Professional Documents
Culture Documents
1ª edición, 2015
ISBN: 978-84-16020-41-6
Depósito legal: M-0000-2015
PREFACIO
Me recuerdo hace ya unos años, durante un viaje en bicicleta por la campiña ir-
landesa, cada vez que mis ruedas me llevaban cerca de una librería rural y escu-
driñaba las estanterías marcadas con el rotulo de «Philosophy», observar con
sorpresa la infrecuencia de libros genuinamente filosóficos y la predisposición
a toparme con muchos otros temas que en principio poco o nada tienen que
ver: religión, espiritualidad, parapsicología, ecología, naturismo, psicología po-
pular, medicinas alternativas, política planetaria... Lo que entonces era una sor-
presa en país ajeno es, hoy en día, una costumbre y casi un pasatiempo que se
repite cada vez que recorro las librerías de Madrid u otra ciudad de España, más
con un interés sociológico que consumista. Y en efecto, con algunas honrosas
excepciones, cada vez es más frecuente encontrar la sección de Filosofía con-
vertida en un cajón de sastre a donde van a parar los volúmenes más variopintos
e inclasificables, desde «Hágase rico jugando a la ruleta» hasta «La gran men-
tira del cambio climático» o «Los oscuros secretos del Vaticano». Empujado
por mi obsesión analítica (sin duda una deformación profesional) he terminado
por distribuir los tópicos «filosóficos-según-el-librero» en dos troncos princi-
pales: Autoayuda (conózcase a sí mismo, aprenda a hablar en público, venza el
miedo a tomar decisiones, deje de fumar...) y Esoterismo (el misterio del aura
espiritual, el misterio de la conciencia, el misterio de los templarios, el misterio
de la esencia femenina, el misterio del más allá...). Si me pusiera profundo, sin
duda podría sacar importantes conclusiones de ello. Por ejemplo, podría pre-
guntarme por qué en el imaginario popular el filósofo es una especie de gurú,
mitad profeta y mitad psicoanalista. O cuestionarme si, al fin y al cabo, la esencia
de la filosofía a lo largo de su historia no ha sido otra cosa que eso, una mezcla
de esoterismo y autoayuda. Pero sería de mal gusto ponerse profundo en el pre-
facio (dejaré esto, al menos, para algunos capítulos más adelante), así que voy a
formular ahora otra pregunta, mucho más pragmática y quizás de más fácil con-
testación: ¿por qué esos libros no son escritos por filósofos (hablo en general,
pues también hay aquí honrosas y no tan honrosas excepciones)?
9
Prefacio_Maquetación 1 06/08/2015 16:40 Página 10
Me explico. Es un hecho que los filósofos están dejando que otros gremios
sean los que copen la sección de filosofía, pero es también un hecho que la
sección sigue existiendo. Mal que le pese a los pregoneros de «La Muerte de
la Filosofía», el ciudadano contemporáneo sigue planteándose esos interro-
gantes inusitados y anticotidianos del tipo «¿existe el bien y el mal?», «¿qué
sé?», «¿de qué está hecho el mundo?», «¿por qué lo que a mí me parece bello
a otro no?», «¿cuándo puedo decir que he entendido a otra persona?», «¿soy
yo el que decide cómo vivo?», «¿es siempre un deber moral seguir la ley?»
etc., etc., etc. Preguntas que se sienten como importantes, a veces por su ca-
rácter íntimo, a veces por su relevancia social, a veces simplemente porque
despiertan la fascinación o hasta el morbo. Pero a las que normalmente uno
no tiene muy claro cómo enfrentarse ya que, dada su naturaleza extraordinaria
y hasta anómala, no se responden como se responden las preguntas normales.
Llegados a ese punto, tanto en el ciudadano de a pie como el que va en coche
y el que viaja en avión prende la demanda de orientación, la necesidad de mo-
delos y de medios instrumentales para poder al menos anticipar una vía de
respuesta. Algo más obvio hoy que nunca, donde el problema de adquisición
de la información ha desaparecido (todos los datos relevantes están a nuestra
disposición, eso sí, mezclados con los irrelevantes y los confundentes), y donde
(escribiré esta muerte con minúsculas) la «muerte de las ideologías» y el en-
rocamiento tradicionalista de las religiones han propiciado la ausencia de res-
puestas rápidas y maximizado la necesidad de especulación personal.
Hay pues una demanda objetiva y hay, también, un sector históricamente
especializado en ese tipo de ejercicio interrogativo. En efecto, durante milenios
los filósofos han venido haciéndose preguntas de esa naturaleza radical, y tan-
teado y discutido prácticamente todas las respuestas admisibles. Ojo, no estoy
diciendo que el filósofo sea el que tenga que decirle al resto de los mortales
«qué pensar» (en cierta medida la propia existencia de la filosofía se basa en
el principio de que nadie puede decirte «qué pensar»: tus ideas debes coci-
nártelas tú mismo), pero sí que es él el que atesora las técnicas, los recursos y
los mapas conceptuales desarrollados a lo largo de muchos siglos de trabajo.
Y sin embargo, son especies foráneas las que están ocupando ese nicho bioló-
gico y desplazando a la especie endémica, el filósofo. Ya sabemos quiénes, pero
los recordaré. Por un lado están los divulgadores científicos, a los que acuden
aquellos persuadidos de que todos los secretos están escritos en el lenguaje
cifrado de la doble hélice o que se desvelan viajando más allá de las fronteras
de lo micro y lo macro, o cosas similares. Por otro lado están los «técnicos del
comportamiento», sobre todo psicólogos pero también sociólogos, pedago-
gos, economistas y otros más, quienes se dedican a informar de qué es lo que
se hace, qué es lo que se piensa y qué es lo que se quiere (y hasta por qué se
10
Prefacio_Maquetación 1 06/08/2015 16:40 Página 11
PREFACIO
hace, se piensa y se quiere) a aquellos que tienden a creer que lo que piensan
que piensan no es lo que piensan, que lo que de veras hacen no es lo que apa-
rentemente hacen, y que lo que quieren no es lo que, en el fondo de su corazón,
anhelan. Y por último están los (no sé muy bien como llamarles) «opinado-
res», los «expertos en opinión» o, más descriptivamente, «tertulianos de
opinión», fundamentalmente periodistas pero también part time novelistas,
artistas, ex-políticos, cocineros, músicos pop, actores porno y show men, muy
útiles para los que no quieren estrujarse los sesos y les basta con algún análisis
chulillo. Entiéndaseme bien. No estoy despreciando ni mucho menos el tra-
bajo de esos otros gremios (aunque sí sería un tanto crítico con la tendencia
de algunos a salirse de su sitio), pero sí estoy convencido que para esta labor
de asesoramiento el filósofo, el verdadero especialista, es el que reúne las me-
jores cualificaciones para hacer un buen trabajo y, de paso, evitar muchos
daños colaterales del intrusismo laboral.
Tampoco quiero hacer un diagnóstico simplista sobre las causas de esta si-
tuación. Sé que hay muchos factores en juego, sobre todo aquellos que tienen
que ver con la tecnificación y mercantilización de los modos de vida actual, o
con lo inconveniente que es para los poderes fácticos el desarrollo del espíritu
crítico de sus súbditos. Pero sí quiero entonar un necesario mea culpa y reco-
nocer la parte que de ella tiene el propio filósofo. En efecto, lejos de la imbri-
cación social y vital de la que en otros tiempos gozaba la actividad del filósofo
(Sócrates en el Ágora de la Atenas de Pericles...), me temo que el filósofo actual
habla fundamental y casi exclusivamente para sí mismo. Ya sabemos que en
parte eso es la consecuencia de un largo proceso en el que el grueso de las so-
ciedades han ido progresivamente prestando menos atención a su palabra,
pero hay que decir que también el filósofo ha ido dejando paulatinamente de
dirigirle la palabra al grueso de los mortales y fomentando el círculo vicioso
del alejamiento. En buena medida, puede decirse, ha sucumbido a las tenta-
ciones consustanciales a su propia profesionalización, encerrándose en plan-
teamientos conceptuales herméticos, optando por discursos tortuosos y
premeditadamente opacos solo accesibles mediante mecanismos jeroglíficos
de comprensión. O, en otro orden de cosas, embarcándose en tareas cuyo valor
o interés global resulta muy dudoso, ya sea porque responden a problemas o
preguntas muy colaterales o contrafácticas, ya sea porque se insertan en deba-
tes muy largos ya esclerotizados y solo relevantes para los bandos rivales.
Este trabajo ha sido escrito desde la convicción de que la Filosofía puede
y debe tener una dimensión práctica. Desde luego, no niego que el interés pu-
ramente teórico no tenga derecho a existir, ni que haya interrogantes genui-
namente filosóficos que nada tengan que ver con los problemas e intereses de
la vida real. Pero también creo que la Filosofía como un todo solo tiene sentido
11
Prefacio_Maquetación 1 06/08/2015 16:40 Página 12
12
Prefacio_Maquetación 1 06/08/2015 16:40 Página 13
PREFACIO
para seguir el discurso. Por ello, me he demorado, sobre todo en los primeros
capítulos, describiendo mínimamente los rudimentos de las disciplinas (epis-
temología, lógica, teoría de la argumentación) y las teorías y nociones teóricas
utilizadas. En muchos casos estas consideraciones resultarán fútiles para el ini-
ciado (en otros, dado su carácter controversial, quizás no tanto) y un poco mo-
rosas para el no iniciado, quien estará ansioso por que empiece la función. Pero
confío en que ese esfuerzo de los prolegómenos se verá compensado con la
ayuda que brindará para seguir la trama cuando lleguemos al análisis de los
patrones escépticos. También en atención al no experto he maximizado el uso
de ejemplos y citas. Los primeros servirán para seguir el hilo incluso cuando
el discurso se ponga, inevitablemente, más técnico. Los segundos ayudarán a
vincular los problemas y conceptos que vayan apareciendo con tópicos más o
menos universales o que, al menos, se han venido repitiendo en la historia del
pensamiento occidental (algo en mi opinión imprescindible para la inteligibi-
lidad, pero que el filósofo no necesita que le recuerden pues de sobra sabe cuá-
les son los loci clasici). A su vez, he desplazado a las notas a pie de página los
excursos más técnicos, sobre todo aquellos que solo tenían una importancia
colateral, y no me he demorado en describir los detalles formales de las teorías
y resultados utilizados cuando son bien conocidos en el área, facilitando en
vez de ellos las referencias bibliográficas pertinentes.
13
Prefacio_Maquetación 1 06/08/2015 16:40 Página 14
AGRADECIMIENTOS
CAPÍTULO 1
15
Capítulo 1_Maquetación 1 06/08/2015 17:41 Página 16
1
Hay aquí un pequeño enredo verbal, que solo aparece en la expresión, oral o escrita, de la situa-
ción, y al que no deseo prestarle más atención de la estrictamente necesaria en este trabajo. Este
enredo surge del hecho de que en conversación casi siempre puede intercambiarse la proferencia
de «sé que p» por la de «p» y viceversa (y, por lo tanto, en el caso más complicado que descri-
bimos, la de «sé que sé que p» por la de «sé que p»). Esta intercambiabilidad se debe a que ha-
bitualmente asumimos que, por defecto, uno solo afirma aquellas cosas que cree que sabe (en
caso contrario dice «creo que», «me parece que», «quizás» o algo similar), por lo que resulta
ocioso y en ocasiones hasta confundente añadir el «sé que». Prefiero dejar fuera de este trabajo
todos los problemas conceptuales generados (por ejemplo, a raíz de la paradoja de Moore), así
como las cuestiones acerca de cuál de los dos («p» o «sé que p») es el formato estándar, el ori-
ginario, el más conveniente, o el preferido por los hablantes, por considerar que introducirían
más ruido que claridad en el discurso. Basta con que el lector entienda la diferencia entre los dos
casos descritos en el texto principal, y que la describa en los términos que más le plazcan.
16
Capítulo 1_Maquetación 1 06/08/2015 17:41 Página 17
Conocimiento y justificación
Comencemos con la palabra conocimiento. Si bien uno de los grandes retos
de la epistemología contemporánea sigue siendo dar con una definición de la
misma que contente a una razonable mayoría de filósofos, para nuestros pro-
pósitos basta con acudir a la clásica definición de raigambre platónica, que ca-
racteriza al conocimiento como creencia verdadera justificada, y examinar cada
uno de sus tres componentes: creencia, verdad, justificación2. Aunque en-
tiendo que hay otros tipos de estados mentales que merecen el apelativo de
creencias, en este trabajo solo prestaré atención a un tipo de creencias que bien
podríamos llamar «representacionales», y que describiré así: una persona se
imagina que cierta cosa o cierta situación es de cierta manera, y además pre-
tende que el modo en que se figura esa cosa o esa situación es igual al modo
en que está dispuesta la situación real o a cómo es la cosa real. Para esta clase
de casos, enseguida entra en juego la cuestión de la verdad. La verdad nos sirve
para distinguir aquellas creencias fallidas (en las que tal pretensión de correc-
ción no se da) de las acertadas (en las que las expectativas del que se imagina
las cosas de determinada manera se cumplen)3. Además, la noción de justifi-
cación que utilizaremos solo es aplicable a aquellas creencias que, dicho in-
formalmente, no surgen «de la nada» (uno se despierta por la mañana y, sin
2
Desde luego, esta noción clásica plantea muchos problemas (celebérrimamente el problema
de Gettier, así como las arremetidas anti-realistas contra la noción de verdad que luego men-
cionaremos), cuya discusión y aparente falta de solución la ha hecho un tanto impopular. De
hecho, diría que hay una cierta tendencia a considerar poco «sofisticado» y hasta «torpe»
apelar a la noción clásica, tendencia que lamentablemente se ve acompañada por otra a dejar
sin definir ni describir la noción de conocimiento utilizada, con las consiguientes dificultades
de comprensión para el lector.
3
El lector habrá reconocido aquí el rastro de la también clásica noción de verdad como corres-
pondencia (p es verdadera si y solo si se corresponde con los hechos), tan o más controvertida
como la noción clásica de conocimiento. Sin querer entrar, una vez más, en cuestiones que nos
distraerían de mi objetivo, basta con que el lector reconozca un criterio que, más allá de la jus-
tificación, seleccione aquellas creencias en las que lo que la persona concibe es adecuado (por-
que se da en la realidad, porque es útil, porque es aceptado por la mayoría, o porque es aceptable
por un sujeto máximamente razonable). En todo caso, si al lector le parece inaceptable el com-
promiso ontológico asociado a la palabra «verdadera», puede sustituirlo por la palabra «acer-
tada»: lo importante es poder distinguir creencias no acertadas (creo que me va a tocar la lotería
porque lo he soñado y no me toca), de creencias acertadas no justificadas (creo que me va a
tocar la lotería porque lo he soñado y me toca), y estas últimas de creencias acertadas justificadas
(creo que me va a tocar la lotería porque he comprado todos los décimos y me toca).
17
Capítulo 1_Maquetación 1 06/08/2015 17:41 Página 18
saber por qué, se encuentra pensando que la vida merece la pena ser vivida),
sino que son el resultado de alguna indagación o alguna percepción consciente
por nuestra parte. Se supone que esta indagación y los datos obtenidos son el
respaldo de nuestra creencia (sería lo que responderíamos si alguien nos pre-
guntara «¿por qué crees eso?») y si ha sido bien llevada a cabo y no ha con-
currido ninguna circunstancia que interfiriera en su fiabilidad, es una buena
justificación para afirmar que es cierto aquello que creemos.
Llamaré, pues, acciones epistémicas a aquellas acciones que llevamos a cabo
con el fin de obtener nuevas creencias y conocimientos. Ejemplos de acciones
epistémicas serían, por lo que acabo de decir, echar un vistazo por la ventana
(para saber qué tal tiempo hace), mirar una página web, efectuar un compli-
cado experimento en el acelerador de partículas elementales, o hacer un cál-
culo aritmético. Por este último ejemplo, se habrá adivinado que no llamo
acciones epistémicas solo a aquellas que suponen el uso de los sentidos: llevar
a cabo una inferencia, captar introspectivamente los propios sentimientos o
creencias, o hacer especulaciones filosóficas caen dentro de esta definición
(tal vez sea útil introducir una distinción entre acciones epistémicas externas,
es decir, aquellas que involucran el uso de los sentidos, y acciones epistémicas
internas, aquellas que no incluyen ninguna percepción sensorial).
Como resultado de una acción epistémica obtenemos una nueva informa-
ción, un nuevo elemento de juicio a tener en cuenta a la hora de formarnos
una creencia (por ejemplo, «miré por la ventana esta mañana y vi unos nuba-
rrones al noroeste», o «cuando resolví la ecuación el resultado que obtuve
para x fue 5»). Llamaré a tales informaciones datos o evidencias. Cuando los
datos o apoyos que poseemos como respaldo de nuestra creencia de que p
son, objetivamente, una buena razón para creer que p, diré que son una justi-
ficación, o una genuina justificación para creer que p.
Por otro lado, una acción epistémica casi nunca constituye un acto aislado.
Normalmente se integra dentro de un marco más amplio en el que han sido
fijados (al menos idealmente) los procedimientos a seguir a la hora de recoger
evidencias, y es bajo el trasfondo de dicho marco y de evidencias y creencias
obtenidas previamente, cómo el resultado de determinada acción epistémica
opera como justificación para una creencia. Debemos tener en cuenta, para
empezar, tipos de acciones epistémicas, dentro de las cuales caerán las acciones
epistémicas concretas y reales que llevemos a cabo. A una clase o tipo de ac-
ciones epistémicas la denominaré a veces procedimiento epistémico. Por ejem-
plo, efectuar un modus ponens a partir de proposiciones que recogen creencias
ya justificadas. Otro ejemplo sería sumergir una sustancia en agua regia, y com-
probar si se disuelve o no. Además, un procedimiento epistémico, a su vez, se
integra dentro de un sistema más amplio que una persona o una comunidad
18
Capítulo 1_Maquetación 1 06/08/2015 17:41 Página 19
4
Aprovecho para dar la definición de algunas nociones más técnicas que emplearé más tarde:
J es una justificación a priori de la creencia de p si J no involucra ninguna experiencia externa con-
creta ( J es independiente del carácter de la experiencia externa).
S sabe p a priori si (i) S sabe p, y (ii) la justificación que S posee para su creencia de p es a priori.
S sabe p infaliblemente si S sabe p y S no podría estar equivocado respecto a p.
p es cognoscible a priori (o a priori a secas) si es posible que algún sujeto S sepa p a priori.
S sabe reflexivamente p si (i) S sabe p, y (ii) S sabe que sabe p.
S sabe cómo usar una regla de inferencia D si (i) S tiene la disposición a usar la regla D en sus
prácticas inferenciales, (ii) hay una justificación para el uso que hace S de la regla D (no es ne-
cesario que S posea la justificación), y (iii) D es válida.
19
Capítulo 1_Maquetación 1 06/08/2015 17:41 Página 20
uno duda de que pueda fiarse del resultado de un cálculo mental específico
porque mientras lo llevaba a cabo sonó el teléfono y se distrajo, o cuando uno
desconfía del resultado de un determinado experimento en el acelerador de
partículas porque descubre que alguien se ha saltado el protocolo de revisión
de datos. En estos casos se pone en cuestión solo la acción epistémica, y no el
procedimiento epistémico al que pertenece, ya sea porque se sospecha que el
procedimiento no se ha llevado a cabo correctamente debido al descuido o la
torpeza del agente, o bien porque pueden concurrir circunstancias excepcio-
nales que han interferido en el curso natural de los acontecimientos. Está claro
que mientras la duda no se amplíe al tipo de la acción epistémica (el procedi-
miento) resulta inofensiva para la confianza en nuestros sistemas y reglas epis-
témicos, y puede ser asimilada sin gran ansiedad como un síntoma más del
errare humanun est. Las llamaré dudas escépticas menores, y, al menos de mo-
mento, no les prestaré demasiada atención (aunque, como veremos mucho
más adelante, juegan un papel fundamental en la estrategia del escéptico que
trataré en el capítulo cuatro a raíz del que llamaré argumento del error). Ahora
bien, dentro de las dudas escépticas no menores, las que afectan a procedi-
mientos epistémicos, también podemos hablar de grados. Hay dudas escépticas
locales que afectan al conjunto de creencias dependientes de un determinado
procedimiento epistémico, y que, por lo tanto, cuestionan una regla epistémica
en concreto. Por ejemplo, alguien entiende que utilizo un mal procedimiento
epistémico para hacer generalizaciones inductivas (supongamos que utilizo
una regla epistémica que dice que si observo tres x que son y en un universo
de menos de 100 x, estoy justificado a afirmar que al menos el 50% de los x
son y), y consecuentemente pone en duda todo un conjunto de creencias que
he obtenido mediante dicho procedimiento (que la mayoría de los perros ata-
can a los gatos, que la mayoría de los políticos son honrados, que la mayoría
de los divisores de 17.000 son pares, etc...). Ahora bien, como hemos dicho,
casi siempre (y al menos en los casos más interesantes) la evidencia obtenida
mediante una acción epistémica solo puede ser entendida como justificación
en el marco de un conjunto estructurado de reglas epistémicas que se imbrican
entre sí y se apoyan mutuamente. Por ello, hay dudas escépticas globales que
afectan a todo un sistema epistémico. Pueden poner en duda, por ejemplo,
todo el conocimiento metereológico que sustenta una persona o una comu-
nidad por considerar que todo el sistema epistémico, y no una regla particular,
está mal construido. O se puede poner en duda todo el conocimiento sobre el
pasado, o todo el conocimiento matemático, o todo el conocimiento que uno
tiene sobre lugares que no ha visitado. Entran aquí una serie de consideracio-
nes que no tienen por qué aparecer en las dudas locales, pues el escéptico
puede esgrimir ahora razones que tienen que ver con la interferencia entre re-
20
Capítulo 1_Maquetación 1 06/08/2015 17:41 Página 21
5
Aunque en este momento no resulta relevante (sí lo será cuando hablemos del argumento de
la circularidad) cabe hablar de otro tipo específico de duda escéptica. En efecto, casi siempre
ocurre que una regla epistémica solo es fiable si se cumple uno o unos determinados supuestos.
Por ejemplo, la regla epistémica que nos permite formarnos creencias sobre eventos futuros a
partir de generalizaciones inductivas solo es fiable si se cumple la Tesis de la Uniformidad (a
saber, que los eventos naturales se concatenan siguiendo pautas regulares). A este tipo de su-
puestos les denomino supuestos del sistema epistémico. Una duda sobre uno de esos supuestos
es, claro está, también una duda escéptica, por lo que la tarea de fundamentación del conoci-
miento incluye también la obtención de justificaciones para la adopción de dichos supuestos.
6
El sentido de la cláusula «total o parcialmente» será explicado más adelante.
21
Capítulo 1_Maquetación 1 06/08/2015 17:41 Página 22
22
Capítulo 1_Maquetación 1 06/08/2015 17:41 Página 23
23
Capítulo 1_Maquetación 1 06/08/2015 17:41 Página 24
historia real alcanza su cénit dramático en el momento en que John Nash dirige
al dedo hacia uno de sus mejores amigos, en realidad un producto de su ima-
ginación, y exclama: You’re not real7.
Por otro lado, atendiendo a la evolución de comunidades y grupos sociales
también identificamos el planteamiento y resolución de dudas escépticas glo-
bales. Aparecen sobre todo en momentos de revolución social, cultural, polí-
tica o científica. Es casi un tópico el mentís al conocimiento por testimonio
de la tradición escolástica que llevan a cabo los protagonistas de la gran revo-
lución científica del renacimiento (las verdades ya no están «ahí» sino que
deben ser descubiertas mediante la observación). Tampoco precisará el lector
que describa las dudas escépticas que un poco más tarde comienzan a exten-
derse en las sociedades europeas en torno al conocimiento obtenido por re-
velación divina, dudas que todavía no se han resuelto definitivamente y que
han conducido a nuestras sociedades a una suerte de epojé laica8. Un tanto a
la par, en el siglo XX, a raíz del multiculturalismo y la conciencia de la diversidad
de imágenes del mundo, cada vez más se pone en entredicho la capacidad de
la «intuición» o la «percepción a priori» para obtener buenas creencias. Y
algo similar ocurre con el conocimiento de primera persona (conocimiento
acerca de los sentimientos, deseos y creencias propias) obtenido por intros-
pección, en otros tiempos tomado como incorregible e infalible. Una descon-
fianza popularizada especialmente por (la popularización de) el psicoanálisis,
pero a la que han contribuido también otras teorías de la sospecha, como el
marxismo, el biologicismo «a la» Richard Dawkins, los movimientos espiri-
tualistas del tipo «descúbrete a ti mismo», las ideologías nihilistas de corte
post-nietzscheano, etc... Muy propia del siglo XXI es la sospecha en torno al
conocimiento por testimonio, y especialmente al conocimiento a través de los
mass media. Aquí entran en juego la popularidad de las teorías de la conspira-
ción, la difusión de discursos escépticos radicales como los de Zeitgeist, The
Illuminatus o La Gran Impostura, la conciencia del funcionamiento deficiente
y manipulador de las instituciones periodísticas, así como la opinión bastante
generalizada de que en algunos regímenes totalitarios el escenario escéptico
orwelliano puede haber sido no un escenario de ficción sino una situación
7
Véase Nasar 1994, p. 145.
8
De hecho, algunos de los defensores de la revelación divina proponen a su vez argumentos es-
cépticos en torno al conocimiento que se les opone. Un ejemplo, narrado por Putnam: «Re-
cientemente encontré un artículo de Paul Rosenbloom defendiendo su derecho a creer que
Dios creó el mundo hace menos de 6.000 años. Rosenbloom afirma que Dios puede haber crea-
do el mundo en la época en que el judaísmo tradicional da como el momento de la creación,
pero lleno de monumentos, testimonios escritos, gente con recuerdos falsos, etc..., como en la
conocida hipótesis escéptica acerca del “mundo existe desde hace cinco minutos”» (Putnam
1981, p. 134).
