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Refugios espirituales: Emaús, el

retiro de moda entre la alta


sociedad en Madrid
En Madrid causa furor entre la alta sociedad. No
saber qué es lo que vas a encontrar allí es básico
para vivir con plenitud la experiencia. Sus
«servidores» son reacios a contar detalles, no por
morbo sino porque es «indescriptible».
Muchas de las personas que hablaron con este diario sobre los retiros de
Emaús coinciden en dos puntos: la experiencia les cambió la vida y el
misterio es una parte esencial de ello. «Esto es como Las Vegas... lo que
pasa en Emaús, se queda en Emaús», afirma una mujer sobre el retiro
espiritual que se ha puesto de moda en Madrid y del que nadie quiere
hablar en profundidad. Aunque hace ya un par de años que causa furor
entre la alta sociedad madrileña, Isabel Sartorius fue quien lo llevó de las
parroquias a los medios. La ex novia del Rey Felipe, más delgada y más
guapa que nunca, se encuentra en un momento personal muy positivo, y
habría un vínculo entre su bienestar físico y emocional y estos retiros
espirituales que «marcan un antes y un después» en la vida de quienes
asisten.

Con el corazón abierto

La propia Sartorius escribió en su blog sobre Emaús: «Hice un retiro


espiritual maravilloso donde Dios me tocó, de una manera especial, el
corazón. Hacía mucho tiempo que no lograba sentir así la alegría
inigualable de vivir con el corazón abierto de par en par». El padre Enrique
González, el primero en ponerlos en marcha en Madrid, explica que se
trata de «una nueva forma de evangelización» que comenzó en 1978 en
Pinecrest, Miami, y que él aceptó instaurar en 2010 en su parroquia,
entonces la de San Germán, después de que otras rechazasen la idea. «No
entiendo cómo me convencieron. No fue un argumento humano», afirma
González. Desde Florida, Emaús se ha extendido por toda Latinoamérica y
algunas ciudades de España (Barcelona, Solsona, Bilbao, Jerez y Palma de
Mallorca). En Madrid, las parroquias que los ofrecen son San Germán,
Santa María de Caná, en Pozuelo, Nuestra Señora de La Moraleja, San
Juan Crisóstomo, Nuestra Señora de Madrid y San Agustín.

No saber qué vas a encontrar en el retiro es esencial para la experiencia,


por lo que todos los entrevistados se muestran reacios a contar detalles.
Sin embargo, comparten que el camino de Emaús dura un fin de semana,
de viernes a domingo, y que se organizan entre cuatro y seis veces al año.
Los hay de mujeres y de hombres y en Madrid se suelen llevar a cabo en la
casa de ejercicios Cristo Rey y en la de los Oblatos, ambas ubicadas en
Pozuelo. Aunque es una experiencia privada, el domingo por la tarde hay
una misa abierta en la que algunos caminantes comparten su testimonio.
El retiro está basado en un pasaje del Evangelio de San Lucas, en el que
dos discípulos que van a pie hacia el pueblo de Emaús se encuentran con
Jesús, después de su resurrección, pero no le reconocen. Al llegar a su
destino, le invitan a cenar con ellos y cuando Jesús parte el pan se dan
cuenta de quién es. La idea es que al final del retiro los caminantes –así se
llaman los asistentes– reconozcan la presencia constante de Dios en su
vida. Solo se puede «caminar» una vez, pero el que quiera se puede
convertir en servidor, es decir, que pasa a formar parte de quienes
organizan el camino. Y es que aunque siempre se debe contar con la
supervisión de un sacerdote, el retiro es dirigido por y para laicos.

Una servidora que prefiere mantenerse anónima afirma a este diario que el
retiro «no es para nada elitista», una observación en la que coinciden todos
los entrevistados. Sin embargo, un empresario madrileño que acudió en
marzo también confirma que «es cierto que hay un predominio de gente
conocida de Madrid. Pero cuando yo caminé estaban conmigo un albañil y
un vecino de Usera... de todos modos, la parroquia está en Serrano,
¿quiénes creen que van a acudir?». El padre González, por su parte,
asegura que «lo bonito es que haya gente de todo tipo, pero en Madrid se
ha puesto de moda entre personas de cierto nivel social. Es una
circunstancia no deseada». Al retiro se llega sobre todo por el boca a boca y
se supone que se debe invitar a quienes más puedan beneficiarse de él,
pero eso también fomenta que se extienda entre un mismo círculo social.

«Si es moda, da igual»

«Las cosas de moda son efímeras. El que lo hace por ese motivo sentirá un
efecto arrebatador, pero poco duradero», asegura González. Por su parte,
el empresario, que en septiembre fue servidor, comenta que «si realmente
es moda, da igual. De todos modos merece la pena. Si de cien personas que
asisten una se convierte, ¿qué más da lo que hagan las otras noventa y
nueve?». En su caso, el retiro no supuso un cambio radical de vida porque
ya era un hombre religioso, pero afirma que dos amigos a los que llevó sí
vivieron una transformación: «Uno de ellos era un tío que tenía el escudo
del Real Madrid en el whatsapp y ahora tiene la cruz de Emaús», comenta
a modo de ejemplo.

José Ignacio Caballero, directivo de empresas afincado en Madrid, tuvo


una experiencia parecida, y afirma que «Emaús me ayudó a reforzar la
organización de mi vida espiritual», aunque no le cambió de manera
profunda. Sin embargo, analiza por qué ese suele ser el efecto del retiro:
«Se comparten experiencias realmente duras, por eso se dice que lo que
pasa en Emaús se queda en Emaús. Es muy emocional, se cuentan casos de
vida que le mueven el corazón a la gente». Sobre el secretismo que rodea al
retiro afirma que «se ha creado un halo de misterio, desde mi punto de
vista, falso. Las personas no cuentan nada porque, ¿cómo describes un
atardecer o la mirada de tu hijo desde la cuna? No lo esconden por morbo,
sino porque es indescriptible».

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