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Guatemala, diciembre/2001
Una mirada feminista de la realidad
Femina sapiens La migración económica: Un reto para las mujeres (Lesbia Ortiz)
Editorial
Una de cal y otras de arena
Es un hecho: no terminaremos el año saltando de júbilo. El
2001 concluye con una guerra en la que cientos de personas
han perdido la vida y muchas más serán segadas antes que los
señores de la muerte sacien su sed de venganza a ambos
lados del mundo.
No es posible olvidar que entre los fuegos cruzados de estos
pulsos de poder están siempre las mujeres y la niñez. En los
campos de refugio muchas de ellas están siendo violadas,
como lo son siempre cuando se las considera botín de guerra.
Para colmo, tras esas vivencias deben enfrentarse a una
campaña del Vaticano que, en flagrante tergiversación de la
violación y sin condena alguna a la violencia masculina,
considera que ofrecerles a las víctimas la posibilidad de
prevenir embarazos productos de esos ultrajes es "promover
las relaciones sexuales irresponsables".
En Guatemala cerraremos el año con una economía hecha
trizas que no promete mejorar al corto plazo y con graves
problemas en el agro que precarizan la vida en las áreas
rurales. Asimismo, con una cartera de Gobernación de nuevo
encabezada por un militar, en abierta violación al Acuerdo
sobre Fortalecimiento del Poder Civil y Papel del Ejército en
una Sociedad Democrática, en el que se plasmó el objetivo de
la desmilitarización.
Pese a ello, las mujeres tenemos cuando menos tres razones
para celebrar este fin de año. Una de ellas es la nueva Ley de
Desarrollo Social, que representará grandes beneficios para la
sociedad si es aplicada correctamente y su correspondiente
Política Nacional de Desarrollo Social y Población logra
responder a las necesidades de las grandes mayorías.
Otro motivo de celebración es la ratificación el pasado 22 de
noviembre, por parte del Congreso de la República, del
Protocolo Facultativo de la Convención para Eliminar Todas las
Formas de Discriminación contra la Mujer, mejor conocida
como CEDAW.
El Protocolo es el instrumento que operativiza la Convención
y faculta a personas o grupos a presentar denuncias al Comité
de la CEDAW, en las Naciones Unidas, cuando cualquiera de los
derechos enunciados en la Convención haya sido violado. Tras
recibir la denuncia, el Comité podrá solicitar al Estado que
adopte las medidas provisionales necesarias para evitar daños
irreparables a la víctima o las víctimas de esa violación. El
Estado deberá tener en cuenta las consideraciones del Comité
e informarle por escrito, en un plazo de seis meses, las
medidas que haya adoptado para corregir la situación
denunciada. Dependiendo de la respuesta del Estado, el
Comité podrá realizar una investigación de carácter
confidencial, que podría incluir una visita al país involucrado.
Lo anterior se traduce en que cualquier guatemalteca que
considere haber sido discriminada respecto de los derechos
promulgados por la Convención y haya agotado todos los
recursos de la jurisdicción nacional para reparar los daños que
le fueron ocasionados, podrá exponer su caso ante el Comité
para que éste la ayude a buscar un remedio efectivo de parte
del Estado.
Y si de celebrar se trata, hagámoslo también porque
laCuerda sigue viva y puntual.
En otro orden, existe una deuda pendiente con las personas
que viven con VIH/sida, quienes en su mayoría no reciben la
terapia combinada que les permitiría prolongar la vida y
asegurar su productividad. Algo similar se aplica a las
personas con discapacidad. Pese a que nuestro país cuenta
con leyes específicas para estas poblaciones, en ambos casos
faltan respuestas efectivas de parte del Estado.
Esas leyes, al igual que la de Desarrollo Social y el Protocolo
Facultativo de la CEDAW, sólo tendrán credibilidad si el Estado
cumple a cabalidad los compromisos que ha contraído. No
honrarlos sería una abierta violación a los derechos de nuestra
sociedad.
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La movilidad de las personas, como acción individual o social, tiene diversas facetas.
Conocer las dimensiones del traslado de residencia trae consigo múltiples experiencias.
Algunos "ires y venires" son constantes, otros temporales y unos más por largos
periodos; todos imprimen huellas en la vida de las personas. Sin duda, el acceso a la
educación y a los recursos contribuye a que tales recorridos encuentren riesgos,
pérdidas, sorpresas y/o beneficios.
En esta oportunidad, nos proponemos abordar aspectos de la movilidad desde el
punto de vista personal, social, político y económico. La historia de Guatemala, a raíz
del conflicto armado interno y del modelo económico agro-exportador de materias
primas, está marcada por éxodos muchas veces forzados o bien voluntarios.
En este número incluimos lo que ha representado el exilio, tanto para mujeres
comprometidas con un cambio social como para algunas jóvenes, quienes salieron
siendo niñas y su emigración temporal las enriqueció con variadas vivencias, no todas
dulces.
La conclusión del conflicto armado permitió el retorno de 40 mil personas
refugiadas, según cifras oficiales. Su reintegración ha estado repleta de problemas,
sobre todo para aquellas familias campesinas que regresaron a zonas inhóspitas, sin
los más elementales servicios. Las enfrentó a muchas carencias, en ocasiones mayores
a las vividas en su calidad de asiladas. En los años recientes han tratado de revertir tal
situación con mucho trabajo, paralelamente a su rica experiencia organizativa, con la
fuerza del anhelo de volver a la patria. Papel muy importante han jugado miles de
retornadas, quienes con dobles y triples jornadas contribuyen al bienestar de su familia
y su comunidad. Entre ellas, las guatemaltecas organizadas en Mamá Maquín, Madre
Tierra e Ixmucané.
Las migraciones por motivo de trabajo son otro apartado muy importante, en tanto
representan un panorama lleno de vicisitudes, en particular para quienes dejan
Guatemala obligados por la falta de fuentes de empleo. Las guatemaltecas se enfrentan
a agresiones específicas en razón de su sexo: el acoso sexual y las violaciones. Ellas,
solas o acompañadas, encuentran múltiples riesgos cuando migran de su comunidad o
país. ¿Qué provoca las constantes migraciones? La respuesta es similar: una
oportunidad para mejorar su calidad de vida porque en su lugar de origen se les niega.
La posibilidad del mercadeo de productos también es constante. Miles de mujeres
recorren diferentes localidades, como única opción para comercializar sus productos.
Algunas lo hacen en diferentes zonas del país, otras cruzan la frontera, sobre todo la
mexicana. Habría que valorar esta experiencia poco conocida.
