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SODOMÍA DURANTE EL SIGLO XIX.

Una propuesta interpretativa1

César Andrés Gamboa

Introducción

Este artículo no es sino un informe parcial de investigación, y


bajo ningún respecto se puede considerar como el producto final y
conclusivo de mi indagación sobre la sodomía en el período anterior
a la instalación de la figura clínica de la homosexualidad. Por lo
tanto, he querido incluir aquí un replanteamiento de las hipótesis
que, escasamente hasta hoy, se han considerado en el estudio del
mencionado tema. Básicamente se trata de hacer nuevas preguntas
que permitan indagar en busca del orden moral que determina
prácticas en el nivel cotidiano y ya no en la estructura,
especialmente la estatal, del sistema social chileno.
En el caso en cuestión, trasladamos la interrogante desde la
pregunta por el dispositivo implementado por el Estado para
perseguir y castigar la sodomía hacia el sujeto doméstico que, en
definitiva, es el que acusa al sodomita trasgresor e invoca el poder
institucional para que imponga su castigo por la ley quebrantada.
¿Por qué un vecino denuncia a otro sabiendo que el castigo es la
pena de muerte? ¿A qué se debe este modelo de conducta del que
dan cuenta los archivos judiciales? ¿Se pueden explicar tan sólo por
la acción del Estado?
Aquí tan sólo se aventura un camino posible para construir una
respuesta satisfactoria. El trazado nos lleva a prestar una mayor
atención a la permanencia del discurso hispano tradicional, donde el
componente eclesiástico ortodoxo es de primera importancia, como
factor configurador de actitudes públicas y privadas hacia el sexo
entre hombres. En este último punto se debe poner mayor énfasis: es
la práctica sexual lo que se condena, no los afectos que, según
estudios realizados en orden a la conformación de la familia, no
aparecerían sino hacia fines del siglo XIX, y ello para el caso
europeo2.
Si hasta fines del período colonial era el argumento eclesiástico
el fundamento del castigo, cuya introducción en la legalidad era la
consagración jurídica de un precepto bíblico, ¿cuál es la superficie
de surgimiento del castigo contra la sodomía en el período
republicano del siglo XIX? Para el caso europeo se ha esgrimido
como respuesta tentativa aún, pues todavía no hay acuerdo, que la
1
Este texto se ha elaborado a partir del material recogido a propósito de las
investigaciones del autor y ha sido escrito para ser presentado en el segundo
seminario de nuevo historiadores 2008 organizado en la universidad Arcis.
2
Cfr. Cavieres y Salinas (1991).

1
psiquiatría habría establecido la naturaleza homosexual como un
producto desviado y degenerado en oposición a una normalidad
construida, por supuesto, arbitrariamente.
El problema de este argumento es que sigue poniendo el
énfasis en el aparato institucional como origen de un castigo cuyo
fundamento debiera buscarse, primeramente, en las actitudes
cotidianas, el pecado, la superstición, las creencias en el mal, etc.,
suficientemente enraizadas como para dar forma a nuevas formas de
comportamiento derivadas de ellas.

Crimen y castigo: sodomía en el siglo XIX

Sólo en 1874 se dictó el Código Penal chileno: su entrada en


vigencia sólo se produjo al año siguiente. Poco antes, en 1869, el
debate producido en Alemania con respecto a la penalización de la
sodomía dio a luz, a través de la pluma de Karl María Kertbeny 3, el
neologismo homosexual. Término que, muy bien se sabe hoy, se
inscribe en un campo semántico distinto al de la anterior sodomía: el
espacio clínico de la poderosa psiquiatría 4. Ahí, entre otros desvíos,
se le trataba de curar5. En Chile, hasta aquel año de alumbramiento
de la nueva legislación, se le castigó sobre la base de la tradición
jurídica que aún imperaba en el territorio nacional: la ley hispana
dictada para el Nuevo Mundo6, que suplía la inexistencia de un
derecho propio que regulara el tratamiento de los crímenes y delitos.
Sin embargo, tal idea no parece haber logrado consenso alguno
en quienes se han dedicado a la investigación de las formas de
castigar la sodomía en el régimen republicano decimonónico. Por el
contrario, se ha sostenido que el Estado implementó una política
persecutoria intensificada en grado creciente hacia fines del período.
El argumento ha sido el aumento de los casos judiciales, y no un
análisis intrínseco de ellos7.
Responder a la interrogante por la representación no se puede
basar sólo en el preconcepto de la existencia de una identidad
específica introyectada en el individuo, rastreable en los discursos
emitidos en los juicios criminales, que no son más que la reacción
ante una amenaza de castigo latente si se logra la verificación de los
criterios objetivos que dan pie a la constitución del delito.
Tal es la situación que se desprende de los casos judiciales
disponibles en el Archivo Nacional. Ningún artefacto específico se
instala para perseguir el crimen del sodomita, por el contrario, los
3
Un análisis interesante se encuentra en Mondimore (1998), pp. 21-22.
4
Vid. Foucault (1993), pp. 56-57.
5
En su memoria de titulación, Salvador Allende va a tratar este tema en pleno siglo
XX (Vid.1933)
6
Vid. Eyzaguirre (1998), pp. 161-162, 198 y 201-207.
7
Cfr. González (2002).

