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El tiempo del espacio y el espacio del tiempo: el futuro de la ciencia

social 1

Immanuel Wallerstein 2

Tra d ucció n: Norma O rt ega Sara bia

Resumen . El tiempo y el espacio están irremisiblemente unidos, y


constituyen una sola dimensión, TiempoEspacio. La ci encia social, como fue
inventada entre 1850 y 1914, ha abarcado interpretaciones limitadas del
TiempoEspacio dando énfasis, de un modo u otro, al TiempoEspacio eterno
(economía, sociología, ciencia política) o al TiempoEspacio de episodios
geopolíticos (historia, antropología, estudios orientales). La separación de
esos dos tipos de TiempoEspacio fue la dificultad para establecer con éxito
una disciplina de geografía. La ciencia social ha descuidado otros tres tipos
de TiempoEspacio que eran potencialmente subversivos. Las narraciones
escolares de historia subrayaban el TiempoEspacio cíclico ideológico y el
TiempoEspacio estructural, los cuales trascienden la vieja preferencia entre
lo ideográfico y lo nomotético, a través del estudio de sistemas históricos.
Los sistemas históricos están definidos por el TiempoEspacio estructural y
funcionan mediante el TiempoEspacio cíclico -ideológico. Entre los
TiempoEspacios estructurales hay TiempoEspacio trasformacional, y nuestro
sistema histórico social está llegando a un momento de bifurcación.
Intelectualmente, la ciencia social necesita rehacerse como instrumento de
esta trasformación y, políticamente, tenemos que atrevernos a desarrollar
una utopía seria y tratar de construirla.

Tiempo y espacio son los parámetros más elementales de nuestra existencia.


Hemos aprendido esos conceptos desde temprana edad y todos los usamos
constantemente. Sabemos lo que son. Además, sabemos que tiempo y
espacio son dimensiones muy diferentes de la realidad, aunque por lo
general consideradas igualmente importantes. Y sabemos que son realidades
objetivas, no dependen de nosotros, y no podemos afectarlas de alguna
manera significativa. Chaucer expresa esta visión a menudo repetida en The
Clerkes Tale 3:

1
Geografía política, vol. 17, núm. 1, pp. 71-82, enero, 1998
2
Centro Fernand Braudel, Universidad de Binghamton, AP. 6000, Binghamton, NY, 13902-
6000, EUA.
3
El cuento del clérigo.
1
El t ie mpo d el e sp ac i o y el e sp a cio d el ti e mpo: e l f utu ro de l a ci en ci a so c ia l
Imm an ue l W al l er st ein
T r a d u c c i ó n : N o r ma O r t e g a S a r a b i a
For thogh we slepe or wake, or ro me, or ryde,
Ay fleeth the tyne, it nyl no man abyde . (11.118-119) 4

Deseo desafiar esas muy obvias verdades. Creo que el significado de tiempo
y espacio en nuestras vidas es una invención humana, y que distintos grupos
de gente los definen de manera difer ente. Creo además, que el tiempo y el
espacio están irremediablemente en estrecha unión, y constituyen una sola
dimensión, la cual llamaré TiempoEspacio. Y creo, que no sólo podemos
afectarlos de manera significativa, sino que toda la ciencia social entrañ a
una vasta interpretación, y por consiguiente manipulación, del
TiempoEspacio. La interpretación dada hasta ahora por la ciencia social era
de hecho muy particular, hoy día está cayendo en una revisión escéptica.
Finalmente, creo que nuestra conceptualiza ción de TiempoEspacio puede
tener un impacto crucial en nuestro futuro social colectivo y, por tanto, es
muy importante que reflexionemos sobre la historia y uso del concepto.

Es difícil saber cómo otras formas de seres sensibles conciben el


TiempoEspacio. Casi todas las formas de vida animal parecen tener algún
sentido de territorialidad y hasta modos de marcarla. ¿También tienen un
sentido del tiempo? Los mamíferos, al menos, parecen tener algún sentido
de la duración de la vida y algunas maneras de reco nocer su paso. Sin
embargo, los humanos parecen haber llevado todo esto mucho más lejos.
Por algo inventamos medidas de tiempo y espacio. Hay cosas como regla y
reloj. Son, si se piensa en ello, invenciones importantes. Se iniciaron como
rudos mecanismos de medida y pasado un milenio la tecnología fue
mejorada. Ahora, los físicos (¿o sus instrumentos?) aparentemente pueden
garantizar la presunta exactitud de esas mediciones en un grado
extraordinariamente alto. No sólo podemos decir cuán largo es un segundo o
un centímetro, en términos de algún fenómeno cósmico que se cree estable
(o al menos más estable), sino definimos distancias astronómicas en
términos del concepto año -luz, el espacio que recorre la luz en un año.

Tan cuidadosas mediciones sin duda son importantes para muchas


operaciones altamente tecnificadas y difíciles, pero la mayoría de nosotros,
la mayor parte del tiempo, estamos muy satisfechos de utilizar las medidas
viejas y ordinarias. Rara vez esperamos que nuestros relojes marquen

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Aunque durmamos o despertemos, o deambulemos, o cabalguemos, el tiempo huye y no
espera a ningún hombre.

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exactamente la misma hora, por segundo y aun por minuto, que los relojes
de quienes están a nuestro alrededor. Describimos la duración de la vida en
términos de categorías inexactas y amorfas, como niñez, adolescencia y
vejez. Usamos términos como grandes ciudades, p equeños pueblos, y en la
mayoría de los casos sería difícil dar los tipos de población, ni qué decir de
saber el número de kilómetros cuadrados que comprende una ciudad dada.
No acostumbramos sentirnos paralíticos intelectuales debido al uso de
aproximaciones. ¿O sí? No lo creo. El concepto de gran ciudad es en cierta
forma mucho más significativo que el de una ciudad que abarca 200 km 2 y
tiene 3,257,490 habitantes. Por una razón, el número de habitantes en una
ciudad cambia virtualmente cada segundo. Y las decisiones de las
autoridades locales para incluir o excluir algunos kilómetros cuadrados, a
menudo pasan completamente desapercibidas para la mayoría de la gente.
Pero, podría ser difícil hablar del mundo moderno si excluimos de nuestro
vocabulario el término gran ciudad.

¿Qué clases de TiempoEspacio usamos realmente nosotros y con qué fines?


