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El movimiento apostólico contemporáneo

(Segunda de dos partes)1

Dr. Emilio Antonio Núñez C.


Profesor de Teología
Seminario Teológico Centroamericano

Los apóstoles de hoy enseñan que su don es el de más alto rango y


autoridad. Este carisma, casi desconocido después del primer siglo, ha
vuelto a surgir como parte de la restauración de los cinco ministerios de
Ef. 4:11. Es vital para el crecimiento y dirección de la Iglesia. El reclamo
de suprema autoridad para los apóstoles crea cierta tensión entre
ministros pentecostales y carismáticos. En el Nuevo Testamento el
vocablo “apóstol” tiene un uso especial cuando se utiliza de Jesucristo,
los Doce y Pablo, y un sentido no técnico que se aplica a otras personas.
Los apóstoles modernos harían bien en prestar atención al paradigma
paulino. Además, tanto en el Catolicismo Romano como en la comunidad
evangélica el título “apóstol” se ha empleado de héroes de la obra
misionera.

Today’s apostles teach that their gift is the highest in rank and authority.
This charism, almost unknown after the first century, has had a resur-
gence as part of the restoration of the five ministries of Eph. 4:11. It is vi-
tal for the growth and direction of the Church. The claim of supreme au-
thority for the apostles creates some tension among Pentecostal and cha-
rismatic ministers. In the New Testament the word “apostle” has a spe-
cial use when it refers to Jesus Christ, the Twelve, and Paul, and a non-
technical meaning that is applied to others. Modern apostles would do
well to pay attention to the pauline paradigm. Both in Roman Catholicism
and in the evangelical community the title “apostle” has been applied to
missionary heroes, too.

1
Para la primera parte del artículo, sobre la poca relevancia del don de
apóstol en las iglesias pentecostales del siglo veinte y en las neo-pentecostales
antes de 1990, véase Kairós 29 (julio-diciembre 2001), págs. 77-98.
58 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

APÓSTOLES DE HOY: UNA AUTODESCRIPCIÓN

En este apartado nos acercaremos a los apóstoles


contemporáneos para escuchar lo que algunos de ellos han
dicho por escrito tocante a su ministerio apostólico. Después de
cada una de sus declaraciones básicas incluiremos nuestros
propios comentarios.

Un movimiento de restauración
por el Espíritu Santo

“Es una restauración que viene de Dios y consiste en que él


ha decidido restaurar ciertas verdades fundamentales, ciertos
ministerios y ciertas experiencias que no han estado en
actividad desde los primeros años de la Iglesia”.1 John
Eckhardt, otro de los mentores norteamericanos del
movimiento apostólico contemporáneo, dice:

Finalmente, la década de los 90 ha visto el comienzo de la


restauración del oficio apostólico. No es mi intención decir que
nadie caminó en el oficio apostólico antes de 1990. A través de la
historia de la Iglesia, siempre hubo quienes operaron bajo esta
unción. Más bien me estoy refiriendo acerca de la plena restauración
de este oficio.2

La aclaración se impone porque sin ella queda la pregunta


sobre la vigencia permanente de todos los dones del Espíritu.
Sin embargo, la aclaración es especulativa. Por ejemplo, ¿cómo
se explica que el Señor haya dejado a su Iglesia durante casi
dos mil años sin la plena función de un don que, según el
movimiento apostólico representado por el autor, es el más
importante para el establecimiento y crecimiento de la Iglesia?
¿Cómo se explica la “explosión evangélica “ que ocurrió en
Guatemala mucho antes de que apareciera en este país el nuevo
movimiento apostólico? ¿Cómo pudo darse el crecimiento
fenomenal de la Iglesia en Corea si el ministerio apostólico no
1
Bill Hamon, Apostles, Prophets, and the Coming Moves of God, 3ra.
impr. (Santa Rosa, Florida: Christian International, 1999), págs. 8-9.
2
John Eckhardt, Moviéndonos en lo apostólico: El plan de Dios para
conducir a su iglesia a la victoria final (sin lugar ni casa editora, 1999), pág.
35.
El movimiento apostólico contemporáneo 59

comenzó a restaurarse sino hasta en la última década del siglo


veinte?
Eckhardt dice que lo apostólico es “la principal unción de la
iglesia”, y que sin ella la iglesia “se seca, apaga y
estanca...pierde su frescura y finalmente su llamamiento”. 3 Pero
tanto él y sus colegas de apostolado tienen que admitir que
ahora hay más gente bautizada por el Espíritu que en el día de
Pentecostés del libro de los Hechos. Si tienen una comunidad
evangélica numerosa a la cual dirigirle sus escritos y sus
mensajes por los medios de comunicación masiva es porque
hubo hombres y mujeres que, investidos con el poder del
Espíritu, fueron obedientes en el cumplimiento de la misión
cristiana, aunque no tuvieran el título de “apóstoles”. Al igual
que los discípulos del Señor Jesús, la mayoría de nosotros
hemos sido enviados a cosechar lo que no nos ha costado
ningún trabajo. “Otros se han fatigado trabajando, y ustedes
han cosechado el fruto de ese trabajo” (Jn. 4:38).

Una nueva reforma apostólica

El obispo Hamon relata que en un simposio convocado por


C. Peter Wagner en el Seminario Teológico Fuller, mayo 21-23
de l996, los participantes

llegaron al consenso de que todavía hay apóstoles y profetas en la


Iglesia, y que está emergiendo un Movimiento apostólico que
revolucionará a la Iglesia del siglo XXI. La última generación de la
Iglesia tendrá una Reforma Apostólica que será tan grande como la
de la primera generación del Movimiento Apostólico. 4

Los líderes de la Reforma Apostólica serán los que estén


dotados para los cinco ministerios mencionados en Ef. 4:7-12.
Se formará una red con los apóstoles y profetas que estén a la
cabeza de las diferentes denominaciones. Todos los que
presidan organizaciones ministeriales y denominaciones se
unirán para trabajar como un gran consorcio eclesiástico.
Hamon está consciente del peligro de levantar una gran
estructura que esté bajo el dominio de un apóstol líder; pero
3
Ibid., pág. 49.
4
Hamon, Apostles, pág. 10.
60 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

también da a entender que no sucederá tal cosa. Sin embargo, el


peligro sigue existiendo porque somos humanos y vulnerables a
la tentación del poder eclesiástico. Se están multiplicando y
seguirán multiplicándose los apóstoles evangélicos en América
Latina, y puede llegar el día cuando será necesario buscar una
posición superior a la del apóstol común y corriente. El obispo
Hamon confiesa que algunos de sus adherentes han querido
llamarle “Apóstol Jefe” (“Master Apóstol”), o “Patriarca
Apóstol”.5 También ha circulado el título de “superapóstol”.

Restauración de los cinco ministerios: Ef. 4:7-12

Es posible decir que el texto de Ef. 4:7-12 es uno de los más


importantes, si no el más importante, para el movimiento
apostólico contemporáneo. Los líderes de este movimiento
tienen que admitir que Cristo es el Apóstol de apóstoles, y que
existe una gran diferencia entre los Doce Apóstoles que Él
llamó, formó y envió a predicar, y los otros discípulos que
también reciben el nombre de apóstoles. El pasaje de Ef. 4:7-11
les sirve para decir que Cristo estableció cinco ministerios para
la edificación de los santos y la evangelización de los que no
han creído el mensaje bíblico de salvación. Por consiguiente,
estos cinco ministerios tienen que estar activos en la iglesia de
hoy. Pero, dicen, la iglesia se ha limitado a tres de esos
ministerios (evangelistas, pastores y maestros), pasando por
alto a los apóstoles y profetas. El movimiento apostólico que
surgió en la segunda mitad del siglo veinte se ha propuesto
restaurar esos dos ministerios por considerarlos fundamentales
e indispensables para el cumplimiento de la misión cristiana
hoy.
Hamon cree que el movimiento de restauración ha cubierto
cinco décadas, y que ha sido necesaria una década para
restaurar cada uno de los cinco ministerios: (1) el ministerio del
evangelista, en los años 50; (2) el ministerio del pastor, en los
años 60; (3) el ministerio del maestro, en los años 70; (4) el
ministerio del profeta, en los años 80, y (5) el ministerio del
apóstol, en los años 90.6

5
Ibid., pág. 61.
6
Ibid., pág. 53.
El movimiento apostólico contemporáneo 61

Los del movimiento apostólico ven que los doce apóstoles


están incluidos en el texto de Ef. 4:11, más los otros apóstoles
mencionados en el Nuevo Testamento y los que surgirían
después de aquella época apostólica. El énfasis del movimiento
apostólico se halla en el clamor por la restauración del
ministerio que los apóstoles tuvieron que dejar cuando
terminaron su carrera en este planeta. Eckhardt afirma:

La restauración es necesaria por causa de la partida (esto es


declinación gradual) del auténtico ministerio apostólico después de
que los primeros apóstoles murieron... El oficio apostólico nunca
debió cesar; fue destinado a ser un oficio perpetuo en la Iglesia a
través de los tiempos... Aunque el oficio apostólico ha estado
vacante por causa de la incredulidad y la tradición de la Iglesia, hoy
está siendo suplido por aquellos a quienes el Señor ha escogido... 7

