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de mayor intimidad con Dios son capaces de identificar “lo infinito que les queda por
impalpable, pero innegable para aquel que la “siente”. Esta presencia se traduce
Esto creo no lo acabará bien de entender el que no lo hubiere experimentado; pero el alma que lo
experimenta, como ve que se le queda por entender aquello de que altamente siente, llámalo un no sé
qué; porque así como no se entiende, así tampoco se sabe decir, aunque, como he dicho, se sabe sentir.
Por eso dice que le quedan las criaturas balbuciendo, porque no lo acaban de dar a entender; que eso
quiere decir balbucir, que es el hablar de los niños, que es no acertar a decir y dar a entender qué hay
2
que decir.
sé-qué” al descubrir un descompás entre el “saber sentir”, por un lado, y el par “saber
1
San Juan de la Cruz. Obras completas. Cántico Espiritual B, canción 7. p. 739.
2
Ídem. p. 739-740.
decir”/“saber entender”, por otro. No toda la experiencia humana puede ser
sujeto místico o del niño que todavía no domina el lenguaje. Según el escritor
concierto reflejaría algo de este “balbuceo”. La audición musical nos afecta de tal
modo que no nos sería posible pronunciar una palabra dotada de sentido
inmediatamente después de una performance.3 La respuesta debe pasar por una vía
no-verbal, que, así como nos explica San Juan, atestigua un acontecimiento, efectivo
pero impronunciable.
3
KOVADLOFF, Santiago. O silêncio primordial. p. 87-88.
especulaciones de la experiencia estética, constituidas a posteriori, lo afirman de modo
acuerdo con el filósofo italiano, las dos direcciones fundamentales tomadas por la
psicológica de inefabilidad”. 4
effabilis”) sería lo suficiente para definirlo? Según Eco, este género de estrategia
4
ECO, Umberto. A definição da arte. p. 163.
5
ECO, Umberto. A definição da arte. p. 162.
Sin embargo, podríamos pensar que la reflexión sobre la esencia del “no-sé-
verbal de lo inefable. Y en este aproximarse que es casi un “rozar” 6, algo nuevo, algo
filosófico.
muchas de sus obras, el filósofo francés nos muestra que la filosofía también se realiza
inefables –consideradas por el filósofo como las más sustanciales de la vida humana–
6
El gesto de “rozar”, aplicado al ejercicio reflexivo, también se presenta en la teología mística: “Por lo
tanto, si hemos dicho algo bueno según nuestras fuerzas y hemos realmente rozado con el pensamiento las
explicaciones de los nombres divinos, hay que atribuir el mérito a la Causa de todos los bienes; en efecto,
Ella concede ante todo el don de decir y, después, el de decirlo bien.” PSEUDO-DIONISIO
AREOPAGITA, Nombres divinos, XIII, 4. APUD. TOSCANO, María y ANCOCHEA, Germán. Dioniso
Areopagita, la tiniebla es luz. p. 117.
7
ECO, Umberto. Op. cit. p. 162.
8
“(…) el ejercicio filosófico consiste en manejar lo que no es manipulable, a delimitar objetos que no son
objetos y que nadie ha jamás circunscrito ni sopesado, a plantearse problemas que no son tampoco
problemas” [JANKÉLÉVITCH, Vladimir. Quelque part dans l’inachevé. p. 31].
9
Ídem. p. 29.
el misterio de Dios. No obstante, conciente de que estas experiencias no son más que
(effleurer).
En ese modo singular de filosofar, se expresa algo más que el límite del
“categorizar” 10 el “no-sé-qué”, Jankélévitch nos indica una vía para reconocerlo no por
sus efectos, sino por sus “rasgos” mismos, por su modo más característico de aparecer.
un “componente” capaz de motivar no sólo una reflexión sobre el arte, sino todo un
conectan.
10
Concientes de la imposibilidad de “categorizar” el “no-sé-qué”, utilizamos el término “categoría”, en el
título de este ensayo, entre comillas, a fin de subrayar su carácter meramente aproximativo. Como
acabamos de constatar, las experiencias inefables en que el “no-sé-qué” se verifica no se prestan a una
categorización, así como tampoco la “filosofía del presque” jankélévitchiana podría organizarse como un
sistema de categorías.
11
Entre éstos, se destacan: lo inefable, la nesciencia de Angelus Silesius, el balbucir de San Juan, los
cuchicheos de los amantes en San Francisco de Sales y la chispa (éclair, étincelle, das Fünkchen) de
Meister Eckhart.
12
La filosofía jankélévitchiana opta por “el camino menos transitado” por la estética: la reflexión acerca
de la ipseidad de lo inefable.
