Mignolo, Walter (1984) “Teorizar, explicar, interpretar”, en:
Textos, modelos y metáforas. Xalapa, Universidad de Veracruz,
pp. 11-30.
I Rhetorica, Historia, Poesía, Antigüedades, Interpretación de
El énfasis en la poética (teoría literaria, ciencia de la literatura)
predomina en el campo de los estudios literarios en la presente
centuria. Ello trae aparejada la necesidad de “organizar” la
disciplina considerando las diversas actividades de las que se
compone. Toda propuesta organizativa o re organizativa se hace
(y no puede ser de otra manera) desde un punto de vista que
implica los supuestos de una posición teórica, aunque esta no
este todavía claramente formulada. Mi intención, en estas
páginas introductorias al presente volumen no es la de proponer
una nueva, sino la de ordenar algunos de los problemas que se
presentan en el campo de los estudios literarios en relación a lo
que es o debe ser la disciplina. Al pensar este situación lo
primero que se comprueba —y ello es un presupuesto de estas
notas— es que difícilmente el campo de los estudios literarios
pueda homogeneizarse a partir de un conjunto de "axiomas" o
de presuposiciones sobre la unidad de la disciplina, sino que es
más adecuado concebirla como un espacio heterogéneo
compuesto por sub-conjuntos de teorías en formación y de
problemas en discusión. Comencemos, pues, por una breve
referencia básica, en su mayoría conocida, pero necesaria para
situar el ámbito de estos comentarios iniciales.
II
La preocupación por la organización del campo de los estudios
literarios aparece en el momento en que se incorporan en la
disciplina los vocablos de “teoría y de ciencia”. (11) Sabemos
que, al menos hasta el siglo XVIII el vocablo – ciencia- se
emplea en el sentido de conocimiento cierto de alguna cosa por
sus causas y principios: por lo cual se llaman así las Facultades,
como Theologia, la Philosophia Jurisprudencia, Medicina y
otras" (Diccionario de Autoridades). Pero, en la distribución del
saber en la cual la ciencia se define de esta manera la poética no
se define como ciencia sino como arte. Las que no se reducen y
disciplinan en reglas y preceptos, de ninguna manera son
artes… por todas estas razones, definamos nosotros et arte: la
suma de todos los preceptos generales proporcionados para
conocer, obrar o actuar en una determinada amplitud del fin
(Luis Vives, De disciplinis, 1531). Theoria, por su parte, parece
ser ajeno al paradigma de la poética y dc la ciencia, por cuanto
se define como "conocimiento especulativo, e interior de la
esencia, y calidad de las cosas" (Diccionario de Autoridades).
La poética, como arte preceptivo es homogénea y no necesita
de organización interna. Lo que hoy, en cambio, llamamos
"estudios literarios" (y de lo cual habría que hacer su historia)
no parece provenir (como transformación de una nueva
distribución del saber que trazamos con facilidad hacia
comienzos del siglo XIX aunque no tingarnos todavía un
estudio detallado de esta transformación) ni de la ciencia, ni de
la poética sino de las letras: "Se toma muchas veces por las
ciencias, artes y erudición" que tiene en el letrado, como el
agente que las ejercita, "el docto de las ciencias que porque estas
se llamaron letras, se le dio ese nombre. Viene del Latino
literatus, quo significa lo mismo" (Diccionario de Autoridades).
Y también de la Ciencia compuesta y adornada do la Gramática,
Autores, y generalmente de la Crítica, con especulación general
de todas las demás Ciencias" (Diccionario de Autoridades). La
historia del saber literaria no hay que buscarla solamente en las
poéticas como arte, sino en la filología y en las letras como
ciencias, en el sentido que todos estos vocablos tienen en un
paradigma del saber que difiere sensiblemente del nuestro. Pero
retornemos a nuestra centuria.
Una de las primeras organizaciones del campo de los estudios
literarios que se proponen en el presente siglo es, en mi
conocimiento, la de Alfonso Reyes. Esto dicho, no se implica
con esta afirmación ningún desmedro cronológico hacia el
formalismo ruso que pase, con justa razón, por ser el primer
movimiento que reintroduce el vocablo poética ya no en el
paradigma de las artes sino en el de la ciencia; integrando, por
el mismo gesto, los vocablos de teoría y de método en una
epistemología distinta a la que pertenecían ambos con
anterioridad al siglo XIX. En 1944 cuando A. Reyes escribe El
Deslinde, Apuntes para la teoría literaria (y aunque al parecer
Reyes no conozca el formalismo ruso), se acepta la idea de
ciencia y de teoría en el campo de los estudios literarios en un
sentido cercano (y seguramente derivado) del que los vocablos
tienen en las "ciencias físicas y naturales". En el momento, (12)
Reyes divide el campo en: 1) la crítica, que concibe en
impresionista y de tipo más técnico". La primera, tiene por
función orientar la opinión y da avisos materiales a la segunda.
Si para la primera se especifica que "es un eco provocado por la
obra, que hasta puede valer más que esta, y conserva todas las
libertades poéticas de la creación" (p. 28); para la segunda no
se hacen especificaciones, pero podemos pensar que se refiere
a la troika universitaria; 2) la exegética o ciencia de la literatura.
Esta tiene un carácter más escolar y didáctico y su dominio es
el de la filología a quien está confiada la conservación,
depuración e interpretación del tesoro literario (...) La exegética
opera conforme a tres grupos metódicos principales: históricos,
psicológicos, estilísticos (p. 28). Finalmente, 3) la teoría
literaria que, en el nuevo campo semántico del vocablo, se
relaciona con la ciencia literaria: "Si la exegética no hubiera
usurpado para si el título de ciencia do la literatura, tal título
podría convenir también a la teoría literaria, bien que el camino
"ciencia" sugiere ya un sentido de aplicación práctica, de que la
teoría se dispensa. Pedir a la teoría una crítica sobre tal o cual
obra es pedir recetas culinarias a la química" (p. 29).
En 1948, R. Wellek y A. Warren, en su libro clásico Theory of
Literature sugieren una división del campo ligeramente distinta
a la de Reyes; como se recordara, la división se hace sobre la
base de la crítica, la teoría y la historia. También se advierte que
tal repartición no debe verse como compartimentos estancos
sino que la una implica a las otras. Así, no hay historia sin teoría
y critica, teoría sin historia y critica, critica sin teoría e historia.
