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El problema de la sustancia en la Filosofía Moderna:

Argumentos a favor y en contra en


Descartes, Spinoza, Locke, Leibniz, Berkeley, Hume y Kant
Dr. Luis Ramos-Alarcón

El contexto cultural de la Europa del Siglo XVI


- Pieter Brueghel el Viejo (Breda, 1525-Bruselas, 1569): La parábola de los ciegos (1568).
- Antes las guerras de religión de los siglos XVI y XVII, se plantea el escepticismo hacia la ortodoxia y
la búsqueda de los criterios de verdad para la salvación afincados en lo común a todos los seres humanos;
no en la diferencia (sobre todo, entendida teológicamente).

René Descartes
(Francia, 1596-1650)

Problema de la interacción entre sustancias: ¿cómo pueden comunicarse alma y cuerpo, dos sustancias
totalmente diferentes? Equivocidad: sustancia no se dice en el mismo sentido de Dios y de las creaturas

1. “Sobre qué es la substancia y que este nombre no puede ser atribuido a Dios y a las creaturas en un
mismo sentido. En relación con las cosas que consideramos como teniendo existencia, es preciso que las
examinemos en este momento y una a continuación de otra con el fin de distinguir lo que es oscuro de lo
que es evidente en la noción que tenemos de cada una de ellas. Cuando concebimos la substancia,
solamente concebimos una cosa que existe en forma tal que no tiene necesidad sino de sí misma para

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existir. Puede haber oscuridad en relación con la explicación de esta afirmación: «no tiene necesidad sino
de sí misma». Es así, pues, que propiamente hablando, sólo Dios es tal y no hay cosa alguna creada que
pueda existir un solo instante sin ser mantenida y conservada por su poder. Se tiene, por tanto, razón por
parte de la Escuela al afirmar que el término ‘substancia’ no es «unívoco» respecto de Dios y de las
creaturas, es decir, que no hay significación alguna de esta palabra que concibamos distintamente y que
convenga a Dios y a las creaturas. Pero puesto que entre las cosas creadas algunas son de tal naturaleza
que no pueden existir sin algunas otras, las distinguimos de aquellas que sólo tienen necesidad del
concurso ordinario de Dios, llamando a éstas substancias y a aquéllas cualidades o atributos de estas
substancias” (Descartes, Principios de la Filosofía, I, 51).
Esta definición amplía aquella de las Meditaciones Metafísicas, y ahora cumple con el principio
aristotélico de la inseidad, pero es presentado como perseidad: concebir a la sustancia es pensar algo que
existe por sí mismo. Se conoce como “equivocidad” el principio de que el concepto de sustancia en
Descartes no puede ser usado en el mismo sentido para Dios y las creaturas. De la perseidad de Dios se
sigue que su potencia sostiene y conserva todas las cosas. Esa perseidad se presentará en las sustancias
creadas como relativa autonomía (no puede ser la autonomía absoluta de Dios), mas no por los atributos
ni por los modos. De ahí que el término sustancia se aplica, en general, sólo a aquello que sostiene y
conserva a otras, que sin esa sustancia no podrían existir.

2. “Este término podemos atribuirlo en el mismo sentido tanto al alma como al cuerpo y cómo se conoce
la substancia. Ahora bien, la noción que tenemos de la substancia creada se relaciona de igual forma con
todas las substancias, es decir, tanto con las que son inmateriales como con las que son materiales o
corporales, pues es preciso solamente para entender que son substancias que nos apercibamos de que
pueden existir sin la ayuda de cosa alguna creada. Pero cuando es cuestión de saber si alguna de estas
substancias existe verdaderamente, es decir, si en el presente está en el mundo, no basta con que sea una
cosa que existe para que la conozcamos, pues esto no nos descubre nada que exite algún conocimiento
particular en nuestro pensamiento. Es preciso, además de esto, que tengamos algunos atributos que
podamos observar; cualquier atributo basta para tal efecto, a causa de que una de nuestras nociones
comunes es que la nada no puede tener atributo alguno, ni propiedades ni cualidades. Por ello, cuando se
conoce algún atributo, se tiene razón para concluir que lo es de alguna substancia y que esta substancia
existe” (Descartes, Principios de la Filosofía, I, 52).