Guatemala, a su vez, ha dado acogida a otros ciudadanos, a quienes les ha abierto la
posibilidad de sentirse útiles. Al abrir sus brazos les permite poner en práctica su
experiencia académica y laboral. Algunas extranjeras de diferentes países nos
comparten los encantos y vacíos de ser migrantes aquí. Sus relatos dan cuenta de su
aprecio por este país, que además de oportunidades les ha mostrado la riqueza de una
nación multifacética y su gente nada fácil de entender.
En su calidad de migrante, una guatemalteca nos escribe acerca de sus vivencias.
Como muchas personas, ha prolongado su ausencia, lo que no significa olvidar su país.
Experiencia que seguramente comparten más de sus connacionales.
El tema es amplio. Lo tratado en este ejemplar es una pincelada. Esperamos
compartir tan sólo algunas vivencias que trae consigo la movilidad social.
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Sumario noticioso
laCuerda
Galardonada
Rosa Isabel García recibió el máximo galardón que otorga Human Rights Watch a
defensores de derechos humanos. Única latinoamericana homenajeada, la activista
labora en el Centro para Trabajadoras de Casa Particular (CENTRACAP).
Miles de guatemaltecas se ganan la vida realizando trabajo doméstico y sólo un
número reducido goza de vacaciones, aguinaldo y bono 14. Según el informe "El trabajo
de la casa particular, una labor deshumanizada", elaborado por la Asociación Proyecto
Conrado de la Cruz, las trabajadoras domésticas son en su mayoría niñas indígenas
provenientes de familias muy pobres, quienes carecen de seguridad social. Su jornada
de trabajo oscila entre las 14 y 16 horas, seis días a la semana, con un salario mensual
de 300 a 900 quetzales (40 a 110 dólares).
Reconocimiento al mérito
Francisca Fernández Hall y María Inés Samayoa recibieron el Blasón de Plata del
Consejo Nacional de Mujeres de Guatemala. Fernández Hall es la primera ingeniera civil
guatemalteca con una exitosa y extensa carrera profesional. Samayoa es educadora y
ha impulsado entre la niñez programas de promoción de la identidad guatemalteca,
dibujo, pintura y teatro, entre otros.
Guatemaltecas premiadas
Claudia Méndez Arriaza fue reconocida con el premio "El mejor de los mejores en el
periodismo nacional", otorgado por la Asociación de Periodistas de Guatemala y
Comcel, por su cobertura del proceso judicial seguido en el 2001 por el asesinato de
monseñor Juan Gerardi. El mismo trabajo ocupó también el primer lugar por la "Mejor
cobertura noticiosa". El segundo lugar en esta categoría lo obtuvieron varios
periodistas, incluidas Julia Corado y Michelle Garzaro, por los casos de hambruna en
Jocotán, Chiquimula. Claudia Vázquez y Nancy Avendaño también recibieron premios.
Añorado reencuentro
Después de 19 años de búsqueda, Tomás y Julia Choc, padre e hija, se reencontraron.
Julia tenía cinco años en mayo de 1982, cuando elementos del ejército y de las
paramilitares destruyeron su comunidad en Uspantán, Quiché. Desde entonces, un
patrullero la crió como su hija en Ixcán. Este reencuentro es uno de los frutos del
programa "Todos por la búsqueda y el reencuentro", que varias organizaciones realizan
para encontrar a la niñez desaparecida durante el conflicto armado.
Mujeres de oro
Deportistas guatemaltecas obtuvieron grandes triunfos en los juegos centroamericanos.
Entre ellas destacaron: Cheily González, quien recibió tres medallas de oro en karate do.
Rebeca Rubio conquistó también una presea de oro en la competencia de
físicoculturismo. Fabiola Aycinena destacó en gimnasia, ganando el primer lugar en
salto al potro y barras asimétricas. En atletismo se llevaron el oro: Elsa Monterroso en
los cinco mil metros, Ana Regina Quiñónez en salto alto y María José Paiz en salto triple.
En tae kwon do, Heidy Juárez se impuso en la categoría de 67 kilos, en tanto Euda
Carías y Paulina Morataya ganaron preseas doradas en las categorías de 45 y 57 kilos,
respectivamente.
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Lo que empezó como aventura en diciembre del 2000, se ha convertido en una parte
muy importante de mi vida. La decisión de permanecer en Barcelona sin importar un
respaldo migratorio fue meses atrás. Llegó el día en que sentí miedo. Muchos
latinoamericanos y de otros lugares teníamos que evitar que la policía nos detuviera y
pidiera papeles. Ser "ilegal" y vivir como tal es difícil. Mi viaje a Europa dejó de ser
turismo.
Al principio de esta historia, mi amiga Belén metió mis papeles para legalizar mi
estadía, lo que no me preocupaba: si me deportaban, sería una nueva aventura. No sabía
que ella los conseguiría tres meses más tarde. Ahora entiendo lo que esos papeles han
representado para miles de personas.
En agosto, con Barcelona llena de turistas, las autoridades decidieron desalojar de la
plaza a más de cien subsaharianos que dormían allí. Nadie imagina lo que es despertar
con decenas de hombres durmiendo al lado tuyo, durante casi dos semanas. El segundo
desalojo fue a las cinco de la mañana; ya todos estábamos con las maletas en mano.
Fue como una peregrinación, buscando un lugar seguro. Las fuerzas de seguridad
españolas no les dejan nada qué desear a las guatemaltecas: son iguales de malditas y
violentas.
Ahora trabajo en la Casa de la Solidaridad. Empecé a visitar al gobierno civil y
vendiéndole el alma a quien fuese para agilizar los trámites de casi sólo hombres,
quienes habían estado encerrados en iglesias, haciendo huelga de hambre en demanda
de ser documentados. Eran unos 900, la mayoría de Paquistán, Marruecos, India,
Bangladesh y algunos de Sierra Leona, Ghana y Nigeria. Los que eran amigos se
hicieron hermanos. Inicié relaciones entrañables con hombres, casi todos musulmanes,
mi nueva familia. Todos ellos sin ninguna esperanza de ser documentados, tener casa y
trabajo en España. He confirmado que muchas cosas son un mito.
En esta situación se aprende a amar de verdad. Es difícil comprender cómo existen
tantas personas solidarias en Guatemala; en cambio acá muy pocas hacen algo por sus
semejantes. La gente vive en su propio mundo. Es muy fácil ser bueno en verano y no
darse cuenta que en invierno la gente vive en la calle.
Les quiero con toda mi alma y realmente extraño a Guate. Después de mucho tiempo
puedo volver a llorar cuando escribo. Eso me hace feliz.
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Son varias las razones por las cuales mujeres y hombres indígenas nos vemos
motivados u obligados a emigrar a la ciudad. La ciudad como centro de poder puede
ofrecernos oportunidades y ventajas, pero la integración a ella tiene sus costos. He aquí
algunas reflexiones personales en relación a estos temas.
