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El terremoto más letal de 2018 fue de los

más rápidos en la historia


Por Marcia Bjornerud 8 de febrero de 2019

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Un puente destruido por el terremoto y tsunami que impactaron Palu, en Indonesia, el


28 de septiembre. La ruptura sísmica partió casi 130 kilómetros de corteza en treinta
segundos. Credit Beawiharta Beawiharta/Reuters

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El 28 de septiembre, un fuerte terremoto impactó la isla indonesia de Célebes y activó


un tsunami que devastó la capital de la provincia, Palu. Los dos sucesos juntos
terminaron con la vida de más de 2200 personas en la región.

Aunque Indonesia es uno de los países con mayor actividad sísmica en el mundo, el
tsunami de Palu fue una sorpresa para los geofísicos. Un tsunami ocurre cuando un
terremoto en el lecho marino empuja el agua hacia arriba de manera abrupta, lo cual
produce una ola de una altura peligrosa. Lo más normal es que el culpable sea un
megaterremoto, que sucede cuando una placa tectónica se desliza debajo de otra. Un
megaterremoto fue la causa del tsunami que azotó Sumatra en 2004 y provocó 230.000
muertes.

En contraste, la causa del tsunami de septiembre se conoce como un terremoto de


desgarre. Este tipo de sismo ocurre en fallas donde dos placas tectónicas se deslizan una
frente a la otra. El movimiento del terreno en esos terremotos en esencia es horizontal
—en Célebes, las rocas en ambos lados de la falla dieron tumbos una frente a la otra a
más de 3 metros— y casi no produce tsunamis. Sin embargo, el terremoto de Palu
provocó un desprendimiento submarino, el cual produjo un pequeño tsunami que creció
a medida que iba barriendo una bahía estrecha.

Además, resulta que ocurrió algo incluso más inusual, de acuerdo con dos artículos
publicados el 4 de febrero en la revista Nature Geoscience. Cuando la falla se quebró, el
borde principal de la ruptura rasgó la corteza a una velocidad mucho mayor de lo
normal, y tal vez magnificó la sacudida que provocó el desprendimiento submarino.
Este tipo de comportamiento se había predicho en la teoría, pero no se había
documentado de una manera concluyente en la naturaleza.

A lo largo de la historia, ha sido difícil probar las teorías sismológicas con


observaciones verdaderas. Sin embargo, gracias a un creciente flujo de datos detallados
de una serie de sismómetros e imágenes satelitales de alta resolución, los científicos
cada vez son más capaces de comparar en tiempo real sus modelos con el
comportamiento de terremotos individuales.

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Una imagen panorámica del daño que sufrió el distrito de Tondo en Palu, tomada unos
días después del paso del tsunami. Credit Antara Foto/Reuters
Los terremotos siguen siendo terremotos: vibraciones que se producen cuando la
energía de deformación almacenada en las rocas se libera de pronto. No obstante, sus
idiosincrasias —las personalidades de sus fallas sísmicas— están comenzando a surgir.
Los dos estudios recientes ofrecieron un buen ejemplo.

Un terremoto comienza debajo de la tierra, en un tramo diminuto de una falla geológica,


cuando la presión que ejerce una placa tectónica supera la fuerza de fricción que la
contiene. De pronto, ocurre un desplazamiento; aparece un desgarre en la corteza y se
propaga a gran velocidad para distanciarse de su origen, muy parecido a una rasgadura
en un par de medias.

A medida que el desgarre avanza a toda velocidad, libera energía de deformación en


forma de ondas sísmicas, las cuales se propagan hacia afuera a diferentes velocidades.
Las ondas de presión, u ondas P, son las más rápidas; las ondas de corte, u ondas S, son
más lentas, pero provocan una mayor sacudida del terreno; y por último están las
pausadas pero devastadoras ondas Rayleigh, las cuales provocan que la tierra se mueva
como el oleaje.

