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Introducción a los

CARISMAS
Benigno JuanesfS.J.
Nihil Obstat:
Benito Blanco, S. J. Provincial
Santo Domingo, Octubre, 1992

Imprimatur:
Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez
Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo

Tercera edición corregida

Diseño de portada
Glenda de Rosario

Diagramación
Moliy Pichardo

Impresión:
Amigo del Hogar

Renovación Carismática Católica


Reservados lodos los derechos de impresión
INDICE

PRESENTACION
PROLOGO

I. CONCEPTOS SOBRE LOS CARISMAS


1. Comentarios a las instrucciones sobre los carismas
2. Sobre  la  palabra  “carisma”  su  trayectoria
3. Falsos conceptos sobre los carismas: Respecto de los carismas mismos

II. PERSUASIONES SOBRE LOS CARISMAS


1. Presupuestos a la exposición de los carismas y a su buen uso
2. Persuaciones respecto de los carismas
3. Persuaciones básicas
4. ¿Causan problemas los carismas?

III. ACTITUDES ANTE LOS CARISMAS


1. Actitudes
2. El  peligrode    “reduccionismo”
3. Una aclaración importante

IV. QUE  ES  EL  “CARISMA”


1. El doble elemento que constituye el carisma
2. Los elementos permanentes y ocasionales del carisma
A.- Elementos peermamentes en los carismas
B.- Elementos ocasionales en los carismas
C.- El contexto religioso
3. Puntos para recordar
4. Los carismas requieren la disponibilidad de la persona para ser incorporada por Dios a una obra de El en
bien de la comunidad.
5. A modo de resumen
6. La importancia de los carismas en la renovación de la Iglesia
A. La Iglesia es carismática desde la base
B. Consecuencias

V. BREVE  DESCRIPCION  DEL  “CARISMA”  A  PARTIR  DE  LA  DOCTRINA  DE  SAN  PABLO
1. Diversos  sentidos  de  la  palabra  “carisma”
2. Características  del  “carisma”
A. Los carismas son para el crecimiento en la caridad de la comunidad cristiana
B. I Cor 12, 1-+7: El verdadero carisma manifiesta una intervención del Espíritu
C. Ef. 4,16 Gal 5,22 El reconocimiento de los carismas

VI. DEFINICION DE LOS CARISMAS SEGÙN I COR 12,4-11

1. Tres palabras de contenido diverso y complementario


2. Los carismas en San Pablo 1 Cor 12,7

VII. LOS CARISMAS A LA LUZ DE LA PRÁCTICA Y DE LA ENSEÑANZA DE JESUCRISTO Y DE LOS APOSTOLES

1. Los carismas a la luz de la practica y de la enseñanza de Jesucristo


A. Jesús, discreto y pródigo favorecedor de carismas
B. Jesús el supremo manifestador de carismas
2. Los carismas a la luz de la práctica y de la enseñanza de los apóstoles

VIII. EL CONCILIO VATICANO II Y LOS CARISMAS


1. Itinerario moderno de la historia de los carismas
A. El Vaticano I
B. Pio XII
C. El Vaticano II

2. Parte doctrinal: Los carismas a la luz del Vaticano II


A. El Vaticano II y el Espíritu Santo
B. Los carismas y el Vaticano II

IX. FINALIDAD DE LOS CARISMAS


1. Descripción más detallada
2. Descripción  esquematizada:  finalidad  de  los  carias  “genéricamente”  expresada
A. Tras la solución de una dificultad
B. Sentido  general  de  la  expresión  “  para  provecho  común”
C. Sentido  concreto  de  la  expresión  “para  el  provecho  común”
D. Resumen

X. DIVESIDAD DE CARISMAS
1. Formulación
A. Clasificación de los carismas
B. Carismas en sentido no estrictamente eclesial
C. Carismas  “ministeriales”
D. Carismas  “institucionalizados”
E. Carismas  “libres”
2. ¿Carismas  “ordinarios”  y  “extraordinarios”?
A. Criterios
B. Un juicio de valor
C. Un juicio cualificado
3. Unidad y diversidad de los carismas
4. División de los carismas (1 Cor 12,7-11)