Eckhardt insiste en que el oficio apostólico “ha estado


vacante”. Da a entender que prácticamente no ha habido
ministerio apostólico en la Iglesia desde la muerte de los
primeros apóstoles hasta finales del siglo veinte. No parece
tener en cuenta que la doctrina apostólica no ha desaparecido
sobre la faz de la Tierra. Los apóstoles, al igual que Abel el
justo, a pesar de que murieron todavía hablan; su ministerio
continúa por medio de la palabra escrita bajo la inspiración del
Espíritu Santo. El uso que hacen de Ef. 4:7-12 los líderes del
movimiento apostólico contemporáneo está condicionado, en
primer lugar, por la tesis que ellos defienden en cuanto a “la
restauración del ministerio apostólico” y, en segundo lugar, por
el concepto que tienen del apóstol-profeta respecto a los otros
ministerios mencionados en el pasaje.
Todas las aclaraciones que hacen para contrarrestar el
espíritu de superioridad en el ejercicio del don apostólico
quedan sepultadas bajo el montón de páginas en las que ellos
mismos dan a entender la preeminencia funcional de dicho don.
Salta a la vista la interpretación jerárquica y jerarquizante que
le dan a Ef. 4:7-12. La estructura que ellos quieren ver en ese
texto es piramidal, no obstante el esfuerzo que en otras partes
de sus escritos hacen por situar los cinco ministerios en un
plano de relativa igualdad. Por ejemplo, el apóstol Hamon

7
Eckhardt, Moviéndonos en lo apostólico, págs. 29-32.
62 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

ilustra con los cinco dedos unidos por la misma mano la


relación que los cinco ministerios guardan entre sí. Al mismo
tiempo, los líderes del movimiento apostólico contemporáneo
están comprometidos con la cruzada en pro de la restauración y
exaltación del don del apostolado hoy.
Ellos insisten en que ese don se menciona primero en la lista
de los cinco ministerios de Ef. 4:7-12, pero hacen caso omiso
de que no aparece entre las “manifestaciones del Espíritu” en l
Co. 12:7-11; 1 Co. 13:1-3, 8; 14:6, 26; ni en Ro. 12:4-8, ni 1 P.
4:9-11. Hummel concluye que los escritores no tienen la
intención de enseñar el valor relativo de los dones espirituales
por el lugar que ellos ocupan en las listas. 8 En cuanto a Ef. 4:7-
12, Hummel afirma que este pasaje indica un orden cronológico
en la fundación de la Iglesia.

Los apóstoles y profetas la establecen (Ef. 2:20; 3:5); los


evangelistas predican el Evangelio y traen a otros a la comunidad
cristiana; luego los pastores y maestros llenan la necesidad de
alimento y dirección que tienen los nuevos creyentes y todos los
miembros de la congregación… No hay evidencia de que los
maestros sean de menor importancia porque son los últimos en la
lista.9

El orden no es jerárquico sino posiblemente cronológico.


El Dr. Wagner no podía quedarse al margen del nuevo
movimiento apostólico, al cual le ha dado aliento por medio de
la palabra escrita. En su reciente libro titulado Terremoto en la
Iglesia describe lo que está sucediendo en Iglesias Apostólicas
que son de su conocimiento, y da a entender que el ejemplo de
ellas debe ser imitado. El libro tiene 288 páginas, y no es
posible reseñarlo por completo en este trabajo, pero podemos
mencionar algunos detalles que reflejan el contenido general de
la obra.
1. Pastorado apostólico. El pastor tiene poder. Es “el principal
agente en la toma de decisiones a niveles más elevados”.10
8
Charles E. Hummel, Fire in the Fireplace: Charismatic Renewal in the
Nineties (Downers Grove, Illinois; InterVarsity Press, 1993), pág. 279.
9
Ibid., págs. 278-79. Hummel tiene profunda simpatía hacia el
Carismatismo.
10
C. Peter Wagner, Terremoto en la Iglesia (Nashville, Tennessee:
Editoriales Caribe-Betania, 2000), pág. 92.
El movimiento apostólico contemporáneo 63

2. Pastorado vitalicio. El contrato entre el pastor y la iglesia es


hasta que la muerte los separe.
3. Familia pastoral. “Las nuevas iglesias apostólicas con
frecuencia son empresas clásicas de mamá y papá... No es
raro hallar varios parientes en el personal de las nuevas
iglesias apostólicas grandes”.11 Este nepotismo eclesiástico
conduce a la formación de una dinastía pastoral. “Los
pastores escogen a sus sucesores”. Wagner cuenta de un
pastor que le entregó la congregación a su sobrino. La
decisión de hacer esto la tomó el pastor “y nadie más”. 12
Salta a la vista que en América Latina hemos tenido
prácticas semejantes, sin necesidad de que hubiera un nuevo
ministerio apostólico. La diferencia es que ahora Wagner,
uno de los mentores del Neo-Pentecostalismo radical, viene
a sacralizarlas. Que ha habido y puede haber honrosas
excepciones en la sucesión pastoral en una familia, no es de
dudarlo.
4. Redes apostólicas. En opinión de Wagner, estas tienen que
poseer un líder con cualidades que los seguidores perciban
como producto “de fuentes sobrehumanas”. Esta es “una de
las razones por las que el apóstol que funda una red
apostólica ostenta tanta autoridad”.13 Wagner cree que las
denominaciones han tenido ya su día, y que es tiempo para
cambiar las estructuras. De allí el título de su libro:
Terremoto en la Iglesia. Por supuesto, aun los nuevos
apóstoles admiten que Dios ha usado las denominaciones
para el progreso del Evangelio. También nosotros lo
reconocemos, y decimos que las denominaciones tienen que
autoevaluarse con alguna frecuencia y estar siempre
dispuestas a renovarse para aumentar su eficacia. Wagner
ofrece “las redes apostólicas” para substituir a las
denominaciones. La respuesta a su oferta tiene que ser una
pregunta: si las iglesias aceptan el cambio, ¿no saldrían de
las llamas para caer en las brasas?

11
Ibid., págs. 97-99.
12
Ibid.
13
Ibid., pág. 137.
64 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

Apóstoles-profetas

El movimiento de restauración de ministerios en el Neo-


Pentecostalismo no separa del orden profético el apostolado.
Todo lo contrario, insiste en mantenerlos unidos el uno al otro.
Por momentos pareciera que están fusionándolos en un solo
ministerio que tiene dos aspectos, pero no es así. Para
satisfacción de todos prefieren mantener la identidad del
profeta y de los otros ministerios. En cierto modo, la
interpretación jerárquica de Ef. 4:7-12 ya está dándoles
problemas. El obispo y pastor Bill Hamon, cuyo libro hemos
venido citando, es consejero de apóstoles y profetas, y no evade
la realidad que lo confronta. Por ejemplo, él dice:

Muchos ministros pentecostales y carismáticos están nerviosos y


preocupados por la multitud de profetas y apóstoles que están
surgiendo. No saben qué hacer con ellos, y cuándo, dónde y cómo
permitirles que funcionen. Algunos profetas están también
nerviosos y preocupados por la restauración de los apóstoles y
temen que estos los estructuren en un plano limitado que el Señor
nunca deseaba para el ministerio profético. Esta situación está
creando el potencial para algunas enseñanzas extremadas en el
Movimiento de Profetas y Apóstoles.14

Hamon trata de ayudar en la solución del problema de


rivalidad que asoma su feo rostro en la escena del liderazgo
neoapostólico. Explica que ambos ministerios son perpetuos,
que el ministerio del profeta antecede al del apóstol en la
historia bíblica, que la Biblia se la debemos a los profetas, y
que los apóstoles y los profetas fueron fundadores y son
fundamento de la Iglesia, con Jesucristo como la principal
piedra del ángulo. Corona su argumento dando testimonio de lo
que significa para él desempeñar el ministerio tanto de profeta
como de apóstol.15
Por supuesto Hamon está bien situado como obispo
(supervisor) de toda una red de organizaciones eclesiásticas,
pastorales y educativas en Norteamérica. El cuadro es diferente
para el apóstol de nuevo cuño que apenas está procurando
abrirse paso en el mercado de la libre competencia religiosa. En
14
Hamon, Apostles, pág. 55.
15
Ibid.
El movimiento apostólico contemporáneo 65

