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Gilson

Santo Tomás de Aquino

Para un estudio directo del pensamiento de Santo Tomás hay que dirigirse a las dos sumas: la
Suma teológica y la Suma contra los gentiles.
El desarrollo de la filosofía tomista, tiene dos condiciones: la distinción entre la razón y la fe, y
la necesidad de su concordancia. La filosofía s basa en la razón y la teología se basa en la
revelación de Dios.
Ni la razón no la fe pueden engañarnos. Ambas verdades deben concordar. La verdad de la
filosofía se ajusta a la verdad de la teología, y siempre que una conclusión filosófica contradice
un dogma, nos hallamos ante un signo cierto de que tal conclusión es falsa. Aunque filosofía y
teología, no compartan un único método, debemos considerarlas formando idealmente una sola
verdad total.
Hay que ascender por la razón hacia la revelación, y descender desde la revelación hacia la razón.
Si aparece perros, este no puede encontrarse en la revelación divina, debe encontrarse
necesariamente en la filosofía.
En las enseñanzas de las Escrituras, existe el misterio y lo indemostrable, así como lo inteligible
y lo demostrable. Siempre que nos sea posible elegir, será mejor entender que creer. Hay pues,
dos teologías distintas que se complementan y concuerdan: la teología revelada, que parte del
dogma, y la teología natural, que es elaborada por la razón.
La teología natural, es una parte d ella filosofía, su coronamiento, es la parte de la filosofía que
Santo Tomás elaboró más profundamente. La teología natural nos invita a contemplar el
universo tal como es, con Dios como principio y fin.
La demostración de su existencia es necesaria y posible. Pero como Dios es un ser infinito, y
como no tenemos concepto del infinito, nos es preciso concluir por vía del razonamiento esta
experiencia que no podemos constatar. Así, podremos acceder por vía aristotélica, y buscar en
las cosas sensibles un punto de apoyo para elevarnos a Dios.
Todas las pruebas tomistas, pretenderán constatar una realidad sensible que requiere una
explicación y la afirmación de una serie causal que se basa en esa realidad sensible y que por
encima se encuentra Dios.
La vía más manifiesta es la que parte del movimiento. Existe el movimiento en el universo y este
es el hecho más fail de captar. Todo movimiento tiene una causa, y esta causa debe ser exterior.
No se puede ser a la vez el principio motor y la cosa movida, pero el motor debe ser movido por
otro, y este por otro. Debe admitirse que la serie es infinita y no tiene un primer término, ergo
nada explicaría que haya movimiento, o bien que la serie es finita y existe un primer término, y
este primer término es Dios.
Por otra parte, las cosas no solo se mueven, sino que antes de moverse existen y, en la medida
en que son reales poseen un determinado grado de perfección. Podemos decir también en este
caso, que nada puede ser causa eficiente de sí mismo; porque, para producirse, tendría que ser
anterior -en cuanto a causa- a sí mismo -en cuanto a efecto-. Así pues, toda causa eficiente
supone otra, la cual, a su vez, supone otra. Más estas causas no mantienen una relación
accidental; por el contrario, se condicionan según un orden determinado, y por eso cada causa
eficiente da cuenta de la siguiente: la primera causa, explica a la que está en el medio de la serie,
y la que está en el medio explica a la última. Esta primera causa eficiente, es Dios.
Consideremos ahora, el ser que nos es dado está en vías de perpetuo devenir. Poder existir o no
existir, es no tener una existencia necesaria. Lo necesario o necesita de causa para existir,
porque es necesario existe por sí mismo. Si no hubiera absolutamente nada más que seres
posibles, nada habría. Para que lo que podría ser sea, es necesario antes algo que sea y que le
haga ser. Si hay algo, es que en alguna parte existe algo necesario, no puede ser otro que Dios.
Una cuarta vía pasa por los grados jerárquicos de perfección que se observan en los seres. El
más y el menos supone siempre un término de comparación: lo absoluto.
Por último, en el orden de las cosas, todas las operaciones de los cuerpos naturales, tienden a
un fin, aún cuando carezcan de conocimiento. No llegan a dicho fin por azar, y esta regularidad
solo puede ser intestinal y querida. Puesto que carecen de conocimiento, es necesario que
alguien conozca por ellos. Esta inteligencia primera, ordenadora de las cosas es lo que llamamos
Dios.

Cada ser es “alguna cosa que es” pero jamás incluye su existencia. Los seres reales son sustancias
que existen y, por tanto, podemos decir que la esencia de todo ser real es distinta de su
existencia. Así, hay que admitir que todo aquello cuya existencia es distinta de su naturaleza,
recibe de otro su existencia. Es necesario que exista, como causa primera de todas las existencias
de este género, un ser en quien la esencia y la existencia sean una sola y misma cosa. A este ser
llamamos Dios. Dios es el acto puro de existir. Dios es el existir mismo.
La creación es ex nihilo, y no presupone materia alguna, aunque sí presupone una esencia
creadora que, por ser ella el acto puro de existir, puede causar actos finitos de existir.
La existencia de las criaturas es radicalmente contingente respecto de la existencia de Dios,
porque la existencia o no existencia del mundo, no suma ni resta en nada al Acto Puro de existir.
Concebimos ahora a Dios, no sólo como Acto Puro del Pensamiento (Aristóteles), sino también,
como Acto Puro de la existencia misma.
Como resultado de la creación, la relación entre la criatura y el Creador se llama participación.
Participar en el el acto puro o en la perfección de Dios, es poseer una perfección que preexista
en Dios, una perfección que no disminuye ni aumenta por la aparición de la criatura, aunque
está la reproduce según su modo limitado y finito.
Participar no es ser una parte de aquello de lo que se participa, es tener su propio ser y recibirlo
de otro ser, probando así que no pueden confundirse.
No están naturaleza ciega la que ha producido las cosas por una especia de necesidad, es una
providencia inteligente que las ha querido y elegido libremente.
¿Cómo es posible que Dios pueda engendrar la multiplicidad de las cosas sin comprometer su
unidad divina?
Dios es inteligencia pura y debe poseer en sí todo los inteligibles, las formas que después han de
ser forma de las cosas existen en su pensamiento. Estas formas son las ideas, modelos que serán
creados.