XI. EL BUEN USO DE LOS CARISMAS DENTRO Y FUERA DE LA REUNION DE ORACION


LA ACTUACION DEL SERVIDOR
Aclaraciones previas
1. El pensamiento del Vaticano II
2. Cómo se suscitan los carismas
3. Actitudes
4. Cómo se crece, se fortalece y se purifica uno en el uso de los carismas

XII. COMO SE SUSCITAN LOS CARISMAS Y SE CRECE EN ELLOS


1. El pensamiento del Vaticano II
2. Cómo se suscitan los carismas
3. Actitudes
4. Cómo se crece, se fortalece y se purifica uno en el uso de los carismas

XIII. COMO SE PIERDEN LOS DONES


Algunas razones de peso por las cuales podemos perder los dones

XIV. CRITERIOS PARA DISCERNIR LOS CARISMAS


Criterios

XVI. EL FRUTO DE LOS CARISMAS


1. Hacia dónde deben conducir los carismas o frutos de los mismos
2. Los carismas tienen una dimensión crítico-social dentro de la sociedad

XVII. LOS CARISMAS Y LA SANTIDAD PERSONAL


1. Los carismas y su influjo en la santidad
2. Entre la gracia santificante y los carismas no hay heterogeneidad, sino continuidad y armonía
3. El desempeño de la misión en el Cuerpo de Cristo
4. Diversificación y unión íntima entre carismas y frutos del Espíritu
5. Sintesis

Apéndice
LOS CARISMAS EN LA IGLESIA
1. Los carismas a través de la historia
2. La permanencia de los carismas
3. El despertar de los carismas
4. Nuestra época y el despertar de los carismas
PRESENTACIÓN

R.P. Benigno Juanes


Manresa-Loyola

Santo Domingo.
26 de mayo de 1992

Mi querido P. Juanes:

Le escribo en nombre de Su Eminencia el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodriguez que se encuentra fuera del país.

Tiene Usted todos los permisos para publicar el libro "Introducción a los Carismas". No se olvide de poner en la publicación

en lugar destacado "con la debida licencia eclesiástica".

En su carta de nihil obstat el Censor escribe al Señor Cardenal. Es libro muy esclarecedory orientador, llamado a hacer

mucho bien, sobre todo dentro del Movimiento de Renovación Carismática Católica. Está escrito muy pedagógicamente. Esto

favorecerá su asimiladori y su retención. "Y es fruto no sólo de la cabera sino también del corazón del P. Juanes". También le

expresa que "a lo largo de todo el libro distingue perfectamente lo que es claro y está presente en la Revelación" (por lo tanto

"de FIDE divina") de lo que no es tan claro y es todavía "teoría" o "hipótesis" bien fundamentada.

Personalmente, P. Juanes, reciba mi fehcitaáón. Creo que con la trilogía que ha publicado ha rendido un trascendental

servicio no sólo a la Renovación sino también a todos los fieles. Ojalá que esa trilogía se venda profusamente.

Con mi felicitación reciba mi gratitud y mi afecto muy hondo.

Fco. José Arnaiz, S. J.


PROLOGO

Emprendemos, no sin cierto temor, esta obra: "Introducción a los Carismas". Aunque ya han aparecido libros excelentes y numerosos

artículos sobre el tema, juzgamos que aún hay mucho que investigar y escribir sobre él. Las experiencias de los carismas se han

multiplicado, discerniendo.

Sin embargo, es preciso no dejar de tocar un tema tan fundamental como son los Carismas en la Iglesia, a través de lo que hemos

conocido y vivido en la Renovación Carismática Católica que ni es el lugar único donde florecen, ni quizás el más privilegiado. Desde luego,

los carismas se dan a la Iglesia y el "dónde" adecuado y querido por Dios para ejercerlos; pero la Renovación carismática representa un

lugar en el que el Espíritu se complace en prodigarlos. En ella se piden, se usan, se purifican, se disciernen, pese a todos los errores y

desaciertos que se puedan haber cometido. Si es cierto que la Iglesia es esencialmente carismática, pedirlos y usarlos debidamente,

conforme a las repetidas indicaciones del Vaticano II, no deja de enriquecer a la misma Iglesia para cuya edificación en la caridad los

suscita el Espíritu.

