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Introducción
A
medida
que
el
tiempo
avanza
la
evolución
a
dado
paso
a
una
nueva
visión
de
la
concepción
humana,
una
visión
más
integral,
abarcando
de
una
manera
holística
todos
los
componentes
de
la
naturaleza
humana,
reivindicando
el
papel
que
juegan
las
emociones
en
el
desarrollo
del
potencial
de
todo
ser
humano.
En
este
trabajo
se
pretende
demostrar
que
la
“inteligencia”
no
abarca
solo
una
forma
especifica,
como
se
establece
en
el
paradigma
tradicional,
coeficiente
intelectual
(CI),
sino
que
abarca
todo
un
abanico
de
posibilidades
en
las
cuales
el
hombre
puede
apoyarse
para
poder
desarrollar
sus
capacidades,
lo
cual
explica
que
personas
con
un
elevado
CI,
no
logren
alcanzar
la
posibles
metas
que
se
plantean
o
en
el
ámbito
laboral,
a
modo
de
ejemplo,
que
las
personas
con
un
CI
mayor
estén
a
cargo
de
personas
con
CI
menor.
La
inteligencia
emocional
plantea
la
nueva
visión
de
ver
y
enfrentar
el
mundo,
o
mejor
dicho,
los
altos
y
bajos
que
la
vida
nos
depara,
tomando
en
cuenta
los
sentimientos,
desarrollando
capacidades
como
el
autocontrol,
la
motivación,
la
autoconciencia,
entre
otras
más
que
se
mencionarán.
La
complejidad
del
mundo
actual,
en
donde,
el
ser
humano
es
actor
fundamental
del
desarrollo
hace
que
la
inteligencia
emocional
sea
una
herramienta
indispensable
para
el
buen
curso
de
la
vida,
desde
una
relación
de
parejas
hasta
decisiones
importantes
dentro
de
una
organización.
En
este
trabajo
se
pretende
ahondar
en
los
aspectos
más
fundamentales
de
la
inteligencia
emocional,
explicando
las
reacciones
fisiológicas
de
nuestro
cuerpo
ante
una
emoción
determinada
o
como
influyen
estas
en
el
curso
de
nuestra
vida.
Parte
1.
El
cerebro
emocional
A
lo
largo
de
los
años
de
la
evolución
de
la
vida,
todas
las
estructuras
físicas
de
los
animales
han
cambiado.
La
evolución
de
las
especies
han
traído
consigo
diferentes
transformaciones
en
las
estructuras
de
todos
los
animales,
desde
que
se
empezó
con
los
reptiles,
dinosaurios,
monos,
hasta
llegar
a
los
seres
humanos.
El
ser
humano
no
puede
evitar
provenir
de
unos
seres
menos
desarrollados
y
eso
conlleva
que
aún
mantiene
estructuras
cerebrales
que
lo
delatan,
como
es
toda
la
estructura
de
lo
que
algunos
denominan
cerebro
reptiliano.
A
partir
de
él
se
fue
desarrollando
el
sistema
límbico
y
el
neocórtex
millones
de
años
después.
Esa
estructura
más
antigua
del
cerebro
es
donde
se
desarrollan
los
elementos
más
básicos
del
comportamiento
,
en
el
que
se
procesan
las
acciones
primarias,
como
el
hambre,
etc.
Es
notable
que
el
hecho
de
que
el
sentido
del
olfato
sea
el
que
más
tiempo
mantengamos
en
nuestra
memoria,
radica
en
que
es
la
parte
más
primitiva
del
cerebro
y
la
que,
en
sus
orígenes,
indicaba
lo
esencial
para
la
supervivencia,
lo
que
se
comía
o
lo
que
te
podía
comer.
El
sistema
límbico
es
el
que
desarrolla
todo
lo
relacionado
con
las
emociones,
el
amor,
miedo,
etc,
y
la
generación
de
acciones
inmediatas
ante
las
situaciones
que
las
provocan,
correr,
atacar.
Llegados
a
este
punto,
nos
encontramos
con
dos
principales
estructuras
que
tienen
una
importancia
vital
en
el
campo
emocional,
estos
son
la
amígdala
y
el
hipocampo.
La
amígdala
es
la
encargada
de
reconocer
las
cargas
emocionales,
esto
es,
de
reconocer
el
afecto,
el
odio,
y
demás
emociones.
A
su
vez,
también
es
la
que
se
encarga
de
que
segreguen
hormonas
como
la
noradrenalina,
la
cual
nos
pone
alerta
en
situaciones
de
peligro.
Por
otro
lado,
hemos
nombrado
el
hipocampo,
que
es
el
que
se
encarga,
vamos
a
decir,
de
la
memoria
emocional,
el
encargado
de
saber
si
reconocemos
lo
que
estamos
viendo
como
receptor
de
una
emoción,
y
la
amígdala
es
la
que
se
encarga
de
asignar
esa
emoción.
En
el
caso
en
que
nosotros
nos
encontremos
ante
un
hecho,
la
interpretación
de
ese
hecho
la
realiza
el
hipocampo,
sin
embargo,
la
asignación
de
la
emoción
adecuada
al
mismo
será
realizada
por
la
amígdala.
Como
también
hemos
comentado
antes,
tenemos
otra
estructura
principal
en
nuestro
cerebro,
y
si
tenemos
en
cuenta
su
tamaño,
es
la
parte
más
importante,
el
neocórtex.
Esta
parte
de
nuestro
cerebro
que
se
desarrolla
en
la
parte
más
superficial,
es
el
encargado
de
el
pensamiento,
el
razonamiento
y
todas
esas
acciones
que
llamamos
superiores.
En
principio,
cuando
el
hipocampo
reconoce
una
situación,
la
envía
al
neocórtex
para
que
la
analice
y
dictamine
la
respuesta
más
adecuada
para
su
resolución.
Posteriormente,
la
respuesta
estudiada
en
las
distintas
partes
del
neocórtex,
será
enviada
a
todos
los
órganos
que
deban
intervenir
en
dicha
respuesta.
Hace
pocos
años
se
han
descubierto
unos
conductos
directos,
de
tal
forma
que
no
pasan
por
el
neocórtex,
consiguiendo
que,
ante
determinado
tipo
de
necesidades
vitales
instintivas,
la
respuesta
se
consiga
con
mayor
inmediatez,
al
no
tener
que
ser
procesada
y
analizada
por
el
neocórtex,
sino
que
se
identifica
en
el
hipotálamo
y
se
produce
la
respuesta
inmediata
en
el
la
amígdala.
Parte
2.
La
naturaleza
de
la
inteligencia
emocional
Hasta
las
personas
más
sobresalientes
de
acuerdo
a
su
CI,
pueden
llegar
a
cometer
errores
colosales,
motivados
por
sentimientos
de
ira,
de
venganza,
y
por
la
poca
capacidad
desarrollada
para
controlar
emociones
como
esas.
Es
por
eso
que
se
dice
que
el
CI
aporta
solo
el
20%
de
los
factores
determinantes
de
éxito
de
una
persona,
el
otro
80%
se
determina
por
otros
factores
como
la
capacidad
de
tomar
decisiones,
de
motivarnos
a
nosotros
mismos,
de
controlar
nuestras
emociones
y
la
capacidad
de
empatía.
Una
alta
calificación
en
cualquier
nivel
académico
no
determina
que
se
alcanzará
el
éxito
laboral
o
personal,
más
rápido
o
en
mayor
grado
que
una
persona
con
calificación
media
o
baja.
Unas
notas
excelentes
solo
nos
dicen
que
somos
buenos
desarrollando
pruebas
académicas,
pero
no
determinan
la
manera
de
responder
ante
todos
los
acontecimientos
de
la
vida;
pero
aun
con
eso,
las
instituciones
de
educación
se
encargan
de
desarrollar
en
mayor
medida
las
capacidades
académicas,
dejando
de
lado
el
desarrollo
de
la
inteligencia
emocional.
Sin
duda
alguna,
las
habilidades
técnicas
tienen
hoy
en
día
una
gran
importancia,
sin
embargo
hasta
los
tontos
pueden
beneficiarse
de
su
inteligencia
emocional
para
alcanzar
una
posición
laboral
privilegiada,
incluso
sobre
aquellos
que
tienen
un
CI
alto.
Una
persona
que
deja
que
sus
emociones
dominen
su
vida,
permite
que
ellas
limiten
su
capacidad
laboral
y
no
piensa
con
suficiente
claridad,
restringiendo
así
su
capacidad
de
alcanzar
el
éxito.
La
diferencia
entre
alcanzar
el
éxito
o
no
radica
en
las
habilidades
adquiridas
en
los
primeros
años,
en
la
capacidad
de
sobrellevar
las
frustraciones,
de
controlar
las
emociones
y
de
llevarse
bien
con
los
demás.
Aunque
se
da
una
importancia
prioritaria
a
la
inteligencia
académica,
existen
otros
tipos
de
inteligencia
que
son
igual
de
importantes
para
el
desarrollo
de
una
persona.
Si
bien
es
cierto,
no
todas
las
personas
cuentan
con
un
alto
CI,
al
medir
sus
capacidades
o
el
desarrollo
de
otras
inteligencias
o
talentos,
se
descubre
que
por
ejemplo
una
persona
con
inteligencia
interpersonal
puede
llegar
a
ser
un
gran
diplomático,
por
lo
tanto
tener
un
alto
CI
no
es
el
único
camino
para
alcanzar
el
éxito.
La
inteligencia
intrapersonal
permite
descubrirnos
y
conocernos
realmente,
lo
que
nos
hace
actuar
en
la
vida
de
un
modo
más
eficaz.
Por
ello,
podemos
decir
que
la
noción
de
que
el
CI
es
lo
que
más
importa
ha
pasado
de
moda,
dando
una
gran
importancia
a
otro
tipo
de
habilidades.
En
tiempos
anteriores
se
creía
que
la
única
faceta
psicológica
que
puede
observarse
con
claridad
era
la
conducta,
tiempo
después,
se
trato
de
conocer
la
forma
en
que
la
información
se
almacena
y
como
se
desarrolla
la
inteligencia,
pero
aun
así
no
se
daba
importancia
a
las
emociones.
De
este
modo,
se
creía
que
la
inteligencia
es
una
facultad
fría
que
no
se
ve
afectada
por
ningún
tipo
de
sentimientos
ya
que
estos
solo
confunden
nuestra
vida
mental.
Por
otra
parte
se
quiere
sentir,
porque
se
sabe
que
es
un
aspecto
fundamental
de
la
humanidad,
de
modo
que
aunque
se
puedan
realizar
diferentes
actividades
no
puede
no
saber
sentirse
la
pasión
de
realizarlo.
Es
por
eso
que
la
visión
fría
en
la
que
se
aparta
todo
tipo
de
sentimientos,
no
puede
ser
una
visión
exacta
de
la
inteligencia
de
las
personas.
Aunque
desde
hace
tiempo
se
ha
hablado
de
la
relación
entre
emociones
y
pensamiento,
no
se
le
dio
mayor
importancia
hasta
hace
poco.
La
inteligencia
académica
ayudada
por
las
inteligencias
sociales
colabora
en
resolver
los
problemas
prácticos
de
la
vida.