3. “[U]na de nuestras nociones comunes es que la nada no puede tener ningunos atributos, ni propiedades
o cualidades; es por lo que, si encontramos alguno, tenemos razón para concluir que es el atributo de una
sustancia, y que esa sustancia existe” (AT IX, 47 #52).

«Cada substancia tiene un atributo principal, siendo el atributo del alma el pensamiento y el del cuerpo
la extensión. Aun cuando cualquier atributo baste para dar a conocer la substancia, sin embargo cada
substancia posee uno que constituye su naturaleza y su esencia y del cual dependen todos los otros. A
saber, la extensión tridimensional constituye la naturaleza de la substancia corporal; el pensamiento
constituye la naturaleza de la substancia que piensa. Es así, pues todo lo que podemos atribuir al cuerpo,
presupone extensión y mantiene relación de dependencia de que es extenso; de igual modo, todas las
propiedades que constatamos de la cosa que piensa, sólo son diversos modos de pensar. Así pues, no
podríamos concebir, por ejemplo, figura alguna si no es de una cosa extensa, ni tampoco movimiento que
no se dé en un espacio extenso. De igual modo, la imaginación, la sensibilidad y la voluntad dependen de
tal modo de un ser que piensa, que sin él no podemos concebirlas. Pero, al contrario, podemos concebir la
extensión sin figura o sin movimiento y la cosa que piensa sin imaginación o sin sensibilidad y así en otros
casos. (Descartes, Principios de la Filosofía, I, 53).

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4. «Cómo podemos tener pensamientos distintos de la substancia que piensa, de la substancia corporal y
de Dios. Así pues, podemos tener dos nociones o ideas claras y distintas; una de una substancia creada
que piensa y la otra de una substancia extensa, con tal que separemos cuidadosamente todos los atributos
del pensamiento de los atributos de la extensión. También podemos tener una idea clara y distinta de una
substancia increada que piensa y que es independiente, es decir, de un Dios, siempre que no pensemos
que esta idea nos representa todo lo que en él hay y siempre que no atribuyamos a la misma nada mediante
una ficción de nuestro entendimiento. Nos bastaría que tomásemos solamente nota de lo que está
comprendido verdaderamente en la noción distinta que nosotros tenemos de él y que sabemos que
pertenece a la naturaleza de un Ser omniperfecto. Nadie puede negar que tal idea está en nosotros si no
está dispuesto a creer sin razón que el entendimiento humano sea incapaz de tener conocimiento alguno
de la Divinidad» (Descartes, Principios de la Filosofía, I, 54).

5. «Sobre las cualidades, atributos y formas o modos. Cuando hablo de forma o modo no entiendo otra
cosa que lo que denomino en otros lugares atributo o cualidad. Pero cuando considero que la substancia
es afectada o diversificada por ellos, entonces uso de modo particular el término modo o forma; pero
cuando en razón de esta disposición o cambio, la substancia puede denominarse tal, entonces llamo
cualidades a las diversas formas que hacen que ella sea nombrada substancia. Finalmente, cuando pienso
más generalmente que estos modos o cualidades son en la substancia, sin considerarlos de otro modo que
como dependientes de la substancia, los denomino atributos. Y por cuanto no debo considerar en Dios
variedad ni cambio alguno, no afirmo que haya en él modos o cualidades, sino más bien atributos. Es más,
hablando de las cosas creadas, también denomino atributos y no modo o cualidad, a lo que se encuentra
en ellas siempre de la misma forma, como es el caso de la existencia y la duración en la cosa que existe y
dura» (Descartes, Principios de la Filosofía, I, 56).