El primer tomo sobre los carismas tiene por finalidad introducir en su conocimiento, orientar sobre las actitudes correctas, dar a

conocer la mente de la Iglesia sobre ellos, etc. Sin este primer tomo sería difícil emprender y atreverse a tratar lo siguiente.

A él, esperamos en el Señor, que puedan seguirle cuatro más en los que se van tratando separadamente algunos de ellos. Hemos

intentado guiarnos en el tema por la sabia y competente orientación de autores de garantía y por otras personas que han tenido y tienen

una sana y discernida experiencia de ellos. Dejamos por decir muchas cosas. No es posible, ni seríamos capaces de decirlas. Pero nos

parece haber tocado puntos fundamentales.

Rogamos encarecidamente al Señor quiera bendecir abundantemente esta obra y enriquecer a su Iglesia con toda clase de carismas,

para que, usados conforme a la voluntad del Espíritu que los da, florezca cada vez más en santidad individual y colectiva y en frutos del

Espíritu que lleguen a toda la humanidad.

Una vez más, sin enumerar los nombres, agradecemos el trabajo callado, duro y desconocido de tantas personas que colaboran en ésta

y otras obras de la colección "Torrentes".


I. CONCEPTOS SOBRE LOS CARISMAS

1. Comentarios a las instrucciones sobre los carismas


a) Entramos en un campo especialmente interesante y delicado. En él, nos hallamos dentro de una realidad fundamental de la Iglesia
que no ha sido tan estudiada como otras, hasta estos últimos años. Sin indagar el por qué, aceptamos el hecho; pero con discreción,
intentamos abordar las siguientes instrucciones sobre tema tan atrayente y, a la vez, todavía tan controvertido.
b) Sin embargo, otro aspecto consolador de la realidad es que, dentro y fuera de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, ha
habido un intenso trabajo, a todos los niveles, en estos últimos quince años. Sin ser exclusiva, sí ha tenido gran influjo la llamada
Renovación Carismática, uno de cuyos aspectos fundamentales es la revitalización de los carismas. Ya antes, en el mismo Concilio
Vaticano II, se echaron los fundamentos en el puesto y trato que se les dio a los Crismas, relativamente extensos. (A ellos nos
referiremos más adelante).
Los libros, folletos, artículos de revistas aparecidos a raíz del nacimiento de la Renovación Carismática en la Iglesia Católica son
muchos, en todos los niveles: científico, de divulgación para una cultura media, a nivel popular. Algunos carismas han acaparado
especialmente las plumas de los escritores: don de lenguas, profecía, carisma de sanación en los diversos campos que abarca...
No nos hallamos, ni mucho menos, desprovistos de material ni de la experiencia acumulada en muchos de esos escritos por
personas pródigamente asadas por el Señor como sus instrumentos.
Constantemente están apareciendo libros, cassettes, artículos de revistas que van enriqueciendo la doctrina y experiencia
precedente.
c) Si en algún tema, en éste precisamente es donde se necesita estar bien conectados y orientados por las enseñanzas del Magisterio
de la Iglesia; desde el Vicario de Cristo, las Conferencias episcopales, los Obispos particulares, los Padres de la Iglesia, los grandes
teólogos antiguos y modernos. No es de desdeñar, :d contrario, la luz que aportan las personas usadas por el Señor de modos
diversos, cuyos dones se han comprobado en cuanto a su autenticidad y buen uso.
d) Deseamos orientar a las personas dentro de un equilibrio humano y divino que no derive a extremo alguno: ni a una apertura
exagerada, indiscreta, sin garantía por osadía o valoración excesiva; ni por el contrario, a un repliegue inaceptable por miedo
infundado, por una valoración "disminuida", por falta de la necesaria instrucción. No será fácil, pero el Señor, dador de los carismas
por su Espíritu, nos ayudará.
e) Siendo la dimensión carismática esencial en la Iglesia, y siendo manifiestos los frutos de todos órdenes que aporta, es preciso que
se tome el tema con todo interés. Los servidores están llamados a orientar a sus grupos en este campo tan delicado y a ayudar a
comprobar la autenticidad y buen uso, encauzándolos hacia el fin para el que el Espíritu Santo los dé.

