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La facultad del lenguaje: ¿qué es, quién la tiene y cómo evolucionó?

Marc D. Hauser1*, Noam Chomsky2, W. Tecumseh Fitch1

Sostenemos que una comprensión de la facultad del lenguaje requiere una cooperación interdisciplinaria
sustancial. Sugerimos el modo en que los desarrollos actuales en la lingüística pueden unirse beneficiosa-
mente a la investigación en biología evolutiva, antropología, psicología y neurociencia. Proponemos que
debe hacerse una distinción entre la facultad del lenguaje en un sentido amplio (FLA) y en un sentido es-
tricto (FLE). FLA incluye un sistema sensorio-motor, un sistema conceptual-intencional y los mecanis-
mos computacionales para la recursión, y proporciona la capacidad de generar una gama infinita de ex-
presiones a partir de un conjunto finito de elementos. Hipotetizamos que FLE solo incluye la recursión y
que es el único componente exclusivamente humano de la facultad del lenguaje. Sostenemos, además, que
FLE pudo haber evolucionado por razones ajenas al lenguaje, por lo que unos estudios comparativos po-
drían buscar evidencia para tales computaciones fuera del dominio de la comunicación (por ejemplo, nú-
meros, navegación y relaciones sociales).

Si un marciano honrara a nuestro planeta con su visita, se impresionaría de una si-


militud extraordinaria entre las criaturas vivas de la Tierra y de una diferencia clave. En
cuanto a la similitud, notaría que todos las seres vivos están diseñados en base a unos
sistemas de desarrollo sumamente conservados que leen un lenguaje (casi) universal co-
dificado en pares de bases de ADN. Como tal, la vida se organiza jerárquicamente a
partir de unidades discretas que no se mezclan entre sí (codones y, en su gran mayoría,
genes) capaces de combinarse para crear variedades cada vez más complejas y práctica-
mente ilimitadas tanto de especies como de organismos individuales. Por el contrario,
notaría la ausencia de un código universal de comunicación (Fig. 1).

Si nuestro marciano naturalista fuese meticuloso, podría notar que la facultad que
media en la comunicación humana parece ser extraordinariamente diferente a la de otros
seres vivos; podría notar, además, que la facultad humana del lenguaje parece estar or-
ganizada como el código genético: jerárquica, generativa, recursiva y prácticamente ili-
mitada en cuanto a su alcance de expresión. Con estos elementos a la mano, este mar-
ciano podría empezar a preguntarse cómo cambió el código genético para haber genera-
do una cantidad vasta de sistemas de comunicación mutuamente incomprensibles entre
las especies y al mismo tiempo mantener claridad de comprensión dentro de una especie
dada. El marciano se habría tropezado con algunos de los problemas esenciales que ro-
dean a la pregunta de la evolución del lenguaje y de cómo los humanos han adquirido la
facultad del lenguaje.

En la exploración del problema de la evolución del lenguaje, es importante distin-


guir entre preguntas acerca del lenguaje como un sistema de comunicación y preguntas
acerca de las computaciones que subyacen a este sistema, tales como aquellas que sub-
yacen a la recursión. Como sostenemos abajo, muchos debates reñidos dentro de este
campo se han iniciado debido a la falta de distinción entre estos problemas. Según un
1
Departamento de Psicología, Universidad de Harvard, Cambridge, MA 02138, USA.
2
Departamento de Lingüística y Filosofía, Instituto Tecnológico de Massachusetts, Cambridge, MA
02138, USA.
* A quien debe ir dirigida la correspondencia. E-mail: mdhauser@wjh.harvard.edu
punto de vista (1), las preguntas acerca de los mecanismos computacionales abstractos
son distintas de aquellas acerca de la comunicación, las cuales están dirigidas a proble-
mas de interfaz, entre la computación abstracta y las dos interfaces sensorio-motora y
conceptual-intencional. Por supuesto, este punto de vista no debería tomarse como un
rechazo a la relación entre la computación y la comunicación. Es posible, como discuti-
mos abajo, que las capacidades computacionales clave hayan evolucionado por razones
ajenas al lenguaje pero, luego de que demostrasen su utilidad en la comunicación, fue-
sen alteradas debido a restricciones impuestas tanto en la periferia (p. ej., lo que pode-
mos escuchar y decir o ver y decir con señas, la rapidez con la que la corteza auditiva
puede procesar cambios temporales y espectrales rápidos) como en niveles más centra-
les (p. ej., estructuras conceptuales y cognitivas, pragmática, limitaciones de la memo-
ria).

Fig. 1. El reino animal ha sido diseñado a partir de sistemas de desarrollo sumamente conservados que
leen un lenguaje casi universal codificado en pares de bases de ADN. Se muestra este sistema a la izquier-
da en términos de un árbol filogenético. Por el contrario, los animales carecen de un código universal de
comunicación común, indicado a la derecha por grupos no conectados de animales. [Ilustración: John
Yanson]

Al menos tres cuestiones teóricas cruzan el debate de la evolución del lenguaje.


Uno de los problemas más antiguos entre los teóricos es la distinción «compartido
versus único». La mayoría de los comentaristas actuales está de acuerdo con que, aun-
que las abejas bailan, las aves cantan y los chimpancés gruñen, estos sistemas de comu-
nicación difieren cualitativamente del lenguaje humano. En particular, los sistemas de
comunicación animal carecen del poder expresivo e ilimitado del lenguaje humano (ba-
sado en la capacidad de los humanos para la recursión). El enigma evolutivo, por lo tan-
to, yace en resolver cómo hemos llegado de allá para acá, dada esta discontinuidad apa-
rente. Una segunda cuestión gira en torno a si la evolución del lenguaje fue gradual o
saltacional; esto difiere de la primera cuestión porque una discontinuidad cualitativa en-
tre las especies existentes pudo haber evolucionado gradualmente, sin discontinuidades
durante la evolución humana. Finalmente, la cuestión «continuidad versus exaptación»
gira en torno al problema de si el lenguaje humano evolucionó por la extensión gradual
de sistemas de comunicación preexistentes, o si ciertos aspectos importantes del lengua-
je han sido exaptados de su función adaptativa previa (p. ej., razonamiento espacial o
numérico, maquinación social maquiavélica, fabricación de herramientas).

Los investigadores han adoptado posiciones extremas o intermedias para estas


preguntas fundamentalmente independientes, lo que ha conducido a una amplia varie-
dad de perspectivas divergentes sobre la evolución del lenguaje en la literatura actual.
Existe, no obstante, un consenso emergente según el cual, aunque los humanos y los
animales comparten una diversidad de recursos computacionales y perceptuales impor-
tantes, ha habido un remodelamiento evolutivo sustancial desde que divergimos de un
ancestro común hace aproximadamente seis millones de años. El reto empírico consiste
en determinar qué ha sido heredado sin cambio alguno de este ancestro común, qué ha
sido sometido a modificaciones menores, y qué es cualitativamente nuevo (si lo hay). El
reto evolutivo adicional consiste en determinar qué presiones selectivas condujeron a
cambios adaptativos a lo largo del tiempo y comprender las muchas restricciones que
canalizaron este proceso evolutivo. Responder estas preguntas requiere de un esfuerzo
colaborativo entre lingüistas, biólogos, psicólogos y antropólogos.

Un objetivo de este trabajo es promover una conexión más fuerte entre la biología
y la lingüística identificando puntos de contacto y acuerdo entre las disciplinas. Aunque
esta unión interdisciplinaria fue inaugurada hace más de cincuenta años, todavía no ha
sido consumada completamente. Esperamos fomentar esta meta, primero, ayudando a
clarificar la perspectiva biolingüística del lenguaje y su evolución (2–7). Luego revisa-
remos algunos enfoques empíricos prometedores sobre la evolución de la facultad del
lenguaje, con especial atención al trabajo comparativo con animales no humanos, y con-
cluiremos con una discusión sobre cómo puede avanzar la investigación provechosa-
mente, resaltanto algunos problemas por resolver.

No intentamos ser exhaustivos en nuestra cobertura de los temas y problemas per-


tinentes o interesantes. Tampoco es nuestra meta repasar la historia de la disciplina. Más
bien, nos enfocamos en los temas que forman un contacto importante entre los datos
empíricos y las posiciones teóricas acerca de la naturaleza de la facultad del lenguaje.
Creemos que si las exploraciones en el problema de la evolución del lenguaje han de
progresar, necesitamos una explicación clara de los requisitos computacionales para el
lenguaje, el papel de la teoría evolutiva en la verificación de hipótesis sobre la evolu-
ción de caracteres y un programa de investigación que permita un intercambio producti-
vo entre los lingüistas y los biólogos.