Quienes hemos tenido posibilidades de estudiar nos hemos insertado en
organizaciones no gubernamentales, empresas privadas, con el Estado o poniendo un
pequeño negocio. Pero el proceso vivencial de ingresar a la ciudad tiene sus costos
porque te impone ciertos requisitos de ingreso, tales como aprender el idioma español,
cierto nivel de escolaridad, un horario para trabajar, perder el traje por la imposición del
uniforme. También aprendemos a enfrentar distintas formas de discriminación cuando
rompemos con esquemas sociales dominantes. Por ejemplo, una pregunta frecuente
que a mí me lastima: "¿Por qué viven ustedes en la ciudad?" ¡Pareciera que no tenemos
cabida en ella! ¿Por qué nos miran como invasores?
Nos cargamos de energía, de valor, voluntad y esperanza para ir perdiendo el miedo
a enfrentar la discriminación en los espacios cotidianos. Empezamos a reconocer
nuestros derechos y los ponemos en práctica, enfrentamos los prejuicios que subyacen
a la división entre el mundo urbano-rural, los de la ciudad y los de provincia. El interior
es para los indígenas, nos dicen.
Cuando perdemos el miedo ya no caminamos como palomas amarradas con hilo en
los tobillos, siempre viendo hacia el suelo; ahora exploramos los espacios, enfrentamos
la mirada y el gesto con dignidad, nos vamos rebelando al maltrato de muchos choferes
en los buses, exigimos que nos llamen por nuestro nombre y no por "maría" o "la
muchacha". Entramos a las librerías, centros comerciales, hospitales, restaurantes, las
instancias del Estado. Nos movilizamos por las diversas zonas de la capital, pedimos
que se nos atienda con respeto, entablamos nuevas relaciones sociales y aprendemos
otras maneras de ver el mundo.
En suma, utilizamos nuestra creatividad y sabiduría porque no queremos perder
nuestra identidad étnica, que es una forma de resignificarnos y redignificarnos frente a
los Otros y a nosotras mismas. Presionamos para el cumplimiento de nuestros
derechos. Sensibilizamos para que conozcan a los Otros que no son parte de la ciudad,
porque existen muchas personas que se dicen guatemaltecas por el simple hecho de
vivir en la capital, pero desconocen o niegan a otros grupos sociales y otros territorios.
Por eso es frecuente escuchar con asombro y extrañeza: "¿De dónde sos vos? ¿Y por
dónde queda ese lugar?" Como quien recién descubre el mapa de su país.
Pero ¿qué nos amarra a nuestros pueblos? ¿Por qué regresamos o visitamos
nuestros pueblos? Para algunos es crucial: el vínculo con nuestros ancestros, mantener
la comunicación con nuestras familias, con los espacios energéticos-espirituales que
dan sentido a nuestra vida. Recreamos lo que hemos aprendido, interaccionamos
nuestros aprendizajes, recordamos nuestra historia, ensamblamos valores y principios
humanos y respiramos aire puro.
Desde mi experiencia como mujer maya y urbana me preocupa que con las y los
migrantes a la ciudad se reproduce la exclusión que se vive en el campo; de ahí la
necesidad de crear propuestas de desarrollo social de los territorios discriminados. La
ciudad nos ha redescubierto lo que somos en el campo y con respecto a la nación.
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Voces de migrantes
Dejar lo querido para encontrar nuevas querencias
Elsy Manzanares Feliche, venezolana, periodista
Sin ninguna duda, lo más doloroso que podemos dejar en nuestras aventuras entre un
país y otro son las querencias. Sin embargo, lo mejor que nos puede ocurrir es
encontrar las nuevas.
Haber llegado a Guatemala, por mis propios pasos y única selección fue
consecuencia de una vivencia anterior, cuando no llegué por mis propios pasos, ni fue
una elección. Pero sí, fue una experiencia maravillosa en un país lleno de encantos
mágicos y traviesos. Los verdes de la mano de los múltiples colores que definen la
cultura milenaria me cautivaron. Además de su clima, sus paisajes y la maravillosa
Antigua me hicieron sentir un poco dueña de esta maravillosa tierra.
Se me preguntó por qué me vine a Guatemala y por qué dejé mi país, Venezuela. La
primera pregunta la pude contestar muy fácilmente. La segunda podría inclusive ser
más fácil de responder, porque tiene nombre y apellido; sin embargo, debo ser más
reflexiva, porque en estos momentos Venezuela atraviesa una de sus peores crisis.
Después de haber vivido una democracia floreciente que permitió la participación de
todos los sectores en los procesos políticos, productivos, educativos, etc., en
Venezuela nos tocó hacer una evaluación de todo lo que también había dejado de malo
esa democracia. Cuando comenzamos a darnos cuenta de qué pasaba, ya era
demasiado tarde. La oportunidad de un nuevo liderazgo llegaba, pero era uno lleno de
entuertos, fantasías delirantes, con un pasado hecho golpe a golpe, y frente a esta
situación no había remedio.
Pensé rápidamente cuál podía ser mi destino inmediato y me afloró Guatemala,
donde ya había dejado algunas querencias, donde su naturaleza y su cultura me habían
cautivado, donde no dejaba de vivir parte también de mi cultura y donde he encontrado
un nicho de cosas gratas, con el sabor y la seguridad de que Guatemala ya forma parte
de mi historia personal.
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Soy migrante hasta los huesos. Dejé mi país y vine a Guatemala hace poco más de siete
años porque me gusta conocer otros lados.
Es algo que tengo en mí desde la niñez, cuando jugaba en la línea del ferrocarril y me
preguntaba: ¿Adónde me llevarán estas líneas si las sigo? ¿Qué habrá más allá del
horizonte? Y resulta que me gusta vivir en medio de lo desconocido. Mucha gente
encuentra el consuelo y la fortaleza en un ambiente conocido, pero a mí me inquieta. Me
siento tal vez atrapada o hasta sofocada por todo lo que supuestamente tenemos en
común. Estar donde no conoces y no te conocen, te puede dar cierta libertad.
También ha sido una escuela excepcional. Guatemala, por ejemplo, me parece una
flor de múltiples pétalos que se me va abriendo poco a poco. Sé que no la conoceré por
completo aunque esté aquí mil años. Pero a la vez, y quizás esto sea lo más importante,
ayuda a conocerme a mí misma, examinar mi cultura, mis creencias, mis prejuicios
desde otro punto de vista; me ayuda a no tomarlos por ley.
