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DIERON VINAGRE
La Civilización de la Acedia
Horacio Bojorge
LUMEN
El demonio de la Acedia
Introducción
Ya adentrándonos en el tercer milenio cristiano se nos exhorta a navegar mar
adentro y a empeñarnos en fundar una civilización del amor. Pero el terreno no
está vacío. También hoy como en toda época se plantea, aunque en términos
propios, el enfrentamiento de las dos ciudades a las que se refiere el
Apocalipsis y San Agustín. El terreno está ocupado en nuestros tiempos por
una civilización feroz - cultura de la guerra y de la muerte - que nació de la
apostasía de las naciones católicas, apartándose y renegando de los caminos de
la caridad. Su antagonismo con la civilización del amor es ingénito. Y así como
la Iglesia es experta en humanidad, la civilización de la acedia es experta en
provocar y propagar la apostasía, y por ende la deshumanización.
Tabla de contenido
Introducción ......................................................................................................... 2
1.) LA ACEDIA: PECADO CAPITAL ............................................................... 6
1.1.) ¿Qué es la Acedia? Definiciones ............................................................. 8
1.2.) Tristeza, Envidia y Acedia....................................................................... 9
1.3.) ¿Es Posible la Acedia? ........................................................................... 10
1.4.) Acedia = acidez , impiedad ................................................................... 10
1.5.) Sus Efectos ............................................................................................ 13
2.) LA ACEDIA EN LAS SAGRADAS ESCRITURAS .................................. 13
2.1.) La Unción en Betania ............................................................................ 14
2.2.) La Acedia de Mikal, Esposa de David .................................................. 15
El Via Crucis y la Vuelta Ciclista .................................................................. 16
La Respuesta de David a Mikal ..................................................................... 17
2.3.) La Acedia de los Hijos de Jeconías ....................................................... 18
2.4.) El Menosprecio de un Profeta ............................................................... 19
La Burla: Hija de la Acedia ........................................................................... 20
Esaú menosprecia la Primogenitura ............................................................... 21
2.5.) Rehusar el Gozo y el Llanto .................................................................. 22
2.6.) El Clamor de las Piedras........................................................................ 24
2.7.) El Pecado de Caín .................................................................................. 26
Acedia en la Historia de Salvación .................................................................... 27
2.8.) El Pecado Original ................................................................................. 27
Apetito y Visión ............................................................................................. 28
2.9.) Dos Ayes Proféticos sobre la Acedia .................................................... 29
No Ver el Bien: Acedia como Apercepción .................................................. 29
Llamar Mal al Bien: Acedia como Dispercepción......................................... 30
2.10.) La Acedia como Ceguera .................................................................... 31
La Idolatría como Ceguera............................................................................. 32
Ceguera del Pueblo Elegido ........................................................................... 34
Ceguera en el Nuevo Testamento .................................................................. 36
"Ciegos guías de ciegos" ................................................................................ 38
"Esta Generación pide una Señal" ................................................................. 39
Mataron a los profetas.................................................................................... 40
Jesús: Explorador y Testigo ........................................................................... 44
La Acedia de Pedro ante la Cruz.................................................................... 46
3.) ACEDIA Y MARTIRIO .............................................................................. 48
3.1.) Acedia de los Perseguidores .................................................................. 48
Burla a los mártires ........................................................................................ 53
La Acedia de Herodes .................................................................................... 55
3.2.) Acedia de los Perseguidos ..................................................................... 56
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El demonio de la Acedia
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El demonio de la Acedia
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El demonio de la Acedia
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El demonio de la Acedia
Sin embargo, como veremos, la acedia sí que existe y anda por ahí, aunque
pocos sepan cómo se llama. Se la puede encontrar en todas sus formas: en
forma de tentación, de pecado actual, de hábito extendido como una epidemia,
y hasta en forma de cultura con comportamientos y teorías propias que se
trasmiten por imitación o desde sus cátedras, populares o académicas. Si bien
se mira, puede describirse una verdadera y propia civilización de la acedia.
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El demonio de la Acedia
Una primera idea de lo que es la Acedia nos la dan las definiciones, aunque
ellas solas no sean suficientes para un conocimiento cabal de su realidad.
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El demonio de la Acedia
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El demonio de la Acedia
Tal como se presenta por sus definiciones, podrá parecerle a alguno que la
acedia pertenezca a ese tipo de pecados que se suele dar por imposibles e
inexistentes a fuerza de absurdos, aberrantes o monstruosos. Por ejemplo el
odio a Dios, o la apostasía. Pero es que pertenece a la noción y a la esencia del
pecado, el hecho de que sea aberrante y monstruoso, y de que, sin embargo, no
sólo exista a pesar de ser absurdo e inconcebible, sino que muchísimas veces ni
siquiera se lo advierta allí donde está a fuerza de considerarlo como un hecho
natural y obvio.
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El demonio de la Acedia
Las palabras latinas acer, acris, acre, aceo, acetum, acerbum, portan los sentidos de
tristeza, amargura, acidez y otras sensaciones fuertes de los sentidos y del
espíritu. Los estados de ánimo así nombrados son opuestos al gozo, y las
sensaciones aludidas son opuestas a la dulzura.
Como puede verse los opuestos griegos kedeia-akedeia recubren una área
semejante a los pietas-impietas latino, y a nuestro piedad-impiedad. La acedia —
ya se verá — es opuesta y combate las manifestaciones de la piedad religiosa.
Según la etimología latina acedia tiene que ver con acidez. Es la acidez que
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El demonio de la Acedia
Con esto hemos avanzado un paso más hacia la comprensión de este vicio
capital. Como decadencia de un estado mejor, esta pérdida del gozo, de la
dulzura y del fervor, y su transformación en tristeza, avinagramiento o frialdad
ante los bienes divinos o espirituales, parece emparentar con la apostasía o
conducir a ella. Es, en muchos casos, un apartarse de lo que antes se gustó y
apreció, porque ahora, eso mismo, disgusta, entristece o irrita. En este sentido,
se puede decir que la acedia supone una cierta ruptura entre el antes y el ahora
de la persona agriada y ácida. O una ruptura entre su estado ideal y su estado
decaído.
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El demonio de la Acedia
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El demonio de la Acedia
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El demonio de la Acedia
En el relato de este episodio que nos hacen Marcos y Mateo, la reacción contra
el gesto de María, es calificada de indignación: "se indignaron". Ese es uno de
los síntomas o manifestaciones de la acedia: indignarse, irritarse por lo que es
motivo de gozo para los amigos de Dios (Marcos 14,3-9; Mateo 26,6-13).
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El demonio de la Acedia
"David y toda la casa de Israel bailaba delante del Señor con todas sus fuerzas,
cantando con cítaras, arpas, adufes, castañuelas, panderetas y címbalos...David
danzaba con todas sus fuerzas delante del Señor, ceñido con un efod de lino (=vestido
sacerdotal). David y toda la casa de Israel subían el Arca del Señor entre clamores y
sonar de cuernos. Cuando el Arca entró en la ciudad de David, Mikal, hija de Saúl, que
estaba mirando por la ventana, vio al Rey David saltando y danzando ante el Señor y lo
despreció en su corazón" (2 Samuel 6,l4-l6).
Ante esta actitud de acedia, la tentación del creyente, como en este caso, es la
vergüenza. Pero David, hombre de Dios, nos enseña con su ejemplo, la actitud
de firmeza que ha de tener el creyente, ignorando a los que lo ignoran.
Respondió David a Mikal: "Yo danzo en presencia del Señor [y no, como tú dices,
delante de las mujeres de mis servidores], y danzo ante El porque El es el que me
ha preferido a tu padre y a toda tu casa para constituirme caudillo de Israel, el pueblo
del Señor. Vive el Señor, que yo danzaré ante El y me haré más despreciable todavía;
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El demonio de la Acedia
seré despreciable y vil a tus ojos, pero seré honrado ante las criadas de que hablas". Y
Mikal, hija de Saúl, no tuvo ya hijos hasta el día de su muerte (vv. 21-23). David
la repudió.
Narra el Primer Libro de Samuel (6,13-21) cómo el Arca fue devuelta por los
filisteos a los israelitas, para librarse del azote de la peste. Se alegraron con el
retorno del Arca los habitantes de Bet-Shémesh. Excepto una familia, que fue
por eso duramente castigada.
Sin embargo, los piadosos labriegos, al ver venir el Arca se llenaron de alegría:
"y fueron gozosos a su encuentro. Al llegar la carreta al campo de Josué de Bet-
Shémesh, se detuvo. Había allí una gran piedra. Astillaron la madera de la carreta y
ofrecieron las vacas que venían tirando de ellas en holocausto al Señor. Los levitas
bajaron el Arca del Señor y el cofre que estaba a su lado y que contenía los exvotos de
oro ofrecidos en desagravio por los filisteos y lo depositaron todo sobre la gran piedra.
Los de Bet-Shémes ofrecieron aquél día holocaustos e hicieron sacrificios al Señor"
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El demonio de la Acedia
Él se volvió, los vio y los maldijo en nombre del Señor. Salieron entonces dos
osos del bosque y destrozaron a cuarenta y dos de ellos (2 Reyes 2,23-24)
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El demonio de la Acedia
La acedia tiene sus raíces infantiles, puesto que también desde niños hay
piedad e impiedad, religión e irreligión, gozo de la caridad o envidia. Hay por
eso necesidad de educar, cultivar y corregir el corazón de los niños. A ellos y a
nosotros les inculca este episodio que no hay que distraerse con los lunares de
la santidad; que los hombres de Dios, son hombres de Dios, y que no hay que
menospreciarlos ni reírse de ellos, por más cómico o despreciable que nos
resulte su aspecto. Porque reparar en sus lunares y no ver su santidad, es
ceguera y necedad. Y esos dos osos han destrozado cruelmente a muchos
irreverentes.
Los burlones son los que en el Salmo primero se llaman, en hebreo, letsím:
"Dichoso el hombre que no camina según el consejo de los impíos, que en la senda de los
pecadores no se detiene, que no se sienta en el corrillo de los burlones" (Salmo 1,1).
reinos de la tierra: maldición, pasmo, rechifla y oprobio entre todas las naciones a donde
los arroje, porque no oyeron las palabras que les envié por mis siervos"23.
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El demonio de la Acedia
Esaú llegó hambriento del campo y Jacob aprovechó la ocasión: "Véndeme ahora
mismo tu primogenitura". Esaú respondió: "¿Qué me importa la primogenitura?".
Jacob lo urgió para que se la vendiera con juramento: "Y él se lo juró, vendiendo
su primogenitura a Jacob. Jacob dio a Esaú pan y el guiso de lentejas, y este comió y
bebió, se levantó y se fue. Así desdeñó Esaú la primogenitura", concluye
melancólicamente el relato.
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El demonio de la Acedia
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El demonio de la Acedia
ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar. Días vendrán en que les
será arrebatado el novio, entonces ayunarán en aquél día" (Marcos 2,18-20)
Las dos parábolas que siguen a este pasaje, la del parche sobre el vestido viejo
y la del vino nuevo en los odres viejos, aluden a la necesidad de convertirse
totalmente, para poder entrar en comunión con los sentimientos de Jesús y sus
discípulos y poder comprender lo que hacen (Marcos 2,20-22).
Los gozos y los dolores de los discípulos son contrarios e incompatibles con los
del mundo, como los apetitos del espíritu son contrarios a los de la carne
(Gálatas 5,17). Por eso dice Jesús a sus discípulos: "Yo os aseguro que lloraréis y os
lamentaréis y el mundo se alegrará" (Juan 16,20). En esta oposición tiene su
explicación la acedia. De ahí que Pablo nos invite a tener los mismos
sentimientos que Cristo Jesús29 Miro en este instante a mi Jesús y me río del
mundo entero con El. Déjeme llorar entre sus brazos todo el día, mientras los
demás se ríen y se divierten, que poco me importa a mí llorar mirando a la
Alegría infinita, gustar la amargura junto a la dulzura divina de Jesús. (p.160).
Citas tomadas de: PURROY Marino, Teresa de los Andes cuenta su vida, Ed.
Carmelo Teresiano, PP. Carmelitas, Santiago, Chile l992,l92 pags.
"Al acercarse a la bajada del monte de los Olivos, la multitud de sus discípulos, llenos
de alegría, se pusieron a alabar a Dios a voz en cuello, por todos los milagros que habían
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El demonio de la Acedia
visto. Decían: Bendito el Rey que viene en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en
las alturas.
Algunos fariseos que se encontraban entre la gente dijeron a Jesús: Maestro, reprende a
tus discípulos. Pero Jesús les contestó: Yo les aseguro que si éstos callasen, las piedras
gritarían" (Lucas l9,37-40)
Como se ve, a los acediosos, el júbilo de los buenos les parece reprensible. El
motivo de esta distonía emocional es que no comparten su fe. Verdaderamente
son opuestos el gozo de los discípulos y la tristeza de los que no lo son, aunque
le digan Maestro. Este mismo esquema de comportamiento volveremos a
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El demonio de la Acedia
Hay acedia en el Pecado de Caín (Génesis 4, 3-8). Acedia respecto del bien de
su hermano, cuya ofrenda fue acepta a Dios. Pero también acedia, respecto de
la complacencia de Dios sobre la ofrenda de Abel. Si Caín hubiese estado en
actitud de amistad con Dios, se habría alegrado por el beneplácito de su Amigo
divino, porque el verdadero amigo se alegra por las alegrías de su amigo.
Es verosímilmente por esa falta de amistad cordial, por lo que dice el texto que:
"el Señor no miró propicio a Caín y su oblación". Si Caín hubiera buscado con su
ofrenda exclusivamente agradar a Dios, se habría alegrado con el gozo divino,
fuera por el motivo que fuese; y en el caso concreto, con motivo de la ofrenda
de su hermano. Caín no envidiaba en Abel ningún bien profano, sino
precisamente su condición de amigo de Dios, de elegido y grato a Dios.
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El demonio de la Acedia
"Ya veis, hermanos, cómo los celos y la acedia produjeron un fratricidio. A causa de la
acedia, nuestro padre Jacob tuvo que huir de la presencia de su hermano Esaú. La
acedia hizo que José fuera perseguido hasta punto de muerte y llegara hasta la
esclavitud. La acedia obligó a Moisés a huir de la presencia de Faraón, rey de Egipto, al
oír a uno de su misma tribu: '¿Quién te ha constituído árbitro y juez entre nosotros?
¿Acaso quieres tú matarme a mí, como mataste ayer al egipcio?'. Por la acedia, Aarón y
María hubieron de acampar fuera del campamento. La acedia hizo bajar vivos al Hades
a Datán y Abirón, por haberse rebelado contra el siervo de Dios, Moisés. Por acedia no
sólo tuvo David que sufrir envidia de parte de los extranjeros, sino que fue perseguido
por Saúl, rey de Israel"31.
Acedia tanto en el Tentador, como en Adán y Eva: "Por acedia del Diablo entró la
muerte en el mundo y la experimentan los que le pertenecen" (Sabiduría 2,24).
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El demonio de la Acedia
El Tentador los indujo a acedia. Tristeza de no ser como Dios, tristeza a causa
del mandamiento, y de allí se siguió la desobediencia. Así comenzaron: 1º) el
desacuerdo entre los apetitos y 2º) el trastorno de los sentidos, característicos
de la naturaleza caída.
Apetito y Visión
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El demonio de la Acedia
explicar la aversión hacia él. Este mal implica pues, un trastorno de las
facultades.
"¡Maldito el hombre que confía en el hombre, y hace de la carne su apoyo apartando del
Señor su corazón! Es como el tamarisco en el desierto de Arabá y no verá el bien
cuando venga" (Jeremías l7,5-6).
"No verá el bien cuando venga". He ahí la a-percepción del bien que caracteriza
la acedia. La tristeza por el bien del que se goza la caridad, sólo es posible
cuando no se ve ese bien o se lo ve como un mal. El texto de Jeremías instruye
sobre las causas de esa ceguera32.
Es propio de Dios el mostrar o hacer ver los bienes salvíficos: "En tu luz vemos
la luz" (Salmo 35,10); "Abreme Señor los ojos y contemplaré las maravillas de tu
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El demonio de la Acedia
voluntad" (Salmo 118, 18); "Al que sigue el buen camino le haré ver la salvación de
Dios" (Salmo 49,23).
Sin la ayuda de la gracia de Dios, ni los mismos miembros del pueblo de Dios
serían capaces de ver y reconocer las grandes gestas de la salvación: "Habéis
visto todo lo que hizo el Señor a vuestros propios ojos en Egipto con Faraón, sus siervos
y todo su país: las grandes pruebas que tus mismos ojos vieron, aquellas señales,
aquellos grandes prodigios. Pero hasta el día de hoy no os había dado el Señor corazón
para entender, ojos para ver, ni oídos para oir" (Deuteronomio 29,1-3).
En cuanto a los bienes del Nuevo Testamento, Jesús afirma que es necesario
nacer de nuevo y de lo alto para "ver el Reino" (Juan 3,3.5).
"¡Ay, los que llaman al mal bien y al bien mal; los que dan la oscuridad por luz, y la luz
por oscuridad; que dan lo amargo por dulce y lo dulce por amargo! ¡Ay, los sabios a sus
propios ojos, y para sí mismos discretos!" (Isaías 5,20-21).
Entristecerse por el bien del que goza la caridad, como hace la acedia, es dar
por mal ese bien; es dar lo dulce por agrio o por amargo, dar la luz por
tinieblas. El texto de Isaías describe el mecanismo perverso de la acedia y lo
explica por la soberbia que se guía por el propio juicio, sometido y esclavizado
por la pasión caída33. Son los que, como dirá San Pablo, aprisionan la verdad
con la injusticia (Rom 1,18).
Esta confusión de bien por mal, este trastorno de la percepción, puede llamarse
dispercepción y es característica de la acedia. Podría hablarse, en otras
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El demonio de la Acedia
El alimento del niño mesiánico, y el del pueblo de los tiempos mesiánicos será
"cuajada y miel para que aprenda a rehusar lo malo y elegir lo bueno" (Isaías 7,15-16;
22). La cuajada agria y la miel dulce enseñan a distinguir los sabores del bien y
del mal: de la dulzura y el gozo de la caridad, y del agriamiento de la acedia.
Aquí también, los sabores adiestran la visión.
La divina presencia que tiene lugar con la llegada del Emmanuel, enseña al
pueblo a discernir el bien y el mal.
Los idólatras son tan insensibles — o casi — para percibir el bien y el mal, o
para discernir el uno del otro, como los ídolos que se fabrican.
Isaías dice: "¡Escultores de ídolos! Todos ellos son vacuidad; de nada sirven sus obras
más estimadas; sus servidores nada ven y nada saben, y por eso quedarán abochornados
(...) no saben ni entienden, sus ojos están pegados y no ven; su corazón no comprende.
No reflexionan, no tienen ciencia ni entendimiento (...) A quien se apega a la ceniza, su
corazón engañoso lo extravía. No salvará su vida. Nunca dirá: '¿Acaso lo que tengo en
la mano es engañoso?'" (Isaías 44,9.l8-l9a.20)
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El demonio de la Acedia
En esto, los sabios coinciden con los profetas. El autor del libro de la Sabiduría
pondera el enceguecimiento de los egipcios idólatras y por eso mismo,
enemigos del pueblo de Dios: "¡Insensatos todos en sumo grado y más infelices que
el alma de un niño (que no discierne el bien del mal), los enemigos de tu pueblo que
un día lo oprimieron! Como que tuvieron por dioses a todos los ídolos de los gentiles
que no pueden valerse de sus ojos para ver, ni de su nariz para respirar, ni de sus oídos
para oír, ni de los dedos de sus manos para tocar, y sus pies son torpes para andar"
(Sabiduría 15,14-15).
También el Salmista considera que los idólatras son tan ciegos e insensibles
como la obra de sus manos: "Los ídolos de ellos son plata y oro, obra de mano de
hombre. Tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen, nariz y
no huelen. Tienen manos y no palpan, tienen pies y no caminan, ni un solo susurro en
su garganta. Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su
confianza" (Salmo 113b(115),4-8). Esta ceguera les impide ver la Gloria de Dios y
por eso preguntan: "¿Dónde está su Dios?" (v.2). Son ciegos para la
Omnipresencia, que es, en cambio, evidente para los fieles: "nuestro Dios está en
los cielos y en la tierra y hace todo lo que El quiere" (v.3).
