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Sostenemos que una comprensión de la facultad del lenguaje requiere una cooperación interdisciplinaria
sustancial. Sugerimos el modo en que los desarrollos actuales en la lingüística pueden unirse beneficiosa-
mente a la investigación en biología evolutiva, antropología, psicología y neurociencia. Proponemos que
debe hacerse una distinción entre la facultad del lenguaje en un sentido amplio (FLA) y en un sentido es-
tricto (FLE). FLA incluye un sistema sensorio-motor, un sistema conceptual-intencional y los mecanis-
mos computacionales para la recursión, y proporciona la capacidad de generar una gama infinita de ex-
presiones a partir de un conjunto finito de elementos. Hipotetizamos que FLE solo incluye la recursión y
que es el único componente exclusivamente humano de la facultad del lenguaje. Sostenemos, además, que
FLE pudo haber evolucionado por razones ajenas al lenguaje, por lo que unos estudios comparativos po-
drían buscar evidencia para tales computaciones fuera del dominio de la comunicación (por ejemplo, nú-
meros, navegación y relaciones sociales).
Si nuestro marciano naturalista fuese meticuloso, podría notar que la facultad que
media en la comunicación humana parece ser extraordinariamente diferente a la de otros
seres vivos; podría notar, además, que la facultad humana del lenguaje parece estar or-
ganizada como el código genético: jerárquica, generativa, recursiva y prácticamente ili-
mitada en cuanto a su alcance de expresión. Con estos elementos a la mano, este mar-
ciano podría empezar a preguntarse cómo cambió el código genético para haber genera-
do una cantidad vasta de sistemas de comunicación mutuamente incomprensibles entre
las especies y al mismo tiempo mantener claridad de comprensión dentro de una especie
dada. El marciano se habría tropezado con algunos de los problemas esenciales que ro-
dean a la pregunta de la evolución del lenguaje y de cómo los humanos han adquirido la
facultad del lenguaje.
Fig. 1. El reino animal ha sido diseñado a partir de sistemas de desarrollo sumamente conservados que
leen un lenguaje casi universal codificado en pares de bases de ADN. Se muestra este sistema a la izquier-
da en términos de un árbol filogenético. Por el contrario, los animales carecen de un código universal de
comunicación común, indicado a la derecha por grupos no conectados de animales. [Ilustración: John
Yanson]
Un objetivo de este trabajo es promover una conexión más fuerte entre la biología
y la lingüística identificando puntos de contacto y acuerdo entre las disciplinas. Aunque
esta unión interdisciplinaria fue inaugurada hace más de cincuenta años, todavía no ha
sido consumada completamente. Esperamos fomentar esta meta, primero, ayudando a
clarificar la perspectiva biolingüística del lenguaje y su evolución (2–7). Luego revisa-
remos algunos enfoques empíricos prometedores sobre la evolución de la facultad del
lenguaje, con especial atención al trabajo comparativo con animales no humanos, y con-
cluiremos con una discusión sobre cómo puede avanzar la investigación provechosa-
mente, resaltanto algunos problemas por resolver.
Fig. 2. Una representación esquemática de los factores externos e internos al organismo relacionados con
la facultad del lenguaje. FLA incluye los sistemas sensorio-motor, conceptual-intencional y otros posibles
(que dejamos pendientes); FLE incluye las computaciones gramaticales nucleares de las que sugerimos
que se limitan a la recursión. Véase el texto para una discusión más completa.4
4
[N.T.: Traducción de los términos de la Fig. 2: Organism Internal «Interno al Organismo»; Memory
«Memoria»; Digestion «Digestión»; Respiration «Respiración»; Circulation «Circulación»; FLB «FLA»;
Conceptual-intentional «Conceptual-intencional»; Sensory-motor «Sensorio-motor»; Other «Otros»; FLN
«FLE»; Recursion «Recursión»; colorless green ideas sleep furiously «las ideas verdes incoloras duermen
furiosamente»; External Environment «Entorno Externo»; Ecological «Ecológico»; Physical «Físico»;
Cultural «Cultural»; Social «Social».]