6. Realidad de las ideas: realidad objetiva (idea) = realidad formal (objeto representado): «[...] si, entre las
ideas que tengo en mí, hay algunas que existen fuera de mí [...]: si las tales ideas se consideran sólo como
ciertos modos de pensar, no reconozco entre ellas ninguna diferencia o desigualdad y todas me parecen
proceder de mí de una misma manera; pero si las considero como imágenes que representan unas una cosa
y otras otra, es evidente que son muy diferentes unas de otras. Pues en efecto, las que me representan
sustancias son sin duda algo más y contienen, por decirlo así, más realidad objetiva, es decir, participan,
por representación de más grados de ser o perfección que las que sólo me representan modos o accidentes»
(Descartes, Meditaciones Metafísicas, “Tercera Meditación”, p. 110).

7. Realidad de la idea de Dios: «Además, la idea por la cual un Dios soberano, eterno, infinito, inmutable,
omnisciente, omnipotente y creador universal de todas las cosas que están fuera de él, esa idea, digo, tiene
ciertamente en sí más realidad objetiva que aquellas otras que me representan sustancias finitas»
(Descartes, “Tercera Meditación”, p. 110).

8. Propiedades de la materia o extensión y otras nociones simples e innatas: «[...] En lo que toca a las ideas
de las cosas corporales, no reconozco en ellas nada tan grande y excelente que no me parezca provenir de
mí mismo pues [...] encuentro que no se dan en ella sino poquísimas cosas que yo conciba clara y
distintamente, y son, a saber: la magnitud, o sea extensión en longitud, anchura y profundidad; la figura
que resulta de la terminación de esta extensión; la situación que los cuerpos, con diferentes figuras,
mantienen entre sí; y el movimiento o cambio de esta situación, pudiendo añadirse la sustancia, la duración
y el número» (Descartes, “Tercera Meditación”, p. 112).

9. Ideas innatas que concibo con ocasión de la experiencia: «En cuanto a las ideas claras y distintas que
tengo de las cosas corporales, hay algunas que me parece que he podido sacar de la idea que tengo de mí

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mismo, como son las de sustancia, duración, número y otras semejantes» (Descartes, “Tercera
Meditación”, p. 113).

10. La idea que infinitud divina no es producto de la negación de la idea de finitud: «[...] no debo imaginar
que no concibo el infinito por medio de una verdadera idea y sí sólo por negación de lo finito, como la
quietud y la oscuridad las comprendo porque niego el movimiento y la luz; no, pues veo manifiestamente,
pro el contrario, que hay más realidad en la sustancia infinita que en la finita y, por tanto que, en cierto
modo, tengo en mí mismo la noción de infinito antes que la de finito, es decir, antes la de Dios que la de
mí mismo; pues ¿sería posible que yo conociera que dudo y que deseo, es decir, que algo me falta y que
no soy totalmente perfecto, si no tuviera la idea de un ser más perfecto que yo, con el cual me comparo y
de cuya comparación resultan los defectos de mi naturaleza?» (Descartes, “Tercera Meditación”, p. 114).

11. «[...] una sustancia, para conservarse en todos los momentos de su duración, necesita del mismo poder
y la misma acción que sería necesaria para producirla y crearla de nuevo, si no lo estuviere ya, de suerte
que [...] la conservación y la creación no difieren sino en nuestro modo de pensar, y no efectivamente»
(Descartes, “Tercera Meditación”, p. 116).

John Locke
(Inglaterra, 1632-1704)

1. «Todas las ideas vienen de la sensación o de la reflexión. Supongamos, entonces, que la mente sea,
como se dice, un papel en blanco, limpio de toda inscripción, sin ninguna idea. ¿Cómo llega a tenerlas?
¿De dónde se hace la mente de ese prodigioso cúmulo, que la activa e ilimitada imaginación del hombre
ha pintado en ella, en una variedad casi infinita? ¿De dónde saca todo ese material de la razón y del
conocimiento? A esto contesto con una sola palabra, de la experiencia: he allí el fundamento de nuestro
saber, y de allí es de donde en última instancia se deriva. Las observaciones que hacemos acerca de los
objetos sensibles externos, o acerca de las operaciones internas de nuestra mente, que percibimos, y sobre
las cuales reflexionamos nosotros mismos, es lo que provee a nuestro entendimiento de todos los
materiales del pensar. Éstas son las dos fuentes del conocimiento de donde dimanan todas las ideas que
tenemos o, que podamos naturalmente tener» (Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano, II, 1, 2, p.
83).

