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Ratas»
Referida en pocas palabras, esta novela de ingenioso argumento corre el albur de
parecer un ejemplo más de esas ficciones policiales. (The murder of Roger
Ackroyd, The second shot, Hombre de la esquina rosada) cuyo narrador, luego de
enumerar las circunstancias de un misterioso crimen, declara o insinúa en la
última página que el criminal es él. Esta novela excede los límites de ese uniforme
género; no ha sido elaborada por el autor para obtener una módica sorpresa final;
su tema es la prehistoria de un crimen, las delicadas circunstancias graduales que
paran en la muerte de un hombre.
Todo, en Las ratas, ha sido trabajado en función del múltiple argumento. Es de los
pocos libros argentinos que recuerdan que hay un lector: un hombre silencioso
cuya atención conviene retener, cuyas previsiones hay que frustrar,
delicadamente, cuyas reacciones hay que gobernar y que presentir, cuya amistad
es necesaria, cuya complicidad es preciosa. "Necesito pensar en un lector, en un
hipotético lector, que se interese en los hechos que voy a referir" leo en el
segundo capítulo. ¿Cuántos escritores de nuestro tiempo sospechan esa
necesidad? ¿Cuántos, en vez de interesar al lector, no se proponen abrumarlo e
intimidarlo?
Tres géneros agotan la novela argentina contemporánea. Los héroes del primero
no ignoran que a la una se almuerza, que a las cinco y media se toma el té, que a
las nueve se come, que el adulterio puede ser vespertino, que la orografía de
Córdoba no carece de toda relación con los veraneos, que de noche se duerme,
que para trasladarse de un punto a otro hay diversos vehículos, que es dable
conversar por teléfono, que en Palermo hay árboles y un estanque; el buen
manejo de esa erudición les permite durar cuatrocientas páginas. (Esas novelas,
que nada tienen que ver con los problemas de la atención, de la imaginación y de
la memoria, se llaman —nunca sabré por qué— psicológicas). El segundo género
no difiere muchísimo del primero, salvo que el escenario es rural, que las diversas
tareas de la ganadería agotan el argumento y que sus redactores son incapaces de
omitir el pelo de los caballos, las piezas de un apero, la sastrería minuciosa de un
poncho y los primores arquitectónicos de un corral. (Este segundo género es
considerado patriótico). El tercer género goza de la predilección de los jóvenes:
niega el principio de identidad, venera las mayúsculas, confunde el porvenir y el
pasado, el sueño y la vigilia; no está destinado a la lectura, sino a satisfacer,
tenebrosamente, las vanidades del autor...