24
Capítulo 1_Maquetación 1 06/08/2015 17:41 Página 25
25
Capítulo 1_Maquetación 1 06/08/2015 17:41 Página 26
9
En un breve pero archifamoso escrito Gettier (1963) presentaba una serie de contraejemplos
a la clásica definición de conocimiento como creencia justificada verdadera. Todos ellos se ba-
saban en situaciones en las que un agente epistémico hacía inferencias a partir de buenas evi-
dencias concluyendo algo que terminaba siendo verdad, pero no por las razones asociadas a las
evidencias originales. Por ejemplo, imagina que tengo buenas razones para pensar que Juan será
elegido presidente (es decir, tengo una genuina justificación para creer que Juan será elegido
presidente) y sé que Juan es murciano. Así, tengo justificaciones para: (Presidente1) Juan es el
próximo presidente, y (Presidente2) Juan es murciano. De donde puedo concluir: (Presidente3)
El próximo presidente será murciano. Imaginemos que al final sale elegido presidente Pedro,
que es murciano como Juan. Obtendríamos el resultado anti-intuitivo de que sé (Presidente
3). En efecto, creo (Presidente 3), que es verdadero y además tengo una buena justificación
para creerlo. Existen cuatro familias de soluciones a los contraejemplos de Gettier: (i) Aceptar
que se sabe la conclusión de los argumentos, considerando que al menos en ocasiones uno
puede llegar al conocimiento gracias a la buena suerte (p. ej. Hetherington 2001), (ii) Negar
que las presuntas evidencias iniciales del agente epistémico sean tales, ya sea por incluir falsos
datos o por no incluir alguna información básica del entorno (aparece discutida ampliamente
en Lycan 1977), (iii) Matizar la definición de conocimiento como creencia verdadera justificada
añadiendo un requisito de infalibilidad (esta sería una solución internista, p. ej. Unger 1971),
(iv) Matizar la noción de conocimiento como creencia verdadera justificada añadiendo el re-
quisito de que la creencia justificada esté causalmente producida por aquello que hace la pro-
posición creída verdadera (esta sería la típica solución externista, Goldman 1967, Dretske 1970
y 2005, Nozick 1981). Las dos primeras soluciones comparten el hecho de no considerar la in-
ferencia que aparece en cada contraejemplo como problemática, en el caso de (i) porque da
lugar a verdadero (aunque afortunado) conocimiento, en el caso de (ii) porque parte de evi-
dencias corruptas. Para las otras soluciones algo va mal con las inferencias, al menos desde el
punto de vista epistémico, ya sea porque la inferencia no garantice infalibilidad (para (iii)) o
porque hace que se pierda el nexo causal entre hecho y creencia justificada (para (iv)).
10
Básicamente, alguien es internista en epistemología si defiende que las propiedades que hacen
de una creencia una creencia justificada no dependen en absoluto del mundo externo al sujeto
de la creencia. El internismo viene de una tradición según la cual lo que hace de una creencia
un auténtico conocimiento son ciertas cualidades intrínsecas al estado mental del sujeto que
26
Capítulo 1_Maquetación 1 06/08/2015 17:41 Página 27
27
Capítulo 1_Maquetación 1 06/08/2015 17:41 Página 28
nar, pues, qué condiciones se han de cumplir para que uno llegue a saber, y
para qué tipos de conocimiento se pueden dar tales condiciones y para cuáles
no. Sin que quepa duda, esta es una cuestión fundacional, cuya respuesta afecta
a todas las ciencias y ámbitos del saber, por lo que aquí la Epistemología coli-
siona y en ocasiones se solapa con otras disciplinas que a lo largo de la historia
y todavía en la actualidad comparten esa aspiración fundacional: la Lógica (ya
que toda ciencia precisa argumentar) y la Metafísica (pues toda ciencia tiene
un «objeto» de estudio). Todo esto hace que el nivel de complejidad aumente,
y junto a él los puntos de disensión. En este punto, la disputa más agria es la
que se da precisamente entre los que defienden que el genuino conocimiento
es posible (los realistas) y los que se niegan a reconocer tal cosa (los escépti-
cos). Esta polémica, como la que hay entre internistas y externistas, ilustra la
última fuente de complejidad en la práctica epistemológica que quiero señalar.
Y es que la mayoría de los epistemólogos no llevan a cabo estas tareas de ma-
nera separada, sino que van avanzando y retrocediendo en su indagación en
los tres frentes a la vez, cambiando durante la marcha cosas aquí y allá, y sin
que sea sencillo para el lector saber qué va antes y qué después. Así, alguien
puede alterar una definición de justificación para no dejar fuera un tipo de co-
nocimiento, o precisamente para dejarlo fuera, o puede añadir o quitar condi-
ciones en su definición de conocimiento según desee que las condiciones de
posibilidad sean satisfacibles por nosotros o no, etc…
Esto es algo que dificulta mucho la accesibilidad a los resultados del epis-
temólogo por parte del lego (cuando no incluso por parte del filósofo no es-
pecializado), y explica en buena medida que el problema «vital» descrito en
el parágrafo previo y el problema filosófico discurran por sendas separadas.
En mi opinión, y este es el enfoque adoptado en este libro, es necesario reme-
diar esta situación «acotando» el problema, aunque eso implique eliminar ra-
mificaciones que son lícitas y hasta naturales en el planteamiento y el
desarrollo discursivo del problema. Solo usando las tijeras, me parece, pode-
mos hacer la cuestión abarcable por la vista: no podemos tirar al mismo tiempo
del hilo de los contenidos mentales, del hilo del lenguaje, del hilo de la nor-
matividad, del hilo del rol social, del hilo de la génesis histórica, del hilo de las
repercusiones metafísicas, del hilo de la demarcación, y tantos otros. Recu-
rriendo a la metáfora facilona: hilando por tantos sitios es casi inevitable que
la madeja termine liándose. Es preferible dejar cabos sueltos (aunque bien ata-
dos al bastidor) y confeccionar un discurso más simple, pero con el que po-
damos abrigarnos.
Al final de este capítulo explicaré la simplificación que propongo para el
caso de la fundamentación del conocimiento. Pero antes debo describir un
motivo extra para el alejamiento entre filosofía y mundo real que actúa en el
28
Capítulo 1_Maquetación 1 06/08/2015 17:41 Página 29
Un debate filosófico
Como acabo de decir, uno de los cometidos del epistemólogo es determinar
las condiciones de posibilidad y los límites del conocimiento. En ocasiones se
denomina a este trabajo la Fundamentación del Conocimiento: el filósofo
debe especificar la base (los supuestos, los principios, los requisitos, los puntos
de partida) sobre la que está asentado nuestro sistema epistémico, y, conse-
cuentemente, dotar de fundamentos al conocimiento común. Por supuesto,
se supone que, dado que hay una tarea tal por hacer para el filósofo, en las si-
tuaciones reales (sean las del hombre de la calle o las del concienzudo cientí-
fico) tales principios y supuestos no han sido investigados ni explicitados,
permaneciendo ocultos, por decirlo así, en el trasfondo de nuestras prácticas
epistémicas.
Desde que los filósofos allá en la Antigua Grecia pusieron sobre sus espaldas
esta carga de fundamentar el conocimiento, siempre ha habido alguno que res-
ponde a la pregunta sobre qué es lo que hace posible nuestro conocimiento de
una manera drástica y quizás inesperada: nada, porque el conocimiento no es
posible. Como es natural, resulta obligado que la postura de tales filósofos, los
escépticos, sea refutada antes de construir una base sólida para nuestros siste-
mas epistémicos. Así que la Fundamentación del Conocimiento en casi todas
las épocas ha derivado antes o después hacia un debate entre realistas y escép-
ticos, entre los que creen que el conocimiento es posible y los que no.
Ahora bien, tanto la tarea de fundamentación del conocimiento como el
debate realismo-escepticismo no se ha entendido de la misma manera a lo
largo de la historia del pensamiento occidental. En la antigüedad clásica el de-
bate realismo-escepticismo (o escepticismo-dogmatismo) es una cuestión de
grado: los argumentos escépticos van dirigidos a probar que el error es tan o
más probable que el acierto (de dónde se seguiría que nuestras pretensiones
de conocimiento no son legítimas). Para ello el escéptico recurre a todos los
tipos de evidencias y creencias justificadas que el realista utiliza. De ahí los
diez «modos» de Sexto Empírico, en los que cada argumento concluye una
mayor probabilidad de error a partir de la presencia de algún tipo específico
de contradicción entre evidencias. Además, en la Grecia Antigua los argumen-
tos pretenden tener tanto relevancia social como consecuencias prácticas. El
escéptico Pirrón anhela producir con sus argumentos, tras la suspensión del
juicio, la «ataraxia», no solo un estado de ánimo sino también una pauta con-
ductual. Las dudas escépticas de los sofistas buscan influir en las actitudes de
sus conciudadanos de la polis hacia las prácticas religiosas y las convenciones
29
Capítulo 1_Maquetación 1 06/08/2015 17:41 Página 30
30
Capítulo 1_Maquetación 1 06/08/2015 17:41 Página 31
31
Capítulo 1_Maquetación 1 06/08/2015 17:41 Página 32
32
Capítulo 1_Maquetación 1 06/08/2015 17:41 Página 33
vivo. Las terminaciones nerviosas han sido conectadas a una computadora súper
científica que provoca en esa persona la ilusión de que todo es perfectamente normal.
Parece haber gente, objetos, cielo, etc.; pero en realidad todo lo que la persona (us-
ted) está experimentando es resultado de impulsos electrónicos que se desplazan
desde la computadora hasta las terminaciones nerviosas. La computadora es tan
ingeniosa que si la persona intenta alzar su mano, el «feedback» que procede de
la computadora le provocará que «vea» y «sienta» que su mano está alzándose.
Por otra parte, mediante una simple modificación del programa, el diabólico cien-
tífico puede provocar que la víctima «experimente» (o alucine) cualquier situación
o entorno que él desee. También puede borrar la memoria de funcionamiento del
cerebro, de modo que la víctima crea que siempre ha estado en ese entorno. La víc-
tima puede creer incluso que está sentado, leyendo estas mismas palabras acerca de
la suposición, divertida aunque bastante absurda, de que hay un diabólico científico
que extrae cerebros de los cuerpos y los coloca en una cubeta de nutrientes que los
mantiene vivos. Las terminaciones nerviosas se suponen conectadas a una compu-
tadora súper científica que provoca en la persona la ilusión de … (Hilary Putnam
1981, pp. 21-22).
(ej4) Los engaños de la memoria de WITTGENSTEIN. Supongamos que
hubiera una persona que siempre adivinara correctamente lo que yo me digo a mí
mismo en el pensamiento. (Da igual cómo lo logra.) ¿Pero cuál es el criterio para
determinar que lo adivina correctamente? Bueno, yo soy un hombre veraz y confieso
que los ha adivinado correctamente. –¿Pero no podría yo equivocarme, no me po-
dría engañar la memoria? ¿Y no podría ser siempre así cuando expreso –sin men-
tir– lo que he pensado para mis adentros? (Ludwig Wittgenstein 1953, p. 50)
33
Capítulo 1_Maquetación 1 06/08/2015 17:41 Página 34
sentido, y ganan su validez o invalidez (la duda que valía para John Nash no
vale para las personas en situaciones normales). Precisamente esta falta de
contexto de las dudas filosóficas, proveniente de su carácter teórico, es una de
las razones si no la razón principal por la cual Wittgenstein y otros filósofos
de orientación pragmática acusan al discurso epistemológico tradicional de
falta de significatividad, y a las dudas filosóficas de ser incomprensibles.
iii) más globales vs. más locales. En general, la duda del filósofo escéptico
tiene un carácter más global que las dudas reales. Normalmente los argumen-
tos escépticos van dirigidos a una fuente de evidencias o un ámbito del cono-
cimiento in toto, cuando no a todo conocimiento o fuente de evidencias sea
cual sea su especie. En situaciones reales, y salvo casos excepcionales como
los que describíamos unos parágrafos antes, la duda escéptica es local: uno no
duda sobre todo el conocimiento de naturaleza perceptiva, sino sobre el que
depende del uso de sus ojos (que quizás le fallan con la edad) o quizás solo
sobre la información de naturaleza cromática (quizás alterada por la ilumina-
ción en el entorno); o uno no duda sobre todo el conocimiento basado en el
testimonio, sino sobre el testimonio de los mass media (quizás un mero ins-
trumento manipulador del poder capitalista) o de un determinado periódico
local (que parece dar noticias contradictorias).
iv) todo o nada vs. gradual. El filósofo acaba tomando una decisión del
tipo todo o nada: con sus argumentos pretende demostrar de una vez y para
siempre que nuestro conocimiento está fundamentado (el realista) o que no
lo está en absoluto (el escéptico). Esto no es así en la vida real. Casi nunca usa-
mos un simple argumento para forzar al auditorio y a nosotros mismos a adop-
tar (o refutar) definitivamente una opinión, sino solo para aumentar nuestro
grado de compromiso con (o de confianza en) ella, y los argumentos escépti-
cos no son una excepción. Un buen argumento escéptico puede disminuir
nuestro grado de confianza en los informativos televisivos, aunque no nos
fuerce a restarles toda credibilidad.
34
Capítulo 1_Maquetación 1 06/08/2015 17:41 Página 35
clina la balanza hacia un lado o el otro (el realista o el escéptico), entonces po-
demos recomendar al sujeto real que pruebe el mismo recurso cuando el caso
real guarda el suficiente parecido con el caso hipotético. Una muy buena razón
para seguir esta vía puede darse desde el sano sentido común: si tengo un pro-
blema que no soy capaz de solucionar por mí mismo lo sensato es que acuda
a un experto, los expertos en fundamentación del conocimiento son los filó-
sofos; ergo, acudo a los filósofos. Ahora bien, añadiría un matiz también de
sano sentido común: esto solo funciona si el experto tiene verdadera voluntad
por resolver el problema real, y no se afana en especulaciones contrafácticas.
Como hemos visto en este capítulo, dos cosas son necesarias para ello: sim-
plificar el problema teórico, y acercarlo al caso real. Mi propuesta, que se per-
geñará en el próximo capítulo, es tirar solo del hilo del lenguaje (concentrarme
solo en la verbalización del conocimiento, en las afirmaciones o negaciones
de que se sabe), y dentro de él, hilar más finamente la hebra de la argumenta-
ción (concentrarme en el juego de verbalizaciones a favor y en contra del co-
nocimiento). Y la principal razón para eso, como se verá, es que la moderna
Teoría de la Argumentación, y más concretamente la noción de patrón argu-
mental, es idónea para salvar las diferencias descritas entre los casos filosóficos
y los casos reales.
35
Capítulo 1_Maquetación 1 06/08/2015 17:41 Página 36
Capítulo 2_Maquetación 1 06/08/2015 19:48 Página 37
CAPÍTULO 2
1
Existe un enorme desacuerdo acerca de cuáles son los verdaderos componentes de un argu-
mento: o bien las palabras mismas que forman el enunciado, vacías de todo significado (ora-
ciones), o bien los pensamientos o ideas expresadas por esas oraciones (proposiciones), o bien
37
Capítulo 2_Maquetación 1 06/08/2015 19:48 Página 38
38
Capítulo 2_Maquetación 1 06/08/2015 19:48 Página 39
39
Capítulo 2_Maquetación 1 06/08/2015 19:48 Página 40
xPx xQx
Con ello, el lógico simbólico predica que cualquier argumento que pueda
formalizarse como el anterior es un argumento válido. Igualmente, el lógico
simbólico puede señalar que la siguiente no es una regla de inferencia válida,
2
Suele datarse en Hamblin 1970 el inicio de este renacer de la teoría de la argumentación. Al-
gunas de sus escuelas o focos más potentes son la Pragmadialéctica de Van Eemeren y Groo-
tendorst, la Lógica Informal de Johnson y Blair, la aproximación Pragmática de Walton y Woods,
y (aunque operen más a un nivel metateórico) la ética discursiva de Habermas y Apel. En el
ámbito hispano nos encontramos con un grupo cada vez más consolidado con autores como
L. Vega, P. Olmos, C. Pereda, C. Santibáñez, J. M. Sagüillo, R. Morado, H. Marraud...
40
Capítulo 2_Maquetación 1 06/08/2015 19:48 Página 41
con lo cual estará afirmando que cualquier argumento que se formalice como
este es inválido:
x (Px Qx)
xPx xQx
Por su parte, en un libro de Teoría de la Argumentación nos podemos en-
contrar con la siguiente receta para construir argumentos:
Argumento de la correlación causal
PREMISA: Siempre que ocurre A ocurre B.
CONCLUSIÓN: Por lo tanto A es causa de B.
Deben darse ciertas condiciones: muestra suficiente, casos no sesgados, control
de las desviaciones, etc… Un ejemplo: Siempre que pelo cebollas mis ojos lagrimean.
Por lo tanto, pelar cebollas causa lagrimeo.
Con ello, el teórico de la argumentación nos indica que construyendo un
argumento similar al anterior en una situación real es muy probable que ga-
nemos plausibilidad o respaldo para su conclusión. Asimismo, el teórico puede
añadir algunos casos en que el argumento causal no funciona, por ejemplo:
Falacia de Efectos Conjuntos
Se infiere una relación causa-efecto entre dos fenómenos que en realidad son ambos
efectos de la misma causa: siempre que ocurre A ocurre B, por lo tanto A es la causa de
B (cuando A y B son efectos de la misma causa C). Un ejemplo: Siempre que tengo la
nariz atascada tengo la garganta irritada, por lo tanto la congestión nasal causa irri-
tación de garganta (cuando en realidad ambos son efectos de un resfriado).
Este mínimo ejemplo sirve para ilustrar las diferencias que habitualmente
se señalan entre las aproximaciones de la Lógica Simbólica (LS) y la Teoría
de la Argumentación (TA). Enumerémoslas:
Uno: LS es formal. TA es informal.
Dos: LS pretende dar reglas universales. TA da reglas de alcance limitado
y dependientes del contexto.
Tres: LS se concentra en aspectos sintácticos y semánticos. TA en aspectos
pragmáticos.
Cuatro: LS pretende caracterizar inferencias necesarias y argumentos vá-
lidos. TA se ocupa también de argumentos que confieren solo un incremento
de plausibilidad o respaldo a la conclusión.
Cinco: LS tiene una orientación más teórica. TA una orientación más práctica.
A pesar de que existen algunas diferencias de grado entre TA y LS en la
línea de las que acabo de enumerar, deseo defender que no constituyen apro-
41
Capítulo 2_Maquetación 1 06/08/2015 19:48 Página 42
3
De hecho, las lógicas no monótonas, que nacieron precisamente para estudiar el razonamiento
de sentido común, han sido utilizadas con bastante éxito para estudiar el tipo de argumentación
informal, gradual y contextualizada hacia la que se dirige la moderna teoría de la argumentación.
Véase por ejemplo Dung 1995.
42
Capítulo 2_Maquetación 1 06/08/2015 19:48 Página 43
4
Caracterizaciones de este estilo pueden encontrarse en manuales como Walton 2008, Eemeren,
Grootendorst y Snoeck 2001, Eemeren y Grootendorst 2004, Vega 2003, Woods y Walton
43
Capítulo 2_Maquetación 1 06/08/2015 19:48 Página 44
1982 o el clásico Hamblin 1970. Aunque habitualmente se caracterizan distintos tipos de in-
tercambio argumentativo según la finalidad perseguida (p. ej., persuasivo, negociador, búsqueda
de información, consulta al experto, discusión e investigación en Walton 1992, p. 12), yo no
voy a añadir esta distinción, pues en la práctica solo prestaremos atención a la argumentación
epistémica.
44
Capítulo 2_Maquetación 1 06/08/2015 19:48 Página 45
45
Capítulo 2_Maquetación 1 06/08/2015 19:48 Página 46
argumento y que inglés, más coloridamente, califican como for the sake of the
argument). Lo contrario supondría incurrir en la falacia de «pérdida del hilo»,
maniobra que consiste, básicamente, en irse por las ramas para evitar entrar
en el meollo de las preguntas. Para distinguir este tipo de razones respecto a
las justificaciones de los compromisos en ocasiones las llamaré respaldos (que
connota un tipo de soporte más débil), aunque para evitar un discurso más
artificioso de lo necesario seguiré diciendo que uno está justificado a adoptar
el supuesto cuando uno tenga un respaldo para el supuesto.
Por último, el historial de movimientos previos (o historial a secas) son, sim-
plemente, los pasos que ya se han tomado en la argumentación, ya sea la formu-
lación de argumentos o la introducción o cancelación de nuevos compromisos,
preguntas o supuestos.
Reglas argumentales
Los intercambios argumentativos no se producen al azar, ni tampoco al capri-
cho de los participantes. Existen una serie de reglas (reglas argumentales) que
determinan qué movimientos son lícitos en cada momento y qué alteraciones
produce cada movimiento en los conjuntos de objetivos, supuestos y compro-
misos. El procedimiento estándar para obtener una justificación (o un res-
paldo) es mediante un argumento. En este caso, las premisas del argumento
son la justificación de la conclusión, y las reglas argumentales las que nos fuer-
zan a aceptar la conclusión una vez que nos hemos comprometido con las pre-
misas. Veamos algún ejemplo de regla argumental, para que resulte más claro
todo esto:
«si el participante A tiene un compromiso con p y un compromiso con
“necesariamente p implica q”, entonces si cualquier participante formula el ar-
gumento “Si p, entonces q. Y p. Por lo tanto, q”, el participante A debe adoptar
el compromiso con q»,
«si el participante A ha adquirido previamente un compromiso con p y
este no ha sido cancelado, A no puede adquirir un compromiso con no p»,
«si A alega como único respaldo para el compromiso con p que a A le con-
viene que p sea verdadero, A no puede adquirir el compromiso con p»,
«si A aceptó p como supuesto, e infirió q de p, A no puede adoptar el com-
promiso con q hasta que cancele el supuesto p».
Las reglas argumentales sirven para dirigir y ordenar el intercambio argu-
mentativo entre varias personas. Llamaré sistema argumental al conjunto de
reglas argumentales que una o varias personas siguen para dirigir su intercam-
bio argumentativo.
La propiedad más interesante de un argumento en un contexto argumen-
tativo es que fuerce a los participantes a aceptar su conclusión: cogencia. Un
46
Capítulo 2_Maquetación 1 06/08/2015 19:48 Página 47
5
Evidentemente este término es un neologismo o, más exactamente, un extranjerismo, pues no
es sino una castellanización de la palabra inglesa cogent, de amplio uso en la literatura anglosajona
sobre argumentación. Hubiera preferido utilizar el término «válido» si no temiera la rápida
asociación con el término técnico que se usa en Lógica. Otras alternativas, como «persuasivo»
o «convincente», no recogen el carácter objetivo y normativizado que pretendo dar al concepto,
por lo que confío en que el lector disculpe el tecnicismo.
6
No hay que identificar estas variables solo con las variables individuales de la lógica de predi-
cados. Cualquier factor relevante para el significado de los enunciados que componen un ar-
gumento que se deje abierto en el patrón argumental es aquí una variable.
47
Capítulo 2_Maquetación 1 06/08/2015 19:48 Página 48
dicho contexto. Por ejemplo, un mismo argumento del tipo ad baculum puede
ser falaz en un contexto epistémico (cuando se quiere averiguar si p es verda-
dero) pero ser cogente en un contexto de negociación (donde se trata de pactar
si se acepta p). Una realización del patrón argumental ad ignorantiam, que nor-
malmente resulta falaz, puede ser cogente en un contexto en el que la mejor
explicación de que no sepamos que p es que p es falso (p. ej.: si existieran las
hadas, lo sabríamos). Adviértase que eso también ocurre al nivel de los patro-
nes argumentales que «salen» de las reglas de inferencia de la lógica simbólica.
Un argumento del tipo modus tollens puede ser cogente en el contexto de un
discurso fáctico, pero no cogente en el contexto de una discusión moral o en
el contexto de un discurso contrafáctico.
Una tarea, pues, de cualquier teórico de la argumentación que se precie,
una vez que ha caracterizado un patrón argumental, será la de especificar a)
propiedades del contexto y la realización argumental tales que si están presen-
tes el argumento tiende a ser falaz, y b) propiedades del contexto y la realiza-
ción argumental tales que si están presentes el argumento tiende a ser cogente.
Lo ideal, desde luego, sería dar con conjuntos necesarios y suficientes para
cada uno de los dos casos, aunque, dada la orientación práctica del trabajo del
teórico de la argumentación cualquier condición necesaria o suficiente para
cogencia, o necesaria o suficiente para falacia, o cualquier propiedad estadísti-
camente asociada a uno de los dos casos que se logre dar constituye un resul-
tado valioso. Se trata, pues, de dar con especificaciones de patrones argumentales:
una propiedad que regularmente acompaña a la cogencia de la realización del
patrón argumental (las llamaré también condiciones de cogencia), o una propie-
dad que regularmente acompaña a la falacia del patrón argumental (las llamaré
condiciones de falacia).
Contextos epistémicos
Como ya he dicho, mi intención es examinar problemas epistemológicos
desde la perspectiva de la teoría de la argumentación, así que en este apartado
me encargaré de reducir las principales nociones epistémicas a nociones argu-
mentales. Para ello consideraré un tipo específico de contextos argumentales:
contextos epistémicos. Un contexto epistémico está formado por un conjunto de
objetivos (enunciados cuyo valor de verdad desea ser conocido), uno o varios
sujetos epistémicos cada uno con un conjunto de creencias, un conjunto de
supuestos tanto de fondo como introducidos en el curso de la argumentación,
y un historial de movimientos previos, incluyendo el recorrido de argumentos
y la introducción de evidencias y supuestos nuevos.
A primera vista, el contexto en que se formula un argumento y aquel en
que se adquiere un nuevo conocimiento no son muy distintos. La diferencia
48
Capítulo 2_Maquetación 1 06/08/2015 19:48 Página 49
49
Capítulo 2_Maquetación 1 06/08/2015 19:48 Página 50
modo que he defendido, unos párrafos atrás, que los resultados de la lógica
simbólica pueden y deben ser entendidos a partir de las propiedades especifi-
cadas para la moderna teoría de la argumentación, quiero defender ahora que
los casos filosóficos pueden y deben ser entendidos a partir de las propiedades
de los casos reales.
El punto de apoyo para poder operar sobre los casos reales a partir de los
casos filosóficos, el fulcro de nuestra palanca, es la noción de patrón argumen-
tal. Al fin y al cabo, como se irá comprobando a lo largo de este trabajo, filóso-
fos y gente de la calle usan los mismos patrones argumentales (no hay nada
específico a este respecto en la argumentación del filósofo), y la única diferen-
cia entre unos y otros es que en los casos filosóficos la ausencia de elementos
contextuales hace más difícil de comprender y evaluar el argumento. De otra
manera: el argumento del filósofo es más esquemático, presenta el patrón ar-
gumental al desnudo, mientras que el argumento del hombre de la calle tiene
toda la concreción de una ejemplificación real del patrón argumental. Esta di-
ferencia marca el camino a seguir una vez que hayamos definido y clarificado
los patrones argumentales escépticos presentes en la literatura filosófica: ir
añadiendo especificaciones a cada patrón argumental que lo hagan aplicable
a la situación real; es decir, ir proporcionando condiciones de cogencia y con-
diciones de falacia que nos permitan determinar en situaciones reales cuándo
el argumento es cogente (si se dan las condiciones de cogencia) o falaz (si se
dan las condiciones de falacia).
