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cuales tendríamos una competitividad nula (aunque vale la pena aclarar que existe un alto
grado de complementariedad entre los 2 países y por ello no mas de un 3 o un 4 por ciento
2. El acceso de las empresas norteamericanas a las compras de nuestro sector público. Este
punto puede sonar algo negativo debido a que las empresas de EEUU son mucho mayores
a las colombianas y son capaces de generar grandes economías de escala, por lo cual, en
una licitación abierta, difícilmente se les podría competir en precio y en muchos casos en
calidad.
la legislación laboral y generar dumping social. (Este punto puede ser positivo ya que va a
forzar a las empresas del país a respetar los derechos de sindicalización y los derechos
factor de inestabilidad para el país. En este tema han expresado sus reservas personas
productivos. La cifra, si bien es muy difícil de cuantificar, no debe generarnos dudas sobre
sector, ha expresado múltiples reservas en temas como el uso de las redes por parte de
entre otros, los cuales pueden conllevar problemas para compañías como EPM, ETB y
7. Finalmente, por el lado de los ingresos tributarios aun no se tiene claridad sobre que podría
suceder. El DNP estima que con la disminución de los aranceles el fisco nacional tendría
una perdida de 600 millones de dólares lo cual parecería a todas luces negativo dada la
actual situación de déficit fiscal, pero el CIDE estima que lo que se perdería por concepto
arancelario se recuperaría vía IVA e impuesto de renta –sin necesidad de aumentar la tasa
Así como dentro de un país tiene sentido que haya unas personas que se
dediquen -por ejemplo- a la medicina, otras a los deportes y otras al periodismo,
así mismo, tiene sentido que entre países unos se dediquen -por ejemplo- al
petróleo, otros al cine, y otros a la alta costura. Las ventajas de la especialización
hacen que el comercio internacional no sea un juego de suma cero, es decir, que
todos los países participantes puedan ganar con el comercio, como lo enseñó
Adam Smith hace más de 200 años.
Más sorprendente aún es el hecho de que todos los países puedan ganar con el
comercio -incluso cuando un país es más pequeño, y menos productivo que otro
país en todos los bienes y servicios-, en la medida en que cada país tiene
incentivos para dedicarse a hacer aquellas cosas en las que es relativamente
mejor, como lo enseñó David Ricardo hace casi 200 años.
La respuesta es que la única razón de fondo por la cual un país exporta, es para
poder importar. Una mirada cuidadosa permite ver que las divisas generadas por
las exportaciones de un país sirven básicamente para tres cosas. Para pagar
importaciones directamente; para pagar deudas externas (es decir, para pagar
importaciones del pasado), o para ahorrar divisas (es decir, para pagar
importaciones del futuro). Lo que sucede detrás de este proceso, es que el
comercio internacional beneficia a un país gracias a sus propias fortalezas -es
decir, a sus exportaciones- y gracias a las fortalezas de sus socios comerciales -
es decir, a sus importaciones-.
Es en parte por todo lo anterior, que el libre comercio es una política óptima desde
el punto de la teoría, para un país pequeño -como Colombia, y como la gran
mayoría de los países del planeta-. También es una política óptima desde el punto
de vista práctico, ya que evita el desperdicio de recursos en actividades de lobby y
de manipulación de la política por parte de grupos de interés, elimina de raíz el
contrabando y reduce la carga administrativa y fiscalizadora en aduanas.
Los costos de un TLC tienen que ver, por un lado, con el hecho de que los TLC
son discriminatorios. Es decir, estos tratados ponen condiciones de acceso
diferenciales entre socios comerciales miembros y socios comerciales no
miembros del TLC. Ello puede hacer que un país termine importando bienes más
costosos -en términos de divisas- desde los países miembros del acuerdo,
simplemente porque esos bienes no pagan aranceles. La magnitud del costo
dependerá, por supuesto, de qué tan ineficientes sean los miembros del TLC, y de
qué tan altas sean las barreras hacia los países no miembros.
El antídoto para este tipo de costos es tener claro que si un país se embarca en
una estrategia de acuerdos preferenciales para liberar su comercio, no se puede
quedar en la mitad del camino. Hoy está sobre la mesa la oportunidad de
garantizar el acceso de largo plazo a Estados Unidos, y esa oportunidad hay que
tomarla. Pero simultánea y complementariamente, se está negociando el ALCA
que nos da acceso a un mercado más grande que el de Estados Unidos, y por lo
tanto representa otra oportunidad que no se puede desperdiciar.
Es más, los TLC de Estados Unidos con México, Chile, Centro América y los
países andinos, van a dejar pavimentado el camino para el ALCA, siempre y
cuando los gobernantes de América Latina tengan la claridad y la visión necesaria
para terminar esa tarea, y para no dejar que sus agentes privados queden en
desventaja en los mercados que se están consolidando entre sus países vecinos.
El trabajo por supuesto, no termina allí. Como pasó con México y Chile al firmar el
TLC con Estados Unidos, una vez se configure el mercado de bienes y servicios
más grande del mundo en el continente americano, la Unión Europea va a tener
incentivos muy fuertes para no perder participación en esos mercados. En ese
escenario, firmar a un acuerdo comercial con la Unión Europea va a ser mucho
más factible de lo que ha sido hasta ahora. Llegado ese momento, también será
necesario consolidar esa opción. Entonces, ya no podremos quejarnos más de la
falta de acceso a los mercados de los países desarrollados.
Los costos de un TLC también tienen que ver con el hecho de que entre más
grandes son, más grandes pueden ser los impactos sobre la estructura productiva
de un país. Es decir, unos sectores prosperarán, y otros sectores se contraerán. A
largo plazo, es ese cambio en la estructura productiva el que lleva a una
asignación más eficiente de recursos. Pero a corto plazo, ello puede implicar el
desempleo de parte de los trabajadores, la tierra y el capital.
Sobra decir que un TLC como el que se va a negociar con Estados Unidos es una
buena oportunidad para afinar esos instrumentos, que de por sí son importantes
para un país en desarrollo, con o sin TLC.
Finalmente, y relacionado con los costos de ajuste, hay que recalcar que los TLC
tienen impactos distributivos. Independientemente de los efectos de un TLC
grande sobre la distribución del ingreso -algo sobre lo cual es difícil poner de
acuerdo a los economistas-, es necesario que los países que se embarcan en
esos procesos, hagan un esfuerzo consciente por mejorar la cantidad y la calidad
del gasto público que le llega a los sectores más pobres de la población, como
instrumentos para dar legitimidad a los acuerdos. De lo contrario, corren el riesgo
de que las reformas hechas con gran esfuerzo se reversen -así sean positivas- y
que se desperdicie una oportunidad que puede ser difícil volver a encontrar.