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Resumen del Tren Fantasma y otros cuentos de Misterio

(María Falconí Samaniego)

El Tren Fantasma

En un poblado pequeño de la provincia de Cotopaxi, cercano a la laguna de Yambo, vivía un joven de 15 años
llamado Ángel. Este muchacho era muy alegre, soñador e imaginativo. Cada noche pedía a su madre le cuente las
historias que se tejían acerca de la misteriosa laguna, conocida por sus habitantes como la "laguna encantada" o
“laguna de la muerte'

El relato que más le impresionaba era el del tren fantasma. Su madre le contaba que hace muchos años, el tren se
descarriló y fue a dar en la laguna, todos sus pasajeros murieron y quedaron para siempre enterrados en sus aguas.

Los fines de semana, los dos acudían a las inmediaciones de la laguna a vender comida y los domingos, la mujer
tenía por costumbre dirigirse a la iglesia del pueblo. Ángel, junto a otros chicos, permanecían unas horas más en el
lugar. El tema de conversación casi siempre era acerca de las historias tétricas que los mayores contaban sobre la
laguna.

Uno de aquellos días, Juan, dijo de pronto: ¿Porque no venimos a las doce de la noche a ver si es cierto lo del tren
fantasma? El único que aceptó fue Ángel, los otros le dijeron que estaba loco.

Quedaron en encontrarse el próximo domingo a las doce de la noche. Ese domingo Juan y Ángel, pasaron un largo
rato a la espera que algo suceda.

Juan, dijo, ha pasado media hora y no pasa nada mejor será que nos vayamos. los dos salieron de su escondite.

De pronto, en forma instantánea una luz intensa los cegó y algo veloz pasó a su lado haciéndoles perder el equilibrio,
mientras a lo lejos se escuchaba un sonido profundo, similar a una locomotora de vapor.

¿Que fue eso? -gritó espantado Juan, con los ojos desorbitados por el susto recibido.

No alcance a mirar, una luz brillante me cegó contestó Ángel.

Vámonos de aquí, no quiero nada con fantasmas! exclamó Juan, quien temblaba todavía, no se sabía si de frío o
de miedo. Ángel comprobó que lo que le contó su mamá era cierto.

Los días transcurrieron y Ángel ocupado en los estudios y en ayudar a su progenitora, no se imaginaba que un suceso
estaba por cambiar el rumbo de su vida. Su madre cansada de la pobreza decidió viajar a los Estados Unidos de
manera ilegal. La mujer, vendió el pequeño solar donde vivían y sin más ni más decidió emigrar.

La mujer no se conmovió ni por las suplicas, ni por las lágrimas de su hijo. La mujer partió y Ángel se quedó con sus
tíos, que eran muy amargados.

Tras ser retirado del colegio por sus tíos, tuvo que aprender el oficio de mecánico, que era la profesión de su tío. Le
obligaban a levantarse temprano, su desayuno era paupérrimo y el lugar donde dormía era una estera tendida en
el suelo.

El carácter de Ángel cambió a partir de entonces. Dejó de ser el joven alegre y soñador, se volvió taciturno y serio.
Su sensibilidad se alteraba ante las palabras groseras que le decía su tío, este le echaba en cara el hecho de
mantenerlo en su casa y que su madre se había olvidado de él.

Su único refugio era bajar a la laguna de Yambo los domingos en la tarde.

Un viernes por la noche, su tío llegó ebrio y empezó a agredir a su esposa, Ángel la defendió, recibiendo golpes de
su tío, El muchacho reaccionó y empujó al viejo quien cayó sobre la cama quedando inconsciente. La tía en lugar
de agradecerle por haberla defendido empezó a insultar al chico porque según ella, no debía faltar el respeto a su
tío.

Ángel no pudo más y salió de la casa, dirigiéndose a la laguna. Allí lloró y empezó a gritar con desesperación.

Santiago y su hermano Andrés pasaban por allí y se acercaron a Ángel, le dijeron nos impresionó tu angustia y
quisiéramos ayudarte, veo que sufres mucho dijo el chico que parecía mayor.
Ángel sintió confianza y les contó lo que le pasaba, Santiago le dijo, con voz apacible y tranquilizadora, que todo se
resolverá. Al mismo tiempo le dijo que vaya donde el párroco de la iglesia, además le dijo que el párroco le ayudara
a denunciar el maltrato de su tío.

Ángel llegó a la iglesia del pueblo, el padre Joaquín estaba preparándose para dar la misa de las seis de la mañana.

¿Qué haces aquí, a esta hora, muchacho?

He dejado la casa de mi tía, padre, ya no soporto tanto maltrato -contestó el chico y empezó a narrar lo ocurrido al
sacerdote.

