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De MOLIERE
VERSIÓN HUASTECA DE ANUAR JOTTAR MAGDALENO
COMPAÑÍA TEATRAL “LA GARZA” DE LA UAEH
PERSONAJES DE LA COMEDIA
FLORIAN, boticario.
BUENAFE, notario.
ANTONIA, criada.
Actuación especial:
Ballet Folclórico de la UAEH.
Trío Cantar Huasteco de la UAEH.
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ACTO PRIMERO
ACTO SEGUNDO
ACTO TERCERO
2
ACTO PRIMERO
CON MÚSICA DE: EL ZACAMANDU
Ay la la la
Mi patrón se llama Argan, conocido en la Huasteca
Ay la la la, la la la
Ay la la la
Conocido en la Huasteca, mi patrón se llama Argan
Ay la la la
El enfermo de aflicción, lo nombra aquel que lo sepa
Ay la la la, la la la
Ay la la la
Si lo quiere conocer, los invito a ver la puesta
Ay la la la
En ella descubrirán, la historia de su manía
Ay la la la, la la la
Ay la la la
Que le causa gran pesar, y la vida se la quita
Ay la la la
A veces me pregunto yo, porque nadie puede sanarle
Ay la la la, la la la
Ay la la la
Si sano lo veo yo, y más sana esta su hijita
Ay la la la
Si lo ven en agonía, ustedes pueden curarle
Ay la la la, la la la
Ay la la la
Graduándose de doctores, aunque no curen ni un pulque
Ay la la la
Su fortuna heredarían, que hierbas y lavativas
Ay la la la, la la la
Ay la la la
Quizás no habrán de curarle, más tampoco lo matarían
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ESCENA PRIMERA
ARGAN, solo en su alcoba y sentado a una mesa, ajusta las cuentas del
boticario. Conversando consigo mismo, platica de este modo:
Resulta, pues, que en este mes he tomado... una, dos, tres, cuatro, cinco,
seis, siete, ocho y nueve medicinas; más una, dos, tres, cuatro, cinco,
seis, siete, ocho, nueve, diez, once y doce lavativas; mientras que en el
mes anterior fueron doce medicinas y veinte lavativas. ¡Ahora me explico
por qué no me encuentro este mes tan bien como el pasado! Se lo diré a
Purgón para que me regularice el tratamiento... ¡A ver! Que se lleven todo
esto de aquí... ¿No hay nadie?... ¡Por más que digo, siempre me han de
dejar solo!... (Toca una campanilla.) Y esta campanilla que no suena
bastante... (Vuelve a tocar.) ¡Nada! (Toca.) ¡Están sordos!... ¡Antonia!
(Toca.) ¡Como si no llamara!... ¡Perros! ¡Granujas!
¡Tilín, tilín, tilín! ¡Hijos de toda su... Mendigos! ¿Es posible que abandonen
de este modo a un pobre enfermo? ¡Tilín, tilín, tilín!... ¡pero cómo es
posible. No les da lástima! ¡Tilín, tilín, tilín! ¡Dios mío, me puede estar
cargando la que me trajo y me dejan morir solo!
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ESCENA II
ARGAN. _ Hace…
ANTONIA. _ ¡Ay!
ANTONIA. _ ¡Ay!
ANTONIA. _ Y yo me he roto la cabeza; vaya una cosa por otra. Así que aí
muere.
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ARGAN. ¿Pero, que ni siquiera voy a tener el gusto de regañarte?
ANTONIA._ Pues a ver que mulas escupen más el freno ¡Ay, ay!
ARGAN. _ ¡Una mula es más persona que tú! Y ya. Quítame esto, bestia,
quítame esto. (Se levanta.) ¿Me ha servido bien la lavativa?
ARGAN. _ Que me tengan preparada una taza de caldo para tomarla con la
poción que me toca ahora.
ANTONIA. _ ¡No si bien dicen que Asno, jumento y burro, todos se juntan en
uno,
ANTONIA._ Digo que, que suerte tienen el tal Florián y el otro, el Purgón, ya
que han encontrado una vaca y la ordeñan a gusto. Quisiera yo saber
qué enfermedad es la que usted tiene, que necesita de tantos remedios.
