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NARRATIVA ARQUITECTÓNICA

Xulio Vásquez

El interés de hallar una relación entre arquitectura y literatura me


llevo a la poética arquitectónica a la que se refería Heidegger en
El habitar poético, pero es claro que la literatura no es sólo
poesía, sino también narrativa y que histórico-literariamente
hablando esta es anterior a la poesía, pues es sabido que el
cuento tiene su raíz oral, mientras que la poesía se originó en la
épica y la lírica.

En un intento de demostrar la relación entre estructura


arquitectónica y narrativa, también la hallé entre la percepción
arquitectónica y cuántica. La literatura narrativa posee
estructura, elementos, técnica, volumen, trama, etc. En sí,
aspectos que la arquitectura también presenta.

La estructura de un cuento se constituye por la sucesión de


instantes, los instantes representan el aspecto espacial del
cuento, mientras que la sucesión el aspecto temporal. Pero en la
estructura de una obra arquitectónica el tiempo no es un aspecto
tan fácil de apreciar como podría serlo en la mecánica o en el
diseño industrial. En la  literatura, la música y el cine (incluso la
fotografía) el tiempo se percibe en la narración. Pero la pregunta
es si hay una narrativa arquitectónica, la reflexión nos lleva al
fundamento teórico siendo la obra el objeto de análisis y al
deterioro si se le considera como un organismo. Existe la
evidencia que desde tiempos muy remotos las edificaciones
poseían una carga simbólica en la que podría advertirse una
narración, como en el caso de las catedrales y los vitrales, y
también que desde entonces las construcciones eran
consideradas como organismos vivos, a los cuales se les busca
dar permanencia y aun más, eternidad.

En la cábala judía el fundamento teórico representa el alma de un


edificio, lo que le da sentido, si este se pierde se diría que ha
muerto. La construcción toma el lugar del cuerpo, el cual si
puede ser construido y reconstruido, a lo que comparan con la
resurrección. Todo esto engloba el tema del templo y la
Shekinah.

Pero analizando estas concepciones y al darnos una visión más


técnica y menos poética, comprendemos que el tiempo es en sí
el cambio. Sabemos que hay tiempo porque las cosas cambian
de posición o de apariencia, pero para que el cambio sea
advertido debe haber un espectador que es el mismo que
advierte el cambio. Es decir, el espacio existe de manera no
pragmática, pero el tiempo es psicológico, existe porque es
percibido. Y esto tiene todo sentido, si se considera que una
obra narrativa en sí no es una estructura cambiante, pues ya está
escrita, sus personajes están destinados a lo que les va a ocurrir;
el tiempo es la percepción que experimenta el lector o agente
perceptor cuando recorre secuencialmente la obra, lo que es
fácil de conseguir pues el lector pasa de línea en línea en un
texto narrativo, de aquí la perfección del diseño de la escritura.

En una composición gráfica también existen reglas que permiten


lograr esa secuencia, como el hecho de que primero se aprecian
los elementos más llamativos, o suele seguirse el patrón de la
lectura textual. En la arquitectura funciona de manera similar,
pero además, una construcción al ser una obra extensa debe ser
percibida desde distintas perspectivas. Desde el momento en
que se aprecia desde lejos tenemos una primera perspectiva, el
primer instante si fuera cronológico. Luego, al acercarnos, al
entrar, al dirigirnos a tal o cual lugar. Lo fascinante aquí es que el
arquitecto permite al espectador elegir hacia dónde dirigirse, al
recorrer los cuartos, los pasillos, todo el espacio construido, hay
una secuencia. Esto significa que las perspectivas del
espectador cambian, como si se tratara de cuadros o
fotogramas, la mecánica de la narrativa arquitectónica permite al
arquitecto dar libertad al espectador para decidir qué quiere ver,
pero a la vez someterlo a lo que quiere que vea para mantener la
secuencia. El tiempo en la arquitectura reside en el cambio de
perspectivas que consigue apreciar el espectador.

Pero el deterioro también implica un cambio en la estructura,


entendiendo por deterioro los cambios que sufre la estructura en
vías de cualquier agente. Una casa habitada alberga las
posesiones de sus habitantes, las cosas se ordenan, desordenan
y reordenan, pero tal cambio sólo se aprecia si hay un
espectador, que pueden ser los mismos habitantes. Sabemos
que el tiempo está implícito en el cambio porque es progresivo o
al menos lleva cierta secuencia, pero para que exista en una
siempre requerirá de un agente ordenado (la construcción), de
otro ordenante (el arquitecto, los habitantes, la naturaleza) y de
uno perceptor (quien advierte el cambio). Míticamente es un
tríada, geométricamente entendemos que es una superficie, que
al igual que el espacio se construye de manera tridimensional.

Una forma de explicar esta teoría nos diría que la obra se


comporta como una ondícula, cuando no es observada es una
partícula con existencia no pragmática, pero al ser observada lo
hace como una onda, pues la percepción de las cosas llega por
medio de señales eléctricas, el sonido, el color las formas llega a
nuestra percepción por medio de ondas, así lo que percibimos
no es la cosa (partícula) en sí, sino la señal que emite. Como es
sabido, toda onda posee una frecuencia a la que vibra, que es el
numero de longitudes que realiza en un tiempo definido, y he
aquí el fundamento del tiempo, la percepción. La posibilidad de
una narrativa arquitectónica se debe a la mecánica cuántica, y
por ende, al hombre mismo.

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