Con respecto a la teoría literaria se especifica que esta es
imposible sin la base del estudio de las obras concretas. Por lo
tanto, a la teoría se le pide que establezca esquemas y categorías
(aunque no se explique tal dimensión, podemos suponer que la
teoría tiene la tarea de elaboración conceptual). No obstante,
para los autores citados, esta tarea no puede realizarse en el
vacío sin el material que le suministra la historia y la crítica. Por
atractivo que puede ser tal eclecticismo, y el obvio intento de
unificar el campo de los estudios literarios, la propuesta oculta
la posibilidad de la heterogeneidad (que aparece como más
adecuada a los hechos), heterogeneidad en la cual el campo de
los estudios literarios es necesario dividirlo en plural: en teorías,
historias y críticas. Manera más adecuada de explicar los
conflictos entre teorías, escuelas críticas y posiciones
historiográficas antagónicas en el interior de la disciplina.
En años más recientes, Teun A Van Dijk (1972) propone una
nueva distribución del campo de estudio, tal vez concibiendo a
la poética como ciencia teórico - empírica. La concepción de la
poética, -modelada sobre la moderna filosofía de la ciencia fija
su objeto de estudio no en la literatura como un concepto
indiferenciado, sino en su sistema. Como propuesta sustantiva,
sabemos, no reside en ella la novedad que ya habían planteado
antes los formalistas rusos como resultado de una derivación
hacia la poética de la lingüística saussureana. La novedad de
van Dijk consiste en introducir la noción (13) de sistema tal
como se la concibe en la filosofía de la ciencia, refiriendo
específicamente a R. Harre (1960, 1967:53)
En la acepción que yo daré a la palabra "sistema" es cualquier
objeto que incluya diversos elementos -el universo, un átomo,
un pájaro, una región ecológica, la población piscícola del mar
del norte, un receptor de radio-; tal acepción es próxima y la
normal en ciencia pero más general. Diré que un objetivo básico
de la ciencia es dar descripciones adecuadas de sistemas. La
educación solo puede juzgarse en el caso particular pero
sugeriré algunas normas generales a las que debe referirse
cualquier juicio particular de educación.
Un sistema tiene en general propiedades y una estructura;
es decir, tiene cierto carácter y está construido de un modo
definido a partir de subsistemas. La descripción científica se
propone: 1. especificar la estructura del sistema, describiendo
los subsistemas y su disposición y conexión... 2. La ciencia se
propone especificar las propiedades de los sistemas utilizando
el menor número de posibles predicados (un objetivo de la
explicación científica es la expresión de propiedades de
sistemas en los términos de las estructuras del sistema y de los
subsistemas que lo constituyen).
Sobre este base T. van Dijk propone dividir la poética general
en un con-junto de subcomponentes: a) la poética teórica cuyo
objetivo es la formulación de hipótesis y teorías sobre la
propiedad abstracta de los texto literarios en general; b) la
poética descriptiva, cuya tarea es la descripción de textos o
grupos específicos de textos, teniendo en cuenta en ella los
aspectos sincrónico y diacrónico (Van Dijk sugiere, al respecto,
que la historia literaria tradicional puede situarse como poética
diacrónica); c) finalmente, la "crítica literaria" que tiene, en tal
organización, un logar ambiguo: por un lado, van Dijk observa,
el termino poética reemplaza el de "literary criticism" que en la
tradición anglosajona remite tanto al aspecto teórico de la
disciplina como a la evaluación de (nuevos o recientes) textos
literarios; por otro lado, se concibe la posibilidad de una teoría
de la crítica literaria que puede formar parte de la poética
general. De esta manera la crítica misma, cuando se basa sobre
criterios de adecuación descriptiva puntualizados por la teoría,
puede formar parte de la poética aplicada. Sin que haya
especificaciones al respecto, es posible suponer que la poética
aplicada es sinónimo de poética descriptiva.
Estas propuestas subrayan un tópico que adquiere cada vez
mayor relieve en los estudios literarios: la mutación de
conceptos que se producen en las distintas Áreas de la actividad
intelectual y la interferencia dc conceptos que migran de una
disciplina a otra conduce, sin dudas, a la necesidad de que las
disciplines particulares reestructuren su campo operativo. Es lo
que vemos en el corto esquema que acabamos de trazar y que
ocupa solo treinta años. En los estudios literarios nos
encontramos de pronto con una nueva dimensión de análisis: ya
no se trata solo de analizar textos literarios, y de producir
configuraciones de ellos por periodos, naciones, géneros a
temas; sino que es la actividad fundamental de la disciplina la
que requiere especial atención. Dicho en forma breve, es la
reconstrucción analítica y no solo Preceptiva, la que llama
nuestra atención. (14) Como actividad analítica el problema que
nos presenta el campo de estudios literarios no es solo su
división sino las implicaciones de tal división. Tomando el
problema desde otro ángulo, podemos preguntarnos: a) si
consideramos los estudios literarios como una disciplina ¿Cuál
es su dominio?; b) el énfasis actual en la teorización y en el
"nivel científico" que se exige en los estudios literarios, ¿debe
verse como una exigencia para la totalidad del campo o para
una de sus áreas especificas?; c) ¿es pertinente exigir
"cientificidad" a la interpretación?; d) si los estudios literarios
se consideran como una disciplina, ¿qué es lo que constituye su
"unidad"? Intentemos especificar estas preguntas.
III
Uno de los aspectos que adquiere importancia capital en las
discusiones actuales, es el "objeto" de estudio. Estamos aquí
frente a un problema que atraviesa las consideraciones del
párrafo anterior: por un lado nos encontramos con el
cuestionamiento del concepto general de "literature"; y, por
otro, con un aspecto que se da de hecho en la institución de los
estudios literarios, pero que las discusiones en torno al concepto
de literatura tocan solo tangencialmente: la jurisdicción que ha
fijado y mantiene "objetos" de estudio, sean estos las literaturas
nacionales estudiadas por autores mayores, épocas, géneros,
etc. Cada uno de estos "objetos" opone, a las especulaciones
teóricas, la fuerza de su realidad, de tal modo que todo nuevo
miembro de la comunidad de estudiosos de la literatura hace su
entrada en él como especialista en el radio de acción de uno (o
más) de tales objetos sin quizás preguntarse ni sobre las
particularidades que caracterizan el "objeto" aceptado, ni sobre
los problemas que presenta. El concepto de literatura, en este
caso, o bien es un apriori que no se cuestiona, o bien es un
apriori que no interesa demasiado: los textos en consideración
tienen su ya establecido en una lengua y en una cultura;
y es ella la que le otorga legitimidad como "objeto" de estudio.
