Hoguera

REVISTA DIGITAL - ENERO 2019

Nuevo
Año
Nuevos
Retos
Nuevas
Lecciones
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Testimonio por Aarón Mora Huanca:

El perfecto tiempo
para perdonar.
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w w w. c c i a l . o r g
 Foto: Tiempo a Solas
IFI-3 en Penonomé, Panamá

Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo

alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no
hay cambio ni sombra de variación.
Santiago 1:17

Nuevo Año Campamentos Cristianos de América

Latina a recibir, como Santiago 1:17
Nuevos Retos dice, las experiencias del Nuevo Año y

Nuevas Lecciones tener la convicción que: “Toda buena

Cada año se nos presenta la
oportunidad de ver la mano de Dios
actuando y acompañándonos,
especialmente cuando revisamos todas
las experiencias del año anterior. Al ver
el próximo año 2019 vemos nuevos
retos y nuevas lecciones porque, como
dije una vez en una capacitación de CCI
América Latina, “La vida es un acertijo”.
Debemos aprender a discernir lo que
Dios nos quiere enseñar a través de
nuestra experiencia de caminar con El
día a día. Animo a toda nuestra
comunidad de líderes de
dádiva y todo don perfecto viene de lo
alto, desciende del Padre de las luces,
con el cual no hay cambio ni sombra de
variación”.
Hagamos una pregunta y
celebrémosla: ¿Cuál ha sido la dádiva –
don recibidos en el 2018 que recuerda
que Dios no cambia, ni hay sombra de
variación en El? Al responderla
compártela con algún miembro de tu
familia o equipo de trabajo tu
respuesta y luego agradezcan en
oración. Les deseamos un
extraordinario y Feliz Año 2019.

Robert Bruneau
Director Ejecutivo

Palabras de Lisa Anderson Umaña:

Queremos exaltar a Cristo en todo lo que hacemos
en este año 2019. Anticipamos que en este año el
Señor les dé la sabiduría para saber cómo invertir su
tiempo y esfuerzo en el ministerio de campamentos.
FELIZ AÑO NUEVO!