ESCENA III
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ARGAN (Corriendo a sentarse en el bacín). _ Espérame tantito. Dame el
bastón. No me tardo, vuelvo al instante.
ANTONIA. _ (Riéndose de él). _ ¡Corra, señor, corra! ¡Bien dice el dicho. “Al
asno y al mulo, la carga por el cu…
ANGELICA. _ ¨¡Toña!
ESCENA IV
ANGÉLICA y ANTONIA
ANTONIA. _ ¿Qué?
ANGÉLICA. _ Mírame.
ANGÉLICA. _ ¡Toñita!
ANTONIA. _Me figuro que será de tu pretendiente; hace seis días que no
hablas de otra cosa.
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ANTONIA._ ¿Quién dice eso?
ANTONIA. _ Sí.
ANTONIA. _ Sí.
ANTONIA. _ De acuerdo.
ANTONIA. _ Seguramente.
ANTONIA. _ Es verdad.
ANGÉLICA. _ ¿Y que no hay nada más molesto que este encierro en que me
tienen, que me priva de corresponder a los impulsos de esta mutua
pasión, que el cielo nos inspira
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ANGÉLICA. _Pero ¿tú crees, Antonia, que me ame tanto como dice.
ESCENA V
ARGAN (Sentándose). _Ahora, hija mía, te voy a dar una noticia que
seguramente te sorprenderá. Me han pedido tu mano. ¿Te parece
divertido? Bien hecho, no puede imaginarse noticia más graciosa para
una joven... ¡Oh, naturaleza! Ya veo hija mía, me queda bien claro que no
tengo para qué preguntarte si te quieres casar.
ANTONIA. (Bajo). _… ¡Su razón tiene la muy bribona!, bien dicen que la que
no llora no mama.
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ANGÉLICA. _ ¡No te imaginas cuánto agradezco tu bondad!
ARGAN. _No me habían dicho nada, pero me alegro, porque más vale que
sea así. Según parece, se trata de un buen muchacho.
ARGAN. _Gallardo.
ANGÉLICA. _Sí.
ANGÉLICA. _Precisamente.
ARGAN. _Honrado.
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ARGAN. _Sí, ¿tampoco lo sabías?
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ANGÉLICA. _ ¿Clemente sobrino de Purgón?
ANGÉLICA. _ ¡Claro!
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ARGAN. _ ¿Quién te mete a ti donde no te llaman, imprudente. No más eso
me faltaba, una mula que quiere ser caballo.
ANTONIA. _ Pues entre mula y mula, no más las patadas se oyen. A ver
patrón ¡Calma! ¿Por qué no podemos discutir sin calentarnos. Hablemos
tranquilamente. ¿Qué razones pudo tener para consentir ese
matrimonio?
ARGAN. _Si el médico es para mí. Una buena hija debe sentirse feliz, dichosa
casándose con un hombre que pueda ser útil a la salud de su padre.
ANTONIA. _No.
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ARGAN. _ ¿Mi hija?
ANTONIA. _Su hija, que no quiere oír hablar del señor Díaz Forus, ni de su
hijo, ni de ninguno de los Díaz Forus que andan por el mundo.
ARGAN. _Pues yo sí. Además, esa boda es un gran partido. El señor Díaz
Forus no tiene más hijo ni heredero que ese; y el señor Purgón, que es
soltero, otorga en favor de ese matrimonio ochocientos mil pesos que
ingresan de consultas.
ANTONIA. _ ¡La de gente que tendrá que matar para hacerse tan rico!
ANTONIA. _Sí, sí. Todo eso está muy bien; pero yo insisto, y se lo vuelvo a
repetir, búsquele otro marido a la niña, hombre. No nació la muchacha
para ser la señora de Diaz Forus.
ANTONIA. _ ¡No!
ANTONIA. _Porque pensarán que está loco, que no sabe lo que dice.
ANTONIA. _ ¿Usted?
ARGAN. _ ¡Yo!
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ANTONIA. _Que no la meterá en ningún convento.
ANTONIA. _No.
ANTONIA. _No.
ANTONIA. _Y tan Bien dicen que el que sufre de diarrea por donde quiera la
caga.
ARGAN. _Pero, ¿en qué país vivimos? ¿Qué atrevimiento mayor puede
haber que el de una sirvienta al hablarle de ese modo a su amo.