Por otro lado, y quizás en el extremo opuesto, la necesidad de
especificar el "objeto" de los estudios literarios deja
indebidamente de lado la herencia empírica de la disciplina.
Sabemos que una de las propuestas, de gran éxito en nuestro
siglo, para resolver el problema del objeto de estudio, lo
constituye el concepto de "literariedad". Sabemos también que
es hoy fuerte la dude con respecto a la solución que este
concepto ofrece. Rápidamente expuesto, el concepto de
literariedad involucra dos aspectos: por un lado, la pregunta
("¿qué es lo que hace de un mensaje verbal una obra de arte?"),
que aparentemente tiene todavía su mayor validez, y la repuesta
("la función poética proyecta el principio de equivalencia del
eje de la selección al eje de la combinación"), que ha dejado de
considerarse como satisfactoria. Una de las razones mayores
para estas dudas la expone J. Ihwe en las siguientes palabras
(1973: 336): (15)
Uno de los más notables "hallazgos" de la poética
contemporânea es que la pregunta sobre la literariedad
(poeticidad, etc.) de un enunciado verbal no tiene respuesta en
términos de la estructuración lingüística resulta imposible, de
manera sistemática, criterios distintivos para cualquiera de los
campus analizados en estos términos… Ella significa, viendo
las cosas por su lado positivo, que las "cualidades textuales"
(textualities) postulada por expresiones tales, cosos
"literariedad", solo puede establecerse si se aclara primero su
origen en relación a la totalidad de la estructuración lingüística.
Para referirse a "la totalidad de la estructuración lingüística
Ihwe (1976) introduce el concepto de "disciplinas centradas
sobre el lenguaje", concepto que es fundamental a mi entender
por cuanto pone de relieve que a la cualidad textual sobre la que
se basa toda clasificación (tipología) no presupone únicamente
la cualidad que identifica una clase de textos sino también
aquella que al mismo tiempo la distingue de otras clases. Pero,
a su vez, o esas otras clases (o clases complementarias) no se
identifican con una clase arbitrariamente elegida (Ver., la
poética identificada y distinguida o de la historiografía o de la
“lengua natural”; oponiendo la verosimilitud y la verdad en un
caso; la norma y la desviación en el otro, sino con todas las
clases posibles que forman, en sentido lato, el "universo del
discurso": todos los actos posibles de lenguaje y todas las
clasificaciones posibles y existentes en un momento
determinado. La "literariedad" como asignación de cualidades
a un tipo específico de discurso, se convierte en objeto de
estudio de una teoría (o tipos de teorías).
Si el problema más general que una teoría debe resolver es el
de las clases de discursos, y de la clase “literaria”, en particular,
entonces hay dos opciones para avanzar en la construcción
teórica; o bien se elige teorizar sobre las condiciones que hacen
posible las clases de discursos o bien se toman las clases de
discursos tal como se las clasifica socialmente y se establece el
campo de investigación como la totalidad del proceso de
comunicación verbal y de la comunicación literaria en
particular. Esta segunda opción es la que propone S. Schmidt
(1976) dividiendo analíticamente el objeto de estudio en la
producción del texto; el texto; la transmisión del texto y la
recepción del texto.
S. Schmidt se enfrenta, luego, con problemas metateóricos; ¿es
la hermenéutica o analítica de la ciencia la que ofrece mayores
ventajas y posibilidades para In formulación de una teoría
racional y empírica de comunicación literaria? Schmidt aborda
estas posibilidades por turno y, en general, estas son sus
conclusiones:
La filosofía hermenéutica de la ciencia se desecha sobre la base
de la crítica recibida por esta desde la filosofía y la filosofía
analítica de la ciencia. Las razones que fundan el rechazo son:
a1) que la hermenéutica no puede concebirse, hasta el
momento, como un método científico (en el estricto sentido
metateóricos) (16) sino, en el mejor de los casos, como un
procedimiento heurístico que, no obstante ser heurístico, puede
ser significativo y relevante para empresas científicas en el
sentido sugerido por la filosofía analítica de la ciencia. a2) La
evidencia para negar valor científico a la hermenéutica es que
las hipótesis obtenidas por medio de la "comprensión
hermenéutica" no garantizan la posibilidad de verificar su
“valor de verdad”
La justificación hermenéutica para separar los métodos de las
humanidades, que se opone a la "clara" separación factual y
teorética del científico natural, es que el investigador humanista
se encuentra en una situación en la que el nivel de la teoría es el
mismo que el del objeto (pp. 247-248). Esta posición, sostiene
Schmidt, conduce a la tesis hermenéutica sobre la incapacidad
de las humanidades para establecer una situación cognitiva en
la que el sujeto se separe del objeto (o que ambos se sitúen en
niveles diferentes), puesto que el sentido de las "actividades
humanas" difiere sensiblemente de los "objetos o
acontecimientos naturales". El mal mayor de esta situación es,
para Schmidt, el no poder separar "la experiencia de
comprensión", que se da para el caso del texto literario en toda
lectura individual, del investigador literario cuyos objetivos
son: b1) interpretar los textos de una manera sistemática sobre
la base explicita de una gramática textual recurriendo a
enunciados que tengan el valor de “cuasi-leyes” ("law-like
assertions"), al igual que los enunciados de la física y de las
ciencias sociales; y b2) hacer que el proceso de "experiencia de
comprensión", concebida como una operación que procesa la
información textual, sea el objeto de las investigaciones
empíricas (pp. 251-252)
Antes de pasar a los aspectos positivos que Schmidt encuentra
en la filosofía analítica de la ciencia, son necesarias algunas
observaciones sobre estas posiciones. En primer lugar, el
argumento de Schmidt es conflictivo, por un lado porque se
espera de la hermenéutica lo que la hermenéutica rechaza, y se
la juzga sobre la base de este rechazo: el que la hermenéutica
no pueda considerarse como método científico (en el sentido de
la filosofía de la ciencia) (17) sino como una heurística.