50
Capítulo 2_Maquetación 1 06/08/2015 19:48 Página 51
51
Capítulo 2_Maquetación 1 06/08/2015 19:48 Página 52
7
Aunque como indicaba en nota al final del capítulo anterior existen muchas y muy buenas mo-
nografías sobre el escepticismo, ninguna se centra, por lo que yo sé, en el aspecto argumentativo.
Tampoco ninguna ofrece una enumeración o clasificación de los argumentos escépticos ni llega
a tratar todos los patrones que se discuten en este libro. Solo Naess 1969 muestra un mayor interés
por dar cuenta de los distintos aspectos dialécticos del debate realismo-escepticismo.
52
Capítulo 2_Maquetación 1 06/08/2015 19:48 Página 53
compararse con la que existe entre los cuadros y otras obras de arte y los es-
quemas pictóricos correspondientes. Su validez no radica en que el esquema
esté o no presente de alguna manera más o menos misteriosa en el cuadro,
sino en que comparando el cuadro con el esquema obtenemos una visión más
rica y comprehensiva del mismo.
Pero todavía más, si avanzamos desde el objetivo clarificador hacia el ob-
jetivo terapéutico y, dando un paso más adelante, al objetivo práctico, resulta
que no solo el modelo formal, sino también el texto filosófico, debe ser tomado
como un «objeto de comparación» cuando tratamos con los casos reales. Una
vez más la relación entre el caso filosófico y el caso real deber ser entendida, a
mi juicio, como la que hay entre los cuadros y los esquemas pictóricos; salvo
que en este caso la validez del esquema no radica solo en su utilidad para com-
prender mejor cuadros ya existentes, sino también en la ayuda que puede pres-
tarnos en la elaboración de nuestros propios cuadros (como los usa, pues, no
el espectador de un cuadro, sino el pintor en su creación).
53
Capítulo 2_Maquetación 1 06/08/2015 19:48 Página 54
ARGUMENTO DE LA MALA FE
(MF1) Tengo una presunta justificación para creer que p solo si deseo que
p sea verdadera (o solo si pido que creas que p).
(MF2) Si tengo una justificación para creer que p solo si deseo que p sea
verdadero (o solo si pido que creas que p) entonces no sé que p.
Por lo tanto,
(MF3) No sé que p.
54
Capítulo 3_Maquetación 1 06/08/2015 17:36 Página 55
CAPÍTULO 3
ABOGADO: Así que declara usted que cuando llegó a la escena del crimen vio a
X saliendo por la ventana en dirección al jardín. ¿Había suficiente luz como
para reconocer satisfactoriamente a la persona que vio salir por la ventana?
TESTIGO: Bueno, las luces del salón estaban encendidas...
ABOGADO (tras una pausa): Declara también que pudo ver cómo X se reunía
en el jardín con otra persona, tras salir por la ventana, ¿pudo reconocer a esa
otra persona?
TESTIGO: No, estaba muy oscuro.
TESTIGO: Ajá, así que había suficiente luz para reconocer a X, pero no había su-
ficiente luz para reconocer al otro misterioso sujeto. Señorías, miembros del ju-
rado, es obvio que el testigo se contradice y que su testimonio no puede ser tenido
en cuenta en este juicio.
3.1. ClaRifiCaCióN
Un clásico
El primer patrón argumental al que prestaremos atención es uno de los más
simples (sino el que más). En esencia, la estrategia escéptica que sigue este pa-
trón consiste en buscar contradicciones dentro del conjunto de evidencias que
apoyan el conjunto de creencias sobre el que se quiere plantear la duda1. En
su versión más pura, el escéptico alega que dada cualquier creencia p de cierta
clase y la evidencia X2 que uno toma como justificación para creer que p, siem-
1
Recuérdese lo dicho en el capítulo 1 en torno al alcance de la duda escéptica: esta se plantea
en torno a un conjunto de enunciados X cuya justificación depende de una determinada acción
epistémica, o de un procedimiento epistémico, o de una fuente de evidencias, o de un sistema
epistémico (en cada caso el alcance de la duda es diferente).
2
Nota bene: X ha de ser entendido como la descripción de una acción epistémica y su resultado.
No ha de incluirse dentro de X la afirmación de que el resultado obtenido es una justificación
para creer que p, ya que en ese caso los argumentos escépticos no tendrían ningún sentido.
55
Capítulo 3_Maquetación 1 06/08/2015 17:36 Página 56
pre podemos encontrar una evidencia Y que parece una buena justificación
para creer que no p (o para creer alguna otra proposición q incompatible con
p). a partir de ahí se argumenta que si una creencia tiene dicha propiedad (ad-
mitir una evidencia en su contra) entonces no puede ser genuino conoci-
miento. Esquemáticamente:
aRgumENto DE laS EviDENCiaS CoNtRaRiaS
(C1) Hay una presunta justificación X para creer que p, y hay una presunta
justificación Y para creer que no p.
(C2) Si hay una presunta justificación X para creer que p, y hay una pre-
sunta justificación Y para creer que no p, entonces no sé que p.
Por lo tanto,
(C3) No sé que p.
3
Dice Protágoras que sobre cualquier tema se pueden mantener con igual valor dos tesis contrarias (Sé-
neca, epist. 88, 43). Fue el primero en sostener que sobre cualquier cuestión existen dos argumentaciones
opuestas la una a la otra (Diogenes laercio, iX 51). Citados según Sofistas, circa v a.C., p. 54.
56
Capítulo 3_Maquetación 1 06/08/2015 17:36 Página 57
Algo de casuística
observando de cerca los ejemplos podemos percatarnos de que confluyen va-
riantes del patrón argumental, diferenciadas entre sí principalmente según el
alcance de la duda escéptica generada por la contradicción. Precisamente una
de las claves del éxito dialéctico de la argumentación escéptica, cuando algún
«Pirrón» nos acribilla con una batería de argumentos que siguen este patrón,
consiste en acumular contradicciones que afectan a aspectos distintos de nues-
57
Capítulo 3_Maquetación 1 06/08/2015 17:36 Página 58
58
Capítulo 3_Maquetación 1 06/08/2015 17:36 Página 59
4
Recordaré, solo a título ilustrativo, el papel que para freud juega la contradicción en la genea-
logía del trauma.
59
Capítulo 3_Maquetación 1 06/08/2015 17:36 Página 60
60
Capítulo 3_Maquetación 1 06/08/2015 17:36 Página 61
—me gustan las almendras, el día es muy bonito, y no me gustan las al-
mendras.
Siempre que no pensemos que está hablando figuradamente (por ejemplo
haciendo un juego de palabras) inmediatamente calificamos la proferencia an-
terior como ilícita. Nadie puede pretender querer decirnos algo con tal frase,
o pretender que nosotros entendamos algo al escucharla. Simple y llanamente
decir p y no p es decir un sinsentido, es como no decir nada.
Por otro lado, hay reglas argumentales tácitas que exigen una respuesta cuando
detectamos una contradicción entre distintos compromisos de un interlocutor.
imagina que interrumpes a un amigo en medio de la discusión para decirle:
—Acabas de afirmar que Felipe González fue un buen presidente de gobierno.
Pero hace apenas un rato dijiste que absolutamente todos los buenos presidentes de
España habían sido del PP, de lo que se sigue que Felipe González, de quien dices
que ha sido un bien presidente, debería ser del PP. Pero es del PSOE. Así que estás
siendo inconsistente.
ante esta acusación nuestra, la obligación de nuestro interlocutor es dar
marcha atrás, revisar sus datos, y desdecirse de alguno de sus compromisos.
Es más, sentimos que la conversación no puede proseguir hasta que se resuelva
la contradicción. Y si el interlocutor hiciera caso omiso de nuestra observación
y siguiera su argumentación como si nada, entonces decidiríamos que no vale
la pena intentar razonar con él: podríamos abandonar la conversación y, sin
ningún cargo de conciencia, girar sobre nuestros talones y alejarnos mientras
nuestro interlocutor sigue parloteando, pues al perder la racionalidad su dis-
curso ha perdido la significatividad7.
llegados aquí, pienso, puede verse cuál es el origen de esa vivencia peca-
minosa de la contradicción de la que hablaba antes. la existencia de reglas
tanto argumentales como lingüísticas que penalizan las contradicciones ma-
nifiestas nos induce a pensar que la consistencia lógica es un requisito de ra-
cionalidad. Pero hay aquí un equívoco respecto a cómo funcionan esos
principios tácitos, los cuales, como hemos visto, son de naturaleza pragmática
y no semántica o psicológica. En efecto, obviar una contradicción manifiesta
es, como acabo de decir, un síntoma de irracionalidad. Pero solo cuando la
contradicción es explicita y solo cuando no tomamos ninguna medida al res-
pecto; cuando, vamos a decirlo así, nos permitimos «seguir como si nada»
después de haber detectado la inconsistencia. al menos con respecto a las con-
tradicciones latentes, las que todavía no han salido a la luz, su existencia es
7
incluso, también, la humanidad, tal y como expresa sin ningún complejo aristóteles en la Me-
tafísica: Pero si todos igualmente yerran y dicen verdad, para quien tal sostenga no será posible ni pro-
ducir un sonido ni decir nada. Pues simultáneamente dice estas cosas y no las dice. Y si nada cree, sino
que igualmente cree y no cree, ¿en qué se diferenciará de las plantas? (aristóteles, libro iv, cap. 3).
61
Capítulo 3_Maquetación 1 06/08/2015 17:36 Página 62
8
De hecho, los fallos del principio de omnisciencia lógica, como todo fallo de la regla de inter-
cambio de expresiones equivalentes, no son sino un síntoma de que los contextos epistémicos
son contextos intensionales o, en la jerga de quine, contextos opacos, por lo que resulta muy
difícil conciliar el principio de omnisciencia lógica con la usual consideración de los estados
epistémicos como actitudes proposicionales intensionales. De hecho, la razón por la que en la
lógica epistémica se tiende a adoptar K (el alter ego formal del principio de ominsciencia lógica)
es más técnica que filosófica. la condición semántica asociada a K es la de que los mundos po-
62
Capítulo 3_Maquetación 1 06/08/2015 17:36 Página 63
Paraconsistencia
ahora bien, incluso cuando hablamos de las contradicciones explícitas, en las
cuales uno ya ha llevado a cabo la inferencia y sacado a la luz la inconsistencia,
el no ser capaz de deshacerlas no nos hace, inexorablemente, irracionales. En
el próximo apartado describiré algunos procedimientos para deshacer contra-
dicciones, pero hay ocasiones en que estos métodos no dan resultado. oca-
siones en las que, por un lado, no somos capaces de determinar cuál o cuáles
de las evidencias o de las inferencias involucradas es incorrecta, y por el otro,
las dos creencias contradictorias nos resultan igual de preciosas o plausibles,
por lo que no encontramos una razón para renunciar a una en favor de la otra.
En una situación tal simplemente no podemos decidir entre dos alternativas
excluyentes; si p es verdad..., si no p es verdad... una vez más, la lógica clásica
nos ayuda poco o nada a resolver el problema. De hecho, más bien lo agranda.
una de las reglas de la lógica clásica es la regla de ex contradictione quod libit
(ECql), que nos permite inferir cualquier proposición a partir de una sola
contradicción:
ECql (ex contradictione quod libit)
De «P y no P» inferir «q».
al aplicar ECql a una contradicción se produce una suerte de explosión
inferencial: absolutamente cualquier enunciado es ahora deducible. algo que
sin duda produce vértigo, y que ha contribuido a fomentar el «miedo a las
contradicciones». además, ECql se sigue de leyes lógicas muy básicas9, por
lo que durante mucho tiempo se pensó que la explosión inferencial era un re-
solo los mundos donde tanto p como q son verdaderos). Por lo tanto, si deseamos considerar
alternativas epistémicas donde sean verdaderos algunos enunciados pero falsas algunas de sus
consecuencias lógicas deberemos o abandonar la lógica clásica o introducir algún recurso formal
adicional. la segunda opción es la elegida por Hintikka 1975, quien introduce en la semántica
«mundos posibles imposibles» que estarían entre las alternativas epistémicas para el caso en
el que el agente epistémico cometa errores lógicos.
9
la más célebre demostración de ECql (seguramente debida a Pseudo Escoto, quien de «So-
crates y Socrates no existe» deduce «un hombre es un asno») parte de tres reglas muy básicas
de la lógica clásica: Eliminación de la Conjunción (de P y q inferir P –o q–), Silogismo Dis-
yuntivo (de P o q y no P inferir q) y Doble Negación (de P inferir no no P), por lo que es ne-
cesario revisar alguna de estas venerables reglas para eliminar el ECql:
(1) P y no P
(2) P (eliminación de la conjunción, 1)
(3) P o q (introducción de la disyunción, 2)
(4) no P (eliminación de la conjunción, 1)
(5) q (silogismo disyuntivo, 3,4).
63
Capítulo 3_Maquetación 1 06/08/2015 17:36 Página 64
10
véase Priest, Routley y Norman (eds.) 1989 o Priest 2007 para una detallada explicación de
las lógicas paraconsistentes.
11
algunas estrategias más sofisticadas pueden encontrarse en la lógica autoepistémica y en la
lógica de Revisión de teorías, que modelizan los procesos mediante los cuales revisamos nues-
tro conjunto de creencias ante la aparición de nuevas evidencias, incluyendo las que dan lugar
a contradicciones. véase por ejemplo, marek y truszczyński (1991), o alchourron et al. (1985).
64
Capítulo 3_Maquetación 1 06/08/2015 17:36 Página 65
12
tal y como se pronuncia Rescher en su excelente libro sobre racionalidad: Contrary to wide-
spread opinion, one need not take the stance that consistency is an indispensably inevitable precondition
for cogent thought and rationally acceptable deliberation... Cognitive rationality is such does not involve
an absolute, unswerving commitment to consistency at any cost. Consistency is a prime desideratum
of rationality, but not an absolutely indispensable requisite for it. It should be viewed as not as a present
demand, but as an ultimate ideal. A preparedness to tolerate conflict and dissonance –nay, even in-
consistency– is often in the interests of doing as well as we can overall at this stage of game (Rescher
1988, pp. 90-91).
65
Capítulo 3_Maquetación 1 06/08/2015 17:36 Página 66
13
un punto que Wittgenstein no se cansa de repetir al inicio de las Investigaciones Filosóficas.
Recuerda una de sus metáforas más populares: 11. Piensa en las herramientas de una caja de he-
rramientas: hay un martillo, unas tenazas, una sierra, un destornillador, una regla, un tarro de cola,
cola, clavos y tornillos. —Tan diversas como las funciones de estos objetos son las funciones de las pa-
labras. (Y hay semejanzas aquí y allí).
14. Imagínate que alguien dijese: «Todas las herramientas sirven para modificar algo. Así, el martillo
la posición del clavo, la sierra la forma de la tabla, etc.». —¿Y qué modifican la regla, el tarro de cola,
los clavos? —«Nuestro conocimiento de la longitud de una cosa, la temperatura de la cola y la solidez
de la caja». ¿Se ganaría algo con esta asimilación de expresiones? (Wittgenstein 1954, pp. 27-29).
66
Capítulo 3_Maquetación 1 06/08/2015 17:36 Página 67
67
Capítulo 3_Maquetación 1 06/08/2015 17:36 Página 68
68
Capítulo 3_Maquetación 1 06/08/2015 17:36 Página 69
69
Capítulo 3_Maquetación 1 06/08/2015 17:36 Página 70
lógicos y están ordenadas de tal modo que nunca contradicen excesivamente la ex-
periencia sensorial sino que, por el contrario, la experiencia parece justificarlas
(Evans-Pritchard 1937, p. 319, citado por Winch 1964, p. 48).
De hecho, cometeríamos un error si intentáramos comprender y evaluar
el proceso epistémico del azande comparándolo con procesos epistémicos
análogos de nuestra cultura, ya que el acto de hechicería o de magia que es
«irracional» o «supersticioso» en una sociedad occidental contemporánea
no lo es en la cultura de los azande:
Es importante distinguir entre un sistema de creencias y prácticas mágicas como
el de los azande, que es uno de los principales fundamentos de toda su vida social
y, por otra parte, creencias mágicas que puedan ser sostenidas y ritos mágicos que
puedan ser practicados por personas pertenecientes a nuestra propia cultura. Estos
deben comprenderse de un modo diferente (Winch 1964, p. 40).
Como se ve, la idea que se desprende de estos ejemplos es que los sistemas
epistémicos son incomparables entre sí: hay una inconmesurabilidad entre los
procedimientos que se traslada a su vez a los resultados. la proposición «el
ganso ha muerto tras consumir el benge» significa cosas distintas para el
azande y el occidental, por lo que no se puede decidir quien lleva la razón en
torno a la cuestión de qué otras proposiciones son justificadas por ella. Estric-
tamente hablando, no hay auténtica disensión, pues son proposiciones y por
lo tanto argumentos distintos.
Por muy bien intencionada que sea la postura del relativismo cultural, y
por muy sana y pertinente que resulte en la dimensión de las costumbres y
usos sociales (quizás, también, en las dimensiones estética y religiosa y, con
más reservas, en las dimensiones política y ética), lo cierto es que en su di-
mensión epistémica se basa en una idea equivocada: la idea de que no pode-
mos evaluar sistemas epistémicos sin ser viciosamente circulares. ahora no
estamos en disposición de tratar no superficialmente esta cuestión, pues nos
remite al argumento de la circularidad, que examinaré en el capítulo 5. Solo
me gustaría señalar cómo la circularidad aparece en la comparación de siste-
mas epistémicos: cuando evaluamos el sistema epistémico X desde nuestro
sistema epistémico Y damos por sentada la validez del sistema epistémico Y;
ahora bien, la fiabilidad del resultado de la evaluación del sistema epistémico
X depende, claro está, de la fiabilidad de nuestro sistema epistémico Y, y esto
es algo (aquí es donde entra en juego el argumento de la circularidad) que no
podemos determinar desde Y mismo; así que si el resultado de la evaluación
de X es negativo, eso es una consecuencia tan solo del hecho de que (i) desde
el principio estaba suponiendo que mi sistema epistémico Y era el bueno, y
(ii) X es diferente de Y. Desde luego, no vale de nada intentar evaluar antes,
después o al mismo tiempo el sistema epistémico Y desde el sistema episté-
70
Capítulo 3_Maquetación 1 06/08/2015 17:36 Página 71
15
Recordaré de nuevo lo dicho en el capítulo primero de la necesidad de «acotar» el problema
de la fundamentación del conocimiento (en mi aproximación, «acotado» a la dimensión ar-
gumentativa). al igual que en el argumento del error opté por no entrar en cuestiones de teoría
de la Percepción y filosofía de la mente, aquí considero prudente no perderse en problemas
de filosofía del lenguaje.
71
Capítulo 3_Maquetación 1 06/08/2015 17:36 Página 72
dad de nuevos tipos de lógica, posibilidad que se han encargado de impulsar los
mismos lógicos modernos, sugieren que esta cuestión puede ser muy significativa
para la ciencia moderna... para la futura tecnología del pensamiento todavía es de
una mayor importancia lo que se puede llamar «lingüística contrastada» (Whorf
1956, pp. 268-270).
las mismas razones que hacían recomendable adoptar una pluralidad de
procedimientos epistémicos nos iluminan sobre las ventajas de los sistemas
epistémicos. No solo porque el contraste entre ellos es un recurso óptimo para
cotejar y testar metodologías. también porque dispondremos de más recursos
para actuar en ámbitos y dominios diversos, o para dar cuenta de distintos as-
pectos o elementos del mismo fenómeno.
3.4. PRáCtiCa
Para rematar este capítulo, presento el análisis práctico del patrón argumental.
En la medida en que tiene solo una finalidad práctica, no debe verse y mucho
menos evaluarse como si se tratara de una taxonomía teórica o una descom-
posición analítica del patrón argumental. más bien, intento recoger los distin-
tos aspectos que, repasando las aportaciones de los filósofos, hemos detectado
en los apartados anteriores para elaborar una suerte de recetario, una compi-
lación de consejos y medidas prudenciales que puedan ser utilizados en la
práctica de la vida cotidiana o en los ámbitos profesionales que lo requieran.
De alguna manera, puede verse como una especie de manual de emergencia
epistémico, que bien podría llamarse: «qué hacer en caso de contradiccio-
nes». Como todo manual, no está pensado para ser aplicado mecánicamente,
sino de manera crítica y prudencial, ya que hay una gran cantidad de conside-
raciones puramente pragmáticas (finalidad de la investigación, disponibilidad
de tiempo, importancia práctica de los resultados, etc...) que pueden tener
mucho peso a la hora de inclinar la balanza hacia un lado u otro, o que pueden
determinar la conveniencia o no de seguir ciertos pasos en la estrategia de fun-
damentación.
PaSo 1(subpatrón de la discrepancia de juicios): Comprueba si las contra-
dicciones son genuinas.
1.1. Si no lo son: el argumento escéptico es falaz,
1.2. si lo son: comprueba si hemos extrapolado o generalizado indebida-
mente resultados,
1.2.1. si hemos extrapolado o generalizado indebidamente: revisar
nuestras creencias al respecto,
1.2.2. si no hemos extrapolado o generalizado indebidamente: ir al paso 2.
72
Capítulo 3_Maquetación 1 06/08/2015 17:36 Página 73
73
Capítulo 3_Maquetación 1 06/08/2015 17:36 Página 74
74
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 75
CAPÍTULO 4
ABOGADO: El testigo declara haber visto a X saliendo por la ventana poco des-
pués de que tuviera lugar el crimen. ¿Está usted completamente seguro de que
se trataba de X y no de otra persona? ¿Podría usted asegurar que no se trata de
un error y que era otra persona muy parecida a X?
TESTIGO: Vi su rostro muy de cerca y con buena luz...
ABOGADO: Ya, pero ¿es completamente imposible que se tratara de otra persona?,
¿no se habría confundido usted si hubiera sido el hermano de X?
TESTIGO: Que yo sepa X no tiene hermanos...
ABOGADO: ¿O alguien disfrazado como X, alguien perfectamente caracterizado
como X quizás con el propósito de engañarle a usted? ¿Puede asegurar que es
del todo imposible que esté errado?
TESTIGO: Bueno, completamente imposible no.
ABOGADO: Ajá, así que reconoce que podría estar equivocado. Señoría, miembros
del jurado, es claro que no podemos tomar en cuenta el testimonio del testigo
pues él mismo admite que podría haber cometido un error y que de hecho no
sabe si era o no era X.
4.1. ClarifiCaCión
Errare humanum est
El patrón argumental que llamaré argumento de la posibilidad de error (en
ocasiones lo llamaré argumento del error para abreviar) es aparentemente muy
simple, pero también tremendamente efectivo. El argumento se asienta sobre
principios elementales de nuestras prácticas lingüísticas. Si alguien está equi-
vocado, se equivoca doblemente cuando dice que lleva razón. así que la pru-
dencia aconseja ser cauto cuando no se está seguro de las creencias propias, y
en vez de afirmar «Yo sé» utilizar alguna fórmula menos comprometedora
como «en mi opinión...», «me parece que...» o «las evidencias indican...».
75
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 76
76
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 77
77
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 78
1
En mi opinión donde mejor se ha llevado a cabo la exégesis de esta deriva filosófica, muy fre-
cuente en la filosofía contemporánea, es en el clásico de John austin (1962) Sense and Sensibilia.
En este trabajo procuraré no entrar más allá de lo imprescindible en esta discusión, que nos lleva
a temas de teoría de la percepción, filosofía de la mente y metafísica (recordemos lo que se dijo
en el capítulo 2 sobre la necesidad de «acotar» el problema de la fundamentación del conoci-
miento). En vez de ello, me concentraré en la tesis que toman como punto de partida tanto el
realista como el escéptico (tanto el disyuntivista como el internista): que el espejismo y la per-
cepción verídica son indistinguibles. dicho sea de paso, esa es también la vía que sigue austin
para romper la línea de razonamiento descrita. no en vano su propuesta, junto con la de moore
que citaré después, ha sido una fuente de inspiración fundamental para este capítulo.
78
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 79
plo con el que abríamos este capítulo seguramente pretendía tener ese efecto
desorientador. aparece pues, sobre todo, conectado con dudas menores y lo-
cales, aunque también se pueden encontrar ejemplos de dudas globales.
79
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 80
una vez efectuada esta primera leve pero necesaria clarificación, todavía
resta por hacer una distinción. Echando un vistazo a los ejemplos dados po-
demos advertir que hay una diferencia importante entre algunos de ellos res-
pecto a la fuerza de la conclusión a la que se quiere llegar. En los casos menos
plausibles, el escéptico pretende probar que no sabemos (en ningún sentido
de «saber») cuando existe una posibilidad de error. aquí podemos responder
más o menos fácilmente acudiendo al errare humanum est: declarando que
efectivamente nadie está vacunado contra los errores, pero que nosotros nunca
hemos pretendido ser infalibles ni estar en posesión de la verdad absoluta. Por
supuesto, el escéptico puede replicar diciendo que la certeza es un requisito
necesario para el conocimiento. Esto es lo que hace por ejemplo unger, quien
defiende que de la imposibilidad de la certeza se sigue la imposibilidad del co-
nocimiento: Si uno sabe que algo es así, digamos, que p, entonces se sigue que es
(perfectamente) correcto para uno estar completamente seguro sobre el asunto, y
esto es aceptado (quizás solo implícitamente) por los hablantes del español al menos
(unger 1975, p. 33, mi traducción2).
Y algunos realistas, efectivamente, han aceptado tal requisito. En todo caso
el argumento cambia, aunque la argumentación vaya a parar al mismo sitio. En
los siguientes apartados dejaré más clara esta cuestión, así como la ambigüedad
latente en la argumentación de unger. En cualquier caso, esta declaración de
humildad no sirve en los casos, más plausibles, en los que el escéptico quiere
llegar a la conclusión más débil de que no sabemos con certeza. Por ello, es
mejor para nosotros trabajar con dos subpatrones argumentales. En realidad
no son los únicos relevantes, ya que, como se verá más tarde, hay muchos sub-
patrones del argumento de la posibilidad de error. Pero es conveniente tener
presentes estos dos desde el principio en el análisis terapéutico que sigue. Se-
guiré llamándoles argumentos como hice con el patrón genérico del que son
subespecies, aunque en realidad, recordémoslo, son esquemas o tipos de argu-
mentos (los argumentos reales solo aparecen en contextos reales):
argumEnto dE la PoSibilidad dEl Error fuErtE
(PEf1) Sean cuales sean mis evidencias para creer p, es posible que se den
esas evidencias y que no se dé p.
(PEf2) Si es posible que se den mis evidencias para creer p y no se dé p,
entonces no sé (con o sin certeza) que p.
Por lo tanto,
(PEf3) no sé (con o sin certeza) que p.
2
El texto original es: If one knows that something is so, say, that p, then it follows that it is (perfectly)
all right for one to be absolutely certain that p, and this is accepted (perhaps only implicitly) by the
speakers of English at least.
