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Artículo en: Discurso visual.

Revista digital del Centro Nacional de Investigación de las Artes


Plásticas (Cenidiap), núm. 10, enero – junio, 2008. En
http://discursovisual.cenart.gob.mx/dvwebne10/agora/agonora.htm#

Aprender arte: desde el cuerpo y la emoción1

El siguiente trabajo propone una descripción crítica a los paradigmas actuales que condicionan el
conocimiento y las metodologías de enseñanza e investigación artísticas; intenta generar una
reflexión compartida y sugiere algunos abordajes alternativos en el estudio de realidades diversas.
En particular, plantea interrogantes acerca de las modalidades de investigación en disciplinas
humanísticas. La reflexión procura seguir algunos senderos que, a manera de ejes sinuosos, nos
internen en una geografía llena de preguntas.

•••

NORA SOUZA • LICENCIADA EN EDUCACIÓN Y ARTISTA PLÁSTICA


Escuela de Diseño, Instituto Nacional de Bellas Artes, México
souzanon@hotmail.com

Con toda intención propongo aquí una metáfora, la del viaje, porque pretendo hacer de esta
presentación una serie de reflexiones acerca del conocimiento y una utilización alternativa de
herramientas conceptuales. Usaré la metáfora como herramienta privilegiada para aprender y
enseñar; por supuesto, para debatir, investigar y reflexionar. En suma, para conocer. Por ello,
comenzaré con un cuento:

En la remota antigüedad, un pueblo que habitaba un hermoso valle rodeado de montañas


recibe una insólita noticia. Un viajero recién llegado les informa que atravesando esas
gigantescas moles de piedra, existe otro lugar completamente llano y cubierto de agua.

Desde allí —continúa relatando el visitante— puede observarse el instante mismo del
nacimiento del sol. Un hermoso cambio de colores en el cielo lo precede; luego, al
aparecer, el sol es enorme y se lo puede contemplar directamente, pues su color rojo no
hiere la vista. Mientras se eleva va empequeñeciéndose y tornándose amarillo, tal como
ustedes lo ven surgir detrás de las montañas. Lo que vosotros creíais que era el comienzo,
en realidad no lo es. El haber estado en aquel lugar me ha permitido comprender.

Al escuchar aquellas palabras, algunos habitantes de la comarca quedan paralizados de


estupor, otros se disponen presurosamente a partir e inician la marcha para ver con sus
propios ojos el prodigio del nacimiento del sol.

Durante el curso de la travesía se va haciendo la noche. El febril deseo de llegar acelera los
pasos para contemplar cuanto antes tan increíble acontecimiento. La marcha es difícil.
1
Ponencia presentada en el III Simposio del Posgrado en Artes Visuales, Facultad de Arquitectura, Universidad Nacional
Autónoma de México, noviembre de 2007.

1
Kilómetro tras kilómetro se renueva el esfuerzo, y la promesa de lo desconocido supera el
cansancio. No obstante se hacen necesarias algunas pausas para recuperar las fuerzas y el
aliento. Pero no para todos. La tenacidad y el empeño de cada uno van modulando paso a
paso la longitud de esa hilera de hombres anhelantes.

Quien la encabeza se aleja cada vez más de aquellos que lo suceden, y marcha solo en la
noche buscando y creando camino. Por fin llega… Súbitamente allí está el lugar. Esa masa
increíble de agua cubriéndolo todo y el rumor continuo de sus olas *…+ y también la
oscuridad de la noche. El prometido sol no está. Entonces la inevitable decepción… ¡tan
intensa! Ahora sí el cansancio se deja sentir y el caminante cae, exhausto, mientras
continúa contemplando el fosforescente estallido de la espuma…

Sin darse cuenta, se queda dormido. Al despertar, el sol es el mismo que siempre
observara en su tierra, amarillo y en lo alto. Bajo su luz, sus compañeros comentan,
extasiados, la revelación del comienzo verdadero. En ese instante, el hombre advierte que
sus amigos han presenciado el nacimiento del sol y su mente, tan veloz como antes su
marcha, comprende —sin palabras— el misterio temporal de la búsqueda y el encuentro.2

Cada lector construye su propia imagen del cuento, asociando libremente, y hasta es posible que
haya disfrutado del momento. Así es la forma de apropiación personal y la construcción de las
subjetivas y múltiples lecturas que todo relato admite. ¿No será acaso ésta una excelente manera,
“otra”, de conocer? ¿No habremos desechado la forma empleada por muchos pueblos que nos
precedieron e hicieron cultura? El relato oral ha sido cofre de los tesoros, resguardo de los mitos y
las cosmogonías más fantásticas (en sus dos acepciones: productos cognitivos de la fantasía y
admirable realización), ya que el cuento hablado se abre a múltiples interpretaciones, nos jala a
diversos horizontes de significación que despiertan afectos, movilizan recuerdos y hacen arraigo
en la memoria individual y social. Rescato del cuento que acabamos de leer la idea del
conocimiento como viaje, donde geografías y tiempos se acomodan para el encuentro con el
saber.

