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Estamos reunidos para conmemorar un nuevo aniversario del fallecimiento de Domingo Faustino

Sarmiento quien fuera escritor, maestro y presidente de la Nación.


Su mayor preocupación fue la educación, por lo que fundó muchas escuelas y enseño, las
primeras letras, a niños desde muy corta edad.
Y, en este aspecto, me quiero detener: SER MAESTRO
Ser maestro es un acto de fe, fe en la posibilidad de cambiar el mundo educando. Fe en el
individuo y en la supremacía de la riqueza intelectual.
Ser maestro es un acto de amor, porque la entrega de uno mismo está implícita en la tarea;
porque se da a manos llenas sin esperar retribución.
Sé es maestro no solo cuando se enseña conocimientos intelectuales sino cuando se escucha,
contiene y comprende.
Esta es la misión más difícil de un maestro: enseñar que es posible ir contracorriente, pensar
en el otro, trabajar para mejorar. Enseñar que la ética y la fidelidad a los ideales no han pasado de
moda, sino que enaltecen al hombre.
Ser docente no es sencillo: es un don y una tarea difícil pero a la vez sublime, porque se es
modelador del futuro. Con sus armas del amor, la sabiduría, la palabra y el ejemplo va forjando a un
hombre nuevo.
No perdamos nunca la capacidad de maravillarnos con nuestros niños, de descubrir cosas
nuevas a través de ellos y porque no; aprender.
Ellos son nuestro mayor tesoro, al que debemos cuidar, custodiar y guiar el tiempo que estén
junto a nosotros, por nuevos senderos con y desde el amor. Ayudándolos a ser seres íntegros,
independientes y personas de bien. Ellos, son como flechas en nuestras manos, llegarán tan lejos
como nosotros lo dejemos.
Lo esencial, en la labor del maestro, es sentir esa emoción que se produce en el alma del
educador, cuando, gracias, a su ilusión y dedicación puede contemplar cada día, el brillo agradecido
de los ojos de sus alumnos, el descubrir una verdad intelectual, un valor moral.
El buen maestro conoce bien a sus niños, su evolución personal; se pone al lado, anda a su
paso para ayudarle, guiarlo, darle fuerza, proponerle metas y medios para que las alcance. Con sus
palabras y acciones va directo al corazón.
“No se entra a la verdad sino por el amor, y no se descubre el amor si no es amando. Si en la
escuela falta el amor; falta todo”.
Este es el legajo que nos dejó Sarmiento. Educar para el bien; ocupándonos de cada detalle
para esculpir en los corazones de nuestros niños, valores que llevarán siempre.
Tenemos en nuestras manos una espléndida labor y nuestra gran recompensa será la sonrisa,
el abrazo, un te quiero y la satisfacción de la tarea cumplida.
En definitiva, ser maestro, es antes que nada, una actitud ante la vida. Ser maestro es una
pasión que nace de la generosidad sin límites, de un deseo de entrega agotadora.
¡Feliz día para todos! Y hoy renovemos juntos el compromiso de dar todos los días lo mejor
que tenemos para ayudar a construir una sociedad justa, solidaria y amorosa.

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