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Comentario Bíblico Jamiesson Faucett

Juan 16:1-33
CAPITULO 16

Vers. 1-33. CONCLUSION DEL MISMO DISCURSO.


1-5. Estas cosas os he hablado, para que no os escandalicéis, etc. —tanto las
advertencias como los estímulos que acababa de darles. Os echarán de las sinagogas—
(cap. 9:22; 12:42). Viene la hora, cuando cualquiera que os matare, pensará que hace
servicio a Dios—Las palabras quieren decir “servicio religioso”: “que está ofreciendo un
servicio a Dios”. (Así Saulo de Tarso, Gál. 1:13-14; Filemón 3:6).
4. Esto empero no os lo dije al principio—“desde el principio”; se la había dicho
bastante temprano (Lucas 6:22), pero no tan claramente como en el v. 2. Porque yo estaba
con vosotros. Mas ahora voy al que me envió, etc. —Mientras estaba con ellos, el odio del
mundo se dirigía principalmente contra él mismo; mas su partida traería este odio sobre
ellos, como los representantes de él. y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Adónde vas?
—Lo habían hecho de cierta manera, cap. 13:36; 14:5; pero él deseaba una interrogación
más inteligente y más ansiosa sobre el asunto.
6, 7. Antes, porque os he hablado estas cosas, tristeza ha henchido vuestro corazón—
La tristeza los había paralizado demasiado, y él quería despertar sus energías. Os es
necesario que yo vaya, porque si yo no fuese, el Consolador no vendría a vosotros, etc.
Véanse las notas acerca del cap. 7:39; 14:16.
8. cuando él viniere, etc. —Este es uno de los pasajes más repletos de pensamiento
entre los profundos discursos de Cristo; con unas pocas pinceladas grandes, describe todas
las partes del ministerio del Espíritu Santo en el mundo: su operación con referencia a los
individuos como también con la masa popular, con creyentes e incrédulos también.
[Olshausen]. Redargüirá—La palabra “redargüir” es muy débil, pues el Espíritu hará más
que presentar acusación contra el mundo. “Convencerá”, “probará la culpabilidad” es la
idea, lo que tiene que efectuar en todos: en algunos para que se arrepientan y crean, en
otros para su condenación. De pecado ciertamente, por cuanto no creen en mí—Así como
todo pecado tiene su raíz en la incredulidad, así la forma más exagerada de la incredulidad
es el rechazamiento de Cristo. Sin embargo el Espíritu al fijar esta verdad en la conciencia,
no extingue el sentido de todos los demás pecados, sino al contrario, lo completa e
intensifica.
10. de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más—Sin duda, es la justicia
personal de Cristo, que el Espíritu había de llevar al corazón del pecador. La evidencia de
ésta había de estar en el gran hecho histórico, de que “él había ido al Padre, y no era más
visible entre los hombres”; porque si su pretensión de ser el Hijo de Dios y el Salvador del
mundo, hubiera sido una mentira, ¿cómo habría el Padre, “Dios celoso”, levantado de
entre los muertos a semejante blasfemo y lo habría elevado a su diestra? Pero si él fue, en
efecto, “el Testigo fiel y verdadero”, “Siervo justo del Padre”, “su Elegido, en quien su alma
tomaba contentamiento”, entonces su ida al Padre, y su desaparición consiguiente de la
vista de los hombres, no fue sino la consumación propia, la recompensa augusta, de todo
lo que él hizo aquí abajo, el sello de su misión, la glorificación del testimonio que llevó en
la tierra, por el recibimiento de él en el seno del Padre. Esta vindicación triunfante de la
rectitud de Cristo es para nosotros la evidencia divina, clara como el cielo, de que él es en
efecto el Salvador del mundo, el Siervo justo de Dios para justificar a muchos, porque llevó
sus iniquidades. (Isa. 53:11). Así el Espíritu, en esta cláusula, se ve convenciendo a los