Existe
una
diferencia
crucial
entre
ser
atrapado
por
un
sentimiento
y
ser
arrastrado
por
él.
Conocerse
a
si
mismo
significa
mantener
la
atención
sobre
si,
aun
cuando
exista
una
gran
turbulencia
de
emociones.
Cuando
nos
conocemos,
sabemos
cómo
controlar
cada
una
de
nuestras
emociones
y
la
diferencia
entre
reaccionar
de
manera
violenta
y
tener
la
conciencia
autorreflexiva
de
que
lo
que
sucedió
no
está
bien.
Cuando
somos
consientes
de
nosotros
mismos
conocemos
nuestros
estados
de
ánimo
y
la
forma
en
que
reaccionamos
a
ellos.
Conocer
los
sentimientos
no
solo
nos
permite
tener
la
conciencia
de
que
existen
sino,
nos
brinda
la
posibilidad
de
liberarnos
de
ellos,
sobre
todo
cuando
son
sentimientos
negativos.
Al
medir
la
intensidad
con
la
que
actuamos,
podemos
darnos
cuenta
que
en
ocasiones
actuamos
de
manera
desenfrenada
y
otras
de
manera
indiferente,
incapaz
de
sentir
aun
en
medio
de
situaciones
peligrosas.
Se
conoce
además
que
las
mujeres
viven
con
mayor
intensidad
tanto
las
emociones
positivas
como
negativas,
pero
una
persona
que
experimenta
demasiada
intensidad
ante
sus
emociones
puede
sufrir
una
verdadera
tormenta,
mientras
que
las
indiferentes
apenas
y
experimentan
algún
sentimiento.
No
es
posible
decir
que
hay
hombres
sin
sentimientos,
porque
de
hecho
no
existen,
el
problema
es
que
aunque
estos
hombres
sienten,
son
incapaces
de
reconocer
la
emoción,
no
pueden
explicar
lo
que
sienten,
no
pueden
expresar
con
palabras
ante
otras
personas,
incluso
sus
seres
queridos,
lo
que
están
sintiendo.
Estas
personas
pueden
llorar
y
sorprenderse
al
no
encontrar
la
respuesta
ante
la
pregunta.
¿Por
qué
estas
llorando?
Suelen
confundir
emociones
con
problemas
médicos,
al
no
poder
explicarse
porque
sienten
mariposas
en
el
estomago
ya
que
no
pueden
distinguir
sus
emociones
de
las
sensaciones
corporales.
Cuando
se
han
seccionado
algunas
conexiones
nerviosas,
es
posible
que
nos
convirtamos
en
una
especie
de
ordenador,
capaz
de
distinguir
los
pasos
a
seguir
pero
no
de
numerarlos,
es
decir
perdemos
la
noción
de
prioridad.
Si
nos
falta
la
capacidad
de
poner
sentimiento
sobre
las
cosas
nos
hace
defectuoso
nuestro
proceso
de
razonamiento,
pues
son
las
emociones
las
que
pueden
indicarnos
de
un
posible
peligro
de
acuerdo
a
las
experiencias
vividas.
Si
contamos
nuestras
experiencias
buenas
o
malas,
sin
emoción,
como
si
fuera
un
simple
espectador,
significa
que
no
estamos
poniendo
sentimientos
a
nuestros
recuerdos
y
que
no
contamos
con
los
recuerdos
basados
en
experiencias
emocionales
pasadas,
para
tomar
decisiones.
Gran
parte
de
nuestra
vida
emocional
es
inconsciente,
de
modo
tal
que
en
ocasiones
tenemos
la
sensación
de
que
hemos
visto
algo,
que
conocemos
a
alguien
aunque
no
estemos
seguros,
pero
de
hecho
cambian
nuestra
forma
de
percibirlo
y
responder
a
él.
Por
lo
tanto
se
dice
que
existen
dos
niveles
de
emoción,
uno
consciente
y
el
otro
inconsciente,
y
es
por
esto
que
la
consciencia
emocional
se
vuelve
la
mejor
manera
de
desembarazarse
de
emociones
negativas.
Tratar
de
frenar
una
pasión
no
significa
eliminarla
o
reprimirla,
porque
todas
las
emociones
tienen
su
valor
y
de
una
u
otra
forma
nos
forman,
lo
importante
es
encontrar
un
equilibrio
emocional,
de
modo
que
podamos
seguir
sintiendo,
pero
que
las
emociones
no
nos
desborden
y
nos
hagan
perder
el
control.
Una
adecuada
sensación
de
bienestar
la
conseguiremos
cuando
pongamos
en
igual
proporción
las
emociones
positivas
y
las
negativas.
La
diversidad
emocional
en
sí,
no
representa
problema
sino
cuando
estas
emociones
no
se
controlan
y
llegan
a
convertirse
en
trastornos
que
necesitan
ayuda
médica‐farmacéutica.
El
problema
del
enfado
no
está
en
no
experimentarlo,
sino
en
experimentarlo
en
la
medida
apropiada.
El
enfado
o
enojo
es
la
emoción
más
difícil
de
controlar,
porque
siempre
encontraremos
justificaciones
para
estar
enojados
y
mientras
más
vueltas
se
dan
a
las
razones,
más
se
cree
que
las
razones
son
buenas
y
que
tenemos
“derecho”
a
estar
enojados,
mientras
que
los
pensamientos
obsesivos
solo
alimentan
mas
el
fuego
y
no
permiten
encontrar
la
manera
de
calmarlo.
Se
piensa
además
que
para
dejar
de
sentir
enojo
solo
puede
hacerse
a
través
de
una
descarga
sobre
lo
que
ha
provocado
el
enojo.
El
detonante
universal
del
enfado
es
la
sensación
de
sentirse
amenazado,
no
solo
físicamente
sino
en
sentido
figurado,
por
ejemplo
sentirse
menospreciado.
Cuando
el
cuerpo
se
encuentra
en
estado
de
irritabilidad
y
se
encuentra
emociones
de
enfado
o
de
ansiedad,
se
va
avanzando
hasta
llegar
a
un
punto
de
secuestro
emocional,
en
el
que
las
emociones
han
dominado
el
pensamiento
y
solo
pensamos
en
la
necesidad
de
venganza
y
desemboca
en
la
violencia.
Cualquier
pensamiento
que
tengamos
después
del
momento
irritable
nos
parecerá
de
igual
modo
irritable
y
esto
irá
sumando
a
la
sensación
de
furia
que
se
está
sintiendo,
de
modo
que
todos
los
pensamientos
giran
alrededor
de
conseguir
la
represalia
en
lugar
de
la
calma.
Si
bien
el
enfado
se
transforma
en
un
ciclo
que
paso
a
paso
va
creciendo
podemos
intervenir
en
él
para
tratar
de
mitigarlo,
así
existen
formas
de
frenar
la
irritación
que
nos
ha
causado,
por
ejemplo
si
otra
persona
provoca
el
enfado,
es
posible
calmarlo
conociendo
las
circunstancias
bajo
las
que
se
encontraba
la
otra
persona,
así
algo
que
nos
parece
imperdonable,
puede
resultar
comprensible
al
conocer
los
motivos,
que
pueden
cambiar
nuestra
furia
en
un
sentimiento
de
compasión
hacia
los
demás.
Otra
forma
de
frenar
la
irritabilidad
es
buscar
una
distracción.
Se
cree
que
la
catarsis
es
la
mejor
manera
de
manejar
la
irritación
provocada
por
otros,
sin
embargo
estudios
comprueban
que
en
poco
o
en
nada
colaboran
para
mitigar
el
enfado,
aun
cuando
la
persona
sienta
cierto
grado
de
satisfacción.
El
hecho
de
expresar
el
mal
humor
ante
la
persona
que
lo
ha
causado,
puede
prologarlo,
en
lugar
de
acabar
con
él,
por
tanto
se
recomienda
buscar
la
calma
antes
de
hablar
con
la
persona
que
nos
ha
irritado.
La
preocupación
es
el
núcleo
de
la
ansiedad,
resulta
como
un
ensayo
para
considerar
todas
las
alternativas
posibles
ante
cosas
que
pueden
suceder.
Pero
la
preocupación
puede
desencadenar
una
ansiedad
crónica,
en
la
que
en
lugar
de
buscar
soluciones,
damos
vueltas
y
más
vueltas
a
los
problemas
encerrándonos
en
un
ciclo
de
preocupación
del
que
es
muy
difícil
salir.
Cuando
se
está
en
este
ciclo
se
suele
saltar
de
un
tema
a
otro,
sin
poder
tener
una
imagen
de
que
es
lo
que
nos
preocupa,
ya
que
las
preocupaciones
son
más
auditivas
que
visuales.
Sin
embargo
siempre
hay
una
forma
de
salir
de
un
ciclo
de
preocupación,
y
aunque
difícil,
la
mejor
forma
es
cambiar
el
foco
de
atención.
Aun
cuando
las
preocupaciones
tienen
alguna
ventaja
como
el
hecho
que
no
se
presentan
como
imágenes,
y
las
imágenes
son
la
que
activan
la
ansiedad,
funciona
entonces
como
un
antídoto
para
la
ansiedad
fisiológica,
pero
puede
disiparla
pero
jamás
contribuye
a
encontrar
una
solución
al
problema.
La
preocupación
puede
trabajarse
siguiendo
estos
pasos
como
la
consciencia
de
uno
mismo
y
registrar
el
primer
acceso
de
preocupación
tan
pronto
sea
posible;
adoptar
una
postura
crítica,
preguntarme
si
realmente
vale
la
pena
preocuparse;
recurrir
a
la
medicación
o
una
reeducación
emocional
a
través
de
terapias.
La
tristeza
es
la
menos
deseado
de
las
emociones,
todas
las
personas
quieren
despojarse
de
ella,
pero
al
igual
que
ocurre
con
todas
las
emociones
tiene
su
lado
positivo,
ya
que
resulta
una
forma
de
reflexionar
sobre
lo
que
pasa
en
nuestra
vida.
Lo
importante
es
saber
controlar
esa
tristeza
de
modo
que
no
nos
lleve
a
estados
depresivos.
Para
poder
controlar
la
tristeza
la
táctica
más
recomendable
son
las
actividades
sociales,
pero
teniendo
presente
que
el
objetivo
principal
es
sacar
de
nuestra
mente
los
pensamientos
tristes.
Para
no
caer
en
un
estado
depresivo
obsesivo
podemos
en
primer
lugar
afrontar
los
pensamientos
que
provocan
la
depresión
y
en
segundo
lugar
recurrir
a
la
distracción.
El
llanto
es
uno
de
las
actividades
empleadas
para
elevar
el
estado
de
ánimo,
si
bien
parece
contradictorio,
llorar
puede
ayudarnos
a
reducir
los
niveles
de
angustia.
Por
otra
parte
se
puede
trabajar
haciendo
ejercicios
como
aeróbicos,
tanto
para
ahuyentar
la
tristeza
como
las
emociones
negativas,
otra
actividad
que
funciona
es
tratar
de
darse
ánimos
a
sí
mismo,
regalarse
algo,
etc.
Por
último
uno
de
los
antídotos
más
eficaces
es
la
reestructuración
cognitiva
o
tratar
de
ver
las
cosas
desde
un
punto
de
vista
diferente.