13
La nueva ontología –o mejor, la “meontología” jankélévitchiana– se comprende, de manera muy
simplificada, como una ontología del “no-sé-qué”. A pesar de relacionarse, por un lado, a un “aparecer”,
el “je-ne-sais-quoi” se referiría también a aquello que hay de más esencial en una realidad, a su núcleo,
Algunos “rasgos” del “no-sé-qué” estético
mucho la propuesta de este trabajo. Sin embargo, sería importante citar algunos
formas y proporciones. El término “ideal” nos remite a las “ideas” (είδος) platónicas,
Las bellas formas pueden residir en un cuerpo humano o en una obra de arte, sin, con
qué”.
que no se confunde con ninguna predicación asignable, nominable. Cf. JANKÉLÉVITCH, V. Le je-ne-
sais-quoi et le presque-rien. v. I. p. 17-18.
14
Jankélévitch menciona, en el primer volumen de su obra Le je-ne-sais-quoi et le presque-rien (p. 100),
este gracioso adjetivo utilizado por Plotino a fin de caracterizar la belleza sin encanto.
15
Jankélévitch localiza algunos pasajes de las Eneadas en que Plotino presenta la “gracia” como
elemento esencial e indispensable de la belleza efectiva: En. VI, 7, 31, 1. 29; V, 3, 17, 1. 21.
JANKÉLÉVITCH, V. Le je-ne-sais-quoi et le presque-rien. v. I. p. 90.
como el elemento natural dotado de mayor grado de inefabilidad 16– apunta al carácter
oscilaciones, como un rostro que no siempre nos impacta con un mismo “grado” de
obra remite al último aspecto del je-ne-sais-quoi a ser abordado en este ensayo. La
relaciona a una realidad sui generis, dotada de “sabor indefinible e irreductible” 24:
(...) el sabor de un fruto, el aroma de un vino, el perfume de una rosa son irreductibles; y este olor de
humo y de hierbas asadas que nos inquieta a veces, de modo tan sorprendente, en la entrada de un
pueblo, es también una especificidad indivisible y un indefinible; también diríamos, un poco como M. de
La Palice, que él es sui generis: así hacemos comprender que no se puede reducirlo a otra cosa, ni
25
subsumirlo bajo una categoría cualquiera (…)
Este pasaje nos sugiere un importante elemento, a partir del cual se podría
pensar una pequeña conclusión para este trabajo. La comprensión del plano sensible
21
La estética de Jankélévitch nos permite pensar la distinción entre la “belleza” y el “no-sé-qué” como
una oposición entre lo visual y lo auditivo. Las formas geométricas y la percepción “sinóptica” de la
belleza plástica la insertan en el ámbito estático de lo bello, mientras que la inmersión en el tiempo que
caracteriza la escucha, aliada al carácter impalpable de los sonidos, aproximan el arte musical al “no-sé-
qué”. Es interesante subrayar, en este sentido, que el adjetivo bello, en diferentes idiomas, no se aplicaba
originalmente a percepciones musicales, sino exclusivamente a percepciones ópticas.
22
JANKÉLÉVITCH, V. La musique et l’ineffable. p. 134-5.
23
Jankélévitch se refiere a la relación entre la indivisibilidad de los organismos y el “no-sé-qué” en Le je-
ne-sais-quoi et le presque-rien. p. 53. Como se constata en esta obra y también en el estudio Bergson, la
obra de arte se aproxima, en muchos aspectos, a la totalidad orgánica.
24
JANKÉLÉVITCH, V. La musique et l’ineffable. p. 134.
25
JANKÉLÉVITCH, V. Le je-ne-sais-quoi et le presque-rien. v. I. p. 52.
tradición filosófica de raíz platónica debido a su supuesta superficialidad o
estética sobre la mística, o viceversa, nos parece algo insostenible. Lo máximo que
estético y lo místico en nuestra aprehensión del mundo. Tal vez la expresión nos
26
Entre los autores que se dedican al tema del “no-sé-qué” sensible, se destacan, además del Padre
Bouhours, V. Jankélévitch y Umberto Eco, Montesquieu (Ensayo sobre el gusto), Rousseau y Ortega y
Gasset (“Ya el simple matiz de un color es inefable” – Velázquez, p. 56).
27
De modo casi subversivo, el Padre Bouhours declara que el “je-ne-sais-quoi” estético es de naturaleza
más misteriosa que el divino: “el espíritu humano que conoce lo que hay de más espiritual en los Ángeles,
y de más divino en Dios, para decirlo así, no conoce lo que hay de encantador (charmant) en un objeto
sensible que toca el corazón” [BOUHOURS, Dominique. Les entretiens d’Ariste et d’Eugène. p. 262].
Bibliografía
DELUMEAU, Jean. Historia del Paraíso. v. III. ¿Qué queda del Paraíso? Traducción:
María del Pilar Ortíz Lovillo. Madrid: Santillana, 2005.
___, org. História da beleza. Tradução: Eliana Aguiar. Rio de Janeiro: Record, 2004.
___. La música y lo inefable. Traducción: Rosa Rius y Ramón Andrés. Barcelona: Alpha
Decay, 2005.
___, con la colaboración de Béatrice Berlowitz. Quelque part dans l’inachevé. Paris:
Gallimard, 1978.
SAN JUAN DE LA CRUZ. Obras completas. Séptima edición preparada por Eulogio
Pacho. Burgos: Monte Carmelo, 2000.