ARGAN (Lanzándose sobre ella.) _ ¡Huevos tenía la difunta y creían que era
dinero¡ Ahorita vas a ver. Te voy a apabullar por insolente!
ANTONIA (Dando vueltas alrededor del sillón.) _ ¡Ay mamá, mis otras nahuas
questas ya se me cayeron! ¡Debo evitar que haga locuras!
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ANTONIA. _No consentiré jamás ese matrimonio.
ARGAN. _¡Mula!
ANTONIA. _No quiero que sea la mujer de ese Tomás Díaz Forus.
ARGAN. _¡Víbora!
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ESCENA VI
ARGAN. _ ¡Ayúdame!
ARGAN. _ ¡Mamita!
BELINDA. _Cositas.
ARGAN. _Hace una hora que me lleva la contraria en todos mis propósitos.
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ARGAN. _Hace no sé cuánto tiempo que te he dicho que la corras.
ANTONIA. _Señora.
ANTONIA (Con acento dulce.) _ ¿Yo, señora? Por que me dice eso, si yo
nada más vivo para darle gusto, en todo al señor.
ANTONIA. _... Me decía que quiere casar a su hija con el hijo del señor Díaz
Forus, y yo le contestaba que el partido es excelente; pero que me
parecía mejor que la metiera en un convento.
BELINDA. _No hay motivos para que te enfades por eso; me parece que tiene
razón.
ARGAN. _ ¡No le creas, amor mío! ¡Es una malvada, que acaba de decirme
mil insolencias!
Estás no sé cómo. Toma; ponte bien el gorro hasta las orejas, que no hay
nada que te acatarre tanto como el aire en los oídos.
ARGAN. _ ¡Cuánto tengo que agradecerte, chacha mía, por los cuidados que
te tomas conmigo!
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ARGAN (Muy abatido, dejándose caer en el sillón.) _ ¡Ay, ay! ... ¡No puedo
más!
BELINDA. _ ¡Ay, cositas, por favor; te ruego que no hablemos de eso! De tal
modo me horroriza esa idea, que la sola palabra testamento me hace
estremecer de angustia.
ESCENA VII
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EL NOTARIO. _La señora ya me ha puesto al corriente de sus intenciones y
de los propósitos que lo animan respecto a ella; más mi deber es
advertirle que no puede dejarle nada en testamento.
ARGAN. _ ¡Pues es una costumbre o ley absurda que me voy a pasar por los
bejucos, No´mas eso me faltaba, que un hombre no pueda dejar lo que se
le de la gana a su mujer que lo ama tiernamente y que se desvive en
atenciones! Quisiera consultar a mi abogado para ver qué solución me
da.
ARGAN. _Eso me agrada, usted busque a ese buey, que yo sabré poner el
oro. Ya mi mujer me había dicho, señor, que era usted un hombre hábil,
muy honesto y sobre todo recto. Dígame qué es lo que puedo hacer para
dejarle a ella mis bienes, saltando por encima de los derechos de mis
hijas.
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ARGAN. _¡Querida esposa!
ARGAN. _Es preciso hacer las cosas, amor mío, en la forma que nos ha
indicado el señor; pero, por precaución, quiero entregarte quinientos mil
pesos en centenarios, que tengo escondidos en mi alcoba, y dos pagarés
firmados, uno por Crispín y otro por Anacleto.
BELINDA. _No, no; no tomaré nada... ¿Cuánto dices que tienes en la alcoba?
ARGAN. _Sí, señor. Pero mejor será que nos vayamos a mi despacho.
¿Quieres ayudarme, amor mío? Oiga, usted podría ser ese amigo de mi
esposa que nos ayudara con esos requisitos legales que mencionaba
hace unos momentos, no?
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ESCENA VIII
ANGÉLICA Y ANTONIA
ANGÉLICA. _Que disponga de todos sus bienes como quiera, con tal que no
disponga de mi corazón. Ya has visto lo violento que se puso, y sus
amenazas; no me abandones, en este trance, por Dios te lo pido.
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CON MÚSICA DE: LA ANTONIA
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San Pablo tenía una novia, y se la voló San Pedro.
