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Liberalismo y constitucionalismo español.

El constitucionalismo es relevante en la medida en la que constituye el emblema


de una revolución política, donde España sale de su minoría de edad. En Cádiz, las
abdicaciones borbónicas y el rechazo al monarca impuesto por Napoleón hicieron que todo
el mundo estuviese de acuerdo con la necesidad de un orden político nuevo.

El punto de partida de este nuevo orden político lo marca el hecho de que todos los
diputados busquen poner límites a la monarquía que no resuelve los problemas de la patria
y su consecuencia final será una idea de nación y soberanías en el sentido moderno, una
monarquía constitucionalista o parlamentaria y la entrada de España en la modernidad.

De la Ilustración a la Constitución

La dinastía borbónica propició la entrada de ideas ilustradas en España (durante el


s. XVIII) y sus seguidores crearon la Sociedad de Amigos del País poniendo a los
protoilustrados en contacto, las lógicas masónicas creando tejido político y social y un
afrancesamiento de la vida y persistencia de ideas inglesas como las de Locke.

Los ilustrados españoles fueron más moderados que el resto de los ilustrados
europeos, siendo antes reformistas que revolucionarios. Este hecho se explica por los siglos
de Contrarreforma en España y la omnipresencia de la Iglesia Católica en la vida española.
Eso sí, introducen la necesidad de la educación, la creencia en el progreso, la admiración por
la ciencia y la funcionalidad de la economía política en España.

Nuestros ilustrados presentan una serie de características propias:

- Escasa secularización de la vida española unido a un fuerte sentimiento religioso y


apoyo a la monarquía.
- La invasión napoleónica arrinconó a muchos ilustrados acusados de afrancesados.

España posee un período de Ilustración propia pero tardía, con características


singulares (Carmen Iglesias):

- Negación del carácter extranjerizante del s. XVIII español.


- Apertura a Europa sin perder la tradición hispana.
- Conflicto (con retardo) entre tradición e innovación.
- Los novatores (innovadores): rompen con el pesimismo barroco e introducen el
pensamiento moderno a través del racionalismo, el criticismo el experimentalismo y
una orientación analítica.

Así mismo, se produce una lucha entre las fuerzas innovadoras y la reacción tan
característica de la Europa del s. XVII, siendo la labor de una minoría reformista determinante

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para la creación y conformación del liberalismo del s. XIX, donde destaca Baltasar
Melchor Jovellanos, símbolo del realista ilustrado español.

Reforma sí, revolución no.

B. M. Jovellanos (m. 1811) se lamenta del freno que supone a la cultura y a las
artes el sistema de represión organizado por la Monarquía absoluta y la Iglesia, donde el
pensamiento ilustrado es visto como un peligro.

La Iglesia será la encargada de elaborar el pensamiento contrarrevolucionario que se


oponga a los intentos de secularización que amenazan con sus poderes y pertenencias. Busca
cortar de raíz temas inoportunos para con sus intereses, reforzado por condenas a personajes
muy conocidos de entre los que destaca Pablo de Olavide (m. 1803). Sus máximas serán:

- La exaltación del monarca como piedra angular de la religión.


- Espíritu de cruzada.
- Ataque al “espíritu de libertinaje” venido del extranjero.
- Defensa del orden social existente.

Sin embargo, el pensamiento contrarrevolucionario permanente no impide que las


tendencias racionalistas penetren en España.

Frente a Romero Alpuente, Argüelles, Muñoz Torrero o Blanco White que


promulgaban una reforma constitucional radical que pusiera fin al Antiguo Régimen
encontramos a Jovellanos, partidario de la postura realista y la soberanía compartida.

Jovellanos se caracterizará porque es modernizador en lo social y lo económico


(reformas en educación, agraria, fin de los mayorazgos etc.) pero en el sistema jurídico -
político defenderá cierto tradicionalismo al ser afín a la soberanía real (monarquía tradicional
vs. contractualismo social).

Jovellanos defendió la postura de la tradición encarnada por la “constitución interna e


histórica” de España, siendo un pensamiento conformado por numerosas influencias:

- La balanza política de J. Locke y Adam Smith.


- La separación de poderes como freno al control de la nobleza y la Iglesia.
- Primado de la ciencia baconiana.
- Sensismo de Condillac.
- Oposición al materialismo y al deísmo.
- Regalismo y jansesismo.

Así, los constituyentes de Cádiz constituyen un puente entre el Siglo de las Luces y la
Europa liberal posnapoleónica.

Liberalismo doceañista como nueva cultura política

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El liberalismo español se caracteriza por distintos modos de plasmarse
políticamente y por sus diversos adjetivos para fijar su doctrina. Podemos hablar de un
liberalismo doceañista (genuinamente español), un liberalismo moderado (doctrinario),
progresista, exaltado, armónico, radical y democrático.

A pesar de lo constreñido de este liberalismo por el peso social que tiene la Iglesia
Católica, es a partir de 1808, con el levantamiento contra la ocupación francesa cuando se
da inicio a una revolución política de espíritu reformista cuya bandera son la nación
como monarquía constitucional, los derechos individuales y la división de poderes.

Esto será el núcleo de la constitución gaditana: moderna, escrita, extensa y


rígida, que pone límites al poder del monarca y del absolutismo. Se identifica, por vez
primera, la soberanía con la nación.