2
procesamientos se originan, principalmente, en las acusaciones de
quienes, alrededor del lugar de la trasgresión, han sido testigos del
actuar prohibido.
Antonio Espinosa declara, en 1846, que “la causa de mi prision
es por un testimonio que me ha levantado Mercedes, á quien le cobré
cuatro reales”8. Lo mismo sucede con Alejandro Alarcón, Manuel
Concha y Miguel Castro (1904), quienes fueron detenidos “en
petición de Belisario Villalón, quien los acusa de haberlos
sorprendido en el delito de sodomia”9.
En el caso contra Domingo Novas y F. Cabello (1896), fue
Aurelio Morales que “vio por una de las rendijas de la puerta que en
el interior dos individuos cometian actos sodomiticos”. Ello en un
“establecimiento de pensionistas” en Iquique10. En Santiago, Isaac
Cepeda, trabajador del Hotel Europa, motivado por “sospechas”, fue
junto con Juan Baeza a “mirar por el ojo de la llave de la puerta que
cae al pasadizo i por donde se entra a la pieza en que ellos estaban”:
Juan Alcalde, Alberto Leiva y José Pérez, los acusados de cometer el
acto sodomítico denunciados por Cepeda y Baeza que incluso
corroboraron que Juan Alcalde “tenia el miembro ajitado”. Ello ya en
190311.
Un caso en el que se constata la participación de un oficial de
la policía es el de Tomas Johnes (1883). Pues fue un agente que
deambulaba, estando de servicio, quien se encontró con su acto de
violación; el Cabo Diego Antonio Baquedano declaró “antes de ayer
como a las cuatro de la tarde andando de servicio a caballo,
alrededor de la máquina de amalgamación vi a este hombre que esta
aquí presente, que se llama Tomas Jhones; en momentos que estaba
encima de un muchacho como de once años de edad, cometiendo el
delito de sodomía”12. Sin embargo, resulta evidente que el encuentro
con el trasgresor cuando sodomizaba al muchacho fue producto del
azar y no de la persecución específica de este delito.
Los casos arriba presentados permiten desplazar el interés
hacia la mentalidad de quienes se sienten vulnerados por el actuar
de terceros. ¿Por qué a un empleado de hotel le llega a importar lo
que hacen tres individuos en una de las habitaciones? La propuesta
de este trabajo es buscar los elementos que fueron dando forma a
dicha actitud por medio de la construcción de representaciones que,
instaladas y naturalizadas, llevaron a los individuos a indagar y
denunciar un acto que nos los afectaba directamente. Salvo en el
caso último de violación.

Representación de la sodomía en la tradición hispana

8
Archivo Nacional, Fondo Judicial (en adelante ANFJ) Santiago, Leg. 1608. Este
documento nos fue facilitado por don Jorge Retamal Hidalgo.
9
ANFJ Iquique, Leg. 2364.
10
ANFJ Iquique, Leg. 1616.
11
ANFJ Santiago, Le. 1649.
12
ANFJ Iquique, Leg. 1559.