hombres de que hay en Cristo perfecto alivio del sentido del pecado, del cual él los había
convencido antes; y lejos de lamentar su ausencia de entre nosotros, como una pérdida
irreparable, aprendemos a gloriarnos en ella, como la evidencia de su perfecta aceptación
por el Padre a favor de nosotros, exclamando con uno que entendía este punto: “¿Quién
acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará?
Cristo es el que murió; más aún, el que resucitó, quién además está a la diestra de Dios”.
etc. (Rom. 8:33-34).
11. de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo es juzgado—Suponiéndose que se
quiere decir aquí el juicio final, aun algunos intérpretes buenos han pasado inadvertido el
sentido de esta cláusula. El dicho, “el príncipe de este mundo es juzgado”, quiere decir, sin
duda razonable, la misma cosa como el del cap. 12:31: “ahora el príncipe de este mundo
será echado fuera”; y los dos quieren decir que su dominio en los hombres, o su poder de
esclavizar y así de arruinarlos, está destruido. La muerte de Cristo lo “juzgó”, o lo venció
judicialmente, y entonces “fue echado fuera”, o expelido del dominio que había usurpado.
(Heb. 2:14; 1Juan 3:8; Col. 2:15). Así, entonces, el Espíritu traerá a la conciencia de la
humanidad (1) el sentido del pecado, consumado en el rechazamiento de aquel que vino a
“quitar el pecado del mundo”; (2) el sentido del alivio perfecto en la justicia del Siervo del
Padre, ahora sacado del mundo que lo había despreciado, a aquel seno donde había
morado desde la eternidad; y (3) el sentido de la emancipación de los grillos de Satanás, el
juicio de quien trae a los hombres la libertad de ser santos, y la transformación de siervos
del diablo a hijos e hijas del Señor Todopoderoso. Sin embargo, a una clase de hombres
todo esto traerá sólo la convicción; ellos no vendrán a Cristo, aunque él es revelado a ellos
como quien da la vida, para tener vida en él. Los tales, quedando voluntariamente bajo el
dominio del príncipe de este mundo, son juzgados en el juicio de él, la visible consumación
del cual será en el gran día final.
12-15. cuando viniere aquel Espíritu de verdad… no hablará de sí mismo—es decir,
desde sí mismo, de su iniciativa propia, sino, como Cristo mismo, “lo que oye”, lo que le es
dado, para comunicar. Os hará saber las cosas que han de venir—refiriéndose de manera
especial a aquellas revelaciones que, en las Epístolas parcialmente. pero más completo en
el Apocalipsis presentan una visión del futuro del Reino de Dios, cuyo horizonte es las
montañas eternas.
14. El me glorificará: porque tomará de lo mío, y os lo hará saber—Así todo el
propósito de la misión del Espíritu es el de glorificar a Cristo, no en su Persona propia,
porque esto fue hecho por el Padre cuando éste lo exaltó a su diestra, sino ante los ojos y
en la estimación de los hombres. Con este propósito él había de “tomar de lo de Cristo”—
toda la verdad acerca de Cristo—“hacerlo saber a los hombres”, o hacer que ellos lo
disciernan en su propia luz. La naturaleza subjetiva de la enseñanza del Espíritu, el
descubrimiento a las almas de los hombres de lo que es Cristo exteriormente, es expresada
aquí muy claro; y, al mismo tiempo, la vanidad de buscar revelaciones del Espíritu que
hagan algo más que arrojar luz en el alma sobre lo que Cristo mismo es, de lo que enseñó
e hizo en la tierra.
15. Todo lo que tiene el Padre, mío es—una declaración más clara que ésta, de la
comunidad absoluta con el Padre en todas las cosas, no puede concebirse, aunque “todo”
aquí tiene referencia a las cosas del Reino de la Gracia, lo que el Espíritu había de recibir,
para hacerlo saber a nosotros. Tenemos aquí un vistazo maravilloso en las relaciones
internas de la Divinidad.

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