Cognición, cuerpo y emoción: un equipo desmembrado

Apoyada en la analogía del viajero, les propongo una breve visita guiada por los centros educativos
de hoy. Desde mi lugar de docente que organiza talleres de estimulación de la creatividad para
adultos, hace más de diez años trabajo para que estudiantes y profesionales de distintas áreas, de
la educación en general y en particular del dibujo y el diseño, recuperen su espacio perdido de
sensibilidad, exploración y juego, que con el propio cuerpo les ha sido arrebatado en la escuela
desde la más temprana edad.

Sin ingenuidad, sabemos que la escuela es instrumento para que una determinada construcción
del mundo sea llevada a cabo y para perpetuarla. Nuestras instituciones educativas (que la

2
Norberto Levy, “El nacimiento del sol”, Uno Mismo, Buenos Aires, mayo de 1990.

2
modernidad ha ido perfeccionando en los últimos 150 años) son portadoras de una cultura en la
que el extrañamiento del cuerpo es la vía regia para instaurar en el pensamiento y la sensibilidad
colectiva un alejamiento de los contextos o, si se prefiere, siguiendo la analogía del viaje, intenta
dejarnos sin la riqueza del paisaje con sus múltiples dimensiones, sus texturas, sus colores, sus
olores y sin las evocaciones y ensoñaciones que puede inspirarnos. La educación nos viste con un
traje hermético, aséptico, inodoro e incoloro que nos protege de las sensaciones y nos arroja a un
paisaje estandarizado y muerto, de palabras, conceptos, definiciones y leyes, que es el
conocimiento congelado.

Al ignorarse también el cuerpo, vamos perdiendo pedazos de los importantes instrumentos de


nuestra capacidad innata de conocer: percepciones y sentimientos, pensamientos encarnados y
emociones, metáforas cuyo origen se halla en la corporalidad y energías alojadas en nuestro
organismo vivo y expandiéndose más allá del cuerpo, todo lo que constituye esencialmente
encuentro y relación con otros y con lo otro.

Hay otra metáfora que quisiera incluir, que creo, además de la del viaje, nos permitirá visualizar la
geografía del conocer. Me refiero a la trama, el tejido, la red, como cartografía de las conexiones
tanto neuronales como conceptuales que sostienen el aprendizaje significativo y que nos presta el
modelo epistemológico del pensamiento complejo. Apoyándonos en esta nueva imagen, deseo
destacar una de las pérdidas que conlleva el cuerpo negado, la pérdida del centro propio, con lo
que nuestro equilibrio y nuestra posibilidad de transitar la inestable red dependen de la
manipulación que desde afuera se nos ejerza. Y aquí nos encontramos inexorablemente atrapados
en una trama que es trampa y prisión, creyendo que esa es la realidad y que el todo no es más que
la suma de fragmentos inconexos, hebras imbricadas por decisiones ajenas, sin noción del
entramado integral.

Restituir la valoración al hilo de la trama es un proceso solidario con la restitución del cuerpo y la
reinserción del centro en uno mismo para desde allí poder reconectar con los otros, hacer viva y
consciente la pertenencia a una red. Creo que la verdadera creatividad surge desde el propio
centro como necesidad vital comprometida consigo mismo, con el grupo, con el mundo y hasta
con el cosmos. Denise McCluggage, quien trabaja desde y para el deporte con una postura zen, se
refiere al “centro de gravedad del cuerpo *…+ como el centro de la conciencia, como un centro de
conexión”.3

Al liberar el cuerpo, al hacerlo consciente y comprometerlo en el viaje, han de soltarse amarras,


como algo emergente de la complejidad del mismo proceso liberador: las sensaciones, la
afectividad, la capacidad lúdica, la curiosidad, la percepción. La piel puede recuperar su función de
límite, radar y contacto. La mirada puede quitarse lentes impuestos y, tal vez, los ojos comiencen a
recordar cómo mirar. La voz desde el centro puede recuperar el grito, exhalar el suspiro, modular

3
Denise McCluggage, El esquiador centrado, Santiago de Chile, Cuatro Vientos, 1982. En el mismo párrafo, la autora
abunda “los japoneses denominan a ese lugar Hara; los chinos lo llaman Tan t’ien; los Sufis lo denominan Kath y para los
yogas es el tercer chakra.”

3
el canto y permitirse buscar las palabras... o inventarlas. Es la imagen de un viajero cargado de
emociones: en él, el cuerpo se densifica y se hace pesado cuando se le niega la expresión; en
cambio, el cuerpo invitado al viaje lo dotará de alas.

¿Cómo se puede cargar el cuerpo muerto como lastre (metáfora recurrente de los fans de la
virtualidad que sueñan con desembarazarse del propio cuerpo)? ¿Cómo con mordazas se puede
ser caminante creativo? ¿Cómo sin acceder al centro propio? ¿Cómo sin incluir la emoción? El hoy
acuciante de soluciones requiere mucha de nuestra creatividad. En este sentido, el cuerpo debe
regresar a las aulas para regresar a la vida, y que con él se haga presente lo personal, lo emocional
y la sensibilidad particular de cada sujeto. Los afectos ganan un lugar, no se esconden como
indocumentados, sino que acompañan y dialogan con el viajero.