El
control
de
los
impulsos
se
vuelve
importante
sobre
todo
cuando
se
habla
de
refrenar
emociones.
Demorar
los
impulsos
es
una
habilidad
que
puede
aprenderse
desde
pequeño,
y
será
reflejado
en
la
manera
de
actuar
en
la
adolescencia
y
adultez.
Se
sabe
que
los
niños
que
aprenden
a
dominar
sus
impulsos
y
demorar
las
recompensas
se
vuelven
personas
socialmente
más
competentes
y
emprendedores,
caso
contrario
con
los
que
no
lo
hacen.
Las
emociones
negativas
como
la
ansiedad
limitan
nuestra
capacidad
de
pensamiento
y
en
consecuencia
nuestra
capacidad
de
tomar
decisiones
y
nos
pueden
conducir
al
fracaso,
afectando
incluso
nuestra
capacidad
académica.
Sin
embargo,
un
poco
de
ansiedad
puede
provocar
mejores
resultados,
siempre
que
esta
nos
impulse
a
prepararnos
mejor
para
lograr
el
objetivo
y
no
nos
encierre
en
un
círculo
de
pensamientos
negativos.
Si
no
se
tiene
un
poco
de
ansiedad
sobre
lo
que
se
va
a
hacer,
puede
entenderse
como
si
no
tuviera
la
menor
importancia
para
nosotros.
Por
el
contrario,
los
estados
de
ánimo
positivos
elevan
nuestra
capacidad
de
pensamiento,
la
mejor
manera
de
ayudar
a
una
persona
es
contándole
un
chiste,
ya
que
la
risa
ayuda
a
ampliar
los
horizontes
y
a
encontrar
soluciones
más
creativas
a
los
problemas
intelectuales
o
personales.
La
esperanza
contenida
en
cada
uno
de
nosotros
nos
ayuda
a
hacer
más
soportables
todas
las
cosas
de
la
vida.
La
esperanza
es
tener
la
certeza
de
que
somos
capaces
de
encontrar
la
solución
a
los
problemas,
mientras
otros
simplemente
no
encuentran
las
energías
o
las
ganas
para
superarlos.
Una
persona
optimista
ve
en
sus
derrotas
oportunidades
de
hacerlo
mejor
en
la
próxima
oportunidad.
El
optimismo
ayuda
a
las
personas
a
ser
más
eficaces
en
lo
que
hacen
y
al
igual
que
la
esperanza,
no
nos
deja
caer
en
la
apatía,
pero
también
debe
mantenerse
en
un
nivel
realista
y
no
en
un
nivel
de
ingenuidad.
Las
personas
optimistas
tienden
a
responder
de
una
manera
esperanzadora
ante
los
fracasos
y
a
buscar
explicaciones
de
por
qué
sucedió
así,
mas
no
se
culpan
a
sí
mismos.
El
flujo
es
considerado
como
la
etapa
en
que
nuestra
concentración
está
en
la
tarea
que
se
está
realizando,
pero
no
en
la
preocupación
de
hacerlo
bien,
por
tanto,
la
plena
concentración
en
la
tarea
permite
que
se
haga
de
mejor
manera.
La
capacidad
de
entrar
en
un
estado
de
flujo
es
el
mejor
ejemplo
de
inteligencia
emocional,
nos
da
la
oportunidad
de
hacer
cosas
extraordinarias,
llegar
a
un
estado
de
flujo
requiere
apartarnos
de
nuestro
ego,
ser
uno
con
la
tarea
que
se
está
realizando,
abandonar
las
preocupaciones
de
la
vida,
encontrar
la
motivación
de
hacer
las
cosas
en
el
gusto
de
hacerlo
bien.
El
flujo
tiene
lugar
entre
la
delicada
franja
entre
el
aburrimiento
y
la
ansiedad
de
una
tarea.
Así
una
tarea
que
no
requiere
de
gran
capacidad
nos
aburre
y
las
que
requieren
más
de
nuestra
capacidad
nos
preocupan.
El
estado
de
flujo
carece
de
ruidos,
es
simplemente
concentración
y
mientras
se
está
haciendo
la
tarea
por
muy
compleja
que
parezca,
manteniéndose
en
estado
de
flujo,
el
gasto
de
energía
será
mínimo.
El
modelo
de
flujo
nos
indica
que
el
aprendizaje
forzado
no
es
la
mejor
manera
de
desarrollar
habilidades,
sino
más
bien
debe
ser
de
manera
natural.
La
empatía
nace
del
conocimiento
que
tengamos
de
nosotros
mismos,
pues
si
podemos
reconocer
nuestros
sentimientos,
entonces
también
podremos
reconocer
los
sentimientos
de
los
demás.
Las
personas
que
no
pueden
expresar
sus
sentimientos,
son
sordos
a
las
emociones
tanto
a
las
propias
como
a
las
de
los
demás,
y
esta
incapacidad
de
poder
entender
y
comprender
a
los
demás
no
solo
reduce
su
inteligencia
emocional,
sino
también
su
humanidad.
Una
cosa
importante
es
saber
entender
los
mensajes
no
verbales,
como
la
mirada,
los
cambios
en
la
voz,
para
poder
comprender
que
están
sintiendo
los
demás
ya
que
la
mayor
parte
de
las
emociones
se
expresan
a
través
de
mensajes
no
verbales.
La
capacidad
de
empatía
mejora
las
relaciones
interpersonales,
pero
además
mejora
el
rendimiento
escolar.
El
desarrollo
de
esta
empatía
viene
desde
la
infancia
temprana,
de
cuando
un
bebé
al
escuchar
llorar
a
otro,
llora
también,
de
cuando
al
ver
llorar
a
alguien
mayor
se
agita
los
ojos
con
las
manos
y
cuando
poco
después
trata
de
consolar
a
sus
amigos.
Se
deriva
de
una
imitación
física
del
sufrimiento
ajeno,
de
querer
sentir
lo
que
los
demás
están
sintiendo.
El
grado
de
empatía
que
una
persona
es
capaz
de
sentir
viene
dado
por
el
tipo
de
educación
que
nos
brindan
nuestros
padres,
así
una
persona
será
más
empática
si
en
su
educación
se
incluye
enseñanzas
sobre
las
consecuencias
de
sus
actos.
La
sintonía
sucede
cuando
las
personas
captan
que
sus
emociones
son
captadas
y
correspondidas
con
empatía.
Desde
muy
pequeños
el
sentirse
correspondido
es
muy
importante,
por
ejemplo
una
buena
forma
de
interactuar
con
los
bebés
es
respondiendo
de
alguna
forma
a
los
pequeños
ruidos
que
hacen,
mas
no
tratando
de
imitarlos
porque
da
la
sensación
de
que
no
entendemos
el
mensaje
y
no
se
sentirá
comprendido.
El
grado
y
tipo
de
respuesta
que
se
reciben
también
es
importante,
una
persona
que
se
ha
sentido
huérfano
emocionalmente
puede
convertirse
en
un
delincuente,
al
sentir
que
nadie
entiende
lo
que
siente.
Por
otra
parte,
una
persona
expuesta
a
respuestas
negativas
como
violencia
será
mucho
más
vulnerable
ante
las
emociones
que
observe
en
el
futuro.
El
cerebro
está
diseñado
para
reaccionar
ante
expresiones
emocionales
concretas,
es
decir
la
empatía
es
una
capacidad
natural
que
hay
que
saber
desarrollar.
La
información
emocional
más
relevante
se
envía
a
través
de
la
amígdala
y
del
cortex,
permitiendo
así
obtener
una
respuesta
adecuada.
La
comprensión
de
las
emociones
también
es
visual,
por
tanto
alguien
puede
responder
ante
una
emoción
y
descubrirla
al
ver
la
expresión
facial,
aunque
algunos
daños
cerebrales
pueden
limitar
la
capacidad
de
empatía,
poder
entender
las
palabras
mas
no
el
significado
emocional
que
se
está
proyectando
con
ellas.
Otro
punto
importante
respecto
a
la
empatía
es
que
en
estado
de
enfado
es
casi
imposible
poder
ser
empático.
La
empatía
como
capacidad
de
ponernos
en
el
lugar
del
otro,
es
el
fundamento
de
la
comunicación,
la
empatía
puede
sustentar
la
acción
ética,
porque
cuanto
más
identificados
estemos
con
alguien
vamos
a
actuar
a
favor
o
no
de
ella.
Todos
contamos
con
un
amplio
cúmulo
de
emociones
y
de
respuestas
a
ellas,
que
aprendemos
al
observarlas
o
cuando
alguien
las
aplica
con
nosotros.
Una
aptitud
emocional
fundamental
es
la
capacidad
de
reconocer
una
emoción
en
otra
personas
y
tratar
de
transformarlos,
sin
embargo
para
poder
hacerlo
es
importante
que
antes
aprendamos
a
dominarnos
a
nosotros
mismos,
que
podamos
auto
controlarnos
desarrollemos
nuestra
empatía.
La
inteligencia
emocional
requiere
el
desarrollo
de
ciertas
habilidades
sociales
como
son
la
esencia
de
líder,
el
talento
de
mediador,
la
empatía,
y
el
análisis
social
o
detección
e
intuición
de
los
sentimientos
de
los
demás.
El
desarrollo
de
estas
conduce
a
mejorar
las
relaciones
interpersonales,
siempre
y
cuando
se
mantenga
un
equilibrio,
atendiendo
además
de
los
sentimientos
de
los
demás,
lo
propios.
Existen
personas
que
usan
estas
habilidades
para
convertirse
en
camaleones
emocionales,
que
tratan
de
ajustar
sus
emociones
de
acuerdo
a
las
personas
con
las
que
están,
buscan
conocer
que
es
lo
que
les
gusta
a
los
demás
pasando
por
encima
de
sus
propios
sentimientos.
La
incapacidad
de
interactuar
socialmente
viene
dado
desde
las
primeras
enseñanzas
que
nos
dan
en
casa,
por
el
fracaso
de
los
demás
al
tratar
de
enseñarnos
cómo
comportarnos
(al
hacer
todo
por
nosotros,
decirnos
que
responder
cada
vez)
o
por
la
incapacidad
propia
de
aprender
sobre
las
habilidades
sociales.
Esto
les
crea
dificultad
al
intentar
dominar
sus
emociones
y
las
de
las
personas
que
les
rodean,
pueden
reírse
en
algún
momento
sin
motivo
y
cuando
hay
una
situación
graciosa
por
más
que
intentan
no
pueden
reír.
Sufren
también
la
incapacidad
de
interpretar
los
mensajes
no
verbales,
y
por
lo
general
son
clasificados
por
los
demás
como
niños
raros,
ya
que
tienen
dificultad
para
comunicarse
y
no
saben
jugar;
dicen
cosas
incomodas
sin
darse
cuenta
y
todo
esto
hace
que
se
vuelvan
deprimidos
y
apáticos.
Existen
momentos
en
que
la
falta
de
capacidad
para
relacionarse
con
los
demás
resulta
dolorosa,
y
es
cuando
nos
vemos
rechazados
por
los
demás,
quienes
pueden
ser
muy
crueles
al
expresar
su
rechazo.
El
temor
al
rechazo
es
lo
que
hace
que
seamos
cautos
a
la
hora
de
acercarnos
a
alguien.