La mía es una visión privilegiada, lo sé. Para la mayoría de migrantes, la migración
se vuelve una especie de exilio (por razones políticas o económicas) y se da en
condiciones muy difíciles. Para mí no todo es olor a rosas, pero mis quejas son pocas.
Aquí escribo de lo bueno que es estar en tierra extranjera.
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Un cambio radical
Velia Jaramillo, mexicana, corresponsal de la revista Proceso
Hace dos años emigré a Guatemala. El cambio de ciudad no podría haber sido más
radical: de Monterrey, una norteña ciudad mexicana convertida en centro financiero del
país, con un estilo de vida muy a la norteamericana, a la Guatemala que me estremeció
desde mi primer viaje, con su historia de sangre y, paradójicamente, desbordante de
vida, de color, de imágenes que tocan el corazón y la conciencia a cada vuelta de la
esquina.
Fue, mucho más que un cambio de ciudad, un cambio de vida. De la presión del
periodismo diario, a la rutina mucho más sosegada de una corresponsalía; de ver
diluirse mis días en la carrera de las actividades públicas, al mundo de la casa en el que
igualmente el reloj corre y se come, entre las tareas de la maternidad y la doble jornada,
la ilusión del tiempo libre.
Este país me ha permitido conocer ese mundo, el de las mujeres que van al "super"
o toman un café a media mañana a salvo de los horarios de oficina pero inmersas en el
trabajo sin horarios; el de las mamás que salen por las tardes a pasear por la colonia -a
falta de parques- con sus hijas e hijos.
Entiendo ahora la batalla diaria por combinar esos dos mundos, el de afuera y el
doméstico, y lo que especialmente en mi profesión implica combinar la maternidad con
el periodismo. Releo las estadísticas que hablan de una creciente feminización de las
carreras de periodismo contra el predominio masculino en los medios, a causa de
muchas mujeres que se quedan a medio camino en el ejercicio de este oficio tan rico
como demandante.
De mi antigua ciudad extraño la vida nocturna, caminar o manejar sin miedo de
madrugada, la adrenalina del trabajo periodístico diario. Pero, a cambio, me encanto con
el paisaje guatemalteco, con su modo de vida mucho más relajado, fuera de la locura de
la competitividad que obliga a trabajar 12 horas diarias, y la convivencia con mis pares,
en el barrio, y en esa generosa Red de Mujeres Periodistas de Guatemala en la que me
cobijo y que ha hecho más fácil mi adaptación a este país.
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De búsquedas y otredades
Mónica Salas, peruana
Vivir fuera
Andrea Carrillo Samayoa, laCuerda
Responder a lo que significó vivir fuera de Guatemala por años es, para muchas, evocar
recuerdos especiales, de alegrías y tristezas que al final cambian el rumbo de tu vida.
Cuando tuvimos que irnos la edad no importó; nuestros padres nos tenían que
llevar. No sabían cuándo se podía regresar y si se quedaban corrían el riesgo de morir.
Sin entender fuimos creciendo en otro país.
Con Claudia, mi amiga de toda la vida, coincidimos en el mismo lugar, sus padres
tuvieron que irse cuando ella tenía tres años, los míos cuando yo estaba de meses.
Jugamos, aprendimos y crecimos juntas.
Ahora, Claudia tiene 24 años y, al igual que yo, regresó a Guatemala varios años
atrás. Hace unos días me dijo que ganamos mucho viviendo fuera, que fue triste, sí,
perderse los momentos especiales con la familia, el no saber desde pequeña el himno
de tu país ni crecer en él por razones de represión que ahora sí entendemos. Pero lo
bueno y valioso es que podemos decir que formamos una familia de amistad y
solidaridad en tiempos difíciles fuera de nuestro país; que ahora llevamos dentro a
todas esas personas con quienes crecimos, los momentos que vivimos, la gente que
conocimos y que tuvimos que dejar porque volvimos.
"Ahora, Yeya" (como me dice desde pequeña), "valoro más la vida, la amistad y lo
que mi mamá y mi papá hicieron por sus vidas y por la mía".
Es cierto: viviendo fuera, cualquiera madura más rápido.
Madurás cuando ves a tu papá llorar a la orilla de la cama, porque han llamado por
teléfono para avisar que su mamá murió. A los cinco años supe que mi papá lloraba
porque la abuela Norma había muerto y que su dolor se agudizaba porque ella estaba
aquí y él allá; porque no la había visto en años y no iba a poder estar en su funeral. Ver
muchas veces a tu mamá triste porque extrañaba su casa, su familia, su país. Llorar una
de "chavita porque las visitas de las tías terminaban y ellas tenían que volver. De
pequeña no te das cuenta, pero son cosas que te hacen crecer.
Cuando estás pequeña, tal vez sea un poco más difícil cuando en el momento que
lográs sentirte parte de un lugar tenés que dejarlo todo: amistades, colegio, tu casa... A
puro tubo debés dejar el país en el que creciste y que sentiste tuyo.
Se pasa de todo, pero lo chilero es poder ver hacia atrás y darme cuenta que conocí
otros lugares, otra cultura; que compartí con mucha gente; que aprendí y todas las
experiencias que viví me hacen ser quien soy.
Me gusta quien soy, me gusta saber que soy de aquí, pero no cambiaría por nada lo
que viví fuera de aquí.
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Algunos le podrán llamar nostalgia. No sé, pero se me ocurre que recordar permite
también valorar el papel que las mujeres han cumplido en la sociedad, reflexionar sobre
la imagen que ellas han dejado plasmada en las mentes de quienes las observan. Es el
caso de las alfareras de los pueblos situados alrededor de la ciudad capital. Pero, ¿qué
importancia tendría recordar a un grupo de mujeres que iban y venían con toda su venta
metida en un canasto de carrizo y puesta sobre un yagual encima de sus cabezas? ¿Qué
importancia podría tener ese grupo de mujeres que, según los economistas, ni siquiera
entraban en la cuenta de la PEA femenina de este país?
El papel que las mujeres han desempeñado en el comercio intermunicipal e
interdepartamental ha sido invisibilizado. Así también lo ha sido el que desempeñan en
el desarrollo de las tecnologías locales para la elaboración de objetos de barro
imprescindibles para la cocción de alimentos y de otros objetos destinados al ornato y
entretenimiento.
Recordemos que el maíz constituye la base de la alimentación de la mayoría en
Guatemala. Se consume en innumerables formas, atoles, tamales, tortillas. Y, en cuanto
a estas últimas, si bien es cierto que hoy día y en ambientes urbanos se emplean
enormes comales de metal calentados a base de energía generada por gas propano, en
la mayor parte del área rural se sigue utilizando el comal de barro. Los comales
guatemaltecos, así como numerosas piezas de barro de origen prehispánico, son
creados por manos de mujeres e implican la acumulación por muchos años de una
experiencia basada en observación, en ensayo y error.