2. Sobre la palabra "carisma": su trayectoria


Su origen se remonta a San Pablo. El Apóstol se vio sorprendido. Se encontró ante ciertas manifestaciones del Espíritu que no
contaban en el vocabulario griego, ni siquiera en el más modesto de la Koiné (la lengua común, la del pueblo), con un término que las
designara. Entonces Pablo, con la creatividad propia de los genios, puso en circulación una palabra que halló buena acogida, quizás
demasiado buena, entre sus cristianos de Corinto.
El mismo Pablo la usa con parsimonia y solamente aparece en las dos cartas a los de Corinto, una vez en la de los Romanos.
Asimismo, se menciona en la primera carta de San Pedro.
Después, la misma literatura cristiana primitiva no la tuvo en cuenta y en la época de la teología llamada escolástica (de la Edad Media)
quedó sustituida por la expresión de "gratia gratisdata" (gracia gratuita). Esta realidad del desuso se acentúa cuando en los tratados de
Eclesiología se pone fuertemente el acento en defender la dimensión institucional y jerárquica de la Iglesia, atacada por la reforma
protestante.
Esto no implica que el elemento carismático fuera olvidado, sino que no se le dio toda la importancia que merecía.
El término "carisma" vuelve a reaparecer con fuerza, pasada la crisis del Modernismo, sobre todo a partir de Pío XII en su encíclica
Mvstici Corporis (1943). También los carismas, afirma, forman parte de la estructura de la Iglesia.
El Concilio Vaticano II fue quien consagró su uso, haciéndolo propio e insertándolo en varios documentos, sobre todo en el más
importante, Lumen Gentium (n.12).
La Renovación Carismática parece que ha sido la encargada de convertir el término "carisma" en uno de los más empleados en el
vocabulario religioso actual. "Surgió precisamente con el propósito de ver aflorar de nuevo en la Iglesia esos dones de que nos hablan los
Hechos de los Apóstoles y las cartas de Pablo. Por lo demás, antes del Concilio, el Papa Juan XXIII había pedido a Dios que derramara
sobre la Iglesia un 'nuevo Pentecostés', y Pablo VI no dudó en hacer de la palabra 'carisma' un uso realmente amplio, si bien poniendo en
guardia frente a sus abusos. Podríamos decir que hoy 'carisma' se está convirtiendo en una palabra clave de la renovación deseada por el
Concilio. Nacida en un contexto eclesilógico y acuñada para designar las diversas funciones existentes en el cuerpo místico de Cristo, no
podía menos que recuperar toda la carga de los orígenes".1

1. D Grasso, "Los Carismas en la Iglesia", Edic. Cristiandad, Madrid 1984, 11-12; cfr. 11-13.

3. Falsos conceptos sobre los carismas: Respecto de los carismas mismos


a) Llamar carisma a todo don o cualidad, aun humana, en la que una persona sobresalga.
Ya se entiende, por el contexto, el sentido que se les quiere dar pero la inexactitud de la expresión puede inducir a error a personas
sencillas que tomen el pie de la letra lo que se dice trasladándolo al campo espiritual y al ámbito de los carismas propiamente tales.
b) Llamar carismas solamente a los que, por su naturaleza presentan una faz aparentemente más extraordinaria, en cierto modo las
sensaciones en la multiplicidad de aspectos que abarcan y la profecía.
Estos, ciertamente, siempre existieron en la iglesia; también ellos se están prodigando mucho más ahora, sobre todo (pero no
únicamente) en la Renovación Carismática.
Hemos  de  tener  muy  presente  que  “el  valor  del  carisma  no  debe  medirse  por  su  carácter  extraordinario  y  sensacional, sino por el
grado de servicio que preste a la comunidad bajo e inmóvil de la caridad. La regla de oro para medir los carismas es el servicio que
se presta con ellos y el grado de amor que se tiene al ejercerlos. Si falta el servicio por amor y con amor, no se puede hablar de
carisma auténtico, al menos en su ejercicio2
c) Pensar que los carismas son dones estables y que, por lo tanto, una vez agraciada la persona con alguno de ellos, no lo puede ya
perder ni dejar de ser usada por el Señor3 (Tocaremos este punto oportunamente)
d) Limitar los carismas a la conocida lista de San Pablo en 1 Cor 12,7-11.