El ‘nosotros’ en esta pregunta es ambiguo, porque hay muchos ‘nosotros’. En
una discusión anterior (Wallerstein, 1991), categoricé cinco diferentes clases
de TiempoEspacio usados realmente en el mundo moderno. Bauticé a esas
cinco variedades de TiempoEspacio: geopolítico episódico, cíclico ideológico,
estructural, eterno y trasformacional. Sin repetir en detalle mi discusión
previa, me permito definir cada uno muy br evemente, para poder discutir de
qué manera la ciencia social los ha utilizado, o ignorado, durante los
pasados 150 años.

Con TiempoEspacio geopolítico episódico me refiero a esas categorías por


medio de las cuales discutimos la historia inmediata, por ej emplo, en el
periódico de cada día cuando se refiere a ‘disturbios en Brighton’ o
‘elecciones en Ulster’. La historia inmediata no tiene que ser la historia
actual. La ‘caída de la Bastilla el 14 de julio de 1789’ es también
TiempoEspacio geopolítico episó dico. El elemento clave es que esto es corto
plazo en la definición de ambos, tiempo y espacio, y los eventos están
relacionados con los significados que les han dado por el contexto inmediato
en el cual ocurren.

Cuando digo TiempoEspacio cíclico ideológi co aludo a esas categorías que


algunas veces explican la historia inmediata, como cuando tomamos en
cuenta las ‘elecciones en Ulster’ por las diferencias católico -protestantes
existentes desde hace mucho tiempo en Irlanda, o por las dificultades de
Gran Bretaña para liquidar las secuelas del colonialismo británico, o por
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algunos otros factores que ponen énfasis en un lapso mayor de tiempo y que
implican alguna definición de la situación derivada de una evaluación del
significado de la ubicación de grupos pa rticulares en el tiempo y el espacio.

El TiempoEspacio estructural expresa las categorías por medio de las cuales


tratamos los fenómenos, como el denominado ‘desarrollo de occidente’ o la
continua relevancia cultural de los mosaicos romanos, o tratar de entender
los orígenes de la espectacular ventaja de posición en la economía mundial
del Este asiático a la luz de explicaciones estructurales del funcionamiento
del moderno sistema mundial. Las explicaciones aquí son en un plazo más
largo y son de hecho de finiciones de la clase de sistema histórico en el cual
vivimos, así como sus fronteras en el tiempo y el espacio.

Por TiempoEspacio eterno me refiero, por ejemplo, a las explicaciones de


‘limpieza étnica’ en función de declarar incompatibilidades fundamen tales de
los llamados grupos étnicos con otros, o los instintos agresivos que
presuntamente poseen los seres humanos, o incluso el efecto del clima
sobre el comportamiento social. La característica definitoria aquí es la
aceptación de la eternidad y del in finito, es decir, de la irrelevancia del
tiempo y del espacio en el análisis.

Finalmente, por TiempoEspacio trasformacional quiero decir que es


exactamente la clase de análisis opuesto al anterior, el cual subraya l a
excepcionalidad del acontecimiento, su calidad especial y su profundo efecto
en todas las grandes instituciones de nuestro mundo. La explicación
cristiana de la llegada de Cristo a la tierra es un buen ejemplo. Podemos
citar el año y el lugar, pero, ¿es importante? O si prefieren un ejemplo má s
secular, hablemos de la ‘revolución en la agricultura’. Aquí también podemos
citar el año y el lugar, si bien mucho más aproximadamente, pero, una vez
más, ¿es importante? Lo que importa es que creemos que ha ocurrido una
profunda trasformación o ruptura , la cual ha afectado todo lo subsecuente a
ella. Sin embargo, aunque el tiempo y lugar particulares parecen no
importar, en el sentido de que no son realmente parte de su explicación
intrínseca o incluso inmediata, el TiempoEspacio trasformacional dice qu e
ocurre, como lo veremos, en el lugar y tiempo ‘correctos’, por lo tanto, en
sentido del único tiempo y espacio en el cual pudo haber ocurrido.

Lo que interesa de estas cinco variedades de TiempoEspacio es que cada


una nos presenta un nivel de análisis t otalmente diferente y con distintas
definiciones de tiempo y espacio. Aún más, ninguna expresión particular de
alguna de estas variedades es indiscutible o incontestable. De cualquier
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explicación que yo aporte dentro del contexto de alguna de las cinco
variedades, habrá quien diga que elaboré las definiciones erróneas de
tiempo y espacio. Seguramente, esto es lo que está en juego en Ulster. Para
el Sinn Fein , Ulster es parte de un espacio llamado Irlanda, moral, histórica,
pero no jurídicamente. Para los unionistas, Ulster es parte de un espacio
llamado Reino Unido, moral, histórica y jurídicamente. Además, si preguntan
a cualquiera de los dos desde cuándo esto es verdad, obtendrán diferentes
respuestas.

Algunas veces el debate es acerca de qué clase de Tie mpoEspacio es más


relevante. Tomemos el debate sobre Kosovo, oscuro para todos aquellos que
no forman parte de él. Kosovo es el nombre de un distrito geográfico en la
Yugoslavia posterior a 1945. En el período cuando Tito era presidente se
acordó a esta zona un estatus político jurídico especial. Aunque no era
alguna de las cinco repúblicas federadas, fue proclamada ‘región autónoma’
dentro de una de ellas: Servia. En 1989, Servia revocó unilateralmente el
estatus autónomo de Kosovo. No pretendo discutir la legalidad constitucional
de esta acción. Estoy interesado en las justificaciones. La gran mayoría de la
población de Kosovo es albana, en el sentido de la definición étnica
empleada en esta parte del mundo. Ellos reclaman el derecho a la
autodeterminación basándose en números, en una localidad cuyas fronteras
fueron formalmente definidas hasta el siglo xx. Argumentan en términos del
TiempoEspacio geopolítico episódico. La argumentación del gobierno servio
es muy diferente. Hablan en nombre de una entidad p resumiblemente
existente por largo tiempo: el pueblo servio. Dicen que Kosovo fue la cuna
de este pueblo porque ya estaban ahí cuando en 1389 los servios decidieron
morir antes que rendirse frente al enemigo otomano (a quien los albanos
contemporáneos en K osovo, que son musulmanes, están asimilados). El
argumento fue que esta batalla dio origen a la conciencia nacional servia y
que por esta razón era inconcebible que pudiera haber un Estado servio que
no incluyera Kosovo como parte integral. Por eso, los se rvios continuaron,
las formas de población y las fronteras actuales son simplemente
irrelevantes; Kosovo era moralmente parte de Servia por lo que sucedió en
el siglo X IV . Estos son argumentos aplicando el TiempoEspacio estructural.
La ubicación de Kosovo en Servia se dijo estar estructuralmente dada. No
hay forma de resolverlo como debate intelectual. Ningún bando puede
demostrar qué es lo correcto, si por demostrar entendemos que los
argumentos estén sustentados en el peso de la evidencia de algún acertij o
científico. Esta es una disputa política, en la cual TiempoEspacio
coordinados son una simple herramienta de cada lado. El asunto sólo será
resuelto políticamente.
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Los debates sobre Ulster y Kosovo son diferencias políticas típicas de
nuestro tiempo. Lo que es interesante acerca de ellos para nuestra discusión
no es solamente que emplean conceptos particulares de TiempoEspacio, sino
también que ambos, implícitamente (y a veces explícitamente), se refieren a
justificaciones derivadas de las ciencias s ociales. Las ciencias sociales no
son en absoluto neutrales en estos temas, pero a veces son ambiguas. Y
ahora consigno estas cuestiones con la esperanza de reducir algo de la
ambigüedad y subrayando la no neutralidad de las conceptualizaciones.

