de Antonio Bentué Cuando nos disponemos a estudiar el tratado sobre el Espíritu Santo, siguiendo las líneas de nuestro autor, entramos en un recorrido por la doctrina trinitaria, la historia de Israel, la vida de Jesús y el caminar de la Iglesia. Hablar del Espíritu Santo es también hablar del Amor Gratuito de Dios, pues, el amor constituye la naturaleza propia de Dios. Esta intuición se confirma a partir de la Escritura que nos revela al Espíritu presente, especialmente en momentos de crisis y caos, suscita movimientos proféticos en defensa del derecho y la justicia, al servicio de los pobres y pequeños, unge a Jesús para evangelizar a los pobres. Así pues, se trata de Dios mismo que se dona en un acto de amor infinito. El Espíritu es expirado en el único acto eterno de Dios que es un acto de Amor gratuito. La finalidad de la misión del Espíritu Santo en toda acción es poner en comunión al hombre con Cristo para formar su cuerpo. El Espíritu Santo es como la savia de la viña del Padre que da su fruto en los sarmientos (Jn 15). De tal manera, la pneumatología tradicional ha abarcado cuestiones intratrinitarias y temas meramente intraeclesiales, más que la presencia viva del Espíritu en la base de la sociedad y de la Iglesia. Este recorrido que nos marca A. Bentué comienza ahora a integrar liberación y Espíritu, completando la cristología y la eclesiología con una pneumatología desde abajo que recoja la tradición bíblica y lo mejor de los carismas de la Iglesia. Este Espíritu es el fundamento de la opción de Jesús y de la Iglesia por los pobres. Nos revela a una Trinidad que por amor se vacía hacia el mundo y quiere realizar su proyecto del Reino de filiación y fraternidad universal. Las aportaciones que el estudio de este tema puede dejar para nuestro curso, versan sobre todo, en la comprensión de que no se trata solo del conocimiento teórico del dogma, sino también para tomar conciencia sobre la vida de gracia que el Espíritu Santo obra en su iglesia, en cada hombre abierto a la gracia. Como síntesis de este recorrido pneumatológico podemos mencionar el binomio amor y don; persona-amor y persona-don. El Espíritu Santo es amor y don mutuo entre el Padre y el Hijo; Él es también la persona en la cual la Trinidad se comunica al hombre. Toda comunicación divina al hombre se hace en el Espíritu Santo. Estudiamos el tratado sobre el Espíritu Santo con la esperanza y la certeza de que Él es el consolador prometido por Jesús para reemplazar el afecto, la seguridad y la dirección que daba el Maestro a los discípulos. La misión, pues, del Espíritu Santo en la tierra es continuar las enseñanzas de Jesús, haciendo que tales doctrinas se vuelvan vitales en el corazón de los creyentes. Él es el agente transformador de las personas, haciéndolas vivir el mensaje del Mesías, desarrollándolo y completándolo.