2. Mons.  A.  Uribe  Jaramillo,  “Carismas”.,    Edit.  Argimiro  Salazar,  Medellin,  177  7;;Cfr.  A.M.  de  Moleon  “La  experiencia  de  los  Carismas”,  
Edit. Roma, Barcelona 1979, 14.
3. T.  Forrest,  “Cómo  se  pierden  los  carismas”,  International  Newsletter,  n.4,  julio  agosto  1980  

La lista de carismas, en el mismo San Pablo, es mucho más amplia; son bastantes las citas (que enumeraremos). También se
encuentran en otros escritores sagrados del Nuevo Testamento. Y aún éstos, representan un muestrario. Los carismas, en
expresión de los teólogos, son tantos cuantas son las necesidades de la Iglesia en la cual y para la cual se dan. San Pablo está
acorde con la afirmación precedente cuando dice en 1 Cor 1,5-7; "porque habéis sido enriquecidos en todo, y así no escaseáis en
ningún carisma"4'5 (se refiere a la comunidad, no al sujeto particular como si cada uno poseyera todos los dones).
e) Pensar que los carismas no tienen que ver nada o muy poco con la Iglesia. Y caer en el error de que pueden ser discernidos al
margen de ella y usados libremente, sin la guía, las normas y la orientación de la Iglesia, a través de sus representantes legítimos
(LG. 12; AA. 3).
f) Pensar que una ve% recibidos y discernidos los carismas; actúan por sí mismos, al margen de toda cooperación de la persona.
No es excesivo insistir en la necesidad de los dones espirituales para la Iglesia y el mundo de hoy. Lo hicieron Juan XXIII, Pablo VI,
Juan Pablo II y, sobre todo, el Concilio Vaticano II, apoyándose en la revelación misma.
Son una fuerza que viene de arriba (Le 24,49); son señales que confirman el mensaje del Evangelio (Me 16,20); son la fuerza que
viene de Dios v nos capacita para ser testigos de Cristo, muerto y resucitado, hasta los confines de la tierra (Hech 1,8). Si n e ce
sitam o s imperiosamente los dones, no menos necesitamos sabiduría para poder usarlos con todo el poder que encierran y no
desvirtuados o apropiárnoslos. Los carismas son los mensajeros, no el mensaje; signos que señalan a Jesús y no a sí mismos, ni,
mucho menos, a ios "carismáticos" que los reivindican. No son, en modo alguno, fines en sí. Se orientan y están al servicio de un
objetivo superior. San Pedro lo indica claramente (1 Cor 12, 7ss.). Se requiere, por lo tanto, una sabiduría para apreciarlos, ni más
ni menos que el Espíritu, su Dador, y la Iglesia lo hacen. Se necesita ese justo equilibrio en el uso "discreto": la cooperación
discernida y equilibrada de la persona. Y, sobre todo, su colaboración en mantener limpios y siempre crecientes los motivos
fundamentales e insustituibles que los dirigen hacia los fines para los cuales el Espíritu los comunica.6