Una
de
las
cosas
que
pueden
provocar
el
rechazo
cuando
nos
aproximamos
a
un
grupo
es
querer
asumir
el
mando
de
inmediato
o
querer
imponer
nuestras
ideas,
hacer
cualquier
cosa
para
llamar
la
atención,
lo
que
les
lleva
a
ser
ignorados.
La
forma
adecuada
es
adentrándonos
poco
a
poco
al
grupo,
escuchar
detenidamente
sus
intereses
y
usar
el
conocimiento
para
mantener
la
relación.
El
resplandor
emocional
se
refiere
a
la
capacidad
que
tenemos
de
aplacar
las
emociones
negativas
de
los
demás.
La
emoción
más
difícil
de
controlar
es
la
ira,
pero
esta
puede
controlarse
mediante
la
distracción
de
la
persona
airada,
haciendo
que
encuentre
un
foco
alternativo,
que
de
una
u
otra
forma
le
haga
recordar
sus
emociones
positivas
y
activarlas.
Parte
3.
Inteligencia
emocional
aplicada
Las
emociones
pueden
ayudarnos
tanto
a
mantener
como
a
perder
una
relación,
ya
sea
de
noviazgo
o
de
matrimonio.
Los
altos
niveles
de
divorcio
de
hoy
en
día
demuestran
que
existe
poca
comprensión
emocional,
o
de
micro‐emociones
que
suelen
pasar
inadvertidas.
Otro
aspecto
importante
es
la
diferencia
de
emociones
de
un
hombre
y
una
mujer,
en
las
cuales
se
asientan
algunos
fracasos
de
parejas.
Los
mujeres
suelen
ser
más
sensibles
ante
las
emociones
de
los
demás,
en
contra
que
los
hombres,
esto
se
debe
a
la
educación
que
se
recibe
en
casa
por
parte
de
los
padres.
Por
esto,
muchos
problemas
de
pareja
parecen
para
el
hombre
insignificantes
y
para
la
mujer
(por
ser
más
emocionales)
son
de
gran
importancia.
La
misma
incapacidad
del
hombre
de
reconocer
los
mensajes
no
verbales
hacen
que
la
mujer
deba
caer
en
una
desolación
absoluta
para
que
su
pareja
se
dé
cuenta
que
algo
anda
mal.
La
forma
de
resolver
los
problemas
de
pareja,
nos
ayuda
a
comprender
de
mejor
manera
el
papel
que
desempeña
la
inteligencia
emocional
para
mantener
la
salud
de
la
vida
en
pareja.
Hay
dos
formas
de
hacer
notar
nuestros
puntos
de
vista
sobre
aspectos
que
nos
molestan,
por
medio
de
una
queja
o
por
medio
de
una
crítica
destructiva;
la
diferencia
entre
estas,
radica
en
el
hecho
que
usando
la
primera
se
habla
sobre
la
acción
que
el
otro
cometió,
haciendo
notar
de
manera
asertiva
que
no
nos
parece
adecuado,
mientras
por
medio
de
la
crítica
generalizamos
el
problema,
hablando
sobre
la
persona
y
no
sobre
su
acción,
la
ridiculizamos
y
esto
trae
como
consecuencia
que
la
otra
persona
se
ponga
a
la
defensiva
y
responda
a
las
acusaciones.
Las
formas
de
responder
son
la
lucha,
la
huida
y
el
cerrarse;
con
el
primero
se
centra
en
devolver
el
ataque,
el
segundo
en
retirarse
y
el
ultimo
en
simplemente
quedarse
en
blanco
e
inhibirse
de
la
conversación,
este
puede
ser
el
más
dañino
si
se
implementa
como
la
forma
habitual
de
responder
a
las
emociones
del
otro,
ya
que
no
permite
resolver
las
diferencias.
Muchas
parejas
tienen
problemas
y
pueden
encerrarse
en
actitudes
de
victima
o
de
indignación
ante
las
acciones
de
la
otra
persona.
Estas
actitudes
pueden
causar
un
secuestro
emocional,
en
la
que
no
importa
cuán
amable
trate
de
ser
el
otro,
siempre
se
pensará
que
actúa
de
manera
negativa
y
al
tener
recuerdos
de
cosas
vividas
con
ella,
trataran
de
esconderse
las
cosas
buenas,
de
modo
que
el
papel
de
víctima
siga
intacto.
Las
parejas
que
por
el
contrario
saben
dominar
sus
emociones,
tienen
una
interpretación
más
positiva
de
los
sucesos
y
siempre
trataran
de
decir;
“el
suele
ser
amable,
seguramente
tuvo
un
problema”,
logrando
así
una
respuesta
más
adecuada
a
las
emociones
de
su
compañero.
El
desbordamiento
constituye
un
tipo
de
secuestro
emocional,
y
se
refiere
a
un
estado
en
el
que
somos
incapaces
de
oír
un
mensaje
sin
distorsionarlo,
no
organizamos
los
pensamientos,
y
por
tanto
no
damos
una
respuesta
adecuada.
El
estado
de
desbordamiento
contribuye
a
mantenerse
en
un
estado
de
estrés
por
largo
tiempo,
y
no
existe
la
mínima
posibilidad
de
asumir
el
punto
de
vista
del
otro,
el
cónyuge
que
está
desbordado
interpreta
lo
que
el
otro
hace
de
manera
absolutamente
negativa
y
esto
hace
que
comiencen
a
llevar
vidas
paralelas
y
estar
justo
a
un
paso
del
divorcio.
Las
buenas
peleas
suelen
tenerlas
aquellas
parejas
más
estables,
que
son
además
aquellas
que
expresan
con
mayor
libertad
sus
puntos
de
vista
y
que
han
sabido
desarrollar
las
habilidades
emocionales,
como
la
capacidad
de
tranquilizarse
a
sí
mismos,
a
la
pareja,
la
empatía,
y
el
saber
escuchar.
Es
posible
trabajar
con
la
pareja
en
el
desarrollo
de
la
inteligencia
emocional,
aunque
requiere
de
convencimiento
y
perseverancia
ya
que
no
es
una
tarea
fácil,
pues
por
más
que
lo
neguemos
estamos
marcados
por
el
tipo
de
relaciones
y
hábitos
emocionales
de
nuestros
padres.
Saber
escuchar
es
una
habilidad
que
nos
ayuda
a
mantener
las
relaciones
interpersonales,
una
actitud
defensiva
en
la
forma
de
responder
a
las
emociones
de
los
demás,
puede
interpretarse
como
un
ataque.
Hay
que
tener
en
cuenta
que
el
grado
de
negatividad
que
presenta
en
la
forma
de
expresarlo
depende
del
grado
de
importancia
que
para
ella
tiene
esa
situación.
La
empatía
es
la
manera
más
eficaz
de
dominar
nuestras
emociones
para
evitar
la
actitud
defensiva.
Por
tanto
es
imprescindible
aprender
a
captar
de
la
manera
más
exacta
posible
lo
que
la
pareja
quiere
y
espera.
Es
mejor
tratar
de
mantener
una
comunicación
abierta,
en
la
que
no
se
ataca,
ni
amenaza,
ni
insulta
a
la
otra
persona
y
basar
la
relación
en
el
respeto
y
amor
y
sobre
todo
recordad
que
es
importante
expresarse
del
otro
en
forma
de
elogio,
destacándolo
y
animándolo.
Nuestro
cerebro
emocional
reacciona
de
manera
automática
respecto
a
aquellas
emociones
que
hemos
aprendido
a
lo
largo
de
nuestra
vida,
y
son
aquellos
que
expresamos
de
manera
continuada
los
que
afloran
con
mayor
facilidad.
Hoy
en
día
la
capacidad
de
trabajar
en
equipo
ha
tomado
gran
importancia,
muy
superior
a
la
que
se
da
a
la
capacidad
de
tomar
decisiones
de
forma
fría
y
calculada
de
parte
de
un
gerente.
Muchos
de
los
gerentes
en
años
anteriores
tenían
temor
de
sentir
empatía
con
sus
colaboradores,
ya
que
pensaban
que
esto
limitaría
los
esfuerzos
por
conseguir
los
objetivos,
sin
embargo
hoy
en
día
lo
importante
es
poseer
habilidades
interpersonales,
que
nos
permitan
influir
en
los
demás
sin
necesidad
de
presionarlos.
Una
crítica
puede
obtener
el
mejor
o
el
peor
resultado,
dependiendo
de
la
forma
en
que
se
expresa.
La
mayoría
de
veces
los
jefes
hablan
de
las
cosas
que
hacemos
mal
y
es
raro
el
que
nos
dice
cuando
hacemos
las
cosas
bien.
Este
puede
convertirse
en
un
grave
problema,
sobre
todo
si
la
crítica
no
está
bien
enfocada,
si
se
generaliza
la
acción
a
todo
lo
que
la
persona
hace,
lastimándola
personalmente.
Una
crítica
mal
empleada
logra
desencadenar
una
guerra,
despierta
la
ira
de
quien
la
recibe
y,
en
lugar
de
obtener
un
buen
resultado,
se
obtiene
un
efecto
devastador
sobre
el
ánimo,
terminando
por
lo
general
en
la
renuncia
o
despido
del
trabajo.
Hacer
una
crítica
adecuada
es
lo
mejor
que
puede
hacer
un
jefe,
ya
que
esta
genera
la
posibilidad
de
encontrar
nuevas
alternativas,
de
mejorar,
en
lugar
de
generar
rabia.
Las
críticas
adecuadas
no
atribuyen
los
errores
de
una
persona
a
su
carácter,
más
bien
se
centra
en
lo
que
ha
hecho.
Para
lograr
una
buena
crítica
es
necesario
tener
en
cuenta
que
esta
debe
ser
concreta
y
no
generalizar;
se
deben
ofrecer
soluciones
junto
con
la
crítica,
es
mejor
criticar
de
forma
personal
y
muy
importante
permanecer
sensible,
ya
que
esto
nos
hará
pensar
en
los
sentimientos
de
los
demás
sobre
la
forma
de
expresarnos.
Para
recibir
la
crítica
de
la
mejor
manera
es
necesario
no
tomarla
como
un
ataque
personal,
no
responder
de
manera
defensiva
y
tomarlo
como
una
oportunidad
para
mejorar.
El
aprendizaje
del
componente
emocional
de
los
prejuicios
tiene
lugar
a
muy
temprana
edad,
aunque
en
primer
lugar
se
aprende
las
emociones
propias
y
luego
se
van
creando
las
creencias
que
lo
justifican,
por
tanto
al
intentar
cambiar
un
prejuicio
resulta
más
fácil
cambiar
las
creencias
que
los
sentimientos
más
profundos
creados
en
la
infancia.
Para
eliminar
la
intolerancia
a
la
diversidad
es
necesario
que
las
personas
que
desempeñan
cargos
de
autoridad
traten
de
crear
una
atmosfera
en
la
que
se
desalientan
tales
actitudes,
tratando
de
cambiar
las
normas
de
funcionamiento
de
un
grupo
en
el
que
hay
demasiados
prejuicios,
porque
si
bien
es
imposible
eliminar
los
sentimientos
profundos,
puede
trabajarse
en
minimizar
aquellos
pensamientos
que
nos
hacen
tener
prejuicios,
no
luchar
contra
ellos,
significa
perderse
de
una
diversidad
de
ideas
de
una
fuerza
de
trabajo
diversificada.
