El interés de hallar una relación entre arquitectura y literatura me
llevo a la poética arquitectónica a la que se refería Heidegger en El habitar poético, pero es claro que la literatura no es sólo poesía, sino también narrativa y que histórico-literariamente hablando esta es anterior a la poesía, pues es sabido que el cuento tiene su raíz oral, mientras que la poesía se originó en la épica y la lírica.
En un intento de demostrar la relación entre estructura
arquitectónica y narrativa, también la hallé entre la percepción arquitectónica y cuántica. La literatura narrativa posee estructura, elementos, técnica, volumen, trama, etc. En sí, aspectos que la arquitectura también presenta.
La estructura de un cuento se constituye por la sucesión de
instantes, los instantes representan el aspecto espacial del cuento, mientras que la sucesión el aspecto temporal. Pero en la estructura de una obra arquitectónica el tiempo no es un aspecto tan fácil de apreciar como podría serlo en la mecánica o en el diseño industrial. En la literatura, la música y el cine (incluso la fotografía) el tiempo se percibe en la narración. Pero la pregunta es si hay una narrativa arquitectónica, la reflexión nos lleva al fundamento teórico siendo la obra el objeto de análisis y al deterioro si se le considera como un organismo. Existe la evidencia que desde tiempos muy remotos las edificaciones poseían una carga simbólica en la que podría advertirse una narración, como en el caso de las catedrales y los vitrales, y también que desde entonces las construcciones eran consideradas como organismos vivos, a los cuales se les busca dar permanencia y aun más, eternidad.
En la cábala judía el fundamento teórico representa el alma de un
edificio, lo que le da sentido, si este se pierde se diría que ha muerto. La construcción toma el lugar del cuerpo, el cual si puede ser construido y reconstruido, a lo que comparan con la resurrección. Todo esto engloba el tema del templo y la Shekinah.
Pero analizando estas concepciones y al darnos una visión más
técnica y menos poética, comprendemos que el tiempo es en sí el cambio. Sabemos que hay tiempo porque las cosas cambian de posición o de apariencia, pero para que el cambio sea advertido debe haber un espectador que es el mismo que advierte el cambio. Es decir, el espacio existe de manera no pragmática, pero el tiempo es psicológico, existe porque es percibido. Y esto tiene todo sentido, si se considera que una obra narrativa en sí no es una estructura cambiante, pues ya está escrita, sus personajes están destinados a lo que les va a ocurrir; el tiempo es la percepción que experimenta el lector o agente perceptor cuando recorre secuencialmente la obra, lo que es fácil de conseguir pues el lector pasa de línea en línea en un texto narrativo, de aquí la perfección del diseño de la escritura.
En una composición gráfica también existen reglas que permiten
lograr esa secuencia, como el hecho de que primero se aprecian los elementos más llamativos, o suele seguirse el patrón de la lectura textual. En la arquitectura funciona de manera similar, pero además, una construcción al ser una obra extensa debe ser percibida desde distintas perspectivas. Desde el momento en que se aprecia desde lejos tenemos una primera perspectiva, el primer instante si fuera cronológico. Luego, al acercarnos, al entrar, al dirigirnos a tal o cual lugar. Lo fascinante aquí es que el arquitecto permite al espectador elegir hacia dónde dirigirse, al recorrer los cuartos, los pasillos, todo el espacio construido, hay una secuencia. Esto significa que las perspectivas del espectador cambian, como si se tratara de cuadros o fotogramas, la mecánica de la narrativa arquitectónica permite al arquitecto dar libertad al espectador para decidir qué quiere ver, pero a la vez someterlo a lo que quiere que vea para mantener la secuencia. El tiempo en la arquitectura reside en el cambio de perspectivas que consigue apreciar el espectador.
Pero el deterioro también implica un cambio en la estructura,
entendiendo por deterioro los cambios que sufre la estructura en vías de cualquier agente. Una casa habitada alberga las posesiones de sus habitantes, las cosas se ordenan, desordenan y reordenan, pero tal cambio sólo se aprecia si hay un espectador, que pueden ser los mismos habitantes. Sabemos que el tiempo está implícito en el cambio porque es progresivo o al menos lleva cierta secuencia, pero para que exista en una siempre requerirá de un agente ordenado (la construcción), de otro ordenante (el arquitecto, los habitantes, la naturaleza) y de uno perceptor (quien advierte el cambio). Míticamente es un tríada, geométricamente entendemos que es una superficie, que al igual que el espacio se construye de manera tridimensional.
Una forma de explicar esta teoría nos diría que la obra se
comporta como una ondícula, cuando no es observada es una partícula con existencia no pragmática, pero al ser observada lo hace como una onda, pues la percepción de las cosas llega por medio de señales eléctricas, el sonido, el color las formas llega a nuestra percepción por medio de ondas, así lo que percibimos no es la cosa (partícula) en sí, sino la señal que emite. Como es sabido, toda onda posee una frecuencia a la que vibra, que es el numero de longitudes que realiza en un tiempo definido, y he aquí el fundamento del tiempo, la percepción. La posibilidad de una narrativa arquitectónica se debe a la mecánica cuántica, y por ende, al hombre mismo.