Segundo, la filosofía hermenéutica de la ciencia no se plantea
los mismos problemas qua la filosofía y la filosofía analítica de
la ciencia. Mientras que la primera (la filosofía de la ciencia)
intenta homogeneizar los métodos formales y su aplicación en
las ciencias naturales
Las ciencias humanas, la hermenéutica solo intenta reclamar
para si lo que corresponde a las ''ciencias humanas", pero no
extender sus observaciones hacia las ciencias naturales. Si la
hermenéutica toca este punto, lo toca solo en la medida que se
hace cargo de la comprensión y, en este campo, es el científico
o el físico —en tanto ser humano pensante y actuante en la
construcción de teorías físicas— lo que se constituye como
parte de su reflexión; aunque no "el mundo natural" come
objeto de las ciencias físicas. Tercero, la polémica entre
filosofía de la ciencia y hermenéutica nunca ha tenido
especialmente en cuenta lo que atañe a la filosofía, que por el
contrario es un aspecto central cuando se trata del conocimiento
literario y de la metateoría de tal conocimiento. Finalmente, lo
que el análisis de Schmidt contribuye a esclarecer, aunque este
no sea su propósito, son los distintos objetivos que se plantea,
en el dominio de la literatura, un investigador orientado hacia la
hermenéutica y no orientado hacia la filosofía de la ciencia:
mientras el segundo se orienta sobre las centralidades del
"sistema" y pretende resolverlo mediante aserciones generales
que tengan la función de cuasi-leyes", siguiendo los pasos del
método nomotético-deductivo; el primero lo hace hacia "el
significado/los significados" de un texto especifico cuya
formulación no necesariamente debe seguir la "forma" que
impone el discurso de las ciencias naturales. Esta conclusión no
solo parece imponerse de las confrontaciones que realiza
Schmidt, sino que es también considerada por aquellos
lingüistas que preocupados por significado lingüístico" son
conscientes y lo suficientemente cautelosos para separarlo del
"significado hermenéutico" (E. A. Nida) 1975: 22-28).
Con respecto a las "ventajas" que puede ofrecer 1a filosofía de
la ciencia para la constitución de una ciencia teórica - empírica
de la literaturas, Schmidt (1976) argumenta (siguiendo una
propuesta de Helmer y Reacher, 1969) que las ciencias pueden
dividirse en "exactas" e "inexactas". (18) Por ciencias inexactas
no debe entenderse un abandono de los criterios científicos y
una entrega al azar especulativo. Por el contrario, una ciencia se
llama inexacta si no puede "formalizar" sus argumentos, si su
terminología tiene cierta vaguedad y cuando en muy escasas
ocasiones usa notaciones matemáticas (Schmidt, 1976: 253).
Sobre esta base Schmidt (1976: 255) propone:
Si sostenemos que el predicado "científico" no está ligado
exclusivamente, en principio, con la exactitud de la
representación formal ni con las mediaciones cuantitativas, sino
que lo concebimos ligada a los criterios de objetividad
alcanzables tanto por las ciencias exactas como por las
inexactas, las posibilidades de verificación y de afirmaciones
intersubjetivamente controlables qua &ben se,- "objetivamente
verificadas y confirmadas por cualquier miembro de la
comunidad disciplinaria" (Helmer and Reacher, 1959: 182),
entonces la filosofía analítica de la ciencia abre el camino a una
ciencia racional de literatura que incluirá, como toda otra
ciencia, tantas una teorías como series argumentativas exactas
o inexactas?
No habría, aparentemente, objeciones "racionales" a la position
sustentada por Schmidt, en lo que respecta a la legitimidad de
concebir una ciencia de la literatura, aunque la hubiera en la
forma de llevarla a cabo. No obstante, este no es el punto en
cuestión. La cuestión es que tal legitimidad de la ciencia no
anula necesariamente la legitimidad hermenéutica. Sin caer en,
el eclecticismo sino, todo lo contrario, reconociendo la batalla
ideológica en el interior de su disciplina, ambas posiciones
pueden ser sustentadas legítimamente bajo el principio de la
"complementariedad". De otra manera, seria suponer que hay
solo un modo de ver el fenómeno literario y que esa es o la
ciencia o la hermenéutica; y a identificar el campo de los
estudios literarios con una u otra position. Cuestión que nos
remonta a lo dicho más arriba sobre la orientación, por un lado,
hacia tal sistema y, por el otro, hacia el significado. (19)
IV
El breve esquema de la sección anterior pone de relieve la ancha
vereda que separa los planteos que (originados en la lingüística
de Saussure y en las escuelas eslavas) junto con Lázaro Carreter
(1976:17-18) podemos llamar "inmanentistas"; de los que —
para sugerir un término paralelo— podemos llamar
"metateoricistas"; tendencia esta última en la cual el "objeto" de
la ciencia literaria se esboza en el ámbito de la "comunicación
verbal" y qua exige, al mismo tiempo, una regulada y clara
formulación de los principios metodológicos que
implementaran el estudio (científico) del objeto fijado. Si
consideramos, entonces, no solo estas dos tendencias sino
también el hecho de que la segunda reintroduce de manera
polémica aspectos un tanto, olvidados en "el momento
estructuralista de los años sesenta" (la fundación filosófico -
hermenéutica de la filología); y junto con ella acarrea todas las
cuestiones ligadas a la interpretación, vemos que no es fácil
reducir el campo de los estudios literarios a un panorama
homogéneo. Y quizá es menos fácil, para los sostenedores de
una u otra posición, "convencer" al oponente de que es
necesario y ventajoso "unificar" bajo una teoría, la complejidad
de la disciplina. Es más realista, a mi parecer, como ya dijimos,
aceptarla en el conflicto de la heterogeneidad y de la disputa
ideológica, cualquiera sea el nivel en el que esta se funda. Este
hecho pone también de relieve la multiplicación de niveles con
la que nos encontramos al pensar ya no solo cl "espacio de la
literatura" sino también el "espacio del discurso sobre la
literatura". Si aceptamos la heterogeneidad de posiciones
encontradas que —en mayor o menor medida— a la vez que se
justifican y se afirman intentan minimizar la posición contraria,
entonces la reflexión sobre esta variedad de direcciones se hace
cada vez más necesaria. Pero, por otra parte, si pretendemos
tener un panorama (Ver., un mapa) de las rutas por las que se
mueven los investigadores es el "espacio del discurso sobre la
literatura", debemos evitar las restricciones impuestas por una
de tales posiciones para trazar, desde su ángulo, el mapa en
cuestión. Resulta así claro que un nivel es el de la posición que
se sostiene para proponer teorías o hipótesis sobre el fenómeno
literario y sobre la construcción de una teoría adecuada que dé
cuenta de él; y otro muy distinto el de tomar "los discursos sobre
la literatura" como un dominio de estudio. En este caso, el
modelo para el mapa no puede sino ofrecerle las líneas de
pensamiento que buscan y se proyectan sobre el armazón
conceptual que estructura, en todo o en parte, la actividad
intelectual de un momento histórico. (20)
Recomencemos donde abandonamos la clásica disputa entre
explicación vs. Comprensión. Tal oposición, que surge en un
contexto muy específico, no puede mantenerse hoy en los
mismos términos, como justamente lo subraya S. Schmidt. A
ello habría que agregar que al retomarla en el contexto de los
estudios literarios, tal oposición surge una nueva
transformación puesto que, como ya lo señaláramos, citando a
Apel (1973), las cuestiones filológicas quedan- absolutamente
fuera de la poética. Las consideraciones que siguen deben
leerse, por lo tanto, con las precauciones, por un lado, de quien
invade terreno ajeno y, por otro, con la tacita aceptación de la
legitimidad de tal operación —aunque modesta en relación a los
argumentos propuestos y contrapuestos en la filosofía— en el
campo de los estudios literarios.
