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HOBSBAWM - La transformación del nacionalismo, 1870-1918

El nacionalismo de 1880-1914 difería en varios aspectos del nacionalismo


de la era liberal.
- Se abandona el “principio del umbral”. Ahora cualquier conjunto de
personas que se considerara como nación podía reivindicar el derecho de
autodeterminación. Gran cantidad de movimientos nacionales no estatales.
- La consecuente multiplicación de naciones “no históricas”, hizo que la
lengua y la etnicidad se convirtiesen en principios centrales.
- Paralelamente, los sentimientos nacionales en los estados-nación
consolidados viran hacia la derecha política. (para esto se inventó el termino
“nacionalismo” a fines del XIX).

Los dos movimientos nacionales no estatales más importantes de la primera


mitad del XIX eran los alemanes e italianos. La lengua tenia una carga de identidad
nacional bastante pesada. Esto estaba fuertemente vinculado con la “pasión
romántica” presente en gran parte de Europa.
Sin embargo, todos estos movimientos surgido entre 1780-1840 no constituían
movimientos políticos propiamente dichos (ver fases ABC de Hroch), no tenían
aspiraciones claras ni programa político definido.

La creciente importancia de la “cuestión nacional” en el período 1870-1914


se refleja en que ya no era solo un problema en los imperios multinacionales de
Austria-Hungría y Turquía, sino en todos los estados europeos. El nacionalismo
interior podía darse bajo la forma de movimientos derechistas (Francia, Italia,
Alemania) o simplemente bajo la forma de xenofobia política.
En fin, durante este período los movimientos nacionalistas se multiplican
(armenios, pueblos bálticos, judíos, vascos, catalanes, croatas……..), la mayoría de
ellos recalcando el elemento lingüístico y/o étnico. En la segunda mitad del siglo esto
se vio reforzado por:
- Las crecientes migraciones geográficas de pueblos.
- La transformación del concepto de raza (complejización de las distinciones
de razas, complementación del evolucionismo darwiniano con lo que luego
será la genética, “argumentos científicos” al racismo)

Los vínculos de racismo y nacionalismo.


Lengua y “raza” se confundían con facilidad, lo mismo para el caso de “raza” y
“nación”. El nacionalismo lingüístico y étnico se reforzaban mutuamente.
Los cambios económicos políticos y sociales y el contexto internacional
propiciaban un avance del nacionalismo.
- Resistencia de los grupos tradicionales amenazados por la modernidad.
- Las clases y estratos nuevos y no tradicionales, producto del avance de la
urbanización en los países desarrollados.
- Migraciones de pueblos.

Los cambios políticos que contribuyeron a la recepción real y masiva de los


llamamientos nacionales fueron la democratización de la política y la creación
del moderno estado administrativo. Auge de la política de masas y apoyo popular al
nacionalismo (interrogantes: significado de las consignas nacionales para diferentes
grupos sociales, combinación o incompatibilidad con otras consignas….)
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La identificación de lengua y nación es útil. El nacionalismo lingüístico requiere del
control de un estado o al menos del reconocimiento oficial de una lengua. Pero la
lengua no es la base de la conciencia nacional sino un artefacto cultural
(construcción y manipulación planificada). Y esto es más marcado en tanto su
importancia simbólica predomine por sobre su uso real.
Pero más allá de todo esto el poder del estado se torna esencial (apoyo de las
autoridades públicas, reconocimiento en la administración y la educación, esto en
cuanto a la lengua escrito o la hablada para fines públicos. La hablada no presentaba
mayores problemas)
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Ni la aristocracia y la gran burguesía ni los trabajadores y campesinos adoptaron
el nacionalismo lingüístico. La gran burguesía no estaba forzosamente
comprometida con una de las dos variantes de nacionalismo de la segunda mitad del
XIX: el chauvinismo imperialista y el nacionalismo de pueblo pequeño, menos con el
entusiasmo lingüístico. Para las clases trabajadoras a lo sumo podía ser un símbolo
para otros tipos de fricción entre grupos.
Ahora bien, las clases cuya suerte sí dependía del uso oficial de la lengua
vernácula escrita eran los estratos intermedios, socialmente modestos pero cultos,
que incluían a la clase media baja que desempeñaba labores no manuales que
requerían instrucción (periodistas, maestros de escuela, funcionarios subalternos).
La situación era parecida allí donde el problema lingüístico era la defensa de
una lengua en declive, que significaba (como ya mencionamos), la defensa de las
costumbres y tradiciones frente al avance de la modernidad.
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Los movimientos de antisemitismo político de los dos últimos decenios del
siglo (subvariedad del nacionalismo que se da sobre todo Alemania, Austria y
Francia) también se componen (al menos en su núcleo) de aquellos estratos
intermedios inseguros de su posición, que reforzaban vínculos y adoptaban un
nacionalismo militante (que parecía sustituir el programa social y político) como
respuesta a “las amenazas” que los acosaban (trabajadores, estados e individuos
extranjeros, capitalistas y financieros).
Así, entre estos estratos intermedios menores, el nacionalismo sufrió una
mutación y dejo de ser un concepto asociado con el liberalismo y la izquierda
para transformarse en un movimiento chauvinista, imperialista y xenófobo de la
derecha radical.

Estos sentimientos eran autóctonos y poco manipulables desde arriba. Pero si


bien los gobiernos no podían controlar el nuevo nacionalismo ni este a los gobiernos,
la identificación con el estado era esencial para la pequeña burguesía
nacionalista y las clases medias menores. Si todavía no tenían estado, la
independencia nacional les daría la posición que creían merecer. Si ya se encontraban
en un estado nación consolidado, el nacionalismo les daba la identidad social que los
proletarios recibían de su movimiento de clase.
Todas las formas de este nacionalismo que se consolidó en los 50 años previos a
1914 tenían algo en común: el rechazo a los movimientos socialistas proletarios, no
solo por proletarios sino también por su carácter internacionalista o al menos no
nacionalista.
Acá Hobsbawn discute el punto de vista aceptado de la mutua exclusión de
nacionalismo y socialismo y del triunfo (de cara a la primera guerra mundial) del
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nacionalismo de masas por sobre el socialismo de base clasista. Para él, los distintos
principios de atracción para la política de masas (el de clase, el confesional y el
de nacionalidad) no se excluyen mutuamente. Existían apegos y lealtades
simultáneos, “apoyar a su gobierno en la guerra les parecía a los trabajadores
normales y corrientes totalmente compatible con demostrar conciencia de clase y
hostilidad a los patronos”. Muchas veces los movimientos social-revolucionarios
podían ser la base de lo que luego serían los movimientos nacionales de masas.
Ejemplo para ver las relaciones entre los distintos principios: el imperio
multinacional de los Habsburgo. La situación ante la primera guerra y la revolución
rusa (deseo de paz, revolución social y aspiraciones nacionales).
El nacionalismo sale victorioso en las nacionalidades beligerantes que antes
eran independientes. En los pequeños estados nuevos e independientes: estratos
medios-medios bajos se convierten en elites gobernantes (independencia nacional sin
revolución social). En los principales estados beligerantes derrotados, el camino fue la
revolución social, y el nacionalismo reapareció como elemento de la
contrarrevolución, como matriz del fascismo.

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