Facultad del lenguaje—sentido amplio (FLA). FLA incluye un sistema computa-
cional interno (FLE, abajo) combinado con al menos dos otros sistemas internos, que
llamamos «sensorio-motor» y «conceptual-intencional». A pesar de debates sobre la na-
turaleza precisa de estos sistemas y acerca de si son compartidos sustancialmente con
otros vertebrados o si están adaptados de forma única a las exigencias del lenguaje, to-
mamos como indiscutible la existencia de alguna capacidad biológica de los humanos
que nos permite (y no, por ejemplo, a los chimpancés) dominar fácilmente cualquier
lengua humana sin instrucción explícita. FLA incluye esta capacidad, pero excluye otros
sistemas internos al organismo que son necesarios pero no suficientes para el lenguaje
(p. ej., memoria, respiración, digestión, circulación, etc.).
Dadas las distinciones entre FLA y FLE y las distinciones teóricas suscitadas arri-
ba, podemos definir un espacio de investigación tal como es bosquejado en la Fig. 3.
Este espacio de investigación identifica, como viables, los problemas sobre la evolución
de los sistemas sensorio-motores, de los sistemas conceptual-intencionales y de FLE. El
enfoque comparativo, al que pasaremos a continuación, proporciona un marco para
abordar las preguntas sobre cada uno de estos componentes de la facultad del lenguaje.
Fig. 3. Las investigaciones en la evolución de la facultad del lenguaje se confrontan en un espacio de in-
vestigación tridimensional que incluye tres problemas comparativo-evolutivos conectados por los compo-
nentes nucleares de la facultad del lenguaje. De ahí que para cada problema, los investigadores pueden in-
vestigar detalles del sistema sensorio-motor, el sistema conceptual-intencional, FLE y las interfaces entre
estos sistemas.5
Dadas las definiciones de la facultad del lenguaje, junto con el marco comparati-
vo, podemos distinguir varias hipótesis plausibles acerca de la evolución de sus diversos
componentes. Aquí, sugerimos dos hipótesis que abarcan la diversidad de opiniones en-
tre los estudiosos actuales, más una tercera nuestra.
Cada una de estas hipótesis es plausible en cierta medida. En el fondo, solo pue-
den distinguirse mediante datos empíricos, gran parte de los cuales no se encuentra dis-
ponible actualmente. Antes de revisar algunos datos pertinentes, consideramos breve-
mente algunas distinciones clave entre ellas. Desde una perspectiva evolutiva compara-
tiva, una pregunta importante es si los precursores lingüísticos estaban involucrados en
la comunicación o en algo más. Defensores de las hipótesis 1 y 2 proponen una corres-
pondencia directa, por descendencia con modificación, entre alguna característica invo-
lucrada con FLA en humanos y una característica semejante en otra especie; estás hipó-
tesis difieren en si los precursores funcionaron en la comunicación. Aunque es muy pro-
bable que muchos aspectos de FLA surgieran de esta manera, la cuestión importante pa-
ra estas hipótesis consiste en si una serie de modificaciones graduales podría finalmente
conducir a la capacidad del lenguaje de generatividad infinita. A pesar de la existencia
indiscutible de una base claramente compartida de mecanismos homólogos involucra-
dos en FLA, parece inadecuado que unas modificaciones menores de este sistema origi-
nal generen por sí solas la diferencia fundamental —infinitud discreta— entre el lengua-
je y todas las formas de comunicación animal conocidas. Esta afirmación es una de las
muchas razones por las que sospechamos que la hipótesis 3 puede ser una forma pro-
ductiva de caracterizar el problema de la evolución del lenguaje.
Una cuestión primordial que separa a las hipótesis 2 y 3 consiste en si las capaci-
dades exclusivamente humanas de FLE constituyen una adaptación. La perspectiva que
dicta la hipótesis 2, especialmente la noción de que FLE en particular es una adaptación
altamente evolucionada, ha generado mucho entusiasmo recientemente [p. ej., (36)], es-
pecialmente entre los psicólogos evolutivos (37, 38). En el presente, sin embargo, ve-
mos pocas razones para creer que FLE puede ser diseccionada en muchas características
independientes pero interactuantes, cada una con su propia historia evolutiva indepen-
diente, o que cada una de estas características podría haber sido moldeada por la selec-
ción natural, dadas sus escasas conexiones a la eficacia comunicativa (la función de su-
perficie o fenotípica sobre la que la selección presuntamente actuaría).
