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La nueva ley de defensa de la competencia: otra buena razón para designar al Defensor

del Pueblo

Por Norberto Carlos Darcy(*)

I. Introducción

El Congreso de la Nación sancionó una nueva ley de Defensa de la Competencia (Ley


27.442, publicada en el BO el 15/05/2018) que, en rigor, vino a derogar y reemplazar a la
Ley 25.156 (sancionada en 1999) cuya eficacia se vio seriamente disminuida por la falta
de aplicabilidad de buena parte de sus normas[1].

Se trata de un instrumento legal de regulación económica que tiene por objeto evitar y, en
su caso, sancionar, las prácticas anticompetitivas que distorsionan el mercado a fin de
promover la transparencia del mismo y su correcto funcionamiento en miras a resguardar
el bienestar económico general de la comunidad.

Los primeros comentarios doctrinarios acerca de la nueva ley han suscitado conclusiones
variadas. Mientras para algunos “La nueva norma no traduce grandes innovaciones frente
al régimen antes vigente” y destacan, ante todo, “la inclusión de la figura del arrepentido,
bajo el nombre de programa de clemencia; configurando éste un instituto de gran utilidad
para la detección y prueba de prácticas difícilmente comprobables”[2], otros consideran
que la nueva ley “incluye puntos novedosos, muchas innovaciones positivas, algunas
lógicas muy interesantes y algunas inclusiones inesperadas y francamente
revolucionarias” a resultas de lo cual “la ley parece un avance bastante positivo sobre la
situación anterior. Sin embargo, los beneficios que la mejora del mercado puede traer son
indirectos”[3]; en tanto hay quienes sostienen que la flamante ley “prevé un
procedimiento mucho más completo y avanzado comparado con el establecido por la ley
25.156…” pues “a través de esta norma el legislador innova y actualiza el Derecho de
Defensa de la Competencia de nuestra República Argentina, incluyendo novedosos
institutos que en el mundo moderno tienen una notable relevancia y eficacia, como el
programa de clemencia, además de aspectos técnicos como la actualización automática de
los montos de la notificación de concentraciones económicas, la elevación de los montos
de las multas por prácticas anticompetitivas, avanzando en materia de garantías con la
creación de la Defensoría del Pueblo en materia de competencia y consumidores”[4] (las
cursivas nos pertenecen)
Es, precisamente, esta última novedad la que nos interesa analizar en este trabajo, es
decir, la decisión del legislador nacional de crear, dentro del ámbito de la Defensoría del
Pueblo de la Nación, la figura denominada Defensor Adjunto de la Competencia y de los
Consumidores al que se le atribuye la misión exclusiva de ocuparse de la defensa de los
intereses de los consumidores y las empresas frente a conductas anticompetitivas o
decisiones administrativas que puedan lesionar sus derechos y bienestar (conf. art. 86 ley
27.442)

II. La defensa de la competencia como política pública que tiene en miras la protección
de los intereses de los consumidores.

En primer lugar, nos parece importante resaltar que la defensa de la competencia


constituye, por un lado, una política pública promovida constitucionalmente en el marco
de la protección a los derechos de los consumidores y usuarios (art. 42) y, a su vez, es
uno de los derechos de incidencia colectiva -enumerados en el segundo párrafo del art.
43. CN- a los que nuestra Ley Suprema le asigna una tutela especial por vía del amparo
colectivo.[5]

En efecto, el artículo 42 CN no solo consagra los derechos fundamentales que todos los
consumidores y usuarios tienen en la relación de consumo (a saber: protección de la
salud, seguridad e intereses económicos; información adecuada y veraz; libertad de
elección; trato equitativo y digno) sino que además, en su párrafo segundo, le impone a
las autoridades públicas un mandato general de proveer a la protección de esos derechos
y, a renglón seguido, se especifica a la defensa de la competencia contra toda forma de
distorsión de los mercados y al control de los monopolios naturales y legales, entre otras
cuestiones.

Bidart Campos enseña que dicha norma constitucional “traza alguna dirección al sistema
económico que no puede desconectarse de todo el techo principista-valorativo, en
especial con sus reiteradas apelaciones al sistema democrático. Las alusiones que
aparecen en el art. 42 – por ejemplo: a la competencia, al control de los monopolios, al
consumo, etc.- presuponen la existencia del mercado, lo que no significa –sin más- que la
libertad y la competencia en el mercado retraigan la presencia razonable del estado en
este ámbito económico del consumo, de los bienes y de los servicios. Para nada ha de
alentarse aquí una postura abstencionista del estado propiciada por el art. 42, sino todo lo
contrario... Vigilar al mercado, frenar abusos en las prácticas comerciales, y tutelar
derechos hacen de eje a la interpretación que asignamos”[6]. En definitiva –afirma
Basterra- se trata de asegurar un mercado transparente, en el que el consumidor pueda
tener variedad de opciones, y de lograr que el Estado cumpla con esta obligación
sancionando leyes que contengan reglas de juego claras y definidas, “eludir esta
responsabilidad sería tanto como aceptar que la competitividad entre empresas es un
combate sin reglas, lo que traerá aparejado un grave perjuicio para el interés general”[7]
Por cierto, la defensa de la competencia no es, conceptualmente, lo mismo que la defensa
del consumidor, aunque existe una estrecha relación entre ambas disciplinas. Mientras la
normativa de defensa del consumidor apunta a brindar una especial tutela a los
consumidores y usuarios –por ser la parte débil de la relación de consumo- a fin de
fortalecer su posición frente a los proveedores de bienes y servicios y así equilibrar la
desigualdad natural que existe en el mercado; el derecho de la competencia se presenta
como un conjunto de reglas cuyo objeto principal es regular las relaciones y
comportamientos inter-empresariales para promover un mercado eficiente y competitivo,
en el cual, indirectamente, se benefician consumidores y usuarios. Como bien señala
Bidart Campos “entre el consumidor y el proveedor de bienes y servicios se traba en el
mercado una relación que, como mínimo, exige que la presencia del estado controle y
asegure la defensa de la competencia leal (con descarte de la desleal) y la defensa del
consumidor, que es la parte más débil y vulnerable en esa relación, sin dejar de computar
que la bilateralidad de tal relación se inserta en un marco de globalización y generalidad
muy amplio que también hace indispensable asegurar el principio protectorio -no solo del
consumidor, sino de pequeños proveedores y pequeñas empresas-”.[8]