4. Mons. A. Ui'ibe jaramillo, o.c., 8


5. En nuestra época la palabra "carisma", en parte, se ha secularizado: ha venido a expresar todo don natural eminente en el orden
humano. Constantemente oímos hablar de una persona con un "carisma", es decir, con don natural sobresaliente de expresarse, de
organizar, de dirigir políticamente, de escribir, inventar, etc. En el Nuevo Testamento, la palabra, casi únicamente usada por San Pablo,
tiene un sentido religioso. Cfr. Ch-E. Hauguel, "Redecouvrir les carismes ordinaires", II est Vivant, n. 81, Januar-Febr. 1991, 19.
g) Pensar que no necesitan de una continua maduración:
"El uso de un carisma, cualquiera que sea, no se puede hacer en un clima de independencia y de triunfalísmo, o de profunda
ignorancia de la gracia a la que corresponde".7
Existe una atmósfera vaporosa aún, respecto de los carismas, porque no se sabe bien qué es un carisma y, más todavía, qué 110
es. Por más experiencia que se tenga acumulada, hay que persuadirse de que un carisma siempre estará en etapa de
maduración. Es tan importante esta persuasión y el actuar en consecuencia, que condicionan, en cierto modo, la eficacia de los
carismas. De esta maduración constante dependerá la fiabilidael de su ejercicio.
Esta es una de las razones por que la Iglesia tiene la gran responsabilidad de vigilar y fomentar discretamente la expansión de los
carismas: nos da consejos precisos a este respecto, nos amonesta maternalmente, nos orienta sabiamente para no dilapidar o
debilitar los dones de Dios.

6. Forrest, "Sabiduría para liberar el poder de los dones", International Newsletter, nov. -dic., 1.980.
7. Ph. Madre, "Mystere d'amour et mysterc de guerison", Pneumatheque, París, 1982, 144 -145.

Esta maduración progresiva no se podrá dar si la persona no se aplica seriamente a la oración y adoración y no se enraiza fuertemente
en la Eucaristía. De otro modo, se producirá el estancamiento espiritual y aun el retroceso. Le acecharán los mismos peligros de
desviación que asaltan a los que, habiendo recibido la gracia, no se reabastecen y se centran en Aquél que la da.
No son pocos los cjuc reciben gracias carismáticas, que permanecen en estado embrionario, porque ni reconocen estas "primicias" ni
favorecen su desarrollo. Es un auténtico mal la falta de la persuasión aludida pues lleva a pensar que, una vez recibida, no demandan
un ulterior desarrollo, ni están sujetas a la conveniente instrucción sobre ella; la experiencia propia y ajena; la oración humilde y
suplicante; la apertura a las inspiraciones del Espíritu; al discernimiento pacientemente ejercitado...
No hoy duda alguna sobre esto: a la Iglesia de Cristo no le ha faltado ni le faltará nunca el elemento carismático, por que forma parte de
su naturaleza, de su mismo ser. El Vaticano II ha tocado este punto repetidamente, y, de modos diverso, enseña al pueblo cristiano
esta verdad fundamental: "El mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige al pueblo de Dios mediante los sacramentos y los
ministerios y lo adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición,
distribuyendo a cada uno según quiere (1 Cor 12,11) sus dones, con los que los hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y
deberes que sean útiles para la Renovación y la mayor edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: a cada uno... (ICor 12,7)8
Entre esta tríada de elementos constitutivos de la Iglesia: el institucional, el sacramental y el carismático, no existe oposición sino
integración. "No se puede hablar nunca de dos iglesias, una de las cuales sería la institucional y visible y la otra la carismática (y la
sacramental) invisible. La unión de ambas dimensiones es esencial a la noción misma de Iglesia".9 La Iglesia siempre ha enseñado que
la gracia sacramental (la gracia santificante que dan los sacramentos) y la gracia extrasacramental (la gracia actual que se da por los
carismas) obran juntas la santificación del cristiano.10

8. LG. 8.

Los tres están ordenados ordenados al mismo fin pero de modo diverso. Lo definitivo es la santificación, imitar la santidad misma del
Padre, a ejemplo de Jesucristo, con la fuerza del Espíritu (Mt 5,48; Rom. 8,29). Pero cada elemento contribuye de manera diversa,
correspondiente a su propia naturaleza: la institución discierne jos carismas y regula su buen uso (1 Tes 5,12;19-20). Pero la misma
institución es va en sí un carisma y vehículo privilegiado de los m rismas porque en ella nacen, viven, se desarrollan, se ejercen,
fructifican. Por su parte, los ministerios o servicios que forman parte de la Iglesia-institución, se hallan animados por los carismas
correspondientes. Estos capacitan a ios fieles que los reciben para la misión que les es propia: evangelizar, guiar, santificar..., más
aún, con todo derecho cabe afirmar que cada uno de los ministerios oficiales en la Iglesia (carismas de servicio y oficializados) es un
carisma para los otros carismas. Así, en el carisma del sacerdocio, se pueden ejercer los carismas de consejo, dirección, profecía,
curación, atención a los necesitados, etc. Esto se da en todo ministerio clerical o laical, necesarios en la Iglesia para que cumpla su
misión evangeiizadora y salvadora.
Si se instruye a ios fieles rectamente, cada carisma oficial les hace tomar conciencia de los dones recibidos para el bien común de la
única comunidad de salvación11.