3
La representación de las prácticas sexuales entre hombres
generada en el medio cultural hispano (e instalada en América desde
los tiempos de la conquista), tomó como fuentes primeras para la
constitución del derecho, la ley eclesiástica que, a su vez, derivó no
tan sólo de las escrituras bíblicas, sino también de los escritos de los
padres de la iglesia13, y especialmente de Santo Tomás14. Estas leyes,
con sus variaciones en el tiempo, dieron forma a una representación
donde confluyó el pecado como descriptor principal de una conducta
que atenta contra la ley de Dios15, lo antinatural (o contra natura)
que describe la alteración de un orden establecido y caracterizado
como divino16, el carácter nefando que impone la inmencionabilidad
del acto, y la expiación –por medio del castigo de la falta– que se
constituye como el único camino para evitar que la venganza divina
afecte a todo el entorno territorial y social de los agentes del acto
sexual sodomita17. Más aún, la sola denominación del sexo entre
hombres o sodomía18 hace referencia a las ciudades de Sodoma y
Gomorra que fueron castigadas con lluvia de fuego por la furia divina
como consecuencia de su perversidad sexual entendida como lujuria
contra natura, aunque la mención bíblica a ratos aparezca como
oscura y ambigua19.

1. El relato de las leyes

Durante el período que cubre este estudio, la sodomía fue,


mucho más que un delito contra las leyes, una contravención de un
orden natural dispuesto por Dios y sancionado por castigos que
equivalían, literalmente, a la devolución contra la voluntad del
agente trasgresor de aquello en lo que había pecado por la propia
voluntad. Al respecto, las palabras del Fuero Juzgo son
esclarecedoras:

“Onde los que yazen con los barones, ó los que lo sufren,
deven seer penados por esta ley en tal manera, que después
13
En san Agustín encontramos las referencias al acto sexual entre hombres en
(397-401) Confesiones. Libro III, Capítulo VIII y (413-426) La Ciudad de Dios. Libro
XIV, Capítulo XIII.
14
En (1265) Summa Theologiae. Cuestión 94, Artículos 1-3.
15
Levítico 18: 24-29.
16
Principalmente en el Nuevo Testamento Romanos 1: 26-27; 1 Corintios 6: 9-11; y
1 Timoteo 1: 10.
17
Tal carácter no debe entenderse como referido con exclusividad al pecado
nefando, sino a toda acción contrario a la voluntad de Dios, ejemplos de ello en la
tradición hispana se pueden encontrar en:
18
Debemos aclarar que la sodomía incluyó no tan sólo el intercambio sexual entre
hombres, sino también la práctica sexual por vía “contra natura” entre hombre y
mujer y otras prácticas que han quedado categorizadas bajo la rúbrica de
bestialidad. Sin embargo, pronto se comenzó a circunscribir el significado del
término y pronto se usó como denominativo de la práctica sexual por vía anal,
especialmente si esta se llevaba a cabo entre hombres. Vid. Sade (1912), pp. 149-
247.
19
En las Siete Partidas, se recoge esta tradición en: Partida VII, Título XXI, Ley I.

4
que el iuez este mal supiere, que los castre luego á ámbos,
é los dé al obispo de la tierra en cuya tierra fizieren el mal.
E que los meta departidamientre en cárceles o fagan
penitencia contra su voluntades lo que pecáron por su
voluntad”20.

En Chile, fueron las Siete Partidas, dadas por Alfonso X el


Sabio, las que se invocaron hasta incluso después de la entrada en
vigencia del Código Penal, en los juicios por sodomía. Una ley que se
remonta al pasado medieval, donde la narrativa bíblica se había
alzado como realidad operativa que actuaba como fuente de las leyes
y de las representaciones populares, donde también la superstición
local confluía como un ingrediente21.
El texto de las Partidas denomia al título XXI de la partida VII:
“De los que facen pecado de lujuria contra natura”. En ellas podemos
leer junto a los aspectos netamente penales y procesales asociados al
tratamiento del delito, el argumento de su castigo:

“Sodomítico dicen al pecado en que caen los homes


yaciendo unos con otros contra bondat et costumbre
natural. Et porque de tal pecado como este nacen muchos
males á la tierra do se face, et es cosa que pesa mucho á
Dios con ella, et sale ende mala fama non tan solamente a
los hacedores, mas aun á la tierra do es consentido; por
ende pues que en los títulos ante deste fablamos de los
otros yerros de luxuria, queremos aqui decir apartadamente
deste; et mostraremos onde tomó este nombre: et quántos
males vienen dél: et quién lo puede acusar et ante quién: et
qué pena merecen los hacedores et los consentidores”22.