Una analogía puede hacer clara esta distinción. El tronco y las ramas de los árbo-
les son soluciones casi óptimas para proporcionar a las hojas de un árbol individual ac-
ceso a la luz solar. Para los arbustos y los árboles pequeños, una gran variedad de for-
mas (extendida, esférica, multitarea, etc.) proporciona buenas soluciones a este proble-
ma. Para un árbol imponente del dosel del bosque tropical, la mayoría de estas formas
resultan imposibles debido a las muchas restricciones impuestas por las propiedades de
la celulosa y los problemas de subir el agua y los nutrientes absorbidos hasta las hojas
más altas. Algunos aspectos de tales árboles son claramente adaptaciones canalizadas
por estas restricciones; otros (p. ej., el estallido de los tubos de xilema en días calurosos,
la propensidad a ser volcados por huracanes) son subproductos presuntamente inevita-
bles de tales restricciones.
Trabajos recientes sobre FLE (4, 41–43) sugieren la posibilidad de que al menos
el componente sintáctico estrecho satisface condiciones de computación altamente efi-
ciente a un nivel anteriormente insospechado. Por tanto, FLE puede aproximar un tipo
de «solución óptima» al problema de enlazar los sistemas sensorio-motor y conceptual-
intencional. En otras palabras, los procesos generativos del sistema lingüístico pueden
proporcionar una solución casi óptima que satisfaga las condiciones de interfaz a FLA.
Muchos de los detalles del lenguaje en los que se centra el estudio lingüístico [p. ej.,
subyacencia, movimiento Qu-, la existencia de oraciones garden-path (4, 44)] pueden
representar subproductos de esta solución, generados automáticamente por restricciones
neurales/computacionales y la estructura de FLA —componentes que yacen fuera de
FLE. Incluso las capacidades novedosas como la recursión se implementan en el mismo
tipo de tejido neural que el resto del cerebro y se encuentran por tanto restringidas por
factores biofísicos, de desarrollo y computacionales compartidos con otros vertebrados.
La hipótesis 3 incrementa la posibilidad de que los detalles estructurales de FLE puedan
resultar de tales restricciones preexistentes y no de un moldeo directo por la selección
natural que apunte específicamente a la comunicación. En la medida en que se demues-
tre que esto es verdadero, tales detalles estructurales no son, estrictamente hablando,
adaptaciones en absoluto. Tanto esta hipótesis como la explicación seleccionista alterna-
tiva son viables y pueden eventualmente comprobarse con datos comparativos.
FLA—sistema sensorio-motor
Imitación e invención vocálica Estudios de tutoría en aves cantoras, análisis de dialectos (11, 12, 24, 65)
vocálicos en ballenas, imitación espontánea de sonidos
creados artificialmente en delfines
Neurofisiología de los sistemas Estudios que evalúan si las neuronas espejo, que proporcionan (67, 68, 71)
acción-percepción un sustrato nuclear para el sistema acción-percepción,
pueden favorecer la imitación gestual y (posiblemente)
vocálica
Discriminación de los patrones de Estudios de condicionamiento operante del efecto del imán (52, 120)
sonido del lenguaje prototípico en macacos y estorninos
Restricciones impuestas por la Estudios de la longitud del tracto vocálico y la dispersión de (54–61)
anatomía del tracto vocálico formantes en aves y primates
Biomecánica de la producción de Estudios de la producción vocálica primate, incluyendo el (121, 122)
sonidos papel de las oscilaciones mandibulares
Modalidades de producción y Percepción intermodal y lenguaje de señas en humanos versus (3, 25, 123)
percepción del lenguaje comunicación unimodal en animales
FLA—sistema conceptual-intencional
Teoría de la mente, atribución de Estudios de la distinción ver/conocer en chimpancés (84, 86–89)
estados mentales
Capacidad para adquirir Estudios de monos Rhesus y el concepto objeto/clase (10, 76, 77, 124)
representaciones conceptuales no
lingüísticas
Señales vocálicas referenciales Estudios de las vocalizaciones primates utilizadas para (3, 78, 90, 91, 93,
designar depredadores, alimento y relaciones sociales 94, 97)
La imitación como un sistema Estudios comparativos en chimpancés e infantes humanos que (125–127)
racional e intencional sugieren que solo los últimos leen intencionalidad en las