No te preocupes hijo, después de la misa iré a hablar con tus tíos y luego a la junta parroquial para denunciar tanta
barbaridad y avisar que voy a llevarte a vivir en la parroquia porque eres menor de edad. ·

Los tíos al escuchar la reprimenda del sacerdote respondieron que Ángel era un malagradecido y que podía irse con
quien quisiera pues para ellos no pasaba de ser un estorbo.

Ángel llevaba viviendo seis meses en la casa parroquial, ayudándole al padre, como monaguillo, en las misas. El
sacerdote enfermó y fue reemplazado por otro llamado José, quien era de mal genio, cogiéndole antipatía al mucho
desde el comienzo. Una noche el sacerdote regaño a Ángel y este huyó hacia la laguna, una vez allí se quedó
dormido, soñó con sus padres. Al despertar estaban junto a él Santiago y Andrés, quienes le dijeron que estaban ahí
para acompañarle, porque sintieron su dolor y querían hacer algo por él.

Ángel les preguntó porque están aquí, a lo que ellos le contestaron que ellos viven en la laguna. Este es el mundo
que habitamos ahora, sin dolor, sin miedo, donde nadie puede ya hacernos daño. Es una dimensión desconocida
por el ser humano, al que accedemos solo después de la muerte.

¿Quieres decir que ustedes son fantasmas?

Bueno, así nos llaman y eso seremos hasta que nuestros cuerpos insepultos sean encontrados y enterrados en lugar
bendito, solo entonces nuestra energía se integrara al universo.

¡Entonces el tren fantasma existe!

Sí -contestó Santiago, todos estos años ha sido nuestro hogar, pronto llegara, como cada noche.

Como salido de la nada, en medio de la bruma, apareció un tren herrumbroso, oxidado, pero que ostentaba una
extraña hermosura. Por las ventanillas asomaban varios rostros de hombres, mujeres y niños sonrientes, agitando la
mano en señal de saludo.

El tren se detuvo, el maquinista asomó el rostro quitándose la gorra en ademan amistoso.

Del singular tren, bajó una persona que se acercó al muchacho con los brazos abiertos. Ángel contuvo la respiración
y luego gritó emocionado

¡Papá!

¡Hijo mío! --exclamó el hombre, abrazando al muchacho. Ven conmigo, súbete al tren y nos iremos a donde ya
nadie podrá hacerte daño.

¡Sí papá, llévame contigo!

Padre e hijo ingresaron abrazados al tren. Detrás subieron Santiago y Andrés. Las puertas se cerraron y el tren empezó
lentamente a ponerse en marcha con dirección a la laguna hasta que terminó desapareciendo en sus turbias aguas.
La capa negra

Esta es una historia de amor y terror ocurrida allá por el año de 1800 en la entonces franciscana ciudad de Quito.

Jorge de la Vega era un joven que con mucho esfuerzo asistía a un colegio con la finalidad de graduarse de
bachiller. Este muchacho brillante y talentoso, tenía hermosos sueños como el de comprometerse formalmente con
Consuelito, su enamorada. Pero su pobreza no lo dejaba realizarlos.

Esta pobreza lo llevó a dejarse seducir por una dama muy acomodada, traicionando así el amor y la fidelidad que
había prometido a su novia de siempre.

Consuelito, al enterarse de tan vil traición, buscó a Jorge para reclamarle su abandono. Voy a terminar con mi vida
y tú serás el responsable, le dijo la muchacha.

Jorge se sintió muy triste, y se separó de la mujer adinerada, teniendo la esperanza de regresar con su amada, pero
ella cegada por el despecho a los pocos días se quitó la vida.

El joven no pudo asistir siquiera al entierro, porque los familiares de la chica lo querían castigar. Vestido de pordiosero
y a lo lejos observó el entierro.

Pasaron dos años y el trágico suceso fue quedando en el olvido.

Mientras tanto, Jorge estaba por culminar sus estudios de bachiller, aún no pudo salir de la pobreza. Sus condiscípulos
le decían que venda la capa, herencia de su padre, pero el joven se resistía hacerlo.

Sus compañeros decidieron hacerle una oferta macabra. Le ofrecieron un par de botas nuevas a cambio de que, a
las doce de la noche, escale la parte frontal del cementerio, con un martillo y un clavo e inserte dicho clavo en la
tumba de su ex-novia. El joven aceptó.

Un poco antes de las doce, Jorge y sus amigos se encontraron en las afueras del cementerio, luego de recibir el
martillo y el clavo, este se adentró en el cementerio, llegó a la tumba y empezó a clavar en la tumba.

Después de lograr su cometido, Jorge dio la vuelta y se dispuso a alejarse de allí, pero no pudo porque sintió que
algo sujetaba fuertemente su capa impidiéndole moverse. Su conciencia le jugó una mala pasada, imaginó que
tras él estaba el espectro de su amada. Su corazón no soportó el impacto y cayó sin vida sobre la tumba.

Afuera, los amigos estaban nerviosos, pero al ver que no salía Jorge decidieron irse y regresar al otro día.