El logos de Occidente: una historia de guerras y poder

Otro cuento, como una nueva parada de reflexión, nos permite avanzar por el variado escenario y
nos marca un mojón en el sendero que les propongo transitar y espero me acompañen. Si pueden,
traten de trasladarse al país perdido de la fantasía, de la evocación, de la niñez que aún nos habita:

Érase una vez un califa de Bagdad que quería hacer decorar las paredes del salón de honor
de su palacio. Hizo venir a dos artistas, uno de Oriente y otro de Occidente. El primero era
un célebre pintor chino que nunca había dejado su provincia. El segundo, griego, había
visitado todas las naciones, y aparentemente hablaba todos los idiomas. No era tan sólo
un pintor. Estaba igualmente versado en astronomía, física, química y arquitectura. El
califa les explicó su intención y confió a cada uno una de las paredes del salón de honor.

—Cuando hayáis terminado —dijo— se reunirá la corte en gran pompa. Examinará y


comparará vuestras obras, y la que sea considerada la más bella le valdrá a su autor una
enorme recompensa. Después, volviéndose hacia el griego, le preguntó cuánto tiempo
necesitaría para terminar el fresco. Y misteriosamente, el griego respondió: “Cuando mi
cofrade chino haya terminado, yo habré terminado.” Entonces el califa interrogó al chino,
que pidió un plazo de tres meses.

—Bien —dijo el califa. Haré dividir la habitación en dos con una cortina a fin de que no os
molestéis mutuamente, y volveremos a vernos dentro de tres meses. Pasaron los tres
meses y el califa convocó a ambos pintores. Se volvió hacia el griego y le preguntó: “¿Has
terminado?” Y, misteriosamente, el griego respondió: “Si mi cofrade chino ha terminado,
yo he terminado.” Entonces el califa interrogó a su vez al chino, que respondió: “He
terminado.”

La corte se reunió dos días después y se dirigió en pleno hacia el salón de honor con el fin
de juzgar y comparar ambas obras. Era un magnífico cortejo en que se veían vestidos
bordados, penachos de plumas, joyas de oro, armas cinceladas. Todo el mundo se reunió

4
primero del lado de la pared pintada por el chino. ¡Qué grito de admiración! El fresco
presentaba un jardín de sueño plantado con árboles en flor, con pequeños lagos en forma
de alubia cruzados por graciosas pasarelas. Una visión paradisíaca de la que los ojos no se
cansaban nunca. Era tan grande el encantamiento que algunos querían que se declarase al
chino vencedor del concurso, sin siquiera echarle un vistazo a la obra del griego. Pero en
seguida el califa ordenó correr la cortina que separaba la habitación en dos, y la multitud
se volvió. La multitud se volvió y dejó escapar una exclamación de maravillado estupor.

¿Qué había hecho el griego, pues? No había pintado nada en absoluto. Se había
contentado con colocar un amplio espejo que empezaba en el suelo y subía hasta el techo.
Y por supuesto aquel espejo reflejaba el jardín del chino en sus mínimos detalles. Pero
entonces os preguntaréis, ¿en qué era más bella y emotiva que su modelo aquella
imagen? Pues en que el jardín del chino estaba desierto y vacío de habitantes, mientras
que en el jardín del griego se veía una magnífica multitud con vestidos bordados, penachos
de plumas, joyas de oro y armas cinceladas. Y toda aquella gente se movía, gesticulaba y
se reconocía con regocijo. Por unanimidad, el griego fue declarado vencedor del
concurso.4

Dos modos y sólo uno gana. Una pregunta que creo pertinente es: ¿quién perdió? A juzgar por la
historia reciente, perdió Bagdad. ¿O perdió el mundo? El cuento me permite hacer la analogía
entre dos miradas de larga tradición en la historia de la humanidad, y que crean paradigmas
epistemológicos antagónicos; son las miradas de Oriente y Occidente.

En Occidente, el pensamiento que aún subyace es el promovido por Descartes (pero ya


prefigurado por los griegos famosos), quien se quita el cuerpo como si fuera un vestido para

4
Michel Tournier, “La leyenda de la pintura” (fragmento), Media noche de amor, Buenos Aires, Alfaguara, 1992.

5
anunciar que lo esencial de la existencia es el pensamiento:5 un pensamiento omnipotente y con
ansias de poder, cuyo objetivo es someter toda la naturaleza al servicio del hombre.6 Y termina
sometiendo al hombre al negarle su naturaleza. Es el origen cercano de un conocimiento
tecnológico, utilitario y dominador, que tiñó gran parte del pensamiento moderno.

La preeminencia del logos de Occidente, que se caracteriza por desarticular para conocer, conduce
a lo que Edgar Morin llama la “inteligencia ciega”, que nos hace andar dejando de lado la
percepción, y vistiéndonos con un filtro que sólo deja pasar lo verificable, y condicionándonos a
una estrategia obsesivamente clasificatoria basada en la disyunción, el reduccionismo y la
abstracción, para arribar al paradigma cartesiano de la simplificación, con las dramáticas
consecuencias que en todos los niveles de la vida del planeta estamos padeciendo.