acciones, y por tanto extraen el propósito racional no
observado
El control voluntario de la Estudios comparativos que exploran la relación entre la (3, 10, 92, 128)
producción de señales como producción de señales y la composición de un público social
evidencia de comunicación
intencional
FLE—recursión
Métodos espontáneos y de Estudios del aprendizaje de órdenes seriales y gramáticas de (114, 116, 117,
entrenamiento diseñados para estados finitos en tamarinos y macacos 129)
revelar restricciones en el
aprendizaje de reglas
Lenguaje de señas o artificial en Estudios que exploran la secuenciación de símbolos y la (130, 131)
simios y delfines entrenados manipulación combinatoria abierta
Modelos de la facultad del lenguaje Modelos de la teoría de juegos para la adquisición del (72–74)
que intenten revelar los lenguaje, la referencia y la gramática universal
mecanismos necesarios y
suficientes
Experimentos con animales que Estudios de condicionamiento operante para determinar si los (102–106, 132)
exploren la naturaleza y contenido primates no humanos pueden representar números,
de la representación numérica incluyendo propiedades como la ordinalidad y la
cardinalidad, utilizando tales representaciones en conjunto
con operadores matemáticos (p. ej., suma, división)
Mecanismos compartidos a lo largo Evolución del procesamiento y la estructura musical, (133–135)
de diferentes dominios cognitivos incluyendo análisis de la función cerebral y estudios
comparativos de la percepción musical
De parte de la producción, las aves y los primates no humanos producen y perci-
ben de forma natural los formantes de las vocalizaciones típicas de cada especie (54–
59). Los resultados también arrojan luz sobre las discusiones de la estructura exclusiva-
mente humana del tracto vocálico y la laringe inusualmente descendida de nuestra espe-
cie (7, 48, 60), pues la nueva evidencia muestra que muchas otras especies de mamífe-
ros también cuentan con una laringe descendida (61). Como estas especies no humanas
carecen de lenguaje, una laringe descendida claramente contaría con funciones no foné-
ticas; una posibilidad es la de exagerar el tamaño aparente. Aunque esta modificación
anatómica particular sin duda juega un papel importante en la producción del habla de
los humanos modernos, no tuvo que haber evolucionado para esta función. La laringe
descendida, por tanto, puede ser un ejemplo de la clásica preadaptación darwiniana.
Muchos fenómenos en la percepción del habla humana todavía no han sido inves-
tigados en animales [p. ej., el efecto McGurk, una ilusión en la que la sílaba percibida
de una cabeza que habla representa la interacción entre un gesto articulatorio que se ve
y una sílaba diferente que se escucha; véase (62)]. Sin embargo, los datos disponibles
sugieren una continuidad más fuerte entre los animales y los humanos con respecto al
habla que lo que se creía anteriormente. Sostenemos que la hipótesis de la continuidad
merece, por tanto, el estatus de una hipótesis nula, la cual debe ser rechazada por traba-
jos comparativos antes de poder validar cualquier afirmación de exclusividad. Por aho-
ra, la hipótesis nula de ninguna característica realmente novedosa en el dominio del ha-
bla parece seguir en pie.
Existe, sin embargo, una habilidad notable unida al habla que no ha recibido la
atención suficiente: la capacidad humana para la imitación vocálica (63, 64). La imita-
ción es obviamente un componente necesario de la capacidad humana para adquirir un
léxico compartido y arbitrario, el cual es central para la capacidad del lenguaje. Por lo
tanto, la capacidad para imitar fue un prerrequisito esencial de FLA como sistema co-
municativo. La imitación y el aprendizaje vocálicos no son exclusivos del ser humano.
Se observa riqueza de capacidades imitativas multimodales en otros mamíferos (delfi-
nes) y algunas aves (loros), a la vez que la mayoría de aves cantoras exhibe una capaci-
dad imitativa vocálica bien desarrollada (65). Lo que es sorprendente es que los monos
casi no muestran evidencia de imitación mediada visualmente, los chimpancés contando
con tan solo capacidades ligeramente mejores (66). Aún más inesperado es la ausencia a
todos los efectos de evidencia de imitación vocálica ya sea en monos o en simios (3).