La pena decretada fue la muerte “tambien el que lo face como


el que lo consiente”, salvo cuando uno de ellos fuere forzados o
menor de catorce años. Pues los forzados no tienen culpa y los
menores “non entienden que sea tan grant yerro como es el que
facen”23.
Cabe mencionar que las partidas se aplicaron en los casos de
Tomas Jhones (1883), Belisario Gonzalez y Ramón Cifuentes (1884),
José Guajardo (1888-1889), Ignacio Garcés (1893) Alberto Moreno
(1895-1898), Juan Alcalde, José Pérez y Luis Leiva (1903), que
citamos entre otros como ejemplo de la aplicación de dicha ley. Es
decir, la ley contenida en las Siete Partidas se siguió aplicando
incluso después de la entrada en vigencia del código penal.
Sin embargo, las leyes sólo contenían la proscripción de la
práctica. Y fueron primero la medicina y luego la criminalística
quienes asumieron la labor de construir un sistema de identificación
20
Fuero Juzgo, Libro III, Título V, Ley V. (Ver también en el mismo título la ley VI).
21
Un ejemplo de esto para el siglo XVI, aunque no referido al caso de la sodomía,
se encuentra en el estudio de Carlo Ginzburg (1999) El queso y los gusanos.
22
Siete Partidas. VII, Título XXI.
23
Ibíd., Ley II.

5
de las huellas de dicho delito en el cuerpo a fin de poder probar su
comisión y dar curso al procesamiento.

2. Estado de la ciencia médica

Lo que constituyó el punto inicial del desarrollo de un sistema


de identificación del registro sobre el cuerpo de la sodomía fue la
con cepción de que dicha práctica era un maltrato del cuerpo o una
laceración de él. La práctica del sexo entre hombres deja sus marcas
en el cuerpo y eran ellas las que debían ser encontradas para probar
el delito. Las marcas así impresas han sido uno de los motivo para la
aparición de males venéreos en el ano, “cuando el resorte de esta
parte se halla forzado muchas veces por la dilatación violenta que
padece en un comercio infame”, entre otras causas menos culposas
alegadas en el Tratado de las enfermedades venéreas, escrito por el
médico del rey francés así como del duque de Orleáns y catedrático
del Colegio Real de Francia, Mr. Astruc durante el siglo XVIII y de
circulación en España.
Y las crestas, que constituyen una de aquellas “enfermedades
que sobrevienen al ano, o en su circunferencia”, son vistas como
señales que “muchas veces anuncian el mal venéreo, y la infamia de
los sodomitas pasivos, aunque no siempre”. Junto a las crestas, que
son entendidas como “prolongaciones de la piel”; se encuentran
asimismo las fresas y moras (cuando el tamaño es pequeño) y los
higos o mariscas (cuando el tamaño es grande) que se forman
cuando las vesículas alrededor del ano se hinchan y degeneran
producto de la “acción del virus venéreo” que, entre otras
posibilidades, se puede adquirir “por el semen virulento que moja las
cercanías del ano en los sodomitas pasivos”. Sin embargo, estas
hinchazones “no indican siempre un comercio abominable”. El último
mal venéreo que trata el autor, de aquellos que atacan el ano o sus
alrededores, es producto de “una tensión que rompe las arrugas del
ano” o “de una erosión que las úlcera” y que puede tener su origen
en dos ejercicios: “la salida de excrementos muy duros” y “el delito
de los sodomitas pasivos”. En este último caso, es la “virulencia del
humor seminal” que produce la erosión.24.
Saber si un muchacho había sido, o no, sodomita pasivo era
posible por medio de la contemplación de aquellas marcas dérmico-
infecciosas señaladas. Juan Fragoso, tratando de resolver este
problema, propuso a principios del siglo XVII la siguiente historia
para hacer clara su perspectiva:

“Estando preso un muchacho en la cárcel real de esta corte,


y villa de Madrid, con indicio y sospecha de sodomita,

24
Astruc (1791), pp. 273-276. Se ha actualizado la ortografía para hacer más fácil y
cómoda la lectura del texto.

6
pareció a los alcaldes que le viesen y declarasen cirujanos.
A los cuales podía ayudar lo que dijo Josefa Mascardo,
jurisconsulto, que la sodomía se prueba cuando los testigos
depusieren haber visto las sábanas sangrientas, o la camisa
teñida con sangre. Leonardo Botalo, tratando como se
engendran y pegan las bubas, dice que si es por lujuria
nefanda, se inficiona primero el sieso. Amato Lusitano
declara que esta infección o contagio son unas almorranas
como crestas, o ciertas carnosidades a manera de verrugas
con una cisuras, o hendiduras, y que estas se hacen cerca
del sieso a muchas mujeres y muchachos en tierra de Roma,
y que es mal nefando, por hacerse de cosas que pervierten
el orden de naturaleza. Por manera, que cuanto es de parte
de la cirugía: estos son indicios muy sospechosos para
comprobar lo que el derecho pretende”25.