Definiendo el blanco: dos sentidos de la facultad del lenguaje

Las palabras «lenguaje» y «lengua»3 han tenido significados sumamente diver-


gentes en contextos y disciplinas diferentes. En el uso informal, una lengua es entendida
como un sistema de comunicación culturalmente específico (el inglés, el navajo, etc.).
3
[N.T.: Ambos términos son traducciones de una sola palabra inglesa language.]
En las versiones de la lingüística moderna que nos interesan aquí, el término «lengua»
se usa de un modo muy diferente para referirse a un componente interno de la men-
te/cerebro (a veces llamado «lengua interna» o «lengua-I»). Asumimos que este es el
objeto de interés principal para el estudio de la evolución y la función de la facultad del
lenguaje. No obstante, este uso fundamentado biológica e individualmente aún es muy
susceptible a la interpretación (y a los malentendidos). Por ejemplo, un neurocientífico
podría preguntar: ¿Qué componentes del sistema nervioso humano está incluidos en el
uso del lenguaje en su sentido más amplio? Debido a que todo aspecto de la cognición
parece ser, al menos en principio, accesible al lenguaje, la respuesta más amplia a esta
respuesta es, probablemente, «la mayoría de ellos». Incluso aspectos de la emoción o de
la cognición difícil de verbalizar pueden recibir influencia de procesos mentales basados
lingüísticamente. Definimos, por lo tanto, dos concepciones más restringidas de la fa-
cultad del lenguaje, una más amplia e inclusiva, la otra más restringida y estricta (Fig.
2).

Fig. 2. Una representación esquemática de los factores externos e internos al organismo relacionados con
la facultad del lenguaje. FLA incluye los sistemas sensorio-motor, conceptual-intencional y otros posibles
(que dejamos pendientes); FLE incluye las computaciones gramaticales nucleares de las que sugerimos
que se limitan a la recursión. Véase el texto para una discusión más completa.4

4
[N.T.: Traducción de los términos de la Fig. 2: Organism Internal «Interno al Organismo»; Memory
«Memoria»; Digestion «Digestión»; Respiration «Respiración»; Circulation «Circulación»; FLB «FLA»;
Conceptual-intentional «Conceptual-intencional»; Sensory-motor «Sensorio-motor»; Other «Otros»; FLN
«FLE»; Recursion «Recursión»; colorless green ideas sleep furiously «las ideas verdes incoloras duermen
furiosamente»; External Environment «Entorno Externo»; Ecological «Ecológico»; Physical «Físico»;
Cultural «Cultural»; Social «Social».]
Facultad del lenguaje—sentido amplio (FLA). FLA incluye un sistema computa-
cional interno (FLE, abajo) combinado con al menos dos otros sistemas internos, que
llamamos «sensorio-motor» y «conceptual-intencional». A pesar de debates sobre la na-
turaleza precisa de estos sistemas y acerca de si son compartidos sustancialmente con
otros vertebrados o si están adaptados de forma única a las exigencias del lenguaje, to-
mamos como indiscutible la existencia de alguna capacidad biológica de los humanos
que nos permite (y no, por ejemplo, a los chimpancés) dominar fácilmente cualquier
lengua humana sin instrucción explícita. FLA incluye esta capacidad, pero excluye otros
sistemas internos al organismo que son necesarios pero no suficientes para el lenguaje
(p. ej., memoria, respiración, digestión, circulación, etc.).

Facultad del lenguaje—sentido estricto (FLE). FLE consiste únicamente en el sis-


tema computacional lingüístico abstracto, independiente de otros sistemas con los que
interactúa y se conecta mediante interfaces. FLE es un componente de FLA, y los meca-
nismos que lo subyacen son un subconjunto de aquellos que subyacen a FLA.

Otros concuerdan en la necesidad de un sentido restringido de «lenguaje» pero


han sugerido definiciones diferentes. Por ejemplo, Liberman y sus colegas (8) han argu-
mentado que los sistemas sensorio-motores están adaptados específicamente al lenguaje,
y que por tanto deberían considerarse parte de FLE. También existe una larga tradición
que sostiene que los sistemas conceptuales-intencionales son una parte intrínseca del
lenguaje en un sentido estricto. En este artículo, dejamos pendientes estas cuestiones y
limitamos nuestra atención a FLE tal como definimos arriba, pero dejamos abierta la po-
sibilidad de una definición más inclusiva para investigaciones empíricas posteriores.

La arquitectura interna de FLE, así concebida, es un tema de bastante investiga-


ción y debate actuales (4). Sin prejuzgar los problemas, adoptaremos, para alcanzar con-
creción, una concepción particular de esta arquitectura. Asumimos, dejando de lado los
mecanismos precisos, que un componente clave de FLE es un sistema computacional
(sintaxis estrecha) que genera representaciones internas y las mapea en la interfaz senso-
rio-motora mediante el sistema fonológico, y en la interfaz conceptual-intencional me-
diante el sistema semántico (formal); adoptar alternativas que han sido propuestas no
modifica sensiblemente la discusión subsiguiente. Todos los enfoques concuerdan en
que una propiedad nuclear de FLE es la recursión, atribuida a la sintaxis estrecha en la
concepción esbozada arriba. FLE toma un conjunto finito de elementos y produce una
variedad potencialmente infinita de expresiones discretas. Esta capacidad de FLE da co-
mo resultado infinitud discreta (una propiedad que también caracteriza a los números
naturales). Cada una de estas expresiones discretas son enviadas luego a los sistemas
sensorio-motor y conceptual-intencional, que procesan y desarrollan esta información
en el uso del lenguaje. Cada expresión es, en este sentido, un emparejamiento de sonido
y significado. Por miles de años se ha reconocido que el lenguaje es, fundamentalmente,
un sistema de conexiones sonido-significado; la infinitud potencial de este sistema ha
sido reconocida explícitamente por Galileo, Descartes y los «gramáticos filosóficos» del
siglo XVII y sus sucesores, particularmente von Humboldt. Una meta del estudio de
FLE y, más ampliamente, FLA es descubrir cómo es que la facultad del lenguaje satisfa-
ce estas condiciones básicas y esenciales.

La propiedad nuclear de la infinitud discreta es intuitivamente familiar para todo


usuario del lenguaje. Las oraciones se construyen a partir de unidades discretas: existen
oraciones de 6 palabras y oraciones de 7 palabras, pero no oraciones de 6.5 palabras. No
hay oración que sea la más larga (cualquier oración candidata puede ser superada, por
ejemplo, incrustándola en «María piensa que...»), y no existe ningún límite superior no
arbitrario para la longitud de las oraciones. En estos sentidos, el lenguaje es directamen-
te análogo a los números naturales (véase abajo).

Como mínimo, entonces, FLE incluye la capacidad de recursión. Existen muchos


factores internos al organismo, fuera de FLE o FLA, que imponen límites prácticos al
uso del sistema. Por ejemplo, la capacidad pulmonar impone límites a la longitud de las
oraciones habladas, mientras que la memoria a corto plazo impone límites a la compleji-
dad de las oraciones si están han de ser comprensibles. Otras limitaciones —por ejem-
plo, en la formación de conceptos o en la velocidad de producción motora— representan
aspectos de FLA, los cuales poseen sus propias historias evolutivas y pueden haber ju-
gado un papel en la evolución de las capacidades de FLE. No obstante, uno puede inda-
gar en la evolución de FLE provechosamente sin una preocupación inmediata por estos
aspectos limitantes de FLA. Esto queda claro de la observación de que, aunque muchos
aspectos de FLA son compartidos con otros vertebrados, el aspecto recursivo nuclear de
FLE parece carecer actualmente de cualquier análogo en la comunicación animal y posi-
blemente también en otros dominios. Este punto, por tanto, representa el desafío más
profundo para un enfoque evolutivo comparativo del lenguaje. Creemos que las investi-
gaciones de esta capacidad deberían incluir otros dominios aparte de la comunicación
(p. ej., números, relaciones sociales, navegación).

Dadas las distinciones entre FLA y FLE y las distinciones teóricas suscitadas arri-
ba, podemos definir un espacio de investigación tal como es bosquejado en la Fig. 3.
Este espacio de investigación identifica, como viables, los problemas sobre la evolución
de los sistemas sensorio-motores, de los sistemas conceptual-intencionales y de FLE. El
enfoque comparativo, al que pasaremos a continuación, proporciona un marco para
abordar las preguntas sobre cada uno de estos componentes de la facultad del lenguaje.
Fig. 3. Las investigaciones en la evolución de la facultad del lenguaje se confrontan en un espacio de in-
vestigación tridimensional que incluye tres problemas comparativo-evolutivos conectados por los compo-
nentes nucleares de la facultad del lenguaje. De ahí que para cada problema, los investigadores pueden in-
vestigar detalles del sistema sensorio-motor, el sistema conceptual-intencional, FLE y las interfaces entre
estos sistemas.5

El enfoque comparativo de la evolución del lenguaje

El estudio empírico de la evolución del lenguaje está plagado de dificultades. El


comportamiento lingüístico no se fosiliza, y una larga tradición de análisis de la forma
5
[N.T.: Traducción del texto de la Fig. 3: En cada uno de los tres gráficos (respectivamente: «Sensorio-
motor», «Conceptual-intencional», «FLE-Recursión») se repite el mismo contenido: «Únicamente huma-
no vs. compartido con otras especies»; «Evolución gradual vs. saltacional»; «Evolucionado como una
adaptación para la comunicación vs. algún otro problema computacional».]
de cráneos fósiles y endomoldes craniales ha producido pocos consensos acerca de la
evolución del lenguaje (7, 9). Un enfoque más manejable y, creemos, más poderoso a
los problemas de la evolución del lenguaje es proporcionado por el método comparati-
vo, el cual usa datos empíricos de especies vivas para obtener inferencias detalladas
acerca de ancestros extintos (3, 10–12). El método comparativo fue la herramienta prin-
cipal utilizada por Darwin (13, 14) para analizar fenómenos evolutivos y continúa ju-
gando un papel central en toda la biología evolutiva moderna. Aunque los estudiosos in-
teresados en la evolución del lenguaje han ignorado con frecuencia los datos comparati-
vos en general o han limitado su atención a los datos de primates no humanos, el pensa-
miento actual en la neurociencia, la biología molecular y la biología del desarrollo indi-
ca que muchos aspectos de las funciones neurales y de desarrollo se encuentran suma-
mente conservados, lo cual fomenta la extensión del método comparativo a todos los
vertebrados (y tal vez más allá). Por muchas razones, detalladas más abajo, creemos que
el método comparativo debe jugar un papel más central en las discusiones futuras de la
evolución del lenguaje.

