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102 Pensar la religión

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posteriori, puede acaso transfigurarse en. figura sirnbólic
puede sublimarse y clarificarse como gran parábola sirnbóli:'
(Infierno de Dante, La Ilíada, batalla final del Mahabarat a
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Apocalypse Now de Francis F. Coppola, Germania, ann~
Zero de R. Rossellini). Pero el mal, como presencia, es justa-
mente la fuerza existente y positiva, hostil allógos, la eterna El símbolo y lo sagrado
amenaza de todo alzado del fronterizo al ser dellírnite, la
eterna prueba relativa a ese alzado hacia el universo sirnbóli-
co del sentido: aquel lugar ciego o vacío, pero insistente, resis-
tente y existente, en el que se produce el anonadamiento mis- 1
mo de toda posibilidad de transfiguración simbólica y la
radical anulación del sentido. Puede entonces localizarse esa Despuésde la muerte de la última gran generación de profe-
figura paradójica: una figura simbólica cuyo designio consiste tasmayores Ymenores la comunidad de Israel vivió casi dos
en desfigurar la capacidad transfiguradora dellógos. siglosen los cuales parecía que la inspiración profética había
En la lucha trágica entre la potencia simbolizadora de ese desaparecido. En ese tiempo de suspensión y de ocultación,
lógos y el resto hostil, opaco, que desfigura toda configura- en el que el espíritu, el ruah, dejó de soplar, y en el que la
ción, comparece el mal como eJ remanente que hace que di- comunidad perdió la costumbre de sentirse zarandeada y
cho conflicto sea radical y trágico. Lucha, si se quiere, entre fustigada por la palabra mordaz de los profetas, se fue ges-
un eras lógico, capaz de conformar en formas simbólicas las tando la convicción de que esos tiempos preparaban el acto
apariciones que llega a sublimar, y su eterno y atosigante finaldel drama de la salvación. Se fue formando la opinión
gemelo, thánatos, principio de muerte: lugar ciego que des- deque el profeta venidero sería el último, el que cerrara de-
barata toda erótica, toda lógica, toda poiética, toda labor de finitivamente el caudal de la inspiración profética e inaugu-
mnemosyne. rara los tiempos mesiánicos. Se vivía, pues, en una especie de
El mal de Occidente ha sido siempre concebir el mal tiempo suspendido o de calma chicha, a la espera de un
como una nada negativa inexistente (Quk ón, nihil negati- acontecimiento final, escatológico, cuyos signos obvios se-
vum). Es preciso ensayar una reflexión que, manteniendo la rían, como es de rigor, catástrofes y plagas universales.
premisa de que el mal es nada, pueda concebir ésta como Hoy vivimos, quizás, en uno de esos tiempos de suspen-
una nada existente, dinámica, positiva (a la vez sustantiva y sión,cuyo carácter más señalado lo constituye cierta sensa-
verbal); como aquella fuerza o potencia que arrebata el ser cióngeneral de calma chicha. Hoy también asistimos al cie-
(la esencia) al mundo, a su habitante, a las cosas, o como un rre de una época profética. Lo que llamamos modernidad
huracán o un azote, o una tormenta desertizadora, capaz de fue, para todos nosotros, una coyuntura histórica proclive
arrancar de cuajo toda configuración, todo lógos, todo esp~- alespíritu de la profecía. Los principales rasgos del universo
cio de esencia y de sentido. Es preciso, pues, repensar rad,l- ~rofético configuraban el discurso de la modernidad y el es-
calmente lo que entendemos por no ser. Este es una potenCia
~lode sus productos ejemplares (artísticos, literarios, filosó-
positiva existente cuya raíz debe hallarse en el carácter dislo- ,~os).También sus referentes políticos, con su doble dimen-
cado, siempre en falta, del propio ser (en tanto que ser). Slonde crítica de lo existente y de utopía. O su característico
modo de fustigar el hoy, el tiempo presente, al confrontado
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con una comunidad ideal de senticJ.o (tan esperada Corno Hoy muchos artistas modernos, sobre todo aquellos que
perpetuamente diferida). La modernidad fue profética en hacen de la modernidad su santo y seña, tienden a esa iden-
sus formas artísticas, en su pensamiento filosófico, en su crí- tidad sacerdotal, en olvido de aquellos tiempos heroicos en
tica social y en sus convicciones políticas. que ejercían de profetas. Ocurre que entre tanto los mejores