Precisamente es por medio de esos objetos de barro que parecen tan sencillos, que
el maíz se ha podido cocer y procesar por miles de años. Y es también a través del oficio
de la alfarería y del dinero que se consigue con la venta de ollas, tinajas, pichingas,
comales y otros utensilios, que muchas mujeres han podido sacar adelante a sus hijas e
hijos. A través de la venta de ollas, comales y adornos de arcilla, mujeres de Chinautla,
de San Luis Jilotepeque, de Jocotán y tantos otros lugares complementan sus ingresos.
Ahora que se acerca la Navidad, es interesante recordar el esfuerzo que hacían las
artesanas de Mixco, yendo y viniendo de un pueblo a otro cargando con su alfarería. Se
movían buscando los días en que había feria en honor a los santos patronos.
Las alfareras llevaban la cerámica desde Mixco hasta Santa Catarina Pinula y a la
Villa de Guadalupe (Guatemala) en las vísperas del día de Santa Catarina, el 25 de
noviembre. En todos estos lugares, según cuentan, ellas no vendían las piezas sino las
trocaban por frutas producidas localmente: limones, naranjas, mandarinas, limas y
jocotes de corona, entre otras. La gente de los pueblos se asomaba a las puertas y los
balcones de sus casas para ver venir a las mujeres y sus hijos con el cargamento de
barro. Luego, les preguntaban las ladinas: -"María, ¿qué llevás?" Y ellas respondían:
-"Juguetitos de barro". -"Vamos a ver, doy cinco naranjas por esto", decían los
compradores. Relatan las mixqueñas que se recibían cinco o seis frutas por una pieza
de barro. Y así como las alfareras habían llegado a pie hasta Pinula con los cacaxtes
cargados de objetos de barro, así volvían a Mixco llevando sus canastos con frutas.
Una semana después y en vísperas del día de la Virgen de Concepción (8 de
diciembre), las alfareras, a veces junto a sus compañeros e hijos, volvían a arreglar su
cargamento. En redes de pita de maguey acomodaban los objetos de barro, colocando
pashte y hojas de pino entre uno y otro para evitar que se quebraran.
Así, esta vez se iban para Ciudad Vieja. El viaje hacia allá también se hacía a pie, a
"paso de trote", como se decía. Los artesanos salían de Mixco a las cinco de la mañana
y llegaban a Ciudad Vieja a las diez. En cinco horas lograban recorrer 28 kilómetros.
Para reducir la distancia se introducían en barrancos y buscaban veredas. Solamente se
detenían unos minutos para tomar un frugal desayuno en Santa Lucía Milpas Altas.
Estos viajes que las alfareras hacían a pie se llevaron a cabo hasta principios de los
años 40. Les gustaba mucho asistir a Ciudad Vieja porque la fiesta patronal era muy
alegre, había numerosas "chicherías" y frente al atrio de la iglesia se colocaban los
vendedores con ollotas de tamales; había música de marimbas dobles y sencillas.
En aquella época vendían pastores para nacimientos navideños a sólo cinco
centavos; ollitas y chivitos de dos y tres centavos, respectivamente. Los antigüeños,
según cuentan, se peleaban por adquirir la alfarería mixqueña; explicaban que
compraban las figuras porque eran "reliquias de la Virgen de Concepción".
Los alfareros casi siempre regresaban contentos porque vendían todas las piezas
que llevaban a Ciudad Vieja. Volvían a Mixco nuevamente a pie pero esta vez sin carga y
portando dulces de la feria. A medida que los alfareros mixqueños murieron se fue
perdiendo esta costumbre. Son pocos los que siguen comercializando su arte, y ahora
viajan en camioneta. En las dos últimas décadas, por ejemplo, la ya legendaria familia
mixqueña Pixtún ha ido a Ciudad Vieja sólo unas cuentas veces para vender.
En la actualidad, muchas de estas mujeres ya no suelen comerciar con piezas de
barro como antes; ahora lo hacen con fruta, verdura, palanganas de plástico y ropa de
paca.
Lo importante en todo ello es que esta esforzada manera de ganarse la vida se presta
a explotación, exagerado regateo en el mercado y maltrato en los autobuses cuando hay
que subir y bajar la mercadería de la parrilla del techo de los mismos, así como
discriminación y falta de respeto hacia las comerciantas al interior de los buses.
Subrayar todo esto es indispensable para reconocer el trabajo de las mujeres y para,
de alguna manera, ir haciendo que el trato hacia ellas y el reconocimiento social hacia
su trabajo se hagan efectivos.
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Geografías
Anabella Acevedo, laCuerda
Una va coleccionando espacios por la vida. Algunos se le adhieren a la piel, otros son
como sombras. Y otros apenas se sospechan. En mi memoria, por ejemplo, aparece el
protegido espacio de mi niñez en una geografía costeña de enormes árboles junto a las
temidas curvas que me llevaban cada año a la casa de mis abuelos en Uspantán. Eso
era el mundo entonces. En mi clase de Geografía todo parecía tener una estabilidad
incuestionable, y sin embargo a lo largo de los años me he dado cuenta que los
nombres de accidentes geográficos solamente adquieren sentido en el momento en que
nosotros se lo damos.
Santiago de Compostela me hace pensar en Susan, por ejemplo, y de repente
España limita con Perú y con México. Es la geografía de mi memoria, donde también
sigue habiendo un beso al amanecer en la playa de un país que no es el mío, y desde
entonces ese lugar es precisamente eso: la geografía de un cuerpo distante. Hay
también una tarde en penumbra escuchando a un yerbero entre olores a ruda y
manzanilla. Podría nombrarlo como Cholula, pero ese pueblo es sobre todo la maravilla
de aquella tarde.
Soy tantos lugares. Soy también lo que ha quedado de la brisa en el rostro desde
una hamaca escuchando el mar del Tulate. Los espacios se multiplican, se mezclan, se
superponen. Sé, por ejemplo, que aún no he regresado de Zunil, y sin embargo eso no
me impide entrar en Atenas como si entrara a mi casa.
Mi casa. ¿Cuál de todas? La invento todos los días porque es la única manera de
entenderla.
Cuando digo que estuve fuera de Guatemala durante trece años sé que miento, por
lo menos parcialmente. Sé que a veces, mientras tomaba un avión y aterrizaba en un
lugar silencioso y sin jacarandas en marzo, también permanecía en una banca del
Parque Central sintiendo en mi piel los terribles desórdenes que intentaba reclamar
como míos. Ahora he regresado y veo sobre mí un mapa hecho de fragmentos: las
mismas obsesiones -Guatemala-, las mismas memorias recurrentes -una iglesia azul, el
mar observado junto a mi hermana desde un balcón-, los mismos miedos -el Cantón
Chupol/el terror del destacamento militar que se imponía por encima del paisaje/la
incertidumbre-, y otras piezas que se han venido a unir.