Empecemos recordando algo sobre la historia de las ciencias sociales. Esta


forma de conocimiento, su nombre correcto, fue esencialmente un producto
del siglo X IX . No es que los asuntos discutidos por los científicos sociales no
fueran previamente elaborados por cie rtos autores, algunos de los cuales
pensamos que todavía merecen leerse. Sin embargo, la idea de que había un
dominio específico de conocimiento llamado ciencia social, que a su vez fue
dividido en algo que llamamos disciplinas, y que la producción y
reproducción de este conocimiento disciplinario podía ubicarse en
instituciones sociales especiales para alojarlas, todo eso, fue definitivamente
construido en el período entre 1850 y 1914.

Cuando digo las instituciones sociales fueron construidas, estoy pensa ndo
antes que nada en ‘nombres’ que fueron aceptados como dominios del
conocimiento y la consagración de tales nombres por las universidades, en
forma de cátedras y departamentos de instrucción acompañando esos
nombres, departamentos en los cuales los estu diantes podían seguir cursos
que los calificaban como especialistas en esas disciplinas. La mayor parte de
los estudiantes que obtenían doctorados en esas materias conseguían
posiciones como profesores de las mismas o como investigadores en
estructuras par auniversitarias. Además, estos académicos crearon
asociaciones nacionales (y más tarde internacionales) y establecieron
revistas especializadas que abrieron camino a esos nombres disciplinarios.
Estas asociaciones y revistas fueron destinadas a facilitar e l intercambio de
opiniones, pero también sirvieron para determinar el reconocimiento dentro
de las fronteras disciplinarias. Finalmente, las denominadas grandes
bibliotecas comenzaron a catalogar sus libros en función de esas mismas
diferencias disciplinar ias. En este período, la mayor parte de esta actividad
(digamos 95 %) ocurría solamente en cinco países: Gran Bretaña, Francia,
las Alemanias, las Italias y Estados Unidos. Casi ninguna de esas estructuras
orgánicas existía como tal en 1850. Y la mayoría e staba en pie en 1914

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(para un análisis detallado de todo este proceso, véase Wallerstein, et al ,
1996, parte l).

Los ‘nombres’ consagrados fueron principalmente seis, podríamos decir


solamente seis: historia, economía ciencias políticas, antropología y es tudios
orientales. Porqué no incluyo geografía en esta lista es una cuestión a la
cual volveré después. Si uno mira cuidadosamente esta lista de seis
disciplinas, como fueron definidas en este período, se ve que reflejan tres
fisuras básicas, todas tienen que ver con el TiempoEspacio. Ante todo,
estaba la fisura pasado/presente. Se suponía que la historia se ocuparía con
lo ocurrido en el pasado. La economía, la ciencia política y la sociologí a
estaban limitadas de hecho a interesarse en el presente.

En segundo lugar, estaba la fisura civilizados/otros, una fisura que fue


definida como geográficamente localizada: occidente/no occidente. Las
cuatro disciplinas que acabo de mencionar -historia, economía, ciencias
políticas y sociología-, todas se ocupaban, vi rtual y exclusivamente, del
occidente en este período. Claro que se interesaban abrumadoramente sólo
en los cinco países que mencioné. La mayoría de los otros países, el no
occidente, eran el dominio de la antropología y de los estudios orientales. Y
aquí también la división entre estas dos disciplinas era geográfica. La
antropología se ocuparía de las ‘tribus primitivas’ que estaban localizadas en
áreas específicas del mundo, la mayoría en África; partes del sureste de
Asia; zonas remotas -es decir, montañ osas, densamente boscosas o
glaciares - de las Américas, el lejano norte de Eurasia y los Himalayas; más
las alejadas islas del globo. Los estudios orientales se interesaron en
regiones esencialmente definidas como ubicadas en zonas que en algún
momento del pasado tuvieron grandes imperios burocráticos con control
político sobre ellas: notablemente, China, Japón, el mundo árabe, Persia, el
mundo turco y Bizancio.

Además de una fisura -pasado/presente- que era ostensiblemente temporal,


y una segunda fisura -civilizados/otros - que era visiblemente de carácter
espacial, había una tercera cuyas líneas de demarcación eran las del espacio
hipotético. Ésta era la fisura entre economía, ciencias políticas y sociología.
Este trío de disciplinas definieron sus fronte ras en función de campos,
presumiblemente autónomos, el mercado, el Estado y la sociedad civil. ¿Por
qué llamo este espacio hipotético? Un examen da por resultado que las
líneas de la frontera geográfica de cada unidad de análisis son en realidad
idénticas . De hecho, las líneas fronterizas son aquellas del Estado, como se
define jurídicamente en el presente, real o potencialmente. Se pensaba
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como un Estado nacional británico, una economía nacional británica y una
sociedad nacional británica. Inmediatamente se ve el problema de tal
definición cuando utilizo el ejemplo de Gran Bretaña. ¿Por qué deberíamos
hablar de una sociedad nacional británica y no de sociedades nacionales
escocesa o inglesa?, ¿puede decirse que hay una sociedad civil de
Northumberland o una sociedad civil Highlander ? Llamo a esto espacio
hipotético porque el académico está declarando ser capaz de distinguir las
actividades que ocurren en el campo del Estado, de aquellas que ocurren en
el mercado o en la sociedad civil. Está afirmando que de alguna manera
puede separarlas analíticamente y concentrar su atención en una u otra.
Pero, si están verdaderamente separadas, ¿no son hipotéticamente
espaciales? incluso si los espacios se superponen, digamos como la trama de
jurisdicciones de la Europa feudal, la cual es descrita por los académicos
como una estructura de ‘soberanía parcelada’, precisamente porque una
unidad particular de tierra puede ser parte de múltiples jurisdicciones en
disputa.