Hoy la modernidad, sin embargo, se halla en franca retira- artistas Ypensadores de la modernidad, los que poseían es-
da en relación a nuestro espacio vital. Somos, ciertamente píritu profético (los que eran capaces de zaherir el contexto
hijos de ella, pero nuestro mundo ya no se reconoce en ella: social y cultural y de proyectar mundos ideales de utopía),
Nuestro mundo se caracteriza por la extinción de ese espíritu esoS personajes han desaparecido, se han callado, o se han
fustigador y mesiánico que reconocemos en todos nuestros refugiado en el silencio. Algunos de los mejores murieron en
mejores maestros de arte, de pensamiento y de vida: en los plena juventud. Algunos tuvieron la ambigua y dudosa suer-
ancestros que nos formaron y educaron. Pero el tiempo pre- te de no llegar a conocer estos tiempos suspendidos y de
sente es un tiempo de suspensión en el que el aliento y el soplo calma chicha en que vivimos.
del espíritu profético parece haberse agotado y agostado. Nuestra época postprofética (mejor llamada así que
¿Es todo ello preanuncio de los tiempos mesiánicos? ¿Es postmoderna) parece fomentar una redefinición sacerdotal
un aviso general para navegantes en relación a perspectivas del arte y del pensamiento. Como si resultase hoy de pésimo
y pronósticos de grandes borrascas históricas, o de una ge- humor y de dudoso gusto todo genuino gesto y ademán pro-
neralizada mar gruesa como perspectiva de futuro? ¿O es fético, siempre airado, elegiaco, dolorido, proclive a la la-
una suspensión sine diae, prolongable indefinidamente en mentación; siempre fustigador del tiempo actual en su pre-
años, décadas y siglos? ¿Cuál es el sentido que posee esa ge- sentimiento de un tiempo de consumación y de plenitud
neral atmósfera de calma chicha que se percibe en nuestro mesiánica o apocalíptica.
mundo, en la política, en el arte, en el pensamiento, así como
en la experiencia diaria, en el día a día...?
Es prematuro dar respuesta a estos interrogantes. De 11
momento una cosa es clara: la época de la profecía moderna
ya no es la nuestra. Esel arte una «promesa de felicidad» que, aunque perpetua-
Lo que hoy subsiste como arte moderno, o como pen- mente diferida, dibuja siempre la forma de aquello que
samiento de la modernidad, o es un fenómeno residual, o máximamente se desea. En virtud del arte, de sus interven-
constituye una auténtica paradoja. Me refiero al hecho de ciones e instalaciones, el mundo que nos rodea parece, de
que repugna a todo espíritu profético el disfrute del poder y pronto, si no redimido, al menos transfigurado. La emoción
la administración (más propia de la organización sacerdo- estética registra en el calambre del instante-eternidad ese
tal) de las formas simbólicas y expresivas de una comuni- presentimiento. El arte hallaría su consumación en un mun-
dad. Un arte moderno instalado confortablemente en el po- do resucitado. En cierto modo el arte postula siempre esa
der es algo tan aberrante como la conversión del aliento resurrección. Y en sus intervenciones, a partir de contextos
profético en lo que más radicalmente le niega: la instalación reales y mundanos, tiende a sugerir, a través de la creación
confortable del sacerdote en el ejercicio del culto y de la ce- de la forma, ese postulado. El arte es, en cierto modo, la
lebración (bajo la aquiescencia de un poder político que lo mejor protesta de sentido que el hombre moderno ha sabido
alienta). dirigir contra la muerte: la objeción hecha carne frente al

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espectáculo de caducidad y de extenpinio que presentan los da relativa a esa contradicción. O a la comprobación de que
cuerpos, las almas y los pueblos. el arte no puede constituirse como arte sin una referencia
De hecho el arte, lo que todavía hoy concebimos con este (oculta o metonímica, quizás) a eso mismo, lo sagrado, que
término, constituye un producto genuinamente moderno. tiene por deber ilustrado «desmitificar».En mi libro Lógica
Nace en el siglo XVIII,con la Ilustración. Nace a mediados del del límite expuse esa contradicción genuina del arte. En el
siglo ilustrado, o del siglo de las Luces. Es un producto típico supuesto de que decir arte es tanto como decir arte moder-
de ese siglo y del movimiento propio de él, la Ilustración, la no. La expresión «arte moderno» constituye, de hecho, un
Aufklarung. Ésta combatió con todas sus fuerzas toda religa- pleonasmo.