5
Referencia al “pienso luego existo” de Descartes.
6
Rene Descartes, en el Discurso del método (1637), dice: “podemos encontrar una filosofía práctica, mediante la cual,
conociendo la naturaleza y la conducta del fuego, del agua, del aire, de las estrellas, del cielo y de todos los otros
cuerpos que nos rodean *…+ podemos emplear estas entidades para todos los objetivos para los cuales son adecuadas, y
hacernos amos y dueños de la naturaleza”.

6
En el siglo XX se cuestionaron ya las premisas del método científico y sus posibilidades, sin duda
una metodología rica en logros, pero sus altos costos están ya a la vista. La falta de una
cosmovisión integradora, de una comprensión más profunda de la naturaleza y, por qué no, de
una mayor compasión, ha puesto a esta civilización al borde de un abismo. Este panorama condujo
a prestigiosos pensadores del último siglo hacia otras formas de conocer; aquéllas que la falsa
racionalidad tilda aún de “primitivas”, “infantiles” o “prelógicas”, y que crearon significados
complejos y arte excepcional durante siglos y en diferentes civilizaciones que buscaron la armonía
con el universo. Sin embargo, bajo la exigencia de “rigor”, en las academias hoy siguen
prevaleciendo metodologías limitantes, que encapsulan y atomizan el saber.

La tradición oriental, que ha sido descartada por la conquista planetaria occidental, llamada
globalización, es denigrada con la calificación de “acientífica”, como si el ser “científica” fuera
sinónimo de una verdad absoluta, total y única, en lugar de relativa, histórica e ideológica. El
Oriente de la tradición aparece como una mirada opuesta a la de Occidente; frente al espíritu
descarnado de la manipulación, opone la mirada contemplativa, de la agudeza de los sentidos y los
silencios, de las profundidades que trascienden a las palabras. Lo sutil sobre lo denso.

Retomando la metáfora del viaje, comparemos ambos pensamientos como trayectorias del
viajero. El máximo desarrollo humano occidental es la capacidad de abstracción, como la
culminación de un camino de diferenciación del sujeto con el entorno, que comienza al momento
de nacer (indiferenciación del yo) y se completa con la posibilidad del pensamiento lógico-
matemático en lugar de relativo, histórico e ideológico. Para las culturas de Oriente la suprema
adquisición humana es alcanzar la fusión con el cosmos, en un camino donde las prácticas
corporales abren los sentidos y cambian las percepciones, y que abarca toda la vida adulta. Casi
donde termina el viajero occidental, comienza su camino el viajero oriental, tratando de alcanzar
la fusión con el universo. Ambos trayectos son opuestos, las metas se contradicen.

La pregunta que se me ocurre es: ¿será posible integrar estos dos pensamientos? ¿Cómo explorar
ambos escenarios sin perdernos en el caos? Pero el caos existe, entonces ¿debemos evitarlo
negándolo o intentar asomarnos a él con nuevas miradas?

7
Nuevos paradigmas entrañan nuevas miradas: la mirada es siempre mediada

Para Edgar Morin, existe un nuevo paradigma integrador, en el que las verdades profundas
antagónicas pueden ser complementarias, sin dejar de ser antagónicas. El pensamiento complejo,
caracterizado por este autor, aspira al conocimiento multidireccional, renunciando a la
omnisciencia y aceptando que el trayecto hacia un saber no parcelado, no dividido, será siempre
inacabado e incompleto, porque son éstas las condiciones ineludibles del viaje del conocimiento.

Ya no se puede sostener la obsesión de orden y control que se impuso y aún actúa en nuestra
cultura, y que tiñe hasta nuestras miradas cotidianas. La realidad ha probado su complejidad, la
interrelación holística, de cada parte con el todo y del todo en cada parte. También nos ha
enfrentado con la debilidad e impotencia de nuestras leyes científicas que intentan explicar
ordenando e inmovilizando un universo cambiante que navega en el caos y que al mismo tiempo
se auto-eco-organiza.7

Construyéndose el mundo necesita destruirse continuamente, idea que los orientales manejaban
desde los tiempos más remotos. Nos bastaría estar en contacto con el propio cuerpo para saber
que la vida no es sustancia envasada sino fenómeno dinámico y fluyente, donde muchas células de
nuestro organismo mueren para que el sistema continúe vivo en su movimiento y cambio
constante, en su inestable equilibrio. Sólo en contacto con lo corporal esta figura adquiere
profundidad y sentido: nuestro cuerpo único es cada día un cuerpo nuevo.

Este escenario de la vida requiere del pensamiento complejo como vehículo para nuestro
conocimiento, y las imágenes que mejor lo recrean son las de tejido, red, urdimbre, cruzamientos,
interconexiones, balanceándose en todas direcciones, porque una lanzadera crea
permanentemente nuevos nudos que recrean el tapiz siempre inacabado de nuestro
conocimiento. Y surge la pregunta: ¿podemos acercarnos a una comprensión del mundo en su
intrincado y enredado territorio, atravesado por ambigüedad e incertidumbre?