La repartición del conocimiento sobre el mundo social en esas seis


disciplinas no fue, por supuesto, accidental. Reflejaba la perspectiva
dominante del mundo desde el universo occidental en el siglo X IX , y más
particularmente del liberalismo, el cual llegó a cristalizarse como la
geocultura del sistema mundi al en respuesta a los trastornos ocasionados y
simbolizados por la revolución francesa. Era la época de una creencia en el
progreso, progreso hacia un mundo más civilizado, progreso cuyo principal
impulso se pensaba descubierto en el oeste, progreso hacia un mundo en el
cual la diferenciación de instituciones era considerada el pilar del sistema
social.

El impacto de esta repartición sobre cómo pensamos y usamos el


TiempoEspacio muy rara vez es discutido. De los cinco tipos de tiempo
espacio que he enumerado, el TiempoEspacio eterno fue el que ganó valor
de lugar. En realidad esto no es sorprendente. El mismo siglo X IX fue un
momento en el tiempo cuando las ciencias naturales, particularmente en
forma de mecánica newtoniana, finalmente triunfaron como la ún ica
verdadera legítima forma de conocimiento. El conocimiento teológico había
sido al fin definitivamente destronado, y también el conocimiento filosófico,
el cual ahora llegó a ser percibido como no menos arbitrario y especulativo
que la teología.

A finales de siglo X IX , Windelbrand anticipó la ahora ampliamente aceptada


tesis de que las ciencias sociales estaban atrapadas en lo que llamó
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Methodenstreit , un método entre lo que designó epistemologías ideográficas
y nomotéticas, esto es, entre quienes creía n que cada situación social era
particular y que todo lo que un académico podía hacer era reconstruirla
empática y hermenéuticamente, y quienes creían que cada situación social
podía ser analizada en función de leyes universales, denominadas
encubiertas, que aplicaron completamente a todo tiempo y espacio. Esta era,
por supuesto, la misma distinción que C. P. Snow haría después entre lo que
apuntaba como las ‘dos culturas’ -por un lado, las humanidades o literatura
y por el otro la ciencia -. Sin embargo, Windelbrand no estaba hablando de
literatura o ciencia, sino de ciencia social, lo cual nos deja ver que la
escisión entre las dos culturas ocurrió justo en la mitad de esa forma
intermedia de conocimiento que llamamos ciencia social. Ciencia social que,
metodológicamente, parece carecer de autonomía. Sus practicantes fueron
atraídos en direcciones opuestas por dos fuertes corrientes intelectuales, y
los científicos sociales sintieron que debían tomar partido.

Sabemos que lado eligieron. En el período vigent e al menos hasta 1945, la


mayoría de los que se nombraban historiadores se inclinaron por optar el
lado humanista, considerándose practicantes de una epistemología
ideográfica. Su argumento fue más bien escueto. La densa textura de la
realidad histórica ja más podría ser encapsulada en simples fórmulas y
ecuaciones. Los eventos históricos son únicos e irrepetibles. Entre más de
cerca examinamos cualquier secuencia particular de eventos, éstos parecen
más complejos, en función de las motivaciones y del rango de factores que
explican sus resultados. La tarea del historiador debería ser capturar esta
realidad en su riqueza, confiando en la documentación escrita de la época
(los llamados documentos de origen), y trasmitir eficazmente al lector lo que
sucedió.

Seguramente, la revolución historiográfica del siglo X IX había sido


profundamente influenciada por la mitología de la ciencia (Wallerstein,
1996). Los historiadores dijeron que querían descubrir lo que realmente
había pasado, y quisieron utilizar evidencia e mpírica -esto es, de archivo-
para establecerlo. De este modo, aceptaron que existía una realidad objetiva
fuera del investigador, una premisa básica de la ciencia, y que el
investigador no podía permitir que sus prejuicios se entrometieran en su
análisis -otra premisa básica -. Además, se unieron a los científicos de las
ciencias naturales para denunciar a la filosofía, la cual parecía a los
historiadores la encarnación del mito más que de la realidad. Sin embargo,
precisamente porque rechazaban tan enérgic amente la filosofía, se volvieron
profundamente recelosos de las ‘generalizaciones’, preguntándose qué
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validez empírica podían tener éstas, temiendo que su utilización pudiera ser
un sendero de retorno a la especulación filosófica.

Así, los historiadores predicaban manteniéndose cerca de los datos


encontrados en los archivos, lo cual era terriblemente restringido de dos
formas. Era restringido geográficamente, puesto que la existencia de
archivos depende de las precondiciones sociales, las cuales no se
encuentran de manera uniforme en todas partes del mundo. Y era
restringido temporalmente debido a la clase de datos encontrados en los
archivos. Archivos que normalmente contenían datos definidos en función
del TiempoEspacio geopolítico episódico. Después de todo, ¿quién escribe
los documentos y quién los recopila? En primer lugar, los Estados, y
básicamente para conservar registros de las cuestiones geopolíticas del
momento. Habría que agregar además otra restricción: los archivos
contenían secretos, y como r esultado de esto, los Estados normalmente los
ponen a disposición sólo de períodos muy atrasados. Comúnmente, 50 años
era la regla. Por tanto, los archivos no podían utilizarse para analizar el
presente.

Economistas, politólogos y sociólogos, tomaron tota lmente otra dirección.


Esas disciplinas estaban basadas en instituciones del mundo moderno,
presuntamente diferenciadas. En este sentido, el mundo premoderno parecía
en gran parte intelectualmente irrelevante. Pero, ¿cómo puede uno saber
acerca del mundo moderno? Aquí, el espíritu científico dirigió esos
académicos a examinarlo directamente. Los datos que podían arrojar luz
sobre las preguntas que plantearon no se hallaban por lo general en los
archivos. Se encontraban en los registros públicos que existían , o pudieron
crearse, sobre el Estado, el mercado y la sociedad civil. Tales datos podían
ser localizados y/o creados más fácilmente en el presente inmediato:
estadísticas no secretas, reportes periodísticos y registros de entrevistas de
todo tipo.