80
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 81
81
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 82
82
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 83
nada inusitado salvo en casos como el de lázaro (aunque creo recordar que
este estaba tendido). Por el contrario, tomada in sensu composito, con el «es
posible» afectando a toda la oración, la oración es no solo falsa sino comple-
tamente absurda, ya que nadie, ni siquiera lázaro, puede estar andando y sen-
tado al mismo tiempo.
la distinción in sensu diviso/in sensu composito es fundamental en mu-
chos ámbitos de discusión filosófica y su análisis y hasta su propiedad no están
en absoluto exentos de polémica5, pero en el contexto del argumento del error
el análisis no plantea ningún problema. Sean E1, E2... las evidencias que apo-
yan mi creencia de que p. in sensu diviso la primera premisa del argumento
dice (utilizo paréntesis para dejar más clara todavía la forma de leerlo):
(E1, E2 y ....) y (es posible que no p),
mientras que in sensu composito dice:
Es posible que (E1, E2... y no p).
utilizando«◊» para traducir la locución «es posible que», «¬» para la
negación «no», y «Ù» para la conjunción «y», obtenemos la siguiente for-
83
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 84
filosófica delicada), y, por lo tanto, que solo podemos saber proposiciones ne-
cesarias. Esta es una de las peculiaridades, por ejemplo, del pensamiento clásico
griego, donde no se separaban tajantemente, de la manera nítida en que lo ha-
cemos ahora, las propiedades de la creencia y de su contenido. recordaré ahora
cómo Platón descarta el uso de los sentidos para producir conocimiento ba-
sándose en el carácter inconstante y contingente de los objetos físicos, lo que
le hace dirigir su gnoseología hacia el conocimiento de las ideas eternas e in-
mutables. Esta predilección por lo necesario como objeto de conocimiento per-
vive de una manera difusa en buena parte del pensamiento contemporáneo.
Suele considerarse como «mejor» o al menos como «más seguro» el conoci-
miento de ámbitos cuyo objeto, o al menos las propiedades del objeto que son
estudiadas, no está sujeto al azaroso influjo del devenir. así se suele remarcar
la excelencia de las matemáticas (objetos inmutables) frente a la física (propie-
dades inmutables, aunque menos, de objetos mutables) y la de esta frente a la
historiografía o la geografía (propiedades mutables de objetos mutables).
84
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 85
85
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 86
7
«teóricamente» independiente más que en la práctica, pues para determinar si algo es lógi-
camente posible tenemos que probar que no podemos deducir una contradicción, y no siempre
nos tomamos el mismo tiempo para (o nos tomamos con la misma seriedad) las tareas de cál-
culo que esto involucra. recuérdese lo que dijimos en el capítulo 3 en torno al principio de om-
nisciencia lógica. Por lo que respecta a la teoría, hay que decir también que «en la práctica»
los lógicos todavía no se han puesto de acuerdo sobre la noción de deducibilidad y, por lo tanto,
no está completamente claro lo que es y lo que no es lógicamente posible.
8
Cuando digo que la noción x es más débil que la noción y quiero decir que todo lo que es y es
x, pero no viceversa. Hay práctica unanimidad con respecto al hecho de que no hay una noción
más débil de posibilidad que la posibilidad lógica, si bien hay autores que han propugnado que
otras nociones de posibilidad son tan débiles como la de posibilidad lógica (por ejemplo Et-
chemendy con respecto a la posibilidad analítica o Carnap respecto a la posibilidad metafísica).
86
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 87
87
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 88
10
a pesar de los avisos al respecto de austin y moore ya mencionados, esta no es una distinción
que parezcan tener presente muchos filósofos contemporáneos. ni siquiera cuando Wittgens-
tein se añade al grupo de los cautos: 481. A quien dijera que por medio de datos sobre el pasado no
se le puede convencer de que algo va a ocurrir en el futuro — a ese yo no lo entendería. Se le podría
preguntar: ¿qué quieres oír? ¿Qué clase de datos serían para ti razones para creer eso? ¿A qué llamas
tú «convencerse»? ¿Qué tipo de convicción esperas tú? — Si esas no son razones, entonces ¿cuáles lo
son? — Si dices que esas no son razones, entonces debes ser capaz de indicar qué cosa debería ser el
caso para que pudiéramos decir justificadamente que existen razones para nuestra suposición. Pues
nótese bien: las razones no son en este caso proposiciones de las que se siga lógicamente lo creído. Pero
no se trata de que se pueda decir: para el creer basta menos que para el saber. Pues aquí no se trata
de una aproximación a la inferencia lógica (Wittgenstein 1953, p. 325).
Entre los exégetas de Wittgenstein, más centrados en los argumentos wittgensteinianos di-
rigidos a probar la imposibilidad de la duda escéptica, muchos olvidan este aspecto de su crítica.
una notable excepción es moyal-Sharrock: But how possible is it, in our world, that a person might
switch bodies? It is not possible, though it is imaginable. That is equivalent to saying that it is not
physically possible, though it is logically (in the broad sense) possible. The problem, however, is that
physical and logical possibilities are confused or conflated (moyal-Sharrock 2004, p. 170).
Por otro lado, es sintomático que en la discusión en torno al cerebro en la cubeta putna-
miano solo Christopher Hookway comente, casi de pasada, que there may be technological,
physical and physiological limitations to the extent of the deception which the wicked scientist could
induce (Hookway 1990, p. 59).
88
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 89
ilusión de un bastón doblado fuera del agua, y pasa a ser la percepción genuina
de un bastón sin doblez metido en el agua. Hemos pasado a saber distinguir
unos de otros, y por lo tanto, sabemos que los bastones que vemos como do-
blados fuera del agua no «pueden realmente» ser lisos por la simple razón de
que están fuera del agua.
lo mismo ocurre con las ilusiones visuales que ayer, Sánchez y compañía
describían al principio de este capítulo, después de que hayan sido explicadas
desde las ciencias cognitivas. la percepción de X como si fuera más grande
que Y es una apreciación verídica del efecto que produce en el aparato percep-
tivo de los seres humanos cierta propiedad intrínseca del dibujo que tenemos
delante. Si alguien declarara que él las ve como si fueran iguales (es decir, si
viera la proporción entre las longitudes de las líneas X e Y como más similar o
parecida a la que hay entre las líneas de dibujos en los que su longitud es la
misma que a la que hay entre las líneas de dibujos en que su longitud es dife-
rente) entonces nosotros diríamos que es él, y no nosotros, el que tiene una
mala percepción, una percepción ilusoria. quizás hasta terminásemos acusán-
dole de estar mintiendo, pues sabemos que la percepción verídica de ese tipo
de figuras tiene los rasgos que nosotros describimos, y no los de él.
Entonces, ¿por qué muchos filósofos (y alguna gente corriente) descartan
que la existencia de una explicación de la causa del error sirva para eliminar el
peso escéptico de las ilusiones y espejismos? la razón principal (dejando a un
lado la reducción de «saber» a «saber con certeza» de la que hablaré luego)
es que esas explicaciones hacen uso de evidencias perceptivas. Comoquiera
que estamos usando tales explicaciones para argumentar a favor de que otras
evidencias perceptivas son buenas justificaciones para nuestras creencias, el fi-
lósofo de turno piensa que nuestro razonamiento es circular, y por tanto, falaz.
así que hemos vuelto a ir a parar al problema de la circularidad, un problema
al que, como vemos, todos los patrones argumentales escépticos terminan en-
caminándonos. En el capítulo 5 encararemos el patrón argumental de la circu-
laridad, así que el lector tendrá que esperar hasta entonces para cerrar este
punto. ahora quiero pasar examen a otra consideración, en mi opinión menos
importante, que está actuando en el rechazo por parte de algunos filósofos al
recurso a la explicación de la causa del error como estrategia para refutar la ar-
gumentación escéptica. una consideración que está directamente relacionada
con una noción resbaladiza y peliaguda que vengo esquivando desde el co-
mienzo del capítulo, y a la que ya es hora de pasar revista: certeza.
Certeza
Creo que, obviando el problema de la circularidad, casi todo el mundo estaría
dispuesto a aceptar que una explicación de la causa del error es un dato valioso
89
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 90
para refutar el argumento del error en su versión fuerte (la dirigida a probar que
no sabemos sin certeza). muchos menos, por el contrario, serían proclives a acep-
tarlo en la refutación del argumento en su versión débil (cuya conclusión es que
no tenemos certeza). Y no les faltaría su parte de razón: si sé que en la situación
actual no concurre ninguna de las causas del error que se produjeron en el pasado
no tengo ninguna razón para decir que no sé ahora (no conozco ninguna posi-
bilidad de error); pero si sé que no soy infalible. Si, además, estoy en una situa-
ción en la que no sé completamente el conjunto de enunciados de lr (no
conozco las leyes naturales), situación en la que nos encontramos prácticamente
siempre, no puedo descartar que alguna otra causa de error (una inédita, una de
un tipo distinto a los ya instanciados) esté operando en el momento actual. Es
decir, no puedo afirmar tajantemente que sé con certeza.
debo manifestar mi completo acuerdo con el razonamiento anterior. Es
decir, si sabemos que hemos cometido errores utilizando un determinado pro-
cedimiento o un sistema epistémico en general, no estamos en condiciones
(al menos mientras no hayamos modificado el procedimiento o el sistema) de
afirmar que estamos seguros de que esta vez sí sabemos. Pero esto no quiere
decir en absoluto, como algunos filósofos parecen entender la conclusión del
silogismo, que no sabemos con certeza. adviértase que en la conclusión del
argumento aparecen otras expresiones, «no puedo afirmar tajantemente»,
«no estamos seguros», que están matizando de manera importante el tipo de
conocimiento del que se habla. la conclusión no es: no sabemos con certeza
que p. Sino: no sabemos con certeza que sabemos que p.
la diferencia puede parecer sutil, pero tiene una importancia dramática.
Como acabo de decir, mientras no conozcamos completamente las leyes rea-
les, lr, no podemos saber con certeza si el error es realmente posible. Pero
de ahí no se sigue que el error es realmente posible, como el escéptico alega,
ya que eso es algo que ni él ni nosotros sabemos. Si ocurre que el error es
realmente posible entonces sé con certeza, aunque no sepa con certeza o in-
cluso no sepa en absoluto que lo sé. Explicaré esto mejor.
En mi opinión, muchos de los enredos, puntos muertos y debates estériles
de la epistemología contemporánea provienen del hecho de que el filósofo tra-
baja con una noción muy fuerte de conocimiento. En el capítulo final abundaré
en este punto, pero ahora aclararé cómo afecta a la comprensión del que he lla-
mado argumento del error débil. Para ello comenzaré con algo de trabajo con-
ceptual. llamemos conocimiento con certeza a aquel en que no es posible
realmente el error (X sabe con certeza que p o tiene certeza de que p si X sabe
que p y no es realmente posible que X esté equivocado). Conocimiento con cer-
teza lógica es aquel en que no es lógicamente posible el error (X sabe con certeza
lógica que p si X sabe que p y no es lógicamente posible que X esté equivocado).
90
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 91
91
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 92
4.3. PráCtiCa
durante el análisis previo han salido a la luz varios subpatrones del patrón de
la posibilidad de error. todos los que resultan de interpretar «es posible» en
alguna de las maneras propuestas. Sin embargo, todavía no son suficientes.
debemos dotar todavía de mayor flexibilidad al patón argumental, pensando
sobre todo en dos aspectos del intercambio argumentativo (o del proceso epis-
témico) altamente variables. Por un lado, como ya señalé al introducir la no-
ción, el objetivo de la investigación o, en general, el tema o el ámbito del
discurso en el que nos encontramos, son determinantes respecto de la noción
de posibilidad real que se está utilizando. no hablamos del mismo tipo de
error, por ejemplo, si el que habla es un matemático o un físico, si estamos re-
visando una investigación policial en el juicio o cotejando el relato de un amigo
sobre lo que pasó en la fiesta de anoche. necesitamos tener en cuenta distintos
conjuntos de leyes (lr), para incorporar una amplia lista de nociones de po-
sibilidad con distinta fuerza, en cuyos extremos se colocarían la noción de po-
sibilidad lógica y la noción que llamaré de posibilidad actual (donde lr sería
la descripción de la situación actual del mundo). Por otro lado, es necesario
tener en cuenta el tipo de compromiso epistémico que se tiene con respecto
al enunciado creído p. aquí también el objetivo de la investigación es deter-
minante. En el peritaje policial que el fiscal incorpora al juicio, o en una inves-
tigación de ciencia natural, la más mínima posibilidad de error tiene una
importancia crucial. En un pronóstico meteorológico, o en la búsqueda de
clientes potenciales en un mercado muy amplio, una gran posibilidad de error
no solo es menos relevante, sino algo con lo que ya se cuenta (preferimos un
pronóstico rico y detallado aun cuando sea menos probable que uno simple).
Pero incluso dentro del mismo contexto epistémico los compromisos episté-
micos pueden variar mucho. Primero, porque algunos de los resultados epis-
témicos son menos relevantes para nosotros y nos importa menos una alta
posibilidad de error. Si estamos planificando un viaje no nos preocupa lo
mismo una gran posibilidad de error respecto al enunciado que dice que Ve-
nezuela tiene costa al Pacífico que respecto al que dice que la ciudad de bogotá
está exactamente a 2.333 metros de altitud. Y segundo, porque en las situa-
92
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 93
11
Este elemento pragmático asociado al grado de certeza exigible para el conocimiento en cada
situación epistémica es el responsable del problema muy discutido en la epistemología con-
temporánea de los casos high stake-low stake. Como en el ejemplo de Cohen 1999, dependiendo
de consideraciones pragmáticas lo que en una situación se considera una buena justificación
en otra no lo es, lo que a su vez evidencia la presencia de un elemento contextual en la adscrip-
ción de conocimiento: Mary and John are at the L.A. airport contemplating taking a certain flight
to New York. They want to know whether the flight has a layover in Chicago. They overhear someone
ask a passenger Smith if he knows whether the flight stops in Chicago. Smith looks at the flight itinerary
he got from the travel agent and respond, ‘Yes I know—it does stop in Chicago.’ It turns out that Mary
and John have a very important business contact they have to make at the Chicago airport. Mary
says, ‘How reliable is that itinerary? It could contain a misprint. They could have changed the schedule
at the last minute.’ Mary and John agree that Smith doesn’t really know that the plane will stop in
Chicago. They decide to check with the airline agent (Cohen 1999, p. 58).
93
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 94
PaSo 4: Examina si sabemos cuál fue la causa del error en los casos pasados,
y si es así, si sabemos que tal causa no se está produciendo en el caso de la pro-
posición creída ahora. Pondera cómo y en qué grado sabemos la causa del
error y su ausencia en la actualidad. debemos equilibrar ambas posibilidades:
la del error y la de la proposición creída ahora.
4.1. Si sabemos la causa y que no se produce ahora: el argumento escéptico
es falaz.
94
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 95
95
Capítulo 4_Maquetación 1 06/08/2015 17:33 Página 96
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 97
CAPÍTULO 5
ABOGADO: Así pues, declara usted que vio a alguien salir por la ventana, y a
pesar de que ha reconocido que la iluminación no era suficiente, y ha admitido
que podría haberse equivocado, persiste en decirnos que esa persona era no otro
que X, ¿puede usted darnos alguna razón para que nos creamos que es así?
TESTIGO: Bueno, él mismo me dijo que era X.
ABOGADO: Vaya, así que esa persona dijo que era X, y por eso usted creyó que se
trataba de X.
TESTIGO: Sí.
ABOGADO: Pero si esa persona no fuera X, sino un vulgar impostor, sin duda no
creería sus palabras cuando dijo que él era X.
TESTIGO: Bueno, claro, si se tratara de un impostor estaría mintiendo... pero no
había ninguna razón para suponer que lo era.
ABOGADO: Ajá, así que usted cree que decía la verdad cuando decía que era X
simple y llanamente porque usted supone que era X. Señoría, miembros del ju-
rado, es obvio que el testigo tan solo concluye que la persona era X porque supone
que era X, así que su testimonio no tiene ni un asomo de validez.
5.1. CLARIFICACIÓN
Un nudo gordiano
El argumento de la circularidad es el nudo gordiano del debate escepticismo/rea-
lismo. Primero, porque con él el nivel de complejidad del problema y del análisis
que requiere asciende, de golpe y porrazo, un grado en el orden lógico1. El ar-
1
Utilizo aquí la expresión «orden lógico» en el sentido en que se utiliza la expresión orden en
Lógica Simbólica en expresiones como «lógica de predicados de primer orden», «lógica de
predicados de segundo orden», etc. El orden de una expresión es exactamente un grado más
alto que el orden de aquellas expresiones a las que se aplica o de las que se predica. «Casa» es
de orden cero, «La casa es azul» es de orden 1, «El azul es un color» de orden 2, «El color es
una propiedad» de orden 3... Tan típica del problema de la justificación del conocimiento es la
97
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 98
circularidad de segundo orden que autores como Alston 1986 optan por identificarla con el
nombre elegido para la última: circularidad epistémica.
2
Para ser prudente debería matizar esta observación. El argumento de la circularidad es central
cuando, como expliqué en el capítulo primero, tiramos del hilo del lenguaje y la argumentación.
Quizás cuando tiramos de otros hilos otros argumentos cobran más importancia (el de la po-
sibilidad de error para el hilo de la percepción, o el de la mala fe para el hilo de la normatividad).
98
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 99
ARGUMENTO DE LA CIRCULARIDAD
(H1) No puedo probar que mis evidencias de tipo X son genuinas justifi-
caciones sin usar evidencias del tipo X.
(H2) Si al probar que mis evidencias de tipo X son genuinas justificaciones
uso evidencias del tipo X entonces soy falaz.
Por lo tanto,
(H3) No puedo probar que mis evidencias son justificaciones.
3
Uno es fundacionalista en epistemología cuando distingue un tipo de creencias básicas o pri-
mitivas, que no están justificadas por ninguna otra creencia, y a partir de las cuales el resto de
creencias ganan su justificación. Véase Stroll 1994 para una detallada descripción de los rasgos
y tipos de fundacionalismo y Vilanova 2008 para una crítica del fundacionalismo clásico.
99
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 100
Un problema menor
No siempre el cargo de circularidad viciosa se hace de la manera sofisticada de
Hume o Pirrón. A veces la circularidad no se produce entre las justificaciones
de primer orden y las justificaciones de segundo orden, sino directamente entre
las justificaciones de primer orden. Hay buenos ejemplos en los discursos de
aquellos fatalistas que, cuando llega una crisis económica, auguran que va a ser
imposible salir por el mero hecho de que la propia crisis engendra crisis4:
ARGUMENTOS DE ECONOMÍA
(A) (E1) El capital abandona el país.
(E2) Si el capital abandona el país, la economía anda mal.
(E3) Por lo tanto, la economía anda mal.
(B) (E3) La economía anda mal.
(E4) Si la economía anda mal, el capital abandona el país.
(E5) Por lo tanto, el capital abandona el país.
Estamos, en realidad, ante un argumento diferente, al que llamaré argu-
mento de la circularidad de justificaciones no reflexivo, porque en este caso la
circularidad afecta solo a justificaciones de primer orden:
ARGUMENTO DE LA CIRCULARIDAD NO REFLEXIVO
(H1) Mi evidencia para creer X incluye a Y, y mi evidencia para creer Y in-
cluye a X.
(H2) Si mi evidencia para creer X incluye a Y, y mi evidencia para creer Y
incluye a X, entonces no sé ni X ni Y.
Por lo tanto,
(H3) No sé X ni Y.
4
El ejemplo se basa en el que aparece en Walton 1994, p. 110.
100
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 101
101
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 102
102
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 103
103
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 104
(B)
(2) Si algo es dicho ahora por Juan, es verdadero.
(3) Lo que dice Juan ahora es que todo lo que dice Juan ahora es verdadero.
(4) Por lo tanto, todo lo que dice Juan es verdadero.
ARGUMENTO JUAN 3 (circularidad de supuestos)
(1) Lo que dice Juan ahora es verdadero.
(2) Lo que dice Juan ahora es que todo lo que dice Juan es verdadero.
(3) Por lo tanto, todo lo que dice Juan es verdadero.
(Donde el respaldo para aceptar (1) es que he oído a Juan decir (1), bajo
el supuesto de que todo lo que dice Juan es verdadero).
ARGUMENTO JUAN 4 (circularidad de reglas)
(1) Juan dice que todo lo que dice Juan es verdadero.
(2) Por lo tanto, todo lo que dice Juan es verdadero.
(Donde (2) es inferido de (1) mediante la siguiente regla de inferencia:
De «Juan ha dicho p» infiere «p»).
De los distintos tipos de circularidad recién descritos, la circularidad de
supuestos es la que más se ha relacionado con el problema de la fundamenta-
ción del conocimiento. No obstante, como explicaré en el próximo parágrafo,
hay aspectos del problema que se captan mejor con la noción de circularidad
cíclica. La circularidad de reglas no añade nada al análisis global del problema
(el punto importante no es que se use la regla sino que al hacerlo se está supo-
niendo que es una buena regla), aunque es relevante tenerla en cuenta en los
casos específicos en que el tipo de conocimiento buscado es conocimiento de
reglas (p. ej., el conocimiento de reglas de inferencia o el conocimiento de re-
glas de cálculo). En todo caso presenta algunas peculiaridades que hacen acon-
sejable un tratamiento aparte5. Con respecto a la circularidad de premisas,
poco tiene que ver con el problema de la fundamentación del conocimiento.
Solo resulta útil para analizar algunos casos simples que caen en el patrón ar-
gumental de la circularidad no reflexiva. Me centraré, pues, en la circularidad
de supuestos y, en menor medida, en la circularidad de premisas.
5
Boghossian 1996 alega motivos para pensar que la circularidad de reglas es un caso muy es-
pecial, pues la duda sobre la conclusión no interfiere con una actitud proposicional (creer una
premisa, adoptar un supuesto) sino con un saber cómo (saber cómo hacer un tipo de inferencias,
en el caso del conocimiento lógico que trata Boghossian). Véase Vilanova 2005 y 2007 para una
discusión sobre este problema.
104
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 105
105
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 106
Petición de principio
Como he dicho, hay dos candidatos, dos cargos de falacia, una que se estaría
cometiendo antes de formular el argumento, y otra que tendría lugar después.
Empezaré por la que se estaría cometiendo después: la petición de principio.
Hablando informalmente, alguien comete esta falacia cuando prueba C gracias
solo al hecho de que ya había partido de C, de que ya había aceptado incons-
ciente, implícita o inadvertidamente que C. No es fácil dar ejemplos claros de
petición de principio más allá de los que encontramos en la fundamentación
del conocimiento, pues que el oyente acepte inadvertidamente la conclusión
es algo que suele depender más de elementos pragmáticos del contexto argu-
mental (falta de atención, obcecación...) que de propiedades intrínsecas del
argumento. Si el análisis de Russel es correcto el argumento ontológico de San
Anselmo sería un ejemplo. El ejemplo del fiscal sin escrúpulos que ponía en
los labios del acusado una confesión inexistente sería otro. Más claramente
falaz, y ya en las cercanías del problema epistémico, es el ejemplo de Carlos y
Juan. Parece obvio que Carlos puede concluir que Juan siempre dice la verdad
simplemente porque está suponiendo tal cosa. Si alguien, por ejemplo Pedro,
piensa que Juan es un redomado embustero, entonces el argumento de Carlos
no servirá para alejarlo ni un ápice de su creencia.
Este último punto nos da la clave de la petición de principio: si alguien
duda de la conclusión, entonces no puede aceptar las premisas como justifi-
cación de la conclusión. Adviértase que esto no ocurre con todos los argu-
mentos: normalmente si pensamos que el argumento es válido (deductiva o
inductivamente) y dudamos de la conclusión tenemos buenas razones para
dudar de las premisas, pero seguimos teniendo buenas razones para pensar
que si las premisas fueran verdaderas la probabilidad (o la plausibilidad) de
que la conclusión fuera verdadera aumentaría. Si dudo que Juan sea una buena
persona, dudaré de que ayude al prójimo, pero seguiré pensando que sería una
buena razón para pensar que Juan es una buena persona el contemplar cómo
ayuda al prójimo. Sin embargo, si dudo que Juan sea sincero, no solo dudaré
de que me dice la verdad cuando me dice que él es sincero, sino que además
no podré seguir pensando que es una buena razón para pensar que Juan es sin-
cero el hecho de que Juan me lo ha dicho. Para la mayoría de los casos la duda
de la conclusión lleva a la duda sobre las premisas, en el caso de la petición de
principio la duda de la conclusión lleva a la duda sobre la misma relación entre
premisas y conclusión. Por eso el argumento que comete petición de principio
no es cogente: uno no puede verse forzado a aceptar la conclusión ya que si
106
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 107
6
En estas definiciones recojo el análisis clásico de la petición de principio, tal y como puede
encontrarse en Copi 1961, Hamblin 1971, Jackson 1987, Eemeren, Grootendorst y Snoeck
2001 o Davies 2006. Las diferencias entre sus versiones de la definición se deben casi siempre
al hecho de que están centrándose en un tipo concreto de circularidad, p. ej. de premisas en
Copi. Jackson y Davies están pensando en la circularidad de supuestos, de ahí que sus defini-
ciones se parezcan más a mi definición específica para la circularidad de supuestos.
107
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 108
Ad ignorantiam
Vayamos ahora con la falacia antes del argumento fundamentador. En la lite-
ratura reciente sobre la circularidad en la fundamentación del conocimiento
siempre se hace referencia a la falacia de petición de principio. Curiosamente,
casi nunca se menciona la falacia de apellatio ad ignorantiam, a pesar de que
esta ocupa un lugar central en el reto planteado por el escéptico. Intentaré
hacer ver cómo se llega a esta nueva acusación. Una vez que el escéptico (Sexto
Empírico, Hume, Kripkenstein o cualquier otro) denuncia la circularidad pre-
sente en argumentos fundamentadores, no se contenta con obtener la conse-
cuencia de que nunca podremos llegar a saber la conclusión del argumento,
sino que deriva un resultado mucho más inquietante: que de hecho nunca
hemos sabido las premisas. En el caso de MOORE, la queja del escéptico es
que, teniendo en cuenta que podemos derivar la tesis que dice que nuestro
sistema perceptivo funciona bien a partir de nuestras creencias de origen per-
ceptivo, entonces deberíamos saber que nuestro sistema perceptivo funciona
bien antes de empezar a obtener nuestras creencias perceptivas. Dicho en tér-
minos que agradarían a un profesor de Lógica: si saber las premisas es una
causa suficiente para saber la conclusión, entonces saber la conclusión es una
causa necesaria para saber las premisas. Esto demuestra, según el escéptico,
que el movimiento ilícito se había dado mucho antes de haber formulado el
argumento, cuando empezamos a formarnos creencias en torno a lo que ocu-
rría alrededor nuestro a partir del testimonio de nuestros sentidos. En ese
momento estábamos aceptando el enunciado M (que luego será la conclu-
sión del argumento) sin tener ninguna evidencia a favor. Es cierto que tam-
poco teníamos evidencias en contra. Puede ser cierto pues (y en la mayoría
de los casos lo es), que no tuviéramos de antemano razones para dudar de
nuestros sentidos. Pero (recuérdese, antes de plantear el argumento Moore)
si hemos pensado que estábamos justificados para aceptar M simple y llana-
mente porque no teníamos justificación para aceptar la negación de M, en-
tonces estamos cometiendo una falacia. El nombre de esa falacia es apelación
a la ignorancia.