ACTO SEGUNDO
ESCENA PRIMERA
ANTONIA y CLEMENTE
ANTONIA. _Pus será el sereno; pero no es tan fácil hablar con la señorita. Es
preciso idear una treta, porque ya sabe como la tienen vigilada toda la
vida, no le permiten salir, ni hablar con nadie. Sólo gracias a una anciana
tía se le permitió aquella vez ir a la verbena, donde se conocieron; y Dios
nos libre de hablar de esa aventura.
CLEMENTE. _Por eso mismo no he querido venir aquí como Clemente, sino
como amigo del maestro de música de Angélica, lo convencí para que yo
pudiera venir en su lugar.
ANTONIA. _Ahí viene el padre. Hágase a un lado, sésguese, que voy a avisar
que ya llegó.
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ESCENA II
ARGAN. _ ¿Qué
ANTONIA (Alto)._ Digo que hay ahí un hombre que quiere hablar con el
señor.
CLEMENTE. _Señor...
ANTONIA (Con burla). _No le hable tan alto, que le retiemblan los sesos al
señor.
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CLEMENTE. _He oído decir que el señor estaba más aliviado, y a juzgar por
el semblante...
ANTONIA. _ ¿Qué quiere decir con eso del semblante? El señor tiene muy
mala cara, y es una impertinencia decir que está mejor. Nunca estuvo tan
mal como ahora. Mire que el que surra aguado y mea oscuro, esta
enfermo de seguro.
ANTONIA. _Anda, duerme, come y bebe como todo el mundo; pero, a pesar
de eso, está muy mal. Dios da el agua pero no la entuba
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ESCENA III
ARGAN. _Ven acá, hija mía. Tu maestro de música ha tenido que ausentarse
y envía a este amigo en su lugar.
ARGAN. _ ¿Qué?
ARGAN. _ ¿Cuál?
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ESCENA IV
ARGAN. _Él es hijo de un médico muy famoso. Espero que dentro de cuatro
días celebremos la boda.
CLEMENTE. _Honradísimo.
ESCENA V
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DÍAZ FORUS. _Nuestra presencia debe proporcionar alivio y no incomodidad
al enfermo.
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DÍAZ FORUS. _Estaremos Solícitos...
TOMÁS. _ (Que lo hace todo a destiempo.) _ ¿No es por el padre por quien
debo empezar?
ANTONIA._ Digo que, ¡Bendita sea la escuela de donde salen estos hombres,
y que listo es, eh!
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TOMÁS. _Pues ¿dónde está?
ANTONIA. _ Hay quien mucho cacarea pero no pone nunca un huevo. (En
broma). _ ¡Bien ha valido la pena quemarse las pestañas estudiando para
decir luego cosas tan lindas!
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ARGAN (A CLEMENTE). _ ¿Qué dice usted de esto?
ANTONIA.- Debe ser divertidísimo. Hay quien lleva al cine a una dama; pero
invitarla a destazar a una muerta, es mucho más galante.
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DÍAZ FORUS.- Por lo demás, en lo que respecta a las cualidades que se
requieren para el matrimonio y la propagación de la especie, puedo
asegurarle que, según las reglas del arte, está a pedir de boca; posee en
un grado digno de alabanza una notable virtud prolífica, y su
temperamento es justamente el que se requiere para engendrar y
procrear hijos fuertes.
ANTONIA.- (aparte) No, si mi niña como piedra, esta buena para darse un
tropezón. Pero se ve que al padre no le importa tanto el cuero, sino sacar
las correas.
ANTONIA. _ ¡Que desgraciados! ¡Se necesita tener muy poca abuela para
pretender que lo cure el médico a uno! No, si los doctores no son para
eso; los médicos no tienen más misión que la de recetar y cobrar; el
curarse o no, es cuenta del enfermo.
DIAFOIRUS. _ ¡No lo tome así! Uno no tiene más obligación que la de seguir
lo que dice el reglamento.
ANGÉLICA. _ ¿Yo?
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CLEMENTE. _Se trata de una improvisación hecha en prosa rimada a modo
de verso libre, con objeto de que los personajes expresen más
espontáneamente la pasión que sienten.
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ARGAN. _ ¡Demonios! ¿Quién podía sospechar tales habilidades en mi hija
CLEMENTE. _Pero ¿no sabe usted, señor, que se ha inventado desde hace
mucho tiempo el modo de improvisar letras con la música, se llama
trovar.