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 El perfecto tiempo
para perdonar
Testimonio de un Líder de Campamentos en Bolivia
sobre su experiencia del Curso Construyendo Relaciones.
Aarón Mora Huanca
“Construyendo Relaciones” Es un nombre
muy intrigante para quienes estamos
interesados en servir a Dios a través de
campamentos. Es para mí un privilegio
contarles a través de estas líneas lo Dios
hizo en mi vida por medio de este curso y el
significado que le di. Realmente espero que
las siguientes palabras hagan fluir tu
imaginación y que puedas recrear en tu
mente las escenas que voy a relatar.
Mi nombre es Aarón, vengo de una familia
cristiana así que estuve prácticamente toda
mi vida en una iglesia, soy músico por lo
que ya se imaginarán las responsabilidades
que eso conlleva, sobre todo en una iglesia
que fomenta muchísimo esta forma de arte.
Cada año mi iglesia organiza campamentos
con temática musical, lo llamamos:
“Campamento de Música”, entre otros
eventos similares a este.
Cuando cumplí 13 años de edad, acepté a
Jesucristo como mi Señor y Salvador en
uno de estos campamentos; Dios me había
tocado tan profundo que ese día cambié a
un nuevo episodio en mi vida. Es así que,
desde muy joven, tuve la inquietud de
querer impactar vidas por medio de la
música, pero a través de los campamentos,
tal y como yo había sido impactado.
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Ya a mis 17 años de edad, siendo líder de un
grupo pequeño de músicos en la iglesia
local, me lancé al “éxito” organizando mi
primera clínica de música local; no contaba
con suficiente apoyo y tampoco logré
conseguir los recursos necesarios. Un año
después organicé algunos retiros para los
músicos. No sentía satisfacción por los
resultados que estas actividades lograban.
Así que me dispuse a buscar recursos que
pudieran mejorar la experiencia en los
eventos que organizaba, leí libros que por lo
menos mencionen algo con respecto a
campamentos o eventos similares, pero aun
así no era suficiente.
Con el paso del tiempo desistí de esa
búsqueda, mi liderazgo y participación en la
iglesia fue gradualmente disminuyendo; los
estudios en la universidad cada vez fueron
más exigentes, esto a la par de que también
cursaba una carrera profesional de música.
Empecé a sentir, en un hecho de
desesperación que el tiempo avanzaba
rápido, y tenía que “enfocarme” en lo que
las personas consideraban importante.
Un sábado por la mañana hace 5 años atrás
recibí una llamada; mi madre había estado
enfrentándose a un resfriado común, me
pidió ayuda con las compras del hogar a lo
que mi respuesta fue muy desatenta: “¿Y
mis hermanos? ¿Por qué no los llamas a
ellos?”, con tanto afán, había olvidado que
ellos y mi padre no solían estar en casa los
sábados por estudio y trabajo. Mi madre
estuvo esperando por 30 minutos en la
puerta del supermercado mi llegada,
cuando le di encuentro noté que ella no
podía levantar sus brazos y mucho menos
sostener una bolsa de víveres, al verla en
ese estado, mi corazón se hizo pequeño por
unos segundos. A la llegada a casa le serví
un té caliente y le rogué que reposase.
Cuando llegó el lunes, llegaron también los
afanes: universidad, conservatorio y en la
noche ensayo en la iglesia. Esa noche,
mientras dirigía el ensayo, recibí una
llamada; nunca hubiera contestado el
celular si no fuera porque el identificador de
llamadas informaba una llamada de
“mamá”. Con una voz muy temblorosa mi
madre daba aviso de que solicitó ser
internada en el hospital, ese mismo
momento llamé a mi padre y a mis
hermanos, ellos ya lo sabían así que dimos
encuentro en el hospital.
Durante los dos primeros días de internado
en el hospital, buscamos incansablemente
un especialista que pudiera responder a la
pregunta ¿Cuál es la enfermedad? Recordé
que cuando yo tenía 10 años de edad, mi
madre se enfrentó al cáncer de mama, era
un milagro que ella estuviera viva después
de la quimioterapia y otros tratamientos,
por lo cual el temor de que el cáncer había
vuelto era grande. Los exámenes no
mostraban ningún resultado, fue una larga
espera, hasta que el tercer día nos dieron
una respuesta: mi madre estaba
padeciendo una neumonía crónica.
Esto fue un alivio momentáneo para
nosotros pues dimos fe de que pronto
recuperaría la salud y volvería a casa; sin
embargo, eso no fue así. Estuvo internada
por dos semanas, cada día mi padre, mis
hermanos y yo hacíamos turnos para ir a
ver como marchaba su situación, los
tratamientos parecían no hacer efecto;
recuerdo que cada día hablábamos con el
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doctor que tomó el caso clínico en sus
manos, cada día le rogábamos que hiciese
algo más, cada día hablábamos sobre
posibles tratamientos y cada día su
respuesta era más sinuosa.
El día miércoles de la tercera semana de
internación pasé toda la tarde con mi
madre, en la noche la cuidaría mi hermano
mayor. Antes de salir del hospital me
despedí tal y como se había vuelto
costumbre durante esas tres semanas, pues
al día siguiente tenía que continuar con las
responsabilidades. El día jueves desperté
sumamente temprano, ese mismo día tenía
una prueba en la universidad, eso solo sería
hasta las 10 de la mañana y luego iría a
visitar a mi madre. Cuando terminé la
prueba recibí una llamada al celular. Era mi
hermano mayor con una mala noticia: mi
madre había entrado a terapia intensiva.
Ese momento de desesperación subí a un
taxi con dirección al hospital, llamé a mi
hermana para darle el aviso. Ya en el
hospital no esperé el ascensor, subí
corriendo por las escaleras hasta el cuarto