Otro cuento me viene a la mente, que creo permite visualizar en parte lo que significa aprender a
caminar en el apasionante mundo del pensamiento complejo. Vuelvo a invitarlos a, si gustan,
dejarse llevar por la imaginación:

7
Edgar Morin, Introducción al pensamiento complejo, Barcelona, Gedisa, 2003.

8
Ahora diré como es Octavia, ciudad telaraña. Hay un precipicio entre dos montañas
abruptas: la ciudad está en el vacío, atada a las dos crestas por cuerdas y cadenas y
pasarelas. Uno camina por los travesaños de madera, cuidando de no poner el pie en los
intervalos, o se aferra a las mallas de una red de cáñamo. Abajo no hay nada en cientos y
cientos de metros: pasa de vez en cuando alguna nube y se entrevé más abajo el fondo del
despeñadero.

Ésa es la base de la ciudad: una red que sirve para pasar y para sostener. Todo lo demás,
en vez de alzarse encima, cuelga hacia abajo: escalas de cuerda, hamacas, casas en forma
de bolsa, percheros, terrazas como navecillas, odres de agua, picos de gas, cestos colgados
de cordeles, montacargas, duchas, trapecios y anillas para juegos, teleféricos, lámparas de
luces y tiestos con plantas de follaje colgante.

Suspendida en el abismo, la vida de los habitantes de Octavia es menos incierta que en


otras ciudades. Sabe que la resistencia de la red tiene un límite.8

Espero les haya gustado el relato, que hace un mítico Marco Polo a un no menos mítico
emperador chino, Kublai Khan, de la pluma de Italo Calvino. Creo que a más de otros viajes, la
descripción de Octavia permite sentir la aventura, el peligro, el vértigo y la fascinación que implica
el reto que nos propone Edgar Morin.

Formas corporizadas de aprender: emoción asociada con la razón

El cuento anterior me sirve también para plantear el problema de la polaridad del que nos es
imposible escapar. Dos son las crestas de la montaña, dos son los modos básicos que tenemos de
mirar al mundo, sería una lástima que prevaleciera uno sobre el otro: me refiero a la
diferenciación de funciones de los dos hemisferios cerebrales.

La constitución de nuestros órganos, sumada la cultura, mediada por la palabra, con igual
importancia preformativa, condicionan nuestras percepciones, y son esas condiciones las que
limitan, pero también posibilitan, determinadas maneras de aprender. Nunca nuestra percepción
es inocente, por ello es necesario comprender el proceso cognitivo que nos lleva a construir
saberes. Es decir, nuestro andar humano sufre y se nutre de las condiciones de su humanidad. El
valor de la percepción debe ser enmarcado siempre en su contexto cultural: no es la percepción
pura del positivismo la que precede a las ideas, sino al revés. Percibimos dentro y a través de una
cultura.

Asumir el cerebro en su corporalidad también tiene consecuencias sobre las que procuro
reflexionar. El cerebro donde asienta gran parte de nuestro pensar presenta en su estructura la
polaridad a que estamos limitados como sujetos de conocimiento. Hemisferio derecho y
hemisferio izquierdo se reparten las funciones cognitivas y todo el tiempo construyen para

8
Italo Calvino, “Las ciudades sutiles 5”, Las ciudades invisibles, Madrid, Siruela, 1994.

9
nosotros dos miradas diferenciadas y contradictorias. El siguiente cuadro enumera esas
diferencias:

Formas paralelas de conocimiento


HEMISFERIO IZQUIERDO HEMISFERIO DERECHO
Lógico Intuitivo
Analítico Sintético
Racional Metafórico
Secuencial Simultáneo
Digital Analógico
Lineal Holista
Verbal Espacial
Objetivo Subjetivo

Continuando el viaje, ahora caminaremos dentro del cuerpo en una trama de conexiones
nerviosas enlazadas en sinapsis para generar otra red, otro tejido en permanente y rítmico
movimiento. La base de operaciones se encuentra en el cerebro, y la danza se alimenta de
electricidad, química y significaciones. El modo funcional del hemisferio izquierdo es intensamente
ejercitado por nuestra cultura, jerarquizando sus posibilidades de organizar, clasificar, definir,
numerar, y que se han tomado como los componentes básicos del pensamiento racional.

El modo del hemisferio derecho se va desarrollando abriéndose camino con dificultad entre el
telar de palabras y definiciones pacientemente tejidas por nuestra cultura; si sobrevive a la asfixia
y logra emerger fortalecido, estaremos ante los pocos sujetos reconocidos como creadores.
Porque las funciones del derecho son la imaginación, la exploración, el juego (entendido como lo
lúdico), el libre despliegue de la curiosidad, la fantasía, la intuición.

Si vemos atentamente, se trata de las experiencias más libres y creativas de nuestra primera
infancia, y en estas actividades y en aquella etapa de la vida, el cuerpo es el territorio de su
despliegue y realización. Al desconectar el cuerpo del pensamiento, se mutila un área importante
de nuestras posibilidades de explorar el mundo. Si inhibimos los hilos del hemisferio derecho de la

10
movilidad liberadora, si separamos esa mitad, nuestro tapiz presentará vacíos y un entramado
deficiente para sostenernos. Nuestro conocimiento se verá pobre y desarticulado o será mera
repetición de las verdades impuestas.