En
la
actualidad,
se
valora
mucho
más
el
conocimiento
de
los
trabajadores,
sin
embargo
este
conocimiento
se
ve
limitado
y
no
conduce
a
mayor
productividad
si
no
se
cuenta
con
un
equipo
de
personas
adecuado,
dado
que
es
imposible
trabajar
por
sí
solo
y
siempre
se
necesita
de
al
menos
un
colaborador.
En
un
equipo
hay
una
sensación
de
que
el
CI
grupal
constituye
la
suma
de
los
CI
de
todos
los
implicados,
pero
más
importante
que
la
inteligencia
colectiva,
se
vuelve
la
inteligencia
emocional
que
es
la
que
nos
permite
mantener
las
relaciones
y
trabajar
mejor
en
equipo.
Cuando
existe
inteligencia
emocional,
son
capaces
por
si
mismos
de
motivarse
para
alcanzar
sus
objetivos,
y
además
se
logra
establecer
una
red
de
trabajo
con
personas
clave.
Se
forman
las
redes
de
comunicación,
de
experiencia
y
de
confianza.
El
caso
de
la
atención
médica
no
es
muy
inteligente
emocionalmente,
pues
aunque
los
médicos
tratan
de
hacernos
saber
que
ocurre
con
nuestra
salud,
le
dan
muy
poca
importancia
a
las
reacciones
del
paciente.
Sin
embargo
las
emociones
tienen
mucho
que
ver
con
la
rapidez
con
que
nos
curamos
de
una
enfermedad,
ya
que
en
cierto
modo
la
mente
tiene
influencia
sobre
nuestro
cuerpo,
lo
cual
no
significa
que
nos
enfermamos
por
una
falta
de
aprecio
espiritual.
Al
igual
que
el
cerebro
el
sistema
inmunológico
también
es
capaz
de
aprender,
aunque
sin
una
relación
con
el
sistema
nervioso,
este
no
cumpliría
su
papel
esencial.
Las
hormonas
liberadas
en
situaciones
de
estrés
suelen
entorpecer
el
trabajo
del
sistema
inmunológico,
pues
el
estrés
se
activa
cuando
una
situación
parece
amenazadora,
por
lo
cual
es
importante
no
estar
en
situaciones
de
estrés
por
tiempos
prolongados
e
intensos.
Aun,
cuando
la
mayoría
de
médicos
no
le
de
importancia
relevante
a
las
emociones,
debemos
tener
en
cuenta
que
existen
estudios
que
demuestran
que
emociones
malas
pueden
hacernos
caer
en
enfermedades
peligrosas.
Las
personas
que
sufren
ansiedad,
ira
o
depresión,
pueden
contraer
asma,
artritis,
jaqueca,
entre
otras
enfermedades;
aun
cuando
esta
relación
no
está
bien
establecida,
si
se
sabe
que
las
emociones
negativas
constituyen
una
seria
amenaza
a
la
salud.
El
enojo
es
una
de
las
emociones
más
dañinas
para
el
corazón,
ya
que
cada
explosión
de
ira
aumenta
la
frecuencia
cardiaca,
pero
la
irritabilidad
no
es
la
única
emoción
que
aumenta
el
riesgo
de
muerte,
también
lo
hacen
todo
tipo
de
emociones
negativas;
sin
embargo
el
enfado
no
se
debe
suprimir
porque
esto
también
ocasiona
daños
a
la
salud,
y
además
el
no
expresarlo
solo
contribuye
a
alimentarlo,
por
lo
tanto
el
problema
está
en
que
la
ira
o
cualquier
otra
emoción
negativa
se
vuelva
crónica.
La
ansiedad
es
la
emoción
que
se
encuentra
más
relacionada
con
el
inicio
y
proceso
de
recuperación
de
una
enfermedad,
al
menos
así
lo
era,
pero
hoy
en
día,
es
una
emoción
que
suele
manifestarse
de
manera
desproporcionada
e
inoportuna
que
solo
nos
hace
caer
en
situaciones
de
estrés
y
de
secuestro
emocional
en
el
que
no
podemos
controlarnos,
debilitando
así
el
sistema
inmunológico.
Parte
4.
Una
puerta
abierta
a
la
oportunidad
Las
lecciones
emocionales
que
aprendemos
en
la
niñez
modelan
los
circuitos
emocionales
tornándonos
mas
aptos
en
el
manejo
de
los
principios
que
rigen
la
inteligencia
emocional.
Reconocer
un
sentimiento
en
el
mismo
momento
que
aparece
es
la
piedra
angular
de
la
inteligencia
emocional.
El
aprendizaje
fundamental
de
la
vida
emocional,
tiene
lugar
en
los
momentos
de
intimidad
entre
padres
e
hijos,
siendo
los
más
críticos
de
todos,
aquellos
en
los
que
el
niño
constata
que
sus
emociones
son
captadas,
aceptadas
y
correspondidas
con
empatía.
El
impacto
en
los
hijos
de
los
progenitores
emocionalmente
competentes
es
extraordinario.
El
equipo
de
la
Universidad
de
Washington
descubrió
que
los
hijos
de
padres
emocionalmente
diestros
—comparados
con
los
hijos
de
aquéllos
otros
que
tienen
un
pobre
manejo
de
sus
sentimientos—
se
relacionan
mejor,
experimentan
menos
tensiones
en
la
relación
con
sus
padres
y
también
se
muestran
más
afectivos
con
ellos.
Pero,
además,
estos
niños
también
canalizan
mejor
sus
emociones,
saben
calmarse
más
adecuadamente
a
sí
mismos
y
sufren
menos
altibajos
emocionales
que
los
demás.
Las
diferencias
entre
ambos
tipos
de
actitudes
—la
de
los
niños
confiados
y
optimistas
frente
a
la
de
aquéllos
otros
que
esperan
el
fracaso—
comienzan
a
formarse
en
los
primeros
años
de
vida.
Los
padres
“deben
comprender
que
sus
acciones
generan
la
confianza,
la
curiosidad,
el
placer
de
aprender
y
el
conocimiento
de
los
límites”
que
ayudan
a
los
niños
a
triunfar
en
la
vida,
una
afirmación
avalada
por
la
evidencia
creciente
de
que
el
éxito
escolar
depende
de
multitud
de
factores
emocionales
que
se
configuran
antes
incluso
de
que
el
niño
inicie
el
proceso
de
escolarización.
El
rendimiento
escolar
del
niño
depende
del
más
fundamental
de
todos
los
conocimientos,
aprender
a
aprender.
Esta
capacidad
fundamental
está
compuesta
por
siete
ingredientes
clave,
confianza
de
poder
lograr
lo
que
nos
proponemos
y
alcanzar
el
éxito
de
tal
forma
que
también
se
pueda
controlar
el
propio
cuerpo
y
las
emociones;
curiosidad,
poseer
siempre
ganas
de
descubrir
cosas
nuevas
y
positivas
y
estar
atento
acerca
de
todo
lo
que
ocurre
a
su
alrededor;
intencionalidad,
tener
el
deseo
de
lograr
algo
y
para
esto
es
necesario
sentirnos
que
tenemos
la
capacidad
de
hacerlo;
autocontrol,
controlar
las
emociones
propias
para
actuar
de
forma
reflexiva
ante
las
situaciones
que
se
nos
presentan
cada
día;
relación,
tener
la
capacidad
de
relacionarnos
con
los
demás,
entablar
amistadas
desde
muy
temprana
edad
y
poder
aplicar
la
empatía;
capacidad
de
comunicar,
saber
expresarnos
ante
los
demás,
intercambiar
ideas
y
saberlas
respetar;
cooperación,
aprender
desde
pequeños
a
trabajar
en
equipo,
tener
relaciones
armónicas
cuando
se
realizan
actividades
grupales
como
puede
ser
una
tarea
escolar
o
simplemente
un
juego.
A
veces—por
no
decir
casi
siempre—
la
falta
de
empatía
se
transmite
de
generación
en
generación,
de
modo
que
los
hijos
que
fueron
maltratados
en
su
infancia
por
sus
propios
padres
terminan
convirtiéndose
en
padres
que
maltratan
a
sus
hijos.
Lo
que
tal
vez
resulte
más
inquietante
en
este
sentido
es
lo
pronto
que
los
niños
maltratados
parecen
aprender
a
comportarse
como
si
fueran
versiones
en
miniatura
de
su
propios
padres.
Si
nos
damos
cuenta
de
la
forma
en
que
la
crueldad
—o
el
amor—
modela
el
funcionamiento
mismo
del
cerebro,
comprenderemos
que
la
infancia
constituye
una
ocasión
que
no
debiéramos
desaprovechar
para
impartir
las
lecciones
emocionales
fundamentales.
Los
niños
maltratados
han
tenido
que
recibir
una
lección
constante
y
muy
temprana
de
traumas.
Tal
vez
debiéramos
admitir
ya
que
este
tipo
de
traumas
constituye
un
terrible
aprendizaje
emocional
que
deja
una
impronta
muy
profunda
en
el
cerebro
de
los
niños
maltratados,
y
buscar
la
forma
más
adecuada
de
resolver
este
problema.
El
término
clave
en
este
sentido
parece
ser
la
palabra
incontrolable,
puesto
que
si
la
persona
siente
que
puede
hacer
algo
para
afrontar
la
situación,
que
puede
ejercer
algún
tipo
de
control
—no
importa
lo
pequeño
que
éste
sea—,
reacciona
emocionalmente
mucho
mejor
que
quienes
se
sienten
completamente
impotentes.
Esta
sensación
de
impotencia
es
precisamente
la
que
convierte
a
un
determinado
acontecimiento
en
algo
subjetivamente
abrumadora.
El
trastorno
de
estrés
postraumático
afecta
también
a
la
principal
hormona
segregada
por
el
cuerpo
para
activar
la
respuesta
inmediata
de
lucha
o
huida
ante
una
situación
de
emergencia.
En
las
personas
que
padecen
de
una
hipersecreción
de
HCT,
la
respuesta
de
alarma
es
desmesurada.
Todas
estas
alteraciones
neurológicas
ofrecen
ventajas
a
corto
plazo
para
hacer
frente
a
las
aterradoras
experiencias
que
las
suscitan.
A
fin
de
cuentas,
en
condiciones
de
extrema
dureza,
permanecer
completamente
alerta,
activado,
presto
a
la
acción,
impasible
ante
el
dolor,
con
el
cuerpo
dispuesto
a
afrontar
una
fuerte
demanda
física
y
completamente
indiferente
—por
el
momento—
a
lo
que,
de
otro
modo,
sería
un
acontecimiento
angustioso,
es
una
cuestión
de
supervivencia.
Pero
esta
ventaja
a
corto
plazo
termina
convirtiéndose
en
un
verdadero
inconveniente
cuando
las
alteraciones
cerebrales
que
acabamos
de
mencionar
se
instalan
de
manera
permanente,
como
cuando
un
coche
permanece
con
el
acelerador
continuamente
apretado.