septiembre del 2000, visitamos el Ecuador. Un día escuchamos


por televisión que estaba por celebrarse en aquel país un gran
congreso en el cual estarían presentes setenta apóstoles.
Pensamos que el gran aumento del producto es posible que
reduzca la demanda, y que no haya mucha satisfacción en
ostentar el título si es tan fácil conseguirlo.
Es posible que los que ya tienen el privilegio del apostolado
se organicen en un gremio, el “alto clero”, para protegerse de la
arremetida del “clero menor”, es decir de los profetas,
evangelistas, pastores y maestros. Una estrategia defensiva
sería la de arrogarse la exclusiva de establecer los requisitos
para optar al ungimiento apostólico, y nombrar a los que
finalmente recibirán ese privilegio. En Guatemala no se dio a
conocer oficialmente quiénes escogieron a los colegas pastores
que fueron reconocidos como apóstoles la tarde del 28 de
octubre del año 2000. Si tienen un “consejo apostólico
guatemalteco”, no sabemos quiénes lo integran.
Un sistema religioso jerárquico tiene sus ventajas. Por
ejemplo, con su ceremonial vistoso y solemne, sus templos
majestuosos, sus vestimentas multicolores y su música
arrobadora, el sistema puede ser muy impresionante para el
pueblo que oye, ora, obedece y da ofrenda. Sin embargo, como
lo ha sugerido el apóstol Hamon, también puede tener sus
problemas, especialmente en sectores evangélicos que no
vienen de una larga tradición de gobierno jerárquico. Aun en el
caso de los pentecostales que se rigen por una estructura
episcopal queda la pregunta si los obispos estarán felices por la
idea de que un apóstol puede llegar y hacer su capricho
trasladándolos a otra diócesis. El pueblo, y también sus líderes,
tienen el potencial para hastiarse y pacíficamente ponerle sitio a
las santas murallas, y decirle ¡basta! a los santos apóstoles y
profetas. No es imposible que venga una nueva Reforma, en
reacción al excesivo clericalismo, abanderada por otro Martín
Lutero, versión protestante del tercer milenio, y que se oiga de
nuevo la consigna del “sacerdocio universal de los creyentes en
Jesucristo”.
El obispo y apóstol Hamon suena conciliador en sus
comentarios sobre la tensión entre apóstoles y profetas, al
contrario de otros líderes que son más tajantes en sus
declaraciones a favor de la autoridad apostólica. Un ejemplo es
66 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

el de John Eckhardt, quien decreta que hay dos formas para que
una iglesia acceda a ”la gracia apostólica”: primera, que el
pastor sea un apóstol, y segunda, que la iglesia esté relacionada
con un apóstol (se sobreentiende con uno de los nombrados por
el Movimiento Apostólico Contemporáneo).16 “Dios ha puesto
primeramente apóstoles en las Iglesias (1Cor. 12:28). Cuando
Dios dice primero, él quiere decir primero. Una iglesia fuera de
este orden no experimentará la plenitud de la unción. La unción
fluye a través del orden. Los apóstoles son primeros en rango”.
17
“Los Apóstoles pueden ingresar a nuevas regiones y atravesar
toda resistencia cuando atan al hombre fuerte. Los apóstoles
entonces establecen nuevas iglesias y nueva revelación”. 18 Sin
embargo, aunque los apóstoles “caminan y ministran en el más
alto rango, y tienen suficiente autoridad para ordenar, decretar
y reprender”, “su rango está dentro de su esfera de autoridad...
No pueden ir a cualquier parte y reclamar su rango sobre
alguien”.19 Esta nota de moderación es necesaria, pero lo que
Eckhardt ha dicho sobre la supremacía del apóstol escrito está.
En otra sección Eckhardt ofrece veintiséis “deberes y
funciones de los Apóstoles”. Entre los diversos ministerios se
encuentran los de “juzgar” (dictar sentencia “contra la falsa
enseñanza y la conducta incorrecta”), “legislar” (“emiten
órdenes y decretos del Reino para la Iglesia”); (3) defender la
fe, la verdad y la Iglesia; (4) supervisar (el apóstol es también
un obispo que vigila las iglesias), y (5) “traer revelación”.20
Esto de “traer revelación” se entiende si tenemos en cuenta
que el apóstol es también profeta. Si además del don del
apostolado posee el de profecía, entonces en ojos de sus
seguidores las palabras que él pronuncia son finales, infalibles e
irrefutables; es como si hablara ex cathedra, al igual que el
papa catolicorromano.
Los que hemos optado por la autoridad suprema de la Biblia
vemos con preocupación esa oferta de “revelación” que un día
de tantos puede venir de una fuente que no es la Palabra escrita

16
Eckhardt, Moviéndonos en lo apostólico, pág. 106.
17
Ibid., págs. 44-45.
18
Ibid., págs. 55-56.
19
Ibid., pág. 45.
20
Ibid., págs. 98-100.
El movimiento apostólico contemporáneo 67

de Dios. Esta es la Palabra que permanece para siempre (Is.


40:6-9; 1 P. 1:22-25). Si hacemos a un lado los criterios
permanentes de las Sagradas Escrituras, podemos ser
fácilmente llevados sin rumbo cierto por maestros que crean
tener una línea de comunicación directa con el cielo, aparte de
la Biblia. No podemos olvidar los excesos de aquellos
predicadores que se dejaron llevar por su propia inspiración y
empujaron a sus feligreses al suicidio.

SIGNIFICADO DE LA PALABRA
“APÓSTOL” EN LA BIBLIA

El vocablo “apóstol” es una traducción del griego


apostolos, que viene del griego apostellō, palabra compuesta de
stellō (levantar, preparar, adelantar) y de la preposición apo
(desde, afuera) y que significa “enviar, despachar, hacer partir”
a personas o a cosas. En el griego clásico, cuando se trata de
una delegación particular de autoridad, frecuentemente se le da
énfasis a la causa para dicha delegación por medio del verbo
apostellō. En tanto que cuando se da a entender el mero hecho
de “enviar” se usa el verbo pempō, el cual es de uso muy
común en el griego secular. 21
En la traducción griega del Antiguo Testamento del siglo
tercero a.C. conocida como la Septuaginta (LXX), se usa
apostellō y exapostellō unas 700 veces, casi exclusivamente
para traducir el verbo hebreo šālaj (“extender”, “enviar”). “Los
traductores de la Septuaginta entendieron que este verbo no
describe tanto el acto de enviar como el propósito de darle
autoridad al mensajero... En los LXX, el nombre apostolos se
encuentra solamente en 1 Reyes 14:6”.22 El verbo apostellō y
otras formas que vienen de la misma raíz “no denotan el
nombramiento institucional para el desempeño de un oficio,
sino la autorización a una persona para que cumpla con una
función o tarea específica”.23 Si tal es el caso, “la atención se
concentra en la persona que envía”, es decir, “que le confiere
21
D. Müller, “Apostle”, The New International Dictionary of New Testa-
ment Theology, vol. 1, ed. Colin Brown (Grand Rapids: Zondervan Publishing
House, 1975), págs. 126-27.
22
Ibid., pág. 127.
23
Ibid.
68 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

autoridad al que es enviado”.24


“La institución judía, legal y común, de la šālîaj (participio
arameo…) ha llegado a ser importante en la exégesis del Nuevo
Testamento”.25 La expresión šālîaj significa que el mensajero
actúa con la plena autoridad de quien lo envía. Pero los eruditos
aclaran que en el caso de esta institución los representantes no
eran misioneros. El judaísmo no tenía el concepto de misión, en
el sentido de enviar oficialmente a misioneros a que hicieran
prosélitos para el judaísmo entre las naciones.26
En un estudio sobre el posible uso del concepto de šālîaj en
el apostolado neotestamentario, Sandra Hack Polaski comienza
por referirse a “la teoría popular” según la cual la palabra
griega “apóstol” debe leerse a la luz del arameo šālîaj
“embajador”, una instancia legal bien definida en el período
rabínico. Se reconocía al šālîaj como si fuera en todo sentido el
representante legal de la persona que lo enviaba. Se lee en la
Mishna que “el embajador de un hombre era como el hombre
que lo enviaba”. Ahora bien, si este es el caso de los
“apóstoles” del Nuevo Testamento, las implicaciones son
bastante serias.27
Sin embargo, Polaski afirma que no está claro que el
concepto de šālîaj esté a la base del apostolado en el Nuevo
Testamento. Las funciones del šālîaj eran generalmente del
orden legal, en lo secular, y, lo que es más importante, “la
institución del šālîaj, tal como se describe plenamente en la
literatura rabínica, es producto de un desarrollo posterior al año
70 de la era cristiana”.28
Polaski cita, entre otras, la opinión de algunos eruditos en
cuanto a que el significado de “apóstol” no se desarrolló en la
congregación de Jerusalén, sino en la atmósfera de misión a los
gentiles en la iglesia de Antioquía de Siria. A manera de
conclusión, ella dice que la mayoría de discusiones sobre el
apostolado de Pablo comienzan observando que para este
24
Ibid.
25
Ibid.
26
Ibid., pág. 128.
27
Sandra Hack Polaski, Paul and the Discourse of Power (The Biblical
Seminar 62; Sheffield, Inglaterra: Sheffield Academic Press, 1999), págs. 24-
25.
28
Ibid., pág. 25.
El movimiento apostólico contemporáneo 69