Promover un mercado eficiente supone entonces asegurar un marco de libre concurrencia


para los agentes y operadores económicos que actúan e interactúan en él. Propiciar entre
ellos una mayor competitividad, bajo reglas claras, permite fomentar la variedad y
calidad de los bienes y servicios que se producen y se ofrecen, al menor precio posible.
Ahora bien, la libertad de comercio y la posibilidad de ejercer industria lícita en un marco
de libre competencia –cuestiones garantizadas por nuestra Constitución- no implican, en
modo alguno, pregonar un estado abstencionista o mero observador del desenvolvimiento
de las fuerzas del mercado, pues, en palabras de Basterra, dejar el mercado al libre
albedrío de los operadores económicos, equivale a la “selva económica”, donde prevalece
la ley del más fuerte o el más predador[9].Por el contrario, defender la competencia
requiere de un Estado presente y activo, que cuente con herramientas que le permitan
razonablemente controlar el mercado y evitar la formación de monopolios u oligopolios
ilegales o cualquier otra forma de concentración económica –las cuales, precisamente,
anulan la competencia-, frenar los abusos de aquellos que detentan una posición
dominante o impedir las maniobras de cartelización de precios que mediante acuerdos
espurios o solapados pretenden excluir o eliminar competidores, todas cuestiones que
conspiran contra el bienestar económico general y afectan los derechos e intereses de los
consumidores. En esa línea, Rusconi señala que el estado debe implementar políticas
activas de “intervención, verificación, control y regulación de los mercados de modo de
favorecer un acceso igualitario y a toda la ciudadanía a los bienes esenciales. Así, las
autoridades deberán vigilar la prestación de los servicios públicos en condiciones
adecuadas de extensión, calidad y precios; la transparencia y el equilibrio de las reglas
del mercado, evitando la existencia de prácticas especulativas, monopólicas o de
cartelización que desvirtúen las condiciones de comercialización; la verdadera
posibilidad de “elegir” por parte de los consumidores; el abastecimiento permanente de
bienes y servicios necesarios para atender las necesidades “corrientes” de la población,
etc.”[10]
La falta de libertad de mercado -apunta Tambussi - trae aparejadas una serie de
consecuencias negativas para los consumidores pues “cuando existen concentraciones
monopólicas que desarrollan prácticas anticompetitivas, se restringe su libertad de elegir
y actuar. La libre elección es el derecho de acceder a una variedad de productos y
servicios en determinadas condiciones de calidad, a precios justos y razonables. Es decir,
que el consumidor acceda a la más amplia variedad al menor costo. Y mediante el control
del desenvolvimiento de las concentraciones, se protegen también los intereses
económicos de los consumidores, ya que en posiciones monopólicas los precios se fijan
sin consideración a competidor alguno, aspecto que cobra mayor gravedad en productos
de primera necesidad y/o no sustituibles fácilmente. Por ello, es un valor tutelado por la
defensa de la competencia el llamado interés económico general, que en cada consumidor
se particulariza”.[11]

A todo lo dicho, habrá que agregar que la ley 24.240 de defensa del consumidor consagra
el principio de integración normativa (art. 3°), mediante el cual establece que las
disposiciones de esa ley se integran con las normas generales y especiales aplicables a las
relaciones de consumo, en particular las de defensa de la competencia y de lealtad
comercial. De esta manera, se instituye una especie de trípode legal o núcleo duro de
tutela al consumidor (al que se le deben añadir todas las normas especiales que regulan
relaciones de consumo) que, con eje principal en la constitución, conforman un sistema
integral e integrado para la protección de usuarios y consumidores, al que la doctrina
consumerista suele denominar “bloque normativo de protección al consumidor” o
“estatuto del consumidor”[12].

En suma, lo que queremos poner de resalto es que una ley de defensa de la competencia –
en la medida que se aplique eficazmente- viene a reforzar y complementar el sistema de
protección integral al consumidor.

III. Algunos aspectos de la nueva ley de defensa de la competencia.

La nueva ley de defensa de la competencia (Ley 27.2442), si bien recoge los lineamientos
principales de su antecesora, trae algunas mejoras, actualizaciones e innovaciones. No
haremos aquí una análisis pormenorizado y exhaustivo de la ley (ya hay renombrados
autores que lo han hecho). Sólo nos limitaremos a reseñar -en apretadísima síntesis-
algunos aspectos relevantes:

a) En su artículo 1° la ley establece, con amplitud, que quedan prohibidos los acuerdos
entre competidores, las concentraciones económicas, los actos o conductas relacionados
con la producción e intercambio de bienes o servicios que, manifestados de cualquier
forma, tengan por objeto o efecto limitar, restringir, falsear o distorsionar la competencia
o el acceso al mercado o que constituyan abuso de una posición dominante en un
mercado, de modo que pueda resultar perjuicio para el interés económico general.
Quedan alcanzados por esta ley todas las personas físicas o jurídicas, públicas o privadas,
con o sin fines de lucro, que realicen actividad económica en el país o aquellas que la
realicen fuera del país en la medida en que con sus actividades puedan influir o producir
efectos en el mercado nacional (art. 4º).
b) En el artículo 2° se definen y enumeran las prácticas que se consideran absolutamente
restrictivas de la competencia -de las que se presume que producen perjuicio al interés
económico general- mientras que en el subsiguiente artículo 3° se detallan aquellas que
constituyen prácticas restrictivas de la competencia. La posición dominante se define –en
términos muy similares a la ley anterior- en el art 5°[13], y luego se describen las
circunstancias que deberán ser tenidas en cuenta para determinar cuando existe posición
dominante en un mercado.
c) Todo el capítulo III está dedicado a las concentraciones económicas[14], las que se
prohíben cuando puedan restringir o distorsionar la competencia y causen perjuicio al
interés económico general. No obstante lo cual, se establecen los casos que requieren
notificar una operación de concentración –conforme el volumen total de negocios que
ella implique- ante la Autoridad Nacional de la Competencia para su examen y eventual
autorización, de manera previa a que se concrete el acto.
d) Se crea una nueva Autoridad Nacional de la Competencia, organismo descentralizado
y autárquico en el ámbito del Poder Ejecutivo Nacional (PEN) al que, no obstante, se le
asegura independencia funcional de las autoridades políticas (art. 18). Estará integrada
por un Tribunal de Defensa de la Competencia (de cinco miembros), que tendrá,
principalmente, la potestad de imponer sanciones (o, en su caso, los beneficios y/o
exenciones previstas en la ley), resolver las cuestiones principales de los procedimientos,
autorizar o denegar las operaciones de concentración económica y ejercer funciones
consultivas, de superintendencia y de promoción de la competencia. El Tribunal estará
secundado por dos Secretarías especializadas: una, de Conductas Anticompetitivas, que
recibirá las denuncias y llevará adelante la investigación, instrucción del procedimiento e
imputación de la infracción; y la otra, de Concentraciones Económicas, que ejercerá el
procedimiento de control previo (ex ante) de las operaciones de adquisición y/o fusión, y
dictaminará en consecuencia. Todos sus miembros serán elegidos por concurso de
antecedentes y oposición –especialmente reglado en los arts. 20 a 24[15]– y durarán
cinco años en sus cargos.
e) Se aumentan considerablemente los montos de las sanciones por infracción a la ley y
se fijan nuevos criterios para su determinación. Así, para sancionar conductas
anticompetitivas se tendrá en cuenta, en primer orden, el volumen de negocios del grupo
económico infractor (con distintas fórmulas que varían según el tipo de conducta
prohibida pero que pueden involucrar hasta el 30% del volumen de negocios
multiplicados por los años de duración del acto ilícito); y, en segundo orden, si no resulta
posible calcular el monto por dichos criterios, la multa podrá ser de hasta 200 millones de
unidades móviles, que es una unidad de cuenta creada por la ley –art. 85-, actualizable
anualmente según la variación del índice de precios al consumidor (IPC) que publica
elINDEC y que ha sido fijada inicialmente en 20 pesos (es decir, que la multa actual
puede alcanzar hasta 4.000 millones de pesos)[16].
f) Se incorpora la figura del arrepentido, bajo la denominación de Programa de
Clemencia –probablemente la innovación más ponderada y comentada- que prevé la
posibilidad de eximir o reducir las sanciones -según el caso- al primero que se presente
ante el Tribunal y revele su participación en una práctica absolutamente restrictiva de la
competencia. Para acceder al beneficio el solicitante arrepentido deberá cumplir con una
serie de requisitos tales como: suministrar información útil y elementos de prueba que
permitan iniciar una investigación o precisar una maniobra ilegal que ya está siendo
investigada; cesar en su accionar de forma inmediata (salvo que el Tribunal le pida
continuar participando de la conducta violatoria a efectos de preservar la investigación);
cooperar de manera plena, continua y diligente con el Tribunal; y no destruir, ni falsificar
u ocultar pruebas.
g) Se crea, además, una Sala especializada de Defensa de la Competencia, dentro de la
Cámara Nacional de Apelaciones Civil y Comercial Federal, que entenderá en los
recursos de apelación (previsto en el art. 66) y como instancia judicial revisora de las
sanciones y resoluciones administrativas aplicadas por el Tribunal.
h) Se establece una acción especial de reparación de daños y perjuicios para todos los
consumidores (personas humanas o jurídicas) que resultaren damnificados por el acto
ilícito o conducta violatoria de la ley con motivo de una resolución firme dictada por el
Tribunal de Defensa de la Competencia, la que tramitará por el proceso sumarísimo (arts.
62 y 63). Se contempla –aunque sin demasiadas precisiones- la aplicación de una multa
civil (daño punitivo), a instancia del damnificado y a favor de éste, que será determinada
por el juez competente y que se graduará en función de la gravedad del hecho y demás
circunstancias del caso, independientemente de otras indemnizaciones que correspondan
(art. 64).
i) Entre las disposiciones transitorias, se crea la Comisión Redactora del Anteproyecto de
Ley Nacional de Fomento a la Competencia Minorista, cuya función principal será la
elaboración del respectivo anteproyecto de ley a los fines de garantizar las condiciones de
libre competencia entre los establecimientos de consumo masivo y sus proveedores[17].
i) Finalmente, en el último artículo de las “Disposiciones finales” se crea la ya
mencionada figura del Defensor del Pueblo Adjunto de la Competencia y los
Consumidores. En estricto sentido, el artículo 86 de la ley 27.442 introduce un nuevo
artículo a la Ley Orgánica de la Defensoría del Pueblo de la Nación (Ley 24.284) con el
siguiente texto: “Artículo 13 bis: A propuesta del Defensor del Pueblo, la Comisión
Bicameral prevista en el artículo 2° inciso a) de la presente ley, designará a uno de los
adjuntos como Defensor Adjunto de la Competencia y los Consumidores. El Defensor
Adjunto de la Competencia y los Consumidores tendrá por misión exclusiva la defensa de
los intereses de los consumidores y las empresas frente a conductas anticompetitivas o
decisiones administrativas que puedan lesionar sus derechos y bienestar. El Defensor
Adjunto deberá acreditar suficiente conocimiento y experiencia en la defensa de los
intereses de consumidores y de la competencia.
A ello, nos referimos en lo que sigue.
IV. El defensor del pueblo. Notas y características distintivas de una institución de
garantías.

El defensor del pueblo, en el orden nacional, fue instituido por la ley 24.284 de 1993[18]
y elevado a rango constitucional un año después, con motivo de la reforma de 1994.

El artículo 86 de la CN concibe al defensor del pueblo como un órgano independiente,


aunque instituido en el ámbito del Congreso de la Nación, que actuará con plena
autonomía funcional y sin recibir instrucciones de ninguna autoridad. Su misión es la
defensa y protección de los derechos humanos y demás derechos, garantías e intereses
tutelados en esta Constitución y las leyes, ante hechos, actos u omisiones de la
Administración; y el control del ejercicio de las funciones administrativas públicas. Tiene
legitimación procesal y es designado y removido por el Congreso con el voto de las dos
terceras partes de los miembros presentes de cada una de las Cámaras. Goza de las
inmunidades y privilegios de los legisladores y durará en su cargo cinco años, pudiendo
ser nuevamente designado por una sola vez.

El constituyente nacional adoptó los perfiles más modernos de la institución que, en


términos generales, responden a los llamados “Principios de París” -aprobados por
Naciones Unidas[19]- fuente principal de estándares normativos para la creación de
instituciones nacionales de derechos humanos. Es dable señalar, adicionalmente, que la
institución del Ombudsman o Defensor del Pueblo (que es la denominación más utilizada
en idioma español aunque no la única) se introdujo en América Latina a mediados de la
década de los ochenta y luego se diseminó, durante los años noventa, por casi todos los
países del subcontinente, siguiendo el modelo ibérico (establecido en las constituciones
de Portugal de 1976 y de España 1978) que le asignan un marcado mandato para la
protección de los derechos humanos[20]. No es un dato menor, que la aparición de esta
institución en América Latina coindice, en buena medida, con los procesos de
consolidación de la democracia en la región y, sobre todo, con la constitucionalización de
los instrumentos internacionales de derechos humanos.

En ese sentido, las actuales defensorías del pueblo, si bien reconocen su matriz de origen
en el primigenio Ombudsman escandinavo, fueron abandonando aquel rol de
“comisionados parlamentarios” para reconvertirse en instituciones estatales
independientes que proyectan su accionar hacia una decidida tutela de los derechos
humanos frente a situaciones de vulnerabilidad, desprotección y/o discriminación tanto
individual como colectiva.

Sin perder de vista su función clásica, la de ser una herramienta de los ciudadanos para
controlar a la Administración frente a las arbitrariedades, abusos, y/o irregularidades que
ésta o sus agentes pudieran cometer, el ámbito de sus incumbencias se ha ensanchado
notablemente, pudiendo incluso intervenir en algunos casos donde la vulneración de los
derechos proviene de particulares o agentes privados[21].