ción relativa a lo que, hasta entonces, se tenía por santo y por Para mí la prueba de probidad ético-estética de una in-
sagrado. Antes de la Ilustración no existía eso que todavía tervención, o de un objeto de carácter artístico en la moder-
llamamos arte (como no existía la conciencia estética).I Exis- nidad, estriba en la capacidad que puede tener de generar
tía la artesanía, la téjne, el ars, las «artes mecánicas» y las una forma que en ella exprese esa contradicción que crucifi-
«artes liberales», pero no en cambio lo que, desde el si- ca al arte en nuestra era. El objeto artístico moderno debe
glo XVIII,sobre todo en su tramo final, se entiende por arte. ser un producto secularizador que, sin embargo, calma su
El arte es un producto del movimiento secularizador típi- sed en ese manantial (sagrado) que, sin embargo, porfía por
co de la Ilustración, enfrentado por tanto, igual que éste, a cegar o por sellar.
todo lo sagrado (que es entendido como superstitio, supers- Las mejores intervenciones artísticas modernas inscriben
tición). El arte, en tanto que fenómeno ilustrado, propende en sus carnes esa paradoja: son enervantes autopsias de un
a «desencantar el mundo» de toda sujeción (re-ligada) a las mundo sin hechizo (que, sin embargo, suele revestirse de
formas expresivas de lo sagrado: el Mito, el Ceremonial, el formas vicarias de lo sagrado). A través de esa sangría, o
Ritual. Pero el arte cobra enseguida aguda conciencia de que de esa vivisección,porfían por generar una conducción que
no puede constituirse como tal sin referencia a aquello mis- inesperadamente sugiera el referente sagrado; un referente
mo que debe «desencantar» y «desmitificar». oculto, sustraído, elíptico. Son obras marcadas por lo más
En cierto modo lo que llamamos romanticismo (en sus destructor de la inspiración profética, que tiende a demoler
mejores expresiones) no es otra cosa que la lúcida concien- y desbaratar toda mentira vicaria relativa a formas de su-
plencia que parecen cercar nuestro mundo desencantado, a
l. Empezó a existir, ciertamente, en algunas artes ya en el Renacimien- la vezque sugieren un camino (a vecesesotérico, implícito, o
to (y sobre todo con el Manierismo). Pero de hecho sólo a mediados únicamente connotado) que conduce hacia el ámbito genui-
del siglo XVIIIse unifican las artes bajo un único concepto de Arte (que no en donde puede hallarse el manantial de lo sagrado y de
incluye tanto las artes plásticas como las artes arquitectónicas, así lo santo.
como las artes literarias y la música) cuya autoconciencia la constituye y es que el arte, sin ese referente (sin la compleja presen-
la reflexión estética, la cual, junto con la propia palabra «estética» cia/ausencia de lo sagrado), no puede desplegar su vocación
entendida como teoría de lo Bello, y en especial de lo Bello Artístico,
y su designio: el de bañar con una aureola de resplandor
surge entonces. Todavía en la Crítica de la razón pura de Kant la pala-
bra «estética» hace referencia, puramente, a una teoría de las fuentes aquello en lo cual interviene: un espacio urbano o monu-
del conocimiento sensible. Pero en su Crítica del juicio ya tiene la sig- mental, o un argumento musical o narrativo, o una instantá-
nificación de una teoría de lo Bello (y de lo Sublime), así como de las nea poética, o un poema visual capaz de plasmarse en una
Artes Bellas. imagen pictórica.