enviado de Dios su autoridad apostólica se basa en el Evangelio


que él proclama.29

USO ESPECIAL DE LA PALABRA


“APÓSTOL” EN EL NUEVO TESTAMENTO

Jesucristo el apóstol

Jesucristo es el apóstol por excelencia (Heb. 3:1). Hemos


visto que “apóstol” significa “enviado”, y Cristo se identifica a
sí mismo como el enviado del Padre al mundo para realizar la
misión salvífica a favor del ser humano (Jn. 3:17, 34; 5:36;
6:29, 57; 7:29; 8:42; 10:36; 11:42; 17:3, 18; 1 Jn. 4: 10). En el
sentido básico de la palabra “apóstol”, el Señor Jesús es “el
primer Apóstol; el gran Apóstol, y la fuente de origen del
apostolado”.30
En relación con el ministerio de Cristo es evidente e
indiscutible que él es el representante de Dios el Padre como su
plenipotenciario entre los hombres (con plena autoridad, Mt.
28:18), en tanto que en su calidad de sumo sacerdote representa
a los hombres ante Dios.31 Es evidente que el Señor Jesús
demostró tener autoridad divina entre los seres humanos. Él
dijo: “El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me
recibe a mí, recibe al que me envió” (Mt. 10:40).
Si fundamentalmente la palabra “apóstol” significa
“enviado”, entonces el que lleva este distintivo tiene que ser un
misionero. Cristo fue enviado por el Padre desde la gloria del
cielo al caos producido por el pecado en la Tierra. Él es el
misionero transcultural por antonomasia. Es indiscutible en la
comunidad evangélica que el apostolado del Señor Jesús es
supremo, único e intransferible.

29
Ibid., pág. 26.
30
Philip E. Hughes, A Commentary on the Epistle to the Hebrews (Grand
Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1977), pág. 127.
31
F. F. Bruce, The Epistle to the Hebrews (New International Comment-
ary on the New Testament; Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing
Company, 1991), pág. 91.
70 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

Los doce apóstoles

Es claro en el Nuevo Testamento que los doce discípulos


que Jesús llamó para que estuvieran con él y para enviarlos a
predicar tuvieron un apostolado especial. (1) Estuvieron con
Jesús desde el principio (Hch. 1:21-22). (2) Fueron escogidos,
llamados y formados por Cristo mismo para el apostolado (Mr.
3:14). (3) Él los comisionó para anunciar las buenas nuevas del
Reino de Dios (Mr. 3:13-14; Mt. 18:16-20; Jn. 20:21). (4)
Fueron testigos de la resurrección (Hch. 1:22). (5) Son
fundadores y fundamento de la Iglesia, con Cristo mismo como
la principal piedra del ángulo (Ef. 2.20). (6) El Maestro les dio
autoridad para el ministerio docente (Mt. 16:18-19). (7)
Recibieron poder para hacer milagros (Mr. 3:15; Hch. 2:43;
5:12; 8:18). (8) Su número debía ser no menos y no más de
doce. Esto se ve en la elección de Matías para llenar la vacante
que dejó Judas en el grupo apostólico, y se verá en el futuro
cuando en el reino del Mesías habrá doce tronos para el grupo
apostólico (Lc. 22:29-30), y cada uno de los doce cimientos de
la nueva Jerusalén tendrá escrito el nombre de un apóstol (Ap.
21:14). (9) Su ministerio se limitó al primer período de la
Iglesia (el Cuerpo de Cristo).32 Puede decirse que en cierto
modo el ministerio de los Doce fue preeminentemente judaico.
Después del Concilio de Jerusalén (Hch. 15), la obra entre los
gentiles, con Pablo a la cabeza, ocupa el primer plano en la
historia misionera del libro de los Hechos. “Lucas ya no
menciona a los apóstoles [se sobreentiende los doce], sus
trabajos o sus personas”.33

En las generaciones siguientes, nadie podía llenar los requisitos para


el apostolado de los doce. Su oficio no podía ni puede repetirse ni
transmitirse. Ellos eran un grupo judaico; Pablo y sus compañeros
de labores en el apostolado habían surgido como líderes en la Iglesia
después de Pentecostés (Hch. 2), y fueron llamados y preparados
por el Espíritu Santo para que fueran protagonistas distinguidos en

32
F. W. Grosheide, The First Epistle to the Corinthians (New Internation-
al Commentary on the New Testament; Grand Rapids: William B. Eerdmans
Publishing Company, 1979), pág. 298.
33
J. A. Hewett, “Apostle”, Dictionary of Pentecostal and Charismatic
Movements, ed. Stanley M. Burgess y Gary B. McGee (Grand Rapids: Zonder-
van Publishing House, 1988), pág. 15.
El movimiento apostólico contemporáneo 71

la expansión de la Iglesia. Los doce no tienen “sucesores


apostólicos”. Cuando ellos murieron , su apostolado murió con
ellos.34

El apóstol Pablo

Conversión de Pablo a Jesucristo. Pablo no llegó a


conocer el Evangelio por medio de hombre alguno, “sino por
revelación de Jesucristo” (Gá. 1:12).

Vocación apostólica de Pablo. (1) Cuando Pablo estaba en


el vientre de su madre, Dios ya había determinado revelarle a
su Hijo Jesucristo para que lo predicara entre los gentiles (Gá.
1:15-16). (2) Pablo era apóstol “no por disposición de hombre,
sino por Jesucristo y por Dios Padre que lo resucitó de los
muertos” (Gá. 1:1). (3) Pablo había visto al Señor resucitado
(Hch. 9:1-9; l Co. 15:7-11).
(4) Pablo tenía el don de apóstol en el sentido especial,
estricto, de este carisma. Sin embargo, no creía formar parte del
grupo de los Doce. Poseía, además, otros dones. Era profeta.
Tenía mensaje del Señor en relación con el pasado, el presente
y el porvenir. Su mensaje era histórico, ético y predictivo.
Pablo era también evangelista, pastor y maestro. Ha sido
maestro de la Iglesia por casi dos mil años, y su teología sigue
asombrándonos. Los “cinco ministerios” de Ef. 4:7-12 se
conjugaban maravillosamente en su labor misionera. Tenía
también otros dones para servir a sus hermanos en Cristo y a
los que no conocían el Evangelio. Dones espectaculares, o de
señales que respaldaran su mensaje, no le faltaban. Hablaba en
lenguas más que todos los corintios que lo hacían, aunque en la
iglesia él prefería hablar cinco palabras con entendimiento que
diez mil palabras en lengua desconocida (l Co. 14:18-19).
Tenía el don de sanación ( Hch. 14:3; 28:1-10), y en el poder de
Dios también liberaba a los que estaban poseídos por el
maligno (Hch. 16:16-18). Pero Pablo prefería, sobre todas las
cosas, seguir “el camino más excelente”, el amor (l Co. 12:31-
14:1).
(5) Pablo recibió revelaciones especiales (2 Co. 12:1-6) y,
34
Leslie B. Flynn, 19 Gifts of the Spirit (Wheaton: Victor Books, 1974),
pág. 40.
72 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

bajo la inspiración del Espíritu Santo, contribuyó en gran


manera a formar el cuerpo de doctrina del Nuevo Testamento.
(6) El apostolado de Pablo era misionero. Si tenemos
presente que el significado básico del verbo apostellō es
“enviar”, daremos la razón a los predicadores y autores para
quienes el apostolado es el “carisma misionero”. El apóstol
auténtico es uno de los enviados por el Señor de la mies a
trabajar en su mies. Vale la pena observar que uno de los
nombres descriptivos que Pablo solía darse era el de “apóstol”,
es decir “enviado” de Jesucristo.
El Señor de la mies le asignó a Pablo un campo extenso y
difícil de cubrir. Extenso en lo geográfico y difícil en lo
cultural. Se trataba nada menos que de alcanzar el mundo de los
gentiles con el Evangelio de Jesucristo. Pablo estaba bien
formado para acometer tan ardua empresa: porque no le era
extraña la realidad pluricultural del gran imperio romano, por
su conocimiento personal del significado del Evangelio, por su
experiencia profunda de conversión a Jesucristo, por su
dedicación al estudio diligente de las Sagradas Escrituras y
porque sentía estar en deuda con judíos y gentiles en cuanto al
Evangelio. Sufría por el estado calamitoso en que vivían los
que andaban sin Cristo, sin Dios y sin esperanza, y
ambicionaba alcanzar el mayor número posible de ellos con el
mensaje de Cristo. Tenía pasión misionera, y se entregó por
entero a cumplir con la tarea que el Maestro le había
encomendado.
Pablo podía quedarse un tiempo en determinado lugar si la
necesidad de ayuda pastoral a los hermanos y hermanas lo
exigía, o si había puertas abiertas para la evangelización; de
otra manera no alargaba su visita. Estuvo en Tesalónica más de
tres semanas, en Corinto un año y medio y en Éfeso
aproximadamente tres años. Empero, su mayor deseo era ser un
evangelista itinerante, ir a otras regiones donde la simiente del
Evangelio no se hubiera plantado todavía. A los cristianos de
Corinto les dice: “…fuimos los primeros en llegar hasta
vosotros con el Evangelio de Cristo... Así anunciaremos el
Evangelio en los lugares más allá de vosotros, sin entrar en la
obra de otro para gloriarnos en lo que ya estaba preparado” (2
Co. 10:14, 16). Leemos palabras semejantes a estas en Ro.
l5:20: “Y de esta manera me esforcé en predicar el evangelio,
El movimiento apostólico contemporáneo 73