Las defensorías del pueblo están ideadas como instituciones abiertas a la comunidad,
encargadas de atender y recibir las quejas, denuncias, inquietudes y/o consultas de
cualquier habitante, grupo de vecinos o asociaciones de la sociedad civil[22], e incluso
aceptar denuncias anónimas o bajo reserva de identidad[23]. En cualquiera de estas
modalidades, las defensorías canalizan los reclamos poniéndolos en conocimiento del
organismo denunciado, para procurar la solución del reclamo insatisfecho y, de
corresponder, advertir sobre los errores, arbitrariedades o disfuncionalidades detectadas.

Sus pronunciamientos carecen de imperium (no son vinculantes). Algunos autores las
definen como una “magistratura de opinión” o “de influencia” que trabajan en el campo
de la persuasión: “losombudsman no vencen, sino convencen”[24]. Tal vez por estas
razones se las dota de amplias y variadas facultades investigativas. Bidart Campos, en
referencia al defensor del pueblo de la nación, sintetiza así sus facultades y atribuciones
“está habilitado a recibir y seleccionar denuncias y quejas, a informar, a investigar, a
criticar, a hacer propuestas y recomendaciones, a articular proyectos y, especialmente, a
acceder a la justicia en virtud de su legitimación procesal. En todo este conjunto de
posibilidades damos por cierto que su acción no se debe limitar a los actos u omisiones ya
consumados, sino que ha de tener a la vez carácter preventivo. En ninguna de sus
competencias posee facultades de decisión con naturaleza vinculante y efectos
obligatorios”[25]

En términos generales, el campo competencial de las defensorías del pueblo suele quedar
normativamente circunscripto a la órbita de la administración pública y de los prestadores
de servicios públicos. No olvidemos que, ante todo, las defensorías son órganos que
despliegan su actividad protectora frente a los actos, hechos u omisiones de la
administración pública, pues “el objeto natural de control de las Defensorías es la
Administración: contra ella reclaman los ciudadanos y a ella se dirige ante todo la
institución controladora, realizando el seguimiento de cada caso concreto y proponiendo,
si resulta necesario, las medidas a adoptar por el órgano controlado”[26].

Sin embargo, ello no constituye un impedimento, absoluto e infranqueable, para que las
defensorías del pueblo puedan, en ciertas situaciones, tomar intervención en asuntos o
conflictos donde la amenaza, afectación o violación a los derechos proviene de agentes
particulares o entidades del sector privado.Con agudeza, el catedrático español Guillermo
Escobar señala que: “(...) las Constituciones y las leyes reguladoras de las Defensorías
suelen referirse a la Administración pública a la hora de definir su ámbito subjetivo de
control. Sin embargo, en la práctica, el control muchas veces se amplía a otros ámbitos, a
saber: a) servicios públicos privatizados (...); b) vulneraciones de derechos procedentes
de particulares (...); Como se advierte, se ha producido una notable ampliación del ámbito
subjetivo de control de las Defensorías, y ello muchas veces al margen de las previsiones
legales. A mi juicio, aunque habrá que estar a las particularidades de cada ordenamiento
concreto, esta circunstancia, en principio, no resulta jurídicamente problemática, ya que
las Defensorías, al no dictar resoluciones coactivas, no están sujetas al principio de
vinculación positiva de la Administración a la ley”[27]

En la actualidad, resulta un hecho tangible que las agresiones, vulneraciones y amenazas


a los derechos fundamentales ya no provienen exclusivamente de los poderes públicos,
sino que, por el contrario, son los agentes particulares quienes cada vez con mayor
frecuencia atentan contra esos derechos. Tales circunstancias han empujado a las
defensorías a involucrarse y a tomar (alguna forma de) intervención en situaciones donde
los particulares (y no ya los organismos públicos) son los causantes de las amenazas o
violaciones a los derechos fundamentales, ampliando así en la práctica, sus clásicas y
típicas competencias. Esta situación se evidencia, con patente claridad, en las múltiples y
variadas relaciones de consumo, donde es dable observar a diario distintas formas de
afectación a los derechos de los consumidores y usuarios: a veces bajo la forma de
microafectaciones masivas, otras simplemente individuales; en ocasiones, de manera
clara y explícita, otras veces solapadas. Piénsese, en los servicios de medicina prepaga,
los de comunicaciones en general (internet, telefonía móvil, etc.), las publicidades
engañosas, las prácticas empresariales abusivas, el hostigamiento del telemarketing y la
venta compulsiva de productos no pedidos (ni deseados) o de reclamos por deudas
inexactas o improcedentes, o los daños (potenciales o concretos) ocasionados a las
personas con la introducción al mercado de productos riesgosos, defectuosos o no
autorizados, etc.[28]

En tales supuestos, es dable admitir que las defensorías del pueblo ante el requerimiento
de algún ciudadano o incluso de oficio, puedan adoptar alguna forma de actuación o de
intervención, ya sea para interceder oficiosamente ante el proveedor privado denunciado
o para articular mecanismos alternativos de intermediación en el conflicto -pues ello se
desprende de su faceta mediadora- o bien para brindar una opinión fundamentada en
apoyo del consumidor afectado (mediante un informe o una recomendación) que advierta
al proveedor de su inconducta o, al mismo tiempo, instar a las autoridades públicas
competentes a adoptar las medidas del caso; o bien asistir y acompañar al afectado para
que presente su denuncia ante la autoridad administrativa y/o judicial –según
corresponda-, ejerciendo de todas estas maneras, en plenitud, su rol de institución de
garantía y su misión protectora y promotora de derechos fundamentales.