ARGAN. _Está bien... Para servirle, señor mío. Hasta la vista. Y maldita la
falta que nos hacía conocer una trova tan impertinente. Bien dice el dicho
que, al mal músico, hasta las uñas le estorban.
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CLEMENTE. _Creí que los divertiría.
ESCENA VI
ARGAN. _Vamos, hija mía. Enlaza tu mano a la del señor y dale tu palabra de
esposa.
ANGÉLICA. _ ¡Padre!
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ANGÉLICA. _Te ruego, por favor, que no precipites las cosas. Concedenos
el tiempo necesario para que nos lleguemos a conocer y para que nazcan
entre nosotros los afectos indispensables en toda unión.
TOMÁS. _En mí ya nació, señorita, y por mi parte no hay nada que esperar.
ARGAN. _¡Ya, ya, ya, ya, ya! Todo eso vendrá con el matrimonio.
TOMÁS. _Señorita, las antiguas historias nos cuentan que era costumbre
raptar de la casa paterna a la joven con la cual se iba a contraer matrimonio,
precisamente para que no pareciera que se entregaba voluntariamente en
brazos de un hombre.
ANGÉLICA. _Los antiguos, señor, eran los antiguos, y nosotros somos gente
de ahora; de una época en que no son necesarias esas farsas, porque
cuando un marido nos agrada sabemos aproximarnos a él sin que se nos
obligue. Así que, mejor no le busques, no vaya ser que por ir a robar, te
vayan a salir los ladrones. y si me amas, como dices, mis deseos deben ser
también los tuyos.
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BELINDA. _O acaso ella tenga otras intenciones en la cabeza.
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BELINDA. _Lo creo; las jovencitas de hoy, muy juiciosas y recatadas, se
burlan de la sumisión y obediencia que se debe a los padres. Eso estaba
bien en otros tiempos.
BELINDA. _Eso quiere decir que no es que desdeñes el matrimonio, sino que
quieres elegir un marido a tu gusto.
ANGÉLICA. _Cada quien lleva sus intenciones al casarse. Yo, que no quiero
un marido más que para amarle de verdad y hacer de él el objeto de mi
vida, tengo que tomar mis precauciones. Hay quien se casa para
liberarse de la tutela paterna y actuar a su entero gusto; hay también,
señora, quien hace del matrimonio un comercio, y quien se casa
únicamente por los beneficios, enriqueciéndose a la muerte del marido y
pasando, sin escrúpulos, de uno a otro sin más fin que quedarse con la
herencia.
BELINDA. _Estás muy habladora... ¿Qué es lo que quieres decir con todo
ese discurso?
BELINDA. _Tienes una presunción y un orgullo tan ridículos que dan lástima,
y no dudes que todos te juzgarán como mereces.
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ARGAN (A Angélica, que va a salir.) _Escúchame bien: o te casas con el
señor dentro de cuatro días o entras en un convento. (A Belinda.) No te
preocupes, que ya le ajustaré las cuentas.
BELINDA. _Siento mucho dejarte, pero tengo que salir a tratar un asunto que
no admite excusa. Regresaré pronto.
ARGAN. _Anda, amor mío; y de camino pásate por casa del notario y
aprietalo para que haga lo que ya sabes.
ESCENA VII
ARGAN y BELINDA
ESCENA VIII
ARGAN y LUISA
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ARGAN. _Ven acá. Acércate. Levanta los ojos y mírame bien. ¿A ver?
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ARGAN. _ ¿No te encargué que vinieras inmediatamente a contarme todo lo
que vieras
ARGAN. _ ¿No?
ARGAN. _ ¿Segura?
LUISA. _Segura.
ARGAN. _Está bien; yo te haré que veas algo. (Se quita el cinturón)
LUISA. _ ¡Papá!
ARGAN. _ ¿Cuántos?
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LUISA. _ ¡Ay, ay. Estoy herida. Me muero... ¡Me muero! (Cae, haciéndose la
muerta.)
ARGAN. _ ¿Qué te pasa?... ¡Luisa!... ¡Luisa!... ¡Dios mío! ¡Luisa, hija mía!..
¡Ah, maldito, acabas de matar a tu hija! ¿Qué has hecho, miserable?