Ahora sé que el camino a Todos Santos realmente conduce al paraíso perdido. Sé
también que las playas del Pacífico están por ser conquistadas. En fin, escribo
Guatemala pero son otras las palabras que escucho.
Así, soy muchos lugares, y son muchos los lugares que me definen. Digo "soy
guatemalteca" y una infinidad de términos empieza a hablar de la mujer que soy en
relación a mi país: periferia, pobreza, injusticia, exotismo; también sorpresa y gozo.
Hay palabras tan fuertes como el paisaje, pero a menudo me veo en la necesidad de
tachar una y sustituirla por otra que me permito escoger, con o sin permiso de los
demás. Ésta es mi crónica de viaje.
[índice]
CONCASIDA II
Buen congreso... pero hay camino por recorrer
Olaf Valverde Mordt
Las palabras van y vienen. Muchas veces nos llenan la vida, y otras, nos dejan vacías.
Las palabras con que nos identificamos y nos motivan a actuar, tanto en la vida
cotidiana como con otras mujeres, son importantes por ser el instrumento que permite
comunicarnos, entendernos y caminar en algún sentido.
Las palabras han sido símbolos de lo que las personas desean lograr para ellas y
para otras. Para las mujeres, han significado el rompimiento del silencio y han
expresado nuestros deseos y necesidades más profundas.
De repente las palabras han sido cambiadas, han perdido significado, han dejado de
ser la forma en que nosotras nombramos lo central, lo medular, lo importante. Pasar de
ser confrontativas y agresivas porque nombramos las cosas tal como son, para pasar a
ser diplomáticas y más sutiles, para no crear anticuerpos, ha sido el triste transitar de
muchas.
El contenido rebelde de nuestras palabras, de nuestras aspiraciones y sueños ha
quedado atrás en los discursos de muchas. Palabras como "lucha", "feminismo",
"opresión", "desigualdad", "sumisión", "lucha de poder" y "patriarcado" identifican una
forma de entender la vida. Su connotación no es para amargarnos, sino para avanzar y
erradicar aquellos males absolutos sobre la vida humana.
¿Acaso somos una nube que se adapta a los vientos y nos acomodamos para no
destruirnos? ¿Será que hay que temer a nuestras palabras? ¿Será que debemos
renunciar a nuestros sueños o tratar de conformarnos con lo que algunos llaman "lo
posible"?
Estas preguntas han marcado nuestras vidas en diferentes medidas y en distintos
momentos. La necesidad de aceptación, de búsqueda de entendimientos con otros y
otras, hace en muchas ocasiones que seamos mesuradas, que no entremos al debate
como tanquetas en un jardín de flores - porque creo que así nos sentimos a veces.
Hacerlo de esta manera nos hace sentir más sensibles a los procesos de las y los
demás, aparecemos más comprensivas y con mayores posibilidades de lograr cambios,
que con la brusquedad de decir las cosas tal cual son.
Pero es verdad también que, en muchas ocasiones, el no decir la verdad de las
cosas, el evitar describir la realidad que vivimos, también son producto de nuestra falta
de conocimiento profundo de los porqués, de los cuándos, los quiénes...
Las palabras, entonces, pueden ser utilizadas de la manera más cruel o más
halagüeña, de la forma más compleja o más simplista. Las palabras con las que hemos
construido nuestra utopía personal y colectiva deben ser recursos a recuperar, que
tenemos que resguardar y entender.
Las palabras expresan nuestros sentimientos y sueños, No podemos permitir que
sean mancilladas y utilizadas por quienes no les dan el significado que nosotras
queremos.
Las palabras dicen tanto y dicen tan poco que no es posible atraparlas y
resguardarlas, pero sí cuidarlas para que no se desgasten y queden sin el contenido que
nosotras necesitamos para describirnos y construir nuestra utopía.
[índice]
¡Sonora vergüenza!
Alix (nombre ficticio)
Es vergonzoso cómo día a día las mujeres son acosadas por hombres que en empresas
tienen un puesto de mayor jerarquía. Lamentablemente, la sociedad no hace nada para
que éstos sean destituidos de sus puestos.
Soy una mujer a quien le apasiona el periodismo y he buscado una oportunidad para
ser descubierta. Desafortunadamente, me recomendaron el lugar equivocado. Llegué a
Radio Sonora en busca de esa oportunidad y sólo encontré una gran frustración y
decepción, al darme cuenta que el director, Arnulfo Guzmán, utilizaba el medio para
acosar sexualmente a las mujeres que tenían el deseo o la necesidad de trabajar.
Luego de hacer práctica durante un mes en dicha radio, muchas mujeres me
advirtieron que debía tener cuidado con las intenciones del mencionado señor, pero
consideré que si no le daba motivos no tenía por qué faltarme al respeto, situación que
desde ningún punto de vista funcionó. Al contrario, el día que pude hablarle sobre el
trabajo, me preguntó si tomaba o fumaba. Al recibir mi respuesta me indagó
diciéndome: "¿Qué hace para divertirse?" La siguiente pregunta fue: "¿No gusta ira a un
lugar más tranquilo para que hablemos en privado?", a lo que respondí que no.
Al día siguiente me llamó a su oficina no para pedirme que le comprobara que podía
trabajar en el medio sino para informarme que no podía contratarme debido a que los
directores no se lo permitían. En ese momento recordé que muchas mujeres habían sido
despedidas o simplemente no habían sido contratadas por no acostarse con él.
Lo más preocupante es que un medio de comunicación sea dirigido por una persona
sucia. Me gustaría que sus superiores tengan en consideración que un medio de
comunicación dirigido por alguien sin ética ni moral, pierde credibilidad en su función
de informar al país.
[índice]
Un Grupo Articulador trabajó por más de un año en la elaboración del "Plan Nacional de
Acción contra la Explotación Sexual Comercial de Niñas, Niños y Adolescentes en
Guatemala". Este colectivo se formó gracias a la iniciativa de PRONICE y con la
coordinación de la Procuraduría General de la Nación.
El Plan contempla luchar contra la prostitución y pornografía infantiles, así como el
tráfico y turismo sexuales. Pese a que estas modernas formas de esclavitud constituyen
graves violaciones a los derechos humanos, la población está lejos de imaginar las
dimensiones que ha adquirido la problemática. Las redes de explotación sexual
comercial extienden sus tentáculos por todo el país y lucran impunemente con la
sexualidad y los cuerpos de niñas, niños y adolescentes.