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El arte no es, pues, tan sólo una for.maprofética de nega-
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La tal forma tiene el siguiente carácter: trae a presencia


ción de la existencia presente. Esta dimensión del arte, que real lo sagrado dando a éste el estatuto de un referente que,
en el gran episodio moderno de las vanguardias se potenció aunque oculto y solapado (en «tiempos de ocultación»
hasta el paroxismo, nos da una condición necesaria, pero no como son los tiempos ilustrados y modernos), sigue vigente.
suficiente, para que el arte moderno se produzca. Cierto, pues lo sagrado es eso: el referente. Sin él el arte se sumerge
éste debe ser una pócima catártica y purgativa en relación a en la marea incontenible y aniquiladora de lo que Nietzsche
las miserias y deficienciasdel tiempo actual. Pero el arte exi- supo conceptuar como nihilismo.
ge algo más que una remisión, siempre diferida, a las postri- El gran arte moderno resiste siempre en relación al flujo y
merías, o a los términos mesiánicos, o en relación a la con- reflujo de esa marea. Se aviene mal con el grito de guerra del
sumación de deseo y felicidad que siempre, de modo profeta nietzscheano («Dios ha muerto» ). El referente sagra-
implícito, propone. do existe, insiste y resiste. Sólo que de forma oculta, silencio-
El arte es sólo arte como una afirmación plena (en el hic sa y silenciada. Sólo admite forma y figura como metonimia
et nunc de un instante-eternidad) de un mundo a la vez y elipsis. Pero es esa metonimia y esa elipsis lo propio del arte
presente y transfigurado. Eso lo logra, en sus mejores inter- moderno. De ahí el predominio de esas figuras (elipsis y me-
venciones, de modo fugaz, pues tal afirmación se produce tonimia) en artistas como Mallarmé, Duchamp, Webern o
sobre la suprema fragilidad del instante. Pero el arte, cuan- Malewitz, característicos representantes de lo moderno. El
do es arte, logra que el instante se bañe de la aureola de lo arte es, de hecho, una protesta de sentido en relación a la
eterno. En este sentido, y frente a toda dogmática moderna muerte. Postula una vida nueva resucitada, recreada.
acerca de las «dialécticas negativas», debe decirse que el Por eso es una idea limitada, una secuela de esa moderni-
arte es afirmación. O que es, como Nietzsche adivinaba, la dad epigonal que hoy se extingue, la de que la intervención
máxima afirmación de la vida que puede realizarse dentro del arte consista en desedificar los entornos, o en descons-
del mundo (secularizado, hostil a lo sagrado) de la moder- truir lo excesivamente construido, con el fin de que la nada
nidad. de sentido se revele.
El arte es afirmación. Trasciende su necesaria condición De hecho el verdadero arte posee otra causa final. Su
profética (con su cuota de ira, de saña, de fustigamiento del meta no es desvelar ese dogma de la modernidad epigonal.
presente; con su lejano horizonte de perspectivas mesiánicas Su objetivo y fin consiste en generar autopsias y trepanacio-
o utópicas) al retomar al hoy, al tiempo presente, al mundo nes de lo excesivamente edificado con el fin de que, a partir
propio, consiguiendo una genuina afirmación capaz de de ese proceso y de esa praxis, resplandezca una forma a
transfigurado, siquiera sea en la forma temporal del instante través de la cual, como a contraluz, se haga presente y pa-
eternidad. tente (cierto que en forma metonímica y elíptica) lo sagrado.