Por ejemplo, los chimpancés intensamente entrenados son incapaces de adquirir nada
más que unas pocas palabras habladas pobremente articuladas, mientras que los loros
pueden adquirir con facilidad un repertorio vocálico grande. Con respecto a sus propias
vocalizaciones, hay pocos estudios convincentes de dialectos vocálicos en primates, lo
cual sugiere que carecen de una capacidad imitativa vocálica (3, 65). La evidencia de
imitación visuomanual espontánea en chimpancés tampoco es mucha, aunque con un
entrenamiento persistente pueden aprender varios cientos de señas de manos. Más aún,
incluso en los casos donde los animales no humanos son capaces de imitar en una mo-
dalidad (p. ej., copia de canciones en aves cantoras), solo los delfines y los humanos pa-
recen ser capaces de la imitación en modalidades múltiples. El desprendimiento hacia
inputs modalmente específicos puede representar un cambio sustancial en la organiza-
ción neural, uno que afecte no solo a la imitación sino también a la comunicación; solo
los humanos pueden perder una modalidad (p. ej., oído) y compensar este déficit comu-
nicándose con total competencia en una modalidad diferente (i. e., señas).
Los estudios que utilizan enfoques clásicos de entrenamiento así como métodos
que explotan habilidades espontáneas revelan que los animales adquieren y utilizan una
gama amplia de conceptos abstractos, incluyendo los de herramienta, color, relaciones
geométricas, comida y número (66, 76–82). De forma más polémica, pero de pertinen-
cia considerable para los aspectos intencionales del lenguaje y de las condiciones de uso
acertado, algunos estudios aseveran que los animales poseen una teoría de la mente (83–
85), incluyendo la conciencia de sí mismo y la habilidad de representar las creencias y
deseos de otros miembros del grupo. De parte de la confirmación positiva, estudios re-
cientes con chimpancés sugieren que estos reconocen el acto perceptual de ver como un
representante del estado mental de conocer (84, 86, 87). Estos estudios sugieren que al
menos el chimpancé, pero tal vez ningún otro animal no humano, posee una teoría de la
mente rudimentaria. De parte de la confirmación negativa, otros estudios sugieren que
incluso los chimpancés carecen de una teoría de la mente, pues no pueden, por ejemplo,
diferenciar entre individuos informados y desinformados con respecto a la comunica-
ción intencional (88, 89). Como estos experimentos hacen uso de métodos diferentes y
se basan en tamaños de muestra pequeños, no es posible en el presente derivar alguna
conclusión firme acerca de la presencia o ausencia en los animales de la atribución de
estados mentales. Independientemente de como se resuelva esta polémica, no obstante,
la mejor evidencia para la comunicación referencial no viene de los chimpancés sino de
una diversidad de monos y aves, especies para las cuales no existe evidencia convincen-
te de una teoría de la mente.
Los estudios clásicos de las llamadas de alerta de los cercopitecos vervet (90) aho-
ra se han unido a muchos otros, cada uno utilizando métodos similares, con extensiones
a especies diferentes (macacos, cercopitecos diana, suricatas, perritos de las praderas,
gallinas) y contextos comunicativos diferentes (relaciones sociales, alimentación, agre-
sividad intergrupal) (91–97). A partir de estos estudios podemos derivar cinco puntos
clave pertinentes a nuestro análisis de la facultad del lenguaje. Primero, los individuos
producen llamadas acústicamente distintivas en respuesta a contextos funcionalmente
importantes, incluyendo la detección de depredadores y el descubrimiento de alimento.
Segundo, la mofología acústica de la señal, aunque arbitraria en términos de su asocia-
ción con un contexto particular, es suficiente para que los oyentes respondan apropiada-
mente sin requerir ninguna información contextual. Tercero, el número de tales señales
en el repertorio es pequeño, restringido a objetos y sucesos experimentados en el pre-
sente, sin evidencia de producción creativa de sonidos nuevos para situaciones nuevas.
Cuarto, la morfología acústica de las llamadas es fija y aparece temprano en el desarro-
llo, con la experiencia jugando solamente el papel de refinar la gama de objetos o suce-
sos que provocan esas llamadas. Quinto, no existe evidencia de que las llamadas son in-
tencionales en el sentido de que tomen en cuenta lo que otros individuos creen o desean.
Las primeras interpretaciones de estos trabajos sugerían que cuando los animales
vocalizan, están refiriendo funcionalmente a objetos y sucesos con los que se han en-
contrado. Así, las llamadas de alerta de los vervets y las llamadas de alimento de los
monos Rhesus, para tomar dos ejemplos, fueron interpretadas como si fuesen palabras
con las que el llamador refiere a diferentes tipos de depredadores o diferentes tipos de
alimento. Discusiones más recientes han considerado debilitada a esta interpretación, y
sugieren que si la señal fuese referencial, estaría en la mente del oyente que pueda ex-
traer información acerca del contexto presente del señalador a partir de la estructura
acústica de la llamada (78, 95). A pesar de esta evidencia de que los animales pueden
extraer información de la señal, existen muchas razones por las que se requiere de evi-
dencia adicional antes de que esas señales puedan considerarse precursoras, u homólo-
gas, de las palabras humanas.