El
cambio
en
el
nivel
de
excitabilidad
de
la
amígdala
y
otras
regiones
cerebrales
relacionadas,
provocado
por
la
exposición
a
un
trauma
intenso,
nos
coloca
al
borde
del
colapso,
una
situación
en
la
que
el
incidente
más
inocuo
puede
terminar
desencadenando
fácilmente
un
secuestro
neural
que
aboque
a
una
explosión
de
miedo
incontrolable.
En
circunstancias
normales,
el
miedo
condicionado
tiende
a
remitir
con
el
paso
del
tiempo,
hecho
que
parece
deberse
al
proceso
de
reaprendizaje
natural
que
ocurre
cuando
el
sujeto
vuelve
a
enfrentarse
al
objeto
temido
en
condiciones
de
completa
seguridad.
De
este
modo,
por
ejemplo,
una
niña
que
aprendió
a
temer
a
los
perros
porque
fue
mordida
por
un
pastor
alemán,
irá
perdiendo
gradualmente
su
miedo
de
manera
natural
en
la
medida
en
que
tenga
la
oportunidad
de
estar
con
alguien
que
tenga
un
pastor
alemán
con
el
que
pueda
jugar;
a
esto
se
le
conoce
como
reaprendizaje
emocional.
Pero
en
el
caso
del
TEPT
este
tipo
de
reaprendizaje
natural
no
tiene
lugar.
Ello
se
debe
a
que
los
cambios
cerebrales
provocados
por
el
TEPT
son
tan
poderosos
que
cualquier
reminiscencia
—aun
mínima—
de
la
situación
original
desencadena
un
secuestro
de
la
amígdala
que
refuerza
la
respuesta
de
pánico.
Ello
implica
que
no
habrá
ninguna
ocasión
en
la
que
el
objeto
temido
pueda
ser
afrontado
con
una
sensación
de
calma,
porque
la
amígdala
no
es
capaz
de
reaprender
una
respuesta
más
moderada.
Sin
embargo,
en
presencia
de
ciertas
experiencias,
hasta
el
TEPT
puede
ser
superado.
En
tal
caso,
los
intensos
recuerdos
emocionales
y
las
pautas
de
pensamiento
y
de
reacción
que
éstos
suscitan
pueden
llegar
a
modificarse
con
el
tiempo.
Pero
este
reaprendizaje
debe
tener
lugar
a
nivel
cortical
porque
el
miedo
original
grabado
en
la
amígdala
nunca
llega
a
desaparecer
del
todo
y
es
el
córtex
prefrontal
el
que
inhibe
activamente
la
respuesta
de
pánico
regulada
por
la
amígdala.
Así
pues,
el
reaprendizaje
puede
ayudamos
a
superar
traumas
tan
profundos
como
los
derivados
del
TEPT.
En
el
caso
de
que
el
trauma
no
sea
demasiado
grave
tal
vez
baste
con
una
o
dos
veces,
pero
si,
por
el
contrario,
se
trata
de
un
trauma
grave,
el
niño
necesitará
reproducir
la
situación
traumática
una
y
otra
vez
en
una
suerte
de
ceremonial
monótono
y
macabro
hasta
que
pueda
desembarazarse
de
él.
Cuando
hemos
pasado
por
un
momento
tan
desagradable
el
cual
se
convierte
en
trauma,
en
opinión
de
Herman,
pasa
por
tres
fases
diferentes:
en
primer
lugar,
el
paciente
debe
recuperar
cierta
sensación
de
seguridad;
seguidamente
debe
recordar
los
detalles
del
trauma
y,
finalmente,
debe
atravesar
el
duelo
por
lo
que
pueda
haber
perdido.
El
primer
paso
—recuperar
la
sensación
de
seguridad—
consiste
en
disminuir
el
grado
de
sobreexcitación
emocional
—el
principal
obstáculo
para
el
reaprendizaje—
y
permitir
que
el
sujeto
pueda
tranquilizarse.
El
segundo
paso
del
camino
que
conduce
a
la
curación
tiene
que
ver
con
la
narración
y
reconstrucción
de
la
historia
traumática
al
abrigo
de
la
seguridad
recientemente
recobrada,
una
sensación
que
permite
que
el
circuito
emocional
reencuadre
los
recuerdos
traumáticos
y
sus
posibles
detonantes
y
reaccione
de
un
modo
más
realista
ante
ellos.
En
estos
casos
parece
existir
una
especie
de
reloj
interno
que
«alterna»
—a
lo
largo
de
días
o
incluso
de
meses—
períodos
de
recuerdo
del
incidente
con
otros
en
los
que
el
sujeto
no
parece
recordar
nada,
permitiendo
así
una
dosificación
que
favorece
la
asimilación
gradual
del
incidente
perturbador.
Esta
alternancia
entre
el
recuerdo
y
el
olvido
parece
fomentar
tanto
la
integración
espontánea
del
trauma
como
el
reaprendizaje
de
una
nueva
respuesta
emocional.
El
objetivo
que
se
persigue
en
esta
fase
consiste
en
llegar
a
traducir
verbalmente
todas
sus
vivencias
del
acontecimiento,
lo
cual
contribuye
a
la
reintegración
de
recuerdos
que
pudieran
estar
disociados
de
la
memoria
consciente
para
poder
recomponer
así
la
escena
con
todo
lujo
de
detalles.
No
obstante,
aunque
no
podamos
decidir
cuando
seremos
víctimas
de
un
arrebato
emocional,
sí
que
podemos
ejercer
cierto
control
sobre
cuanto
tiempo
durará.
La
pronta
recuperación
del
equilibrio
tras
un
estallido
de
este
tipo
bien
podría
ser
un
índice
de
madurez
emocional.
En
términos
cerebrales,
podemos
decir
que
el
sistema
límbico
emite
señales
de
alarma
ante
el
menor
indicio
del
acontecimiento
temido,
pero
el
córtex
prefrontal
y
las
áreas
anejas
son
capaces
de
aprender
un
modelo
de
respuesta
nuevo
y
más
saludable.
Pues,
el
reaprendizaje
emocional
—una
tarea
que,
ciertamente,
no
concluye
nunca—
puede
remodelar
hasta
los
hábitos
emocionales
más
profundamente
arraigados
de
nuestra
infancia.
Así
pues,
parece
como
si
el
temperamento
nos
predispusiera
para
reaccionar
ante
la
vida
con
un
registro
emocional
positivo
o
negativo
La
tendencia
hacia
el
temperamento
melancólico
u
optimista
aparece
también
durante
el
primer
año
de
vida,
hecho
que
apoya
fuertemente
la
hipótesis
de
que
el
temperamento
es
un
dato
genéticamente
determinado.
Como
sucede
con
la
mayor
parte
del
cerebro,
durante
los
primeros
meses
de
vida,
los
lóbulos
frontales
todavía
están
madurando
y
su
actividad
no
puede
valorarse
de
un
modo
fiable
hasta
los
diez
meses
de
edad
aproximadamente.
Las
alentadoras
novedades
que
nos
proporcionan
las
investigaciones
es
que
no
todos
los
miedos
de
la
infancia
siguen
desarrollándose
durante
toda
la
vida,
es
decir,
que
el
temperamento
no
es
el
destino
y
que
las
experiencias
adecuadas
pueden
reeducar
la
hiperexcitabilidad
de
la
amígdala.
Lo
que
determina
la
diferencia
son
las
lecciones
emocionales
y
las
respuestas
que
los
niños
aprenden
durante
su
proceso
de
crecimiento.
Lo
que
cuenta
al
comienzo
para
el
niño
tímido
es
cómo
le
tratan
sus
padres,
y
es
así
como
aprenden
a
superar
su
timidez
natural.
Los
padres
que
planifican
experiencias
gradualmente
alentadoras
para
sus
hijos
les
brindan
la
posibilidad
de
superar
para
siempre
sus
temores.
La
estrategia
protectora
priva
a
los
niños
de
la
oportunidad
de
aprender
a
calmarse
a
si
mismos
frente
a
lo
desconocido
y
así
poder
superar
un
poco
más
sus
miedos.
A
nivel
neurológico,
esto
significa
que
los
circuitos
prefrontales
pierden
la
oportunidad
de
aprender
respuestas
alternativas
ante
el
miedo
reflejo
y,
en
su
lugar,
la
repetición
simplemente
fortalece
la
tendencia
a
la
timidez.
A
lo
largo
de
la
infancia
algunos
niños
tímidos
se
van
abriendo
en
la
medida
en
que
la
experiencia
va
moldeando
su
sistema
nervioso.
La
presencia
de
un
alto
nivel
de
competencia
social
(la
cooperación,
el
buen
trato
con
los
demás
niños,
la
empatía,
la
predisposición
a
dar
y
compartir,
la
consideración
y
la
capacidad
de
desarrollar
amistades
íntimas)
constituye
uno
de
los
predictores
de
que
un
niño
tímido
terminará
superando
esta
inhibición
natural.
Por
el
contrario,
aquellos
otros
niños
tímidos
cuyo
temperamento
no
sufrió
ningún
cambio
perceptible
a
los
diez
años
de
edad,
eran
menos
diestros
emocionalmente
(lloraban,
se
alejaban
cuando
debían
enfrentarse
a
alguna
situación
problemática,
se
mostraban
emocional
mente
torpes,
eran
miedosos,
ariscos,
solían
irritarse
ante
la
menor
frustración,
tenían
dificultades
para
demorar
la
gratificación,
eran
muy
suspicaces
a
las
criticas
y
eran
desconfiados).
Estas
lagunas
emocionales
constituyen
serios
obstáculos
en
su
relación
con
los
demás
niños,
a
quienes
ponen
en
situación
de
tener
que
acercarse
a
ellos.
Como
observan
los
estudiosos
de
la
genética
de
la
conducta,
nuestro
comportamiento
no
sólo
está
determinado
genéticamente
sino
que
el
ambiente
—
especialmente
la
experiencia
y
el
aprendizaje—
configura
la
forma
en
que
una
predisposición
temperamental
se
manifiesta
a
lo
largo
de
la
vida.
Cada
región
del
cerebro
se
desarrolla
a
una
velocidad
diferente
a
lo
largo
de
la
infancia,
y
el
comienzo
de
la
pubertad
es
uno
de
los
períodos
más
críticos
del
proceso
de
«podado»
cerebral.
Algunas
de
las
regiones
cerebrales
que
maduran
más
lentamente
son
esenciales
para
la
vida
emocional.
Mientras
que
las
áreas
sensoriales
maduran
durante
la
temprana
infancia
y
el
sistema
límbico
lo
hace
en
la
pubertad,
los
lóbulos
frontales
—sede
del
autocontrol
emocional,
de
la
comprensión
emocional
y
de
la
respuesta
emocional
adecuada—
siguen
desarrollándose
posteriormente
durante
la
tardía
adolescencia
hasta
algún
momento
entre
los
dieciséis
y
los
dieciocho
años
de
edad.
Parte
5.
Alfabetización
emocional
En
esta
parte
se
muestra
las
consecuencias
que
trae
el
no
saber
dirigir
la
inteligencia
emocional,
aumentando
los
peligros
como
las
drogas,
la
depresión,
la
violencia,
etc.
Y
también
acerca
de
los
esfuerzos
realizados
para
enseñar
a
los
niños
las
habilidades
emocionales
y
sociales
para
mantener
encarriladas
sus
vidas.