Al día siguiente llegaron, y encontraron a Jorge muerto sobre la tumba, con su fina capa extrañamente sujeta al
clavo de acero.

Durante mucho tiempo la gente comentaba que al joven lo mató su amada quien salió de la tumba para vengarse
por la traición recibida.
Enterrada viva

En un pequeño pueblo vivía una hermosa muchacha llamada Rufina, hija única del cacique del lugar, huérfana de
madre desde los cinco años. Su padre se dedicó a cuidar en cuerpo y alma a su hija, consintiéndola en todo.

Cuando Rufina cumplió 17 años, conoció a Raúl, este quedó prendado de la belleza de la joven y ella vio en él a su
príncipe azul. Ambos juraron unir sus vidas par siempre apenas Raúl termine la carrera.

Cuando el padre de Rufina se enteró, montó en cólera. Redobló su vigilancia, pero la muchacha tenía de parte a
sus sirvientas, las cuales iban a correo a recoger las cartas de Raúl.

A Rufina le empezó a ocurrir algo inusual, cada vez le costaba más trabajo despertar, había días que se pasaba
durmiendo. Los médicos del pueblo la revisaron, luego su padre mandó a traer a un médico del condado vecino,
este, luego de estudiar el caso, llegó a la conclusión de que la chica sufría de catalepsia, enfermedad que no tenía
cura. El médico recomendó que antes de declararla fallecida se debía comprobar su ritmo cardiaco y pulso durante
una semana.

Cuando Raúl regresó al pueblo, habló con el padre de Rufina diciéndole que la llevaría a la ciudad donde podría
ser tratada con los mejores médicos. Manifestó que en tres meses volvería por ella.

El padre de la joven dijo. ¡Primero muerta antes que dejar que la alejen de mi lado!

Faltaba una semana para el retorno de Raúl y Rufina se sentía emocionada, tanto que sus nervios se lastimaron y
una mañana, justo cuando cumplía 18 años la nana, que fue a despertarla, la encontró tendida en el suelo de la
habitación, rígida y fría.

El padre en su feroz egoísmo creyó que la suerte estaba de su lado y se cumplía su insano deseo de verla muerta
antes que en brazos de otro hombre. Luego de llorar abrazado al cuerpo de la chica, mandó llamar al médico del
pueblo quien al auscultarla dijo que tenía todos los indicios de haber sufrido un paro cardiaco, sin embargo, dados
los antecedentes recomendó esperar tres días antes de sepultarla.

Al día siguiente, el padre de Rufina, vistió a su hija con sus mejores galas. En la noche, en silenciosa caravana, llevó
el cuerpo de su hija hasta el mausoleo familiar ubicado en el cementerio del pueblo. Una vez que colocó el féretro
en el interior cerró con candado las puertas de la bóveda.

Más tarde ocurrió que Rufina despertó de pronto de su falso sueño, tardaron varios minutos para darse cuenta donde
estaba. Comenzó a golpear el féretro con los puños cerrados, con brazos y piernas presionaba sobre la tapa hasta
que la madera cedió y logró abrir la compuerta del ataúd. Cayó al suelo, se arrastró como pudo hasta las puertas
de hierro y enloquecida se dio cuenta que estaban sólidamente aseguradas con un candado.

Luego de algunas horas todo volvió a quedar en silencio. Rufina, presa de terror, había vuelto a morir, esta vez de
verdad, de un ataque al corazón.

Al día siguiente llegó Raúl al pueblo y se encontró con la infausta noticia. Enloquecido recriminó al padre de la chica
por su irresponsabilidad de enterrarla antes del tiempo prudente. Sin perder más tiempo y acongojado por un fatal
presentimiento corrió hasta el cementerio. Al llegar lo que sus ojos miraron le provocaron horror indecible.

¡El cuerpo de su amada se aferraba a la reja de la bóveda en su postrer intento de escapar de la muerte!

¡Su adorada Rufina había sido enterrada viva!

Una sirvienta llegó con la llave y abrieron el mausoleo. Raúl tomó en brazos a su novia y la llevó con él hasta la finca
de sus parientes, la arregló y la acostó sobre su cama. Tenía la esperanza que ella despertara.

Lleno de ira, y armado con un rifle, se dirigió a la propiedad del padre de su novia, para matarlo. Pero el viejo,
atormentado por la conciencia ya se había adelantado.

Luego de una semana, los parientes, de Raúl, le pidieron que la sepulte, ya que el cuerpo empezó a descomponerse.
Raúl tras sepultar a su amada, se marchó para siempre de aquel pueblo.
La sesión espiritista

Me llamo Olga y estudio psicología en una de las universidades de la ciudad, es una ciencia que me fascina, el
estudio del comportamiento humano.

Vivo en una casa ubicada en un tradicional barrio del centro colonial de Quito, junto a dos de mis hermanos que
también estudian en la universidad.

