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Canción de los Amantes de Teruel

Se esculpieron sus cuerpos al abrigo del amor,


se cerraron sus ojos por tan inmenso dolor
y se unieron sus almas entre el duelo y la pasión
cual sinceros amantes que lucharon por su amor.

Un suspiro el aliento de ese joven corazón,


una lágrima rota sobre Diego derramó,
fuera en vano el regreso, ingrato tras su dolor
y ese beso negado que a la muerte les llevó.

Que mil tambores redoblan en su nombre,


que al viento las campanas repiquen en su honor;
que en esta vida más dura es la agonía
de amores que se mueren
viviendo en desamor.

Cada día a la espera desespera la ilusión,


con la eterna promesa por la que Diego partió,
Isabel de Segura teme que el mismo valor
le haga preso en la lucha por la dote que buscó.

Fuera un tiempo cedido al joven en su ilusión,


para hacer fortuna de caudales y de honor,
tantos días pasaron que la joven consintió
que Don Pedro de Azagra fuera su esposo y señor.

Que en esta villa perdura la hidalguía,


de aquel joven amante que, preso de amor,
perdió su vida para ganar la historia
la más bella leyenda que de amantes habló.

Y aquí, en Teruel, como en tiempos de juglares


valdrán alzar nuestras voces en un son
y desnudando nuestras almas a los hombres
recibiremos a las gentes en su honor.

Que suenen tambores, que dancen las flores


y alienten el sueño de quien tanto amó;
que miles de estrellas protejan su estela
y abriguen sus cuerpos como el corazón.

Que suenen tambores, que dancen las flores


alzando a los cielos su dulce ilusión;
que entre caballeros, brujas y hechiceros
hoy crece la magia, que en tiempos nació de
AMANTES.

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