Los
ámbitos
en
los
que
existe
mayor
problema
en
lo
que
se
refiere
a
competencias
emocionales,
son
la
marginación,
la
depresión,
los
problemas
de
atención
o
razonamiento,
la
delincuencia
y
agresividad.
Ninguno
de
estos
problemas,
considerado
aisladamente,
tiene
un
efecto
tan
grande,
pero
tomados
en
conjunto
constituyen
el
claro
indicador
de
la
existencia
de
cambios
muy
profundos,
de
un
nuevo
tipo
de
veneno
que
emponzoña
a
nuestra
infancia
y
que
afecta
negativamente
a
su
nivel
de
competencia
emocional.
Este
desasosiego
emocional
parece
ser
el
precio
que
han
de
pagar
los
jóvenes
por
la
vida
moderna.
En
lo
que
respecta
a
la
agresividad,
los
padres
de
los
niños
agresivos
suelen
alternar
la
indiferencia
con
los
castigos
duros
y
arbitrarios,
una
pauta
que,
comprensiblemente,
fomenta
la
paranoia
y
la
agresividad.
El
juicio
del
niño
agresivo
siempre
presupone
la
culpabilidad
y
no
la
inocencia
y,
en
consecuencia,
su
reacción
automática
subsiguiente
suele
ser
violenta.
Y
esa
percepción
refleja
de
hostilidad
se
entremezcla
con
una
respuesta
igualmente
automática
porque,
en
lugar
de
decirle
simplemente
al
otro
niño
que
se
ha
equivocado,
le
acusara,
le
gritará
o
le
pegará.
Y,
cuantas
más
respuestas
de
este
tipo
emita
el
niño,
más
automática
será
su
agresividad
y
más
estrecho
el
repertorio
de
posibles
respuestas
alternativas
(como
mostrarse
mas
amable
o
hacer
una
broma
al
respecto)
de
que
dispondrá.
Estos
niños
son
emocionalmente
vulnerables
y
presentan
un
bajo
umbral
de
tolerancia
que
les
lleva
a
encontrar
cada
vez
más
motivos
para
sentirse
ofendidos.
Mientras
otros
aprenden
a
negociar
y
pactar
para
dirimir
las
disputas
que
aparecen
en
el
patio
de
recreo,
los
chicos
indisciplinados
siguen
confiando
en
la
fuerza
bruta,
una
conducta
que,
sin
embargo,
tiene
un
elevado
costo
social,
ya
que,
a
las
dos
o
tres
horas
de
producirse
el
primer
altercado,
suelen
caerles
antipáticos
a
sus
compañeros.
Las
investigaciones
que
han
seguido
a
este
tipo
de
niños
desde
la
enseñanza
preescolar
hasta
la
pubertad
demuestran
que
más
de
la
mitad
de
los
alumnos
que
durante
el
primer
curso
se
mostraban
destructivos,
incapaces
de
mantener
una
relación
cordial
con
los
demás,
desobedientes
con
sus
padres
y
tercos
con
sus
maestros,
comenzaron
a
delinquir
a
partir
de
los
diez
años
de
edad.
Los
problemas
de
relación
—tanto
con
los
padres
como
con
los
compañeros—
constituyen
el
detonante
más
frecuente
de
la
depresión
entre
los
adolescentes.
Los
niños
y
los
adolescentes
deprimidos
se
muestran
remisos
o
incapaces
de
hablar
de
su
depresión,
no
suelen
ser
muy
diestros
para
etiquetar
adecuadamente
sus
sentimientos
y
tienden
a
ser
irritables,
impacientes,
caprichosos
y
malhumorados,
especialmente
con
sus
padres,
lo
cual
constituye
una
dificultad
añadida
a
la
hora
de
que
éstos
les
brinden
la
guía
y
el
soporte
emocional
que
el
niño
deprimido
tanto
necesita,
iniciando
así
un
círculo
vicioso
que
suele
originar
toda
clase
de
disputas.
Una
observación
minuciosa
de
las
causas
de
la
depresión
juvenil
señala
la
presencia
de
serias
deficiencias
en
dos
competencias
emocionales
fundamentales:
la
capacidad
de
relacionarse
y
la
forma
de
interpretar
las
diversas
situaciones
de
la
vida.
Aunque
la
tendencia
a
la
depresión
tenga
un
origen
parcialmente
genético,
su
causa
principal
parece
radicar
en
los
hábitos
mentales
pesimistas
—aunque
reversibles—
que
predisponen
a
los
niños
a
reaccionar
ante
los
pequeños
contratiempos
de
la
vida
sumiéndose
en
la
depresión.
El
estrés
emocional
precoz
puede
afectar
al
desarrollo
neurológico
y
abocar,
incluso
décadas
después,
a
la
depresión
cuando
uno
se
halle
sometido
a
nuevas
condiciones
de
tensión.
En
la
medida
en
que
uno
considere
el
fracaso
como
una
situación
permanente
y
lo
magnifique
hasta
llegar
a
imbuir
todas
las
facetas
de
la
propia
vida,
se
hallará
predispuesto
a
dejar
que
un
problema
momentáneo
se
convierta
en
una
fuente
duradera
de
impotencia
y
desesperación.
Pero,
si
uno
cuenta
con
una
perspectiva
más
amplia
el
fracaso
quedará
circunscrito
a
una
situación
provisional.
Pero
el
precio
que
tienen
que
pagar
estos
niños
va
más
allá
del
sufrimiento
causado
por
la
depresión.
El
resultado
final
es
que
los
niños
deprimidos
terminan
siendo
ignorados
o
rechazados.
Este
tipo
de
carencia
en
su
bagaje
interpersonal
les
impide
sacar
partido
del
aprendizaje
natural
que
se
produce
en
medio
de
la
bulliciosa
actividad
del
patio
de
recreo
y
así
suelen
acabar
arrastrando
un
lastre
emocional
y
social
del
que
deberán
desprenderse
cuando
salgan
de
la
depresión.
Otro
precio
que
deben
pagar
estos
niños
por
su
depresión
es
el
pobre
rendimiento
escolar.
La
depresión
dificulta
la
memoria
y
la
concentración,
impidiéndoles
prestar
atención
y
asimilar
lo
que
se
les
enseña.
En
realidad,
parece
existir
una
relación
directa
entre
el
período
de
tiempo
que
un
niño
permanece
deprimido
y
su
rendimiento
escolar,
con
una
caída
en
picado
durante
el
transcurso
del
episodio
depresivo.
A
diferencia
de
lo
que
ocurre
con
los
adultos,
la
medicación
no
parece
ofrecer
una
alternativa
para
el
tratamiento
de
la
depresión
infantil
que
pueda
sustituir
a
la
terapia
o
a
la
educación
preventiva.
El
aprendizaje
de
las
habilidades
emocionales
puede
resultar
especialmente
útil
en
plena
adolescencia.
Otro
problema
muy
relevante
y
que
afecta
mayormente
a
las
niñas
y
jóvenes
son
los
trastornos
alimenticios,
una
investigación
demostró
que
el
principal
desencadenante
de
este
trastorno
radica
en
una
sociedad
obsesionada
por
un
modelo
ideal
de
belleza
anti
naturalmente
delgado.
Mucho
antes
del
inicio
de
la
adolescencia,
las
chicas
ya
comienzan
a
conceder
importancia
a
su
peso.
Un
estudio
realizado
con
adolescentes
descubrió
que
el
50%
de
ellas
creían
que
estaban
demasiado
gordas,
a
pesar
de
que
la
inmensa
mayoría
tenía
un
peso
completamente
normal.
Cuando
estas
chicas,
que
combinan
una
escasa
conciencia
de
si
mismas
con
una
habilidad
social
empobrecida,
se
sienten
alteradas,
son
incapaces
de
calmar
su
sensación
de
angustia.
En
tal
caso,
los
problemas
con
los
padres
o
los
amigos
disparan
el
trastorno
alimenticio,
ya
sea
éste
la
bulimia,
la
anorexia
o
simplemente
la
voracidad
compulsiva.
El
tratamiento
eficaz
de
esta
clase
de
chicas
debería
incluir
algún
tipo
de
adiestramiento
en
las
habilidades
emocionales
de
las
que
carecen.
En
lo
que
respecta
a
los
solitario
y
marginados
hay
dos
tendencias
emocionales
que
pueden
contribuir
a
que
los
niños
terminen
marginándose
socialmente.
Una
de
ellas,
es
la
propensión
a
los
arrebatos
de
cólera
y
a
percibir
hostilidad
donde
no
la
hay,
y
la
otra
consiste
en
mostrarse
excesivamente
tímido,
ansioso
y
vergonzoso,
por
lo
que
no
resulta
sorprendente
que
estos
niños
se
sientan
incapaces
de
hacer
amigos
y
que
su
incompetencia
social
termine
convirtiéndose
en
una
profecía
autocumplida.
En
lugar
de
aprender
nuevas
estrategias
de
aproximación
a
los
demás,
estos
niños
se
limitan
a
repetir
una
y
otra
vez
pautas
que
no
funcionaron
en
el
pasado
o
ensayan
otras
nuevas
más
torpes
aún
si
cabe.
Es
comprensible
que
los
niños
rechazados
experimenten
miedo
y
ansiedad
y
se
sientan
deprimidos
y
aislados
De
hecho,
el
grado
de
popularidad
de
los
niños
de
tercer
curso
ha
demostrado
ser
un
mejor
predictor
de
los
problemas
de
salud
mental
que
pueden
presentar
alrededor
de
los
dieciocho
años
que
cualquier
otro
dato,
como
las
calificaciones
escolares,
el
rendimiento
académico,
el
CI
e
incluso
los
resultados
de
los
test
psicológicos,
los
niños
que
tienen
pocos
amigos
terminan
convirtiéndose
en
solitarios
crónicos
que,
de
mayores,
correrán
más
riesgos
de
contraer
determinadas
enfermedades
y
de
sufrir
una
muerte
anticipada.
Ante
todo
esto
debemos
centrar
todos
nuestros
esfuerzos
en
la
prevención,
ofreciendo
a
los
niños
la
oportunidad
de
desarrollar
las
capacidades
que
les
permitan
afrontar
la
vida
y
aumentar
así
la
posibilidad
de
escapar
de
todos
esos
destinos
infaustos.
Para
poder
lograrlo
es
necesario
el
desarrollo
de
diversos
programas
los
cuales
deben
estar
orientados
a
los
elementos
de
la
inteligencia
emocional
como
la
conciencia
de
uno
mismo;
la
capacidad
para
identificar,
expresar
y
controlar
los
sentimientos;
la
habilidad
de
controlar
los
impulsos
y
posponer
la
gratificación,
y
la
capacidad
de
manejar
las
sensaciones
de
tensión
y
de
ansiedad.
Una
aptitud
clave
para
dominar
los
impulsos
consiste
en
conocer
la
diferencia
entre
los
sentimientos
y
las
acciones
y
en
aprender
a
adoptar
mejores
decisiones
emocionales,
controlando
el
impulso
de
actuar
e
identificando
las
distintas
alternativas
de
acción
y
sus
posibles
consecuencias.
Es
importante
que
en
las
escuelas
existan
programas
de
alfabetización
emocional
ya
que
ayudan
al
niño
a
expresar
mucho
mejor
sus
emociones,
pero
es
necesario
la
participación
de
los
maestros,
que
ellos
tengan
la
disponibilidad
de
entablar
conversaciones
con
los
alumnos
que
no
sean
exactamente
relacionados
a
lo
académico
sino
también
a
lo
social.