no donde Cristo ya había sido anunciado, para no edificar sobre


fundamento ajeno”. Pablo era un auténtico apóstol, un enviado
que andaba evangelizando a los que nunca habían oído acerca
de Jesucristo (Ro. 15:21). Pablo “no pescaba en pecera ajena”.
Cuando escribió a los Romanos, estaba pensando en ir a España
con la buena nueva de salvación en el Señor Jesús.
Para el apóstol de los gentiles, su ministerio básico no
consistía tan sólo en organizar y supervisar a un grupo de
pastores o iglesias. Pablo tenía delegados apostólicos, por
ejemplo Tito y Timoteo, que le ayudaban en esas tareas
pastorales. Pero en cuanto a él mismo, Pablo no olvidaba su
responsabilidad y privilegio de ser también apóstol, es decir un
enviado de Dios a proclamar el Evangelio, especialmente en
lugares donde era necesario hacer obra pionera para establecer
la Iglesia. Según parece, a Pablo le sería contradictorio el
gloriarse en su apostolado y a la vez no estar dispuesto a salir
en busca de las gentes de otras regiones con el mensaje de
Cristo.

Defensa del apostolado de Pablo. El apóstol de los


gentiles, a quien vemos ahora con admiración y respeto, tenía
adversarios en la Iglesia y fuera de la Iglesia. Pablo usó algunas
de sus epístolas para responder a las acusaciones de sus
adversarios. Deseaba, además, que los cristianos conocieran su
respuesta a los problemas que le salían al paso, para que no se
desanimaran por lo que otros decían del siervo de Dios, y no
cayeran en la trampa que les tendían los falsos maestros.
(1) La autoridad de Pablo. Pablo da a entender que su
autoridad depende de la vocación apostólica que ha recibido del
Señor (1 Co. 1:1; 2 Co. 1:1; Gá. 1:1), de la Palabra que él
predica (1 Ts. 2:13) y del Espíritu que se manifiesta en su
ministerio (1 Co. 2:4-5; 1 Ts. 1:5). Además, hace ver que su
autoridad tiene el respaldo del carácter y conducta que él ha
mostrado en el cumplimiento de su tarea apostólica. Afirma sin
titubeos que él es apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios
el Padre, pero también se gloría en llamarse “siervo [esclavo]
de Jesucristo” (Ro. 1:1; Gá. 1:10) y “siervo [esclavo] de Dios”
(Tit. 1:1). A los cristianos de Corinto les dice: “No nos
predicamos a nosotros mismos sino a Jesucristo como a Señor;
nosotros no somos más que servidores de ustedes por causa de
74 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

Jesús” (2 Co. 4:5 NVI). Jesús es el Señor, y en sujeción a ese


señorío Pablo se considera siervo (esclavo) de los creyentes de
Corinto, “por causa de Jesús”.
En comentario a 2 Co. 4:5, Philip E. Hughes dice:

¿Qué actitud más humilde podía asumir un mensajero del Evangelio


que la de considerarse a sí mismo no solamente como un esclavo de
Jesucristo…sino también como un esclavo de aquellos a quienes les
anuncia la Palabra de Dios? ¿No estaba Pablo en abierto contraste
con aquellos falsos apóstoles que se habían infiltrado en la iglesia de
Corinto?35

Luego, Hughes añade que el ejemplo de Pablo “es la antítesis


de los que desean ser señores del rebaño, y una condenación de
la pompa clerical y del autoritarismo que en el curso de los
siglos han desfigurado a la Iglesia como si fuera una institución
de este mundo”.36 Por supuesto, el apóstol no dice a los
corintios: “Ustedes son mis señores”. Sólo hay un Señor,
Jesucristo.37
Pablo era lo suficientemente humilde para reconocer que él
no estuvo con el Señor Jesús desde el principio, que “nació
fuera de tiempo” (como un abortivo) respecto de los demás
apóstoles, y que no era digno de ser llamado apóstol, porque
persiguió a la iglesia de Dios (1 Co. 15:8-9). Sin embargo,
aunque no dice ser de los Doce, y se considera “el más pequeño
de los apóstoles” (1 Co. 15:9), afirma su apostolado y lo
defiende cuando defenderlo es necesario para la gloria del
Señor, para el progreso del Evangelio y bendición de la Iglesia.
En imitación de su Maestro, Pablo conjuga maravillosamente la
autoridad y la humildad en su vida y ministerio.
(2) La ética de Pablo. Los mentores del Movimiento
Apostólico Contemporáneo dan a entender que sus apóstoles,
formados para restaurar el apostolado en la Iglesia de hoy, son

35
Philip E. Hughes, Paul´s Second Epistle to the Corinthians: The Eng-
lish Text with Introduction, Exposition and Notes (New International Com-
mentary on the New Testament; Grand Rapids: William B. Eerdmans Publish-
ing Company, 1962), pág. 131.
36
Ibid., págs. 131-32.
37
Ibid., pág. 132.
El movimiento apostólico contemporáneo 75

“los de más alto rango”,38 “los generales”39 en el ejército


carismático. Si esto es así, las demandas éticas para dichos
apóstoles tienen que ser más rigurosas que las establecidas, por
ejemplo, para los obispos. En 1 Ti. 3:1, Pablo enseña que “si
alguno anhela obispado, buena obra desea”. Luego enumera los
requisitos que está obligado a llenar el que se dedica a tan noble
oficio (1 Ti. 3:2-7). Estos requisitos son más que suficientes
para indicar que no todo el que anhela ser obispo puede serlo.
¿Qué diremos del que anhela ser “el de mayor rango” o “el
general” para estar muy por encima del obispo y de otros
siervos de Dios? En su manera de vida y en su ministerio,
Pablo nos da un gran ejemplo digno de ser imitado.
Sería posible escribir todo un tratado de ética apostólica
basándonos en las enseñanzas y en la vida de Pablo. Bástenos
señalar algunos ejemplos. Él procuraba “tener siempre una
conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres” (Hch.
24:16; cp. 23:1; 1 Co. 4:1-5). Había renunciado a lo oculto y
vergonzoso, no andando con astucia ni adulterando la palabra
de Dios para beneficio propio (2 Co. 2:17; 4:2). Su conducta
era transparente en todo tiempo y lugar.
Los cristianos de Tesalónica eran testigos de cómo se había
comportado Pablo en su ministerio pastoral. 1 Ts. 2:1-12 es una
de las descripciones más hermosas y hasta conmovedoras del
corazón y la conducta pastorales de Pablo. Predicó a los de
Tesalónica en medio de fuerte oposición. Su exhortación no
procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño; no procuró
agradar a los hombres, sino a Dios; no encubrió avaricia; no
quiso ser una carga para los tesalonicenses; los trató con
ternura, como una nodriza a sus propios hijos; y los exhortó y
consoló como un padre a sus hijos. Ellos y el Señor eran
testigos de “cuán santa, justa e irreprochablemente” se había
comportado. A los corintios pudo decirles: “Imítenme a mí,
como yo imito a Cristo” (1 Co. 11:1).
Para evitarle reproche al Evangelio de parte de los no
cristianos, Pablo renunció al derecho que tenía a recibir salario
por predicar este glorioso mensaje (1 Co. 9:3-18). Agradecía el
apoyo económico que le daban los cristianos de Filipos, pero

38
Eckhardt, Moviéndonos en lo apostólico, págs. 42-46.
39
Hamon, Apostles, págs. 251-52.
76 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

les escribe unas palabras que debiéramos tener grabadas en


nuestra mente y en nuestro corazón todos los que nos hemos
dedicado a servirle sin reservas al Señor: “Sé vivir
humildemente y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy
enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así
para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo
puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:12-13).
(3) Los milagros en el ministerio de Pablo. En Ro. 15:16, el
apóstol se refiere a su tarea evangelizadora como “el deber
sacerdotal de proclamar el evangelio de Dios, a fin de que los
gentiles lleguen a ser una ofrenda aceptable a Dios, santificada
por el Espíritu Santo” (NVI). Pablo el evangelista oficia como
un sacerdote en el acto de anunciar el mensaje salvífico y, en
otra acción litúrgica, lleva a la presencia de Dios a los gentiles
convertidos, quienes han llegado a ser una ofrenda agradable a
Él, por el poder santificador que viene del Espíritu Santo. La
hermosa escena sacerdotal que acaba de concebir por
inspiración del Espíritu de Dios lo llena de un legítimo orgullo,
de un gloriarse (jactarse) en Cristo Jesús (Ro. 15:17), pero
también se siente humilde para decir que no se atreverá a hablar
de nada sino de lo que Cristo ha hecho por su medio a favor de
la conversión de los gentiles (Ro. 15:18). Y luego explica que
Cristo lo ha hecho con palabras y obras “mediante poderosas
señales y milagros [hechos maravillosos], por el poder del
Espíritu de Dios” (Ro. 15:19).
El apóstol no se da crédito por los milagros; no se atribuye
ningún poder sobrenatural; ni aun menciona su don de
sanación, o de liberación del poder demoníaco. Le da la gloria a
quien la merece, al Señor quien ha realizado la obra
evangelizadora mediante el ministerio de su siervo Pablo.
El texto de 2 Co. 12:12 es similar al de Ro. 15:19, pero el
contexto es diferente. En Romanos Pablo está dándoles una
especie de informe misionero a sus lectores. En el caso de los
corintios, se trata de una defensa que Pablo hace de su
apostolado. Entre las cartas más o menos extensas de Pablo, 2
Corintios parece ser la más personal y apologética de su
ministerio. Falsos maestros, judaizantes, habían llegado a la
congregación con el intento de socavar su autoridad. Se creían
tan grandes e importantes, o los que estaban alucinados por
ellos los creían así, que Pablo les llama, con fina ironía,
El movimiento apostólico contemporáneo 77

“superapóstoles” (2 Co. 11:5 NVI).