Cabe preguntar: ¿la educación tuvo alguna participación en la pérdida de esa libertad
intensamente constructora de saber? ¿Era imprescindible al crecer, dejar con los juguetes
nuestras capacidades más sensibles? Para Morin, el pensamiento complejo debe asumirse como
una “racionalidad (que) es el juego, el diálogo incesante entre nuestro espíritu, que crea las
estructuras lógicas, que las aplica al mundo, y que dialoga con el mundo real.”9 En ese mundo
incluye el misterio y lo subjetivo.

Yo entiendo que también la actitud dialógica y la negociación están en la base del pensamiento
integrador de las miradas derecha e izquierda. El puente que conecta ambas miradas y que nos
salva de la esquizofrenia es “un haz de conexiones o fibras nerviosas tan complejo (llamado cuerpo
calloso) que supone que la interacción de los dos hemisferios es una función de vital importancia
en el hombre”.10 Conocer y ejercitar ese puente debería ser una de las metas del magisterio y de
los investigadores.

9
Edgard Morin, op. cit.
10
Carl Sagan, Los dragones del Edén, México, Grijalbo, 1984.

11
Si llegamos a disponer de un cerebro entero, en lugar de uno partido por la mitad, como genera la
separación mente-cuerpo, estaremos necesitando otros modelos de conocimiento y será
necesario corporizar el aprendizaje y la búsqueda. Porque la verdadera tarea de la investigación es
la de aportar conexiones nuevas, nuevos nodos en la red, y para ello son necesarios tejedores
intrépidos dispuestos a saltar sobre el vacío para ir construyendo-descubriendo el renovado tapiz.

La metáfora que hasta aquí hemos usado no es ingenua como podría pensarse, ni se agota en la
visión de un encefalograma o una tomografía computada. La metáfora excede el mundo de lo
observable y lo medible. Si nos asomamos a la cultura oriental, hallaremos un símbolo que abarca
y resume la vida en todos sus niveles, y es el círculo energético del Yin-Yang. Según esta
cosmovisión, el movimiento del universo, en las dimensiones macro y micro, se produce por la
oposición y el encuentro de estas dos energías, antagónicas y solidarias. Es un modelo holográfico
que considera la presencia de las partes en el todo y del todo en cada parte, en afortunada síntesis
conceptual, dinámica y estética (no reduccionista).

Lo que puede parecer sorprendente es que, al enunciar las características de las energías Yin y
Yang, parecería que estamos hablando de hemisferio derecho en el primer caso, y hemisferio
izquierdo en el segundo. Lo que puede apreciarse en la siguiente enumeración de algunas
cualidades específicas de cada una.

YIN YANG
Femenino Masculino
Emoción Razón
Blando Duro
Complejo Sencillo
Flexible Rígido
Lento Rápido
Inconsciente Consciente
Receptivo Agresivo
Cerebro derecho Cerebro izquierdo

¿Cómo ha sido ello posible, sin contar con los conocimientos que la ciencia occidental ha adquirido
en el siglo XX gracias a los avances tecnológicos? ¿Puede un conocimiento ancestral tener tal
grado de precisión sin haber arribado por los caminos que nos impone la tecnología médica de
Occidente? Y ahora vuelvo a preguntarme por aquellos saberes desvalorizados por nuestro
sistema lógico de pensamiento, y que son los mitos y los misterios de culturas anteriores. ¿No

12
serán también formas de conocer que nos estamos negando y que inauguraron senderos más
cortos, más bellos o más sensibles que el logos occidental?

Algunos científicos del siglo XX nos muestran que los mitos pueden ser incluidos con “rigor” en sus
teorías. Un caso es Freud con su recurrencia a la mitología para explicar el comportamiento de la
psiquis humana. Pero también es un ejemplo de imaginación y rigor combinados, lo que lo
conduce a su modelo de aparato psíquico porque, desde un lugar ajeno a la tecnología médica
más actual, llega a la comprensión de los caracteres de la lateralización del pensamiento.

Si giramos noventa grados la imagen vertical de los hemisferios, hoy más estudiados, nos
encontramos con la gráfica horizontal del Yo con funciones análogas a las del hemisferio izquierdo,
donde impera la conciencia, y debajo el Ello homologable funcional al hemisferio derecho y donde
las acciones son inconscientes. En este modelo el puente de encuentro y mutua interrelación es
esa zona funcional intermedia entre Yo y Ello, que es el Súper Yo (en algún momento nominado
como subconsciente). Aunque este ejemplo requiere mayor profundización, es por demás
elocuente de la riqueza del tipo de pensamiento que estamos dejando a un lado.

Morris Berman, historiador de la ciencia, sugiere que “los dilemas cognitivos y epistemológicos de
nuestra época han de buscar su origen en la derrota de la alquimia, el ocultismo, la cábala y otros
saberes medievales a manos de la tan mentada objetividad científica. Para Berman una visión
correcta del mundo tendría que ser de raíz visceral/mimética/sensual…”11 Rescata este autor la
convivencia intensa de cuerpo y magia que permitió al hombre medieval recorrer senderos
atrevidos, y que el Renacimiento clausuró.

