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TRENTO EN ULTRAMAR, LA INFLUENCIA DE LOS CONCILIOS PROVINCIALES Y SINODALES EN EL ARTE COLONIAL VENEZOLANO. Janeth Rodriguez Nébrega Escuela de Artes Facultad de Humanidades y Educacién Universidad Central de Venezuela Caracas, Venezuela El tema de esta ponencia surgié de mi interés por los problemas de recepcién de la imagen, especialmente los concernientes a las censuras y prohibiciones de algunas iconografias en el arte colonial venezolana. Al aproximarme a este campo encontré una tendencia a infravalorar el papel ejercido por los coneilios provinciales y sinodales sobre la prac- tica artistica local. Asi, en uno de los textos pilares de nuestra historio- grafia, come la Historia de la pintura en Vineruela. Epoca colonial, de Alfredo Boulton, este sdlo refiere en una oportunidad a los concilios sinodales caraquefios, pero para indicar que sus resoluciones: Fueron por demas pareas en lo que se referia a reglamentacién de imagenes sagradas y difirieron de las de otros paises americanos en las que si se pres eribian minuciosamente condiciones y reglas especificas sobre infinidad de detalles técnicos relacionados con la iconografia. [...] Nucstras constituciones sinodales se ajustaron mds bien al espiritu artistico-religioso que imperaba en nuestro medio y no tuvieron que traspasar esos limites. Esta opinién encontré tal eco en la historiografia posterior, que muy pocos se han aproximado a los contenidos de las constituciones provineiales y sinadales a fin de verificar sus verdaderos alcances. En las paginas que siguen intentaré analizar brevemente la legislacién ecle- sidstica, tanto la de Trento como la de algunos concilios americanos, a fin de comprender los mecanismos de control de la imagen sagrada y su culto, desplegados por la Iglesia en el continente, y mas conereta- mente en el territorio venezolano. El concilio de Trento Como es bien conacido, la Iglesia catdlica convocé el concilio de Trento en 1545, después de numerosas dilaciones y obstdculos politicos, 264 Aures para hacer frente a la propagacién, ya incontenible, de la reforma pro- testante. En general, el énfasis del concilio se colocé en preservar la tradicién catélica, por lo que se basé en lo estipulado en anteriores concilios'y en los textos de los Padres de la Iglesia. En lo concerniente a la legislacién sobre las imagenes sagradas, se aprobaron cinco articulos en la ultima sesién efectuada el 3 de diciembre de 1563, No es este el momento para analizar el impacto de Trento sobre la practica artistica europea, y tampoco quicro detenerme en la polémica sobre la relacién arte barroco-contrarreforma, que otros ya han estudiado*, Solamente deseo destacar algunos aspectos fundamentales para el andlisis. En primera instancia, al revisar la normativa encontramos que no fue innovadora en su formulacién; simplemente recogié una praxis que se hallaba concretada desde el concilio de Nicea IT (787 d.C.), en el cual se formulé la nocién del prototipo postulando que la imagen sagrada posee un cardcter transitivo, representa lo divino, a diferencia del fdolo pagano que lo encarna. En segunda instancia, Trento retomé las funciones pedagégicas y dewacionales que desde el medioevo se atribuian a las imagenes. Pero a ellas se agregé la misién de convencer al espectador, de estimular la piedad. Esto supone un reconocimiento oficial por parte de la Iglesia del poder y eficacia de la imagen, lo que implicé asegurar su control por parte de la aucforifas. Por viltimo, Trento no dicté pautas estil{sticas que especificaran a los artistas como elaborar imagenes para cumplir con estas funciones. Tampoco dictaminé pautas iconograficas precisas, solamente prohibié la exhibicién y elaboracién de imagenes supersticiosas, desusadas, torpes o de hermasura escandalosa, y las que difunden_falsos dogmas’, pero sin llegar a definir claramente los li- mites de tales