A grosso modo, podemos pensar en una lengua humana particular como compues-
ta de palabras y procedimientos computacionales («reglas») para construir expresiones a
partir de ellas. El sistema computacional tiene la propiedad recursiva brevemente perfi-
lada arriba, la cual puede ser una propiedad humana distintiva. Sin embargo, algunos as-
pectos clave de las palabras también pueden ser distintivamente humanos. Existen, antes
que nada, diferencias cualitativas en la escala y el modo de adquisición, lo que sugiere
que están involucrados mecanismos bastante diferentes; como se señaló arriba, no existe
evidencia de imitación vocálica en primates no humanos, y aunque los niños humanos
puedan usar mecanismos de dominio general para adquirir y recordar palabras (98, 99),
el ritmo al que los niños contruyen el léxico es tan masivamente diferente al de los pri-
mates no humanos que uno debe considerar la posibilidad de un mecanismo evoluciona-
do independientemente. Además, a diferencia de los mejores ejemplos animales de pre-
suntas señales referenciales, la mayoría de las palabras del lenguaje humano no se en-
cuentran asociadas a funciones específicas (p. ej., gritos de advertencia, anuncios de ali-
mento) sino que pueden relacionarse a prácticamente cualquier concepto que los huma-
nos puedan albergar. Tales usos con frecuencia son sumamente intrincados y desligados
del aquí y el ahora. Incluso para las palabras más simples, por lo general no existen rela-
ciones directas palabra-cosa, si «cosa» ha de ser entendida en términos independientes
de la mente. Sin seguir adelante con el asunto aquí, parece ser que muchas de las propie-
dades elementales de las palabras —incluyendo aquellas involucradas con la referencia-
lidad— solo tienen análogos u homólogos débiles en los sistemas naturales de comuni-
cación animal, con evidencias tan solo ligeramente mejores en los estudios de entrena-
miento de simios y delfines. La investigación futura debe, por tanto, proporcionar un
apoyo más fuerte a la posición precursora o de lo contrario debe abandonar esta hipóte-
sis sosteniendo que este componente de FLA (conceptual-intencional) también es exclu-
sivamente humano.
Fig. 5. Los animales humanos y no humanos exhiben la capacidad para computar cantidades, incluyendo
la cuantificación precisa de números pequeños y la estimación aproximada de números grandes. Puede
que los seres humanos sean únicos, sin embargo, en la habilidad parar mostrar destrezas cuantificaciona-
les precisas e ilimitadas con números grandes, incluyendo la lista contable de enteros. En paralelo con la
facultad del lenguaje, nuestra capacidad para los números depende de una computación recursiva. [Ilus-
tración: John Yanson]
Fitch y Hauser (117) recientemente han completado un estudio que compara la ad-
quisición de gramáticas de estados finitos y de estructura sintagmática en adultos huma-
nos y en tamarinos, utilizando los mismos sujetos y métodos que los estudios de arriba.
La regla de estructura sintagmática evaluada fue AnBn, donde A y B eran representados
cada uno por un CV de un conjunto de ocho CVs diferentes. La regla especificaba, por
lo tanto, tanto un conjunto de cadenas consistentes (n As deben preceder a n Bs) como
un conjunto de cadenas inconsistentes; las últimas consistían en violaciones del orden
(muestras de B preceden a muestras de A) o del patrón (alternancias de As y Bs, como
por ejemplo ABAB). Los resultados mostraron que los adultos humanos aprendían rápi-
damente esta regla de forma implícita, con lo cual distinguían cadenas consistentes e in-
consistentes. Los tamarinos, por el contrario, fallaron en tres experimentos separados
que evaluaban su habilidad para adquirir esta gramática, pero dominaron fácilmente una
variante de estados finitos (ABn) implementada con los mismos estímulos y condicio-
nes de prueba. Esto sugiere que los tamarinos tienen una capacidad limitada para apren-
der el tipo de dependencias jerárquicas a larga distancia necesarias para alcanzar la clase
de las gramáticas de estructura sintagmática. Si eso fuera cierto, esta limitación coloca-
ría severas restricciones a su capacidad para aprender cualquier lengua humana natural.