Una preocupación general en los estudios de la evolución del lenguaje consiste en


si ciertos componentes particulares de la facultad del lenguaje evolucionaron específica-
mente para el lenguaje humano y, por lo tanto (por extensión), son únicos a los huma-
nos. Lógicamente, la aseveración de la singularidad humana debe basarse en datos que
evidencien una ausencia de la característica en animales no humanos y, para ser tomada
en serio, requiere un conjunto sustancial de datos comparativos pertinentes. En concre-
to, si el investigador de la evolución del lenguaje desea aseverar que una característica
evolucionó exclusivamente en los humanos para la función del procesamiento del len-
guaje, se requieren datos que evidencien que ningún otro animal tiene esta característica
particular.

Aunque esta línea de razonamiento pueda parecer obvia, es sorprendentemente co-


mún que una característica se presente como exclusivamente humana antes de disponer
de datos comparativos adecuados. Un famoso ejemplo es la percepción categorial, que
cuando fue descubierta parecía tan finamente diseñado al lenguaje que parecía constituir
una adaptación exclusiva del ser humano (15, 16). Pasó un tiempo antes de que se des-
cubrieran las mismas discontinuidades perceptuales subyacentes en chinchillas, maca-
cos (17, 18) e incluso en aves (19), lo que llevó a la conclusión opuesta de que la base
perceptual para la percepción categorial es una característica primitiva de los vertebra-
dos que evolucionó para el procesamiento auditivo general, y no para el procesamiento
específico del lenguaje. Por tanto, un papel básico y lógicamente indispensable para la
investigación comparativa de la evolución del lenguaje, es la simple y esencialmente ne-
gativa afirmación siguiente: Una característica presente en los animales no humanos no
evolucionó específicamente para el lenguaje humano, aunque puede ser parte de la fa-
cultad del lenguaje y jugar un papel íntimo en el procesamiento del lenguaje. Por su-
puesto, es posible que una característica evolucionara en animales no humanos y en hu-
manos independientemente, como análogos en vez de homólogos. Esto preservaría la
posibilidad de que la característica evolucionara para el lenguaje en humanos pero que
evolucionara por algún otro motivo en el grupo animal comparativo. En los casos en
que el grupo comparativo es un primate no humano, y quizá especialmente en chimpan-
cés, la plausibilidad de este escenario evolutivo es más débil. En cualquier caso, los da-
tos comparativos son cruciales para este dictamen.

A pesar del papel crucial de la homología en la biología comparativa, las caracte-


rísticas homólogas no son la única fuente pertinente de datos evolutivos. La evolución
convergente de características similares en dos clados independientes, denominadas
«analogías» u «homoplasias», pueden ser igualmente reveladoras (20). Las estructuras
extraordinariamente semejantes (pero no homólogas) de los ojos de los humanos y de
los pulpos revela las rigurosas restricciones impuestas por las leyes de la óptica y las
contingencias del desarrollo de un órgano capaz de enfocar una imagen nítida sobre una
capa de receptores. Las analogías detalladas entre las partes del ojo del vertebrado y del
cefalópodo también proporciona evidencia independiente de que cada componente es
una adaptación para la formación de imágenes, moldeada por la selección natural. Asi-
mismo, el descubrimiento de que las sumamente conservadoras cascadas genéticas sub-
yacen el desarrollo de tales estructuras análogas proporciona una importante compren-
sión de los modos en que los mecanismos de desarrollo pueden canalizar la evolución
(21). De este modo las analogías, aunque potencialmente engañosas para los taxóno-
mos, proporcionan datos cruciales acerca de la adaptación bajo restricciones físicas y de
desarrollo. Por lo tanto, es muy probable que lanzar la red comparativa más lejos revele
mayores regularidades en la evolución y ayude a abordar el papel de tales restricciones
en la evolución del lenguaje.

Una analogía reconocida como particularmente pertinente al lenguaje es la adqui-


sición del canto en aves (12). A diferencia de los primates no humanos, donde la pro-
ducción de vocalizaciones típicas de cada especie es en gran parte innata (22), la mayo-
ría de aves cantoras aprenden la canción específica de su especie escuchando a sus coes-
pecíficos y desarrollan un canto altamente desviado si son privados de tal experiencia.
La investigación actual de las aves cantoras revela paralelismos detallados e intrigantes
con el lenguaje (11, 23, 24). Por ejemplo, muchas aves cantoras pasan por un periodo
crítico en el desarrollo más allá del cual producen cantos defectuosos que ningún tipo de
input acústico puede corregir, reminiscente de la dificultad que tienen los humanos
adultos para dominar en su totalidad lenguas nuevas. Más aún, y en paralelismo con la
fase de balbuceo de los humanos infantes mediante vocalizaciones o señas (25), las aves
jóvenes atraviesan una fase de desarrollo del canto en la que producen espontáneamente
versiones amorfas del canto adulto, denominadas «subcanto» o «balbuceo». Aunque los
mecanismos que subyacen a la adquisición del canto aviar y el lenguaje humano son
claramente análogos y no homólogos, sus componentes nucleares comparten un funda-
mento neural y de desarrollo profundamente conservado: La mayoría de los aspectos de
la neurofisiología y el desarrollo —incluyendo genes reguladores y estructurales, así co-
mo tipos neuronales y neurotransmisores— son compartidos entre los vertebrados. Que
paralelismos tan cercanos hayan evolucionado sugiere la existencia de restricciones im-
portantes sobre la manera en que los cerebros vertebrados pueden adquirir grandes vo-
cabularios de sonidos complejos aprendidos. Tales restricciones pueden esencialmente
obligar a la selección natural a ofrecer la misma solución repetidas veces cuando se en-
frenta a problemas similares.

Comprobando hipótesis acercan de la evolución de la facultad del lenguaje

Dadas las definiciones de la facultad del lenguaje, junto con el marco comparati-
vo, podemos distinguir varias hipótesis plausibles acerca de la evolución de sus diversos
componentes. Aquí, sugerimos dos hipótesis que abarcan la diversidad de opiniones en-
tre los estudiosos actuales, más una tercera nuestra.

Hipótesis 1: FLA es estrictamente homóloga a la comunicación animal. Esta hi-


pótesis sostiene que los homólogos de FLA, incluyendo FLE, existen (tal vez en formas
menos desarrolladas o por lo demás modificadas) en animales no humanos (3, 10, 26).
Esta ha sido históricamente una hipótesis popular fuera de la lingüística y de campos
cercanamente afines, y ha sido defendida por algunos en las ciencias del habla. De
acuerdo con esta hipótesis, la FLA humana se compone de los mismos componentes
funcionales que subyacen a la comunicación en otras especies.

Hipótesis 2: FLA es una adaptación derivada y exclusivamente humana para el


lenguaje. De acuerdo con esta hipótesis, FLA es una adaptación sumamente compleja
para el lenguaje, a la par del ojo vertebrado, y muchos de sus componentes nucleares
pueden ser considerados como características individuales que han sido sujetas a la se-
lección y perfeccionadas en la historia evolutiva humana reciente. Esta parece represen-
tar la hipótesis nula para muchos estudiosos que toman la complejidad del lenguaje se-
riamente (27, 28). El argumento empieza con la suposición de que FLA, en conjunto, es
sumamente compleja, sirve a la función comunicativa con una eficaz admirable y tiene
un componente genético indispensable. Como la selección natural es el único mecanis-
mo biológico capaz de generar tales complejos funcionales [el argumento del diseño
(29)], los defensores de este punto de vista concluyen que la selección natural ha jugado
un papel poderoso en la formación de muchos aspectos de FLA, incluyendo FLE, y,
más aún, que muchos de estos no cuentan con paralelismos en los animales no huma-
nos. Aunque pueden existir mecanismos homólogos en otros animales, las versiones hu-
manas han sido modificadas por la selección natural al grado que puede considerarse ra-
zonablemente que constituyen características novedosas, tal vez exaptadas de otros con-
textos [p. ej., inteligencia social, fabricación de herramientas (7, 30–32)].