Hace unos meses llegó a vivir a la casa el primo Roberto quien se graduó de bachiller en la ciudad provinciana de
donde somos oriundos y logró matricularse en la Facultad de Medicina pues su anhelo es llega r a ser un gran médico.
inmediatamente con su carácter alegre y despreocupado se incorporó a su nueva vida de estudiante universitario.

Cuando cursaba el segundo año de facultad, el primo Roberto comenzó a interesarse en temas paranormales que
los compartía conmigo, pues yo también leo mucho sobre parapsicología, soy admiradora del famoso psicólogo
Carl Jung, quien tiene extensos escritos sobre el particular. Teníamos constantes discusiones al respecto. El cree en lo
sobrenatural, me comento que había asistido a algunas sesiones espiritistas y aseguro haber sentido la manifestación
del más allá.

Un día trajo consigo una funda que contenía dos cráneos humanos y que los había comprado al encargado de la
morgue del hospital Eugenio Espejo. Pasaba largas horas puliendo las osamentas, la una era de hombre y la otra
correspondía a una mujer. Cuando terminó de limpiar los, el primo les inserto en las cuencas vacías de los ojos, esferas
de cristal azulado que reflejaban los rayos luminosos y emitían destellos de todos los colores.

Le entró la fiebre por coleccionar huesos.

Prima, me dijo un día, voy a organizar una sesión espiritista en mi habitación, mañana por la noche, ya le convoqué
a tu hermano Cristóbal y a nuestro amigo Miguel.

Al día siguiente, a las siete de la noche, se encontraron los cuatro, había tiempo antes de empezar a realizar la sesión
espiritista pactada para las doce de la noche.

Cristóbal sugirió jugar cartas, todos se sentaron alrededor de una mesa y empezaron a mezclar las cartas.

Es hora de empezar, dijo Roberto. Retiremos todo lo que está sobre la mesa. En el medio pusieron un vaso con agua
y una vela encendida, apagaron la luz, quedando encendida una lámpara. Roberto colocó las dos Calaveras en
un velador cerca de la mesa.

Formaron un círculo cerrado, tomados de las manos fuertemente.

Tranquilos chicos, -dijo con aplomo- no hay que temerles a los muertos.

Empezó entonces a decir en voz baja, casi inaudible:

Espíritus del hombre y la mujer cuyos cráneos están en esta habitación, ¡invocamos su presencia...vengan a
nosotros!... vengan a nosotros!...vengan!...vengan!...los estamos esperando!...

Una ráfaga de aire helado se extendió por la habitación. Mi mano temblaba con fuerza de tal manera que el vaso
con agua que estaba en el centro de la mesa empezó a tambalear. Miré el rostro de Miguel, estaba tenso y pálido,
con los ojos fuertemente cerrados. Regresé a ver a Roberto y a Cristóbal quienes miraban al techo, ¡seguí la misma
trayectoria ...y una llama azul descendía sobre Miguel!

La vela se apagó súbitamente y la lámpara sobre el velador estalló en pedazos, quedando la habitación semi-
oscura, apenas iluminada por la luz del farol de la calle que se filtraba por la ventana.

Las calaveras - amuleto, rodaron por el suelo y los huesos bajo la cama de Roberto parecían haber cobrado vida y
enloquecidos trataban de salir de las cajas donde permanecían guardados.

De pronto un estremecimiento sacudió el cuerpo de Miguel, su rostro se transformó y de su boca empezaron a salir
frases incoherentes al principio y que luego fueron tomando forma. Una voz extraña y gutural se dejó oír. Al comienzo
eran frases en un idioma extraño, luego las palabras sonaban en español con un dejo extranjero.

jSufro! ...jSufro! ...jSufro mucho!

¿Quién eres y por qué sufres? -preguntó Roberto.


¡Mi hijo!...¡mi hijo fue asesinado y se debe castigar a los culpables!

-Quién eres? ¡debemos saber cómo te llamabas antes de morir -insistió en voz alta Roberto.

Fui James Scout, ciudadano canadiense, residente en este país donde contraje matrimonio con Elena.... Ella con su
amante me envenenaron para quedarse con mi fortuna. Ustedes que me han invocado deben ayudarme a
castigarlos. Si no lo hacen no los dejaré en paz. Ante esta escena me paralice de terror. De pronto un estruendo
como el de un cuerpo al caer al suelo resonó en la habitación.

La vela volvió a prenderse sola. Roberto encendió el único foco de la habitación. Se dirigió a Miguel quien había
caído al piso provocando el estrépito y que al salir del trance empezó a convulsionar, echando espuma por la boca.

Pronto, ayúdenme a sujetarlo -dijo Roberto.

Una vez que terminó la crisis lo subimos a la cama y lo cubrimos con una manta para que se durmiera.

¿Se repondrá verdad? -exprese preocupada.

No te preocupes primita, es algo normal en estos casos. Miguel es muy sensible y el fenómeno alteró su organismo.
¿Observaron el vortex? -preguntó emocionado.

