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HISMA, ROWAK y SOFINDUS, las empresas pantalla alemanas

Con el inicio de la ayuda alemana a la causa nacional, y ante la voluntad de Hitler de que ésta fuese lo más discreta posible, se organiza
una empresa pantalla destinada a dar cobertura civil a la misma. Nace así la HISMA (Hispano-Marokkanische Transport-
Aktiengesellschaft), dirigida por Johannes Bernhardt y bajo control indirecto del Estado alemán. Bernhardt, el ciudadano alemán que
facilitará el primer contacto entre los sublevados y Adolf Hitler, iniciará así una larga y poco conocida colaboración económica que se
prolongará hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

El objetivo original de la HISMA, creada en julio de 1936, era el de dar apariencia privada a los primeros envíos de voluntarios y
materiales, así como organizar la compra de suministros a las empresas alemanas. También encontramos entre las primeras acciones el
puente aéreo para el paso del estrecho de las tropas marroquíes pero, rápidamente, aumenta los envíos y amplía sus actividades.

Pronto surge la necesidad de satisfacer la deuda por parte de la España nacional, en vistas de que la ayuda no será ni limitada ni breve.
Los nacionales carecen de reservas de oro y de divisas, por lo que acuerdan pagar su deuda con los alemanes mediante un trato
económico preferente para el establecimiento de explotaciones industriales y agrícolas así como para el desarrollo de todo tipo de
actividades mercantiles. La ROWAK (Rohstoff-Waren-Kompensation Handelsgesellschaft), nacida por orden de Hermann Göring en
octubre de 1936, será la encargada de gestionar esas actividades y compensar así la deuda generada por la HISMA.

En 1937, tras el acuerdo económico bilateral entre Alemania y España, ambas empresas se integran en la Sociedad Financiera Industrial
(SOFINDUS), un consorcio destinado a abastecer las materias primas y otros productos que los alemanes necesitan para su economía
de guerra y que prolongaría su actividad hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

En 1939, por una ley española de salvaguarda de la economía nacional, ninguna empresa extranjera podía tener más del 25% del capital
en España. Bernhardt se dedicó entonces a buscar testaferros españoles que figuraran como propietarios de muchas de estas empresas
para intentar burlar la ley. Entre ellos encontramos a personajes tan conocidos como José María Martínez Ortega, conde de Argillo,
padre de Cristóbal Martínez Bordiú, el yerno de Franco, y a Enrique de la Mata.

Bajo el mando de Bernhardt, SOFINDUS estaba estructurado en tres grupos: el primero dedicado al comercio de productos
agropecuarios (Productos Agrícolas, Compañía General de Lanas, Compañía Exportadora de Pieles, Compañía de Productos Resinosos,
Corchos de Andalucía, Scholtz Hermanos, y Agro S.A. de Explotaciones Agrarias Experimentales); el segundo estaba dedicado a los
transportes y a los servicios (Transportes Marión y Nova), y el tercero, que era el mayor, se ocupaba de la extracción y el comercio de
materias primas de explotación minera (Minerales de España, Montaña S.A. de Estudios y Fomento Minero, Montes de Galicia
Compañía Exportadora de Minas, S.A. de Estudios y Explotaciones Santa Tecla, Compañía de Explotaciones Mineras Aralar, Compañía
Minera Mauritania, Minas de Irún y Lesaca, S.A., Minera Nertóbriga, Compañía Minera Montañas del Sur, y Compañía de Minas
Sierra de Gredos). En total, 20 empresas.

Hay que añadir otras entidades no incluidas en el consorcio, pero igualmente controladas por el Gobierno de Hitler, como Altos Hornos
de Vizcaya, las sociedades mineras Montaña y Minerales de España, las químicas Behring AG, Bayer, Merk, etc. Según datos
publicados por el Finantial Times en abril de 1944, el capital alemán controlaba más de 900 de las 4.800 empresas -se supone que
medianas o grandes- registradas en España.

Como muestra de la importancia del consorcio, en 1941 las empresas de transporte que controlaba gestionaban unan flota de 53 barcos
con una capacidad combinada de 55.000 toneladas. El wolframio, imprescindible para la fabricación de blindajes, supondrá una de las
principales materias exportadas.

Entre 1939 y 1942, España practica una política intervencionista sobre el precio del Wolframio mientras que Portugal permite el libre
comercio. Además, el estallido de la Segunda Guerra Mundial multiplica por treinta los precios y provoca un enorme contrabando de los
productores españoles hacia Portugal, buscando un mejor precio. Según estimaciones de Catalán, entre 1940 y 1942 salieron unas 1.500
toneladas anuales de contrabando, lo que a precios de mercado podía suponer unos 600 millones de dólares.

En 1942 se produce la entrada de los aliados en el mercado del wolframio y se produce un cambio de política: Portugal establece a
finales de 1941un precio máximo para el wolframio y España permite la libre fluctuación de los precios, llegando estos al precio medio
de 247,75 pesetas/kilo en 1943, y eleva el impuesto a las 100 pesetas por kilo.

A principios de 1943 Estados Unidos y Gran Bretaña deciden acaparar la producción de materias primas estratégicas comprando el 77%
de la producción pero en una fecha tan temprana como el otoño del mismo año, deciden abandonar esa estrategia en vista de su
inutilidad. De las 3.550 toneladas producidas por España, según estimaciones inglesas, más otras 700 procedentes del contrabando con
Portugal, los aliados solo consiguen 3.034, quedando así unas 1.200 toneladas disponibles para los alemanes.

Parte importante del éxito alemán se debe a que desde el final de la Guerra Civil las empresas alemanas han establecido explotaciones
mineras propias y sus servicios asociados que controlan un 20% de la producción total española (sólo un 3% adicional procedía de otras
fuentes).

En vistas del fracaso, los aliados deciden solicitar al Gobierno de Madrid el cese de las exportaciones a cambio de una compensación,
pero no sólo no se produce el cese, sino que el ministro Demetrio Carceller comunica a los aliados que existe un acuerdo del año
anterior para facilitar las compras alemanas con un crédito de 100 millones de RM a cuenta de la deuda de guerra que tiene España.

Ante esto, los aliados pasan a la acción y, a finales de enero de 1944, establecen un embargo de algodón, petróleo y trigo que sume en
una difícil situación a la precaria economía española. En febrero del mismo año los españoles ceden y empieza un tira y afloja entre los
partidarios de continuar con el suculento negocio (la mayoría del consejo de ministros) y los aliados, que pretendían el cese total de las
exportaciones. Al final, en mayo de ese año, se acuerda que las exportaciones a Alemania se limiten a las cantidades de 1943, esto es,
755 toneladas. Naturalmente, las exportaciones de contrabando seguirán intentándose durante el resto de la guerra, en muchos casos,
con la permisividad de las autoridades españolas incluso después del cierre de la frontera hispano-francesa en agosto de 1944.

A finales de junio de 1945, los aliados exigieron la entrega de Sofindus y nombraron a un nuevo gerente. En julio, los locales fueron
clausurados por orden del ministerio español de Asuntos Exteriores y entregados a los aliados.

Johannes Bernhardt era el director y propietario nominal del 60 por ciento del capital social y, lógicamente, era uno de los alemanes más
influyentes en España. Esta situación unida a su inestimable ayuda a los nacionales durante los primeros días de su sublevación, motivó
que Franco en persona interviniera para evitar su repatriación concediéndole incluso la nacionalidad española en 1946.

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