2. Cuatro tipos de ideas simples: «División de las ideas simples. Para mejor concebir las ideas que
percibimos de la sensación, quizá no resulte mal que las consideremos en relación con los diferentes
modos por los cuales llegan a nuestra mente y se nos hacen perceptibles. Primero, por lo tanto, hay algunas
que penetran en nuestra mente por sólo un sentido; segundo, hay otras que entran en la mente por más de
un sentido; tercero, otras que se obtienen sólo por la reflexión, y cuarto, hay algunas que se abren paso y
se sugieren a la mente por todas las vías de la sensación y de la reflexión» (Ensayo, II, 3, 1, pp. 99-100).

3. «Ideas en la mente. Cualidades en los cuerpos. Para mejor descubrir la naturaleza de nuestras ideas y
para discurrir inteligiblemente acerca de ellas será conveniente distinguirlas en cuanto que son ideas o
percepciones en nuestra mente, y en cuanto son modificaciones de materia en los cuerpos que causan en
nosotros dichas percepciones» (Ensayo, II, 8, 7, pp. 112).

4. ««Empero, no está en el más elevado ingenio o en el entendimiento más amplio, cualquiera que sea la
agilidad o variedad de su pensamiento, inventar o idear en la mente una sola idea simple, que no proceda

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de las vías antes mencionadas; ni tampoco le es dable a ninguna fuerza del entendimiento destruir las que
ya están allí; […]» (Ensayo, II, 2, 2, pp. 112).

5. «Las nociones de substancia y de accidente son de poca utilidad para la filosofía. Aquellos que, los
primeros, dieron en la noción de accidentes como una especie de seres reales que necesitaba de alguna
cosa a la cual ser inherentes, se vieron obligados a descubrir la palabra substancia, para que sirviera de
soporte a los accidentes. Si al pobre filósofo hindú (que imaginaba que la Tierra también necesitaba un
apoyo) se le hubiera ocurrido esta palabra de substancia, no se habría visto en el apuro de buscar a un
elefante para sostener la Tierra, y a una tortuga para sostener a su elefante. La palabra substancia le habría
servido cumplidamente para el efecto. Y quien preguntara qué es lo que sostiene la Tierra, debería
mostrarse tan satisfecho de la respuesta de un filósofo hindú que le dijera que es la substancia, sin saber
qué cosa es, como nosotros nos mostramos satisfechos con la respuesta y buena doctrina de nuestros
filósofos europeos, cuando nos dicen que la substancia, sin saber qué cosa es, es aquello que sostiene a
los accidentes. De la substancia, pues, no tenemos ninguna idea de lo que sea, y sólo tenemos una idea
confusa y obscura de lo que hace» (Ensayo, II, 13, 19, pp. 154).

6. «La idea, pues, que tenemos, y a la cual damos el nombre general de substancia, como no es nada sino
el supuesto, pero desconocido, soporte de aquellas cualidades que encontramos existentes, y de las cuales
imaginamos que no pueden subsistir, sine re substante, sin alguna cosa que las sostenga, llamamos a ese
soporte substantia, la cual, de acuerdo con el verdadero sentido de la palabra, significa en idioma llano lo
que está debajo, o lo que soporta» (Ensayo, II, 23, 2, pp. 276).

7. «No tenemos ninguna idea clara de la substancia en general. De allí que, cuando hablamos o pensamos
de alguna clase particular de substancia corpórea, como caballo, piedra, etc., aunque la idea que tenemos
de ambas no sea sino la complejidad o combinación de aquellas diversas ideas simples de las cualidades
sensibles que habitualmente encontramos unidas en esas cosas llamadas caballo y piedra, sin embargo,
porque no podemos concebir de qué manera puedan subsistir solas, ni la una en la otra, suponemos que
existen y que están sostenidas en y por un sujeto que les sea común; el cual soporte designamos con el
nombre de substancia, si bien es seguro que no tenemos ninguna idea clara o distinta acerca de esa cosa
que suponemos sea el soporte» (Ensayo, II, 23, 4, pp. 277-78).