¿Cuándo ha creado Dios el universo?


El único fundamento que nos queda es que Dios nos ha manifestado su voluntad por la
revelación, en la que se funda la fe. Puesto que la razón no puede decidir, y puesto que Dios nos
instruye sobre esto, debemos creer que el mundo ha comenzado, pero no podemos
demostrarlo, y rigurosamente hablando, no lo sabemos.
No podemos imputar la imperfección del mundo a su creador. El mundo implica un determinado
grado de ser, y el mal o la carencia de perfección en el mundo corresponde a una carencia de
ser o a una carencia de perfección del ser. Ninguna criatura recibe la plenitud total de la
perfección divina, porque el acto de creación ya supone una separación infinita entre Dios y las
cosas, un descenso.
Esta es la ley que regula la constitución íntima del universo: todas las criaturas están dispuestas
según un orden jerárquico de perfección, yendo de las más perfectas que son los Ángeles, a las
menos perfectas que son los cuerpos. Los Ángeles son criaturas incorpóreas e inmateriales. En
la cúspide de la creación Santo Tomás concede a los Ángeles la más alta perfección que sea
compatible con el estado de criatura. Por ser criaturas, los Ángeles han recibido de Dios la
existencia, por tanto, son seres participados que se distinguen por componerse de existencia y
esencia. Eso los coloca infinitamente por debajo de Dios.
Por su alma, el hombre pertenece todavía a la serie de seres inmateriales, pero su alma no es
inteligencia pura como en el caso de los Ángeles, es un simple intelecto. El intelecto del hombre
(alma) puede conocer un determinado inteligible, pero no es inteligencia porque está unido a
un cuerpo. El alma es una sustancia intelectual, que le da forma a un cuerpo y constituye junto
con él, un compuesto físico. El alma humana está situada en el último grado de los seres
inteligentes, y será quien señale la línea divisoria entre el reino de las puras inteligencias y el de
los cuerpos.
A cada manera de ser corresponde una manera de conocer. Nuestro entendimiento puede
conocer los principios primeros que preexisten en nosotros de manera virtual, pero no puede
formarlos sino a través de la experiencia sensible. Así pues, el origen de nuestro conocimiento
se halla en la experiencia de nuestros sentidos.
La relación cosas materiales-sentidos-entendimiento, es lo que explica el conocimiento
humano.
Conocer consistirá, pues, en separar de las cosas, lo universal que en ellas se encuentra
contenido. CONOCER=ABSTRACCION.
La operación de “ABSTRACCION” será el cometido característico del entendimiento humano.
El alma está dotada, por un lado, de un entendimiento agente, y por otro, de un entendimiento
posible.
Las especies sensibles se presentan a los órganos de los sentidos y el entendimiento agente,
descubre en ellas las formas naturales, abstrae de ellas lo que aún conservan de inteligible y
universal.
Las especies sensibles son inteligibles en potencia, no en acto. Es decir, con esto que el llamado
entendimiento agente (alma racional) tiene la facultad activa de hacer inteligibles las especies
sensibles. Tiene el alma la doble faculta de entrar en contacto con lo sensible en cuento tal, y
hacer de él un inteligible.
La actividad libre y voluntaria del hombre y los seres dotados de inteligencia, se inclina hacia
todos los objetos que aprehende. El objeto propio de la voluntad es el bien en cuanto tal. La
voluntad busca el bien en sí, el soberano Bien, moviéndose entre bienes particulares. El
entendimiento humano, al no poder ver la perfección suprema directamente, la busca mediante
un esfuerzo incesante entre los bienes que se nos ofrecen, relacionados al Soberano Bien. La
voluntad no puede optar nunca más que entre bienes particulares, puede por tanto quererlos o
no quererlos y preferir este a aquel.
Para el hombre existe un Soberano Bien Relativo este debe tender su destino. Conocer y
dominar las pasiones, desarraigar los vicios, adquirir y conservar las virtudes, buscar la felicidad
en la operación más elevada y más perfecta del hombre: la felicidad a través del conocimiento
de la verdad.
Todo lo que Aristóteles había dicho acerca del ser cuanto sustancia cuya formase el acto, se
encontraba en la doctrina tomista, integrado y subordinado a una metafísica del ser concebido
como existir. El Dios de Santo Tomás no es el Acto puro del pensamiento que presidía el mundo
de Aristóteles, sino el Acto puro de existir que ha creado de la nada el mundo cristiano de los
individuos actualmente existentes anda uno de los cuales, estructura compleja de potencia y de
acto sustancia, de facultades y de operaciones diversas, recibe su unidad del acto propio de
existir, por el cual es todo eso justamente, y que, por derivar de ese acto existencial el poder de
obrar, trabaja incesante ente en perfeccionarse según la ley de su esencia, en un esfuerzo
constante de unirse nuevamente a su causa primera.

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