Lo cual no impide que el sabio considere que es una misma clase de ceguera la
que llevaba a los impíos: 1º) a ignorar al verdadero Dios, 2º) a adorar a los
ídolos, 3º) a perseguir al pueblo elegido y 4º) a desoír la voz del Dios que
quería sacar a su pueblo de Egipto. Eran tan ciegos para las obras de Dios como
para sus designios. Y esa ceguera, no sólo los privó de los grandes y
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El demonio de la Acedia
Como se ve, el tema bíblico del corazón endurecido y el corazón de piedra que
Dios quiere transformar y cambiar en un corazón nuevo, de carne, corre
paralelo con el de la ceguera y la insensiblidad de los sentidos y tiene que ver
con la salvación del mal de acedia. Es el mal del corazón insensible para el bien
verdadero e incapaz de conocer a Dios34. Jeremías no exceptúa al pueblo
elegido de esa ceguera, semejante a la idolatría de los paganos: "Pueblo necio y
sin seso, tienen ojos y no ven, oídos y no oyen" (Jeremías 5,21). Y a Ezequiel lo
compadece el Señor en estos términos: "Tú vives en medio de una casa de rebeldía:
tienen ojos para ver y no ven, oídos para oír y no oyen" (Ezequiel 12,2).
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El demonio de la Acedia
"Anda — le dijeron a Aarón — haznos un dios que vaya delante de nosotros, ya que
no sabemos qué ha sido de Moisés, el hombre que nos sacó de Egipto" (Exodo 32,1).
Terrible ceguera y blasfemia, no ver en la salida de Egipto la obra de Dios, sino
la de "el hombre" Moisés. Y mayor atrocidad aún atribuir al ídolo la salvación
obrada por Dios: "Se han hecho un becerro fundido y se han postrado ante él; le han
ofrecido sacrificios y han dicho: 'Este es tu dios, Israel, el que te ha sacado de
Egipto'"(Exodo 32,8).
Aún en los casos en que el pueblo elegido ve mejor y más que los paganos, la
Escritura enseña que eso no se debe a méritos o capacidades propias, sino
porque el Señor le hace capaz de ver: "Habéis visto todo lo que hizo el Señor a
vuestros propios ojos en Egipto con Faraón, sus siervos y todo su país: las grandes
pruebas que tus mismos ojos vieron, aquellas señales, aquellos grandes prodigios. Pero
hasta el día de hoy no os había dado el Señor corazón para entender, ojos para ver, ni
oídos para oír" (Deuteronomio 29,1-3).
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El demonio de la Acedia
Conviene notar por último, antes de abandonar este recorrido por los textos, y
en vistas a los análisis sobre las causas de la acedia que haremos más adelante,
que lo que precipita al pueblo elegido en la acedia suele ser o la impaciencia o
el miedo. Impaciencia en los sufrimientos de la travesía por el desierto o miedo
a sus enemigos. Las privaciones borran la memoria de las gestas divinas de
liberación, debilitan su esperanza en las promesas de Dios, le impiden ver las
obras del Señor que lo acompañan, y esperar que lo auxiliara contra sus
enemigos, como le asegura.
En un momento en que se preocupan más de su pan que del Reino, Jesús los ve
en peligro de contagiarse de la "levadura de los fariseos y de la levadura de
Herodes", y los reprende así: "¿Por qué estáis hablando de que no tenéis panes?
¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada? ¿Teniendo ojos
no veis y teniendo oídos no oís? ¿No os acordáis de cuando partí cinco panes para cinco
mil?"35.
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El demonio de la Acedia
El hambre, que fue una celada fatal para Esaú y para la generación del desierto,
amenaza ahora con hacer caer a los discípulos en su lazo.
El Apóstol se hace eco de la diatriba bíblica contra los idólatras, cuando les
reprocha a los gentiles su ceguera e insensibilidad para percibir al Creador a
través del espectáculo de las creaturas:
"En efecto, la cólera de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad e injusticia de
los hombres que aprisionan la verdad en la injusticia; pues lo que de Dios se puede
conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Dios,
desde la creación del mundo se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder
eterno y su divinidad, de forma que son inexcusables; porque, habiendo conocido a
Dios, no lo glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en
vanos razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se
volvieron estúpidos, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una
representación en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles"36.
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El demonio de la Acedia
Hemos citado largamente estos textos de Pablo, porque ellos ofrecen una
descripción del fenómeno de la acedia como apercepción y dispercepción, así
como de los pasos de su proceso.
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El demonio de la Acedia
"¡Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas! (...) ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más
importante, el oro o el Santuario que hace sagrado el oro? (...) ¡Ciegos! ¿Qué es más
importante, la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda? (...) ¡Guías ciegos que coláis el
mosquito y os tragáis el camello!" (Mateo 23,13-32; citamos los vv. 13.17.19.24).
El salmista refiere las quejas y gemidos de Dios por esta dureza de corazón de
sus elegidos: "Volvían una y otra vez a tentar a Dios, a exasperar al Santo de Israel"
(Salmo 77(78),41).
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El demonio de la Acedia
No hay que pedirle a Dios que haga signos "en el cielo", es decir visibles para
nosotros y que podamos ver desde donde nosotros estamos, sin movernos ni
cambiar de posición ni de lugar, o sea sin convertirnos. Somos nosotros,
quienes siguiendo a Jesús, tenemos que estar allí donde El hace sus signos;
como estaba la multitud que lo seguía en descampado y asistió a la
multiplicación de los panes. Ese es el gran signo que han olvidado los
discípulos hambrientos.
Tenemos que ser capaces de ver los signos que Dios dio, sin que se los
pidiéramos. Los que El soberanamente quiere dar y allí donde a su divino
arbitrio quiera darlos. Pero pedírselos, es tentarlo y menospreciar los que ha
dado.
Los ayes sobre escribas y fariseos concluyen con unas palabras de Jesús que
ponen en relación su incredulidad con la de sus antepasados: "Sois hijos de los
que mataron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!"
(Mateo 23,31-32).
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El demonio de la Acedia
"Edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís:
'Si nosotros hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido
parte con ellos en la sangre de los profetas' con lo cual atestiguáis que sois hijos de los
que mataron a los profetas! ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!
El mártir Esteban se hace eco de esta diatriba de Jesús. Ella proviene del mismo
celo caritativo por la corrección del pueblo amado, de la misma fortaleza ante
el martirio y de la misma capacidad de perdonar que tuvo Jesús:
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El demonio de la Acedia
El Salmo se refiere, con esta frase, al episodio narrado en Números caps. 13-14
y en Deuteronomio 1,19-46. Lo comenta, y da en una pincelada su significación
espiritual, que es una acusación de acedia: despreciar el bien. Recordemos el
episodio.
Los exploradores habían subido a explorar la tierra en "el tiempo de las primeras
uvas" (Num 13,20). Es decir el tiempo más hermoso y en el que la fertilidad de
la tierra que mana leche y miel lucía en el esplendor de sus frutos: "una
espléndida tierra, tierra de torrentes y de fuentes, de aguas que brotan del abismo en los
valles y en las montañas, tierra de trigo y de cebada, de viñas, higueras y granados,
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El demonio de la Acedia
tierra de olivares, de aceite y de miel, tierra donde el pan que comas no te será racionado
y donde no carecerás de nada; tierra donde las piedras tienen hierro y de cuyas
montañas extraerás el bronce. Comerás hasta hartarte y bendecirás al Señor tu Dios en
esta espléndida tierra que te ha dado" (Deuteronomio 8,7-10)
"Subieron pues, y exploraron el país, desde el desierto de Sin hasta Rejob, a la entrada
de Jamat. Subieron por el Négueb y llegaron hasta Hebrón donde residían los
descendientes de Anaq. Llegaron al valle de Eshkol (que significa racimo) y cortaron
allí un sarmiento con un racimo de uva que trasportaron con una pértiga entre dos, y
también granadas e higos" (Números 13,20-23). Los exploradores llevaban
consigo la evidencia del Bien de la Promesa, capaz de regocijar con su vista.
Pero ellos no los vieron.
"Tomaron en su mano los frutos del país, nos los trajeron y nos comunicaron: 'Buena
tierra es la que el Señor nuestro Dios nos da'. Pero vosotros —les reprocha Moisés—
os negasteis a subir y os rebelasteis contra la orden del Señor vuestro Dios. Y os
pusisteis a murmurar en vuestras tiendas: 'Por el odio que nos tiene nos ha sacado el
Señor de Egipto, para entregarnos en manos de los amorreos y destruirnos. ¿A dónde
vamos a subir? Nuestros hermanos nos han descorazonado al decir: 'es un pueblo más
numeroso y más alto que nosotros, las ciudades son grandes y sus murallas llegan hasta
el cielo. Y hasta gigantes hemos visto allí" (Deut. 1,25-28).
El pueblo estaba ciego no sólo para las obras de Dios, sino para sus motivos:
atribuía a odio las obras de amor; confundía el plan de salvación con un plan
de destrucción. Por eso, debido a su incredulidad, raíz de acedia, se entristecía
por lo que debería alegrarse.
43
El demonio de la Acedia
que marcha delante de vosotros, combatirá por vosotros, como visteis que lo hizo en
Egipto, y en el desierto donde has visto que el Señor tu Dios te llevaba como un hombre
lleva a su hijo, a todo lo largo de este camino que habéis recorrido hasta llegar a este
lugar. Pero ni aún así confiasteis en el Señor vuestro Dios que era el que os precedía en
el camino y os buscaba lugar donde acampar, con el fuego durante la noche para
alumbrar el camino, y con la nube durante el día" (Deut. 1,29-33).
visible: "En verdad, en verdad te digo, nosotros hablamos de lo que sabemos y damos
testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio. Si al
deciros cosas de la Tierra no creéis ¿cómo vais a creer si os digo cosas del Cielo? Nadie
ha subido al Cielo, sino el que bajó del Cielo, el Hijo del Hombre que está en el Cielo"
(Juan 3,11-13; ver Num 14,7-9).
"Dando un profundo gemido desde lo íntimo de su ser dice: ¿Por qué esta generación
pide una señal? Yo os aseguro: no se dará a esta generación ninguna señal" (Marcos
8,12).
"¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo tendré
que soportaros?" (Marcos 9,19).
"¿Con quién compararé a esta generación? Se parece a los niños sentados en las
plazas..." (Mateo 11,16).
45
El demonio de la Acedia
Por eso, cuando Pedro se niega a recibir el testimonio de Jesús acerca del
misterio de la Cruz, se hace acreedor del nombre de Satanás, y en vez de piedra
fundamental se convierte en piedra de escándalo (Mateo 16,18), no sólo para
los más pequeños (Marcos 9,42), sino para Jesús mismo (Mateo 16,23).
También Pedro estaba ciego. Una vez curado de su mal de acedia, el mismo
Apóstol, "confirmará a sus hermanos" (Lucas 22,31-32) y enseñará la
bienaventuranza de la Cruz: "Si sufrierais a causa de la justicia, dichosos vosotros
(...) Ya que Cristo padeció en la carne, armaos también vosotros de este mismo
pensamiento: quien padece en la carne, ha roto con el pecado (...) No os extrañéis del
fuego que ha prendido en medio de vosotros para probaros, como si os sucediera algo
extraño, sino alegraos en la medida en que participáis en los sufrimientos de Cristo,
para que también os alegréis alborozados en la revelación de su gloria. Dichosos
vosotros si sois injuriados por el nombre de Cristo (...) si alguno tiene que sufrir por ser
cristiano, que no se avergüence, que glorifique a Dios por llevar este nombre"39.
46
El demonio de la Acedia
Esta recorrida algo prolija por episodios y textos bíblicos relativos a la acedia,
pero muchos de ellos no referidos por lo común explícitamente a ella, habrá
servido — esperamos — para familiarizar al lector con el ámbito de actitudes
de espíritu ejemplares y arquetípicas de la acedia. Servirá de orientación y
fundamento de lo que sigue.
47
El demonio de la Acedia
A esa acedia o envidia, cuando es de parte del pueblo elegido, las fuentes
cristianas le dan el nombre de "celo". En el Nuevo Testamento y en la literatura
cristiana primitiva — como por ejemplo la carta de San Clemente — tanto Jesús
como sus discípulos han sido perseguidos por los judíos "dia zelon": por
acedia40.
Pilatos sabía que le habían entregado a Jesús "por acedia"41. San Justino se hace
eco de esa convicción de la Escritura y de la Tradición cristianas en el siguiente
pasaje: "En los libros de los profetas, hallamos anunciado de antemano, que Jesús,
nuestro Mesías, había de venir (...) había de ser envidiado (= fthonouménon), no
reconocido y crucificado"42.
48
El demonio de la Acedia
Los judíos "se llenan de acedia" viendo la multitud que escucha a Pablo
(Hechos 13,45). También "llenos de acedia" se le oponen en Tesalónica y
promueven una persecución violenta (Hechos 17,5). Pablo dirá en otro lugar
que hay quienes predican a Cristo "por acedia" y por afán de afligirlo y de
oponérsele43.
"Por emulación y envidia44 fueron perseguidos los que eran máximas y justísimas
columnas de la Iglesia y sostuvieron combate hasta la muerte. Pongamos ante nuestros
ojos a los santos Apóstoles. A Pedro, quien por inicua emulación, hubo de soportar no
uno ni dos, sino muchos más trabajos. Y después de dar así su testimonio, marchó al
lugar de la gloria que le era debido. Por la envidia y rivalidad mostró Pablo el galardón
de la paciencia. Por seis veces fue cargado de cadenas; fue desterrado y apedreado; hecho
heraldo de Cristo en Oriente y Occidente, alcanzó la noble fama de su fe; y después de
haber enseñado a todo el mundo la justicia y de haber llegado hasta el límite del
Occidente y dado su testimonio ante los príncipes, salió así de este mundo y marchó al
lugar santo, dejándonos el más alto dechado de paciencia.
"A estos hombres que llevaron una conducta de santidad vino a agregarse una gran
muchedumbre de escogidos, los cuales, después de sufrir por envidia muchos ultrajes y
tormentos, se convirtieron entre nosotros en el más hermoso ejemplo. Por envidia
fueron perseguidas mujeres, nuevas Danaidas y Circes, las cuales, después de sufrir
tormentos crueles y sacrílegos, se lanzaron a la firme carrera de la fe, y ellas, débiles de
cuerpo recibieron generoso galardón"45.
49
El demonio de la Acedia
"El contagio de esta superstición ha invadido no sólo las ciudades sino también los
campos; mas al parecer aún puede detenerse y remediarse. Lo cierto es que como puede
fácilmente comprobarse, los templos, antes ya casi desolados, han empezado a
frecuentarse, y las solemnidades sagradas, por largo tiempo interrumpidas, nuevamente
se celebran, y que, en fin, las carnes de las víctimas, para las que no se hallaba antes
sino un rarísimo comprador, tienen ahora excelente mercado"46.
50
El demonio de la Acedia
"Maturo y Santo, como si nada hubieran sufrido antes, tuvieron que pasar otra vez en
el anfiteatro por toda la escala de torturas; o por mejor decir, como habían ya vencido a
su adversario en una serie de combates parciales, libraban ahora el último sobre la
corona misma. Restallaron pues, otra vez los látigos sobre sus espaldas, tal como allí se
acostumbra , fueron arrastrados por las fieras, y sufrieron, en fin, cuanto una plebe
enfurecida ordenaba con su gritería, resonante de unas y otras graderías. El último
tormento fue el de la silla de hierro al rojo, sobre la que dejaron carbonizarse sus
cuerpos hasta llegar a los espectadores el olor a carne quemada. Mas ni así se calmaban,
antes bien se ponían más frenéticos, empeñados en vencer la paciencia de aquéllos. Mas
ni con toda su rabia y empeño lograron oír de labios de Santo otra palabra que la que
estuvo repitiendo desde que empezó a confesar su fe. Así, pues, estos dos, como aún
seguían con vida para mucho rato no obstante el magno combate sostenido, fueron
51
El demonio de la Acedia
finalmente degollados, hechos aquel día espectáculo para el mundo, supliendo ellos solos
todo el variado y extenso programa de espectáculos que solían dar los gladiadores."
La acedia de los torturadores está clara: ceguera para el bien y furia como si
fuera un mal:
"Unos bramaban y rechinaban los dientes contra los cadáveres, buscando tomar de ellos
no sabemos qué otra venganza peor; otros se reían y hacían chacota, al mismo tiempo
que exaltaban el poder de sus ídolos, atribuyéndoles el castigo infligido a los cristianos.
Otros, por fin, más moderados y mostrando al parecer cierta compasión, nos dirigían el
mayor sarcasmo diciendo: '¿Dónde está el Dios de esta gente y de qué les ha valido una
religión por la que no han vacilado en sufrir la muerte?'"49.
52
El demonio de la Acedia
"Así pues, los cuerpos de los mártires, sometidos a todo género de ultrajes (dejados
insepultos, arrojados a los perros) permanecieron seis días a cielo raso, y luego,
quemados y reducidos a cenizas fueron arrojadas éstas en un montón al río Ródano, que
corre allí cerca, con la deliberada intención de que no quedara rastro de ellos sobre la
tierra: 'que no les quede, decían los paganos, ni esperanza de resucitar, pues fundados
en esa esperanza tratan de introducir entre nosotros una religión extranjera y nueva y
desprecian los tormentos, dispuestos a morir y aún a morir alegremente. Vamos a ver
ahora si resucitan y si su Dios puede socorrerlos y sacarlos de nuestras manos'."
53
El demonio de la Acedia
llamamos cristianos [es decir: "ungidos"] porque nos ungimos con el perfume de Dios"
50.
Los compañeros del judío Trifón se ríen una y otra vez de los argumentos de
Justino: "Soltaron entonces nuevamente la carcajada los compañeros de Trifón, y se
pusieron a gritar descortésmente." Justino, dignamente, amenaza con irse,
interrumpiendo el diálogo, pero cede a las instancias de Trifón: "Con tal de que
no se alboroten tus compañeros, y no se conduzcan tan descortésmente. Si quieren, que
escuchen en silencio" 51.
Uno de los motivos del menosprecio hacia los cristianos, como es sabido, eran
las calumnias que corrían acerca de ellos entre los paganos. Esas calumnias
tenían su origen en malinterpretaciones de los sacramentos y costumbres
cristianas. El misterio de la Eucaristía — por ejemplo — dio lugar a la
acusación de antropofagia. La costumbre de llamarse hermanos, a la acusación
de incesto.
Justino, como vimos, argumenta afirmando que los cristianos son ungidos y
por eso perfumados con un perfume divino. Por esta unción con el óleo de
Cristo, San Pablo les llama a los cristianos "buen olor de Cristo". San Agustín
alega esta expresión paulina cuando comenta el combate de los mártires. Pero
nos interesa destacar aquí en qué sentido lo hace: mostrando cómo ese aroma
de la virtud cristiana pone en evidencia la acedia de los perseguidores: "Somos
buen olor de Cristo en todo lugar (...) siempre somos buen aroma; para unos
olor de vida para la vida, y para otros, olor de muerte para la muerte. Este
perfume da vigor a los que aman y mata a los que no ven53. En efecto, si los santos no
resplandeciesen, no aparecería la envidia de los impíos. El olor de los santos
comenzó a sufrir persecución; pero, al igual que los frascos de perfume, cuanto
más los rompían, tanto más se difundía su aroma" 54.
La Acedia de Herodes
55
El demonio de la Acedia
Magos "se enfureció terriblemente y mandó matar a todos los niños de Belén y de toda
su comarca, de dos años para abajo" (2,16).
A lo largo de su historia, la Iglesia volverá una y otra vez a tener que enfrentar
el recelo y la emulación de los poderosos de este mundo: de los emperadores
romanos, de los reyes absolutistas, de los estados ilustrados, racionalistas,
liberales, totalitarios55.
Padecen también acedia los cristianos que no aceptan el martirio — ya sea para
sí, ya sea para otros — y "se avergüenzan" de la Cruz de Cristo, del combate de
los mártires, o de los sufrimientos que ellos mismos han de abrazar para ser
verdaderos discípulos y alcanzar la vida eterna.
A este propósito pueden traerse aquí las palabras del mártir Ignacio de
Antioquía cuando ruega a los romanos que no traten de intervenir para
impedir su martirio. Ignacio califica esa mal entendida piedad como un acto de
acedia:
56
El demonio de la Acedia
"Estar cerca de la espada es estar cerca de Dios, y encontrarse en medio de las fieras es
encontrarse en medio de Dios. Lo único que hace falta es que ello sea en nombre de
Jesucristo"59.
"En realidad, altos son mis pensamientos en Dios; pero he tenido que moderarme a mí
mismo, para no perecer por vanagloria. Porque ahora tengo mayores motivos de temer y
necesito no prestar atención a los que me engrandecen. A la verdad los que me alaban es
como si me azotasen. Cierto que deseo sufrir el martirio; pero no sé si soy digno de ello.
