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Documento Conclusivo de la Semana Pastoral de Koinonia
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Miremos ese don, que hemos recibido para esta Iglesia de Cusco. Su
obispo, sacerdotes, religiosas, religiosos y los diferentes laicos
comprometidos en una serie de ministerios al servicio de la Iglesia. La
catequesis, la educación cristiana, los grupos parroquiales, los grupos de
diferentes carismas al servicio de la niñez, juventud y familia. Mis
hermanos, Dios ha sido bueno con nuestra Iglesia del Cusco y nos ha
regalado esta multiplicidad de ministerios, carismas y servicios, pues no
arrancamos de cero y tenemos que vernos con una mirada positiva, tenemos
que ver la riqueza que tenemos. Los materiales están listos para empezar a
construir, todos con un solo objetivo y una sola finalidad, tenemos que
cumplir la misión que Jesús nos ha confiado: evangelizar, no para atrás, sino
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para adelante. Nuestra mirada siempre tiene que ser para adelante, por lo
tanto, esta Semana Pastoral nos va ayudar a lograr este vínculo que nos tiene
que unir a todos nosotros.
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nuestros vínculos. Por eso les pido a todos que abran su mente, su corazón
para una conversión pastoral; tenemos que cambiar el enfoque, la mirada y
el corazón, para luego establecer la Koinonia en nuestra Iglesia.
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Durante estos días hemos vivido la comunión eclesial, por eso hoy no
clausuramos nada porque nada se termina. Por eso le damos gracias a Dios por
todo lo que hemos recibido y salimos como los discípulos, a anunciar, a dar
testimonio de lo que hemos visto y oído. Le pido al Señor, y se lo he pedido
muy de corazón en estos dos días, tanto estando en Paucartambo, como esta
mañana en Huarocondo, delante de la imagen de María, Madre de la Iglesia, de
esta Iglesia que peregrina y camina ya más de dos mil años, y está ahí
caminando en todos los rincones del mundo, que todo lo que hemos recibido en
estos días en mis hermanos sacerdotes, en mis hermanas religiosas, en cada uno
de los laicos, no se guarde como un bonito recuerdo, no se guarde solo escrito
en los cuadernos como un conjunto de conocimientos, sino que se convierta en
compromisos, porque estamos iniciando una etapa nueva en el largo caminar de
nuestra Iglesia Arquidiocesana. Y esta nueva etapa nos invita, hoy más que
nunca, a ser una Iglesia que viva la Comunión, la cual le va a dar la garantía del
mensaje de salvación del evangelio que vamos a predicar. Por eso, este llamado
del Señor del primer día: que todos sean uno, como Tú y yo somos uno para que
el mundo crea, hoy lo asumimos como un compromiso. Esta misa terminará con
el envío. No es una misa de clausura, es una misa que nos pone en actitud de
salida, en una dimensión misionera, por lo tanto, arrancamos de aquí llevando
de esta semana pastoral dos cositas: semillas y piedras.
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La segunda figura que les digo: somos piedras de un edificio. Ahora nos
toca ir construyendo la comunión en nuestra Arquidiócesis, y cada uno debe
aportar lo bueno y hermoso que Dios le ha concedido con sus gracias, con sus
cualidades, con sus carismas, con sus ministerios. Cada uno es un instrumento
de Dios en esta hermosa sinfonía para la evangelización de nuestra Iglesia. Por
tanto, seamos constructores de la comunión y no pongamos piedras a quienes
quieren construir. No pongamos obstáculos a quienes quieren levantar este
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edificio con esfuerzo y sacrificio. Por eso, para ser buenos constructores, hay
que aprender dos palabras claves: NO y SI. Y tenemos que salir con una firme
convicción para contagiar esta convicción a los hermanos de nuestras
comunidades. En primer lugar, decir no a las competencias, a las desigualdades,
a la división, a los enfrentamientos que tanto daño hacen a la Iglesia y alegran
el corazón del enemigo de la Iglesia que la quiere ver destruida. Nunca
olvidemos esta hermosa imagen de María pisando la cabeza de la serpiente.
Aprendamos a decir no y abramos bien los ojos, el corazón y los oídos porque
el tentador no va a descansar. Yo estoy seguro que ahora está remordiéndose de
rabia por este compromiso que vamos a tomar, porque cuando una Iglesia se
divide, se debilita, cuando una Iglesia se enfrenta, se debilita y da paso a toda
la influencia del mal que destruye en vez de construir. No. Dilo para ti, dilo para
tu familia, dilo para tu grupo, dilo para tu parroquia, dilo para nuestra Iglesia
Arquidiocesana. Aprendamos a decir que no a todo aquello que nos divide, nos
separa y nos enfrenta. No debe ser así.
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3. Ponernos al alcance del más sencillo. La señal de que una Iglesia es fiel
a Jesús, es que hace llegar la Buena Noticia a los pobres (EG nn. 48; 200).
¿Quiénes son los protagonistas del plan pastoral? Hay que dejarse
evangelizar “desde” los pobres. Ser discípulos antes que maestros.
¿Tomamos en cuenta a los más humildes? ¿Qué más se puede hacer para
incluir a los humildes? Hay que desplazarse voluntariamente para
convivir y sufrir con los pobres.
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de que pocos hagan mucho, sino de que muchos hagan poco, trabajar en
equipo (EG nn. 88; 120). ¿Qué es mejor? ¿Que una persona de 100 pasos
o que 100 personas den un paso? En relación a los colaboradores hay que
pasar de una actitud de seguridad a una actitud de confianza. ¿Cómo
distribuir las responsabilidades? Hay que consultar y discernir según la
sabiduría popular. Tenemos que ayudar a que sean responsables,
preparando y formando a las personas en la acción. Hay que pasar de
colaboradores ocasionales a colaboradores habituales.
5. Respetar todo sin destruir nada. No destruir nada de lo que existe, más
bien orientarlo todo, (personas y asociaciones) hacia el objetivo y hacia
una Iglesia de comunión y participación (EG nn.11; 209). Es la tarea de
reorientar, esto significa acompañar y no remplazar. Sembrar lo que se
quiere cosechar.
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