¿Cómo se puede estar seguro de que tales datos son confiables? La


respuesta se vio en la cuantificación y por consiguiente en la cuidadosa
recopilación de datos. Esto fortaleció la orientación hacia el presente de
esas tres disciplinas, partiendo de que los mejo res datos (en términos de
confiabilidad) eran normalmente los más recientes y estaban recopilados en
sitios que tenían la mejor infraestructura, lo que reforzó la constreñida
tendencia geográfica de esos eruditos. Ellos mismos buscaron aproximarse a
las condiciones de los científicos de las ciencias naturales, creando
seudolaboratorios donde la práctica de los propios especialistas pudiera ser
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controlada. Podía haber solamente una forma de justificar la validez de los
datos basados en una muestra tan cerrad a, estrecha en el tiempo y en el
espacio, y era la fe total en la epistemología nomotética. Si uno asume que
el comportamiento social era gobernado por leyes, entonces el lugar de la
muestra era irrelevante. El TiempoEspacio eterno era la pretensión necesa ria
de los científicos sociales nomotéticos.

Cuando examinamos las ciencias sociales considerablemente europeas -


antropología y estudios orientales - descubrimos que se inclinan a defender
posiciones epistemológicas muy cercanas a las de la historia . Los
antropólogos estaban preocupados por entender, explicar y mediatizar las
realidades sociales de pueblos que eran, desde el punto de vista europeo,
extremadamente extraños. El término consagrado en ese tiempo fue que
eran ‘primitivos’. El concepto de primitivo tuvo un significado claramente
operacional. Esos pueblos tenían una tecnología que no utilizaba el
conocimiento de la ciencia moderna; no tenían documentos escritos; estaban
localizados en espacios relativamente pequeños; carecían de institucione s
diferenciadas. De tal definición resultaron dos conclusiones epistemológicas.
Una fue que era muy difícil obtener información sobre esa gente, y que
solamente el contacto directo y prolongado con esas personas, por medio de
un método denominado observaci ón participante, podría fructificar en tal
conocimiento. Esto forzosamente significó que los datos fueran básicamente
contemporáneos. Pero, por otro lado, se supuso (y se tiene que subrayar el
verbo ‘suponer’) que, si ellos eran ‘primitivos’ en el presente , no podía
haber habido evolución histórica y por consiguiente que su comportamiento
en el pasado debió haber sido el mismo que en el presente. Eran por lo
tanto ‘pueblos sin historia’. Por esta razón, las etnografías fueron escritas
en lo que fue llamado ‘el presente antropológico’.

El pequeño espacio que tales pueblos ocupaban dio lugar a la reflexión de


que cada poblado vecino era diferente, en lenguaje, costumbres y creencias.
Se dedujo que la compleja textura de cada pueblo es irreducible a fórmulas
y, por consiguiente, las generalizaciones, incluso acerca de ‘pueblos
primitivos’ en general, eran dudosas cuando no totalmente excluidas. De
este modo, obtenemos las mismas conclusiones a las que han llegado los
historiadores, frente a sus datos de archivo , que solamente una
epistemología ideográfica era legítima. El hecho de que los antropólogos
defendieran la irracionalidad de las extrañas costumbres de los pueblos que
estaban describiendo reforzó esta predisposición, en que todas las
generalizaciones par ecían referirse a las costumbres y normas europeas
como las únicas ‘racionales’. En este sentido, los etnólogos también estaban
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empleando el TiempoEspacio geopolítico episódico, aunque aquí el término
‘geopolítico’ suena anacrónico, porque los significados son aquellos dados a
las costumbres por el contexto inmediato en el cual ocurren.

Los estudios orientales enfrentaron un dilema diferente. Esos académicos


explicaban lo que en el siglo X IX llamaban ‘civilizaciones superiores’. Aquí
también había un claro significado operacional. Las civilizaciones superiores
existieron en grandes espacios durante largos períodos de tiempo, tenían
tecnologías complejas (aunque no tan complejas como las del moderno
mundo occidental), documentos escritos, lenguas unificadas y ‘religiones
mundiales’ (lo cual significaba religiones que estaban muy difundidas en
toda el área cubierta por la ‘civilización superior’). Lo subyacente a estos
rasgos fue la existencia de un gran imperio burocrático en uno o más
momentos de la historia cubriendo el área abarcada por esta civilización.

Sin embargo, esas ‘civilizaciones superiores’ no eran modernas y su falta de


modernidad se convirtió en el foco central del análisis. Por qué no eran
modernas, además de por qué no habían podido moderniz arse, era el
acertijo que los estudios orientales se habían planteado resolver. ¿Cómo
podría hacerse esto? Una vez más, el problema era franquear el acceso al
conocimiento de una extraña, pero compleja, civilización lo cual requería un
largo contacto con e lla. No obstante, en este caso el énfasis se ponía en el
contacto con los textos escritos y no con las personas. La mayor parte de los
cuales eran antiguos y religiosos, y requerían un análisis filológico a fin de
poder traducir su sabiduría en términos co mprensibles para el mundo
occidental. De alguna manera, en esos textos los académicos pudieron
descubrir las razones de la no -modernidad y de la no -modernización de esas
civilizaciones. Por lo tanto, aunque obviamente había una historia diacrónica
que pudiera haber sido estudiada, se puso el acento en esos elementos que
‘congelan’ el proceso e impiden el avance hacia la modernidad. De manera
importante, esas civilizaciones encarnaban el pasado tradicional de
occidente, que éste debía vencer de alguna forma. Por consiguiente, una vez
más los académicos se vieron precisados a volver a una estructura
ideográfica, sobre las particularidades esenciales de las civilizaciones china,
hindú o árabe -musulmana. Una vez más, el único TiempoEspacio que parecía
sin importancia era el geopolítico episódico, de seguro en gran escala, no
obstante, preocupados por el significado relativo al contexto inmediato en
que ocurrían.

En suma,
seis disciplinas surgieron en este período. Y en el gran
Methodenstreit , tres de ellas fueron nomotéticas -economía, ciencia política
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y sociología- y las otras tres ideográficas -historia, antropología y estudios
orientales. Las primeras empleaban el TiempoEspacio eterno y las segundas
el TiempoEspacio geopolítico episódico. Y ninguna de ellas pa recía utilizar
alguno de los otros tipos de TiempoEspacio, que identifiqué con
anterioridad.