Porque mi acedia (=zélos) no la ven los demás, pero tanto más me combate a mí.
Necesito pues de la mansedumbre en la cual se desbarata al príncipe de este mundo" 60.
57
El demonio de la Acedia
Los diversos martirios que Prudencio celebra en los himnos del Peristéfanon,
son modelos que el poeta destaca para inspirar y animar a los cristianos del
común, que están empeñados en el combate de la vida cristiana: modelos que
han de inspirarlos para vivir una vida virtuosa, ennoblecida, digna de
redimidos que rechazan las tentaciones.
59
El demonio de la Acedia
En atención a los fieles a los que quiere confortar y edificar, Prudencio presenta
a Cipriano como ejemplo de fidelidad a las promesas del bautismo y de
firmeza en no volverse atrás hacia la vida supersticiosa y pecadora de su
pasado pagano. La envidia tiránica, cobrando forma de clemencia acediosa,
pretende precisamente eso, hacerlo volver atrás. Pero Cipriano quiere dar
ejemplo de fortaleza a toda su grey y Jesús le concede la gracia de convertirse
en un conductor de mártires (dux cruoris); en un maestro de la espiritualidad
martirial, creíble y autorizado porque practicó lo que predicaba.
Era ésta una segunda motivación que tenía la envidia de Satanás para
postergar y eludir su martirio. El martirio de Cipriano no sólo le abría al mismo
obispo las puertas del cielo, sino que dejaba un ejemplo influyente y un modelo
de conducta virtuosa para las generaciones venideras de creyentes. Siguiendo
el ejemplo de Cipriano, muchos cristianos comunes vencerían las tentaciones
de la carne con las que el tirano envidioso trata de encadenarlos a este mundo
efímero.
61
El demonio de la Acedia
que mi combate no había de ser tanto contra las fieras, cuanto contra el diablo; pero
estaba segura que la victoria estaba de mi parte"68.
Perpetua superó también otras pruebas del Maligno: las de los afectos del
corazón humano. Pruebas estas mucho más crueles y dolorosas, y por las que
podía agigantarse, para un corazón femenino, la tentación de entristecerse por
su martirio: desprenderse de su hijo de pecho, desoír las súplicas
desgarradoras de su padre, permaneciendo inflexible ante sus clamores
desesperados. Perpetua era la hija predilecta de su padre. Este era un cristiano
débil que no comprendía ni quería saber nada de martirio y a quien la
persecución, arrebatándole con el mismo zarpazo a la esposa y los hijos, iba a
dejar solo y desesperado. Como dice Perpetua dolorida y pensativamente: "era
el único que no iba a alegrarse". Pero ella cargaba sobre sí también ese dolor de
su progenitor, y el que le producía la imposibilidad de ceder para consolarlo;
pasando así por insensible, desamorada o despiadada, ante el autor de sus días.
No poder doblegarse a esos ruegos fue quizás mucho más duro para Perpetua
que desoír las amenazas y superar los tormentos de los enemigos69.
62
El demonio de la Acedia
El martirio se prorroga a menudo, por obra del demonio, porque éste teme su
derrota. Por eso, es el mártir mismo el que, lejos de huirla, sale al encuentro de
la muerte como a una victoria.
La mártir Felicitas, ruega para que se adelante el parto de su hijo y poder así
obviar el impedimento legal que no le permite participar en el martirio con su
amiga Perpetua y sus demás compañeros70. El Señor atiende sus oraciones y se
sirve adelantar su parto al octavo mes.
De Perpetua, leemos que: "ella misma llevó a la propia garganta la diestra vacilante
del gladiador novato. Tal vez mujer tan grandiosa no hubiera podido ser muerta de otro
modo, como quien era temida del espíritu inmundo, si ella misma no lo hubiera
querido"71. A esa altura del martirio, la muerte de la santa era una derrota para
el enemigo. Y lo fue la decisión de Perpetua de aceptarla tan animosa y
decididamente.
Ya vimos cómo Ignacio de Antioquía previene a los fieles de Roma para que no
impidan su martirio convirtiéndose en aliados del demonio que se lo quiere
impedir, ya sea haciendo que lo rechace por acedia, ya sea que acepte ser
sustraído por los buenos oficios de otros, ya sea evitando que las fieras lo
despedacen o postergándolo de cualquier otro modo:
63
El demonio de la Acedia
También es el mismo demonio quien impide que se recojan las reliquias del
mártir para honrarlas con amor: "El diablo, que siempre es enemigo de los justos,
como viera la fuerza del martirio y la grandeza de la pasión, su vida entera irreprensible
y el mérito aún mayor de su muerte, excogitó el modo para que no pudieran retirar los
nuestros el cuerpo del mártir, por más que había muchos que deseaban tener parte en
sus santos despojos"73.
1 Los pecados capitales son hábitos viciosos. Es decir, malas maneras de ver, de sentir y de pensar; malas
maneras de actuar y de vivir. Los hábitos, buenos o malos, se adquieren por repetición de actos. La repetición
de actos malos se hace, por fin, hábito de actuar mal, y se le llama vicio. El vicio da la facilidad y hasta el
gusto de obrar mal. Por el contrario, la repetición de actos buenos produce el hábito de obrar el bien que se
llama virtud.
Los pecados capitales son vicios. Se llaman capitales porque son como cabeza de otros vicios y pecados. Son
hábitos malos que generan otros vicios y actos malos. Generalmente se enumeran siete pecados capitales:
soberbia, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula y pereza. Algunos enumeran la tristeza, como pecado capital. La
envidia es una tristeza por el bien ajeno como si fuera mal propio. Y la acedia es la tristeza por el bien de
Dios, como si fuera un mal y es pecado capital.
Así que la lista de los pecados capitales es variable en número y en nombres, según los autores de la tradición
católica. Pero por encima de las diferencias de detalle hay un acuerdo sustancial de fondo.
2 Ni siquiera en todos. Por ejemplo: no hay artículo dedicado a la Acedia en el Diccionario Enciclopédico de
Teología Moral, de L. ROSSI - A. VALSECCHI (Ed. Paulinas, Madrid, 19804) ni en el Nuevo Diccionario de
Espiritualidad, de S. DE FIORES - R. GOFFI (Ed. Paulinas, Madrid, 1983). Por otra parte estos diccionarios no
dedican artículos a los pecados o vicios capitales, ni en particular ni en general. Tampoco tratan de los
pecados contra la Caridad.
6 Como resulta obvio por el contexto, el Catecismo se refiere a la pereza para creer: para los actos de piedad y
de las virtudes teologales. En realidad, la pereza es un efecto, entre otros, de la acedia o ceguera para el bien.
7 La tristeza se convierte en pecado por dos razones: cuando siendo tristeza por un mal, es exagerada o
excesiva; o cuando es tristeza por un bien, como es el caso de la envidia y la acedia. La tristeza no es pecado
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El demonio de la Acedia
cuando el motivo es justo y la tristeza es moderada, o sea proporcionada con el mal que la ocasiona. En este
caso la tristeza es justa e incluso virtuosa. Y hasta se podría pecar por defecto, no entristeciéndose cuando
hay motivo para ello.
8 Summa Theol. 2-2, q. 35, art. 2, c. Explicando, tras las huellas de S. Gregorio Magno, que la acedia es tristeza
por un bien, S. Tomás la define como envidia. Y señalando a qué gozo se opone esta tristeza, o sea al gozo de
la Caridad, muestra de qué manera se le opone la acedia a la Caridad.
10 El Catecismo de la Iglesia Católica sigue en esto una línea de la tradición de algunos Padres del monacato,
que considera la acedia por sus efectos prácticos en la vida del creyente, y en particular tal como se presenta,
por ejemplo, muy llamativamente, en la vida religiosa y monástica, donde el debilitamiento de la fe del
monje conlleva el abandono de los actos propios de su vida religiosa. Se presenta así como una pereza para
los actos espirituales interiores y exteriores.
Siguiendo a los Padres del monacato, otros clásicos de la espiritualidad, la relacionan y explican también
como pereza. Por ejemplo: el P. LA PUENTE S.J., en sus Meditaciones, I,24. Así lo hacen también autores
espirituales recientes como Francisco Fernández Carvajal, La Tibieza, (Cuadernos Palabra 60) Ed. Palabra,
Madrid 19788.
Otra línea de la tradición, representada por San Gregorio Magno y que Santo Tomás prefiere, la relaciona
principalmente con la tristeza y la envidia; y secundariamente con la pereza o tibieza, la cual, en este caso, no
es causa sino consecuencia, y por lo tanto no puede considerarse como pecado "capital".
11 Véanse nuestros estudios sobre el Go'el, el Dios-Pariente: Goel: Dios libera a los suyos, en: RB 33(1971/1) Nº
139, pp. 8-12. Aspectos Bíblicos de la Teología del Laicado. El Fiel Laico en el Horizonte de su Pertenencia.
en: Laicado: Comunión y Misión, H. Bojorge, J.A. Rovai, N.T. Auza, (Col. Teología) Ed. Paulinas, Bs. As. [24
Nov.] 1989; (14x21cms; 228 págs); pp. 7-111. [Trabajo presentado en la VIII Semana Nacional de Teología, de
la Sociedad Argentina de Teología, La Falda, Córdoba 1-4 Ag. 1988. Se publicó en Stromata en dos partes:
1988-1989] ver especialmente las pp. 50ss. Un trabajo más extenso sobre Goel: el Dios Pariente en la Cultura
bíblica está en prensa en la revista Stromata de 1998.
13 Dr. Alberto Sanguinetti Pbro. en su comentario a nuestro libro en Soleriana (Montevideo), 22 (1997/1) Nº 7,
p. 197-198.
16 B. HONINGS. Art.: Acedia, en: Dicc. de Espiritualidad (Dir. Ermanno ANCILLI) T.I, Col. 26.
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El demonio de la Acedia
18 "La caridad es una amistad del hombre con Dios", Summa Theol. 2a. 2ae. Q.23 Art.1, c
19 Aprecio, viene de precio, como caridad viene de caro. El amigo vale mucho para uno. Y eso se expresa a
veces con un don costoso.
20 Volveremos sobre esa ley, que formuló acertadamente San Ignacio de Loyola, cuando tratemos del
discernimiento ignaciano y la acedia (Ver 6.).
25 Véase 3. y 4.10.
28 Ver 2.3.
29 Filipenses 2,2.5. A esta transformación del corazón apunta, como es sabido, la devoción al Sagrado Corazón
de Jesús, surgida como una respuesta a los siglos de la acedia.
Un ejemplo cercano a nosotros de esa disimilitud y oposición de sentimientos con el mundo, es Teresa de los
Andes. De los muchos ejemplos que pueden espigarse en sus escritos, aducimos aquí algunos. En ocasiones
expresa su dolor por la acedia del mundo: "Me duele en el alma ver que el Amor no es conocido" (p.150); "Es
martirio el que padezco al ver que corazones nobles y bien nacidos, corazones capaces de amar el bien, no
amen el Bien Infinito e inmutable; que corazones agradecidos para las criaturas, no lo sean con Aquél que los
sustenta" (p. 134); "Cuando pienso que hay tan pocas almas que lo aman, me da una pena horrible" (p.137).
Pero ese dolor no la priva del gozo de la Caridad: "Vivir siempre muy alegres. Dios es alegría infinita" (p.
137). De ahí que pueda enfrentar lúcidamente la envidia del mundo: "Todavía me estoy riendo de lo que se
corre en el mundo de esta pobre carmelita. ¿Por qué quieren enturbiar, mamacita, su felicidad, diciéndole
que estoy triste, que lloro, etc.? ¿Por qué el mundo pretende despertar a los muertos para él, y encontrar en
aquellos que viven en los brazos de Jesús, tristezas? ¿No ve que es envidia del reposo, de la paz, de la
felicidad que inunda mi alma? ¡Cuán bien veo que los que inventan semejante mentira no conocen lo que es
vivir en el cielo del Carmelo y lo que es la gracia de la vocación! Además, si en mis cartas, mamacita, nota
usted alegría, felicidad. ¿Cómo puede creerme tan doble para expresarle lo que no siento?
30 Véase Daniel RUIZ BUENO, Padres Apostólicos, BAC Madrid 1950, pp. 179ss. Ruiz Bueno traduce los
términos griegos "zélos" y "fthonon", y a veces "baskanía", indistintamente por "emulación", "celo" o
"envidia", pero es claro que se trata de casos de acedia. El texto citado a continuación está en O.c. p. 181.
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El demonio de la Acedia
31 Ad Corintios IV,7-13
32 El Bien que no ve el tamarisco en el desierto, es la lluvia. En el plano espiritual, la lluvia significa las obras,
los dones y la gracia de Dios, y particularmente los bienes mesiánicos. El Padre de Jesús hace salir el sol, y
hace llover sobre buenos y malos (Mateo 5,45). Se trata del Rocío de lo Alto y del Sol de Justicia, nombres del
Mesías y de la Salvación mesiánica que él trae y ofrece indistintamente a todos los hombres. Zacarías canta
en el Benedictus: "Nos visitará el sol que nace de lo alto" (Lucas 2,78).
34 Jeremías 24,7; 31,31-34; 32,39; Ezequiel 36,26-27; Salmo 50(51),12; ver Jeremías 4,4; Oseas 2,22
37 Por agria, la levadura vieja, no renovada en la Pascua como estaba prescrito, nos habla de la acedia.
40 Los nombres que se le dan en griego a la acedia son: zelos, fthonon, y algunas veces baskanía
42 San Justino, Apología 1ª, 31,7, en: Daniel RUIZ BUENO, Padres Apologistas Griegos (S.II), BAC, Madrid
l954, cita en pág. 215.
43 "Es cierto que algunos predican a Cristo por envidia y rivalidad; mas hay también otros que lo hacen con
buena intención; éstos por amor, conscientes de que yo estoy puesto para defender el Evangelio; aquéllos,
por rivalidad, no con puras intenciones, creyendo aumentar la tribulación de mis cadenas. Pero ¿y qué? Al
fin y al cabo, hipócrita o sinceramente Cristo es anunciado, y esto me alegra y seguirá alegrándome"
(Filipenses 1,15-19).
47 "Si confesaban ser cristianos los volvía a interrogar segunda y tercera vez con amenaza de suplicios. A los
que persistían, los mandé ejecutar. Pues fuera lo que fuere lo que confesaban, lo que no ofrecía duda es que
su pertinacia y obstinación inflexible tenía que ser castigada" (O. y L. cit.)
48 Martirio de San Policarpo VIII, en: Actas de los Mártires, (ed. Daniel RUIZ BUENO, BAC Madrid 1950) p.
270-271
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El demonio de la Acedia
49 Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica V,1,60. Véase Daniel RUIZ BUENO, Actas de los Mártires p.152.
50 El contexto de la cita merece reproducirse íntegro como ejemplo de cómo se respondía a la burla como
persecución: "En cuanto a reírte de mí, llamándome cristiano, no sabes lo que dices. En primer lugar, porque,
siendo cristiano lo mismo que ungido, lo ungido es agradable y provechoso, y en modo alguno digno de risa.
Porque ¿qué nave puede ser provechosa y salvarse si no se la unge primero? ¿Qué casa o qué torre es de bella
forma o provechosa, si no se la unge? ¿Qué hombre al entrar en el mundo o al ir al combate no se unge con
aceite? ¿Qué obra o qué ornato puede tener bella apariencia, si no se la unge y abrillanta? En fin, el aire y
toda la tierra bajo el cielo está en cierto modo ungida por la luz y el viento. ¿Y tú no quieres ser ungido por el
óleo de Dios? Pues nosotros nos llamamos cristianos porque nos ungimos con el óleo de Dios" Los tres Libros
a Autólico, L.1º, 12; en: Daniel RUIZ BUENO, Padres Apologistas Griegos (S.II), p. 779.
51 Diálogo con Trifón, 9,2; Padres Apologistas griegos, Ed. cit. p.316
53 Como ya hemos notado, pero conviene insistir, de la palabra latina "invidentes" usada aquí por San
Agustín, derivan el latino "invidia" y el castellano "envidia".
54 "Odor iste vegetat diligentes, necat invidentes. Si enim non esset claritudo sanctorum, invidia non surgeret
impiorum (...) quanto amplius frangebantur, tanto amplius odor diffundebatur" S. Agustín, Sermón 273, El
Culto a los Mártires, Martirio de Fructuoso, Augurio y Eulogio (O.C. Ed. BAC T. XXV p.7-8). S. Agustín
aplica 2 Corintios 2,14-16.
56 Ya nos hemos referido antes a la expresión avergonzarse como término técnico de la parenesis martirial:
Marcos 8,38; ver Mateo 10,33; 2 Timoteo 1,7-8.12-13; Hebreos 10,32-39. En el Discurso de despedida en la
Ultima Cena, Jesús conforta a sus discípulos y los prepara para padecer: "en el mundo tendréis tribulación,
pero: ¡ánimo! yo he vencido al mundo" (Juan l6,33).
57 Tomás Moro, para confortarse a sí mismo mientras aguardaba y se preparaba al martirio en la Torre de
Londres, escribió su: Diálogo de la Fortaleza con la Tribulación, por el que merecería ser más famoso que por
su Utopía. La tesis central de este clásico de la literatura del sufrimiento, a todas luces disonante para los
oídos de nuestra acedia, es que las tribulaciones son tan necesarias para la salvación que sin ellas es
imposible salvarse.
58 Ad Romanos 5,3-6,3.
59 Ad Trallanos IV,2.
61 Ad Romanos 4,1.3
68
El demonio de la Acedia
62 Véase John PETRUCCIONE The Persecutor's Envy and the Martyr's Death in Peristephanon 13 and 7. en:
Sacris Erudiri 32,2 (1991) pp. 69-93. Este artículo nos inspiró para este numeral y lo utilizamos ampliamente.
63 Peristéfanon, quiere decir en griego, literalmente: "Acerca de la Corona", es decir, la corona del martirio
considerada como corona del triunfador.
65 San Justino, Apología 1ª, 5,1; en: Daniel RUIZ BUENO, Padres Apologistas Griegos(S.II), BAC, Madrid
1954, cita en p. 186.
66 O.c. VIII.
67 Comenta San Agustín: "Pisado fue, pues, el dragón con pie casto y planta vencedora, cuando apareció
aquella empinada escalera, por la que la bienaventurada Perpetua había de llegar a Dios" (Sermón CCLXXX,
PL 38, 1.280-85).
69 "Mi padre, consumido de pena, se cercó a mí con la intención de derribarme, y me dijo: Compadécete, hija
mía, de mis canas; compadécete de tu padre, si es que merezco ser llamado por ti con el nombre de padre. Si
con estas manos te he llevado hasta esa flor de tu edad, si te he preferido a todos tus hermanos, no me
entregues al oprobio de los hombres. Mira a tus hermanos, mira a tu madre y a tu tía materna; mira a tu
hijito, que no ha de poder sobrevivirte. Depón tus ánimos, no nos aniquiles a todos, pues ninguno de
nosotros podrá hablar libremente si a ti te pasa algo. Así hablaba como padre, llevado de su piedad, mientras
me besaba las manos y se arrojaba a mis pies y me llamaba, entre lágrimas, no ya su hija, sino su señora. Y yo
estaba transida de dolor por él, pues era el único de toda mi familia que no había de alegrarse de mi martirio
(...) Otro día (...) apareció mi padre con mi hijito en brazos, y me arrrancó del estrado suplicándome:
Compadécete del niño chiquito. Y el procurador Hilariano (...) dijo: Ten compasión de las canas de tu padre,
ten consideración de la tierna edad del niño. Sacrifica por la salud de los emperadores. Y yo respondí: No
sacrifico. (...) Y como mi padre se mantenía firme en su intento de derribarme, Hilariano dio orden de que se
le echara de allí, y aún le dieron de palos. Yo sentí los golpes a mi padre como si a mí misma me hubieran
apaleado. Así me dolí también por su infortunada vejez (...) Como el niño estaba acostumbrado a tomarme el
pecho y estar conmmigo en la cárcel, envié al diácono Pomponio a reclamárselo a mi padre. Pero mi padre no
lo quiso entregar, y por quererlo así Dios, ni el niño echó ya de menos los pechos ni yo sentí más hervor en
ellos" (Acta del Martirio de Perpetua, Felicidad y Compañeros, V, (O.c. p. 424-426).
72 Ad Romanos 7,1-2.
69
El demonio de la Acedia
Dijimos cómo la dulzura del amor a Dios puede agriarse y el fervor enfriarse.