8. «Frecuentemente las ideas de las relaciones son más claras que las ideas de los sujetos relacionados.
[…] [A]demás puede advertirse, tocante a la relación, que, aun cuando no esté contenida en la existencia
real de las cosas, sino que sea algo extraño y sobreañadido, sin embargo, las ideas significadas por palabras
relativas muchas veces son más claras y más distinta, que las ideas de aquellas substancias a las cuales
pertenecen. La noción que tenemos de un padre o de un hermano es mucho más clara y más distinta que
la que tenemos de un hombre, o, si se prefiere, la paternidad es algo de lo cual es más fácil tener una idea
clara que de la humanidad; y me es mucho más fácil concebir qué sea un amigo, que lo que Dios es. Porque
el conocimiento de una acción, o de una idea simple, frecuentemente basta para darme la noción de una
relación; pero para conocer un ser substancial es necesaria una reunión de diversas ideas exactas. Si un
hombre compara dos cosas, la una con la otra, apenas puede suponerse que no sabe qué sea aquello en que
las compara; de tal suerte que, cuando compara cualesquiera cosas, no puede menos de tener una idea muy
clara de la relación. Se sigue, pues, que las ideas de las relaciones son capaces, por lo menos, de ser más
perfectas y mas distintas en nuestra mente que las ideas de substancias, porque de ordinario es difícil
conocer todas las ideas simples que realmente están en cualquier substancia, y es fácil, en la mayoría de
los casos, conocer las ideas simples que forman cualquier relación en que pienso o que tiene un nombre»
(Ensayo, II, 25, 8, pp. 304-05).

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Benedictus de Spinoza
(Países Bajos del Norte, actual Holanda, 1632-1677)

1. «Por causa de sí entiendo aquello cuya esencia implica la existencia, o sea, aquello cuya naturaleza no
se puede concebir sino como existente» (E1d1).
«Por sustancia entiendo aquello que es en sí y se concibe por sí, es decir, aquello cuyo concepto no necesita
el concepto de otra cosa, por el que deba ser formado» (E1d3).
«Por atributo entiendo aquello que el entendimiento percibe de una sustancia como constitutivo de su
esencia» (E1d4).

2. «En la naturaleza no puede haber dos o más sustancias de la misma naturaleza o atributo» (E1p5).
«Una sustancia no puede ser producida por otra sustancia» (E1p6).

3. «A la naturaleza de la sustancia pertenece el existir» (E1p7).


«Se llama finita en su género aquella cosa que es limitada por otra de la misma naturaleza» (E1d2).
«[…] entre lo finito y lo infinito no existe proporción alguna, de suerte que la diferencia entre la creatura
superior y más digna y Dios no es distinta de la que hay entre Dios y la creatura ínfima» (Ep 54, p. 253,
de Spinoza a H. Boxel, oct. 1674).
«Toda sustancia es necesariamente infinita» (E1p8).
«Como ser finito es realmente una negación parcial y ser infinito es una afirmación absoluta de la
existencia de alguna naturaleza, de la sola proposición E1p7 se sigue, pues, que toda sustancia debe ser
infinita» (E1p8s1).

4. «Cuanta más realidad o ser tiene cada cosa, tantos más atributos le pertenecen» (E1p9). «[…] cada ser
debe ser concebido bajo un atributo y […] cuanta más realidad o ser tenga, más atributos, que expresen
necesidad e infinitud, tendrá […]» (E1p10s).
«Por Dios entiendo el ser absolutamente infinito, es decir, la sustancia que consta de infinitos atributos,
cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita» (E1d6).
«Dios, o sea, la sustancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia
eterna e infinita, existe necesariamente» (E1p11).

5. «Aparte de Dios, no se puede dar ni concebir ninguna sustancia» (E1p14).


«[…] Dios es único, es decir (por E1d6), que en la Naturaleza real no existe más que una sustancia y que
ésta es absolutamente infinita […]» (E1p14c1).