Es momento de hablar de la geografía como disciplina. La geografía se


enseña, por supuesto, en casi todas las universidades del mundo. Es un
nombre alabado. Pero curiosamente, en términos de número de académicos,
y de ser el foco de atención, jamás alcanzó completamente la prominencia
de las seis disciplinas sobre las que he estado argumentando. Todavía es la
única ciencia social, junto con la historia, que se ens eña en todas las
escuelas secundarias del mundo. Esto parece anómalo, y requiere una
explicación. Creo que la clave está en el hecho que la geografía no encajaba
en el nítido patrón que he descrito. Ignoraba las fisuras.

Por un lado, la geografía tuvo un gran impulso derivado de la exploración


europea hacia el mundo no europeo. En el siglo X I X , particularmente, esto
implicó una fuerte superposición con la antropología y, algo menos, con los
estudios orientales. Pero la geografía también estaba interesada e n el
mundo occidental y más específicamente en el país donde se localizaban
ciertos geógrafos, de esta forma convergió mucho con el dominio de la
historia. Como hemos visto, esas disciplinas eran tenazmente ideográficas.
Sin embargo, la geografía también e staba profundamente orientada hacia el
ambiente natural, coincidiendo con las ciencias naturales, y siendo
arrastrada hacia la epistemología nomotética -por tanto traslapándose con l a
economía, la ciencia política y la sociología. Cruzando a través de las
divisiones disciplinarias que habían surgido como tales, sin encajar en
alguna de ellas, podría esperarse que la geografía se extinguiera como una
materia separada, varias de sus partes habían sido absorbidas por otras
disciplinas. Ya en 1917, un geógrafo austriaco, H. Hassinger, llamó a la
geografía ‘la cenicienta de la ciencia alemana’ (citado en Droz, 1960, p.18).
La cuestión entonces no es tanto por qué la geografía no tuvo éxito para
establecerse más y mejor, sino cómo se manejó para sobrevivir del tod o.

Pienso que aquí hay dos respuestas. Una, es el fuerte apoyo que tuvo de
estructuras no universitarias, como la Real Sociedad Geográfica, con un
marcado interés en la exploración. Esto se revela observando el vol. 1, núm.
1, 1893, de la Revista Geográfi ca , de dicha Sociedad. La cual contiene cinco
artículos simbólicos:

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Dr. Fridtjof Nansen, ¿Cómo puede cruzarse la región del polo norte?
A.P. Harper, Hon. Sec. Sociedad Alpina de Nueva Zelanda, Exploración y características de
los principales glaciares neocelandeses.
Clinton Dent. F.R.C.S., Efectos sicológicos de las grandes altitudes.
N. Andrusoff, Exploración del Mar Negro.
Cap. F.D. Lugard, Tratado del potencial de África.

Esta orientación, que despertó en seguida el interés del Estado, ciertamente


dio a la geografía una base política que otras disciplinas no tuvieron. Pero
creo que esto es menos importante que una segunda razón de porqué la
geografía no se extinguió. Recuerden que ya hice la indicación, débil en las
universidades, la geografía era extr emadamente fuerte en las escuelas
secundarias y, claro, en las primarias. Esto, creo, es la clave. ¿Por qué era
tan fuerte en el sistema escolar? Debemos recordar que desde finales del
siglo X I X y en el X X , una de las funciones centrales de la educación pr imaria
obligatoria (y más tarde secundaria obligatoria) era la integración nacional,
mediante la formación de ciudadanos nacionales. La historia era un pilar de
este entrenamiento, trasmitiendo a los estudiantes que ellos eran parte de
una sola estructura nacional cuyas raíces están profundamente arraigadas
en el tiempo. La famosa recitación escolar francesa, ‘Nuestros ancestros, los
galos’, es un testimonio espectacular de este esfuerzo. La geografía era el
otro pilar. Lo que se enseñaba en las escuelas er a por principio la geografía
del propio país, imprimiendo en los estudiantes un detallado conocimiento
de los nombres de los lugares, las variedades regionales y, sobre todo, la
hipotética unidad del conjunto. La geografía se ofrecía como una lección
insigne en que ninguna parte del Estado podía descuidarse, y todo eso era
provechoso. De este modo, la geografía sobrevivió como disciplina, pero,
apenas como una pariente pobre buena para los colegiales. Como resultado,
de cualquier modo, podía representar un pequeño papel forzando una
afirmación real de la centralidad del espacio en el análisis social.

La ciencias sociales hicieron del TiempoEspacio eterno algo central y


reservaron un lugar importante, aunque secundario, para el TiempoEspacio
geopolítico epis ódico, pero ignoraron todos los otros tipos de
TiempoEspacio. ¿Qué diferencia resultó de esto? Primero, debe decirse que
de los cinco tipos de TiempoEspacio, los dos favorecidos fueron aquellos que
hicieron al tiempo y al espacio socialmente exógenos y, en consecuencia, en
el largo plazo socialmente insignificantes. Así es como enseñamos el tiempo
y el espacio a los niños pequeños. El tiempo y el espacio están ahí, ahí
afuera, siempre ahí, para ser más o menos medidos. Constituyen registros
en nuestras vidas. Pasamos épocas. Pasamos aniversarios. Son realidades
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formidables, colosos ante cuya implacable exigencia debemos rendirnos. Tal
concepción es doblemente infame. Nos aleja de un entendimiento adecuado
del mundo social. Y hace difícil, sino imposible, rep resentar un papel
sustancial en la construcción del mundo social como quisiéramos que fuera.

El avance ideográfico, utilizando el TiempoEspacio geopolítico episódico, nos


dice que en efecto no hay alguna explicación conveniente de lo que ha
pasado, más allá de relatar la secuencia de eventos que precedieron a todo
lo que estamos observando. La suma de detalles que se incluye en tal
secuencia está en función de la disponibilidad de registros, del juicio de
quien reconstruye la secuencia seleccionando lo que merece incluirse y de l a
energía del investigador y del lector. Cualquier secuencia es infinitamente
prolongable y entre cualquiera de sus puntos siempre se encuentran otros
acontecimientos. Una verdadera reconstrucción de la secuencia abarcaría
recorrer la historia diacrónica del universo. A partir de que esto es absurdo,
la tendencia natural es limitar drásticamente la secuencia. Un país declara la
guerra a otro porque su gobernante así lo decidió. El gobernante lo decidió
porque teme que el otro país pu diera hacer X ó Y , o porque el gobernante
está sujeto a la influencia de un consejero que deseaba la guerra. La tasa
de desempleo se ha elevado porque la tarifa de cambio de la moneda
nacional se ha vuelto desfavorable. La tarifa de cambio se ha tornado
desfavorable porque la producción de exportaciones clave se ha vuelto
menos eficiente. La producción de exportaciones clave ha resultado menos
eficiente porque los sindicatos impidieron la aplicación del control de
calidad. Y así puede seguir.