Esto es algo que sabemos, tanto en teoría como por experiencia, sobre todo los
religiosos. Y digo sobre todo nosotros, porque es sobre todo a nosotros que se
nos ha advertido de ese peligro ya desde el noviciado, cuando por lo común
nos parecía una posibilidad más bien teórica; pero también, porque es sobre
todo a nosotros que nos pasa el enfriarnos, y agriársenos el vino de la caridad,
a pesar de todas las advertencias. A Santa Teresa le pasó; y en sus escritos se
puede ir a ver la descripción de su crisis espiritual, que fue una crisis de
acedia74.
Sin saber cómo ni por qué — esto es cosa que vamos a tratar de comprender y
explicar en el capítulo séptimo — por una lenta e insensible transformación
espiritual, lo que un día resultaba dulce y fuente de dulzura, lo que encendía
en calor de devoción, lo que hacía fácil pagar los costos de vivir según Dios,
termina haciéndose tedioso, insoportable. Entonces, si no se supera la prueba,
70
El demonio de la Acedia
La vida sacramental, que fue fuerza y alimento para andar alegres por el
camino de Dios y los rumbos de sus promesas, se convierte en una obligación y
una carga. Cuando se puede, como es el caso de los laicos, se la abandona.
Cuando no se puede, como suele ser el caso de los religiosos, por lo general
más atados por compromisos institucionales, se la mantiene formalmente: "este
pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí" (Isaías 29,13). O
refunfuñando, como murmuraban los israelitas en el desierto: "estamos hartos de
este manjar miserable" (Números 21,5).
A semejanza del pueblo de Israel que "se impacientó por el camino" (Números
21,4), se abandona el de las virtudes teologales y se rumbea por otros, de vuelta
a Egipto y a los consuelos que dan las creaturas.
71
El demonio de la Acedia
"Más les valiera no haber conocido el camino de la justicia que, una vez conocido,
volverse atrás del santo precepto que les fue trasmitido. Les ha sucedido lo de aquel
Proverbio (26,11) tan cierto: `el perro vuelve a su vómito' y `la puerca lavada, a
revolcarse en el barro'" (2ª Pedro 2,22).
Entre las últimas cenizas del amor divino que ya no quema el corazón, y dado
que éste necesita algún calor, se le proporciona el de las emociones — que ojalá
sean siempre inocentes — de la industria del entretenimiento. Da pena ver a
religiosos — y por qué no, también a los cristianos, destinados por vocación
72
El demonio de la Acedia
73
El demonio de la Acedia
Pero no hay que dejarse deslumbrar incautamente por el brillo de las virtudes
humanas cuando éstas se nutren de la savia restada a las teologales79.
Hay que reconocer, con todo, que ir a refugiarse en el consuelo de las virtudes
morales y humanas cuando se han abandonado las teologales, no es la peor
forma de fuga hacia las cosas. Dice Santo Tomás, citando a Aristóteles: "nadie
puede permanecer largo tiempo en la tristeza, sin delectación". Y comentando
estas palabras del Filósofo, continúa: "es necesario que de la tristeza se origine
alguna otra cosa. Y esto puede suceder de dos maneras: la primera, alejándose
el hombre de las cosas que lo contristan [llamémosle la fuerza teófuga de la
acedia], y la otra, pasando a otras cosas en las que se deleita [llamémosle la
74
El demonio de la Acedia
Por una lógica interna, la pérdida del gozo de Dios, que tiene su fuente en la fe,
tiende a dejar al hombre a merced de los apetitos y placeres naturales. En la
"rodada cuesta abajo" que origina la fuerza cosípeta de la acedia, hay muchos
niveles y escalones. Y el que nos ha ocupado no es el más bajo.
Siendo la acedia tristeza por el bien de Dios, y por todos los bienes espirituales
derivados y conexos con dicho bien, esos bienes, en cuanto que entristecen,
terminan por hacerse odiosos como veremos comprobado por múltiples hechos
de experiencia.
75
El demonio de la Acedia
76
El demonio de la Acedia
apartar de Dios y reconducir a las cosas. Siglo tras siglo, desde el XVIII hasta el
nuestro, la acedia no cejó de corroer los bienes de que se goza la caridad, con
una constancia sobrehumana y por lo tanto no fácilmente explicable por
factores puramente intrahistóricos.
77
El demonio de la Acedia
relaciones con la Edad Moderna: por todas partes encontraba en ellas ideas y
valores cuyo abolengo cristiano era manifiesto, y que, sin embargo, eran
presentadas como pertenecientes al patrimonio común. En todas partes
tropezaba con elementos del patrimonio cristiano, que, sin embargo, eran
esgrimidos contra él"85.
Ante esta hipocresía de la Edad Moderna, Guardini reclama: "Es preciso que el
incrédulo salga de la niebla de la secularización, que renuncie al beneficio
abusivo de negar la Revelación, apropiándose sin embargo de los valores y
energías desarrolladas por ella; es preciso que ponga en práctica seriamente la
existencia sin Cristo y sin el Dios revelado por El, y que tenga la experiencia de
lo que eso significa"87.
79
El demonio de la Acedia
Acedia y Apostasía
80
El demonio de la Acedia
Esas indiferencias o tristezas por bienes que deberían alegrar, son acedia.
Espontáneamente acude a la memoria el ejemplo de los diarios de viajeros
protestantes a través de países católicos, como España o América española, que
miraron a estos pueblos desde afuera y fustigaron sus costumbres desde sus
prejuicios anticatólicos. Si en ellos esos prejuicios son comprensibles, lo son
menos en gobernantes que mamaron en pechos de piadosas criollas católicas.
Sin el conocimiento de la acedia y de la lluvia ácida, nos hubiera resultado del
todo incomprensible la verdadera entidad espiritual y religiosa de estos
hechos.
81
El demonio de la Acedia
Como me los definió con frase certera una religiosa,son otro tipo humano que
padece de acedia.
Puede decirse a veces, en su descargo, que son fruto de una cierta forma de
violencia religiosa, por imposición de las formas exteriores de la piedad,
desentendiéndose de la motivación interior. Pero el fenómeno merece atención
y análisis, para comprender que se trata de acedia.
Como incapacidad de alegrarse en, con y por Dios, la acedia es la causa de que
no se le vea sentido a la práctica dominical. Santo Tomás observa que: "La
acedia contraría el precepto de la santificación del Domingo, en el cual, en
cuanto es precepto moral, se manda el descanso de la mente en Dios, y a la cual
santificación del Domingo se opone la tristeza de la mente acerca del bien
divino"94.
Los católicos que no van a Misa por acedia — porque no es la acedia el único
motivo de la inasistencia — son creyentes tristes o tristes creyentes, en cuanto
82
El demonio de la Acedia
están privados del gozo de la caridad. Lo cual no significa negar que puedan
ser gente muy sana y divertida por otros motivos y en otros sentidos.
Gozo y Consolación
En efecto, el conmoverse corre por cuenta del fiel, y de la acción del Espíritu
Santo en cada alma. Sería injusto imponerle a la liturgia — ni pre ni
postconciliar — la misión, ni cargarla con la responsabilidad o con la culpa, del
entristecimiento o avinagramiento de la Caridad en amplios sectores del
pueblo católico. Pero su inasistencia a Misa arguye de la pujanza del mal de
acedia.
84
El demonio de la Acedia
Las campanas han sido secularmente medio de expresión de los gozos y de los
duelos de la comunidad creyente. Que es tanto como decir los gozos y las
tristezas de la caridad.
85
El demonio de la Acedia
Han dado satisfacción a la acedia, pensando quizás que era un deber de buena
vecindad o hasta un asunto de derechos humanos. Pero lo han hecho a costa de
los derechos de los fieles, y sin reparar en sus sentimientos. Esta insensibilidad
no sólo no excusa de culpa, la agrava. Porque esa ceguera para el bien de los
fieles ¿no arguye un cierto grado de indiferencia y de complicidad con los
motivos de la acedia? En efecto, los derechos de los fieles que han sido pasados
por alto y postergados, son los de la Iglesia, y en último término los de Dios. La
equidad exigiría dar a cada uno lo suyo con igual sensibilidad para las razones
de la acedia que para las de la caridad. Y no parece que el silencio de las
campanas, donde se ha impuesto, haya resultado de un juicio ecuánime.
Sería triste que el terror de los malvados impusiera silencio a los pajaritos. Y
más triste que los pajaritos se aviniesen a quedarse callados por ceder al
capricho tiránico de los avinagrados y a sus falsas razones. Como le pasó al
zorzalito de la fábula de Castellani, ante la crítica del gorrión.
86
El demonio de la Acedia
"Yo me acuerdo y se me derrama el alma por dentro, cómo iba entre los gritos de júbilo
y alabanza de la muchedumbre festiva" (Salmo 42,5)
Ese día, cada año, intencionada coincidencia, tenía lugar el clásico de fútbol en
el estadio Centenario. Y naturalmente tanto El Diario de esa tarde, como El
Día, al día siguiente, se ocupaban del estadio e ignoraban la procesión. El
clásico de fútbol servía de coartada para que los diarios pudiesen hablar de
otra cosa. Eramos la mayoría ignorada.
87
El demonio de la Acedia
Nos ignoraban de la misma manera que se quiere ignorar hoy, por citar un
ejemplo actual, al millón de jóvenes que peregrina a pie a Luján. Alguien hay
que organiza, aún hoy, porque eso no se organiza solo ni casualmente, la
venida de Madonna y de Michel Jackson para ese mismo 8 de Octubre, como
pude observar, estando en Argentina, en l993. Alguien dirige aún hoy, el
manejo minimizante y superficial de la cobertura informativa sobre ese
acontecimiento, a través de los medios de comunicación. Un millón de jóvenes
a pie, caminando decenas de kilómetros, no se puede pasar a la página
cincuenta y tres del tabloide, como estilan hacerlo, si no hay algún pretexto;
algo con qué ocupar la primera página y las páginas centrales.
88
El demonio de la Acedia
Sin fe es imposible ver las obras del Resucitado y alegrarse de su acción. Peor
aún: sin fe, es posible permanecer insensible o llegar hasta a empeñarse en
combatir, como si fueran males, los bienes de la gracia, los carismas y los dones
del Espíritu; oponerse a las obras de Dios; ponerse a pedir signos sin ver los
que rompen los ojos y decir NO a las fiestas de Dios.
89
El demonio de la Acedia
90
El demonio de la Acedia
Con su porte exterior, por más chocante que hoy resulte a los que llevamos el
alma calada hasta los tuétanos por la llovizna cultural de la acedia, mostraban
el Bien de la Tierra Interior, el Bien celestial, en el que entran y pueden
contemplar los nacidos de lo alto. En ellos resonaba la voz del viento del
Espíritu, que es audible, pero no se sabe de dónde viene ni a dónde va.
Hoy no sólo se han perdido formas del fervor sino también de la reverencia.
Alguien podría pensar que se trate de una mayor confianza, cercanía y
familiaridad con Dios y por lo tanto de un progreso. Pero la cercanía de Dios
no se experimenta a costa de su distancia y su grandeza. La familiaridad
verdadera tutela el respeto; y la comunión se espanta de la profanación. Es un
real problema pastoral ese deslizamiento insensible que conduce a muchos a
tomar en vano, ya no sólo el Santo Nombre, sino también el Santo Cuerpo y
Sangre: "menospreciaron una tierra envidiable".
91
El demonio de la Acedia
92
El demonio de la Acedia
Tales son por ejemplo las personas creyentes, piadosas o religiosas. Tales los
predicadores, que inducen con su predicación o con su ejemplo (como es el
caso precisamente del humilde pueblo fiel), a los bienes espirituales99.
93
El demonio de la Acedia
94
El demonio de la Acedia
Concept" en Current Sociology, 29(l981)2, pp. 68-69). Soneira concluye: "O sea
que el proceso de seuclarización no es un proceso necesario y lineal, sino más
bien dialéctico, producto de actores, personas y grupos, con intereses concretos
contradictorios. Por lo tanto, procesos de desecularización y resecularización
son también concebibles" (L.cit.).
Los Mass Media, no sólo ignoran por lo general el bien allí donde está, no sólo
impiden reconocerlo, sino que contribuyen a oscurecer el juicio sobre el bien y
el mal (Isaías 5,20).
95
El demonio de la Acedia
Lluvia ácida
El inerme consumidor de los Mass Media, recibe así una visión distorsionada y
a veces pervertida, de la realidad del mundo. Los Medios que lo informan,
escamoteándole la visión del bien, le confiscan a menudo su capacidad de
observación y de juicio, le enjuagan la memoria con un torrente de
información. El hombre está cada vez más sobreinformado y cada vez menos
enterado.
96
El demonio de la Acedia
último del hombre, así como la conciencia de que la dignidad del hombre
reposa en, y dimana de, su condición de creatura, y que por lo mismo se realiza
en su relación con su Creador, y en el asumir sus responsabilidades respecto de
las demás creaturas107 Pero no sólo la prensa invade el tiempo dominical. Las
ofertas de la industria del espectáculo, que es superfluo elencar, rivalizan ese
día en conquistar el tiempo de grandes y chicos. .
97
El demonio de la Acedia
98
El demonio de la Acedia
estaba convencido de que no era cristiano, había algo por qué luchar, algo en que
jugárselo todo, a vida o muerte. Pero ahora que el mundo, de forma engreída y
tranquilona, está convencido de que es cristiano, ahora, naturalmente, la exageración
del cristiano verdadero, sólo es algo para tomarlo a la risa. La confusión, evidentemente
es mucho más terrible que en los primeros tiempos del cristianismo. Desde luego,
entonces era terrible, pero había sentido en que el mundo luchase a vida o muerte contra
el cristianismo. En cambio ahora ¿no es algo lindante con la insensatez, esa sonrisa
levemente sarcástica que tiene que soportar el verdadero cristiano de parte del actual
irenismo superior de nuestro mundo convencidamente cristiano?" S. Kierkegaard,
Las Obras del Amor, I, p. 336-337. .
Este crimen lo llamó Jesús: "escandalizar a los pequeños que creen en mí"
(Marcos 9,42 y paralelos), y lo juzgó digno — como hemos dicho — de un
durísimo castigo. Pablo tuvo que exhortar a Timoteo — nada menos — a no
avergonzarse del evangelio, ni de las cadenas de San Pablo (2 Timoteo 1,8.12).
99
El demonio de la Acedia
Afín a este mismo fenómeno espiritual, por otro extremo que sólo en apariencia
le es opuesto, están las asociaciones negativas de los símbolos, objetos y
personas sagradas en espectáculos del género de terror.
100
El demonio de la Acedia
Entre todas las formas de persecución, quizás sea la burla la más cobarde e
innoble. Sin embargo, desde el Viernes Santo hasta el fin de los tiempos
acompaña y rodea a la Cruz, al Crucificado y a su Iglesia: "peregrina entre las
persecuciones del mundo y los consuelos de Dios"113.
101
El demonio de la Acedia
honor y respeto, aunque todos en diversa forma, pues a cada uno se le debe el
propio.
102
El demonio de la Acedia
En el juicio final de las naciones paganas (Mateo 25, 31-46), se dice que éstas
serán juzgadas por su actitud misericorde o inmisericorde respecto de los
"hermanitos míos más pequeños".
Sería innecesario tener que decirlo y menos aún tener que argumentarlo y
probarlo con textos, si la exégesis racionalista y kantiana, no hubiera
103
El demonio de la Acedia
Son numerosos los textos evangélicos que enseñan esta ley de solidaridad e
identificación entre Jesús y los que creen en El. En ellos Jesús se refiere a sus
discípulos con el título de "pequeños". He aquí algunos tomados del mismo
Mateo:
"Quien a vosotros recibe a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquél que me
ha enviado...y todo aquél que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos
pequeños por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa" (Mateo
10,40.42).
104
El demonio de la Acedia
La acedia tiene por objeto a Dios y a todo lo que tiene relación con El, los
hombres con él vinculados, su lenguaje, los signos, símbolos y acciones
simbólicas que expresan esa relación.
Pues bien, Blanca Nieves goza de mayor protección legal que un Crucifijo o
que las personas mismas de Cristo y de María116. Las imágenes sagradas de los
católicos no están protegidas, no ya contra su uso, sino contra cualquier abuso.
105
El demonio de la Acedia
Se puede abusar de ellas para todos los fines imaginables y los católicos no
tienen ninguna forma de oponerse y reclamar por caminos legales.
No hay amparo legal para este grupo humano cuyas imágenes son así
manipuladas y destruídas por la más moderna y sofisticada ingeniería de la
imagen, puesta al servicio de la acedia. No hay amparo legal para los
sentimientos de los fieles así agredidos en su imaginario creyente. Y no
estamos hablando de países musulmanes sino de países como Italia, España y
Argentina, donde hay mayorías católicas ultrajadas por minorías despóticas.
El Envilecimiento de la Conciencia
106
El demonio de la Acedia
En efecto: algunos creyentes, imaginando que así lograrán evitar las burlas de
la acedia, toman distancia de la Iglesia y se suman al coro del mundo hostil.
Asumen la autodenigración como forma de elegancia, de distinción; como sello
o blasón de libertad de espíritu.
107
El demonio de la Acedia
En los procesos que en los regímenes comunistas llevaban a cabo los tribunales
del pueblo, se procuraba arrancar la autoacusación mediante halagos o
amenazas. En cuanto apuntaban a arrancar la confesión de que había sido malo
todo cuanto el creyente antes reputara bueno, estos procesos procuraban
inducir la acedia y provocar la apostasía. El solo hecho de estar en la mira del
aparato policíaco comunista y de sus crueles métodos disuasorios, eran
motivos suficientes para que más de un creyente estuviera tentado de
lamentarse de su fe.
108
El demonio de la Acedia
109
El demonio de la Acedia
que rompieran con ese pasado, lo cual equivalía a romper con la obra de Dios
en dos mil años de Iglesia.
En otros tiempos, relativamente más felices, ocurría que algún que otro
creyente envidiara, más o menos ocultamente, la suerte de los infieles, porque
— por ejemplo — no tenían que guardar los mandamientos y demás
obligaciones de la vida cristiana. Claro acto de acedia, o sea de tristeza por el
bien propio; y, en este caso, por el bien de ese camino de sabiduría que son las
Diez Palabras. Pero en comparación con eso, la calamidad que descargó en este
siglo sobre los católicos, los presionó a maldecir de sí mismos y los acusó de
gravísimos cargos, como enemigos de la Humanidad y del bien común, sólo
parece comparable a la acusación neroniana. Aunque por lo masivo y artero de
sus métodos, quizás no tenga igual en el pasado.
Tatiana Goricheva experimentó en carne propia lo que puso por título a uno de
sus libros "Hablar de Dios resulta peligroso". Bien pudo decir, sencillamente, que
era peligroso el mero hecho de creer en Dios120.
110
El demonio de la Acedia
Versión Occidental
111
El demonio de la Acedia
"El Occidente, que no posee censura, opera sin embargo una selección puntillosa al
separar las ideas de moda de las que no lo son: y aún cuando estas últimas no se apagan
por la fuerza de una prohibición, no pueden expresarse verdaderamente ni en la prensa
periódica, ni en el libro, ni por la enseñanza universitaria. El espíritu de vuestros
investigadores es libre jurídicamente, pero está investido por todas partes por la moda"
Pero en el fondo se trata de lo mismo. En ambos mundos, cada uno con sus
métodos propios, lo que se busca es la "reeducación", o sea una cierta
domesticación de la Iglesia. Se trata sólo de versiones diferentes de un mismo
sueño. La versión occidental del sueño marxista que aspira a las Iglesias
católicas nacionales, domesticadas por el César, es una Iglesia "del mundo",
dócil a los poderes políticos mundiales.
112
El demonio de la Acedia
"A este autoanálisis flagelador, practicado por muchos contra la propia Iglesia católica,
se unía una disposición poco menos que angustiosa a aceptar con absoluta seriedad todo
el arsenal de las acusaciones contra la Iglesia, sin excluir una sola. Y esto significaba, al
mismo tiempo, un cuidadoso esfuerzo por no volver a incurrir en nuevas culpas ante
los otros, por aprender de ellos, y hasta donde ello fuere posible, por no buscar ni ver en
ellos sino los aspectos positivos. Esta radicalización de la fundamental exigencia bíblica
de la conversión y del amor al prójimo, desembocó en la inseguridad de la propia
identidad, que se estaba cuestionando por doquier, pero sobre todo, en la profunda
ruptura respecto de la propia historia, cuyas páginas se antojaban totalmente salpicadas
de suciedad, de suerte que se hacía de todo punto impresincible un comienzo
radicalmente nuevo"
Las palabras del Card. Ratzinger, describen una actitud de acedia: una
disposición a dar por malos, indiscriminadamente, todos los bienes propios, y a
declarar bueno todo lo ajeno.