Morin dice que el verdadero razonamiento dialoga con lo irrazonable y es tolerante con los
misterios. Y, agrego, allí se accede por vivencias y sensaciones, juegan los sentimientos y
emociones, y el cuerpo es escenario de significaciones que las palabras no alcanzan a explicar.

Arte y diseño: lugares privilegiados de exploración y experimentación corporal

Un último y breve relato me parece que puede introducir algunas sugerencias sobre prácticas que
abran exploración y cambios:

Se trataba de un joven erudito arrogante y engreído. Para cruzar un caudaloso río de una a
otra orilla, tomó una barca. Silente y sumiso, el barquero comenzó a remar con diligencia.
De repente, una bandada de aves surcó el cielo y el joven preguntó al barquero:

— Buen hombre ¿has estudiado la vida de las aves?


— No, señor —repuso el barquero.
—Entonces, amigo, has perdido la cuarta parte de tu vida.

11
http://www.dialogica.com.ar/unr/epicom/2003/08/morris_berman_el_reencantamien.html#more

13
Pasados unos minutos, la barca se deslizó junto a unas exóticas plantas que flotaban en las
aguas del río. El joven preguntó al barquero:
— Dime, barquero, ¿has estudiado botánica?
— No, señor —repuso el barquero.
—Pues debo decirte que has perdido la mitad de tu vida —comentó el petulante joven.

El barquero seguía remando pacientemente. El sol del mediodía se reflejaba


luminosamente sobre las aguas del río. Entonces, el joven preguntó:
—Sin duda, barquero, llevas muchos años deslizándote por las aguas. ¿Sabes, por cierto,
algo de la naturaleza del agua?
—No señor, nada sé al respecto. No sé nada de esta agua ni de otras.
—¡Oh, amigo! —exclamó el joven. De verdad que has perdido las tres cuartas partes de tu
vida.

Súbitamente, la barca comenzó a hacer agua. No había forma de achicar tanta agua y la
barca comenzó a hundirse. El barquero preguntó entonces al joven:
—Señor ¿sabe nadar?
—No —repuso el joven.
—Pues me temo, señor, que has perdido toda tu vida.12

¿Tendrá esta historia algo que decirnos respecto al cuerpo y a los estudios académicos? Mi
intención ahora es reflexionar y compartir algunas ideas prácticas que acercarían la enseñanza y la
investigación a formas más corporales de conocer. Arte y diseño, las disciplinas que aquí nos
ocupan, sin duda han transitado caminos menos rígidos que los planteados desde la ciencia. Pero
creo que muchas veces lo han hecho con un sentimiento de vergüenza o inferioridad frente al
“saber mayor”. Lo curioso es que en la antigüedad remota hallamos arte y ciencia en el mismo
origen: la magia, sin una demarcación que las separe.

En los trabajos teóricos suele ocurrir que el modelo académico se impone a la creatividad y el
vuelo poético. He visto más de un trabajo de tesis cuestionado por algún asesor con argumentos
como “esto no es poesía”, “esto no es un artículo periodístico”, o “estos cuentos le restan
seriedad”. Debo agregar que la investigación, la fundamentación y las reflexiones, en los casos
citados, no carecían de coherencia y rigor. No es novedad que la antropología del siglo XX nos está
enseñando a ver el mundo de otra manera; la ciencia cada día más está cediendo a su influjo
seductor. La fenomenología como abordaje epistemológico, hasta la hermenéutica ganando
estatus interpretativo, la observación participante ya ni siquiera cuestionada, ponen la
corporalidad como eje esencial de la cultura. ¿Cómo incluir estas miradas menos rigurosas y más
vitales en la enseñanza académica, siempre tan lenta en reaccionar, en su papel de perpetuadora y
sin asumir su lugar de pionera?

Ingresar el cuerpo en el aula parece ser una manera de comenzar. En estos tiempos las
neurociencias procuran un puente entre las formas de conocer oriental y occidental. Utilizando
toda la tecnología de investigación médica de Occidente, están poniendo a prueba las técnicas

12
Ramiro Calle (comp.), 101 cuentos clásicos de la India, Rosario, Biblioteca Nueva Era, 1999.

14
ancestrales de Oriente para alcanzar estados de conciencia más amplios y procurar desbloqueos
emocionales. Los hallazgos en este campo confirman los efectos benéficos en el cuerpo y la
expansión de la conciencia mediante sencillas actividades corporales.

El control de la respiración, técnicas de relajación, concentración y meditación pueden ayudar a


ponerse en contacto íntimo con el propio cuerpo, acceder al conocimiento de sus manifestaciones,
ser sensible a sus necesidades (físicas, emocionales, afectivas). Desde ese estar más presente se
abren los canales de comunicación más íntima con el entorno, lo que permite completar un
aprendizaje más comprensivo e integrador, menos verbal y secuencial.

