al mundo que se cobija en la
sociedad cibernética y de la información.

En fin, estamos viviendo una crisis estructural del sistema. Estamos ante un incipiente y hasta
confuso surgimiento de unos nuevos paradigmas, de una nueva manera de ejercer la política, de
una nueva mayoría.

Como bien dijo Peter Drucker, “El orden mundial de ayer está desapareciendo rápidamente, en
tanto que el orden mundial del mañana no ha aparecido todavía. Por consiguiente, no estamos
frente al ​nuevo orden mundial.​ .. Estamos frente a un ​nuevo desorden mundial,​ y no sabemos por
cuánto tiempo”.

Por eso, todas las propuestas deben estar sobre el tapete para discutirlas pero para validarlas
también. Para cualquier proceso de cambio, es decir, para cualquiera revolución es fundamental
generar resultados tangibles para la población.
Los políticos de hoy tienen prohibido observar el siglo actual con los lentes del siglo veinte. Esta
equivocación puede resultar costosa. Puede generar entusiasmos, pero finalmente sobrevendrá la
frustración y el estímulo a reacciones impredecibles del pueblo.

seguias1@politicaamerica.com

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