¡Maldito cinturón!... ¡Hija mía, Luisa! Ah, he matado a mi hijita.
ARGAN. _ ¡Mocosa del demonio!... Te perdono por esta vez, pero me tienes
que contar todo lo que has visto.
ARGAN. _Mucho ojo conmigo, porque este dedito lo sabe todo, y si mientes
me lo dirá.
ARGAN. _No.
LUISA. _Le pregunté qué deseaba y me dijo que era el maestro de canto.
ARGAN. _ ¡Huy, huy, huy! ¡Ya apareció el peine!... ¿Qué más pasó?
LUISA. _Que le dice: "¡Salte, salte, vete de aquí! ¡Por favor, salte, me
comprometes!"
ARGAN. _Sigue.
LUISA. _Seguía hablando: que por aquí, que por allá; que la amaba y que era
la criatura más bella del mundo.
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ARGAN. _ ¿Y qué más
ARGAN. _ ¡Cuidado!
LUISA. _ Te lo aseguro.
ARGAN. _Bien, bien; ya veremos. Márchate y mucho ojo ¡eh!... ¡se están
acabando las niñas! Cuántos líos! Ya no me dejan tiempo ni para pensar
en mis enfermedades... ¡Ya no puedo más! (Se deja caer en su sillón.)
ESCENA IX
ARGAN y BERNARDO
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ARGAN. _ (Exaltado y levantándose del sillón.) ¡No me hables de esa mula!...
¡Es una pícara, impertinente y desvergonzada, a la que encerraré en un
convento antes de cuarenta y ocho horas!
BERNARDO. _ ¡Eso está bien! Veo que recuperas las fuerzas y que mi visita
te da ánimos. Ya hablaremos de eso luego. Ahora vamos a distraernos;
eso te quitará el enojo y dispondrá tu ánimo para lo que hemos de tratar
después. Me he tropezado con un trío de huapangueros, y estoy
convencidos de que vas a divertirte, lo que vale tanto como una receta
de Purgón, ¡música muchachos!... ¡túpanle cansado!
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Dicen que si, dicen que no
Dicen que el mosco ya te picó
Dicen que si, dicen que no
Dicen que el mosco ya te picó
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ACTO TERCERO
ESCENA PRIMERA
ESCENA II
BERNARDO y ANTONIA
BERNARDO. _Haré todo lo que pueda para que logre sus deseos.
BERNARDO. _ ¿Tú
ANTONIA. _Una farsa que acaso dé buen resultado. Usted trabaje por su
parte y yo por la mía. ¡Aguas, aguas! Ahí vuelve.
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ESCENA III
ARGAN y BERNARDO
BERNARDO. _Ante todo, te ruego que me oigas con calma y sin que se te
vaya el santo al cielo.
ARGAN. _Conforme.
ARGAN. _Sí.
BERNARDO. _ ¿Cómo es que teniendo tanto dinero y una sola hija _porque
la otra es aún muy pequeña_ quieres encerrarla en un convento?
ARGAN. _Porque, siendo yo el cabeza de familia, puedo hacer con ella lo que
me dé la gana.
ARGAN. _ ¡Ya apareció el peine! Ya salió a relucir esa pobre mujer, a la que
no puede ver nadie y a la que se culpa de todo.
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BERNARDO. _Por eso a ella no le conviene, sobre todo presentándosele un
partido mucho más ventajoso.
ARGAN. _ No hay que andarse por las ramas, estando tan grueso el tronco.
Para mí el más ventajoso es éste.
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ARGAN. _Para los dos; quiero tener en la familia las personas que me son
necesarias.
BERNARDO. _Quiero decirte que no conozco hombre más sano que tú y que
no quisiera más que tener una constitución como la tuya.
BERNARDO. _Nada.
ARGAN. _¿Nada?
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BERNARDO. _Nada... Guardar reposo y dejar que la misma naturaleza,
paulatinamente, se desembarace de los trastornos que la han prendido.
Nuestra impaciencia es lo que lo echa todo a perder; la mayoría de las
criaturas mueren de los remedios que les han suministrado y no de las
enfermedades.
ARGAN. _ ¡Ya, ya! Veo que eres doctísimo; pero celebraría que se hallara
presente alguno de esos señores para que rebatiera tus razonamientos.