Lo más común, y de acuerdo con la teoría básica de la geofísica, es que una ruptura no
viaje más rápido que las ondas sísmicas más lentas. Sin embargo, la nueva investigación
indicó que la ruptura que provocó el terremoto de Palu aventajó incluso a sus propias
ondas S, lo cual lo convirtió en uno de los primeros terremotos “supercortadores” que se
hayan documentado.

En uno de los artículos, Anne Soquet de la Universidad Grenoble Alpes, en Francia, y


tres coautores examinaron imágenes ópticas y de radar del satélite Daichi 2 de Japón,
las cuales mostraron desplazamientos a una escala milimétrica de la superficie de la
Tierra antes y después del terremoto de Célebes. Los datos revelaron que la ruptura
comenzó al norte de Palu, en un segmento de la falla que antes era desconocido, y que
en 30 segundos viajó al menos 128 kilómetros hacia el sur.

En promedio, la fractura desgarró la corteza a una velocidad de 4,3 kilómetros por


segundo, o 15.450 kilómetros por hora, casi un 25 por ciento más rápido de lo normal, y
entre los más rápidos registrados en la historia en rocas a poca profundidad. Esta
velocidad virulenta fue posible gracias a un tramo inusualmente plano y regular de la
falla ubicado al sur de Palu, escribió el equipo de Soquet. Su conclusión coincidió con
los modelos teóricos que sugerían que solo las fallas simples en términos geométricos
podían transmitir ese tipo de rupturas.

En el segundo estudio, un equipo que encabezó Han Bao de la Universidad de


California, campus Los Ángeles, ensambló un cronograma segundo por segundo de la
ruptura a partir de imágenes de radar de la superficie y la densa red de estaciones
sísmicas que se encuentran por el océano Índico. Este equipo también observó que la
ruptura iba más rápido que sus ondas S. Muy parecido a la manera en que una lancha de
motor o un jet supersónico aventajan sus estelas, la ruptura generó detrás de ella un
patrón expansivo de disrupción en forma de V, conocido como cono de Mach.

El equipo pudo calcular con precisión el momento en que llegaron los diferentes tipos
de ondas sísmicas a distintas estaciones de monitoreo. El grupo encontró que la ruptura
que produjo el terremoto de Palu se desplegó en fases marcadas, al disminuir la
velocidad entre 10 y 25 segundos después de la fricción inicial, tal vez debido a las
curvas en la falla o las variaciones en la fricción de las rocas.

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Los habitantes de Palu a la espera de tener noticias sobre el paradero de familiares y


amigos desaparecidos Credit Aaron Favila/Associated Press

Incluso con esos impedimentos, la ruptura viajó a una velocidad supercortadora y lo


hizo desde el comienzo. Eso fue sorprendente: los modelos actuales sugieren que una
ruptura debe viajar una distancia mínima antes de alcanzar velocidades supercortadoras,
de la misma manera que un velocista necesita unos metros para llegar a su máxima
velocidad.

Bao y sus coautores escribieron que tal vez el tramo inicial de la zona de la falla estaba
formado de rocas muy fracturadas y dañadas. La ruptura pudo haber pasado justo a
través de este, sin gastar energía en romper rocas prístinas.

Estos hallazgos dan mucho qué considerar a los geofísicos. ¿El comportamiento
supercortador era intrínseco de esta falla, o lo provocó algo específico en la forma en
que empezó el terremoto? ¿Es más probable que ciertos tipos de rocas, o de fallas más
viejas y dañadas, produzcan terremotos supercortadores? A fin de cuentas, ¿qué tan
especial fue este suceso?

Las implicaciones son tanto humanitarias como científicas. Se pueden encontrar fallas
de desgarre por todo el mundo, incluidas muchas zonas con una gran densidad
poblacional: la falla de San Andrés en California; el sistema de fallas Anatolia en
Turquía; la falla del mar Muerto en el Medio Oriente; y la falla de Enriquillo en Haití.
Los vecinos sísmicos de la humanidad vivirán mucho tiempo a su lado, hacemos bien en
conocerlos.
New York Times

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