La falacia de la apelación a la ignorancia es mucho más simple que la peti-
ción de principio, así que no me llevará mucho tiempo caracterizarla. En esen-
cia, se produce cuando inferimos indebidamente p del hecho de que no
sabemos no p, o, en el caso más sofisticado, del hecho de que no poseemos
evidencias en contra de p. Es una falacia especialmente peligrosa, pues puede
llegar a persuadir de las ideas más excéntricas o levantar los cargos más insos-
pechados. Así, alguien puede concluir que existen duendes invisibles que ha-
bitan en los ultramarinos del hecho de que nadie tiene ninguna prueba en
contra, o alguien puede concluir que Juan es un redomado hipócrita que oculta
108
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 109
sus auténticos sentimientos a todo el mundo del hecho, una vez más, de que
nadie puede probar lo contrario.
De acuerdo con este análisis provisional, que recoge el tratamiento clásico
(por ejemplo, Copi 1961), llegamos a la siguiente definición:
IGNORANTIAM 1
Un argumento A en un contexto argumental CA comete la falacia de ape-
lación a la ignorancia cuando tiene la forma:
(1) No hay evidencias en contra de que p.
(2) Por lo tanto, p.
Es cierto que en el caso epistémico uno casi nunca ha seguido explícita y
conscientemente el argumento de la definición de apelación a la ignorancia 1,
sino que se confía en la fuente de evidencias de una manera natural, espontánea.
Pero no creo que estemos forzando las cosas si decimos que el argumento se
está siguiendo inconscientemente en el momento en que se confía espontánea-
mente en la fuente de evidencias o, cuando menos, que dicho argumento aparece
en la reconstrucción que el propio sujeto epistémico efectuaría a la hora de aco-
meter la tarea de fundamentación de su conocimiento7. En el caso de MOORE
hemos de incluir el siguiente argumento en la reconstrucción teórica:
(1) No tengo evidencias en contra de que mis sentidos funcionen defec-
tuosamente.
(2) Por lo tanto, estoy justificado para aceptar el supuesto de que mis sen-
tidos funcionan correctamente.
Una sentencia apresurada
Ahora que ya hemos dado una primera explicación, aunque provisional, de
las falacias de petición de principio y apelación a la ignorancia, es el momento
de aplicarla a los argumentos fundamentadores. Vayamos a nuestro ejemplo.
¿Es falaz MOORE? De acuerdo con las definiciones que hemos proporcio-
nado la respuesta, me temo, es doblemente positiva. Por un lado, G. E. Moore
no proporciona razones para adoptar el supuesto de que sus sentidos son fia-
bles antes de formular su argumento. Por otro lado, si después de formular el
argumento eliminamos ese supuesto, desaparece la justificación para cada pre-
misa de la forma «Es el caso que pn» (cada premisa Mnbis).
7
Para autores como Alston 1986 o Davies 2004 la cuestión de si el supuesto es o no consciente
sí es importante. En el caso de Davies, incluso determina que haya petición de principio (para-
dójicamente, si el supuesto es consciente). En Vilanova 2008 discuto esta postura (así como la
postura más radical de Prior 2004, para quien el supuesto no es necesario ni siquiera tomado
inconscientemente), discusión en la que no entro aquí porque, como he dicho, es suficiente
considerar que el supuesto se hace consciente al menos en el momento en que se inicia la tarea
de fundamentación.
109
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 110
Desde luego, si este fuera nuestro resultado final sería desalentador para el
realista, pues no solo se seguiría que no podemos probar que sabemos (peti-
ción de principio), sino también que de hecho nunca hemos sabido (ad igno-
rantiam). A mi modo de ver, sin embargo, la última palabra no está dicha, pues
este veredicto, como argumentaré, se debe más a un problema con nuestras
definiciones, que no son lo suficientemente finas, que al propio argumento.
Al fin y al cabo, no olvidemos este dato, nuestras intuiciones preteóricas nos
dicen que un argumento como el de MOORE confiere algún tipo de eviden-
cia, por muy pequeña que esta sea, a la conclusión. Para hacer patente esta in-
tuición voy a comparar MOORE con un ejemplo de argumento circular
claramente falaz. Imaginemos que me topo con un aparato más o menos pa-
recido a un detector de metales (aunque yo nunca he visto un detector de me-
tales antes) y, que, solo por pasar el rato, me dedico a colocar objetos delante
del presunto detector y ver qué hace el aparato. Descubro que en ocasiones
emite un zumbido y en otras no, así que supongo que el aparato zumba cuando
el objeto es de metal. A partir de entonces me dedico a colocar objetos cerca
del aparato para decidir si son de metal o no, aunque como no tengo verdadero
interés en el asunto, nunca he comprobado los resultados ni me he preocupado
por hacer ulteriores indagaciones en torno a la naturaleza del artefacto. Su-
pongamos ahora que planteo el siguiente argumento para «probar» que sé
que el artefacto de hecho es un detector de metales:
ARGUMENTO DETECTOR
(d1) Este objeto 1 es de metal.
(d1bis) Si este objeto 1 es de metal, entonces el aparato es una fuente de
evidencias fiable.
...
(dn) Este objeto N es de metal.
(dnbis) Si este objeto N es de metal, entonces el aparato es una fuente de
evidencias fiable.
...
_________________________________________________
(d) Este aparato es fiable (si el aparato zumba el objeto es de metal).
110
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 111
8
Adviértase que en tales casos el intento de construcción de un argumento del tipo MOORE
se convierte en la construcción efectiva de una realización cogente del patrón argumental de la
contradicción. Una vez más, se comprueba cómo los patrones argumentales remiten unos a
otros y que el problema global no se puede entender si no es combinando todos ellos.
9
En este apartado hago uso de algunos resultados contemporáneos en el estudio de ambas fa-
lacias. Especialmente he utilizado muchos de los materiales de Walton 1991, 1994 y 1999 en
lo que se refiere a casuística y patrones argumentales.
111
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 112
una buena justificación para creer que p. Esto ocurre cuando tenemos alguna
razón para pensar que, de ser p falso, deberíamos tener evidencias de ello. Si,
por ejemplo, efectuamos una minuciosa investigación para comprobar que
Pedro no roba material de oficina de su lugar de trabajo y obtenemos resulta-
dos negativos, podemos concluir justificadamente que Pedro no roba material
de oficina. La estructura del argumento es ahora distinta:
IGNORANTIAM 2
(1) No hay evidencias en contra de que p.
(2) Si p fuera falso, deberíamos poseer alguna evidencia en contra de que p.
(3) Por lo tanto, p.
No parece, sin embargo, que este argumento pueda resolver por sí solo el
problema en el caso epistémico. El supuesto de que la fuente de evidencias es
fiable funciona desde el principio del proyecto epistémico. En el caso de
MOORE, desde el primer momento en que Moore comenzó a adquirir creen-
cias de origen perceptivo. Y en ese momento no solo no hay evidencias ni a favor
ni en contra del supuesto, sino tampoco evidencias a favor de (2). De hecho, no
se dispone de tales evidencias hasta que se comienza la tarea de fundamentación
del conocimiento y se formula el argumento MOORE. Así que dejaremos de
momento a un lado el patrón 2 (sobre el que volveremos más adelante).
Afortunadamente, el argumento 2 no es la única posibilidad. Hay que tener
en cuenta que la noción de justificación y las nociones emparentadas de
«aceptación de» o «compromiso con» una proposición son muy generales,
y que admiten distintas variantes, cada una con sus propias cualificaciones.
Como ya dije en el capítulo 2, el tipo de justificación para adoptar un supuesto
es distinto al tipo asociado a la creencia. En el caso de la creencia la justificación
está ligada a la verdad de la proposición creída: si un sujeto epistémico posee
una justificación X para creer una proposición p, entonces debe tener razones
para pensar que X hace más probable que p sea verdadera. Para el caso de la
adopción de un supuesto, sin embargo, basta con poseer alguna razón de ín-
dole pragmática que aconseje la adopción del supuesto de que p. Un ejemplo
clásico de este tipo es el que da Sexto Empírico en los Esbozos Pirrónicos: si
entro en una habitación oscura y percibo un objeto alargado y ondulado en el
suelo, es pragmáticamente conveniente que suponga que es una serpiente (y
no una cuerda) y actúe como si tal. En este caso, la estructura del argumento
sigue el siguiente esquema:
IGNORANTIAM 3
(1) No hay evidencias en contra de que p.
(2) Hay razones pragmáticas para adoptar el supuesto de que p.
(3) Por lo tanto, suponemos que p.
112
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 113
10
La estrategia que sigo aquí se acerca a la línea de solución generalmente asociada a Wright
2004, que pasa por distinguir entre el respaldo del conocimiento y el del supuesto, y entender
este último en clave pragmática. Mi solución, sin embargo, es muy diferente a la de Wright, pues
yo no solo deseo defender que sabemos, sino además que sabemos que sabemos, por lo que no
considero que la introducción de evidencias a posteriori produzca falacia. Véase Vilanova 2008
para una crítica a Wright.
113
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 114
que en muchos casos (incluyendo los casos que nos interesan) el esquema de
argumento ignorantiam3 puede ser seguido, y obtener una justificación para
hacer la suposición antes de que el proyecto epistémico sea puesto en marcha.
En el caso de MOORE, uno puede mediante pura reflexión llegar a la conclu-
sión de que tiene más probabilidades de obtener conocimientos sobre el
mundo externo haciendo el supuesto de que sus sentidos son fiables que adop-
tando cualquier otro supuesto que se le ocurra, incluyendo oráculos divinos
y similares. Tenemos así un nuevo contexto argumental para MOORE, en el
que se ha propuesto el argumento que sigue el esquema ignorantiam3, y en el
que no se comete la falacia de apelación a la ignorancia.
11
Es por ello que algunos autores consideran que argumentos como estos no son falaces cuando
la finalidad es distinta a la de convencer o zanjar la cuestión en torno a la conclusión. Así, Jackson
1987 habla de la función de «resaltar» (teasing out) y Davies 2006 de la función de «decidir que
creer» (deciding what to believe) para el caso epistémico. Dado que voy a defender la tesis más am-
biciosa de que se puede evitar la falacia incluso en los casos en que la función del argumento es
contribuir a convencer o zanjar la cuestión, no me detendré en este trabajo a examinar esta vía.
114
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 115
115
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 116
116
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 117
PETITIO DE SUPUESTOS
Un argumento A circular de supuestos con premisas PP y conclusión C
comete la falacia de petición de principio en un contexto argumental CA si
(i) la duda de la conclusión C produce que no se pueda aceptar un supuesto
de CA, y (ii) el rechazo de tal supuesto produce que no se pueda aceptar como
genuina justificación la evidencia RC para una o varias de las premisas PC de
PP en el contexto CA, y (iii) para cada una de las premisas PC y la evidencia
que la apoya RC, un participante tiene la justificación RC para PC si y solo
tiene la justificación PP para C.
Obsérvese que nuestras nuevas definiciones no nos obligan a abandonar
la definición general de petición de principio 1: si dudamos de la conclusión
C, según la cláusula (ii) no podremos aceptar la justificación RC para las pre-
misas PC, y comoquiera que por la clausura (iii) las premisas son una justifi-
cación para la conclusión solo si las RC son justificaciones para las PC,
entonces las premisas dejan de ser una justificación para la conclusión. Tene-
mos, así, un indicio de que la nueva definición no es ad hoc, pues cae bajo la
caracterización general de la petición de principio, y, de hecho, atrapa mejor
su significado.
117
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 118
Gradualidad y pluralismo
Soy consciente de que a estas alturas de este denso capítulo es más que pro-
bable que el lector se encuentre fatigado y hasta un poco mareado. Diré en mi
defensa que la complejidad proviene no tanto del instrumento de análisis, que
he reducido al mínimo, como de la naturaleza del propio fenómeno. Me he li-
mitado a sacar a la superficie el embrollo de conceptos que en la vida cotidiana
manejamos con toda naturalidad pues, como dice Wittgenstein en Sobre la
Certeza (§11), casi nunca somos conscientes de cuán técnico es el uso de «yo sé»
en la vida cotidiana. De cualquier manera, abusaré un poco más y le daré, con
permiso del lector, otra vuelta al asunto, pues me parece que todavía quedan
algunas otras interesantes enseñanzas que sacar de nuestro análisis de la cir-
cularidad. Recordemos que, dicho rápidamente, aparece circularidad argu-
mental cuando hay dos enunciados p y q tales que en la obtención de la
evidencia de p se hace uso de q y en la obtención de la evidencia de q se hace
118
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 119
uso de p, y que para evitar que haya falacia lo importante es que aparezcan evi-
dencias adicionales para p o para q. De hecho, para algunos autores como Ras-
tall 1956 o Walton 1985, una condición suficiente para que la circularidad no
produzca falacia es que haya algún o algunos respaldos adicionales E, F, G…
ya sea para P o para Q (o para ambos), tales que entre cada uno de ellos y P o
Q no haya círculos argumentales.
¿Qué razón hay para defender esta última tesis? Bien, la razón principal
tiene que ver con la consideración de que en general un argumento circular,
debido a su carácter revisable, no tiene la suficiente fuerza para probar por sí
solo la conclusión. Así que, en la mejor situación, un argumento circular puede
solo aumentar la plausibilidad de la conclusión. Esto hace que si el único res-
paldo para C es un argumento circular A, entonces A no es suficiente para pro-
ducir el compromiso con C (aunque sí pueda tener otros efectos, como
trasladar la carga de la prueba o legitimar la adopción de un supuesto). Ahora
bien, puede haber existido alguna evidencia E para C previa a la aparición del
argumento A en el contexto argumental, que tampoco era suficiente por sí sola
para forzar el compromiso con C, pero que el argumento circular A propor-
cione el aumento de justificación suficiente para convencer de C; es decir, tal
que E más A sí fuercen al compromiso con C. La situación es análoga a la que
se produce cuando existen pequeñas evidencias no circulares a favor de una
proposición C tal que es solo cuando se toman todas juntas cuando se obtiene
una justificación para C.
En realidad, ya estaba explotando esta consideración cuando esgrimí, como
razón para defender que MOORE era cogente, el hecho de que proporcionaba
una evidencia adicional para (M) diferente de las razones pragmáticas aduci-
das para tomarlo como supuesto. En este caso, pues, el argumento que sigue
el esquema ad ignorantiam 3 toma el lugar de la evidencia adicional para (M).
No hay que olvidar, no obstante, que ad ignorantiam 3 proporciona solo legi-
timación y MOORE tan solo un aumento de la verosimilitud, así que cabe
pensar que, no obstante quedar sentada la cogencia de MOORE, todavía es-
tamos en una situación poco satisfactoria, en la que las dudas sobre nuestros
sistemas epistémicos no han sido suficientemente despejadas.
Afortunadamente, hay otras formas de reconstruir MOORE que dibujan
situaciones mucho más satisfactorias, y que intentaré describir aunque sea va-
gamente. Consideremos esta opción. Seleccionemos la evidencia perceptiva
que tiene como fuente solo uno de los cinco sentidos, por ejemplo la vista, así
como las creencias perceptivas que se justifican en base a ella y construyamos
un argumento como el de MOORE. Llamémosle MOOREvista. Ahora tome-
mos las evidencias perceptivas que provienen de los otros cuatro sentidos, así
como las creencias perceptivas por ellas justificadas, tales que refrendan pre-
119
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 120
120
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 121
para cada uno de esos círculos una multitud de evidencias adicionales que apo-
yarán las proposiciones involucradas en el círculo y que a su vez estarán fuera
del círculo. Será, pues, un argumento mucho más cogente que los anteriores.
Desde luego, tanto MOOREproyectos como MOOREsentidos como el
mismo MOORE son argumentos ficticios. Nadie es capaz de recopilar y sis-
tematizar de esa manera sus experiencias pasadas (me temo que llevaría mucho
más tiempo del que ha tomado vivirlas). Además, hemos obviado algunos ele-
mentos de «fricción», como la presencia de contradicciones o posibilidades
de error (con las que ya hemos lidiado en los capítulos previos). Y el argu-
mento tendrá unas dimensiones todavía más colosales cuando pasemos a con-
siderar no solo sujetos epistémicos individuales sino también colectivos como
grupos de investigación, comunidades científicas o el conjunto de la sociedad
civil. Así que no nos valen como solución al problema de la fundamentación
del conocimiento (he dicho que consideraba el problema de la fundamenta-
ción como un problema real, así que no voy a dar soluciones ficticias para pro-
blemas reales). Pero sí nos indican de forma nítida la dirección correcta para
acometer esta, básicamente reconstruyendo un fragmento lo más extenso po-
sible de tales argumentos. Cuando deseamos averiguar si una regla epistémica
es buena, debemos primero intentar obtener justificaciones de la regla a partir
de los resultados obtenidos en base a ella (en la manera más sencilla pero no
la única, viendo que concuerdan entre sí) y a continuación intentar justificar
tanto la regla como los resultados obtenidos a partir de ella desde los resultados
de otras reglas. Lo mismo vale, a un nivel más general, para sistemas epistémi-
cos (que son, recordemos, conjuntos de reglas epistémicas junto con los pro-
cedimientos a ellas asociados), y lo mismo, a un nivel más general, para las
fuentes de evidencias.
La moraleja de todo esto es que debemos, cuando efectuamos la tarea de fun-
damentación, maximizar el recurso a distintos sistemas, reglas y fuentes episté-
micas, así como a resultados de distintos proyectos epistémicos. En este sentido,
cada vez que detectamos que el resultado de un proyecto epistémico respalda
alguna regla, sistema o fuente podemos sentirnos felices. Así es como debemos
entender el argumento, tremendamente popular en los últimos tiempos, que re-
curre a resultados de la teoría darwiniana para justificar nuestras pretensiones
de conocimiento del mundo externo. O el argumento, de inspiración davidso-
niana, que justifica el conocimiento del mundo externo a partir del conocimiento
de índole lingüística del significado de las proferencias de otras personas. O, para
ir en un sentido distinto, la justificación de nuestras teorías lógico-matemáticas
a partir de los resultados de nuestras investigaciones empíricas.
Esta reflexión nos sirve para determinar dos rasgos que a mi juicio son ne-
cesarios en toda estrategia correcta de fundamentación del conocimiento: gra-
121
Capítulo 5_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 122
122
Capítulo 6_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 123
CAPÍTULO 6
EL ARGUMENTO DE LA MALA FE
ABOGADO: Así que cuando llegó a la escena del crimen vio que alguien se esca-
bullía por la ventana, y usted intenta convencernos de que esa persona era X.
Ahora bien, dígame, ¿se trata del mismo X con el que usted mantuvo un apa-
sionado romance hace cosa de un año?
TESTIGO: Bueno, sí, tuvimos una relación.
ABOGADO: Ah, tuvieron una relación... ¿y es entonces el mismo X que decidió
hace unos meses romper esa «relación» como la llama usted y, tras abando-
narla a su suerte, entregarse a los brazos de una rival?
TESTIGO: Yo no lo describiría así, pero es cierto, la relación se rompió.
ABOGADO: ¿Le dolió aquello?
TESTIGO: Nunca es fácil sobreponerse a un desengaño...
ABOGADO: No, no es fácil perdonar a quien nos ha roto el corazón y a quien nos
encantaría ver pudriéndose entre rejas por el resto de su vida. Señoría, miembros
del jurado, es obvio que el testigo no es en absoluto imparcial en este asunto y
que su testimonio no goza de ninguna credibilidad.
6.1. CLARIFICACIÓN
Un argumento con malas pulgas
El último patrón argumental es también cronológicamente el que hace su apa-
rición más tarde en la historia de la filosofía. A pesar de ello es, además, uno
de los más discutidos hoy en día (si bien no tanto en el ámbito de la filosofía
analítica). El punto de partida del argumento es la distinción entre razones y
motivos. Una razón es una justificación objetiva, en esencia, una prueba de
que la creencia está bien fundamentada. Un motivo es un móvil personal, una
causa que ha producido la adopción de unas creencias en vez de otras por parte
de una persona, y cuyo examen corresponde más a la psicología que a la lógica
o la epistemología. Un criterio útil para distinguir razones y motivos es que la
razón para serlo debe ser conocida y reconocida como razón por el individuo,
123
Capítulo 6_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 124
mientras que ese mismo individuo puede ser inconsciente de las causas de su
creencia. En cualquier caso, un motivo no sirve para justificar una creencia,
pues no es público ni tiene validez interpersonal. Basándose en esta diferencia
entre sus respectivas naturalezas, el escéptico denuncia que nuestras presuntas
justificaciones para creer p no son auténticas razones para pensar que p es ver-
dadero, sino tan solo motivos, ya sea motivos para querer que p sea verdadero,
ya sea motivos para querer que nos creamos que p. Dado que nuestras presun-
tas justificaciones son solo motivos, y no razones, el argumento concluye afir-
mando que nuestras justificaciones no son genuinas. Un ejemplo:
Pero, supóngase que todos los historiadores que se ocupan de Inglaterra estuvie-
ran de acuerdo en que Isabel I murió el 1 de Enero de 1600; que, tanto antes como
después de su muerte, fue vista por sus médicos y por toda la corte; que su sucesor
fue reconocido y proclamado por el Parlamento y que, un mes después de haber sido
enterrada como es costumbre en personas de su rango, apareció de nuevo, reasumió
el trono y gobernó Inglaterra tres años... todo eso podría asombrarme, pero, de todas
maneras, respondería que la bajeza y locura de los hombres son fenómenos tan co-
munes que preferiría creer que los sucesos más extraordinarios surgen por ellas
antes que admitir una violación tan marcada de las leyes de la naturaleza (Hume
1748, p. 56).
Tal y como el ejemplo de Hume ilustra, es un argumento típicamente aso-
ciado al conocimiento obtenido por testimonio, y muy usado para producir
dudas menores o muy locales: el argumento manifiesta una desconfianza sobre
las buenas intenciones, la buena fe de aquellos de los que obtenemos testimo-
nio. Es responsabilidad de Nietzsche no solo haber generalizado el patrón ar-
gumental para generar dudas globales, sino, sobre todo, el haber articulado el
argumento en primera persona, volcando la sospecha desde el otro hacia no-
sotros mismos: Cuando se comenzó en Francia a combatir las unidades de Aris-
tóteles y por ende también a defenderlas, se pudo ver una vez más lo que muy a
menudo puede ser visto, pero se reconoce de mal grado: se mentían a sí mismos,
dándose razones según las cuales tendrían que existir esas leyes, con tal de no ad-
mitir que se estaba acostumbrado al imperio de dichas leyes y que no se quería que
fuera de otra forma (Nietzsche 1882, p. 87).
La influencia negativa de factores psicológicos sobre la indagación no es,
por otra parte, descubrimiento de Nietzsche. No solo Hume, como hemos
visto, sino muchos más han enfatizado lo contraproducente que es para la em-
presa del conocimiento la interferencia de las emociones y los defectos mora-
les. Un par de ejemplos: Pero además de esos cambios del cuerpo a que nos hemos
referido, las afecciones del ánimo también impiden el conocimiento de la verdad.
Ya dijimos algo de esto al hablar de los preceptores. Y también hay que tenerlo en
cuenta al hablar de los discípulos. El amor, el odio, la envidia, y todas las demás
124
Capítulo 6_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 125
EL ARGUMENTO DE LA MALA FE
cosas que en su lugar mencionábamos son obstáculos para el bien juzgar. ¿Y quién
es tan dueño de sí mismo que no se vea afectado por estos embates del ánimo? Nadie.
Y si hubiera alguna persona capaz de liberarse de todas las pasiones, caería sin
duda en la del amor propio. Pues, ¿quién hay que no crea que dijo lo cierto, que
halló el nudo de la dificultad y que entiende muy bien las cosas? Y nada diré aquí
de esa tendencia que todo hombre muestra, y que consiste en tenerse por más docto,
más perspicaz, más prudente, más sabio que los demás. ¿Es eso verdad? (Sánchez
1581, p. 209).
El espíritu humano no recibe con sinceridad la luz de las cosas, sino que mezcla
a ellas su voluntad y sus pasiones; así es como se hace una ciencia a su gusto, pues la
verdad que más fácilmente admite el hombre es la que desea (Bacon 1620, p. 44).
Resumiendo, el argumento comienza defendiendo la inseparabilidad de
toda pretensión de conocimiento de cierto tipo por parte de un sujeto o grupo
del interés personal en torno a (1) la verdad de p o (2) la creencia de p. Con-
cluye que, dado el entrecruzamiento entre ambos tipos de discurso (represen-
tativo por un lado y desiderativo o imperativo por el otro) y dado que el
conocimiento no debería estar afectado más que por el discurso representativo,
no existe genuino conocimiento. Esquemáticamente:
ARGUMENTO DE LA MALA FE
(N1) Tengo una presunta justificación para creer que p solo si tengo mo-
tivos para querer o querer creer que p sea verdadera.
(N2) Si tengo una justificación para creer que p solo si tengo motivos para
querer o querer creer que p sea verdadera, entonces no sé que p.
Por lo tanto,
(N3) No sé que p.
125
Capítulo 6_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 126
concebible como el hecho de que haya podido surgir entre los hombres una inclina-
ción sincera y pura hacia la verdad (Nietzsche 1873, p. 23).
Adviértase que Nietzsche no se limita a señalar la interferencia de las pa-
siones en los asuntos del conocimiento. En consonancia con los predicamen-
tos de su filosofía nihilista, añade dos tesis que de ser verdaderas harían
imposible el conocimiento: las motivaciones son siempre de mala catadura
(son contraproducentes para la obtención de conocimiento), y el ser humano
es incapaz de sobreponerse a dichas motivaciones.
Supongo que no es necesario recordar las repercusiones que el ataque de
Nietzsche ha tenido en la historia de la filosofía y más allá. Pero sí quiero hacer
notar que en buena medida su contundencia se debió, dejando las habilidades
retóricas de Nietzsche aparte, a lo de improviso que tomó a casi todos. En
efecto, tradicionalmente (y esta imagen sigue funcionando considerablemente
hoy en día) se había tomado como modelo del conocimiento el conocimiento
científico, y este había sido distinguido, entre otras cosas, por la objetividad
del investigador. Esta objetividad se interpretaba a su vez como la ausencia de
cualquier motivación en la investigación que no fuera la meramente teórica.
