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La identificación de lengua y nación es útil. El nacionalismo lingüístico requiere del
control de un estado o al menos del reconocimiento oficial de una lengua. Pero la
lengua no es la base de la conciencia nacional sino un artefacto cultural
(construcción y manipulación planificada). Y esto es más marcado en tanto su
importancia simbólica predomine por sobre su uso real.
Pero más allá de todo esto el poder del estado se torna esencial (apoyo de las
autoridades públicas, reconocimiento en la administración y la educación, esto en
cuanto a la lengua escrito o la hablada para fines públicos. La hablada no presentaba
mayores problemas)
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Ni la aristocracia y la gran burguesía ni los trabajadores y campesinos adoptaron
el nacionalismo lingüístico. La gran burguesía no estaba forzosamente
comprometida con una de las dos variantes de nacionalismo de la segunda mitad del
XIX: el chauvinismo imperialista y el nacionalismo de pueblo pequeño, menos con el
entusiasmo lingüístico. Para las clases trabajadoras a lo sumo podía ser un símbolo
para otros tipos de fricción entre grupos.
Ahora bien, las clases cuya suerte sí dependía del uso oficial de la lengua
vernácula escrita eran los estratos intermedios, socialmente modestos pero cultos,
que incluían a la clase media baja que desempeñaba labores no manuales que
requerían instrucción (periodistas, maestros de escuela, funcionarios subalternos).
La situación era parecida allí donde el problema lingüístico era la defensa de
una lengua en declive, que significaba (como ya mencionamos), la defensa de las
costumbres y tradiciones frente al avance de la modernidad.
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Los movimientos de antisemitismo político de los dos últimos decenios del
siglo (subvariedad del nacionalismo que se da sobre todo Alemania, Austria y
Francia) también se componen (al menos en su núcleo) de aquellos estratos
intermedios inseguros de su posición, que reforzaban vínculos y adoptaban un
nacionalismo militante (que parecía sustituir el programa social y político) como
respuesta a “las amenazas” que los acosaban (trabajadores, estados e individuos
extranjeros, capitalistas y financieros).
Así, entre estos estratos intermedios menores, el nacionalismo sufrió una
mutación y dejo de ser un concepto asociado con el liberalismo y la izquierda
para transformarse en un movimiento chauvinista, imperialista y xenófobo de la
derecha radical.
nacionalismo de masas por sobre el socialismo de base clasista. Para él, los distintos
principios de atracción para la política de masas (el de clase, el confesional y el
de nacionalidad) no se excluyen mutuamente. Existían apegos y lealtades
simultáneos, “apoyar a su gobierno en la guerra les parecía a los trabajadores
normales y corrientes totalmente compatible con demostrar conciencia de clase y
hostilidad a los patronos”. Muchas veces los movimientos social-revolucionarios
podían ser la base de lo que luego serían los movimientos nacionales de masas.
Ejemplo para ver las relaciones entre los distintos principios: el imperio
multinacional de los Habsburgo. La situación ante la primera guerra y la revolución
rusa (deseo de paz, revolución social y aspiraciones nacionales).
El nacionalismo sale victorioso en las nacionalidades beligerantes que antes
eran independientes. En los pequeños estados nuevos e independientes: estratos
medios-medios bajos se convierten en elites gobernantes (independencia nacional sin
revolución social). En los principales estados beligerantes derrotados, el camino fue la
revolución social, y el nacionalismo reapareció como elemento de la
contrarrevolución, como matriz del fascismo.