¿Qué es un vortex? -quiso saber Cristóbal.

En términos paranormales es una manifestación de energía luminosa asociada con la presencia de espíritus o
fantasmas. Es mejor que vayamos a dormir, tengo una colchoneta que la voy a extender sobre el piso, vigilaré que
Miguel este bien, no se preocupen, mañana será otro día. ¡Ya lo verán! Con estas frases prácticamente nos desalojó
de su cuarto.

Lo que restaba de la madrugada no logré conciliar el sueño de tan perturbada como me encontraba. Apenas el
reloj marcó las siete de la mañana bajé al cuarto de Roberto y lo encontré preparando café y bromeando con
Miguel quien afortunadamente se encontraba bien y recordaba muy poco de lo ocurrido.

Los días que siguieron a esta experiencia sucedió algo extraño, no lograba concentrarme en las cosas que hacía,
igual pasaba con mi hermano a quien notaba preocupado. Cuando a la semana siguiente me topé con Miguel en
el estadio de la universidad, dijo muy preocupado que tenía sueños raros, que se asomaba un hombre alto, de tez
obscura, que despedía fuego por sus ojos verdes y que amenazaba con hacerle daño si no acudía a la cita que
tenía con él. En la noche toque la puerta del cuarto del primo Roberto. Al abrir lo note demacrado.

Me dijo, querida prima, he estado investigando sobre lo que paso la otra noche. Parece que abrimos una puerta del
más allá y es necesario encontrar la forma de cerrarla -dijo muy preocupado, algo raro en él.

¿Qué vamos a hacer? -casi grite de la angustia que me embargaba. Cristóbal, Miguel y yo estamos trastornados,
todo nos sale mal, creo que el espíritu nos lanzó alguna maldición.

¡Cálmate prima! Ya consulté con mi maestro que es experto en temas paranormales y reconocido médium, acepto
acompañarnos a la próxima reunión que tenemos que hacerla el viernes de la siguiente semana.

No quiero pasar otra vez por esa experiencia tan terrible -expresé con enojo.

Esto es algo que te servirá para tu carrera, además no puedes negarte a asistir, todos los que estuvimos esa noche
debemos concurrir caso contrario el espíritu no se presentará, así lo afirma mi maestro, dijo con mucha convicción.

La noche señalada estuvimos reunidos alrededor de la mesa, en el cuarto de Roberto. Nos acompañaba el maestro
experto en ciencias ocultas, quien ocupó la silla central. Todo se dispuso igual, únicamente sobre el velador junto a
la mesa, Roberto colocó la calavera color oscuro, de acuerdo a las indicaciones del maestro.

Con voz monótona, el maestro empezó la invocación.

La vela se apagó súbitamente como si alguien la hubiese soplado. Un frio que calaba los huesos se esparció por la
habitación hacienda que mis dientes empiecen a castañear. El maestro que estaba ubicado a mi derecha empezó
a apretarme la mano con demasiada fuerza, traté de mirarlo ladeando un poco la cabeza. Me impresionó su rostro
crispado que sudaba copiosamente.
Seguí la mirada de Roberto y observé la llama azul o Vortex sobre la cabeza del maestro quien había caído en trance
y empezó a hablar.

-iSufro!... iSufro mucho!

¿Cuál es la causa de su sufrimiento y que podemos hacer para ayudarlo míster James? -dijo Roberto, repitiendo las
palabras que el maestro le había indicado.

Deben llevar a la policía hasta la quinta "El descanso" en Cumbayá. Allí, en el patio posterior hay un pozo antiguo
que servía para extraer agua. En ese pozo profundo, la malvada mujer con su cómplice arrojó a mi hijo de diez años
que llegó conmigo desde Canadá. Deben encontrar sus restos, darles cristiana sepultura y castigar a los culpables.
Solo así descansaré en paz y la puerta que ustedes abrieron se cerrará para siempre.

La vela se volvió a encender, Roberto acciono el interruptor y con la claridad de la luz observamos que el maestro
sacudía la cabeza y masajeaba sus sienes. Estaba pálido y desencajado.

Es un espíritu tremendamente fuerte que clama justicia para su nieto asesinado y eso lo hace doblemente peligroso
pues la venganza de un abuelo es terrible. Debemos buscar la manera de ayudarlo -dijo el maestro.

¿Qué debemos hacer? -preguntó Roberto.

Tú eres muy listo hijo, respondió el hombre, sabrás como salir de este embrollo en que haz involucrado a tus primos.

El maestro les contó, con punto y coma, cómo fue la muerte de James Scout y la desaparición de su nieto.

Luego de relatar la forma cómo murieron los dos, el maestro se despidió diciendo, hasta luego muchachos cualquier
cosa que pueda ayudarlos búsquenme y salió de la casa dejándonos con la boca abierta de escuchar tamaña
historia.