Uno de los programas del Plan se orienta a la sensibilización. Es preciso que se
reconozcan la existencia y las implicaciones de este tipo de esclavitud. La educación es
indispensable para desarrollar actitudes y conductas preventivas contra la explotación
sexual.
Otro programa establece que debe estimularse la movilización social para generar
acciones que motiven esfuerzos de coordinación, organización, denuncia, protesta y
protección de la niñez y adolescencia sometidas a explotación sexual o en riesgo de
serlo.
Está contemplada la atención a las víctimas para brindarles oportunidades dignas de
existencia y opciones de sobrevivencia. Éste será un elemento clave en su
rehabilitación así como reincorporación a sus entornos familiares, comunitarios y
sociales, siempre y cuando no sean los parientes quienes fomentan la explotación. Es
prioritario el restablecimiento de la salud física y mental de las víctimas.
La capacitación laboral deberá ayudar a superar la situación de desventaja y riesgo
social que la falta de educación formal y profesional supone para quienes se encuentran
en situación de explotación sexual comercial.
El Plan establece que deberá promoverse una ley específica y actualizar el Código
Penal. El fortalecimiento del sistema de justicia es indispensable para lograr que sea
eficiente en la recepción de denuncias y atención a las víctimas y actúe sin impunidad
contra estos delitos.
Finalmente, se estipula la promoción de un Convenio Regional a fin de erradicar el
tráfico de menores de edad para explotación sexual comercial en la región
centroamericana.
El Plan Nacional de Acción fue adoptado como política pública por la Secretaría de
Bienestar Social de la Presidencia, a la que corresponde coordinar su ejecución.
(recuadro)
Grupo Articulador
Asociación Feminista La Cuerda, Procuraduría General de la Nación (PGN), Programa de
Apoyo para la Salud Materno Infantil y para la salud de otros grupos en riesgo (PAMI),
Pro Niño y Niña Centroamericanos (PRONICE), Pastoral Social del Arzobispado de
Guatemala (OPSAG), Comisión Presidencial Coordinadora de la Política del Ejecutivo en
Materia de Derechos Humanos (COPREDEH), Comisión Nacional contra el Maltrato
Infantil (CONACMI) y Asociación para la Eliminación de la Prostitución, Pornografía,
Turismo Sexual de Niñas, Niños y Adolescentes en Guatemala (ECPAT/Guatemala)
(recuadro)
Acabar con todo el abuso sexual
laCuerda, además de apoyar el plan contra la explotación sexual comercial, sostiene que
se deben aumentar los esfuerzos para erradicar el abuso sexual en todas sus
manifestaciones, independientemente de que en este delito medien intereses
económicos.
[índice]
Atención a la violencia
Prioridad pendiente de salud pública
Wendy Santa Cruz, laCuerda
El Informe Sombra sobre la Situación de los Derechos Humanos de las Mujeres en Guatemala
puede ser solicitado por correo electrónico a: leasturias@itelgua.com
[índice]
En cada conflicto mundial, las principales víctimas han sido siempre las mujeres y la
infancia. Son ellas a quienes indefectiblemente afecta más el poder patriarcal, hoy
globalizado también en alianzas de muerte.
Las mujeres, en números sin precedentes, han revigorizado su activismo a raíz de la
guerra de Estados Unidos contra el pueblo afgano. En estos días alzan sus voces
llamando a la cordura y al establecimiento de medidas que aseguren la paz y prevengan
mayores abusos de las grandes potencias y los fundamentalismos.
Entre ellas destacan la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán y las
Mujeres Viviendo bajo Leyes Musulmanas, que exigen el cese inmediato de las acciones
militares en ese territorio y que las ciudadanas afganas participen en todos los procesos
de transición de su propio país.
Otro grupo, conformado por activistas humanitarias y diversas organizaciones de
América Latina, Nueva York y Asia, elaboró una propuesta que fue presentada a
funcionarios estadounidenses y de las Naciones Unidas el pasado 30 de octubre.
Mediante Doce Puntos cuya intención es "sugerir alternativas a la acción militar y al
ciclo de violencia, destrucción y muerte", las activistas exhortaron a rechazar, en el
proceso de reconstrucción de la sociedad afgana, "cualquier intento de interferencia ...
por parte de los Estados Unidos, el Reino Unido, Rusia, Pakistán, Irán o cualquier otro
gobierno o grupo sectario externo".
A la vez instaron a la ONU a asumir el liderazgo para mantener y construir la paz en
Afganistán, asegurar el desarme y la desmovilización de todos los combatientes. El
grupo aboga por que las mujeres afganas y sus organizaciones participen en pie de
igualdad en las negociaciones de paz, en cualquier gobierno de transición y en todos
los procesos de justicia, junto al resto de la sociedad civil. Afirman que la prevención y
el castigo al terrorismo deben llevarse a cabo bajo el derecho criminal internacional y,
cuando sea aplicable, bajo el Estatuto de la Corte Penal Internacional (CPI) y las
garantías internacionales de los derechos humanos.
Todos los Estados deben ratificar dicho Estatuto -aseveran- "y en particular los
Estados Unidos". No sin razón tal demanda, dado que es este país el más acérrimo
opositor de la creación de esa Corte mundial y ha presionado a otros gobiernos para
que la rechacen.
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La migración femenina tiene especial importancia dado que en este tema confluyen
diversos aspectos que, cada uno por sí mismo, son motivo de preocupación. La
vulnerabilidad de las migrantes, los esfuerzos que realizan para mejorar su situación
económica en sus lugares de origen, el interés por el resguardo de sus familias y la
reunificación familiar son sólo algunos de los elementos a tener en cuenta para
comprender que en Guatemala la migración cobra una relevancia particular cuando se
trata de mujeres.
El tema de las migrantes no debe verse aislado; hay que asociarlo con el hecho de
que el incremento de la pobreza es resultado, en gran medida, de la globalización y que
su dinámica tiene un impacto directo en las mujeres pues muchas se ven obligadas a
migrar para mejorar su vida y en ese proceso deben dejar raíces, lengua, cultura y aun
su núcleo familiar.
Diversidad migrante
Existen varios grupos de mujeres migrantes con características socioculturales y
problemáticas diferentes. Para ellas, la decisión de migrar tendrá muy distintos
significados y consecuencias, pero cada una enfrenta un gran desafío cultural,
psicológico, social y económico al tomar la decisión de irse a un pueblo, región, ciudad
o país extraño.
Aquéllas que cuentan con un buen nivel educativo, por lo general asociado a un
grado de escolaridad calificado, pueden enfrentar la migración como un desafío
voluntario y probablemente obtengan éxitos en su empresa.