Hipótesis 3: Solamente FLE es exclusivamente humana. En base a los datos revi-


sados abajo, hipotetizamos que la mayoría, si no toda, la FLA se basa en mecanismos
compartidos con animales no humanos (como sostiene la hipótesis 1). Por el contario,
sugerimos que FLE —el mecanismo computacional de la recursión— ha evolucionado
recientemente y es exclusiva de nuestra especie (33, 34). De acuerdo con esta hipótesis,
gran parte de la complejidad que se manifiesta en el lenguaje deriva de la complejidad
en los componente periféricos de FLA, especialmente aquellos que subyacen a las inter-
faces sensorio-motora (habla o señas) y conceptual-intencional, en combinación con
contingencias socioculturales y comunicativas. Por tanto FLA en conjunto tiene una his-
toria evolutiva antigua y precede por mucho a la emergencia del lenguaje, y es necesario
un análisis comparativo para comprender este sistema complejo. Por el contrario, de
acuerdo a la teoría lingüística reciente, las computaciones que subyacen FLE pueden ser
bastante limitadas. De hecho, proponemos en esta hipótesis que FLE consta únicamente
de los mecanismos computacionales nucleares de recursión tal como aparecen en la sin-
taxis estrecha y en los mapeos a las interfaces. Si FLE es, en efecto, así de restringida,
esta hipótesis tiene el interesante efecto de invalidar el argumento del diseño y, por tan-
to, cuestionar el estatus de FLE como una adaptación. Los defensores de la idea de que
FLE es una adaptación necesitarían, por tanto, que ofrecer datos o argumentos adiciona-
les para sostener este punto de vista.

Los datos comparativos disponibles sobre los sistemas de comunicación animal


sugieren que la facultad del lenguaje en conjunto depende de algunas capacidades ex-
clusivamente humanas que han evolucionado recientemente en los cerca de 6 millones
de años desde nuestra divergencia de un ancestro común con los chimpancés (35). La
hipótesis 3, en su forma más fuerte, sugiere que solamente FLE cae dentro de esta cate-
goría (34). Según está hipótesis, FLA contiene una gran variedad de mecanismos cogni-
tivos y perceptuales compartidos con otras especies, pero solo aquellos mecanismos que
subyacen a FLE —particularmente su capacidad para la infinitud discreta— son exclusi-
vamente humanos. Esta hipótesis sugiere que todos los componentes periféricos de FLA
son compartidos con otros animales, en más o menos la misma forma en que estas exis-
ten en humanos, con diferencias de cantidad más que de cualidad (9, 34). Lo que es ex-
clusivo de nuestra especie es bastante específico de FLE, e incluye a sus operaciones
internas así como a su interfaz con los otros sistemas internos al organismo de FLA.

Cada una de estas hipótesis es plausible en cierta medida. En el fondo, solo pue-
den distinguirse mediante datos empíricos, gran parte de los cuales no se encuentra dis-
ponible actualmente. Antes de revisar algunos datos pertinentes, consideramos breve-
mente algunas distinciones clave entre ellas. Desde una perspectiva evolutiva compara-
tiva, una pregunta importante es si los precursores lingüísticos estaban involucrados en
la comunicación o en algo más. Defensores de las hipótesis 1 y 2 proponen una corres-
pondencia directa, por descendencia con modificación, entre alguna característica invo-
lucrada con FLA en humanos y una característica semejante en otra especie; estás hipó-
tesis difieren en si los precursores funcionaron en la comunicación. Aunque es muy pro-
bable que muchos aspectos de FLA surgieran de esta manera, la cuestión importante pa-
ra estas hipótesis consiste en si una serie de modificaciones graduales podría finalmente
conducir a la capacidad del lenguaje de generatividad infinita. A pesar de la existencia
indiscutible de una base claramente compartida de mecanismos homólogos involucra-
dos en FLA, parece inadecuado que unas modificaciones menores de este sistema origi-
nal generen por sí solas la diferencia fundamental —infinitud discreta— entre el lengua-
je y todas las formas de comunicación animal conocidas. Esta afirmación es una de las
muchas razones por las que sospechamos que la hipótesis 3 puede ser una forma pro-
ductiva de caracterizar el problema de la evolución del lenguaje.
Una cuestión primordial que separa a las hipótesis 2 y 3 consiste en si las capaci-
dades exclusivamente humanas de FLE constituyen una adaptación. La perspectiva que
dicta la hipótesis 2, especialmente la noción de que FLE en particular es una adaptación
altamente evolucionada, ha generado mucho entusiasmo recientemente [p. ej., (36)], es-
pecialmente entre los psicólogos evolutivos (37, 38). En el presente, sin embargo, ve-
mos pocas razones para creer que FLE puede ser diseccionada en muchas características
independientes pero interactuantes, cada una con su propia historia evolutiva indepen-
diente, o que cada una de estas características podría haber sido moldeada por la selec-
ción natural, dadas sus escasas conexiones a la eficacia comunicativa (la función de su-
perficie o fenotípica sobre la que la selección presuntamente actuaría).

Consideramos la posibilidad de que ciertos aspectos de la facultad del lenguaje


son «enjutas» —subproductos de restricciones preexistentes, en vez de productos finales
de una historia de selección natural (39). Esta posibilidad, que abre la puerta a otras lí-
neas empíricas de investigación, es perfectamente compatible con nuestro apoyo firme
al programa adaptacionista. En efecto, se sigue directamente de la noción fundamental
de que la adaptación es un «concepto oneroso» al que se recurre solo cuando fracasan
las explicaciones alternativas (40). La cuestión no es si FLE en conjunto es adaptativa.
Puesto que nos permite comunicar una variedad ilimitada de pensamientos, la recursión
es claramente una computación adaptativa. La cuestión es si los componentes particula-
res del funcionamiento de FLE son adaptaciones para el lenguaje, afectado específica-
mente por la selección natural —o si, aún más ampliamente, FLE evolucionó por razo-
nes ajenas a la comunicación.

Una analogía puede hacer clara esta distinción. El tronco y las ramas de los árbo-
les son soluciones casi óptimas para proporcionar a las hojas de un árbol individual ac-
ceso a la luz solar. Para los arbustos y los árboles pequeños, una gran variedad de for-
mas (extendida, esférica, multitarea, etc.) proporciona buenas soluciones a este proble-
ma. Para un árbol imponente del dosel del bosque tropical, la mayoría de estas formas
resultan imposibles debido a las muchas restricciones impuestas por las propiedades de
la celulosa y los problemas de subir el agua y los nutrientes absorbidos hasta las hojas
más altas. Algunos aspectos de tales árboles son claramente adaptaciones canalizadas
por estas restricciones; otros (p. ej., el estallido de los tubos de xilema en días calurosos,
la propensidad a ser volcados por huracanes) son subproductos presuntamente inevita-
bles de tales restricciones.

Trabajos recientes sobre FLE (4, 41–43) sugieren la posibilidad de que al menos
el componente sintáctico estrecho satisface condiciones de computación altamente efi-
ciente a un nivel anteriormente insospechado. Por tanto, FLE puede aproximar un tipo
de «solución óptima» al problema de enlazar los sistemas sensorio-motor y conceptual-
intencional. En otras palabras, los procesos generativos del sistema lingüístico pueden
proporcionar una solución casi óptima que satisfaga las condiciones de interfaz a FLA.
Muchos de los detalles del lenguaje en los que se centra el estudio lingüístico [p. ej.,
subyacencia, movimiento Qu-, la existencia de oraciones garden-path (4, 44)] pueden
representar subproductos de esta solución, generados automáticamente por restricciones
neurales/computacionales y la estructura de FLA —componentes que yacen fuera de
FLE. Incluso las capacidades novedosas como la recursión se implementan en el mismo
tipo de tejido neural que el resto del cerebro y se encuentran por tanto restringidas por
factores biofísicos, de desarrollo y computacionales compartidos con otros vertebrados.
La hipótesis 3 incrementa la posibilidad de que los detalles estructurales de FLE puedan
resultar de tales restricciones preexistentes y no de un moldeo directo por la selección
natural que apunte específicamente a la comunicación. En la medida en que se demues-
tre que esto es verdadero, tales detalles estructurales no son, estrictamente hablando,
adaptaciones en absoluto. Tanto esta hipótesis como la explicación seleccionista alterna-
tiva son viables y pueden eventualmente comprobarse con datos comparativos.

Evidencia comparativa para la facultad del lenguaje

El estudio de la evolución del lenguaje se ha acelerado en la último década (45,


46). Aquí, ofrecemos una revisión sumamente selectiva de algunos de estos estudios,
enfatizando el estudio animal que parece particularmente pertinente a las hipótesis pre-
sentadas arriba; fueron necesarias muchas omisiones por razones de espacio, y creemos
firmemente que una amplia diversidad de métodos y perspectivas podrá, en última ins-
tancia, proporcionar las respuestas más profundas al problema de la evolución del len-
guaje. Por esta razón, presentamos un muestrario más amplio de los ofrecimientos del
campo en la Tabla 1.