Recordemos, primero, los términos en los cuales la vieja disputa
resuena todavía hoy, citando extensamente la exposición de
Apel (1967: 18-19):
La explanation supone respuestas a la pregunta ¿por qué es este
a aquel el caso? Las citadas explanativas se apoyan en las
ciencias descriptivas para estipular cual es o fue el caso
(explanandum). En consecuencia, por explanandum deben
entenderse los enunciados descriptivos del fenómeno que debe
ser explanado pero no del fenómeno en sí mismo. La
explanacion, por su parte, también consiste de enunciados y aun
mas según Hempel y Oppenheim (''Theory of Scientific
Explanations") necesariamente de dos clases de enunciados:
una de las clases consiste en un conjunto C1, C2… Cx que
postula condiciones antecedentes específicas, la otra es un
conjunto de enunciados L1, L2… Lx que representa leyes
generales. Los autores creen que estas distinciones capturan con
claridad las preguntas científicas sobre el "por qué"; pregunta,
por su parte, que requiere dos tipos de respuestas: ¿cuáles son
las leyes generales a las que responde el fenómeno y cuáles son
las condiciones antecesoras que las producen?
La "explanacion", según esta perspectiva, se acepta como una
deducción lógica de un enunciado (el explanandum)... Hempel
y Oppenheim se esfuerzan por mostrar que su teoría de la
explanacion se aplica también en principio a “las ciencias no
físicas”. En consecuencia los autores objetan la idea de que en
cl reino de las llamadas -conductor con propósitos" (purposive
behavior) el análisis "teleológico debe reemplazar al análisis
causal (...). Lo que es inquietante en esta observación para
alguien acostumbrado a las investigaciones en dominio de las
Geiteswissenschaften, es el supuesto tácito, en ese argumento,
de que los "objetivos del conocimiento" en el reino de las
"conductas con propósitos" que pueden reducirse y ser nada
más que la explanacion causal, tal como la es para las ciencias
naturales.
No es nuestra intención argumentar en favor de una u otra
posición. Solo intentamos dejar claro el ámbito de la disputa,
dado que —como hemos visto — ella se prolonga en el campo
de los estudios literarios. Pero si podemos extender esta
oposición básica de tal manera de poder en diferente
perspectiva el mapa del campo de los estudios literarios,
extrayéndolo de la mirada parcial que nos impone el uno o el
otro extremo del espectro.
H. von Wright (1971) concibe la investigación científica en dos
grandes áreas: 1 una en la cual la ciencia se propone el
descubrimiento y la confirmación ("ascertaining") de los
hechos, que llama ciencias descriptivas y otra, en la cual la
ciencia se propone la construcción de hipótesis y de teorías (21);
y que llama ciencias teoréticas. Esta distinción no toca a las
disciplinas formales (lógica, matemática), solo a aquellas de
alcance empírico (Ver., las ciencias naturales y humanas).
En primer lugar no parece del todo aventurado - aunque von
Wright no piense en la "ciencia literaria" cuando propone tal
división - acercar a las ciencias descriptivas lo que A. Reyes
propone precisamente, con el nombre de ciencia literaria: la
exegética, la depuración y conservación de textos, cuyo carácter
es fundamentalmente filológico e histórico. Esta es sin duda un
área de los estudios literarios que tiene mayor tradición y que,
en 1948, R. Curtis concebía de esta manera (pp. 34-35):
Si la literatura europea solo se puede ver como un todo, su
investigación no puede proceder sino de manera historia. Pero
ciertamente es en forma de historia literaria. Una historia que
relata y enumera nunca puede ofrecer sino un conocimiento de
hechos catalogados; deja la historia intacta, con la forma casual
que antes tenía. La consideración histórica en cambio, debe
esclarecer esa materia, debe penetrarla; debe también crear
métodos analíticos, esto es, métodos que “disuelvan” la materia
(como disuelve la química sus reactivos) y poner de manifiesto
sus estructuras. Los puntos de vista que guían esta labor solo se
podrán obtener de un examen comparativo de las literaturas, es
decir, solo podrán hallarse de modo empírico. Solo una ciencia
de la literatura que proceda histórica y filológicamente podrá
estar a la altura de su tarea.
Quizás en ese momento R. Curtius, como ocurre con los
sostenedores actuales de una ciencia de la literatura no
descriptiva sino teorética, presuponía la totalización de esta
línea como la única posible en el campo de los estudios
literarios. No es el caso de desplazar propuestas totalizadoras,
como ya lo sugerimos, sino de reconocer el justo derecho (coma
también la extrema importancia) de una parte de los estudios
literarios que podemos concebir como "ciencia descriptiva" la
cual, filosóficamente, explicita o implícitamente, se funda en la
hermenéutica; dejando, a su vez; abierta la posibilidad de que
en el campo de los estudios literarios puedan asimilarse otras
direcciones complementarias: la de la ciencia teorética de la
literatura.