y ese carácter afirmativo del arte se revela en la recrea- Lo cual es tanto como decir que esa intervención produ-
ción que ejerce sobre el entorno en que interviene, aun ce, a través de ese proceso, una forma simbólica, siendo el
cuando haya necesitado, para disponer esa forma transfigu- símbolo, sym-bolon, el lanzamiento conjunto de lo sagrado
rada, someter dicho entorno a una tremenda autopsia o tre- y su presencia, una presencia que se da bajo cierta forma o
panación urbana y constructiva. Pero es esa forma entonces figura, y que puede ser reconocida y atestiguada.
revelada la que da la dimensión artística a la intervención (y La verdadera intervención artística tiene por garantía de
a la instalación que de ella deriva). sentido la inmanencia del acontecer que genera. Y como

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consecuencia de ello, la polifonía de yerdades que despren-


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cado. Pero esa trepanación necesaria nos documenta ciertas


de. Setrata de una fiesta genuina en la que la inteligenciay el características del método. Y lo que importa definir es no
sensorio parecen celebrar sus esponsales: bodas alquímicas tantOel camino que se sigue cuanto la meta a la que se quie-
de las facultades del ánimo. En esa tesitura de encuentro re llegar (sin cuya determinación es imposible establecer re-
radiante se hace presente, como afirmación, como instante- des viarias).
eternidad, lo sagrado. Importa en arte más la causa final que la causa instru-
Trasciende la mediación profética en afirmación transfi- mental. O aquélla es la que puede arrojar luz sobre ésta. El
gurada del presente, aun cuando exija, para que esa forma llamado «desconstructivismo» quiere hacer del método un
resplandezca, la más despiadada excavación y autopsia del fin absoluto. Pero lo que de ello resulta es el nihilismo: la
entorno monumental. Esa transfiguración del mundo es el radical carencia relativa a la finalidad y al oriente que se
fin, la causa final, que el arte pretende y porfía por conse- persigue. Tal oriente es la presencia, y su enlace (ambiguo,
guir. Late, pues, en el arte el postulado antes nombrado, el paradójico, complejo) con su oculta causalidad, con lo que
postulado de la resurrección, re-suscitación de una «crea- aquí llamo sagrado.
ción» que ha enjugado y destilado toda su ganga de miseria Al nexo o al enlace entre esa causa elíptica, o metoními-
y deficiencia. ea, y su efecto en forma de presencia, a tal cópula-disyun-
ción es a lo que yo llamo símbolo. Símbolo en sentido ver-
bal, relativo a un acontecer. Acontecimiento sim-bálico en el
III cual «se lanzan juntos» lo sagrado y su presencia. Ésta irra-
dia ante un testigo (humano) que debe dar cuenta de ella,
Se equivocan los críticos que anuncian como desconstruc- acogiéndola, reconociéndola. Tal testimonio constituye la
ción lo que es, de hecho y de derecho, una autopsia ilumina- intervención y la instalación, de la cual puede derivar un
tiva del sentido. Sería erróneo y reductivo registrar en esos mundo transfigurado. En tiempos de ocultación, tiempos
términos de la modernidad epigonal, o del postmodernismo modernos, esa forma de dar testimonio es lo que debe enten-
nihilista, ese feroz saqueo de la pseudosacralidad a que el derse por arte. .
artista somete su entorno monumental con el fin de que pue-
da brotar, en el aire de la transparencia, una forma nueva en
virtud de la cual el mundo quede recreado, rescatado. El
arte, la literatura, la música, cuando son genuinos, arbitran
expedientes drásticos con el fin de restituir el nexo (roto)
entre lo sagrado y su presencia (eso que los iraníes llamaban
luz victoriosa, los judíos sekinah, aura de gloria, y los bizan-
tinos tardíos Luz Tabórica).
Tal presencia puede ser presentida también en tiempos
de ocultación (como son los tiempos modernos). En la mo-
dernidad sólo puede accederse a esa energía radiante a tra-
vés de un ejercicio despiadado de extorsión y quiebra de
todo aquello que se halla excesivamente construido y edifi-

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