A tan deplorable situación llegan algunos creyentes por no tener bien claro que
— como ya lo prevenía Jesús mismo — "no se puede servir a dos señores". No
es posible tener contentos a Dios y al Mundo.
entrar en combate con la oposición mundana (...) ¡Ah, el mundo piensa muy poco o
nada en Dios! A esto se debe el que no pueda por menos de interpretar al revés toda
forma de vida cuyo pensamiento más esencial y constante sea cabalmente el
pensamiento de Dios"125. Leo Moulin, un ateo y agnóstico, insospechable de
parcialidad procatólica, dice en este mismo sentido, con la autoridad que le da
su condición de catedrático de historia: "Haced caso a este viejo incrédulo que
sabe lo que dice: la obra maestra de la propaganda anticristiana es haber
logrado crear en los cristianos, sobre todo en los católicos, una mala conciencia,
infundiéndoles la inquietud, cuando no la vergüenza, por su propia historia. A
fuerza de insistir, desde la Reforma hasta nuestros días, han conseguido
convenceros de que sois los responsables de todos o casi todos los males del
mundo. Os han paralizado en la autocrítica masoquista para neutralizar la
crítica de lo que ha ocupado vuestro lugar.
114
El demonio de la Acedia
"Dióseos toda gloria y dilatación y vino a cumplirse lo que está escrito: 'Comió y bebió
y se dilató y engordó y recalcitró el amado' (Deuteronomio 32,15). De ahí nacieron
emulaciones y envidia, contienda y partidos, persecución y desorden, guerra y
115
El demonio de la Acedia
cautividad. Así se levantaron los "sin honor contra los honrados", los sin gloria contra
los gloriosos, los insensatos contra los sensatos, los jóvenes contra los ancianos. La
justicia y la paz huyeron lejos de vosotros, por haber abandonado cada uno el temor de
Dios y dejar que se debilitaran los ojos de la fe en El. Ya no caminábais según las
ordenaciones de sus mandamientos ni llevábais una conducta conforme a Cristo, sino
que cada cual se extravió por las sendas de las pasiones de su corazón malvado,
habiendo concebido dentro de vosotros una acedia injusta e impía"127.
¿Dónde están hoy — en cambio — los elogios al ser creyente? ¿Dónde los
elogios al pueblo católico? La misma palabra católico va en camino de
convertirse en nombre que avergüenza.
116
El demonio de la Acedia
Lo que decía ya San Pablo a sus Gálatas sigue teniendo hoy particular vigencia:
"Si os mordéis y os devoráis mutuamente, ¡mirad no vayáis mutuamente a destruiros!"
(Gálatas 5,15). Cuando se deja de mirar el bien que Dios obra y de gozarse en
él, la acedia abre la puerta a la autocontemplación, a la necesidad de
autojustificarse por las propias obras, a la discusión por el bien a realizar, o por
el bien no realizado129.
En este contexto surgen las discusiones nocivas a que alude San Pablo y de las
que tenemos huellas en la restante literatura cristiana primitiva. Qué hacer,
hasta dónde ceder, si readmitir o no a los lapsi (los que habían apostatado en la
prueba), bajo qué condiciones. El tratado de San Cipriano sobre la Persecución
es un ejemplo de esta situación de perplejidad eclesial, en el que la persecución
proyecta sombras de irritación dentro de la Iglesia y acusaciones mutuas de
rigorismo o laxismo.
119
El demonio de la Acedia
Es algo feo, como avergonzarse de los propios padres. Suele suceder que la fe
que se recibió en un ambiente humilde, o de personas muy humildes, ya no
prestigia más al promovido intelectual, social y económicamente.
Dado que esos humildes son fieles — y son capaces de permanecer fieles
precisamente porque son humildes — son conservadores. Fastidiosamente
conservadores. Se empeñan, aferrados a sus fidelidades, en conservar cosas que
resultan anticuadas e irritantes a los ojos del mundo del progreso. Cosas que
los promovidos piensan que hay que olvidar.
Ríos de tinta "culta" han corrido para tratar de hacer potable y permitir tragar
la oblea de lo que se dio en llamar con esos nombres para defenderlo de
120
El demonio de la Acedia
121
El demonio de la Acedia
Creo que lo que sigue ayudará a comprender hasta qué punto se equivocan en
su mirada sobre el pueblo creyente.
El pueblo fiel acude a sus santuarios a pedir bautismo para sus hijos tanto
como trabajo, pan, salud, ayuda en situaciones económicas y afectivas,
laborales y familiares. Todo, en fin, lo que toca a sus vidas humanas. Viven
todo esto religiosamente y creyentemente. Ellos no han tenido que esperar ni al
Concilio Vaticano II, ni a la Christifideles Laici, para hacer lo que Dios les
manda y la Iglesia les enseña: "consagrar las realidades temporales". En eso de
tomar amorosa, religiosa y obedientemente la tierra, el trabajo, la mujer y los
hijos, son como Abraham.
Por el contrario, en los altivos y despectivos reproches que se les hacen, sí que
hay regustos de herejías: maniqueo-cátara (="la materia es mala"); o luterana
(="la naturaleza humana está totalmente corrompida"); o de un espiritualismo
122
El demonio de la Acedia
Después han venido los interesados en sacar patente de corso contra los
hermanos en la fe, y han embrollado la palabra "hermano" entendiéndola —
como hemos visto — en brumoso sentido filantrópico. Pero en esto: "apartan
sus oídos de la verdad" (2 Timoteo 4,4).
123
El demonio de la Acedia
San Pablo arroja sobre ellos acusaciones graves, afirmando que se mueven por
motivos de codicia, que son fautores de desastres en muchas familias, y que
van halagando las pasiones de mujerzuelas. Cualidades nada recomendables
para reconocerles liderazgo ni magisterio moral o religioso. Pablo pone en
guardia a Timoteo contra ellos diciendo: "siendo más amantes de los placeres que
de Dios, tendrán la apariencia de la piedad, pero desmentirán su eficacia" (2 Timoteo
3,5).
124
El demonio de la Acedia
inauguran un abuso del mismo estilo, queriendo traer a Dios a sus fines
(Hechos 5,1-11). Y esta actitud espiritual es la misma que Jesús reprobaba en los
escribas, quienes recababan honores y ganancia de su saber religioso (Marcos
12,38-40).
Los gnósticos se gloriaban de su ciencia. Pero la suya era una ciencia sin
caridad, conocimiento sin amor. En su ejemplo brilla el mecanismo de la
acedia: menosprecian a los simples fieles, a quienes consideran ignorantes. Son
ciegos para la fidelidad y la caridad que hay en ellos sin tanto alarde de
teologías. Gnosis es acedia, es ciencia que extingue el gozo de la caridad. Al
estilo de las razones de Judas.
Es un hecho en que se repara poco, pero al que bien vale la pena atender, para
comprender sus causas, entenderlo y ubicarlo.
¿Por qué las palabras más hermosas y dignas del lenguaje creyente,
precisamente las que designan las realidades más bellas y santas relativas al
amor a Dios y al prójimo, es decir a la Caridad, están como manchadas y
profanadas?
125
El demonio de la Acedia
Beato. Devoto.
¿Dónde está el motivo para despreciar esos dones y obras de Dios en sus fieles
humildes? ¿Qué importancia tienen estos pequeños, estos pobres de Yavé, para
que merezcan ser tenidos en cuenta para descalificarlos cuando sería suficiente
ignorarlos? ¿Qué motivo sino la acedia puede trastocar así en motivo de
desprecio lo que debería ser motivo de aprecio? ¿Qué crimen tan grave puede
hallarse en estas almas, para descalificar tan grandes dones del Señor? ¿O por
qué la falsedad de algunas, puede dar motivo a descalificar a tantas? Por
acedia.
Hay que advertir, entender y cortar este abuso del lenguaje, con firmeza y justa
indignación.
Caridad
La Caridad es "Amor a Dios sobre todas las cosas y de las creaturas por amor a
Dios" (CIC 2093).
La acedia propone, por el contrario, que es mejor amar al otro por sí mismo que
amarlo por Dios. Y el acedioso quiere ser amado por sí mismo, no por amor a
127
El demonio de la Acedia
Lo que se presenta como una defensa del derecho a ser amado por uno mismo,
sin relación a su Creador o Salvador, es, en realidad, desentenderse del orden
de la Creación y de la Redención, y por ese camino, desentenderse de un hecho
de fe: que el Amor de Dios es fuente y garantía de todos los amores, y que, por
serlo los fundamenta, los posibilita y los rige.
La Caridad es el amor a la creatura, más fiel a lo que ella es; es el amor más
veraz y fiel a su verdad. Porque la creatura es relación a su Creador y Salvador.
Ignorar esa relación es ignorar su verdad. La creatura viene de Dios, va a Dios,
ha sido comprada y rescatada por la sangre de Cristo. ¿Quién puede pensar
que la ama respetando su verdad, si aspira a la vez a ignorar sus relaciones
constitutivas con su Creador y Salvador? El que rechaza esas relaciones como
motivos de amor, no sólo se pone al margen de la caridad, sino que está ya al
margen de la fe; no sólo está lejos del buen amor, sino lejos de la verdad.
Pretender amar a los demás por sí mismos, sin tener en cuenta su verdad de
creatura redimida, no sólo no es amarlos mejor, sino es, en realidad, odiar lo
que son y rechazar su auténtico bien, que es su relación con Dios.
128
El demonio de la Acedia
Limosna
129
El demonio de la Acedia
La eleemosyne o limosna es, pues, más que una determinada obra, una actitud
del corazón ante el prójimo, que no es ciega ni insensible, sino que ve su
necesidad y trata de ponerle remedio. Es la perfección de la justicia cristiana,
como lo enseña Jesucristo: "Bienaventurados los misericordiosos" (Mateo 5,7),
poniendo como ejemplo la conducta misericordiosa del Padre (Lucas 6,36). Y
como lo enseña también Juan Pablo II en su Encíclica Dives in Misericordia
(=Rico en Misericordia). Se trata nada menos que de la justicia cristiana en
cuanto debe exceder a la de los escribas y de los paganos (Mateo 5,20.46-47),
incluyendo el amor a los enemigos.
La devaluación de esta palabra toca por lo tanto al corazón mismo del ser
cristiano y priva al lenguaje creyente de un vocablo esencial para expresarse a
130
El demonio de la Acedia
Católico, catolicismo
Los términos 'católico, catolicismo, Iglesia católica' tienden cada vez más a
evitarse y a ser reemplazadas por 'cristiano' y otras formas más o menos
circunlocutorias, aún dentro de la Iglesia católica y por parte de sus líderes.
Para la ideología liberal, según la cual todas las religiones son iguales y con
mayor razón son iguales todas las iglesias cristianas, la sustitución de 'católico'
por 'cristiano', fija, en el uso del idioma, la tesis de la indiferencia religiosa, y
contribuye a difuminar lo propio y diferencialmente católico. Lo específico
católico se reduce por subsumción en lo genérico cristiano. Y si esto se diluye
todavía en lo 'occidental-cristiano', la muerte o desaparición lingüística se ha
consumado. Pero a esta tendencia lingüística más propia de las mentalidades y
hábitos mentales liberales, se suma otra, más propia de la vertiente ideológica
de izquierda. Esta, preferencia reservar el uso de los términos católico-a,
catolicismo, Iglesia católica, para los caso en que se señalan los 'abusos
católicos' y todas las leyendas negras de la historia de la Iglesia, como
precisamente opuestos a los principios y la conducta cristiana. Por este camino,
la palabra 'católico-a' terminará por irse cargando, en un futuro, como ha ido
131
El demonio de la Acedia
Hemos dado una serie de ejemplos, pero uno puede preguntarse: ¿qué palabra
hay que no haya sido manchada en el vocabulario de la comunidad creyente?
O, como deploraba el Concilio Vaticano I ya en el siglo pasado ¿qué nombre de
los venerables misterios de nuestra fe no es profanado con sentidos ajenos y
aún contrarios al propio?
132
El demonio de la Acedia
En sus reglas, San Ignacio aconseja alabar las prácticas sacramentales, cultuales,
rituales y devocionales del pueblo fiel católico. Son de alabar la confesión y
comunión frecuentes, el oir misa a menudo, los cantos, salmos y largas
oraciones en los templos y fuera de ellos, los rezos, cantos del Oficio Divino, la
vida consagrada en religión con votos de obediencia, castidad y pobreza, la
veneración de reliquias de santos y el invocarlos como intercesores, visitas y
estaciones de iglesias, peregrinaciones, indulgencias, candelas encendidas,
ayunos y abstinencias, penitencias interiores y exteriores, ornamentos y
edificios de iglesias, imágenes de santos y del Señor, preceptos de la Iglesia,
etcétera.
75 Esta obturación y obduración de la conciencia es un mecanismo que los Padres comparan con lo que
hicieron los filisteos rellenando de tierra los pozos que cavara el patriarca Jacob: "Cuando Dios creó al
hombre, puso en él un germen divino, una especie de facultad más viva y luminosa que una chispa, para
iluminar el alma y permitirle discernir entre el bien y el mal. Es lo que llamamos conciencia, que no es sino la
ley natural. Ella está representada - según los Padres - por los pozos que cavó Jacob y que los filisteos
llenaron de tierra" (Génesis 26,15-18). Doroteo de Gaza, Conferencias,(Ed. Fernando Rivas OSB, Bs.As.
Ecuam 1990) 3ª Conferencia: La Conciencia; p.25.
134
El demonio de la Acedia
76 San Bernardo explica que los laicos ni siquiera suelen darse cuenta de este vicio porque están distraídos en
las cosas del mundo: "Este vicio veja y aflige sobre todo a los religiosos, porque son raros los seglares que se
den cuenta si eso es vicio. Puesto que están tan atados al mundo, que apenas pueden comprender el nombre
de un vicio espiritual como éste, aunque se cuente entre los siete capitales. Sin embargo es este vicio de
acedia el que les causa esa especie de pesadez de alma que hace que les parezcan insípidos y
extremadamente aburridos todos los ejercicios espirituales". De Passione Domini sive Vitis mystica, 66, PL.
184, 579 y 674.
78 "(...) No se trata aquí de apostasías alocadas ni de vicios que degraden (...) El que se desentiende así de las
virtudes teologales no tiene porqué ceder, por eso, en las virtudes morales y políticas. Estas virtudes son
muchas, y duras, y saben entablar con lucidez su juego sin entrañas. Formaron el esplendor del mundo
antiguo y aún pueden poner perfectamente de pie a un hombre en la Historia.(...) ¿Y para esto, Señores, ha
muerto Cristo en la Cruz? ¿Para esto el Verbo se hizo carne? (...) ¿Para que después del bautismo, entre
equilibrios y distingos vivamos como paganos, sin fe y sin esperanza, invocando tradiciones de hombres y
con una estructura, un vocabulario, una especie de airón amenazante y hueco de pretendidas "ideas"
cristianas? No nos bastaba caer en el pecado y caemos en las virtudes. No nos bastaba la inmundicia y el
desorden, y, para profanar la Encarnación de Cristo hemos descubierto el orden. Creyentes sin fe, cristianos
sin Cristo, Señores, ¿dónde está nuestro bautismo?" Dimas ANTUÑA, Discurso en Honor de San Juan de la
Cruz en el IV Centenario de su Nacimiento en: El Testimonio, Ed. San Rafael, Bs.As. l945, texto citado, en
p.149.
79 Soren Kierkagaard husmeó ese enrarecimiento de lo cristiano con apariencia cristiana, característico de
ciertos, así llamados, filántropos: "El que se ha engañado a sí mismo respecto de lo eterno, quizás opine,
mediante una extraña contradicción, que es compasivo con alguno que otro de los miserablemente
engañados. Mas si examinas atentamente sus discursos consoladores y su sabiduría pretendidamente
salutífera, entonces reconocerás por sus frutos qué clase de amor es el suyo: en la amarga burla, el cortante
racionalismo, el ponzoñoso espíritu de sospecha, la mordiente frialdad del endurecimiento. Es decir, estos
son los frutos que demuestran que allí dentro, no hay ninguna caridad" (Soren KIERKEGAARD, La Obras
del Amor, Ed. Guadarrama, Madrid l965, Primera Parte p.48).
80 Digo volverse a las cosas y no a las creaturas, para expresar más claramente el apartarse de Dios. Quien se
volviese a las creaturas, considerándolas todavía creaturas, es decir vinculadas y subordinadas a su Creador,
en la medida en que Lo siguiese tomando en cuenta como tal, no se estaría apartando de El. La lógica cruda y
consecuente de la negación de Dios, reduce las creaturas a cosas, prescindiendo de su relación creatural
constituyente.
135
El demonio de la Acedia
83 La destrucción de los treinta y cuatro pueblos guaraníes es quizás uno de los ejemplos más claros de la saña
arrasadora de la acedia. Primero entregados a los portugueses y desmantelados por fin, sólo la envidia, la
tristeza por el bien, puede explicar su ruina, y concomitantemente, la expulsión de los jesuitas y la extinción
de la Compañía de Jesús.
84 Vaya un ejemplo: Porque un jesuita predicó en un templo que "la filantropía es la moneda falsa de la
caridad" fueron expulsados los jesuitas del Uruguay durante la presidencia de Pereyra, a mitad del siglo XIX.
La homilía del jesuita tuvo lugar en la ceremonia de votos de una religiosa de la Caridad del Huerto, en la
Capilla del Hospital de Caridad (hoy Maciel). La expulsión se debió a presiones de grupos que por otra parte
se consideraban adalides de la libertad de pensamiento, de expresión y de prensa, los cuales alegaban que la
predicación del jesuita "perturbaba la paz pública".
85 Romano GUARDINI, El Ocaso de la Edad Moderna Ed. Guadarrama, Madrid 1958, p. 138.
86 Esa característica recuerda la del Anti-Cristo, ese personaje misterioso, individual y colectivo, que parece
designar al mismo tiempo a un tipo de hombre y al líder que ese grupo humano suscita, que se opone y
combate a Cristo haciéndose pasar por él.
87 O.c. p.139.
88 O.c. pp. 139-144. En esto, el pronóstico de Guardini coincide con el que antes hiciera Kierkegaard.
89 Todo con mayúscula, como corresponde a los nombres de las divinidades del moderno Panteón, en los
Siglos de las Siglas.
90 A propósito de las frecuentemente olvidadas persecuciones a los católicos: piénsese en la suerte de los
campesinados católicos bajo los príncipes protestantes en Alemania, Inglaterra e Irlanda. Piénsese en la
destrucción de las reducciones guaraníticas por la corte borbónica. Piénsese en la suerte de los católicos en
Francia bajo el jansenismo, la Revolución y el Terror. Piénsese en el Líbano, en el genocidio armenio, en
México durante las dictaduras anticatólicas, en España, en las largas purgas y persecuciones durante más de
medio siglo de Unión Soviética y en sus satélites, tras la cortina de hierro y tras la cortina de bambú.
136
El demonio de la Acedia
95 Ya el autor de la Carta a los Hebreos tuvo que enfrentarse con el síndrome del ausentismo de las asambleas
y diagnosticó las causas del fenómeno y su naturaleza de pecado contra la comunión: 10,24-25.
96 En aquellos años, la procesión no era tan exigua y deshilachada como ahora. Marchábamos por decenas de
cuadras tupidas de fieles y una multitud estaba también agolpada en las veredas. Me intriga saber si la
acedia, que hoy parece apagada alrededor de nuestro Corpus, no reverdecería si la procesión recobrara su
primitivo fervor y vigor. He oído descalificar como "triunfalista" a la procesión, al catolicismo de aquellos
años, al Himno Christus Vincit, etc. Y este es un ejemplo típico más que se puede ofrecer, de los argumentos
que produce la ceguera de la acedia, al mejor estilo de los argumentos de Judas. Confieso que me turbaron el
juicio en un tiempo, pero ya no más. Amén de que, como lo ha hecho notar agudamente alguien, el Christus
Vincit fue sustituído por el Nosotros Venceremos, y de que en las numerosas evaluaciones actuales no faltan
aspiraciones triunfalistas, aunque no siempre coronadas por éxitos comparables a las obras del Señor con
nosotros en aquellos tiempos.
97 No recuerdo haber advertido en aquel tiempo que nadie ocultara su fervor, ni se irritara con el fervor ajeno.
Aunque no excluyo que en mi admiración adolescente por aquellos extáticos, fuera ciego para posibles
acedias hacia ellos. Yo tenía la impresión de que aquello era bien visto y considerado en la Iglesia. Y aún sigo
creyendo que lo era.