En
la
medida
en
que
la
vida
familiar
está
dejando
ya
de
ofrecer
a
un
número
cada
vez
mayor
de
niños
un
fundamento
seguro
para
la
vida,
la
escuela
está
convirtiéndose
en
la
única
institución
de
la
comunidad
en
la
que
pueden
corregirse
las
carencias
emocionales
y
sociales
del
niño.
De
este
modo,
el
proceso
de
alfabetización
emocional
impone
una
carga
adicional
a
la
escuela,
que
se
ve
así
obligada
a
hacerse
cargo
del
fracaso
de
la
familia
en
su
misión
socializadora
de
los
niños,
una
difícil
tarea
que
exige
dos
cambios
esenciales:
que
los
maestros
vayan
más
allá
de
la
misión
que
tradicionalmente
se
les
ha
encomendado
y
que
los
miembros
de
la
comunidad
se
comprometan
más
con
el
mundo
escolar.
Reflexión
y
conclusión
Las
emociones
juegan
un
papel
importante
en
nuestra
vida,
pero
es
necesario
que
sepamos
controlarlas
ya
que
muchas
veces
actuamos
sin
pensar
y
esto
se
debe
a
que
nos
dejamos
llevar
por
las
emociones;
el
cerebro
pensante
es
el
que
nos
indica
como
debemos
actuar
ante
ciertas
situaciones
de
forma
mas
reflexiva
y
de
esta
manera
no
arrepentirnos
de
lo
que
hacemos.
Las
emociones
son
indispensables
en
nuestra
vida
ya
que
a
través
de
ellas
es
que
nosotros
le
damos
sentido
a
lo
que
pasa
a
nuestro
alrededor,
aquellas
personas
que
tienen
un
significado
especial
para
nosotros,
lo
que
nos
gusta
o
disgusta
o
incluso
a
lo
que
tenemos
miedo;
por
lo
tanto
es
importante
armonizar
tanto
las
emociones
con
nuestro
cerebro
pensante
para
poder
actuar
ante
las
situaciones
de
una
forma
mas
racional
y
expresando
las
emociones
correctas.
Una
de
las
emociones
que
siempre
nos
cuesta
controlar
es
el
enfado
ya
que
muchas
veces
no
reflexionamos
acerca
de
la
situación
y
la
amígdala
brinda
una
respuesta
rápida
la
cual
no
es
la
adecuada.
Por
lo
tanto
es
necesario
que
al
momento
de
encontrarnos
en
una
situación
y
nos
sintamos
enfadados
podamos
verla
desde
otra
perspectiva
mas
positiva
y
no
dejarnos
llevar
a
la
primera
reacción.
También
podemos
optar
por
las
distracciones
ya
que
al
estar
haciendo
lo
que
nos
gusta
podemos
disminuir
el
enojo
y
así
actuar
de
forma
más
reflexiva.
Así
como
el
enfado,
existen
muchas
otras
emociones
que
nos
afectan
a
todos
sobre
todo
por
el
ritmo
de
vida
rutinario
que
llevamos,
por
eso
es
importante
controlar
estas
emociones
como
la
tristeza,
preocupación,
para
que
nuestra
vida
tome
un
mejor
rumbo
y
sentirnos
mejor
con
nosotros
mismos
y
con
los
demás.
Para
disminuir
estas
emociones
negativas
podemos
centrarnos
en
llevar
a
cabo
actividades
en
las
que
nos
sentimos
tranquilos
y
felices
así
como
salir
con
los
amigos,
leer
algún
libro
favorito,
salir
con
la
familia,
etc.
Y
de
esta
forma
aumentar
los
pensamientos
positivos.
Uno
de
los
elementos
fundamentales
en
la
inteligencia
emocional
es
el
desarrollo
de
la
empatía
y
es
interesante
conocer
que
la
podemos
desarrollar
desde
nuestra
infancia
y
mucho
se
lo
debemos
a
las
enseñanzas
de
nuestros
padres,
ya
que
de
acuerdo
a
como
reaccionaban
ante
nuestras
emociones,
eso
mismo
aprendemos
y
lo
ponemos
en
practica
con
las
personas
que
nos
rodean;
por
lo
tanto
para
el
desarrollo
de
la
empatía
se
requiere
de
la
participación
adecuada
de
los
padres
de
familia
ya
que
así
a
medida
que
vamos
creciendo
vamos
desarrollando
cada
vez
mas
la
empatía
y
así
poder
manejar
las
emociones
de
los
demás
ya
que
poseemos
autocontrol
de
nuestras
propias
emociones.
Es
sumamente
importante
el
desarrollo
de
la
inteligencia
emocional
para
todas
las
etapas
de
nuestra
vida,
una
de
ellas
es
el
matrimonio,
en
muchas
parejas
al
poco
tiempo
de
haberse
casado
se
divorcian
y
esto
es
porque
no
han
desarrollado
la
empatía
y
no
pueden
controlar
sus
propias
emociones.
Además,
muchas
veces
en
los
matrimonios
en
el
momento
de
alguna
queja
o
malestar
critican
a
la
persona,
no
la
acción
que
realizó
y
esto
conlleva
a
problemas
mas
graves.
Por
eso
es
necesario
que
las
parejas
tengan
discusiones
sanas
en
la
que
ambas
partes
sepan
escuchar
y
esto
evitara
la
desintegración
familiar.
Además
de
aplicar
la
inteligencia
emocional
con
nuestra
familia
también
lo
podemos
aplicar
en
nuestro
lugar
de
trabajo
en
la
que
se
necesita
desarrollar
todos
los
elementos
de
la
inteligencia
emocional
así
como
lo
hicimos
con
nuestra
familia
también
con
nuestros
compañeros
de
trabajo.
En
los
lugares
de
trabajo
casi
siempre
se
hace
uso
de
las
críticas
las
cuales
muchas
veces
va
dirigido
a
ataques
del
carácter
lo
cual
no
es
una
buena
forma
al
comunicarnos
con
los
demás.
Por
eso,
lo
que
debemos
ser
es
concretos
al
expresarnos
porque
se
puede
dar
un
mal
entendido
lo
que
podría
terminar
por
dañar
las
relaciones
sociales.
Las
emociones
negativas
que
experimentamos
tienen
efectos
sobre
nuestra
salud,
es
por
esta
razón
que
muchas
personas
desarrollan
enfermedades
como
alto
nivel
de
colesterol,
alto
nivel
de
triglicéridos,
diabetes,
etc.
Y
en
muchas
ocasiones
personas
jóvenes
que
por
su
ritmo
de
vida
tienen
mucho
estrés,
desarrollan
enfermedades
a
muy
temprana
edad,
o
también
por
el
tipo
de
trabajo
que
desempeña
el
cual
requiera
mayor
esfuerzo
y
que
se
exigen
metas,
existe
mayor
presión
y
preocupación
por
alcanzarlo
y
están
mas
propensas
a
caer
en
depresión
y
esto
conlleva
a
enfermedades
mas
graves
y
mas
costosas.
El
poder
controlar
nuestras
propias
emociones
y
aprender
a
aplicarlas
con
los
demás
depende
desde
nuestra
infancia,
de
cómo
nos
han
tratado
nuestros
padres,
de
acuerdo
a
la
atención
que
ellos
nos
brindan
cuando
manifestamos
alguna
emoción.
Además
es
interesante
saber
que
los
padres
pueden
ayudar
a
que
el
niño
desde
pequeño
a
que
aprenda
a
controlarse
a
sí
mismo
ya
que
a
medida
que
va
creciendo
esto
lo
aplicamos
con
las
personas
que
se
encuentran
a
nuestro
alrededor
y
esto
abrirá
muchas
puertas
llenas
de
éxito
ya
que
seremos
seguros
de
nosotros
mismos,
de
nuestras
capacidad
y
fácilmente
nos
podremos
relacionar
con
nuestros
compañeros
de
trabajo.
También
ante
algún
trauma
por
el
que
hemos
pasado
es
necesario
realizar
técnicas
de
tal
manera
que
nos
ayude
a
reducir
su
efecto
en
nuestras
demás
emociones
y
que
no
nos
limite
para
realizar
nuestras
actividades
diarias.
Hoy
en
la
actualidad
muchas
enfermedades
emocionales
están
afectando
a
los
niños,
por
lo
tanto,
es
muy
importante
que
los
padres
se
encuentren
atentos
desde
su
niñez
ya
que
es
en
esa
etapa
donde
el
niño
empieza
a
controlar
sus
propias
emociones
y
de
eso
depende
que
al
momento
de
ir
creciendo
aumenten
sus
habilidades
emocionales
consigo
mismo
y
con
los
demás.
Lo
que
mas
afecta
a
la
niñez
en
la
actualidad
es
la
depresión
infantil
y
esto
afecta
sus
relaciones
sociales
ya
que
es
mucho
más
difícil
hacer
amigos
y
además
afecta
su
rendimiento
escolar.
En
el
caso
de
las
niñas
un
problema
que
cada
vez
es
mas
usual
son
los
desordenes
alimenticios,
un
obsesión
que
desde
pequeñas
influye
en
su
apariencia
y
esto
por
el
ambiente
que
les
rodea,
los
medios
masivos
que
hacen
mucho
énfasis
en
lo
físico
y
dejan
de
lado
los
sentimientos.
Por
lo
tanto
es
necesario
la
participación
de
los
padres
y
que
convivan
con
sus
hijos
desde
su
niñez
ya
que
es
en
esa
etapa
donde
se
aprende
a
controlar
las
emociones
propias
y
las
ajenas;
y
de
eso
depende
mucho
el
futuro
de
ese
niño
(a).
La
inteligencia
emocional
nos
permite
tomar
conciencia
de
nuestras
emociones,
comprender
los
sentimientos
de
los
demás,
tolerar
las
presiones
y
frustraciones
que
soportamos
en
el
trabajo,
acentuar
nuestra
capacidad
de
trabajar
en
equipo
y
adoptar
una
actitud
empática
y
social,
que
nos
brindará
mayores
posibilidades
de
desarrollo
personal.
Logramos
entender
a
lo
largo
del
libro,
que
la
inteligencia
emocional
esta
dada
por
muchos
factores
importantes
que
marcan
un
buen
parámetro
dentro
del
comportamiento
del
ser
humano,
es
decir,
que
no
solo
el
conocimiento
es
una
herramienta
fundamental
para
seguir
un
patrón
de
conducta
de
la
persona,
si
bien
es
fundamental
la
inteligencia
emocional
es
otra
parte
actitudinal
del
individuo,
que
nos
hace
reflexionar
para
realizar
las
cosas,
porque
de
nada
nos
sirve
poseer
los
conceptos
y
los
conocimientos
interiorizados
si
el
patrón
que
rige
mi
actitud
están
bajos,
no
podría
tener
el
mismo
impacto
para
realizar
mis
actividades,
por
eso
es
de
ahí
la
importancia
de
una
combinación
de
ambos,
tener
herramientas
con
base
a
conocimiento
y
poseer
una
buena
autoestima
que
nos
proporcionará
las
realización
de
las
actividades
de
mejor
manera.