¿Qué tan «especial» es el habla? Estudio comparativo del sistema sensorio-mo-


tor. Empezando con los primeros trabajos sobre la percepción del habla, ha habido una
tradición de considerar al habla «especial» y, por tanto, basada en mecanismos exclusi-
vamente humanos adaptados a la percepción y/o producción del habla [p. ej., (7, 8, 47,
48)]. Esta perspectiva ha estimulado un programa vigoroso de investigación de la per-
cepción animal del habla y, más recientemente, la producción del habla. Sorprendente-
mente, esta investigación ha dado poca evidencia de mecanismos exlusivamente huma-
nos para el habla, a pesar de la tendencia insistente de asumir la exclusividad incluso en
ausencia de datos animales pertinentes.

De parte de la percepción, por ejemplo, muchas especies muestran una habilidad


impresionante para distinguir y generalizar entre sonidos del habla humana, utilizando
los formantes como la pista discriminatoria crítica (17–19, 49–51). Estos datos
proporcionan evidencia no solo de la percepción categorial, sino también de la habilidad
para distinguir entre ejemplares prototípicos de fonemas diferentes (52). Más aún, en
ausencia de entrenamiento, los primates no humanos pueden distinguir oraciones de dos
lenguas diferentes en base a las diferencias rítmicas entre ellas (53).
Tabla 1. Un muestrario de los enfoques empíricos para la comprensión de la evolución de la
facultad del lenguaje, incluyendo tanto a los componentes amplio (FLA) y estricto (FLE).
Problema empírico Ejemplos Referencias

FLA—sistema sensorio-motor
Imitación e invención vocálica Estudios de tutoría en aves cantoras, análisis de dialectos (11, 12, 24, 65)
vocálicos en ballenas, imitación espontánea de sonidos
creados artificialmente en delfines
Neurofisiología de los sistemas Estudios que evalúan si las neuronas espejo, que proporcionan (67, 68, 71)
acción-percepción un sustrato nuclear para el sistema acción-percepción,
pueden favorecer la imitación gestual y (posiblemente)
vocálica
Discriminación de los patrones de Estudios de condicionamiento operante del efecto del imán (52, 120)
sonido del lenguaje prototípico en macacos y estorninos
Restricciones impuestas por la Estudios de la longitud del tracto vocálico y la dispersión de (54–61)
anatomía del tracto vocálico formantes en aves y primates
Biomecánica de la producción de Estudios de la producción vocálica primate, incluyendo el (121, 122)
sonidos papel de las oscilaciones mandibulares
Modalidades de producción y Percepción intermodal y lenguaje de señas en humanos versus (3, 25, 123)
percepción del lenguaje comunicación unimodal en animales

FLA—sistema conceptual-intencional
Teoría de la mente, atribución de Estudios de la distinción ver/conocer en chimpancés (84, 86–89)
estados mentales
Capacidad para adquirir Estudios de monos Rhesus y el concepto objeto/clase (10, 76, 77, 124)
representaciones conceptuales no
lingüísticas
Señales vocálicas referenciales Estudios de las vocalizaciones primates utilizadas para (3, 78, 90, 91, 93,
designar depredadores, alimento y relaciones sociales 94, 97)
La imitación como un sistema Estudios comparativos en chimpancés e infantes humanos que (125–127)
racional e intencional sugieren que solo los últimos leen intencionalidad en las
acciones, y por tanto extraen el propósito racional no
observado
El control voluntario de la Estudios comparativos que exploran la relación entre la (3, 10, 92, 128)
producción de señales como producción de señales y la composición de un público social
evidencia de comunicación
intencional

FLE—recursión
Métodos espontáneos y de Estudios del aprendizaje de órdenes seriales y gramáticas de (114, 116, 117,
entrenamiento diseñados para estados finitos en tamarinos y macacos 129)
revelar restricciones en el
aprendizaje de reglas
Lenguaje de señas o artificial en Estudios que exploran la secuenciación de símbolos y la (130, 131)
simios y delfines entrenados manipulación combinatoria abierta
Modelos de la facultad del lenguaje Modelos de la teoría de juegos para la adquisición del (72–74)
que intenten revelar los lenguaje, la referencia y la gramática universal
mecanismos necesarios y
suficientes
Experimentos con animales que Estudios de condicionamiento operante para determinar si los (102–106, 132)
exploren la naturaleza y contenido primates no humanos pueden representar números,
de la representación numérica incluyendo propiedades como la ordinalidad y la
cardinalidad, utilizando tales representaciones en conjunto
con operadores matemáticos (p. ej., suma, división)
Mecanismos compartidos a lo largo Evolución del procesamiento y la estructura musical, (133–135)
de diferentes dominios cognitivos incluyendo análisis de la función cerebral y estudios
comparativos de la percepción musical
De parte de la producción, las aves y los primates no humanos producen y perci-
ben de forma natural los formantes de las vocalizaciones típicas de cada especie (54–
59). Los resultados también arrojan luz sobre las discusiones de la estructura exclusiva-
mente humana del tracto vocálico y la laringe inusualmente descendida de nuestra espe-
cie (7, 48, 60), pues la nueva evidencia muestra que muchas otras especies de mamífe-
ros también cuentan con una laringe descendida (61). Como estas especies no humanas
carecen de lenguaje, una laringe descendida claramente contaría con funciones no foné-
ticas; una posibilidad es la de exagerar el tamaño aparente. Aunque esta modificación
anatómica particular sin duda juega un papel importante en la producción del habla de
los humanos modernos, no tuvo que haber evolucionado para esta función. La laringe
descendida, por tanto, puede ser un ejemplo de la clásica preadaptación darwiniana.

Muchos fenómenos en la percepción del habla humana todavía no han sido inves-
tigados en animales [p. ej., el efecto McGurk, una ilusión en la que la sílaba percibida
de una cabeza que habla representa la interacción entre un gesto articulatorio que se ve
y una sílaba diferente que se escucha; véase (62)]. Sin embargo, los datos disponibles
sugieren una continuidad más fuerte entre los animales y los humanos con respecto al
habla que lo que se creía anteriormente. Sostenemos que la hipótesis de la continuidad
merece, por tanto, el estatus de una hipótesis nula, la cual debe ser rechazada por traba-
jos comparativos antes de poder validar cualquier afirmación de exclusividad. Por aho-
ra, la hipótesis nula de ninguna característica realmente novedosa en el dominio del ha-
bla parece seguir en pie.

Existe, sin embargo, una habilidad notable unida al habla que no ha recibido la
atención suficiente: la capacidad humana para la imitación vocálica (63, 64). La imita-
ción es obviamente un componente necesario de la capacidad humana para adquirir un
léxico compartido y arbitrario, el cual es central para la capacidad del lenguaje. Por lo
tanto, la capacidad para imitar fue un prerrequisito esencial de FLA como sistema co-
municativo. La imitación y el aprendizaje vocálicos no son exclusivos del ser humano.
Se observa riqueza de capacidades imitativas multimodales en otros mamíferos (delfi-
nes) y algunas aves (loros), a la vez que la mayoría de aves cantoras exhibe una capaci-
dad imitativa vocálica bien desarrollada (65). Lo que es sorprendente es que los monos
casi no muestran evidencia de imitación mediada visualmente, los chimpancés contando
con tan solo capacidades ligeramente mejores (66). Aún más inesperado es la ausencia a
todos los efectos de evidencia de imitación vocálica ya sea en monos o en simios (3).
Por ejemplo, los chimpancés intensamente entrenados son incapaces de adquirir nada
más que unas pocas palabras habladas pobremente articuladas, mientras que los loros
pueden adquirir con facilidad un repertorio vocálico grande. Con respecto a sus propias
vocalizaciones, hay pocos estudios convincentes de dialectos vocálicos en primates, lo
cual sugiere que carecen de una capacidad imitativa vocálica (3, 65). La evidencia de
imitación visuomanual espontánea en chimpancés tampoco es mucha, aunque con un
entrenamiento persistente pueden aprender varios cientos de señas de manos. Más aún,
incluso en los casos donde los animales no humanos son capaces de imitar en una mo-
dalidad (p. ej., copia de canciones en aves cantoras), solo los delfines y los humanos pa-
recen ser capaces de la imitación en modalidades múltiples. El desprendimiento hacia
inputs modalmente específicos puede representar un cambio sustancial en la organiza-
ción neural, uno que afecte no solo a la imitación sino también a la comunicación; solo
los humanos pueden perder una modalidad (p. ej., oído) y compensar este déficit comu-
nicándose con total competencia en una modalidad diferente (i. e., señas).