La deformación del cuerpo es alegada como residuo de la


acción cuyo rastro se desea encontrar en él y así poder, con certeza,
hacer verídica, y por lo tanto toma sustancia, la sospecha que
involucra al sujeto cuestionado en lo que entonces era un crimen
duramente castigado. Las señales del “comercio nefando”
comprometían al individuo en una difícil situación jurídica, aunque
igualmente social, que lo asociaba a conductas que sólo eran
posibles en seres esclavizados por inclinaciones perversas y que
traían sobre el entorno las consecuencias de una divinidad ofendida
por la profanación del cuerpo, considerado a partir de las premisas
bíblicas, como un templo de dios.

3. La criminalística

Si la medicina ya había trabajado con anterioridad en el


desciframiento de las marcas de la sodomía, la práctica penal –
criminalística– estableció sus propios parámetros de identificación.
En un manual de principios del siglo XIX leemos lo siguiente:

“La sodomía y bestialidad son excesos tan horrorosos, cual


otro haya en el espacio criminal. La inquisición del primero
es ordinaria, y casi siempre de oficio. Se admiten testigos
menos idóneos y conjeturas, por la dificultad de la prueba
que reside en el delito y delincuente; la cual consiste sin
otro medio, en la vista ó hallazgo en el propio acceso
carnal, ó hallazgo de los coeuntes, uno sobre el otro, ó
acercándose entre sí con movimiento para acto lujurioso
contra natura, ó en términos que se infiera su efecto sin
poderse presumir otra cosa”26.

25
Fragoso (1627), pp. 564-565. Ortografía actualizada.
26
Vilanova (1827), p. 193.

7
Y más adelante:

“Estos delitos contra naturaleza, por razón de su atrocidad


se castigan con pena ordinaria solo con intentarse, aunque
no se consumen, como el intento sea con preparación y
disposición inmediata a efectuarlo”27.

(falta agregar algunos párrafos)

Restos coloniales

El relato de la relación que hace del pecado un acto merecedor


del castigo visible de Dios es reconfirmado por el registro de los
cronistas en su explicación de los hechos que conocían en estas
nuevas tierras28. Diego de Rosales, por ejemplo, refiere que en el
reinado del noveno inca, Pachacutec, no llovió en siete años por
motivo de las abominaciones cometidas: “Cundió mucho en su
tiempo el vicio de la Sodomia y en siete años no derramó el cielo una
gota de agua sobre su Reyno, porque no merecían sino fuego tan
abominables torpezas”29. Cieza de León señala específicamente que
los capitanes Pacheco y Olmos “hicieron castigo sobre los que
cometían el pecado susodicho, amonestándolos cuanto de ello el
poderoso Dios se desirve”30.
Confirmando que es la concepción de las relaciones entre
hombres como pecado lo que generaba el castigo, el mismo autor
señala, en relación a los habitantes de Santa Helena, que “afirman
los naturales, que Dios nuestro señor no siendo servido de disimular
pecado tan malo, le envió el castigo conforme a la fealdad del
pecado”, castigo que los sorprendió “envueltos en su maldita
sodomía” y que “vino fuego del cielo temeroso y muy espantable” del
medio del cual salió un ángel que con su espada “los mató a todos”31.
Las fuentes nos informan de que las relaciones sexuales entre
hombres eran parte de la realidad cultural de los pueblos del antiguo
Perú, pueblos que estaban bajo el dominio del Tawantinsuyo. El Inca
Garcilaso de la Vega aseguró que: “Hubo sodomitas en algunas
provincias, aunque no muy al descubierto ni toda la nación en
común, sino algunos particulares y en secreto”. Sin embargo, en
otras zonas del Imperio del Inca el sexo entre hombres se llevaba a
cabo de manera pública. El cronista sostiene, en seguida, que: “En
27
Ibíd., p. 194.
28
Dos son las fuentes principales con que se cuenta para estudiar lo que en este
período se consideraba como el pecado nefando, la primera de ellas es el relato de
las crónicas, el segundo es el material compuesto por los juicios realizados por la
Real Audiencia -alguna de ellas- o por la Inquisición.
29
Rosales 1877, p. 336
30
Cieza de León (1553) Crónica del Perú, Capítulo XLIX.
31
Íbid., Capítulo LII.

