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DA LA MISMO CUESTA IGUAL

Posterior a la inauguración de la planta de energía fotovoltaica en Uyuni (Potosí) a cargo del


Presidente Morales, mucho se ha hablado acerca de los grandes avances de Bolivia en materia de
energías renovables. Personalmente me manifiesto crítico en sentido que se está lejos de cumplir
las proyecciones de ENDE en cuanto a reconvertir la matriz energética al 2025 con una clara
priorización del sector hidroeléctrico relegando el verdadero potencial del país en materia de
energía solar, eólica, biomasa y geotérmica.
Cuando hablamos de la energía solar en particular que valga decir a 2017 teníamos una potencia
instalada de tan solo 73 MW en Bolivia, debemos hacer hincapié en las incoherencias en la visión
del Gobierno cuando invierte en plantas fotovoltaicas como la de Uyuni. Para empezar, debemos
señalar dos características importantes de las energías renovables en general: la primera y más
obvia es que estas son limpias, en tanto no generan emisiones nocivas de gases que aceleran el
efecto invernadero, contaminación ambiental y producen la “lluvia ácida”, como el dióxido de
carbono (CO2) dióxido de azufre (SO2), dióxido de nitrógeno (NO2) entre los más importantes. La
segunda su costo frente a las fuentes de energía impulsadas por la quema de combustibles fósiles
son inferiores.
En el caso de nuestro país vemos que las grandes inversiones en plantas de energía fotovoltaica
se encuentran conectadas al Sistema Interconectado Nacional de Energía Eléctrica, una situación
por demás curiosa en sentido que el precio por Kw/hora seguirá el mismo comportamiento que la
energía producida a partir de las termoeléctricas impulsadas por mayoritariamente por gas
natural y diésel en menor medida. En síntesis, la ventaja competitiva de la energía solar en
materia de precios no llega a beneficiar a los usuarios finales en sus domicilios o industrias, puesto
que la tarifa única es la que predomina, misma que se calcula en base a los elevados costes de
generación de las fuentes de energía tradicional.
Según Hortensia Jiménez (Viceministra de Electricidad y Energías Alternativas, 2013), los
bolivianos pagábamos en ese entonces una tarifa subsidiada de 0,60 Bs por Kw/hora en la categoría
residencial y 0,40 Bs por Kw/hora en la categoría industrial. Jiménez manifestaba que el subsidio
a las industrias era una política de Gobierno para beneficiar a los empresarios e impulsar su
desarrollo, sector que en ese entonces se oponía al pago del Doble Aguinaldo. La subvención
asumida por el Gobierno ascendía a un 150% de las tarifas de energía eléctrica impulsada por el
uso de gas natural. Los precios sin subvención tendrían un valor de 1,50 Bs. y 1,00 Bs. por kw/hora
para ambas categorías aplicando las cifras de Jiménez.
El año 2017 sería el Ministro de Energías, Rafael Alarcón, quien daría a conocer un alza en las
tarifas de energía eléctrica de 0,5%, la misma que se enfocó en el consumo domiciliario.
Adicionalmente se estableció dos incrementos complementarios para aquellos que sobrepasaran
el consumo de 500 y 1.000 Kw/hora que fueron de 2,3% y 11% respectivamente. Insólito 4 años antes
el Gobierno reconocía que se subvencionaba las tarifas de energía eléctrica y ahora Alarcón
vertía de manera elocuente lo siguiente: “No podemos seguir subvencionando para que algunos
domicilios estén calentando el agua de sus piscinas, así de simple es el tema”. El cambio repentino
se debe inequívocamente a las condiciones económicas del país al tener un sector hidrocarburos
sin capacidad de reposición de los yacimientos de explotación y una producción en declive a falta
de nuevos descubrimientos.
Ante este panorama ¿Por qué no despegan las energías alternativas, específicamente la energía
solar? Cuando otros países petroleros similares al nuestro como México han abrazado los
mecanismos de desarrollo limpio. En la última subasta de energía eléctrica celebrada en México
en noviembre del año 2017 (en su tercera versión) se llegó al precio mínimo record de energía
solar, 1,77 centavos de dólar por Kw/hora, que tuvieron un comportamiento a la baja como se
detalla a continuación: 8,3 centavos de dólar (2013), 5,84 centavos de dólar (2014), 4,97 centavos de
dólar (2015) y 2,42 centavos de dólar (2016) por Kw/hora (Fuente: Electrek, 2017).
Usted se preguntará ¿cómo relacionó estos datos con el caso boliviano? Pues bien, si uno convierte
los valores de las tarifas eléctricas subsidiadas y sin subsidio a dólares americanos tendría que
la energía eléctrica en Bolivia es casi 9 veces más cara que la energía que podríamos estar
consumiendo a través de las fuentes solares, es decir en Bolivia con fuentes renovables y no
renovables pagamos una tarifa de 9 centavos de dólar por Kw/hora subsidiada. Misma que sin
subsidio asciende a 22 centavos de dólar (precio real). Estos últimos datos comparativas al año
2017, con el incremento del 0,5% implementado.
Para el año 2013 aún con el subsidio que nos “beneficiaba” manteníamos un costo de generación por
encima de los precios mínimos record alcanzados por la energía solar (8,3 centavos de dólar por
Kw/hora). Vean que subsidiado el Kw/hora tenía una tarifa de 9 centavos de dólar que realmente
ascendía de 22 centavos de dólar, costo asumido por el Gobierno. Siendo un país gasífero no fuimos
capaces de bajar las tarifas eléctricas, teniendo la disponibilidad del combustible para las
numerosas termoeléctricas que generan nuestra energía (65% del total de la matriz energética
de Bolivia, Memorial Anual 2017 ENDE).
Me permito señalar al Gobierno como el principal obstáculo de cara al desarrollo de las energía
alternativas en nuestro país y fundamento mi posición con los siguientes puntos: 1) El Gobierno
tiene el monopolio de la generación de energía eléctrica 2) No existe legislación o normativa que
permita la generación distribuida de energía eléctrica como la proveniente de la radiación solar
de manera privada 3) No existen mecanismos de venta de excedentes energía eléctrica desde
privados hacia el Sistema Interconectado Nacional 4) No se propician mercados de subastas
dentro de los Mecanismos de Desarrollo Limpios a los cuales el Gobierno renuncia priorizando una
agenda de explotación de combustibles fósiles y construcción de mega hidroeléctricas que
vulneran los derechos de pueblos indígenas campesinos y ponen en riesgo la intangibilidad de
grandes ecosistemas y la supervivencia de toda la biodiversidad que ahí vive.
La próxima vez que escuche un anuncio sobre inversiones en energías alternativas, busque su
factura de luz y vea si en verdad las tarifas se reducen. Si no lo hacen, simple y llanamente es
porque al Estado no le interesa ni su bolsillo ni su calidad de vida.

Por: Carlos Armando Cardozo Lozada


Economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Especialidad en Gestión del
Riesgo de Desastres y Adaptación al Cambio Climático, Presidente de Fundación Lozanía

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