V. Acerca del nuevo Defensor Adjunto de la Competencia y los Consumidores

En este contexto, la creación de una Defensoría Adjunta de la Competencia y los


Consumidores nos parece una idea auspiciosa e interesante que, no obstante, merece
algunas apreciaciones:
a) En primer lugar, la decisión de atribuirle facultades expresas a la Defensoría del
Pueblo de la Nación –a través de una Defensoría Adjunta especializada- para tomar
intervención en “la defensa de los intereses de los consumidores y las empresas frente a
conductas anticompetitivas o decisiones administrativas que puedan lesionar sus
derechos y bienestar” se inserta en el mandato constitucional de defender y proteger los
derechos humanos y demás derechos, garantías e intereses tutelados en la constitución y
las leyes, toda vez que, como vimos, tanto los derechos de los consumidores como la
defensa de la competencia integran el elenco de derechos fundamentales
constitucionalmente reconocidos. Recuérdese, una vez más, que la constitución legitima
al defensor del pueblo a interponer la acción de amparo colectivo en defensa de derechos
de incidencia colectiva, entre los cuales se encuentran los que atañen a los consumidores
y a la competencia.
b) En segundo lugar, del texto de la norma que crea esta defensoría especializada se
deduce que el legislador quiso reforzar los mecanismos de control y fiscalización en el
cumplimiento efectivo de la ley de defensa de la competencia, poniendo énfasis en la
necesidad de proteger los intereses de los consumidores y, más aún, el de las empresas
que pudieran verse afectados por los coletazos o efectos lesivos que producen las
conductas anticompetitivas o, en su caso, las anomalías, omisiones y/o desatenciones de
los organismos administrativos que deben controlar el funcionamiento del mercado. En
verdad, nos hubiera gustado más que la creación de una defensoría especializada hubiera
tenido como principal cometido la misión de defender y proteger, integralmente,los
derechos de los consumidores y usuarios y que, por añadidura, se ocupará también de los
intereses de éstos que resulten afectados por conductas anticompetitivas en el mercado
(pero, claro está, se trata de una cuestión que excede el contexto legal en el cual se
debatió y sancionó esta ley).
c) En tercer lugar, es necesario advertir que el defensor del pueblo de la Nación es –como
en casi todos los lugares del mundo- un órgano de carácter unipersonal y por consiguiente
sus adjuntos revisten el carácter de asesores y auxiliares de quién conduce la institución.
De modo tal que el flamante Defensor Adjunto de la Competencia y los Consumidores
podrá desarrollar una serie de tareas, sobre todo investigativas, empero las resoluciones o
decisiones finales que adopte la institución deberán ser impulsadas o refrendadas por el
Defensor titular.
En ese sentido, viene al caso señalar que la ley orgánica de la Defensoría del Pueblo
prescribe, en su art. 24, que todos los organismos, entes y personas comprendidos en el
ámbito de su actuación están obligados a prestarle colaboración, con carácter preferente,
al Defensor del Pueblo en sus investigaciones e inspecciones, a cuyos efectos dispone que
el defensor titular o sus adjuntos están facultados para: a) solicitar expedientes, informes,
documentos, antecedentes y todo otro elemento que estimen útil a los efectos de la
fiscalización, dentro del término que se fije, sin pueda oponérsele reserva o secreto
alguno (salvo que la negativa esté justificada en salvaguarda de un interés atinente a la
seguridad nacional); b) realizar inspecciones, verificaciones y, en general, determinar la
producción de toda otra medida probatoria conducente al esclarecimiento de la
investigación.
d) La designación del defensor del pueblo y de sus adjuntos, si bien ambas dependen del
Congreso de la Nación, son diferentes. Mientras que al defensor titular lo designan ambas
Cámaras del Congreso con el voto de las dos terceras partes de los miembros presentes,
luego de un procedimiento de preselección que lleva adelante una Comisión Bicameral
especial (art. 2)[29]; a los adjuntos los designa directamente esa Comisión Bicameral, a
propuesta del Defensor del Pueblo (art. 13)[30]

5. Con las salvedades expuestas, creemos que el Defensor del Pueblo conjuntamente con
el nuevo Defensor Adjunto de la Competencia y los Consumidores, puede constituirse en
una herramienta de suma importancia que contribuya al eficaz cumplimiento de la nueva
ley de defensa de la competencia, sobre todo, en la defensa de los derechos e intereses de
los consumidores y de las pequeñas y medianas empresas. En ese sentido, conforme las
facultades propias y teniendo en cuenta algunas cuestiones que surgen de esta nueva ley,
imaginamos que podrá desarrollar, entre otras, las siguientes acciones:

1) Realizar estudios de campo e investigaciones de mercados para detectar


comportamientos empresariales anticompetitivos, en particular en áreas directamente
vinculadas a la satisfacción de necesidades básicas que involucran derechos humanos,
tales como la salud (medicina prepaga, medicamentos, provisión de insumos, etc.)
alimentación (precios de alimentos de la canasta básica, problemas de desabastecimiento,
etc.), vestimenta (variedad y cantidad de ofertas, ley de talles, etc.), servicios públicos
esenciales, etc.
2) Formular denuncias ante la Autoridad Nacional de la Competencia. Así como hemos
sostenido –en otro lugar- que el defensor del pueblo puede presentar denuncias ante la
Autoridad de Aplicación de la Ley de Defensa del Consumidor[31], invocando que actúa
en defensa del interés general de los consumidores –en los términos previstos en el art.
45 de dicha ley-, del mismo modo creemos que podrá presentarse ante la nueva Autoridad
Nacional de la Competencia para denunciar casos de presunta conducta anticompetitiva y
promover la instrucción del procedimiento sancionatorio respectivo; pudiendo, llegado el
caso, solicitarle al Tribunal de Defensa de la Competencia la adopción de medidas
preventivas para ordenar el cese o la abstención de las conductas denunciadas a los fines
de evitar que se produzca un daño o disminuir su magnitud, su continuación o
agravamiento en los términos previstos en el art. 44 de la Ley 27.442[32]. Todo ello se
desprende, a nuestro juicio, de la legitimación procesal amplia que le confiere el art. 86
CN.
3) Atento a su legitimación procesal amplia, podrá también promover acciones judiciales
colectivas, teniendo en cuenta particularmente que la misma constitución lo autoriza a
titularizar amparos colectivos en defensa de la competencia y de los consumidores como
derechos de incidencia colectiva (art. 43 CN) y que la ley 24.240 de defensa del
consumidor lo reconoce como un actor legitimado para interponer acciones judiciales
cuando se encuentren afectados los derechos o intereses de los consumidores[33]. Sobre
esta base, nos animamos a sostener que el Defensor del Pueblo puede ser el vehículo de
acceso a la jurisdicción más apto para interponer la acción especial de reparación de
daños y perjuicios -establecida en el capítulo IX de la nueva ley 27.442- a los efectos de
representar el colectivo de usuarios y consumidores damnificados por una conducta
anticompetitiva expresamente sancionado por resolución firme del Tribunal de Defensa
de la Competencia.
4) Establecer alianzas estratégicas con las asociaciones de defensa del consumidor. Una
tarea colaborativa y coordinada entre el órgano estatal de garantía y las organizaciones
civiles que representan a los consumidores resultará de enorme importancia para
desarrollar, por ejemplo, investigaciones de mercados y relevamientos de precios,
detección de prácticas anticompetitivas, promoción conjunta de denuncias
administrativas o acciones judiciales, difusión de derechos y educación para el consumo,
entre muchas otras.
5) Suscribir el convenio respectivo con el Tribunal de Defensa de la Competencia para
habilitar oficinas de recepción de denuncias en las sedes regionales que tiene la
Defensoría del Pueblo en diversos puntos del país, conforme lo prevé el art. 28, inciso n)
de la ley[34]. En mi opinión, no existe ninguna objeción para que las defensorías del
pueblo provinciales o locales celebren el mismo convenio con el Tribunal a los mismos
fines.
6) Controlar que los entes reguladores de servicios públicos cumplan con el deber de
poner en conocimiento de la Secretaría de Comercio de la Nación, aquellas resoluciones
administrativas que, previo a su dictado, puedan afectar el régimen de competencia de sus
respectivos mercados. Como asimismo verificar que las consideraciones que emita dicha
Secretaría sean debidamente atendidas por dichos entes en las resoluciones que éstos
finalmente dicten. En su caso, se podrá instar o recomendar a la Secretaría para que
convoque a Audiencia Pública cuando el acto administrativo pudiera afectar seriamente el
régimen de competencia, todo ello en virtud de lo normado en el art. 77 de la ley.
7) Monitorear y participar en el proceso de concurso público para la preselección de
candidatos a integrar la Autoridad Nacional de la Competencia.
8) Tomar intervención como parte coadyuvante en los procedimientos que se substancien
ante el Tribunal, a los efectos de colaborar en la investigación, según lo prescripto en el
art 51 de la ley.[35]