8
algunas partes los tuvieron en sus templos porque les persuadía el
demonio que sus dioses recibían mucho contento con ellos”32.
La presencia de hombres en los templos con fines sexuales fue
descrita por Cieza de León, que atribuye al demonio la transmisión
de tales instrucciones a través de oráculos y adoratorios en los que
declaraba “que convenía para el servicio suyo que algunos mozos
desde su niñez estuviesen en los templos, para que a tiempos y
cuando se hiciesen los sacrificios y fiestas solemnes, los señores y
otros principales usasen con ellos el maldito pecado de la sodomía”33.
Diego de Rosales relata que en Chile, cerca del pueblo de
Mayoa, sucedió una historia se percibe la influencia del relato bíblico
de la destrucción de Sodoma y Gomorra. Cito el trozo para que lector
lo pueda analizar por sí mismo:

“Entraron un dia en aquel valle dos hermosos mancebos en


el trage y rostros nunca vistos, y en la hermosura y
gravedad admirables, que en la realidad eran angeles, y les
dixeron a todos los habitadores de aquella tierra que venian
embiados del Señor del Cielo y la tierra, del mar y de los
vientos, del sol, luna y estrellas, y que venian a requerirles
de su parte como los requerian que se enmendassen de tan
enormes vicios y obsenidades con que gravissimamente
offendian al Autor de la naturaleza y a su Dios y señor, a
quien debian todo amor y obediencia; y que si no se
enmendaban serian dél gravissimamente castigados en esta
vida y mas rigurosamente en la otra con eternas penas y
tormentos. Y dicho esto desaparecieron y no los vieron mas.
Causóles alguna novedad al principio, pero no enmienda,
porque perseveraron en sus torpezas. O gran paciencia de
Dios! y grande su misericordia, que no se contentó con este
aviso! sino que passados algunos años volvieorn los dos
Angeles en figura humana y en el trage y hermosura dando
muestra de que no eran hombres terrenos sino espíritus
celestiales. Volviéronles a requerir a los indios, afeáronles
sus vicios y dixéronles que estaba ya cercano el castigo de
Dios si no se enmendaban de sus pecados.
Desapareciéronse, y los indios, endurecidos en sus malas
constumbres y ciegos a tanta luz, perseveraron en sus
delitos, incredulos del castigo como los de Sodoma. Mas
despues de pocos dias vino el castigo de Dios sobre ellos,
porque tembló la tierra y se estremeció con tanta furia que
abriéndose en diferentes grutas y por diversas vocas,
pronunció la sentencia y exejutó el castigo, bomitando tanta
cantidad de agua que inundó todo aquel valle y anegó a
quantos en él avia, sus casas, haziendas y sementeras, sin
dexar memoria de aquella tan nefanda gente, y quedando
para eterna memoria y escarmiento de aquella laguna que

32
Garcilaso de la Vega 1609, Libro Primero, Capítulo XIV.
33
Cieza de León (1553) Op. Cit., Capítulo LXIV

9
oy se ve y a permanecido despues de tantos años que ha
que sucedió tan maravilloso caso…”34

Barros Arana relata que en 1612 el gobernador de Chile Juan


Jaraquemada se tuvo que detener en Angol para castigar a algunos
soldados por el delito de sodomía, el gobernador relató los hechos en
carta al rey con fecha 28 de enero de 1612. En pie de página señala
Barros: “Esos infelices, acusados del delito de sodomía, fueron
condenados a ser quemados vivos, según los usos de la época. Parece
que en los campamentos y en los fuertes españoles, donde los
soldados estaban obligados a vivir encerrados y sin comunicación
durante meses y a veces años enteros, se había desarrollado una
repugnante inmoralidad, y que los vicios de esa naturaleza eran
desgraciadamente frecuentes, a pesar del rigor con que eran
castigados. Este mismo hecho estaba contado por el padre Rosales
en el cap. 48 del libro V con algunas variaciones. Refiere que el
suceso tuvo lugar en el fuerte de Paicaví, y que fueron condenados a
la hoguera trece soldados, y cuenta con este motivo el milagro de un
gallo que quitó el rosario que tenía en las manos cierto reo acusado
del mismo delito”35.
Las palabras de Cieza de León son elocuentes, y dan cuenta de
que la lucha es contra la obra del demonio, núcleo de la concepción
del mal que en ese entonces era parte de las representaciones del
mundo y de la forma de organizar el cosmos humano, por lo tanto el
autor sostiene que “estas cosas son obra del demonio, nuestro
adversario, y se parece claro, pues con tan baja y maldita obra
quiere ser servido”36.