Actualmente no está claro si esta limitación se generaliza a otros animales, y si se impo-
ne en los seres humanos en diferentes etapas de su desarrollo. Aún así, tales experimen-
tos proporcionan un enfoque empírico a la exploración de diferencias clave entre los hu-
manos y los animales pertinentes a FLE.
Nuestra revisión ha insistido en la utilidad de los datos animales para las teorías a-
cerca de los humanos, pero no es necesario que este intercambio vaya en un solo senti-
do. A medida que el programa de investigación que hemos perfilado progrese, pueden
emerger principios más generales acerca de la evolución cognitiva. Por ejemplo, supon-
gamos que adoptemos la concepción de la hipótesis 3, simplificando radicalmente, de
que los sistemas de interfaz —sensorio-motor y conceptual-intencional— están dados, y
que la innovación que produjo la facultad del lenguaje fue la evolución del sistema com-
putacional que los vincula. Este sistema computacional debe (i) construir una colección
infinita de expresiones internas a partir de los recursos finitos del sistema conceptual-in-
tencional, y (ii) proporcionar los medios para externalizarlas e interpretarlas en el extre-
mo sensorio-motor. Podemos preguntarnos ahora hasta qué punto el sistema computa-
cional es óptimo, en el sentido de que cumple condiciones naturales de computación efi-
ciente como la búsqueda mínima y el no-retroceso. En la medida en que pueda estable-
cerse esto, seremos capaces de ir más allá del (extremadamente difícil y aún distante)
logro de encontrar los principios de la facultad del lenguaje, a una comprensión de por
qué la facultad sigue estos principios particulares y no otros. Entonces entenderíamos
por qué las lenguas de un cierto tipo son asequibles, mientras que otras lenguas imagi-
nables son imposibles de aprender o corroborar. Un progreso así no solo abriría la puer-
ta a un enfoque evolutivo mucho más simplificado y empíricamente más manejable, si-
no que también podría ser aplicable de forma más general a dominios más allá del len-
guaje en una amplia gama de especies —tal vez en especial en el dominio de la navega-
ción espacial y la búsqueda de alimento, en donde los problemas de búsqueda óptima
son pertinentes. Por ejemplo, estudios elegantes de insectos, aves y primates revelan que
los individuos con frecuencia buscan alimento mediante una estrategia óptima, una que
involucra distancias mínimas, el recuerdo de lugares examinados y tipos de objetos re-
cuperados (77, 118, 119). Solo después de un ataque conjunto y multidisciplinario a los
problemas de la evolución del lenguaje, comparado a los 40 años de investigación de la
búsqueda óptima de alimento, aprenderemos si tales semejanzas son más que superficia-
les.
Conclusiones
Concluimos haciendo tres observaciones. Primero, una cuestión práctica: Los lin-
güistas y los biólogos, junto con los investigadores en las ramas pertinentes de la psico-
logía y la antropología, pueden moverse más allá del debate teórico improductivo a un
programa de investigación más colaborativo, empíricamente enfocado y comparativo
que apunte a descubrir tanto los componentes compartidos (homólogos o análogos) co-
mo los exclusivos de la facultad del lenguaje. Segundo, aunque hemos sostenido que la
mayoría, si no toda, la FLA es compartida con otras especies mientras que FLE puede
ser exclusiva de los humanos, esto representa una hipótesis tentativa y comprobable que
requiere de más investigaciones empíricas. Finalmente, creemos que es muy probable
que un enfoque comparativo conduzca a nuevas percepciones tanto de nuestros rasgos
compartidos como de los derivados y, de ese modo, genere nuevas hipótesis con respec-
to a las fuerzas evolutivas que han conducido al diseño de la facultad del lenguaje. Es-
pecíficamente, aunque hemos dicho relativamente poco acerca del papel de la selección
natural en la formación de los rasgos de diseño de FLE, sugerimos que, al considerar la
posibilidad de que FLE evolucionase por razones ajenas al lenguaje, la puerta compara-
tiva ha sido abierta de una manera nueva y (creemos) emocionante.
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136. Por sus comentarios de un primer borrador del manuscrito, agradecemos a D. Cheney, R.
Jackendoff, L. Jenkins, M. Nowak, M. Piatelli-Palmerini, S. Pinker, y R. Seyfarth.