VI. Paradojas Argentinas. A modo de conclusión

Las defensorías del pueblo han logrado un notable crecimiento y expansión en la


República Argentina. Casi todas las provincias cuentan con una defensoría provincial(con
excepción de las provincias de Catamarca, La Pampa, Santa Cruz, Tierra del Fuego y
Mendoza) y además existen numerosas defensorías locales o municipales. Muchas de
ellas ya cumplen una destacada actuación en defensa de los derechos de los consumidores
(en particular, en materia de protección a los usuarios de servicios públicos domiciliarios)
[36].

Sin embargo, paralelamente, la Defensoría del Pueblo de la Nación viene experimentado


un profundo y creciente deterioro institucional habida cuenta que se encuentra vacante
desde hace casi una década. Muchas voces se han alzado para reclamar, vivamente, por la
necesaria designación del defensor del pueblo de la nación y sus adjuntos[37]
Por caso, la propia Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN) en el fallo “CEPIS” -a
propósito de haber declarado la nulidad de los primeros cuadros tarifarios del servicio
público de gas natural por redes por falta de audiencia pública- exhortó de manera
elocuente al Congreso de la Nación para que proceda a su designación. Entre otras cosas,
la CSJN dijo:
“Hubo un cambio cualitativo en la situación de los consumidores y usuarios en la reforma
de 1994, en cuanto al reconocimiento constitucional de las hondas desigualdades
inmanentes al mercado y al consumo, dada la asimetría real en que se desenvuelve la
persona que acude al mercado en pos de la satisfacción de sus necesidades humanas.
Estas condiciones fueron advertidas por el constituyente, al consagrar en los artículos 42
y 43 CN herramientas destinadas a proteger a los consumidoresy usuarios de las
consecuencias de ese desequilibrio, consagrando entre otros un derecho a una
jurisdicción propia en favor de consumidores y usuarios, con el reconocimiento de
actores procesales atípicos en defensa de sus derechos como son el Defensor del Pueblo y
las organizaciones no gubernamentales de usuarios y consumidores, la disponibilidad de
la vía del amparo y el otorgamiento a esas instancias de efectos expansivos para que sus
decisiones alcancen a todos los integrantes del mismo colectivo” y más adelante enfatizó
que “no puede dejar de señalarse que el cargo de Defensor del Pueblo de la Nación,
institución creada por la Constitución Nacional como órgano específicamente legitimado
en la tutela de los derechos de incidencia colectiva (conf. arts. 86 y 43), se encuentra
vacante, circunstancia que repercute negativamente en el acceso a la justicia de un
número indeterminado de usuarios…” razón por la cual concluyó que “corresponde
exhortar al Congreso de la Nación para que proceda a su designación de acuerdo a lo
establecido en el artículo 86 citado”.

Resulta, pues, paradójico que el Congreso Nacional decida encomendarle nuevas


atribuciones a la Defensoría del Pueblo –con la creación del Defensor Adjunto de la
Competencia y los Consumidores- cuando es el mismísimo Congreso el que no logra
designarlo desde hace ya largos nueve años.