Las “señales, prodigios y milagros” eran una evidencia de
que el Todopoderoso se manifestaba en el ministerio de su
siervo Pablo (2 Co. 12:12). Entre los corintios se había dicho
que Pablo era tímido cuando se encontraba cara a cara con
ellos, pero atrevido cuando estaba lejos (2 Co. 10:1). También
se había dicho que sus cartas eran “duras y fuertes, pero él en
persona no impresionaba a nadie” (2 Co. 10:10 NVI). Pablo
tenía muchas pruebas del poder divino que se había
manifestado en su vida y ministerio; pero ahora usa un
argumento que parece inesperado, o quizá paradójico: “Si me
veo obligado a jactarme, me jactaré de mi debilidad” (2 Co.
11:30), “porque cuando soy débil, entonces soy poderoso” (2
Co. 12:10). Pablo mismo le había rogado tres veces al Señor
que le quitara la espina que le atormentaba el cuerpo; pero el
Señor le respondió: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se
perfecciona en la debilidad” (2 Co. 12:9).
(4) Vidas transformadas por el poder del Evangelio. Otra
credencial que Pablo presenta de su apostolado es el fruto del
Evangelio en la vida de los que él había alcanzado con este
mensaje salvífico: “No soy apóstol? ¿No he visto a Jesús el
Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor? Si para
otros no soy apóstol, para vosotros ciertamente lo soy, porque
el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor” (1 Co. 9:1-
2; cp. 2 Co. 3:1-3). Quizá su corazón de apóstol, evangelista y
pastor le dijera a Pablo que esta era una mejor recomendación
que la de los milagros. En los corintios que se habían entregado
a Jesucristo para seguirle y servirle, el apóstol veía el fruto de
su ministerio, no obstante los graves problemas que estaban
acosando a la congregación corintia.
Sin lugar a dudas, Pablo creía en que se multiplicara el
número de convertidos. No pasaba por alto la cantidad de
personas que se entregaban al Señor Jesús. El historiador Lucas
no soslayó el crecimiento numérico de la Iglesia. Al contrario,
apuntó cifras de convertidos en su historia de la iglesia
primigenia de Jerusalén. Al fin y al cabo, Dios ama a toda la
humanidad (Jn. 3:16), no quiere que nadie se pierda, sino que
todos procedan al arrepentimiento (2 P. 3:9) y que todos sean
salvos (1 Ti. 2:4). Sin embargo, Pablo se limita a hablar del
territorio que el Señor le había permitido cubrir en el peregrinar
78 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

apostólico (Ro.15:19). Es claro que no habían llegado los


tiempos del “evangelismo empresarial”, del que habló C. René
Padilla en el célebre Congreso de Lausana, Suiza (1974). Ahora
nos encanta informar de millares de convertidos y centenares
de iglesias establecidas para optar a un cargo más elevado en la
estructura eclesiástica.
Nadie contabilizó los resultados del ministerio de Pablo
para nombrarle apóstol. Hacerlo así hubiera significado
“comportarse según criterios humanos” (1 Co. 3:3 NVI). Tan
insigne siervo de Dios era apóstol “no por disposición de
hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios Padre
que lo resucitó de los muertos” (Gá. 1:1). Él fue “llamado a ser
apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios” (1 Co. 1:1; 2 Co.
1:1; Ef. 1:1; Col. 1:1; 2 Ti. 1:1) y “por mandato de Dios” (1 Ti.
1:1).

Sufrimientos de Pablo en el apostolado. Pablo se refiere


en más de una ocasión a su pobreza en lo económico, a sus
muchos sufrimientos físicos, a la oposición que había
soportado, no solamente de parte de los judíos que rechazaban
el Evangelio y de los gentiles que se unían a dichos judíos para
destruirlo, sino también en las iglesias donde se habían
infiltrado enemigos que lo subestimaban como persona, lo
atacaban de diversas maneras y negaban su apostolado (2 Co.
6:3-10; 11:23-33; 2 Ti. 3:10-13). Aquellas experiencias
dolorosas eran parte del precio que le tocaba pagar por su
lealtad a la vocación celestial. No cabe duda que Pablo conocía
las palabras del Maestro sobre el costo del discipulado
cristiano.
El apóstol de los gentiles no predicó “el evangelio de la
prosperidad”, el cual también parece haber surgido en la
opulenta Norteamérica, al calor de una predicación que nos
hace recordar el “pensamiento positivo” de Norman Vincent
Peale, y los “shows” navideños del Rev. Robert Schuller en la
Catedral de Cristal en California del Sur. En esos espectáculos,
un gran símbolo del pensamiento positivo y del evangelio de la
prosperidad es el pesebre forrado con seda blanquísima y
lujosos encajes. ¡Pobrecito el niño rico de Belén! Un
distinguido predicador británico ha dicho que “el evangelio de
la prosperidad es el evangelio sin cruz”. Pablo no conocía este
El movimiento apostólico contemporáneo 79

evangelio. Al contrario, a los cristianos de Filipos les dice:


“Porque a ustedes se les ha concedido no sólo creer en Cristo,
sino también sufrir por él” (1:29, NVI).

Anticipos de recompensa para el apostolado. Pablo


estaba seguro de la recompensa que recibiría en la
manifestación del Señor Jesucristo en gloria. A los cristianos de
Tesalónica les dice: “Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo
o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de
nuestro Señor Jesucristo, en su venida? Vosotros sois nuestra
gloria y gozo” (1 Ts. 2:19-20). En su segunda carta a Timoteo
le escribe: “Por lo demás, me está reservada la corona de
justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no
sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Ti.
4:8). El apóstol tenía la certidumbre de que el trabajo en la obra
del Señor “no es en vano” (1 Co. 15:58). “Si permanece la obra
de alguno que sobreedificó, él recibirá recompensa” (1 Co.
3:14).
Mientras tanto, el Señor le iba dando a su apóstol lo que
podemos llamar anticipos de la recompensa que le esperaba en
el cielo. Por ejemplo, Pablo le daba gracias a Dios aun por los
corintios, no obstante los grandes problemas en aquella
congregación, porque ellos, los que en verdad habían confiado
en el Señor Jesús, eran una demostración de que la
evangelización y el trabajo docente y pastoral en esa ciudad no
habían sido en vano (1 Co. 1:4-9). La iglesia tenía dificultades
de orden moral y doctrinal, pero era iglesia de Jesucristo; la luz
del Evangelio había resplandecido en medio de las tinieblas de
la pecadora Corinto.
Cuando el apóstol oraba a favor de la Iglesia Cuerpo de
Cristo, la cual estaba ya de alguna manera presente en varios
pueblos y ciudades del Imperio Romano, le daba gracias al
Señor por todos sus hermanos y hermanas en la fe,
especialmente por los líderes—Timoteo, Tito y otros—que
Dios había levantado para “el progreso del Evangelio”. Que el
Reino de Dios avanzara, que se diseminara por todas partes, era
la gran visión misionera de Pablo. Era un prisionero por causa
del nombre de Jesús, pero explicó a sus hermanos filipenses
que su encarcelamiento resultaría en “el progreso del
Evangelio” (Fil. 1:12-14). ¡Ni se imaginaban sus acusadores y
80 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

carceleros que lo que estaban haciéndole resultaría en mayor


gloria para el mensaje que él proclamaba! ¡Que no nos extrañe
el contenido de la carta postrera que Pablo le escribió a su
discípulo Timoteo, bajo la inspiración del Espíritu Santo! No
fue escrita por un viejo frustrado que observara con
resentimiento a los jóvenes oficiales que llenos de vigor
permanecían en el campo de batalla; no era el lamento de un
anciano decrépito que en mirada retrospectiva se diera cuenta
que no había ganado una sola batalla, que había dejado su
carrera inconclusa, y que de nada le había servido la fe. Pablo
estaba agradecido con el Señor por la salvación grandiosa y por
la vida que él le había permitido vivir en la Tierra. Su corazón
rebosaba también de gratitud para sus hermanos y hermanas en
la fe, para aquellas iglesias nacientes y crecientes, y para todos
sus amigos y colegas en las lides del ministerio cristiano. La
Segunda Carta a Timoteo es una clarinada de triunfo, de fe, de
amor y esperanza.