Nuestra discusión de las limitaciones no busca desvalorizar los impresionantes lo-


gros de los monos y los simios, sino resaltar lo diferentes que deben ser los mecanismos
que subyacen la producción de gestos, ya sea expresados vocálicamente o mediante se-
ñas, en humanos y primates no humanos. Después de todo, el graduado de secundaria
promedio conoce hasta 60000 palabras, un vocabulario obtenido con poco esfuerzo, es-
pecialmente cuando se contrasta con los esfuerzos hercúleos dedicados a entrenar ani-
males. En resumen, la habilidad impresionante de cualquier niño humano normal para la
imitación vocálica puede representar una capacidad novedosa que ha evolucionado en
nuestra historia evolutiva reciente, cierto tiempo después de la divergencia de nuestros
ancestros parecidos a chimpancés. La existencia de análogos en especies lejanamente
emparentadas, como las aves y los cetáceos, sugiere un potencial considerable para el
estudio comparativo detallado de la imitación vocálica. Existen, no obstante, trampas
potenciales que deben evitarse, especialmente con respecto a las exploraciones de los
sustratos neurobiológicos de la imitación. Por ejemplo, aunque los monos macacos y los
humanos están equipados con las denominadas «neuronas espejo» en la corteza premo-
tora, que responden tanto cuando un individuo actúa de un modo particular como cuan-
do el mismo individuo ve a alguien más actuando de la misma manera (67, 68), estas
neuronas no son suficientes para la imitación en macacos, como muchos han asumido:
Como se dijo, no existe evidencia convincente de imitación vocálica o visual en monos.
Por consiguiente, a medida que los estudios con neuroimágenes continúan explorando la
base neural de la imitación en humanos (69–71), será importante distinguir entre los co-
rrelatos neurales de imitación necesarios y los suficientes. Esto es especialmente impor-
tante, dado que algunos intentos recientes de crear modelos de la evolución del lenguaje
empiezan con un organismo hipotético que está equipado con las capacidades de imita-
ción e intencionalidad, en lugar de resolver cómo estos mecanismos evolucionaron en
primer lugar [véase abajo; (72–74)]. Si se desea una exploración evolutiva más profun-
da, una que date de un ancestro parecido a los chimpancés, entonces necesitamos expli-
car cómo y por qué tales capacidades emergieron de un nodo ancestral que carecía de
tales habilidades (75) (Fig. 4).
Fig. 4. La distribución de la imitación en el reino animal no es uniforme. Algunos animales como las aves
cantoras, los delfines y los humanos han evolucionado habilidades excepcionales para imitar; otros ani-
males, como los simios y los monos, o carecen de tales habilidades o cuentan con una forma relativamen-
te empobrecida de ellas. [Ilustración: John Yanson]

Los sistemas conceptual-intencionales de los animales no lingüísticos. Una gran


variedad de estudios indican que los mamíferos no humanos y las aves poseen una ri-
queza de representaciones conceptuales (76, 77). No obstante, existe, sorprendentemen-
te, una discordancia entre las capacidades conceptuales de los animales y el contenido
comunicativo de sus señales vocálicas y visuales (78, 79). Por ejemplo, aunque una gran
variedad de primates no humanos tienen acceso a un conocimiento rico sobre quién está
emparentado con quién, así como quién es el dominante y quién es el subordinado, sus
vocalizaciones solo expresan toscamente tales complejidades.

Los estudios que utilizan enfoques clásicos de entrenamiento así como métodos
que explotan habilidades espontáneas revelan que los animales adquieren y utilizan una
gama amplia de conceptos abstractos, incluyendo los de herramienta, color, relaciones
geométricas, comida y número (66, 76–82). De forma más polémica, pero de pertinen-
cia considerable para los aspectos intencionales del lenguaje y de las condiciones de uso
acertado, algunos estudios aseveran que los animales poseen una teoría de la mente (83–
85), incluyendo la conciencia de sí mismo y la habilidad de representar las creencias y
deseos de otros miembros del grupo. De parte de la confirmación positiva, estudios re-
cientes con chimpancés sugieren que estos reconocen el acto perceptual de ver como un
representante del estado mental de conocer (84, 86, 87). Estos estudios sugieren que al
menos el chimpancé, pero tal vez ningún otro animal no humano, posee una teoría de la
mente rudimentaria. De parte de la confirmación negativa, otros estudios sugieren que
incluso los chimpancés carecen de una teoría de la mente, pues no pueden, por ejemplo,
diferenciar entre individuos informados y desinformados con respecto a la comunica-
ción intencional (88, 89). Como estos experimentos hacen uso de métodos diferentes y
se basan en tamaños de muestra pequeños, no es posible en el presente derivar alguna
conclusión firme acerca de la presencia o ausencia en los animales de la atribución de
estados mentales. Independientemente de como se resuelva esta polémica, no obstante,
la mejor evidencia para la comunicación referencial no viene de los chimpancés sino de
una diversidad de monos y aves, especies para las cuales no existe evidencia convincen-
te de una teoría de la mente.

Los estudios clásicos de las llamadas de alerta de los cercopitecos vervet (90) aho-
ra se han unido a muchos otros, cada uno utilizando métodos similares, con extensiones
a especies diferentes (macacos, cercopitecos diana, suricatas, perritos de las praderas,
gallinas) y contextos comunicativos diferentes (relaciones sociales, alimentación, agre-
sividad intergrupal) (91–97). A partir de estos estudios podemos derivar cinco puntos
clave pertinentes a nuestro análisis de la facultad del lenguaje. Primero, los individuos
producen llamadas acústicamente distintivas en respuesta a contextos funcionalmente
importantes, incluyendo la detección de depredadores y el descubrimiento de alimento.
Segundo, la mofología acústica de la señal, aunque arbitraria en términos de su asocia-
ción con un contexto particular, es suficiente para que los oyentes respondan apropiada-
mente sin requerir ninguna información contextual. Tercero, el número de tales señales
en el repertorio es pequeño, restringido a objetos y sucesos experimentados en el pre-
sente, sin evidencia de producción creativa de sonidos nuevos para situaciones nuevas.
Cuarto, la morfología acústica de las llamadas es fija y aparece temprano en el desarro-
llo, con la experiencia jugando solamente el papel de refinar la gama de objetos o suce-
sos que provocan esas llamadas. Quinto, no existe evidencia de que las llamadas son in-
tencionales en el sentido de que tomen en cuenta lo que otros individuos creen o desean.

Las primeras interpretaciones de estos trabajos sugerían que cuando los animales
vocalizan, están refiriendo funcionalmente a objetos y sucesos con los que se han en-
contrado. Así, las llamadas de alerta de los vervets y las llamadas de alimento de los
monos Rhesus, para tomar dos ejemplos, fueron interpretadas como si fuesen palabras
con las que el llamador refiere a diferentes tipos de depredadores o diferentes tipos de
alimento. Discusiones más recientes han considerado debilitada a esta interpretación, y
sugieren que si la señal fuese referencial, estaría en la mente del oyente que pueda ex-
traer información acerca del contexto presente del señalador a partir de la estructura
acústica de la llamada (78, 95). A pesar de esta evidencia de que los animales pueden
extraer información de la señal, existen muchas razones por las que se requiere de evi-
dencia adicional antes de que esas señales puedan considerarse precursoras, u homólo-
gas, de las palabras humanas.

A grosso modo, podemos pensar en una lengua humana particular como compues-
ta de palabras y procedimientos computacionales («reglas») para construir expresiones a
partir de ellas. El sistema computacional tiene la propiedad recursiva brevemente perfi-
lada arriba, la cual puede ser una propiedad humana distintiva. Sin embargo, algunos as-
pectos clave de las palabras también pueden ser distintivamente humanos. Existen, antes
que nada, diferencias cualitativas en la escala y el modo de adquisición, lo que sugiere
que están involucrados mecanismos bastante diferentes; como se señaló arriba, no existe
evidencia de imitación vocálica en primates no humanos, y aunque los niños humanos
puedan usar mecanismos de dominio general para adquirir y recordar palabras (98, 99),
el ritmo al que los niños contruyen el léxico es tan masivamente diferente al de los pri-
mates no humanos que uno debe considerar la posibilidad de un mecanismo evoluciona-
do independientemente. Además, a diferencia de los mejores ejemplos animales de pre-
suntas señales referenciales, la mayoría de las palabras del lenguaje humano no se en-
cuentran asociadas a funciones específicas (p. ej., gritos de advertencia, anuncios de ali-
mento) sino que pueden relacionarse a prácticamente cualquier concepto que los huma-
nos puedan albergar. Tales usos con frecuencia son sumamente intrincados y desligados
del aquí y el ahora. Incluso para las palabras más simples, por lo general no existen rela-
ciones directas palabra-cosa, si «cosa» ha de ser entendida en términos independientes
de la mente. Sin seguir adelante con el asunto aquí, parece ser que muchas de las propie-
dades elementales de las palabras —incluyendo aquellas involucradas con la referencia-
lidad— solo tienen análogos u homólogos débiles en los sistemas naturales de comuni-
cación animal, con evidencias tan solo ligeramente mejores en los estudios de entrena-
miento de simios y delfines. La investigación futura debe, por tanto, proporcionar un
apoyo más fuerte a la posición precursora o de lo contrario debe abandonar esta hipóte-
sis sosteniendo que este componente de FLA (conceptual-intencional) también es exclu-
sivamente humano.