piso, miré a todas las direcciones para
encontrar a mi hermano, él estaba al final de
un pasillo, llorando y golpeado la pared
mientras una enfermera trataba de
calmarlo. Al acercarme más, sentí que el
pasillo se hacía interminable y cada
segundo era más largo que el anterior, no
podía entender que estaba sucediendo,
cuando llegué al final del pasillo, se abrió
una puerta y salió mi padre con una bata de
color marrón, él también estaba llorando,
sus ojos brillantes y húmedos me miraron, y
una voz aguda y temblosa que no conocía
me dijo: “lo siento hijo, no pudiste
despedirte de tu mamá”. No pasaron más
de 10 segundos y nuevamente se abrió la
puerta, el doctor salió y dijo: “hicimos lo que
pudimos” Ese momento la luz se hizo
oscuridad, la ira llenó cada fibra de mi
cuerpo, pues nosotros sabíamos realmente
el doctor no hizo lo que pudo. Me dispuse a
darle una “paliza” pero una oficial de policía
me tomó de los brazos y me advirtió que no
valía la pena arriesgar mi libertad por unos
segundos de venganza. Ese momento llegó
mi hermana y le dimos la triste noticia
incluyendo el detalle de lo que el doctor
había mencionado.
Fue muy doloroso el contraste de este
episodio en nuestras vidas; nuestra madre
entro caminando por la puerta del hospital
y estaba saliendo en un ataúd. Después de
la ceremonia cristiana y el entierro de los
restos mortales de mi madre, mi familia
tenía una nueva estructura, la falta de su
presencia y el lugar que le correspondía lo
empezó a ocupar el odio y la sed de
venganza, no solo en mí, sino en mi padre y
mis hermanos. Caminaba en las calles
buscando el rostro del doctor para darle la
“paliza” que había planeado. Los estudios
se volvieron pesados, las calificaciones
bajaron notablemente, mi hermano dejó su
trabajo y mi hermana no salía de su
habitación, por varias noches se
escuchaban llantos atravesando las
puertas. El sueño de ser un gran líder en la
iglesia e impactar vidas con la música y los
campamentos se habían desvanecido
completamente.
Un día después de casi 1 año, llegó a la casa
un amigo de mi padre. El Ptr. Samuel Laura
que, entre risas y comentarios sobre
liderazgo, música y campamentos, me
hablo acerca de CCI. Fue la primera vez que
escuché acerca de una asociación que se
dedicaba netamente a campamentos, es
como si alguien me hiciera recuerdo del
sueño que había olvidado. Me preguntó
muy emocionado si me gustaría ser parte
del primer curso de capacitación,
ciertamente fui muy arrogante y la
respuesta que le di fue: “quizá”, porque
pensaba: “¿qué me puede enseñar alguien
sin experiencia? Ya lo intenté y fracasé”. Sin
embargo, mi padre me dio un pequeño
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empujón y respondió por mí: “Aarón va a
participar”, en fin, dije: “algo aprenderé”.
Cuando llegué al sitio donde se llevaría a
cabo el curso no guarde esperanzas de
recibir algo significativo. Mediante
avanzaba el curso el Señor iba hablándome,
cada sesión me decía algo muy peculiar: mi
relación con Dios no estaba nada bien, de
hecho, en mi respuesta de “escalando
montañas” marqué la primera opción.
También descubrí que todo ese tiempo de
dolor estuve culpándome y mi relación
conmigo mismo era desastrosa, por lo que
mi relación con mi prójimo era mucho peor,
y ni hablar sobre “disfrutar y apreciar” la
creación de Dios. En pocas palabras, me
había alejado tanto del Padre que ya no me
importaba.
Ya a la mitad del curso, en el primer mini
campamento los confidentes modelo
dejaron todo si para darnos la mejor
experiencia inolvidable, no obstante, lo más
resaltante de ese día no fueron los juegos, o
las espaldas mojadas, sino una pregunta:
“¿A quiénes decidiste perdonar?”. El 29 de
enero del 2016 en el Guerrero Herido, a la
luz de las velas y con lágrimas en los ojos
decidí perdonar al doctor; a Dios rogué y
supliqué por la sanidad de mi madre, sin
saber que Él la quería en su presencia, y
había buscado a una persona a quien
culpar.
Así como a los 13 años de edad en un
campamento, nuevamente Dios me estaba
tocando profundamente para cambiar a un
nuevo y mejor episodio en mi vida. Tan
pronto como llegué a casa, me reuní con mi
hermano, después con mi hermana y mi
padre, durante largas horas de charlas el
Espíritu Santo se encargó de convencer de
pecado, de justicia y de juicio. Sentí como las
cadenas que habían estado oprimiendo a mi
familia se caían una por una. El perdón venció el
odio, el rencor y la sed de venganza. El día a día
cambió, las metas se volvieron claras y los sueños
reaparecieron completamente renovados.
Países Miembros de
Entendí que Dios tenía algo mucho más grande
para mi vida que solamente ofrecer campamentos
CCI América Latina
sofisticados, llenos de música y experiencias
inolvidables. Dios utilizó “Construyendo Argentina
Relaciones” para restituir y sanar mi familia por
medio del perdón. En comparación a la primera Bolivia
vez, la inquietud de impactar vidas por medio de
este tipo de eventos mencionados fue cada vez Perú
menor, el Señor me había dado una nueva receta
que realmente impactaría vidas: “apacienta mis
corderos” Este llamado se reafirmó con las
Panamá
siguientes capacitaciones: “Facilitando
Crecimiento”, “Programando Campamentos” y
Costa Rica
“Acertijos”.
Honduras
La asociación es mi refugio y motivación para
seguir adelante con el ministerio que Dios me ha El Salvador
encomendado desde el primer curso de la
capacitación. Doy gracias a Dios por CCI-AL, es Guatemala
una familia grande, ser parte de ella para contribuir
en su crecimiento y sustento es un privilegio. México
- Aaron.
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