De esta clase de letanía aprendemos mucho, pero también nada. Lo que


nunca podemos decir es si todas o cualquiera de esas variables son
cruciales. ¿Cuál de ellas pudo haberse cambiado, sin alterar el resultado?
Contra las limitaciones de este tipo de utilización ideogr áfica del tiempo y el
espacio inmediato, el campo nomotético puso al frente su alternativa.
Analicemos, dijeron, todas las situaciones en las cuales la tarifa de cambio
se vuelve desfavorable. ¿El desempleo sigue siempre? Si no siempre, ¿bajo
qué condiciones particulares? Vamos en la ruta de la comparación
sistemática y controlada. Pero, todas esas situaciones que han sido
comparadas, ¿son las mismas de alguna manera esencial? Había tarifas de
cambio en el Este asiático en el siglo X I I , y en América Latina en el siglo X X .
Hay tarifas de cambio cuando domina el estándar del oro y cuando se
presenta una fluctuación del dólar estándar. ¿Se aplica el concepto, tarifa de
cambio como se haya definido operacionalmente, de la misma forma en las

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diferentes situacione s? En breve, ¿hemos encontrado la esencia de ‘tarifa de
cambio’ mediante su definición abreviada?

En el siglo X X , este último grupo de preguntas ha permitido a un creciente


número de científicos sociales rechazar la trampa de ser forzados a elegir
entre el TiempoEspacio geopolítico episódico y el TiempoEspacio eterno e
insistir en la existencia de otros tipos de TiempoEspacio. Un notable ejemplo
es el de los Anales , versión historia, al menos en el tiempo de Febvre, Bloch
y Braudel. Se ponía énfasis en el TiempoEspacio cíclico ideológico y en el
TiempoEspacio estructural. El centro de su argumentación era que los
conceptos, herramientas clave que utilizamos para hacer un análisis
comparativo, no son eternos, sino una función de las construcciones que
hacemos del TiempoEspacio. Sí, las explicaciones son posibles en términos
de las reglas generales del comportamiento, pero, solamente dentro del
contexto de estructuras específicas de largo plazo, que prefiero llamar
sistemas históricos.

Tales sistemas históric os tienen vidas y espacios. Existen en el tiempo y en


el espacio, y el tiempo y el espacio de su existencia es un elemento crucial
en su definición. Por consiguiente, tienen TiempoEspacio estructural y una
de las cuestiones clave para el investigador en ci encias sociales es discernir
sus parámetros. No sólo eso. Ha sido concebido como parte de la creación
del sistema histórico. Pero, una vez ahí, es determinante para las
regularidades del sistema, así como para sus trayectorias. Por ningún motivo
es fácil delimitar esos parámetros, específicamente porque están
evolucionando en el tiempo y el espacio, y no están predeterminados por
alguna fuerza celestial. Esos parámetros tiempo y espacio, no sólo están
construidos sino deben ser internalizados por los miembr os del sistema
histórico social, si están para controlar (y limitar) la acción. A pesar de
todo, ya que son estructurales, están internalizados bajo el nivel del
conocimiento consciente, para que no sean constantemente expuestos a
cuestionamientos, con obj eto de que funcionen con aparente automaticidad.
Esta es una de las razones fundamentales por las que la ciencia social del
siglo X IX no deseaba examinarlas. Analizando el TiempoEspacio estructural
puede ser subversivo por su habilidad para estructurar el discurso cultural, y
por consiguiente subversivo, para el sistema histórico social mismo. Esto es
por supuesto particularmente cierto del sistema histórico social en el cual
estamos viviendo. Pero, aun observando el TiempoEspacio estructural del
difunto sistema histórico social, pueden surgir cuestiones acerca del sistema
actual.

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Dentro de cualquier TiempoEspacio estructural hay TiempoEspacio ideológico
cíclico, porque éste es el tipo de TiempoEspacio que permite funcionar al
sistema. Una buena analogía es la respiración humana. Si no inhalamos y
exhalamos el organismo humano no podría sobrevivir. Pero inhalación y
exhalación son momentos diferentes, y las funciones del cuerpo son
distintas en una y otra. El TiempoEspacio ideológico cíclico es también
subversivo, particularmente en nuestro moderno sistema mundial.
Acentuando los patrones repetitivos de largo plazo, pone en tela de juicio la
ideología del incremento paulatino del progreso, lo nuevo siempre es visto
como algo mejor. Pero, ¿si lo nuevo no es re almente nuevo? O mejor dicho,
si aprendemos a distinguir entre una progresión cíclica y una lineal, tal vez
no veamos más claramente cuáles son contradicciones de un sistema dado y,
por consiguiente, ¿de qué manera los procesos cíclicos son mecanismos para
restaurar un equilibrio que está siendo inevitablemente desgastado, al
mismo tiempo que el sistema se aleja implacable e irremediablemente del
equilibrio? ¿Nunca les ha sonado peculiar que casi todos los economistas
estén dispuestos a reconocer la existen cia de los ciclos de muy corto plazo
(2-4 años), que llaman ‘ciclos comerciales’ (con respecto a la duración de
los ciclos climáticos), pero la mayoría de esos economistas consideran
absurdo analizar ciclos de 50 -60 años, los denominados de Kondratieff?
¿Cómo pueden los primeros considerarse tan obvios y los otros tan
inverosímiles? ¿No es que los ciclos de largo plazo revelan ciertos patrones
sobre el funcionamiento de nuestro moderno sistema mundial, su relación
con los ciclos y fuentes de ganancia? y, po r tanto, sean una amenaza para la
serenidad ideológica de los grandes actores del sistema, considerando que
los ciclos ultracortos parecen muy reconfortantes, asegurando a la gente
que las situaciones negativas momentáneas, son solamente momentáneas.
¿Por qué estamos tan poco dispuestos a reconocer que la relativa
decadencia del dominio de Estados Unidos en el sistema mundial en los
últimos veinte años tiene un marcado parecido con lo que sucedió a Gran
Bretaña en el ultimo cuarto del siglo X IX ? ¿Por qué esto no es el punto
central del análisis en las ciencias sociales?