Infinitud discreta y restricciones sobre el aprendizaje. Los datos resumidos hasta


ahora, aunque están lejos de ser completos, proporcionan un respaldo general a la posi-
ción de continuidad entre los humanos y otros animales en términos de FLA. Sin embar-
go, todavía no hemos abordado una cuestión donde muchos consideran que yace el quid
del lenguaje: su capacidad para un poder expresivo ilimitado, reflejado en la noción de
infinitud discreta. Parece relativamente claro, luego de casi un siglo de investigación in-
tensiva de la comunicación animal, que ninguna especies aparte de los humanos tiene
una capacidad comparable para recombinar unidades con significado en una variedad
ilimitada de estructuras más grandes, cada una difiriendo sistemáticamente en significa-
do. Sin embargo, se ha hecho poco progreso en la identificación de las competencias es-
pecíficas que están ausentes en otros animales.

La diversidad astronómica de oraciones que cualquier usuario de una lengua natu-


ral puede producir y entender tiene una implicancia importante para la adquisición del
lenguaje, por mucho tiempo una cuestión nuclear en la psicología del desarrollo. Un ni-
ño está expuesto solo a una pequeña proporción de las oraciones posibles en su lengua,
lo que limita su base de datos para construir una versión más general de esa lengua en
su propia mente/cerebro. Este punto tiene implicancias lógicas para cualquier sistema
que intente adquirir una lengua natural en base a datos limitados. Es inmediatamente ob-
vio que dada una colección finita de datos, existe una cantidad infinita de teorías consis-
tentes con ella pero inconsistentes entre ellas. En el caso actual, existe en principio una
cantidad infinita de sistemas objetivo (lenguas-I potenciales) consistentes con los datos
de la experiencia, y a menos que el espacio de búsqueda y los mecanismos de adquisi-
ción estén restringidos, la selección entre ellas es imposible. Una versión del problema
ha sido formalizada por Gold (100) y explorado más reciente y rigurosamente por
Nowak y sus colegas (72–75). Ningún «mecanismo de aprendizaje general» conocido
puede adquirir una lengua natural únicamente a base de evidencia positiva o negativa, y
las expectativas de encontrar tal dispositivo independiente de dominio parecen poco
prometedoras. La dificultad de este problema hace pensar en la hipótesis de que sea cual
sea el sistema responsable este debe estar sesgado o restringido de ciertas maneras. Ta-
les restricciones han sido denominadas históricamente «disposiciones innatas», con
aquellas que subyacen al lenguaje referidas como «gramática universal». Aunque estos
términos particulares hayan sido rechazados contundentemente por muchos investigado-
res, y la naturaleza de estas restricciones particulares en mecanismos de aprendizaje hu-
manos (o animales) aún no se haya resuelto, la existencia de algunas de tales restriccio-
nes no puede ser dudada seriamente. Por otro lado, otras restricciones en los animales
debieron haber sido superadas en algún punto en la evolución humana para explicar
nuestra habilidad de adquirir la clase ilimitada de sistemas generativos que incluye a to-
das las lenguas naturales. La naturaleza de estas últimas restricciones se ha vuelto re-
cientemente el blanco de los trabajos empíricos. Aquí nos concentramos en la naturaleza
de la representación de números y en el aprendizaje de reglas en animales no humanos e
infantes humanos, ambos de los cuales pueden ser investigados independientemente de
la comunicación y proporcionan indicios de la naturaleza de las restricciones sobre FLE.

Más de 50 años de investigación utilizando estudios clásicos de entrenamiento de-


muestran que los animales pueden representar números, con controles cuidadosos para
varias variables de confusión importantes (80). En el experimento típico, una rata o una
paloma es entrenada para mover una palanca x número de veces para obtener una re-
compensa de alimento. Los resultados muestran que los animales pueden alcanzar el nú-
mero objetivo dentro de una media con la que coincide cercanamente, con una desvia-
ción estándar que incrementa con la magnitud: Mientras más incrementa el número ob-
jetivo, también lo hace la variación alrededor de la media. Estos resultados han conduci-
do a la idea de que los animales, incluyendo los infantes y adultos humanos, pueden re-
presentar números de forma aproximada como una magnitud con variabilidad escalar
(101, 102). La discriminación numérica se encuentra limitada en este sistema por la ley
de Weber, con una discriminabilidad mayor entre números pequeños que entre números
grandes (manteniendo constante la distancia entre las parejas) y entre números separa-
dos a distancias mayores (p. ej., 7 versus 8 es más difícil que 7 versus 12). El sentido de
número aproximado está acompañado de un segundo mecanismo preciso que está limi-
tado a valores menores que 4 pero que distingue con precisión 1 de 2, 2 de 3 y 3 de 4;
este segundo sistema parece ser utilizado en el contexto del rastreo de objetos y se en-
cuentra limitado por las restricciones de la memoria a corto plazo (103). De pertinencia
directa para la discusión presente, los animales pueden ser entrenados para entender el
significado de las palabras para números o de los símbolos de los números arábigos. Sin
embargo, estos estudios revelan diferencias notables en cómo los animales y los niños
humanos adquieren la lista de enteros y proporcionan una mayor evidencia de que los
animales carecen de la capacidad para crear sistemas generativos ilimitados.

Boysen y Matsuzawa han entrenado chimpancés para asociar un número de obje-


tos con un solo númeral arábigo, ordenar correctamente tales numerales en una lista as-
cendente o descendente e indicar la suma de dos numerales (104–106). Por ejemplo,
Boysen muestra que un chimpancé que ve dos naranjas en una caja, y otras dos naranjas
en una segunda caja, eligirá la suma correcta de cuatro de una fila de tres cartas, cada
una con un numeral arábigo diferente. El rendimiento de los chimpancés puede sugerir
que su representación de los números es como la nuestra. Un examen más minucioso de
cómo estos chimpancés adquieren tales competencias, no obstante, indica que el forma-
to y el contenido de sus representaciones de los números difieren fundamentalmente de
aquellos de los de los niños humanos. En particular, estos chimpancés requirieron miles
de horas de pruebas de entrenamiento, e incluso años, para adquirir la lista de enteros
hasta el nueve, sin evidencia alguna del tipo de experiencia «eureka» que adquieren to-
dos los niños humanos de aproximadamente 3.5 años (107). Un niño humano que ha ad-
quirido los números 1, 2 y 3 (y a veces 4) continúa adquiriendo todos los demás; él o
ella capta la idea de que la lista de enteros se contruye en base a la función de sucesión.
Para los chimpancés, por el contrario, cada número en la lista de enteros requirió el mis-
mo tiempo de aprendizaje. En esencia, aunque la comprensión de los chimpancés de los
numerales arábigos es impresionante, es comparable a su comprensión de otros símbo-
los y sus propiedades referenciales: El sistema aparentemente nunca asume la propiedad
generativa ilimitada del lenguaje humano. Esta limitación puede, no obstante, revelar
una rareza del entorno de aprendizaje del niño y una diferencia suya del régimen de en-
trenamiento de los animales: Los niños típicamente aprenden primero una lista ordenada
y arbitraria de símbolos («1, 2, 3, 4...») y luego aprenden el significado preciso de tales
palabras; a los simios y los loros, por el contrario, se les enseñó los significados uno por
uno sin aprender la lista. Como Carey (103) ha sostenido, esto puede representar una di-
ferencia fundamental en la experiencia, una hipótesis que podría ser comprobada en pri-
mer lugar entrenando animales con una lista ordenada arbitraria.

Una segunda posible limitación sobre la clase de estructuras posibles de aprender


guarda relacion con los tipos de inferencias estadísticas que los animales pueden com-
putar. Los primeros trabajos de lingüística computacional (108–110) sugerían que sería
provechoso pensar en el lenguaje como un sistema de reglas ubicado dentro de una je-
rarquía de complejidad cada vez mayor. En el nivel más bajo de la jerarquía hay siste-
mas de reglas que están limitadas por dominios locales, una subcategoría de las denomi-
nadas «gramáticas de estados finitos». A pesar de su atractiva simplicidad, tales siste-
mas de reglas eran inadecuados para reflejar cualquier lengua humana. Las lenguas na-
turales van más allá de la estructura puramente local mediante la inclusión de una capa-
cidad para la incrustación recursiva de frases en frases, la cual es capaz de conducir a un
número arbitrario de palabras o frases. Tales relaciones jerárquicas y a distancia se en-
cuentran en todas las lenguas naturales para las cuales, como mínimo, es necesaria una
«gramática de estructura sintagmática». Es un observación fundamental de la lingüística
generativa moderna que, para reflejar una lengua natural, una gramática debe incluir ta-
les capacidades (Fig. 5).