Eso quería decir que el conocimiento científico era «desinteresado» (o no
hay o no importan las razones pragmáticas ni los intereses personales) e «im-
pasivo» (las emociones no juegan ningún papel). Por ello la brusca entrada
de las motivaciones (deseos, conflictos, pulsiones…) en el ámbito de la refle-
xión epistemológica tuvo el efecto del elefante que se cuela en la cacharrería:
las valiosas vasijas del saber temblaban y se tambaleaban en sus estantes, ame-
nazadas por la bestia de las pasiones. Y por ello también, la digestión de los
argumentos de Nietzsche fue lenta, pesada, y en muchos casos quizás nunca
terminada. Valga como ejemplo el expediente mediante el cual el pragmatismo
norteamericano asume este rol para las motivaciones. Para Peirce y para
Dewey, la investigación surge siempre como respuesta a las insatisfacciones o
perjuicios derivados de la ignorancia: La duda es un estado de inquietud e insa-
tisfacción del que luchamos por liberarnos y pasar a un estado de creencia; mientras
que este último es un estado de tranquilidad y satisfacción que no deseamos eludir
o cambiar por una creencia en otra cosa… La duda… nos estimula a indagar hasta
destruirla (Peirce 1988, p. 182). Ahora bien, el pragmatismo, como es bien sa-
bido, no se queda en la simple constatación del papel de los motivos para la
investigación. Al identificar el final de la investigación exitosa con el cese de
la insatisfacción, y este a su vez con el conocimiento o la creencia verdadera,
termina uniendo (¿confundiendo?) dos dimensiones del espacio epistémico,
la subjetiva (las motivaciones) y la objetiva (las razones). La única manera de
cerrar esta jugada que les quedó a sus herederos (Rorty incluido) fue rechazar
la distinción subjetivo/objetivo también en el espacio óntico, defendiendo
126
Capítulo 6_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 127
EL ARGUMENTO DE LA MALA FE
127
Capítulo 6_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 128
bemos que son buenas. Esto puede resultar sorprendente a primera vista; ¿qué
mejor motivo que una razón, a saber, una prueba de que la regla es buena?
Veamos por qué no. No hemos de olvidar que una acción epistémica es
una acción: es un acto, y como tal exige ser llevada a cabo por una persona. Y
la regla epistémica es, tan solo, una regla. Las reglas, por muy buenas que sean,
no se ejecutan por sí solas: hace falta una persona y un acción para que la regla
se instancie. Y cuando hablamos de las causas de las acciones de los seres hu-
manos hablamos de motivos, no de razones. Desde luego, además de las pa-
siones y el interés personal, que algo le parezca una razón a la persona es
muchas veces también un motivo. Esto se hace patente en los casos en los que
ante la pregunta de por qué hice lo que hice respondo describiendo una razón
(porque era justo que, porque era bueno que, porque era verdad que). Que
alguien actúe según una regla porque piensa que hay una razón para seguir la
regla es un requisito necesario para que su conducta sea catalogada como ra-
cional. Si, además, la razón aludida es una buena justificación de que la regla
es buena (como digo, la estrategia que yo defenderé) entonces podríamos pen-
sar que no hacen falta más requisitos para que la conducta sea calificada de ra-
cional. Digo «podríamos» porque el argumento que presento a continuación
pretende probar lo contrario. El argumento pertenece a uno de los «inspira-
dores» de Nietzsche, Schopenhauer, quien lo propone mientras presenta su
particular versión de la dialéctica erística: Puede tenerse ciertamente razón ob-
jetiva en un asunto y sin embargo, a ojos de los presentes y algunas veces también a
los de uno mismo, parecer falto de ella. A saber, cuando el adversario refuta mi
prueba y esto sirve como refutación misma de mi afirmación, la cual hubiese podido
ser defendida de otro modo. En este caso, como es natural, para él la relación es in-
versa, pues le asiste la razón en lo que objetivamente no la tiene. En efecto, la verdad
objetiva de una tesis y su validez en la aprobación de los contrincantes y los oyentes
son dos cosas distintas. (Hacia lo último se dirige la dialéctica.) ¿Cuál es el origen
de esto? La maldad natural del género humano... Es por esto por lo que sería ab-
surdo que en la dialéctica científica se tuviera en cuenta la verdad objetiva y su es-
clarecimiento, puesto que en aquella otra dialéctica originaria y natural esto no
acontece nunca, sino que, por el contrario, su único objetivo es el de tener razón.
(Schopenhauer 1864, pp. 20-21).
Aquí vuelve a aparecer el pesimismo antropológico de Nietzsche («la mal-
dad natural del género humano»), pero no para concluir la falta de fundamen-
tación del conocimiento (no niega que haya reglas epistémicas válidas, y que
podemos llegar a conocerlas), sino la falta de justificación de las prácticas epis-
témicas basadas en tales conocimientos. Adviértase que aunque el argumento
es más sofisticado, y más potente, que el argumento simple de la mala fe, tiene
un alcance menor. No afecta tanto a la dimensión personal del conocimiento
128
Capítulo 6_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 129
EL ARGUMENTO DE LA MALA FE
129
Capítulo 6_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 130
En versión epistémica:
ARGUMENTO DE LA MALA FE FUERTE (versión epistémica)
(1) Si los participantes en el proyecto epistémico colectivo no tienen la
voluntad de seguir buenas reglas epistémicas, entonces no estoy justificado
para seguir buenas reglas epistémicas.
(2) Los participantes en el proyecto epistémico no tienen la voluntad de
seguir buenas reglas epistémicas.
Por lo tanto,
(3) No estoy justificado para seguir buenas reglas epistémicas.
1
Aunque la clasificación y la terminología final son responsabilidad mía, en este apartado me
baso sobre todo en aportaciones de Copi 1961 cap. 4, Hamblin 1970 cap. 4, Brinton 1987 y
Walton 1992. Casi todos coinciden en señalar que la terminología y el planteamiento conceptual
original se debe a Locke 1690, aunque también cabe remontarse a las Refutaciones Sofísticas (en
especial para el argumento ad hominen) y la Retórica de Aristóteles. Omito de la discusión la
consideración de los distintos tipos de intercambio argumentativo, que es importante para el
problema global (por ejemplo, un ad baculum suele ser falaz en una argumentación persuasiva
pero suele ser cogente en una negociación), pues, como en el resto del libro, me centro en los
intercambios argumentativos epistémicos.
130
Capítulo 6_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 131
EL ARGUMENTO DE LA MALA FE
se apela al sentimiento de las masas (se supone que Adolf Hitler era un experto
en ella). Por último, la apellatio ad indignationem, cuando se da rienda suelta
al enfado, la irritación o la rabia (también Hitler era un experto, usando el ren-
cor mal curado por la derrota en la Gran Guerra).
En segundo lugar, la apelación al interés se produce cuando aludimos al pro-
vecho, personal o colectivo, que obtendríamos si la proposición es verdadera o
cuando menos es tomada como verdadera. Aquí entra la apellatio ad conse-
quentiam, en la que se apela a las consecuencias negativas que tendría para nues-
tros intereses la falsedad de la conclusión (como dice Hume, uno de los más
comunes es la refutación de una hipótesis por sus consecuencias peligrosas para
la religión y la moral (Hume 1748, p. 145)). La apellatio ad baculum se produce
cuando se apela a la fuerza o a una amenaza de represalias, aquí el interés en
aceptar por parte del interlocutor la conclusión estriba en evitar que se cumpla
la amenaza (un puño levantado en gesto amenazador puede ser suficiente).
Un tercer tipo de casos es la apelación a la persona o apellatio ad hominen,
cuando se ataca a la persona que propone el argumento. Es, claramente, un pa-
trón argumental asociado al intercambio argumentativo (es poco frecuente en-
contrar un ad hominen en primera persona), y cuya eficacia es de sobra
conocida por los profesionales de la dialéctica (políticos, ideólogos, abogados,
periodistas de opinión, etc...). En la apelación al carácter de la persona uno se
limita a señalar defectos morales, intelectuales o de cualquier otro tipo de la
persona que propone el argumento (¡es un tipo miserable, cómo va a tener razón!).
Un subtipo interesante de la apelación abusiva al carácter de la persona es tu
quoque, que se produce cuando ante un argumento cuya conclusión es la des-
cripción de un defecto del interlocutor este responde diciendo «y tú también»
(¡yo no soy desordenado, mira cómo tienes tu habitación!). En la apelación a las
circunstancias de la persona se aduce que la situación en la que se encuentra la
persona que propone el argumento hace imposible tomar en serio sus palabras
(Está pasando por un periodo de su vida muy confuso y con graves problemas per-
sonales, así que no debes hacerle mucho caso.). En la apelación a la los intereses
de la persona o «agenda oculta» uno da a entender que quien propone el ar-
gumento esconde intereses personales que no quiere desvelar, y que son los
verdaderos motivos por los que desea que él o nosotros aceptemos la conclu-
sión (el ejemplo del abogado con el que abrí este capítulo sirve aquí)2.
2
Dejo fuera de esta clasificación otros tipos de argumentos ad que claramente no apelan a mo-
tivos: aquí entran la apellatio ad verecundiam (recurrir al testimonio de un experto), el ya tratado
ad ignorantiam (recurrir a la falta de pruebas en contra), o el argumento de la popularidad (adu-
cir que la gran mayoría opina que la conclusión es verdadera). Por otra parte, como siempre
ocurre con las taxonomías de teoría de la argumentación, hay que entender los patrones como
instrumentos de análisis y no como compartimentos estancos en los que necesariamente deba
131
Capítulo 6_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 132
Emociones
Comencemos con la apelación a emociones. El primer paso para tratar la duda
escéptica en este caso es, como ya dije al principio del capítulo, reconocer que
las emociones están siempre presentes en los procesos epistémicos. La razón
es muy simple. Sea como sea el proceso, individual o colectivo, amateur o pro-
fesional, especulativo o riguroso, informal o científico, es llevado a cabo por
seres humanos. Y los seres humanos son seres con emociones. Una persona,
diría que casi por definición, siempre está en un estado sentimental (incluso
el estado de impasibilidad es un estado emocional). Esto es inevitable, y es
mejor reconocerlo desde el principio. Es mejor reconocer, también, que algu-
nas emociones son más favorables para el proceso epistémico y otras más con-
traproducentes. Por eso cuando la emoción contraproducente está presente
(y cuanto más presente y más intensa más) hay buenas razones para plantear
la duda escéptica. Eso sí, esto no es suficiente para llegar a la conclusión es-
céptica. Además, el escéptico tiene que probar que la emoción ha interferido
de facto en el proceso epistémico. Pues también es un hecho que en ocasiones
los seres humanos somos capaces de sobreponernos a nuestras emociones y
guiar nuestra acción en dirección contraria a su impulso. Otra manera de ex-
poner este punto: solo si aceptamos la inevitabilidad del pesimismo antropo-
lógico de Nietzsche en su versión más fuerte (siempre hay emociones, siempre
son contraproducente, y siempre somos incapaces de sobreponernos a ellas)
hemos de darle la razón sistemáticamente al escéptico. Si matizamos la tesis
de Nietzsche (siempre hay emociones, en ocasiones son contraproducentes
y en ocasiones no somos capaces de sobreponernos a ellas), lo que queda es
ver si el argumento del escéptico es cogente caso a caso.
Podemos hablar aquí, pues, de virtudes y vicios epistémicos (no en el sen-
tido de Ernest Sosa), lo cual no es una calificación moral, sino la constatación
de que ciertas pasiones son más positivas que otras en los procesos epistémi-
cos. No me detendré a investigar esto con detalle, pero hay algunos casos ob-
vios. Entre los vicios epistémicos están la soberbia, el rencor, el egoísmo, la
impaciencia y la ansiedad. Entre las virtudes epistémicas está la humildad, el
entusiasmo, la curiosidad y la solidaridad. Además, contrariamente a lo que
sugiere esa visión tradicional del científico frío y distante que describía antes,
yo me atrevería a afirmar que la impasibilidad no es una virtud epistémica. La
indiferencia ante los retos, problemas y soluciones que se van sucediendo en
caer o no todo argumento. Esto es sobre todo cierto aquí porque nunca hay una frontera nítida
entre intereses y emociones (a veces me interesa algo porque me emociona, y a veces me emo-
ciona algo porque me interesa). Así, el ad baculum puede entenderse como una apelación a la
emoción del miedo (a las represalias), o el ad populum puede entenderse como una apelación
al interés en seguir los deseos e impulsos de la mayoría.
132
Capítulo 6_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 133
EL ARGUMENTO DE LA MALA FE
Interés
Vayamos ahora con la apelación al interés. Prácticamente las mismas conside-
raciones que hacía con respecto a las emociones valen aquí. La primera medida
consiste en reconocer la presencia del interés en la indagación. El conoci-
miento, incluido el conocimiento científico, es siempre interesado. Para em-
pezar, es el interés que tiene para la persona o la comunidad el que determina,
fundamentalmente, los fines de la investigación, y a la postre el que justifica la
investigación misma. Nos hacemos ciertas preguntas porque nos interesan las
respuestas. Pero además, el interés condiciona muchas veces los medios y los
procedimientos de la investigación y los propios logros de la indagación. La
urgencia y la relevancia práctica de los resultados son factores importantes a
la hora de tomar decisiones sobre qué procedimientos epistémicos debemos
seguir. No solo filósofos eminentes como Peirce (ya comentado), Wittgenstein
(recuérdese lo que dice en Sobre la Certeza sobre la razón para la duda que dis-
para el proceso epistémico) o Popper (las buenas teorías científicas deben re-
solver problemas), sino también la moderna historiografía de la ciencia, la
sociología del conocimiento y los estudios CTS (Ciencia, Tecnología y Socie-
dad) aportan datos importantes sobre la justificación pragmática de la inda-
gación teórica. Así que no creo necesario insistir más sobre este punto.
Una vez que se ha reconocido la existencia de los intereses se trata, como
antes, de identificar si los intereses particulares de los sujetos de la investiga-
ción pueden haber interferido en el proceso epistémico. Esto ocurre, sobre
todo, cuando al sujeto le interesa muy claramente un tipo de respuestas a las
preguntas del contexto epistémico. Por poner un ejemplo muy claro, está lejos
de ser ideal que una investigación sobre las causas del cáncer de pulmón sea
llevada a cabo por la industria tabacalera. Pero esto no es suficiente. Además,
tiene que pasar que el interés contraproducente de facto haya interferido con la
investigación. Esto es algo que debe ser probado, pues no siempre ni necesa-
riamente ocurre. Si la industria tabacalera ha contratado científicos indepen-
dientes y de reconocido prestigio, les ha garantizado la necesaria independencia
y las pruebas obtenidas han sido refrendadas por otros científicos del área, no
hay ninguna razón para descartar los resultados.
133
Capítulo 6_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 134
Ad hominem
Vayamos ahora con el ad hominem. Como ya he dicho, es un patrón argumen-
tal asociado sobre todo al intercambio argumentativo, como prueba el hecho
de que en prácticamente todos los casos (dejemos de momento de lado la su-
gerencia de Nietzsche) el argumento se conjuga en segunda persona. Algo que
es muy evidente en el tu quoque, pero también sobresaliente en los otros sub-
tipos, en los que el que propone el ad hominem pretende desacreditar los com-
promisos de otros participantes. Otro factor asociado al carácter dialógico del
ad hominem es su vinculación con el conocimiento por testimonio. En efecto,
la validez de las creencias obtenidas por testimonio depende dramáticamente
de la fiabilidad de la fuente, a donde el que propone el ad hominem se dirige
directamente. Es por ello que el ad hominem guarda una relación muy estrecha
con los otros dos tipos de apellatio. De hecho, la mejor manera de entenderlo
es como una aplicación dialéctica de la apelación a motivos. En el ad hominem,
el que propone el argumento alega que el interlocutor se ha dejado influenciar
negativamente por el sentimiento o el interés personal. Es decir, el ad hominem
es una acusación al otro de haber seguido una apelación al interés o a la emo-
ción falaz. Por ello, en la fundamentación del conocimiento podemos identi-
ficar el ad hominem, al menos cuando se presenta en segunda persona
(dirigido al interlocutor), con el patrón argumental de la mala fe. El escéptico
nos acusa en este caso de haber cometido una apellatio. Siendo así, no es ne-
cesario estudiar independientemente el ad hominem, ya que será cogente
cuando la apelación sea falaz, y será falaz cuando la apelación sea cogente. Es
decir, las condiciones de cogencia de la apellatio son las mismas que las con-
diciones de cogencia del ad hominem pero en sentido inverso, y las condicio-
nes de cogencia del ad hominem son las condiciones de cogencia del
argumento de la mala fe.
Ahora bien, como hemos visto, Nietzsche propone que conjuguemos tam-
bién el ad hominem en primera persona, es decir, que sospechemos no de
otros sino de nosotros mismos. Me apresuraré a decir que no hay nada anó-
malo en la propuesta de Nietzsche. Como se explicará en el próximo capítulo,
el principio de transparencia epistémica, según el cual siempre sé cuáles son
mis creencias (y por lo tanto no puedo equivocarme sobre lo que creó o no
creo), está muy lejos de cumplirse. Lo mismo, y con más intensidad, puede
decirse con el principio de transparencia general que dice que mis motivos y
emociones son transparentes para mí. Siguiendo lo ya dicho en los apartados
anteriores, es necesaria muchas veces una investigación reflexiva para descubrir
cuáles son nuestros verdaderos motivos y averiguar cómo afectan a nuestras
creencias. Y esto, podemos concedérselo a Nietzsche y otros filósofos de la
sospecha (Marx, Freud, Foucault y compañía), es más difícil que hacerlo con
134
Capítulo 6_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 135
EL ARGUMENTO DE LA MALA FE
respecto al otro, pues nos duele más el defecto propio que el ajeno (es más di-
fícil reconocer los propios errores que denunciar los de otros). Así pues, ¿cómo
puedo obtener pruebas de que el resultado de mi investigación es el que es
porque es el que me interesaba desde el principio? La respuesta, aunque pa-
rezca sorprendente, nos la da el mismo Nietzsche:
25. No estar predestinado al conocimiento. – Hay una humildad sencilla, bas-
tante frecuente, que hace al que la posee inepto para conquistar el conocimiento. Y es
porque en el instante en que un hombre de esta condición ve alguna cosa que le asom-
bra, vuelve sobre sí y se dice: «¡Te has engañado! ¿Dónde tenías los sentidos? Eso no
puede ser verdad». Y en vez de volver a mirar otra vez y más de cerca, huye intimi-
dado y procura no volver a tropezar con aquella cosa rara que quiere arrojar de su
mente cuanto antes. Su regla interior es esta: «No quiero ver nada que esté en con-
tradicción con la opinión común acerca de las cosas» (Nietzsche 1882, p. 53).
297. Saber Contradecir. – Nadie ignora que es muestra de cultura el saber so-
portar una contradicción. Y hasta hay algunos que saben que el hombre superior
desea que le contradigan y da pie para ello, a fin de allegar datos sobre su propia
injusticia, que hasta entonces le eran desconocidos, pero saber contradecir el senti-
miento de tranquilidad de conciencia con la hostilidad a lo acostumbrado, a lo tra-
dicional, a lo sagrado, es en escala mucho mayor lo que nuestra cultura encierra de
verdaderamente grande, de nuevo, de sorprendente: el progreso capital de las inte-
ligencias emancipadas (ibid., p. 144).
En efecto, que nos «duela» el resultado, que no vayan las cosas como nos
gustarían que fueran es, casi siempre, un buen síntoma de veracidad, o,
cuando menos, de objetividad. Si el resultado de la investigación de la indus-
tria tabacalera asocia muy claramente el consumo de tabaco con la aparición
del cáncer de pulmón, podemos descartar la apellatio y confiar (siempre que
cumpla el resto de criterios de corrección, claro) en sus resultados. Am-
pliando esta idea, podemos diseñar una estrategia para dar condiciones de
cogencia para el argumento de la mala fe. El argumento solo es claramente
cogente si los resultados son sistemáticamente los deseados. Los resultados
pueden ser no deseados de dos maneras: o bien porque van en contra de
nuestros intereses personales, o bien porque no son todo lo buenos, desde
un punto de vista puramente epistémico, que deseamos. Este último era un
aspecto que ya aparecía en el análisis de los patrones argumentales de la con-
tradicción y del error, pero que ahora podemos entender y valorar en todo
su sentido. Que aparezcan contradicciones y huecos o, en general, que los
problemas no sean resueltos completamente por la investigación, e incluso
que la propia investigación genere nuevos problemas, es el mejor indicio de
que la investigación no está sesgada por el interés.
135
Capítulo 6_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 136
Respondiendo a Schopenhauer
Creo que en la admisión del papel que desempeñan los motivos que juegan
en el negocio del saber hay también una buena expectativa de respuesta al ar-
gumento de la mala fe fuerte. Recordemos que el problema aparecía solo en
la dimensión pública del conocimiento, en las situaciones en las que intercam-
biamos informaciones y opiniones, arguyendo que no es racional seguir bue-
nas reglas epistémicas si los otros participantes no intentan seguirlas a su vez.
Por ello, aunque el problema afecta al conjunto de las reglas epistémicas, me
centraré primero, con Schopenhauer, en las reglas que rigen el intercambio ar-
gumentativo. Según el germano, cuando participo en un intercambio argu-
mentativo, si los demás participantes no tienen la motivación para cooperar
entre sí y para reconocer quién lleva la razón en cada momento, no vale de
nada saber lógica ni tampoco argumentar de acuerdo a ella, por muy funda-
mentado que esté mi conocimiento. En los casos como los que describe Scho-
penhauer, sería incluso irracional seguir las reglas. Y estos casos son, según
Schopenhauer, la mayoría. Para responder a Schopenhauer debemos dar a los
participantes en una práctica argumentativa buenas razones para que se es-
fuercen en seguir buenas reglas. Es decir, necesitamos justificaciones para la
adopción de un principio como el siguiente:
PRINCIPIO DE COOPERACIÓN ARGUMENTATIVA: Intenta seguir las reglas de ar-
gumentación que son buenas (aunque ello no beneficie a tus objetivos o pa-
rezca ir en contra de tus motivaciones).
¿Dónde podemos encontrar tales razones? Bueno, quizás no sea mala idea
echar un vistazo al papel que, en general, juega la argumentación en nuestras
sociedades contemporáneas. Para ello, y aun a riesgo de resultar pedante, re-
montémonos al momento en que, al menos dentro de lo que se ha dado en
llamar «civilización occidental», la argumentación asumió por primera vez
un papel fundamental no solo como herramienta para la adquisición de co-
nocimientos, sino también como instrumento de organización social y reso-
lución de conflictos. Por supuesto, me refiero a la Grecia clásica. Allí, al mismo
tiempo que surgía un sistema de organización del conocimiento en el que se
busca dar la razón al que alega justificaciones objetivas (la filosofía y las inci-
pientes ciencias), aparece un sistema político en el que la palabra sustituye a
la fuerza bruta en la toma de decisiones colectivas. Echemos un vistazo a ese
otro «uso» de la argumentación (el político) y veamos si podemos extraer al-
guna conclusión para el uso epistémico.
En las instituciones que configuran la democracia ateniense, la Asamblea,
el Tribunal, el debate público del Ágora, el que desee que se siga su opinión
debe persuadir a los otros ciudadanos, no mediante la amenaza o la coerción,
136
Capítulo 6_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 137
EL ARGUMENTO DE LA MALA FE
sino convenciendo con buenas razones, con buenas palabras, con buenos ar-
gumentos. Así, no solo el dominio de las técnicas de la argumentación se con-
vierte en un valioso instrumento político, sino que además genera la demanda
de instrumentos para regimentar y ordenar los debates, una base sólida sobre
la cual decidir quién lleva la razón y quien no, qué argumentos son probatorios
y cuáles confundentes, qué tesis son refutadas por un argumento y cuáles que-
dan reforzadas, etc. Propicia, pues, el nacimiento de los estudios científicos
sobre la argumentación. En palabras de Vernant: Históricamente son la retórica
y la sofística las que mediante el análisis que llevan a cabo de las formas del discurso
como instrumento de victoria en las luchas de la asamblea y del tribunal, abren el
camino a las investigaciones de Aristóteles y definen, al lado de una técnica de per-
suasión, las reglas de la demostración; sientan una lógica de lo verdadero propia
del saber teórico, frente a la lógica de lo verosímil o de lo probable que preside los
azarosos debates de la práctica (Vernant 2005, p. 39).
Así que (al menos en teoría) en la antigua Grecia la palabra sustituye al ga-
rrote: una buena razón para argumentar. Y (al menos en teoría) esa sustitución
de la violencia por la palabra, y de la coerción por la persuasión, sigue siendo
en la actualidad una propiedad distintiva de las formas de vida de inspiración
democrática que (al menos en teoría) son las predominantes en el mundo
«occidental».
Pero ¿y qué pasa cuando no se adopta el principio cooperativo? Es decir,
¿qué pasa cuando, tal y como aduce Schopenhauer, los participantes en el de-
bate se niegan a usar las reglas argumentales que nos hemos dado, y a recono-
cer quién objetivamente lleva la razón en cada momento? Bueno, no hay que
hacer un experimento mental para averiguarlo: basta con observar la praxis
argumentativa en los debates públicos de nuestra propia sociedad contempo-
ránea. No descubro nada a nadie si señalo que el deterioro de nuestras prácti-
cas argumentativas, que se traduce en la proliferación de falacias, la porfía por
persuadir a toda costa, la maraña de confusiones en torno a los compromisos
y los argumentos de cada cual (en fin, todo aquello que describe Schopen-
hauer), trae aparejado no solo un deterioro del conocimiento sino también
un grave deterioro democrático (pérdida de libertad y autonomía individual,
manipulación de la voluntad popular, oficialización de la injusticia, etc.). Pero
además, y esto tampoco será un descubrimiento para ninguno, una vez que ha
desaparecido la vara de medir razones, la reiteración, la difusión masiva y la
oficialización se convierten en los nuevos instrumentos para imponer opinio-
nes. Paradójicamente, la palabra pasa a ser ahora una forma de violencia, que
ya no convence con buenas razones y ni siquiera persuade a través de aparentes
buenas razones, sino que se impone tan brutalmente como el propio garrote,
no dejando decir lo que se quiere decir y obligando a oír lo que se quiere que
137
Capítulo 6_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 138
3
Le Cornu 2009 liga directamente el pensamiento crítico a elementos propios de la cultura
occidental como el énfasis en la autonomía del individuo y su derecho a producir opiniones
propias.