Una vez que hemos empezado nuestro análisis de los TiempoEspacios en que
el mundo realmente se mueve -TiempoEspacio ideológico y TiempoEspacio
estructural - no sólo podemos analizar efectivam ente nuestro sistema
mundial contemporáneo, sino también toda la historia de la humanidad.
Pero, entonces vemos además cuán absurdas fueron las fisuras construidas
por la ciencia social en el siglo X IX . Las diferencias no son entre pasado y
presente, o entre los civilizados y los otros, sino entre los diferentes
sistemas históricos o, al menos, entre diferentes tipos de sistemas
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históricos. El tiempo y el espacio no solamente están ahí, sino que son los
primeros elementos que advertimos cuando tratamos de e ntender nuestro
mundo. ¿Qué clase de TiempoEspacio está utilizando la gente y por qué?, y
¿cuál nos ayudará a prever las trayectorias?

Las críticas sobre la importancia que se ha dado a esos otros tipos de


TiempoEspacio tienen un argumento aparentemente m uy sólido. Dicen que
por el grado de atención que ponemos ante todo en el TiempoEspacio
estructural parece que damos prioridad a lo inmóvil y a eliminar, por esta
razón, lo que algunos llaman ‘mediación humana’. Sin embargo, esto es
malentender el TiempoEs pacio estructural. El TiempoEspacio estructural en
absoluto es inmóvil. Más bien lo es el TiempoEspacio eterno. El
TiempoEspacio eterno pretende recalcar el cambio eterno (esto es, el
progreso), pero, en realidad nos da un modelo donde el comportamiento
humano siempre obedece las mismas reglas. El TiempoEspacio estructural
insiste en la continuidad, sí, pero además pone un límite de tiempo a la
continuidad. Las estructuras continúan hasta que sus contradicciones
internas, sus trayectorias evolutivas, fuerza n una bifurcación, y entonces
estallan o se extinguen y ocurre el cambio real.

Esto nos lleva entonces al último de los TiempoEspacios, al cual llamo


TiempoEspacio trasformacional. A diferencia de aquellos que sudan y se
acongojan por la participación, no creo que podamos trasformar el mundo a
cada instante. Nosotros -solos o en forma colectiva - no tenemos este poder.
Pero, algunas veces podemos trasformar el mundo, en el momento
‘adecuado’. Es precisamente cuando las estructuras se alejan mucho del
equilibrio, cuando están al borde de la bifurcación, que lo pequeño
presionando en una u otra dirección puede tener un impacto enorme y
puede de hecho determinar la forma de sustitución del sistema histórico que
tendrá existencia. Aquí de nuevo en consecuencia e s importante ser
sensibles a nuestros TiempoEspacios. Tenemos que reconocer las
posibilidades del TiempoEspacio del momento. Tenemos que asir el destino,
pero no podemos asirlo si no sabemos que existe y que puede atraparse en
ciertos tiempos y lugares y e n otros no. Es poco usual alcanzarlo y
conquistarlo si no está ahí. Y tiene poco valor que esté ahí si no lo
atrapamos para apropiárnoslo. La ciencia social, si tiene al fin alguna
función, debe ayudarnos a reconocer esos momentos.

Estamos condenados a vi vir tiempos interesantes, como dice el viejo


proverbio chino. Nuestro sistema histórico social está alcanzando un
momento de bifurcación. Hay muchas señales de esto. Una de las más
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interesantes es que en los últimos veinte años el espíritu científico, en s u
forma newtoniana, ha sido puesto en tela de juicio por un segmento
importante de la comunidad científica. Fue el viejo modelo newtoniano que
directamente legitimó el concepto de TiempoEspacio eterno e indirectamente
el concepto de TiempoEspacio geopolíti co episódico. Hoy día, conceptos
tales como bifurcaciones, caos que crea nuevo orden, y fractales,
súbitamente son populares. De pronto, la interpretación particular que l a
ciencia social del siglo X IX hizo del tiempo y el espacio está siendo
quebrantada y, por consiguiente, puede discutirse abiertamente.
Repentinamente, las fronteras de las disciplinas están otra vez a la
arrebatiña.

Por supuesto, hay otras muchas razones para concluir que nuestro sistema
histórico social está en crisis. No voy a desarrol larlas aquí. En ese sentido,
estamos viviendo tiempos interesantes. En ese sentido, el destino está ahí
para ser conquistado. Pero, no hay garantías. Depende de nuestra voluntad
intelectual para remodelar las ciencias sociales de manera que sean
instrumento de esta trasformación. Depende de nuestra voluntad política,
para aceptar el desafío de desarrollar una utopía sensata y buscar
construirla. No haremos nada de esto a menos que valoremos que el espacio
tiene tiempo y el tiempo tiene espacio, y que podemo s elegir cuál
TiempoEspacio utilizamos. Miremos de lleno esas posibilidades. No sugiero
que esto sea sin riesgos, o que no debamos estar temerosos. Esta no es una
llamada para un triunfalismo ingenuo acerca de un mundo mejor. Es un
llamado para una elecció n moral y política, en una situación difícil, sobre la
que manejamos muy poco conocimiento, en un mundo que está todavía
suficientemente fragmentado (a pesar de la magia de la revolución en la
información), para dificultar bastante la comunicación colectiv a mundial.

A pesar de todo, ¿por qué debería ser fácil la elección política y moral? Si l o
fuera, no sería una gran elección, y probablemente lo que pudiéramos elegir
no sería algo valioso.

Reconocimientos:

Este documento fue una conferencia en la Socie dad Geográfica de Tyneside,


Universidad de Newcastle en Tyne, 22 de febrero de 1996, copatrocinado
por el Departamento de Geografía y la Real Sociedad Geográfica.

Referencias:

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Droz, (1960), L’Europe
J. centrale: evolution historique de l’idée de
MiHeleuropa , Payot, Paris

Wallerstein, I. (1991), ‘The inventions of TimeSpace realities: towards an


understanding of our historical systems’, Geography LX X I I I (4), pp. 5-22,
reimpreso en: Unthinking Social Science: The limits of Nineteenth -Century
Paradigms , pp. 135-148, Polity Press, Cambridge

Wallerstein, I. (1996), ‘History in search of science’, Review XIX(1), pp. 1 -9

Wallerstein, I. ET AL . (1996), Open the Social Sciences: Report of the


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University Press, Stanford, CA.

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