¿Qué haremos? -pregunté preocupada.

Tranquilos, contestó Roberto, vamos a dividirnos tareas. Cristóbal, tú que estás por terminar la carrera de Leyes y
tienes amigos en los juzgados vas a buscar todo lo referente al caso relacionado con lo legal. Miguel, pídele a tu
hermano que trabaja en la policía que te consiga una copia del expediente que deben tener en el archivo. Tú,
querida prima, vas a hospedarte unos días en la quinta "El descanso" haciéndote pasar por representante de una
transnacional de turismo interesada en adquirir propiedades en el país y con la habilidad que tienes para hacer
amigas, te ganarás la confianza de la tal Elena para que te deje conocer toda la quinta y llegar al pozo antiguo
donde se supone están los restos del niño.

¿Y si la quinta no existe? -opiné dudosa.

Es fácil de saberlo, dijo mi hermano Cristóbal, busquemos en las páginas amarillas de la guía telefónica. Así lo hicieron
y asomó la propaganda de la quinta.

Cada uno de nosotros sabía lo que tenía que hacer. A la mañana siguiente llegué a la quinta turística, me atendió
una joven que supuse sería empleada. Muy discretamente le averigüé sobre doña Elena a lo que me respondió que
se encontraba descansando pues la noche anterior había llegado de viaje.

Al mediodía pregunté por ella en recepción, informándome donde la podía encontrar. La ubiqué, me presenté y le
dije que hace pocos días había llegado al país, que la empresa que representaba estaba interesada en adquirir un
lugar como su quinta. Le extendí la tarjeta y las credenciales que me entregó Roberto, además le obsequié una
hermosa caja de chocolates suizos que un gringo enamorado mío me obsequió.

La mujer miró detenidamente las credenciales y al recibir los dulces los ojos le brillaron de interés, dando a notar su
ambición.

Cayó en la trampa -pensé- entonces con más confianza le pregunté si no había pensado vender la quinta. Me
contestó que lo estaba considerando. Le pedí si era posible me permitiera recorrerla totalmente para informar a mis
jefes lo más pronto posible. La mujer accedió, y delegó a una de sus empleadas, puesto que ella no podía.

Terminó el recorrido y nada de asomar el mentado pozo. No me quedaba más recurso que utilizar a la chica.

Indícame donde está el pozo antiguo que posee la propiedad, le dije con firmeza. La muchacha titubeó ante mi
pedido, la señora nos tiene prohibido ir por allí y no me dijo nada sobre eso, contestó.
Tuve que chantajearle con una pulsera, que en realidad era una bonita baratija. La muchacha la tomó con premura
y con señas me indicó que la siguiera. Me condujo al final de una especie de pequeño bosque situado en la parte
posterior de la propiedad hasta llegar frente a un muro de ladrillo con un portón en el medio. Con el dedo me indicó
la puerta, me acerqué y miré por las rendijas, allí estaba el pozo.

Con tan buena noticia que transmití al grupo, los demás se empeñaron lo mejor que pudieron en lo que les tocaba
hacer. Roberto con los documentos falsificados convenció a la policía y el caso se reabrió. Lo primero que dispusieron
los jueces fue la inspección de la propiedad, específicamente el pozo de piedra. Cuando dos hombres descendieron
al interior con todas las seguridades necesarias, rezaba para que todo este feo asunto termine.

Al poco rato los hombres emergieron con el costal de plástico lleno de algo. Cuando lo abrieron todos nos quedamos
aterrados: ¡era un pequeño esqueleto!

Elena y su marido fueron detenidos en el aeropuerto tratando de huir. Los resultados periciales revelaron que el
esqueleto en efecto correspondía al nieto de mister Scout y fueron sepultados en la misma tumba de su abuelo.
Roberto se las ingenió para introducir en la fosa la calavera de color oscuro que tenía en su cuarto y que pertenecía
al cuerpo del italiano. La mujer y su cómplice confesaron sus crímenes. Les esperaba muchos años de cárcel.
Teníamos ya la tranquilidad de que la puerta al más allá que abrimos con nuestra imprudencia se había cerrado,
una vez que se resolvió el pedido del extranjero y el y su nieto descansaban en paz.

Después de esta experiencia tan terrible a ninguno de nosotros nos quedó ganas de volver a experimentar con lo
sobrenatural.
La casa de los siete patios

En pleno corazón de Quito, existe una casona colonial, conocida con el nombre de "la casa de los siete patios" en
honor al número de patios que posee.

Mi madre cuenta que el abuelo, de nombre Vicente, en uno de sus tantos viajes a la capital, llegó a alojarse en la
mencionada casa que albergaba a viajeros y estudiantes por módicas sumas de dinero.

En aquella ocasión, era ya bien noche cuando el abuelo necesitó ir al único baño del lugar, en el trayecto de ida y
vuelta se asomaron una niña vestida de blanco y una mujer mayor, elegantemente vestida. Lo que le hizo acelerar
el paso de regreso al cuarto.

