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[ESTUDIOS SOCIALES URBANOS - DOCENTE: ANA FABARON] 1

Dari, Erica

RESEÑA

El Urbanismo como modo de vida,


de Louis Wirth
Núm. 2, otoño 2005. www.bifurcaciones.cl

Louis Wirth plantea lo que él denomina una “teoría del urbanismo”, identificando
los principales rasgos de la vida urbana moderna y sus efectos sobre las relaciones
sociales, la conducta y personalidad de los habitantes de las grandes ciudades. Sostiene
que “lo urbano” es la condición que en mayor detalle distingue la vida moderna de la
vida tradicional-rural, y que no es una condición espacial n una delimitación demográfica
o productiva, sino una conducta en sí misma, un “modo de vida”.

Para el autor, este “modo de vida” está determinado por características singulares
de la ciudad como entidad material: puntualmente por su densidad, heterogeneidad y
tamaño. En consecuencia, lo que es denominado “lo urbano” es el efecto que estas
características de la ciudad tienen sobre el carácter social de la vida colectiva, que pueden
ser entendidas en términos de contactos sociales temporales, impersonales, superficiales
y segmentados, propiciando un debilitamiento de las relaciones primarias y la
consecuente sustitución por relaciones secundarias, promocionando una perspectiva
relativista que lleva a una mayor tolerancia a la diferencia y libertad de acción. Observa
que la urbanización se presenta como una forma de organización dañina para la cultura
primitiva del hombre (su condición original), ya que como producto de los cambios hay
menos interacción entre los individuos, aparece el aislamiento y las interrelaciones que
existen se vuelven utilitarias. A su vez, la ciudad no solo surge como nuevo taller y
morada del hombre, sino que ahora también es el centro económico, político y cultural de
la sociedad.

Erica S. Dari | Licenciatura en Sociología


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En el modelo metropolitano de Wirth, la cuidad pasa a controlar y a hacer


participativa la vida rural en función de un modelo metropolitano. No existe la dicotomía
entre campo y ciudad sino una totalidad, planteando que ambas esferas forman parte de un
único proceso. Su objeto de estudio se centra en analizar la naturaleza humana y el orden
social en países como Japón o Estados Unidos y explicar cómo una sociedad en una sola
generación pasó a convertirse en “urbana”. Para esto, establece una serie de proposiciones
sociológicas entre el número de población, la densidad del asentamiento, la
heterogeneidad de los habitantes y el tipo de vida del grupo que puede formularse en base
a la observación e información, sosteniendo que esta última es la que introduce la fuerza
niveladora necesaria gracias a la economía monetaria de las metrópolis y con ella la
performatividad del individuo metropolitano frente al todo. Algo totalmente opuesto a la
fuerza concentradora que la ciudad industrial promovía en el sentido de pertenencia de la
vida industrial cuando esta estaba separada de la morada-rural.

Si bien para el autor el crecimiento de las ciudades se da de forma homóloga a la


industrialización, la ciudad no crece por sí sola. La densidad poblacional y la diversidad
de los hombres y sus actitudes son las que aumentan la complejidad de la estructura social.
De este modo, diversos elementos característicos de una población que habita en un
determinado establecimiento compacto, tienden a segregarse unos a otros en la medida en
que sus requerimientos y costumbres son incompatibles unos con otros, agrupándose de
forma consciente o inconscientemente. Esto permite que las diferentes partes de la ciudad
adquieran funciones especializadas y que la densidad, el valor de la tierra, la salubridad, el
prestigio y la estética determinen la deseabilidad o el rechazo de diversas áreas de la
ciudad como lugares para el establecimiento de los diferentes sectores de la población.

La preocupación del autor también observa que la interacción social existente en el


mundo urbano, potenciada por la variedad de tipos de personalidad, tiende a destruir con
rapidez las líneas de casta y a complejizar las estructuras de clase. Ahora, el rasgo
distintivo del modo de vida del hombre en la edad moderna es su concentración en
gigantescos conglomerados alrededor de los cuales de apiñan centros menores, de los
cuales surgen las ideas y prácticas que solemos llamar “civilización”. Sin embargo, el
grado en que puede decirse que el mundo contemporáneo es “urbano” no puede medirse
por la proporción del total de habitantes de las ciudades.

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En términos generales, el texto se propone demostrar que la ciudad y el campo


pueden considerarse como dos polos, en referencia a uno de los cuales tienden a
organizarse todos los asentamientos humanos. Al considerar la sociedad urbano-industrial
y la rural tradicional como tipos ideales de comunidades, es posible obtener una
perspectiva para el análisis de los modelos básicos de asociación humana, tal como
aparecen en la civilización contemporánea. No debe olvidarse que desde la perspectiva
planteada por el autor, lo que distingue el estilo de vida rural del urbano son: el tamaño, la
densidad y la heterogeneidad de su sociedad, clasificando las relaciones entre los
individuos y llevándolas a un plano superficial, transitorio y segmentado.

Es posible en este punto, acercar el enfoque de L. Wirth al texto de T. Park “La


ciudad como laboratorio social”, al considerar la ciudad como un escenario social donde
los problemas que la atenazan deben ser analizados desde su base, debiendo desarrollarse
un acercamiento científicamente intencional a los principales retos y problemas sociales a
los que se enfrenta una sociedad: su organización formal, el análisis del vecindario como
unidad socioambiental, la segregación social urbana, la incidencia de la movilidad o la
economía en los grupos sociales urbanos, el control social y la publicidad. No podemos
escapar del hecho de que la territorialidad cualificada como urbana, tanto en términos
geográficos como socioculturales, cuya realidad empírica y teórica aparentemente asible
en su totalidad, es la que contribuye en su catalogación.

Erica S. Dari | Licenciatura en Sociología


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