9. Card. L-J. Suenens, "Un nuevo Pentecostés?", Desclée de Brower, Bilbao, 1975, 18.
10. K. Rahner, "Lo dinámico es la Iglesia", Herder, Barcelona, 1968.
11. D. O'Connor, 'Carismáticos', "Nuevo diccionario de espiritualidad", 'Laico", 804.

Este doble elemento: el institucional y el carismático se ordenan en su estado definitivo, a vivir la gracia o la perfección de la caridad,
que se da, sobre todo, por los sacramentos. Por eso, de algún modo, están relacionados con esta dimensión sacramental, como a su
fin último, por la virtualidad propia y específica de los sacramentos; aunque ellos no sean la vía exclusiva de realizar nuestra identidad
de hijos de Dios, de injertados en Cristo, de ser templos vivos del Espíritu Santos, o tener una relación íntima con la Trinidad.
Los carísmas, en la doctrina de San Pablo (Rom 12, 3-8;l Cor 12,7-11), están íntimamente asociados a la doctrina de la Iglesia como
cuerpo Místico (LG,7). San Pablo pasa, con toda naturalidad, déla consideración de la diversidad de carismas a la discusión de la
Iglesia como cuerpo místico de Cristo. Esto indica con suficiente claridad, la unión que para él existe entre ambas realidades. La
Iglesia-cuerpo místico, se diferencia por la multiplicidad y variedad de miembros, de funciones y de carismas para su ejercicio. Estos
determinan las funciones de cada uno de los miembros del cuerpo y, al mismo tiempo, lo capacitan para realizar la función o ministerio.
Obviamente, en la asignación de funciones, debe entrar como un elemento imprescindible, el discernimiento y autoridad de quienes
han sido puestos por Dios para regir la Iglesia. Pero, a su vez, les incumbe el deber de tener en cuenta los carismas reales de que son
dotados los fieles (PO 9; AA, 3), sometidos a un prudente discernimiento (1 Tes 5,19).
Sin tal variedad de carismas operativos que el Espíritu da a los fieles, la Iglesia sería impensable; no sería un cuerpo vivo, y por lo
tanto, el cuerpo de Cristo viviente.
La conclusión es obvia: la misma atención que se ha de prestar al cuerpo místico, se ha de conceder a la realidad de la multiplicidad y
variedad de los carismas para bien de ese cuerpo místico.
En la Iglesia como una comunidad estructurada, se dan carismas institucionales, como el de ser apóstoles, profetas, maestros (Ef 4,
4-16). Pero también se dan otros llamados "libres", no institucionalizados. Elementos esenciales, porque determinan la función de
cada miembro.12,13
El texto principal del Concilio Vaticano II sobre los carismas (LG, 12) habla de la naturaleza y función de los carismas. Los describe
como "gracias especiales" que el Espíritu Santo distribuye entre los fieles de cualquier condición. El término empleado "fieles" incluye
a todos miembros de la Iglesia. Obviamente, por lo tanto, va de los más sencillos y humildes hasta la suprema autoridad en ella: el
Papa. Algunos de estos carismas son extraordinarios, pero otros son simples, aunque muy útiles en la Iglesia, y se encuentran
ampliamente difundidos. Todos, por consiguiente, como dones del Espíritu, son "gracias especiales", según el mismo Concilio. Queda,
pues, excluida la idea de que los carismas están reservados a ios santos y a los místicos. Esta doctrina: la de que el Espíritu Santo los
distribuye entre quienes le place, santos y personas de vida cristiana normal y aun mediocre, es la que claramente enseña San Pablo
en sus cartas (1 Cor 12,7-11). Sus escritos son la primera fuente en el estudio de los carismas. Esto es volver, afortunadamente, a las
fuentes de la Escritura y a la autentica tradición de la Iglesia. El mismo Espíritu se encargó de probar, de autentificar las enseñanzas del
Concilio sobre los carismas (LG.12; PO-9; AA,3), entre otros textos relativamente abundantes), cuando tres años mas tarde irrumpió,
sorpresivamente, entre algunos católicos de la Universidad de Duquense (Pittsburgh) con la efusión de su Espíritu y con sus dones.