Cuando estuvo dentro del cuarto encontró a su compadre Elías, con quien había llegado a la casona, que lo
esperaba despierto.

A Ia noche siguiente, el abuelo no podía conciliar el sueño, ruidos extraños retumbaban por toda la casa. Cansado
de dar la vuelta en la cama se levantó y salió del cuarto dirigiéndose al baño. De pronto, a pocos pasos la niña
vestida de blanco parecía estar esperándole. La niña comenzó a agitar su mano llamándolo e indicando que la
siguiera. El abuelo la siguió y observó que la pequeña abría la puerta y entraba a un cuarto no sin antes darse la
vuelta para indicar al hombre que la siga. El anciano ingresó a la pieza. El hombre encendió un fósforo y vio que
estaba vacía. Inesperadamente la puerta se cerró. El abuelo corrió a abrirla, pero no pudo. Empezó a sudar frio,
comenzó a golpear la puerta tratando de salir. Hasta que, del otro lado, la administradora junto al compadre, abrió
la puerta.

¿Cómo te encerraste? -preguntó el amigo.

¿Qué buscaba, don Vicente? -interrogó la mujer.

Venga a mi habitación, don Vicente, para que se sirva una copa de coñac para el susto, le animó la mujer.

Luego de que los dos se sentaron en cómodos sofás y tomaron la copa de licor, la mujer dijo:

Cuénteme lo ocurrido, porque si no es por su amigo que vino a golpear mi puerta diciendo que usted no aparecía,
se hubiera quedado encerrado en ese cuarto hasta que salga el sol. Dijo la mujer.

Lo más extraño, don Vicente es que ese cuarto durante la noche permanece con seguro porque está en reparación,
no sé quién pudo abrirlo, solo yo tengo las llaves, dijo la mujer.

¿Pues eso quiero que me explique doña Esther, procedió a contarle acerca de la niña, y le preguntó quién era la
misma?

La mujer empezó a relatar, lo que su madre le contaba, que hace muchos años llegaron a hospedarse, justamente
en ese cuarto, una pareja de provincianos con una niña a la que le compraron un hermoso vestido blanco y la
llevaron al santuario para que el sacerdote le otorgue la confirmaci6n, pero en el camino de regreso les cogió un
fuerte aguacero y llegaron empapados. La niña había pescado una fulminante bronquitis que ocasionó su muerte
a los tres días de permanecer en esta casa. Desde entonces, con el paso de los años, son varias las personas que
han vista su espíritu rondar por el pasillo en las noches lluviosas. Le gusta gastar esas bromas de encerrar con llave en
el cuarto donde murió, a personas de edad como usted.

Parece que no es el único espíritu que se niega abandonar esta casa dijo el abuelo Vicente, y le contó, acerca de
la mujer de edad.

Es el alma de mi tatarabuela -contestó doña Esther. Dicen que era u na mujer de carácter fuerte, y que amaba tanto
su casa que se niega hasta hoy abandonarla.

A raíz de esta experiencia, cuenta mi madre que el abuelo Vicente, no dejaba pasar domingo sin asistir a misa lo
cual anteriormente no hacía.
La monjita del hospital

AI realizarme unos exámenes médicos, el médico fijó la fecha para operarme de la vesícula que según él era la
fuente de mis males. El día señalado, ingrese al hospital.

Al segundo día de la intervención que se dio sin ninguna novedad, empecé a sentir escalofríos y fiebre alta, se me
hicieron un sin fin de exámenes y los médicos llegaron a la conclusión que en el quirófano había sido contagiada de
un virus que causa un tipo de neumonía bastante mortal, por lo que pasé una semana en terapia intensiva, en una
lucha desesperada contra la muerte. A causa de la infección, mi pulmón derecho se había lesionado y me esperaba
un largo tratamiento en el hospital.

De la sala de terapia pase al área de neumología a una habitación destinada para una sola persona donde debía
permanecer en estado de semi-aislamiento.

Una de esas noches, cerca de las doce, de pronto me sentí mal, me dio ganas de nausear. No logré alcanzar el
baño y me vomité encima. Me sentí desesperada y me puse a llorar. Sentí que alguien había entrado a la habitación.
Cuando alcé a mirar vi a una monja que me sonreía.

No llores, hija mía, he venido a ayudarte, dijo con voz tranquilizadora. Me ayudó a cambiar la bata, luego de
acostarme me pidió que rezáramos juntas. A lo que desperté la monjita se había ido.

Al día siguiente cuando la auxiliar de enfermería cambiaba las sábanas le pregunté si la religiosa era voluntaria o
alga así. Ella me dijo que no sabía nada.

Me di cuenta que en las noches las enfermeras no escuchaban el timbre y presenté una queja.

