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social 1
Immanuel Wallerstein 2
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Geografía política, vol. 17, núm. 1, pp. 71-82, enero, 1998
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Centro Fernand Braudel, Universidad de Binghamton, AP. 6000, Binghamton, NY, 13902-
6000, EUA.
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El cuento del clérigo.
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El t ie mpo d el e sp ac i o y el e sp a cio d el ti e mpo: e l f utu ro de l a ci en ci a so c ia l
Imm an ue l W al l er st ein
T r a d u c c i ó n : N o r ma O r t e g a S a r a b i a
For thogh we slepe or wake, or ro me, or ryde,
Ay fleeth the tyne, it nyl no man abyde . (11.118-119) 4
Deseo desafiar esas muy obvias verdades. Creo que el significado de tiempo
y espacio en nuestras vidas es una invención humana, y que distintos grupos
de gente los definen de manera difer ente. Creo además, que el tiempo y el
espacio están irremediablemente en estrecha unión, y constituyen una sola
dimensión, la cual llamaré TiempoEspacio. Y creo, que no sólo podemos
afectarlos de manera significativa, sino que toda la ciencia social entrañ a
una vasta interpretación, y por consiguiente manipulación, del
TiempoEspacio. La interpretación dada hasta ahora por la ciencia social era
de hecho muy particular, hoy día está cayendo en una revisión escéptica.
Finalmente, creo que nuestra conceptualiza ción de TiempoEspacio puede
tener un impacto crucial en nuestro futuro social colectivo y, por tanto, es
muy importante que reflexionemos sobre la historia y uso del concepto.
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Aunque durmamos o despertemos, o deambulemos, o cabalguemos, el tiempo huye y no
espera a ningún hombre.
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exactamente la misma hora, por segundo y aun por minuto, que los relojes
de quienes están a nuestro alrededor. Describimos la duración de la vida en
términos de categorías inexactas y amorfas, como niñez, adolescencia y
vejez. Usamos términos como grandes ciudades, p equeños pueblos, y en la
mayoría de los casos sería difícil dar los tipos de población, ni qué decir de
saber el número de kilómetros cuadrados que comprende una ciudad dada.
No acostumbramos sentirnos paralíticos intelectuales debido al uso de
aproximaciones. ¿O sí? No lo creo. El concepto de gran ciudad es en cierta
forma mucho más significativo que el de una ciudad que abarca 200 km 2 y
tiene 3,257,490 habitantes. Por una razón, el número de habitantes en una
ciudad cambia virtualmente cada segundo. Y las decisiones de las
autoridades locales para incluir o excluir algunos kilómetros cuadrados, a
menudo pasan completamente desapercibidas para la mayoría de la gente.
Pero, podría ser difícil hablar del mundo moderno si excluimos de nuestro
vocabulario el término gran ciudad.
Cuando digo las instituciones sociales fueron construidas, estoy pensa ndo
antes que nada en ‘nombres’ que fueron aceptados como dominios del
conocimiento y la consagración de tales nombres por las universidades, en
forma de cátedras y departamentos de instrucción acompañando esos
nombres, departamentos en los cuales los estu diantes podían seguir cursos
que los calificaban como especialistas en esas disciplinas. La mayor parte de
los estudiantes que obtenían doctorados en esas materias conseguían
posiciones como profesores de las mismas o como investigadores en
estructuras par auniversitarias. Además, estos académicos crearon
asociaciones nacionales (y más tarde internacionales) y establecieron
revistas especializadas que abrieron camino a esos nombres disciplinarios.
Estas asociaciones y revistas fueron destinadas a facilitar e l intercambio de
opiniones, pero también sirvieron para determinar el reconocimiento dentro
de las fronteras disciplinarias. Finalmente, las denominadas grandes
bibliotecas comenzaron a catalogar sus libros en función de esas mismas
diferencias disciplinar ias. En este período, la mayor parte de esta actividad
(digamos 95 %) ocurría solamente en cinco países: Gran Bretaña, Francia,
las Alemanias, las Italias y Estados Unidos. Casi ninguna de esas estructuras
orgánicas existía como tal en 1850. Y la mayoría e staba en pie en 1914
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(para un análisis detallado de todo este proceso, véase Wallerstein, et al ,
1996, parte l).
En suma,
seis disciplinas surgieron en este período. Y en el gran
Methodenstreit , tres de ellas fueron nomotéticas -economía, ciencia política
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y sociología- y las otras tres ideográficas -historia, antropología y estudios
orientales. Las primeras empleaban el TiempoEspacio eterno y las segundas
el TiempoEspacio geopolítico episódico. Y ninguna de ellas pa recía utilizar
alguno de los otros tipos de TiempoEspacio, que identifiqué con
anterioridad.
Pienso que aquí hay dos respuestas. Una, es el fuerte apoyo que tuvo de
estructuras no universitarias, como la Real Sociedad Geográfica, con un
marcado interés en la exploración. Esto se revela observando el vol. 1, núm.
1, 1893, de la Revista Geográfi ca , de dicha Sociedad. La cual contiene cinco
artículos simbólicos:
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Dr. Fridtjof Nansen, ¿Cómo puede cruzarse la región del polo norte?
