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La estructura de una familia está constituida por las pautas de interacción que se
establecen entre sus miembros, quienes organizan sus relaciones dentro del
sistema en una forma altamente recíproca y reiterativa.
La familia extensa: es aquélla que sigue una línea de descendencia y que incluye
como miembros de la unidad familiar a personas de varias generaciones, y se
estructura, principalmente, a partir de la herencia o legado.
Familia Patrifocal: Se trata de una familia compuesta solamente por el padre y sus
hijos. Este modelo es menos corriente. Normalmente se da, en casos de
fallecimiento o abandono del hogar de la madre, ya que en divorcios es bastante
raro que le proporcionen la custodia al padre.
Familia con soporte: Este tipo de familia era muy común hace años atrás donde
esta era muy extensa y los hijos mayores adoptan responsabilidades de los
padres, el ordenamiento de las familias con soporte funciona sin tropiezos
mientras las responsabilidades del niño parental están definidas con claridad por
los padres y no rebasan su capacidad considerando su nivel de madurez ya que a
esa edad un niño necesitan de protección y cariño de sus padres. En este tipo de
familia la madre puede sentirse cansada ante la presencia de muchos hijos por lo
que siente una responsabilidad extrema por el cuidado y la protección de los hijos,
entonces, delega la responsabilidad parental al hijo mayor el mismo que cuidará
de sus hermanos menores.
VALORES EN LA FAMILIA.
Desde el punto de vista cultural, la familia está conformada por valores sociales,
tradicionales, religiosos, la forma de relacionarse e interactuar en la sociedad, a la
vez esta transmite costumbres a sus hijos tales como: forma de vestir, lenguaje,
rituales (matrimonio, nacimientos, entierros) y rutinas, la forma de pensar ayudará
a formular estrategias para el trabajo y la producción, los mismos que son
aplicados por los miembros de la familia de acuerdo a como estos fueron
adquiridos dentro de la misma, todo esto de acuerdo al medio cultural en el que se
desenvuelve cada individuo. “Sin embargo, cada núcleo familiar interpreta esta
opinión proveniente del gran sistema social, lo modifica y lo concreta según su
propia experiencia, en patrones de relación, rituales y celebraciones idiosincráticos
que determinan su identidad como familia”. (Hernandez , 1998)
La función de socialización que ejerce la familia conlleva que muchos de nuestros
pensamientos, comportamientos y hábitos tengan su origen directo en ésta; o
dicho en otras palabras, la familia constituye el contexto social por excelencia en el
que comenzamos a entender cómo es el mundo, el fundamento de las relaciones
sociales, así como a configurar un sistema de valores personales y una identidad
particular. Los hijos observan en sus padres qué conductas son más o menos
apropiadas y aceptadas en su contexto, es decir, qué aspectos son los más
valorados en su cultura y sociedad para su mejor desempeño adulto. También los
padres son importantes depositarios de información sobre los roles ocupacionales
y de género.
Las creencias y actitudes que apoyan las conductas dependen más del clima
social y familiar que la actuación del medio escolar. Éste actúa como refuerzo o
elemento corrector de las influencias permanentes que el niño recibe en el medio
sociofamiliar. Ambas instituciones se entienden como complementarias e
indispensables en el proceso de adaptación social y construcción de la
personalidad del niño.
Se trata, por tanto, de ofrecer a los hijos ambientes o climas, en los que puedan
tener habitualmente experiencias del valor; y que sea la realidad cotidiana de la
vida familiar la que se convierte en un referente principal de los valores para los
hijos. Cada familia escoge para sí y sus hijos los valores que considera más
coherentes o prioritarios con una determinada concepción del hombre y el mundo,
ya que en una sociedad tan compleja como en la nuestra, los valores son muy
diversos.
Aun cuando la conducta parental sea inequívoca, aunque las relaciones parento
filiales sean intachables, siempre estará la interpretación que cada hijo haga de la
conducta parental y en dichas interpretaciones encajarán las propias experiencias,
por lo que los valores pueden ser similares a los paternos pero no idénticos.
Los padres deben tener una escala de valores en cuanto a las actitudes y las
órdenes deben ser estables y firmes; también es recomendable para los padres
que se pongan de acuerdo a los principios educativos, puesto que si uno rechaza
lo que el otro acepta, será perjudicial para el niño. Este espera una autoridad del
adulto; una ausencia de autoridad lo desorientará. La noción del bien y del mal no
es innata en el niño, son los adultos con su manera de aprobar o desaprobar
ciertos actos los que fijarán las reglas. A los 3 años el bien es lo que pone
contenta a mamá y el mal lo que la hace enfadar; así nacerá la conciencia moral
del niño.