USO NO TÉCNICO DE LA PALABRA


“APÓSTOL” EN EL NUEVO TESTAMENTO

Hemos dejado dicho que el nombre “apóstol” tiene un


sentido especial, técnico, que se aplica al Señor Jesús, a los
doce apóstoles y a Pablo. Pero tiene, además, un sentido
general, no técnico, que se aplica a otras personas en el Nuevo
Testamento.

Lucas 11:49

“Por eso dijo Dios en su sabiduría: ‘Les enviaré profetas y


apóstoles, de los cuales matarán a unos y perseguirán a
otros’”(NVI). Dicen los intérpretes que este texto parece
contener un dicho antiguo y que el Señor Jesús está
actualizándolo. Entre las versiones modernas de las Sagradas
Escrituras, la Biblia de las Américas explica que los “profetas”
son los mensajeros del Antiguo Testamento, y los “apóstoles”,
los mensajeros del Nuevo Testamento, pero sin limitar el
vocablo a los Doce.
En su comentario sobre Lucas, Darrell Bock presenta tres
maneras en que se ha interpretado Lc. 11:49. (1) Es una
El movimiento apostólico contemporáneo 81

paráfrasis de un dicho antiguotestamentario. (2) Jesús está


citando una obra apocalíptica contemporánea. Ambas
interpretaciones son problemáticas. No tienen un texto de
apoyo en el Antiguo Testamento, y tampoco hay evidencia
concreta en la literatura apocalíptica. (3) Probablemente Jesús
presenta el plan de Dios en la forma de un dicho del pasado
para enseñar que la respuesta de la gente del tiempo de Jesús
sería semejante a la de sus antepasados.40
Sea como fuere, los intérpretes optan por sugerir que en Lc.
11:49 el nombre “profetas” se usa en sentido general. D. Müller
declara que para Lucas la palabra apostolos llega a ser
equivalente de los Doce, y que Lc. 11:49 y Hch. 14:14 son
excepciones a dicho uso exclusivo.41 Por ahora es posible
concluir que en Lc. 11:49 el vocablo “apóstoles” tiene un
significado general, no técnico, de “enviados”, o “mensajeros”.

Jacobo, el hermano del Señor

“No vi a ningún otro de los apóstoles; sólo vi a Jacobo, el


hermano del Señor” (Gá. 1:19 NIV; cp. Hch. 12:17; 15:13).
Este Jacobo no era de los Doce y no tenía la misma posición
apostólica de Pablo, aunque llegó a ser un líder en la iglesia de
Jerusalén.

Bernabé, colaborador del apóstol Pablo

Se le llama “apóstol” en Hch. 14:14.

Judas y Silas

Según Hch. 15:22, 30-34, fueron mensajeros del Concilio


de Jerusalén a la iglesia de Antioquía.

Timoteo

Por su asociación con Pablo (1 Ts. 1:1; 2:17: “nosotros”),

40
Darrell Bock, Luke (Baker Exegetical Commentary on the New Testa-
ment; Grand Rapids: Baker Books, 1998), págs. 1120-21.
41
Müller, “Apostle”, pág. 129.
82 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

algunos autores lo incluyen entre los que eran apóstoles en


sentido general.

Epafrodito

Según Fil. 2:25, Epafrodito fue un enviado, o mensajero


(apostolos en griego), de la iglesia de Filipos, y después un
enviado, o mensajero, de Pablo a los filipenses.

Andrónico y Junias

En Ro. 16:7 Pablo los describe como “destacados entre los


apóstoles” (NVI). Algunos dicen que esta frase posiblemente
signifique “considerados notables por los apóstoles”, pero que
no eran apóstoles.

2 Corintios 8:23

Se habla de los hermanos que fueron enviados (apostoloi en


griego) de las iglesias para cumplir una misión específica.

Efesios 4:7-12

Es en cierto modo el texto favorito del Movimiento


Apostólico Contemporáneo.
(1) Según el v. 7, es Cristo quien ha repartido los dones. En
l Co. 12:1-11 es el Espíritu Santo quien distribuye los dones de
acuerdo a su voluntad; y en l Co. l2:28 es Dios quien ha
establecido los diferentes ministerios. De modo que la Trinidad,
Dios Padre, Dios Hijo, y Dios el Espíritu Santo, se involucran
en la administración de los dones para la edificación de la
Iglesia. Esta enseñanza bíblica no apoya la tesis de que existen
“apóstoles del Cordero” y “apóstoles del Espíritu”.
(2) A “cada uno de nosotros se nos ha dado gracia en la
medida en que Cristo ha repartido los dones” (Ef. 4:7 NVI). En
este contexto la gracia (jaris) puede significar la capacidad para
servir en la edificación de la iglesia. La palabra traducida “don”
no es jarisma, sino dōrea, la cual tiene un sentido más general.
(3) En Ef. 4:7-12, los “dones” son las personas capacitadas
para un ministerio especial, no las capacidades mismas. El
El movimiento apostólico contemporáneo 83

enfoque es más personal que en otros textos.


(4) Ya hemos tratado lo del orden que Pablo sigue al
enumerar los ministerios de Ef. 4:7-12. Concluimos que el
orden parece ser cronológico, y no jerárquico o piramidal.
Refleja la historia de la fundación de la iglesia, especialmente
en regiones donde Cristo no había sido anunciado. Los
apóstoles y profetas abren brecha y colocan los cimientos, los
evangelistas siguen predicando y ganan a otras personas para
Cristo, y los pastores-maestros edifican a los convertidos para
el progreso del Reino de Dios.

1 Corintios 12:28

En su comentario sobre este versículo Gordon Fee, bien


conocido biblista en círculos académicos internacionales, y
quien profesa ser “pentecostal y evangélico”, dice que los
“apóstoles”, “profetas” y ”maestros” se mencionan en cierto
orden, pero no se les debe considerar como “puestos” que
tendrán determinadas personas en la iglesia local, sino como
“ministerios” que tendrán su expresión, o se manifestarán, en
varias personas. A la pregunta si la intención de Pablo sería que
todos los ministerios mencionados en 1 Co. 12:28 fueran
clasificados según su función o significado en la iglesia, la
respuesta es un NO rotundo. Fee admite que los tres primeros
ministerios sí deben ser clasificados en cierto orden, pero aclara
que “esto no significa que uno de ellos sea más importante que
los otros, ni que esto sea necesariamente su orden de autoridad,
sino que uno de ellos precede a los otros en la fundación y
edificación de la asamblea local”.42 En otras palabras, el orden
es histórico, o cronológico, y no necesariamente jerárquico.
Anthony C. Thiselton, ampliamente conocido en el campo
de la hermenéutica bíblica, se pregunta si la enumeración de
ministerios en l Co. 12:28 implica alguna idea de rango. 43
Presenta la opinión de varios autores.
42
Gordon D. Fee, The First Epistle to the Corinthians (New International
Commentary on the New Testament; Grand Rapids: William B. Eerdmans
Publishing Company, 1988, págs. 619-20.
43
Anthony T. Thiselton, The First Epistle to the Corinthians (New Inter-
national Greek Testament Commentary; Grand Rapids: William B. Eerdmans
Publishing Company, 2000), pág. 1013.
84 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

F. F. Bruce arguye que el orden en que Pablo presenta a los


apóstoles, profetas y maestros indica que estos son los
ministerios más importantes. Grosheide opina que los profetas
están en segundo lugar con respecto a los apóstoles porque,
aunque ambos proclaman el Evangelio, su oficio no es tan
universal como el de los apóstoles, y de ahí que no sean tan
importantes como aquellos. Para Robertson y Plummer los
apóstoles son “el primer orden en la Iglesia” porque para serlo
tenían que haber visto al Señor resucitado. Lang ofrece una
evaluación similar a la de Bruce: “Pablo comienza con las tres
más importantes funciones de la proclama”.44 Nótese bien que
hasta este punto la discusión tiene que ver con la importancia
en cuanto a la proclamación.
Según Thiselton, otros comentaristas tienden a ver una
especie de rango que es menos explícita que en los casos
anteriores. Senft dice que Pablo evalúa los dones según el
grado en que “edifican” la iglesia como un todo; esto conduce a
ver el “servicio” como la piedra de toque de la importancia y
del carácter ministerial. Al igual que Conzelmann, Senft insiste
en que “las principales formas de servicio” van
deliberadamente primero en la lista.45
Otros arguyen a favor de que los ministerios son iguales en
“posición” (o status) e interdependientes en sus respectivas
funciones. Godet, a quien Fee parece seguir, afirma que “todos
tienen su parte que desempeñar”, todos los dones tienen su
dignidad y valor. Thiselton concluye que cuando Fee dice que
ninguno de estos dones está en orden de importancia (o de
rango), no expresa lo que estrictamente es la realidad.46
Vale la pena notar que las discusiones resumidas por
Thiselton en cuanto al orden de los ministerios en l Co. 12:28
no le dan énfasis al grado de autoridad que unos ministerios
tengan sobre los otros, como es el caso de los apóstoles de hoy
en su exposición de l Co. 12:28 y Ef. 4:7-12. Al igual que los
discípulos de Jesús, estos apóstoles están discutiendo quién es
“el mayor” entre ellos.
Hemos visto en la parte histórica de nuestro estudio, que los