Las cosas, a su vez, no son tan simples en esta dirección, como
lo vimos en la sección precedente y en la introducción a la
presente. Von Wright concibe, como dijimos, las ciencias
teoréticas como ciencias explanativas a la vez que ve en ellas
dos clases de explanaciones: aquellas que se enderezan hacia
las causas, y que pueden denominarse explanaciones causales;
y aquellas enderezadas hacia las intenciones ("purposive
behavior–, en términos de Apel) y que se caracterizan por las
explanaciones teleológicas: "Causal explanations normally
point to the past: this happened because that had occurred…
Telelological explanations point to the future: this happened, in
order that that should occur" (1971: 8). No es este el lugar para
entrar en el detalle de uno u otro tipo de explanación. Lo que
nos interesa es acercar esta concepción a los casos que se
presentan cuando el objeto a explanar son las "actos de
lenguaje" (literarios, conversacionales, políticos a de cualquier
otra índole): en esos casos, podemos pensar en la producción de
un acto de lenguaje en términos de causas o de intenciones (y
ello nos devuelve al conflicto mencionado); (22) pero debemos
también pensar en un nuevo invitado que no está contemplado
ni en la concepción de las explanaciones causales ni en las
explanaciones teleológicas: la estructura de los mensajes parece
escapar tanto a uno como a otro tipo de explanacion. En los
estudios literarios este aspecto corresponde no a las
explanaciones, sino a las interpretaciones y a la asignación de
significados. Pero vayamos por partes. Veamos como este
panorama puede presentarse en el caso de la lingüística,
empleándola como paso intermedio para acercarnos a las
discusiones filosóficas generales que pueden desarrollarse en el
campo de los estudios
La distinción entre explanacion y explicación la analiza E.
Itkonen (1974) en el caso de la lingüística. En primer lugar,
Itkonen parte no de la oposición entre comprensión vrs.
Explanación, sino de la oposición comprensión Vrs.
observación (pp. 122-129). lrkonen argumenta, contra la
position atomística, que para los hechos humanos no es
adecuado desmembrar una acción en partes y observarlas. Las
acciones humanas no se observan, por el contrario, se
comprenden; y entender una acción significa entender una
pauta. A su vez, la comprensión de una acción mediante la
comprensión de une pauta, sin desmembrarla en partes, implica
comprender la intención de la acción. En concomitancia con
este principio, crece la distinción entre reglas y regularidades
(pp. 83-90): las regularidades, en el dominio do la naturaleza,
se observan; las acciones, en el dominio de la conducta humana,
se comprenden. Y esto es así porque las acciones están
gobernadas por reglas; comprender una regla implica que se es
capaz de desempeñar la acción descripta por tal regla. La cual,
obviamente, no es el caso de la regularidad de los
acontecimientos, como lo es para la regla de las acciones. En
consecuencia si las explanaciones causales son pertinentes para
dar cuenta de las regularidades de los acontecimientos naturales
las explanaciones teleológicas (entendidas estas como
silogismo practico; sobre esta noción ver H. von Wright, 1971-
76) será entonces la vía pertinente para la explanacion de las
acciones lingüísticas (E. Itkonen, 295-306). A la vez, y por el
contrario, no todo en la lingüística se limita a la explanación
(teleológica) de los actos de lenguaje, por cuanto algo debe
también hacerse con la estructura de las frases. Itkonen
considera este algo como "descripciones lingüísticas" y procede
a analizarlas como explicaciones lingüísticas. E. Itkonen
entiende por explicaciones lingüísticas el conjunto de
enunciados que trate de dar cuenta de las preguntas sobre el que
y el cómo; mientras que las explanaciones dan cuenta de las
preguntas sobre el por qué (P. 301). La función de las
explicaciones lingüísticas es la de convertir el conocimiento no
teórico del háblame nativo en el conocimiento teórico del
analista (pp. 259-276). Siguiendo estos análisis podría pensarse,
que, al menos para el caso de todo acto de lenguaje, el problema
teórico metodológico seria el del, por un lado, nivel explanativo
causal y/o teleológico, cuando se trata del por qué de las
acciones; por otro lado, el de las descripciones en (23) su
función-explicativa, cuando se trata de dar cuenta (el cómo) de
los actos del lenguaje. Estos problemas podemos remitirlos al
radio de acción de las discusiones sobre una "ciencia teórico
empírica de la literatura" en donde: a) la preocupación
fundamental es por el sistema más que por el sentido de los
textos particulares y b) donde los problemas sustantivos se
delimitan en torno a la estructura y a la tipología de los textos
en los actos humanos de la interacción verbal.
Expuesto el problema en estos términos la interpretación
aparece, por una parte, como ajena a una ciencia teórico -
empírica; y, por otra parte, la base hermenéutica no solo
afectaría a los problemas de la interpretación sino también a los
de las explanaciones teleológicas y explicaciones en el interior
de una ciencia literaria. No obstante, por lo dicho hasta aquí,
parece pertinente situar la actividad interpretativa como una
provincia de los estudios literarios independientemente de los
problemas teóricos, tal como se presentan en las ciencias
teoréticas. Pero, a la vez, la interpretación debería también
distinguirse del área de problemas que afectan a las ciencias
descriptivas y, en consecuencia, a una ciencia descriptiva (en
vez de teórico - empírica) de la literatura. En última instancia
podríamos decir que si bien los problemas de la interpretación
afectan tanto a una como a otra (ciencias teóricas y ciencias
descriptivas), el sentido restringido que en general demos a la
noción de interpretación cuando la empleamos en los estudios
literarios remite básicamente a la actividad de organización de
un texto literario.
La perspectiva que abre una concepción de la ciencia como la
expuesta por E. Itkonen, da lugar a pensar la ciencia teórica de
la literatura en dos direcciones: una, que ya hemos visto, que
intenta fundarse sabré la base de la filosofía de la ciencia y la
otra, pensable en analogía con la lingüística fundada en la
hermenéutica. A las consideraciones que hace Itkonen sobre la
lingüística habría que agregar; en el caso, de los estudios
literarios (y más generalmente, para una ciencia del texto y no
de la lengua); que en el nivel de la explicación textual habría
que incorporar, junto a la descripción, también la interpretación.