Al entrar los cuerpos en el ámbito académico, entran con ellos las vías regias de todo
conocimiento que son los sentidos (más de cinco, número que expresa sólo una reducción de
carácter histórico). Hoy asistimos a la preponderancia de una vista limitada, que asociada al oído
también empobrecido y enfermo, han descartado a los demás sentidos en la comprensión del
mundo. Destacados autores hacen una crítica fundamentada y apasionada de esta circunstancia,
poniendo de relieve las pérdidas que esto acarrea.

Juhani Pallasmaa, un importante arquitecto finlandés, nos habla del fenómeno en arquitectura,
que podemos extender al arte y al diseño de la actualidad. En su libro Los ojos de la piel, cada
sensación es evaluada y cada percepción cuestionada con una actitud sensible e inteligente. Citaré
sólo algunas de sus ideas. Sobre la mirada: “Liberado el deseo implícito de control y poder del ojo,
quizá sea precisamente en la visión desenfocada de nuestro tiempo cuando el ojo será capaz de
nuevo de abrir nuevos campos de visión y pensamiento.”13 Sobre el oído: “Oír estructura y articula
la experiencia y la comprensión del espacio. *…+ El espacio que traza el oído en la oscuridad se
convierte en una cavidad esculpida directamente en el interior de la mente.” Acerca del olfato:
“Un olor particular nos hace volver a entrar sin darnos cuenta en un espacio completamente
olvidado por la memoria retiniana *…+. La nariz hace que los ojos recuerden.” Dice del sabor:
“Nuestra experiencia sensorial del mundo, se origina en la sensación interior de la boca, y el
mundo tiende a volver a sus orígenes orales. El origen más arcaico del espacio arquitectónico está
en la cavidad bucal.” El tacto, considerado por el autor como padre de todos los demás sentidos,
es referido así: “Las manos son los ojos del escultor; pero también son órganos para el
pensamiento *…+ un guijarro perfecto sobre la palma de la mano, materializa la duración, es
tiempo convertido en forma”.

En el apartado “Imágenes de músculo y hueso”, nos dice: “La destreza (en las culturas
tradicionales) se aprendía mediante la incorporación de la secuencia de movimientos refinados
por la tradición, no por las palabras ni por la teoría. El cuerpo sabe y recuerda.” Y agrega para
ubicar la experiencia corporal en el presente: “*…+ las piernas miden los pasos al subir una
escalera, la mano acaricia el pasamanos y el cuerpo se mueve diagonal y dramáticamente por el
espacio.” Para terminar esta secuencia de citas, agrego una que me parece fuertemente dirigida al

13
Juhani Pallasmaa, Los ojos de la piel, Barcelona, Gustavo Gili, 2006.

15
diseño y no dudo es razón de ser en el arte: “una pieza *…+ tiene que mantener su secreto y
misterio impenetrables con el fin de prender nuestra imaginación y nuestras emociones.”

Ahora regreso a las preguntas: ¿se puede intentar en las aulas una búsqueda que haga intervenir
todos nuestros sentidos desde una poética del espacio? ¿Las emociones tendrán que seguir
colándose clandestinas por las grietas de la academia, o podemos abrirles alguna puerta, que no
sea la de servicio? La última consideración tiene que ver con el lugar de la subjetividad. Mala
palabra en los contextos de investigación, es buena palabra en los de creación. Y vuelve a
plantearse la polaridad y con ella la mutilación con sus comentadas secuelas.

Este tema requeriría entrar en un fuerte cuestionamiento de la tan encumbrada objetividad. En


lugar de ello, prefiero rescatar el valor de un uso de la palabra como expresión de lo subjetivo: me
refiero a la metáfora. Como si las metáforas fueran meros adornos de utilería, son cuestionadas o
utilizadas con reservas, cuando en verdad son puertas de acceso a un conocimiento más vital,
menos atrapado por definiciones homogeneizantes de sentido. Baste leer los ensayos de
Bachelard, quien hace de las figuras metafóricas la posibilidad de trascender la literalidad de las
palabras y extienden en abanico los significados. “Hay que entender que las metáforas son parte
de la capacidad de convivencia del lenguaje y de las ideas”14 dice Morin, al mismo tiempo que
destaca la importancia de la connotación en defensa del uso poético del leguaje en sus textos
filosóficos.

Apenas planteadas mis reflexiones y comentarios quedan abiertas muchas preguntas como temas
de próximas investigaciones. Por ejemplo: ¿qué lugares se les asigna a la improvisación y al error
durante los procesos de aprendizaje y la investigación? ¿No puede enseñarse a valorar la
incertidumbre y la duda como motores ineludibles de cualquier actividad creativa? ¿Hay manera
de enseñar a formular preguntas? En ese plan, el pensamiento complejo y su escenario inestable
pueden ser verdaderos estímulos para un cambio de paradigma que la academia puede necesitar.
Me remito a una frase de Santiago Kovadloff: “Preguntar no es andar por ahí formulando
interrogantes sino sumergirse de cuerpo entero en una experiencia vertiginosa”.15

14
Edgar Morin, op. cit.
15
Santiago Kovadloff, La nueva ignorancia, Buenos Aires, Emecé, 2001.

16
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