138
Capítulo 6_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 139
EL ARGUMENTO DE LA MALA FE
las que por decir así se alzan los discursos4. Este punto es compartido por Karl
Apel, cuya «Ética del Discurso» sirve para caracterizar el discurso argumen-
tativo como medio indispensable para la fundamentación de las normas consen-
suables de la moral y del derecho5. Dada su orientación ético-política, estos
autores están más preocupados en la justificación de pautas morales desde los
presupuestos de una buena argumentación, pero es evidente que la justifica-
ción también funciona en la dirección opuesta: la posibilidad de alcanzar
acuerdos sobre pautas morales y políticas es una justificación para adoptar los
presupuestos de una buena argumentación. De ahí que un autor más preocu-
pado específicamente por la argumentación, como es Luís Vega, lo que resalte
sea esta otra dirección: Esta segunda justificación (para decidirse por argumentar
bien) apela, en suma, al derecho de que a través de nuestros marcos comunes de dis-
curso nos hagamos justicia, alimentemos al menos nuestras posibilidades y expec-
tativas de mejorar como agentes discursivos (Vega 2003, p. 291).
4
J. Habermas 2000, p. 21.
5
K. Apel 1991, p. 148. En este mismo escrito añade: Así pues, para resolver el problema de una
ética post convencional de la responsabilidad, solo parece quedar el camino de la ética discursiva: es
decir, la cooperación solidaria de los individuos ya en la fundamentación de las normas morales y ju-
rídicas susceptibles de consenso, tal como es posible, principalmente, por medio del discurso argumen-
tativo (p. 149).
139
Capítulo 6_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 140
140
Capítulo 6_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 141
EL ARGUMENTO DE LA MALA FE
6.3. PRÁCTICA
He aquí nuestro manual para lidiar con el ad hominem epistémico.
PASO 1: Determina las motivaciones para la investigación, dividiéndolas en
dos grupos: interés y emoción.
PASO 2: Con respecto a las emociones, examina si son de tipos habitualmente
beneficiosos para la investigación (virtudes epistémicas) o de tipos habitual-
mente contraproducentes (vicios epistémicos).
2.1. Si son vicios epistémicos: ir al paso 3.
2.2. Si son virtudes epistémicas el argumento es falaz.
PASO 3: Examina si los motivos están interfiriendo negativamente en tus pro-
cesos epistémicos.
3.1. Si lo están: el argumento es cogente.
3.2. Si no lo están: el argumento es falaz.
PASO 4: Con respecto a los intereses, examina si estos son beneficiados por
resultados particulares de la investigación.
4.1. Si lo son: ir al paso 5.
4.2. Si no lo son: el argumento es falaz.
PASO 5: Examina si todos o la gran mayoría de los resultados de la investiga-
ción han beneficiado tus intereses.
5.1. Si lo han hecho: ir al paso 6.
5.2. Si no lo han hecho: el argumento es falaz.
PASO 6: Coteja tus resultados con los de otros grupos o personas cuyos inte-
reses sean diferentes (y si es posible opuestos) a los tuyos:
6.1. Si no son los mismos: el argumento es cogente.
6.2. Si son los mismos: el argumento es falaz.
141
Capítulo 6_Maquetación 1 06/08/2015 20:09 Página 142
Capítulo 7_Maquetación 1 06/08/2015 17:24 Página 143
CAPÍTULO 7
ABOGADO: Así pues, al llegar a la escena del crimen vio usted a Y tendido inmóvil
en el suelo, la pistola apoyada sobre el escritorio todavía humeando, y a alguien
parecido a X saliendo por la ventana. Y de todo eso concluyó que X asesinó a Y
con la pistola y que se escapó instantes después por la ventana.
TESTIGO: Yo no digo que X sea el asesino. Digo que vi escapar a X por la ventana
después del crimen.
ABOGADO: Dice usted que lo vio.
TESTIGO: Sí, con mis propios ojos.
ABOGADO: Con sus propios ojos... Imagínese que alguien hubiera urdido una co-
media solo para engañarle a usted. Que Y no estuviera muerto sino solo fin-
giendo, que otra persona hubiera encendido una cerilla para crear el humo y
que, impecablemente disfrazado de X, esperara a que usted entrara en el salón
para saltar por la ventana. ¿Vería usted lo mismo que dice haber visto?
TESTIGO: Bueno, si la representación hubiera sido perfecta...
ABOGADO: ¿Y sabe usted si es imposible crear una representación así? En el teatro
y en el cine se hacen frecuentemente...
TESTIGO: No diría que es imposible.
ABOGADO: ¿Y seguiría viendo en ese caso como X escapaba por la ventana des-
pués del crimen?
TESTIGO: Creo que no.
ABOGADO: Ajá, así que dice que vio lo que vio a pesar de que hubiera visto lo
mismo en el caso en que lo que dice que vio no hubiera pasado y por lo tanto no
podría verlo. Señoría, miembros del jurado, es obvio que el testigo cree ver mu-
chas más cosas de las que en realidad ve y que su testimonio es irrelevante.
143
Capítulo 7_Maquetación 1 06/08/2015 17:24 Página 144
7.1. ClArifiCACión
Un híbrido
Como señalé en el primer capítulo, una de las dificultades de las argumenta-
ciones escépticas (y sus réplicas realistas) es que combinan distintos patrones
para dar lugar a argumentos más complejos y más sofisticados, a veces de una
manera poco clara que hace la argumentación más oscura y más difícil de re-
batir. Por poner un ejemplo de esto último, el siguiente argumento de mon-
taigne parece estar entremedias entre el patrón de la contradicción y el de la
mala fe: ¡Que no recordemos la constante contradicción de nuestro juicio! ¡Cuántas
cosas teníamos ayer por artículo de fe que consideramos hoy como fábulas! La cu-
riosidad y la vanagloria son el azote de nuestra alma; la primera nos impulsa a
meter las narices por todas partes, y la segunda nos impide dejar nada irresuelto e
indeciso (montaigne, 1580, libro XXVi).
la maniobra de fusionar dos patrones puede ser efectiva retóricamente,
gracias al ruido que produce la ambigüedad, pero no introduce ninguna razón
que no esté ya presente cuando se toman los dos argumentos aisladamente.
Por eso, es difícil replicar a un argumento como el de montaigne con una sola
estocada. es preferible dividir el argumento en dos, y dar una respuesta dife-
renciada a cada uno de los problemas puestos sobre la mesa. si el escéptico se
niega a dividir el argumento en dos estaría cometiendo la falacia de cuestión
compleja (unir dos tesis en una y exigir que se pruebe la conjunción para acep-
tar cada una de las dos subtesis). en otras ocasiones, sin embargo, los patrones
argumentales son combinados para dar lugar a un argumento más complejo
pero novedoso. Aparece entonces un híbrido de patrones argumentales, una
mezcla de distintos patrones argumentales que forman un argumento nuevo
y distinto, y cuyo tratamiento no se reduce (aunque remita a) al de los argu-
mentos que lo forman1. este es el caso del patrón argumental que trato en este
capítulo.
Propiamente, el del escenario escéptico no es un patrón argumental nuevo.
Así que en este capítulo no nos encontraremos con temas nuevos, sino con la
reaparición de algunos ya conocidos, quizás con un rostro diferente o algún
rasgo más perfilado. sin embargo, creo que es una buena idea que le dedique-
mos un capítulo, por dos razones. Primero, porque es un argumento muy fre-
cuente, tanto en el debate filosófico como en la vida cotidiana, que ha jugado
un papel crucial en la historia de la filosofía, y sigue siendo protagonista en
muchos debates contemporáneos. De tal manera se repite y de tantas maneras
diferentes ha entrado y salido de discusiones filosóficas y no filosóficas que,
1
Para entender mejor este punto no está de más recordar la reflexión global en torno a la función
de la argumentación que se proporcionó en la sección 3 del capítulo 5.
144
Capítulo 7_Maquetación 1 06/08/2015 17:24 Página 145
Genios malignos
una de las maniobras más habituales por parte del escéptico, tanto en las dis-
cusiones filosóficas como en las no filosóficas, es imaginar un escenario o si-
tuación hipotética, claramente contrafáctica, pero muy similar a la situación
real, y en la cual las mismas presuntas justificaciones que aquí tenemos para
nuestras creencias estarían respaldando creencias falsas. este recurso suele ser
muy efectivo, pues la consideración del escenario hipotético produce el efecto
de confundirnos, al «descolocarnos» con respecto a nuestras certezas de sen-
tido común, con lo cual es muy fácil que nos quedemos boquiabiertos y sin
capacidad de respuesta. Antes de observar detenidamente su estructura, enu-
meraré varios ejemplos del patrón argumental del escenario escéptico. Algunos
ya han sido descritos previamente, por lo que me limitaré a remitir al lector al
lugar correspondiente. en cualquier caso, es conveniente hacer esta recopila-
ción ahora para que pueda verse la gran variedad de formas y lugares en los
que se manifiesta el patrón. los ejemplos 1 a 5 afectan al conocimiento de na-
turaleza perceptiva (aunque hay alguna forma de interpretarlos que los hace
más globales). los ejemplos 6 a 8 afectan al conocimiento de naturaleza in-
trospectiva (más concretamente a la memoria). los ejemplos 9 a 12 a conoci-
miento basado en el testimonio.
(ej1) el genio maligno de DesCArtes (ej. 1 de capítulo 1).
(ej2) el cerebro en la cubeta de PutnAm (ej. 3 de capítulo 1).
(ej3) los seres humanos simulados de Bostrom. Muchos trabajos de ciencia
ficción así como algunos pronósticos de tecnólogos y futuristas serios predicen que
enormes cantidades de capacidad de computación estarán disponibles en el futuro.
Supongamos por un momento que estas predicciones son correctas. Una cosa que
las generaciones posteriores pueden hacer con sus computadoras super potentes es
producir simulaciones detalladas de sus ancestros o de gente como sus ancestros.
Debido a que sus computadores son tan potentes, podrán producir muchas de esas
simulaciones. Supón que estas personas simuladas son conscientes (como lo serían
si las simulaciones son tan finas y si cierta ampliamente aceptada posición de filo-
sofía de la mente es correcta). Entonces podría ser el caso que la vasta mayoría de
145
Capítulo 7_Maquetación 1 06/08/2015 17:24 Página 146
las mentes como las nuestras pertenezcan no a la raza original sino a personas si-
muladas por los descendientes avanzados de la raza original. Es posible argüir que,
si así ocurriera, seríamos racionales al pensar que es probable que formemos parte
de las mentes simuladas antes que de las biológicas. Por lo tanto, si no pensamos
que estamos viviendo actualmente en una simulación de computador, no estamos
legitimados al creer que tendremos descendientes que producirán montones de tales
simulaciones de sus ancestros (Bostrom 2003, p. 243, mi traducción).
(ej4) los delirios esquizofrénicos de JoHn nAsH (descrito en el capítulo
1): You’re not real.
(ej5) Pacientes de AnosognosiA. Creyendo haber sufrido una apoplejía o
algún tipo de lesión cerebral a causa del accidente, Jonathan telefoneó a su médico,
quien lo dispuso todo para que le hicieran unas pruebas en el hospital. Aunque ya
en esa fase se le detectaron dificultades a la hora de distinguir los colores, además
de su incapacidad para leer no tuvo ninguna sensación subjetiva de alteración de
los colores hasta el día siguiente.
Ese día decidió ir a trabajar otra vez. Le parecía conducir en medio de la niebla,
aun cuando sabía que el día era claro y luminoso. Todo estaba neblinoso, descolo-
rido, grisáceo, confuso. Cerca de su estudio, la policía le hizo señas de que se detu-
viera: le dijeron que se había pasado dos semáforos en rojo. ¿Se había percatado?
No, dijo, no era consciente de haberse saltado ninguna luz en rojo.
El señor I. llegó a su estudio aliviado, con la esperanza de que la horrible niebla
se disiparía, que todo volvería a estar claro. Pero al entrar se encontró con que todo
su estudio, en el que había colgadas telas de vivos colores, se veía ahora totalmente
gris y carente de color… En ese momento la magnitud de su pérdida le abrumó
(sacks 2002, págs. 26-27) 2.
(ej6) los engaños de la memoria de Wittgenstein (ej. 4, cap. 1)
(ej7) el síndrome de KorsAVoV. Mi colega el doctor Leon Protass me explicó
un caso (de síndrome de Korsavov) del que fue testigo recientemente: un hombre muy
inteligente que fue incapaz durante varias horas de recordar a su mujer y a sus hijos,
2
otro fragmento de sacks complementa bien este: La cuestión del conocimiento del color es muy
compleja y tiene algunos aspectos paradójicos que hacen difícil su análisis. Ciertamente, el señor I. era
consciente de que con el cambio de su visión se había producido una gran pérdida, lo cual significa
que era capaz de establecer algún tipo de comparación con su experiencia pasada. Semejante compa-
ración no es posible si existe una destrucción total de la corteza visual primaria de los dos hemisferios,
por ejemplo a causa de una apoplejía, como sucede en el síndrome de Anton. Los pacientes afectados
por este síndrome se vuelven completamente ciegos, pero no se lamentan de su condición ni la describen.
No saben que están ciegos; toda la estructura de la consciencia queda total e instantáneamente reor-
ganizada desde el momento en que sufren el ataque... padecen anosognosia: es decir, no tiene conoci-
miento de su pérdida (sacks 2002, nota 1, p. 34).
146
Capítulo 7_Maquetación 1 06/08/2015 17:24 Página 147
de recordar que tenía esposa e hijos. Perdió, en realidad, treinta años de su vida…
Lo peculiar es el horror que sienten los demás: el paciente, inconsciente, amnésico a
su amnesia, puede seguir con lo que está haciendo, tan tranquilo, y no descubrir hasta
después que perdió no solo un día (como ocurre con los «apagones» alcohólicos nor-
males), sino media vida, y que no se dio cuenta (sacks 1970, p. 64).
(ej8) la edad del simulacro de BAuDrillArD. La transición desde signos que
disimulan algo a signos que no son nada marca el decisivo punto de rotación. Lo
primero implica una teología de la verdad y el secreto (al cual la noción de ideología
todavía pertenece). El segundo inaugura una era de los simulacros y la simulación,
en la cual ya no hay ningún Dios para reconocer a los suyos, ningún juicio final para
separar verdad de falsedad, lo real de su resurrección simulada (Jean Baudrillard
1988, p. 130, mi traducción3).
(ej9) el 1984 de orWell. Quizás, después de todo, resultaran ciertos los ru-
mores de extensas conspiraciones subterráneas; quizás existiera de verdad la Her-
mandad. Era imposible, a pesar de los continuos arrestos y las constantes confesiones
y ejecuciones, estar seguro de que la Hermandad no era sencillamente un mito. Al-
gunos días lo creía Winston; otros, no. No había pruebas, solo destellos que podían
significar algo o no significar nada: retazos de conversaciones oídas al pasar, algunas
palabras garrapateadas en las paredes de los lavabos, y, alguna vez, al encontrarse
dos desconocidos, ciertos movimientos de las manos que podían parecer señales de
reconocimiento. Pero todo ello eran suposiciones que podían resultar totalmente fal-
sas (orwell 1949, pág. 20).
(ej10) la censura en la urss de stAlin. Un ejemplo de «limpieza» de infor-
mación política es el de la URSS bajo Stalin, donde fue frecuente la utilización de
fotografías alteradas para eliminar de ellas a la gente a quien Stalin había conde-
nado a la ejecución. A pesar de las fotografías alteradas, que podrían haber sido
recordadas u olvidadas, esta alteración deliberada y sistemática de la historia en la
opinión pública es vista como uno de los temas centrales del estalinismo y el totali-
tarismo. La ex Unión Soviética mantuvo un extenso programa especial de censura
estatal. El órgano principal de la censura oficial en la Unión Soviética era el jefe de
la «Agencia de Protección de Secretos de Estado Militar», generalmente conocido
como el Glavlit, su sigla en ruso. El Glavlit manejó los asuntos derivados de la cen-
sura en escritos nacionales y de casi cualquier tipo, incluso la cerveza y las etiquetas
de vodka. El personal del Glavlit se hacía presente en cada editorial Soviética y en
la prensa, la agencia empleaba a unos 70.000 censores para revisar la información
antes de que se difundiese mediante la publicación de casas, oficinas editoriales, y
3
el mismo Baudrillard 1991 toma el primer conflicto irak-usA como un ejemplo en el que el
mapa «precede» al territorio real y lo sustituye, lo que le permite hacer la espectacular afirma-
ción de que la guerra del golfo no ha existido.
147
Capítulo 7_Maquetación 1 06/08/2015 17:24 Página 148
estudios de radiodifusión. Ningún medio de comunicación escapó del control del Gla-
vlit. En todas las agencias de prensa y emisoras de radio y televisión había represen-
tantes del Glavlit en su personal (http://es.wikipedia.org/wiki/Censura, 2013).
148
Capítulo 7_Maquetación 1 06/08/2015 17:24 Página 149
4
Análisis más o menos similares a este pueden encontrarse en la literatura sobre el tema, por
ejemplo en sosa 1997.
5
formalmente (siendo «K» el operador de sapiencia):
- (1) K(q → ¬Kp)
- (2) Kp
149
Capítulo 7_Maquetación 1 06/08/2015 17:24 Página 150
K: K(p→q)
Kp
_______________
Kq
KK: Kp
_______________
KKp
├p↔q
rie: Kp
_______________
Kq
ContrAPosiCión: p→q
________
¬q→¬p
DoBle negACión: ¬¬p
___________
p
150
Capítulo 7_Maquetación 1 06/08/2015 17:24 Página 151
6
Véase read 1988 para una introducción a las lógicas de la relevancia, y Anderson, Belnap y
Dunn 1975-1992 para una recopilación de trabajos fundamentales en el campo. Algunos lógicos
de la relevancia entienden «imposible» como lógicamente imposible o «contradictorio», pero
yo prefiero leerlo en el sentido de «realmente imposible» descrito en el capítulo cuatro.
7
un caso similar, que no describiré aquí, ocurre cuando la conclusión es necesaria.
151
Capítulo 7_Maquetación 1 06/08/2015 17:24 Página 152
152
Capítulo 7_Maquetación 1 06/08/2015 17:24 Página 153
8
el trabajo clásico y todavía muy válido de lógica condicional es lewis 1979. mi propia pre-
sentación del tema puede encontrarse en Vilanova 1995 y Vilanova 1998.
153
Capítulo 7_Maquetación 1 06/08/2015 17:24 Página 154
derivar de él), que ya hemos cuestionado en el capítulo tres, así que no repetiré
ahora las justificaciones para ponerla en duda.
9
Algunas de estas cuestiones, asociadas a la paradoja de moore y la paradoja de mcKinsey, han
sido tratadas en Vilanova1999b y Vilanova 2009.
154
Capítulo 7_Maquetación 1 06/08/2015 17:24 Página 155
155
Capítulo 7_Maquetación 1 06/08/2015 17:24 Página 156
156
Capítulo 7_Maquetación 1 06/08/2015 17:24 Página 157
157
Capítulo 7_Maquetación 1 06/08/2015 17:24 Página 158
158
Capítulo 7_Maquetación 1 06/08/2015 17:24 Página 159
7.4. PráCtiCA
Como hemos visto, el argumento del escenario escéptico pierde mucha de su
fuerza cuando, dicho sea «à la Wittgenstein», nos quitamos las gafas de la ló-
gica clásica y consideramos la conveniencia de interpretar los argumentos es-
cépticos o nuestros propios argumentos fundamentadores de acuerdo con
otras lógicas no clásicas (relevante, contrafáctica, modal, no-monótona...).
Como dije al principio del capítulo, el argumento es un híbrido, así que sería
reiterativo proporcionar el «manual de emergencia» que hasta ahora cerraba
cada capítulo. en las realizaciones reales (no filosóficas) del argumento, creo
que el punto crucial es determinar la probabilidad real del escenario escéptico,
por lo que la mejor medida será buscar evidencias a favor y en contra del es-
cenario. esto es tanto como buscar evidencias a favor y en contra de la posibi-
lidad de error, por lo que en los casos reales el procedimiento a seguir casi
siempre sigue el camino descrito para el argumento del error.
en vez del manual enumeraré las condiciones de cogencia que debe cum-
plir una realización del patrón argumental. es más fácil dar estas condiciones
a partir del patrón argumental original, que recuerdo ahora:
PAtrón ArgumentAl Del esCenArio esCéPtiCo
(D1) sé que si q entonces no sé ninguna creencia del tipo X.
(D2) no sé que no q.
Por lo tanto,
(D3) no sé ninguna creencia del tipo X.
159
Capítulo 7_Maquetación 1 06/08/2015 17:24 Página 160
Condición 3: q debe ser comprensible para mí, así como debe ser claro para
mí que si q fuera verdadera no sabría ninguna proposición del tipo X (solu-
ciones uno y cinco).
Condición 4: el argumento no debe exigir el compromiso con aquellas con-
secuencias lógicas de los compromisos explícitos que no estén contempladas
por la versión del Principio de omnisciencia lógica que rige en el contexto
argumental en cuestión (solución seis).
Condición 5: el argumento no debe explotar compromisos epistémicos que
no se siguen de las reglas epistémicas del contexto. es decir, el escéptico no
puede utilizar el principio de introspección ni el principio de reflexividad de
la justificación si estos no se siguen de las reglas epistémicas subyacentes al
contexto (solución siete).
160
Capítulo 8_Maquetación 1 06/08/2015 17:22 Página 161
CAPÍTULO 8
UN REALISMO «REALISTA»
Ya que has tenido la paciencia de seguirme hasta aquí, me permitiré abrir este
capítulo final con un comentario que no pretende ser filosófico, sino del todo
informal y del todo personal. Un comentario del tipo que efectuaría en la te-
rraza de un bar de la Plaza Mayor como aquella con la que abría el capítulo
primero, y no de los que acostumbro a hacer en aulas o auditorios de Univer-
sidades. Es este: mi experiencia de muchos años con humanos de variada ín-
dole y en las más variopintas circunstancias me ha brindado como enseñanza
que todo escéptico (filosófico o no filosófico) suele esconder un realista de-
sencantado, y todo realista (respecto a un ámbito específico o de una manera
global como el intelectual) lleva dentro de sí un escéptico gratamente sorpren-
dido. Me explicaré.
El escéptico (y hablo ahora aquí de personas, no de sujetos filosóficos)
suele ser alguien que, antes de emprender la aventura del conocimiento, man-
tenía grandes expectativas en torno a los resultados. «Era», pues, un realista
del tipo más optimista que uno pueda concebir. Esperaba llegar a saber mucho
y sin tardar demasiado, y además saber de la mejor manera posible: infalible,
profunda y exponencialmente. En la mayoría de los casos incluso sabía ya de
antemano cómo iba a hacerlo: pensaba que siguiendo de manera rigurosa un
método (o «el» método) el mundo y sus entrañas iban a desplegarse ante sus
ojos y su conciencia prácticamente de manera automática. El realista, por el
contrario, suele ser alguien que antes de acometer la empresa del conocimiento
161
Capítulo 8_Maquetación 1 06/08/2015 17:22 Página 162
era receloso y más bien pesimista. Albergaba, pues, pocas o muy pocas expec-
tativas. Y es que la realidad le parecía algo tan complejo y rico, y sus luces y su
voluntad tan limitadas, que no podía evitar verse de antemano poco menos
que condenado al fracaso. Una desconfianza que, por otro lado, se hacía ex-
tensible al método, métodos o recursos de los que pudiera disponer. Tenía en
cuenta que no los había probado de antemano (quizás otros los hubieran pro-
bado, pero no le parecía que lo suficiente), y por lo tanto no sabía cómo iban
a funcionar más adelante. Imaginaba que tendría que ir tanteando en la oscu-
ridad e improvisando sobre la marcha, modificando, descartando o inventado
procedimientos continuamente, y tentando a la suerte con decisiones más o
menos arriesgadas.
Ya sabemos lo que les pasará después, tanto al realista como el escéptico. A
medida que avance la investigación comenzarán a surgir los problemas a la par
que los modestos resultados, problemas que hemos ido examinando a lo largo
de este libro y que no necesito recordar ahora: contradicciones, huecos, ruidos,
riesgos, impasses, sospechas... Ante la abundancia de problemas, y la cortedad
e imperfección de los resultados, el realista de partida comenzará a sentirse
defraudado, se frustrará y con el paso del tiempo acabará por ser un escéptico,
un realista desencantado. El escéptico de partida, que esperaba los problemas,
se irá sorprendiendo a medida que descubra que es capaz de ir haciéndoles
frente aunque sea mediante fatigosas e improvisadas maniobras (como las que
también se describen en este libro), valorará los modestos resultados, y a la
postre se convertirá en un realista, es decir, en un escéptico gratamente sor-
prendido.
Viene a cuento este comentario porque, a mi manera de ver, el sesgo es-
céptico con el que la filosofía (y en menor medida la sociedad) occidental ha
inaugurado el siglo XXI se puede y debe interpretar como el desencanto del
realista. En buena medida han sido los excesos de Descartes, Locke y compañía
(disculpables por el inusitado momento histórico de éxito científico, y su in-
volucración personal y entusiasta en el proyecto iniciado tras la puesta del con-
tador a cero del renacimiento), junto con la vuelta de tuerca que le da Kant,
los responsables involuntarios de que, cuando llegaron todos los conflictos y
contrariedades que desde finales del siglo XIX han proliferado en el desarrollo
científico (junto con, no lo olvidemos, impresionantes resultados), la mayoría
se viera tomada por sorpresa y sin estar preparada conceptual y psicológica-
mente para lidiar con ellos. A lo largo de los capítulos precedentes se ha ido
revelando cómo los argumentos escépticos son considerablemente más efec-
tivos cuanto más fuerte sea la idea de conocimiento que uno maneje. Certeza,
reflexividad, consistencia, inmunidad a los defectos morales, irrevocabilidad,
sistematicidad (y en sus mejores versiones, pues como hemos visto hay mati-
162
Capítulo 8_Maquetación 1 06/08/2015 17:22 Página 163
UN REALISMO «REALISTA»
ces importantes que hacer en cada caso) son notas que el realista de partida
incorpora alegremente a su noción de conocimiento. Y es cierto que son bue-
nas propiedades, propiedades que hacen mejor y preferible a la creencia justi-
ficada que las tiene que a la que carece de ellas. En otras palabras, son
propiedades que una noción de conocimiento perfecto, de conocimiento ideal
debe tener.
El problema, como ya se ha dicho, es que esa noción de conocimiento es
ideal. Y lo real no debe ser como lo ideal (aunque sea mejor cuanto más se le
acerque), del mismo modo que los hombres no deben (porque no pueden)
ser dioses, ni el hombre bueno un santo. Como dije en el prólogo, el propósito
al escribir este libro no era tomar partido ni a un lado ni al otro en el debate fi-
losófico sobre la fundamentación del conocimiento, sino sacar de él buenas
recetas para la vida real y la práctica científica. Y pienso que los capítulos an-
teriores pueden ser de provecho tanto para el realista como para el escéptico
filosófico (porque en la vida real necesitará también resolver el problema prác-
tico de qué creer o de qué decir que cree), ya que lo que se dice es relativa-
mente independiente de posicionamientos filosóficos.