Otras, sin embargo, en su país de origen han tenido poco o ningún acceso a la
educación básica o formal y tampoco a capacitación técnica, lo cual les impide acceder
a un desarrollo abierto y las enfrenta a una suerte de expulsión involuntaria.
Injusticias en el agro
El trabajo asalariado en la agricultura suele ser temporal dado el carácter estacional de
los cultivos de café, banano y plátano. Gran parte de la mano de obra en estas fincas es
de temporeras agrícolas o migrantes temporeras. Muchas de ellas (esposas o hijas que
acompañan a los hombres de la familia para compensar los bajos ingresos reales y la
inestabilidad de éstos) son contratadas o subcontratadas para trabajar en fincas de
café.
Aunque estas trabajadoras desempeñen las mismas labores que los hombres,
obtienen menores ingresos y frecuentemente están sujetas a discriminación laboral: ni
siquiera aparece su nombre en las nóminas de los contratos, sino sólo el del esposo o
padre. Cuando se emplean con la categoría de trabajadoras familiares, no se les
reconoce ingresos monetarios.
Cruzando fronteras
Cuando en el país es limitada la oferta de trabajo en el agro, en la industria y en el sector
de servicios, las guatemaltecas optan por migrar en busca de mejores salarios.
Ante la exclusión económica que experimentan, las mujeres de zonas fronterizas -
generalmente jóvenes y algunas menores de edad- utilizan como estrategia de
sobrevivencia la migración pendular: van y vienen de un lado a otro de la frontera.
En la zona fronteriza con México, hay jóvenes guatemaltecas que viajan
regularmente para emplearse en casas particulares. En una reciente entrevista, una
señora de Malacatán, San Marcos, me decía: "Tapachula es el lugar adonde va la
mayoría de mujeres del área rural. Se van al otro lado porque a veces ganan unos pesos
más. Lavan y planchan ropa, o se quedan fijas en casas. Abundan las chicas allá en
Tapachula, pero más que todo para oficios domésticos".
Muchas de estas mujeres han tejido vínculos sociales, familiares y comerciales. A
diferencia de otras de regiones más lejanas, su movilidad les permite visualizar más
opciones de trabajo y regresan a su lugar de origen para trabajar en las fincas en
épocas de mayor productividad agrícola.
Otra fuente de ingresos para las mujeres de la región fronteriza Guatemala/México
que tienen a su cargo la economía familiar se vincula al comercio, que les permite
organizar su actividad en horarios de su conveniencia. Aunque trabajar en el comercio
las obligue a salir fuera de sus lugares de origen a fin de adquirir productos que
utilizarán para elaborar artículos de consumo diario y vestido, ello les posibilita
aprovechar un margen de ganancia con el cambio de moneda.
En suma
La migración se convierte en un recurso de sobrevivencia para miles de guatemaltecas,
máxime si son jefas de hogar. Esta movilidad social, que trasciende la frontera con
México, es su mejor opción para hacerle frente a la pobreza.
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Movida departamental
Encuentro entre lideresas y periodistas
Lideresas comunitarias convocan a sus vecinas a participar en charlas sobre
autoestima y valores humanos, entre otras temáticas. Esto les ayuda a reconciliarse con
la vida, a quererse, ya que su cotidianidad es muy difícil. "Trabajamos con mujeres muy
lastimadas por el maltrato que han recibido en su hogar, de la pareja o en su
comunidad", explica Enma Gómez Rodríguez.
Ella, al igual que Alejandra Vázquez, Edith González y otras facilitadoras, forma parte
del Proyecto Salud Integral y Reconciliación de la Pastoral Social del Arzobispado.
Todas realizan actividades con mujeres de diferentes parroquias de municipios de
Guatemala.
Con el objeto de intercambiar experiencias, la Pastoral Social convocó a un
encuentro entre 34 lideresas y algunas integrantes de la Red de Mujeres Periodistas. En
la reunión, las participantes coincidieron en reconocer la importancia de dar a conocer
la acción social de las lideresas comunitarias a través de los medios de comunicación a
fin de motivar a más guatemaltecas a conocer y defender sus derechos, así como
informar de los resultados de su participación.
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25 de Noviembre en Zacapa
Elena Supall
Contingentes femeninos de varias comunidades del municipio de La Unión realizaron
una caminata con mantas y carteles alusivos al Día Internacional de la No Violencia
contra las Mujeres. Araceli Cabrera, Florinda Díaz, Irma López y otras lideresas se
refirieron al maltrato y la violencia en sus comunidades. Llamaron a la reflexión para que
cesen los abusos y se denuncien estos casos. Fue una hermosa mañana, en la que
niñas y niños participaron con bailes y cantos.
En el barrio La Laguna se llevó a cabo otro acto cultural, amenizado con marimba y
música disco. Ahí se recordó que con esta efemérides se conmemora a tres valientes
dominicanas, las hermanas Mirabal, cuyas vidas fueron segadas por luchar en pro de la
construcción de una sociedad más justa y equitativa.
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Sololá
Eligen a una kaqchikel en corporación indígena
Juana Ramos Guit fue elegida para integrar la Alcaldía Indígena de Sololá para el
periodo 2002-2003. Esta instancia de representación de alcaldes y síndicos
tradicionalmente ha estado formada por hombres. La Defensoría Maya felicitó a las
nuevas autoridades, tras calificar esa elección como una práctica participativa que
contribuye a la construcción del Estado multicultural en Guatemala.
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Murales
Ada Valenzuela
"Testimonios de mujeres en su lucha contra la violencia de género" es el lema de los
murales elaborados en Ciudad Peronia, Villa Nueva, y la Colonia El Limón, Zona 18.
Fueron realizados con el apoyo de la Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas
(UNAMG) y UNIFEM, así como la colaboración técnica de un proyecto de UNESCO.
A través de la pintura como forma de expresión, se dejó un testimonio público: las
guatemaltecas rechazan la violencia. Además, los murales se convirtieron en patrimonio
de las comunidades, con el objeto de que las nuevas generaciones rechacen la violencia
contra las mujeres.
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Corazones abiertos
En la ciudad de Guatemala funciona el grupo Corazones Abiertos para
quienes crecieron en hogares disfuncionales, con problemas de alcoholismo
y otras adicciones. Se reúne dos veces por semana para compartir
experiencias, fortalezas y esperanzas:
laCuerda
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Asturias ~ Rosalinda Hernández
Alarcón ~ María Eugenia Solís ~
Rosina Cazali ~ Paula Irene del Cid
Vargas ~ Katia Orantes
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Hernández Alarcón
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