6. Dios es causa libre de todas las cosas: No hay causas finales


«Por modo entiendo las afecciones de la sustancia, o sea, aquello que es en otro, por medio del cual
también es concebido» (E1d5).
«De la necesidad de la naturaleza divina deben de seguirse infinitas cosas en infinitos modos, esto es, todo
cuanto puede caer bajo el entendimiento infinito» (E1p16).
«Dios actúa por las solas leyes de su naturaleza, y no coaccionado por nadie» (E1p17).
«[…] no hay ninguna causa que incite, extrínseca o intrínsecamente, a Dios a actuar, excepto la perfección
de su misma naturaleza» (E1p17c1).
«Se llamará libre aquella cosa que existe por la sola necesidad de su naturaleza y se determina por sí sola
a obrar. Necesaria, en cambio, o más, bien coaccionada, aquella que es determinada por otra a existir y a
obrar según una razón cierta y determinada» (E1d7).

-6-
«[…] sólo Dios es causa libre, porque sólo Dios existe por la sola necesidad de su naturaleza (por E1P17).
Por consiguiente (por E1d7), sólo Dios es causa libre» (E1p17c2).

7. «Otros piensan que Dios es causa libre, porque puede, según ellos creen, hacer que las cosas, que hemos
dicho que se derivan de su naturaleza, esto es, que están en su potestad, no se hagan o no sean producidas
por él. Pero esto es lo mismo que si dijeran que Dios puede hacer que en la naturaleza del triángulo no se
siga que sus tres ángulos son iguales a dos rectos, o que de una causa dada no se siga un efecto, lo cual es
absurdo» (E1p17s).

8. «Por eternidad entiendo la existencia misma, en cuanto se concibe que se sigue necesariamente de la
sola definición de una cosa eterna» (E1d8).
«[…] la omnipotencia de Dios ha estado en acto desde toda la eternidad y permanecerá en la misma
actualidad por toda la eternidad» (E1p17s).
«[…] por la duración sólo podemos explicar la existencia de los modos, mientras que la existencia de la
sustancia se explica por la fruición infinita de existir o, forzando el latín, de ser» (Ep 12, pp. 54-55).
«La existencia de Dios y su esencia son una y la misma cosa» (E1p20).
«[…] la existencia de Dios es, como su esencia, una verdad eterna» (E1p20c1).
«[…] Dios, o sea, todos los atributos de Dios son inmutables. Ya que, si cambiaran por razón de su
existencia, deberían cambiar también (por E1p20) por razón de su esencia, esto es (como es por sí mismo
evidente), convertirse de verdaderos en falsos, lo cual es absurdo» (E1p20c2).
«En la naturaleza de las cosas no se da nada contingente, sino que todas son determinadas por la necesidad
de la naturaleza divina a existir y a obrar de cierto modo» (E1p29).

9. «[…] en el sentido en que Dios se dice causa de sí, debe decirse también causa de todas las cosas […]»
(E1p25s).
«[…] por Naturaleza naturante debemos entender aquello que es en sí y se concibe por sí, o sea, aquellos
atributos de la sustancia que expresan una esencia eterna e infinita, esto es (por E1p14c1 y E2p17c2),
Dios, en cuanto que es considerado como causa libre. Por Naturaleza naturada, en cambio, entiendo todo
lo que se sigue de la necesidad de la naturaleza de Dios, o sea, de cada uno de los atributos de Dios, esto
es, todos los modos de los atributos de Dios, en cuanto que son considerados como cosas que son en Dios
y no pueden ni ser ni ser concebidos sin Dios» (E1p29s).

Bibliografía
DESCARTES, R., Los principios de la filosofía, trad. de G. Quintás, Alianza, Madrid, 1995. [Principia Philosophiae, Principes
de Philosophie, 1644]
DESCARTES, R., Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas, trad. de V. Peña, Alfaguara, Madrid, 1977.
[Meditationes de prima philosophia, 1641]
LOCKE, J., Ensayo sobre el entendimiento humano, FCE, México, 2000. [Essay concerning Human Understanding, 1690]
SPINOZA, B., Ética, introd., trad. y notas de A. Domínguez, Trotta, Madrid, 2000. [Ethica more geometrico demonstrata.
¿1663-1675?]

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