98 Digo "uso" por no decir "de tradición" que es palabra desacreditada también por tirrias y abusos.
100 Nos hemos ocupado de la situación del imaginario creyente en: "El ícono y las imágenes sagradas en la
nueva evangelización" Stromata 48(l992) pp.183ss. a propósito del libro del P. Alfredo Saénz "El ícono.
Esplendor de lo Sagrado". Retomamos aquí aspectos de lo allí dicho.
101 Sobre la coincidencia de posiciones tan opuestas en apariencia como el espiritualismo barthiano y la
secularización véase: Cándido POZO, "Teología Humanista y Crisis actual en la Iglesia", en: J. DANIÉLOU -
C. POZO, "Iglesia y Secularización" (BAC-Minor, Madrid, l971, pp.61-85).
102 Me refiero, cuando digo imágenes, no sólo a las imágenes destinadas al culto o devocionales, sino como se
ve acontinuación por el contexto, a todas las imágenes en sentido amplio, abarcando toda la dimensión
simbólica del imaginario creyente: lenguaje, liturgia, arquitectura, símbolos, personas...
103 Valga un ejemplo: En los films "El Padrino" 1,2 y 3, se barajan en un mismo mazo las fiestas, los signos
sagrados y los sacramentos de la Iglesia católica, con las maquinaciones y crímenes mafiosos.
Durante la procesión patronal y aprovechando el ruido de la cohetería, el aún joven Padrino, comete su
primer asesinato contra el extorsionista. En la fiesta del casamiento de su hija se "arreglan" diversos asuntos
en el tribunal mafioso. La fiesta del Bautismo del nieto es una secuencia que monta un collage sacrílego, del
baño de agua bautismal con el baño de sangre de la vendetta mafiosa. Antítesis sacrílega entre el sacramento
137
El demonio de la Acedia
del perdón y la consumación de la venganza. Y así, por el estilo, desfilan las menciones de los demás
sacramentos, sin que falte uno, contaminados con los crímenes de la mafia.
En los tres films se subraya que la familia mafiosa es católica y queda flotando el equívoco o la sugerencia de
que la familia católica es mafiosa, o mafiogénica.
104 Es sabido que la secularización no es un proceso anónimo e ineluctable, sino el resultado de presiones y
acciones concretas de personas y grupos. Así lo ha mostrado Abelardo Jorge SONEIRA siguiendo a K.
DOBBELAERE y otros: "la secularización no es producto de fuerzas impersonales y abstractas (por ejemplo la
´racionalización´, el ´proceso educativo´, la ´industrialización´, etc.) sino de individuos y grupos concretos
que la promueven" (A.J. SONEIRA, "El Proceso de secularización", en Cuadernos del CLAEH, Montevideo,
45-46, 13(l988)1-2, pp. 209-221, cita en p. 220).
106 El fondo del mar, es el lugar bíblico donde han de ir los enemigos de Dios (Génesis 6,5-8.13.17; Exodo 15,3-
5; Jonás 2; Miqueas 7,19; Marcos 9,42) y a donde efectivamente son arrojados por la oración confiada de los
creyentes (Marcos 11,23).
107 Tómese por ejemplo en consideración la prensa dominical. Ese día, todos los diarios sirven un tomo
abultado de páginas con innumerables suplementos, cuya lectura insumiría fácilmente varias horas del
domingo, compitiendo con el que se pudiera dedicar ese día a una vivencia cristiana y creyente del domingo,
en el reposo y la alegría de la Resurrección, con la asistencia a Misa, la convivencia familiar, la lectura de la
Escritura, la meditación, la oración y otras tantas actividades creyentes. Pero no sólo eso: esos suplementos
son portadores de contenidos mundanos, eróticos, económicos, que tiñen inevitablemente el ánimo de sus
desprevenidos lectores y los distraen y alejan de las metas espirituales a donde la Iglesia pretende conducir a
sus fieles en Domingo.
108 P. Lacordaire, O.P. Sermón del 14-02-1841 en la Catedral de Nôtre Dame de Paris, con motivo de la
restauración de la Orden de Predicadores en Francia. Y el predicador continúa: "¿Qué hará Dios? [...] Dios
podía dejarla perecer, como dejó perecer tantos otros pueblos por las faltas que habían cometido. No quiso
hacerlo; y resolvió salvarla por una expiación tan magnífica como grande había sido su crimen. La dignidad
real estaba envilecida: Dios le devolvió su majestad llevándola al cadalso. La nobleza estaba envilecida: Dios
le devolvió su dignidad llevándola al destierro. El clero estaba envilecido: Dios le devolvió el respeto y la
admiración de los pueblos, permitiendo que fuese despojado y muriese en la miseria...".
109 Ya Soren Kierkegaard observaba en su tiempo racionalista el fenómeno de la sorna ante el creyente que se
toma su fe en serio. Kierkegaard nos ha dejado un análisis, digno de recordar y de ser meditado, de las
causas del fenómeno. A pesar del tiempo trascurrido y de la diversidad de las circunstancias, algunas
reflexiones de este autor nos ayudan a comprender hechos y situaciones que se siguen dando hoy en muchos
lugares:
138
El demonio de la Acedia
110 Tomo un ejemplo de la vida y escritos de Teresa de los Andes, que muestra hasta qué punto en una
sociedad que podía reputarse cristiana y católica, una joven, cuando pretendían tomarse en serio su fe, sentía
la oposición del mundo y la tentación del respeto humano. Dice Teresa de los Andes: "Todos los días hago mi
meditación y veo cuán grande ayuda es para santificarse. Es el espejo del alma ¡Cuánto se conoce en ella a sí
misma! La dificultad es el respeto humano: que me vean meditando y me digan beata" (Purroy, l982 p.48).
111 Por ejemplo el tenaz prejuicio y oposición a la vida contemplativa y las acerbas críticas contra ella, aun en
medios "católicos". Vaya este otro ejemplo tomado de los escritos de Teresa de los Andes: "Tengo pena, pues
siempre que le pido plata a mi papá me dice que no tiene. ¿Qué irá a hacer cuando me tenga que dar la dote
para ser carmelita? Creo que no va a querer dejarme ir. Veo tanta hostilidad contra ellas..."(O.c. p.70). "El fin
de la carmelita me entusiasma (...) Cuántos tachan su vida de inútil. (...) así como a Cristo no lo conoció el
mundo, a ella tampoco la conoce". (O.c. p.106).
113 Cf. Lumen Gentium Nº 8; la Constitucion del Concilio Vat. II, cita aquí a San Agustín, La Ciudad de Dios
XVIII,52,2.
116 Recuérdense los filmes: Jesucristo Superstar, La última tentación de Cristo, Je vous salue Marie, Jesús de
Montréal. Emmanuelle, un film perverso, inauguró el uso sacrílego del nombre mesiánico que continúa hoy
una revista pornográfica.
118 Las melodías gregorianas, por ejemplo, que, olvidadas por muchos creyentes han sido rescatadas por
videoclips para profanarlas.
119 La Iglesia no teme confesar sus pecados y sus culpas. Lo hizo en el Vaticano II. Y con motivo del Tercer
Milenio cristiano, el Papa nos invita a reconocer las culpas históricas cometidas por creyentes, para tomar
distancia de ellas y evitarlas. Pero ese reconocimiento se emite y se ha de emitir, libremente y sin
compulsiones ni manipulaciones psíquicas. Y, sobre todo, el acto de emitirlo, no invalida a la Iglesia por una
globalización del mal y de la culpa, como buscan que
120 Coincidiendo con ella decía Kierkegaard: "El cristianismo es en el sentido divino el bien supremo; y por lo
mismo es a la par en el sentido humano un bien extremadamente peligroso" (Las Obras del Amor, I, p. 332).
Y no lo decía en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, sino en la sociedad luterana dinamarquesa,
convencida de ser cristiana.
121 Detrás de esta omisión de la catequesis es detectable un debilitamiento general de la conciencia eclesial
acerca de estos asuntos. Esa pérdida de advertencia, redunda en un cierto descuido no sólo en el área de la
139
El demonio de la Acedia
122 Hay quien no ve apostasía. Sin embargo, vemos salir legiones de alumnos de nuestros colegios y,
promoción tras promoción, apartarse de la práctica sacramental, de las virtudes teologales y de la vida
cristiana. Vemos a muchos fieles engrosar las filas de las sectas o promiscuar su pertenencia católica con
pertenencias incompatibles, sin mayores remordimientos ni conciencia de pecado. Vemos sacerdotes
abandonar el ministerio y a religiosos ser infieles a sus votos.
123 S. Kierkegaard, Las Obras del Amor, I, p. 330. A este propósito abunda Kierkegaard: "El cristianismo sólo
se puede ensalzar teniendo mucho cuidado de que en cada afirmación quede incesantemente señalado el
peligro que comporta, a saber, cómo lo cristiano es locura y escándalo para la concepción meramente
humana (...) Exactamente como Cristo (...) cuando les predecía a sus Apóstoles a su debido tiempo que serían
perseguidos en su nombre y los que los mataran, considerarían que con ello prestaban un servicio a Dios"
(O.c. p. 333.).
124 Quién no recuerda casos de evangelizadores inhibidos de predicar la Verdad revelada por temor de
incurrir en la pretensión de "ser los poseedores de la verdad". Como si fuera mérito propio ser depositario de
la gracia de la Revelación. Ya se ve en qué castración apostólica termina una concepción pelagiana de cuyo
horizonte desaparece la noción de la gracia.
126 Vittorio Messori, Leyendas Negras de la Iglesia, Planeta, Barcelona 19974, p.17-18.
129 Vale la pena detenernos a observar la relación que existe entre el olvido de la gracia y la recaída en la ley,
que Pablo le reprocha a los Gálatas, con la proliferación de la discordia, conflictos y divisiones entre ellos.
Donde se atiende a la gracia, la mirada de todos está dirigida a Dios, y a lo que Dios hace con nosotros.
Donde se atiende a lo que hemos de hacer los hombres, comienzan las discusiones. La primacía de la gracia
asegura la concordia. Cuando el primado lo tiene la justificación que viene de nuestras obras, nos dividimos
140
El demonio de la Acedia
por el juicio sobre las mismas. La obediencia de todos al proyecto y plan de Dios, une. Los planes y proyectos
humanos, aún bienintencionados, aún tan santos como la ley misma, dividen.
131 "Cuando el cristianismo vino al mundo no necesitaba - y sin embargo lo hizo - subrayar que él entrañaba
un escándalo, pues esto lo vió sin ninguna dificultad aquel mundo escandalizado. En cambio ahora que el
mundo se ha hecho cristiano, ahora, sobre todo, es necesario que el mismo cristianismo haga hincapié en el
escándalo. Ahora que el cristianismo caído se ha desposado con la razón humana, ahora que el cristianismo y
la razón se tutean, ahora, sobre todo, es necesario que el mismo cristianismo haga hincapié en el escándalo
que representa (...) ¡Ay de aquél que se sintió capaz de comprender el misterio de la Redención, sin notar
para nada la posibilidad del escándalo! (...) ¡Ay de todos estos mayordomos infieles que se sientan a escribir
pruebas falsas y pretenden ganarse así amigos para el cristianismo y para ellos mismos, precisamente
tachando del cristianismo la posibilidad del escándalo y suscribiendo en su nombre insensateces sin cuento!
¡Oh erudición tristemente desperdiciada!" (S. Kierkegaard, Las Obras del Amor, I, pp. 333,334,335).
141
El demonio de la Acedia
Veamos aquí algo de lo que nos dicen sobre la acedia los Padres del monacato.
El mismo Casiano considera que: "los eremitas y monjes solitarios son más
combatidos por la acedia, y que es un enemigo más tenaz y frecuente de los
que viven en el desierto"136. Y en otro lugar, describe a la acedia como
"ansiedad de corazón o tedio"137. Es ésta una denominación interesante y a
142
El demonio de la Acedia
San Gregorio enseña que la malicia de la acedia le viene de ser "tristeza por el
bien de Dios y por los bienes espirituales que están relacionados con el bien
que es Dios"140.
A este trastocamiento que lleva a entristecerse por el bien divino, subyace una
perversión de la percepción y del juicio creyente, una aprehensión de lo bueno
como malo y de lo malo como bueno141.
143
El demonio de la Acedia
Además le inspira una viva aversión hacia el lugar donde está (el monasterio);
por su estado de vida; por el trabajo (su oficio y cargo en el monasterio). Le
inspira la idea de que la caridad ha desaparecido (Dios y su amor se han
desvanecido; ninguno me quiere); que no hay nadie que lo pueda consolar
(aislamiento interior, dificultad de comunicación, falta de esperanza de poder
salir de la desolación que disuade de comunicarla al Padre espiritual o al
Abad).
144
El demonio de la Acedia
consuelo divinos); donde podrá tener un oficio menos penoso, más entretenido
o más provechoso. Razona que servir a Dios no es cuestión de lugar, porque
está escrito que a Dios se le puede servir en todas partes (Ver Juan 4,21-26);
pero no piensa ¿por qué entonces no aquí?
Este demonio no es seguido por otro, como pasa con los demás. Después de
esta lucha, suceden, en el alma que vence, un estado de paz y una alegría
inefables". Buen consejo final, que mueve a esperanza al así tentado144.
¿Pero qué sucede si el monje no soporta tan duro embate? ¿Qué pasa cuando la
ola de la tentación da con una voluntad endeble, en vez de dar contra una
decisión dura como una roca?
145
El demonio de la Acedia
Muchos de estos "desearían volar a la gracia de Dios, pero luego temen carecer
de los gustos mundanos. Ciertamente, el amor de Cristo los atrae, pero la
codicia del siglo los retrae, de modo que se olvidan de los votos que han
pronunciado porque están aprisionados por los vanos contentamientos"146. Así
sucede que se incurra por fin en culpa allí mismo donde se había comenzado
con tanto mérito, porque "quien ha prometido renunciar al siglo, se hace reo de
transgresión si cambió de voluntad; y así se hacen dignos de ser severamente
castigados en el juicio divino los que menospreciaron cumplir de hecho lo que
en su profesión prometieron"147. Se trata en efecto de un cierto menosprecio del
amor recibido, al trocarlo por el amor a las creaturas.
San Isidoro ve detrás de esto la acción del enemigo: "Con muchas argucias de
consejos, pone el diablo asechanzas para que, quienes tenían hecho voto de
estar contentos con poco y con escaseces, adquieran muchísimas cosas"148.
146
El demonio de la Acedia
1) la ociosidad (=pereza)
2) la somnolencia (=pereza)
5) la inestabilidad (inconstancia)
6) la verbosidad (locuacidad) y
7) la curiosidad149.
Parece que San Isidoro atiende en esta lista a los impedimentos que la acedia
pone para la oración, y los defectos que produce en ella. En cambio, parece que
San Gregorio, en la lista de hijas de la acedia que sigue, atiende a efectos más
generales.
1) la malicia
2) el rencor (contra los justos, contra los fervorosos, el que predica, el que lo
aconseja o lo dirige espiritualmente)
147
El demonio de la Acedia
5) pesadez en cuanto a los preceptos (pereza: para santificar las fiestas, porque
no logra alegrarse en el Señor; o bien para guardar los ayunos y abstinencias; o
simple y llanamente dificultad en guardar los mandamientos)
Si se compara estas listas con el retrato del monje aburrido, perezoso y tentado
de acedia que nos pintó Evagrio, puede comprobarse que son el resultado de
una atenta observación y sistematización de la experiencia espiritual.
Nótese por fin, que la acedia se agudiza por las privaciones y el ayuno, es decir
por la mortificación de los apetitos corporales, lo cual desata el conflicto de
estos apetitos contra los del espíritu que les son contrarios (Gálatas 5,17). Esta
es la lucha del monje.
Además de la acedia monástica, ya bien descrita por los Padres del Desierto,
hay muchas otras formas de acedia que hacen sus estragos sin que se las
reconozca, porque no se las ha descrito en sus formas variantes. Los Padres del
desierto nos han dejado una precisa descripción de cómo la acedia ataca al
monje, pero se engañaría quien pensase que sólo a los monjes los acecha ese
mal y que ataque a todo el mundo sólo con esos síntomas.
148
El demonio de la Acedia
Por fin, como las obras apostólicas implican muchas veces el uso de cuantiosos
bienes económicos y materiales, puede cobijarse de este modo, fácil e
inadvertidamente, la codicia y el deseo del lucro en el corazón de los religiosos
activos, no sólo en individuos aislados, sino incluso a nivel congregacional.
Por todas estas puertas, los religiosos de vida activa pueden volver a instalarse
en el mundo que habían dejado. Como dijimos antes, pero parece oportuno
reiterarlo aquí: lo mundano se reencuentra y se reinstala en el ámbito
congregacional, y es ahora allí donde se busca el lucro, el vano honor y el
149
El demonio de la Acedia
poder. En ese mundo que conserva una apariencia eclesiástica, se sigue usando
las etiquetas de la piedad para encubrir la búsqueda de sí mismos y los
negociados de los propios intereses en vez de los de Cristo, pero en él ha
desaparecido el gozo de la gracia. Prospera allí la acedia que se ensombrece
ante los gozos auténticos de la caridad, como ante un reproche a su falsía. Unos
fervores y unos entusiasmos pelagianos, en la realización de los propios planes
y propósitos, son los sucedáneos del consuelo de la gracia.
Y cuando se extinguen hasta estos fuegos fatuos de fervores humanos entre las
últimas cenizas del amor divino que ya no quema el corazón, y dado que éste
necesita algún calor, se le proporciona el de las emociones — que ojalá sean
siempre inocentes — de la industria del entretenimiento. Da pena ver a
religiosos llamados a ser agentes de la Civilización del Amor, convertidos en
espectadores pasivos, absortos en la contemplación del espectáculo de este
Mundo, en éxtasis ante la televisión como ante un sagrario151.
"A los dos años de haber profesado, me llegó el primer traslado. Destino:
Capital Federal. Ciudad que nunca me gustó por la aglomeración de gente, por
la misma idiosincrasia de sus habitantes, y porque estando en medio de una
multitud, uno puede llegar a sentirse angustiosamente solo, tal es la
indiferencia para con los que pasan al lado.
150
El demonio de la Acedia
Cada vez se me fue haciendo más difícil la oración. El sagrario era simplemente
una caja, vacía de contenido y significado, ante la que "perdía" una hora diaria
sólo porque mis formadoras habían insistido siempre en que no abandonara
esa hora por nada del mundo. En realidad, lo que me empujaba a perder la hora,
era más la fe en ellas, que no la fe en Dios y en su Presencia. No pasó mucho
hasta que este vaciamiento alcanzara también a la celebración Eucarística y
demás actos de piedad. Me resultaba ridículo ese hombre que, todos los días, se
disfrazaba con tanto trapo, para hacer siempre lo mismo, decir siempre lo mismo, y
en definitiva, nada útil. Me acercaba a comulgar porque recordaba haber estado
en mi sano juicio cuando lo hacía con fervor, y que si realmente había algo de
cierto en lo que entonces había creído, llegaría el momento en que todo
volvería a ser como antes. El Sacramento de la Reconciliación, era una
obligación más, y no la más grata por cierto, pero al que en ningún momento
logré ver como mi tabla de salvación. El Rosario, rezado en comunidad, era lo
más monótono y enfermante del día. Es cierto que lo rezábamos demasiado
ligero pero, como a todo lo demás, veía ridículo hacerlo de ese modo. Sin
embargo, si por alguna razón debía rezarlo sola, lo más frecuente era que,
directamente, lo suprimiera. Lo mismo con la Liturgia de las Horas.
Creo que todo esto despertó en mí el deseo de huir de alguna manera. Y así
terminé dejando mi tendencia natural al silencio y a la lectura, supliéndola con
largas mateadas con las chicas del interior que vivían con nosotras,
sumándome a cuanta salida hubiera que hacer a la calle —aunque volviera
aturdida con la ciudad— y, lógicamente, el televisor...
con las alumnas estaba a la defensiva: temía que hicieran preguntas, que
emitieran opiniones y "me mataran" lo poco o nada que me sostenía.
No sabría decir exactamente, cuánto tiempo estuve así, pero sí que fue la
mayor parte del año. Los Ejercicios anuales no pasaron de ser "un respiro", en
el que, por muy corto tiempo, todo volvía a tener algún sentido. No tardé
mucho en volver a caer en el mismo cuadro.
A partir de ese momento "algo" se liberó en mí. Me sentí más liviana y como un
rayito de luz que entraba de a poco en mi mente y en mi corazón, y me
permitía ver que el mismo Dios que me había elegido seis años atrás, volvía a
elegirme ahora. Y comencé el camino de retorno a El."