Mejor no hablemos más de eso, porque se me irrita la bilis y acabaré
teniendo un ataque.
51
ESCENA IV
52
BERNARDO._ Quítate de la cabeza tantos nubarrones que no es tiempo de
aguas.
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ESCENA V
PURGON. _¡Un crimen de lesa Facultad para el que no hay castigo bastante!
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PURGON. _Desde ahora mismo quedan rotas nuestras relaciones.
PURGON. _Y para que no quede lazo alguno entre nosotros, vea lo que hago
con la donación que mi sobrino, deseoso de favorecer el acordado
matrimonio.
PURGON. _Nada más que con una docena de medicinas os hubiera hecho
variar totalmente el saco.
55
ARGAN. _¡Dios mío!
ARGAN. _¡Misericordia!
ESCENA VI
ARGAN y BERNARDO
ARGAN. _ ¡Ay, Dios mío, estoy muerto!... ¡Me has matado, hermano!
56
ARGAN. _¡Ya has oído con qué horribles enfermedades me amenaza!
ESCENA VII
ANTONIA. _Señor, hay ahí una persona que dice que cura y que quiere verlo.
ARGAN._ Sí, que entre el cura, por lo menos que intenté salvar a mi alma
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es un hermanito con el que me ha obsequiado después de la muerte de mi
padre.
58
ARGAN. _Hazle pasar.
ESCENA VIII
ESCENA IX
ARGAN. _¡Cómo!
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ANTONIA. _ ¿No me había llamado el señor?
ARGAN. _Aguarda aquí para que veas cómo se te parece ese médico.
ESCENA X
ANTONIA. _Me doy cuenta que me observa muy atento, ¿Cuántos años creé
que tengo?
ANTONIA. _Sí, señor. Los secretos de mi arte han conservado de este modo
mi juventud y mi vigor.
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ANTONIA. _Soy algo así como un médico ambulante, que va de pueblo en
pueblo, de ciudad en ciudad, buscando materiales para sus estudios:
enfermos dignos de ocupar mi atención y de emplear en ellos los
grandes secretos de mi medicina, descubiertos por mí. Yo busco
enfermedades verdaderamente importantes: grandes diarreas, con
trastornos cerebrales; buenos bocios, grandes pestes, hidropesías ya
formadas, artritis, lepra...; esas son las enfermedades que a mí me
gustan y en las que triunfo. Ojalá tuviera usted, señor, todas estas
enfermedades que acabo de nombrarle y se hallara abandonado por
todos los médicos, desahuciado, en la agonía, para poder demostrarle
las excelencias de mis remedios y el placer que experimentaría siéndole
útil.
ANTONIA. _En mis anotaciones sobre las eminencias médicas no figura ese
nombre. Según él, ¿qué enfermedad tiene?
ARGAN. _El dice que es el hígado; pero otros afirman que el bazo.
ARGAN. _Con frecuencia se me figura que tengo un velo ante los ojos.
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ARGAN. _También suelen darme dolores en el vientre, como si tuviera
cólico.
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ANTONIA. _El pulmón... ¿Come con hambre?
ANTONIA. _El mal del puerco! Consecuencia del pulmón y nada más que el
pulmón; estoy seguro. ¿Qué estaba usted comiendo?
ANTONIA. _ ¡Ignorantes!
ARGAN. _Frijoles.
ANTONIA. _ ¡Ignorantes!
ANTONIA. _ ¡Ignorantes!
ANTONIA. _¡Ignorantes!
ANTONIA. _¡Ignorantes!
ANTONIA. _¡Ignorantes!
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ANTONIA. _¡Ignorantes, La cerveza es buena a medio día, el aguardiente se
recomienda preparado en vino de sabores; y para espesar la sangre, que
la tiene muy aguada, es preciso comer betabel, espinacas, cecina con
enchiladas, caldos de acamaya, bocoles con salsita y queso, pan de
queso con chocolate, unos choricitos asados o con huevo revuelto, y por
supuesto no puede faltar el Sacahuil, ni tampoco olvidar fruta de
temporada con miel de abeja natural... Su doctor es un animal. Yo le
enviaré a uno de mis discípulos, y yo mismo vendré de cuando en
cuando a verlo, mientras esté aquí.
ARGAN. _¿Cuál?