A.P. Harper, Hon. Sec. Sociedad Alpina de Nueva Zelanda, Exploración y características de
los principales glaciares neocelandeses.
Clinton Dent. F.R.C.S., Efectos sicológicos de las grandes altitudes.
N. Andrusoff, Exploración del Mar Negro.
Cap. F.D. Lugard, Tratado del potencial de África.
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diferentes situacione s? En breve, ¿hemos encontrado la esencia de ‘tarifa de
cambio’ mediante su definición abreviada?
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Dentro de cualquier TiempoEspacio estructural hay TiempoEspacio ideológico
cíclico, porque éste es el tipo de TiempoEspacio que permite funcionar al
sistema. Una buena analogía es la respiración humana. Si no inhalamos y
exhalamos el organismo humano no podría sobrevivir. Pero inhalación y
exhalación son momentos diferentes, y las funciones del cuerpo son
distintas en una y otra. El TiempoEspacio ideológico cíclico es también
subversivo, particularmente en nuestro moderno sistema mundial.
Acentuando los patrones repetitivos de largo plazo, pone en tela de juicio la
ideología del incremento paulatino del progreso, lo nuevo siempre es visto
como algo mejor. Pero, ¿si lo nuevo no es re almente nuevo? O mejor dicho,
si aprendemos a distinguir entre una progresión cíclica y una lineal, tal vez
no veamos más claramente cuáles son contradicciones de un sistema dado y,
por consiguiente, ¿de qué manera los procesos cíclicos son mecanismos para
restaurar un equilibrio que está siendo inevitablemente desgastado, al
mismo tiempo que el sistema se aleja implacable e irremediablemente del
equilibrio? ¿Nunca les ha sonado peculiar que casi todos los economistas
estén dispuestos a reconocer la existen cia de los ciclos de muy corto plazo
(2-4 años), que llaman ‘ciclos comerciales’ (con respecto a la duración de
los ciclos climáticos), pero la mayoría de esos economistas consideran
absurdo analizar ciclos de 50 -60 años, los denominados de Kondratieff?
¿Cómo pueden los primeros considerarse tan obvios y los otros tan
inverosímiles? ¿No es que los ciclos de largo plazo revelan ciertos patrones
sobre el funcionamiento de nuestro moderno sistema mundial, su relación
con los ciclos y fuentes de ganancia? y, po r tanto, sean una amenaza para la
serenidad ideológica de los grandes actores del sistema, considerando que
los ciclos ultracortos parecen muy reconfortantes, asegurando a la gente
que las situaciones negativas momentáneas, son solamente momentáneas.
¿Por qué estamos tan poco dispuestos a reconocer que la relativa
decadencia del dominio de Estados Unidos en el sistema mundial en los
últimos veinte años tiene un marcado parecido con lo que sucedió a Gran
Bretaña en el ultimo cuarto del siglo X IX ? ¿Por qué esto no es el punto
central del análisis en las ciencias sociales?
Una vez que hemos empezado nuestro análisis de los TiempoEspacios en que
el mundo realmente se mueve -TiempoEspacio ideológico y TiempoEspacio
estructural - no sólo podemos analizar efectivam ente nuestro sistema
mundial contemporáneo, sino también toda la historia de la humanidad.
Pero, entonces vemos además cuán absurdas fueron las fisuras construidas
por la ciencia social en el siglo X IX . Las diferencias no son entre pasado y
presente, o entre los civilizados y los otros, sino entre los diferentes
sistemas históricos o, al menos, entre diferentes tipos de sistemas
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históricos. El tiempo y el espacio no solamente están ahí, sino que son los
primeros elementos que advertimos cuando tratamos de e ntender nuestro
mundo. ¿Qué clase de TiempoEspacio está utilizando la gente y por qué?, y
¿cuál nos ayudará a prever las trayectorias?
Por supuesto, hay otras muchas razones para concluir que nuestro sistema
histórico social está en crisis. No voy a desarrol larlas aquí. En ese sentido,
estamos viviendo tiempos interesantes. En ese sentido, el destino está ahí
para ser conquistado. Pero, no hay garantías. Depende de nuestra voluntad
intelectual para remodelar las ciencias sociales de manera que sean
instrumento de esta trasformación. Depende de nuestra voluntad política,
para aceptar el desafío de desarrollar una utopía sensata y buscar
construirla. No haremos nada de esto a menos que valoremos que el espacio
tiene tiempo y el tiempo tiene espacio, y que podemo s elegir cuál
TiempoEspacio utilizamos. Miremos de lleno esas posibilidades. No sugiero
que esto sea sin riesgos, o que no debamos estar temerosos. Esta no es una
llamada para un triunfalismo ingenuo acerca de un mundo mejor. Es un
llamado para una elecció n moral y política, en una situación difícil, sobre la
que manejamos muy poco conocimiento, en un mundo que está todavía
suficientemente fragmentado (a pesar de la magia de la revolución en la
información), para dificultar bastante la comunicación colectiv a mundial.
A pesar de todo, ¿por qué debería ser fácil la elección política y moral? Si l o
fuera, no sería una gran elección, y probablemente lo que pudiéramos elegir
no sería algo valioso.
Reconocimientos:
Referencias:
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Droz, (1960), L’Europe
J. centrale: evolution historique de l’idée de
MiHeleuropa , Payot, Paris
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