El caso de José Antonio Espinoza

En 1846 la República ya se ha instalado hace 13 años en la


sociedad chilena. Manuel Bulnes comenzará su segundo período de
gobierno, todo esto en medio de un clima en el que ya se
comenzaban a dar visos de oposición, como lo demuestra la
necesidad de decretar el estado de sitio y el exilio de los detractores
en marzo del mentado año37. Un mes antes, en febrero, se realizó el
«Juicio Criminal contra José Antonio Espinosa» por el crimen de
sodomía.
Con la palabra sodomía, mantenida aunque resignificada, se
describía un comportamiento que sólo una vez verificado daba origen
a la comisión de un delito. Durante la primera mitad del siglo XIX no
34
Rosales 1877, pp. 258-259.
35
Barros 1999, p. 17. En su relato, Rosales se refería a los actos de sodomía como
una “una enfermedad mas pestilente” del alma. Los soldados inculpados fueron en
realidad catorce según el jesuita, pero “perdonóse al uno por no ser tan culpado”
(Rosales 1878, p. 510).
36
Cieza de León (1553) Loc. Cit.
37
Villalobos et Al. 1976, p. 553

10
se naturaliza aún una forma de ser, y es sólo a partir de la segunda
mitad de la centuria que aparece en Alemania el concepto de
homosexualidad referido a la condición de quienes dirigen sus
afectos y deseos exclusivamente hacia individuos del mismo género.
Esta nueva resignificación, que ya incluirá el neologismo
“homosexual” entre sus herramientas, tardará aún en llegar a Chile.
Aquí, la comisión de dicho acto, la sodomía, era un crimen que
podía ser merecedor de la pena capital, que en el caso de Espinosa,
equivale a ser quemado, es decir, se mantiene el castigo en uso
durante el régimen colonial. Este proceso es lo que llamamos
exclusión-expulsión, por medio del cual el sistema social elimina
aquellas desviaciones – de su normatividad – que no está dispuesto a
aceptar. El caso de Espinosa nos permite vislumbrar dos aspectos de
importancia, uno de ellos, el más evidente, es el de la persecución en
los inicios de la vida republicana, de conductas específicas
consideradas como delitos, que expulsan del cuerpo ciudadano a
quien resulte culpable; y en segundo lugar, es una prueba de que el
proceso de naturalización del comportamiento sexual y la
articulación de un argumento radical es posterior, corriendo aparejo
al proceso global de naturalización de las conductas consideradas
criminales y desviadas de la norma sistémicamente aceptada.
En el juicio de Antonio Espinosa se percibe su actuar criminal
no a partir de una asociación de características propias de quienes
cometen el acto sodomítico, sino a partir de su fama. Esto es lo que
se desprende de la declaración de uno de los testigos, don José
Dolores Ortiz, que declaró que fue invitado por Espinosa,

“para que se hospedare una noche en su casa: el esponente


admitió la oferta, y Espinosa echó llave a la puerta de calle
y principió a invitarlo para que cometiesen el delito de
sodomia, cuyo crimen resistió constantemente sin haber
podidio dormir aquella noche, ni haber podido salir de la
casa...”

Es con posterioridad al hecho descrito que “ha sabido el


declarante que Antonio Espinosa es conocido publicamente por
maricon” 38. Fama que se constituye en único indicio de su actuar
sexual. El profesor Retamal Hidalgo señala que “es evidente que José
Dolores no advirtiera la sexualidad de Espinosa con tan solo mirarlo,
si Dolores aceptó la invitación, y negase la propuesta como sostiene,
es porque Espinosa no mostraba rasgo alguno que lo caracterizase
como “maricon”; debió, por lo tanto, saberlo por su fama y no por su
representación estética.
¿Quién es este José Antonio Espinosa de tan expandida fama?
Él mismo se describe como oriundo de Rancagua, viudo de cincuenta
y seis años, bodegonero de oficio y alega que “la causa de mi prision