ANTONIA. _ ¿No está viendo que se lleva todo el alimento y no deja que se
nutra el otro?
ANTONIA. _Adiós, siento tener que dejarlo tan pronto, pero debo asistir a
una consulta interesantísima que tenemos ahora sobre un hombre que
murió ayer.
ANTONIA. _Sí. Vamos a estudiar qué es lo que se debía haber hecho para
curarlo. Hasta muy pronto. (Sale.)
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ARGAN. _ ¡Eso de cortarme un brazo y de sacarme un ojo para que el otro
vea mejor!... Prefiero que sigan como están. ¡Bonito remedio, dejarme
manco y tuerto!
ESCENA XI
ANTONIA. _Su médico, señor, que quería a como diera lugar tomarme el
pulso...
ARGAN. _Otra vez la burra al trigo. Ya sé por dónde vas. Como le tienes
ojeriza, crees que es mi mujer...
ANTONIA. _ ¡Ay como será, como es! No hable así de mi patroncita! Es una
mujer de la que nadie puede decir nada: franca, amante de su esposo...
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ANTONIA. _Uff. Lo que le sigue de cariñosa.
ARGAN. _ ¿Cómo?
ANTONIA (A BERNARDO). _ (por lo bajo) Para uno que madruga, otro que no
se acuesta. Usted escóndase donde no lo vea.
ESCENA XII
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BELINDA. _ ¿Mi marido ha muerto?
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BERNARDO (Saliendo de su escondite). _ ¿Te has convencido?
ANTONIA. _ ¿Quién iba a pensar esto? Aguas, aguas. Ahí viene su hija
Angélica; vuélvase a morir, digo acuéstese y veamos cómo recibe la
noticia de su muerte.
ESCENA XIII
ANTONIA (Llorando)._ ¡Dios mío, qué desgracia!... ¡Qué día más desdichado!
ANGÉLICA. _ ¿Qué?
ANGÉLICA. _¡No papacito, no Dios mío!... ¡Quién me iba a decir que iba a
perder a mi padre, él era lo único que me quedaba en el mundo, y que lo
iba a perder en un momento en que se hallaba enojado conmigo!... ¡Qué
será ahora de mí, qué consuelo podré hallar para tan grande pérdida!
ESCENA XIV
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ANGÉLICA. _¡Lloro porque acabo de perder lo más grande que puede
perderse en la vida! ¡Lo más querido! ¡Lloro la muerte de mi padre!
ANGÉLICA. _ ¡Qué agradable sorpresa, padre mío! Y ya que, para dicha mía,
vuelvo a verte, deja que me arrodille a tus pies y te suplique. Si no estás
dispuesto a aceptar lo que siente mi corazón, si no quieres que me case
con Clemente, al menos, te lo ruego, no me obligues a casarme con otro.
Es el único favor que te pido.
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ARGAN. _ ¿Se burlan de mí? ¿Cómo si tuviera edad para ponerme a
estudiar?
ANTONIA. _Además, con esas barbas ya tienes la mitad del camino ganado;
unas buenas barbas hacen a un médico.
BERNARDO. _Sí. Yo tengo amigos que vendrían luego luego para que
celebremos la inauguración de tu consultorio en la sala. Además, no te
costará nada.
BERNARDO. _Que nos divirtamos un rato. Traeré música, algo para beber,
ustedes preparen que comer. Invitaremos a algunos amigos para que
participen de la comedia, serán también parte de la fiesta y que mi
hermano represente el papel principal.
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BERNARDO. _Más que burlarnos, es ponernos a tonó con sus chifladuras y,
aparte de que esto quedará entre nosotros, encargándonos cada uno de
un papel, nos haremos mutuamente la broma; el Carnaval nos autoriza.
Vamos a prepararlo todo.
TARAREO
Hoy que aquí les dedicamos (8)
Desde hora muy temprana (8)
Lo que aquí les platicamos (8)
Cantando con voz ufana (8)
TARAREO
Con gusto les presentamos
A una persona muy sana
TARAREO
Señor Argan si supieras (8)
Como se aprende a vivir (8)
Para que ya no vivieras (8)
Con el miedo de morir (8)
Y con ella te vinieras (8)
Para gozar y no a sufrir (8)
TARAREO
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FIN DEL ACTO TERCERO
EPILOGO
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