En este capítulo final deseo, aunque solo sea sucintamente, cumplir con
aquello a lo que siento que mi vocación filosófica (y no sé si también mi cargo
académico) me obliga. Es decir, intentaré extraer de la investigación previa al-
gunas moralejas para el debate epistemológico, a la vez que me posicionaré
más claramente en el mismo. Me gusta pensar que este posicionamiento se
sigue de manera natural de la perspectiva que da la teoría de la argumentación;
es decir, que es al que llegamos cuando abordamos el problema de la funda-
mentación del conocimiento a través de la discusión sobre la cogencia o no
cogencia de una gran variedad de argumentos reales cuyas conclusiones son
que sabemos o que no sabemos. Pero pertenezco a la ralea de los «escépticos
gratamente sorprendidos», y por lo tanto no me atreveré a afirmar que lo he
hecho lo bastante bien en los capítulos previos como para haber ganado ya el
horizonte argumentativo adecuado. Ahora bien, lo que sí afirmaré más tajan-
temente es que la perspectiva de la teoría de la argumentación es una buena
perspectiva, y, con seguridad, imprescindible cuando abordamos el problema
del conocimiento real, no ideal. Mi justificación para afirmar tal cosa es muy
simple: no podemos hablar de fundamentación del conocimiento hasta que
esta se verbaliza, hasta que uno hace la pregunta en voz alta (no digo que si se
plantea dentro de la cabeza de alguien y se queda allí no pueda ser un problema
para el dueño de la cabeza, pero no es, obviamente, un problema para mí y por
lo tanto no puedo ni debo hablar sobre ello), y la manera en que los humanos
resolvemos las preguntas es dando razones, es decir, argumentando. Lo que
interesa al ciudadano común, así como al científico, el jurista y el periodista,
163
Capítulo 8_Maquetación 1 06/08/2015 17:22 Página 164
Loci clasici
Cuando digo que debemos construir un nuevo realismo tampoco debo ser to-
mado literalmente. Algún lector podría entender que propongo producir una
164
Capítulo 8_Maquetación 1 06/08/2015 17:22 Página 165
UN REALISMO «REALISTA»
nueva doctrina filosófica (que sea realista de manera realista) rompiendo con
la tradición filosófica, desechando todos sus logros, empezando la empresa
desde cero y desarrollándola de una manera completamente inédita. En filo-
sofía eso pasa raramente o nunca. Al contrario, pienso que hay en la obra de
los grandes y no tan grandes pensadores muchos elementos, ideas, análisis y
sugerencias de los que uno puede nutrirse a la hora de enfocar el problema
epistemológico en sus justos términos. Sin ir más lejos del pasado siglo, creo
que en la obra de Moore, Austin y Wittgenstein hay claves importantes. Quizás
incluso todas las claves, pues al leerlos uno puede darse cuenta de que, cada
uno a su manera y con sus errores y aciertos particulares, han comprendido
satisfactoriamente los problemas y las vías de solución1. También me parece
encontrar en Heidegger, Ortega y Gasset y Gadamer, también a su manera y
con sus errores y aciertos, buenos planteamientos, aunque me abstendré de
hablar de ellos aquí, pues reconozco que mi limitado conocimiento de su obra
me impide hacer juicios rigurosamente fundamentados.
Cuando uno examina de cerca la obra de los autores que, como digo, na-
vegan con buen rumbo, advierte, además de esa preocupación por el problema
real y del recurso a nociones epistemológicas no idealizadas ya comentados,
otra ventaja importante y con seguridad imprescindible para llegar a buen
puerto. Y es que todos ellos están bien equipados con nociones adecuadas y a
su vez no idealizadas de esos otros objetos con los que el tema del conocimiento
conecta: lenguaje, pensamiento, percepción, verdad, normatividad, etc... Tal y
como anuncié en el primer capítulo, y como se ha ido comprobando una y otra
vez a lo largo de los capítulos siguientes, el problema del conocimiento conecta
y nos lleva indefectiblemente a otros temas filosóficos troncales. De ahí que no
pueda haber una correcta comprensión de la fundamentación del conocimiento
hasta que no haya una correcta comprensión de esos otros temas. Para evitar
perder el foco de mi investigación (y también, ahora lo confieso, por incapaci-
dad personal; y un poco también, puestos a ser sinceros, por cobardía), me he
limitado en cada caso a señalar la conexión y sugerir vagamente alguna vía de
solución. En lo que queda de este capítulo me propongo explorar esos territo-
rios y pergeñar un rudimentario mapa para no perdernos en nuestra búsqueda
de El Dorado epistémico.
Acertabilidad
El punto de rotación, la bisagra que hay que hacer girar para llegar a esa pers-
pectiva que anhelo, no es otro que el que hay entre la botella medio vacía y la
1
Y también opino que hay mucha gente que los ha entendido y sigue entendiendo de manera ade-
cuada. Exégetas como Howard O. Mounce, Daniele Moyal-Sharrock o Antonio Blanco, por ejemplo.
165
Capítulo 8_Maquetación 1 06/08/2015 17:22 Página 166
botella medio llena del refrán. En efecto, durante mucho tiempo los filósofos
se han dedicado a discutir los distintos factores que pueden impedir que nues-
tros procedimientos de adquisición de conocimientos alcancen la meta bus-
cada. Han discutido cada uno de los motivos que nos hacen falibles, unos
procurando antídotos que nos libren para siempre de sus efectos, otros inten-
tando probar que es imposible dar con las vacunas que nos inmunicen contra
el error. Durante mucho, demasiado tiempo, la epistemología se ha centrado
en la posibilidad de error. Ha llegado la hora, me parece, de centrarse en la po-
sibilidad de acierto. Así es. Tenemos que pasar de discutir la infalibilidad a dis-
cutir la acertabilidad, de preocuparnos por la posibilidad de estar equivocados
a preguntarnos cómo es posible que podamos estar acertados (incluso aunque
no lo estemos). Debemos dejar de traumatizarnos por la dificultad, compleji-
dad y escasez del conocimiento y empezar a examinar los factores que hacen
que, aun a pesar de tantos impedimentos, en ocasiones alcancemos esa anhe-
lada situación en que creemos, tenemos justificaciones razonables y encima
(aunque sea con algo de suerte) lo que creemos se corresponde con los hechos.
Un buen primer paso para hacer girar esa bisagra, a mí parecer, consiste en
intentar ver el saber no tanto como un estado, sino, fundamentalmente, como
una actividad. Desde luego, hablamos de situaciones o estados en los que sa-
bemos (o no sabemos), y no hay ningún problema conceptual con tal discurso.
Pero no debemos olvidar que esas situaciones son el resultado de un proceso
en que vamos llevando a cabo acciones epistémicas, recogiendo evidencias,
planteando nuevas preguntas, resolviendo problemas, etc... Propiamente el
«saber» no es el resultado sino el proceso, o al menos es imposible entender y
evaluar el estado sin tener en cuenta el proceso. Lo que nos interesa es ver cómo
se ha llegado allí (a mantener tal creencia en base a tales razones). De poco nos
vale saber «dónde» estamos (qué tipo de situación es esa); habría otras ma-
neras de llegar, otros procesos distintos pero que no son para nada pertinentes
para evaluar si hemos tenido éxito epistémico en el nuestro (las que tienen que
ver con casos Gettier o con casos Goldman del tipo «fachada de granero» por
ejemplo). Propongo, pues, examinar sobre todo acciones y procesos, como los
constituyentes principales de lo que llamamos conocimiento. Y entender, con-
siguientemente, el saber más como un hacer que como un estar: saber es hacer
conocimiento, no un estado en el que uno se encuentra.
Una comparación con otros tipos de actividad y de prácticas puede ser útil
aquí. Tomaré como ejemplo la ingeniería civil. Cuando alguien alaba o de-
nuesta un puente viario lo que está alabando es la «construcción» del puente.
Si el mismo artefacto hubiera aparecido espontáneamente entre dos montañas,
sin duda hubiera causado asombro (y suscitado muchas preguntas), pero nadie
alabaría ni denostaría el objeto. Cuando decimos de un puente que es un buen
166
Capítulo 8_Maquetación 1 06/08/2015 17:22 Página 167
UN REALISMO «REALISTA»
puente queremos decir que el puente ha sido bien construido. Aunque el puente
cumpla su función, podemos seguir diciendo que es un mal puente si su ela-
boración ha sido chapucera y excesivamente costosa. Por esa misma razón po-
demos decir de un puente romano o medieval que todavía se mantiene en pie
que es un buen puente, y de un puente muy reciente intrínsecamente más ro-
busto y eficiente decir que es peor que el romano, ya que tenemos en cuenta
los medios, técnicas y materiales disponibles. Es decir, evaluamos el producto
a luz del proceso. Eso no quiere decir, claro está, que no evaluemos el proceso
también a la luz del producto. En general el proceso parece bueno cuando es
producido por procedimientos que habitualmente dan lugar a buenos produc-
tos, y el producto nos parece bueno en parte porque el proceso que lo ha pro-
ducido ha seguido buenos procedimientos (si el lector reconoce la circularidad
me alegraré, pues significa que me ha seguido hasta aquí).
Ahora bien, en nuestra valoración nunca se nos ocurriría decir que el
puente es malo solo porque se haya caído. Debemos tener en cuenta las cir-
cunstancias en que se ha producido el derrumbe. Si ha habido un terremoto
de inusitada magnitud, o el ataque de un grupo terrorista no culparemos al
puente. Tampoco lo haremos si ha sido usado de una manera indebida o exi-
giéndole más de lo normal: por ejemplo si ha sido usado como pista de aterri-
zaje o se ha hecho pasar por encima de él un portaaviones. Y tampoco, creo
yo, culparíamos al puente ni al constructor cuando habiendo sido usado según
lo previsto y en circunstancias normales se ha producido una muy improbable
concatenación de detalles, alguna confluencia astral o cuántica como esas que
pueblan los libros de divulgación científica. De hecho, y este es un punto que
no me cansaré de resaltar, no siempre y casi nunca es la solidez o la improba-
bilidad de derrumbe el factor más tenido en cuenta en la valoración. Hay siem-
pre otras consideraciones (la disponibilidad de medios, el uso previsto, la
urgencia de la obra, etc...) que determinan el umbral de solidez satisfactorio.
Si la diferencia entre dos proyectos en capacidad de tráfico es muy grande y la
de solidez muy pequeña, lo más probable es que sacrifiquemos una por otra.
O, por ejemplo, en la apertura de un corredor humanitario en el centro de un
conflicto bélico solo a un personaje de Kafka (o de Carroll) se le ocurriría so-
licitar el cumplimiento de la norma ISO 9000.
Pues bien, todas estas consideraciones pueden y deben ser, en mi opinión,
aplicadas a la ingeniería del conocimiento. No podemos decir que la justifica-
ción era mala solo porque la creencia fuera equivocada, y mucho menos de-
sechar el procedimiento epistémico que la ha producido. Hay que tener en
cuenta en qué circunstancias y debido a qué se ha producido el error. Si se ha
otorgado un alcance extralimitado a los resultados de la investigación o se ha
hecho uso de un procedimiento fuera de su ámbito previsto de aplicación. O
167
Capítulo 8_Maquetación 1 06/08/2015 17:22 Página 168
si la causa del error es tan improbable que no merece la pena inmunizar el pro-
cedimiento epistémico frente a él. Pero sobre todo sería absurdo (kafkiano,
carrolliano y hasta grouchiano) pedir que todas esas circunstancias y conside-
randos, todas las posibles extrapolaciones indebidas y todos los márgenes de
error fueran contemplados antes de que se hayan producido. Si esa práctica se
siguiera con los puentes, todavía iríamos dando rodeos a todos lados. Si lo hi-
ciéramos con el asunto del conocimiento, nuestras mentes permanecerían en
blanco como las de los rumiantes. Lo que se tiene en cuenta son las circuns-
tancias normales, el uso previsto, el margen de éxito. Nadie dispara una bala
pensando en cómo se falla, se piensa en cómo dar en el blanco.
168
Capítulo 8_Maquetación 1 06/08/2015 17:22 Página 169
UN REALISMO «REALISTA»
Percepción
Comenzaré con el primer punto, el relativo a la heterogeneidad de la percep-
ción. Pienso que podemos y debemos aceptar que en la misma situación se
dan un conjunto de percepciones diferentes, y que distintas personas pueden
percibir distintos aspectos de la misma cosa. Pero esto no quiere decir, y por
aquí viene el equívoco, que esos distintos aspectos sean (o sean siempre)
«puestos» por el sujeto. No quiere decir que el aspecto sea un «extra» que
yo añado a la cosa o a la situación, al igual que otro añade otros aspectos extra.
La existencia de aspectos puede deberse no a la existencia de múltiples obser-
vadores, sino a la propia estructura de la realidad. Que una cosa tenga una gran
cantidad de propiedades no quiere decir que estas no sean propiedades obje-
2
Un caso flagrante es el de Unger 1996, quien intenta convencernos de que debemos hacer
cosas como comprar postales de UNICEF a pesar de la relatividad semántica de todo predica-
mento ético.
169
Capítulo 8_Maquetación 1 06/08/2015 17:22 Página 170
Lenguaje
Vayamos ahora con la segunda pata, aquella que tiene que ver con la incapa-
cidad de transcender nuestra perspectiva y por lo tanto de contrastarla con la
realidad o con las perspectivas de otros. Una vez más, creo que podemos, y
que debemos, aceptar que uno no puede salir fuera de su cabeza para hacer la
170
Capítulo 8_Maquetación 1 06/08/2015 17:22 Página 171
UN REALISMO «REALISTA»
comparación entre algo que está dentro y algo que está fuera de ella, ni tam-
poco puede salirse de su marco y compararlo desde fuera con otros marcos.
Pero tampoco creo que tal malabarismo sea necesario ni además, si fuera po-
sible, para nada útil. Y ello porque podemos evaluar nuestro marco desde nues-
tro marco, y nuestra opinión desde nuestra propia perspectiva. De la misma
manera podemos comprender y evaluar otros marcos sin salirnos del nuestro,
y contrastar opiniones desde nuestra circunstancia. Lo primero, evaluar nues-
tro marco, lo estamos haciendo continuamente. De hecho, cada vez que em-
pleamos una regla (epistémica o lingüística) estamos poniéndola a prueba.
Para poder percibir esto, no hay que olvidar que la regla es un medio, que son
ciertas necesidades y deseos del que la ejecuta los que marcan los fines, y que
es la propia realidad la que se impone al final del proceso, la que dictamina si
los fines se han alcanzado o no. Por ello la regla no se puede evaluar exami-
nando su descripción o su explicitación verbal (de hecho, si hacemos caso a
Wittgenstein, la descripción no tiene nada que ver con la regla, la cual solo
existe en las acciones en que es seguida), pues solo al ser usada cobra contacto
con el duro suelo de los hechos y salen a la luz sus defectos y virtudes. Toda
regla epistémica, todo concepto es evaluado siempre a posteriori, porque se
evalúa su funcionamiento, su capacidad para generar buenos productos. De
ahí también que la regla no sea contrastada ante el mundo in toto, sino en la
situación específica en que es ejecutada. Si además tenemos en cuenta la he-
terogeneidad y diversidad de las circunstancias de aplicación de la regla, más
el hecho de que la regla también se construye sobre la marcha y se va modifi-
cando a medida que se va probando, tenemos una explicación de la graduali-
dad y provisionalidad de toda evaluación (lo que, una vez más, no significa
que no exista: vaguedad no implica incapacidad).
Con respecto a la comparación con otros marcos, sin duda no es algo que
hagamos tan frecuente y directamente como la comparación con la realidad.
Pero pienso que aquí se aplica uno de los leitmotivs de la hermenéutica con-
temporánea, el de que debemos entender al otro desde nuestra propia circuns-
tancia, bajo nuestro propio marco y con nuestros propios pre-juicios. Sin entrar
ahora en la propuesta de Gadamer, más filosófica y por lo tanto más técnica,
me parece que la manera en que hace esto el ciudadano de a pie está íntima-
mente relacionada con la manera en que evalúa enunciados contrafácticos.
Como ya he dicho, un contrafáctico es un condicional cuyo antecedente es
falso (para algunos basta con que se desconozca el valor de verdad del ante-
cedente, pero dejaré ahora fuera esos casos). Según una de las teorías más acep-
tadas (propuesta inicialmente por Stalnaker 1968, siguiendo una sugerencia
de Frank Ramsey), para evaluar el contrafáctico hay que revisar nuestro con-
junto de creencias mínimamente, eliminando los enunciados incompatibles
171
Capítulo 8_Maquetación 1 06/08/2015 17:22 Página 172
172
Capítulo 8_Maquetación 1 06/08/2015 17:22 Página 173
UN REALISMO «REALISTA»
4
El mismo Strawson admite cambios históricos, aunque hay usos que permanecen en nuestra
imagen del mundo (Strawson 1983, p. 24). Moyal-Sharrock, en su exégesis de Sobre la Certeza,
distingue también entre universal y local hinges (Moyal-Sharrock 2004, p. 195 y ss.).
173
Capítulo 8_Maquetación 1 06/08/2015 17:22 Página 174
poco como Hume defiende que nadie puede evitar en su vida cotidiana for-
marse creencias de acuerdo con el principio de inducción, o como algunos
exégetas de Wittgenstein interpretan el carácter instintivo y animal del segui-
miento de reglas. A mi modo de ver, es también una característica del ser hu-
mano, conectada con su socializabilidad, la de ser capaz de sobreponerse a
sus instintos y sus costumbres (a no agredir al dentista, a controlar sus eva-
cuaciones en público, a invertir la pulsión sexual, a abandonar un vicio o un
trabajo, a dejarse morir de hambre...). Tal y como yo lo veo, la motivación
descansa en último término en una decisión personal e intransferible, la de
formar parte de un colectivo. No debemos perder de vista que la «natura-
leza» de la que vengo hablando es una naturaleza social, así que otra manera
de explicar esto es diciendo que la obligación de seguir una regla en vez de
otras es una obligación social, es una obligación cara a los otros antes que
ante uno mismo. Y la decisión de seguir tales reglas y no otras (de adoptar
unas prácticas en vez de otras) es la resolución de convivir con el otro, de
vivir en una comunidad. No hay más normatividad, en el fondo, que esta, y
su fuente no es otra que la decisión que uno toma de tomar parte de una prác-
tica colectiva de la que no es único dueño ni legislador plenipotenciario. Si
quieres jugar al juego, tienes que jugar al juego: no puedes jugar al baloncesto
siguiendo las reglas del fútbol.
Sentido Común
Bien, ¿y a dónde nos lleva todo esto? O mejor, ¿de dónde se puede sacar todo
esto? Es decir, ¿dónde debemos buscar esas nociones no idealizadas de len-
guaje, creencia, verdad, etc.?, ¿con qué instrumentos, a partir de qué intuicio-
nes, por medio de qué llevaremos a cabo esta inspección cercana de nuestros
marcos conceptuales? Resaltando de nuevo el meollo del asunto, ¿desde dónde
podemos mirarnos a nosotros mismos?, ¿cuál es el marco para examinar los
marcos? Bueno, no deseo volver sobre cuestiones ya vistas, pero para dejar
claro al lector que no es necesario viajar a ningún lugar distinto de los que le
son familiares, le pondré un nombre: sentido común.
El recurso al sentido común no es una idea nueva en el dominio filosófico.
Por ejemplo, Aristóteles adopta muchas veces una estrategia de este estilo
cuando se enfrenta a las dudas escépticas. Y tan pronto como Descartes re-
plantea el problema de la fundamentación del conocimiento en el siglo XVI,
Claude Buffer replica que es el sentido común, y no los logros de filósofos aca-
démicos, el que proporciona la regla principal para juzgar asuntos importantes.
Poco después Thomas Reid responde a los ataques de Hume al conocimiento
científico y filosófico acudiendo también al sentido común, iniciando una co-
rriente filosófica menor cuya continuidad hasta el siglo XXI es propiciada por
174
Capítulo 8_Maquetación 1 06/08/2015 17:22 Página 175
UN REALISMO «REALISTA»
filósofos como James Beattie, James Oswald, Dugald Stewart, Sir William Ha-
milton y, recientemente, Noah Lemos y Lynd Forguson. Desde mi punto de
vista, es natural y hasta justo que esta escuela ocupe un lugar marginal en la
historia de la filosofía, pues en general carecen de una idea adecuada tanto de
lo que es el sentido común como de la manera en que puede ser utilizado en
la práctica filosófica. Tienden a hablar del sentido común como si se tratara
de un oráculo: una fuente de verdades universales que uno consulta cerrando
los ojos y concentrando su atención en el problema. Esta caracterización psi-
cológica (centrada en el sujeto) y teorética (compuesta de tesis) del sentido
común les hace a veces indistinguibles de aquellos a quienes se oponen (Des-
cartes o Kant). Algo completamente ajeno a la propia idea de sentido común
de lo que es sentido común, la implícita cuando decimos «lo que hizo era de
sentido común» o «decir tal cosa iba contra el sentido común», donde se
alude a rasgos comunes a las prácticas de distintas personas y comunidades o,
en la feliz expresión de Rescher, the commonplaces of everyday-life experience of
ordinary people in the ordinary course of things (Rescher 2005, p. 11) (los lugares
comunes de la experiencia cotidiana de gente corriente en el curso corriente
de los acontecimientos).
Es la valiente reivindicación de Moore, y sobre todo las aclaraciones de
Austin y Wittgenstein (aunque ellos prefieran hablar del lenguaje natural, de
gente corriente o de la vida cotidiana, seguramente para desmarcarse de la no-
ción psicologizada de sentido común), lo que propicia una mejor comprensión
del sentido común como una manera de actuar inherente o subyacente a nues-
tras propias prácticas, producida por nosotros en un largo proceso histórico y
sujeta ella misma a las alteraciones de la historia. Básicamente, lo que dichos
filósofos aclararon fue tanto la naturaleza lingüística del sentido común (per-
tenece a la «gramática» del lenguaje) como su carácter comunitario (depende
de la actividad y actitud de un colectivo). Algo que solo fue posible, a su vez,
gracias a una correcta comprensión del lenguaje mismo en clave pragmática,
no como un mero «vehículo del pensamiento», sino como una actividad lle-
vada a cabo colectivamente, regulada socialmente y entretejida con otras ac-
tividades, costumbres y modos de vida.
No es este el momento para ponerse a analizar, justificar y explotar teóri-
camente esta noción, la de sentido común, pues me parece que es un proyecto
que requiere su propio tiempo y su propio espacio (no un capítulo de un libro,
sino un libro entero). Pero sí me gustaría cerrar este capítulo y, de paso, este
libro, con una declaración de principios que es a la vez un examen de concien-
cia y una expresión de intenciones. No estoy seguro de haberlo conseguido
del todo aquí (sospecho que en ocasiones, quizás por haber seguido dema-
siado de cerca la literatura especializada, el debate académico o los modelos
175
Capítulo 8_Maquetación 1 06/08/2015 17:22 Página 176
lógicos, me he alejado algún paso de esa tierra firme), pero sí estoy totalmente
convencido de que la única manera sensata de defender un realismo genuino
en el siglo XXI será, si no lo es ya, desde ese terreno compartido, llamémosle
sentido común, lenguaje natural, vida cotidiana o sabiduría popular.
El nombre me da igual, lo único que sé es que el único realismo «realista»
es el realismo de sentido común.
176
Bibliografía_Maquetación 1 06/08/2015 20:30 Página 177
BIBLIOGRAFÍA
177
Bibliografía_Maquetación 1 06/08/2015 20:30 Página 178
178
Bibliografía_Maquetación 1 06/08/2015 20:30 Página 179
BIBLIOGRAFíA
179
Bibliografía_Maquetación 1 06/08/2015 20:30 Página 180
180
Bibliografía_Maquetación 1 06/08/2015 20:30 Página 181
BIBLIOGRAFíA
181
Bibliografía_Maquetación 1 06/08/2015 20:30 Página 182
182
Bibliografía_Maquetación 1 06/08/2015 20:30 Página 183
BIBLIOGRAFíA
183
Bibliografía_Maquetación 1 06/08/2015 20:30 Página 184
184
12indice_Maquetación 1 06/08/2015 20:28 Página 185
ÍNDICE
Prefacio................................................................................................................. 9
Cap. 1. Fundamentación del conocimiento.................................................. 15
1.1. La fundamentación del conocimiento como problema vital............... 15
Una conversación entre amigos................................................................... 15
Conocimiento y Justificación....................................................................... 17
Dudas escépticas y argumentos fundamentadores..................................... 19
Dudas escépticas en la vida cotidiana (y no tan cotidiana)...................... 21
1.2. La fundamentación del conocimiento como problema filosófico.... 25
Un cruce de caminos........................................................................................ 25
Un debate filosófico........................................................................................ 29
Las diferencias entre las dudas filosóficas y las dudas reales.................... 31
Adelanto de una propuesta........................................................................... 34
Cap. 2. El punto de vista de la argumentación.................................................. 37
2.1. Lógica versus Teoría de la Argumentación............................................... 37
Argumentos...................................................................................................... 37
Lógica y Lógica Simbólica............................................................................ 38
¿Teoría de la Argumentación vs. Lógica Simbólica?.................................. 40
2.2. Contextos argumentales y contextos epistémicos................................... 43
Contextos argumentales............................................................................... 43
Reglas argumentales........................................................................................... 46
Contextos epistémicos....................................................................................... 48
Patrones argumentales epistémicos.............................................................. 49
2.3. Una guía de argumentos escépticos........................................................ 50
Tres objetivos para una investigación......................................................... 50
Modelos y esquemas: un excurso metafilosófico........................................ 52
Los cinco patrones argumentales escépticos............................................... 53
Cap.3. El argumento de las evidencias contrarias........................................... 55
3.1. Clarificación................................................................................................... 55
Un clásico......................................................................................................... 55
Algo de casuística................................................................................................ 57
185
12indice_Maquetación 1 06/08/2015 20:28 Página 186
186
12indice_Maquetación 1 06/08/2015 20:28 Página 187
ÍNDICE
187
12indice_Maquetación 1 06/08/2015 20:28 Página 188
Lenguaje............................................................................................................. 170
Normatividad................................................................................................... 172
Sentido común.................................................................................................. 174
Bibliografía.......................................................................................................... 170
188
12indice_Maquetación 1 06/08/2015 20:28 Página 189
12indice_Maquetación 1 06/08/2015 20:28 Página 190