La nueva ley de defensa de la competencia ha sido reglamentada en tiempo record,


apenas cinco días después de su sanción[38]. Ello denota, a priori, una decisión política
de llevar adelante el cumplimiento de las disposiciones de dicha ley. Anhelamos entonces
que el Congreso se disponga, con la misma celeridad, a saldar su deuda institucional y
proceda, por fin, a designar al Defensor del Pueblo y sus adjuntos conforme se lo ordena
la constitución nacional.
(*)Abogado. Titular de la Conducción Ejecutiva de Derechos Ciudadanos de
Consumidores y Usuarios de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires
[1]Basta recordar que el Tribunal Nacional de Defensa de la Competencia, previsto en el
artículo 17 y ss. de dicha ley, nunca se constituyó.
[2] NIETO, Matías L., Un primer abordaje a la ley 27.442 de Defensa de la
Competencia, Thomson Reuters, ADLA 2018-7, 109, cita Online: AR/DOC/1259/2018
[3] PEREZ HAZAÑA, Alejandro, “Nueva ley de defensa de la competencia: pros,
contras y rarezas”, en Justicia Colectiva, Noticias, 17/05/2018,
http://justiciacolectiva.org.ar/nueva-ley-defensa-la-competencia-pros-contras-rarezas/
[consultada el 20 julio de 2018]
[4] FELD, Nicole D. - TAMBUSSI, Carlos E., “Primeras reflexiones acerca de la nueva
Ley de Defensa de la Competencia”, Thomson Reuters, Publicado en: SJA 11/07/2018,
11/07/2018, 1 - Cita Online: AP/DOC/402/2018.
[5] Art. 43 CN“…Podrán interponer esta acción contra cualquier forma de discriminación
y en lo relativo a los derechos que protegen al ambiente, a la competencia, al usuario y al
consumidor, así como a los derechos de incidencia colectiva en general, el afectado, el
defensor del pueblo y las asociaciones que propendan a esos fines, registradas conforme a
la ley, la que determinará los requisitos y formas de su organización”
[6]BIDART CAMPOS, Germán. Manual de la Constitución reformada, T.II, Ediar,
Buenos Aires, 1997, p. 92
[7]BASTERRA, Marcela, “La defensa de la competencia en la Constitución
Argentina”,Derecho PUCP [S.l.], n. 53, p. 837-861, dec. 2000. ISSN 2305-2546,
disponible en:http://revistas.pucp.edu.pe/index.php/derechopucp/article/view/6582- fecha
de acceso: 20 julio 2018.
[8] BIDART CAMPOS G., op. cit…T II, p. 94
[9] BASTERRA, M, “La defensa de la…” op. cit
[10] RUSCONI, Dante, Manual de Derecho del Consumidor, 1ra. ed. Buenos Aires,
Abeledo Perrot, 2009, p. 86
[11] TAMBUSSI, Carlos E., Defensa de la competencia en la Argentina: aspectos
constitucionales y vinculación con el derecho de usuarios y consumidores,Lex, Revista
de la Facultad de Derecho y Ciencia Política de la Universidad Alas Peruanas, N° 14 -
AÑO XII - 2014 - II / ISSN 2313-1861
[12]WAJNTRAUB, Javier “La integración normativa del estatuto del consumidor” en
Revista de Derecho Privado; Año III - N° 8- junio 2014, Ed. Ministerio de Justicia y
Derechos Humanos de la Nación – SAIJ -, p.109/110.
[13] Se entiende que una o más personas gozan de posición dominante cuando para un
determinado tipo de producto o servicio es la única oferente o demandante dentro del
mercado nacional o en una o varias partes del mundo o, cuando sin ser única, no está
expuesta a una competencia sustancial o, cuando por el grado de integración vertical u
horizontal está en condiciones de determinar la viabilidad económica de un competidor
participante en el mercado, en perjuicio de éstos.
[14] En líneas generales se considera que hay concentración económica cuando se
produce la toma de control de una o varias empresas, a través de fusiones empresarias,
transferencia de fondos de comercio, adquisición de la propiedad o cualquier derecho
sobre acciones o participaciones de capital o en general cualquier tipo de acuerdo que
transfiera a una persona o grupo económico los activos de una empresa o le otorgue
influencia determinante en la adopción de sus decisiones o en la estrategia competitiva de
una empresa.
[15] El procedimiento prevé que todos los integrantes de la Autoridad Nacional de la
Competencia (los del Tribunal y sus Secretarías) serán elegidos por concurso publico de
antecedentes y oposición ante un jurado integrado por el Procurador del Tesoro de la
Nación, el Ministro de Producción de la Nación (que tendrá doble voto en caso de
empate), un representante de la Academia Nacional del Derecho y un representante de la
Asociación Argentina de Economía Política. El jurado preseleccionará una terna -para
cada uno de los cargos- y los remitirá al PEN, el que deberá publicarlos y darlos a
conocer (con sus antecedentes curriculares) en el Boletín Oficial y en dos diarios de
circulación nacional, durante tres (3) días y comunicará su decisión al Senado de la
Nación. Durante los quince días posteriores a la publicación, los ciudadanos, las
organizaciones no gubernamentales, los colegios y asociaciones profesionales y de
defensa de consumidores y usuarios, las entidades académicas y de derechos humanos,
podrán presentar por escrito, fundado y documentado, las observaciones que consideren
pertinentes respecto de los preseleccionados. La designación requerirá el acuerdo del
Senado de la Nación. Los mandatos duraran cinco años, la renovación se hará
escalonadamente y podrán ser reelegidos por única vez.
[16] Sin embargo, pese al aumento significativo del monto de las multas, consideramos
como negativo que se haya eliminado por completo el criterio solve et repete -que había
sido incorporadopor la Ley 26.993 -de 2014- al régimen anterior de la ley 25.165- por el
cual se exigía que para interponer el recurso directo contra una resolución administrativa
que imponga sanción de multa, debían depositar el monto de dicha multa a la orden de la
autoridad que la dispuso y presentar el comprobante del depósito conjuntamente con el
escrito recursivo, sin cuyo requisito el recurso se desestimaba, salvo que el cumplimiento
del mismo pudiese ocasionar un perjuicio irreparable al recurrente.
[17] Dicha Comisión tendrá 180 días para elaborar el anteproyecto, que será ser elevado
al PEN para que éste lo envíe al Congreso de la Nación. La Comisión deberá considerar,
como mínimo y de acuerdo con los más altos estándares internacionales, los siguientes
puntos: a) los sujetos que queden abarcados (supermercados, hipermercados, etc.) b) las
categorías de productos; c) límites máximos del espacio en góndola; d) plazos máximos
para pagos a proveedores cuando éstos son micro, pequeñas y medianas empresas
(MiPyMEs); e) limitaciones a la exigencia de adelantos, débitos unilaterales o retenciones
económicas que no sean de mutuo acuerdo a proveedores, así como también a los
mecanismos de condicionamientos desfavorables que se le imponen a los proveedores, en
ambos casos cuando se trate de MiPyMEs; g) limitación de las sanciones por
retaliaciones;
[18]Modificada parcialmente por ley 24.379, B.O 12/10/1994.
[19] Principios relativos al Estatuto de las Instituciones Nacionales (Principios de París),
aprobados por la Asamblea General de Naciones Unidas, mediante su resolución 48/134
de 20 de diciembre de 1993. Allí se dispone, entre otras cuestiones, que la institución
nacional “será competente en el ámbito de la promoción y protección de los derechos
humanos” y que ella “dispondrá del mandato más amplio posible, claramente enunciado
en un texto constitucional o legislativo, que establezca su composición y su ámbito de
competencia”-
[20] CONSTENLA, Carlos R., El defensor del pueblo en América Latina, Revista
Visione Latinoamericane, N° 12. Enero de 2015. Centro Studi per l´America Latina.
[21] DARCY, Norberto C. “Las defensorías del pueblo y el mandato implícito de
proteger los derechos humanos, también, frente a las agresiones de los agentes
privados” enLa protección de los derechos humanos por las defensorías del pueblo,
ESCOBAR ROCA, Guillermo (Ed.),Dykinson S.L., Madrid, 2013, p.1083.
[22] Ley 24.284, artículo 18: “Legitimación. Puede dirigirse al Defensor del Pueblo toda
persona física o jurídica que se considere afectada por los actos, hechos u omisiones