Fue después de dos noches que volvió a aparecer la monjita. Inesperadamente la puerta se abrió e ingresó un
médico, todo vestido de blanco, se acercó a mi cama. Lo saludé muy atenta pero no recibí respuesta. Irrumpió
entonces la religiosa y giré la cabeza para saludarla cuando regresé a mirar al doctor, este había desaparecido,
desconcertada pregunté a la monjita si lo había visto.

Claro que sí, hijita, siempre lo veo, me contestó con tono callado: Luego me dijo: cuéntame cómo te sientes y todas
tus inquietudes que estoy aquí para ayudarte. ·

Le conté algunos de mis problemas pidiéndole consejo a lo que me respondía con frases de aliento.

Se hizo costumbre que la monjita llegara a visitarme cerca de la medianoche Creo que su compaña me ayudó a
recuperarme, luego de poco tiempo el medico consideró que estaba fuera de peligro y debía darme el alta.

Salí del hospital una de aquellas mañanas lamentando en mi interior no haberme despedido de la monjita pues la
noche anterior no llegó a visitarme. Me hice el prop6sito de regresar con algún regalito para obsequiar a la religiosa.
A la siguiente semana me dirigí al hospital, al área de neumología y luego de saludar a la Jefa de Enfermeras, le
pregunté dónde podía encontrar a la monjita que las noches hacía voluntariado en el área.

La enfermera me miró entre asustada e incrédula. Aquí no hay ninguna monja de voluntaria, contestó. Le describí
cómo era físicamente.

La jefa de enfermeras me interrumpi6 bruscamente. Esta usted describiendo a una religiosa que falleció de
bronconeumonía, hace dos años en esta misma área, específicamente en el cuarto que usted ocupaba, terminó
diciendo mientras palidecía intensamente.

Aterrorizada me di cuenta que, mi recuperación había compartido con el fantasma de la monjita del Hospital
Reencarnación

Nunca creyó en la reencarnación, le parecía algo forzado y fuera de lógica, estaba convencida que al morir la
materia se acaba y punto.

Su novio le decía convéncete la reencarnación es necesaria para que la energía que mueve a cada ser humano
pueda reciclarse, es una ley natural. "Nada se crea ni nada se destruye, todo se transforma" razonaba con tono
científico.

Una tarde Luis, como se llamaba mi novio, en tono de broma me propuso lo siguiente:

Qué te parece amor, si al morir, busco la forma de regresar a ti, entonces no tendrás más remedio que aceptar que
la reencarnación existe.

Por favor, le conteste molesta, no me gusta que juegues con el tema de la muerte.

Está bien, tranquilízate, no va a pasarme nada, pienso vivir muchísimos años a tu Iado, dijo mientras soltaba una
alegre carcajada.

Al regreso de un viaje, el autobús en que viajaba Luís chocó aparatosamente, dejando varios pasajeros heridos y
dos muertos, uno de ellos fue Luis.

Creyó morir cuando sus padres llamaron a darle la noticia.

Tuvieron que internarla en el hospital pues se sumió en profunda depresión. Cuando salió de allí, al cabo de muchos
meses, era la sombra de un pasado luminoso. Empezó a vivir por inercia, ayudada por el amor de su madre y
hermanos.

Y pasaron los años -siete- desde la muerte de su amado Luis. Su alma fue sanando milagrosamente. Volvió a sonreír
y a interesarse por las demás personas.

A instancias de su más cercana amiga, asistió a una fiesta de la universidad donde trabajaba, allí conoció a
Alejandro, un abogado muy agradable, que había enviudado hace siete años, justo cuando su esposa dio a luz al
único hijo que poseía.

Empezaron a salir. Se comprometieron. y fijaron la fecha para casarse, solamente le faltaba conocer al hijo de su
prometido quien estaba viviendo en otra ciudad con su abuela. Estarían a tiempo para el día de la boda.

Era una coincidencia el niño se llame Luis.

Y llegó el día del matrimonio civil. a los pocos segundos tuvo al pequeño delante de ella, cuando lo miró quedó
petrificada, tenía los rasgos físicos parecidos a los de su difunto novio

Creía que alucinaba, el niño temeroso la miraba con recelo, las demás personas no entendían su actitud extraña.

Estrechó al niño entre sus brazos, tratando de disimular la turbación que la embargaba.

Colgando de su cuello, el niño, tenía una medalla con una fecha inscrita. Aquella fecha era la misma del
fallecimiento de Luis. Y esa fecha era la del nacimiento del niño.

¡Dios mío! ...jHa pagado su apuesta!... i Ha vuelto tal como lo prometió! ¡pero no es así como quería que volviera!

Han pasado algunos meses de este suceso y en una casa de reposo para enfermos mentales, en las afueras de la
ciudad, Estela ha traspasado la tenue línea de la cordura y ha construido su propio mundo donde sus recuerdos
alimentan los fantasmas que pueblan sus días, que son noches... sin fin.

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