categorias, que en ultima instancia quedaron a criterio personal de cada obispo, en quien recafa la supervisién de las imagenes en su didcesis. Lo que nos lleva a afirmar que esta legislacién es sor- prendentemente breve y escueta, limiténdose a recopilar ideas que ya existian desde ¢l medioevo, y convirtiéndolas en dogmas‘. Pero que a raiz de la iconoclastia protestante se reiteran con mas contundencia, a través de diversas vias de difusién, a veces sutiles pero no por ello me- nos eficaces, como la protagonizada por la imprenta de la cual brotaron tratados, textos doctrinales y grabados, que se escapan a los limites de esta ponencia. Trento en Ultramar Los decretos del concilio de Trento fueron publicados, difundidos y obligados a acatarse cn el imperio espanol, por Felipe IT a través de una Real Cédula del 12 de julio de 1564. Lo que, a su vez, entrafiaba ARTES, CIENCIAS ¥ LETRAS EN LA AMERICA COLONIAL - Tama II 265 la realizacién de concilios locales para adaptar las leyes ecuménicas a las circunstancias regionales. Asi Trento ordenaba la convocatoria de concilios provinciales cada seis afios y sinodales anualmente, Aunque las Leyes de Indias seitalaron la posibilidad de diferir estos lapsos cuando no existfa una necesidad perentoria’. Vale la pena recordar que en los llamados concilios diocesanos mayores 0 provinciales “se congregan los obispos de una provincia ecle- sidstica, previa convocatoria de un metropolitano que los preside, y con el consentimiento de la mayoria de los obispos,”* junto a diversos miembros de la jerarquia eclesidstica secular y regular. Mientras los si- nodos o concilios diocesanos menores, se efecrian en una didcesis bajo la convocatoria del obispo, con la participacién de presbiteros, clérigos y otros integrantes de la Iglesia local. En virtud del Patronato Real, las decisiones de estos concilios debian contar primero con la aprobacién de la corona y posteriormente eran remitidos a Roma. Para ello Felipe II, en una Real Cédula de 1560, solicité el envio al Consejo de Indias de las actas de los concilios provinciales antes de su publicacién, y de- creté en 1585 la asistencia de los virreyes, presidentes y gobernadores a éstos en su cardcter de representantes de la corona.’ Las constituciones, tanto provinciales como sinodales, constituyen el marco legal que rige la vida religiosa en las provincias eclesidsticas y en las didcesis, y su normativa surge del conocimiento del contex- to local y de sus necesidades concretas; ya que generalmente estaban precedidos de visitas pastorales y consultas a prelados, parrocos y vica- rios, por lo que son una fuente valiosa de informacién sobre la cultura colonial. Pero sin ir mds lejos pasemos a revisar los concilios que afectaron al territorio venezolana. El tinico concilio provincial al que acudié un obispo de Venezuela, Fr. Gonzalo de Angulo, fue efectuado en Santo Domingo (actual Republica Dominicana) en 1622. Se convocé para cumplir con la normativa tidentina, que en el Caribe se hacia muy dificil de acatar por las distancias geogrdficas y las incursiones piratas, entre otros obstidculos. A esta reunién asisticron el arzobispo de Santo Domingo, los obispos de Venezucla, Puerto Rico, Guba y el abad de Jamaica, ademas de los procuradores de varias ciudades venezolanas, como Caracas, Barquisimeto, El Tocuyo, Trujillo, Garora y Valencia. Aunque los participantes se concentraron en los problemas suscitados por la ordenacién de mestizos y la evangelizacién de los indigenas y esclavos, en su sesién del 13 de noviembre de 1622, se discutié lo refe- rente a las imagenes sagradas. En esta oportunidad los pocos articulos sancionados no hacen mas que repetir las formulas tridentinas sobre la importancia de la imagen en el culto catélico. Aspecto que no podemos desestimar, ya que al ser la Iglesia el principal mecenas, la preocupacién

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