38
ANFJ Santiago, Leg. 1608

11
es por un testimonio que me ha levantado Mercedes, á quien le cobre
cuatro reales”39.
Mercedes no es sino otro testigo que describe conductas que
incriminan a Espinosa. Su declaración es importante pues sostuvo
que,

“...ha tenido al referido Espinosa por un hombre de muy justificada


conducta porque pasaba en su cuarto rezando la mayor parte del dia,
habiendose desengañado la esponente, por haberlo visto por su
propios ojos, una siesta, cometiendo el delito de sodomia con otro
hombre. La declarante refiere algunas circunstancias particulares
que se omiten por desencia y manifiesta que no habiendose podido
contener dijo a Espinosa = alavado sea nuestro señor Jesucristo,
hasta donde [da] la licencia al hombre para que la ofenda, habiendo
sido ésta la causa de que Espinosa se desnudase poco rato despues,
y se presentase en esta actitud á una hijita de la declarante que ha
cumplido ocho años el dia de esta fecha.”.40

Su declaración es nuevamente un testimonio que da cuenta de una


conducta específica, no de comportamientos asociados o
características secundarias. Relata “lo visto”, y es esta verificación
testimonial lo que se yergue como causa y razón del enjuiciamiento.
El mismo testimonio fue dado por el presidente del calabozo de los
presos y por uno de los presidiarios. El primero declaró que “[...]
antes de ser puesto en libertad José Lobo, me dio aviso de que el reo
Antonio Espinosa le invitaba de parte de noche mientras estaban
durmiendo los presos del calaboso para cometer el crimen de
sodomia[...]”41.
Por su parte, el reo declaró que:

“[...] en una de las noches de la semana anterior desperté al


amanecer por que el preso Antonio Espinosa estaba cometiendo con
migo acciones deshonestas: en el mismo momento no quise dar aviso
por no incomodar á los otros presos, pero luego que despertaron lo
puse en noticia del cabo de rancho Nolberto Farias para que lo
avisase al presidente del calavoso [...]”42.
Distintas conclusiones son las que obtiene Carolina González
tomando como referencia un caso de 1884 en Iquique. Esta autora
afirma que especialmente en la segunda mitad del siglo XIX, donde
ella observa un aumento en el número de juicios por sodomía, la
organización del Estado “planteaba la fundación de un Chile
moderno, civilizado, que debía diferenciarse de la sociedad
colonial”43. Sin embargo, esta ruptura con el orden colonial tiene
como supuesto que el quiebre con dicho régimen fue radical, por

39
Ibídem..
40
Ibídem.
41
Ibídem.
42
Ibídem.
43
González (2002).

12
nuestra parte creemos que es posible argumentar que las
estructuras morales de la colonia se mantuvieron en bloque durante
el régimen republicano y se sometieron al ya mencionado proceso de
resemantización donde, en el caso de los preceptos legales, la
codificación consagró como ley los principios que ya se aplicaban en
la colonia.
El error interpretativo que comete González la lleva a un
entendimiento errado de los discursos presentados por los
inculpados que, según esta autora, “dan cuenta de la fuerza del
modelo sexual hegemónico y de la reubicación de los sujetos
transgresores dentro de ese orden. En efecto, los inculpados
terminan por legitimar la obligación heterosexual, identificándose
con ella al negar y arrepentirse de una acción que es percibida como
ajena, errada, transitoria… una verdadera pesadilla etílica” 44. La
razón de la negación de Belisario González que da origen a esta
conclusión se explica de forma mucho más sencilla, pues se emite en
un juicio donde los imputados buscan probar su inocencia no con la
finalidad de negar una forma de actuar sexual y sostener la
hegemónica, sino con la de evitar el castigo que se cierne sobre
ellos.

BIBLIOGRAFÍA

Fuentes

44
La autora cita del expediente del juicio el siguiente trozo para fundamentar la
conclusión citada, uno de los inculpados declaró: “La verdad es que al prestar
declaración lo hice como quien refiere una pesadilla, un mero sueño vagamente
recordado; pero repito que permanecí tan ebrio en la pieza de Cifuentes que de
nada conservo ni ideas exactas y fijas, ni las tengo hoy”. Tanto el trozo citado en el
cuerpo como esta referencia se encuentran en González (2002).

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