152
El demonio de la Acedia
153
El demonio de la Acedia
Intento presentar ahora la que llamaré acedia escolar, docente o colegial. Es una
tentación propia de religiosos docentes. Me refiero a los que enseñan, por
carisma congregacional, en colegios, escuelas y otras instituciones de
enseñanza.
154
El demonio de la Acedia
155
El demonio de la Acedia
Todos esos han sido siempre motivos de acedia escolar. En todos los tiempos
hubo docentes amargados por alguno de semejantes motivos, y los recuerdan
siempre sus alumnos.
Pero en las circunstancias del mundo actual los motivos de la acedia escolar
tienden a agudizarse y diversificarse. Diríamos que la acedia aggiorna sus
motivos, amplía y diversifica su repertorio. A ello contribuyen muchos
factores.
156
El demonio de la Acedia
A esas actitudes hostiles, a los problemas de conducta con que se expresa esa
hostilidad y a los consiguientes cortocircuitos disciplinares, se suma la
creciente desmotivación infanto-juvenil para el aprendizaje. Algunos hablan de
un 'derrumbe espectacular' de los niveles tanto del interés por, como de la
capacidad para aprender. Según me confiaba afligido un viejo maestro: "El
rendimiento intelectual no ha dejado de descender por décadas y no se sabe cuándo
tocará fondo".
En este caldo cultural proliferan problemas aún más graves que los de
disciplina en el aula, el deterioro del clima docente, el desinterés y el bajo
rendimiento intelectual. Me refiero a las relaciones afectivas y emocionales
prematuras, de las que fácil e insensiblemente se pasa a la disolución moral.
Los "abandónicos" (insatisfechos-afectivos-crónicos), se convierten en esos
adolescentes que vemos "arreglarse" precozmente, y que a falta del amor de sus
mayores, buscan ávidamente el de sus semejantes. Cuanto mayor ha sido el
abandono paterno-materno más precoz parece ser el desquite afectivo que se
procuran estos casi preadolescentes, con la captación de una parejita. Dentro de
ese contexto tienen lugar las relaciones sexuales prematuras y los igualmente
prematuros y catastróficos embarazos precoces.
157
El demonio de la Acedia
mantener ciertas exigencias aún a costa de ser impopulares. ¿Habrá que seguir
luchando con molinos de viento?
Las cosas se complican aún más, cuando, en ocasión de los flirteos con la
marihuana o de la drogadicción de algunos alumnos, se entra en terrenos
donde se puede incurrir en delito o en riesgoso contacto con la corrupción de
autoridades o funcionarios policiales y hasta judiciales. ¿Qué hacer con esos
forasteros que rondan las puertas del colegio pasando droga y de los que se
desentiende todo el mundo, hasta la policía?
Súmense los conflictos con padres que transfieren al colegio la culpa por la
educación que no supieron dar ellos mismos a sus hijos. También de parte de
estos padres "abandonadores", le llegan al docente reproches en vez de
agradecimientos.
Dentro del mismo cuerpo docente no faltan los conflictos y motivos de acedia.
Los religiosos están en una delicada situación de colegas con sus codocentes
laicos. En el colegio repercuten las medidas de paros sindicales, que exigen
cada vez negociaciones y acuerdos. Suele haber también situaciones difíciles en
ocasión de despedir docentes, de redistribuir horas dejadas por un docente que
se retira, de incorporar a alguien nuevo en su lugar, de nombrar o ascender
personal a cargos de dirección.
159
El demonio de la Acedia
Por fin, aunque no sea lo menos importante, están los motivos comunitarios y
congregacionales que preocupan o entristecen. En los colegios o comunidades
160
El demonio de la Acedia
Alguien sentirá que está "fuera de foco" y que no coinciden sus intereses
personales con el mundo escolar. No consigue apropiarse la misión docente. O
sentirá rechazo por la comunidad escolar motejándola de diversas maneras. No
verá ni estará dispuesto a reconocer intereses o motivaciones nobles y
verdaderas en los demás, juzgando cualquier tipo de comentario o consulta
como chusmerío docente.
162
El demonio de la Acedia
En fin, y en pocas palabras, tendrá más ojo para los males que para los bienes
de la obra apostólica docente. Y cuando a pesar de todo, vea algún bien, no
encontrará gozo en él, pues es posible que lo perciba como 'logro de los demás',
que pone en evidencia el propio fracaso. Ya no le alegrarán los triunfos de la
propia 'camiseta'. Podrá cobrar tirria a las entregas de premios, etc.
Y así como entre los monjes la acedia producía la tentación de fuga, las
tentaciones de fuga individuales o colectivas son numerosas y diversas en la
vida docente. Para reconocerlas como tentaciones, puesto que son todas nobles
y buenas, racionalmente inobjetables, basta con fijarse en un solo signo: no van
ni llevan hacia el colegio, sino que sacan y "salvan" de él.
Una forma de la tentación de fuga que llega a caballo de la acedia podrá ser la
vida contemplativa. Otra podrá ser la reorientación hacia un concepto más amplio
de educación. Otra, todavía, la opción por los más pobres y el dejar los colegios
163
El demonio de la Acedia
En los demás casos, se asiste al repliegue liso y llano sobre los propios
intereses. Se obtiene algún título que permita salir e insertarse en el mundo
laboral. Algunas veces, ¡oh ironía del destino! en algún colegio de la
congregación que se abandonó.
Con este libro queremos llamar la atención sobre las formas sociales y
culturales de la acedia. Particularmente grave es la situación cuando la
tentación de acedia escolar, deja de ser asunto privado, de un religioso en
particular, y se congregacionaliza. Es decir, cuando ya no es un individuo sino
una comunidad y hasta toda una congregación, la que está afectada, sin
advertirlo, por una forma socializada e institucionalizada de acedia escolar.
Entonces, la institución, no sólo ya no ayudará a los individuos a discernir y
vencer la tentación, sino que la sembrará activamente en sus miembros,
desalentará a los fervorosos, culpabilizará a los que aún quieran cultivar la
mística de su carisma y llegará incluso a convertir su tentación en doctrina;
racionalizará sus deserciones y terminará dejando los colegios, convencida de
que está prestando un servicio a su congregación y a la Iglesia. Nada significará
para ellas que, desde el obispo hasta el último fiel, todos manifiesten su dolor
por el cierre del colegio. ¿No es bien posible que en muchos casos de abandono
de instituciones escolares y de crisis de congregaciones educativas ocurridos en
las últimas décadas, haya intervenido la tentación que tratamos de señalar
aquí?
164
El demonio de la Acedia
5.5.3.7. Conclusión
He tratado de describir los motivos y formas del tipo de acedia que ataca a la
vocación docente de religiosos y congregaciones religiosas. He mostrado cómo
los motivos de acedia se agigantan debido a la lucha contracultural moderna y
postmoderna y cómo logran su objetivo desanimando y entristeciendo a
educadores y congregaciones educativas católicas. La sumatoria de esos
motivos constituye una presión muy fuerte que ha empujado y de hecho
amenaza con seguir empujando a la acedia escolar a muchos religiosos
165
El demonio de la Acedia
166
El demonio de la Acedia
Dice San Ignacio de Loyola que es propio de Dios y de sus Angeles, en sus
mociones, dar verdadera alegría y gozo espiritual, quitando toda tristeza y
turbación inducida por el enemigo. Y que lo propio del enemigo es tratar de
turbar y entristecer al alma, militando contra las alegrías y gozo de la Caridad.
Esta regla de discernimiento, sin nombrarla, de hecho describe la acedia como
fenómeno espiritual.
"Propio es de Dios y de sus Angeles en sus mociones dar verdadera alegría y gozo
espiritual, quitando toda tristeza y turbación que el enemigo induce, del cual es propio
militar contra la tal alegría, trayendo razones aparentes, sutilezas y asiduas
falacias"153.
167
El demonio de la Acedia
San Ignacio ha descrito en su Regla una ley del acontecer espiritual que se
comprueba, además, tanto en la experiencia de los Ejercicios Espirituales como
de la vida corriente: a la inspiración inicial se le opone casi inmediatamente un
"pero", una objeción; al buen deseo le asalta una duda, una pregunta, o
simplemente una acusación descalificadora; al llamado de Dios, razones y
objeciones; "Señor, soy un muchacho, no sé hablar" (Jeremías 1,7-9, ver Exodo
4,1.10-11; Isaías 6,5).
Escrúpulos
Otra ofensiva de esta misma índole contra el gozo de la Caridad son los
escrúpulos154, cuya naturaleza es la misma: un pensamiento que milita contra el
gozo del alma justa:
"Si ve (el enemigo) que un alma justa no consiente en sí pecado mortal ni venial ni
apariencia alguna de pecado deliberado, entonces el enemigo, cuando no puede hacerla
caer en cosa que parezca pecado, procura (por lo menos) hacerle poner pecado donde
no hay pecado, así como en una palabra o pensamiento mínimo"155.
168
El demonio de la Acedia
169
El demonio de la Acedia
San Ignacio notó la relación especular entre gozo y virtudes teologales, así
como la existencia de sus contrarios, cuyo primado detenta la acedia.
1) una breve pero clarísima descripción de la acedia, que Ignacio define por
oposición a la consolación159.
170
El demonio de la Acedia
"Estaba leyendo la segunda lectura del Oficio del Sábado Santo, como
preparación para la contemplación del descenso de Jesús a los Infiernos. Es un
texto de una antigua Homilía sobre el Santo y Grandioso Sábado. Durante toda
la lectura me había emocionado mucho. Antes de comenzarla, ya estaba muy
agradecida y enfervorizada en el Señor, con imágenes bien vivas y con la
consolación propia de la tercera semana. Pero al llegar al paso de la lectura
donde Cristo, tomándolo a Adán de la mano, lo levanta, y le dice: "Despierta tú
que duermes", y sobre todo al llegar al lugar donde le dice: "tienes preparado
un trono de querubines.." me asaltó una tristeza fuerte de que a Adán le dieran
172
El demonio de la Acedia
173
El demonio de la Acedia
Otros ejemplos
Primer ejemplo:
"Estaba rezando la Liturgia de las Horas. Al leer la segunda lectura del Oficio
de Lecturas, que era un texto de San Agustín, me sobrevino un marcado
sentimiento de fastidio cuando confiesa haberse abrazado al único Mediador
Jesús, y haber encontrado en El el medio para acercarse a la Luz y al Alimento
que veía tan inalcanzables. Rechacé ese sentimiento por reconocerlo como
tentación, oponiéndole una segunda lectura del pasaje, animada con
sentimientos de alegría y gratitud".
Segundo ejemplo:
174
El demonio de la Acedia
("¡así cualquiera!). Cuando me percaté de ello, miré a María con todo el amor,
gratitud y admiración que pude encontrar en mi corazón, y los alimenté el
tiempo que quedaba del Rosario, terminándolo con un canto en su honor".
175
El demonio de la Acedia
Lo que parece imposible y absurdo en teoría, hemos visto que es una notoria
realidad de experiencia. Tratemos pues de mostrar cómo es posible lo que
parecería imposible.
176
El demonio de la Acedia
Acedia y Pereza
177
El demonio de la Acedia
Es como el niño que se agota jugando en lugar de hacer los deberes; hasta que
cae rendido de fatiga por hacer lo que no habría debido, y es incapaz ya de
hacer lo que hubiera debido. O como el joven que va y viene sobre el trueno de
su moto pero no tiene a dónde huir para no estar donde debería.
La imagen proverbial del perezoso es la del apático dormilón. Pero esa es sólo
la fase terminal de su dolencia. Por lo común el perezoso comienza hiperactivo
antes de terminar deprimido. Es un ansioso que pasa de la conmoción a la
apatía, de la agitación al agotamiento.
¿Pero qué pasa cuando el perezoso no quiere cumplir con sus deberes y
obligaciones supremas; cuando no quiere poner los actos de fe, esperanza y
caridad; cuando se niega al ejercicio de las virtudes teologales?
Al rehuir ocuparse de los bienes últimos y supremos que dan el sentido último
a su existencia, es como el caminante que se desentiende de la meta a donde
debe llegar y se va por todos los desvíos. O como el que se pierde en el desierto
178
El demonio de la Acedia
y termina girando en círculos hasta que cae exhausto sin haber llegado a
ninguna parte.
Huye primero del sentido. Pero esa huida de lo esencial lo aboca a tener que
vivir luego huyendo del sinsentido. ¿Cómo? ¿Hacia dónde? Hacia los sentidos
provisorios; hacia alguna actividad que lo entretenga, que lo ayude a encontrar
siempre nuevas escapatorias al asedio del aburrimiento, entreteniéndolo con
algún minúsculo sentido inmediato: el baile de una noche, el paseo, el bar, el
club, el hobby, la novela...y tantas otras formas de "evasión", como
acertadamente se les dice. Sentidos forzosamente provisorios, puesto que el
perezoso huye de los últimos y definitivos, de los permanentes y eternos. Y
dado que los no-últimos muy pronto lo dejan o él los deja, tarde o temprano,
fatalmente, vuelve a quedar a merced de la invasión del sinsentido: del tedio, la
náusea, el aburrimiento, en una lucha desigual y perdida de antemano con ese
mar que lo inunda, y en la que se agita hasta que se agota.
179
El demonio de la Acedia
"Si vivís según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apetencias de la carne. Pues la
carne tiene apetitos contrarios al espíritu, y el espíritu tiene apetitos contrarios a la
carne, como que son entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisiérais"
(Gálatas 5,16-17).
Los apetitos se especifican por su objeto: son distintos cuando tienen objetos
distintos, y son opuestos cuando tienen objetos opuestos.
Los dos apetitos de los que habla San Pablo, son antagónicos porque tienen
objetos contrarios entre sí, como muestra el contexto próximo y de toda la
carta: El apetito espiritual tiene como objeto la gloria de Cristo, de la Cruz y de
la gracia; mientras que el apetito carnal tiene como objeto la gloria vana, que
viene de la carne, de la circuncisión, de las obras de la ley. De esos apetitos por
bienes diversos, resultan también obras — o sea conductas, formas de vida —
distintas y opuestas: las obras de la carne y las obras del espíritu (Gálatas 5,18-
23).
180
El demonio de la Acedia
La vida cristiana supone por lo tanto, en la visión de Pablo, una opción por un
bien por encima de otro bien; y supone, consecuentemente, la opción por un
apetito en contra del otro; de una conducta, unas obras y una vida, en contra de
las opuestas. La opción por un apetito en contra de otro, significa la
mortificación de un apetito por el otro, de un deseo por otro mejor. Pablo ve así
la ley de la Cruz, inserta en la existencia cristiana.
La vida cristiana presupone una opción previa a toda otra elección y que es
fuente de todas las demás: entre la carne y el espíritu. Y esa opción ha de ser
mantenida y realizada en obras o conductas que la ratifiquen. De lo contrario
queda evacuada y como anulada.
Nótese cómo también en San Juan, el amor del mundo se desglosa en apetitos,
que Juan llama concupiscencias, las cuales apuntan a una gloria vana, igual que
en la visión paulina.
También en la visión de Juan, los amores son opuestos porque tienen objetos
opuestos. La oposición está en que los bienes que son objeto del amor
181
El demonio de la Acedia
mundano son pasajeros, mientras que los bienes objeto de la caridad son
permanentes: "el mundo y sus concupiscencias pasan, pero quien cumple la voluntad
de Dios permanece para siempre" (v.17). Los objetos, unos transitorios y otros
perennes, son los que confieren transitoriedad o perennidad a sus
correspondientes amores, y en consecuencia al sujeto que ama. Dios hace
perenne al que lo ama confiriéndole la comunión con su vida eterna (1ª Juan
1,1-3; 5,13).
Los bienes pasajeros son, por eso mismo, prescindibles y en algunos casos
prescindendos. Dios, en cambio, es el Bien imprescindible y el amor a Dios
debe gobernar los demás amores. Pero para el hombre caído, el Bien divino es
por eso un Bien arduo, difícil de alcanzar. La dificultad en alcanzarlo puede
ocupar de tal manera la atención, que se pierda de vista el Bien por mirar la
dificultad. Entonces lo arduo del Bien es percibido como un mal.
La Rebelión de la Concupiscencia
Hay que advertir bien, que los bienes pasajeros no son — de suyo y según el
orden primitivo de la creación, anterior al pecado original — ni irreconciliables
ni opuestos al bien permanente ni a la comunión de las creaturas con el
Creador. En la visión creyente, en efecto, el bien de las creaturas proviene del
Creador y ha de servir a la comunión con El.
182
El demonio de la Acedia
Esa mortificación del apetito carnal por el espiritual, o del amor mundano y sus
concupiscencias por el amor divino, es la que, por excitación de lo irascible del
apetito carnal mortificado, inclina a considerar al Bien divino como causa de la
privación de un bien, o sea como causa de un mal. Y esto explica la acedia,
permitiéndonos entenderla como una tristeza de los apetitos de la
concupiscencia, ante aquél Bien que los priva de hecho, o puede privarlos, de
sus bienes específicos.
En realidad, no son los bienes los opuestos entre sí, sino los apetitos. El
fundamento de la incompatibilidad de los apetitos contrarios no es la
inconmensurabilidad de sus respectivos bienes, unos transitorios y otros
duraderos, sino el hecho de que tanto los unos como los otros no son realmente
conocidos y apreciados en su bondad si no es por la fe. Sólo la vida en el
Espíritu, que presta su real consistencia a los bienes eternos, puede
subordinarle los efímeros y sacrificárselos si es necesario. De modo que la
oposición radical, no es la que pudiera ponerse entre los bienes, o la que puede
experimentarse entre los apetitos, sino la que existe entre percepción creyente y
la percepción incrédula, entre la percepción espiritual y la percepción carnal.
183
El demonio de la Acedia
querer con el uno y no quiere y se niega a querer con el otro.De modo que el
cristiano toma posición ante sus propios quereres, como buenos o malos, como
bienes o males.
184
El demonio de la Acedia
consecuencia más propia de dicho pecado. Por lo cual bien merece la acedia ser
considerada como la consecuencia más característica del pecado original y
como una prueba y argumento del mismo.
La acedia es, por lo tanto, efecto y causa del pecado original. Y sin esta
categoría teológica no es posible hacer buena teología de la historia ni buena
teología espiritual; y es difícil acertar en el diagnóstico pastoral o en la cura de
almas, en la dirección espiritual o en el discernimiento y por ende en el buen
gobierno de sí mismo y de los demás.
185
El demonio de la Acedia
El Pecado Original —ha escrito Juan Pablo II— "es verdaderamente la clave para
interpretar la realidad. El Pecado Original no es sólo una violación de una voluntad
positiva de Dios, sino también, y sobre todo, de la motivación que está detrás. La cual
tiende a abolir la paternidad (de Dios), destruyendo sus rayos que penetran en el
mundo creado, poniendo en duda la verdad de Dios, que es Amor, y dejando la sola
conciencia de amo y de esclavo. Así, el Señor aparece como celoso de su poder sobre el
mundo y sobre el hombre; en consecuencia, el hombre se siente inducido a la lucha
contra Dios. Análogamente a cualquier otra época de la historia, el hombre esclavizado
se ve empujado a tomar posiciones en contra del amo que lo tenía esclavizado"170.
Ese fue el drama de los siglos de la acedia. Y quizás el drama de los siglos tout
court. Porque refiriéndose a toda otra época de la historia, el Papa nos remite a
la resistencia del hombre a lo sagrado. Este no es sólo un dato teológico, sino
también un hecho de experiencia universal, descrito por la ciencia de las
religiones. Como fenómeno universal conviene decir algo de él a continuación.
formas religiosas más desarrolladas. Incluso una teofanía como la que revelan
los místicos cristianos inspira a la mayoría de las personas atracción, pero
también repulsión (cualquiera que sea el nombre que a esa repulsión se dé:
odio, desprecio, temor, ignorancia voluntaria, sarcasmo, etc.)"171.
Eliade retoma aquí las tesis de Rudolf Otto, en su obra Lo Sagrado, donde ha
señalado y descrito el efecto fascinante y atemorizador a la vez, que ejerce lo
divino sobre el hombre.
Temor o Miedo
187
El demonio de la Acedia
El que respeta a Dios afirma que Dios es bueno en su grandeza. Si teme algo de
El, es el justo castigo de su propia maldad. El temor de Dios es por lo tanto la
afirmación del Bueno como bueno y de lo malo (en mí mismo) como malo. Es,
por eso, comienzo de la sabiduría y condición previa y necesaria del amor a
Dios. Nadie ama lo que no respeta.
El respeto ( del latín re-spectus, derivado a su vez del verbo re-spicere = mirar
dos veces) es la mirada atenta, la consideración correcta que mira y advierte,
reconociéndolo, al que tiene delante. En el caso de Dios, es alguien
inconmensurablemente superior y distante, a pesar de todo lo que pueda
acercarse por su bondadosa condescendencia.