En la interpretación, como lo justificaremos de inmediato,
debería distinguirse, por un lado, una función (ligada a una
ciencia teleológicamente explanativa y explicativa); de una
función preceptiva cuya tarea, no ligada a la ciencia, sería la de
dar recomendaciones de lectura. Veamos estos dos niveles de
interpretación. (24)
La interpretación analítica seria así la operación que, en el
ámbito de una ciencia literaria hermenéuticamente fundada,
tendría a su cargo la actualización de la actividad tradicional
destinada al "desciframiento" de los textos cuya lejanía
temporal o cultural hace necesaria su reconstrucción, en
relación a la historia de la lengua y a los datos del contexto. Hoy
vemos remozarse esta tradición mediante la incorporación de
técnicas y orientaciones metodológicas que ofrece la lingüística
y las derivaciones que esta origino para una conceptualización
cultural del texto más que para la gramática del discurso. Una
ilustración de estas posibilidades la ofrece el interesante y bello
estudio de A. L. Becker (1980) sobre el "Javanese Shadow-
Theatre", La (re)construcción de un texto en una lengua y una
cultura ajena (o segunda) en relación a la del, investigador, es
un caso ejemplar en el cual su desciframiento exige una
actividad descriptivo-interpretativa. Para Becker "el sentido" de
un texto […] es un conjunto de relaciones. La información
necesaria para describir tales relaciones (…) debe conocerse,
descubrirse, o reconstruirse antes que se pueda conocer el
sentido esencial de un texto, de cualquier texto (pp. 3-11). Para
el caso de los textos contemporáneos en español o para
cualquier otra lengua (excepto para el caso de la literatura
esotérica y especializada) las relaciones contextuales, se
presume, no requieren explicaciones filológicas para el hablante
de tal lengua. Por el contrario, para el caso de textos cuyos
contextos (o epistemologías, en la terminología de Becker) son
distantes aun para el mejor entrenado de los lectores, se
requieren notas filológicas para fundar sustancialmente la
interpretación. En un mundo multicultural, o en un mundo de
múltiples epistemologías, se presenta la necesidad de nuevos
fi1o1ogos —especialistas en relaciones contextuales— en todas
las áreas del conocimiento en las cuales la construcción textual
(text building) en sus manifestaciones orales o escritas, es una
actividad central: literatura, historia, leyes, música, política, etc.
La tarea específica del filólogo continua Becker, es la
contextualización de textos conceptualmente distantes. Para
muchos fi1o1ogos el Único objetivo era la edición anotada de
un texto oral o escrito. Algunos, no obstante, en el torso de esta
actividad y sobre la base de ella, han llegado a generalizar sobre
las mayores restricciones de la construcción textual misma
ocupándose de las Leyes de la gramática, de la poética, de la
narración, etc. En nuestros días, para Becker, la filología se ha
distribuido en varias especialidades. En el estudio de la
literatura se ha credo un espacio entre quienes estudian. Textos
particulares (especialmente escritos) y aquellos que, estudian
las condiciones restrictivas de la actividad productiva textual.
Mientras el primer caso se considera normalmente parte de las
humanidades (Vgr., estudios literarios), el segundo se lo
relaciona con la ciencia (Vgr., la lingüística).Estas actividades,
para. Becker, se complementan y corrigen mutuamente, dado
que toda actividad significativa, nace de las restricciones de la
tradición (o reglas, estructuras, leyes o mitos) en conjunción
con el presente: con lo impredecible del ahora. De esta manera
un texto, aunque en (25) diferentes grados, siempre
contextualizan el presente con el pasado. Es en esa dirección
que la interpretación; (técnicamente filológica; y
filosóficamente hermenéutica) se convierte en el instrumento
fundamental de una ciencia descriptivo-interpretativa (del
texto), para la cual (aparentemente) poco ofrece el modelo de la
filosofía de la ciencia.
Veamos la interpretación preceptiva. Digamos, en primer lager,
que este aspecto de la interpretación funda lo que generalmente
se denomina "crítica literaria"; y es también este nivel el que
sitúa el lugar de la crítica en el campo dc los estudios literarios,
J. Ihwe (1976: 346) concibe la interpretación como la tarea de
"dar recomendaciones" y define su dominio de acción
introduciendo la noción de "espacio deóntico":
Podemos definir el dominio de la interpretación como un
espacio deóntico. Entendiendo por interpretación (...) la
ocupación institucional con las obras de arte. Lo que interesa,
desde esta perspectiva, es mostrar de qué manera el carácter
normativo de los enunciados interpretativos se transmite en
todas las Áreas de los estudios literarios, en los cuales los
enunciados interpretativos tienen, de alguna manera, un papel
importante.
El carácter de E.I. (enunciado interpretativo) es uno de los
criterios para que un enunciado-literario pueda ser un E.D.
(enunciado deóntico). Entendiendo por "enunciado critico-
literario" todo enunciado que, en primer lugar, se atribuye a las
"obras de arte" y, en segundo lugar, un enunciado cuyo emisor
esta dispuesto a defender públicamente su valía. Entendiendo
por E.D. todo enunciado perteneciente al "espacio deóntico de
la ciencia de la literatura".
En primer lugar hay que observar que Ihwe parece otorgar a los
"enunciados interpretativos" como a los "enunciados
deónticos", un ámbito mucho mayor del que le otorgamos aquí
(donde los reducimos al dominio de las interpretaciones
preceptivas), como parece indicarlo su última frase en la cual
sitúa los "enunciados deónticos" en el espacio deóntico de la
ciencia de la literatura. En nuestra concepción, el espacio
deóntico es solo un área de los estudios literarios, y no pertenece
al área de la ciencia literaria. En Segundo (26) lugar, lo que
Ihwe trata de capturar con la noción de espacio deóntico, son
aquellos, enunciados que perteneciendo a la clase de
"enunciados critico literarios" se identifican por ser enunciados
sobre las propiedades de las obras literarias. De esta manera, los
enunciados interpretativos que se inscriben en el "espacio
deóntico" se distinguen de aquellos que, perteneciendo a la
clase "enunciados critico-literarios", no pertenecen —sin
embargo— a él (tales por ejemplo, los enunciados sobre el
autor, la sociedad, los lecturas, etc.). La interpretación,
concebida de esta manera, es —por un lado— una actividad
pública tan respetable como la ciencia literaria nomotética o
hermenéuticamente fundada; y, por otro lado, su función
principal es el descubrimiento e iluminación de las propiedades
de los objetos aceptados como obras de arte" (Ihwe, 1976: 343).