44
Ibid., págs. 1013-14.
45
Ibid., pág. 1014.
46
Ibid., págs. 1014-15.
El movimiento apostólico contemporáneo 85

líderes del Movimiento Apostólico Contemporáneo se


esfuerzan por atenuar el golpe que su enseñanza sobre la
preeminencia apostólica le asesta a los otros ministerios. Pero
sus acrobacias teológicas para consolar a los profetas, a los
evangelistas, a los pastores y maestros, no resultan
convincentes, porque los mentores del Movimiento siguen
insistiendo en que en la última década del siglo veinte comenzó
la restauración de los apóstoles de hoy a la posición de más alto
rango en la jerarquía eclesiástica.
Por ejemplo, Bill Hamon, maestro de apóstoles y profetas,
dice que él no está enseñando que los apóstoles son los únicos
calificados para hacer decisiones en asuntos de mayor
importancia para la Iglesia cristiana; pero, a la vez, cita el caso
del Concilio de Jerusalén (Hch. 15) para ilustrar cómo un
apóstol, Santiago el hermano de Jesús, recibió por revelación
directa la respuesta al problema que se discutió en aquella
histórica reunión.47
Ciertamente, Santiago fue el último de los mensajeros en
hablar. Pero él no tenía la exclusiva para que por su medio se
comunicara el Espíritu con la Iglesia. El testimonio de la
experiencia de Pedro entre los gentiles tuvo también gran peso
en las deliberaciones. Es más, el historiador Lucas nos dice que
los apóstoles y los ancianos estaban actuando de común
acuerdo “con toda la iglesia” (Hch. 15:22). Todavía más, el
párrafo sustancial de la carta enviada a la iglesia consultante, la
de Antioquía, comienza con estas palabras: “Nos pareció bien
al Espíritu Santo y a nosotros” (Hch. 15:28). Santiago no tenía
el monopolio del Espíritu Santo. Toda la iglesia con sus líderes
estaba en sintonía con el Espíritu Santo. Finalmente, no
debemos pasar por alto, en nuestro ejercicio hermenéutico, que
la época por la que estaba pasando la Iglesia era de transición
entre los tiempos de la tradición apostólica oral y la revelación
apostólica escrita, la cual estaba empezando a gestarse.
Hamon entiende esto, pero exagera la nota cuando afirma
que la solución del problema no llegó hasta que el apóstol
Santiago recibió la revelación que fue escrita como doctrina
establecida para la Iglesia del Nuevo Testamento. Este caso lo
usa para ilustrar que los apóstoles son necesarios hoy para

47
Hamon, Apostles, págs. 46-47.
86 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

“determinar y establecer doctrina correcta para la iglesia”. 48


Pero su interpretación del texto bíblico no es satisfactoria.
En lo que hemos leído y escuchado de los representantes del
Movimiento Apostólico Contemporáneo, detectamos que ellos
no estarían satisfechos con levantar apóstoles que se limiten a
ser “enviados” por una iglesia, o por otro líder que esté en una
posición más elevada que la de ellos en la estructura
eclesiástica. Aunque se diga que ellos entienden que lo de
“apóstol” no es un título, ni una posición, sino una función o un
oficio, lo evidente es que la enfermedad de nombre “titulitis”
sigue apoderándose de nosotros los evangélicos, en Guatemala
y alrededor del mundo.
Además, el propósito es ungir apóstoles que tengan plena
autoridad para planificar, dirigir y supervisar la obra de las
iglesias, y especialmente para defender, revisar, cambiar y crear
la doctrina de la Iglesia. Si lo harán en conjunción con los
profetas y los otros ministerios es asunto de segunda
importancia; lo fundamental es que los nuevos apóstoles serán
los de primer rango, los “generales”, en la iglesia del porvenir.
Hamon afirma que ninguno de los movimientos de
restauración en el pasado pudo evitar abusos en su seno, y
admite que el Movimiento Apostólico Contemporáneo tampoco
podrá hacerlo.49 A esto debemos agregar lo de las grandes
frustraciones que sufren los que ingenuamente se dejan
arrastrar por los que cometen esos abusos que son promovidos
por los que irresponsablemente echan a andar un movimiento
sin apegarse a lo que dice Dios en su Palabra escrita.

USO DEL NOMBRE “APÓSTOL” EN OTROS


SECTORES DE LA CRISTIANDAD

En el Catolicismo Romano

El vocablo “apóstol” tiene un uso jerárquico. La sucesión


apostólica es artículo de fe. El Papa es el sucesor del apóstol
Pedro. Pero también se habla de un apostolado en sentido
amplio, el de todos aquellos que de alguna manera sirven de

48
Ibid., pág. 47.
49
Ibid., pág. 189.
El movimiento apostólico contemporáneo 87

acuerdo a las directrices de la Iglesia Católica. Por ejemplo, en


círculos católicos se habla del “apostolado de los seglares”.
También se usa como un reconocimiento especial a
misioneros que se han distinguido en el cumplimiento de su
vocación: “San Francisco Javier es el apóstol de las Indias”.
Los biógrafos de Toribio de Mogrovejo (1538-1606), miembro
de la Inquisición en Granada, España, antes de que lo
nombraran arzobispo de Lima, le llaman “santo y apóstol”,
porque demostró serlo según los criterios de la fe católica.
Tomó en serio las “visitas generales”, que consistían en viajar
por largos períodos en el interior del país, e incluso ir a lugares
inhóspitos en busca de indígenas para catequizarlos. Prefería
este trabajo a permanecer en la casa arzobispal en Lima. Había
partido de España sin intención de volver, y no volvió más. En
1598, tras la segunda visita general, envió el siguiente informe
al papa Clemente VIII: “Andado y caminado más de 5,200
leguas, muchas veces a pie, por caminos muy fragosos y ríos,
rompiendo por todas las dificultades y careciendo algunas
veces yo y la familia de cama y comida”.50

En la comunidad evangélica

También honramos con el nombre de apóstol a enviados de


Dios que fueron pioneros en la tarea de establecer la Iglesia en
otras latitudes. Por ejemplo, a Adoniram J. Judson se le llamaba
“el apóstol de Birmania”. Libros sobre la historia de las
misiones atribuyen este honor a los que abrieron brecha para la
siembra del Evangelio y el comienzo de la Iglesia Evangélica
más allá de las fronteras de la patria, en otra cultura, en otro
clima y, en muchos casos, al otro lado del mar.
Ese uso del vocablo no es extraño para nosotros. Si lo
usamos como un homenaje a grandes patriotas, a pensadores de
altura, a los que entregaron su vida a un ideal bienhechor, como
cuando decimos que José Martí (1853-1895) fue el apóstol de
la revolución cubana, ¿por qué no íbamos a usarlo para honrar a
los que Juan C. Varetto llamó “héroes y mártires de la obra

50
Nicolás Sánchez Prieto, Santo Toribio de Mogrovejo (Madrid: BAC,
1986), pág. 141.
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misionera”?51 Si la palabra significa “uno que es enviado a


cumplir con autoridad una tarea específica”, entonces es justo
llamar apóstoles a los que fueron enviados por el Señor y en
obediencia a su vocación celestial la cumplieron fielmente.
La Iglesia que Cristo compró con su sangre necesitará de
apóstoles (enviados) mientras haya pueblos que no han sido
alcanzados con el Evangelio. La hora de las misiones
transculturales ha sonado para la Iglesia Evangélica en América
Latina. Más que nunca tenemos que suplicarle al Señor de la
mies que envíe obreros (obreros enviados, apóstoles) a su mies.
Más que nunca necesitamos “apóstoles-misioneros”, no
“apóstoles-jerarcas”. De estos últimos ha habido en la Iglesia
durante dos mil años. No le han faltado sucesores a Diótrefes,
quien amaba tener el primado (3 Jn. 9-10).

Así que Jesús los llamó y les dijo: Como ustedes saben, los que se
consideran jefes de las naciones oprimen a los súbditos, y los altos
oficiales abusan de su autoridad. Pero entre ustedes no debe ser así.
Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser
su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de
todos. Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan,
sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos (Mr.
10:42-45 NVI).

51
Juan C. Varetto, Héroes y mártires de la obra misionera (Buenos Aires:
Junta de Publicaciones de la Convención Evangélica Bautista, 1934).

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