188
El demonio de la Acedia
miedo a Dios sólo puede brotar el odio a Dios. "Los demonios — dice Santiago
2,19 — creen pero tiemblan".
"El gozo del Señor es vuestra fortaleza, no estéis tristes" (Nehemías 8,5). La frase es
del sacerdote Esdras el día en que leyó la Ley de Moisés ante el pueblo en la
plaza que estaba frente a la Puerta del Agua, en Jerusalén, durante la Fiesta de
los Tabernáculos restaurada. Se trata del gozo resultante de escuchar la Palabra
de Dios y de creer en ella, del gozo de la fe y el amor a Dios.
Por su parte, Jesús, en la última cena y para fortalecer a sus discípulos de cara a
la prueba de la Pasión y a las futuras persecuciones, habla de un gozo suyo y
de sus discípulos: "Os he dicho estas cosas para que mi gozo esté en vosotros y
vuestro gozo sea pleno" (Juan 15,11).
Son las Palabras de Jesús las que están destinadas ahora a ser fuente de gozo
para sus discípulos, como lo eran en tiempo de Esdras las de la Ley para el
pueblo. Por el contexto, se ve claramente que el gozo de Jesús es el que
proviene de su amor al Padre, y que el gozo de los discípulos es el que
189
El demonio de la Acedia
El héroe es débil por su pasión hacia Dalila y fuerte por su amor al pueblo de
Dios: "Del que come salió comida y del fuerte salió dulzura"(Jueces 14,14). "¿Qué
hay más dulce que la miel y qué más fuerte que el león?" (14,18). La debilidad de
Sansón por amor hacia una enemiga ingrata y traicionera, refleja a su manera el
drama del amor de Dios. La misma que lo devora, lo hace vivir. Sansón es
fuerte en su debilidad, por fidelidad a la ingrata, como Dios. El mismo nombre
de Sansón, Shimshon, derivado de "Sol" (en hebreo = Shémesh), sugiere a la
vez la dulzura y la fuerza del sol, además de sugerir una asociación mesiánica.
El corazón de Sansón es fiel a su pueblo y fiel a la enemiga y los amores
contrapuestos no se contrarrestan en él.
panal y después llevó la mano a la boca y se le iluminaron los ojos" (1 Samuel 14,27).
La fatiga de la lucha enturbia la visión del bien. La dulzura de la victoria,
después de dispersados los enemigos — abejas que abandonaron el panal —
devuelve la visión y el goce del bien.
"El amor perfecto expulsa el temor", dice San Juan, con una expresión griega: éxo
bállei, que tiene retintines de exorcismo (1 Juan 4,18). El amor produce un gozo
que expulsa el temor y por lo tanto la tristeza, ya que ambos, temor y tristeza,
se dan por presencia de un mal o ausencia de un bien.
¿Por qué el amor expulsa el temor? Porque: "el temor mira al castigo" y quien
todavía mira al castigo y teme, "no ha llegado a la plenitud del amor".
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El demonio de la Acedia
amable; el que teme está mirando a su propio pecado y al castigo que merece.
Cuando la mirada está puesta en Dios y fija en él por el amor perfecto, ya no se
mira a sí mismo y por lo tanto tampoco al castigo. Y así se entiende por qué "el
amor perfecto echa afuera al temor".
Amor y temor reposan pues sobre dos miradas diversas, sobre la atención a
dos objetos formales diversos. Y de esas dos miradas provienen dos fuerzas
opuestas: un amor y un temor opuestos entre sí, un gozo y una tristeza
opuestos.
"Virtus in infirmitate perficitur" dice San Pablo (2 Corintios 12,9). Virtus significa
en latín vigor, fuerza. Se trata naturalmente aquí, no de la fuerza física, sino de
la fortaleza para obrar el bien. El vigor del creyente es un vigor espiritual. Y ese
es el sentido original de la palabra latina virtus, y de la castellana virtud: la
capacidad de hacer el bien. El amor sufriente, crucificado, muestra la grandeza
de su fuerza precisamente en la debilidad, manteniéndose pacientemente
adherido al bien a pesar del mal.
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El demonio de la Acedia
como una cierta embriaguez de esa voluntad, que acepta la del Padre "en lugar
del gozo que se le proponía" y habiendo "soportado la cruz sin miedo a la ignominia",
por lo cual "está sentado a la derecha del trono de Dios" (Hebreos 12,2).
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El demonio de la Acedia
La fuerza no viene de las palabras, sino de Dios. Estas locuras del lenguaje sólo
puede permitírselas quien somete el lenguaje al ministerio del anuncio; sin
poner su confianza en la fuerza persuasiva del discurso, porque confía gozoso
en la virtus de la Caridad:
"No quise saber entre vosotros sino a Jesucristo, y éste, crucificado. Y me presenté ante
vosotros débil, tímido y tembloroso. Y mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de
los persuasivos discursos de la sabiduría, sino que fueron una demostración del
Espíritu y del Poder para que vuestra fe se fundase, no en sabiduría de hombres, sino en
el poder de Dios" (1 Corintios 2,2-5).
"Todo proviene de Dios que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio
de la reconciliación. Porque en Cristo [en la insensatez y debilidad, en la injusticia de
su Cruz], estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las
transgresiones de los hombres, sino poniendo en nuestros labios la palabra de la
reconciliación. Somos pues embajadores de Cristo, como si Dios os suplicara por medio
de nosotros: en nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!. A quien no
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El demonio de la Acedia
conoció pecado, le hizo pecado, por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios
en él" (2 Corintios 5,18-21)
Ante un Dios así calla el temor al castigo y puede nacer y llegar a su perfección
el amor cristiano: la Agapé (1 Juan 4,18), el Camino Mejor (1 Corintios 12,31).
Verdaderamente parece necio y ridículo un Dios así. Parece sólo apto para
engendrar acedia entre los hombres de un mundo fundado en el zarpazo de la
prepotencia, la imposición del poderoso, en la astucia retórica y dialéctica, en la
retorsión del lenguaje para adulaciones o intimidaciones sofísticas, o — en el
mejor de los casos — en la justicia del talión sin sombra de perdón o
misericordia. Una humanidad predispuesta a imaginarse dioses patrones,
dictadores, que esclavizan a los hombres y rivalizan con ellos.
Pero el corazón de los Corintios se rindió ante este Dios, perfil divino
absolutamente inédito en la interminable galería de las imaginaciones humanas
acerca de la divinidad, que lleva, en su propia disimilitud con todo lo que el
alma de hombre alguno sería capaz de imaginar e inventar, una cierta garantía
de sobrehumana y divina verdad. Ellos eran gente de un mundo donde lo
divino ya se había hecho vulgar, comercial, industrial, político, turístico y
doméstico. Pablo les traía la oferta de un Dios tan absolutamente a contrapelo
de todos los que habían fabricado o domesticado ellos mismos, que no tenía,
por fin, apariencia humana sino realmente sobrehumana y divina. Un Dios que
sólo podía ser creído a fuerza de inimaginable e inverosímil.
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El demonio de la Acedia
Y ante ese Dios, débil por amor, gracias a la fuerza de ese Espíritu Santo que
suplica comunión y reconciliación sin tomar en cuenta las trasgresiones, los
Corintios encontraron por fin el gusto de creer.
El Gusto de Creer
Resulta así que el gozo — junto con la paz y la misericordia — es como un test
de la salud espiritual y del vigor de las virtudes teologales. Es como un
termómetro en el que repercute el ejercicio de esas virtudes.
Si se desea imitar el cauce pastoral paulino, hay que poner por delante las
virtudes teologales y por lo tanto el gozo específico que de ellas dimana. La
pastoral paulina es gaudiocéntrica porque está centrada en las virtudes
teologales, como fundamento y fuente de las demás virtudes cristianas.
¿Hay que aclarar que el gozo de las virtudes teologales no es como los gozos
mundanos? No todo gozo bullicioso o bullanguero, no todo gozo sensible,
refleja el estado real del alma. Quizás no haya mejor reflejo sensible de lo que
ese gozo produce en el hombre, pacificándolo, que el canto gregoriano y la
música sacra.
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El demonio de la Acedia
El tema de los remedios para la acedia no entraba dentro de los límites que
habíamos fijado inicialmente a este ensayo. No era nuestro propósito tratar de
ellos expresamente. Algunos pasajes de nuestra exposición aluden a ellos. Por
ejemplo al recordar la doctrina de Casiano, Isidoro, Benito, Tomás de Aquino e
Ignacio de Loyola. Pero un amable lector del manuscrito encontró
decepcionante y hasta negativo que "después de hablar tanto sobre un mal, no
se tratase expresamente acerca de sus remedios".
Ese párrafo le pareció después demasiado exiguo a otro lector, quien halló
llamativo "que habiendo dado tanta importancia y centralidad al tema de la
acedia, se dedicasen solamente diez líneas — y apenas nominalmente — a su
remedio", y que "dada la amplitud de la exposición del tema, se esperaría que
se deben ofrecer líneas o pautas de reeducación suficientemente explicitadas".
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Casiano, como vimos, proponía la gratitud por los bienes divinos como
remedio para la acedia177. Enseña que la acedia viene de la ingratitud, más
propiamente: consiste en la ingratitud por los beneficios recibidos, por las
gracias y consuelos. Se ha de corregir el menosprecio con el aprecio. Así de
sencillo. Casiano recomienda resistir con energía la tentación de acedia:
"enseña la experiencia que con el ataque de la acedia no se ha de condescender,
ni se ha de huir, sino que se lo ha de vencer resistiéndolo"178.
San Gregorio Magno aconseja: "el vicio de acedia, o sea el tedio del corazón, se
expulsa pensando siempre en los bienes celestiales. La mente que se ocupa en
la consideración de bienes que tanto alegran y regocijan, no se puede aburrir de
ninguna manera"180 Aquí aparece en el ambiente monástico el trabajo orante o
la oración durante el trabajo. La "contemplación en la acción" que propondrá
San Ignacio de Loyola tiene aquí sus raíces, pero es posible en la vida laical. .
Santo Tomás, sobre las huellas de Casiano, considera que la causa de la acedia
es no apreciar o menospreciar los bienes que le vienen a uno de Dios181. Y en
consecuencia propone como remedio el pensar y meditar en los bienes
espirituales182. Se trata evidentemente de una meditación creyente, de un
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El demonio de la Acedia
ejercicio de la fe. El descubrimiento de los bienes que ve la fe, está entre los
motivos del gozo de creer. Es la fe informada por la caridad la que conforta y
consuela, pacífica y hace bueno.
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El demonio de la Acedia
El pronóstico que puede darse acerca de las posibilidades de curación del mal
de acedia, es reservado. El autor de la Carta a los Hebreos — por ejemplo — no
se muestra optimista acerca de la posibilidad de que los anoréxicos de Dios
vuelvan a recuperar su perdido apetito: "Por lo que se refiere a los que una vez han
sido iluminados, que saborearon el don celestial, que se hicieron partícipes del Espíritu
Santo y gustaron la dulzura de la palabra de Dios y los prodigios del mundo futuro,
pero luego cayeron en la apostasía, es imposible volverlos a renovar por el
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El demonio de la Acedia
CONCLUSION
"Al acercarse Jesús a Jerusalén y al ver la ciudad, lloró sobre ella diciendo: `¡Si también
tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. Porque
vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas y te cercarán y te
apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén
dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de
tu visita'" (Lucas 19,41-44).
No se sabe bien lo que es la acedia, hasta que no se pondera este llanto del
Salvador sobre el drama y el inescrutable misterio de la apercepción y la
dispercepción del bien.
"Uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a
una caña, le ofrecía de beber" (Mateo 27,48). Se cumplía en Jesús lo del Salmo: "En
mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre" (Salmo 68,22).
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El demonio de la Acedia
"Una viña tenía mi amigo en una colina fértil...y esperó que diese uvas dulces pero le
dio uvas agrias" (Isaías 5,1s).
La profecía de Isaías sobre la viña ingrata que da vinagre en lugar del dulce
vino del festín de bodas, se cumple en la pasión de Jesús. La sed del crucificado
es la sed de Dios que solicita el amor del hombre y que recibe en cambio, burla,
descalificación, rechazo o por lo menos evasivas, dilaciones, excusas, o
contraofertas "razonables".
139 Recuérdese que - como hemos dicho en 1.2.- en primer lugar, la acedia se distingue de la tristeza común
porque el objeto de la acedia no es un mal, sino un bien. Y en esto coincide con la envidia. En segundo lugar,
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El demonio de la Acedia
se distingue de la envidia porque el bien del que se entristece la acedia es el bien divino, en tanto que la
envidia se entristece de bienes creados y de las creaturas.
141 A este propósito enseña Diadoco de Foticea: "El auténtico conocimiento consiste en discernir sin error el
bien del mal. Cuando esto se logra, entonces el camino de la justicia, que conduce el alma hacia Dios, sol de
justicia, introduce a aquella misma alma en la luz infinita del conocimiento, de modo que, en adelante, va ya
segura en pos de la Caridad" Sobre la Perfección Espiritual c.6. (PG 65,1169). Véase también lo dicho antes en
2.9.
142 Nótense los rasgos de este cuadro que sugieren la tentación de pereza y explican que a la acedia se la haya
podido presentar, sobre todo en la espiritualidad monacal, también con ese nombre.
143 Casiano dedica al tema el libro X de sus Institutiones Coenobiorum. Allí leemos esta descripción: "Cuando
esta enfermedad se ha apoderado de la pobre alma, engendra en ella horror por el lugar, fastidio por la celda,
desdén y desprecio por los hermanos que viven con él o están lejos, considerándolos negligentes o poco
espirituales. Ella lo torna perezoso y cobarde para todo el trabajo que realiza en el interior de su celda; no le
permite permanecer en ella, ni aplicarse a la lectura. Se lamenta a menudo de no progresar nada en el largo
tiempo que habita allí y de no producir ningún fruto espiritual mientras que permanezca unido a la
comunidad. Se queja, suspira y se lamenta de encontrarse vacío de todo provecho espiritual e inútil en el
lugar en que reside, mientras que podría gobernar a otros y hacer el bien a muchos, aquí a nadie ha edificado
y ninguno ha aprovechado su enseñanza y doctrina. Ensalza los monasterios distantes y alejados y los
describe como si fueran más apropiados al progreso y más favorables para la salvación" (Trad.: Ana Gabriela
Casalá OSB).
144 Tomado de M.A. Fiorito, S.J., Buscar y hallar la Voluntad de Dios, Ed. Diego de Torres, Bs.As. 1988, T.I,
p.237-238. de donde he trascrito libremente con aclaraciones.
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154 San Ignacio trata de ellos en Ejercicios, en las Notas para sentir Escrúpulos (EE 345-351).
155 EE 349.
156 EE 332.
157 EE 313-336.
158 EE 316.
159 "Llamo desolación todo lo contrario de la tercera regla: Así como oscuridad del alma, turbación en ella,
moción a cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones moviendo a infidencia, sin
esperanza, sin amor, hallándose toda perezosa, tibia, triste, y como separada de su Criador y Señor. Porque
así como la consolación es contraria a la desolación, de la misma manera los pensamientos que salen de la
consolación son contrarios a los pensamientos que salen de la desolación." (4ª Regla, EE 317).
160 5ª Regla: "En tiempo de desolación nunca hacer mudanza, mas estar firme y constante en los propósitos y
determinación en que estaba el día antecedente a la tal desolación, o en la determinación en que estaba en la
antecedente consolación (...)" (EE 318).
6ª Regla: "Dado que en la desolación no debemos mudar los primeros propósitos, mucho aprovecha mudarse
contra la misma desolación, así como es en instar más en la oración, meditación, en mucho examinar, y en
alargarnos en algún modo conveniente de hacer penitencia" (EE 319).
7ª Regla: "El que está en desolación considere cómo el Señor le ha dejado en prueba en sus potencias
naturales, para que resista a las varias agitaciones y tentaciones del enemigo; pues puede con el auxilio
divino, el cual siempre le queda(...)" (EE 320).
161 9ª Regla: "Tres causas principales hay por las que nos hallamos desolados: la primera es por ser tibios,
perezosos o negligentes en nuestros ejercicios espirituales, y así por nuestras faltas se aleja la consolación
espiritual de nosotros; la segunda por probarnos para cuánto somos, y en cuánto nos alargamos en su
servicio y alabanza, sin tanto estipendio de consolaciones y crecidas gracias; la tercera para darnos verdadera
noticia y conocimiento que no es de nosotros traer o tener devoción crecida, amor intenso, lágrimas ni otra
alguna consolación espiritual, mas que todo es don y gracia de Dios nuestro Señor; y porque en cosa ajena no
pongamos nido, alzando nuestro entendimiento en alguna soberbia o gloria vana, atribuyendo a nosotros la
devoción o las otras partes de la espiritual consolación" (EE 322).
162 Es la primera regla de la segunda serie (EE 329) que hemos trascrito más arriba en 6.1. La segunda Regla de
la primera serie coincide con ésta en señalar que "en las personas que van de bien en mejor subiendo (...)
propio es del mal espíritu morder, entristecer y poner impedimentos inquietando con falsas razones (...)" (EE
315). Es el estilo de las razones de Judas contra María en la Unción en Betania (ver 2.1.).
163 El ángel malo puede consolar al alma para traerla a su dañada intención y malicia (EE 331).
Es propio del ángel malo que se disfraza de ángel de luz (...) traer pensamientos buenos y santos conforme a
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El demonio de la Acedia
la tal alma justa, y después, poco a poco procura salirse trayendo al alma a sus engaños encubiertos y
perversas intenciones (EE 332).
164 EE 230-237. En esta contemplación con que termina el Mes de Ejercicios, San Ignacio invita al Ejercitante a
considerar los beneficios y gracias de creación y redención, mirar cómo Dios habita y trabaja para él en las
creaturas, considerar por fin cómo Dios es la fuente de todos los bienes de los que él goza y es partícipe. Y
dado que el amor ha de ser comunicación recíproca de bienes entre los que se aman, San Ignacio invita al
ejercitante a darse todo a Dios: "Tomad Señor y recibid..."
167 Véase 1.1.; 1.2. y 5.2. Sobre este asunto véase el citado artículo de G. Bardy, Acedia en Dict. de Spir. Asc. et
Mystique T.I, cols 166-169.
168 Véase: Isidro Ma. Sans, La Envidia primigenia del Diablo según la Patrística Primitiva (Estudios Onienses,
Serie III Vol. VI) Ed. Fax, Madrid 1963.
171 M. Eliade, Tratado de Historia de las Religiones, Trad. cast.: Cristiandad, Madrid l974, T.I, pp. 41-42.
173 Const. Dei Verbum 5, CIC 153; la última frase es del Concilio Arausicano II.
174 Y agregaba: "decir mal del malo, loanza es del bueno" Alfonso Martínez de Toledo, Arcipreste de Talavera,
Corbacho, Prólogo.
175 El Papa propone insistir en el trienio 1997-1999 en las Virtudes Teologales correspondientes a las tres
Divinas Personas. En el año l997, Año del Hijo, se insistirá en la Fe; en el año 1998, año del Espíritu Santo, se
insistirá en la Esperanza; y en el año 1999, año del Padre, se insistirá en la Caridad. Juan Pablo II, Tertio
Milennio Adveniente Nº 40-51.
180 Comm. in 1 Regum 5,9; PL. 79, 364. Todos los autores espirituales coinciden en insistir en la actividad del
espíritu y la oración constantes. Santa Melania le preguntó a una eremita llamada Alejandra: "¿Cómo puedes
soportar la acedia que produce el aislamiento y la soledad, puesto que no ves a nadie?" y la reclusa le
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respondió: "Desde que amanece hasta la hora de nona, oro sin cesar mientras hilo el lino. El resto del tiempo,
repaso en mi espíritu la historia de los patriarcas, los profetas, los apóstoles y los mártires. Después de comer
mi pan, espero las horas que restan perseverando fielmente y pronta para aceptar el fin con una esperanza
gozosa" PALLADIO, Hist. Laus., 5,3.
184 Es lo que Ignacio llama "agere contra" o hacer el "oppositum per diametrum" = lo diametralmente opuesto
(EE 325).
185 Ver 6.2. Esta forma de contemplación, puede convertirse en una forma de oración durante la acción. San
Ignacio la propone a los jesuitas, que han de ser contemplativos en la acción. Pero esta forma de oración se
adapta muy bien a las exigencias de la vida laical.
186 V. HONINGS, Art.: Acedia, en Dicc. de Espiritualidad ( Dir. Ermanno Ancilli) T.I, Col. 26.
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