V

Si pensamos en el campo de los estudios literarios sobre la base

de las epistemologías que lo fundan, este se nos presenta como
un espectro de varios colores. En él, la noción de teoría -en
sentido estricto— es pertinente en el Área de las ciencias
teóricas (de base nomotética o teleológica), definidas en
relación y oposición por un lado, a la ciencia descriptiva y, por
otro, a la interpretación preceptiva. En consecuencia, una
redistribución de la herencia conceptual explanacion vs.
Comprensión se hace necesaria.

En primer lugar, tal herencia no deja de ser ambigua. Más

apropiado será hablar de explanacion vs interpretación,
exegesis en la medida en que podemos ver en ella dos maneras
distintas de expresar el resultado del acto cognitivo. Sin duda
que poner las cosas en estos términos no va de suyo. Para
aceptarla, deberíamos presuponer que —para la hermenéutica-
por ejemplo, podría considerarse la comprensión y la
interpretación como dos fenómenos distintos y separados. De la
misma manera podríamos pensar que, para las ciencias
naturales, se podría separar el acto cognitivo del, discurso que
expresa las causas a partir de las leyes. Quienes objeten a tal
separación fundarían sus objeciones en el hecho de que ello no
es posible puesto que si bien tanto la exploración como la
interpretación pueden verse como el resultado verbal del acto
cognitivo y del acto comprensivo; la interpretación y la
explanacion son, a su vez, las que permiten de alguna manera
fundar tanto la cognición como la comprensión: no
comprendemos primero y después interpretamos, sino que
comprendemos porque sabemos cómo interpretar. Pero,
entonces, nos encontramos aquí con un problema cognitivo que,
en cierto nivel, es más general que el de la distinción (27) entre
la cognición de los hechos naturales y la comprensión de los
actos humanos. Este aspecto general es el acto cognitivo
mismo: entendiendo por "acto cognitivo" una operación
humana básica e independiente del dominio sobre el que se
funda y las diferencias que en él se establezcan (Vgr. naturaleza
o cultural. Si aceptamos esta position, el paso siguiente es el de
analizar las distintas formas y condiciones del acto cognitivo.
Pero, al hacerlo, caemos en el dominio de las "ciencias de la
cognición". No nos interesa seguir por este camino sino
destacar, sobre la base de la observación, que mientras la
hermenéutica hace de la comprensión su concepto fundamental
y las ciencias nomotéticas el de la explanation, la primera
parece preocuparse de un aspecto del acto cognitivo (Vgr., la
comprensión), en tanto que las segundas de un aspecto del acto
expresivo (Vgr., la explanacion). En consecuencia, las
discusiones sobre la fundación epistemológica de las diversas
actividades en el campo de los estudios literarios deberían tener
en cuenta A) el nivel del "acto cognitivo" y B.) El de las
"actividades cognitivas".
De esta manera a una ciencia teórico -empírica de la literatura
nomotéticamente fundada, debe justificar la legitimidad de la
transposición de las explanaciones causales; y en tanto que una
ciencia de la literatura hermenéuticamente fundada deberá
justificar la legitimidad de la explanation teleológica y de la
explicación de estructuras verbales, entendida esta última como
conversión de conocimiento no-teórico en conocimiento-
teórico; y a su vez, una ciencia descriptiva, que no se preocupa
ni de las causas ni de la teleología, se desenvuelve en el orden
de la descripción y de la interpretación analítica entendida - en
última instancia - como elaboración de los significados (Vgr.,
de la significancia); (28) finalmente nos queda el lugar de la
interpretación preceptiva, entendida como actividad
recomendativa, cuya función, más que la del "crecimiento del
saber" es el de guía de las formas de lectura. Es por esta razón
que, como justamente lo señala J. Ihwe (1976), es poco
pertinente y muy ingenuo hablar de una "critica científica".
Otra posible Objeción a la concepción que se acaba de esbozar
sería la de quienes sostendrían que propiamente no pueden
considerarse científicas las disciplinas que no se acomodan a la
definición nomotética de ciencia; y que, en consecuencia, no
puede haber una "ciencia hermenéuticamente fundada", puesto
que lo que define el saber científico es su base y su estructura
lógica. En este momento, no sería ya, ni necesario, ni
conveniente, proseguir la discusión: lo que importa no es
evidentemente la necesidad de “ser científico” y alcanzar el
ideal nomotético. De modo que, para quien considere que este
es el único sentido en el que se puede hablar de ciencia, no
habría mayores inconvenientes en concederle su petición. Lo
que importa, entonces, es la legitimidad de las "actividades
cognitivas" tanto en como fuera de los Marcos de la "ciencia
nomotética". Las "actividades cognitivas" no son tanto el
resultado de restricciones biológicas (como parece serlo en
parte el acto cognitivo) sino el resultado de restricciones
histórico -ideológicas en la producción y el control social del
conocimiento.

VI

Los ensayos que siguen no son, en sentido estricto, estudios de

crítica literaria. Ellos se esfuerzan, fundamentalmente, por
cubrir el espacio entre las "explanaciones teleológicas" (Vgr.,
conocimiento de las regularidades que van conformando
nuestro saber sobre las conductas de interacción verbal) y la
"explicación (descripción) de la estructura de los textos" (Vgr.
comprensión de textos específicos sobre la base de cierto
conocimiento de las regularidades configuradas en el nivel
teórico-explanativo). El riesgo de estos objetivos es el de
obtener resultados aparentemente magros, para quien los ve con
los Ojos de la "crítica literaria". (29) En esta los enunciados que
se produces para "decir" con/sobre un texto tienen la apariencia
de "enunciados llenos" (connotaciones ideológico-culturales);
en relación a estos los enunciados descriptivo-explicativos
pueden aparecer como "enunciados (demasiado) vacíos", cuya
función es la de despojar de la obra todo aquello que esta tiene
de atractivo para (el placer de) la lectura. Oponer los unos a los
otros o tratar de imponer los unos sobre los otros, resultaría un
diálogo de sordos. Los objetivos, en uno y otro caso, son
diferentes. El dialogo, si puede haberlo, no consistir en la
confrontación de los resultados sino en las decisiones previas
que estos suponen. El dialogo y el conflicto podría resultar
provechosos si se acepta la alternativa y los distintos objetivos
de ambas empresas. Por el contrario, el dialogo no sería tal sino
pérdida de tiempo, si los unos o los otros argumentan para
anular la position contraria. (30)