12. F.A. Sullivan, "Carisma and Charismatic Rcnewal". Servant Books, 19S2 18-20.
13. El Concilio Vaticano II señala que los dones del Espíritu forman parte de los elementos básicos de la vida de la Iglesia. G.;n ello, el
Espíritu Santo hace "aptos a los fieles y prontos para ejercer las diversas obras de deberes que sean útiles para la renovación y la
mayor edificación de la Iglesia...; deben ser recibidos con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las necesidades de
la Iglesia (LG, 12). Los carismas se encuentran en relación con la Palabra, los sacramentos y el Ministerio, pero en cuanto
manifestaciones ocasionales del Espíritu Santo no son equiparables a éstos en la forma en que puede recibir y ejercer los carismas a
través de una entrega personal a Dios siempre renovada en cada caso (Rom 12,1)".
F. Kunter, "La decisión fundamental del cristiano'*, Koinonia, n. 58, marzo- abril, 1986, 12.

Por otra parte, la ya larga experiencia de 30 años de la Renovación Carismática, parece reafirmar esta doctrina. Una gran parte de las
personas favorecidas con los carismas del Espíritu, aun con los mas extraordinarios, son personas en las que, probablemente, no
hubiéramos pensado a la hora de asignarles un puesto en la distribución de tales dones del Espíritu. Pero El es libre y los distribuye
cuándo, cómo y a quiénes desea darlos.14,15
h) Poner el "acento " en los carismas, más allá de lo conveniente:
Por más que los carismas sean algo que se debe apreciar y pedir humildemente y con plena disponibilidad, es necesario que aun esta
realidad sea puesta en su propio lugar. Las palabras del Cardenal Suenens nos sitúan debidamente en el punto preciso y nos advierten
contra posibles exageraciones: "poniendo el acento sobre los carismas, por más reales que sean, se olvida fácilmente que el don
primero del Espíritu Santo es el mismo Espíritu; que la gracia por excelencia es una gracia teologal de crecimiento de fe, de esperanza,
de caridad y que la caridad es el test supremo de toda autenticidad cristiana"16

14. F.A. Sullivan, o.c., 9-15.


15. En realidad, todos los dones concedidos por el Espíritu pasan por un sacramento, como el bautismo o la confirmación. En estos
sacramentos, especialmente el primero, el cristiano es incorporado a Cristo y se convierte como El en "constructor de la Iglesia", recibe
un ministerio, un servicio, con el que puede trabajar con Cristo y el Espíritu para el bien común. El ministerio jerárquico es conferido
mediante un sacramento particular por su importancia. Sin él no hay Iglesia, porque el hace presente a Cristo, cabeza de la Iglesia, es
decir, de un cuerpo que no puede existir sin cabeza. Todos los dones, pues, sea cual fuere su nombre, ministerios o carismas, son
concedidos por el Espíritu a la Iglesia, con la cual constituyen una sola cosa, y así todo lo que se da al individuo se da a todos. La
distinción se sitúa dentro de la Iglesia, la cual, por ser un cuerpo necesita diversos miembros y funciones, es decir, diversidad de
ministerios o carismas. El ministerio jerárquico es sencillamente el "coordinador" de todos ellos, a fin de que contribuyan
armónicamente al bien común. Por su medio, en la Iglesia todo se hace "convenientemente y con orden" (1 Cor 14,30).
D. Grasso, "Los carismas en la Iglesia", 22-23.
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