El liberalismo doceañista conformará una nueva idea de “liberal” como término.


Liberal no hace referencia al ideario de una burguesía por entonces inexistente, sino al
filántropo, desprendido, generoso, humanitario, altruista y magnánimo, es decir, a aquellos
que quieren abolir privilegios tradicionales y generar innovaciones de carácter reformador.

El liberalismo es una nueva cultura política que busca aunar distintas influencias
doctrinales y filosóficas en aras de una ley fundamental. Esto se manifiesta en la voluntad de
avanzar en la historia en paralelo a EE. UU, Francia o Inglaterra, la división de poderes,
igualdad ante la ley, unidad de las jurisdicciones y el asentamiento de un nuevo modo de
vida y espacio público determinante para el s. XIX.

Corrientes filosóficas y doctrinales en la Constitución.

La presencia de las distintas corrientes de pensamiento en la constitución gaditana la


podemos rastrear en el texto fundamental, principalmente gracias a la labor de A. Argüelles,
en Discurso preliminar a la Constitución de 1812. Este autor distingue entre tres grupos:
realista, liberal-metropolitano y el americano.

- Realismo: Jovellanos (vs. absolutismo).


- Americanos: no es un grupo compacto, posiciones diversas en función de su
procedencia o ideología.
- Liberales-metropolitanos: Conocedores de las ideas inglesas y francesas. Serán el
grupo hegemónico redactor de la Constitución.

Cada grupo posee sus propias influencias propias:

1. Neoescolástica jesuita de los siglos XVI y XVII.

Tanto realistas como liberales se han formado en la escolástica tomista. Se oponían al


Estado de naturaleza rousseauniano desde la teoría del pacto social de Tomás de Aquino.

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Recurren a Francisco Suárez a la hora de destacar la voluntad humana en la constitución
de una sociedad dirigida al bien común para lograr la felicitas política vera.

¿Quién es el titular del poder político? Los realistas mantendrán que es el pueblo quien
delega la soberanía en un monarca, a la vez que obliga al rey a gobernar conforme al
bien común.

Las escolásticas tomista y jesuística serán criticadas y abandonadas por los sectores
más reaccionarios del realismo.

2. Iusnaturalismo racionalista.

A lo largo de la Ilustración, las Sociedades Económicas del País reciben las ideas
europeas, principalmente francesas. Conceptos como pacto social, estado de naturaleza,
nación, soberanía, separación de poderes y otras expresiones tienen presencia importante
en los sectores ilustrados.

Liberales como el Conde de Toreno, Juan Nicasio Gallego o Muñoz Torreo citan a
Rousseau y el binomio estado de naturaleza – pacto social para desmontar el poder
absoluto y la monarquía fernandina.

3. El historicismo de Martínez Marina

A la hora de gestarse la Constitución de 1812, están presentes la historia de nuestras


instituciones jurídicas, leyes y costumbres. Quien va a realizar una propuesta política
fundamentada en esa historia es Francisco Martínez Marina.

Expone que los problemas de España tienen que ver con el abandono de las
instituciones por parte del absolutismo monárquico, reclamando volver al esplendor del
s. XVI. Se rescatan movimientos como el de los Comuneros de Castilla y se critica a Carlos
V como cercenador de derechos y libertades.

4. Montesquieu, Rousseau y la Constitución de 1791.

Montesquieu (El espíritu de las leyes) es quizás el autor más utilizado en los debates,
eclipsando a Locke. Rousseau es conocido en España, pero en los ámbitos literarios y
educativos más que políticos. Es seguido por algunos afrancesados, pero sus ataques a
la religión católica, el arraigo de la tradición monárquica y el poder omnímodo de ésta
hace que su obra no tenga muchos seguidores en España.

La mayor influencia francófona, además de lo manifestado de Montesquieu, se produjo


de fuentes normativas y textos revolucionarios que se divulgaban en la ciudad gaditana.
La Declaración de Derechos del hombre y del ciudadano impactó, pero mucho más
la Constitución francesa de 1791, donde el pensamiento doceañista vio plasmado su
sistema político y su modo de organizar la Nación. Ese fue el modelo para la Constitución
de Cádiz, un texto moderado donde el Monarca seguía con muchas de sus ventajas.

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5. La Constitución inglesa: Locke y Bentham.

La lectura de Locke por parte de Jovellanos, Foronda y León de Arroyal rompe la falsa
tendencia de que toda la recepción de la Ilustración era únicamente francesa. Sus
reflexiones políticas serán recogidas de Ensayos sobre el gobierno civil:

1. En el primer ensayo critica el derecho hereditario y divino de los reyes. Los hombres
son libres e iguales por naturaleza.

2. En el Segundo Ensayo sostiene que el origen del poder o de la autoridad no está en


Dios, herencia o en un pacto de sumisión resultado de poner paz en la “guerra de todos
contra todos” hobbesiana.

Estas ideas no eran bien recibidas por los realistas, salvo por Jovellanos y algunos de
sus seguidores y diputados como Alonso Cañedo.

Libertad, propiedad y seguridad como derechos a proteger y con una separación de


poderes donde el primero es el poder legislativo. Estas ideas lockeanas triunfaron frente
al contrato social rousseauniano al generar menos alertas y miedo en la España de finales
del s. XVIII.

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