previstos en el artículo 14. No constituye impedimento para ello la nacionalidad,
residencia, internación en centro penitenciario o de reclusión y, en general, cualquier
relación de dependencia con el Estado”
[23] Así, por ejemplo, lo contempla el procedimiento ante la Defensoría del Pueblo de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el artículo 28 de la Ley 3 CABA: “La actuación
ante el Defensor o Defensora del Pueblo no está sujeta a formalidad alguna. Procede de
oficio o por denuncia del damnificado o de terceros. En caso de ser oral, el funcionario
que la reciba debe labrar un acta. Todas las actuaciones ante el Defensor o Defensora del
Pueblo son gratuitas para el interesado y no requieren patrocinio letrado. En todos los
casos debe acusar recibo del hecho, queja o denuncia recibida. El rechazo debe hacerse
por escrito fundado, dirigido al reclamante por medio fehaciente, pudiendo sugerirle
alternativas de acción. En caso de presentarse denuncia o queja anónima, sólo se le debe
dar curso si se verifica la verosimilitud de los hechos denunciados. El quejoso puede
pedir que su reclamo sea confidencial o su identidad reservada. El Defensor o Defensora
debe informar sin demora a la persona que envíe la queja el curso que dio a la misma.
[24]FAIREN GUILLEN, Víctor, El Defensor del Pueblo – Ombudsman, Centro de
Estudios Constitucionales, Madrid, 1986,T° I,p. 46.
[25]BIDART CAMPOS, Germán, Manual de la Constitución reformada, T.III, Ediar,
Buenos Aires, 1997, p. 326
[26]ESCOBAR ROCA, Guillermo “Del derecho débil a la fuerza de los derechos” en El
Ombudsman en el Sistema Internacional de Derechos Humanos, ESCOBAR ROCA
(Coord.),Ed. Dykinson, Madrid, 2008, p.26
[27] ESCOBAR ROCA, Guillermo, “Las Defensoras del Pueblo y la Protección de los
Derechos Humanos”, obra colectiva Las Defensorías del Pueblo: un puente entre la
Ciudadanía y el Estado en América Latina, GUEDAN, M. E IRAIZOZ, M. (eds.),
CICODE - Universidad de Alcalá, Trama editorial, 2006, p. 121 y ss.
[28] DARCY, Norberto, “La defensoría del pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires y la protección de los derechos de consumidores y usuarios”, en la obra colectiva
Práctica y estrategia. Derechos del Consumidor, TAMBUSSI, E (Dir.), CABA, La Ley,
2015, p 828.
[29] Ley 24.284, art. 2º - Titular. Forma de elección. Es titular de ese organismo un
funcionario denominado Defensor del Pueblo quien es elegido por el Congreso de la
Nación de acuerdo con el siguiente procedimiento:
a) Ambas Cámaras del Congreso deben elegir una comisión bicameral permanente,
integrada por siete (7) senadores y siete (7) diputados cuya composición debe mantener la
proporción de la representación del cuerpo;
b) En un plazo no mayor de treinta (30) días a contar desde la promulgación de la
presente ley, la comisión bicameral reunida bajo la Presidencia del presidente del Senado,
debe proponer a las Cámaras de uno a tres candidatos para ocupar el cargo de defensor
del pueblo.
Las decisiones de la comisión bicameral se adoptan por mayoría simple;
c) Dentro de los treinta (30) días siguientes al pronunciamiento de la comisión bicameral,
ambas Cámaras eligen por el voto de dos tercios de sus miembros presentes a uno de los
candidatos propuestos;
d) Si en la primera votación ningún candidato obtiene la mayoría requerida en el inciso
anterior debe repetirse la votación hasta alcanzarse;
e) Si los candidatos propuestos para la primera votación son tres y se diera el supuesto del
inciso d) las nuevas votaciones se deben hacer sobre los dos candidatos más votados en
ella.
[30] Ley 24.284, art. 13. - Adjuntos. A propuesta del Defensor del Pueblo la comisión
bicameral prevista en el artículo 2º, inciso a) debe designar dos adjuntos que auxiliarán a
aquél en su tarea, pudiendo reemplazarlo provisoriamente en los supuestos de cese,
muerte, suspensión o imposibilidad temporal, en el orden que la Comisión determine al
designarlos.
Para ser designado adjunto del Defensor del Pueblo son requisitos, además de los
previstos en el artículo 4º de la presente ley:
a) Ser abogado con ocho años en el ejercicio de la profesión como mínimo o tener una
antigüedad computable, como mínimo, en cargos del Poder Judicial, Poder Legislativo,
de la Administración pública o de la docencia universitaria;
b) Tener acreditada reconocida versación en derecho público.
A los adjuntos les es de aplicación, en lo pertinente, lo dispuesto en los artículos 3º, 5º, 7º,
10, 11 y 12 de la presente ley.
Perciben la remuneración que al efecto establezca el Congreso de la Nación por
resolución conjunta de los Presidentes de ambas cámaras.
[31] Ver DARCY, N. “La defensoría del pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
y la protección…” op. cit.
[32] Ley 27.442, art. 44.- “En cualquier estado del procedimiento, el Tribunal de Defensa
de la Competencia podrá imponer el cumplimiento de condiciones que establezca u
ordenar el cese o la abstención de las conductas previstas en los capítulos I y II, a los
fines de evitar que se produzca un daño, o disminuir su magnitud, su continuación o
agravamiento. Cuando se pudiere causar una grave lesión al régimen de competencia
podrá ordenar las medidas que según las circunstancias fueren más aptas para prevenir
dicha lesión, y en su caso la remoción de sus efectos. Contra esta resolución podrá
interponerse recurso de apelación con efecto devolutivo, en la forma y términos previstos
en los artículos 66 y 67 de la presente ley. En igual sentido podrá disponer de oficio o a
pedido de parte la suspensión, modificación o revocación de las medidas dispuestas en
virtud de circunstancias sobrevinientes o que no pudieron ser conocidas al momento de
su adopción.”
[33] Ley 24.240, art. 52. — “Acciones Judiciales. Sin perjuicio de lo dispuesto en esta
ley, el consumidor y usuario podrán iniciar acciones judiciales cuando sus intereses
resulten afectados o amenazados.
La acción corresponderá al consumidor o usuario por su propio derecho, a las
asociaciones de consumidores o usuarios autorizadas en los términos del artículo 56 de
esta ley, a la autoridad de aplicación nacional o local, al Defensor del Pueblo y al
Ministerio Público Fiscal. Dicho Ministerio, cuando no intervenga en el proceso como
parte, actuará obligatoriamente como fiscal de la ley…
[34] Art. 28… Son funciones y facultades del Tribunal de Defensa de la Competencia:
n) Suscribir convenios con organismos provinciales, municipales o con la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires para la habilitación de oficinas receptoras de denuncias en
dichas jurisdicciones;
[35] Art. 51.- El Tribunal de Defensa de la Competencia podrá dar intervención como
parte coadyuvante en los procedimientos que se substancien ante el mismo, a los
afectados de los hechos investigados, a las asociaciones de consumidores y asociaciones
empresarias reconocidas legalmente, a las autoridades públicas, provincias y a toda otra
persona que pueda tener un interés legítimo en los hechos investigados.
[36] Ver entre otros trabajos: MANIN, Soledad “La defensoría del pueblo de la Nación en
la defensa de los derechos de usuarios y consumidores”, p. 753 y POLITO, María
Soledad, “El defensor del pueblo de la Provincia de Buenos Aires”, p. 792, ambos en
“Práctica y estrategia…op. cit; también se puede consultar DARCY, Norberto “El
abanico de posibilidades de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires en la
defensa cotidiana de los derechos del consumidor” ElDial.com, editorial albremática
Biblioteca Jurídica Online, Suplemento de Derecho del Consumidor, DOCTRINA,
06/03/2009 [elDial.com - DC102E] –
[37] CONSTELA, Carlos “Una sociedad sin defensor”, Diario La Nación, Opinión,
martes 23 de agosto de 2016 https://www.lanacion.com.ar/1930583-una-sociedad-sin-
defensor -acceso consultado el 22/07/2018-.
[38] Decreto 480/2018, reglamentación de la Ley N° 27.442, publicado en el BO del 24-
may-2018
Citar: elDial DC260E
Publicado el: 10/8/2018
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