Fig. 5. Los animales humanos y no humanos exhiben la capacidad para computar cantidades, incluyendo
la cuantificación precisa de números pequeños y la estimación aproximada de números grandes. Puede
que los seres humanos sean únicos, sin embargo, en la habilidad parar mostrar destrezas cuantificaciona-
les precisas e ilimitadas con números grandes, incluyendo la lista contable de enteros. En paralelo con la
facultad del lenguaje, nuestra capacidad para los números depende de una computación recursiva. [Ilus-
tración: John Yanson]

Los estudios recientes sugieren que la capacidad para computar probabilidades


transicionales —un ejemplo de una regla del nivel más bajo de la jerarquía— podría es-
tar disponible a los infantes humanos y proporcionar un mecanismo para segmentar pa-
labras en una transmisión acústica continua (111–113). Específicamente, después de fa-
miliarizarse con una secuencia continua de sílabas consonante-vocal (CV), donde unos
trigramas particulares (tres CVs en serie, consideradas como «palabras» en este contex-
to) tienen una alta probabilidad de aparecer dentro del corpus, los infantes son capaces
de distinguir estos trigramas fácilmente de otros que sean menos comunes. Aunque esta
habilidad pueda proporcionar un mecanismo para la segmentación de palabras, aparen-
temente no es un mecanismo que haya evolucionado exclusivamente en humanos o para
el lenguaje: La misma computación está disponible de manera espontánea a los infantes
humanos para las secuencias visuales y las melodías tonales (113), así como a primates
no humanos (tamarinos de cabeza blanca) evaluados con los mismos métodos y estímu-
los (114). De manera similar, del mismo modo en que los infantes humanos parecen ser
capaces de computar reglas algebraicas que operan sobre secuencias particulares CV
(115), también pueden hacerlo los tamarinos de cabeza blanca (116), lo cual demuestra
nuevamente que la capacidad para descubrir reglas abstractas a un nivel local no es ex-
clusiva de los seres humanos, y es casi seguro que no evolucionó específicamente para
el lenguaje.

Fitch y Hauser (117) recientemente han completado un estudio que compara la ad-
quisición de gramáticas de estados finitos y de estructura sintagmática en adultos huma-
nos y en tamarinos, utilizando los mismos sujetos y métodos que los estudios de arriba.
La regla de estructura sintagmática evaluada fue AnBn, donde A y B eran representados
cada uno por un CV de un conjunto de ocho CVs diferentes. La regla especificaba, por
lo tanto, tanto un conjunto de cadenas consistentes (n As deben preceder a n Bs) como
un conjunto de cadenas inconsistentes; las últimas consistían en violaciones del orden
(muestras de B preceden a muestras de A) o del patrón (alternancias de As y Bs, como
por ejemplo ABAB). Los resultados mostraron que los adultos humanos aprendían rápi-
damente esta regla de forma implícita, con lo cual distinguían cadenas consistentes e in-
consistentes. Los tamarinos, por el contrario, fallaron en tres experimentos separados
que evaluaban su habilidad para adquirir esta gramática, pero dominaron fácilmente una
variante de estados finitos (ABn) implementada con los mismos estímulos y condicio-
nes de prueba. Esto sugiere que los tamarinos tienen una capacidad limitada para apren-
der el tipo de dependencias jerárquicas a larga distancia necesarias para alcanzar la clase
de las gramáticas de estructura sintagmática. Si eso fuera cierto, esta limitación coloca-
ría severas restricciones a su capacidad para aprender cualquier lengua humana natural.
Actualmente no está claro si esta limitación se generaliza a otros animales, y si se impo-
ne en los seres humanos en diferentes etapas de su desarrollo. Aún así, tales experimen-
tos proporcionan un enfoque empírico a la exploración de diferencias clave entre los hu-
manos y los animales pertinentes a FLE.

Nuestra revisión ha insistido en la utilidad de los datos animales para las teorías a-
cerca de los humanos, pero no es necesario que este intercambio vaya en un solo senti-
do. A medida que el programa de investigación que hemos perfilado progrese, pueden
emerger principios más generales acerca de la evolución cognitiva. Por ejemplo, supon-
gamos que adoptemos la concepción de la hipótesis 3, simplificando radicalmente, de
que los sistemas de interfaz —sensorio-motor y conceptual-intencional— están dados, y
que la innovación que produjo la facultad del lenguaje fue la evolución del sistema com-
putacional que los vincula. Este sistema computacional debe (i) construir una colección
infinita de expresiones internas a partir de los recursos finitos del sistema conceptual-in-
tencional, y (ii) proporcionar los medios para externalizarlas e interpretarlas en el extre-
mo sensorio-motor. Podemos preguntarnos ahora hasta qué punto el sistema computa-
cional es óptimo, en el sentido de que cumple condiciones naturales de computación efi-
ciente como la búsqueda mínima y el no-retroceso. En la medida en que pueda estable-
cerse esto, seremos capaces de ir más allá del (extremadamente difícil y aún distante)
logro de encontrar los principios de la facultad del lenguaje, a una comprensión de por
qué la facultad sigue estos principios particulares y no otros. Entonces entenderíamos
por qué las lenguas de un cierto tipo son asequibles, mientras que otras lenguas imagi-
nables son imposibles de aprender o corroborar. Un progreso así no solo abriría la puer-
ta a un enfoque evolutivo mucho más simplificado y empíricamente más manejable, si-
no que también podría ser aplicable de forma más general a dominios más allá del len-
guaje en una amplia gama de especies —tal vez en especial en el dominio de la navega-
ción espacial y la búsqueda de alimento, en donde los problemas de búsqueda óptima
son pertinentes. Por ejemplo, estudios elegantes de insectos, aves y primates revelan que
los individuos con frecuencia buscan alimento mediante una estrategia óptima, una que
involucra distancias mínimas, el recuerdo de lugares examinados y tipos de objetos re-
cuperados (77, 118, 119). Solo después de un ataque conjunto y multidisciplinario a los
problemas de la evolución del lenguaje, comparado a los 40 años de investigación de la
búsqueda óptima de alimento, aprenderemos si tales semejanzas son más que superficia-
les.

Conclusiones

Concluimos haciendo tres observaciones. Primero, una cuestión práctica: Los lin-
güistas y los biólogos, junto con los investigadores en las ramas pertinentes de la psico-
logía y la antropología, pueden moverse más allá del debate teórico improductivo a un
programa de investigación más colaborativo, empíricamente enfocado y comparativo
que apunte a descubrir tanto los componentes compartidos (homólogos o análogos) co-
mo los exclusivos de la facultad del lenguaje. Segundo, aunque hemos sostenido que la
mayoría, si no toda, la FLA es compartida con otras especies mientras que FLE puede
ser exclusiva de los humanos, esto representa una hipótesis tentativa y comprobable que
requiere de más investigaciones empíricas. Finalmente, creemos que es muy probable
que un enfoque comparativo conduzca a nuevas percepciones tanto de nuestros rasgos
compartidos como de los derivados y, de ese modo, genere nuevas hipótesis con respec-
to a las fuerzas evolutivas que han conducido al diseño de la facultad del lenguaje. Es-
pecíficamente, aunque hemos dicho relativamente poco acerca del papel de la selección
natural en la formación de los rasgos de diseño de FLE, sugerimos que, al considerar la
posibilidad de que FLE evolucionase por razones ajenas al lenguaje, la puerta compara-
tiva ha sido abierta de una manera nueva y (creemos) emocionante.

El trabajo comparativo se ha enfocado generalmente en la comunicación animal o


en la capacidad para adquirir lenguas creadas artificialmente. No obstante, si uno consi-
dera la hipótesis de que la recursión haya evolucionado para resolver otros problemas
computacionales como la navegación, la cuantificación numérica o las relaciones socia-
les, entonces es posible que otros animales tengan tales habilidades pero que los esfuer-
zos de nuestras investigaciones hayan apuntado a un espacio de búsqueda demasiado es-
trecho (Fig. 3). Si encontramos evidencia de recursión en los animales, pero en un do-
minio no comunicativo, entonces es más probable que identifiquemos los mecanismos
que subyacen a esta habilidad y las presiones selectivas que condujeron a ella. Este des-
cubrimiento, a su vez, abriría la puerta de otra colección de enigmas: ¿Por qué los seres
humanos, pero ningún otro animal, ha tomado el poder de la recursión para crear un sis-
tema de comunicación abierto e ilimitado? ¿Por qué nuestro sistema de recursión opera
sobre una mayor gama de elementos o inputs (p. ej., números, palabras) que otros ani-
males? Una posibilidad, consistente con el pensamiento actual en las ciencias cogniti-
vas, es que la recursión en los animales representa un sistema modular diseñado para
una función particular (p. ej., navegación) e impenetrable con respecto a otros sistemas.
Durante la evolución, el sistema modular y de dominio altamente específico de la recur-
sión pudo haberse vuelto penetrable y de dominio general. Esto permitió a los humanos,
tal vez de forma única, aplicar el poder de la recursión a otros problemas. Este cambio
de dominio específico a dominio general pudo haber sido guiado por presiones selecti-
vas particulares, exclusivas de nuestro pasado evolutivo, o como consecuencia (subpro-
ducto) de otros tipo de reorganización neural. De cualquier manera, estas son hipótesis
verificables, un estribillo que resalta la importancia de los enfoques comparativos a la
facultad del lenguaje.

Referencias y notas

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Jackendoff, L. Jenkins, M. Nowak, M. Piatelli-Palmerini, S. Pinker, y R. Seyfarth.

[Traducción: Jaime Montoya Samamé]

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